NIETZSCHE A TRAVÉS DEL ESPEJO. TEORÍA NIETZSCHEANA DEL CONOCIMIENTO IVÁN FERNÁNDEZ FRÍAS UNIVERSIDAD COMPLUTENSE DE MADRID FACULTAD DE FILOSOFÍA RESUMEN En Nietzsche, el ser humano aparece como insignificante ante la grandiosa complejidad del cosmos. De esta idea surge el desasosiego, la falta de esperanza, el pesimismo, temas candentes de ayer y de hoy. Más allá de las mentiras con que el hombre alimenta su frágil ser , la filosofía ha de ocuparse, como tarea fundamental, de intentar entender los problemas que se plantean en la existencia como camino para poder entender al hombre. Nietzsche mejor que nadie puso de relevancia la insuficiencia de la razón para poder comprender la realidad; pero esto, lejos de desanimarnos, nos ha de servir como faro por el escabroso sendero que supone la búsqueda del conocimiento. Palabras clave: NIetzsche, filosofía, existencia, razón, conocimiento. RESUMEN In Nietzsche, the human being appears as insignificant before the huge complexity of the cosmos. Uneasiness, lack of hope, pesimism, burning subjects of yesterday and today arise from this idea. Beyond the lies with that mankind feeds his fragile being, the philosophy has to deal, like fundamental task, with trying to understand the problems that arise in the existence as a way to be able to understand mankind. Nietzsche better than nobody put relevance on the insufficiency of the reason to be able to understand the reality; but this, far from discouraging us, has to serve us as a lighthouse along the rugged path that supposes the search of the knowledge. Key words: Nietzsche, philosophy, existence, reason, knowledge. “En algún apartado rincón del universo centelleante, desparramado en innumerables sistemas solares, hubo una vez un astro en el que animales inteligentes inventaron el conocimiento. Fue el minuto más altanero y falaz de la “Historia Universal”: pero, a fin de cuentas, sólo un minuto…” Friedrich Nietzsche: Sobre verdad y mentira en sentido extramoral. 1. HUMANO, EXCESIVAMENTE HUMANO 1.1 La ruta del orgullo desmedido El ser humano ostenta esa ilimitada capacidad de creerse, pase lo que pase, el centro de toda la existencia. Independientemente de que la ciencia una y otra vez desmienta sus teorías o que en la modernidad fuera humillado por tres veces: la tierra no es el centro de universo ¡primera humillación!, el hombre no es más que una evolución de los primates ¡segunda humillación!, el hombre no es capaz ni de controlarse a sí mismo ya que su inconsciente lo domina ¡tercera humillación! Independientemente de todo, el hombre, falaz consigo mismo, se cree el centro del todo cósmico y asegura que su razón no puede ser sino el núcleo fundamental del entramado que es la realidad. Como bien reflejaba Voltaire 1 en su delicioso cuento Micromegas, ¡Qué cómico podría presentarse nuestra posición ante otras razas del universo! Al igual que el pequeño extraterrestre ríe a carcajadas al escuchar la aseveración del Tomista: “Vuestras personas, vuestros mundos, vuestros soles y vuestras estrellas, todo ha sido creados para el hombre” así reiría ante la sola insinuación de que la razón humana es el centro del universo. 1 Voltaire. En Cándido y otros cuentos. Micromegas. Historia filosófica. Trad. De P.Garagorri. Madrid. Alianza ,1974. Nietzsche piensa que el intelecto es para el hombre lo mismo que los dientes afilados para los animales carroñeros: un arma de supervivencia. Esta arma nos proporciona el tiempo necesario para no perecer al instante en el caos que es la existencia. Como medio de conservación del individuo, el intelecto finge constantemente como la única arma que le queda al débil: el engaño. La mentira, sin lugar a dudas, se coloca como el paradigma de la razón por excelencia. El arte de mentir, del fingimiento, sirve de guía para la vida humana, sirve de sustento cotidiano a la realidad del hombre; la mentira cobra tan alto grado de perfección que hasta el más ilustrado de los hombres, el más soberbio (el más mentiroso por extensión), el filósofo, se cree en posesión de la verdad absoluta y certera y alardea de su sistema de pensamiento ante todo y ante todos. La vida como la conocemos, nuestro suelo de creencias, se fundamenta en la mentira. El lenguaje mismo se fundamenta en la mentira, pues ¿Acaso las palabras designan cosas en sí o no más que uno o varios aspectos de un objeto? Vemos y vemos y vemos cosas constantemente sin pararnos realmente a mirarlas, y aún así nuestro henchido orgullo enarbola su bandera como victorioso. Al ver sólo la puerta de una casa, ¿Se nos ocurriría asegurar que esa es toda la casa? Nunca, y sin embargo es lo que hacemos constantemente. Ya dijeron los atomistas en su día: “Hay dos formas de conocimiento, la una genuina y la otra oscura. Y la oscura pertenece a todo esto: oído, olfato, vista, gusto y tacto…” La cosa en sí, como lo llamó Kant, es decir, la verdad pura, es inalcanzable, pero a pesar de saber esto desde tiempos inmemoriales el hombre hace, una vez más, caso omiso de la historia y se deja llevar por los brazos arrulladores de su egoísmo hacia un futuro, piensan, hecho por y para ellos. 1.2 El lenguaje como obstáculo del conocimiento En toda teoría del conocimiento, el lenguaje representa un papel fundamental. En el pensamiento Nietzscheano no se da una excepción, así que se presenta como una tarea ineludible el entender su particular visión del lenguaje. Como bien afirma Henri Lefebvre 2 sobre el escrito de Nietzsche “Sobre verdad y mentira en sentido extramoral” y más concretamente sobre la 2 Henri Lefebvre. Hegel, Marx, Nietzsche. Siglo XXI. Madrid. 1976 teoría del lenguaje que en ese texto queda expuesta: …“se trata de una teoría de la que hace poco se ha comprendido que anuncia y desborda las elaboraciones más modernas de la lingüística, de la semántica, de la semiología o semiótica, de suerte que su comprensión hubiera evitado muchos errores, muchas extrapolaciones”. Esta agudeza que se le reconoce a Nietzsche en el tema del lenguaje tiene que ver esencialmente en que piensa las cuestiones fundamentales del fenómeno lingüístico desde la filología clásica, lo que dota a sus teorías de una óptica personal respecto a los científicos del lenguaje. ¿Por qué? Bien, por una triple visión: ve el lenguaje como ciencia histórica, como ciencia natural y, sobretodo, la filología clásica pone de manifiesto un modelo ejemplar del que se sacan unos criterios estéticos presentados como valiosos. Situémonos en el origen del lenguaje. Al igual que Wittgenstein, Nietzsche es consciente de que el lenguaje es un constructo humano, excesivamente humano. Como tal, está muy lejos de ser algo ya dado ante el hombre. Lo único esencial del lenguaje es la necesidad de su constitución. Ambos autores ponen de relieve lo más básico, quizás por eso lo que más ha pasado desapercibido y esto es que una palabra tiene el significado que “alguien” (un hombre en una sociedad y en un tiempo determinado) le ha dado”. Cuando estos hombres primigenios señalan tal o cuál cosa y la llaman con un nombre creían haber resuelto un problema cuando en verdad habían creado un obstáculo más para su solución. Con el paso de los tiempos, el origen de la palabra ha quedado tan diluido en el tejido temporal que desenmascarar su significado se ha convertido en una tarea similar a la de picar rocas para extraer una brizna de metal precioso. La palabra es en su origen una figura retórica que tiene la estructura fundamental de la metáfora, y como tal se aleja notablemente de la realidad. Esta estructura metafórica del lenguaje sirve para designar las relaciones de las cosas con respecto (y únicamente) al hombre. La estructura metafórica queda perfectamente señalada por Nietzsche cuando explica la formación de palabras en nuestro intelecto: 3 en primer lugar un impulso nervioso extrapolado a una imagen ¡Primera metáfora! La imagen trasformada en un sonido ¡Segunda metáfora! Y, en cada caso, un salto total desde una esfera a otra completamente diferentes. 3 Nietzsche. Sobre verdad y mentira. Tecnos. Trad. Luis M.Valdés y Teresa Orduña Por tanto, para Nietzsche, el lenguaje representa una clara dificultad para el conocimiento. Aquel que pretenda llegar a la verdad debe evitar a toda costa quedar aprisionado bajo las rejas de las palabras, pues la misma naturaleza del pensamiento hace que en el resultado de nuestras actividades cognoscitivas aparezcan problemas. Evidentemente esto se debe a la estructura lingüística de nuestro proceso del pensamiento. Aún hay más, y es que Nietzsche pone de manifiesto que el lenguaje engendra la ilusión funesta según la cuál existiría un prototipo ideal de las cosas, prototipo colocado en un tras-mundo inteligible. Algo, a mi juicio, similar a lo que el esquematismo trascendental de la imaginación Kantiano 4 ya puso sobre aviso. Nombramos a cosas diferentes con el mismo nombre, por ejemplo, perro. Y es igual que sea grande, pequeño, pelo corto o largo, blanco o negro, de tal o cuál raza. No dudamos ni titubeamos, como si existiera un prototipo ideal, una especie de proto-perro arquetípico definido. Nos engaña, pues, identificando dos realidades que son necesariamente diferentes en su estructura íntima. 1.3 La mentira como norma La cuestión de la verdad constituye el centro de la teoría de Nietzsche del conocimiento; esta afirmación ha sido constante en todos los comentaristas del filósofo alemán (y especialmente en la corriente “existencialista”que tanto gusta de tratar el tema de la verdad y de la veracidad). Para muchos, además, es en estos textos donde encontramos al Nietzsche más apasionado, más intempestivo. Más Nietzscheano que nunca. Sirva como muestra el siguiente comentario de R.J.Hollingdale 5 sobre Nietzsche: “Fue ante todo un filósofo (y no, por ejemplo, un escritor de aforismos, un poeta o un profeta laico) cuya contribución distintiva al pensamiento europeo fue reconocer y afrontar las consecuencias de un cambio radical en la aprehensión de la verdad y en la actitud hacia la verdad propias del hombre occidental”. Como bien señala Nietzsche, nos dejamos engañar constantemente, noche tras noche, por el sueño. Esto constituye una mentira diaria de la que no queremos escapar. Nuestro sentido moral no salta ante tamaña y 4 Kant. Crítica de la razón pura. Primera división: La analítica trascendental. Libro segundo. Analítica de los principios. Capítulo I: El esquematismo de los conceptos puros del entendimiento. Ed. Taurus. Trad. Pedro Ribas. 5 R.J.Hollingdale. Nietzsche, Routledge and Kegan Paul, London and Boston. 1973. constante mentira, y sin embargo somos suspicaces ante la más mínima insinuación de que estamos siendo engañados. Tan ofuscado en sí mismo está el ser humano que ha sido capaz de eliminar su capacidad para intentar alcanzar la verdad en sí y se ha aposentado maravillosamente ante la verdad apariencial como si fuera la verdad revelada. Desde ese momento el lenguaje ocupa su puesto en el país de la mentira y el hombre se sentirá abrumado cuando alguien, en su propio beneficio, invierte ingeniosamente las palabras u oculta información básica para dar sentido a una oración. Este sentir es general, por lo que el indigno será expulsado de la sociedad o bien castigado y reprendido. Tan atolondrado anda el hombre que teme más al ser perjudicado por una mentira que a la mentira en sí. ¡Esta es la razón de que la mentira sea un pecado! Todos mentimos, desde el momento que utilizamos el lenguaje, pero ¡lo peor es no ser conscientes de ello! La propia actividad intelectual es susceptible de mentira. La intuición sensible, como innovación genial de Schopenhauer, es ya actividad intelectual. Es metafórica, su verdad es fruto de ilusiones. Veamos con más detenimiento el proceso. El pensamiento conceptual se fundamenta en el lenguaje, que siendo un constructo metafórico no expresa adecuadamente la realidad. Pero además se edifica sobre la intuición sensible, de naturaleza, como hemos dicho, también metafórica. Esto nos distancia cada vez más de lo que Kant llamó la “cosa en sí”. No sólo eso, sino que la causalidad, el espacio, el tiempo son procedimientos puramente humanos…puramente metafóricos. El conocimiento como tal nos aleja de la “cosa en sí” para encerrarnos en ese universo de metáforas, de apariencia. No es que Nietzsche acepte la existencia de la cosa en sí como tal, sino que pasa por varias etapas. Hagamos nuestras las palabras de John.T.Wilcox 6 al respecto: “En este punto, hay en los escritos de Nietzsche sugerencias de diversas perspectivas: pero, en su conjunto, su pensamiento parte de la posición kantiana según la cual hay una cosa-en-sí cuyo carácter no podemos conocer, atraviesa después un período de duda acerca de si hay una cosa-en-sí, para llegar a la conclusión de que el solo concepto de la cosa-en-sí es contradictorio o fundamentalmente confuso”. 6 John.T.Wilcox. Truth and Value in Nietzsche, A study of his Metaethics and Epistemology. Aan Arbor, The University of Michigan Press,1974. Sin meternos demasiado en el asunto, pero para decir algo con brevedad, Nietzsche piensa que la misma concepción de la causalidad impide inferir del fenómeno una causa tras-fenoménica. Es decir, el concepto de “cosa en sí” no fue deducido por la dinámica del proceder kantiano, sino que fue dado a Kant como creencia, como respuesta quizás a necesidades morales. 1.4 Un mundo de relaciones Toda la teoría de conocimiento de Nietzsche se estructura magistralmente en torno a la categoría de relación. El conocimiento, siguiendo estos términos, se nos presenta como proceso relacional. Cabe destacar que Nietzsche no cae en un sustancialismo gnoseológico pues los términos de la relación quedan al margen del conocimiento. El mundo como tal no es otra cosa que un mundo de relaciones. Desde su pluralidad inmensa de puntos de vista, la relación con la totalidad da un abanico inmenso de casos diferentes, cuya suma es incongruente. Estamos ante una pluralidad de diferentes “vistas”, de “caras”, de “perspectivas”. Cada existencia individual se torna así como una interpretación diferente del mundo. Más aún, Nietzsche expresa que no son solo interpretaciones los conocimientos y las percepciones; también los hechos, los sucesos y los estados de cosas (al igual que Wittgenstein) 7 . En este potencialmente infinito mundo de interpretaciones, los encontronazos son violentos. Cuando una interpretación sale a flote es porque ha vencido a otras, las ha subsumido. Con este envite, la perspectiva ganadora ha acrecentado su poder. Por eso, al ser la vida un constante encontronazo de interpretaciones, el perspectivismo es condición fundamental de toda vida. Nietzsche afirma una especie de pluralismo ontológico, un afirmarse “la esencia del ser” desde una infinidad de puntos de vista. Toda existencia tiene, por tanto, su perspectiva en todas las demás existencias. La multiplicidad de interpretaciones queda definida por Nietzsche 8 , a mi parecer, perfectamente en un párrafo de La gaya ciencia donde dice: “Pero pienso yo que hoy nosotros estamos lejos de la ridícula inmodestia de decretar desde nuestro rincón que sólo se pueden tener perspectivas de 7 Ludwing Wittgenstein. Tractatus logico-philosophicus. “Lo que es el caso, el hecho, es el darse efectivo del estado de cosas”. Alianza Editorial. 8 Nietzsche. La gaya ciencia. Biblioteca de Nietzsche. Alianza Editorial. este rincón. El mundo se nos ha hecho más bien otra vez “infinito”, en cuanto que no podemos rehusar la posibilidad de que encierra en sí infinitas interpretaciones” Este “nuevo infinito” del que Nietzsche habla se considera la piedra angular de su teoría del conocimiento, la pluralidad de puntos de vistas en constante conflicto constituye la lucha de fuerzas que posteriormente desarrollará. Y es en esta pluralidad constante de interpretaciones donde Nietzsche habla del conocimiento. El conocimiento, la actividad intelectual sólo puede ser entendido desde una perspectiva humana. En este contexto específico de la vida humana, la actividad intelectual, cognoscitiva, es relativa a la existencia humana. El vitalismo Nietzscheano claramente remite una vez tras otra el conocimiento a la vida; quizás el que mejor ha entendido a Nietzsche en este contexto no es otro que Deleuze 9 ; para muestra sus siguientes palabras: “En lugar de un conocimiento que se opone a la vida, establece un pensamiento que afirmaría la vida. La vida sería la fuerza activa del pensamiento, pero el pensamiento la fuerza activa de la vida. Ambos irían en el mismo sentido, arrastrándose unos a otros y barriendo los límites, paso a paso, en el esfuerzo de una creación inaudita. Pensar significaría: descubrir, inventar nuevas posibilidades de vida. (...) En otras palabras, la vida supera los límites que le fija el conocimiento, pero el pensamiento supera los límites que le fija la vida.” De esta manera queda expresada la conclusión de Deleuze: la vida y el pensamiento se complementan perfectamente; la vida haciendo del pensamiento algo activo, el pensamiento afirmando la vida, haciendo de la vida algo afirmativo. 9 Guilles Deleuze: Nietzsche y la filosofía. Anagrama, Barcelona, 1971.