Tecer encuentro - Mes de la Solidaridad

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Tecer encuentro
Jesús, el Hijo del Dios vivo
Domingo 21 de Agosto de 2011
21º domingo de tiempo ordinario
Materiales:
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Biblia. Cirio. Imagen de Jesús para recortar como rompecabezas. Puede descargarse una de
http://inpas.cl/catequesis/materiales_didacticos.php
Una vela para cada participante.
1. Oramos
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Damos gracias al Señor que nos reúne nuevamente como comunidad, como
familia.
Queremos celebrar la presencia de Jesús vivo en medio nuestro. Él es el Hijo de
Dios, nuestro Padre, que quiere que todos sus hijos vivan felices.
Oramos en forma espontánea y cómo signo de que el Señor nos acompaña, al
hacerlo encendemos nuestras velas y las colocamos al centro.
Oramos juntos:
SEÑOR, ENVÍANOS LOCOS
¡Oh Dios! Envíanos locos, de los que se comprometen a fondo,
de los que se olvidan de sí mismos,
de los que aman con algo más que con palabras,
de los que entregan su vida de verdad y hasta el fin.
Danos locos, chiflados, apasionados,
hombres capaces de dar el salto hacia la inseguridad,
hacia la incertidumbre sorprendente de la pobreza;
danos locos, que acepten diluirse en la masa
sin pretensiones de erigirse un escabel,
que no utilicen su superioridad en su provecho.
Danos locos, locos del presente,
enamorados de una forma de vida sencilla,
liberadores eficientes del proletariado,
amantes de la paz, puros de conciencia,
resueltos a nunca traicionar, capaces de aceptar cualquier tarea,
de acudir donde sea, libres y obedientes,
espontáneos y tenaces, dulces y fuertes.
Danos locos, Señor, danos locos.
(L.J. Lebret)
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Cantamos: “Amar es entregarse”.
2. Compartimos la vida
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En este momento queremos preguntarnos: ¿Quién es Jesús para nosotros?
Vamos a distribuirnos trozos de un rompecabezas y en cada trozo anotamos
alguna característica de Jesús que ara nosotros sea significativa.
Nos damos un tiempo para trabajar a solas y luego construimos la imagen de Jesús
con cada uno de los recortes.
Dialogamos:
1. ¿Qué actitudes de Jesús están en relación con el amor al prójimo o el
cuidado de los demás?
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Hoy queremos reconocer a Jesús como el Mesías, el Hijo de Dios que ha venido para
acompañar y salvar a todas las personas, con un especial cariño por los más pequeños
y pobres.
3. Iluminamos nuestra vida con la Palabra
Leemos el siguiente pasaje de Evangelio tomado de Mateo 16,13-20: Pedro confiesa su
fe en Jesús, Mesías, Hijo de Dios.
Al llegar a la región de Cesarea de Filipo, Jesús preguntó a sus discípulos: "¿Qué dice
la gente sobre el Hijo del hombre? ¿Quién dicen que es?". Ellos le respondieron:
"Unos dicen que es Juan el Bautista; otros Elías; y otros, Jeremías o alguno de los
profetas".
"Y ustedes, les preguntó, ¿quién dicen que soy?".
Tomando la palabra, Simón Pedro respondió: "Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios
vivo".
Y Jesús le dijo: "Feliz de ti, Simón, hijo de Jonás, porque esto no te lo ha revelado ni
la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en el cielo. Y yo te digo: "Tú eres Pedro,
y sobre esta piedra edificaré mi iglesia, y el poder de la Muerte no prevalecerá
contra ella.
Yo te dará las llaves del Reino de los Cielos. Todo lo que ates en la tierra, quedará
atado en el cielo, y todo lo que desates en la tierra, quedará desatado en el cielo".
Entonces ordenó severamente a sus discípulos que no dijeran a nadie que él era el
Mesías.
Para profundizar:
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La confesión de fe de Pedro nos ayuda a preguntarnos por la verdadera identidad
de Jesús.
A la mitad del camino de Jerusalén y del proceso de formación de los discípulos,
Jesús quiere saber lo que han podido reconocer en Él durante el tiempo en que los
ha acompañado y formado. Entonces les pregunta qué opinión tiene la gente de Él
y luego qué piensan ellos.
Esta pregunta es igualmente válida en nuestros días. ¿Qué piensa la gente sobre
Jesús? ¿Qué pensamos nosotros?
Las respuestas nos sorprenden. Muchos de los que han presenciado la actividad de
Jesús, lo consideran un enviado especialísimo de Dios para preparar la era
mesiánica (un profeta). Sin embargo, Simón declara que Jesús es el Mesías
esperado y Jesús lo ratifica declarando que la confesión procede de una revelación
del Padre (cfr. 11,27), por la cual Pedro (nuevo nombre que le da Jesús) tiene una
bienaventuranza particular.
La comunidad de los discípulos, la Iglesia, es obra y pertenencia de Jesús, «mi
Iglesia» en la cual Pedro tendrá una función mediadora central. Contra la Iglesia de
Jesús nada podrá el poder de la muerte, del mal, del dolor.
Este pasaje antecede al anuncio de la pasión del Señor, queriendo señalar que
Jesús no es el Mesías triunfalista y poderoso que esperaban algunos, sino una
persona al servicio de los demás, dispuesto a amar hasta el extremo, por eso
estará dispuesto a entregar su vida en fidelidad al Reino del Padre. Jesús es el
Mesías que inaugura el tiempo definitivo del amor, la justicia y la paz.
Dialogamos:
De las actitudes de Jesús:
1. ¿Cuál creo que yo también poseo y doy gracias a Dios por eso?
2. ¿Cuál de estas actitudes me gustaría desarrollar?
3. ¿Cómo puedo poner mis actitudes al servicio de los demás, para amar al
prójimo de forma más concreta y comprometida?
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Seleccionamos una de estas actitudes y nos comprometemos a ponerla en práctica.
4. Celebramos la vida
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Damos gracias al Señor en forma espontánea por lo que hoy hemos vivido.
Oramos con esta bella oración de San Alberto Hurtado:
Darse, es cumplir justicia.
Darse, es ofrecerse a sí mismo y todo lo que tiene.
Darse, es orientar todas sus capacidades de acción hacia el Señor.
Darse, es dilatar su corazón y dirigir firmemente su voluntad hacia el que
los aguarda.
Darse, es amar para siempre y de manera tan completa como se es capaz.
Cuando uno se ha dado, todo aparece simple.
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Nos vamos con la alegría y el compromiso de vivir lo que hemos descubierto.
Cantamos: “Yo creo en Dios que canta”.
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