¿Se ha arrepentido usted Verdaderamente?

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¿Se ha arrepentido usted
Verdaderamente?
¡E
stábamos estupefactos! Un jugador de nuestro equipo de baloncesto había agarrado el
balón, ¡pero en su entusiasmo se dirigió hacia nuestra propia canasta!
El entrenador gritó: “Vas en la dirección equivocada! ¡Detente! ¡Vuélvete! ¡Da
media vuelta!”
Todo fue en vano. El jugador no escuchó. Marcó dos puntos… ¡para el otro equipo!
De la misma manera como a este jugador se le dijo que se detuviera y se volviera en la
otra dirección, Dios, en la doctrina bíblica del arrepentimiento, les ha dicho a los seres
humanos que se detengan y que vayan en la otra dirección espiritualmente.
La doctrina fundamental
Arrepentirse significa cambiar nuestra manera de vivir para vivir a la manera de Dios. El
arrepentimiento viene cuando vemos nuestros pecados, cuando sentimos un profundo
remordimiento por haberlos cometido, cuando dejamos de pecar, cuando nos decidimos a
obedecer a Dios y, con su ayuda, le obedecemos.
La enseñanza común
La mayoría de las personas tienen ideas acerca de este tema que están sumamente
alejadas de la verdad. Algunos no ven la necesidad de arrepentirse porque les parece que no
han pecado. Otros no se arrepienten porque creen que todo lo que uno tiene que hacer es
creer o aceptar la verdad teóricamente. Otros confunden el verdadero arrepentimiento con una
tristeza temporal, con un remordimiento o con cierto sentimiento de culpa que no produce un
cambio permanente
La enseñanza bíblica
La palabra arrepentimiento significa dar media vuelta, cambiar de dirección. Para que haya
este cambio de dirección necesitamos primero ver que vamos en la dirección equivocada,
detenernos y finalmente resolver seguir el camino divino y obedecerle a Dios con la ayuda de
Él.
Sin embargo, una persona no puede ni siquiera ver que va en la dirección errónea si Dios
no le abre el entendimiento para que lo vea con claridad. La Biblia claramente afirma que no es
por nuestra propia voluntad, sino que la benignidad de Dios nos guía al arrepentimiento
(Romanos 2:4). El arrepentimiento es algo que Dios debe dar, como leemos en Hechos
11:18: “¡De manera que también a los gentiles ha dado Dios arrepentimiento para vida!”
(ver también 11 Timoteo 2:25).
Dios otorga el arrepentimiento cuando nos llama a su verdad, y no podemos ser llamados a
la verdad de Dios a no ser que Él, por su iniciativa (no por la nuestra), decida llamarnos (Juan
6:44).
Si usted, al leer esto, lo entiende y tiene la convicción de que necesita cambiar su vida,
entonces Dios lo está llamando y lo está guiando al arrepentimiento. Usted debe seguir la guía
divina.
Cuando Dios llama a una persona y empieza a dirigirla hacia el arrepentimiento, lo hace
mostrándole que ha estado viviendo en forma errónea. Esto lo hace Dios mostrándole a la
persona sus pecados. Puesto que el “pecado es infracción de la ley” ( 1Juan 3;4), Dios
muestra los pecados haciéndonos entender la ley divina, la cual define su camino de verdad.
Alguien que entiende verdaderamente la ley de Dios se da cuenta de que no ha
estado viviendo de acuerdo con ella, de que ha estado pecando y que necesita arrepentirse,
cambiar.
Por supuesto, todos tenemos que arrepentirnos porque, como lo dice el apóstol Pablo en
Romanos 5:12: “Todos pecaron”. Y Juan declara: “Si decimos que no tenemos pecado, nos
engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros” ( 1 Juan 1:8).
Esta presencia del pecado en nosotros exige arrepentimiento, porque Dios promete
perdonar nuestros pecados únicamente con la condición de que nos arrepintamos y seamos
bautizados, puesto que la paga ( el resultado) del pecado es la muerte (Romanos 6:23; ver
también Lucas 3:9).
Con todo, muchos no ven la necesidad de arrepentirse porque no ven sus pecados
(Marcos 2:16-17). Cuando vemos nuestros pecados con perfecta claridad, nos sentimos
profundamente quebrantados por haberlos cometido. De ahí que el arrepentimiento va
acompañado de emoción y de tristeza. El rey David sintió un profundo remordimiento por
su pecado con Betsabé, y su estado mental se refleja en su salmo y oaración de
arrepentimiento (Salmo 5l).
Con todo, es preciso subrayar aquí que aunque la emoción y la tristeza comúnmente
acompañan al arrepentimiento, si no van acompañadas de un verdadero cambio, ¡no se
ha producido el arrepentimiento!
El apóstol Pablo trata este asunto en forma clara y directa en 11 Corintios 7:8-11 ,
donde muestra la diferencia entre la tristeza según Dios y la tristeza según el mundo. Él
explica que la tristeza según el mundo “produce muerte” porque es únicamente la tristeza
temporal de ser sorprendido, una especie de lástima de sí mismo, un temor del castigo o un
sentimiento de vergüenza.
No obstante, la tristeza que es según Dios
“Produce
arrepentimiento para salvación” porque produce un cambio permanente en la conducta y
hace que una persona se aleje para siempre de la repetición del pecado.
De hecho, el cambio de conducta que acompaña al arrepentimiento es la mejor prueba
del arrepentimiento. Juan el Bautista se negó a bautizar a aquellos que no habían producido
“frutos” verdaderos de arrepentimiento por el cambio de su conducta (Mateo 3:7-8).
Jesús declaró enfáticamente que la creencia de dientes para fuera no es suficiente
para la salvación: “No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino
el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos” (Mateo 7:21).
El arrepentimiento no es simplemente una tristeza emocional; tampoco es penitencia. La
penitencia es un acto o una serie de actos cuyo fin es pagar uno mismo la pena del
pecado, como por ejemplo el hacer una buena obra de caridad. Aunque las buenas obras
son necesarias en la vida cristiana, éstas no perdonan los pecados pasados ni pagan la
pena de los mismos, porque nuestros pecados son perdonados por gracia y no por obras. La
penitencia de ninguna manera es igual al arrepentimiento.
La salvación requiere que dejemos nuestros antiguos caminos y empecemos a obedecer a
Dios.
¡Requiere arrepentimiento! Y este arrepentimiento es hacia Dios el Padre, que es el autor
de su ley y contra quien están dirigidos nuestros pecados (Hechos 20:21).
El verdadero arrepentimiento penetra profundamente en el corazón y en la mente de la
persona, y conlleva una sumisión incondicional por la cual sed deja el camino propio para vivir
verdaderamente según el camino de vida de Dios. Se requiere poner en Cristo por encima de
todas las demás cosas (Lucas l4:26-33). Y de ahí, en un sentido simbólico, sacrificar
nuestra propia vida (Romanos l2:1-2).
El verdadero arrepentimiento no es un acontecimiento que sucede de una vez por todas, ni
tampoco es sinónimo de perfección. Para que sea seguro, el arrepentimiento que se
requiere antes del bautismo es, de hecho, un cambio de enfoque de nuestro camino el camino
de Dios. Es un gran vuelco espiritual.
Sin embargo, aun cuando somos bautizados Dios no nos revela todos los pecados de
una vez. Los seguimos viendo a medida que Dios abre nuestro entendimiento, a medida
que crecemos en su gracia y en el conocimiento de sus caminos (11 Pedro 3:18). A medida
que Dios nos revela su ley y, por medio de la misma nuestros pecados (cuando vemos que
fallamos frente a la ley), debemos arrepentirnos a diario. Debemos ver nuestros pecados,
detenerlos, decidirnos a hacer lo recto y a seguirlo haciendo continuamente con la ayuda
de Dios. La Escritura nos amonesta a que continuemos este proceso de crecimiento
espiritual durante el resto de nuestra vida.
Nuestra obediencia a la ley de Dios viene con la ayuda de Él. Nadie puede obedecer
la ley de Dios en toda su plenitud, con su mente y con su corazón, sin la ayuda de
Dios mismo (Jeremías 10:23). Esto se debe a que nuestra mente humana es vulnerable a los
impulsos y los engaños de Satanás. Más el Espíritu de Dios, que es dado a aquellos que
han sido debidamente bautizados después de un verdadero arrepentimiento, es más
poderoso que Satanás y puede darnos la fuerza para obedecer. ¡Y de hecho lo hará!
Versículos claves
Marcos 1:14-15; Hechos 2:38: Se nos ordena arrepentirnos, lo cual significa abandonar
nuestro camino y seguir el camino de Dios. Romanos 2:4; Hechos 11:18: El
arrepentimiento debe ser dado por Dios, quien llama según su voluntad. Romanos 6:23:
La paga del pecado es la muerte. 11 Corintios 7:8-11: La tristeza que produce verdadero
arrepentimiento es muy diferente de una tristeza puramente carnal. Mateo 7:21: La
capacitación para la salvación exige obediencia a
Dios. Jeremías 10:23: No podemos obedecer a Dios sin su ayuda. 11 Pedro 3:9, 18: El
crecimiento espiritual es un proceso y no ocurre todo de una sola vez. Salmos 51: El
arrepentimiento va con frecuencia acompañado de profunda emoción.
¿Se ha arrepentido usted? Si no, entonces lo que le gritó el entrenador de baloncesto al
jugador confundido es para usted: “¡Vas en la dirección equivocada! ¡Detente! ¡Da media
vuelta!”
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