1. El mundo judío y los orígenes del cristianismo

Anuncio
Tema I
EL CRISTIANISMO ANTE EL JUDAÍSMO
Y EL PAGANISMO
Descarga del documento
Esquema
1. El mundo judío y los orígenes del cristianismo:
1.1. Situación religiosa del mundo judío
1.2. La "secta de los nazarenos"
1.3. La crisis del judeo-cristianismo
2. Difusión del cristianismo en el mundo romano:
2.1. Situación político-religiosa del mundo romano
2.2. Penetración cristiana y evangelización apostólica
3. Confrontación entre el imperio romano y el cristianismo
3.1. Difusión del cristianismo en el mundo romano
3.2. Cristianismo e imperio en los siglos II1 y III1
3.2.1. Persecuciones a las comunidades cristianas
3.2.2. Cristianismo e imperio en el pensamiento cristiano
4.- Vida cristiana y organización eclesiástica:
4.1. Organización eclesiástica
4.2. Vida espiritual cristiana
El valor de la revelación dada desde antiguo cuando ADios habló a nuestros padres@ (Heb 1, 1) constituye la misma entraña
del cristianismo. Por eso la historia de la Iglesia solamente es comprensible si se entronca con la tradición religiosa judía: "La
salvación viene de los judíos" (Jn 4, 22). Esto quiere decir que la fuente del cristianismo está en la historia del judaísmo. La
novedad radical, que se resume en el acontecimiento Jesucristo con lo que implica de inédito en relación con Dios y con los
demás, surge en esa matriz. Por eso, la cuestión de la herencia judía fue decisiva para la comunidad surgida de la fe en la
pascua de Cristo.
Junto a la herencia judía, hay que señalar también el rápido progreso de la misión entre los gentiles. Aquí el fenómeno es
bien diverso. Este mundo se encontraba bien configurado política y religiosamente, con una conciencia de superioridad
basada en la cultura helénica y en la organización política de Roma. Pronto se deja sentir el influjo de esta cultura por obra
de los neófitos provenientes del paganismo, a quienes, después de las reservas iniciales, la Iglesia se abrió con decisión y
confianza. Ahí está el punto de partida de una religión con vocación universal. Para nuestra historia se asume la continuidad
>misteriosa= entre el evangelio de Jesús y la historia del cristianismo, es decir, la historia de la Iglesia sólo es explicable a
partir de Jesucristo.
1. El mundo judío y los orígenes del cristianismo:
Uno de los aspectos más característicos del pueblo judío, forjado en trece siglos, es la fusión del sentimiento religioso y la
conciencia histórica de pueblo. Ello da lugar a algunos aspectos originales propios de esta visión de la vida: monoteísmo, el
culto y la ley y el mesianismo. Esta historia comienza con los relatos del patriarca Abrahán, los hechos del guía y liberador
Moisés y se continúan con el período glorioso de los reyes.
Sin embargo, a pesar de los profetas y de su culto, fueron deportados por un período de unos cincuenta años. El 538 a. C.
un edicto de Ciro les permite el retorno del exilio. La historia considera como judaísmo las características de este pueblo a
partir del regreso de Babilonia. Dos hechos conmovieron al judaísmo después del regreso de este exilio. El primero es la
helenización intentada por Antíoco IV Epifanes entre 175 y 164. La resistencia de los macabeos y la fidelidad a la ley de los
hassidim o "piadosos" van a quedar como la prueba de acatamiento a la voluntad de Dios. El segundo es la invasión de
Roma en el 63 a. C. La zozbra producida por estos acontecimientos encuentra en el idumeo Herodes el Grande un astuto
previsor. Como buen aliado de Roma va a ser rey efectivo de los judíos entre el 37 y el 4 a. C. A partir del 6 a. C., Augusto
concede la autoridad del país a los procuradores romanos, que tienen su sede oficial en Cesarea. La administración directa
de Roma, hace que la esperanza mesiánica todavía intensa y viva, adquiera al advenimiento del cristianismo un significado
marcadamente político.
1.1. Situación religiosa del mundo judío:
Al presentar la situación del judaísmo en este tiempo suele hacerse una distinción entre Palestina y la
diáspora. Éstos se expresaban en la lengua llamada κoιvή (común) y traducen en el siglo segundo antes de Cristo
en Alejandría los libros del Antiguo Testamento. Esta traducción es conocida como de los LXX. Del judaísmo de
Palestina se conocen varios movimientos y modos de entender la tradición de este pueblo: esenios, zelotes, fariseos,
saduceos. Para completar este mosaico hay que aludir a algunos movimientos marginales, como las sectas baptistas,
y, sobre todo, añadir el clima de expectación y de espera de un Mesías genuinamente religioso, tal como lo habían
anunciado los profetas. La convocatoria escatológica de Dios era un sentimiento muy difundido en la masa de las
gentes.
1.2. La "secta de los nazarenos":
Algunos datos sirven para dar comienzo a esta historia, pero sin ocultar los problemas de cronología absoluta (fecha del
nacimiento y comienzo de la predicación de Jesús) y de cronología relativa (número de viajes a Jerusalén y últimos
acontecimientos de su vida). Lo único que cabe señalar ahora es que entre los años 30 y 50 de nuestra era se colocan
algunos hechos importantes del naciente cristianismo. Ahí se inserta la interpretación teológica de la vida de Jesús, que se
basa en datos históricos avalados por la historia general: Josefo, Tácito, Suetonio, pero en la que se integra el hecho
decisivo de la fe en su resurrección.
Jesús, enraizado en la tradición religiosa judía, pero sin identificarse con alguno de los grupos ya mencionados, da origen a
la primera comunidad. Entorno a Él se forma un grupo que, después de la resurrección, es el origen de la Iglesia. Por eso, se
dice que la Iglesia es apostólica. Las apariciones de Galilea (Mc 14, 28 y 16, 7) significan que Jesús tenía allí muchos
discípulos, pero fue Jerusalén donde se concentraron los apóstoles, de modo que va a ser el centro del nuevo movimiento
religioso (Hech 1, 15-26). Este grupo también tenía conciencia de representar la convocatoria escatológica de Israel.
Los judíos llamaban a los seguidores de Cristo:  τv Ναζαραιv αρεσις (la herejía de los nazarenos (Hech 24, 5). Los
judíos fácilmente confundían a ese "grupo=herejía" con otros situados al margen del judaísmo oficial. El grupo de Jesús,
inicialmente aparece como secta del judaísmo, pero la aspiración universal de la Revelación y la fidelidad al mandato
misionero Ahasta los confines del mundo@, le daba a esta agrupación una dimensión universal, a la cual se mantienen
fieles. Es la primera célula madre de la Iglesia.
Se usa para denominar a este grupo el término genérico de judeo-cristianismo. Aquí se refiere a los cristianos que daban
valor permanente a la Ley mosaica, pero que tienen dificultades para definir los límites de la observancia de las
prescripciones rituales. Eran de origen palestino y se denominan hebreos. Junto a ellos aparece enseguida el grupo de los
helenistas: conversos provenientes de la diáspora. Pronto surgen problemas entre estos dos grupos, por relación a la actitud
a mantener ante las observancias judaicas o sobre la asistencia a las viudas (Hech 5, 1).
Las relaciones de esta nueva comunidad con el mundo judío no parecen contrapuestas, al menos inicialmente. Este
cristianismo no se desliga del judaísmo, de modo que los apóstoles van al templo, pero la novedad de su aspiración
universal va a tener su propia evolución. Pronto se destaca Esteban, que osaba decir que con Jesús había sido abolida la
antigua alianza. Ello dio lugar a su martirio entre los años 36 ó 37. A esta tensión se suma otro incidente con el judaísmo
hacia los años 42/43. Herodes Agripa, para congraciarse con los judíos, mandó encarcelar a Pedro y Santiago. Pedro se
salvó, pero Santiago fue ejecutado (Hech 12, 17).
El período que va desde el 40 hasta el 70 está marcado por dos hechos importantes. De una parte, la exasperación del
nacionalismo judío y sus frecuentes rebeliones contra Roma. De otra, la difusión del cristianismo en medios paganos va
tomando cada vez más consistencia. La predicación llega a Antioquía, lugar donde muy pronto reciben el nombre de
cristianos (Hech 11, 26). Hay aquí un tercer grupo del primitivo cristianismo, que son los fieles provenientes de la gentilidad.
La cuestión de la herencia del judaísmo requería un discernimiento, pues algunas leyes mosaicas contenidas en los libros
sagrados no podían imponerse a todos los miembros.
La dirección de la Iglesia de Jerusalén, después de la muerte de Santiago el Mayor, pasa a Santiago "el hermano del Señor"
(Gal 1, 19). La identificación de este importante personaje es discutida. Hegesipo lo presenta como un judío convertido, que
conserva un fuerte ascetismo tradicional. Fuentes judeo-cristianas lo presentan como el personaje más destacado y centro
de todos los apóstoles. Su importancia induce a pensar que el grupo más importante de la comunidad de Jerusalén era
adicto a su patria y atraía las simpatías de los fariseos por su celo de la ley.
Es el protagonista de las reivindicaciones judías frente a los nuevos planteamientos de los helenistas en la misión. El año
49/50 está marcado por dos hechos muy conocidos, que se sitúan en este ambiente: concilio de Jerusalén e incidente de
Antioquía (Hech 15, 1-29; Gal 2, 11-21). Son la prueba de las tensiones entre los partidarios de abrir la misión a los gentiles
y los que querían mantener el peso de la tradición y de algunas costumbres judías. Santiago permanece al frente de la
comunidad hasta el 62, cuando es lapidado por los judíos en ausencia de la autoridad romana. Eusebio dice que Jerusalén
tuvo quince obispos hasta el asedio de Adriano (117-132). Todos eran de la circuncisión, es decir, hebreos (Ep de Judas).
1.3. La crisis del judeo-cristianismo:
Las causas históricas de la desaparición de esta Iglesia madre son complejas, pero se pueden fijar así: inicial discrepancia
con la rama cristiano-helenística; progresivo enfrentamiento con sus connacionales a causa del escaso fervor nacionalista en
la lucha contra los romanos; definitivo alejamiento de los cristianos de cultura helenística, que los acaban considerando una
rama aislada, e incluso herética, del cristianismo.
En el período que va desde la muerte de Santiago, en el 62, hasta el 135 se acentúan algunas situaciones críticas. El
nacionalismo judío se hace más luchador y su presión afecta también a los judeo-cristianos. Al mismo tiempo la nueva fe en
Jesús gana terreno en los ambientes de la cultura helenista y del mundo romano. En el 64 Gessius Florus es procurador de
Judea. Su administración tiránica hace explotar la revolución, ya incubada hacía tiempo. Esto provoca la guerra de los
romanos contra los judíos entre el 66 y el 67. En la primavera del 70 Jerusalén es sitiada y en septiembre Tito la conquista,
destruyendo el Templo. La comunidad judeocristiana emigra a Pella en Transjordania.
A partir de este momento la comunidad cristiana de Jerusalén también serán hostigada por sus connacionales judíos. La
literatura rabínica se hace más violenta contra los judeocristianos: son considerados herejes en el 90 y en el 92 los rabinos
redactan en Jamnia un propio canon bíblico, avalado por el rechazo del naciente cristianismo. La segunda sublevación judía,
entre 132 y 135, contra los romanos arruina definitivamente al nacionalismo judío, que pierde definitivamente su hogar
nacional.
Con el tiempo esta primera comunidad será acusada de herejía ebionita, al no reconocer la plena divinidad de Cristo, y se
fragmenta en otros movimientos sectarios. Justino da su juicio sobre esta comunidad: "Aquellos, en cambio, Trifón, de
vuestra raza que dicen creer en Cristo, pero que pretenden obligar a todo trance a los que han creído en El de todas las
naciones a vivir conforme a la ley de Moisés, o que no se deciden a convivir con éstos; a éstos, digo, tampoco yo los acepto
como cristianos" (Diálogo con Trifón XLVII, 3).
2. Difusión del cristianismo en el mundo romano:
Eusebio en su Historia de la Iglesia III, 1, 1, después de describir la caída de Jerusalén, refiere que la oκoυμέvη, es decir,
la tierra habitada por los romanos, fue repartida entre los apóstoles en zonas de influencia. Cada apóstol fundó iglesias en
las regiones que le tocaron en suerte. Esta piadosa leyenda de la dispersión de los apóstoles recoge el carácter peregrino y
misionero de la primitiva comunidad. Esta aspiración universal hace que la Iglesia se abra al mundo y rompa con los
estrechos límites de la sinagoga. De hecho la difusión del cristianismo en el mundo antiguo se extiende fundamentalmente
en los territorios ocupados por el imperio romano, aunque haya algunas comunidades fuera de este ámbito. Sin embargo, a
estos hechos no hay que atribuirles especiales causas providenciales.
2.1. Situación político-religiosa del mundo romano:
Roma, que había extendido su dominio por el mar Mediterráneo (medium terrae o mare nostrum), tenía ocho siglos de
historia, cuando nace Jesús. Este espacio sometido a los romanos por voluntad de los dioses se denomina oκoυμέvη (orbis
terrarum), es decir, no hay más mundo que el que habitan los romanos. Así, pues, Roma era caput mundi (cabeza del
mundo). Roma encarnaba la idea inmutable de un imperio eterno, cuyo influjo fue notable en la antigüedad y en el
medievo. En el año 27 a. C. el Senado otorga el poder absoluto Octavio con el nombre de Augusto. Así se convierte en
fundador de un imperio por su moderación y su conciencia de la pax romana. El imperio romano es la realidad política más
importante de la edad antigua.
11) La "religio licita" u oficial:
La religión había sido un factor importante en la gestación de Roma. En efecto, había un cónsul encargado de las
celebraciones religiosas, pero con el paso de la república al imperio, la religión se convierte más abiertamente en un factor
político. La lenta decadencia del politeísmo griego y de la antigua religión romana exigen la introducción del culto al
emperador. Entonces este culto se convierte en religio licita, es decir, religión oficial.
La religión, cuya práctica garantizaba la grandeza y la fuerza del imperio, atribuye el título y los deberes del pontifex
maximus (sumo pontífice) a Augusto. Los calificativos de señor, salvador, protector, que se le daban al mperador,
expresaban el agradecimiento de la plebe a su benevolencia. De este modo el culto al emperador se ponía al servicio de la
reorganización política y hacía del mismo la base de la religión oficial. El respeto a las leyes imperiales es un factor de
bienestar público (salus publica) para la sociedad. Por eso, no obedecer estas normas significa cometer un crimen de ofensa
a la majestad imperial, lo cual implicaba la pena de muerte. Los excesos e intemperancias de algunos emperadores, por su
desmesurada manía de grandezas, hizo que este culto fuera controlado por el Senado y que no fuera muy popular.
21) Los cultos mistéricos u orientales:
Juntamente con el cristianismo se difunden en el mundo romano los llamados "cultos orientales" o "religiones mistéricas".
Este nombre genérico deriva del origen oriental de las mismas o de su condición de religiones de iniciación, es decir, que
captaban y formaban en un largo proceso a los candidatos. Frente a la decadencia de los cultos tradicionales, en parte por
obra del racionalismo filosófico y en parte por el sincretismo consecuencia de la situación política, se difunden en aquel
mundo este tipo de religiones. Alcanzan gran difusión y se extienden por todo el imperio a la par que el cristianismo.
Tienen orígenes diversos: Isis y Osiris son egipcios; Demeter (Cibeles) es asiática; iraniano es el culto de Mitra y el orfismo
en honor de Orfeo es griego. Se trata de grupos religiosos que ofrecían una salvación. Se caracterizan por la creencia en la
ultratumba, la metempsicosis y un peculiar régimen de vida, al que debían someterse los que se iniciaban en ellas. El éxito
de estas religiones mistéricas estriba en el pretendido poder de dar al iniciado una respuesta satisfactoria a la pregunta
existencial por el propio destino, librándose así de todo inicuo fatalismo.
31) La religiosidad popular:
Hay que aludir, para describir este ambiente, a toda esa gama de manifestaciones religiosas como la superstición, la magia,
la astrología, los oráculos y los aurispicios (adivinaciones especiales), que seguían teniendo gran importancia. De ese modo
se podían explayar los instintos humanos así como el temor ante lo desconocido o el gusto por lo sensacional y el espanto
ante lo horroroso. Los apologistas cristianos se encargarán de desacreditar todas estas manifestaciones politeístas. Sin
extenderse ahora más en estos temas al hacer un balance del encuentro entre cristianismo y paganismo no debe hacerse
solamente en beneficio de uno de ellos.
2.2. Penetración cristiana y evangelización apostólica:
Como refiere Mateo 24, 14 el evangelio debía ser predicado en toda la tierra habitada, expresión de un ideal universal.
Centro político de este espacio era Roma, que los cristianos, en razón de su antipaganismo, primero califican de Babilonia (I
Ped 5, 13), pero que, al hacerse cristiana, unen sus voces a la alabanza generalizada. El encuentro del cristianismo con el
mundo romano fue el de dos fuerzas dispares. El mundo romano tenía una organización fuerte y una cultura estructurada.
En cambio, la debilidad del cristianismo era evidente. En la difusión primera no hay que abandonarse a visiones
providenciales, aunque no haya que descartarlas. Aunque el cristianismo se presenta como una fuerza unificadora distinta
de la filosofía helenista o de la idea imperial de Roma, sin embargo encontró en aquel mundo factores que favorecieron su
difusión. A esta disposición los cristianos la denominan como preparación evangélica o disposiciones positivas hacia el
evangelio de los hombres y de las culturas.
La referencia a la persona del fundador, es decir Jesucristo, es siempre un dato fundamental para la difusión del
cristianismo. Sin embargo, también se pueden mencionar algunos factores históricos, a modo de la preparación evangélica.
Así, en primer lugar, la κoιvή cultural o cultura común, que era un hecho desde Alejandro Magno. Este vehículo favorece al
cristianismo, que tenía vocación universal. Además, la movilidad y las comunicaciones hacían posibles los viajes por esa red
viaria. Por eso, la primera predicación cristiana sigue el curso de las grandes comunicaciones y es fundamentalmente
urbana. En tercer lugar, la tolerancia religiosa, que permitía un cierto sincretismo entre las instituciones políticas romanas y
las propias religiones. Este sincretismo plantea al cristianismo la cuestión de sus señas de identidad. Al lado de este
ambiente hay que señalar, todavía, la tendencia al asociacionismo. En ese momento funcionaban los "collegia", que
permitían reuniones de diversas categorías de personas. Por fin, el judaísmo de la diáspora, que fue otro vehículo
importante de la misión cristiana.
Sobre la evangelización apostólica hay subrayar la presencia de Juan en Asia Menor, donde arraiga un cristianismo que
limita a lo imprescindible su renuncia al judaísmo. Por otra parte hay que mencionar la obra fundamental de Pablo. Bernabé,
ya versado en la difusión del cristianismo entre los gentiles, entra en contacto con Pablo, convertido y retirado a su patria
Cilicia. Por fin, la estancia de Pedro en Roma. En el discurso de Pentecostés (Hech 2, 10) se cita a "forasteros romanos".
Aunque existan lagunas sobre la llegada del cristianismo a Roma, sin embargo pronto hay allí una comunidad, que
conservará como título de honor la estancia de Pedro y su martirio. Los argumentos en favor de este hecho son suficientes y
positivos.
3. Confrontación entre el imperio romano y el
cristianismo
Las comunidades cristianas se le presentaban a un observador externo como un conglomerado de grupos religiosos
presentes en algunas ciudades. El número de adeptos no significaba una preocupación especial para Roma, pero el creciente
desarrollo de la Iglesia hace que despierte interés por parte del paganismo. Se asiste en el curso del siglo II a un proceso de
propaganda contra los cristianos, aunque el imperio no tenga una clara línea política sobre la conducta a seguir.
3.1. Difusión del cristianismo en el mundo romano:
Los apologistas del siglo II magnifican los datos sobre el número de cristianos. Pero lo que para ellos era simple previsión,
sin embargo estaba llamado a convertirse en realidad. Las noticias de los paganos también son polémicas. Aquí se hace un
análisis pormenorizado de la geografía cristiana de la difusión del cristianismo en los siglos II y III..
1) ANTIOQUÍA: Los primeros discípulos son judeo-cristianos y helenistas y fue allí donde se llamaron por primera vez
cristianos (Hech 11, 26). La comunidad se define mejor con la afirmación de la tesis paulina y con la superación del
incidente con Pedro (Gal 2, 1-14), es decir abierta a los gentiles o paganos no judíos. De su impulso misionero habla la
Didachè o Enseñanza de los apóstoles, escrito a caballo entre el siglo I y II, que es una especie de manual de evangelización
originario de esta iglesia.
Testimonio de una iglesia organizada es Ignacio de Antioquía (+ 112), mártir y autor de siete cartas, que acentúa el
carácter realista de los misterios cristianos. A finales del siglo II el obispo Teófilo incrementa el número de fieles y continúa
su actividad misionera hacia Siria oriental, llegando hasta Mesopotamia. También Armenia romana es evangelizada desde
Antioquía en el siglo III por Gregorio el Iluminador. Antioquía va a ser también sede metropolitana de la Capadocia, donde
el cristianismo en el siglo IV tiene ilustres representantes. En el siglo III florece su escuela teológica, en la que enseña
Luciano (+ 312) con quien estudió Arrio. La liturgia, desde tiempos apostólicos, se celebraba en griego. Tanto por su
importancia cultural como por su origen apostólico se va a convertir en una iglesia con rango superior, que se denominan
patriarcados.
2) ALEJANDRÍA: Fue pronto uno de los primeros objetivos de la misión cristiana. La tradición (EUSEBIO, Historia
eclesiástica II, 15, 1) hace remontar la predicación al evangelista Marcos, pero no se puede controlar la noticia. El desarrollo
de esta comunidad cristiana está envuelto en la oscuridad hasta mediado el siglo II. Para algunos la causa de este silencio
significaría que los orígenes de esta iglesia fueron gnósticos, es decir, heterodoxos. En todo caso la documentación sobre la
jerarquía es abundante a partir del obispo Demetrio (188-231).
Pero Alejandría va a destacar por su importante escuela catequística y teológica. Para comprender los orígenes de esta
escuela hay que reconocer que durante el siglo II era mayoritario el dominio del gnosticismo. En este ambiente se daba un
contraste entre cristianismo ortodoxo, que tendía a identificarse con gente poco preparada, y heterodoxo, que se
identificaba con gente culta. La superación de este dilema, es decir, presentar un cristianismo ortodoxo y culto, es la tarea
de esta escuela, que encuentra en Orígenes (+ 254) a su astro y que había sido precedido por Panteno y Clemente. Dada la
estrecha relación de la escuela con el episcopado, de la que varios obispos fueron miembros, la enseñanza se hizo oficial y
penetró en Egipto.
La organización eclesial contó muy pronto con la celebración de sínodos. Hacia el 231/232, el obispo Demetrio, reunió un
concilio para juzgar a Orígenes. Hacia el 305 Atanasio menciona otro concilio, en el que se condenó a Melecio de Licópolis,
que había dado origen a un cisma. El tema del arrianismo se convierte en causa pública a partir del sínodo del 322. El influjo
alejandrino se extiende por Arabia, Pentápolis y Etiopía. El obispo de Alejandría fue siempre reconocido como jefe
indiscutido de la Iglesia egipcia, es decir, es otro patriarcado.
3) ASIA MENOR: Los escritos apostólicos citan muchas ciudades de Asia Menor. En esta región estuvieron Pedro, Pablo y
Juan. La invasión de Palestina en tiempos de Vespasiano y Tito hizo que muchos fieles de Palestina emigraran a esta región.
A principios del siglo II Plinio el Joven dice de Bitinia que el cristianismo no solamente inundaba los campos, sino que creaba
el vacío en torno a los templos. Esto se comprueba con la situación en la que se encuentran las autoridades romanas, que
se lamentan de que apenas si pueden aplicar los edictos persecutorios.
La iglesia asiática conserva gran amor por la tradición, que entronca con el mismo judaísmo. Ejemplos de este empeño son
Papías (+154), Policarpo (+156), Melitón de Sardes (+ 189), que entró en diálogo con los funcionarios imperiales e Ireneo
(+202). Hacia el 190 los obispos de esta zona escriben al Papa Víctor a propósito de la fecha de Pascua.
La viveza religiosa de la zona hizo surgir pronto allí algunos peligros para el cristianismo: el gnosticismo, el marcionismo y el
montanismo. Los obispos de Asia Menor unificaron criterios con los sínodos de Iconio y Synnada (234) en los días de la
controversia sobre el bautismo de los herejes. Ancira, metrópoli de Galacia, es escenario en el 314 de un gran sínodo. Hacia
el 300 el cristianismo de Oriente tenía una buena organización. En esta zona había diversas metrópolis como Éfeso, Mira,
Ponto, Cesarea de Capadocia, Ancira y Nicomedia, pero serán desplazadas por Constantinopla, que se convierte en nueva
sede imperial en 330. Así tendrá también el rango de patriarcado.
4) ÁFRICA-CARTAGO: Los romanos llamaron África al territorio arrebatado a Cartago desde las guerras púnicas. Los
orígenes cristianos tienen dos tesis contrapuestas: para unos llegó de Oriente, a través de Egipto y Libia, mientras que para
otros llegó de Roma. Las primeras informaciones seguras son de finales del siglo II. Del 180 son las actas de los mártires de
Scilli escritos en latín, así como las actas de la Passio Felicitatis et Perpetuae (203). Este carácter martirial, propio de la
iglesia africana, desembocará a veces en el rigorismo en cuestiones de disciplina eclesiástica. De este tiempo es la versión
latina de las cartas de Pablo y la versión de la Biblia: Vetus latina o Ítala. Cipriano en el 250 usa ya una versión oficial de la
Biblia en latín.
El primer escritor conocido es Tertuliano (+225). La sedes más importantes son Cartago, capital de África, y Lambesi en
Numidia. Los concilios son una institución tradicional de África, en la que se tratan los importantes problemas del rebautismo
de los herejes y cismáticos y la cuestión de los apóstatas (lapsi). El gran organizador de esta iglesia es Cipriano (+ 258). El
problema grave de esta zona va a ser el donatismo, cisma provocado como consecuencia de la persecución de Diocleciano
del 303. Aunque no adquiere rango de patriarcado, sin embargo hay que reconocer que era una iglesia independiente o
autónoma.
5) ROMA: Pablo se había dirigido a esa comunidad como a "todos los amados de Dios, llamados santos, que estáis en
Roma" (Rom 1,7). La intervención de Clemente o la expresión de alabanza de Ignacio, "la que preside la caridad", indican la
conciencia en el cristianismo extrarromano de una estima por esa comunidad en cuanto tal, que la sitúa en la línea de una
cierta preeminencia. Es una comunidad floreciente desde antiguo y con numerosos mártires.
Sus orígenes son desconocidos, pero a partir del año 50 ya se tienen noticias de la presencia de cristianos en la capital
imperial. La iglesia romana tiene una fuerte expansión como iglesia particular en el siglo II. Tanto ortodoxos como
fundadores de movimientos sectarios se dan cita allí: Policarpo, Justino, Hegesipo, Ireneo, Taciano, Valentín, Cedrón,
Marción, Teódoto. Unos para que se reconozcan sus doctrinas especiales y otros para conocer aquí la doctrina no falseada u
ortodoxa. Hermas (hacia 150), que escribe en griego, presenta una vida eclesial activa y problemática por la administración
de los bienes que poseía. Con el papa Víctor (189-199), que interviene en la controversias pascual con Polícrates y que
excomulga al monarquiano (ponen en duda la divinidad de Cristo) Teódoto, comienza a pasar a primer plano en esta iglesia
el elemento latino.
Las controversias teológicas, características de Roma, eran sostenidas por lo general por griegos. Hipólito (+ 235), el
primer teólogo de talla que vive en Roma, es oriundo de oriente y publica sus trabajos en griego. Cuando a comienzos del
siglo III Calixto (217-222) declara que la Iglesia tiene por válidos los matrimonios entre esclavos y matronas, cabe deducir
de ello que el cristianismo penetra en las clases superiores. La cita de Cipriano, según la cual Decio se inquietaba menos por
que surgiera un rival en el imperio que por saber quién había sido elegido nuevo obispo de Roma, habla en favor del
prestigio del mismo. De Roma parte la misión hacia Occidente. También tiene desde antiguo el rango de patriarcado, como
las otras iglesias citadas.
3.2. Cristianismo e imperio en los siglos II1 y III1:
Las relaciones entre cristianismo e imperio en este tiempo pasan por un período de ajuste más que por un
enfrentamiento radical. Sin embargo, los cristianos, que tuvieron que someterse a la prueba del rechazo de aquella
sociedad, respondieron a estas situaciones dolorosas no solamente con la crítica apocalíptica, sino también con
franqueza ante el emperador. Melitón de Sardes (+180) no dudó en poner en relación el bienestar del estado con el
surgir del cristianismo. En la historiografía eclesiástica tradicional este momento adquiere los rasgos de un período
épico, conocido como "la era de los mártires". En los tres primeros siglos hay una serie de víctimas cristianas, de los
que la Iglesia ha guardado una memoria indeleble, porque no aborrecieron su fe en la persecución y así corroboraron
con su vida la verdad del cristianismo.
3.2.1. Persecuciones a las comunidades cristianas
11) Bases legales de las persecuciones:
Los historiadores han discutido sobre las bases de este enfrentamiento. Sin duda el tema tiene su importancia, pero estos
planteamientos responden a una visión superada de la historia. Hoy día el tema de las persecuciones pasa a segundo plano,
aunque no se niegue su realidad. Se prefiere ver las persecuciones como algo episódico y el interés se centra en el grado de
aceptación del imperio y de sus valores humanos por parte del cristianismo.
La valoración de las pocas fuentes disponibles busca la solución o en una ley especial, a la que aludiría el testimonio de
Tertuliano sobre el institutum neronianum, como si desde Nerón (54-68) existiera una ley que permitía perseguir a los
cristianos, o en la aplicación de normas generales del derecho penal, como las relativas al sacrilegio o a la lesa majestad. La
diferencia de los procesos en la fase inicial se explica mediante el poder coercitivo de la autoridad para restablecer el orden
(coertio). Para una presentación histórica es mejor atenerse a los casos constatados más que a una descripción general.
21) Desarrollo de las persecuciones:
Algunos paganos acusaban a los cristianos de no ser lo suficientemente patriotas en su defensa de Roma. La acusación es
clarividente, porque ese patriotismo implicaba el culto al emperador, lo cual para un cristiano era idolatría, que es el pecado
contra el primer mandamiento. Las persecuciones hay que encuadrarlas en el contexto político-religioso romano, pero hay
que tener presente que el cristianismo no es algo uniforme, de modo que muchas veces las medidas podían ir dirigidas
contra grupos más extremistas o rigoristas. Además, no hay que olvidar que semejantes medias podían ser tomadas por
otras causas.
Las primeras medidas las toma Nerón el 64. Así lo escriben Suetonio y Tácito. Aluden al odium generis humani o
misanthropia (desprecio del genero humano) se usaba como acusación contra los judíos. También califican a la religión
cristiana como perniciosa superstición. Los cristianos pronto serán acusados por el pueblo de costumbres reprobables, pero
los procesos de Nerón y Domiciano no parecen dirigidos a herir la fe cristiana en cuanto tal.
Plinio el Joven hace una consulta, siendo emperador Trajano (98-117), sobre las medidas a tomar contra los cristianos. Esto
indica que no existía todavía una legislación clara sobre el caso. Trajano responde que se siga la ley en toda regla: castigo
máximo a quien no respete la religión romana. Ser cristiano es de suyo punible, pero no deben buscarse víctimas ni aceptar
denuncias anónimas. En la misma dirección actúan los emperadores del siglo II, que fueron grandes burócratas y filósofos,
incluso practicantes de religiones orientales.
Los mismos cristianos entendieron esta política como algo positivo. Se puede afirmar que durante el siglo segundo no existe
una ley que regule jurídicamente la actitud del estado frente a los cristianos. Sin embargo, la actitud hostil del medio
pagano crea una especie de aforismo jurídico, que permite a las autoridades intervenir contra los cristianos. Las
persecuciones que surgen tienen carácter local y son esporádicas. Mártires famosos de este tiempo son Ignacio de Antioquía
(+110) y Policarpo (+ 155).
Cómodo, el último de los antoninos, fue asesinado el 193. Se instaura entonces en el imperio un período de grave anarquía.
El absolutismo militar se encuentra con la situación agravada por las presiones de los bárbaros. Todo ello confiere al siglo III
un clima de extrema agitación. Por otra parte, en este período, en algunas iglesias se discutía sobre los oficios aceptables o
no por parte de los cristianos. Quiere decir que no se sentían integrados en el imperio romano.
Entonces toma las riendas el africano Septimio Severo (193-211), que no albergaba contra los cristianos la antipatía
intelectual de un Marco Aurelio. Pero el 202 publica un edicto en el que prohíbe la actividad misionera. Las persecuciones
alcanzan ahora a los catecúmenos y la escuela de Alejandría perdió algunos maestros. De esta época es la joya del
martirologio: Passio ss. Perpetuae et Felicitatis. Sin embargo, el período posterior presenta abundantes signos de tolerancia.
Su sucesor Caracalla (211-217) es alabado por Agustín (De civitate Dei V, 17). Las relaciones de la corte con los cristianos
se intensifican bajo Alejandro Severo (222-235), cuya madre Julia Mammea oye a Orígenes, a quien convoca a la corte, e
Hipólito le dedica un libro sobre la resurrección.
La dinastía de los Severos se acaba el 235, cuando el joven emperador y su madre, son asesinados y sube al trono
Maximino el Tracio. La segunda mitad de este siglo la cuestión cristiana da lugar a nuevos brotes sanguinarios. El deseo de
devolver al imperio romano el esplendor de Augusto y la urgencia de defenderse de los bárbaros, junto con la necesidad de
confiscar bienes para fortalecer el imperio, serán los motivos más sobresalientes de este último y más encarnizado
enfrentamiento. Aunque la política de las autoridades no es uniforme, precisamente por los cambios bruscos que suponían
los emperadores militares, sin embargo la posibilidad de una reconciliación era todavía utópica. Decio (249-250) invita a
todos súbditos a una supplicatio generalis (oración general por el imperio), cuya ejecución debía ser controlada mediante la
concesión de un certificado (libellus). Por los lamentos de Dionisio y de Cipriano se puede pensar que fueron más los
cristianos que siguieron las órdenes que los que se resistieron, los cual da lugar al espinoso problema de la readmisión en la
comunidad cristiana de los lapsi (traidores de la fe en tiempo de persecución).
La ola de intolerancia tiene otros brotes posteriores, pero los cristianos estaban ya mejor preparados. La práctica de los
asesinatos de emperadores terminó por llevar a la cúspide del imperio al militar Diocleciano (285-305), imbuido de las ideas
tradicionales sobre el ideal monárquico y el absolutismo político. De una forma teatral y feroz publica cuatro edictos de
persecución entre 302 y 303. La persecución resulta mas bien aparatosa y desigualmente difundida. Los cristianos estaban
ya presentes en muchos estamentos y su número era tan abundante que en muchas regiones no se pueden ni aplicar estas
medidas. Como consecuencia de estas persecuciones arraiga en África a partir del 303-304 el cisma del donatismo y en la
iglesia de Alejandría tiene lugar el cisma meleciano. Ambos mantienen una actitud eclesial enfrentada a la legítima
jerarquía.
3.2.2. Cristianismo e imperio en el pensamiento cristiano:
El reino de Dios, tema central de la predicación de Jesús, sigue presente en las primeras generaciones de cristianos, pero
cada vez se propone más como una realidad futura y al mismo tiempo el interés teológico se va centrando en la situación
presente de la Iglesia. La Iglesia de finales del siglo II consideró el montanismo como una herejía, por sus connotaciones
anti jerárquicas. En todo caso lo cierto es que a la espera del reino de Dios sucedió un interés creciente por el imperio en
cuanto ambiente de la vida de la Iglesia.
abía entonces una admiración generalizada por el nuevo régimen monárquico romano, que había dado lugar a la "pax
augusta". La expresión de Homero "El gobierno de muchos no es bueno, dejad que haya un solo señor, un solo rey", tenía
un crédito generalizado. El filósofo Celso y el cristiano Orígenes citan este pasaje (Contra Celso 8, 68). Por eso, no debe
sorprender que los autores cristianos participen de este clima positivo hacia el imperio romano.
El planteamiento de las relaciones entre el reino de Dios y el reino del César va a seguir las líneas marcadas Pablo y el
Apocalipsis. La línea paulina tiene en el libro de los Hechos una orientación positiva sobre este tema. En su carta a los
Romanos 13, 1-2, Pablo escribe bajo Nerón sobre el sometimiento a los "poderes constituidos" y en 1 Timoteo 2, 1 alude a
las oraciones que hay que hacer por los gobernantes. Estos textos se pueden espiritualizar, como hacían los gnósticos, pero
sirvieron a los cristianos para expresar sus juicios positivos sobre la colaboración con los otros ciudadanos y la integración en
el sistema político romano.
Junto a esta orientación existe, en el cristianismo primitivo, otra línea de resistencia a Roma, que se puede denominar
apocalíptica. El libro del Apocalipsis, compuesto a finales del siglo I, es hostil a todo lo que Roma ha hecho. El autor parece
alarmado por la amenaza de la adoración obligatoria del emperador (13, 8.15) y por los altos precios practicados en
aquellas provincias (6, 6). El libro termina con una terrorífica profecía sobre la destrucción de Babilonia (Roma). A principios
del siglo III hay dos autores, por lo demás sectarios dentro de la Iglesia, que no son tan entusiastas de Roma. Se trata del
romano Hipólito (+ 235) y del africano Tertuliano (+ 226), que radicaliza su teología en dependencia de las profecías
montanistas sobre la historia: "nada más ajeno a nosotros que el estado" (Apologético 38). Para él como para el Apocalipsis,
Roma constituye un aparato de poder del orgullo humano, un enemigo de los santos de Dios.
La posición de la Iglesia respecto al orden político no fue nunca unitaria, pero en la acogida de estos textos prevalece la línea
paulina frente a la apocalíptica. Los cristianos no se presentaron como reformadores en profundidad del antiguo orden
social y político, sino que se adaptan en la medida de lo posible. Clemente Romano (+97) tiene un juicio semejante a Pablo
sobre las estructuras políticas existentes. Los escritores del siglo II participan de las ideas generalizadas entre los romanos
sobre el reconocimiento del imperio, aunque algunos pasen sin rigor de la teología a la política. Sobre el tema es importante
la actitud de Melitón de Sardes (+190). Algunos piensan que trató el tema con Celso en tiempos de Marco Aurelio. El texto
de su carta lo recoge Eusebio (Historia eclesiástica IV, 26, 7-8). Iglesia e imperio nacieron y han crecido juntos: son
gemelos que deben convivir pacíficamente.
La línea paulina está representada por Orígenes (+254), que se ocupó de la naturaleza del Estado romano. El pagano Celso
había recriminado a los cristianos su desinterés por las cosas del imperio y los había acusado de no estar comprometidos
con su suerte. Orígenes resuelve la contraposición fundamental entre imperio e iglesia estableciendo una relación necesaria
entre ambos para la salvación, aunque distinguiendo el cometido específico de cada uno. Por eso, el lealismo de Orígenes no
era sin condiciones, sino que mantiene en pie la prohibición de cargos públicos y del servicio militar para los cristianos.
Cipriano (+ 258), Dionisio de Alejandría (+265), Gregorio Taumaturgo (+ 270) adoptan una actitud pragmática, es decir
solucionar los casos concretos, sobre la cuestión.
4. Vida cristiana y organización eclesiástica:
El cristianismo en su configuración exterior se presenta como un movimiento oriental, urbano e interclasista. El clima
espiritual de las primitivas comunidades era fuertemente parusíaco, pues estaban convencidas de la inminencia de la llegada
del Señor. Esta intensidad de vida hace explicable la pronta aparición de un sistema de admisión así como una disciplina
rigurosa para los casos de laxismo o traición, es decir, ante el pecado en general.
Desde el punto de vista externo su configuración aparece como una serie de comunidades implantadas en diversas ciudades
sin aparente conexión entre ellas. Pero tenían internamente muchos puntos de identidad. Las referencias más importantes
de estas comunidades, normativas de la fe del kerigma (anuncio evangélico), son: las Sagradas Escrituras; las fórmulas de
fe y, por fin, los ministerios ordenados, para los que se reivindica el origen apostólico. Aunque a principios del siglo II la
trilogía obispo, presbítero y diácono era común, sin embargo no debe formarse una imagen cerrada como punto de partida.
4.1. Organización eclesiástica:
La visión teológica y transcendental de la Iglesia tiende a ir concretándose ahora bajo el influjo del juridismo romano. La
tensión entre una concepción monárquica y otra más colegial se concreta con el afianzamiento del episcopado sacramental.
La tensión entre la iglesia local, sostenida por Cipriano en África, y la universal, mantenida por Esteban (254-257) en Roma,
da lugar a la intervención de Roma en algunos asuntos. La afirmación de la comunidad en su originalidad frente al imperio y
a las diversas sectas, da lugar a una serie de polémicas doctrinales sobre Dios y Cristo, pero también a disputas
sacramentales sobre la Iglesia.
Para evitar que la pluralidad produjera divisiones mayores, desde el siglo II, los obispos se reúnen para discutir juntos la
forma de resolver estos problemas en concilios o σύvoδoς (reunión, asamblea). Sobre el origen de estas organizaciones
supracomunitarias hay dos teorías: la matriz común apostólica de algunas iglesias y las necesidades comunes de las
diversas regiones. En todo caso es una forma de organización, que se impone y mantiene en la historia.
En el siglo III se intensifica la organización ministerial de la Iglesia, de modo que se mantiene ya la trilogía clásica de los
ministerios: obispo, presbítero y diácono, si bien en Roma se conocen más cargos. En el siglo III aparecen también las
irregularidades de los ministerios, que impiden el acceso a los mismos: lapsi (traidores), baptismum clinicorum (bautismo de
emergencia en peligro de muerte), mutilaciones. Existen también instituciones como la de las "viudas" o el "orden de la
vírgenes".
El culto conoce en el siglo III un auge particular. Los ritos del bautismo y de la eucaristía siguen siendo fundamentales. En
este período se institucionaliza muy pronto el catecumenado como larga etapa para ingresar en la Iglesia. La imagen, que
puede servir para comprender aquella situación, es la que Tertuliano expresa con estas palabras: "Los cristianos se hacen,
no nacen". Por eso, todos los actos posteriores del cristiano están marcados por el bautismo, de modo que incluso cuando se
habla del perdón se entiende como "un segundo bautismo". La posibilidad de readmisión a la comunidad después de un
pecado notorio era muy reducida y bajo condiciones muy penosas. Las tensiones entre rigoristas y eclesiales hace
comprender que, frente a una comunidad culta y rigorista, se opta por otra más popular y universal, en la que se podía
experimentar la alegría del perdón.
La fiesta anual más importante era la Pascua. A este respecto es conocida la polémica entre las iglesias de Asia Menor y de
Roma sobre la fecha de la Pascua. Los asiáticos celebraban la pascua el 14 de Nisán, por lo que recibieron el calificativo de
"cuatordecimanos". Los romanos la celebraban en domingo. Los contrastes se advierten ya a principios del siglo II, pero un
intento de solución se produce el 154 cuando Policarpo viaja a Roma y se encuentra con el papa Aniceto. Mantienen la
comunión, pero cada iglesia continúa con su tradición.
Sobre los lugares del culto también hay que mencionar las tumbas de los mártires, cuyos lugares van a ser centros
cristianos. Todavía no tenían iglesias, pero pronto comienzan a usar la basílica, un tipo de edificación del tiempo. Las
catacumbas eran necrópolis subterráneas.
4.2. Vida espiritual cristiana:
Los fieles tienen conciencia de ser romanos y viven de los oficios ordinarios de aquella sociedad. Sin embargo, pronto surge
la teoría de la perfección con una fuerte dosis ascética, que fomenta la oración, el ayuno o la limosna. Los primeros grupos
monásticos fueron animados por Antonio (251-355) y por Pacomio (292-347). Pero la perfección máxima seguía siendo el
martirio. Aunque se prohíbe todo fanatismo, sin embargo el martirio edifica la Iglesia con el testimonio y confería el perdón
de los pecados.
La vida cristiana se desenvuelve entre la normalidad de los ciudadanos romanos y la fidelidad a la propia fe: la oposición a la
milicia de algunos textos y oficios públicos hay que relacionarla con la idolatría. Frente a los que eran reacios a todo diálogo
con la cultura circundante se impone la corriente de los que veían que el evangelio estaba llamado a encontrarse con todas.
Esto da lugar a la teología y a una amplia producción literaria. Figuras importantes de este tiempo son Justino, filósofos y
mártir, (+ 165), Ireneo de Lyón (+ 202), Tertuliano (+ 230), Hipólito de Roma (+ 235) Orígenes (+ 253) y Cipriano de
Cartago (+ 258).
Bibliografía:
E. FERNÁNDEZ MITRE, Judaísmo y cristianismo, Madrid 1980.
E. SÁNCHEZ SALOR, Polémica entre cristianos y paganos, Madrid 1986.
M. SORDI, Los cristianos y el imperio romano, Madrid 1988.
R. TEJA, El cristianismo primitivo en la sociedad romana, Madrid 1990.
R. TREVIJANO, Orígenes del cristianismo. El trasfondo judío del cristianismo primitivo, Salamanca 1995.
Sugerencias para la reflexión, estudio personal del
capítulo y debatir en el foro:
1.
2.
3.
4.
5.
Dependencia y novedad del cristianismo por relación al judaísmo.
Factores que favorecen la difusión del cristianismo en el mundo romano.
Difusión geográfica del cristianismo en los siglos II y III.
Problemas de las comunidades cristianas derivados de las persecuciones.
Valoración en el mundo cristiano del régimen político romano.
Prof. Gregorio Celada Luengo
Nota:
© Orden de Predicadores – PP. Dominicos
Se permite la reproducción citando autor y procedencia
Descargar