LaReconciliacion

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LA RECONCILIACIÓN:
ELEMENTO VERTEBRAL DE LA MISION
www.fundacionparalareconciliacion.org
Bogotá, Julio 2008
LA RECONCILIACIÓN ES EL CORAZON DE LA MISION
El Señor me ha ungido y me ha enviado a predicar buenas noticias a los abatidos, a vendar a los
quebrantados de corazón, a publicar libertad a los cautivos y a los presos apertura de la cárcel".
(Isaías 61:1)
“En adelante ya no conocemos a nadie según la carne… El que esta en Cristo es una nueva creación
pasó lo viejo, todo es nuevo. Y todo proviene de Dios que nos reconcilió consigo por Cristo y nos confió
el ministerio de la reconciliación. Porque en Cristo estaba Dios reconciliando al mundo consigo, no
tomando en cuenta las transgresiones de los hombres, sino poniendo en nuestros labios la palabra de la
reconciliación. Somos pues embajadores de Cristo, como si Dios hablara por medio de nosotros… ”
(II Cor. 5, 15-20)
Introducción
La Misión Continental, a la que nos ha lanzado Aparecida, enmarcados dentro de la
realidad que vive América Latina hoy, nos obliga a recuperar uno de los elementos
centrales del Evangelio de Jesús: el elemento del perdón y de la reconciliacion. Esa es la
buena noticia: ¡Dios que en Jesús se hace hombre para el perdón de los pecados! …Nos
reconcilia y nos nombra ministros de reconciliación. Ese es el corazón/motor de la
misión y de los misioneros. Sin ese corazón, la misión pierde fuerza, entusiasmo y
alegría. Sin ese elemento vital, la Eucaristía y hasta la Jerarquía, quedan sin sentido.
En un mundo cada vez más globalizado, complejo y con crecientes problemas de
inequidad y exclusión social, las violencias y las tensiones sociales parecen reproducirse
y aumentar. Los países latinoamericanos presentan índices de violencia tres veces más
altos que los países europeos y los temas de seguridad y convivencia de los ciudadanos es
hoy en día la preocupación prioritaria de los Gobiernos. La sabiduría del mensaje de la
reconciliacion de Jesús es una respuesta poderosa para esta necesidad tan sentida en
nuestro mundo.
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1. El Perdón y la Reconciliación
Quien quiera entender la dimensión más profunda de su misión como discípulo y
misionero, no puede evitar cuestionar su ser y su hacer misión, a la luz de la inspiración
vertebral de la doctrina de Jesús sobre el perdón y la reconciliación. Pablo, con mucha
lucidez, entendió que el seguimiento de Jesús y su misión debía centrarse en la acción
salvífica del perdón y reconciliación.
Pablo, fue sin duda, el discípulo quien mejor sintetizó una de las intuiciones más
conmovedoras, primero del Antiguo Testamento y, luego del evangelio de Jesús: Dios
todopoderoso, el que nos creó y nos sostiene en vida, es quien activa y amorosamente nos
guía, nos cuida, y nos conduce a la plenitud de la vida. El salmo 23 lo expresa con la
poderosa metáfora `el Señor es mi pastor`. El Pastor, que deja las 99 y va en busca de la
oveja perdida, es el Padre misericordioso quien recibe con abrazos y hace fiesta por el
hijo pródigo, es el Dios de la mujer pecadora, del Buen Ladrón. Es el Dios que se ofrece
en la cruz, como cordero que quita y limpia los pecados del mundo. Es el Dios cuya
misericordia no tiene fin. Es el Dios que no solo ama sin límites sino que perdona sin
límites.
La novedad del mensaje de Jesús es el perdón y la reconciliación. Es eso lo que le da
razón a su presencia en la historia de la humanidad. Dios expresa su inmenso amor de
manera concreta a través de Jesús, hecho humano al igual que todos los humanos. Pero va
más allá: se ofrece como víctima de reparación porque los humanos han utilizado mal su
libertad, el regalo más preciado que Dios le ha otorgado a la humanidad.
2. Jesús enseña el valor del Perdón y la Reconciliación
Jesús, a diferencia de los fundadores de otras religiones, irrumpe en la historia de la
humanidad con una propuesta paradigmática: no solo es posible ser perdonado sino que
es necesario perdonar. Perdonar setenta veces siete (Mateo 18, 21-19,1), o sea perdonar
siempre, incluso perdonar lo imperdonable. Pero esto no es todo. La gran novedad del
mensaje de Jesús es que nos dice que no basta perdonar! Nos enseña, con su vida y
ejemplo, que es necesario reparar las faltas de los demás! que es necesario ser corderos
ofrecidos para quitar los pecados del mundo. Jesús no sólo enseñó a sus discípulos el
deber del perdón, sino que quiso que su Iglesia fuera signo e instrumento de su designio
de reconciliación
Es exigencia fundamental de quien se proclame discípulo de Jesús, aprender la
espiritualidad de la reparación o se a la capacidad de ofrecerse como expiación por las
inevitables faltas y fallas de los demás. El modelo ideal del pastor es aquel que sabe
convertirse en cordero! Es la espiritualidad de la reparación vicaria, cuyos contenidos
profundos aún están por explorarse y por posicionarse en la vida y en la misión de los
cristianos.
3. El perdón, exigencia fundamental para el discípulo misionero
Pablo consciente y convencido de esta exigencia fundamental para el discípulo de Jesús,
exclama: “os exhorto por la misericordia de Dios que ofrezcáis vuestros cuerpos como
victima viva, santa, agradable a Dios: tal será vuestro culto espiritual. Y no os
acomodéis al mundo presente” (Rom 13, 1). Pablo, había captado una tendencia perversa
de su tiempo: la cultura de la proporcionalidad permeaba ya toda la existencia humana.
Por eso, advierte sobre la necesidad de no acomodarse al mundo presente. La cultura de
la proporcionalidad consolidada por el invento de las monedas, las pesas, las medidas y
sobre todo en un sistema de justicia penal, en el que el castigo se instaura como la única
forma de responder proporcionalmente a una ofensa. La justicia punitiva a lo largo de los
siglos se carga de elementos de cultura de castigo cada vez más sofisticados.
Inconscientemente, la humanidad ha oficializado la cultura de la venganza.
En contra de la cultura de la proporcionalidad, Pablo, a imagen de su Maestro, propone
entonces, la cultura de la gratuidad. La cultura del cordero. Su doctrina sobre la
justificación es clara expresión de esta profunda convicción. Llegará así, a decir que la
“gracia de Dios se ha desbordado sobre todos…y así como el delito de uno solo atrajo
sobre todos los hombres la condenación, a si también la obra de justicia de uno solo
procura toda la justificación que da la vida” (Rom 5,16-18). Es lo que Pablo llama la
justicia de la fe, contrapuesta a la justicia de la ley (Rom, 9,30).
Por la justificación constante a través de Jesús, que Dios hace de las ofensas, de los
pecados de la humanidad, Jesús se convierte en sabiduría, justicia, santificación y
redención (I Cor, 1, 30-31). Ante este misterio tan profundo, Pablo no puede menos que
exclamar: “¡Oh abismo de la riqueza, de la sabiduría y de la ciencia de Dios. Cuán
insondables son sus juicios e inescrutables sus caminos!” (Rom 11,32).
Para fundamentar esta espiritualidad de la gratuidad o de la justificación, Pablo logra
intuir uno de los paradigmas más poderosos y sólidos de las ciencias sociales: es el
paradigma de la sociedad como cuerpo. Genera entonces la metáfora del cuerpo místico.
En este cuerpo místico si sufre un miembro todos sufren con él…(I Cor 12,26). Una de
las expresiones más actuales de esta espiritualidad de la gratuidad, que en el último
decenio ha ido ganando fuerza en el escenario de las ciencias sociales, es la pedagogía
del cuidado y la pedagogía de la compasión.
Parte de la humanidad parece que empieza a entrar en un estadio histórico superior sin
precedentes que favorece la compasión, la misericordia y la ternura, valores íntimamente
ligados al evangelio de Jesús. Esos valores, Jesús los condensa en su desafiante propuesta
de perdón o sea el mandato del amor llevado a su máxima expresión.
Ser Ministro de Reconciliacion se convierte en un servicio de trascendencia incalculable
para la sobrevivencia de la humanidad. Jesús y su mensaje de perdón y reconciliación se
convierten en la persona y el mensaje INDISPENSABLES para que la humanidad no
solo sobreviva sino para que viva vidas felices y plenas. Con razón, Desmond Tutu y
Nelson Mandela andan predicando por el mundo que ¡sin perdón no hay futuro! La
espiritualidad y la práctica del Perdón y de la Reconciliación se convierten en elementos
fundamentales y sello de garantía de la misión de Dios de Jesús.
4. Un gran vacío en la vivencia del Evangelio
Es sin embargo, demasiado triste, que quienes debiéramos ser expertos en perdón y
reconciliación (sacerdotes, religiosos y cristianos en general) conozcamos tan poco
acerca de la espiritualidad, los contenidos, y los métodos del perdón y la reconciliación.
En una reciente reseña bibliografiíta sobre el tema del Perdón desde la época de San
Agustín (siglo V) hasta nuestros días, se descubrió con asombro que mientras existían
millones de títulos sobre el Perdón con Dios, se registraban apenas unas decenas de libros
(menos de 170 títulos) sobre el perdón interpersonal. Se trata de una ignorancia
vergonzosa, no solo teórica sino y sobretodo, metodológica.
En la tradición cristiana primitiva, perdón y reconciliacion tenían un papel central. Sin
embargo, con la institucionalización de la Iglesia, el Perdón y Reconciliación quedaron
relegados a una práctica vertical con Dios solamente, perdiéndose así toda la dimensión
horizontal del pecado. Nos enseñaron entonces a reconciliarnos con Dios a través del
sacerdote pero nos olvidamos de cómo reconciliarnos con las personas que están a
nuestro lado: “Si, pues, al presentar tu ofrenda en el altar te acuerdas entonces de que un
hermano tuyo tiene algo contra ti, deja tu ofrenda allí, delante del altar, y vete primero a
reconciliarte con tu hermano; luego vuelves y presentas tu ofrenda” (Mt 5, 23-24)
Como subraya Kagan “el concepto de perdón necesita escaparse de la cautividad
religiosa y entrar en la fila de las virtudes políticas...y del crecimiento humano normal”1.
Perdón es hoy en día tema de frontera en la espiritualidad, en la política y en la ética
religiosa. En las relaciones sociales nada hay más natural que la venganza pero al mismo
tiempo nada menos social y políticamente inadecuado. Se hace necesario, comenzando
por las realidades de nuestras casas religiosas y grupos parroquiales, recuperar este
fundamento central a la realidad humana y sobretodo, al mensaje de Jesús2.
Solamente en los últimos 10 años, las ciencias sociales y religiosas han avanzado
tímidamente en la reflexión acerca de la teoría y la práctica del perdón y de la
reconciliación3.
5. Algunos pasos fundamentales
Entendemos por perdón el proceso individual que hace la victima para transformar el
veneno de la rabia, el odio, el rencor y los deseos de venganza por sentimientos de
bondad, ternura y compasión. Se trata de un proceso personal. La reconciliación, en
cambio es un proceso social. Se trata del proceso de reconstrucción del puente de
confianza con el ofensor. Son normalmente las victimas quienes empiezan el difícil
camino del perdón y de la reconciliación porque las victimas son conscientes que ellos y
únicamente ellos, son los poseedores de las llaves del perdón y de la reconciliación.
Un ejercicio fundamental en el camino del perdón es la transformación de la memoria
ingrata que dejan las ofensas. Esa memoria ingrata genera narrativas y lenguajes que
normalmente perpetúan la violencia. Esa transformación demanda elementos cognitivos,
emocionales, conductuales y espirituales. Por eso, perdón no es olvidar, sino recordar con
otros ojos. Tampoco el perdón, implica que la justicia haga su propio curso.
1
Ibidem p.7
Perkins Edward J. the psychology of diplomacy, conflict resolution in a time of minimal or unusual
small scale conflicts, in Langoholtz Harvey Ed. Psychology of peace keeping, Westport, Praeger, 1998,
p.46.
3
Autores de relevancia actual son: Robert Enright, Everett Worthington, Robin Casarjian, Joanna North,
Robert Schreiter, D. Donnelly, R. Fitzgibons, M. McCullogh , Y. Park, D. Shriver. El libro de Simon
Wisenthal, Los límites del perdón (1972) fue posiblemente un de los libros que más suscitó la discusión
acerca del tema. Para una revisión bibliográfica acerca del tema del perdón véase: Michel E. McCoulough,
Charlotte van OyenWitvliet, The psychology of forgiveness, en C.R Zinder & Shone J. López Edts,
Handbook of positive psichology, University Press, Oxford, 2003.
2
6. Las Escuelas de Perdón y Reconciliación –ESPERELas ES.PE.RE son una propuesta pedagógica de perdón y reconciliación basada en 10
pasos. Aplica una dinámica de concientización, decisión, y compromisos (pactos). Los 5
primeros pasos están dedicados al perdón y tienen los siguientes títulos: de la oscuridad a
la luz, decido perdonar, miro con otros ojos, comprendo a mi ofensor, establezco un
puente. Los 5 módulos restantes se refieren a la reconciliación y toca los siguientes
temas: construimos la verdad, promovemos la justicia, hacemos un pacto y celebramos
la memoria y la reparación.
Al iniciar los 10 módulos o etapas, la persona participante escoge un sujeto de perdón y
reconciliación que les servirá como entrenamiento concreto durante todo el curso. Los
participantes entienden entonces que el Perdón y la reconciliación exige práctica y por lo
mismo, esfuerzos muy concretos.
Durante todo el curso, de hecho, el Perdón es presentado como un acto heroico y como
una de las expresiones más profundas de la santidad a la que estamos llamados todos los
humanos. Creemos que sea esta una expresión privilegiada de aquel sean perfectos como
mi Padre del cielo es perfecto.
Siendo que la reconciliación normalmente empieza por el lado de las victimas, se invita
entonces a la víctima a comenzar a construir el puente desde su orilla. La reconciliación,
normalmente empieza por el lado de las victimas porque son ellas, y solamente ellas,
quienes poseen el poder de desatar la ofensa. De un modo misterioso, el victimario queda
dependiente de la victima y solo, gracias a un ejercicio liberador, que se convierte en don
de la víctima, puede el victimario recobrar su libertad y su integridad. Per-donar es
entonces hacer don para el otro. Es para dar no para recibir.
El primer módulo de la reconciliación se refiere a la construcción de verdad. La verdad
no es ni mi versión de los hechos ocurridos y tampoco la versión del otro. La verdad es la
sumatoria de las dos versiones. Tener la capacidad para descubrir la verdad del otro es
parte fundamental de la reconciliación. Por eso que en el ejercicio de la verdad, es
necesario tener en cuenta 3 tipos de lógicas. Primero, la lógica de los acontecimientos
(cómo ocurrieron las cosas?), segundo, la lógica de los significados (cuál mensaje quería
enviar?) y finalmente la lógica de la necesidad (cómo salir de aquí?) Cuando las personas
se quedan solamente en la lógica de los acontecimientos entonces se bloquea el proceso
de la reconciliación. La reconciliación es una exigencia de la lógica de la necesidad de
que la vida prosiga.
Dentro del ejercicio de construir verdad, la memoria juega un rol de primera importancia.
Se hace necesario hacer memoria, precisamente para evitar el efecto distorsionador que
tiene el olvido. Los cristianos hacemos memoria de un crimen (la crucifixión de Jesús)
para mantener viva y fresca la verdad de ese evento salvífico. Recordar es una forma
noble de agradecer y por eso la eucaristía se convierte en acción de gracias que
transforma y permite a las personas ir más allá de la simple lógica de los acontecimientos.
En un mundo de violencia se hace urgente recuperar esta ética de la memoria que en el
fondo es la ética desde las víctimas. En la historia del mundo ha predominado la ética
desde los victimarios y esa tendencia centenaria es necesario transformarla.
El segundo módulo de la reconciliación es garantizar la justicia. Aquí se busca romper el
modelo de la justicia punitiva para instaurar el modelo de la justicia restaurativa. Hacer
justicia entonces, no es castigar al ofensor sino y sobre todo, es recuperar al ofensor. Se
busca imitar la justicia de Dios que justifica y aplica siempre la misericordia y la
compasión: “como dista el oriente del occidente así de grande es la misericordia de
Dios... Su amor no tiene fin”.
En el antiguo testamento, Mispat es la justicia aplicada por el juez mientras que Sedaqá
es la justicia aplicada por el justo, es decir llena de misericordia. En ese preciso sentido
de la misericordia se le llama a Jesús como justicia de Dios. Un resumen maravilloso de
lo que entraña el significado más profundo de la justicia: la forma de amar en un mundo
injusto!
El tercer módulo es la elaboración de un pacto. Uno de los elementos claves dentro de
la espiritualidad testamentaria es la alianza, el pacto. Los pactos se convierten en la
expresión más profunda de los nexos que unen a los humanos entre si y con Dios que se
hace testigo de esos acuerdos.
Los pactos tienen básicamente tres grados. El pacto más bajo es el pacto de co-existencia.
Es el perro y el gato que conviven en la misma casa y deciden de respetarse y no
ofenderse. Aquí estamos a nivel de simple natura. Un pacto de grado más alto es el pacto
de convivencia. Las personas elaboran ya un proyecto mínimo de vida para llevarlo a
cabo conjuntamente. Aquí estamos a nivel de cultura. El grado más alto es el pacto de
comunión o comunidad. Aquí estamos en el nivel más refinado de espiritualidad
El cuarto y el quinto módulo desarrollan los temas de la reparación y de la celebración de
la memoria y vida nueva. Es verdad que en muchos casos será imposible reparar
suficientemente ciertas atrocidades. Ni en Sur África, ni en Alemania, ni en Rwanda, ni
en ningún lugar. Es por eso, que es necesario trascender lo que es la reparación
simplemente material para inventar formas de reparación simbólicas pero igualmente
compensadoras.
Como bien lo subrayó ya Hannah Arndt, el perdón es liberarse de la irreversibilidad del
pasado. Se hacen acuerdos entonces para cancelar la impredictibilidad del futuro. Así
estos dos impostores de la humanidad quedan vencidos y se abre el camino a un cambio
radical de la cultura y de la sociedad4.
Conclusión
Lo mas absurdo y lo mas incoherente del cristianismo no es tanto que debamos perdonar
hasta setenta veces siete, o que incluso debamos perdonar lo imperdonable. Lo absurdo e
incoherente es que nosotros los seguidores de Cristo, debemos convertirnos en corderos
4
Citado por Shriver op.cit, p.34.
inmolados que ofrecen su sangre por las culpas de los demás. ¿No hemos reducido
nosotros los cristianos, el obispo, yo sacerdote, religioso o laico, la exigencia tan enorme
del mensaje de Jesús a puro cumplimiento de expresiones externas, cuando la autentica
espiritualidad de un cristiano se mide por su capacidad para ofrecerse en reparación
vicaria por las inevitables limitaciones del otro que convive conmigo o me ofende?
El enorme significado de la Eucaristía, de Jesús ofrecido como cordero que quita el
pecado del mundo es una espiritualidad todavía en su infancia. San Pablo por eso insistía:
por la misericordia de Dios os exhorto a que ofrezcáis vuestros cuerpos como victima
viva, santa, agradable a Dios, tal será vuestro culto espiritual. Y no os acomodéis al
mundo presente, antes bien transformaos mediante la renovación de vuestra mente…
(Rom. 12, 1-3).
El paradigma del perdón y de la reconciliación sólo es posible para quien se ubica desde
un nuevo lugar cósmico, histórico, cultural y psicológico: la perspectiva de una nueva
creación. Son normalmente las víctimas, no los victimarios, quienes obtienen este
privilegio y esta gracia. Por eso San Pablo se atreve a afirmar: “si alguno está en Cristo
es entonces una nueva creación: pasó lo viejo, todo es nuevo. Y todo proviene de Dios
que nos reconcilió consigo por Cristo y nos confió el misterio de la reconciliación” (II
Cor. 5,17-18).
La gran paradoja es entonces que la víctima reconciliada puede entender el dolor y el
gemido del victimario. Esa actitud tiene efectos poderosamente transformadores en la
parte del victimario.
En el mensaje para la jornada mundial de la paz del 2004, el Papa Juan Pablo II
recordaba que, “para instaurar la verdadera paz en el mundo, la justicia ha de
complementarse con la caridad…A veces, justicia y amor aparentan ser fuerzas
antagónicas... A menudo, la justicia no consigue liberarse del rencor, del odio e incluso
de la crueldad. Por sí sola, la justicia no basta....Por eso he recordado varias veces a los
cristianos y a todas las personas de buena voluntad la necesidad del perdón para
solucionar los problemas, tanto de los individuos como de los pueblos. ¡No hay paz sin
perdón”!
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