La movilización anticlerical en la España del siglo XXI

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La movilización anticlerical en la España del siglo XXI
Andrés Pérez Mohorte
Universidad de Zaragoza
El 2 de julio de 2005 entre 97.000 y 250.000 personas tomaron las calles de Madrid en el
acto de protesta de mayor significación laica o anticlerical de la pasada década. Plataformas en
defensa de los derechos de los homosexuales y grupos políticos de izquierdas organizaron una
enorme manifestación pocos días después de la aprobación por parte del Congreso del matrimonio
homosexual. La norma, impulsada por el Gobierno socialista de José Luis Rodríguez Zapatero,
había sido criticada con dureza por la Conferencia Episcopal y parte de la derecha española. En
respuesta, la marcha del 2 de julio se transformó en una contestación social a la repentina injerencia
de la Iglesia Católica en los asuntos públicos del país. Esta protesta escenificó que el
anticlericalismo pervivía en la sociedad española de la primera década del siglo XXI y que, bajo
determinadas circunstancias, aún era capaz de movilizarse masivamente. La manifestación en
defensa del matrimonio homosexual fue sin duda la movilización más importante de los sectores
laicos de España durante los últimos diez años, pero no la única. A partir de 2005, diversas
asociaciones trataron de impulsar protestas y marchas reivindicativas en defensa de un Estado laico
y de una menor presencia de la Iglesia en la vida pública. El anticlericalismo, ahora enarbolando la
bandera del laicismo, recobró toda su intensidad como conflicto político tras décadas soterrado.
¿Qué provocó que el laicismo cobrara renovada importancia en la agenda política española?
¿Quiénes fueron los catalizadores del movimiento? ¿Cuáles eran los nexos con el anticlericalismo
tradicional? Y lo más importante: ¿dónde se desarrollaba el conflicto entre laicistas y clericales?
A grandes rasgos, el movimiento laicista resurge en España a partir de la primera legislatura
del gobierno de Zapatero. Las iniciativas secularizadoras de los socialistas activarían la respuesta de
la jerarquía eclesiástica, lo que, a su vez, provocaría la reacción de los laicistas tanto en los medios
de comunicación como en la calle como, muy especialmente, en Internet. Superada la Transición y
tras ocho años de gobierno conservador, los grupos laicos comenzaron a reclamar reformas
importantes en lo concerniente a las relaciones entre la Iglesia Católica y el Estado. El consenso se
había terminado. Las cuestiones coyunturales, como el aborto, la investigación con células madre o
el matrimonio homosexual sirvieron de punta de lanza para agitar la bandera de viejas cruzadas del
anticlericalismo español: la financiación de la Iglesia Católica o su presencia en la escuela pública.
La ausencia de grupos mediáticos que apoyaran con claridad la causa laicista provocó que gran
parte del movimiento utilizara la red, una nueva herramienta de difusión y protesta, como escenario
de sus soflamas y campañas. La falta de partidos dispuestos a liderar la causa laicista permitió que
asociaciones y activistas de base tomaran las riendas del mismo, en línea con las nuevas formas de
protesta desarrolladas en España durante los últimos años.
El objetivo de este trabajo es realizar una aproximación escueta a las principales formas de
anticlericalismo presentes en la sociedad española en los albores del siglo XXI. Para ello, se
realizará un breve recorrido por los protagonistas de las movilizaciones y sus métodos de protesta
en la España moderna.
1
Del anticlericalismo del siglo XX al laicismo contemporáneo
¿Hasta qué punto existen semejanzas entre el tradicional anticlericalismo español y el
laicismo que surge a partir de la Transición y que comienza a movilizarse en el siglo XXI? Es
posible encontrar puntos de unión, pero hay importantes diferencias. Hay que tener en cuenta,
primero, que el anticlericalismo de finales del siglo XIX —que parece resurgir tras varios años de
recuperación institucional y social de la Iglesia Católica— contaba con apoyos políticos claros.
Eran los republicanos quienes portaban la bandera del anticlericalismo y quienes defendían sin
reparos la separación entre Iglesia y Estado. Como lo ha definido Julio de la Cueva, existía una
importante «identidad anticlerical» que iba más allá de las cuestiones políticas y que se instalaba en
lo más profundo de la ideología y de las emociones de quienes formaban parte de ella 1. Esta cultura
anticlerical era fomentada por los republicanos por dos motivos: primero, por convicción
ideológica; y segundo, porque suponía un elemento agitador importante que, no exento de
demagogia y populismo, servía para tomar las calles y dar presencia pública al mensaje republicano.
Si los republicanos utilizaron el anticlericalismo como arma electoral hace un siglo, no se encuentra
hoy partido político alguno que esté interesado en hacer lo mismo. No sólo no existen partidos que
utilicen el laicismo como vehículo principal de su discurso político, sino que ha desaparecido casi
por completo la «identidad anticlerical». No parece que hoy en día la oposición a la la injerencia de
la Iglesia en la vida política suponga un elemento aglutinador de la sociedad, por más que las ideas
laicistas estén calando fuerte en parte de la misma y que la religión cada vez tenga menor peso entre
los españoles2. La cuestión eclesiástica ya no es un tema tan conflictivo entre los españoles. Botti y
Montesinos han definido este fenómeno como la «desacralización de la lucha política»3.
A este importante factor hay que añadir otro elemento diferenciador clave. Se trata de la
propia posición de la Iglesia en la sociedad desde la dictadura franquista hasta nuestros días.
Mientras que a finales del siglo XIX la Iglesia se había relacionado íntimamente con el sistema de
la Restauración, recuperando influencia política, poder económico y base social, la Iglesia que es
parte activa de la Transición está, en muchos sentidos, alejada del poder. Republicanos y
movimiento obrero identificaban en la Iglesia Católica de principios del siglo XX un obvio enemigo
a sus proyectos. Tradicionalmente, la Iglesia había estado junto al poder reaccionario. Esto cambia
en los últimos años del franquismo, cuando algunos sectores de la Iglesia, imbuidos por el espíritu
del Conciclio de Vaticano II y por sus propios enfrentamientos con la dictadura, colaboraron con la
1 CUEVA MERINO, Julio de la, «Anticlericalismo e identidad clerical en España: del movimiento a la política (19101931)», en P. BOYD, Carolyn (ed.), Religión y política en la España contemporánea, Madrid, Centro de Estudios
Políticos y Constitucionales, 2007, pp. 165-185. El propio De la Cueva también ha abordado esta cuestión en CUEVA
MERINO, Julio de la, «Movilización, política e identidad anticlerical, 1898-1910», Ayer, núm. 27, 1997, pp.101-126.
2 A día de hoy el 72,4% de los españoles se declara católico, frente al 15,7% que se declara no creyente y al 9% que
se declara ateo. Casi el 60% de quienes se declaran católicos afirman no ser practicantes, véase Barómetro de
Noviembre, Madrid: Centro de Estudios Sociológicos, 2012, núm. 2966, pág. 18. Dieciocho años atrás, la suma de
católicos practicantes o no alcanzaba el 87,7%, declarándose el 45,9% no practicantes, véase Barómetro de Abril,
Madrid: Centro de Estudios Sociológicos, 1994, núm. 2087. El proceso de secularización de la sociedad española ha
avanzado con la llegada de la democracia. Un ejemplo de ello se encuentra en CASANOVA, José, «España: de la
Iglesia estatal a la separación de Iglesia y Estado», Historia social, núm. 35, 1999, pp. 135-152.
3 BOTTI, Alfonso; MONTESINOS, Nieves, «Anticlericalismo y laicidad en la posguerra, la transición y la democracia
(1939-1995)», en LA PARRA, Emilio; SUÁREZ CORTINA, Manuel (eds.), El anticlericalismo español contemporáneo,
Madrid, Biblioteca Nueva, 1998, pág. 337.
2
oposición clandestina4. Las Iglesias albergaron mítines, los curas fueron encarcelados por dar misa
en otros idiomas y la doctrina oficial miró con suspicacia el autoritarismo del régimen. Dadas las
circunstancias, resultaba difícil creer que los partidos de izquierdas optarían por un discurso
anticlerical tras la muerte de Franco. Serían los elementos más extremistas del régimen quienes
recogieran su testigo. Socialistas y comunistas no lo volverían a utilizar como arma electoral. Una
nueva generación de políticos que no habían vivido la guerra, la propia transición de la Iglesia
durante los últimos años del régimen, el imparable proceso de secularización de la sociedad y la
necesidad de encontrar puntos de acuerdo durante la construcción del nuevo sistema dieron como
resultado el régimen jurídico vigente y un laicismo huérfano de apadrinamiento institucional5.
La ausencia de un partido que haya articulado y dirigido el movimiento laicista desde la
llegada de la democracia ha tenido diversas consecuencias. La primera, su debilitación. Sólo a
principios del siglo XXI comenzaron a organizarse plataformas y asociaciones laicistas. La
segunda, su atomización. Las asociaciones son múltiples, diversas y con corrientes de opinión muy
distintas. Según Rafael Díaz-Salazar6, sociólogo que ha centrado parte de sus trabajos en el análisis
del laicismo moderno, el movimiento laicista español se caracteriza por tener rasgos fuertemente
anticlericales, que abordan la religión desde una perspectiva hostil y de desconocimiento. DíazSalazar es crítico con esta postura del laicismo español, que achaca al exceso de clericalización de
la vida pública tras el franquismo y a la educación de toda una generación bajo el
nacionalcatolicismo. Así, el laicismo español divergiría de los postulados más neutros respecto a la
idea de religión y, especialmente, del laicismo inclusivo de Habermas o Jaurés. Esta es la línea de
pensamiento que heredó una de las dos principales agrupaciones laicistas del país que nacería en
2002, la Coordinadora Laica, impulsada por Europa Laica, una de las asociaciones con más
presencia pública. Frente a ella, y en la línea de un laicismo más inclusivo cercano al ámbito
socialista, se yergue la Plataforma por una Sociedad Laica, entre cuyos impulsores destacan la
Fundación Cives o la Liga Española para la Educación y la Cultura Popular. Su rango ideológico es
más suave que el de la Coordinadora. Opta por tesis menos agresivas hacia la idea de religión,
frente al ateísmo humanista de la Coordinadora Laica. Ambas funcionan como entes heterogéneos,
cuya presencia queda circunscrita a las actividades e iniciativas de sus respectivos miembros.
Pese a las importantes diferencias que separan a la Plataforma y a la Coordinadora, es
posible establecer algunas líneas ideológicas comunes, especialmente en lo relativo a las
reivindicaciones de mayor laicidad del Estado. En general, el laicismo contemporáneo es crítico con
la posición jurídica de la Iglesia, su mención especial en la Constitución y la Ley Orgánica de
Libertad Religiosa. La menor presencia de la religión en las aulas, en distintos grados y desde
posturas distintas, es otra de las reivindicaciones seculares que el nuevo laicismo ha heredado. Y
junto a estas cuestiones, cabe enumerar con brevedad hechos puntuales que han sido motivo de
polémica, como los matrimonios homosexuales, el aborto, la investigación con células madres, la
presencia de simbología católica en las instituciones públicas o las inmatriculaciones de edificios.
4 Rafael Cruz glosa ejemplos de cómo sectores de la Iglesia Católica colaboraron activamente con las fuerzas de la
oposición en CRUZ, Rafael, «Sofía Loren, sí; Montini, no. Transformación y crisis del conflicto anticlerical», Ayer,
núm. 27, 1997, pp. 181-217. La Iglesia utilizó los privilegios que la dictadura le había otorgado tras la guerra para
difundir ideas de los partidos ilegalizados y para organizar actos de índole sindical durante los años sesenta y la
recta final del régimen franquista.
5 BOTTI, Alfonso; MONTESINOS, Nieves, op. cit. pp. 336-339.
6 DÍAZ-SALAZAR, Rafael, España Laica. Ciudadanía Plural y convivencia nacional, Madrid, Espasa, 2008.
3
La defensa de las políticas secularizadoras
Tradicionalmente, anticlericales y clericales habían utilizado las herramientas de protesta
cívicas para presionar en favor de sus objetivos 7. Esta realidad desapareció tras el franquismo y
volvió a florecer, poco a poco, durante los primeros años de la democracia. Sin embargo no ha sido
hasta los primeros años del siglo XXI cuando ha habido verdaderos intentos por parte del
movimiento laicista de recuperar el pulso perdido durante tres décadas. La manifestación en defensa
del matrimonio gay de julio de 2005 es el paradigma de este fenómeno, pero tanto antes como
después se llevaron a cabo distintos actos públicos de protesta. Hay que tener en cuenta, no
obstante, que estas convocatorias de intenciones masivas han sido esporádicas y, en términos
genéricos, han tenido un carácter de respuesta a políticas concretas o a eventos católicos. La
movilización laicista en la España contemporánea nunca ha llevado la iniciativa.
El clima de consenso y aceptación mutua entre sectores izquierdistas y clericales comenzó a
resquebrajarse durante el proceso de aprobación de la ley de divorcio. Por un lado, la jerarquía
eclesiástica no tardó en marcar terreno. Su oposición al divorcio sería en ocasiones férrea. Durante
los primeros años de la democracia se sucedieron las manifestaciones clericales en su contra. A las
continuas críticas de Juan Pablo II al desarrollo de un marco legal que amparara el divorcio 8 se
sumaron las homilías de cargos eclesiásticos españoles9 o las denuncias del cardenal Tarancón sobre
una supuesta «campaña divorcista»10. Las palabras de Tarancón, artífice de la Transición criticado
por los sectores más conservadores del franquismo, denotaban que la Iglesia estaba dispuesta a
presionar lo que fuera necesario para frenar una medida de carácter secularizador. Sin embargo,
existían disensiones en el seno de la Conferencia Episcopal 11 y entre los católicos de base. Partidos
y asociaciones cristianas se mostraron favorables al desarrollo de la ley 12. En el fondo, el divorcio
contaba con el apoyo de gran parte de la población. Ya en 1976 alrededor del 70% de los españoles
se mostraba favorable a su desarrollo13. La polémica había alcanzado también al Congreso, llegando
a suponer un punto de fricción constante entre los propios diputados de UCD14.
No resulta extraño que, en este contexto y pese al desarraigo de la movilización anticlerical,
surgieran iniciativas para reivindicar el derecho al divorcio. Las protestas tuvieron mucho de
contraofensiva a las presiones de la jerarquía eclesiástica y sirvieron de pauta para futuras
movilizaciones. Las acciones anticlericales surgirían a partir de ahora de la mano de determinados
contextos, ya fuera a favor de proyectos políticos secularizadores o en respuesta a la movilización
católica. Desde 1977 se llevaron a cabo intentos de manifestaciones 15, encierros en edificios
7 Para la movilización católica de principios de siglo XX ver DE LA CUEVA, Julio, «Católicos en la calle: la
movilización de los católicos españoles, 1899-1923», Historia y Política, núm. 3, 2000, pp. 58-75.
8 Entre otros, véase «Juan Pablo II reitera la oposición de la Iglesia al divorcio», El País, 18/11/1978.
9 Véase «Varios obispos coinciden en atacar el divorcio en sus homilías dominicales», El País, 14/10/1980; o «Los
obispos continúan atacando la ley de Divorcio», El País, 11/10/1980.
10 «El cardenal Tarancón denuncia la campaña divorcista», El País, 11/06/1978.
11 «La disolución del matrimonio suscita polémicas en el seno del episcopado», El País, 22/11/1979.
12 Véase «Un grupo cristiano propugna la regulación del divorcio», El País, 29/05/1979; y «La democracia cristiana
española, a favor de que el Estado reconozca el divorcio», El País, 16/02/1977.
13 «Más del setenta por ciento de los españoles favorable al divorcio», El País, 26/06/1976.
14 «Profundo enfrentamiento entre los grupos socialdemócrata y democristiano de UCD», El País, 25/06/1981;
«Diferentes posturas de partidos políticos y fuerzas sociales ante el divorcio», El País, 11/05/1980.
15 «Se prepara un acto masivo en favor del divorcio en Barcelona», El País, 02/04/1977.
4
religiosos16 y recogidas de firmas17. Estas iniciativas estuvieron lideradas por agrupaciones
feministas como la Asociación Democrática de la Mujer o el Movimiento Democrático de Mujeres.
Las protestas de las feministas recorrieron gran parte de la geografía española. En Madrid, un grupo
de mujeres logró encerrarse en la Catedral de San Isidro 18 y se realizaron protestas frente a los
tribunales eclesiásticos en las que se exigía un divorcio «libre» y «sin culpables» 19. Las
concentraciones de carácter general contaron con pancartas y cánticos dirigidos a la Iglesia Católica
y al partido en el gobierno, la UCD del presidente Adolfo Suárez. En ellas, los manifestantes —en
su mayoría mujeres— clamaban contra una supuesta confabulación entre UCD y la Iglesia que tanto
recordaba a las protestas del tradicional anticlericalismo. «UCD, UCD, la sotana se te ve», «Los
obispos y UCD, todos contra la mujer», «La Iglesia y UCD se casan otra vez» y «Divorcio
tendremos y a Suárez cabrearemos» eran algunas de las soflamas que podían oírse, que iban más
allá de la reivindicación del derecho al divorcio y se circunscribían a pequeña escala en el
anticlericalismo20. La polémica llegó a su fin el 7 de julio de 1981, cuando se publicó oficialmente
la nueva regulación del matrimonio en el Código Civil.
He desarrollado con brevedad el conflicto relativo a la legalización del divorcio al
considerarlo un espejo remoto de la polémica que surgiría años más tarde a raíz del matrimonio
homosexual, que se engarza mucho mejor con el tema de este trabajo. No obstante, antes del siglo
XXI cabría mencionar otras cuestiones polémicas que llevaron a pequeñas movilizaciones, aunque
sólo fueran en el campo de lo mediático. Es el caso de la ya mencionada Ley Orgánica de Libertad
Religiosa de 1980, de la Ley Orgánica del Derecho a la Educación de 1983 o de la Ley del aborto
de 1985, que también contaría con un espejo, mucho más amplificado, durante el nuevo milenio21.
Así que hay que remitirse de nuevo al 2 de julio de 2005 y a la masiva manifestación en
Madrid en defensa del matrimonio homosexual, aprobado pocos días atrás en el Congreso gracias al
impulso del Gobierno socialista de José Luis Rodríguez Zapatero. Como se ha apuntado en otros
trabajos, la ley de 1981 supuso un importante referente para la legalización del matrimonio entre
personas del mismo sexo22. A partir ahora el Estado se haría cargo de la tutela jurídica del
matrimonio, lo que conllevaría una menor sacralización del mismo y una menor carga dogmática y
moral. Este proceso culminaría con los «derechos de secularización de segunda generación», que
afectarían directamente a las nuevas formas de relaciones afectivas desarrolladas y aceptadas en el
seno de la sociedad española. En junio de 2004, poco después de que los socialistas ganaran las
elecciones, el 66% de los españoles creía que el Estado debía reconocer el matrimonio entre
personas del mismo sexo23. Pese al apoyo social, la Iglesia se mostró contraria en todo momento. Al
igual que en la cuestión del divorcio, la jerarquía eclesiástica acertó al ver en el proceso legislativo
un avance de la secularización y una muestra de su pérdida de influencia en la esfera social del país.
Resulta lógico, por tanto, que la Conferencia Episcopal apoyara las movilizaciones que
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«Las feministas terminan su encierro en Madrid», El País, 09/12/1977.
«Recogida de firmas en favor del divorcio», El País, 09/12/1977.
«Encierro de feministas en la catedral de Madrid», El País, 08/03/1981.
«Mujeres a favor del divorcio ante los tribunales eclesiásticos», El País, 15/02/1981.
«Manifestación en Madrid contra la regulación del divorcio proyectada por el Gobierno», El País, 17/01/1980.
Estas cuestiones han sido glosadas brevemente en BOTTI, Alfonso; MONTESINOS, Nieves, op. cit. pp. 353-364.
FERNÁNDEZ-CORONADO, Ana, «La evolución jurídica del sistema matrimonial español desde la Constitución de 1978
a la admisión del matrimonio homosexual», Foro, Nueva Época, núm. 3, 2006, pp. 93-112.
23 Barómetro de Junio, Madrid: Centro de Estudios Sociológicos, 2004, núm. 2568.
5
organizaciones católicas impulsaron durante los meses de debate. La participación activa de la
Iglesia en la discusión pública, junto a la oposición del Partido Popular, dotó de un nuevo
significado al conflicto y lo situó en un eje de ideologías contrapuestas y en un eje clerical: por un
lado, quienes aceptaban la intromisión de la Iglesia en cuestiones civiles, y por otro, quienes no
estaban dispuestos a que las convicciones religiosas y la jerarquía eclesiástica se antepusieran ante
lo que consideraban derechos legítimos. De nuevo, era una política de secularizadora la que
suscitaba la reacción católica y que, en consecuencia, activaba el viejo espíritu anticlerical.
Poco después de la victoria del PSOE en las elecciones generales de 2004, el matrimonio
homosexual acaparó la agenda pública. De un año en adelante, el debate se polarizaría. El punto
álgido del conflicto se alcanzaría en la primavera de 2005, cuando una asociación civil de carácter
conservador convocó una marcha por las calles de Madrid en defensa de la familia tradicional. El
18 de junio, pocos días antes de que el Congreso levantara el veto del Senado a la reforma, miles de
personas acudieron al llamamiento y mostraron su oposición a la política socialista. Para entonces
los obispos ya habían manifestado en numerosas ocasiones sus reticencias. Dos días antes de la
marcha, el portavoz de la Conferencia Episcopal, Juan Antonio Martínez Camino, aseveraba que se
trataba de una reforma única en el mundo y que la Iglesia Católica debía «resistir(nos)» por todos
los medios democráticos para que no prosperara 24. La llamada a la movilización no suponía una
novedad. Meses atrás, se animaba a los feligreses a manifestarse contra la política del Ejecutivo y
adelantaba que la Iglesia llevaría «a pie de calle» la visión «cristiana» sobre el matrimonio
homosexual25, al que el portavoz llegaría a referirse como «virus» 26. Efectivamente, el 18 de junio
de 2005 la Conferencia Episcopal refrendaría su nuevo papel como agente catalizador de la
protesta. Su presidente, el obispo de Bilbao Ricardo Blázquez, se personó en la manifestación junto
a múltiples políticos del PP y decenas de asociaciones civiles. En total, casi una veintena de obispos
acudieron a la multitudinaria marcha «por la libertad y la familia»27.
A raíz de esta polarización del debate, algunos trabajos han ahondado la cuestión de las
identidades movilizadoras. Por un lado, existía una clara identidad católica o clerical capaz de
movilizar a un número amplio de personas en defensa de los valores tradicionales que defiende la
Iglesia. Esta identidad, que enlazaría con las movilizaciones católicas de principios del siglo XX,
tendría un fuerte protagonismo público durante las legislaturas de Rodríguez Zapatero. Frente a esta
realidad, se encontraría la identidad del colectivo homosexual, que una vez se percibió a sí mismo
como interlocutor legítimo dentro del espectro social fue capaz de movilizar a significativas masas
de población28. Pese a que éste último colectivo sería el impulsor principal de la manifestación del 2
de julio, la existencia de un colectivo antagonista de carácter clerical derivaría de manera inevitable
en la anticlericalización de la protesta.
La presencia de cánticos y pancartas contra la Iglesia no era infrecuente en las
movilizaciones del colectivo homosexual. El Día del Orgullo Gay había tenido un importante
24
25
26
27
«Los obispos dicen que no se ha vivido "nada igual en 2000 años" como las bodas gays», El País, 17/06/2005.
«La Iglesia anima a los católicos a manifestarse contra el Gobierno», El País, 24/09/2004.
«Los obispos califican de "virus" y "falsa moneda" a los matrimonios gays», El País, 28/09/2004.
«La marcha contra las bodas gays reúne en Madrid a familias, obispos y líderes del PP», El País, 19/06/2004
[http://sociedad.elpais.com/sociedad/2005/06/18/actualidad/1119045601_850215.html].
28 ETXAZARRA, Leire, «La legalización del matrimonio homosexual (el cómo y por qué de una movilización)», Papeles
del CEIC, vol. 2007/1, 2007.
6
carácter reivindicativo desde sus inicios 29. En este contexto, no resulta extraño que la movilización
recibiera un apoyo inusual por parte de heterosexuales. La marcha fue multitudinaria y contó con la
participación de representantes de los partidos y colectivos favorables a la reforma. Además, fueron
frecuentes las pancartas y los lemas de signo anticlerical: «Se va a acabar la dictadura episcopal»,
«Concordia sí, concordato no», «Por un Estado laico» o «Nuestras familias también importan» 30. El
diario ABC tituló: «Ataques a la Iglesia y al PP y aclamación a Zapatero en la manifestación del
Orgullo Gay» y en la crónica se destacaban otros cánticos de rasgo anticlerical como «Ni quemar
gays puede ya el Papa»31. Especial significado tuvo también el manifiesto final de la protesta. En él,
se realizaba una expresa mención a la Iglesia Católica32:
«Tampoco debemos olvidar hoy a quienes han estado sistemáticamente oponiéndose a
nuestros avances. Muy especialmente, a la jerarquía de la Iglesia Católica, jaleada por el
Partido Popular. Ellos han sido los enemigos más acérrimos de nuestra igualdad (...) Sus
retrógradas declaraciones, sus permanentes insultos, su patente homofobia y transfobia no se
corresponden con una sociedad democrática y plural».
Visto con perspectiva, parece evidente que tanto la polémica suscitada a raíz de la ley de
divorcio como las manifestaciones surgidas durante la aprobación del matrimonio homosexual
obedecieron a motivaciones políticas coyunturales. Es posible decir, incluso, que los dos conflictos
estuvieron sobrerrepresentados. No en vano, ambas contaban con un amplio apoyo de la sociedad y
hoy apenas tienen espacio entre las preocupaciones de los españoles.
El impulso laico frente a las ceremonias católicas
Si los conflictos que empujaron a movilizaciones de sesgo anticlerical fueron coyunturales,
resulta comprensible que la movilización anticlerical también lo haya sido durante los últimos años.
Sin embargo, se pueden destacar algunas iniciativas fomentadas desde colectivos laicos para ganar
una mayor presencia en la calle. Estas protestas, en ocasiones frustradas, también se sirven de la
coyuntura, aunque esta vez no de la política sino de la ceremonial. Las procesiones de Semana
Santa y las visitas del Papa al país han sido utilizadas para reivindicar una mayor profundización de
la laicidad estatal. Pese a que estas iniciativas también tienen un carácter reactivo, se valen menos
del contexto político y tratan de introducir en la agenda pública nuevos temas de debate.
Sin duda, las «procesiones ateas» organizadas por diversas asociaciones durante la Semana
Santa de 2011 y 2012 fueron iniciativas que lograron dar visibilidad al movimiento laicista.
Ninguna llegó a celebrarse, pero volvieron a introducir entre clericales y anticlericales el viejo
debate sobre el dominio del espacio público. En esta ocasión la iniciativa surgió de la Asociación de
Vecinos de Lavapiés, un céntrico barrio de Madrid, y de varias organizaciones entre las que
destacaba la Asociación Madrileña de Ateos y Librepensadores. Un mes antes del Jueves Santo, los
29 Véase «El derecho al matrimonio, principal petición en el Día del Orgullo Gay», El País, 25/06/1995.
30 «Una multitudinaria marcha celebra en Madrid la igualdad de derechos para los homosexuales», El País,
03/07/2005.
31 «Ataques a la Iglesia y al PP y aclamación a Zapatero en la manifestación del Orgullo Gay», ABC, 03/07/2005.
32 «Carmen Calvo: «No hay marcha atrás» en la ley del matrimonio homosexual», ABC, 03/07/2005.
7
organizadores solicitaron permiso para realizar una «procesión atea», coincidiendo en día, hora y
lugar con las procesiones confesionales de Jesús del Gran Poder y Jesús el Pobre 33. La noticia
trascendió a los medios de comunicación y políticos y asociaciones de carácter conservador
mostraron su oposición a la marcha. Según expresaron los convocantes, el objetivo del acto era
criticar a la Iglesia de una forma lúdica, sin faltar al respeto a la confesión. Estas explicaciones no
convencieron al Ayuntamiento de Madrid, gobernado por el Partido Popular, que emitió un informe
desfavorable sobre la posible celebración de la marcha tildándola de «provocación» 34. La decisión
de permitirla o no quedaba en manos de la Delegación de Gobierno de Madrid que, a tenor de la
oposición de organismos policiales y jurídicos, decidió prohibirla 35. La Delegación basó su negativa
en once razones, entre las que se incluyeron supuestos carteles ofensivos contra los católicos de
cuya autoría los organizadores renegaban. Estos imaginativos eslóganes —«Cofradía de la Virgen
del Mismísimo Coño» o «Hermandad de la Santa Pedofilia»— habían sido difundidos semanas
atrás por medios conservadores36. Finalmente, el Tribunal Superior de Justicia de Madrid rechazó el
recurso de las agrupaciones laicistas y dio carpetazo definitivo a la manifestación.
La batalla por el espacio público se había decantado del lado católico, y los convocantes no
tardaron en apuntar a las razones de esta decisión en la falta de laicidad del Estado. El conflicto
suscitó un acalorado debate en las redes sociales y alcanzó a los medios. Mientras que los diarios El
País y Público —de carácter progresista— criticaron con dureza la decisión de la Delegación de
Gobierno, la prensa conservadora —ABC, La Razón, La Gaceta y Libertad Digital— se opuso con
firmeza a la iniciativa y enarboló la bandera de la ofensa a las creencias religiosas. El sector
mediático de corte católico se movilizó con fuerza: algunas asociaciones llegaron a presentar miles
de firmas en contra de la convocatoria y a interponer denuncias contra los organizadores de la
marcha, aunque éstas no llegaron a ninguna parte37.
A grandes rasgos, la polémica de la Semana Santa de 2011 había supuesto una magnífica
representación teatral de un conflicto entre clericales y anticlericales. Se hallaban allí todos los
ingredientes: lucha por el espacio público, participación de los medios, denuncias jurídicas,
involucración de asociaciones civiles y una disputa social de fondo que volvía a acaparar la
atención pública tras muchos años soterrada. Esta vez el anticlericalismo no caminaba al rebufo de
medidas secularizadoras, sino que salía a la calle por sí mismo —aunque fuera como reacción a las
ceremonias católicas—. Los hechos de la Semana Santa de 2012 certificaron que la disputa no había
sido puntual. De nuevo la Asociación de Vecinos de Lavapiés y la Asociación de Ateos y
Librepensadores de Madrid convocaron una «manifestación» —obviando la simbología religiosa de
2011— cuyas objetivos estaban muy marcados: «No más privilegios, de mis impuestos a las iglesias
cero». Los convocantes diseñaron un cartel oficial para evitar supuestas manipulaciones y
focalizaron la protesta alrededor de uno de los viejos mantras del anticlericalismo: la financiación
33 «Una manifestación atea agita las pasiones ante la Semana Santa», El País, 13/04/2011.
34 «Manuel Cobo insiste en que la procesión atea es una "provocación"», Público, 12/04/2011
[http://www.publico.es/espana/370912/manuel-cobo-insiste-en-que-la-procesion-atea-es-una-provocacion] .
35 «Prohibida la procesión atea por coincidir con las católicas», El País, 14/04/2011.
[http://sociedad.elpais.com/sociedad/2011/04/14/actualidad/1302732002_850215.html].
36 Véase «Los anticlericales convocan el Jueves Santo una «procesión atea» en el centro de Madrid», Libertad Digital,
27/03/2011 [http://www.libertaddigital.com/sociedad/los-anticlericales-convocan-el-jueves-santo-una-procesionatea-en-el-centro-de-madrid-1276418447/].
37 «Los convocantes de la procesión atea no declararán ante la juez», El País, 18/04/2011
[http://sociedad.elpais.com/sociedad/2011/04/18/actualidad/1303077601_850215.html].
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de la Iglesia. La fecha sería la misma, Jueves Santo, y la concentración serviría para reclamar un
menor número de procesiones católicas. La experiencia de 2011 también sirvió para pulir detalles:
esta vez se evitaría toda interferencia con las procesiones que iban a tener lugar el mismo día38.
Las precauciones sirvieron de poco. En una sucesión de acontecimientos calcada a la del año
anterior, la Delegación de Gobierno se remitió de nuevo a los informes desfavorables del
Ayuntamiento de Madrid para prohibir la marcha. De nuevo, los argumentos se centraban en la
intencionalidad ofensiva de la manifestación, a tenor de la fecha, la hora y el lugar elegido para su
puesta en práctica39. Los organizadores se mostraron contrariados, volvieron a recurrir al Tribunal
Superior de Justicia de Madrid y volvieron a perder la batalla 40. Todas las modificaciones de la
convocatoria habían caído en saco roto: un año más, no habría manifestación de Jueves Santo. El
debate se reprodujo en idénticos términos en la red y en los medios, y de nuevo asociaciones de
perfil católico presentaron miles de firmas en oposición al acto. Pese al fracaso, se puede
interpretar que el movimiento laicista ganó más de lo que perdió gracias a las iniciativas. Por un
lado, le dio visibilidad mediática y le situó como un interlocutor de creciente peso en el debate
político. Por otro, la reacción del sector clerical puso de manifiesto, aunque era algo ya certificado
durante los años del gobierno socialista, que existía una oposición firme a los escuetos intentos de
secularización del Estado. La negativa a ambas marchas pudo reafirmar al laicismo en la necesidad
de continuar luchando contra la aún certificable presencia de lo clerical en la vida pública.
El renovado impulso del laicismo culminaría en, hasta la fecha, la mayor expresión
anticlerical organizada en España desde la llegada del nuevo siglo. Miles de personas protestaron
durante las Jornadas Mundiales de la Juventud, durante el verano de 2011, contra la visita del Papa
Benedicto XVI en una concentración multitudinaria que derivó en enfrentamientos con jóvenes
católicos y cargas policiales. Sin embargo, resulta necesario retroceder algunos años para observar
las experiencias que el movimiento laicista había puesto en práctica coincidiendo con las visitas del
Papa al país. Estas protestas tenían un carácter diferente a las iniciativas anteriores: se apoyaban en
un hecho puntual para poner encima de la mesa las viejas exigencias del anticlericalismo. La
naturaleza de los viajes de Benedicto XVI a Valencia, Barcelona y Santiago facilitó que los grupos
laicistas criticaran los privilegios financieros de la Iglesia. Por primera vez era posible encontrar
elementos cohesionadores de cierta «identidad anticlerical», como los eslóganes —«Yo no te
espero»— o la oposición cultural frente a los católicos que arroparon al Papa.
No son de extrañar las repetidas visitas de Benedicto XVI a España. Las medidas
secularizadoras ejecutadas por el gabinete de Rodríguez Zapatero colocaron al país en la agenda del
nuevo Papa. Valencia fue el primer escenario elegido. En 2006, Benedicto XVI presidiría durante
dos días las V Jornadas de la Familia, que esperaban congregar a miles de católicos. La llegada del
Papa causó un gran revuelo y diversas asociaciones laicistas de la ciudad crearon el colectivo Jo no
t'espere para denunciar el excesivo gasto que la organización del evento costaría al consistorio 41.
38 «Procesión atea, segundo 'round'», El País, 14/03/2012
[http://ccaa.elpais.com/ccaa/2012/03/14/madrid/1331727481_943859.html]
39 «Cifuentes prohíbe la procesión atea por su "evidente voluntad de provocación"», El País, 21/03/2012
[http://ccaa.elpais.com/ccaa/2012/03/21/madrid/1332328909_052889.html].
40 «La justicia ratifica el veto a la procesión atea del Jueves Santo en Madrid», El País, 30/03/2012
[http://ccaa.elpais.com/ccaa/2012/03/30/madrid/1333100796_878497.html].
41 «Entidades cívicas constituyen una plataforma para criticar el «derroche» de la visita del Papa», Levante-EMV
[http://www.levante-emv.com/comunitat-valenciana/3159/entidades-civicas-constituyen-plataforma-criticar-
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Pese a que no lograron frenar la visita, Jo no t'espere logró cierta difusión en los medios. Lo más
significativo de Jo no t'espere, y que encontraría su espejo posterior en la reacción a la llegada del
Papa en otras ciudades, es que algunas de las asociaciones que impulsaron con mayor entusiasmo la
campaña eran cristianas42. Así, podemos encontrar a Redes Cristianas, Catòliques pel dret a decidir,
o Comunitats Cristianes Populars, entre otras, además de los sospechosos habituales en este tipo de
iniciativas: Europa Laica, Federación Internacional de Ateos y varios grupos homosexuales. Desde
el seno del propio cristianismo existían voces críticas con el fausto despliegue de recursos que las
autoridades locales ofrecían a la Iglesia. El espectro argumental, además, se adentraba en varios
campos y profundizaba en cuestiones que acaparaban el debate público por entonces. No es casual
la presencia de colectivos homosexuales. El propio Benedicto XVI haría de su visita a Valencia una
causa por la familia tradicional43, en un claro signo de confrontación a las recientes medidas
secularizadoras. De nuevo, afloraría la ya mencionada identidad homosexual, y de nuevo cobraría
tintes anticlericales. Una de las medidas realizadas por el colectivo consistió en una manifestación
por la «diversidad de la familia» semanas antes de las jornadas, coincidiendo con la ordenación de
diez sacerdotes en la catedral de Valencia. La iniciativa contó con la inevitable oposición de la
Iglesia, que recurrió a la «provocación ofensiva», en otro conflicto por el espacio público44.
Jo no t'espere, sin embargo, no utilizaba la legalización del matrimonio homosexual como
único recurso de oposición al encuentro de los católicos. El colectivo entregó 1.500 peticiones de
apostasía en el Arzobispado de Valencia45. Durante los días previos al inicio de las jornadas repartió
camisetas, insignias y pancartas con su lema. Y ya con Benedicto XVI en la ciudad, organizó una
bicicletada nudista que recorrió Valencia entre abucheos de los católicos y aplausos de quienes se
oponían al acto. La plataforma supuso un ejemplo de nueva movilización anticlerical, sin cortapisas
ni amparada en reivindicaciones de otro tipo. Se hablaba sin ambages de «injerencia católica en los
asuntos del Estado», de «libertad personal» frente a los modelos «fundamentalistas» y del
cuestionamiento de las posturas oficiales de la Iglesia en asuntos sociales 46. Cuatro años después, en
el otoño de 2010, Benedicto XVI volvió a visitar España con motivo del Año Jacobeo y de la
apertura de la Sagrada Familia. Tanto en Santiago de Compostela como en Barcelona las
asociaciones laicistas recogieron el testigo de Jo no t'espere. Los lemas y las acciones fueron muy
semejantes. Esta vez las iniciativas contaron con el respaldo de algunos sindicatos y tuvieron un
amplio eco en la red, que ya catalizaba el movimiento 47. En Barcelona se celebró una concentración
en contra del dispendio público, se invitó a los barceloneses a expresar su rechazo mediante
pancartas con la frase «Yo no te espero» y se organizó un concurso de besos gays durante el desfile
derroche-visita-papa/199481.html].
42 «Católicos discrepantes con los fastos», El País, 09/07/2006
[http://elpais.com/diario/2006/07/09/sociedad/1152396009_850215.html].
43 «El Papa reivindica en Valencia la "insustituible" familia tradicional», El País, 09/07/2006
[http://elpais.com/diario/2006/07/09/sociedad/1152396001_850215.html].
44 «La fiesta gay de Valencia coincidirá con la ordenación de diez sacerdotes», ABC, 15/06/2006
[http://www.abc.es/hemeroteca/historico-15-06-2006/abc/Sociedad/la-fiesta-gay-de-valencia-coincidira-con-laordenacion-de-diez-sacerdotes_1422021000943.html].
45 «'Jo no t'espere' presenta 1.500 solicitudes de apostasía», El País, 30/06/2006
[http://elpais.com/diario/2006/06/30/cvalenciana/1151695097_850215.html].
46 «Valencia dirá Jo no t'espere a Benedicto XVI», Redes Cristianas, 24/05/2006
[http://www.redescristianas.net/2006/05/24/valencia-dira-jo-no-tespere-a-benedicto-xvi/].
47 «"Nosotros no te esperamos"», Público, 1/11/2010 [http://www.publico.es/espana/344363/nosotros-no-teesperamos]
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de Benedicto XVI por la ciudad 48. En Santiago también se invitó a los vecinos a colgar pancartas
con el lema «Eu nom te espero», se prepararon actos satíricos simultáneos a la misa del Papa en la
plaza del Obradoiro, y se presentaron denuncias por «apología del genocidio y delitos de lesa
humanidad» contra la cabeza de la Iglesia49. Estos actos servirían de anticipo a la gran
manifestación laicista que tendría lugar en Madrid unos meses más tarde.
En agosto de 2011 tendría lugar la acción de signo anticlerical más significativa de la última
década. Miles de laicistas salieron a la calle en una larga marcha que recorrió las calles de Madrid
exigiendo el fin de los privilegios de la Iglesia. La concentración reunió a 8.000 personas que, por
primera vez, salían a la calle exclusivamente en su condición de laicistas. Supuso la culminación
visible a una década de resurgimiento laicista y la primera muestra significativa de una renovada
«identidad clerical». Además, la gran marcha se desarrolló en el contexto de las Jornadas Mundiales
de la Juventud, que congregó a una multitud de católicos, y de la tercera visita de Benedicto XVI al
país. Aún es pronto para valorar con perspectiva tanto algunos de los hechos relatados en páginas
anteriores como esta manifestación, pero merece la pena destacar que en esta acción se reunieron
todos los elementos que caracterizan al nuevo anticlericalismo. Primero, se desarrolló margen de
cualquier vínculo institucional. Ni los principales sindicatos ni partido político alguno la
respaldaron con firmeza. Fueron diversas asociaciones quienes utilizaron su despliegue en la red
para organizarse. Segundo, se valió de una ceremonia católica para exponer sus reivindicaciones. El
movimiento laicista, dada su organización horizontal, ha necesitado durante los últimos años de un
contexto, y el amplio despliegue católico suponía un escenario inmejorable. Y tercero, trasladó el
debate a la agenda pública en términos de equidad democrática. Del mismo modo que el
matrimonio homosexual fue presentado como un derecho irrenunciable y las «procesiones ateas» de
Semana Santa se justificaron en términos de protección al derecho de reunión, la oposición a las
visitas del Papa se planteó desde el punto de vista del gasto público. El erario público no debía
financiar las grandes ceremonias católicas. Los impuestos del contribuyente no podían destinarse a
cuestiones confesionales50. Así lo atestiguaba el lema de la manifestación, «De mis impuestos al
Papa cero. Por un Estado laico», o algunos de los cánticos más recurrentes, como «Menos crucifijos
y más empleos fijos» o «Yo he venido pagando el autobús» 51. El laicismo se mostraba indignado
por el dispendio que suponían las jornadas. Aquí hay que tener muy en cuenta las movilizaciones
del 15-M, que habían tenido lugar meses atrás. En un contexto de profunda crisis y alto desempleo
juvenil, las jornadas supusieron un aliciente para muchos jóvenes. Las nuevas herramientas
movilizadoras del 15-M impulsaron la protesta y le dieron un mayor simbolismo.
Este simbolismo se vio reflejado en la negativa de la Delegación de Gobierno a permitir que
la marcha finalizara en la Puerta del Sol, escenario ahora icónico de las protestas del 15-M.
Finalmente, los convocantes lograron que la manifestación pasara al menos por el corazón de
Madrid, aunque no terminara en él. Los hechos, sin embargo, se desarrollaron de un modo diferente.
48 «Besos contra la jerarquía católica», Público, 7/11/2010 [http://www.publico.es/espana/345412/besos-contra-lajerarquia-catolica]
49 «Los que no esperan al Papa», Público, 31/10/2010 [http://www.publico.es/espana/344219/los-que-no-esperan-alpapa]
50 «Una marcha laica contra una visita "inadecuada"», Público, 05/08/2011 [http://www.publico.es/espana/390157/unamarcha-laica-contra-una-visita-inadecuada].
51 «La Policía carga contra manifestantes laicos tras fuertes disturbios en Sol», El Mundo, 18/08/2011
[http://www.elmundo.es/elmundo/2011/08/17/espana/1313601327.html].
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Cuando los manifestantes llegaron a la Puerta del Sol encontraron a miles de jóvenes católicos y un
pequeño cordón policial. Los enfrentamientos verbales entre unos y otros se hicieron inevitables, y
pese a que la marcha continuó su rumbo, muchos de los participantes optaron por quedarse allí.
Algunos laicistas increparon a los católicos, y poco a poco les expulsaron al grito de «Esta plaza es
nuestra». Horas más tarde, y una vez sólo restaron manifestantes, la Delegación de Gobierno
ordenó desalojar el lugar temiendo una acampada. Los agentes cargaron y la jornada derivó en
disturbios. Ocho personas fueron detenidas y once resultaron heridas52.
Conclusiones
No sólo de acciones en el espacio público ha vivido el movimiento laicista durante los
últimos años. Campañas, recogidas de firmas o foros de distinta índole han catalizado el pulso del
laicismo en la España del siglo XXI. El viejo anticlericalismo utiliza otros vehículos de expresión,
pero sus constantes vitales vuelven a latir con fuerza. Amparado en las nuevas herramientas
movilizadoras de las que se ha armado parte de la izquierda española durante los últimos cinco
años, al margen de la protección de partidos políticos, estructurada horizontalmente y con una
amplia difusión en la red, el anticlericalismo ha encontrado un nuevo sitio como interlocutor válido
en la escena política y social del país. ¿Por qué ahora? Las dos legislaturas de José Luis Rodríguez
Zapatero impulsaron importantes medidas secularizadoras que suscitaron la reacción de la jerarquía
eclesiástica. En respuesta, el laicismo comenzó a movilizarse activamente. Superada la Transición,
olvidado el consenso y la política de contemporización, una nueva generación de laicistas no tiene
reparos en exigir reformas de amplio calado en lo relativo a las relaciones entre Iglesia Católica y
Estado. El proceso de secularización de la sociedad, cada vez más pronunciado, y la diversidad
religiosa de los españoles han sido dos factores que también han contribuido a que el movimiento
laicista haya encontrado de nuevo un germen social desde el que lanzar sus reivindicaciones.
¿Cuál puede ser el futuro de este repentino revival anticlerical, que rehuye de dicho término
dadas las importantes connotaciones históricas y se aglutina en el laicismo? Es incierto. La crisis
económica puede suponer tanto un revulsivo como un freno. Por un lado, la agenda pública ha
quedado fagocitada por la situación económica y ha dejado de lado otras reivindicaciones que sí
tenían espacio mediático en los años previos. Por otro, el 15-M y los movimientos que aspiran a
regenerar la idiosincrasia política del país pueden incluir dentro de sus programas una revisión de
las relaciones entre Iglesia y Estado. Como se ha señalado más arriba, el movimiento asambleario
apoyó la manifestación de agosto de 2011 y no es de extrañar que, en su cuestionamiento general
del status quo, también se muestre crítico con el sistema de financiación de la Iglesia o con la
presencia de la misma en la escuela. Sin embargo, la crisis también ha revitalizado el papel social
de los católicos de base y de asociaciones que, en su día a día, ejercen la beneficencia. En este
sentido, ciertas críticas morales que la jerarquía eclesiástica ha vertido sobre los agentes
desencadenantes de la crisis confluyen con el discurso natural de la izquierda frente a la recesión.
Una izquierda que, huelga recordar, es el principal agente impulsor del laicismo. Sea como fuere, no
cuesta imaginar un futuro donde esta cuestión continúe siendo objeto de polémica y movilización.
52 «Ocho detenidos y 11 heridos en los incidentes tras la marcha laica en Madrid», El País, 18/08/2011
[http://politica.elpais.com/politica/2011/08/18/actualidad/1313619651_039448.html].
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13
* Todos los enlaces adjuntos al texto han sido revisados por última vez el 25/01/2013.
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