Bautismo del Señor. Ciclo C. - Parroquia Santa Rosa de Lima

Anuncio
Bautismo del Señor. Ciclo C. Domingo 13 de enero de 2013
Is 40,1-5.9-11 Tit 2,11-14;3,4-7 Lc 3,15-16.21-22
Como el pueblo estimase y todos se preguntaran en su interior, si acaso Juan no seria el Cristo,
Juan salió al paso diciendo a todos: Yo los bautizo con agua pero viene quien es mas fuerte que yo, al
que no soy digno de desatar la correa de sus sandalias, el los bautizara en Espíritu Santo y en fuego.
Cuando se bautizaba todo el pueblo, y Jesús habiendo sido bautizado, estaba en oración, sucedió
que se abrió el cielo, y bajo el Espíritu Santo sobre el en forma corporal, como una paloma, y se oyó una
voz que venia del cielo: Tú eres mi Hijo el amado, en quien me he complacido
Comentario
La Liturgia de la Iglesia, cierra el tiempo de Navidad, con la fiesta del Bautismo del Señor, que hoy
celebramos, para disponer luego a comenzar el tiempo ordinario o también llamado durante el año.
Yo los bautizo con agua; decía, San Juan bautista, el precursor del Señor, el que preparo el
camino para la llegada del Mesías, con un bautismo de conversión, sumergiendo en las aguas del río
jordán, a los que, tocados por Dios, se arrepentían de sus pecados. Bautizar, quiere decir sumergir. Y en
la fila, o procesión se hace bautizar Jesús, no porque necesitara el bautismo, sino para cumplir toda ley y
así iniciar el verdadero bautismo, en Espíritu Santo y en fuego, y comenzar su vida publica.
No solo será reconocido y señalado por el Bautista, sino también por el misterio de la santísima
Trinidad, que como una nueva epifanía, palabra que significa manifestación, confirma a Jesús, como el
elegido, el esperado, el enviado, el Hijo amado del Padre.
Se presentan esta versión de San Lucas, algunos signos importantes y sorprendentes.
Se abrió el cielo: previa oración de Jesús, que se dispone para ese momento, el cielo se abre, para
indicar que el Señor, es ahora el que tiene las llaves del cielo, de la salvación, que estuvo cerrado, como
consecuencia del pecado original de Adán y Eva. Jesús es el Nuevo Adán, que abre las puertas de la
gracia, a través del bautismo, para todos los que crean en el. Por esa puerta entrara en el cielo, de
donde había venido, en su Ascensión, luego de pasar por el bautismo del sufrimiento, beber el cáliz de la
pasión, y entrar resucitado en la gloria. Podemos decir que el cielo, el mismo Jesús, bajo a la tierra, sin
abandonarlo, para llevarnos a la casa del Padre, siguiendo sus huellas y su camino.
Esto vuelve a ocurrir en el sacramento del bautismo, donde también, siguiendo la imagen de la
puerta, los niños y niñas, a través de estas aguas de vida, son abiertas tres puertas: las del cielo, por la
cual nos transformamos en Hijos de Dios, la de la Iglesia, cuando ingresamos al templo, y nos
transformamos en Hijos de la iglesia, Pueblo de Dios, Cuerpo Místico de Cristo y Templo del Espíritu
Santo, y la puerta del corazón, que gracias a los padres, permiten que sus hijos, reciban este primer
sacramento, por la cual somos ahora hermanos de una misma familia.
Bajo el espíritu santo: Jesús lleno del Espíritu Santo, consagrado por la unción desde el seno
virginal de Maria, enviara a la Iglesia el Espíritu Santo paráclito, que procede del Padre y del Hijo, que
con el Padre y el Hijo, reciben una misma adoración y gloria, dice el Credo Niceno, el día de Pentecostés,
como manifestación publica de la misión de la Iglesia. Si el Espíritu Santo es el alma de la Iglesia,
podemos decir también que es el alma de todos los sacramentos, y del mismo bautismo, que como el
fuego, sella y marca, con el carácter imborrable, el alma de los bautizados, semilla de santidad y como
profetas, sacerdotes y reyes del pueblo de Dios. Como la paloma del diluvio que anuncio a Noe el fin de
la lluvia, por el bautismo se inaugura una nueva etapa, una nueva creación, una nueva vida, libre del
pecado original y transformado por la gracia divina.
Tú eres mi Hijo: La voz del Padre, se escuchara en otros momentos de la vida de Jesús, para confirmar la
filiación natural entre Dios Padre y Dios Hijo, nos invita a reconocernos hijos en el Hijo, por la cual
podemos y debemos llamar a Dios, nuestro Padre, como nos enseñara Jesús en la oración universal. No
solo los hijos son fruto del amor de los padres, sino también son ahora de Dios, hijos adoptivos, dira San
Pablo, redimidos por la sangre del Señor, herederos de la vida eterna.
Nuestro bautismo
El bautismo del Juan, llamado de conversión, el bautismo de la pasión del Señor, el bautismo
sacramento, el bautismo de sangre de los inocentes y de los mártires catecúmenos, el bautismo de
deseo, cuando no pudieron recibir realmente el sacramento los niños, y murieron en camino hacia,
conformar las distintas manifestaciones de Dios a través de la historia bautismal.
En este día, nosotros queremos agradecer el don del bautismo, recordar y celebrar ese día,
agradecer a los padres y padrinos, al sacerdote que lo celebró y la Iglesia que nos acogió, porque gracias
a este regalo, puerta de todos los sacramentos, estamos ahora, como el pez en el agua, en las fuentes
de la comunidad eclesial. Pero también el bautismo nos compromete a renovar, también la vida de la
gracia, y las promesas, de renunciar a la tentación, al pecado y al diablo y confesar la fe en el Padre, en
el Hijo y el Espíritu Santo.
Evangelizar a los bautizados
Hoy también ocurre, que no solo se posterga el bautismo por una falta de formación, ni otros no
permitan, hasta que sea joven o adulto decidir su propia religión, sino que hay muchos bautizados y
sacramentalizados, que no están evangelizados o no se permiten dejarse evangelizar. Es la tarea
paciente de la siempre en la Iglesia, en los movimientos y en instituciones que como los
neocatecumenales, reafirmar la maravilla de bautizarse o de renovar la gracia del bautismo, con todos
sus dones.
No claudicar en esta tarea y misión. Limpiando el polvo de la vida que se ha acumulado en los
corazones para que purificada el alma, como una nueva vestimenta blanca, podamos recuperar la fuerza
de los cristianos que toman conciencia de su propia bautismo y su llamado a transformar las realidades
temporales desde su profesión o tarea, de manera que sanear las aguas sucias de este mundo, con el
testimonio, la oración, la entrega, el apostolado y la fuerza de la palabra. Se lo pedimos al Señor, para
todos los bautizados, que somos cada uno, Iglesia.
Padre Luis Alberto Boccia. Parroquia Santa Rosa de Lima. Rosario
Descargar