MISERIA Lo espero en la plaza del frente, donde el sol de la mañana, lo cubría todo, se sentó en una de las banquetas, mientras calentaba su cuerpo al sol, miraba a la gente que comía las tucumanas acostumbradas, seguía mirando la puerta del café Internet, con la esperanza de ver salir al chico que la estaba mirando cuando estaba en la maquina que estaba frente a la que él estaba utilizando, pensó en su ingenuidad de que la seguiría al salir, lo espero pero no salió, se sintió triste, mas aun cuando pensó que solo tenía 50 centavos de boliviano del cambio del mal servicio que utilizo minutos antes en aquel café Internet , sabía que era lo único que tenia, de repente se dio cuenta que la abuela aquella estaba dirigiéndose hacia la banqueta donde ella se encontraba, se sentó justo a su lado y empezó a saborear una de las tucumanas que le habían dado de limosna, ella con gestos de repugnancia miro hacia todos los lugares posibles para evitar la nausea aparente que le provocaba esos olores, ofendida por aquella escena se fue un poco más allá donde estaban una rejas para apoyarse en ellas, y ya no estar cerca de la abuela, cuando se sintió libre de la amenaza de esa impertinente mujer, volvió a ver la puerta pero aun no habían novedades favorables, miro de nuevo a la abuela se sintió en ese instante la persona más miserable del mundo, vio como iba a pedir más limosna de las vendedoras, y de repente se acerco con lo conseguido, donde estaba ella apoyada a las rejas, y le dijo – mikucuy- y al ver el acto aquel se sintió más ofendida, le hizo un gesto con las manos diciéndole no, y la abuela aquella se volvió para sentarse en la banqueta. Al volver a verla sintió más vergüenza y más odio por sí misma, y le dieron ganas de ir a abrazarla, llevarla a su casa, para bañarla, peinar y trenzar sus largos cabellos blancos, comprarle un pollera, un sombrero, una manta , medias y unos zapatos para que no le haga frio se dijo, quiso llorar pero no pudo, por que pudo mas su falsa pertenencia a una clase superior, y la miro conteniendo las lagrimas que sabia nunca saldrían de su alma seca, miro su rostro esculpido por los años que miraba al cielo eternamente por el lado derecho de su cuerpo, gracias a algún accidente que quizás tubo hace mucho tiempo, vio su miseria, concluyo que la suya propia era más grande, la abuela aquella se dio cuenta de las miradas que se reiteraban con disimulo , y puso en una bolsa de plástico la tucumana que rato antes le había rechazado, y volvió acercarse a ella. Le dijo – apacuy, mikucunayquipaj - no la entiendo - respondió - cada una de las palabras mentirosas que decía eran golpes más fuertes y certeros, lo sabia pero prefería decirlas, a saberse aparentada ante la gente de ese lugar con aquella pordiosera. Al ver el gesto negativo la abuela se dispuso a irse no sin antes decirle – mamayquiman ninqui maskapuachun phullusniyta, paypuni japhisan washinquiman jamusaj apapunaypaj- y con su rastrero caminar la abuela se fue, ella se quedo apoyada a las rejas y volvió a mirar la puerta del café Internet. Roberto Carlos Mauricio Sandy