SUJETO, CONTEXTO Y DROGAS 1. El Modelo Ecológico en Drogas El consumo de drogas y alcohol se relaciona con aspectos que van más allá del individuo y su conducta, involucrando también otras esferas en las que el sujeto se inserta, tales como los ámbitos sociales, culturales y legales. Una perspectiva conceptual que permite aproximarse y comprender el fenómeno del consumo en su complejidad, la constituye el modelo ecológico. Desde esta perspectiva, la conducta se ve en una relación de influencia mutua con el ambiente social del que se participa, involucrando desde los microsistemas como la familia y amistades, hasta el macrosistema de prácticas y valores culturales (MacLeroy et al. 1988). Para fines operacionales podemos expresar dicho modelo a través de la tríada droga, sujeto y ambiente. 1.1. SUJETO, CONTEXTO Y DROGAS. Cualquier comportamiento humano tiene su origen en la interacción de una serie de elementos y ámbitos que influyen de manera constante entre sí como mencionamos anteriormente. De acuerdo a investigaciones realizadas respecto del comportamiento asociado al consumo de drogas no se aduce un motivo único para iniciar y posteriormente mantener dicho consumo, como tampoco una manera exclusiva de iniciar un consumo problemático. Del mismo modo no existiría un sólo factor que explicaría el consumo, sino más bien la interacción de varios de éstos. (Hawkins, Catalano & Miller 1992). En tal sentido el consumo de drogas se vincula a la acción conjunta de tres factores asociados: la sustancia propiamente tal, que presenta determinadas propiedades fármaco-dinámicas; las características personales del sujeto que utiliza estas sustancias, y la naturaleza del contexto sociocultural en el que se produce el consumo. Esta tríada Sujeto-Contexto-Droga (ver Figura 1) se sustenta en la perspectiva ecológica de la problemática del consumo. Respecto del peso específico que adquieren en la práctica estos tres elementos o factores, los parámetros que los definen y los distintos grados de influencia de los mismos, varían de acuerdo a los diversos contextos históricos y culturales. A continuación desarticulamos los tres elementos de la tríada. Triada de Elementos que Intervienen en el Consumo de Drogas La Sustancia: Respecto a la misma, se considera el tipo de sustancia, la cantidad y frecuencia en la que se consume, las vías de administración utilizadas, la presencia de consumos asociados (ingesta de varias drogas conocido como policonsumo), el acceso a la sustancia y la disponibilidad de la misma, entre otros. La Persona: Se consideran dos dimensiones básicas: una psicológica y otra física, así como también, las maneras en que ambas interactúan con las distintas sustancias. 1 Desde la dimensión psicológica se releva la motivación, características de personalidad, factores de vulnerabilidad o de riesgo que puedan hacer más propensas o proclives a un individuo a generar alguna dependencia o trastorno de la conducta. Desde la dimensión física, se importan elementos como predisposición genética, contextura y edad. El Contexto: Relativo a las características socioculturales del ambiente de pertenencia del sujeto que influyen en la forma en que se desarrolla el consumo y/o la dependencia a sustancias. Abarca el medio cercano y el macrosocial, además del geográfico y del cultural. Figura 1. Triada Sujeto, Contexto y Droga Sustancia Sujeto / Persona • • • • • • • Tipo de Sustancia Cantidad Consumida Vía de Administración Asociación con otras sustancias Accesibilidad y disponibilidad Valoración social: (legalidad/ilegalidad) uso normalizado/prohibido Actuación de la sustancia. Efecto Dimensión Fisiológica Dimensión Psicológica Contexto • • • • • Sexo Edad Contextura física Influencia en el organismo Predisposición genética • • • • • Motivación Dependencia Trastornos de conducta Factores de vulnerabilidad Personalidad • Microsistema: familia, escuela, grupo de iguales. • Mesosistema: roles, trabajo, ocio, estatus, hábitat. • Macrosistema: valores, sistema social, políticas educativas, legislación, alternativas, de uso del tiempo libre, medios de comunicación, publicidad, etc. 2 2. Factores Protectores y de Riesgo del Consumo de Drogas y/o Alcohol a Nivel Individual y Ambiental Coherentemente con lo anterior, y en correspondencia con los distintos tipos de consumo ya vistos en las unidades anteriores es que se diseñan diversas estrategias de prevención, tratamiento e integración social para el abordaje de este fenómeno. Uno de los modelos más ocupados para el diseño de estrategias preventivas es el de factores de protección y de riesgo (Hawkins, Catalano & Miller 1992). A. Los factores de riesgo se definen como aquellas circunstancias o características personales o ambientales que, combinadas entre sí, podrían resultar predisponentes o facilitadoras para el inicio o mantenimiento del uso y abuso de drogas. En términos simples se pueden definir como aquellas situaciones, conductas o elementos de las personas y el contexto que hacen más probable el consumo. B. Los factores protectores por su parte son elementos que en constante interacción, pueden contribuir o reducir las probabilidades de que aparezcan problemas relacionados con las drogas apoyando el desarrollo del individuo, dado que sirven como amortiguadores o moderadores de los factores de riesgo. Siguiendo el modelo propuesto por el Departamento de Salud y Servicios Humanos de Estados Unidos, se podrían reunir los factores de riesgo y protectores para el consumo de sustancias en seis posibles dominios de influencia. Estos son: individuo, familia, escuela, pares, comunidad local y sociedad/ambiente. (Samsha, 2002) En el dominio Individual (genética, personalidad y creencias personales, etc.) En el dominio Familia (funcionamiento familiar, monitoreo parental, modelos parentales, etc.) En el dominio Escuela (características de sus profesores, compañeros de curso, valores del colegio, normativas, etc.) En el dominio Pares (sistema normativo y valórico del grupo, las conductas de consumo del grupo, etc.) En el dominio Comunidad local (nivel de seguridad del barrio, accesibilidad y oferta de drogas, etc.) En el dominio Sociedad /Ambiente (leyes de protección en un país determinado, influencia de los medios de comunicación, etc.) A continuación se detallan algunos ejemplos de factores protectores y de riesgo a nivel individual, grupos de pares, familiar y comunidad. 3 Factores de Riesgo Ambito • • • • Factores Protectores Baja autoestima. Dificultad para tomar decisiones. Dificultad para expresar emociones Sensación temprana de rechazo de sus iguales. Atender la presión social de uso de drogas Falta de metas y proyecto de vida. Habilidades sociales bajas, ej. asertividad y la empatía. Baja percepción de riesgo y/o creencias positivas sobre el consumo de drogas. Desconocimiento de los efectos y consecuencias del consumo de drogas. Temprana iniciación al consumo de drogas y escasas alternativas de uso positivo del tiempo libre. Autoconcepto y autoestima positiva. Tolerancia a la frustración. Adecuada resolución de conflictos. Adecuada toma de decisiones. Resistencia a la presión de grupo. Desarrollo de habilidades sociales Tener metas personales y un plan de vida. Tener valores incompatibles con el consumo de drogas. • Manejo de la ansiedad. • Proyecto de vida • Pertenencia a grupos familiares que trafican drogas, y/o consumen y abusan de ellas, o bien realizan otras actividades calificadas como antisociales. • Desinterés por la educación y formación de los hijos. • Clima familiar agresivo. • Historia familiar de alcoholismo o dependencia a algún tipo de drogas. • Conducta de automedicación en los padres y fomento de una actitud de valoración hacia la “solución química” que ofrecen los fármacos. • Disciplina permisiva o ausencia de normas claras de funcionamiento familiar, junto con sanciones inconsistentes. • Falta de vínculo afectivo con los hijos. • Participación activa de los padres en el desarrollo de los hijos. • Desarrollo y mantención de una cultura de no consumo. • Mantención de clima familiar positivo, comunicación fluida. • Conversación natural, clara y honesta acerca del consumo y sus efectos. • Expresión del afecto, • Normas familiares claras y consistentes, adecuada a la edad de cada hijo. • Autoridad basada en el respeto. • Estimulación de la autoestima, autonomía, identidad e individualidad • Expectativas realistas • Apertura a los amigos de los hijos. Comunitario • • • • • • • • Leyes y normas favorables hacia el uso de drogas Disponibilidad de drogas Deprivación económica y social. Desorganización comunitaria Fracaso escolar Baja percepción de riesgo social Ausencia de soportes institucionales. • Un sistema de apoyo externo positivo (institucional) • Apoyo y recursos formales e informales de la familia • Normas, creencias y estándares conductuales contra el uso de drogas. • Rendimiento escolar exitoso y apego a la escuela. Grupos de Pares • • • • • • • • Iguales con conducta antisocial Actitudes favorables hacia el consumo de drogas Consumo de drogas por parte de los pares Refuerzo de los iguales a la conducta antisocial Rechazo por parte de los iguales. Individual • • • • • • Familiar • Inclusión en grupos no consumidores • Inclusión en grupos con conductas no transgresoras (delincuencia) • Participación en grupos sociales positivos (organización social, cultural, religiosa, etc.) 4 3. Problemática Emergente o Específicas Asociadas al Consumo de Drogas: Género, Violencia, Accidentalidad y Enfermedades de Transmisión Sexual 3.1. GENERO Y DROGAS El incorporar la perspectiva de género a la hora de reflexionar respecto del fenómeno del consumo de drogas y alcohol, permite comprender por una parte las relaciones específicas que hombres y mujeres mantienen con estas sustancias, sus semejanzas y diferencias, así como también, entender por qué hombres y mujeres tienen algunas motivaciones comunes y otras diferentes para conseguir drogas y las consecuencias que traen para ambos géneros estas conductas. a. La perspectiva del género. Consumir drogas y alcohol no tiene el mismo significado para hombres y mujeres. Mientras que el consumo de drogas y alcohol entre los hombres es percibido como una conducta natural, social y culturalmente aceptada (salvo en casos extremos de adicción a las drogas, donde aparece asociada a conductas violentas o antisociales) entre las mujeres supone un reto a los valores sociales dominantes. Por ello las mujeres con consumo de drogas y alcohol deben soportar un mayor grado de reproche social, que se traduce en un menor apoyo familiar o social. El género hace referencia a la construcción cultural de lo femenino y lo masculino. Esto es transmitido a través de la socialización, pasando a formar parte del mundo de representaciones de cada persona. Esta respuesta del entorno social frente a los problemas de consumo de sustancias, explica por qué muchas mujeres optan por ocultar el problema, y por no demandar ayuda, temerosas de ser estigmatizadas como adictas y sufrir la exclusión o rechazo de su pareja, familia, y entorno próximo. Cada cultura construye y configura sus representaciones de mundo en torno a temáticas o situaciones de interés e inquietud social, las cuales son trasmitidas mediante complejos sistemas de socialización personales y colectivo. Una de esas temáticas de interés común y cotidiano pasan por las ideas y códigos sociales y culturales que se configuran en torno a lo que significa ser mujer y ser hombre. En la sociedad actual, a la mujer se le reconocen aquellos atributos asociados a la naturaleza y centrados en la esfera de lo privado, destacando las posibilidades de reproducción y cuidado de los hijos. En tal sentido, se identifica lo femenino con todo lo relativo a la reproducción, la crianza de los hijos, las tareas del hogar, el mundo afectivo y el desempeño en el ámbito privado. Aunque trabaje fuera del hogar de forma remunerada, es identificada principalmente con su rol de madre y dueña de casa. Por otra parte, ser hombre está más vinculado o asociado a lo cultural, como independiente y 5 productivo. Es masculino cumplir las funciones de jefes de hogar, proveedor económico y pertenecer al mundo público, ocupar posiciones de conquista y jerarquía, y la transgresión a ciertas normas que va aparejado a la posibilidad de innovar, descubrir y cambiar el mundo. Estas construcciones culturales y sociales respecto de lo femenino y lo masculino se derivan del modo en que han sido percibidas las diferencias biológicas en el contexto nacional. Cada sociedad determina un conjunto de percepciones y pautas de comportamiento obligadas, permitidas y prohibidas para hombres y mujeres, que se transmiten a través de los diferentes espacios de socialización, tales como la familia, la escuela, o los medios de comunicación. RASGOS ESTEREOTIPADOS DE LA FEMINEIDAD: Sensibilidad, complacencia, dulzura (ausencia de agresividad). Pasividad, obediencia, necesidad de contacto afectivo, dependencia, fragilidad. RASGOS ESTEREOTIPADOS DE LA MASCULINIDAD: Actividad, firmeza, capacidad para afrontar el riesgo. Autonomía, decisión, autoconfianza, fuerza. De acuerdo a lo planteado por Montecino, S. en su artículo “Identidad de género, igualdad y entramado de poder” (2005) los cambios experimentados a nivel cultural han propiciado transformaciones en el posicionamiento de las mujeres en los espacios públicos y privados donde estos últimos han sido devaluados a partir de la construcción de un sistema de valores que descalifica lo doméstico, pero a su vez propicia un pensamiento que segrega lo femenino a ocupaciones que prolongarían su “esencia”: docentes, enfermeras, secretarias, parvularias, etc. Esta segregación referida previamente, coincidiría además con bajos salarios y con la depreciación de carreras, oficios y labores de ocupación mayoritaria de mujeres. A lo anterior, se suma el contexto actual de sobre-exigencia y saturación en los cuales las mujeres construyen su identidad femenina, condiciones que más que favorecer el desarrollo de las mismas, generan nuevos escenarios de vulneración a su integración real. Testimonio de ello, lo constituyen las altas tasas de depresión y enfermedades de salud mental que afectan a las mujeres y que han quedado establecidas a partir de estudios que relevan los relatos femeninos. En dichos relatos se ha podido constatar la multiplicidad de referentes de género a disposición, los cuales generan confusión y conflicto en la construcción de las identidades femeninas particulares. Esto a partir de la mantención de los modelos tradicionales de construcción de lo femenino, conviviendo con nuevas formas o modelos que potencian una mayor autonomía y desarrollo personal y profesional, todo, utilizando los mismos criterios en los que organizan su historia los hombres. Esta misma autora señala que si bien existe una percepción positiva de la flexibilización de los roles femenino y masculino a nivel social, estos mismos procesos se constituirían en el núcleo del conflicto, en cuanto a la manera en que se articularían estos cambios en la identidad de género. Añade que pese al pronóstico de lo que podría pensarse respecto de los modelos tradicionales, claros y rígidos, éstos ejercían la función de dar una sólida estructura a los procesos de construcción de identidad. En cambio ahora, el camino de definición de la identidad de género ha sido llevado desde lo externo al plano netamente íntimo, individualizando el conflicto que no solo involucra la dimensión subjetiva, sino también la validación social. 6 b. Factores de Riesgo Predisponentes en las Mujeres para Desarrollar Comportamientos de Consumo Problemático de Drogas. Trastorno de la autoestima. Investigaciones existentes en la materia, refieren que las mujeres desarrollan desde temprana edad todo tipo de trastornos vinculados con la autoestima. Si la autoestima de las mujeres se construye desde la capacidad de crear y mantener relaciones vinculares afectivas (lo que proviene de la identidad colectiva cultural del ser mujer) la pérdida de las mismas las deja vulnerables, frágiles y predispuestas a desarrollar un comportamiento que soslaye el dolor y el rechazo. Vínculos adictivos. Se ha observado en las mujeres cierta tendencia a perdurar o mantener vínculos afectivos en los cuales predomina el sufrimiento, el sometimiento y la falta de reciprocidad. Un número importante de mujeres adictas han iniciado el consumo de drogas para acompañar a sus parejas o con la fantasía de que así, consumiendo estas, ellos consumirán menos y se harán menos daño: es la incondicionalidad, o la consigna popular de que todo es preferible antes que la soledad y el abandono. No Aceptación del sentimiento de Rabia. Los sentimientos de rabia en las mujeres no encuentran la legitimación social necesaria para su clara percepción y expresión, por lo que afloran como comportamientos o conductas de: Inhibición, que lleva a la restricción social, represión, que lleva a la explosión y somatizaciones y autoagresión. Relación conflictiva con la madre. Una forma habitual de rebeldía femenina es la lucha y la oposición contra el tipo o modelo de femineidad que sus madres representan. Sin embargo, tampoco es infrecuente encontrar a esas mismas mujeres envueltas en relaciones iguales o similares a las de sus madres. Según Romero y colaboradores en su trabajo “Las mujeres adictas: de la descripción a su construcción social” (noviembre 1996) los problemas de consumo problemático en las mujeres implican un reto a los estereotipos culturales y sociales existentes y definidos como aceptables en relación a la feminidad. Por lo tanto, se presentaría una amenaza al rol femenino tradicional, e inclusive se podría asociar a un sentimiento de pérdida de respetabilidad de la mujer en otras áreas de su vida. En el espacio privado, las mujeres con dificultades de consumo problemático son vistas o representadas como “malas madres”, negligentes con el cuidado de sus hijos y además irresponsables en el ejercicio de sus funciones de esposa o pareja. En el espacio público, son percibidas como poco confiables y sin capacidad para responder y mantener el control de sus responsabilidades domésticas. Estas realidades antes descritas, se constituirían en obstaculizadores para que las mujeres con consumo problemático de drogas busquen ayuda profesional o soliciten tratamiento, en la medida que vivencian sentimientos de vergüenza y culpa frente al incumplimiento de las tareas asignadas socialmente a su rol femenino. Otro elemento relevante a nivel de dificultades para buscar apoyo y solución a su problemática de consumo, lo constituyen las responsabilidades adquiridas en el cuidado de sus hijos y el hogar. 7 Si bien, culturalmente participar de la condición social de mujer con consumo problemático de drogas las define como un grupo que carga estereotipos y estigmas sociales, cada una de estas mujeres puede tener una particular capacidad de sobrevivir, de asumir cierta subjetividad personal y de crear una identidad propia. Dentro de esta categoría, es importante distinguir entonces: la niña, la adolescente, la mujer embarazada, la mujer casada, la mujer lesbiana, la mujer anciana. Cada una de ellas tiene un estilo de vida diferente, un contexto social de referencia, una filiación de clase, tipo de trabajo o de actividad vital. La autora plantea además, que las experiencias femeninas de estrés personal y subordinación social no son los únicos factores que deben resaltarse en relación con la mujer y el consumo de sustancias. El racismo, la clase social, los privilegios de ser joven, el heterosexismo y cualquier otro sistema de inequidad que erosione el poder de la mujer y su autoestima, sirven para contribuir a sus problemas de adicciones, a perpetuarlos y a intensificar sus efectos dolorosos. 3.2. DROGAS Y VIOLENCIA INTRAFAMILIAR Investigaciones existentes en la materia, han establecido que si bien el consumo de alcohol y otras drogas no constituye una causa directa de la violencia intrafamiliar, si se puede considerar como un factor desencadenante de la misma, ya que uno de los principales factores facilitadores de las conductas violentas en el agresor se encontrarían relacionadas como el consumo de dichas sustancias. Los antecedentes aportados por la atención de casos brindada en los servicios de salud y en instituciones receptoras de denuncias evidencian la presencia de conductas violentas asociadas al consumo abusivo de alcohol y otras drogas, identificándose como agresores a los hombres en casi la totalidad de los casos. Por otro lado, la existencia de violencia en la familia constituye también en un factor de riesgo para que sus miembros consuman alcohol y otras drogas, ya sea para evadir la experiencia o como estrategia para sobrellevar las agresiones. Bednar (2003) describe cuatro teorías que intentan explicar la relación entre el consumo abusivo de sustancias y la Violencia Intrafamiliar: • Modelo de desinhibición: que sostiene que la violencia es el resultado de la disminución de las inhibiciones debido al consumo de drogas. Este modelo indica que los efectos farmacológicos de las drogas en el sistema nervioso y el daño cognitivo asociado puede reducir la habilidad del individuo para moderar o redirigir los impulsos agresivos, aumentando el riesgo de violencia. • Modelo de desinhibición aprendida o negación: este modelo postula que los hombres se vuelven violentos debido a los efectos de las sustancias, usando los estados de intoxicación como una excusa para comportarse en forma irresponsable o incluso actuar en forma agresiva. Este sería un modelo congruente con la teoría del aprendizaje social. • Modelo de interferencia cognitiva: este modelo considera a la violencia como un 8 resultado indirecto del consumo abusivo de sustancias en la medida que los estados de intoxicación alteran las habilidades cognitivas de los individuos, dando como resultado una interferencia en la habilidad para resolver problemas y una tendencia a malinterpretar las acciones de otras personas, esas alteraciones podrían aumentar la probabilidad de la agresión. • Modelo de la existencia de un problema subyacente: este modelo considera al consumo abusivo de sustancias y a la violencia como el resultado de un trastorno mental o una combinación de factores biopsicosociales. Un variación de este modelo postula que el consumo abusivo de sustancias y los comportamientos agresivos surgen de los deseos del individuo de experimentar poder y control sobre otras personas. Aunque se cree que la violencia intergeneracional es resultado del aprendizaje social, y que el abuso de sustancias es el resultado de un proceso de enfermedad, ambos modelos por si solos no pueden explicar la relación compleja entre el consumo abusivo de sustancias y violencia intrafamiliar (VIF). Se ha indicado que la influencia del consumo de sustancias del padre en la infancia de los hombres que ejercen violencia intrafamiliar en la adultez, pareciera apoyar la noción de algún factor subyacente que opera al nivel del aprendizaje social o de una predisposición genética. Desde una perspectiva biológica se ha vinculado el problema de VIF con el alcoholismo de tipo II, una condición que afecta a los hijos de padres alcohólicos. Los individuos con alcoholismo de tipo II1 tienden a comenzar a presentar precozmente problemas relacionados con el alcohol, a menudo en la adolescencia y acompañado por la tendencia a comportarse en forma violenta cuando están bebidos. Esa condición parece ser el resultado de vulnerabilidades bioquímicas y conductuales heredadas que producen el comportamiento violento cuando se combinan el alcohol y ciertas claves ambientales. Otra variante de este modelo es el estudio del rol del género en relación a la victimización. Los hombres y las mujeres responderían en forma diferente a la victimización: las mujeres tienden a culparse y aislarse socialmente y es más probable que los hombres reaccionen en forma agresiva para asegurar su masculinidad amenazada. Desde la perspectiva del modelo de poder y control, específica para los hombres, se ha indicado que es posible que un hombre joven que se ha criado en una familia con alcoholismo en el padre, VIF y maltrato infantil, puede haber desarrollado una necesidad de poder y control que se reafirma por medio del consumo abusivo de sustancias y agresión hacia su pareja en la adultez. Este enfoque no niega la posibilidad de factores genéticos o bioquímicos. 1 Según Cloninger, habrían dos tipos básicos de alcoholismo: uno caracterizado por un inicio tardío, menores complicaciones y disfunciones psicológicas, y mejor pronóstico (Tipo I) y otro caracterizado por la presencia de precursores genéticos, inicio más temprano, mayor severidad clínica y peor diagnóstico (Tipo II). Este alcoholismo tipo II presenta una consistente relación con el rasgo de búsqueda de sensaciones y con la personalidad antisocial, dimensiones con las que, además, parece compartir una base neurobiológica común. 9 3.3. DROGAS Y ACCIDENTABILIDAD La principal preocupación relacionada con el conducir bajo los efectos del alcohol y las drogas es que el conducir bajo la influencia de cualquier droga que actúa sobre el cerebro estaría asociada con el deterioro de la destreza motora, la capacidad de reaccionar a tiempo y el juicio. El conducir drogado constituye una preocupación en el área de salud pública ya que no sólo pone en riesgo al conductor, sino que también a sus pasajeros y a todos con los que comparte la carretera. En relación con el alcohol y la conducción de vehículos, los efectos del alcohol pueden agruparse en tres grandes grupos: Efectos sobre la función psicomotora y sobre las capacidades del conductor El alcohol deteriora la función psicomotora y la capacidad para conducir con seguridad. Quizás uno de los efectos más importantes, es que el alcohol aumenta el tiempo de reacción, es decir, aumenta el tiempo que tarda la persona, después de percibir plenamente las sensaciones y/o recibir información, en decidir qué debe hacer y cuándo actuar. Asimismo, el alcohol produce importantes efectos sobre la coordinación bimanual, deteriorándola, y sobre la atención y la resistencia a la monotonía. En relación con este último aspecto, la atención es un factor decisivo, ya se trate de atención concentrada (referida a un solo objeto), o difusa (que se distribuye simultáneamente en rapidísima sucesión entre numerosos objetos). Además, se altera la capacidad para juzgar la velocidad, la distancia y la situación relativa del vehículo, así como la capacidad para seguir una trayectoria o hacer frente a una situación inesperada. Los efectos del alcohol, al aumentar el tiempo de reacción, deteriorar la coordinación motora, el procesamiento de la información, disminuir la atención y resistencia a la monotonía, etc., disminuye marcadamente la capacidad para conducir con seguridad e incrementa el riesgo de accidente. Efectos sobre la visión El alcohol produce importantes efectos sobre la visión. La acomodación y la capacidad para seguir objetos con la vista se deterioran, incluso con niveles bajos de alcohol en sangre. Bajo los efectos del alcohol el campo visual se reduce, se altera la visión periférica y se retrasa la recuperación de la vista después de la exposición al deslumbramiento. Efectos sobre el comportamiento y la conducta El alcohol produce un efecto de sobrevaloración de la persona dando lugar a una mayor seguridad en sí mismo. Esto unido al deterioro de las funciones cognitivas, de lo que a veces el conductor no es consciente, ocasiona un mayor riesgo de accidente. Por otra parte, el alcohol puede alterar la conducta-comportamiento, y bajo sus efectos no son infrecuentes las reacciones de euforia, agresividad, conductas temerarias, etc. La relación entre consumo de alcohol y accidentes de tránsito Los accidentes de tránsito constituyen hoy en día a nivel mundial un problema creciente de salud pública y nuestro país no escapa a dicha realidad. Estadísticas existentes en la materia dan cuenta que un 20% de las víctimas fatales en Chile se deben a los efectos del alcohol en la conducción, convirtiéndose en una de las causas más graves de muerte en el país. 10 Según informe de la CONASET, durante el período 2000- 2010, han ocurrido 43.954 accidentes de tránsito en el territorio nacional chileno a causa de la presencia de alcohol, situación que ha dejado como consecuencia la pérdida de 3.639 vidas humanas y lesiones de diversa índole en otras 54.904 personas En relación a la importancia de los accidentes de tránsito en que estuvo asociada la presencia de alcohol (en conductores, pasajeros o peatones) dentro de la clasificación general, éstos se hicieron presentes en 40.506 casos para el mismo período. Por su parte, el número de personas fallecidas ascendió a 3.347, situación que situó a estos accidentes en el segundo lugar en materia de mortalidad con un 20,43% respecto del total, después de la causa relativa a la imprudencia de peatones (3.784). 3.4. DROGAS Y ENFERMEDADES DE TRANSMISIÓN SEXUAL Una enfermedad de transmisión sexual (ETS) es una afección contagiosa que se puede transmitir a otra persona a través de una relación u otro contacto sexual. Muchos de los organismos que causan las enfermedades de transmisión sexual viven en el pene, la vagina, el ano, la boca, o la piel de las áreas circundantes. La mayoría de los organismos infecciosos se transmiten por el contacto directo con una úlcera o lesión en los genitales o la boca. Sin embargo, algunos organismos pueden vivir en los líquidos corporales sin causar una lesión visible y se pueden transmitir a otra persona durante el sexo oral, vaginal o anal. Algunas ETS también pueden transmitirse por contacto no sexual con tejidos o líquidos infectados, como en el caso de sangre infectada. Por ejemplo, compartir agujas al usar drogas intravenosas constituye una causa importante de transmisión de VIH y hepatitis B. Otros medios no sexuales de transmisión son las transfusiones de sangre o productos sanguíneos contaminados, a través de la placenta de la madre al feto y, algunas veces, a través de la leche materna. FACTORES QUE INCREMENTAN EL RIESGO DE CONTRAER UNA ENFERMEDAD DE TRANSMISIÓN SEXUAL ETS • No conocer si una pareja tiene o no antecedentes de ETS • Tener una pareja con antecedentes de cualquier ETS • Tener relaciones sexuales sin la protección de un condón masculino o femenino • Consumir drogas o alcohol en situaciones que puedan terminar en una relación sexual • Tener una pareja que consume drogas intravenosas • Tener sexo anal 11 El consumo de drogas y alcohol aumenta el riesgo ya que estos comportamientos incrementan las probabilidades de que una persona participe en una actividad sexual de alto riesgo. Además, algunas enfermedades pueden transmitirse al compartir las agujas usadas en drogas en uso intravenoso. LECTURA COMPLEMENTARIA 1.- Sánchez Pardo, L.(2009) “Drogas y perspectiva de género: Documento marco”. Xunta de Galicia & Servizo Galego de Saude. Galicia. Formato: PDF 2.- Becoña I., E. (2002) “ Bases científicas de la prevención de las drogodependencias” Universidad de Santiago de Compostela. Ministerio del interior delegación del gobierno para el plan nacional sobre drogas, Madrid. Formato: PDF 3.- CONASET. (2011) “Accidentes de tránsito ocurridos en Chile asociados a la presencia de alcohol en conductores, pasajeros o peatones. Diagnóstico año 2010”. Santiago de Chile. Formato: PDF Nota: Estos ducumentos están disponibles en aula virtual 12