TEMA 1. MODELOS DE ACCION SOCIAL A TRAVES DE LA

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TEMA 1. MODELOS DE ACCION SOCIAL A TRAVES DE LA HISTORIA.
1. POBREZA Y CARIDAD EN LOS ORÍGENES DE LA ASISTENCIA SOCIAL.
1.1. Concepto de pobreza.
El concepto de pobre conlleva una asociación de ideas de falta, necesidad y carencia, es decir, los
pobres son hoy y en el pasado, los necesitados, los débiles, los desamparados.
Mollat define al pobre como aquel que: “... de manera permanente o temporal, se encuentra
en una situación de debilidad, de dependencia, de humillación, caracterizada por estar privado de
los medios, variables según las épocas y las sociedades, de potencia y de consideración social:
dinero, relaciones, influencia, poder, ciencia, calificación técnica, honorabilidad del nacimiento,
vigor físico, capacidad intelectual, liberta y dignidad personales. Viviendo al día no tiene ninguna
posibilidad de levantarse sin la ayuda ajena”.
Para algunos historiadores, la pobreza expresa una idea de relativa carencia; indigencia
equivale al estado en el cual las necesidades esenciales, intermitentemente, no pueden ser
satisfechas; y miseria sería la indigencia permanente, y si afecta a una parte de la población
hablaríamos de pauperismo o pobreza general.
1.2. Pobreza y caridad: la Edad Media
La pobreza guarda estrecha relación con los sistemas socioeconómicos. Los historiadores
destacan especialmente las crisis agrícolas por malas cosechas consecuencia de fenómenos
naturales. Dichas crisis tenían una repercusión muy amplia ya que la actividad rural era la base en la
que se apoyaban las otras.
En un sistema agrícola que, por razones económicas y técnicas era de subsistencia las capas
bajas de la población estaban expuestas a la carencia y con una mala cosecha se desestabilizaban.
Esto fijó un régimen de escasez para el pueblo trabajador que apenas consumía los mínimos
imprescindibles. La incompleta satisfacción de las necesidades tanto de vivienda como de alimento
y vestido se agravaba en las crisis coyunturales y el hambre era la consecuencia. Las crisis
alimenticias coinciden con la aparición de mendigos en las ciudades más ricas seguidas de
enfermedades, ya que el umbral biológico y el de la miseria interfieren estimulándose mutuamente.
La pobreza fue un componente del orden feudal, un resultado de la estructura social.
En el mundo europeo medieval, el pobre representaba al Cristo necesitado en la tierra y
cumplía una doble función: era un pecador elegido para expiar sus culpas y acceder a la vida eterna,
y a la vez procuraba la salvación del rico mediante el acto de la limosna. Riqueza y pobreza eran en
la Edad Media complementarias.
La limosna cumple una función espiritual, la salvación del rico, y una función social, de
asistencia.
La idea de salvación forjo conductas, comportamientos, indicó cómo vivir para lograrla y el
punto de referencia será la Biblia (el Evangelio),el cual resalta la pobreza y la humildad como
valores espirituales y la carencia de bienes materiales llamando la atención sobre el peligro de la
riqueza y el riesgo de los opulentos (Se consideraba al pobre como el verdadero rico).
La elaboración doctrinal de la pobreza incluye el elogio de la misericordia como un deber
que debían cumplir los ricos.
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La Iglesia, como receptora de los donativos, se convirtió en gestora, redistribuidora de la
riqueza de los cristianos y representante de los pobres. Redistribuyó los bienes sin alterar el orden
social ni las condiciones que generaron la dependencia y la exclusión.
La limosna es libre, desinteresada, pero no siempre tuvo este carácter. En todas las épocas
existió el donativo obligatorio en muchos casos la limosna se acompañaba de ostentación y
teatralidad por parte del rico quien llegó a tener sus pobres que actuarían como intercesores en su
salvación. También los pobres ejercitaron la teatralidad: inventaron técnicas para despertar la
compasión como exponer las enfermedades, las deformaciones físicas, simularon ceguera o
cojera..., el engaño o la sospecha de engaño acompañaron la profesión de mendicante.
1.3.Organización de la limosna.
La Iglesia asumió el papel de mediadora entre pobres y ricos de dos formas: por un lado
destinaba una parte de las rentas eclesiásticas a los pobres y, por otra gestionaba la caridad de los
laicos. Con estas donaciones se crearon las instituciones de asistencia más importantes de la Edad
Media: los hospitales.
Había distintas clases de pobres: los pobres de solemnidad, que eran los desamparados por
la edad (viejos, niños), de género (las mujeres, especialmente viudas) y de salud (enfermos,
especialmente los leprosos). Los pobres vergonzantes, son aquellos que habiendo poseído bienes
los habían perdido, trataban de ocultar su nueva situación, pero se exhibían públicamente bajo
apariencia de honorabilidad siendo de los más atendidos aunque silenciosamente. Los pobres
laboriosos, aquellos que aunque trabajando, su trabajo no les permitía asegurar la subsistencia.
Más allá de los pobres insertados en la comunidad se situaban los marginados, no aceptados,
vivían fuera de la ley. Es difícil hacer diferencias entre estos y los aceptados, porque la pobreza los
iguala.
Los hospitales fueron las instituciones de asistencia social más importantes que se crearon
en la Edad Media. Fueron los destinatarios de la caridad aunque los hubo de iniciativa laica. A
partir del s. XIII se multiplicaron por Europa. Los pobres fueron casi sus únicos clientes durante
siglos. Les ofrecían la acogida por la noche o una hospitalización temporal o duradera. Al inicio
fueron casas de acogida más que de asistencia sanitaria pero después se esboza una asistencia
médica. Merecen especial atención los leprosarios, para atender a los leprosos que eran temidos y
apartados de la sociedad.
2. LA POBREZA COMO PROBLEMA EN LA SOCIEDAD MODERNA. LOS
COMIENZOS DE LA INTERVENCIÓN DE LOS PODERES PÚBLICOS EN LA
ASISTENCIA DE POBRES.
Los inicios de la Edad Moderna están marcados por un fuerte incremento de gentes sin
hogar, de pobres y mendigos que salen a los caminos para asegurar su subsistencia. El aumento
demográfico genera incompatibilidad con los recursos alimenticios disponibles, y su primera
consecuencia es el aumento de precios y el descenso del nivel de vida afectando especialmente a la
población pauperizable, trayendo el incremento de la mendicidad.
La doctrina cristiana únicamente, no podía mantener a los pobres al margen de los estallidos
de violencia especialmente los del s. XVI; las revueltas ocasionadas por los desheredados y su
presencia cada vez mayor estimularon un cambio en aquella visión reverencial de la pobreza.
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El pobre comienza a dejar de ser el representante de Cristo en la tierra y se transforma para
la sociedad en un potencial peligro, transmisor de enfermedades y epidemias. Esto coincide con el
surgimiento del primer capitalismo con una exigencia de mano de obra desconocida hasta entonces,
lo que potenciará el cambio en la percepción del pobre, transformándolo en un “no-trabajador”. Se
produce el auge de la estimación de la riqueza y el envilecimiento de la pobreza y la repulsa de la
condición de pobre. La pobreza ya no es una cuestión moral y se les considera como seres dañinos
para el bien público, desde el punto de vista burgués.
2.1. Las reformas de la caridad.
Las decisiones más significativas se toman en el segundo decenio del s. XVI, época en que
se producen varias crisis agrícolas con secuelas alimentarias. En esta nueva política social está la
clasificación de los pobres en “verdaderos” y “falsos”. Para los verdaderos, permanecen las
posibilidades de atención mediante la limosna y para los falsos, la obligación de trabajar y el castigo
si se resisten. Esta mezcla de represión y ayuda caracterizará toda la política social de la
modernidad.
En las ciudades del norte de Europa surgieron las reformas más decididas como la
clasificación de los pobres para obligar a trabajar a los falsos y la restricción de la libertad a
limosnear.
Las disposiciones legislativas del ordenamiento de Ipres de 1525 contienen la prohibición de
mendigar en público, la represión de los vagabundos y la asistencia organizada a los verdaderos
pobres. Dicha legislación puede considerarse el punto de partida de la nueva política social,
mediante la cual se reorganiza la asistencia al pobre. En muchas ciudades queda a cargo del
municipio, es decir, de los poderes públicos, iniciándose un proceso de secularización de la
asistencia.
2.2. La propuesta de Juan Luis Vives.
El humanista español Juan Luis Vives (1492-1540) formuló la necesidad de la
secularización de la asistencia a los menesterosos. Fue el primer tratadista que enjuició la pobreza
en términos sociológicos descubriendo los límites de la concepción medieval de la caridad. Su obra
De subventione pauperum, se divide en dos libros. En el primero delibera sobre la indigencia
material, espiritual y moral como característica del hombre atribuida al desorden introducido por el
pecado original. Reprocha a los ricos el abstenerse de beneficiar a los menesterosos ya que entiende
que la vida en sociedad exige la ayuda mutua que conduce a la cohesión social. La limosna, para
Vives, no consiste solo en la distribución de dinero, sino en toda obra con que aliviar la
insuficiencia humana. Amonesta también a los pobres y les exhorta a conformarse con la pobreza
porque se la envía un Dios justísimo por un oculto juicio y les indica el deber de dedicarse al
trabajo.
En el segundo libro, expone una propuesta de acción social como solución a la pobreza.
Defiende la intervención de los poderes municipales en la asistencia a los menesterosos frente al
tradicional control de la Iglesia. La clave estaba en el trabajo obligatorio para todo aquel que
pudiera trabajar yendo precedido de un control para distinguir entre pobres verdaderos y falsos. No
habría lugar para la limosna, dejando de ser lícita, ya que los que no pudiesen trabajar recibirían
ayuda municipal.
Las propuestas, “que cada uno coma su pan adquirido con su trabajo” y “que entre los
pobres no haya ociosos”, constituyen los ejes fundamentales de esta reforma. En Vives se expresa
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una convivencia entre la concepción tradicional medieval del pobre y una mentalidad moderna.
Esta obra tuvo gran influencia e inspiró las reformas de la asistencia social en toda Europa.
En la primera modernidad la pobreza se desvincula de lo sagrado; ya no es virtud sino
defecto que se debe corregir inculcando nuevos hábitos, sobre todo el trabajo. Martín Lutero dará
un impulso decisivo a esta nueva política social considerando el cuidado de los pobres como una
función pública.
Originado en las reformas de la primera mitad del s. XVI, se produce en Europa un
generalizado internamiento de pobres en instituciones, que duró hasta finales del s. XVIII. El
recogimiento de los pobres se vió como la mejor medida para solucionar los problemas causados
por la indigencia pues les proporcionaba los mínimos necesarios de subsistencia, los aislaba
evitando el contagio de enfermedades y, al obligar a trabajar era un instrumento de corrección de la
vida libertina y ociosa. Se justificó el trabajo obligatorio por razones educativas: adquirían nuevos
hábitos, se reeducaban en los valores morales e incluso se reintegraban en la sociedad. El trabajo se
convirtió en una forma de socialización. El encierro es algo más que un castigo para el delincuente,
constituye una manera de habituar a los pobres a la disciplina de producción. De estas casas de
corrección derivaría la cárcel moderna.
2.3. El problema de la pobreza en España.
La situación en España tiene algunas particularidades. La primera mitad del XVI es una
época de optimismo porque: “España, vendiendo a las Indias en mayor cantidad de lo que compraba
fuera acumulaba realmente. Después vino una época de toma de conciencia en la que empezaron a
resaltar los peligros de un parasitismo colonial, de las alzas de los precios, de las importaciones en
aumento, hasta la quiebra de 1557.” (Vilar, 1976)
Afectada también por las crisis agrícolas, la proliferación de mendigos cobró caracteres
alarmantes. En respuesta a esto se suceden varias disposiciones legislativas que tienen la finalidad
de limitar el limosneo a un área geográfica e introducen una clasificación de los pobres en
verdaderos y falsos, pero respetando el derecho a lismonear, sin reprimir claramente a los falsos.
Las medidas más firmes se dirigían a limitar el limosneo al área geográfica del mendigo y a
proporcionar una certificación que permitiese mendigar dentro de un territorio acotado.
En 1540, Carlos V, tras el incumplimiento de lo anterior, establece la prohibición del
limosneo por cuenta propia obligando a trabajar a quienes tengan condiciones para ello.
Hay dos formas de encarar el problema según las teorías de dos teólogos católicos:
 Fray Domingo de Soto, en su obra “ Deliberación en la causa de los pobres” de 1545 critica la
política de control y castigo de la normativa de 1540, considerando que la libertad del mendigo
es un derecho y suprimirlo daba a los ricos la oportunidad de desentenderse de los pobres. Para
él no hay pobres forasteros si todos son pobres. Establece su protección desde la libertad para
pedir limosna como derecho sagrado. Se basa en el ideal medieval y según los historiadores esta
postura trajo consecuencias nefastas para España.
 Fray Juan de Robles, defiende la norma de 1540 en su obra “ De la orden que en algunos
pueblos de España se ha puesto limosna: para remedio de los verdaderos pobres”, siendo similar
a Vives, ya que distingue entre pobres verdaderos y falsos, defiende el valor del trabajo, aboga
por una política secularizada de la asistencia, suspende libertades en las ordenanzas, sobre este
tema, en la necesidad que tienen el Estado de mirar por el bien público. Distingue entre las
escenas de la vida religiosa y la vida civil. Intenta racionalizar la limosna y añade un paso
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decisivo: el desplazamiento de una moral de práctica de la caridad a una política de justicia
social.
Ante el deterioro de la situación la cuestión de la mendicidad es tema de preocupación. Hay varios
proyectos para enmendarlas destacando el de Giginta, que presenta a las Cortes en 1576 un
Memorial donde propone una estrategia para remediar la pobreza: el trabajo formaba parte básica
del tratamiento asistencial al pobre y de la solución del problema de la mendicidad. Fundamentales
eran las Casas de Misericordia, destinadas a recoger mendigos y reeducarlos mediante formación
profesional.
Cristóbal Pérez de Herrera en su obra “Amparo de pobres” intenta inculcar hábitos de trabajo
siendo uno de los pilares de su reforma; toda la reorganización de la caridad debe subordinarse al
trabajo productivo y los pobres son una fuerza de trabajo que se debe aprovechar para el bien
común. Acepta la clasificación de los pobres en verdaderos y falsos. Crea el albergue, institución
que recoge nocturnamente a los pobres; durante el día los pobres legítimos estaban autorizados a
pedir limosna. No se prohibía la mendicidad pero estaba controlada. Los pobres falsos debían
trabajar. La organización y control de las actividades del albergue se realizaba en la parroquia. En
cambio, los hospicios para pobres, instituciones de prestación de socorro, tenían administración
estatal. La problemática de la asistencia social estaba vinculada al estado. Pérez de Herrera plantea
una reforma que se vincula a las prerrogativas del Estado moderno, la intervención de este empieza
a dejar de considerarse como una herejía.
3. LA INTERVENCIÓN ESTATAL: DE LA CARIDAD A LA BENEFICENCIA PÚBLICA
En la segunda mitad del s. XVI y comienzos del XVII, el socorro a los pobres va entrando
en el ámbito de los poderes públicos, municipales y estatales.
A partir del s. XVIII, se acentúa esta tendencia. La ilustración, con la razón crítica
enfrentada a la razón dogmática, impulsará la búsqueda de causas; pondrá en entredicho el
acatamiento a la tradición y la aceptación de la autoridad; se cuestionan las estrategias y las
funciones asistenciales de la Iglesia. El s. XVIII, marca el inicio de la crisis de la caridad a favor de
la beneficencia pública, refiriéndose a un servicio publico que forma parte del bien común.
Los ilustrados asociaron las nociones de socorro y utilidad de manera que los necesitados no
deberían recibir ayuda sin realizar nada a cambio: el trabajo como regenerador social. La
disciplina del trabajo tomó un matiz claramente carcelario. Estas “casas de trabajo” (asilos u
hospicios) llegaron a convertirse en instrumentos de intimidación para los pobres dada su dureza.
La obligación del trabajo aparece como la forma principal de intervención del Estado en las
acciones de socorro a los pobres. La educación también forma parte de los planes contra la pobreza,
sobre todo a partir de la Revolución Francesa. El desarrollo de las escuelas para niños pobres fue
durante los siglos XVIII, XIX e inicios del XX, quizá la mayor expresión de actitudes protectoras.
Estas escuelas fueron también un medio de educar en la obediencia, de trasmitir hábitos de trabajo y
el respeto a la ley y el orden.
4. HACIA LA JUSTICIA SOCIAL
Las ideas y realizaciones surgidas del pensamiento ilustrado, caracterizaron la política
seguida sobre la pobreza en el s.XIX. En esta época destaca la Revolución Industrial. La
concentración de los medios de producción en pocas manos supuso la indefensión de los obreros,
sin más posibilidades que vender su trabajo en desigual intercambio contractual con los empresarios
(estos fijaban las condiciones del contrato). La explotación sistemática, el deterioro de las
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condiciones de vida, fue la consecuencia. En permanente inseguridad y amenazados por el paro, los
accidentes y la vejez, no es extraño que las palabras obrero y pobre se identificasen.
Este problema denominado "cuestión social" hacia evidentes las dificultades de un Estado
que no intervenía en la actividad económica. Las grandes desigualdades económicas existentes,
invalidaban los derechos civiles y políticos teóricamente conquistados en la Revolución Francesa.
Los planteamientos reivindicativos de la función social del Estado surgen como estrategia para
solucionar los problemas derivados de la industrialización. Los estudios sociológicos de la segunda
mitad del XIX, explican que la pobreza es un fenómeno de raíces socioeconómicas y que las
iniciativas particulares son insuficientes. Se debate si el individuo es responsable o no de su
situación, lo que implica la responsabilidad de la sociedad. Se abre paso la idea de que la pobreza se
afrontará con medidas preventivas, desde el ahorro y las mutualidades, hasta la previsión
organizada que culminará en los seguros sociales.
De la incertidumbre del trabajador al seguro social hay un gran paso, que supone un avance
cualitativo sin precedentes: lo que estaba adscrito al ámbito de los sentimientos y la caridad
medieval, se gesta, a finales del XIX y principios del XX, como un derecho.
4.1. El Estado del Bienestar en las sociedades del capitalismo avanzado.
La idea de la necesidad de la intervención estatal en los asuntos sociales del s. XX se
reafirmó con la crisis económica de 1929. La fe en el mercado como instrumento regulador de la
economía se debilita. Se necesitan políticas intervensionistas. Tras la II Guerra Mundial, las
economías occidentales vivieron una expansión que permitió el desarrollo de nuevas políticas
sociales que conformaron el Estado del Bienestar, que respondía a una serie de Declaraciones
(Declaración Universal de los Derechos Humanos, Carta Social Europea...).
El Estado del Bienestar se institucionalizó en los países democráticos en la segunda mitad
del s. XX, supuso la responsabilidad estatal para mantener un nivel de vida definido por la
provisión pública de servicios sociales universales para cubrir las necesidades humanas básicas de
los ciudadanos, como la educación, la asistencia sanitaria, las pensiones, las ayudas familiares y la
vivienda. Este nivel de vida se entendió como un derecho social. Se evoluciona así, de la caridad
medieval, a la justicia social en la que la asistencia se concibe como un derecho, regulado por la
legislación.
La crisis del petróleo de 1973 redujo los logros sociales alcanzados por el Estado del
Bienestar, apoyada en una fuerte crítica a la intervención estatal de las ideologías neoliberales que
responsabilizan al Estado de la crisis. La reducción de las políticas sociales es una manera de
prevalecer los intereses de las clases altas sobre el interés general, porque además, las políticas no
implican una reducción de la intervención estatal, sino que ésta se sigue produciendo pero a favor
del beneficio privado.
Este modelo de acción social ha suscitado controversias; en la realidad es notoria la
reducción de las políticas sociales llevadas a cabo tras el triunfo de los partidos neoliberales a partir
de los 80. También es notoria la preocupación de ciudadanos y organizaciones, ante las
desigualdades entre el norte rico y el sur pobre, o entre sectores sociales de las mismas naciones
ricas, desigualdades que invalidan todas las declaraciones de derechos.
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