DOMICILIO CONYUGAL, ABANDONO DEL. La palabra "abandono

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356182. . Tercera Sala. Quinta Época. Semanario Judicial de la Federación. Tomo LIX, Pág. 3123.
DOMICILIO CONYUGAL, ABANDONO DEL. La palabra "abandono" significa dejación o
desamparo, ya sea de personas, de cosas, de derechos o de obligaciones; domicilio, según la
define nuestra legislación civil, es el lugar donde una persona reside habitualmente; a falta de
éste, el en que tiene el principal asiento de sus negocios, y a falta de uno y otro, se reputa
domicilio de una persona, el lugar en que ésta se halla, lo cual es un concepto general de las
leyes civiles; pero como estas mismas leyes, además del concepto general, se refieren
específicamente, en el artículo 76 de la Ley de Relaciones Familiares y en otras muchas, a
"domicilio conyugal", debe determinarse lo que por tal dan a entender. Doctrinariamente,
domicilio es la "residencia que se considera tiene la persona, a los ojos de la ley, para el
ejercicio de ciertos derechos o para la realización de ciertos actos.". El hombre, como sujeto
de derecho civil, tiene un conjunto de derechos y obligaciones, una variedad de actos
jurídicos que cumplir y el concepto general de la ley, hace compleja la idea de domicilio. Las
Leyes de Partida consideraban domicilio: "el lugar donde uno se halla establecido y
avecinado con su mujer, sus hijos y familia y la mayor parte de sus bienes muebles."; lo
consideraban pues, únicamente, con relación a la familia; pero cuando las relaciones
comerciales se extendieron, cuando existieron derechos y obligaciones que cumplir, no
directamente con la familia, sino también con terceros, esa idea del domicilio tuvo que
extenderse, tomándose ya en cuenta no sólo las relaciones de familia, sino también el mundo
de los negocios, la materialidad de éstos, constituyéndose el "cuasi domicilio", que
estudiaban los comentadores de aquellas leyes, quienes conceptuaban propiamente como
domicilio, el familiar, al que algunos llaman domicilio real, y por cuasi domicilio, al que
pudiera llamarse convencional, por estar determinado por relaciones civiles, independientes
de las de familia. Es sin duda al domicilio familiar al que se refieren nuestras leyes, cuando
hablan de domicilio conyugal, que no debe confundirse con el otro domicilio, pues muy bien
puede suceder que una persona resida habitualmente con su familia en una población, y tenga
en otra la mayoría de sus bienes y el asiento de sus negocios, y en tal caso, de esa distinción
surgen diversas clases de relaciones civiles, que norman actos jurídicos también diversos, sin
tenerse en cuenta, en esta generalidad, lo que comunmente se llama domicilio convencional,
porque nace de los contratos que celebran las partes. Precisados ya los conceptos de
"abandono" y "domicilio conyugal", cabe decir desde luego, que la palabra "abandono",
estando regida por las voces "domicilio conyugal", no puede referirse únicamente a la
materialidad de la casa, de la morada que se habita, sino que, por una figura del lenguaje, se
toma el continente por el contenido, es decir, la morada que se habita, por el cónyuge y los
hijos, tratándose por lo mismo de un abandono de personas, de cosas y de obligaciones; de un
acto voluntario por el cual, uno de los cónyuges deja de prestar al otro y a los hijos, la
protección y auxilio que natural y civilmente está obligado a prestarles. La ley establece
cuáles son las obligaciones que nacen del matrimonio y lo define como un contrato civil,
entre un solo hombre y una sola mujer, que se unen con vínculo disoluble para perpetuar la
especie y ayudarse a llevar el peso de la vida. En consecuencia, el consorte que, dejando al
otro y a sus hijos, no cumple con la obligación que legalmente le corresponde, abandona
jurídicamente el domicilio conyugal.
Amparo civil directo 5281/38. Rodríguez Ramón M. 22 de marzo de 1939. Unanimidad de
cinco votos. La publicación no menciona el nombre del ponente.
Quinta Epoca:
Tomo XXXIV, página 372. Amparo civil directo 839/30. Mira de Ahumada Amparo. 15 de
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356182. . Tercera Sala. Quinta Época. Semanario Judicial de la Federación. Tomo LIX, Pág. 3123.
enero de 1932. Unanimidad de cuatro votos. Ausente: Francisco H. Ruíz. La publicación no
menciona el nombre del ponente.
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