Friso de las Panateneas

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Friso de las Panateneas
Partenón. Mármol del Pentélico, 160 m. de largo por 1,06 m de alto
y unos 5 cm. de fondo. 442-438 a. C. British Museum (casi en su
totalidad) y museo de la Acrópolis.
Finalizada la construcción del templo, Fidias y su taller se ocuparon de la decoración
escultórica, que incluía un friso en bajorrelieve de unos ciento sesenta metros de longitud,
dos frontones decorados con figuras exentas y noventa y dos metopas en altorrelieve. Si
bien diseñó todo el conjunto, se cree que Fidias ejecutó una pequeñísima parte, pese a lo
cual esta obra constituye una muestra indiscutible de su genio. Estos relieves son uno de
los máximos exponentes de dicha cultura y civilización, y por lo tanto, un "hito" en la
Historia de la Humanidad puesto que esta civilización ha sido, y continua siendo, la más
preponderante.
Análisis formal. La calidad excepcional de la labra del se aprecia mucho más cuando se
piensa que los escultores pusieron en ella toda su alma, a sabiendas de que el friso iría en
la zona más alta y peor iluminada del templo. Como el relieve tiene alrededor de 5 cm de
fondo y resulta más bien plano, los inconvenientes derivados de la ubicación se paliaron y
contrarrestaron de la única manera posible, que consistió en no dar a los bloques de
mármol forma rectangular y plana, sino ligeramente inclinada hacia fuera por la cara
anterior, para que al relieve le llegara la luz de abajo. Provisto de numerosos accesorios de
metal, perdidos en la actualidad, usaba el color para definir algunos objetos no esculpidos.
En la organización del trabajo del friso se constata cierta anarquía fruto de los variados
autores y que parece oponerse a la idea de proyecto general unificado. Lo que hace pensar
en una cohesión lograda a base de indicaciones orales, de esfuerzo común y de criterios
comunes. Ello provoca diferencias estilísticas que deben ser atribuidas a la participación
de numerosos escultores y, además, al hecho de que unos bloques fueron esculpidos a pie
de obra y otros tras haber sido colocados en su sitio. El análisis exhaustivo permite saber
que primero se esculpieron los lados cortos, este y oeste, cuyos bloques tuvieron los
escultores a mano; luego se montaron los bloques de los lados norte y sur y, una vez
asegurados en el muro, se inició la labra.
A pesar de ello, y en general en todo el proyecto escultórico, Fidias consiguió crear una
escuela de escultores que definió el estilo clásico ateniense. Este se aprecia perfectamente
en esta obra, en lo que se conoce como “estilo Partenón", que va a romper con gran parte de
los convencionalismos de la época arcaica y se va a acercar a la idea de humanismo griego,
basado en el ideal de belleza clásico donde la proporción y la medida queda reflejada en
el cuerpo de un hombre joven cuyos sentimientos no son manifestados, ya que su
aspiración es llegar a convertirse, mediante la razón, en un héroe capaz de equiparse a los
dioses.
Todo ello se manifiesta en la repetición de esquemas o composiciones, cuyos rasgos
resultan unificados. También en la creación de un canon estilístico peculiar y propio de los
escultores que trabajan en él. Es el estilo Partenón antes mencionado, cuya expresión más
depurada se halla en los lados norte y sur del friso. Es ahí donde se revive la atmósfera de
la fiesta y donde la ficción artística cobra visos de verosimilitud. La disposición de las
figuras en actitudes diversas y en ocasiones contrapuestas rompen la posible monotonía
del desfile, usando escenas cotidianas y anecdóticas (un joven atándose la sandalia,
caballos encabritados, etc) sin recurrir nunca a los gestos muy marcados o excesivos y
manteniéndose en el marco de la "serenidad clásica". Finalmente se caracteriza ese estilo
por su maravillosa plasticidad, por la destreza y fluidez del modelado, que obtiene del
mármol resultados similares a los de un material blando. De ahí la apariencia real de la
anatomía, la gracia espontánea de los peinados y, sobre todo, la contextura de los paños,
airosos y naturales en la caída como copos de algodón que muestran el perfecto dominio
de la "técnica de los paños mojados" (resaltar la anatomía del cuerpo debajo de la
vestimenta). El otro elemento destacado es la magnífica gradación del relieve que permite
crear la sensación de profundidad en un marco tan pequeño (5 cm.).
Está atestiguada parece ser la presencia de jóvenes maestros, discípulos de Fidias algunos
de ellos, como Agorácritos y Alcamenes. Con frecuencia la calidad del relieve va unida a
un sentido de intensa evolución y así se ve en las placas de las jóvenes ataviadas con
peplos, magníficas en su majestuosa sencillez y con un tratamiento de paños vibrante y
colorista que denuncia un estadio muy avanzado. Lo mismo se puede decir de algunos
grupos de cabalgata, o bien de la célebre placa que representa a Poseidón, Apolo y
Artemis, asombrosa por la vitalidad y valentía del relieve, de donde se deduce la relación
con un escultor joven, tal vez Alcamenes.
Por los cuatro lados del friso se representa el cortejo procesional de las fiestas
panatenaicas, festividad celebrada en honor de Atenea cada cuatro años, que culminaba
con la entrega del peplo a la diosa, es decir, una escena real protagonizada por la sociedad
ateniense y por el pueblo ático, matiz importante para comprender el éxito y la
popularidad de la obra en su tiempo. La procesión arranca del ángulo suroccidental y se
bifurca en dos direcciones, una por los lados oeste y norte y otra por el lado sur, para
confluir ambas en el lado este.
Por todo el lado oeste y la mitad del norte se desarrolla la cabalgata que ocupa el 70% del
friso, dada la importancia y rango social de la caballería. En el punto de arranque vemos la
formación del cortejo; los que llegan y les tienen los caballos preparados; los
organizadores; los primeros grupos de jinetes. Formada la cabalgata, avanza por los lados
oeste y norte a distinto ritmo, pues unos caballos se adelantan, otros se encabritan
asustados, otros cogen el paso en tropel. Vienen luego los carros de los apóbatas, que son
los participantes en unos juegos de vieja tradición, y por delante de ellos, ya en la mitad
del lado norte, se inicia el cortejo a pie, señal de proximidad al lugar sagrado. Allí van los
"thallophoroi" o ancianos portadores de ramas, especialmente elegidos por su belleza;
siguen citaristas y flautistas; portadores de hydrias (cántaros con agua); conductores de
víctimas para el sacrificio (ovejas, carneros, terneras).
El lado sur es el otro flanco de la procesión y repite, por tanto, los mismos grupos. De
nuevo secciones de jinetes, carros de apóbatas y cortejo a pie con "thallophoroi", músicos y
víctimas conducidas al sacrificio.
En el lado este, en la portada del templo, desembocan las dos ramas del desfile
procesional. Se acercan al lugar sagrado las jóvenes atenienses ataviadas con bellísimos
peplos
y
los
jerárquicos, grupo que
del peplo ante la cella
el centro contemplan
desde
la
esfera
presencia
resulte
humanos. Gozan de
grupo de los dioses
Apolo y Artemisa,
magistral tratamiento
adhieren al cuerpo y
una faceta creativa
decisivamente a la
procesión del friso
Partenón y representa
representados a una
a cada lado del templo
centro.
representantes
participa en la ofrenda
del templo de Atenea. En
la escena dioses y héroes
olímpica, sin que su
advertida
por
los
particular celebridad el
del Olimpo, Poseidón,
donde es de admirar el
de las telas, que se
dibujan sus contornos,
que
ha
contribuido
fama del arte fidíaco. La
termina al este del
a los dioses griegos,
escala superior, sentados
con sus sirvientes en el
Análisis
iconográfico.
Desde el punto de
vista
iconográfico
es
interesante
preguntarse,
si
hay
precedentes para el
friso del Partenón. Es
probable que lo fuera el friso de los tributarios del Gran Rey en el Palacio de Persépolis, si
bien el sentido cambia radicalmente. Lejos de representar la idea de sometimiento al rey,
es decir, de despotismo oriental, se exalta el significado de la democracia ática con la
participación de ciudadanos libres. Y es que el programa escultórico del Partenón estaba
cohesionado por un objetivo claro: proclamar la gloria de Atenas (y por tanto sus
ciudadanos) y de Atenea, su divinidad protectora. El friso de las Panateneas era sólo una
parte del conjunto iconográfico del templo. En los frontones, la parte más alta dedicada a
la escultura, se representaba a los dioses; más abajo, en las metopas, a los héroes; y en el
friso, zona todavía más cercana al suelo, los primeros se reunían con los humanos. El friso
representa la procesión de las Grandes Panateneas, celebración en honor de la diosa
Atenea, que se realizaba cada cuatro años y que culminaba con la entrega, por parte de las
doncellas del peplo -una rica túnica tejida por ellas mismas- a la imagen primitiva de la
divinidad.
El acto iba acompañado de concursos y juegos. Las procesiones comenzaban en la puerta
del Dipilón y terminaban en la Acrópolis. Como comentábamos al hablar del Partenón,
Polis y Dios unidos en un proceso que se manifestaba en las grandes fiestas en honor a la
diosa, reflejadas en el propio templo, símbolo de la ciudad y su poder.
Los fragmentos originales de las esculturas del Partenón se hayan diseminados por
numerosos museos – Británico, Louvre, Acrópolis,…- desde que Lord Elgin decidió
comprarlos al entonces gobierno turco, dueño de Atenas, y conservarlos para que no se
perdieran. Finalmente los vendió al British Museum y hoy en día son reclamados por el
gobierno griego.
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