La incapacidad de amar - Observatorio de la Infancia en Andalucía

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PAÍS: España
FRECUENCIA: Semanal
PÁGINAS: 9
O.J.D.: 441814
TARIFA: 59300 €
E.G.M.: 1812000
ÁREA: 1131 CM² - 100% SECCIÓN: DOMINGO
Mentes asesinas
10/08/2014
La incapacidad de amar
Narciso, autoritario, agresivo. José Bretón distingue el bien del mal, pero carece de
emociones como la compasión. No se ha arrepentido del asesinato de sus dos hijos
Por AMELIA CASTILLA
J
osé Bretón comía con tapones en los oídos. No soportaba el ruido que generan los alimentos al ser triturados en la boca, especialmente el de los picos del pan o las
zanahorias crudas. “¿Tú comes
bien?”, le preguntó a Ruth Ortiz,
la que luego sería su esposa, en
pleno idilio. Sus escrúpulos lo
llevaban a lavarse las manos
constantemente y a evitar agarrar las barandillas. Nada propenso a las relaciones sociales,
no quería que nadie tocara a sus
hijos, tenía miedo del contagio,
un contagio que podría revertir
sobre él. Con ellos no se mostraba atento ni cariñoso. Tampoco
los besaba. Su esposa sospechaba que se encontraba unida a
una bomba de relojería, pero
fue cediendo en algunas cosas
para aplacarlo. Solo aplazó la explosión. Su narcisismo, autoritarismo, agresividad y terquedad
marcaban la cotidianidad. Bretón necesitaba tener el control
sobre ella.
Se conocieron en Córdoba,
cuando ella estudiaba Veterinaria. Fue un flechazo. Desde el
principio de la relación quiso
evitar que trabajara fuera de casa, que aprendiera a conducir,
que tuviera hijos o que se relacionara con su familia. Necesitaba acaparar todo, sentir esa satisfacción de dominio tras la
que se esconden muchos maltratadores. Le gustaba vivir en
su entorno y de ahí no quería
salir. Para conseguirlo, Bretón
(Córdoba, 1973) no reparó en
detalles, algunos macabros, como poner sal y ajo en el biberón
del pequeño para inculpar a su
cuñada y alejarla de su vida. Lo
mismo que con la abuela materBretón, en octubre de 2011, durante la reconstrucción de la desaparición de sus hijos. Foto: F. J. Vargas
na a la que tachó de alcohólica.
Su modelo de perfección era su
propia madre, a ella le consultaCada año se producen en España queda muy lejos del crimen perfecto.
ba todo.
El hombre condenado a 40 años una media de 1.200 o 1.500 homicidios, Ya desde la misma tarde del 8 de octupor asesinar a sus hijos de seis y dos la mayor parte cometidos por hom- bre de 2011, que llama a emergencias
años nunca golpeó a su esposa. Tras bres. Ellos prefieren exhibir la valía per- para denunciar la desaparición de sus
un enfado de órdago volvía a Córdoba sonal a través de la conquista y el triun- hijos, en un parque de Córdoba, durancon su familia, dejando solos a Ruth y a fo; ellas cuando matan gestionan me- te el fin de semana que los niños quelos pequeños en Huelva. Trabajó como jor sus emociones. No es habitual que daban bajo su custodia, todo su plan
militar voluntario en Bosnia y luego co- una madre asesina haga extensiva la se muestra como una chapuza. Los pomo conductor, pero cuando se quedó violencia hacia el padre. Las duras esta- licías no lo encuentran ni desconsolaen el paro, en 2010, se vio obligado a dísticas señalan que cada año mueren
hacer pequeñas concesiones. Su espo- 20 niños a manos de sus progenitores:
sa, empleada de la Junta de Andalucía, la desesperación o la impotencia frente
llevaba el dinero a casa y él se ocupaba al mundo justifican algunos de los críde las tareas domésticas, lo que, en su menes, pero en otros actúa la ira como
mentalidad, significaba que cada día motor. “El filicidio que nace de la ira,
pintaba menos en la familia. La prime- de la capacidad de no perdonar el abanra vez que su esposa pidió ayuda en las dono, se alimenta de la destrucción y
dependencias del Instituto de la Mujer, de la necesidad de acabar con todo lo
le avisaron de que vivía con un psicópa- que se ha construido con la pareja. En
ta, un lobo con piel de cordero. Ella estos casos, no suele haber un suicidio
sabía, sin necesidad de análisis, que su posterior. El hombre que mata a los
esposo padecía una sensibilidad extre- hijos para castigar a la mujer sabe que
ma a contratiempos y desaires, era in- ella preferiría morir antes de perderlos”, cuenta Vicente Garrido, profesor
capaz de perdonar un agravio.
Su afán de control se desbarató con de Criminología de la Universidad de do ni nervioso, incluso aprovecha un
la separación. “Tengo miedo por mí y Valencia, autor junto a la periodista Pa- receso para darle un toque telefónico a
por mis hijos. He vivido en el infierno y tricia López de El secreto de Bretón (Edi- una exnovia cordobesa para explicarle
no quiero volver allí”, aseguró la madre torial Ariel). A lo largo del proceso y que vuelve a vivir en la ciudad y que
antes del desenlace fatal. Su marido dis- ante testigos, Bretón se refirió a su espo- pueden quedar cuando quiera para
tinguía el bien del mal, pero eso nunca sa como “la gran puta” y describió su verse. Desde el principio fue un sospesupuso una barrera para alguien con relación sentimental con un expresivo choso claro para los agentes. En la búsqueda de la complicidad masculina les
un egocentrismo tan fuerte como para “aquí se folla cuando yo quiero”.
Bretón posee un coeficiente intelec- cuenta que se identifica con el personaderivar en la incapacidad de amar y en
la dificultad de sentir emociones pro- tual de 121 puntos (brillante), pero la je de Jack Nicholson en La fuerza del
muerte de los pequeños Ruth y José cariño, un maniático de la limpieza cofundas, como la piedad o la justicia.
Se identifica con el
personaje de Jack
Nicholson en ‘La fuerza
del cariño’, pero
prefiere ‘El resplandor’
mo él, pero el papel que más le
pone de la carrera del actor es el
que interpreta en El resplandor.
Los policías flipan tanto que bautizan el caso como Operación
Resplandor. En esa misma jornada, de madrugada, cuando acaban de revisar la finca donde había estado con los niños antes
de llevarlos al parque, reparan
en la hoguera y se toman muestras para analizar. Bretón aguanta los interrogatorios, no pierde
el control, no muestra frustración, tampoco impotencia. Es
hábil, locuaz y rápido, pero hay
demasiadas contradicciones en
sus declaraciones. A los 13 días
de la desaparición de los niños,
José Rodríguez Laín firma el auto de prisión incondicional sin
fianza. Un error policial determinó después que los huesos de la
finca pertenecían a animales, lo
que alargó la conclusión del caso durante casi un año. Acusado
pero sin pruebas concluyentes,
Bretón seguía ejerciendo el control sobre su esposa. Según el
criminólogo, lo que convierte el
caso Bretón en algo excepcional,
un asunto que va más allá del
placer de la venganza, es la necesidad de dominio que el acusado sigue ejerciendo sobre la esposa. “Bretón no desea amor,
busca posesión y, mientras los
niños sigan ocultos, ella se encuentra en sus manos. Su marido posee el secreto de los niños,
necesita volver a verla. Y ella acude a prisión en dos ocasiones
buscando respuestas”.
En la desigual pelea, Ruth no
parece dispuesta a rendirse. Consigue que se reabra al caso y que
Francisco Etxeberría, el antropólogo gracias al que se supo cómo
se produjo el suicido del presidente chileno Salvador Allende,
analice los restos de la hoguera,
en la que se habían utilizado 140
litros de gasoil y cuyas llamas,
esa tarde de sábado, se divisaron a 30 kilómetros de distancia.
Bretón ahora está aislado en el módulo de primer grado de la cárcel de
Alicante II. Los presos lo describen
como manipulador, obsesivo y controlador. Él se siente por encima de
los demás, viene de otro mundo, aunque vive preso de las convulsiones
que le generan el desorden o la falta
de higiene. En la ley carcelaria, el infierno se mide en tres escalas: violadores, violadores de niños y asesinos de
niños. Lo han recluido en una celda
segura para evitar que se cumpla el
código carcelario.
¿Es posible la redención de Bretón?
“Para aplicar una terapia harían falta
al menos dos condiciones: que existan
antecedentes biográficos que justifiquen cierta vulnerabilidad en su personalidad o que el sujeto muestre arrepentimiento. Ninguno de los supuestos se cumple en este caso”, concluye
Garrido. “Bretón vive encerrado en la
mentira que se ha fabricado, una fantasía que lo mantiene inmerso en una
realidad que le impide llegar a la raíz
de lo que ha hecho. Sigue actuando de
manera ostentosa y reclamadora”.
En su afán por el orden, ha donado
sus órganos para la investigación y no
desea que en caso de enfermedad grave le alarguen la vida. Pero José Bretón
no parece haber aprendido una ley universal: no podemos obligar a nadie a
que nos quiera. O
EL PAÍS DOMINGO 10.08.14
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