Un centenario lisérgico

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Jueves, 12 de enero de 2006. Año XVIII. Número: 5.873.
CULTURA
EL 'ABUELO' DE LA PSICODELIA
Un centenario lisérgico
DARIO PRIETO
Pocos investigadores consiguen trascender los límites de los cenáculos científicos
y ocupar un lugar en el ámbito cultural. Albert Hofmann, como Einstein, es uno
de ellos. Además de otras muchas sustancias, es el descubridor de la dietilamida
de ácido lisérgico, conocida mundialmente como LSD. Hofmann cumplió ayer
100 años, lo que ha motivado la edición de un libro monográfico por las revistas
Cáñamo y Ulises, y la celebración de un congreso en torno a su figura en su
Basilea natal, que se celebrará desde mañana y hasta el lunes. Después de
alimentar al movimiento hippie, de ser prohibido por los gobiernos en 1968 y de
ser demonizado por los medios, el invento de Hofmann pasó de ser su «hijo
problemático», como lo llamó en un libro, a convertirse en un «hijo
maravilloso».
MADRID.- El 19 de abril de 1943, Albert Hofmann se ganó la
inmortalidad.Primero absorbió de forma accidental un compuesto, la dietilamida
de ácido lisérgico (LSD-25), que había sintetizado cinco años antes. Luego,
mientras aquello le subía, se fue a pasear en su bicicleta. Pedalada a pedalada,
inició el camino que más tarde desembocaría en una de las etapas más
convulsas y brillantes de la cultura occidental: la psicodelia. Sin la LSD -en
femenino, no el LSD-, hoy no existiría la música de Jimi Hendrix, la novela
Alguien voló sobre el nido del cuco ni la película Apocalypse now. Por ejemplo.
Lo de la inmortalidad es casi una afirmación literal, pues Hofmann cumplió ayer
100 años, lúcidos y radiantes a pesar de (o quien sabe si gracias a) muchos
viajes.
Con motivo de este centenario, las revistas Cáñamo y Ulises se han unido para
publicar un número monográfico en el que Fernando Sánchez Dragó, Antonio
Escohotado y Stanislav Grof, entre otros escritores y estudiosos, hablan del
científico suizo y de su criatura. El volumen incluye un DVD con una
conversación entre el etnobotánico Jonathan Ott y Hofmann en torno a este
«hijo problemático», tal y como lo bautizó en su momento su propio creador.
Y es que, en sus seis décadas de historia, la LSD-25 -LSD a secas, ácido, tripi,
ajo o como quiera llamarse, ha provocado varios cataclismos. El primero, en el
propio Hofmann, que lo descubrió por casualidad (Sánchez Dragó, que no cree
en ellas, dice que fue «por casualidad») mientras trabajaba para los laboratorios
Sandoz. «Yo intentaba preparar un medicamento», explica el químico a Josep
María Fericgla en una entrevista del monográfico, «y descubrí los efectos de la
LSD, esta sustancia que tiene un efecto espiritual. Tampoco era mi intención
descubrirlo. Digamos que tuvo que ser un espíritu generoso».
Ahí vino el segundo cataclismo. La LSD no sólo era (y sigue siendo) el
compuesto psicoactivo más potente jamás descubierto. Su mecanismo en el
cerebro provocaba una experiencia espiritual acentuada, algo prácticamente
descartado en las sociedades occidentales regidas por la tecnología. Cualquiera,
con la suficiente preparación y en el entorno adecuado, podía revivir las
experiencias místicas de San Juan de la Cruz y Teresa de Jesús. Las palabras, el
lenguaje habitual no servían de nada para comunicar aquellos flipes. Por esto,
para la mayoría de la población, la LSD se convirtió en poco más que
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un detonador de alucinaciones y vocecillas interiores. En cambio, para su
descubridor, es «como un microscopio que intensifica y abre nuestra
experiencia. De este modo, los sentidos actúan con mayor fuerza».
Los primeros en descubrir estas asombrosas propiedades fueron los conejillos de
indias que se prestaron a probar el tratamiento de la LSD con fines psiquiátricos.
Uno de ellos fue Ken Kesey, autor de Alguien voló sobre el nido del cuco y A
veces un gran impulso. Como relata Tom Wolfe en Ponche de ácido lisérgico,
Kesey se dio cuenta del potencial de la LSD antes que Tim Leary, psicólogo de la
Universidad de Harvard. Leary difundió por EEUU la nueva droga a través de sus
acid tests.
A esas alturas, Hofmann ya había contactado con los escritores Aldous Huxley
(Un mundo feliz, Las puertas de la percepción) y Ernst Jünger (Acercamientos),
con los que sentó las bases de la psiconáutica (los viajes con la mente) y
estableció un puente entre su LSD y los ritos de Eleusis. Sánchez Dragó explica
que «en Eleusis, en la antigua Grecia, se consumía una sustancia llamada
kykeon, que provocaba un viaje psicodélico. Los misterios mayores de Eleusis
estaban reservados para una elite, para los hombres de conocimiento, pues se
trataba de experiencias duras, muy profundas. El problema es que la frivolidad
del mundo occidental ha sacado la LSD fuera del espacio sacramental y se la ha
dado a los botarates para que vayan a mover el esqueleto».
Pese a estas reticencias, al otro lado del Atlántico, el ácido se extendió
rápidamente entre la juventud descontenta con la guerra de Vietnam. La CIA y
el FBI, que experimentaron con él como arma química en el proyecto MK-ultra,
asistieron a la llegada de una horda hippie a la que no sabían como combatir.
Los comunistas y antisistema eran fáciles, pero los jóvenes que flotaban en
ácido y metían florecillas en los fusiles estaban, sencillamente, fuera del
sistema. Pero acabaron los 60 y llegó la resaca de ácido en forma de hippie
satánico (Charles Manson), con lo que la sustancia quedó definitivamente
demonizada.
Según Antonio Escohotado, el ácido significó «una amenaza para las fuentes de
entendimiento y vino a demostrar que estamos sostenidos como un castillo de
naipes. Sin embargo, todos los malos viajes se terminan, afortunadamente,
pues no se conoce dosis letal de LSD. Esta pequeña muerte es beneficiosa
porque, como dijo Hölderlin, 'donde está el peligro crece lo que nos salva'».
Un 'combustible' artístico
Sirva esta pequeña lista para mostrar las huellas que dejó la LSD-25 a su paso
por el siglo XX.
Pink Floyd. Syd Barret se fue en un viaje de ácido y no volvió.En el camino,
quedaron los primeros temas de su grupo, Pink Floyd -el nombre lo sacaron de
una clase de tripi-, y unas ideas que luego ampliaron sus compañeros Roger
Waters y David Gilmour.
El fuego de Hendrix. La guitarra de Hendrix hervía en canciones como Fire y
Purple Haze cuando la LSD hacía lo propio en su cerebro.Los aullidos de
Ginsberg. El autor de Aullido escribió varios poemas puesto de peyote,
mescalina y LSD. Se dice que el beatnik, durante un colocón, intentó llamar por
teléfono a Kennedy y Krushev para hablarles de la paz mundial.
'Flipando' con Vasarely. El op-art (arte óptico) de Victor Vasarely jugaba con
efectos visuales para provocar en el espectador diversas sensaciones
cuasialucinatorias.
El final de '2001'. En 1968, en plena fiebre psicodélica, Stanley Kubrick estrenó
2001. La película, críptica como ella sola, contenía referencias espirituales y un
final repleto de luces y colorines de lo más sugerente.
San Francisco: capital ácida. En los 60, los grupos psicodélicos surgían en
California como setas, nunca mejor dicho. Grateful Dead, Chocolate Watchband
y, sobre todo, Jefferson Airplane marcaron tendencia. El último grupo compuso
la que es, hasta la fecha, la mayor oda lisérgica: White rabbit, a medio camino
entre el ácido y Alicia en el país de las maravillas.
Las Vegas: asco y miedo. Esa farmacia andante que era Hunter S. Thompson
inspiró a Terry Gilliam el delirio de Miedo y asco en Las Vegas (1998).
El 'Sgt. Peppers'. Los Beatles negaron que Lucy in the Sky with Diamonds
tuviese nada que ver con las siglas de la canción. ¿Pero y A day in the life?
Las puertas de la percepción. Aldous Huxley escribió Las puertas de la
percepción a partir de la mescalina, pero siempre se interesó por la LSD. En su
lecho de muerte, pidió a su mujer que le inyectase una dosis para despedirse del
mundo. Jim Morrison, otro gran comedor de ácidos, bautizó a su grupo como
The Doors después de leer el libro.'Easy rider' y 'Apocalypse now'. Como dice
Escohotado, el mal viaje es casi más importante que el bueno.Así lo
descubrieron Dennis Hopper y Francis Ford Coppola en dos de sus películas más
conocidas. En Easy rider, los moteros tripaban en un cementerio, mientras que
en Apocalypse now la LSD se convirtió en el combustible del rodaje.
© Mundinteractivos, S.A.
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