Rivera Heredia, M.E.; Obregón Velasco, N. y Cervantes Pacheco, E. I. (2009). Recursos psicológicos y salud: consideraciones para la intervención con migrantes y sus familias. En Lira, J. Aportaciones de la Psicología a la Salud. Morelia: Facultad de Psicología de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo. Pp. 225-254, ISBN 978-60700-2040-7. Total 254 paginas Recursos psicológicos y salud: Consideraciones para la intervención con los migrantes y sus familias Dra. María Elena Rivera Heredia Mtra. Nydia Obregón Velasco Mtra. Ericka Ivonne Cervantes Pacheco Facultad de Psicología, Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo Resumen En este trabajo se revisa el panorama general de la migración y los factores psicosociales asociados con ésta, tales como el papel del estrés antes y después de la migración, los recursos psicológicos y su función ante el manejo del estrés; la multiplicidad de configuraciones familiares asociadas con la migración, así como los roles de género y las pautas de crianza en este tipo de familias. Con todo ello se pretende analizar la situación de los mexicanos que viven la experiencia de la migración, así como las repercusiones de ésta en torno a la salud física y mental de los individuos y las familias que la experimentan, para finalmente proponer una serie de consideraciones y recomendaciones para la intervención psicoterapéutica con esta población. Palabras clave: familia, migración, intervención, recursos, salud Panorama general de la migración La experiencia de la migración forma parte de la vida de millones de mexicanos quienes dejan su lugar de origen en búsqueda de mejores condiciones de vida, ya sea cambiando de municipio o ciudad (Méndez-Puga, Castro, Duran, 2009), o incluso migrando al extranjero, principalmente a los Estados Unidos de Norteamérica. En México se calcula que en 1338 municipios de los 2446 existentes, se observan tasas de movilidad migratoria por encima de la media nacional, lo que representa a un total de 23.8 millones de mexicanos (RomeroOchoa, 2007). En el 2006 el número de inmigrantes en los Estados Unidos fue de 1 38 millones, de los cuales el 30%, es decir, 11.2 millones, nacieron en México (Iniciativa de Salud de las Américas, 2007). La principal causa de migración de los mexicanos hacia Estados Unidos ha sido tradicionalmente la búsqueda de un mayor salario, seguida por el deseo de reunirse con los familiares que se fueron (Vilar y Eibenschutz, 2007; INEGI, 2005; Lopez Castro, 2003); hasta antes de la crisis económica mundial que se atraviesa en el momento actual, solo un pequeño porcentaje de quienes partieron regresaban, por lo que con frecuencia se observan “familias fracturadas”, o con “miembros fantasma”, o familias que viven con la esperanza de la reunión. Los inmigrantes de menos de diez años de vivir en Estados Unidos, en su mayoría son adultos jóvenes entre los 18 y los 34 años de edad y tienen la mayor participación laboral de todos los grupos, trabajando principalmente en los sectores agrícola, de la construcción y de los servicios, en donde ofrecen salarios bajos y poco acceso a seguro médico; una gran proporción de inmigrantes mexicanos adultos viven en situación de pobreza (Iniciativa de Salud de las Américas, 2007; CONAPO, 2004; California Institute for rural studies, 2000). Aunado a ello, hay evidencia de discriminación laboral en los Estados Unidos respecto a los migrantes mexicanos con documentos y calificados laboralmente (González Becerril, 2005). Estas condiciones de vida tienen diversos impactos tanto en la salud física como en la mental. Las principales enfermedades crónicas y causas de muerte en los inmigrantes mexicanos que se encuentran en los Estados Unidos son: hipertensión, diabetes cáncer y lesiones por accidente (Wallace, Gutiérrez y Castañeda, 2005). En el contexto de la recesión económica del 2009, se ha incrementado el número de personas sin empleo tanto en México como en los Estados Unidos, por lo que existe la posibilidad de que: 1) se incremente el número de mexicanos que regrese a este país, 2) disminuya el flujo de remesas, 3) aumente la presión de la reunificación familiar lo que obligue a definir en qué lado de la frontera se van a asentar los próximos años, 4) aparezca un creciente aumento en problemas de salud física y mental asociados al estrés en ambos lados de la frontera; y que todo ello se refleje en una 5) cada vez mayor problemática social de inseguridad y violencia en los hogares y en las calles. El estrés antes y después de la migración y sus impactos en la salud El desempleo, el subempleo, la insatisfacción de no poder mejorar la calidad de vida personal y familiar pueden ser consideradas situaciones que conllevan estrés previo a la decisión de migrar. Aún y cuando exista un patrón cultural a lo largo de las generaciones que marque como parte del estilo de vida familiar y social el que los integrantes de una familia o de una comunidad migren ya sea dentro del mismo país como hacia el extranjero, sobre todo cuando ésta implica gran 2 distancia física, incertidumbre y periodos prolongados de alejamiento (MartínezRuiz, 2008). Los estresores tanto de tipo individual como familiar, social y comunitario, van ligados con respuestas fisiológicas asociadas al estrés, que varían desde ansiedad, trastornos afectivos, úlceras, colitis, gastritis, o los frecuentemente denominados “nervios” (Cabassa, Hansen, Palinkas y 2008), así como por dolor de cabeza, hipertensión arterial, entre otros. En estudios realizados en zonas rurales de Michoacán, Gustavo López Castro (2008, en Garduño 2008) señala que con frecuencia las mujeres de migrantes desarrollan trastornos somáticos y psíquicos a partir del abandono/separación de sus maridos tales como tensión muscular y lumbalgias, gastritis, dolor de cabeza, insomnio y colitis, presentándose un aumento en esta población del consumo de sustancias psicoactivas (ansiolíticos, alcohol y drogas ilícitas). Al respecto, Rozo (2008) considera que la mayoría de los inmigrantes entran al sistema de salud por quejas físicas y dolores. Los desajustes fisiológicos más comunes son los dolores de cabeza-cefaleas-migrañas recurrentes, los dolores gástricos, malestar intestinal, hipertensión, vómitos, dolores musculares (sobre todo de espalda), amenorrea, ulceraciones, dermatitis, caída del pelo, fatiga crónica. Dichos malestares están muy asociados a factores tensionales y depresivos. Coincidentemente, Celia Falicov (2007a) considera que las repercusiones en salud mental asociadas con la migración como son la depresión, la ansiedad, las enfermedades psicosomáticas, las adicciones y las conductas problema pueden aparecer en cualquier integrante de la familia, en cualquier lugar y en cualquier momento del ciclo vital. La migración internacional parece tener un importante rol en la transformación de las normas del uso de sustancias y en la patología en México, esta conclusión surge de la investigación realizada por Borges, Medina-Mora, Breslau y AguilarGaxiola (2007), quienes encontraron que las personas que habían migrado a los Estados Unidos tuvieron mayor probabilidad de haber usado alcohol, marihuana o cocaína, de desarrollar un trastorno por uso de sustancias o de tenerlo en el último año, que los mexicanos que no habían migrado. A pesar de que ha pasado desapercibida por mucho años, cada día aumenta el interés en conocer los impactos en la salud mental que tiene la migración de los mexicanos a los Estados Unidos (Hwang y Wood, 2008; Breslau, Aguilar-Gaxiola, Borges, Castilla-Puntes, Kendler, Medina-Mora, y otros, 2007; Breslau, AguilarGaxiola, Borges, Dendler, Su y Kessler, 2007; Grzywacz, Quandt, Early,Tapia, Graham y Arcury, 2006; Grzywacz, Quandt, Arcury y Marín, 2005; Hovey y Seligman 2006; Farley, Galves, Dickinson y Díaz-Pérez, 2005; Salgado de Snyder y Díaz-Guerrero, 2003; Hovey y Magaña, 2002; Salgado de Sneyder, Cervantes, y Padilla, 1990). 3 Asimismo, en un detallado análisis de la conducta suicida en los migrantes Borges, Medina Mora, Zambrano y Garrido (2006) encontraron que la presencia de algún trastorno mental y el estar retirado de una ocupación son variables que se asocian con intentos de suicidio en los últimos doce meses. Asimismo, el pertenecer a estratos socioeconómicos bajos (como le ocurre a la gran mayoría de los mexicanos que migraron a los Estados Unidos) se asocia con mayor riesgo de intento suicida, sintomatología depresiva, trastornos mentales comunes (básicamente depresión y ansiedad), así como cuadros clínicos específicos como trastornos del estado de ánimo, fobias, disfunción sexual y déficit cognitivo (OrtizHernández, López Moreno y Borges, 2007). En un afán por querer comprender cuáles son los factores protectores de los hispanos inmigrantes que viven en los Estados Unidos, Wadworth y Kubrin (2007) concluyen que la cultura del país de origen constituye el principal papel protector del suicidio. Aunque señalan que todo depende del contexto: cuando los migrantes no han logrado tener éxito económico o académico y se mantienen aislados dentro de su propio grupo, entonces poseen mayores factores protectores ligados que actúan como freno ante el suicidio tales como la religión católica, o una identidad cultural comunitaria, así como lazos culturales, redes familiares e integración con los vecinos. Por el contrario, si han alcanzado niveles altos de éxito económico o académico, hay menores índices de suicidio cuando están más asimilados a la cultura dominante. Es decir, todo depende de con quién se comparen, y con qué recursos (personales, familiares, económicos y sociales) cuenten cuando hacen dicha comparación. La asimilación también pude aumentar las habilidades de los hispanos para tener acceso al empleo formal e informal, así como al apoyo y la información que ellos necesitan. El obtener ese apoyo puede ser especialmente difícil para los trabajadores temporales o para los migrantes sin documentos, los cuales tienden a estar menos asimilados. El Dr. Achótegui (2004), propone que muchos de los síntomas que se observan en migrantes, más que trastornos mentales, podrían considerarse como parte del denominado “Síndrome de Ulises” el cual consiste en una sensación de abatimiento y de profunda tristeza que desaparece en el momento en el que la persona se reúne con sus seres queridos. “Emigrar se está convirtiendo hoy para millones de personas en un proceso que posee unos niveles de estrés tan intensos que llegan a superar la capacidad de adaptación de los seres humanos” (Achóteguí, 2004, p. 39). Considera que el duelo migratorio es un duelo parcial, múltiple y recurrente, que revive experiencias infantiles, y puede llevar a reacciones regresivas; puede ser tal su intensidad que dé lugar a un cambio de identidad. La intensidad del síndrome varía según la severidad de los duelos por los que el inmigrante atraviesa, los cuales según Achótegui (2008; 2000) pueden ser simples, complicados o extremos, en cada tipo de duelo que evalúa. Hay duelos por la pérdida de: 1) la familia y los seres queridos; 2) la lengua; 3) la cultura (costumbres, valores, sentido del tiempo…); 4) la tierra (paisajes, colores, olor, luminosidad, temperatura, humedad); 5) el estatus social (documentos de identidad, trabajo, vivienda, acceso a oportunidades, pérdida de estatus); 6) contacto con el grupo de pertenencia (prejuicios, xenofobia, racismo); 4 7) los riesgos a la integridad física (peligros en el viaje migratorio, accidentes laborales o domésticos; riesgos ante nuevas enfermedades). Aunado a ello hay que tomar en cuenta los factores intervinientes, que son moduladores de los duelos y de su intensidad; al tomarlos en cuenta es posible identificar el grado de vulnerabilidad del migrante, lo que permitirá tener elementos para su diagnóstico, pronóstico y tratamiento. Al analizar la experiencia de jóvenes hijos de migrantes se encuentra que con frecuencia sienten que han hecho un gran esfuerzo por adaptarse lo que les ha llevado a comportarse como adultos desde muy pequeños. Viven un deseo de arraigo acompañado de la duda de dónde colocarlo si en el país de origen o en el país receptor; con frecuencia sienten que no encajan adecuadamente en ninguno de los dos países; algunos de ellos buscan integrar las contradicciones e incluirse como parte de ambos países. De ahí que con frecuencia experimenten sensaciones de desamparo, miedo y ambivalencia. Refieren que no sólo se trata de hablar el mismo idioma, sino de hablarlo como la gente de cada lugar lo hace, con sus modismos, significados locales, así como su manejo del humor. Desean sentir que pertenecen a algún grupo o a algún lugar, por lo que ansían encontrar personas que los orienten y les ayuden a integrarse para poder comprender tanto al grupo de amigos como a la sociedad en general. Esa figura también es necesaria en su experiencia de retorno al país de origen, en donde también se sienten diferentes o marginados, dado que han cambiado sus expectativas y metas, así como las oportunidades para llevarlas a cabo (Castillo y Piper, 1996). Por su parte, Durán (2009, p. 118) describe los “efectos y afectos” que viven cinco familiares que migran de un poblado de Michoacán llamado Ucareo a la ciudad de Chicago, en el estado de Illinois (EUA): Observamos que las familias migrantes se encuentran sujetas a las exigencias de la nueva residencia y a las del lugar de origen. Por ejemplo se registraron diversas gamas de emociones, tales como la nostalgia experimentada por nuestros informantes como un sentimiento que emerge debido al distanciamiento al lugar de origen; así mismo se registraron manifestaciones acerca del temor que experimentaban, generado por las exigencias del nuevo lugar de residencia; otra fue la sensación de incapacidad e impotencia que crea la falta de dominio del idioma inglés para llevar a cabo las actividades comunes de la vida cotidiana; otras experiencias fueron la frustración, el temor y la impotencia que se experimenta al estarse desenvolviendo dentro de los ámbitos sociales de la escuela y del trabajo. También la sensación de dificultad que resulta desenvolverse en el ámbito del hogar, ante el reencuentro familiar bajo circunstancias adversas, como es la gama de cambios y exigencias generadas por la migración hacia EUA. Así, lo anterior nos permite confirmar que la migración es un fenómeno en tanto que se significa más allá que el acto mismo de migrar: pues la migración como fenómeno está configurada por múltiples elementos entre los que se encuentran la diversidad de emociones que la van matizando y significando en la vida de las personas que la experimentan cercanamente. 5 Los recursos psicológicos y su función ante el manejo del estrés El concepto de recursos psicológicos se encuentra recientemente en la literatura y se asocia a los conceptos de capacidades y de fortalezas; esta ubicado dentro del campo de la Psicología positiva (Carr, 2007; Seligman y Csikszentmihalyi, 2000). Un recurso constituye un elemento de poder que se maneja con los demás a través del intercambio, es decir que puede darse y también recibirse. Los recursos psicológicos son los elementos tangibles o intangibles que ayudan a manejar las diferentes situaciones de la vida. Se utilizan especialmente para enfrentar situaciones percibidas como problemáticas y generadoras de estrés (Hobfoll, 1989). Pueden encontrarse recursos tanto individuales, como familiares y sociales (Gold, 1997; Rivera-Heredia y Andrade, 2006). Ante una situación dada, como es el caso de la migración, los individuos evalúan los recursos que tienen para enfrentarla, ya sean sus recursos personales, como los de su familia y entorno inmediato. Si sus recursos son suficientes, se considerarán capaces de resolverla fácilmente. Si los recursos son escasos, o si se han visto deteriorados, entonces la percepción de dicha situación podrá verse como crítica, esto de acuerdo al modelo de adaptación familiar al estrés de Reuben Hill (Kahl, Carr, Mulkey, Koch, Dougan y Catsambis, 2007). Por su parte, el modelo para conceptualizar el estrés denominado “modelo de conservación de los recursos” planteado por Hobfoll (1989) señala que tanto la percepción como la pérdida de recursos o la imposibilidad de obtenerlos nuevamente, son suficientes para producir estrés. Los recursos tienen un valor instrumental y un valor simbólico porque le ayudan la gente a definir quiénes son; un recurso se define como aquello por lo que los individuos luchan para obtenerlo, mantenerlo, protegerlo y renovarlo (Hobfull y Lilly, 1993); los recursos pueden ser tangibles o intangibles, los ubicamos en los objetos, circunstancias de vida, cualidades personales o como fuentes de poder (como en el caso del dinero). Cada individuo, familia o contexto, cuenta con diferentes recursos, algunos de ellos han sido provistos por elementos genéticos y medio-ambientales, pero muchos otros se han desarrollado mediante las experiencias de la vida, desarrollándose según el tipo de situaciones a las que se han enfrentado y mediante la interacción con los diferentes individuos y contextos con quienes se tiene contacto. El valor que tiene un determinado recurso para un individuo o un grupo está dado por el propio entorno social. Los recursos de los individuos se moldean a través de su experiencia de vida, que les permite reconsiderar e implementar estrategias para el manejo de las situaciones estresantes. Los individuos con mayores recursos tienen un mejor manejo de las situaciones estresantes; el enfrentar de manera productiva los problemas cotidianos puede considerarse como un recurso o como un factor protector de salud mental. A partir de investigaciones sobre adolescencia y familia, María Elena Rivera Heredia y Patricia Andrade Palos (2006 y 2006) desarrollan un modelo para 6 comprender y evaluar los recursos psicológicos, el cual incluye las siguientes dimensiones: • Recursos afectivos. Se refiere al manejo que la persona tiene de sus emociones y sentimientos (alegría, tristeza, enojo), el tipo de expresión que tiene de los mismos, así como los procesos de autorregulación para su expresión, como recuperar el estado de equilibrio después de que hay alguna pérdida de control. • Recursos cognitivos. Están conformados por las percepciones y creencias que tienen los adolescentes respecto a la forma de enfrentar los problemas que les rodean. • Recursos instrumentales. Se refieren a las conductas de los individuos que les permiten hacer cosas para sentirse mejor, en especial sobre el tema de cómo se relacionan con sus amigos y personas que les rodean; desde iniciar una conversación, mantener una amistad, ser amable y cordial con los demás, así como mantener canales de comunicación abiertos. • Recursos sociales: son capacidades con las que cuentan los individuos para vincularse con los demás estableciendo relaciones permanentes de contención y apoyo; también implican la capacidad para solicitar ayuda cuando ésta se necesita. • Recursos materiales. Se refiere a contar con dinero y objetos para realizar las actividades relevantes para cada persona. Este modelo de evaluación de los recursos ya ha sido aplicado en diversas investigaciones dentro del campo de psicología de la salud (Rivera-Heredia y Obregón, 2009; Miranda, Medina y Rivera-Heredia, 2009; Hernández, García y Rivera-Heredia, 2009; Zamora, Pedro y Rivera-Heredia Rivera Heredia, 2007). Las frustraciones de la pobreza y de otras desventajas asociadas con el status de los grupos minoritarios pueden ser mitigadas por la esperanza y la creencia en un futuro mejor. Esas esperanzas y creencias pueden ser más prevalentes en las comunidades con una masa crítica de clase media y alta de hispanos. En contraste, en aquellos lugares donde las historias exitosas son raras, las dificultades que acompañan a las desventajas pueden proveer más dificultades para salir adelante, lo cual resulta en depresión, ansiedad, consumo de sustancias y otros precursores del suicidio (Wadworth y Kubrin, 2007). Cuando se fortalecen los recursos se habilita de mejores posibilidades de manejar las situaciones estresantes, por lo que su uso tiene implicaciones tanto para los programas educativos como terapéuticos, pues puede ser una estrategia de intervención preventiva de gran importancia (McKenzie, Frydenberg y Poole, 2004). Familia, roles de género y pautas de crianza en migrantes. 7 Actualmente la familia, al igual que la sociedad, ha sufrido de múltiples cambios propiciados por las modificaciones en los patrones de trabajo y entretenimiento, de la vida social y de la cultural. El avance tecnológico ha generado mayores interconexiones entre las personas y lo que ocurre alrededor del mundo, por lo que cada vez se está expuesto a mayor información, así como a nuevos y diferentes estilos de vida, ideologías y valores. Existe un incremento en las tasas de divorcio y segundas nupcias, así como de nuevos acuerdos para vivir, lo cual ha implicado que cada vez la definición de qué es la familia y cuáles son sus funciones esté cambiando (Gergen, 1991). Al tratar de comprender qué ocurre con las familias deben observarse los valores, el sistema de creencias, la estructura jerárquica, los tipos de triángulos que se forman así como los mitos que se comparten en cada subcultura a la cual cada familia pertenece, más aún cuando se trata de familias de migrantes, en las que hay que conocer, analizar y comprender la influencia de la cultura en la dinámica familiar ante las múltiples situaciones de estrés por las que las familias atraviesan (Falicov, 2005, 2003, 2001, 1983). Uno de los mitos que se asocia estrechamente con la migración es el de Penélope (Gamboa, 1995), la mujer que espera de manera permanente al marido ausente que promete regresar. Gustavo López Castro (2006), considera que en el campo mexicano ese mito se arraiga y aparece con un especial matiz: se trata de “Penélopes de Rancho”, mujeres que a su manera también esperan, o que transforman la manera de vivir ese mito. En los migrantes mexicanos pueden observarse nuevas organizaciones familiares que se adicionan a las tradicionales, tal como lo comentan Mancillas y Rodríguez (2007); de este lado de la frontera, han aumentado los hogares integrados por abuelos y tíos cuidando a los hijos de padres que están trabajando en el extranjero. Y de aquel lado, se observan hogares integrados por personas con o sin lazos de parentesco, con distribución de roles operativos y emocionales. Destaca que con frecuencia la experiencia de que alguno o ambos padres vivan en Estados Unidos trae cambios en la participación del varón en las tareas familiares dentro del hogar, principalmente en temas como la alimentación y la limpieza, aunque el cuidado de los hijos permanece a cargo de las mujeres. Estas nuevas organizaciones familiares son semejantes a lo que Gergen (1991) denomina como “familia flotante” o como “familia emocional”. Con el término de familia flotante se ubican las relaciones familiares en un continuo estado de fluido, es decir, en donde los lazos afectivos se incrementan y se dispersan constantemente (como podría darse con la interacción transnacional, y con las múltiples entradas y salidas de integrantes en el sistema). Por su parte, la familia emocional, es aquella integrada por las relaciones significativas aunque no sean de miembros de la misma familia o aunque casi no se vean (como estos hogares compartidos por conjuntos de migrantes con o sin parentesco). 8 De acuerdo con Celia Falicov (2001, quien retoma los conceptos de Pauline Boss en 1999) la migración implica una “pérdida ambigua”. Por un lado, la gente y los lugares queridos están físicamente ausentes, y al mismo tiempo, están agudamente presentes en la mente del inmigrante. Por otro lado, la nostalgia y el estrés de adaptación pueden dejar a algunos miembros de la familia psicológicamente ausentes, aun cuando se hallen físicamente presentes. Este tipo de relaciones genera estados de confusión o indefinición que traen efectos psicológicos en los integrantes de la familia, como la sensación de inseguridad, ambivalencia e incertidumbre. Duran (2009) considera que los migrantes aunque viven en un país dejaron sus sueños e ilusiones en el lugar de origen. Al analizar cómo se dan las “configuraciones familiares” (Cervantes, Obregón y cuando existe la experiencia de la migración, emergen las Villalón, 2008) “estructuras familiares trasnacionales” las cuales de acuerdo con Martínez-Ruiz (2008) pueden analizarse desde cuatro posibles escenarios: 1. La relación existente entre hijos migrantes y padres no migrantes. 2. Relaciones familiares establecidas entre los dos padres migrantes y sus hijos no migrantes. 3. Relaciones familiares entre el esposo/padre migrante y la esposa e hijos no migrantes. 4. Relaciones familiares establecidas entre hermanos migrantes y no migrantes. Una quinta categoría de análisis es propuesta por Durán (2009) al analizar las relaciones existentes entre los migrantes y la comunidad de origen. A pesar de existir numerosas investigaciones, teorías y publicaciones acerca de la migración, aún son pocos los que observan este proceso migratorio desde una perspectiva de género, ya que en las últimas décadas la migración femenina en los países americanos se ha equiparado a la masculina, lo cual se debe a la representatividad de la mujer en la fuerza laboral mundial, ampliando aún más la brecha en la desigualdad de los géneros, ya que las relaciones de género están implicadas en los procesos de carácter político, económico y cultural de las migraciones internacionales (Gomes, 2006). A partir de 1980 se ha dado una creciente feminización de los procesos migratorios y los desafíos políticos para los países de destino y de origen hacen imprescindible un análisis de género, ya que las formas de organización social derivadas de la migración conllevan una nueva construcción social de las mujeres y los hombres. El reto es implementar medidas a favor de la equidad de género en las políticas migratorias, ya que durante el proceso migratorio la mujer se vuelve más vulnerable por las condiciones del traslado, el tipo y la calidad de la inserción laboral, así como su motivación de regresar o no a su lugar de origen. 9 Aún cuando la migración es una decisión individual y racional que los individuos llevan a cabo, basados en una evaluación económica, las mujeres migran por un deseo de independencia familiar y social, así como en la búsqueda de una autonomía que en su lugar de origen no han alcanzado. La migración femenina no se fundamenta solo en un deseo de superación laboral, sino en factores sociales tales como la ruptura o crisis matrimonial, los embarazos fuera del matrimonio, la viudez, un deseo de empezar una nueva vida o simplemente de vivir una nueva aventura, ya que la migración puede abrir nuevos espacios a las mujeres que les permita renegociar su papel de género dentro de la familia; es así que la mujer migrante se mueve entre dos mundos sociales: el tradicional y el posmoderno (Gregorio, 1998). La mujer puede vivir pérdidas y cargas adicionales, de acuerdo con Staab (2003) y Gomes (2006), ya que experimenta segregación ocupacional en empleos precarios y con alto grado de explotación como la prostitución, el servicio doméstico, o el empleo en el ámbito reproductivo, desempeñando funciones de cuidado de otros como ancianos o niños y personas con discapacidad. Las condiciones laborales límites en donde realiza trabajos industriales repetitivos o minuciosos, la indefensión y la falta de información sobre los derechos de las mujeres migrantes, la barrera del idioma, las expone al estrés y a los malestares psicológicos, afectando su salud global. Tal es el caso de las mujeres altamente capacitadas que migran y terminan subempleándose al no poder convalidar sus estudios en los países receptores, por lo que experimentan frustración, malestares psicológicos y un grado de exclusión. Los indicadores epidemiológicos reportan mayor prevalencia de malestares psíquicos en mujeres migrantes, pues no cuentan con una red de apoyo inmediata. El apoyo social se puede definir como la interacción entre las personas mediante la cual dan y reciben ayuda espiritual, emocional, informativa, funcional y material y es un concepto que resulta de utilidad para describir y analizar las relaciones entre el individuo y la comunidad cercana que le rodea (Walsh, 2004). En una investigación con pacientes hipertensos de la ciudad de Morelia Michoacán, predominantemente mujeres, Kanán, Rivera-Heredia, RodríguezOrozco, López Peñaloza, Medellín y Caballero (2008) encontraron que las familias en las que hay migración de alguno de sus integrantes, tienen menor satisfacción familiar que en las que no tienen experiencia de migración. Numerosos estudios muestran que en la población migrante hay una consistente relación entre niveles inadecuados de apoyo social y una pobre salud física y mental pues están lejos de su comunidad y sobre todo de su familia. Además de la “invisibilidad”, término que aduce a la impunidad que experimentan frente a los abusos laborales, la violencia, las restricciones ya que carecen de documentos (Rohlfs, Borrell, Anitua, Artazcoz, Colomer, Escribá, García-Calvente, Yacer, Mazarrasa, Pasarín, Peiró y Valls-Llobet, 2000). 10 La migración incide como un estresor en la vida de las mujeres, quienes tienen que elaborar el duelo por las pérdidas, la ruptura con la red de apoyo social, la separación de los hijos, la pareja y la familia, lo cual genera sentimientos de frustración y baja autoestima, cuya repercusión es directa sobre la salud. Se ha registrado que a diferencia de los hombres, las mujeres migrantes sufren de un mayor número de trastornos depresivos y de ansiedad, a pesar de que siguen siendo frecuentes los trastornos psicosomáticos en ambos sexos, todavía son escasos los estudios sobre la salud mental en población migrante y no suelen analizar aspectos diferenciales de género (Benlloch, 2004, citado en Gomes, 2006). La salud es un proceso complejo determinado por factores biológicos, sociales, del medio ambiente y de los servicios de salud (Navarro, 2004), en el que el género, por su interrelación con todos ellos, tiene un papel importante, las conductas relacionadas con la salud son diferentes en las mujeres y en los hombres. Es esencial analizar cómo el género se asocia con las circunstancias socioeconómicas individuales y familiares, de modo que a medida que empeoran las condiciones del entorno, los indicadores de salud son más negativos. Mientras que para los hombres el matrimonio o la convivencia en pareja es un factor protector de la salud, una fuente de apoyo social que refuerza la adopción y mantenimiento de conductas saludables, para las mujeres, principalmente debido a la distribución desigual del trabajo doméstico, significa un aumento en la carga de trabajo reproductivo, y puede contribuir al deterioro de su salud. De tal modo que la migración representa para el hombre un deterioro a su salud y a la mujer una salida a la situación demandante de una doble carga de trabajo, con el estrés que supone una jornada ilimitada, la dificultad de compatibilizar el trabajo productivo y el reproductivo y la falta de tiempo para dedicarlo a ellas mismas, que depende de la disponibilidad de ayuda o del grado en que estas cargas están compartidas. La socialización de las mujeres como proveedoras y cuidadoras del bienestar familiar, con sus roles como madre, esposa e hija al servicio de los demás, las convierten efectivamente en agentes de salud pero no en sujetos de salud. Por lo que muchas mujeres temen el retorno del esposo migrante, aunado al temor de perder el beneficio de las remesas económicas (Rohlfs, Borrell, Anitua, et al., 2000). Para Falicov (2007) la migración femenina impacta a la configuración de la familia, por ejemplo cuando el padre parte primero y la madre se re-organiza en una familia mono-parental, o cuando la madre parte y los hijos quedan al cuidado de madres sustitutas e incluso cuando uno o más hijos parten para reunirse con sus padres. Sin embargo, existe un mayor impacto cuando la mujer se va y deja a sus hijos ya que al ser protagonista de la organización y funcionamiento de la familia, su ausencia representa el involucramiento de las abuelas, las tías, las hermanas mayores, en la crianza de los niños. Con el aumento de las oportunidades laborales para las mujeres un gran número de ellas emigran solas, dejando a sus hijos en su país de origen y reuniéndose con ellos años después. Entonces la mujer migrante y la familia que ha dejado, forman un sistema de familia a distancia, este nuevo tipo de configuración familiar deberá considerar la 11 organización familiar siempre en tiempo presente, y no como era antes de la migración; pues aún cuando se anhela la unión de la familia, las separaciones y los re-encuentros familiares pueden tener contenidos emotivos ambivalentes de alegría y de tristeza. Al insistir en el aquí y en el ahora de la configuración de la familia migrante, se observa que las modalidades de migración también han cambiado, ya que en el pasado la inmigración hacia los Estados Unidos en las familias inmigrantes mexicanas pobres se mostraba como patrón que era el hombre el primero en partir y, una vez establecido, su esposa e hijos se reunían con él en el nuevo país. Este movimiento en etapas se ha modificado en el presente al ser las mujeres quienes toman la decisión de partir dejando a sus hijos, lo cual representa un costo muy alto para la vida familiar. Keijzer (2000) sostiene que la migración favorece la ausencia del padre y su ejercicio de la paternidad, la cual es una posición y función que incluye lo biológico, pero claramente lo rebasa y que va cambiando históricamente, teniendo también notables variaciones de una cultura a otra, así como entre las distintas clases sociales y etnias de un mismo país. El vacío al que se refieren los vínculos parentales de las familias migrantes se ve sustituido por el papel del proveedor, sin embargo la paternidad tiene que ver con la crianza en la provisión de cuidados, de guía cognitiva, emociones y experiencia en donde los padres no sólo dan, sino donde también se enriquecen. El reto de la familia migrante que se reencuentra sería sostener cambios con respecto a la identidad de la segunda generación, ya que el conflicto generacional tiende a disminuir junto con la creación de un hogar híbrido, en el cual los padres no se ponen a la defensiva acerca de su propia cultura y los hijos respetan la cultura nativa de sus padres, representada en esa familia. Los inmigrantes de nuestros días son llamados nuevos inmigrantes o ‘transmigrantes’ ya que son capaces de sostener dos idiomas y dos culturas nacionales. Sus contactos sociales y familiares y su lengua a menudo se mantienen vivos y continúan evolucionando, a veces durante toda la vida (Falicov, 2007b). Uno de los principales recursos de sobrevivencia con los que cuentan los inmigrantes hispanos, y entre ellos los mexicanos, es que conforman una fuerte y entretejida red de apoyo. Por lo general, migran a zonas en donde se encuentran familiares y amigos, mostrando interés por el bienestar del otro (tendencia a la preocupación colectiva, es decir, por la familia, el grupo o la comunidad). Los índices de suicidio en hispanos son notablemente inferiores a los índices de suicidio de los estadounidenses no hispanos (Borges, Breslau, Su, Miller, Medina Mora, y AguilarGaxiola, 2009; Levin, 2005) lo cual puede observarse en los datos reportados por la Organización Mundial de la salud (WHO, 2004, por sus siglas en inglés) en donde la tasa de suicidio en México fue de 3.9 mientras que en Estados Unidos fue de 15.9. De ahí la importancia de profundizar en el conocimiento de los recursos personales, familiares y sociales de los migrantes y sus familias, de los dos lados de la frontera, para poder identificar y fortalecer los recursos, de manera que puedan crecer ante la adversidad y continuar siendo impulso al desarrollo de sí mismos y de sus familias, 12 ya que hay muchas heridas por sanar, fracturas que componer y distancias que acortar. Elementos para la intervención psicoterapéutica con migrantes desde diferentes enfoques y abordajes. Analizar la experiencia de la migración desde la perspectiva de la complejidad y desde una visión ecológica y ecosistémica permite contemplar la multiplicidad de elementos en interacción: las condiciones de vida y empleo del lugar de partida, las prácticas culturales en torno a la migración, las circunstancias de la partida, el tamaño y calidad de la red de apoyo del lugar de origen, así como las redes del lugar al que se llega, las oportunidades laborales del lugar de destino, la amplitud de visión que brinda la experiencia de migrar, los sentimientos de dolor y de pérdida que la acompañan; las nuevas posibilidades de acceso a otros beneficios a partir de la migración como son el mayor ingreso económico, conocimiento de nuevos lugares y costumbres, incremento de la calidad de vida (en términos económicos de los receptores de remesas). La migración es una respuesta a las situaciones del medio ambiente, en donde se busca la sustentabilidad de una familia, es decir, se pretende que se amplíen las posibilidades de supervivencia de sus integrantes y de la familia en su conjunto no solo en el momento actual sino a lo largo de las generaciones. Si para sobrevivir es necesario movilizarse, entonces se busca cumplir con dicha tarea. Los efectos de la migración impactan las siguientes generaciones, por lo que se aprecian sus efectos en los hijos y nietos de inmigrantes. Es decir, lo que se hace hoy repercute en el futuro familiar. Es por ello que Celia Falicov (2007a) recomienda a los psicoterapeutas con enfoque sistémico y posmoderno, que piensen “ecosistémicamente” puesto que la psicoterapia con migrantes implica tres contextos de trabajo: 1) el relacional, que se refiere a las interacciones entre los integrantes de la familia (donde quiera que se encuentren); 2) el comunitario, asociado con el tamaño y calidad de las redes sociales, así como 3) el contexto cultural y sociopolítico (tanto del lugar de partida como del de llegada). Nwoye (2009) plantea que para apoyar a familias migrantes se debe empezar teniendo en cuenta su motivo de migración, sus narrativas de esperanza, sus construcciones respecto a los fracasos y la perspectiva cosmopolita que posean en particular. En ese mismo sentido, Humm-Delgado y Delgado (1983) refieren que para tener intervenciones exitosas sea para el diagnóstico de necesidades o en el tratamiento, es fundamental la adecuación de la metodología a utilizar con la psicología específica de cada cultura. El trabajar con las barreras culturales es uno de los elementos centrales de la intervención psicológica con migrantes (Zhou, Siu y Xin, 2009) por ejemplo las barreras entre el migrante y la sociedad que le alberga, puesto que éstas influyen en la evaluación y enfrentamiento cognoscitivo que hace tanto la sociedad 13 anfitriona como el migrante; y por ende, impacta en las elecciones que hacen cuando se presentan problemas personales y emocionales. Al respecto, Moya y Puertas (2008) plantean la importancia de revisar y trabajar con los estereotipos acerca de la migración y de los migrantes por parte de la sociedad receptora, así como desde la visión de los mismos migrantes. Para Bhugra (2005) una cuestión importante en la intervención con migrantes es determinar el tipo de cultura tanto del migrante como de la sociedad que le alberga, en torno a si son colectivistas (sociocéntricas) o individualistas (egocéntricas). Pues ello ayudará a focalizar los puntos culturales en los que habría que trabajar para lograr la adaptación del individuo, pareja o familia en cuestión. Desde la postura de las intervenciones psicodinámicas, Halperin (2006) plantea que la migración desafía la estabilidad de la estructura psíquica del individuo, así como en la organización familiar que tiene implicaciones significativas en el plano transgeneracional. Propone una integración entre los modelos psicodinámico relacional y el cognitivo social. Para esta vertiente, son tres los aspectos psicodinámicos ejes bajo los cuales se debe enfocar el tratamiento: procesos relacionados con el duelo, la discontinuidad de la identidad y el desequilibrio en la autoestima. La experiencia migrante opera como un factor precipitante que tendrá que ser contextualizado en la historia del paciente, la organización de sus identificaciones y defensas, sus conflictos y sistemas centrales de creencias e ideales y los cruces de significados personales, familiares y culturales que se tendrán que ir captando. En el modelo mencionado, el resultado del proceso psicológico de migración dependerá no sólo en la reestructuración de aspectos dinámicos, sino también de factores no-dinámicos como la edad del migrante, su posición socioeconómica, sus diferencias lingüísticas y culturales, si su migración fue forzada o voluntaria y la posibilidad de volver a visitar el país de origen. En la misma línea, Barry (2001) plantea un modelo de aculturación para abordar los procesos migratorios y que puede servir de esqueleto para dirigir las intervenciones psicológicas hacia los migrantes. Dicho modelo plantea la toma de dos grandes decisiones por parte de los migrantes, en cuanto a su proceso de aculturación: 1) decidir si su cultura es un valor a preservar en el nuevo contexto en el que vivirán y 2) decidir si permitirán el contacto con los nuevos miembros de la cultura anfitriona. Ambas decisiones darán origen a cuatro posibles estrategias de aculturación: integración, asimilación, separación y marginación. Siendo la menos adversa la estrategia de integración. Por su parte, Pratto y Lemieux (2002) refieren que la migración supone situaciones psicológicas sociales contradictorias: inclusión del grupo o amenaza del grupo. Lo que implica una vivencia de la migración con una tendencia comunal e igualitaria o por el contrario, perjudicial y opresiva. Tendencias que vienen desde las políticas migratorias que fomente el país receptor, por lo que se torna imprescindible que al trabajar con migrantes, 14 independientemente del nivel de atención, se haga quehacer político comunitario para flexibilizar dichas posturas. La migración en sí misma puede ser un evento vital que proporciona a los individuos de oportunidades para desarrollar recursos. Mirsky y Peretz (2006) proponen una conceptualización de migración como un proceso de separaciónindividuación, como factores potenciales de crecimiento que se promueven con la migración. Basan su propuesta de intervención en la narrativa de una joven migrante, donde demuestran cómo la migración puede ofrecer una oportunidad adicional para la maduración psicológica y el logro de autonomía. Las sesiones terapéuticas grupales se recomiendan en el trabajo con migrantes como un medio por el cual ellos pueden desarrollar sistemas de mutuo apoyo, aumentar su autoestima, encontrar ejemplos de resolución de dificultades desde la experiencia de los otros del grupo, además de identificar recursos y desarrollar habilidades en la comunidad (Leon y Dziegielewski, 1999). Celia Falicov (2001) sugiere como indicación terapéutica, indagar y promover los rituales puesto que éstos, tienen efectos que contribuyen a la continuidad y la identidad de la familia y parecen contribuir a la resiliencia de las familias migrantes. Ha identificado varios tipos de rituales que se llevan a cabo de forma espontánea: rituales de conexión, de recreación, de memoria y rituales culturales tradicionales; estos últimos incluyen: los rituales del ciclo vital, los cotidianos, los religiosos, los de salud y cura folklórica. Así mismo, propone que se lleven a cabo dentro del tratamiento psicológico otros tipos de rituales no espontáneos tales como: los rituales de preparación, los de testimonio, de oscilación y de sanación. Sugiere que para poder transformarnos en interlocutores efectivos, debemos reflexionar sobre nuestras propias experiencias de migración, de ahí que propone: • • • • • Obtener una narrativa de la migración (quién, cómo, cuándo, qué pasó en la etapa de premigración/preparación, la entrada, y la adaptación) Considerar las conexiones entre países y partes de la familia Explorar los significados positivos y negativos de la migración para cada miembro de la familia Preguntar acerca de la emergencia de rituales espontáneos. Co-construir con los clientes rituales terapéuticos apropiados. Recomendaciones para la intervención terapéutica y psicoeducativa con familias de migrantes A continuación se describen las propuestas psicoterapéuticas para el trabajo con familias que tienen la experiencia de la migración, las cuales están basadas en el fortalecimiento de los recursos individuales, familiares y sociales, en un primer 15 momento se presentarán las de carácter general y posteriormente las especificas (Rivera Heredia, 2008, pp. 97-99). Intervenciones psicoterapéuticas centradas en los recursos • • • • Identificar las características de la familia a la cual pertenecen. Reconocer sus aspectos positivos, capacidades y lados fuertes. Analizar cómo estos pueden promoverse o desarrollarse más. Identificar los problemas que afectan a la familia que consideran que pueden resolver si realizan un trabajo conjunto. • Establecer un plan de acción para abordarlos. Intervenciones centradas en la experiencia de la migración De manera general, en torno a la vivencia de la migración, los integrantes de la familia necesitan: • Romper el silencio: empezar a hablar de lo que cada uno ha vivido, cómo lo ha enfrentado y cómo se siente al respecto. • Informarse de los recursos institucionales y sociales a los que pueden tener acceso. • Informarse de las normas a cumplir en el país receptor. • Conocer el idioma y sistema de creencias del país receptor. • Reforzar el conocimiento sobre el país de origen. • Conocer cómo se mueven las comunidades hispanas en EU. con quién ir y qué hacer, en qué situaciones. • Promover una actitud de mayor participación en el propio autocuidado y bienestar personal, en el familiar y en el comunitario. • Favorecer la participación en grupos de ayuda o en redes de apoyo social • Identificar modelos de desarrollo. • Continuar apoyándose entre sí y apoyando a los demás. Hasta aquí hemos revisado la importancia de atender el fenómeno de la migración dadas sus consecuencias en la salud, dado que ésta se ve trastocada en hombres y mujeres tanto en su plano físico como psicológico. Es recomendable tomar en cuenta las consideraciones para la intervención con migrantes revisadas en este documento, especialmente el fortalecimiento de los recursos psicológicos, personales, familiares y sociales con los que cuentan las familias afectadas y una mirada con perspectiva de género; esto con la finalidad de brindar atención oportuna y eficaz que permita cuidar el bienestar de los mexicanos y sus familias dondequiera que se encuentran. 16 Conclusiones El fenómeno de la migración es complejo y ocupa un lugar importante en la agenda internacional, en nuestro caso, significa una realidad para muchas familias mexicanas. A pesar de que se ha escrito y teorizado al respecto, los discursos parecen no llegar a la acción, por ello este trabajo muestra no sólo un creciente interés por profundizar en este conocimiento desde una perspectiva ecosistémica, que incluye la perspectiva de género, sino que además presenta una serie de consideraciones que coadyuvan a la aplicación de estrategias de intervención y prevención en beneficio de las personas que migran y sus familias. La migración sugiere un trabajo multidisciplinario que la psicología no puede soslayar, por el contrario las intervenciones psicológicas tanto de prevención primaria como de secundaria y terciaria, deberán estar dirigidas al incremento de los recursos personales, familiares y sociales, promoviendo los procesos para modificar actitudes, creencias y conductas, en el primer caso y, en el segundo, modificando los factores del medio ambiente, sobre todo el de las redes de apoyo, para que estos cambios repercutan en el individuo y su comunidad (WHO/OMS, 2006; Martínez, García y Maya, 2001; Hurrelmann, 1997). Indudablemente la migración es un factor estresante que se asocia con múltiples problemáticas de salud, económicas, de género, políticas, sociales y familiares, es por ello que cuando se reconocen y fortalecen los recursos se habilita de mejores posibilidades para manejar las situaciones estresantes que viven los individuos y las familias migrantes, por lo que su uso tiene implicaciones tanto para los programas educativos como terapéuticos y puede ser una estrategia de intervención preventiva de gran importancia que favorezca la salud física y mental. El fortalecer los recursos sociales y comunitarios es posible esperar una mejora en la equidad entre los géneros a través de las políticas migratorias que favorezcan el mantenimiento de los vínculos de unión y apoyo en las nuevas configuraciones familiares de los migrantes. El reto del ejercicio terapéutico residirá en sostener una postura flexible y facilitadora de diálogos que abra posibilidades de encuentro para aquellos individuos que han visto modificar sus sistemas de creencias, familiares y sociales sin contar con modelos precedentes, donde la aceptación a la diversidad podría ser la clave de procesos resilientes (Walsh, 2004). De ahí que el énfasis en los recursos y las fortalezas de los individuos y sus familias es una línea de trabajo terapéutico que amplia las posibilidades de los consultantes y de quienes trabajan con ellos. 17 REFERENCIAS Achótegui, J. (2000). Los duelos de la migración: una perspectiva psicopatológica y social. En E. Perdiguero, y J. Comelles, Medicina y Cultura (págs. 88-100). Barcelona: Editorial Bellatierra. Achótegui, J. (2004). Estrés Límite y salud mental: el síndrome del inmigrante con estrés crónico y múltiple (síndrome de Ulises). Revista Norte de Salud Mental, 21, 39-52. Achótegui, J. (2008). 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