LAS AFIRMACIONES VERDADERAS ACERCA DE LA REALIDAD

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LAS AFIRMACIONES VERDADERAS ACERCA DE LA REALIDAD NO
EXPERIMENTABLE EMPÍRICAMENTE COMO FUNDAMENTO FUNDAMENTAL DE UNA
METAFÍSICA DESPUÉS DE LAS OBJECIONES DE KANT Y DEL POSITIVISMO LÓGICO
La pretensión de este escrito no es otra que la de intentar hacer accesible a quienes
se inician en el camino del filosofar, especialmente a los estudiantes de la Universidad
Autónoma de Nayarit que cursan la unidad de aprendizaje denominada Ontología, un texto
de Béla Weissmahr en su libro Ontología en el cual se pregunta ¿son posibles de
afirmaciones verdaderas acerca de la realidad no experimentable empíricamente?
Desde la lectura del contenido, sin embargo, se podría pensar que este apartado se
pudo haber llamado “¿Cómo son posibles las afirmaciones verdaderas acerca de la realidad
no experimentable empíricamente?” o, incluso “¿Cómo es posible una metafísica después de
las objeciones de Kant y del Positivismo Lógico?”
Curiosamente, tanto en la pregunta tal como la plantea el autor, como en las
formulaciones propuestas por mí a partir del contenido del texto, quien tiene alguna noticia
más o menos “clara y distinta” del pensamiento de Kant y del Análisis Lingüístico puede
descubrir en ellas que se trata de un texto que, partiendo de las objeciones más importantes
a la metafísica, busca mostrar su posibilidad a partir de la realidad innegable de dimensiones
de la realidad que van más allá de lo experimentable empíricamente; dimensiones que son
conocidas de alguna manera por los seres humanos y acerca de las cuales podemos decir
algo con verdad. Con ello, a la vez que muestra la posibilidad fundamental de la metafísica,
busca mostrar también la limitación de la crítica kantiana que reduce el ámbito del
conocimiento humano a lo experimentable empíricamente, ámbito que, por otra parte, se
reduce a los fenómenos, es decir a la manera como a los humanos nos aparece lo
experimentado. Y busca mostrar, en tercer lugar, la limitación de la postura del positivismo
lógico que reduce la posibilidad del afirmar humano a lo verificable o falsable, es decir, de
nuevo, a lo empíricamente experimentable y, esto, no sólo a través del argumento de la
retorsión, sino a través del análisis de las afirmaciones humanas cotidianas.
Pero, vayamos al texto que nos ocupa, dejando de lado, el argumento ―acabado de
mencionar― de la retorsión, argumento que se ha utilizado desde hace mucho tiempo como
objeción al positivismo lógico y que consiste, básicamente, en que la afirmación acerca de la
imposibilidad humana de hacer afirmaciones verdaderas sobre una realidad no accesible a la
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experiencia empírica contiene saberes acerca de aspectos de la realidad que no son
accesibles a la experiencia empírica, tales como un saber con respecto al alcance de nuestro
conocimiento y de nuestro lenguaje y un saber con respecto a la capacidad de nuestro
conocimiento y de nuestro lenguaje para referirse a la realidad tal como es.
Una afirmación cualquiera ―que puede incluso ser verdadera o falsa― es el punto de
partida del autor para mostrar la posibilidad de afirmaciones verdaderas acerca de la realidad
no experimentable empíricamente.
A partir de esa afirmación, busca encontrar, en un primer momento, aquello que se
supone necesariamente en ella, es decir, las condiciones no-empíricas (a priori) que hacen
posible tal afirmación y, en un segundo momento, analiza más en detalle las condiciones no
empíricas presentes en toda afirmación buscando encontrar la procedencia de esas
condiciones no empíricas que hacen posible la afirmación y buscando encontrar a qué se
refieren.
Cuando alguien hace una afirmación ―sostiene el autor― sabe algo acerca de su
existencia y, con ella, algo acerca del ser en general y sabe también algo acerca de la
concordancia fundamental entre enunciado y realidad. Estos saberes, a su vez, constituyen
aquello que se supone necesariamente en toda afirmación; estos saberes son las
condiciones no-empíricas (a priori) que hacen posible la afirmación en cuanto tal. Estos
saberes no son experimentables empíricamente; no son ni siquiera enunciables con la
precisión con que se pueden hacer enunciados en el ámbito de la experiencia empírica y, sin
embargo, son innegables y se presuponen en cualquier afirmación.
Cuando alguien hace una afirmación, sabe que existe, tiene una experiencia inmediata
de sí mismo a la que, habitualmente, no presta atención y que implica, asimismo, un saber
acerca de lo que es ser.
Esta experiencia inmediata de la propia existencia, como se puede comprender, no es
una experiencia empírica, ni una experiencia plenamente objetivable y por ello, no es una
experiencia comprobable ni plenamente enunciable.
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Aquí, se muestra que el ámbito de la experiencia posible y del lenguaje es más amplio
que el de la experiencia empírica y, a su vez, que en la realidad hay ámbitos meta-empíricos,
de los cuales sabemos algo y de los cuales podemos decir algo aunque de una manera
limitada.
Por otra parte, quien hace una afirmación ―incluso en el caso de los mentirosos―
afirma, implícitamente, la verdad de su afirmación, es decir, que aquello que afirma se da en
la realidad. Esto implica un saber acerca de la capacidad de verdad del saber humano, de su
capacidad para conocer la realidad tal como es; esto implica una coincidencia fundamental
entre lo que se afirma, lo que se conoce y lo que es.
La distinción entre una afirmación verdadera y una afirmación falsa, supone,
precisamente, el saber acerca de lo que es una afirmación verdadera, es decir, una
afirmación que coincide con la realidad.
Ahora bien, a la objeción de que la coincidencia entre afirmación y realidad no es
perfecta, se puede responder, de acuerdo con el autor, que esto es así porque nuestro
conocimiento no es absoluto y pleno, ni nuestro lenguaje capaz de expresar con precisión
todo lo conocido, especialmente cuando se trata de las condiciones de posibilidad del
conocimiento empírico, esa capacidad para conocer la realidad tal como es y para afirmar
algo acerca de ella.
Con esto, el autor concluye la primera parte de su búsqueda, es decir, aquella en que
se proponía encontrar las condiciones no-empíricas (a priori) que hacen posible la
afirmación. Lo encontrado en esa búsqueda fue un saber acerca de la propia existencia y de
la existencia en general y acerca de la identidad entre conocimiento y realidad.
En seguida, emprende la segunda etapa de la búsqueda, en la cual se propone
encontrar la procedencia de esos saberes no empíricos que están presentes en toda
afirmación, así como aquello que se aprende con ese saber.
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El llegar a esos saberes (acerca de la propia existencia, de la existencia en general y
de la identidad entre conocimiento y realidad) requiere una teoría del conocimiento humano
que, negando la vía de las ideas innatas, supere la concepción empirista del conocimiento
que se limita a éste a lo que puede percibir por medio de los sentidos, así como la
concepción kantiana de acuerdo con la cual el conocimiento humano no se limita a conocer
lo percibido por medio de los sentidos pero no es capaz de trascender ―con su combinación
de fenómenos percibidos y elementos a priori― la experiencia posible y el ámbito de las
apariencias. Estos saberes requieren y se fundamentan en un conocimiento humano que
conoce experiencialmente, aunque no por medio de los sentidos (a posteriori), su propia
existencia, así como algo acerca de lo que es la existencia, de lo que es la realidad como tal;
estos saberes se fundamentan en un conocimiento humano capaz de conocer la realidad, un
conocimiento en que se da la identidad entre saber y realidad y constituyen lo que se puede
denominar experiencia atemática del ser o de la realidad.
Con ello, llega el autor al umbral del cometido final de su búsqueda, es decir, al umbral
de aquello que se aprehende con esos saberes provenientes de una experiencia no
empírica: con ese saber se aprehende el (¿se accede al?) ser como realidad a priori que
hace posibles nuestros actos conscientes y cada una de nuestras afirmaciones, como
condición condicionante e incondicionada del conocimiento que tenemos de nosotros
mismos, en el que coinciden ser y conocer y que constituye, a su vez, el punto de partida
para el conocimiento de todo aquello que no soy yo.
Desde esta experiencia del ser: es posible la afirmación ―metaempírica e
indubitablemente
verdadera―
yo
(que
afirmo)
existo;
es
posible
la
afirmación
―metaempírica e indubitablemente verdadera― acerca de la identidad entre ser y conocer
como condición de posibilidad del conocer verdadero y de las afirmaciones tanto verdaderas
como falsas.
En esos ámbitos no experimentables empíricamente acerca de los cuales ―sobre
todo del ser experimentado― no se puede tener ni un conocimiento pleno y preciso, ni hacer
afirmaciones claras y distintas, acerca de los cuales, sin embargo se pueden hacer
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afirmaciones verdaderas, se fundamenta el conocimiento ―más preciso y enunciable con un
alto grado de precisión― de los objetos de la experiencia empírica.
En la experiencia de esos ámbitos no experimentables empíricamente y en el saber
acerca de ellos, se fundamenta la validez de las afirmaciones acerca de (los ámbitos de) la
realidad no experimentables empíricamente y en ellas, a su vez, la posibilidad de la
metafísica cuyo objeto de estudio está constituido ―ahora, como antes de las objeciones de
Kant y del positivismo lógico― por los ámbitos metaempíricos de la realidad que no son un
mundo distinto que se oculte detrás o más allá del mundo perceptible sino dimensiones o
realidades que no son accesibles a la percepción sensible, que trascienden los límites de la
experiencia empírica posible, mas no los límites de la experiencia posible sin más.
Dentro del horizonte de comprensión desde el cual busca fundamentar la metafísica el
autor, es decir desde el horizonte de una filosofía trascendental trans-kantiana, es decir que
va más allá de Kant, y en el que su contramodelo lo constituye el positivismo lógico con su
negación acerca de la posibilidad de hacer afirmaciones verdaderas acerca de lo que no
puede ser verificable o falsable, el autor logra mostrar no sólo la posibilidad de hacer
afirmaciones verdaderas acerca de la realidad no experimentable empíricamente, sino
mostrar
afirmaciones
fundamentales
acerca
de
realidades
no
experimentables
empíricamente que no pueden ser negadas sin negar con ellas la posibilidad de afirmaciones
sobre cualquier realidad con pretensión de verdad y que están presentes, como condición de
posibilidad para las afirmaciones sobre los ámbitos de realidad experimentables
empíricamente.
En esas afirmaciones fundamentales acerca de realidades no experimentables
empíricamente (yo ―que afirmo― existo; lo real existe ―¿se da el ser?― la realidad es así
―hay coincidencia entre mi saber y la realidad―) el autor fundamenta fundamentalmente, es
decir, sólo de una manera general y básica, la posibilidad de la metafísica como ciencia que,
para ser tal, no sólo ha de mostrar su posibilidad y señalar el camino para su desarrollo y
algunos casos en que se muestra posible, sino que ha de desarrollar sistemáticamente su
―apenas delimitado― “objeto de estudio” reconociendo siempre las limitaciones humanas
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tanto a nivel de su saber acerca de esos ámbitos de la realidad como a nivel del lenguaje
para hablar acerca de ellos.
En el resto de la obra, una vez fundamentada fundamentalmente la posibilidad de la
metafísica como ciencia en algunas afirmaciones fundamentales verdaderas acerca de
ámbitos
de
la
realidad
no
experimentables
empíricamente,
desarrolla
el
autor,
sistemáticamente, una metafísica posible desde el horizonte elegido y desde dos
perspectivas clásicas de la metafísica: el ser en su unidad y pluralidad y el ser en su
actividad, reconociendo que ha dejado fuera otros temas clásicos de la metafísica como el
ser como bien, la persona o las relaciones interpersonales y reconociendo que su objetivo
era simplemente el de defender a la metafísica de las objeciones acerca de su posibilidad
respondiendo a ellas y produciendo una metafísica fundamental, una metafísica, se podría
decir, del ente en cuanto tal, que ha de quedar abierta no sólo a otros temas y a otras
metafísicas posibles, sino también al otro gran tema de la metafísica clásica: Dios y a las
objeciones a la metafísica europeo-occidental en su totalidad provenientes, entre otros, de
Heidegger y de algunas corrientes del Filosofar Latinoamericano.
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