EL REGRESO DEL PRI

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EL REGRESO DEL PRI
Efraín Villanueva Arcos
“Si sabes de peligros que amenacen a tu patria y puedan evitarse, háblame”. Shakespeare, en Hamlet.
Invitado por el Instituto de Administración Pública del Estado de Quintana Roo
A.C. (IAPQROO), por el Congreso del Estado y por el Instituto Electoral
(IEQROO), se presentó en Chetumal el distinguido politólogo español Dr. Manuel
Alcántara Sáez, de la Universidad de Salamanca. Su conferencia versó sobre los
escenarios electorales y las agendas de reforma política en América Latina, y nos
permitió entender mejor el contexto mexicano comparado con lo que sucede en
otras latitudes.
Según Alcántara, en México se ha registrado una evolución positiva de la
confianza popular en las elecciones. En 2008, un 53.1% de los encuestados
respondió veía favorablemente las elecciones, en tanto en 2010 ese porcentaje
subió a 54.9, una ganancia de 1.8 puntos. Sin embargo, no fue así en la medición
de la confianza popular en los tribunales electorales, donde hubo una pérdida de
4.3 puntos, pues pasó de 61.7% en 2008 a 57.4 en 2010. Por otro lado, la
confianza de las élites parlamentarias, esto es, los diputados y senadores, en los
resultados y los organismos electorales, estuvo entre las más bajas en América
Latina, 57.2%, solamente por arriba de Colombia, República Dominicana y
Ecuador. Pero lo más preocupante de los datos que nos proporcionó Alcántara
fue el porcentaje de participación electoral en México, 44.6%, el más bajo entre 15
países de América Latina, además de los escenarios de gobernabilidad negativa
por las diferencias existentes entre el Presidente y el Legislativo. O sea, la crisis
de nuestro sistema democrático representativo es de la más alta significación en el
continente.
En este escenario de desconfianzas y expectativas, se realizaron las elecciones
del pasado 3 de julio, donde el PRI fue el vencedor absoluto. Mucho se dijo que
las elecciones del Estado de México serían un anticipo de lo que pasaría en 2012,
con la elección presidencial. Pues bien, el PRI apabulló a PAN y PRD en dichos
comicios con lo que, también se ha dicho, Enrique Peña Nieto ha quedado
“blindado” para alcanzar la silla presidencial y con ello, el regreso del PRI a los
Pinos parece limpio de abrojos. Los analistas han destacado la inteligencia –el
tejido fino- con la que se condujo el proceso político en Toluca, que permitió
seleccionar a un buen candidato, un hombre surgido típicamente de la cultura del
esfuerzo que pregonaba Luis Donaldo Colosio, y que se logró a pesar de las
simpatías del gobernador hacia el grupo Atlacomulco.
Sin embargo, no todos están de acuerdo con este escenario. Me parece que uno
que no lo comparte es Manlio Fabio Beltrones, el político sonorense que ha dado
prueba de su instinto político en el Senado de la República, donde impulsó y
construyó con los demás grupos parlamentarios, una ambiciosa propuesta de
reforma política que posteriormente se atoró en la Cámara de Diputados.
Beltrones, quien está muy por debajo de las simpatías que toda encuesta le
concede a Peña Nieto, ha insistido en que el PRI debe cuestionarse para qué
quiere regresar a la presidencia, y ha urgido a clarificar la idea de país que se
quiere; “primero el programa, después el nombre”, ha dicho reiteradas veces.
Ahora bien, ¿Por qué se atoró la reforma política aprobada en el Senado cuando
los diputados priístas tienen hoy la mayoría para impulsar los acuerdos que ya se
habían alcanzado en la cámara alta? Porque es evidente que al interior del PRI
hay dos visiones que si no están en abierta confrontación, al menos parten de
premisas muy diferentes. Por ejemplo, el grupo afín a Peña Nieto impulsa el
regreso de la cláusula de gobernabilidad que permitiría al partido que obtenga al
menos el 35% de los votos, alcanzar una mayoría en el Congreso, en automático,
todo con el supuesto fin de mantener la gobernabilidad y lograr los acuerdos
parlamentarios. La propuesta de Beltrones es, por el contrario, el gobierno de
coalición, que supone una vía constitucional para incentivar los acuerdos. Pero
habría que agregar algo que al interior del PRI es parte de esta visión que causa
escozor: la abierta propuesta de su líder, Humberto Moreira, de abrir de nuevo las
puertas del partido a la maestra, a la líder del sindicato magisterial, el SNTE, quien
recientemente ha reconocido la negociación que celebró con Felipe Calderón
ofreciendo votos a cambio puestos en el gabinete. Manlio Fabio se ha opuesto a
esta posibilidad de retorno: los que se fueron, que les vaya bien.
Aunque reflejo del pragmatismo político que ha prevalecido en todos los partidos,
como la alianza contranatura de PAN-PRD, el posible regreso de Elba Esther al
PRI es una señal delicada, por decir lo menos, y peor aún si lo están operando
desde el cuarto de guerra en el Estado de México, pues implica ya privilegiar una
alianza con lo caduco del sistema político en vez de asumir compromisos
explícitos para favorecer la democratización de un sector que el país pide a gritos:
la educación.
El PRI está entonces en una coyuntura sumamente delicada. Por un lado tiene,
según todas las encuestas, una intención de voto muy por encima de los otros dos
partidos políticos importantes, lo que le permitiría, “nadando de a muertito” y sin
que exista algún asunto notoriamente espectacular que modifique las tendencias
actuales, recuperar la joya de la corona del sistema político. Por el otro, el riesgo
está en que una pugna al interior los divida. Un nuevo TUCOM, ahora con la
versión de “todos unidos contra Manlio”, no auguraría nada bueno para el PRI. Allí
se sabe bien que, divididos, pierden.
El hecho es que las elecciones recientes mostraron, además de un PRI
fortalecido, un electorado harto de los errores del PAN, que se agotó en la
estrategia de la guerra contra el crimen, que no ha logrado cumplir su oferta de
empleos y puestos de trabajo y que no entiende las señales que vienen de los
mercados internacionales. Por el otro lado, los perredistas dan sobradas muestras
que no logran ponerse de acuerdo y el colmo es que su principal líder, Andrés
Manuel López Obrador, no podrá participar en las elecciones del 2012, pues como
todos sabemos, en México está prohibida constitucionalmente la reelección
presidencial.
De modo que sólo resta esperar que los priístas -quienes forman la clase política
más profesional y experimentada del país- se pongan de acuerdo en programa,
nombre y acompañantes (alguno que otro de los poderes fácticos), para que
regresen triunfalmente a los Pinos. Si lo logran, ¿habría alguien que les pueda
hacer frente? Yo diría que solamente falta que atiendan el tema del árbitro, el IFE,
pues la fortaleza y confiabilidad de esa institución será el ingrediente que supere
las dudas y sospechas sobre el proceso electoral por venir.
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