1 X 1 La vida continuaba con los deudos de Puridad Arzuriaga

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La vida continuaba con los deudos de Puridad Arzuriaga. Tanto el padre como los hijos
trataban de lidiar con su pérdida: unos, llevando su proceso de duelo a través de las etapas
que lo componen y otros, simplemente evitando a toda costa hablar del tema para consigo
mismos, evadiendo la responsabilidad que conlleva ser un pariente supérstite.
Pero de alguna manera todos trataban de recordarla como un ser de luz, como una
persona que sonreía ante las adversidades y de la que nunca faltó una palabra de aliento
cuando alguien la necesitaba, aun cuando no se la pedían. Porque una cosa es que doña
Puridad fuera prudente, acaso también muy discreta, pero lo cierto es que conocía a la
perfección a todos los integrantes de su familia. Por lo que aun muerta, se daba cuenta de
cómo luchaban ellos para salir avantes de esa prueba que la superioridad divina les había puesto
en esa ocasión.
–Algo así como el dolor y la fiesta –dice la voz del rostro invisible, abriendo así un
espacio para la explicación que naturalmente sucederá a la duda que han sembrado sus
palabras.
Binomio que de manera indefectible acompaña a los hombres en su caminar por el
sendero de la vida, el dolor y la fiesta se concibe a sí mismo como la esencia del todo, como
el fundamento que posibilita el devenir del hombre en cuanto ser individual ávido de
relacionarse con los elementos que componen su entorno. El dolor y la fiesta conviven de
singular manera dentro de una simbiótica correspondencia en la que ambos son
complementarios el uno del otro, pues todo el mundo sabe que para apreciar la belleza de la
rosa en su totalidad es imperiosamente necesario toparse con su espina.
La vida está llena de claroscuros que van tejiendo la historia personal de cada individuo
y son ellos quienes lo hacen conocer la exquisitez de sus placeres a la vez que le abren los ojos
hacia ante los trances de amargura por los que sin duda debe pasar antes de abandonar el
mundo terreno.
Por virtud de la dupla así nombrada es que las personas maduran y orientan sus pasos
hacia los diferentes derroteros que la vida les va poniendo a lo largo del camino, por lo que
habrá quien se deleite con una mesa bien servida y un plácido descanso, así como también no
faltará el que halle mayor complacencia en los dulces y apasionados besos de su amante y en
las nimiedades de las que el dinero puede hacerse cargo. No obstante lo anterior, subsiste un
factor común entre estos dos disímiles conjuntos, el cual consiste en velar por la moralidad de
los actos.
–¿Primero la fiesta para que el dolor quede hasta el final? –se inquieta la voz
Dentro de la misma fiesta es la conciencia quien se encarga de avisar sobre lo bueno y
lo malo, sobre el modo en el que se juega la ficha dentro del tablero mágico que tiene la vida
para que todos los inmersos en sus dominios tiren y vayan construyendo su propia historia, para
que al final de la misma se evalúen, como en justicia corresponde, los aciertos y las fallas
habidas en el camino. Sin embargo, y contra todo lo que pueda pensarse derivado de lo
anterior, la esencia de la fiesta pervive en la vida y permea en los corazones de quienes están
dentro de ella, por lo que no es tajante en modo alguno la división en las habitaciones que cada
uno de los dos ocupa.
Bajo esa tesitura, el dolor debe considerarse como un elemento de apoyo, si bien la
naturaleza que reviste dentro del juego de la vida es la de un principal. El dolor se encarga de
hacer recapacitar a los humanos sobre sus errores y de dotarlos de la fuerza que han de
requerir cuando, simulando que la vida es un juego de video, den el salto hacia el siguiente
nivel.
Como se observa, ni el dolor reviste ese carácter tan fatalista que históricamente se le
achaca, ni en la fiesta priva de manera exclusiva el goce ilimitado.
–La respuesta que descifra el enigma del binomio está dentro de cada uno, pues sólo el
hombre en su carácter individual puede aquilatar la importancia que cada proceso va teniendo
en su vida, y en función de esto es que el mismo avanza, se estanca o retrocede –puntualiza
la voz del rostro invisible.
Bajo todas las consideraciones anteriores era que los integrantes de la familia Ruiz
Paredes Arzuriaga vivían aquel momento. Veían a la felicidad como un fin y cada cuál se
planteaba el modo que a su parecer era el más correcto para alcanzarla.
Sin embargo, sólo aquellos que estaban llevando de manera adecuada el largo proceso
que supone el deceso de un ser tan querido en razón de la cercanía emocional desarrollada a
lo largo de su vida, podrían evitarse el engorroso trámite de volver los pasos andados para
recomponer lo andado.
Los que no, por el contrario, debiesen reconsiderar su situación, si bien al final del día
no existe un motivo real que les haga perder el sueño, ya que la vida, tan generosa como sólo
ella es capaz de ser, siempre encuentra la manera de imponer su voluntad, muy por encima de
cuanto capricho pueda toparse en el intento.
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