las formas democráticas de gobierno: origen del poder y

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LAS FORMAS DEMOCRÁTICAS DE GOBIERNO:
ORIGEN DEL PODER Y ORGANIZACIÓN
CONSTITUCIONAL DEL ESTADO BOLIVIANO
Blithz Lozada Pereira1
EL SISTEMA POLÍTICO BOLIVIANO
Dieter Nohlen establece que en Latinoamérica, Argentina y Bolivia efectúan una elección
presidencial a través del Congreso, dada la exigencia de mayoría absoluta. Si se considera que la
Argentina tiene una forma de organización estatal federal y que el sistema electoral establece la
elección indirecta a través del colegio electoral o de la junta de electores, entonces sólo en Bolivia
se da un orden constitucional con las siguientes características:
PRIMERA:
Basado en la exigencia de mayoría absoluta, el Congreso elige al Presidente
mediante una "lógica de consenso" que permite construir coaliciones parlamentarias
y gubernamentales, o por lo menos, acuerdos mínimos de elección y gobernabilidad
en el Parlamento.
SEGUNDA: Hasta la elección de 1994, el Congreso podía formar coaliciones que viabilizaran la
elección como Presidente, inclusive del candidato que haya obtenido el tercer lugar
en el cómputo nacional, lo cual, sin embargo, no se constituyó en factor de
detrimento de la estabilidad política del sistema ni en elemento disruptivo de la
"lógica de consenso". Al contrario, la elección de Jaime Paz Zamora en 1989
representó el extremo posible de la democracia de consenso para la construcción de
una mayoría cristalizada por la negociación.
TERCERA: Siendo Bolivia un Estado organizado según la forma unitaria, es el único país en
Latinoamérica en el que la elección del Presidente, aparte de ser directa, a través de
la elección simultánea de parlamentarios plurinominales, continúa con el acuerdo
que el Congreso canaliza en última instancia.
La singularidad referida ha motivado preguntarse si el régimen de gobierno en Bolivia se ajusta al
presidencialismo, se acerca al parlamentarismo o constituye una forma híbrida entre ambos. A
este respecto, es propósito del presente artículo dilucidar, en la medida de lo posible, tal problema.
Una forma adecuada, aparte de establecer en qué aspectos el régimen boliviano es presidencialista
o parlamentarista, consiste en fijar en qué puntos Bolivia no sigue el tipo ideal del presidencialismo
y en qué otros no es congruente con el parlamentarismo. Si estos vacíos son esenciales en una u
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El Lic. Lozada es titular de "Lógica y Epistemología" en la carrera de Ciencias Políticas, ha obtenido su licenciatura en Filosofía y
ha seguido estudios en la Maestría de Ciencia Política del CIDES.
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otra dirección, la conclusión bien podría justificar la pertinencia de denominar al régimen boliviano
como "presidencialismo parlamentarizado".
EL PRESIDENCIALISMO Y EL PARLAMENTARISMO
COMO SISTEMAS POLITICOS IDEALES
Scott Mainwaring establece que el presidencialismo no institucionaliza alianzas, pactos ni arreglos
consocionales; en esta línea Juan Linz añade que al existir tales limitaciones del presidencialismo,
las "crisis de gobierno", por las tendencias centrífugas y polarizadas se convierten muy a menudo
en "crisis de Estado". Si éste es un rasgo substantivo del presidencialismo, habrá que concluir que
dada la experiencia política desde 1985, Bolivia no es un régimen presidencialista.
Si se admite que estos rasgos son sólo tendenciales, como lo hace Arend Lijphart, entonces la
anterior conclusión varía radicalmente. Según Lijphart, la "democracia de la mayoría" está
caracterizada por el dominio del ejecutivo, por un sistema bipartidista, un gabinete de partido y por
la "elección de pluralidad". Ahora bien, sólo por "regla general", el ejercicio del poder ejecutivo y
la constitución de un sistema de partidos, de acuerdo al modelo ideal del presidencialismo es
congruente con estas características, sin que haya que identificar de manera excluyente, a la
"democracia de la mayoría" con el presidencialismo. Consecuentemente, aunque Bolivia no
satisfaga todas las características de la "democracia de la mayoría", teóricamente no es obligatorio
descartar que sea un régimen presidencialista.
Al contrario, es necesario reconocer que Bolivia tiende más a la "democracia de consenso", la que
según Lijphart está caracterizada por una coalición amplia, un sistema multipartidista y por la
representación proporcional, rasgos que son directamente asociados con el parlamentarismo.
Los argumentos de Linz y Mainwaring coinciden en lo siguiente: Un sistema de partidos
fraccionado da lugar a un régimen menos estable en el presidencialismo que en el
parlamentarismo. Las regulaciones presidencialistas que tienen que ver con el tiempo limitado del
mandato, la prohibición de reelección inmediata y la polarización del enfrentamiento según la
relación de "suma cero", hacen del presidencialismo un régimen más rígido, menos maniobrable y
más débil ante las crisis, aunque tenga mayor solidez en lo que respecta a la continuidad de un
ejecutivo ya constituido.
Aumenta la debilidad del presidencialismo la inaplicabilidad práctica del "impeachment", puesto
que, al restringirse el veto político, las crisis de gobierno se convierten en crisis de Estado. Sin
embargo, por este mismo riesgo, al evitarse las crisis de Estado se da continuidad a un ejecutivo
que no puede ser censurado.
Esta situación contrasta con lo que en general ocurre en el parlamentarismo: Las crisis de gobierno
se resuelven con prestancia, mediante el "voto de desconfianza constructivo" que hace posible una
práctica en la que son habituales las remociones gubernamentales.
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EL PRESIDENCIALISMO BOLIVIANO:
AUSENCIAS Y RECURRENCIAS
Desde 1982, en Bolivia no existe suficiente experiencia política para evaluar las crisis de gobierno
y de Estado. Sin considerar al gobierno de la UDP, apenas se puede esbozar una correlación causal
que establece que los cambios de gabinete no fueron crisis de gobierno que terminaron en crisis de
Estado. En consecuencia, Bolivia no confirma las correlaciones políticas del presidencialismo
como un sistema de rasgos ideales.
Mainwaring dice que el presidencialismo fomenta la personalización del poder, la sobre-autonomía
del ejecutivo y la ausencia de una mayoría legislativa que viabilice la gobernabilidad. Además, hay
aspectos que agravan la situación: existe una fuente de legitimidad especial y exclusiva para el
Presidente, el personalismo se instrumentaliza en campañas demagógicas y es frecuente la
aparición de partidos de carácter exclusivamente electoral.
En Bolivia, la elección del Presidente en el Congreso, dada la ausencia de mayoría absoluta,
delimita la legitimidad del ejecutivo a la que el Congreso le otorga. En esto, tampoco Bolivia es
presidencialista.
Por otra parte, desde 1985 es imprescindible respaldar la política del ejecutivo con alianzas
legislativas que hacen dudoso referir el sistema político boliviano como un régimen
presidencialista.
Sin embargo, en relación a otras características del presidencialismo, es obvia su aplicación al caso
boliviano: La lógica del patronazgo político, el patrimonialismo, el personalismo y la
improvisación son rasgos recurrentes en el ejercicio del poder ejecutivo, a éstos se suman la
demagogia y la guerra de campaña entre partidos pragmáticos, caudillistas y electorales.
Para Mainwaring, Bolivia no tiene un régimen presidencialista; sin embargo, si se considera que
varias exigencias son satisfechas a plenitud, el presidencialismo boliviano resulta evidente. Por
ejemplo, en Bolivia ni el Presidente ni su gabinete dependen de la confianza y aval del Parlamento,
el tiempo de mandato es fijo; además entre las prerrogativas presidenciales se cuenta la elección
del gabinete. Como lo establecen varias Constituciones presidencialistas, en Bolivia el Presidente
puede declarar "estado de sitio", proponer al Congreso introducir en su agenda el tratamiento de
temas específicos e inclusive puede ampliar las sesiones extraordinarias del Congreso. De este
modo, se da la concentración de poder en el Presidente de una amplia gama de prerrogativas y
atribuciones ordinarias y extraordinarias; además, como en todo régimen presidencialista, el
Presidente puede vetar las leyes sancionadas por el legislativo.
Según Douglas Verney son características esenciales del presidencialismo la constitución de un
ejecutivo unipersonal, la equiparación de la Jefatura de Gobierno con la de Estado, la
concentración representativa del ejecutivo en el Presidente, la obligación de éste de cumplir la
Constitución y su responsabilidad ante el electorado. A estas características se añade la separación
del poder ejecutivo respecto del legislativo; todos estos aspectos Bolivia los satisface plenamente.
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La concentración en el Presidente de la Jefatura de Gobierno y la Jefatura de Estado, si bien es
posible tipificarla como funcionalidad bidimensional, no es apropiado referirla como legitimidad
dual (así lo hace Linz). La legitimidad democrática que recibe el Presidente de los electores es dual
si existe otra fuente de poder: la que se localiza en el Congreso.
En Bolivia, la legitimidad del Presidente surge de la que el Congreso le otorga. Desde 1982 la
mayoría relativa lograda por los candidatos ganadores, no generó la suficiente legitimidad
democrática para que alcancen el gobierno inmediatamente; al contrario, la legitimidad construida
por acuerdo en el Parlamento es definitoria para que candidatos que alcanzaron el segundo e
incluso el tercer lugar, asuman las funciones de Jefes de Gobierno y las de Jefes de Estado,
simultáneamente.
La tesis de Linz referida a que el presidencialismo refuerza los aspectos "negativos" de los partidos
políticos, puesto que en este régimen no se favorece su fortalecimiento es falseada por la
experiencia boliviana. La historia democrática contemporánea de Bolivia muestra que aunque sea
frecuente que las fuerzas políticas concentren y abusen del poder, las élites políticas han aprendido
a viabilizar una democracia pactada en un sistema multipartidista en el que la condición de
gobierno es la alianza. Así, la mecánica electoral se inicia con la búsqueda de la maximización del
caudal electoral para los partidos y se consolida con la participación de éstos en la construcción de
coaliciones parlamentarias o gubernamentales.
Sostener con Linz que el presidencialismo favorece la desestructuración partidaria, la indisciplina y
la rigidez ideológica, tampoco se confirma en Bolivia. Acá, los partidos tienen amplia flexibilidad
de adaptación de programas, evidencian un carácter pragmático y pese al nivel de corrupción
existente hoy día, la indisciplina y trasfugio partidario tienen índices muy bajos en relación a los de
otros países de América Latina.
EL PECULIAR PARLAMENTARISMO BOLIVIANO
El régimen de Bolivia, para los analistas políticos, no es considerado un régimen parlamentarista,
pese a que son varias las características que satisface respecto de este régimen. Según Linz, para
que Bolivia sea considerado un régimen presidencialista parlamentarizado, aparte de la "lógica
de coalición" operante desde 1985, es necesario el "voto de censura constructivo"; el cual se ha
admitido en la última reforma constitucional, sólo para las Alcaldías. Por su parte, René Antonio
Mayorga asevera que al ser elegido el Presidente por el Congreso, por el origen del poder, se
puede conceptualizar el régimen boliviano como "presidencialismo parlamentarizado".
Linz emplea como sinónimos del presidencialismo parlamentarizado, términos como "semipresidencialismo" o "semi-parlamentarismo", inclusive refiriéndose a la Quinta República
Francesa dice que es un régimen "cuasi-parlamentarista". Al parecer, si se da esta sinonimia, la
tipología que se puede construir es apenas triádica, correspondiendo a la tercera alternativa una
referencia terminológica muy amplia.
Equiparar la República de Weimar y la Quinta República Francesa al régimen boliviano y a otros
regímenes "cuasi-presidencialistas" como el de Chipre entre 1960 y 1963 por ejemplo, resulta al
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menos, insuficiente y ambiguo. Arend Lijphart establece una tipología de los regímens
democráticos que sirve para precisar lo peculiar del caso boliviano.
Tomando la variable de selección del ejecutivo, sea por el legislativo o por los votantes, es decir
según el origen del poder o la construcción de legitimidad democrática, Lijphart establece el
parlamentarismo puro como el régimen en el que el ejecutivo es seleccionado por el legislativo.
Este parlamentarismo es ideal si constituye un ejecutivo colegiado que depende de la confianza del
legislativo (por el "voto de censura"). En la medida que se presenten ejecutivos unipersonales que
no dependan del legislativo, existirá mayor lejanía del modelo ideal; sin embargo, estos aspectos
no hacen al tema del origen del poder y de la legitimidad, sino al de organización constitucional.
Lijphart completa su tesis señalando que en el parlamentarismo ideal es posible destituir al Jefe
de Gobierno y a su gabinete para conformar otro ejecutivo colegiado sin que esto sea
necesariamente una crisis de Estado.
Por otra parte, en el parlamentarismo la separación de poderes, a pesar de que el Primer Ministro es
nexo y parte del gobierno y del Parlamento, posibilita una mayor independencia de funciones, un
adecuado balance de poderes y la posibilidad para una "lógica de consenso", cualitativamente
superior a la que permite el presidencialismo.
La antípoda ideal del parlamentarismo, la constituye el presidencialismo puro que establece la
selección del ejecutivo por los votantes. En relación a la organización constitucional, al
presidencialismo le corresponde un ejecutivo unipersonal e independiente del legislativo.
Regímenes con ejecutivos colegiados, dependientes del legislativo, regímenes en los que los
votantes seleccionan al ejecutivo son menos presidencialistas que lo que el modelo ideal establece.
Esta distancia aumenta o disminuye en cuanto varía la composición del ejecutivo y en cuanto se
cristaliza mayor o menor dependencia de éste respecto del legislativo.
Aparte del cuestionamiento que se puede hacer a Lijphart sobre lo impropio de la ubicación de la
Quinta República Francesa entre los países de presidencialismo puro e ideal, resalta que por el
origen del poder ejecutivo, los regímenes son más o menos cercanos al parlamentarismo ideal, si
el Congreso elige al Presidente o más o menos cercanos al presidencialismo ideal, si los votantes
eligen al Presidente.
LAS VARIACIONES TIPOLÓGICAS DE LOS
REGÍMENES DEMOCRÁTICOS
Siguiendo esta caracterización es posible construir una tipología de los regímenes democráticos
según el origen del poder y según la legitimidad del poder ejecutivo. En el presidencialismo
puro los votantes eligen separada y directamente en una o dos vueltas, a un Presidente que por este
hecho, detenta la legitimidad de dirigir el gobierno y el Estado por "voluntad popular".
En el extremo opuesto de la tipología, en el parlamentarismo puro, el legislativo elige al Primer
Ministro quien, siendo sólo Jefe de Gobierno, recibe un mandato legítimo por transferencia
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indirecta de la voluntad del pueblo. La mediación democrática de los miembros representativos y
legítimos del Congreso hace posible esto; pero por la misma mediación se puede precipitar una
crisis de gobierno al variar la correlación de fuerzas políticas dentro del Parlamento.
Cercano al presidencialismo puro, pero más cercano al punto neutro de la escala de oposición
extrema, está el presidencialismo parlamentarizado que establece que la mayoría relativa
alcanzada en las elecciones por uno de los candidatos, da suficiente legitimidad al candidato
ganador para que el Congreso lo ratifique aun a costa de la oposición parlamentaria subyacente. En
Bolivia, el gobierno de 1982 fácticamente empleó esta forma: la fortísima oposición a un ejecutivo
presidencialista, neutralizaba todo intento de gobierno de la UDP, por la doble y contrapuesta
legitimidad del ejecutivo y del legislativo; el régimen fue presidencialista pero el poder fue
parlamentario.
Próximo al parlamentarismo puro, aunque más cerca del punto neutro está el parlamentarismo
presidencial. En esta forma el origen del poder ejecutivo radica en acuerdos parlamentarios y en la
elección que efectúa el Congreso. El caso boliviano en las elecciones que se han sucedido
últimamente evidencia esta forma. Es "parlamentarista" por el origen del poder y "presidencial"
por cuanto se instituye una función del ejecutivo con prerrogativas y atribuciones distintas y
superiores a las del Primer Ministro, es decir según una organización constitucional similar a la que
se da en el presidencialismo puro.
La sinonimia de Linz puede desagregarse críticamente relacionándola con las variantes de Lijphart;
así, se construye una tipología según la organización constitucional.
El prefijo "cuasi" sirve para reflejar la distorsión en la composición del ejecutivo. Si al
presidencialismo puro corresponde un ejecutivo unipersonal, al cuasi-presidencialismo le es
propio las características del presidencialismo con un ejecutivo colegiado. El ejemplo de Lijphart
del régimen uruguayo entre 1952 y 1967 es, en este sentido, un cuasi-presidencialismo.
Recíprocamente, regímenes en los que se cumplen los rasgos del parlamentarismo puro, aunque
tengan un ejecutivo que no es colegiado sino unipersonal, son regímenes cuasi-parlamentarios.
Respecto de los tipos puros, los regímenes "cuasi" son los más cercanos; al respecto nada tiene que
ver el grado de poder político que en el parlamentarismo detenta el Primer Ministro. Que el Primer
Ministro sea "primus sobre desiguales" (líder de partido, inamovible y con absoluta decisión sobre
su gabinete), que sea "primus inter desiguales" (restringido por las coaliciones que lo han elegido),
o que sea según la establecido por Giovanni Sartori, "primus inter pares" (es decir, quien queda a
merced del enfrentamiento partidario), en nada influye para que el régimen sea "cuasiparlamentario".
La división de Sartori hay es una tipología de atribuciones y de concentración de poder por parte
del Primer Ministro, en condiciones políticas contextuales definidas. En realidad, no refiere la
composición del ejecutivo.
En el presidencialismo puro el ejecutivo no depende del legislativo, mientras que en el
parlamentarismo puro, el Primer Ministro sí tiene tal dependencia. De acá se infiere que si se dan
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regímenes en los que el Presidente depende del legislativo, entonces estamos frente a un sistema
semi-presidencialista. En este caso, el funcionamiento del ejecutivo determina que el Presidente
está restringido por el Congreso al punto que puede ser considerado que "preside" el gobierno sólo
"a medias".
La Quinta República Francesa que autoriza fácticamente amplias prerrogativas para el Primer
Ministro sobre las que el Presidente ha perdido cuando ya no tiene el apoyo del Congreso por una
eventual recomposición adversa, se constituye en una República que puede denominarse como
semi-presidencial. Recíprocamente, si se encuentran regímenes parlamentarios en los cuales la
independencia del ejecutivo es creciente respecto del legislativo, entonces estamos frente a un
régimen semi-parlamentario. Siguiendo los ejemplos de Lijphart, el sistema suizo resulta ser un
régimen de este tipo.
Al relacionar la tipología de Sartori con lo que hasta ahora se ha propuesto, resulta que el modelo
de Westminster ("primus sobre desiguales") no es el ideal del parlamentarismo. Si se acepta que el
ideal parlamentarista establece la dependencia y el control del legislativo sobre el ejecutivo,
entonces el ideal de régimen no es el de Inglaterra (parlamentarismo de "primus sobre desiguales"
o "semi-parlamentarismo"); sino el de Alemania (parlamentarismo de "primus inter desiguales"),
puesto que al parlamentarismo de "primus inter pares" le corresponde una realidad partidaria
fragmentada, enfrentada e inviable.
En una tipología de dicotomía extrema, el punto medio entre el centro neutral y el
presidencialismo puro lo ocupa el semi-presidencialismo; en esta escala el cuasipresidencialismo
queda entre éste y aquél. El punto medio entre el centro neutral y el parlamentarismo puro, lo
ocupa el semi-parlamentarismo, quedando el cuasi-parlamentarismo entre ambos. La
fragmentación y polarización que desvían del ideal es la tendencia al centro muerto, es decir es un
sistema de partidos con tales características. Lo más cercano en el parlamentarismo a dicho punto
muerto es el parlamentarismo de "primus inter pares", siendo el presidencialismo parlamentarizado
el régimen que da lugar a un sistema de partidos fragmentados y polarizados.
Es posible poner "en paralelo" ambas tipologías, pero no unirlas. Tampoco es adecuado
conceptualmente, ni viable históricamente, que en la tipología de organización constitucional se
den regímenes semi-presidenciales y cuasi-parlamentarios al mismo tiempo, resultando
contradictorio hablar de sistemas que son simultáneamente semi-parlamentaristas y cuasipresidenciales. En cambio, por la escala establecida, al menos en teoría es posible esperar que se
constituyan históricamente regímenes cuasi-semi-presidencialistas y regímenes cuasiparlamentarios.
Siguiendo a Lijphart, el Líbano tiene un régimen cuasi-semi-parlamentario; Suiza, uno semiparlamentario y el Uruguay de los años 1952 a 1967, uno cuasi-presidencial. Contra Lijphart, la
Quinta República Francesa es un régimen semi-presidencial.
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EL SISTEMA POLÍTICO BOLIVIANO CARACTERIZADO
COMO PRESIDENCIALISTA DE ORIGEN PARLAMENTARIO
Buscando las relaciones que se pueden dar, resultan dos posibilidades no consideradas por
Lijphart: En primer lugar, se da un régimen inexistente históricamente hasta ahora, aunque viable
teóricamente, puede denominarse "régimen parlamentarista de origen electoral". Es un sistema
parlamentario basado en la elección directa del ejecutivo por los votantes y en el que aceptando el
voto de censura, los electores tengan que elegir de un nuevo presidente puesto que el anterior ha
sido vetado por el Congreso. La segunda posibilidad existe y es Bolivia, es el régimen
"presidencialista de origen parlamentario".
Desde el punto de vista del origen del poder, Bolivia tiene una Constitución parlamentarista
presidencial. Tal Constitución se la denomina así porque el Presidente aúna la Jefatura de Gobierno
con la Jefatura de Estado por un lapso de tiempo definido previamente. Sin embargo, el Presidente
no es inmune a la interpelación política desde el Parlamento porque la legitimidad que detenta, la
ha recibido del legislativo, mediante los acuerdos de gobernabilidad y gracias a las coaliciones
parlamentarias inter-partidarias que sólo garantizan la continuidad del gobierno en función a las
cuotas de poder que se distribuyen y redistribuyen en cada nueva coyuntura.
Desde el punto de vista de la organización constitucional, a Bolivia no le corresponde ser ni
cuasi-presidencial ni semi-presidencial. Pese a las limitaciones que tiene el ejecutivo respecto del
legislativo y pese a que se dieron recurrentemente restricciones y problemas "políticos" originados
por la ausencia de suficiente fuerza parlamentaria que viabilice la política de los partidos en
función gobierno; por las atribuciones, funciones y organización del poder ejecutivo corresponde
conceptualizar el régimen político boliviano como un presidencialismo puro. Así, el régimen de
Bolivia es conceptual y políticamente un régimen presidencialista de origen parlamentario.
Si las reformas electorales hubiesen incluido el voto de censura constructivo, no es que Bolivia
hubiese pasado, como cree Linz, de un sistema presidencialista puro anterior a un régimen
presidencialista parlamentarizado actual; sino, a lo que constituye un régimen parlamentarista con
Presidente "primus entre desiguales".
De ser así, las reformas hubieran imitado mejor al modelo alemán; pero lo que sucedió fue que,
como en tantas otras "imitaciones", se importó la forma pero no el contenido, se hicieron las
reformas prescindiéndose de lo esencial: los políticos y sus asesores no fueron capaces de dar el
paso fundamental para instituir la remoción del ejecutivo, sin que esto dé lugar a que las crisis de
gobierno se convirtieran en crisis de Estado.
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TIPOLOGIA SEGÚN EL ORIGEN DEL PODER EJECUTIVO
Referencias
A
B
C
D
PRESIDENCIALISMO PURO
CUASI-PRESIDENCIALISMO
SEMI-PRESIDENCIALISMO
PRESIDENCIALISMO PARLAMENTARIZADO
E
PUNTO NEUTRO
F
G
H
I
PARLAMENTARISMO PRESIDENCIAL
SEMI-PARLAMENTARISMO
CUASI-PARLAMENTARISMO
PARLAMENTARISMO PURO
TIPOLOGÍA SEGÚN LA ORGANIZACIÓN CONSTITUCIONAL
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BIBLIOGRAFÍA
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