sujeto, contexto y drogas

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SUJETO, CONTEXTO Y DROGAS
1. El Modelo Ecológico en Drogas
El consumo de drogas y alcohol se relaciona
con aspectos que van más allá del individuo y su
conducta, involucrando también otras esferas
en las que el sujeto se inserta, tales como los
ámbitos sociales, culturales y legales. Una
perspectiva conceptual que permite aproximarse
y comprender el fenómeno del consumo en su
complejidad, la constituye el modelo ecológico.
Desde esta perspectiva, la conducta se ve en una
relación de influencia mutua con el ambiente
social del que se participa, involucrando desde
los microsistemas como la familia y amistades,
hasta el macrosistema de prácticas y valores
culturales (MacLeroy et al. 1988). Para fines
operacionales podemos expresar dicho modelo
a través de la tríada droga, sujeto y ambiente.
1.1. SUJETO, CONTEXTO Y DROGAS.
Cualquier comportamiento humano tiene su
origen en la interacción de una serie de elementos
y ámbitos que influyen de manera constante
entre sí como mencionamos anteriormente. De
acuerdo a investigaciones realizadas respecto
del comportamiento asociado al consumo de
drogas no se aduce un motivo único para iniciar
y posteriormente mantener dicho consumo,
como tampoco una manera exclusiva de iniciar
un consumo problemático. Del mismo modo
no existiría un sólo factor que explicaría el
consumo, sino más bien la interacción de varios
de éstos. (Hawkins, Catalano & Miller 1992).
En tal sentido el consumo de drogas se vincula
a la acción conjunta de tres factores asociados:
la sustancia propiamente tal, que presenta
determinadas propiedades fármaco-dinámicas;
las características personales del sujeto que
utiliza estas sustancias, y la naturaleza del
contexto sociocultural en el que se produce el
consumo. Esta tríada Sujeto-Contexto-Droga
(ver Figura 1) se sustenta en la perspectiva
ecológica de la problemática del consumo.
Respecto del peso específico que adquieren
en la práctica estos tres elementos o factores,
los parámetros que los definen y los distintos
grados de influencia de los mismos, varían de
acuerdo a los diversos contextos históricos y
culturales. A continuación desarticulamos los
tres elementos de la tríada.
Triada de Elementos que Intervienen en el
Consumo de Drogas
La Sustancia:
Respecto a la misma, se considera el tipo de
sustancia, la cantidad y frecuencia en la que se
consume, las vías de administración utilizadas,
la presencia de consumos asociados (ingesta
de varias drogas conocido como policonsumo),
el acceso a la sustancia y la disponibilidad de la
misma, entre otros.
La Persona:
Se consideran dos dimensiones básicas: una
psicológica y otra física, así como también, las
maneras en que ambas interactúan con las
distintas sustancias.
1
Desde la dimensión psicológica se releva la
motivación, características de personalidad,
factores de vulnerabilidad o de riesgo que puedan
hacer más propensas o proclives a un individuo
a generar alguna dependencia o trastorno
de la conducta. Desde la dimensión física,
se importan elementos como predisposición
genética, contextura y edad.
El Contexto:
Relativo a las características socioculturales del
ambiente de pertenencia del sujeto que influyen
en la forma en que se desarrolla el consumo y/o
la dependencia a sustancias. Abarca el medio
cercano y el macrosocial, además del geográfico
y del cultural.
Figura 1. Triada Sujeto, Contexto y Droga
Sustancia
Sujeto /
Persona
•
•
•
•
•
•
•
Tipo de Sustancia
Cantidad Consumida
Vía de Administración
Asociación con otras sustancias
Accesibilidad y disponibilidad
Valoración social: (legalidad/ilegalidad) uso normalizado/prohibido
Actuación de la sustancia. Efecto
Dimensión Fisiológica
Dimensión Psicológica
Contexto
•
•
•
•
•
Sexo
Edad
Contextura física
Influencia en el organismo
Predisposición genética
•
•
•
•
•
Motivación
Dependencia
Trastornos de conducta
Factores de vulnerabilidad
Personalidad
• Microsistema: familia, escuela, grupo de iguales.
• Mesosistema: roles, trabajo, ocio, estatus, hábitat.
• Macrosistema: valores, sistema social, políticas educativas,
legislación, alternativas, de uso del tiempo libre, medios de
comunicación, publicidad, etc.
2
2. Factores Protectores y de Riesgo del Consumo de Drogas y/o Alcohol a Nivel
Individual y Ambiental
Coherentemente con lo anterior, y en
correspondencia con los distintos tipos de
consumo ya vistos en las unidades anteriores
es que se diseñan diversas estrategias de
prevención, tratamiento e integración social
para el abordaje de este fenómeno.
Uno de los modelos más ocupados para el diseño
de estrategias preventivas es el de factores de
protección y de riesgo (Hawkins, Catalano &
Miller 1992).
A. Los factores de riesgo se definen como
aquellas circunstancias o características
personales o ambientales que, combinadas
entre sí, podrían resultar predisponentes o
facilitadoras para el inicio o mantenimiento del
uso y abuso de drogas. En términos simples
se pueden definir como aquellas situaciones,
conductas o elementos de las personas y el
contexto que hacen más probable el consumo.
B. Los factores protectores por su parte
son elementos que en constante interacción,
pueden contribuir o reducir las probabilidades
de que aparezcan problemas relacionados con
las drogas apoyando el desarrollo del individuo,
dado que sirven como amortiguadores o
moderadores de los factores de riesgo.
Siguiendo el modelo propuesto por el
Departamento de Salud y Servicios Humanos de
Estados Unidos, se podrían reunir los factores
de riesgo y protectores para el consumo
de sustancias en seis posibles dominios de
influencia. Estos son: individuo, familia, escuela,
pares, comunidad local y sociedad/ambiente.
(Samsha, 2002)
En el dominio Individual (genética, personalidad
y creencias personales, etc.)
En el dominio Familia (funcionamiento familiar,
monitoreo parental, modelos parentales, etc.)
En el dominio Escuela (características de sus
profesores, compañeros de curso, valores del
colegio, normativas, etc.)
En el dominio Pares (sistema normativo y
valórico del grupo, las conductas de consumo
del grupo, etc.)
En el dominio Comunidad local (nivel de
seguridad del barrio, accesibilidad y oferta de
drogas, etc.)
En el dominio Sociedad /Ambiente (leyes de
protección en un país determinado, influencia
de los medios de comunicación, etc.)
A continuación se detallan algunos ejemplos de
factores protectores y de riesgo a nivel individual,
grupos de pares, familiar y comunidad.
3
Factores de Riesgo
Ambito
•
•
•
•
Factores Protectores
Baja autoestima.
Dificultad para tomar decisiones.
Dificultad para expresar emociones
Sensación temprana de rechazo de sus
iguales.
Atender la presión social de uso de drogas
Falta de metas y proyecto de vida.
Habilidades sociales bajas, ej. asertividad
y la empatía.
Baja percepción de riesgo y/o creencias
positivas sobre el consumo de drogas.
Desconocimiento de los efectos y
consecuencias del consumo de drogas.
Temprana iniciación al consumo de drogas
y escasas alternativas de uso positivo del
tiempo libre.
Autoconcepto y autoestima positiva.
Tolerancia a la frustración.
Adecuada resolución de conflictos.
Adecuada toma de decisiones.
Resistencia a la presión de grupo.
Desarrollo de habilidades sociales
Tener metas personales y un plan de vida.
Tener valores incompatibles con el consumo
de drogas.
• Manejo de la ansiedad.
• Proyecto de vida
• Pertenencia a grupos familiares que
trafican drogas, y/o consumen y abusan
de ellas, o bien realizan otras actividades
calificadas como antisociales.
• Desinterés por la educación y formación
de los hijos.
• Clima familiar agresivo.
• Historia familiar de alcoholismo o
dependencia a algún tipo de drogas.
• Conducta de automedicación en los padres
y fomento de una actitud de valoración
hacia la “solución química” que ofrecen
los fármacos.
• Disciplina permisiva o ausencia de normas
claras de funcionamiento familiar, junto
con sanciones inconsistentes.
• Falta de vínculo afectivo con los hijos.
• Participación activa de los padres en el
desarrollo de los hijos.
• Desarrollo y mantención de una cultura de
no consumo.
• Mantención de clima familiar positivo,
comunicación fluida.
• Conversación natural, clara y honesta
acerca del consumo y sus efectos.
• Expresión del afecto,
• Normas familiares claras y consistentes,
adecuada a la edad de cada hijo.
• Autoridad basada en el respeto.
• Estimulación de la autoestima, autonomía,
identidad e individualidad
• Expectativas realistas
• Apertura a los amigos de los hijos.
Comunitario
•
•
•
•
•
•
•
•
Leyes y normas favorables hacia el
uso de drogas
Disponibilidad de drogas
Deprivación económica y social.
Desorganización comunitaria
Fracaso escolar
Baja percepción de riesgo social
Ausencia de soportes institucionales.
• Un sistema de apoyo externo positivo
(institucional)
• Apoyo y recursos formales e informales de
la familia
• Normas,
creencias
y
estándares
conductuales contra el uso de drogas.
• Rendimiento escolar exitoso y apego a la
escuela.
Grupos de
Pares
•
•
•
•
•
•
•
•
Iguales con conducta antisocial
Actitudes favorables hacia el consumo
de drogas
Consumo de drogas por parte de
los pares
Refuerzo de los iguales a la conducta
antisocial
Rechazo por parte de los iguales.
Individual
•
•
•
•
•
•
Familiar
• Inclusión en grupos no consumidores
• Inclusión en grupos con conductas no
transgresoras (delincuencia)
• Participación en grupos sociales
positivos (organización social, cultural,
religiosa, etc.)
4
3. Problemática Emergente o Específicas Asociadas al Consumo de Drogas:
Género, Violencia, Accidentalidad y Enfermedades de Transmisión Sexual
3.1. GENERO Y DROGAS
El incorporar la perspectiva de género a la hora de
reflexionar respecto del fenómeno del consumo
de drogas y alcohol, permite comprender
por una parte las relaciones específicas que
hombres y mujeres mantienen con estas
sustancias, sus semejanzas y diferencias, así
como también, entender por qué hombres y
mujeres tienen algunas motivaciones comunes
y otras diferentes para conseguir drogas y las
consecuencias que traen para ambos géneros
estas conductas.
a. La perspectiva del género.
Consumir drogas y alcohol no tiene el mismo
significado para hombres y mujeres. Mientras
que el consumo de drogas y alcohol entre los
hombres es percibido como una conducta
natural, social y culturalmente aceptada (salvo
en casos extremos de adicción a las drogas,
donde aparece asociada a conductas violentas
o antisociales) entre las mujeres supone un reto
a los valores sociales dominantes. Por ello las
mujeres con consumo de drogas y alcohol deben
soportar un mayor grado de reproche social, que
se traduce en un menor apoyo familiar o social.
El género hace referencia a la construcción
cultural de lo femenino y lo masculino. Esto es
transmitido a través de la socialización, pasando
a formar parte del mundo de representaciones
de cada persona.
Esta respuesta del entorno social frente a los
problemas de consumo de sustancias, explica
por qué muchas mujeres optan por ocultar el
problema, y por no demandar ayuda, temerosas
de ser estigmatizadas como adictas y sufrir
la exclusión o rechazo de su pareja, familia, y
entorno próximo.
Cada cultura construye y configura sus
representaciones de mundo en torno a
temáticas o situaciones de interés e inquietud
social, las cuales son trasmitidas mediante
complejos sistemas de socialización personales
y colectivo. Una de esas temáticas de interés
común y cotidiano pasan por las ideas y códigos
sociales y culturales que se configuran en torno
a lo que significa ser mujer y ser hombre.
En la sociedad actual, a la mujer se le reconocen
aquellos atributos asociados a la naturaleza y
centrados en la esfera de lo privado, destacando
las posibilidades de reproducción y cuidado de
los hijos. En tal sentido, se identifica lo femenino
con todo lo relativo a la reproducción, la crianza
de los hijos, las tareas del hogar, el mundo
afectivo y el desempeño en el ámbito privado.
Aunque trabaje fuera del hogar de forma
remunerada, es identificada principalmente
con su rol de madre y dueña de casa.
Por otra parte, ser hombre está más vinculado
o asociado a lo cultural, como independiente y
5
productivo. Es masculino cumplir las funciones
de jefes de hogar, proveedor económico y
pertenecer al mundo público, ocupar posiciones
de conquista y jerarquía, y la transgresión a
ciertas normas que va aparejado a la posibilidad
de innovar, descubrir y cambiar el mundo.
Estas construcciones culturales y sociales
respecto de lo femenino y lo masculino se
derivan del modo en que han sido percibidas las
diferencias biológicas en el contexto nacional.
Cada sociedad determina un conjunto de
percepciones y pautas de comportamiento
obligadas, permitidas y prohibidas para
hombres y mujeres, que se transmiten a través
de los diferentes espacios de socialización,
tales como la familia, la escuela, o los medios
de comunicación.
RASGOS ESTEREOTIPADOS DE LA FEMINEIDAD:
Sensibilidad, complacencia, dulzura (ausencia de agresividad).
Pasividad, obediencia, necesidad de contacto afectivo,
dependencia, fragilidad.
RASGOS ESTEREOTIPADOS DE LA MASCULINIDAD:
Actividad, firmeza, capacidad para afrontar el riesgo. Autonomía,
decisión, autoconfianza, fuerza.
De acuerdo a lo planteado por Montecino, S.
en su artículo “Identidad de género, igualdad
y entramado de poder” (2005) los cambios
experimentados a nivel cultural han propiciado
transformaciones en el posicionamiento de las
mujeres en los espacios públicos y privados
donde estos últimos han sido devaluados a partir
de la construcción de un sistema de valores que
descalifica lo doméstico, pero a su vez propicia
un pensamiento que segrega lo femenino a
ocupaciones que prolongarían su “esencia”:
docentes, enfermeras, secretarias, parvularias,
etc. Esta segregación referida previamente,
coincidiría además con bajos salarios y con la
depreciación de carreras, oficios y labores de
ocupación mayoritaria de mujeres.
A lo anterior, se suma el contexto actual de
sobre-exigencia y saturación en los cuales las
mujeres construyen su identidad femenina,
condiciones que más que favorecer el desarrollo
de las mismas, generan nuevos escenarios de
vulneración a su integración real. Testimonio
de ello, lo constituyen las altas tasas de
depresión y enfermedades de salud mental
que afectan a las mujeres y que han quedado
establecidas a partir de estudios que relevan
los relatos femeninos. En dichos relatos se ha
podido constatar la multiplicidad de referentes
de género a disposición, los cuales generan
confusión y conflicto en la construcción de las
identidades femeninas particulares. Esto a partir
de la mantención de los modelos tradicionales
de construcción de lo femenino, conviviendo
con nuevas formas o modelos que potencian
una mayor autonomía y desarrollo personal y
profesional, todo, utilizando los mismos criterios
en los que organizan su historia los hombres.
Esta misma autora señala que si bien existe una
percepción positiva de la flexibilización de los
roles femenino y masculino a nivel social, estos
mismos procesos se constituirían en el núcleo
del conflicto, en cuanto a la manera en que se
articularían estos cambios en la identidad de
género. Añade que pese al pronóstico de lo
que podría pensarse respecto de los modelos
tradicionales, claros y rígidos, éstos ejercían
la función de dar una sólida estructura a los
procesos de construcción de identidad. En cambio
ahora, el camino de definición de la identidad de
género ha sido llevado desde lo externo al plano
netamente íntimo, individualizando el conflicto
que no solo involucra la dimensión subjetiva,
sino también la validación social.
6
b. Factores de Riesgo Predisponentes en las
Mujeres para Desarrollar Comportamientos
de Consumo Problemático de Drogas.
Trastorno de la autoestima. Investigaciones
existentes en la materia, refieren que las mujeres
desarrollan desde temprana edad todo tipo de
trastornos vinculados con la autoestima.
Si la autoestima de las mujeres se construye
desde la capacidad de crear y mantener relaciones
vinculares afectivas (lo que proviene de la identidad
colectiva cultural del ser mujer) la pérdida de
las mismas las deja vulnerables, frágiles y
predispuestas a desarrollar un comportamiento
que soslaye el dolor y el rechazo.
Vínculos adictivos. Se ha observado en las
mujeres cierta tendencia a perdurar o mantener
vínculos afectivos en los cuales predomina
el sufrimiento, el sometimiento y la falta de
reciprocidad.
Un número importante de mujeres adictas han
iniciado el consumo de drogas para acompañar
a sus parejas o con la fantasía de que así,
consumiendo estas, ellos consumirán menos y
se harán menos daño: es la incondicionalidad,
o la consigna popular de que todo es preferible
antes que la soledad y el abandono.
No Aceptación del sentimiento de Rabia.
Los sentimientos de rabia en las mujeres no
encuentran la legitimación social necesaria
para su clara percepción y expresión, por lo que
afloran como comportamientos o conductas
de: Inhibición, que lleva a la restricción
social, represión, que lleva a la explosión y
somatizaciones y autoagresión.
Relación conflictiva con la madre. Una forma
habitual de rebeldía femenina es la lucha
y la oposición contra el tipo o modelo de
femineidad que sus madres representan. Sin
embargo, tampoco es infrecuente encontrar a
esas mismas mujeres envueltas en relaciones
iguales o similares a las de sus madres.
Según Romero y colaboradores en su trabajo
“Las mujeres adictas: de la descripción a su
construcción social” (noviembre 1996) los
problemas de consumo problemático en las
mujeres implican un reto a los estereotipos
culturales y sociales existentes y definidos como
aceptables en relación a la feminidad. Por lo
tanto, se presentaría una amenaza al rol femenino
tradicional, e inclusive se podría asociar a un
sentimiento de pérdida de respetabilidad de la
mujer en otras áreas de su vida.
En el espacio privado, las mujeres con
dificultades de consumo problemático son
vistas o representadas como “malas madres”,
negligentes con el cuidado de sus hijos y
además irresponsables en el ejercicio de sus
funciones de esposa o pareja. En el espacio
público, son percibidas como poco confiables
y sin capacidad para responder y mantener el
control de sus responsabilidades domésticas.
Estas realidades antes descritas, se constituirían
en obstaculizadores para que las mujeres con
consumo problemático de drogas busquen
ayuda profesional o soliciten tratamiento,
en la medida que vivencian sentimientos de
vergüenza y culpa frente al incumplimiento
de las tareas asignadas socialmente a su rol
femenino. Otro elemento relevante a nivel de
dificultades para buscar apoyo y solución a su
problemática de consumo, lo constituyen las
responsabilidades adquiridas en el cuidado de
sus hijos y el hogar.
7
Si bien, culturalmente participar de la condición
social de mujer con consumo problemático de
drogas las define como un grupo que carga
estereotipos y estigmas sociales, cada una
de estas mujeres puede tener una particular
capacidad de sobrevivir, de asumir cierta
subjetividad personal y de crear una identidad
propia. Dentro de esta categoría, es importante
distinguir entonces: la niña, la adolescente, la
mujer embarazada, la mujer casada, la mujer
lesbiana, la mujer anciana. Cada una de ellas
tiene un estilo de vida diferente, un contexto
social de referencia, una filiación de clase, tipo
de trabajo o de actividad vital.
La autora plantea además, que las experiencias
femeninas de estrés personal y subordinación
social no son los únicos factores que deben
resaltarse en relación con la mujer y el consumo
de sustancias. El racismo, la clase social,
los privilegios de ser joven, el heterosexismo
y cualquier otro sistema de inequidad que
erosione el poder de la mujer y su autoestima,
sirven para contribuir a sus problemas de
adicciones, a perpetuarlos y a intensificar sus
efectos dolorosos.
3.2. DROGAS Y VIOLENCIA INTRAFAMILIAR
Investigaciones existentes en la materia, han
establecido que si bien el consumo de alcohol y
otras drogas no constituye una causa directa de
la violencia intrafamiliar, si se puede considerar
como un factor desencadenante de la misma, ya
que uno de los principales factores facilitadores
de las conductas violentas en el agresor se
encontrarían relacionadas como el consumo de
dichas sustancias.
Los antecedentes aportados por la atención de
casos brindada en los servicios de salud y en
instituciones receptoras de denuncias evidencian
la presencia de conductas violentas asociadas
al consumo abusivo de alcohol y otras drogas,
identificándose como agresores a los hombres
en casi la totalidad de los casos.
Por otro lado, la existencia de violencia en la
familia constituye también en un factor de riesgo
para que sus miembros consuman alcohol y otras
drogas, ya sea para evadir la experiencia o como
estrategia para sobrellevar las agresiones.
Bednar (2003) describe cuatro teorías
que intentan explicar la relación entre el
consumo abusivo de sustancias y la Violencia
Intrafamiliar:
• Modelo de desinhibición: que sostiene que
la violencia es el resultado de la disminución
de las inhibiciones debido al consumo de
drogas. Este modelo indica que los efectos
farmacológicos de las drogas en el sistema
nervioso y el daño cognitivo asociado puede
reducir la habilidad del individuo para
moderar o redirigir los impulsos agresivos,
aumentando el riesgo de violencia.
• Modelo de desinhibición aprendida o negación:
este modelo postula que los hombres se
vuelven violentos debido a los efectos de las
sustancias, usando los estados de intoxicación
como una excusa para comportarse en forma
irresponsable o incluso actuar en forma
agresiva. Este sería un modelo congruente
con la teoría del aprendizaje social.
• Modelo de interferencia cognitiva: este
modelo considera a la violencia como un
8
resultado indirecto del consumo abusivo de
sustancias en la medida que los estados de
intoxicación alteran las habilidades cognitivas
de los individuos, dando como resultado una
interferencia en la habilidad para resolver
problemas y una tendencia a malinterpretar
las acciones de otras personas, esas
alteraciones podrían aumentar la probabilidad
de la agresión.
• Modelo de la existencia de un problema
subyacente: este modelo considera al
consumo abusivo de sustancias y a la violencia
como el resultado de un trastorno mental o
una combinación de factores biopsicosociales.
Un variación de este modelo postula que
el consumo abusivo de sustancias y los
comportamientos agresivos surgen de los
deseos del individuo de experimentar poder
y control sobre otras personas.
Aunque se cree que la violencia intergeneracional
es resultado del aprendizaje social, y que el
abuso de sustancias es el resultado de un
proceso de enfermedad, ambos modelos por si
solos no pueden explicar la relación compleja
entre el consumo abusivo de sustancias y
violencia intrafamiliar (VIF).
Se ha indicado que la influencia del consumo
de sustancias del padre en la infancia de los
hombres que ejercen violencia intrafamiliar en la
adultez, pareciera apoyar la noción de algún factor
subyacente que opera al nivel del aprendizaje
social o de una predisposición genética.
Desde una perspectiva biológica se ha vinculado
el problema de VIF con el alcoholismo de tipo II,
una condición que afecta a los hijos de padres
alcohólicos. Los individuos con alcoholismo
de tipo II1 tienden a comenzar a presentar
precozmente problemas relacionados con
el alcohol, a menudo en la adolescencia y
acompañado por la tendencia a comportarse
en forma violenta cuando están bebidos.
Esa condición parece ser el resultado de
vulnerabilidades bioquímicas y conductuales
heredadas que producen el comportamiento
violento cuando se combinan el alcohol y ciertas
claves ambientales.
Otra variante de este modelo es el estudio del
rol del género en relación a la victimización.
Los hombres y las mujeres responderían en
forma diferente a la victimización: las mujeres
tienden a culparse y aislarse socialmente y es
más probable que los hombres reaccionen en
forma agresiva para asegurar su masculinidad
amenazada.
Desde la perspectiva del modelo de poder y
control, específica para los hombres, se ha
indicado que es posible que un hombre joven
que se ha criado en una familia con alcoholismo
en el padre, VIF y maltrato infantil, puede haber
desarrollado una necesidad de poder y control
que se reafirma por medio del consumo abusivo
de sustancias y agresión hacia su pareja en la
adultez. Este enfoque no niega la posibilidad de
factores genéticos o bioquímicos.
1 Según Cloninger, habrían dos tipos básicos de alcoholismo: uno caracterizado por un inicio tardío, menores complicaciones y disfunciones psicológicas, y mejor pronóstico (Tipo I) y otro caracterizado
por la presencia de precursores genéticos, inicio más temprano, mayor severidad clínica y peor diagnóstico (Tipo II). Este alcoholismo tipo II presenta una consistente relación con el rasgo de búsqueda
de sensaciones y con la personalidad antisocial, dimensiones con las que, además, parece compartir una base neurobiológica común.
9
3.3. DROGAS Y ACCIDENTABILIDAD
La principal preocupación relacionada con
el conducir bajo los efectos del alcohol y las
drogas es que el conducir bajo la influencia
de cualquier droga que actúa sobre el cerebro
estaría asociada con el deterioro de la destreza
motora, la capacidad de reaccionar a tiempo
y el juicio. El conducir drogado constituye una
preocupación en el área de salud pública ya que
no sólo pone en riesgo al conductor, sino que
también a sus pasajeros y a todos con los que
comparte la carretera.
En relación con el alcohol y la conducción
de vehículos, los efectos del alcohol pueden
agruparse en tres grandes grupos:
Efectos sobre la función psicomotora y sobre
las capacidades del conductor
El alcohol deteriora la función psicomotora y la
capacidad para conducir con seguridad. Quizás
uno de los efectos más importantes, es que el
alcohol aumenta el tiempo de reacción, es decir,
aumenta el tiempo que tarda la persona, después
de percibir plenamente las sensaciones y/o
recibir información, en decidir qué debe hacer
y cuándo actuar. Asimismo, el alcohol produce
importantes efectos sobre la coordinación
bimanual, deteriorándola, y sobre la atención y
la resistencia a la monotonía. En relación con
este último aspecto, la atención es un factor
decisivo, ya se trate de atención concentrada
(referida a un solo objeto), o difusa (que se
distribuye simultáneamente en rapidísima
sucesión entre numerosos objetos). Además, se
altera la capacidad para juzgar la velocidad, la
distancia y la situación relativa del vehículo, así
como la capacidad para seguir una trayectoria
o hacer frente a una situación inesperada. Los
efectos del alcohol, al aumentar el tiempo de
reacción, deteriorar la coordinación motora,
el procesamiento de la información, disminuir
la atención y resistencia a la monotonía, etc.,
disminuye marcadamente la capacidad para
conducir con seguridad e incrementa el riesgo
de accidente.
Efectos sobre la visión
El alcohol produce importantes efectos sobre
la visión. La acomodación y la capacidad
para seguir objetos con la vista se deterioran,
incluso con niveles bajos de alcohol en sangre.
Bajo los efectos del alcohol el campo visual
se reduce, se altera la visión periférica y se
retrasa la recuperación de la vista después de
la exposición al deslumbramiento.
Efectos sobre el comportamiento y la conducta
El alcohol produce un efecto de sobrevaloración
de la persona dando lugar a una mayor
seguridad en sí mismo. Esto unido al deterioro
de las funciones cognitivas, de lo que a veces el
conductor no es consciente, ocasiona un mayor
riesgo de accidente. Por otra parte, el alcohol
puede alterar la conducta-comportamiento,
y bajo sus efectos no son infrecuentes las
reacciones de euforia, agresividad, conductas
temerarias, etc.
La relación entre consumo de alcohol y
accidentes de tránsito
Los accidentes de tránsito constituyen hoy en
día a nivel mundial un problema creciente de
salud pública y nuestro país no escapa a dicha
realidad. Estadísticas existentes en la materia
dan cuenta que un 20% de las víctimas fatales
en Chile se deben a los efectos del alcohol en
la conducción, convirtiéndose en una de las
causas más graves de muerte en el país.
10
Según informe de la CONASET, durante el
período 2000- 2010, han ocurrido 43.954
accidentes de tránsito en el territorio nacional
chileno a causa de la presencia de alcohol,
situación que ha dejado como consecuencia la
pérdida de 3.639 vidas humanas y lesiones de
diversa índole en otras 54.904 personas
En relación a la importancia de los accidentes de
tránsito en que estuvo asociada la presencia de
alcohol (en conductores, pasajeros o peatones)
dentro de la clasificación general, éstos se
hicieron presentes en 40.506 casos para el
mismo período.
Por su parte, el número de personas fallecidas
ascendió a 3.347, situación que situó a estos
accidentes en el segundo lugar en materia de
mortalidad con un 20,43% respecto del total,
después de la causa relativa a la imprudencia
de peatones (3.784).
3.4. DROGAS Y ENFERMEDADES DE TRANSMISIÓN SEXUAL
Una enfermedad de transmisión sexual (ETS) es
una afección contagiosa que se puede transmitir
a otra persona a través de una relación u otro
contacto sexual. Muchos de los organismos que
causan las enfermedades de transmisión sexual
viven en el pene, la vagina, el ano, la boca, o la
piel de las áreas circundantes.
La mayoría de los organismos infecciosos se
transmiten por el contacto directo con una úlcera
o lesión en los genitales o la boca. Sin embargo,
algunos organismos pueden vivir en los líquidos
corporales sin causar una lesión visible y se
pueden transmitir a otra persona durante el sexo
oral, vaginal o anal.
Algunas ETS también pueden transmitirse
por contacto no sexual con tejidos o líquidos
infectados, como en el caso de sangre infectada.
Por ejemplo, compartir agujas al usar drogas
intravenosas constituye una causa importante de
transmisión de VIH y hepatitis B. Otros medios no
sexuales de transmisión son las transfusiones de
sangre o productos sanguíneos contaminados,
a través de la placenta de la madre al feto y,
algunas veces, a través de la leche materna.
FACTORES QUE INCREMENTAN EL RIESGO DE CONTRAER
UNA ENFERMEDAD DE TRANSMISIÓN SEXUAL ETS
• No conocer si una pareja tiene o no antecedentes de ETS
• Tener una pareja con antecedentes de cualquier ETS
• Tener relaciones sexuales sin la protección de un
condón masculino o femenino
• Consumir drogas o alcohol en situaciones que puedan
terminar en una relación sexual
• Tener una pareja que consume drogas intravenosas
• Tener sexo anal
11
El consumo de drogas y alcohol aumenta el riesgo ya que estos comportamientos incrementan las
probabilidades de que una persona participe en una actividad sexual de alto riesgo. Además, algunas
enfermedades pueden transmitirse al compartir las agujas usadas en drogas en uso intravenoso.
LECTURA COMPLEMENTARIA
1.- Sánchez Pardo, L.(2009) “Drogas y perspectiva
de género: Documento marco”. Xunta de
Galicia & Servizo Galego de Saude. Galicia.
Formato: PDF
2.- Becoña I., E. (2002) “ Bases científicas de
la prevención de las drogodependencias”
Universidad de Santiago de Compostela.
Ministerio del interior delegación del gobierno
para el plan nacional sobre drogas, Madrid.
Formato: PDF
3.- CONASET. (2011) “Accidentes de tránsito
ocurridos en Chile asociados a la presencia de
alcohol en conductores, pasajeros o peatones.
Diagnóstico año 2010”. Santiago de Chile.
Formato: PDF
Nota: Estos ducumentos están disponibles en aula virtual
12
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