Pinceladas sobre la escuela_opinion

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Reflexiones desde el Prácticum – Olga Gil de Frutos – ISSN : 1989-9041, Autodidacta ©
REFLEXIONES DESDE EL PRÁCTICUM:
BREVES PINCELADAS SOBRE LA ESCUELA
Olga Gil de Frutos
Diplomada en Magisterio
por Educación Primaria
En el siguiente artículo voy a plasmar diversas reflexiones sobre aspectos
que diariamente se dan en nuestras aulas surgidos desde mi aún discreta experiencia
y conocimientos. Me he basado en diversas ideas tratadas durante los seminarios de
prácticas de mi tercer curso de magisterio, especialidad Educación Primaria. Estos han
constituido encuentros de experiencias y opiniones sobre las que he reflexionado, y
ahora quiero compartir mi punto de vista sobre los mismos a través de este artículo
con el resto de docentes y futuros/as docentes que, como yo, nos estamos formando
para llegar a ser buenos maestros/as o profesores/as.
Uno de los temas que más llamó mi atención
fue lo qué es y debe ser un maestro, surgido a raíz
de la experiencia de una compañera cuyo tutor de
prácticas podemos decir que tenía unos métodos un
tanto cuestionables y desfasados. En primer lugar, un
maestro no puede imponer jamás su forma de pensar,
por mucho que considere que es la correcta y que el
mundo iría mucho mejor si todos pensaran como él.
Está claro que el maestro debe inculcar a sus
alumnos ciertos valores indispensables para la vida en
sociedad, pero… aquí llega la verdadera cuestión,
¿cuáles son esos valores? ¿quién los decide? Para
mí hay una base muy clara al respecto; es indiscutible que los Derechos Humanos
están para ser respetados por todos. Sea cual sea nuestro punto de vista, nuestros
derechos terminan donde empiezan los de los demás, y los demás son todas las
personas, sin excepción. Homosexuales, negros, gitanos, enfermos mentales,
inmigrantes,… ante todo son personas y eso se antepone a cualquier valoración
subjetiva que podamos hacer. Este es un principio que debemos transmitir a nuestros
niños hasta la extenuación, ya que aún muchos consideran que existe algún tipo de
“escala social” que nos clasifica según estas condiciones personales. Esto podríamos
incluirlo dentro de la actual Educación para la convivencia, tema transversal que se
imparte en Educación Primaria.
Hay otras temáticas que se ha decidido que son fundamentales a la hora de
formar a nuestros alumnos como ciudadanos y futuras personas responsables y
capaces para la vida en sociedad, tales como Educación para el Consumidor, E.
Ambiental, E. Vial, E. para la Salud,… Aquí cabría comentar la polémica asignatura de
Educación para la Ciudadanía; le he echado un vistazo a algunos libros de dicha
asignatura y en general puedo afirmar que estoy de acuerdo con su contenido, pero
opino que es un error desvincular esos aspectos de las asignaturas tradicionales. Los
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niños interiorizarán mejor las ideas que queremos transmitirles si están incluidas en su
contexto; me explico, veo mucho más productivo hablar sobre los tipos de familias en
la Unidad correspondiente de Conocimiento del Medio que situarlo aparte, totalmente
descontextualizado. También es verdad que situar estos temas en un libro y unas
horas determinadas puede asegurar el tratamiento de los mismos, mientras que del
otro modo depende mucho más de la voluntad del profesor de incluirlos en su temario.
El buen maestro debe enseñar a sus alumnos a pensar por sí mismos, a ser
críticos con su trabajo y el de los demás, a saber defender sus derechos sin pisar los
de los otros, a pensar en el bien común en aspectos de gran importancia; en definitiva,
darle las herramientas necesarias para desenvolverse eficazmente en la vida.
Pero esto no puede hacerlo solo el maestro, porque sería una tarea imposible
si no se encuentra, en general, respaldado por la familia, y aquí entraríamos en otro
tema destacable, la colaboración de las familias con la escuela.
Los padres, y en algunos casos otros familiares
con los que reside el niño, son la principal fuente de
información que este posee y un modelo a imitar en las
distintas facetas de la vida; por ello es fundamental la
educación que se recibe en la familia y si esta está en
consonancia con los mensajes que se le transmiten al
niño en el colegio. Me parecería muy adecuado el
realizar una reunión al principio de curso con los padres
en la que, aparte de la información que ya se suele dar
sobre el ritmo que se llevará durante el curso, se les
trasmitieran las ideas generales en las que se va a basar
la educación de sus hijos, y la importancia de que la
misma siga una vez se encuentran fuera de la escuela.
Incluso se podrían dar pautas e ideas a los padres para
colaborar activamente en la educación de sus hijos.
Si el niño ve que sus padres se involucran, sienten interés por la escuela y por
lo que él hace y aprende en ella, será mucho más sencillo que él niño haga lo mismo y
quiera participar y sentirse parte de la misma.
Del mismo modo, aunque se ha perdido en los últimos años, favorece en la
implicación de niños y familias la figura del maestro como miembro de la
comunidad. Antes, especialmente en los pueblos, el maestro era considerado por
todos como una figura que traía el saber y el conocimiento a la comunidad. Solía ser
una persona implicada en las costumbres y rutinas del pueblo y muchos acudían a él
en busca de consejo o ayuda para tareas como escribir o leer una carta.
Actualmente, el maestro está mucho más desvinculado en este sentido;
aunque puede y debe existir una implicación especial en la historia y condiciones de
cada uno de sus alumnos, su trabajo se limita a las horas lectivas y a las funciones
que realmente tiene como maestro. Antes el maestro lo era a todas horas, ahora tiene
un verdadero horario de trabajo, incluso muchos no viven siquiera en la población
donde imparten clases.
Muchos pueden pensar que es una lástima la pérdida de esta figura y esta
imagen idílica del profesor, y yo, personalmente, creo que no es ninguna mentira que
esto pudiese ser muy favorable para la implicación de la comunidad en la educación
de los más pequeños pero… ¿querríamos eso realmente para nosotros?. Los tiempos
han cambiado, y actualmente hay una separación evidente entre el maestro y la
comunidad. Por mucho que valoremos y nos impliquemos en nuestro trabajo, los
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maestros también son padre, sobrino, amigo,… después del horario escolar, y así, a
menos que uno desee lo contrario, debe ser.
Otro tema tratado en los seminarios fue el de la religión en la escuela. Quizás
la escuela debe ser laica, por lo menos la pública, ya que los colegios privados tienen
derecho a tener determinados modelos de educación, y de hecho, los maestros
debemos poner especial cuidado con pretender trasladar e inculcar nuestras creencias
personales a los alumnos, aunque pensemos que ese pueda ser el mejor camino para
ellos.
Lo más acertado sería que la formación religiosa no estuviera dentro de la
escuela; pero es comprensible y respetable que muchos padres deseen que sus hijos
la reciban y por ello se incluya en los programas escolares.
Lo que no me parece admisible es la situación que me he encontrado en los
distintos colegios en los que he podido conocer la situación, no hay nada claro sobre
qué hacer con los niños que no cursan la asignatura en cuestión. En algunos casos los
tienen coloreando todo el año, otros les dan clases de apoyo, otros les dejan tiempo
libre para leer o dibujar o hacer deberes,… debería estar más claro cómo aprovechar
el tiempo con esos alumnos ya que, al igual que los otros (de acuerdo con el criterio de
sus padres) aprovechan el tiempo con una actividad productiva, estos niños tienen
derecho a que se planifique como sacarle el máximo partido al suyo. Dinámicas de
convivencia, asignaturas recreativas, talleres,… son muchas las propuestas que
podríamos llevar a cabo pero que, por el motivo que sea, no están definidas
oficialmente.
Cambiando radicalmente de tema,
paso a hablar sobre el uso/abuso del
libro de texto en las aulas. Hoy en día
gran parte de los maestros se guían
fundamentalmente por el libro de texto y,
en muchos casos, las clases se limitan al
mismo. En mi opinión, un buen libro de
texto puede servirnos de ayuda y
aportarnos ideas útiles para el trabajo en el
aula, pero esto debe ir siempre
acompañado de una visión crítica del
maestro que le permita decidir lo que debe
añadir o aquello que es prescindible, cómo debe impartirlo, qué es lo que mejor
responde en cada momento a las necesidades del alumnado,… El libro no puede
constituir un elemento que restrinja nuestra capacidad de acción, que nos condicione y
obligue a seguir un ritmo y una metodología, porque es imposible que esto responda
correctamente a los ritmos de aprendizaje de nuestros alumnos y a sus motivaciones e
intereses.
En el día a día con nuestros alumnos surgen cambios y poco a poco
conocemos lo que cada uno necesita y, del mismo modo, cómo trabaja mejor la clase
como grupo, y esto no puede decírtelo un libro de texto ni tampoco una Unidad
Didáctica hecha, el misterio está en que decidamos lo que decidamos utilizar como
soporte, sepamos adaptarlo y adecuarlo a nuestra clase y no nos estanquemos nunca
ni pretendamos tener todo aprendido. Seguramente, hasta el maestro con más
experiencia si presenta esta actitud, siga sorprendiéndose y teniendo que buscar
salidas y respuestas a nuevas situaciones y alumnos; es más, esto es lo que da la
experiencia a un profesor, no solo el número de años que lleve en la docencia.
A propósito de este tema, en el colegio que estuve de prácticas, solicité que me
dejaran las programaciones para el ciclo en el que me encontraba dando clases y, cual
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fue mi sorpresa, que la programación constaba de poco más que unos objetivos y los
títulos de los temas del libro de texto que tenían los niños. Y esto lo comento, porque
refleja que en algunos colegios (no sé si muchos o pocos debido a que no conozco
muchos casos personalmente) no se da la importancia a documentos como las
programaciones o los proyectos de centro que se les debiera dar. Es de trascendental
importancia que exista una verdadera coordinación entre los maestros, ésta no puede
consistir únicamente en elaborar un documento porque “hay que hacerlo” ni en
comprar todos el mismo libro de texto; hay que establecer unos objetivos, pautas
metodológicas, criterios de evaluación, a los que cada maestro dará posteriormente
sus matices, pero que guíen la práctica y constituyan un proyecto común. Al respecto,
pienso que también puede ser interesante con motivo de fechas como la semana
cultural, el día de la paz u otras festividades escolares, elaborar actividades comunes
a las clases del mismo curso, o incluso ciclo si sólo hay una clase de cada nivel;
fomentaremos una mejor convivencia entre los niños y abriremos puertas a la
comunicación entre ellos que, por timidez o simple costumbre, muchas veces no se
hacen en espacios como el recreo.
La dificultad organizativa que supone la diversidad en el aula fue también
discutida en un seminario. En cuanto a la que se refiere a la salida de alumnos para
clases de apoyo, creo que es en gran parte disminuida si existe una muy buena
coordinación del tutor con los maestros o especialistas que imparten dicho refuerzo.
Deben tener claros los contenidos que se van a dar, dónde hay que incidir más con el
niño, cómo y cuando será la evaluación,…
Un fenómeno que me llama mucho la atención y que no he tenido oportunidad
de conocer son los CRA (Colegios Rurales Agrupados), en los que un mismo maestro
puede llegar a tener alumnos de todos los cursos. Seguramente tendré que
enfrentarme al reto de ser maestra en alguno y pienso que debe ser una experiencia
que, por mucho que te la cuenten, no sabes cómo es realmente hasta que lo vives en
primera persona. Me lo planteo de la siguiente forma: normalmente hablamos de la
diversidad en el aula y nos referimos a que un niño va un poquito más retrasado, el de
más allá no tiene capacidad para centrar la atención, otro va muy adelantado y hay
que proponerle actividades de ampliación,… diferencias entre los niños que
compensamos con diversas estrategias pero ¿y si además tu aula está dividida en 5
grupos y cada uno de ellos es de una edad distinta? Esta pregunta me la he hecho
muchas veces y, espero, poder algún día responderla en la práctica y conocer estos
centros, su funcionamiento, sus características, sus peculiaridades; saber trabajar en
ellos. Estoy convencida de que será una vivencia completamente distinta a las que
dan las aulas “convencionales”. Y muy emocionante.
Otro hecho que puede plantear problemas a la hora de organizar el aula son
los alumnos con Necesidades Educativas Especiales, que suelen requerir un
determinado número de sesiones semanales con los maestros de Audición y Lenguaje
y/o Pedagogía Terapéutica. Esto implica, elaborando los horarios, tener en cuenta
aquellas clases que estos niños pueden compartir mejor con sus compañeros para
tratar de que estén en el aula, ya que uno de los objetivos fundamentales de que se
encuentren en escuelas ordinarias es su integración y socialización en el centro. Un
ejemplo muy evidente lo he tenido en los períodos de prácticas que he cursado, en
ambas ocasiones había una niña con Síndrome de Down en mi aula. Las dos tenían el
mismo trastorno y eran niñas con personalidades y grado de deficiencia
completamente distintos, sin embargo las clases de Educación Física eran una
oportunidad magnífica para ellas de relacionarse; se sentían felices y en su salsa
jugando, corriendo con el resto de los niños. Sería un fallo garrafal que sus horas de
trabajo individual con las maestras coincidieran con esas horas y, de hecho, hablando
con las especialistas, me comentaron que tienen esto muy presente en la medida de lo
posible (eran dos para todo el centro y no se puede siempre cuadrar sus horarios de
manera que favorezcan al máximo a todos los niños).
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Otro aspecto que me gustaría comentar es la formación del profesorado en
las tecnologías de la información. Hoy en día, y especialmente gracias a Internet,
las fuentes de información pueden considerarse como ilimitadas; pero también es
verdad que no toda la que podemos encontrar tiene la misma calidad y/o veracidad.
Por ello, se ha hecho indispensable aprender a valorar críticamente la información que
encontramos y discernir entre la que puede ser válida o no. También hay que tener en
cuenta que la información en sí no significa aprendizaje, por lo que otra cuestión a
atender será la de enseñar a nuestros alumnos a organizarla, sintetizarla y analizarla
para obtener conocimiento de ella a la vez que la maneja con los medios tecnológicos
disponibles.
Para todo este proceso, disponemos ya
en los colegios, de recursos informáticos y de
acceso a Internet que podemos utilizar para
desarrollar la competencia digital en los niños. La
rápida evolución e integración de estos nuevos
medios en nuestra vida, ha conllevado que
muchos docentes carezcan de los conocimientos
y destrezas necesarios para incluir en su tarea de
enseñanza todos estos recursos. Por ello,
actualmente, se está dando mucha importancia a
la formación en tecnologías de la información y la
comunicación, y así, muchos de los cursos que
se ofrecen de formación permanente, tratan sobre este tema, desde contenidos
básicos como aprender a utilizar programas de procesamiento de textos, hasta el
manejo de aplicaciones de tratamiento de imagen o audio para elaborar materiales
didácticos. Todo ello generalmente en el entorno Linux y con programas que, como
ésta aplicación, son utilizados en los centros educativos por su gratuidad y fácil
manejo.
Hay docentes que no están acostumbrados al uso de los ordenadores, sus
programas básicos y las aplicaciones web. El contraste que he podido apreciar entre
los dos colegios en los que he estado en las prácticas pone esto en evidencia. El
primero se trataba de un centro muy involucrado en nuevos proyectos, especialmente
de incentivo de la lectura y del uso de las nuevas tecnologías; todavía era algo
novedoso y estaban comenzando a poner en práctica sus ideas, pero creo que era
cuestión de tiempo, ya que existía una gran preocupación por la integración del uso de
los ordenadores, la pizarra digital e Internet en todos los cursos y su objetivos estaban
enfocados a introducir avances cada año. Pero por otro lado, en mi segundo
practicum, realicé las prácticas en un centro cuya máxima relación con estos medios
era un cartel, pegado en la puerta de un aula cerrada, en el que había escrito: AULA
DE INFORMÁTICA. Falta de formación, de ganas, de tiempo,… la cuestión es que
todavía quedan años en los que muchos centros dejarán a un lado el aula de
informática y con ello, muchos alumnos que no podrán beneficiarse de las numerosas
ventajas que puede aportarles. Al respecto, considero que la labor de información y
formación que se está realizando por parte de la Junta de Extremadura y de las
distintas entidades que organizan cursos, seminarios, jornadas,… a propósito de este
tema, es muy útil y está dando sus frutos también, ya que en muchas ocasiones, es
precisamente esa falta de conocimiento de esta nueva puerta de posibilidades la que
para a muchos profesionales.
En definitiva, la sociedad actual comporta hacer uso habitual de los recursos
tecnológicos, y el objetivo será llegar a ser capaces de solucionar diversos problemas
de la vida real a través de los mismos; para que esto pueda ser una realidad en las
aulas, hay que proporcionar la formación adecuada al profesorado.
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Por último, voy a tratar mi punto de vista sobre la tutoría de los alumnos de
prácticas, que a unos afecta como alumnos y a otro como tutores, y haré una breve
alusión a mi experiencia de haber sido evaluada. Aunque pueda parecer evidente, la
primera característica que tiene que tener un buen tutor es el desear serlo, y no elegir
chico/a de prácticas solo por querer tener una ayuda en clase; y es que, ser tutor no
puede limitarse a dejar entrar a una persona en tu clase y que te libere de trabajo. Algo
que yo he valorado mucho es que mi tutora me hiciese saber que estaba abierta a que
comenzase a hacer cosas en cuanto yo lo propusiera. Creo que es nuestro deber
tomar la iniciativa pero necesitamos que de algún modo se nos dé pie a ello. Hay que
tener en cuenta que estamos entrando en el aula de otro profesor con sus rutinas y su
forma de actuar, y lo que no puede pretender es que adivinemos quién tiene que tomar
la iniciativa según su criterio. Comento esto debido a que es un tema que me ha
producido mucha inseguridad en los dos practicum aunque luego no he tenido ningún
tipo de problema.
Hay variedad de opiniones sobre si el maestro debe estar en clase siempre con
el alumno en prácticas o no; pero la cuestión es que los dos tutores con los que he
trabajado han sido bastante estrictos en este sentido y me han comentado desde un
principio que era obligatorio para ellos estar siempre presentes y no dejarme sola con
los niños. Yo opino que para poder enseñarte correctamente debe observarte un
número suficiente de horas y comentar contigo determinadas sesiones, no vale con
estar 4 días y poner una nota. Además, al tener prácticamente siempre a la tutora
delante he conseguido llegar a actuar en el aula con total naturalidad en su presencia
y a “olvidar” que estaba ahí, y esto es realmente valioso para la evaluación que ella
debe hacer.
Generalmente los maestros exigen que sigas su metodología en su aula y me
parece totalmente comprensible ya que no puedes modificar el día a día de los niños
ni el ritmo del curso. A pesar de ello, resulta realmente enriquecedor que te permitan,
dentro de lo posible, introducir modificaciones o innovaciones para poder experimentar
y poner en práctica tus ideas.
Sintetizando, las cualidades del maestro-tutor más apreciables serían: que sea
una persona dispuesta a escuchar abiertamente las ideas, se involucre en la tarea de
forma crítica y constructiva.
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