El patron del vivir de los que Reinaran con Cristo

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El patrón del vivir de los que reinaran con Cristo
DONG YU LAN
"Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo
de tu señor" (Mt 25:23).
CUATRO REQUISITOS PREVIOS PARA SER UN VENCEDOR
Como vimos anteriormente, la recompensa o galardón para los vencedores es no separarse
más del amor de Dios. Para que recibamos este premio debemos alcanzar el patrón del vivir de
aquellos que reinarán con Cristo, conforme a lo descrito en los capítulos 5 al 7 de Mateo.
Algunos entienden que esta porción de la Palabra se refiere a la constitución del reino de los
cielos, y los principios que deben ser observados por los ciudadanos del reino. Sin embargo, es
importante resaltar que los que viven en la realidad de esta Palabra hoy, no serán simples
ciudadanos en el reino, sino que reinarán con Cristo. Los ciudadanos en el reino, también
conocidos como las naciones del reino milenario, son representados por las ovejas en la
tercera parábola de Mateo 25. Las ovejas serán las personas que, por tener un buen corazón,
ayudarán a los cristianos a sobrevivir en el periodo de la gran tribulación. Por practicar buenas
obras en favor de los hijos de Dios, tales personas recibirán un galardón que será formar parte
de las naciones durante el reino milenario. Como ya nos fue dicho, los hijos de Dios no
formaremos parte de esas naciones, pues estamos destinados a ser aquellos que las
gobernarán, juntamente con el Señor en el reino celestial, si somos hallados maduros en Su
segunda venida. No obstante, si no estuviésemos maduros cuando Él vuelva, seremos lanzados
a las tinieblas de afuera. Pero Dios nos ama y anhela que seamos vencedores.
Para ser vencedores en aquel día, necesitamos practicar hoy, en nuestro diario vivir, el patrón
exigido por el Señor, descrito en Mateo del 5 al 7. Para ello, es necesario que cumplamos
algunos requisitos básicos. El primer requisito previo para reinar con Cristo es ser regenerado,
es decir, nacer de nuevo y recibir la vida de Dios en el espíritu On 3:3 5). Las personas del
mundo no pueden practicar el patrón del reino, porque no la poseen.
Pero, ¡gracias al Señor por Su gran misericordia! esta vida está disponible a todos, porque el
Hijo de Dios fue crucificado, murió, resucitó y se hizo el Espíritu vivificante. Quien cree en Él,
tiene la vida eterna, la vida de Dios. Sin embargo, para reinar con Cristo, no basta tener la vida
de Dios en nuestro espíritu, pues el segundo requisito previo exigido por el Señor es el
crecimiento de vida. La vida de Dios crece en nosotros cuando vivimos y andamos en el
espíritu. Por eso el Señor nos puso en la vida de la iglesia. Mientras más vivimos en el espíritu y
nos negamos más a nosotros mismos, nuestra alma va siendo poco a poco llenada del Espíritu.
Esto nos es revelado en Mateo 25, en la parábola de las diez vírgenes.
En esta parábola, las diez vírgenes representan a los creyentes. Todos los que creyeron en el
Señor Jesús tienen al Espíritu de Dios en su espíritu humano, esto queda demostrado por el
hecho de que todas las vírgenes tenían sus lámparas encendidas. Pero sólo los creyentes que
tengan al Espíritu también en su alma, representados por las vírgenes prudentes que tenían
aceite en sus vasijas, entrarán a las bodas con Cristo en Su segunda venida (vs. 4, 10).
Además del crecimiento de vida existe un tercer requisito previo: que seamos fieles en la obra
de Dios, es decir, que negociemos los talentos que Él nos entregó (vs. 14 30). La multiplicación
de los talentos está relacionada con ganar personas para el Señor, es decir, predicar el
evangelio para llenar la tierra y sujetada a Su señorío, conforme a lo ordenado por Dios al
hombre en Génesis 1:28.
El cuarto requisito previo es que nuestro ser sea trabajado por el Señor, a fin de que nuestro
vivir alcance el patrón de aquellos que reinarán con el Señor. El Señor Jesús mismo dijo que el
reino de los cielos es arrebatado por los violentos (Mt 11:12). En otras palabras, no podemos
ser pasivos; por el contrario, tenemos que ser diligentes, es decir, buscar al Señor de todo
corazón y ser conformados a Él, a fin de que nos apoderemos de este reino.
Asimismo, el reino de los cielos está destinado a aquellos que nacieron del Espíritu, crecieron
en vida, fueron fieles en la obra y permitieron que su ser fuera perfeccionado por Dios.
Necesitamos sometemos al trabajar de Dios a fin de llegar a ser personas adecuadas y maduras
en nuestro vivir, que expresan a Dios en vida y naturaleza.
SAL Y LUZ
"Sea vuestra palabra siempre con gracia, sazonada con sal, para que sepáis cómo debéis
responder a cada uno" (Col 4:6).
Dios desea que cada uno de nosotros reine con Cristo, para eso es necesario cumplir ciertas
condiciones. Es necesario que nuestro vivir y proceder delante de las personas, nuestra
influencia sobre los demás y nuestra actitud con relación a las riquezas materiales sean
aprobadas por el Señor, según el patrón del reino de los cielos.
Mateo 5: 13 dice que somos la sal de la tierra, esto significa que nuestro vivir necesita de
ciertas características semejantes a la de la sal. La sal tiene muchas utilidades: mata a los
gérmenes, preserva los alimentos y también los sazona.
La sal tiene como objetivo principal: sazonar. Hace agradable los alimentos al paladar. Para
ello, necesita ser utilizada en la cantidad adecuada, es decir, con moderación. La sal en exceso
hace que los alimentos sean insoportables; no obstante, la falta de ella los deja sin sabor. Así
debe ser nuestro hablar: moderado. Cuando hablamos palabras sazonadas con sal, al exhortar
y consolar en la medida adecuada, éstas son recibidas por las personas. Nuestra función como
la sal de la tierra es importantísima.
La sal también sirve para matar los gérmenes y conservar la vida. En la práctica, cuando nos
encontramos en medio de un grupo de personas que comienza a hablar cosas negativas, por
ser la sal de la tierra, lo normal es que todo tipo de conversación vana cese inmediatamente.
En otras palabras, nuestro testimonio debe ser positivo, capaz de guardar a las personas que
están a nuestro alrededor de pecar, ya sea en el ambiente familiar, en la escuela o en el
trabajo.
Además, con respecto a nuestro vivir y proceder, Mateo 5: 14 dice que somos la luz del
mundo, y nos advierte a no poner la luz bajo el almud. El almud era utilizado para medir
alimentos y simboliza la búsqueda por la supervivencia. La luz simboliza a la iglesia, que como
un candelero, hace resplandecer el testimonio del Señor sobre una ciudad, atrayendo a las
personas a Dios, que es luz.
De acuerdo con esta palabra, la luz no puede quedar escondida, sino que debe ser puesta
sobre un monte para iluminar a todos. Si ponemos la luz debajo de un almud, estaremos
escondiendo la luz, es decir, dejamos de vivir la vida de la iglesia para suplir sólo nuestras
propias necesidades relacionadas con el sustento. Al actuar de esa manera, perderemos
nuestra función de luminares en el mundo.
Si somos la luz del mundo, las tinieblas que están a nuestro alrededor serán disipadas, y quien
esté cerca de nosotros también será iluminado y podrá seguir al Señor para recibido como vida
(cfr. Jn 8:12). Cierta vez observé una situación que ilustra bien este hecho. Algunos jóvenes
estaban al frente de una escuela con una actitud sospechosa, como la de estar cometiendo
algo indebido. Entonces, ese grupo se dispersó rápidamente cuando llegó la autoridad.
De igual manera, nosotros tenemos la función de llevar la luz, que es Dios mismo, para
resplandecer en las tinieblas, ya sea en casa, en la escuela o en el trabajo. En algunos
ambientes de trabajo las personas son corruptas y manejan el dinero de manera irregular,
sobornando o cometiendo actos ilícitos. Si un hijo de Dios va a trabajar a un ambiente así y da
un testimonio positivo, la luz del Señor resplandecerá y toda la corrupción de hábitos y
costumbres será expuesta; si las personas reciben la luz, las tinieblas serán disipadas (Fil 2: 15).
Necesitamos ser la luz del mundo a fin de resplandecer donde estemos, haciendo que las
personas lleguen a ver su propia condición de tinieblas y sean ayudadas para que vean la luz.
Además, cuando las tinieblas desaparecen, podemos predicar el evangelio a las personas con
las que convivimos. Que estas palabras nos sirvan de aliento a todos, a fin de que vivamos
conforme al patrón de aquellos que reinarán con el Señor. ¡Aleluya!
VACIARSE Y LLORAR
"Bienaventurados los que lloran, porque ellos recibirán consolación" (Mt 5:4).
Hoy en la vida de la iglesia necesitamos ejercitamos en nuestro vivir para ser como la sal de la
tierra y también como la luz del mundo. Teniendo estas características podremos avanzar para
poder practicar las nueve bienaventuranzas mencionadas en los primeros versículos de Mateo
5. El Señor Jesús no dijo esas palabras a la numerosa multitud que Lo seguía, porque sólo
buscaba la comida para satisfacerse. Sino que se dirigió específicamente a Sus discípulos, a
aquellos que en el futuro reinarán con Él en el reino milenario. Este es el motivo por el que las
exigencias contenidas en estos capítulos son muy elevadas. En el versículo 3, el Señor dice:
"Bienaventurados los pobres en espíritu". El espíritu al cual se refiere es el espíritu humano,
que necesita ser vaciado para que el Señor Jesús pueda entrar y llenado con el Espíritu
vivificante. El Señor puso esta exigencia en la primera bienaventuranza porque el reino de los
cielos tiene que ver con la vida de Dios, que está en el Espíritu. Para entrar en el reino de los
cielos, tenemos que estar en el espíritu y necesitamos de la vida. A veces el espíritu humano
está mezclado con las cosas del alma, por eso el Señor dijo que existía la necesidad de tener un
espíritu pobre, es decir, vacío, para recibirlo como la vida. Bienaventurados son aquellos que
tienen un espíritu constantemente vacío para ser llenado con el Espíritu vivificante. El Señor
también dijo: "Bienaventurados los que lloran, porque ellos recibirán consolación" (v. 4).
Gracias al Señor, porque si lloramos por aquellos que no aceptan el evangelio, seremos
consolados. El espíritu que está en nuestro interior nos alentará a perseverar en la predicación
del evangelio, sin importar cuantas veces seamos rechazados. Basta que amemos a las
personas al punto de no dejarlas, y siempre llorando por su situación, prosigamos en
predicarles el evangelio. A veces lloramos también por los hermanos que dejan la vida de la
iglesia, y oramos para que ellos se vuelvan al Señor en el espíritu. Aunque algunos de los que
antes estaban con nosotros han dejado este camino, debemos permanecer invocando el
nombre del Señor, llevando vida a las personas, promoviendo la unidad del Cuerpo de Cristo,
llevando a cabo el ministerio de la reconciliación. El Señor sabe todas las cosas y ciertamente
nos consolará. Por tanto, si tenemos la disposición de amar a las personas con el amor de Dios
y orar por ellas, seremos bienaventurados.
MANSOS, JUSTOS y MISERICORDIOSOS
"Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia" (Mt 5:7).
Toda la palabra del Señor es verdad y toda verdad necesita ser practicada para que no se
convierta en una simple doctrina. La vida de la iglesia es el lugar en donde practicamos Su
palabra, por eso nuestro vivir en la iglesia puede ser considerado un "entrenamiento" que nos
prepara para ser vencedores, y así en el futuro reinar con el Señor. Prosiguiendo en Mateo 5:5
leemos: "Bienaventurados los mansos, porque ellos recibirán la tierra por heredad". Para
heredar la tierra, es decir, rescatada del dominio del enemigo de Dios, necesitamos ser
mansos. Por ejemplo, al predicar el evangelio, no osamos hacer nuestra propia obra, sino que
nos sometemos a la comunión con los hermanos y con la iglesia. Cuando somos restringidos y
dirigidos por la comunión de estos hertl1anos, no insistimos en nuestro punto de vista. Así
qué, al seguir al Espíritu y mantener la comunión con los hermanos de la iglesia, alcanzaremos
nuestro objetivo, que es establecer el reino del Señor en toda la tierra que fue usurpada por
Satanás. La cuarta bienaventuranza se refiere a la actitud personal de aquellos que reinarán
con el Señor: "Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán
saciados" (v. 6). En este versículo, la justicia se refiere al actuar de acuerdo con la voluntad de
Dios, y tener hambre y sed significa buscar hacerla constantemente. Por consiguiente, tener
hambre y sed de justicia es desear constantemente hacer la voluntad de Dios en la tierra, así
como es hecha en los cielos. En cuanto a nosotros, debemos exigir justicia, pero en cuanto a
las fallas de los demás, tenemos que usar la misericordia. Sin embargo, la mayoría de las veces
exigimos actitudes justas de los demás y tenemos misericordia de nosotros mismos. Por eso la
quinta bienaventuranza se refiere a nuestra actitud: ser misericordiosos para con las personas
y justos para con nosotros mismos. Para gobernar con el Señor en el periodo del reino
milenario, necesitamos ejercer misericordia los unos para con los otros. Por ejemplo, tener
misericordia es ver que las personas muchas veces no saben lo que están haciendo, por eso
necesitan ser perdonadas. Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán
misericordia. ¡Aleluya! Por tanto, necesitamos practicar esta Palabra, siendo mansos,
anhelando siempre hacer la voluntad de Dios, siendo justos con nosotros mismos, y ejercitar la
misericordia para con los demás.
LOS DE LIMPIO CORAZÓN
"Bienaventurados los de limpio corazón, porque ellos verán a Dios" (Mt 5:8).
El Señor desea convertimos en vencedores, para eso es necesario que tengamos experiencias
de vida y la práctica de la Palabra. Así que, cuando cumplamos los requisitos de los capítulos
del 5 al 7 de Mateo, recibiremos la porción del galardón, es decir, la medida de la autoridad
que nos será dada para reinar con el Señor. Necesitamos realmente dedicamos a practicar la
palabra de Dios. Si hoy alcanzamos las exigencias del Señor, en Su segunda venida, Él nos
apartará de los reinos de este mundo, que serán subyugados, y nos hará reinar juntamente
con Él. Veamos un requisito más, relacionado con el patrón del vivir de aquellos que reinarán
con Cristo: "Bienaventurados los de limpio corazón, porque ellos verán a Dios" (Mt 5:8).
Nuestro corazón tiene que ser puro, es decir, limpio de pecados, lleno de sencillez, es decir, un
corazón consagrado al Señor. Debemos tener un corazón totalmente transparente para con
Dios. Incluso en nuestro diario vivir, con nuestra familia o en el trabajo, debemos buscar en
primer lugar el deseo y la necesidad de Dios. Por ejemplo, cuando el Señor nos encomienda
alguna responsabilidad en Su obra, o al cuidar a alguien en la vida de la iglesia, debemos dar
prioridad a las cosas concernientes a Dios, para después preocuparnos por las nuestras. Quien
procede de esa manera tiene un corazón sencillo, que atiende a los intereses de Dios, y es
bienaventurado porque puede ver a Dios, teniendo comunión con Él cara a cara. ¡Aleluya! Que
el Señor cree en nosotros un corazón puro, sin ninguna ambición o intereses ocultos, para que
seamos realmente útiles en Sus manos y tengamos una plena comunión con ÉL
PACIFICADORES Y PERSEGUIDOS POR CAUSA DE LA JUSTICIA
"Bienaventurados los que padecen persecución por causa de la justicia, porque de ellos es el
reino de los cielos" (Mt 5: 10).
Dios desea unir y armonizar a las personas. Como hijos maduros de Dios y crecidos en vida,
expresamos al Padre en nuestro vivir, conforme a lo que leemos: "Bienaventurados los
pacificadores, porque ellos serán llamados hijos de Dios" (Mt 5:9). Este es el ministerio de la
reconciliación. Dios quiere reconciliarse con los hombres, pues desea mucho que estemos con
Él para disfrutar de la presencia el uno del otro. Si Él no nos ve, siente nuestra ausencia y nos
llama, como sucedió cuando Adán pecó y se escondió de la presencia de Dios. Dios espera que
siempre estemos en Su presencia, por eso envió a Su Hijo a fin de reconciliar Consigo al
mundo, no tomándoles en cuenta a los hombres sus pecados ¡Aleluya! Además, Dios nos dio el
ministerio de la reconciliación, es decir, la carga de establecer la paz entre los hombres y Dios.
Por tanto, nuestra actitud debe ser la de reconciliar a las personas unas con otras, para que en
lo que dependa de nosotros los hombres, vivamos en paz mutuamente.
Si somos personas que fomentan las intrigas, causan discordias o, división entre los hijos de
Dios, jamás reinaremos con el Señor.
Continuemos con el versículo 10: "Bienaventurados los que padecen persecución por causa de
la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos". Todos los que hacen la voluntad de Dios,
practican la justicia de Dios y permanecen en ella, deben estar preparados para ser
perseguidos por aquellos que se oponen. La presión puede ser grande a tal punto de intentar
apartamos de la voluntad de Dios, sin embargo, si la soportamos llegaremos a ser
bienaventurados. No importa si las personas nos injurian y nos persiguen por causa del reino.
Si el Señor nos aprueba, el reino será nuestro; Él nos dará una amplia entrada en el reino de los
cielos y nos invitará a reinar juntamente con Él. Por consiguiente, si promovemos la paz y
soportamos las aflicciones por causa de la voluntad del Señor, cumpliremos los importantes
requisitos para reinar y seremos bienaventurados. ¡Aleluya!
BIENAVENTURADOS SOIS
"Gozaos y alegraos, porque vuestro galardón es grande en los cielos; porque así
persiguieron a los profetas que fueron antes de vosotros" (M t 5: 12) .
Para que seamos vencedores, necesitamos resistir firmes en favor de la voluntad del Señor,
enfrentando todo tipo de injuria, persecución y calumnia. Por eso, el Señor dice en la última
bienaventuranza: "Bienaventurados sois cuando por mi causa os vituperen y os persigan, y
digan toda clase de mal contra vosotros, mintiendo" (Mt 5:11). Esta persecución no proviene
sólo del mundo, sino que también puede venir de los hijos de Dios. La Biblia registra, en varios
pasajes, que los fieles al Señor sufrirán persecución de sus mismos hermanos. Cuando nos
enfrentamos a esta situación, no debemos responder al mal con mal; por el contrario,
necesitamos permanecer firmes, gozarnos y alegrarnos, seguros de que somos
bienaventurados,
y
nuestro
galardón
será
grande.
¡Aleluya!
Debemos enfrentar todas las situaciones negativas como una prueba. Si practicamos esto, si
somos aprobados, en el futuro obtendremos el galardón. Queremos practicar cada una de las
nueve bienaventuranzas, porque no podemos dejar que esta Palabra se convierta en una
doctrina, por el contrario, experimentemos cada una de ellas en nuestro diario vivir para estar
habilitados y así, cumplir los demás requisitos para reinar junto con el Señor, gobernando
sobre las naciones. Gracias al Señor, i somos bienaventurados! Por ser la sal de la tierra y la luz
del mundo, expresamos un vivir humano adecuado, según el patrón de aquel que reinará con
Cristo. De esta manera, aun pasando por persecuciones, nos gozaremos Y alegraremos. ¡Jesús
es el Señor!
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