1 UNIDAD IV LA IGLESIA PERSEGUIDA POR EL IMPERIO Pbro. Lic. Ernesto R. Salvia 1. 2. 3. 4. 5. 6. Año 2009 Causas de las persecuciones. Las fuentes históricas de las persecuciones. Las fases cronológicas de las persecuciones El testimonio y la piedad martirial. El culto a los mártires. Las catacumbas. El ataque literario a los cristianos. INTRODUCCIÓN: Definimos en HI, el término persecuciones, como las acciones de naturaleza violenta dirigidas contra la iglesia cristiana y sus miembros por parte de sus adversarios. Las persecuciones judías: Desde el mismo Jesús, su persona y su mensaje estuvo signado por la confrontación con las autoridades judías (escribas, saduceos, etc.) y como consecuencia de esta, su condena a ser crucificado por orden la autoridad romana del momento, el procurador Poncio Pilato. La prédica del Señor desde los Evangelios advertían a los discípulos que iban a sufrir persecución y sufrimientos: - Iban a ser arrastrados ante los tribunales y ser flagelados en las sinagogas, Mt. 10, 7 o en el mismo capítulo, “no teman a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma…” ( 10, 18-23.27-33) - En Mc 13, 5-13, “serán odiados por todos a causa de mi nombre, pero el que persevere hasta el fin se salvará” - en Lc 21, 8-19 “los detendrán, los perseguirán los entregarán a la sinagogas y serán encarcelados, los llevaran ante reyes y gobernadores a causa de mi nombre y esto sucederá que a que puedan dar testimonio de mi” En la última cena afirma también que la sangre de su alianza se derramaba por muchos (Mc 14,24; Mt 26,28; y que por su nombre se derramaría también la sangre de los cristianos Mc 10, 39) Muy pronto la comunidad de la iglesia madre de Jerusalén experimentó en carne propia los anuncios del Señor. Uno de los siete diáconos elegidos para el servicio de las mesas y la atención de huérfanos y viudas de los cristianos de habla griega se convirtió en el primer mártir en el 35 d.C. (Hch7, 60). En el 44, por orden del rey Herodas Agripa hizo desatar contra los cristianos una feroz persecución que culminó con el martirio de Santiago el hermano de Juan y con el arresto de Simón Pedro (Hch 12, 2-3). Ambas persecuciones si bien no fueron continuadas, sin embargo sirvió para que se instalara en todas partes la férrea oposición de parte de los judíos más observantes contra la prédica de los apóstoles, tal como lo vemos con Pablo, a lo largo de su itinerario misionero al ser constantemente asediado y perseguido por los judíos que lo señalaban como el causante de las revueltas (Hch 24, 5). Estos judíos tienen por objetivo no detenerse hasta asegurarse su condenación y ejecución por parte de las autroidades romanas como en el caso de Corinto (Hch 18, 12-17) y más tarde en Jerusalén (Hch 24, 1-6 y 25, 2). Así también podemos inferir de los demás apóstoles y discípulos que recorrieron el mundo de entonces, bajo la constante asechanza de los judíos. 2 Las persecuciones del Imperio Romano: Al buscar el origen de las persecuciones por parte del IR el tema se hace más complicado ya que no conocemos los detalles de la comunidad cristiana de Roma, ciudad desde la cual arrancaron las persecuciones por orden del emperador Nerón, y que se extendieron en tiempo y espacio hasta el 313, año del Edicto de Milán que puso fin a los ataques del IR hacia el Cristianismo. 1.- CAUSAS DE LAS PERSECUCIONES: 1.1. Causas históricas: Al analizar el porqué durante dos siglos y medio los cristianos sufrieron sospechas, ataques y represión imperial, creemos que no podemos quedarnos con una sola y simple respuesta. Las persecuciones de alguna manera fueron el resultado final de un conjunto de factores, políticos, sociales, jurídicos y religiosos que tuvieron sus matices según las épocas y los sitios en donde se sucedían. 1.- En primer lugar estaba muy claro para las autoridades que la salvación del IR dependía de un real reconocimiento de los dioses tradicionales. No se toleraba por tanto otra costumbre que atentara a su preeminencia. De allí que en el 64 los cristianos fueron acusados, con razón o sin ella, de ateos, o como superstición maléfica, razón del exclusivismo absoluto que reclamaba para sí el Cristianismo nada aceptable para el Estado romano. 2.- Para los romanos, judíos y cristianos formaban una sola cosa al principio y debido a su férreo monoteísmo se habían ganado la impopularidad de los habitantes del imperio. 3.- Su aparente carácter secreto y su cerrada organización les hicieron objeto de sospechas y hasta de resentimientos populares, como el reproche de Celso, recogido por Orígenes, “organización ilegal”, “judaísmo apóstata”. También las expresiones recogidas en el Octavio, de Minucio Félix, que según el personaje Cecilio merecían la represión como una raza tenebrosa y lucífuga.1 A partir del s. III, desde el emperador Decio, se acusa a los cristianos de ser los responsables de los infortunios y padecimientos del IR., de ahí que se debe combatir a todos aquellos que han abandonado los Dioses de la Nación romana. Tanto en Grecia como en Roma, la vida política que se expresaba a través de la Polis griega ( = civitas romana) estaba cimentada sobre lo religioso. El individuo que nacía en la civitas, se encontraba cultural y civilmente urgido a adorar a los dioses nacionales, de la ciudad, del IR. Si renegaba, cometía no solo delito de impiedad, sino también el de traición a la patria. En el caso de abandonar ese culto, por ende infringía las leyes del Estado. El ciudadano que no cumpliera con sus deberes públicos era considerado un enemigo del IR. Toda la proclamada tolerancia religiosa del IR estaba supeditada entonces, a la observancia de los cánones de la civitas. En realidad, la verdadera libertad religiosa en el IR se logró recién en el 313 con el Edicto de Milán en donde se firmó que todos los habitantes del imperio tenían la opción de profesar la religión que quisieran, entre ellas el Cristianismo. Esta conquista, los sabemos, costó la sangre de miles de mártires que entregaron su vida a los verdugos guardándose para sí su libertad más alta. Para la religión pagana, el Cristianismo venía a trastocar totalmente todas las concepciones religiosas de los antiguos a saber: a) reunía a todos los hombres en una misma fe; 1 Lucífuga, que huye de la luz. Cf. 8, 4. 3 b) con su férreo monoteísmo destruía en su conjunto la estructura religiosa que mantenía el paganismo; c) ponía en tela de juicio la religión del Estado, fundamento de la grandeza de Roma, estableciendo clara diferencia entre las cosas del Cesar y las cosas de Dios. 1.2. Los escritos contemporáneos: El testimonio de los escritores cristianos contemporáneos atribuyeron las causas de las persecuciones, al poder del demonio quién no se resignaba, -decían-, a perder el imperio de este mundo en las manos de la nueva religión. El maligno -explicaban-, incitaba a las autoridades, al pueblo, para perseguir y exterminar a los cristianos. Veamos algunos ejemplos: a) El libro del Apocalipsis, se ve claro que, después de la tribulación el Cordero vencería a la Bestia, (es decir, el Imperio Romano), quien por instigación del demonio había desencadenado una sangrienta persecución: Ap. 12, 13, 12-222. b) El apologista Justino, pone por autor de las persecuciones al demonio mismo, asocia el martirio de los cristianos con el proceso seguido al filósofo Sócrates que lo llevó a la muerte (Apol. 1,5). c) el célebre Melitón de Sardes, toma la idea del anterior; escribiendo su Apología, dirigida al emperador Marco Aurelio arguye, que nada hay que pueda impedir la buena inteligencia entre el IR y la Iglesia. Nerón y Domiciano, sin embargo, engañados por consejos envidiosos, quisieron calumniar nuestra religión y de ellos viene el haberse difundido contra nosotros la mentira" 3. d) El alejandrino Orígenes, que en su Exhortación al martirio, 45, escribe un párrafo sobre la naturaleza de los demonios y da la razón de porqué suscitaron tanto terror a los cristianos que no querían ofrecer sacrificios. 2.- LAS FUENTES HISTÓRICAS DE LAS PERSECUCIONES: Al acercarnos a una de las páginas más conmovedoras de la historia de la Iglesia antes de estudiar las fuentes históricas hemos de tener presente, aunque sea brevemente, las huellas monumentales, lugares y sitios en donde se depositaron los cuerpos de los testigos de la fe, en los primeros cuatro siglos de historia cristiana. Todas ellas son fuentes indirectas, a las que no solo el historiador, sino también el público común, han de tener presentes para acceder al pasado. Son las fuentes arqueológicas, artísticas y epigráficas que constituyen la primera llegada a la historia de las persecuciones y al testimonio de los mártires. Sobre todo el significado espiritual, su legado. Al peregrino de hoy como al de ayer, le siguen conmoviendo en las catacumbas el íntimo secreto de la espiritualidad de esos testigos, obispos, vírgenes, de esa innumerable multitud de cristianos. Las inscripciones y las mismas pinturas que sobrevivieron a tantas devastaciones y depredaciones, siguen revelando al menos en parte, las palabras de un antiguo epitafio “Esta es nuestra vida”. El legado espiritual de las catacumbas es el mismo de la Iglesia primitiva en su juventud de conquista y de martirio, en el cual podemos caracterizarla como cristocéntrica, sacramental, social, escatológica, bíblica, transformadora y por último una espiritualidad del silencio. 2 Cfr. GARCIA, R. La Iglesia pueblo del espíritu, Buenos Aires, 198..., realiza una interpretación minuciosa sobre el libro del Apocalipsis y las persecuciones. 3 Cit. por EUSEBIO en HE, IV, 26,7. 4 Fuentes entonces vivas, que nos hablan desde las criptas y pasillos, desde las pinturas y las lápidas consagradas por casi dos mil años de veneración.4 2.1. Fuentes escritas: Las constituyen todos los escritos que nos refieran a las persecuciones. Desde la época misma de las persecuciones, los fieles cristianos fueron recopilando como podían y conservando “con devoción” todos los documentos relacionados con la vida y los sufrimientos y la muerte de los mártires. Todos ellos sirvieron de edificación y aliento para los hermanos de entonces y siguen siéndolo para los cristianos de hoy. Estos escritos se agrupan en: a) Obras literarias que refieren al tema del martirio, como las obras apologéticas del latino Tertuliano con su A las naciones o también, la Exhortación a los mártires. También es latino el escritor Lactancio que compone la célebre, La muerte de los perseguidores, más tarde, las cartas y tratados de Cipriano de Cartago. Entre los griegos contamos con las obras de Ireneo de Lyon, de Orígenes de Alejandría, y ya en el siglo IV con la historia eclesiástica de Eusebio de Cesarea, entre otras. b) Pero sobre todo contamos con la referencia directa a los procesos seguidos a los mártires que se elencan bajo el conjunto de Actas de los Mártires. Desde el punto de vista historiográfico, según Johannes Quasten, se pueden dividir en tres grandes grupos5: LAS ACTAS LAS PASIONES LAS LEYENDAS Las actas de los mártires en el sentido estricto del término, son las relaciones históricas que contienen las actas judiciales de los procesos que se hallan exentas de toda leyenda o relato piadoso. En épocas de persecución, en ningún proceso faltaban las Actas, confeccionadas por los "actuarios" o notarios, en ellas se transcribían exactamente los procesos verbales a los seguidores de Cristo. Si bien eran redactados por los paganos y conservados en los archivos oficiales, los cristianos se valieron de los más ingeniosos medios para conseguirlos, acopiarlos y conservarlos en sus archivos. Muchas veces algunas de sus copias fueron requeridas a los mismos actuarios. Podía darse el caso de que si los procesos eran breves, se guardaban en la memoria oral, como el caso de las actas de los mártires africanos de Scilli.6 Los documentos se componían de una presentación, la instrucción y finalmente la sentencia. Sea que los cristianos fueran del lugar donde se encontraba el tribunal, sea que provinieran de otro sitio, en todos los casos se levantaba el acta del proceso. En ella figuraba no solo la sentencia sino muchas veces, se incluía la profesión de fe del procesado. El esquema del documento y sus elementos podían ser los siguientes: a) fecha del proceso según el calendario romano y año consular; b) lugar del juicio; c) interrogatorio sobre la identidad del acusado, (cuerpo principal del texto); d) la conclusión (abreviada) que subrayaba el contenido de las respuestas del mártir al ser interrogado; e) ejecución de la sentencia, que era el último párrafo de la pieza documental. Tengamos en cuenta los agregados: muchas veces al comienzo, contaba con un preámbulo hagiográfico, escrito por un cristiano copista, que por su puesto, está ausente en las actas oficiales. Al final del documento también se agregaba un apéndice o colofón realizado por un cristiano con fines litúrgico. 4 Cf. www.catacombe.roma.it/es/spiritualita.html. QUASTEN, Patrología, I, 177. También puede consultarse el DPAC II, 1380 ss. 6 AAMM, pp. 352-355. 5 5 Estas actas eran leían comunitariamente en las celebraciones litúrgicas del día del aniversario de la muerte del testigo, el dies natalis, como el caso de la pasión de Perpetua. . Tenemos como ejemplo el acta del martirio de Apolonio, durante el s. II: “Tan glorioso término de martirio tuvo, con alma sobria y corazón fervoroso, este luchador santísimo, llamado también Saqueas. Hoy ha brillado el día señalado en que después de combatir con el maligno, recibió el premio de la victoria. Ea, pues, hermanos: fortificando nuestra alma para la fe con sus gloriosas hazañas, constituyámonos amadores de tanta gracia, por la misericordia y gracia de nuestro Señor Jesucristo, con el cual Dios Padre, en unión del Espíritu Santo, sea la gloria y el poder por los siglos de los siglos. Amén. El beatísimo Apolonio, por sobrenombre Saqueas, sufrió el martirio once días antes de las calendas de mayo, según los romanos, según los asiáticos, el mes octavo; según nosotros reinando nuestro Señor Jesucristo, a quien sea la gloria y el poder por los siglos de los siglos. Amén”.7 Del incalculable número de procesos martiriales, desgraciadamente la gran mayoría de ellos están perdidos, se conservan muy pocas Actas de mártires. Esto se debe por una parte a los numerosos avatares por los que pasaron los archivos imperiales a lo largo de los siglos, en las diversas ciudades; también se dio el caso de la destrucción de muchos otros como sucedió durante la persecución de Diocleciano, cuando gran número de ellos fueron destruidos por orden del emperador, al notar que los cristianos las tomaban como literatura testimonial; otros tantos se hallan perdidos. Otras tantas, se diseminaron y cayeron en el olvido después de las persecuciones con el correr de los años y los siglos. Parecería, como afirma Ruiz Bueno, que al desaparecer la persecución, la memoria de los cristianos acerca de los mártires, fue perdiendo la fuerza del principio8. Las que nos llegan a nuestros días las tenemos gracias al trabajo de búsqueda, recopilación y transcripción que realizaron los antiguos como Eusebio de Cesarea, Jerónimo y sus seguidores, gracias a los cuales nos han llegado fragmentos de ellas9. Gracias a estos documentos, se nos permite recrear con nitidez cómo fueron en realidad, las persecuciones en general y varios martirios en particular10. Son todos relatos conmovedores y de un hondo contenido parenético y ejemplificador. Constituyen un tesoro historiográfico y a la vez de un mensaje espiritual incalculable, como si fueran verdaderas reliquias, no tanto por venerar los restos de sus cuerpos, sino más bien valorarlos como alimentos para el espíritu. 7 D. RUIZ BUENO, Acta de Mártires, 373. En tiempos más modernos los que aportaron mucho a la búsqueda y conservación de los martirios fueron los padres bolandistas en 1615. Comenzó el p. Heriberto Rosweyde y definitivamente orientada por el p. Bolland y sus seguidores, hasta nuestros días aunque ésta escuela no se queda solamente con los mártires.Dom Thierry Ruinart, que en 1689 publicó las Actae primorum martyrum sincera et selecta, ex libris cum editis tum manuscriptis collecta, eruta vel emendata, notisque et observartionibus illustrata. H.Leclerq, compilador moderno publicó en París en 1902, Les martyrs, recueil de pieces authentiques... depuis les origins du christianisme jusq'au XX siecle. 9 Eusebio reunió en efecto, una colección de AAMM en su obra Sobre los mártires antiguos, desgraciadamente perdida. Sin embargo en su HE ofrece un resumen de la mayoría de éstas actas. De él tenemos el tratado Sobre los mártires de Palestina, una historia de las persecuciones que se sucedieron entre el 303 y 311, de la cual él fue testigo. Cfr QUASTERN, o.c. 186. 10 DHGE, I, 3l96-407. 8 6 Pertenecen a éste grupo las siguientes: San Justino y compañeros (165); Las aa.mm, escilitanos de África (180); la de San Cipriano (258). Incluimos las editadas en castellano y las pocas que nos llegan hasta hoy: las de Taraco, Probo y Andrónico, bajo Diocleciano 11, la de Pionio12 y la de Acacio.13 LAS PASIONES: Son narraciones cristianas muy cercanas al género biográfico, sobre los últimos días del mártir. Gran parte de estos textos conservan fragmentos autobiográficos o bien relatos de testigos oculares, hermanos de comunidad contemporáneos del martirio. Como ejemplos de este tipo se conservan las de Perpetua y Felicidad (202); otras como las de Carpo, Papilo y Agatónia (161-169); Actas de Apolonio (180-185). Algunas otras, son verdaderas crónicas, como por las de San Policarpo14; la Carta de las Iglesias de Vienne y Lyon a las Iglesias de Asia y Frigia (conocidos como mártires de Lyon del 177). Son de gran valor histórico ya que son textos tributarios de tradiciones hagiográficas orales o escritas más antiguas, no solo por el respeto de la verdad histórica sino también por su preocupación apologética. Muchas de estas pasiones están fundamentadas con citas bíblicas, en otras son más importantes los relatos, en algunos aparecen los fragmentos de actas judiciales hoy perdidas, o bien están mezclados con textos retóricos. Entre las griegas figuran las de Justino y sus compañeros15, la de Apolonio, bajo el imperio de Cómodo16; las de Carpo, Papilo y Agatónico17, Agapé, Quión e Irene bajo Diocleciano18, y también bajo este último la de Euplo19 Entre las latinas contamos con las de Montano, Lucio y sus compañeros, bajo Valeriano20 la de Perpetua21, las de Mariano y Santiago y mártires de Numidia, las de los mártires de Abitinia y la de los donatistas.22 LEYENDAS DE MARTIRES: Son relatos que contienen más elementos fantásticos que históricos, donde la historia está reducida a la mínima expresión, en provecho de elementos puramente imaginarios. Son textos más épicos, del tipo que en la actualidad llamamos novela histórica. Muchas historias relatan episodios que en la actualidad forman parte del comentario anecdótico local. En algunos casos el resultado de una investigación hace concluir a los estudiosos que se traspolan detalles de la épica griega o latina para trasladarlas a la vida de los mártires cristianos. En su gran mayoría son escritos compuestos con posterioridad a la era de los mártires. La variedad de ellos es enorme. Encontramos, desde detalles provenientes de antiguas tradiciones orales contemporáneas al suceso, o bien de agregados que se adhieren al santo Cf. Acta de …, 103-105. Cf. Ibid., 611-640. 13 Cf. Ibid., 641-649. 14 Cf. Ibid., 265-279. 15 AAMM, 304-316. 16 Ibid., 356-373. 17 Ibid., 364-382. 18 Ibid.,1032-1044. 19 Ibid., 1051-1055. 20 Ibid.,801-823. 21 Ibid.,397-479. 22 Ibid., 824-839. 11 12 7 mártir “A” para aplicárselo a la vida del mártir “B”, como el caso de las historias de cristianos soldados. Contemos también con la más exuberante invención novelesca, adornada con motivos folklóricos y piadosos. La muestra de estos relatos son algunos mártires populares de Roma como la historia del diácono Lorenzo, la virgen Inés23, del soldado Sebastián24, la célebre Cecilia25 quedaron tan configurados por la leyenda que su núcleo histórico resulta casi imposible de discernir. Típicos de este tipo de géneros hagiográficos, pertenecen una serie de episodios totalmente convencionales, sobre todo las egipcias que abundan mayormente en detalles y fantasías.26 Las pasiones noveladas aparecen a principios del s. III y asumen todas las formas de la novela profana. Hay algunos ejemplos como las Recognitiones Clementinae, sobre el sucesor de Pedro y padre apostólico Clemente I, en la que se cuenta su deseo de reunir a las ovejas dispersas de Roma, después de la persecución de Domiciano. Y así otras numerosas novelas de inspiración cristiana sirvieron para relatar las celebridades, la santidad de soldados, niños y mujeres con estilo épico. La autenticidad o falsedad de este tipo de fuentes no demuestra la existencia o no de los mártires; indica sin embargo, que estos documentos no pueden usarse como fuentes históricas. 3.- LAS FASES CRONOLOGICAS DE LAS PERSECUCIONES: Introducción: Las persecuciones se dieron en los tres primeros siglos de la vida de la Iglesia. El período se extiende desde la misma muerte de Jesús hasta en el 30 hasta el 313 con el Edicto de Milán. En la cronología de la HI a este largo período, se lo conoce también por "la era de las persecuciones" o “la era de los mártires”. A lo largo de los siglos, hubo autores que pretendieron negar su veracidad, o bien quitar la importancia a una de las páginas más testimoniales de la HI27, un hecho histórico sorprendente que servirá de semilla de nuevos cristianos. 23 El Papa Dámaso, Ambrosio de Milán y el poeta Aurelio Prudencio, dejaron testimonios sobre su santidad. 24 Su existencia está atestiguada en la Depositio Martyrum (de los mártires de la Iglesia Romana), que nos dice que está enterrado en el cementerio Ad Catacumbas. Nos dan fe de su culto el Calendario de Cartago y el Sacramentario Gelasiano y Gregoriano, así como el Calendario jeronimiano que especifica más el lugar de su sepulcro: una galería subterránea, junto a la memoria de los apóstoles Pedro y Pablo. Durante la peste de Roma (680) fue invocada su protección y desde entonces la Iglesia Universal ve en él al abogado especial contra la peste y se lo considera como gran defensor de la Iglesia. 25 Durante más de mil años Cecilia ha sido una de las mártires más veneradas. Su historia fue tan conocida que los cristianos han repetido con cariño durante muchos siglos, data aproximadamente de fines del siglo V, aunque no está fundada en documentos auténticos.. La razón original del culto de Santa Cecilia fue que estaba sepultada en un sitio de honor por haber fundado una iglesia, el "titulus Caeciliae". Por lo demás, no sabemos exactamente cuándo vivió, ya que los especialistas sitúan su martirio entre el año 177 (de Rossi) y la mitad del siglo IV (Kellner). E1 Papa San Pascual I (817-824) trasladó las presuntas reliquias de Santa Cecilia, junto con las de los santos Tiburcio, Valeriano y Máximo, a la iglesia de Santa Cecilia in Transtévere. (Las reliquias de la santa habían sido descubiertas, gracias a un sueño, no en el cementerio de Calixto, sino en el cementerio de Pretextato). 26 R. Trevijano, Patrología, Madrid, 1994, 94-95. 27 Voltaire y los demás autores de la enciclopedia francesa. 8 3.1. Los judíos: En primer término el mismo Jesús,"el Rey de los Judíos", fue crucificado porque se presentó en Galilea, según ellos, como competidor del César. Los de su raza lo consideraron como un blasfemo y un revoltoso. Para los Apóstoles, las persecuciones comenzaron cuando se inició el anuncio de la Buena Nueva al pueblo, sea en la Palestina como en el mundo de la diáspora, como lo leemos en los Hechos de los Apóstoles. Comenzaron desde el lado judío, que no aceptaba la apostasía de esta nueva “secta”, que se atrevía a pensar que su fundador, después de muerto, hubiera “resucitado” (Mt 28, 1015) Lucas en los Hch., nos demuestra que los apóstoles no son perseguidos por los romanos sino por el Sanedrín. De modo apologético, el autor quiere demostrar que Roma no daba importancia a las acusaciones que pretendían presentar a los cristianos como sujetos peligrosos para el Estado, cuando ellas proviniesen de judíos, romanos u otros como Hch 16, 20; 18, 13-15; 19, 25-27; 21, 38; 23, 26-30; 24, 12; 26,32. Contiene entonces las primeras persecuciones a la Iglesia, Hch 5, 17-19. 40s; 8,1-2 y también las más antiguas “actas de mártires”, como la del diácono Esteban que fue el primero en sellar con su sangre su fe en testimonio de Jesús. Esta primera persecución se hace extensiva a toda Jerusalén y obliga a los demás discípulos a dispersarse, Hch 7, 55-60; y años después al martirio del primer apóstol, Santiago el mayor, Hch 12, 1 ss. A parte de los del círculo del Templo, entre los fariseos conocemos especialmente a Saulo como perseguidor de cristianos, a quien Jesús mismo lo convertirá Hch 9, 1ss., y desde entonces será el señalado y el perseguido por los judíos que no le perdonarán su apostasía. Sin duda que los judíos, sea en Palestina, sea en la diáspora, fueron los de mayor responsabilidad en los inicios del rencor que se generó contra los cristianos. Se las ingeniaron para delatar, denunciar y predisponer negativamente la voluntad de las autoridades y del pueblo pagano en general. Podemos concluir entonces que el odio acérrimo que tienen los judíos a la religión de Jesús es la causa de esta primera etapa de las persecuciones contra la Iglesia. 3.2. De Nerón a Cómodo. Daniel Ruiz Bueno en su obra de compilación Actas de Mártires, habla varias veces en su estudio introductorio, de las persecuciones como un escándalo histórico, ya que no se entiende como, a pesar de la tolerancia religiosa y de un estado fundado en el derecho, el Imperio persiga al Cristianismo desde el año 64. En el sentido estricto del término –y como genéricamente se estudia-, denominamos “persecuciones” a las que se iniciaron en el IR, cuya orden emanó oficialmente del Estado, aunque al principio se dio de manera espontánea y puntual. Durante los primeros tiempos el Cristianismo gozaba de libertad y mediana tranquilidad dentro del Imperio debido a que se los confundía todavía como una secta judía28. Sin embargo, a partir del imperio de Nerón y hasta Constantino, fue considerada una religión ilícita, es decir, no estaba permitido que un ciudadano romano fuera cristiano. 3.2.1. Nerón: (54-68) Antes que él no encontramos fuentes que atestigüen la persecución por parte del IR. Hasta ese momento los cristianos eran considerados como una secta más entre los judíos, caracterizados por practicar ciertas supersticiones. 28 Tanto es así que Terttuliano en su Apología, 5, nos anoticia que el Emperador Tiberio tuvo el propósito de colocar en el Panteón romano, a Cristo, entre los dioses del Imperio Romano. 9 Con Nerón comenzó la verdadera persecución. Se desencadenó en el mes de julio del 64, a raíz del incendio de varios barrios de Roma, causados por el mismo emperador, pero que semejante flagelo fue atribuido a los cristianos. Los historiadores contemporáneos Suetonio y Tácito, coinciden en afirmar que Nerón inventó todo para acusar a los cristianos aplicando sobre ellos poder de policía. Les inventó procesos criminales haciendo oficial la calumnia popular que profesaban una cruel superstición y que despreciaban al género humano.29 La persecución, aunque no se extendió fuera de Roma, puso a los cristianos en una situación legalmente difícil, desde ese momento se convirtió el cristianismo en religio illicita; y en segundo término, las autoridades imperiales supieron distinguir entre los judíos y los cristianos. Tertuliano en su Apol, 4 afirma que fue Nerón, el autor de la primera "ley anticristiana”. Durante mucho tiempo se sostuvo la existencia de un supuesto decreto o documento persecutorio (Cf. institutum neronianum), por el cual proscribía a los seguidores de Cristo, declarando la fe cristiana como una religio illicita. En la actualidad esa teoría se ha desechado, por no tener fuente alguna que corrobore la existencia del documento. Hoy se piensa mas bien, que consistió en un mandato oral del emperador y que quedó estampado en la memoria de las autoridades imperiales. Según los cronistas de la época las ejecuciones realizadas fueron de varios tipos: a) quemados vivos, vestidos con túnicas blancas para que sirvieran como iluminación; b) la crucifixión, (como Jesús o bien como Pedro, cabeza abajo); c) la decapitación como San Pablo, d) sirvieron también de “carne para las fieras”, envueltos en pieles de animales y los largaban a las fieras de los circos. San Clemente Romano, escribe en su carta a los Corintios sobre esta primera persecución30: “Por celos y envidia fueron perseguidas las máximas y justísimas columnas [de la Iglesia], que lucharon hasta la muerte. Pongamos ante nuestros ojos a los buenos Apóstoles. A Pedro, quien a causa de injustos celos soportó no uno ni dos, sino innumerables trabajos, y así, habiendo dado testimonio, arribó al lugar debido de gloria. Sufriendo celos y rivalidades Pablo lució el galardón de la perseverancia. Siete veces preso, fugitivo, apedreado: hecho pregonero en oriente y occidente, por fin recibió la noble fama de su fe. Habiendo enseñado la justicia a todo el mundo y llegado a los términos del occidente [padeció el martirio], dio testimonio delante de los jefes [del imperio]; tal fue su salida de este mundo hacia su santo lugar, el máximo dechado de constancia”. Además de los apóstoles, cuyos detalles nos hemos referido en la unidad anterior, según los escritos de Tácito y Clemente Romano fue numeroso el número de mártires que los acompañaron. Clemente continúa el relato en el capítulo siguiente de su carta: “A estos varones de vida santificada unióse una gran muchedumbre de escogidos, que padecieron muchos suplicios y tormentos a causa de celos, y así vinieron a ser hermosísimo ejemplo entre nosotros. A causa de celos fueron perseguidas mujeres, [otras] Danaidas y Dirces; soportaron suplicios tremendos y despiadados, perseverando en la segura carrera de la fe, y recibieron, débiles de cuerpo, el insigne galardón...”31 29 SUETONIO, Nero, 16,2; TACITO, Anbales 15, 44 o 24. A los Corintios 5, 2-7. 31 “Danaidas y Dirces”, Mujeres de la mitología griega condenadas eternamente por los dioses a suplicios y duros trabajos (danaidas); en tanto que Dirce, había muerto atada de los cuernos de un toro. 30 10 Como vemos en ambos fragmentos citados, no aparece claramente quién fue realmente quién influyó en la orden para la persecución, pero si se resalta el papel de la envidia de los que persiguieron, la mayoría de los exegetas señalan a los judíos como los más seguros colaboradores. 3.2.2. Domiciano: (81-96) Tanto Melitón de Sardes (según Eusebio de Cesarea en HE IV, 26,8) y Tertuliano (Apologético 5, 4) recuerdan que fue Domiciano como el segundo emperador que persiguió a los cristianos. Repasando la historia de Roma, luego de la muerte de Nerón, sobrevino una anarquía militar y se sucedieron por un lapso breve los militares Galba, Otón y Vitelio hasta que, a partir del 69 con Vespasiano, asumió el imperio comenzando la dinastía de los Flavios. Este y su sucesor Tito se dedicaron a las conquistas militares y no se ocupan del tema de los cristianos. Pero sí Domiciano, según los autores el emperador era una nueva versión de Nerón, un Nerón revivido. Tertuliano afirma que es "una porción de Nerón en su crueldad". Parece ser que sus medidas represivas se dirigieron enérgicamente hacia los miembros de la nobleza romana por adoptar prácticas judías según lo afirma el pagano Dión Casio y Cayo Suetonio. Se sabe que su sobrina Domitila y su esposo Flavio Clemente, fueron desterrados a la isla de Pantellería del mar Tirreno.32. En la historia eclesiástica de Eusebio se narran algunos detalles de su persecución: “Domiciano dio pruebas de una gran crueldad para con muchos dando muerte sin un juicio razonable a no pequeño número de patricios y de hombres ilustres, y castigando con el destierro fuera de las fronteras y confiscación de bienes a otros innumerables personajes sin causa alguna. Terminó por constituirse a si mismo sucesor de Nerón en la animosidad y guerra contra Dios”.33 Durante Domiciano la persecución comenzó a extenderse por otras partes del IR. Eusebio refiere, siguiendo a Melitón de Sardes, que en el Asia Menor, el mismo apóstol Juan, “que aun vivía, por haber dado testimonio del Verbo de Dios, fue condenado a habitar en la isla de Patmos.”34 Volviendo a Roma, sabemos por la arqueología funeraria que unos cuantos miembros de familias patricias como Acilio Glabrión, Cívico Ceriale, gobernador de Asia proconsular en ejercicio y Salvidieno Orfito fueron víctimas de la persecución por haber sido acusadas por profesar el cristianismo. En efecto, en las catacumbas de Priscila se hallaron inscripciones cristianas que pertenecían a la familia de los Acilios (Glabriones). Y en el núcleo de la actual catacumba de Domitila sobre la Via Ardeatina, aparece un cementerio fundado por Flavia Domitila. Contemporáneo a éstos acontecimientos se escribe el Apocalipsis. Su datación es ca. 95. Su autor intenta alentar y consolar a los cristianos perseguidos de su tiempo, retrotrayéndose en el tiempo como si escribiese en medio de la persecución de Nerón, para aclarar el futuro e iluminar desde la fe, el momento de prueba sucedido a consecuencia del nuevo emperador que se empeña en destruir a los cristianos. El núcleo central del libro justamente es demostrar como el poder del mal, representado por un monstruo se opone radicalmente al Mesías y a su pueblo. El diablo no escatima esfuerzos para destruir a Cristo y a su Iglesia, (Cf. Ap. 12). Para lograr su propósito este monstruo, el dragón, domina a la bestia y la lanza contra la Iglesia. La bestia es Roma, 32 DION CASIO, Hist. Romana 67, 14 y en SUETONIO, Domit, 18. Cf. HE, III, 17. 34 Ibid., 18, 1. 33 11 a la que también en otra parte del libro la presenta como la prostituta, que está “ebria de los santos y la sangre de los mártires de Jesús (17,6; 19,2; 18,24; 16, 6). Pero en definitiva es la bestia que surge del mar (13, 1-10) que quiere que todos los hombres le tributen honores divinos al emperador, (Ap. 13). Los cristianos no obstante las dificultades no deben desconfiar frente a la desbordante furia del poder del diablo, ya que Dios y Cristo ya consiguieron la victoria (Ap. 14). El tema de la lucha, se da especialmente en los capítulos 12; 13 y 17 donde el combate entre Dios y el demonio y sus testigos se da tanto en el cielo como en la tierra. En Ap 12, 17, la persecución del dragón hacia la mujer es inútil, pero se ve claro que pasa al resto de sus hijos. La mujer es la Iglesia que, como tal es preservada milagrosamente por Dios, en cambio los cristianos de la tierra están expuestos a los ataques del maligno y son sometidos incluso hasta la muerte, aún cuando Dios les asegura su protección, “guardan los mandamientos de Dios y dan testimonio de Jesús”. En realidad la visión de la Bestia mandada por el dragón para perseguir a la Iglesia, se inspira en Dn 7, donde la bestia de 10 cuernos representa a Antíoco IV Epífanes, el perseguidor de Israel. Esto nos hace pensar que el autor del libro demuestra a los destinatarios, que esta realidad de persecución en el fondo, no es inédita para los que quieren mantenerse fieles a Dios: a) Egipto y su faraón; b) Babilonia y Nabuco Donosor; Antíoco IV y Siria-Babilonia.35 3.2.3. Trajano (98-117): Si volvemos a la historia de Roma destaquemos ante todo que durante la dinastía de los Antoninos (96-193), el imperio alcanzará su máximo esplendor político militar y económico. La casa reinante se afianzará en el poder aprovechando las conquistas realizadas hasta el momento. Durante el corto imperio de Nerva, del 96 al 98 no hubo persecuciones o por lo menos no se hallan documentadas. Si repasamos la lista de los césares, es notable apuntar que algunos de ellos fueron grandes “humanistas”, -valga lo extemporáneo del término. Postulaban un Imperio universal, donde los hombres fuesen como hermanos, gobernados paternalmente por mandatarios prudentes y filósofos. Sin embargo, su aristocrático patriotismo les hizo caer en contradicciones, al menos con respecto a los cristianos ya que, a pesar de su sentido filantrópico, dejaron que se los persiguiera. En tanto, mientras que la Iglesia, a través de sus escritores se esforzará por demostrar la independencia de las dos esferas, terrenal y sobrenatural, el paganismo rodeará la figura del César de un hálito cada vez más religioso. De allí se generará la idea de que los cristianos corroen los cimientos del Estado Romano. Con Trajano, se inaugura un tipo de jurisprudencia anticristiana. Contamos con una carta escrita por Cayo Plinio Segundo gobernador de la provincia de Bitinia, en ella, Plinio le preguntaba al emperador si merecían algún castigo los que se llamaban cristianos, o si había que castigar solamente los crímenes de los que se los acusaba36. En su respuesta Trajano explicaba que, “El Estado no debe tomar la iniciativa de desenmascararlos, pero si algún ciudadano particular los delata y prueba que se trata de un cristiano que se lo ponga en la alternativa: apostasía o muerte. No se admitían delaciones anónimas”. De aquí resultan las siguientes conclusiones: 1) Aunque no había que buscar a los cristianos como si fueran malhechores comunes, debían sin embargo, ser castigados si se negaban a retractarse y/o adorar los dioses. 35 36 Cf. JEAN-LOUIS D`ARAGON, Apocalipsis, en Comentario Bíblico San Jerónimo, IV, Madrid, 1972, 531-592. Cf. ACTA DE MÁRTIRES, pp. 244-247. 12 2) Los emperadores quieren seguir ordenadamente la persecución. 3) Está clara la prohibición de delatar a cualquier persona sin pruebas fehacientes de su cristianismo. Se quiere frenar los arrebatos del pueblo, que muchas veces tomaban a los reos o acusados para adueñarse de las situaciones y perseguirlos ellos mismos. Entre los mártires principales se cuentan: a) Clemente cuarto pontífice romano después de Pedro Apóstol, Lino y Anacleto y que murió en el 102. b) El obispo Ignacio, segundo en dirigir la iglesia de Antioquía, discípulo también muy cercano a los apóstoles que murió en Roma entre el 107 y el 11637. c) También sufrió el martirio según Hegesipo, el obispo de Jerusalén, Simeón, que después de sufrir una acusación y durante muchos días padecer torturas, finalmente alcanzó la corona suprema del Señor38. 3.2.4 Adriano (117-138): La personalidad de éste emperador era muy curiosa, de mentalidad abierta, no tenía el genio guerrero de su antecesor. Amante de la cultura helénica, cultivó además la amistad con el Oriente, y no lo consideramos como un perseguidor fanático. Conoce a los cristianos solo superficialmente y no le atrae la idea de perseguirlos. Tal concepto lo notamos en una carta que envía a su cuñado Serviano, cónsul en Egipto. Su desconocimiento del cristianismo es tal que por lo que leemos en la carta confunde la nueva fe con los cultos egipcios39. En su reinado nos encontramos con un documento similar al de época de Trajano, enviado por un gobernador en demanda de directivas en cuanto al asunto con los cristianos. Aunque ese documento se ha perdido, se conserva sin embargo, la contestación del emperador que se lo denomina "Rescripto de Adriano", quien contesta al procónsul del Asia, Minucio Fundano40. Le daba instrucciones al procónsul para que condenase a los cristianos, solo si los encontraba reos de infracciones contra la ley ante el tribunal. No debían ser víctimas de los clamores populares y tenían derecho a defenderse e incluso a demandar por difamación a sus acusadores. Todo esto en el fondo quería detener los desenfrenos en los que muchas veces caía la gente enardecida. 3.2.5. Antonino Pío (138-160) Era el hijo político de Adriano, más sosegado por naturaleza, continuó personalmente la indulgencia de su antecesor con referencia a los cristianos. Sin embargo no modificó durante su imperio, la situación difícil de la que eran objeto. Como Adriano, y tal vez con mayor espontaneidad y deseo de evitar derramamiento de sangre, Antonino prohibió cualquier acción contra los cristianos que fuera producto de motines del pueblo. Según Eusebio, escribió cuatro rescriptos de persecución, aunque hoy día se sabe que es apócrifo. 41 Encontramos durante su tiempo, el martirio de otro de los discípulos directos de los apóstoles, el célebre obispo de Esmirna, Policarpo, víctima de la sublevación del pueblo42. 37 Cf. El acta de su martirio. En: Padres Apostólicos, (De. De HUBER), 245-256. Cf. EUSEBIO, HE III, 32. 39 Ib. id., 251-252. 40Está inserta en la obra de JUSTINO, Apología, como un apéndice.AAMM, o.c.., 251-252. 41 Cfr. HE IV,13 42 Su pasión en AAMM, 263-279. 38 13 En varios lugares del IR, continuaron entonces las víctimas, fruto del odio popular. En Jerusalén el obispo Marcos, en Roma los papas Higinio y Pío I , y hacia el 160 un sacerdote o un catequista cristiano llamado Ptolomeo, junto con dos fieles, uno de ellos, Lucio. También el escrito apologético es de ésta época el Pastor Hermas. Habla de los cristianos que permanecieron firmes y de los que cayeron en la persecución. Supone igualmente procesos contra estos bajo su imperio, fueron martirios aislados, como el de San Policarpo.43 3.2.6. Marco Aurelio, 161-181: La figura de Marco Aurelio se destaca entre los más grandes emperadores que tuvo el IR. en toda su historia. Gran político y además, ferviente cultor y representante de la filosofía estoica. Como soberano recto y honesto estaba persuadido de sus propios deberes hacia sus súbditos. Dotado de un gran espíritu humanista, sin embargo era inflexible con los rebeldes, de allí que no se extraña su rigor. Su opinión hacia los cristianos era muy particular. No comprendía en ellos su aceptación y la resignación ante el dolor, o ante el mismo sacrificio de sus vidas. Desprecian, -decía-, el valor de la inteligencia y consideraba al martirio como una necedad y un sentimentalismo sin dignidad. Aunque en los procesos con los cristianos personalmente, fue más benigno, sin embargo el número de mártires creció durante los veinte años de su imperio. Debido a la animadversión de las autoridades locales, estos daban crédito a las calumnias populares y hacían muy poco para frenar los atropellos paganos. El emperador, no empeoró sino que dejó igual el soporte legal de las persecuciones. La mayoría de las condenas populares y la ejecución de los principios legales no es toda culpa suya. Este mayor numero de mártires se explica en gran medida, por el aumento de la agresividad popular motivada muchas veces por catástrofes, guerras, epidemias o terremotos, de los que la superstición hacia culpables a los cristianos y servía de presión a los magistrados, que urgidos por la coyuntura condenaban a los mártires. Entre los mártires citamos al célebre apologista y presbítero Justino44 ajusticiado en Roma. En Atenas, entregó su vida el obispo Publio, dato que nos ofrece la carta que Dionisio de Corinto envía al obispo de Roma, Sotero (170), agradeciendo las ayudas enviadas a los cristianos condenados en las minas45. En Asia Menor también la persecución se hizo notar, como lo relata el obispo Teofilo de Antioquía: “Los cristianos, no cesan de ser perseguidos, los más piadosos son continuamente apedreados y algunas veces incluso muertos”. En la zona de la Galia, sabemos que en el 177 hubo enjuiciamientos y persecución especialmente en las sedes de Lyon y de Vienne. Podemos leer la carta que la misma comunidad afectada, le envía a las Iglesias de Asia, Frigia y de Roma, recogida por Eusebio de Cesarea en su historia eclesiástica46. Es un relato de los sufrimientos más crueles padecidos por los cristianos. En un tono muy llano, y al mismo tiempo ardoroso, se vuelca la perseverancia fiel por amor a Cristo. Por los nombres de los mártires que aparecen en el relato, en el grupo se incluyen cristianos provenientes del Asia. Los de la iglesia cercana, de Vienne fueron también trasladados a Lyon para el proceso. El relato es desgarrador, ya que vemos como no habiendo gobernador en la provincia, los magistrados dejándose llevar por las calumnias, 43 PASTOR HERMAS, Visión IV, 2-5 en HUBER, S., Padres apostólicos, 408-409. RUIZ,... oc. 303-316. 45 Cfr. , HE, IV,23. 46 Cf. HE V, 1-2. 44 14 arrestaron a los cristianos sin una orden superior, los enjuiciaron y finalmente los hicieron ejecutar. En esa oportunidad se cuentan más de 50 los sentenciados a la pena capital. Antes de finalizar su imperio, la Iglesia de Roma conoció el nombre de otros mártires: Cecilia, perteneciente a una ilustre familia patricia romana y se asocian a ella, según las tradiciones antiguas a Valeriano, Tiburcio y Máximo. 3.2.7. Cómodo (181-193) A la muerte de Marco Aurelio lo sucedió en el trono su hijo Cómodo quien contrasta en todo con su padre. Su poca altura moral, su desinterés por la política nada tienen que ver con la figura de su padre. Muchos romanos llegaron a decir que era más impuro que Nerón y más cruel que el mismo Domiciano. Sin embargo, su indiferencia por los asuntos religiosos lo llevó a ser menos inflexible con los cristianos. Sus casi doce años de imperio suponen para la Iglesia un período de escasas persecuciones. Afirma un autor que “el emperador más pervertido quizás del s. II, se convirtió en el más benévolo hacia los cristianos. Se cuenta que tenía una favorita, de nombre Marcia, que simpatizaba con los cristianos. El clima en la corte imperial con los cristianos, cambió completamente. Aún más, podemos decir que ya podemos encontrar, en el ámbito del poder, algunos políticos que tratarán de mitigar las ejecuciones hacia los cristianos. Los autores coinciden en la opinión que, durante el último cuarto del siglo II, los cristianos en Roma empezarán a ser más respetados y considerados, gracias a su conducta, como genuinos filósofos, según el comentario del célebre Galeno47. Aunque se vive un período de relativa paz, sigue latente la amenaza de la persecución. De hecho, hubo procesos y ejecuciones aisladas. En África contamos con los primeros mártires, los cristianos de Scilli, cuya acta ha llegado a nuestras manos. 48 En Asia Menor, entre 184 y 185, el procónsul Arrio Antonino se mostró cruel con los cristianos y en la misma Roma también murió el senador Apolonio, acusado de cristiano por uno de sus esclavos. Eusebio en su HE, escribe que en pleno Senado, leyó una apología a favor de los cristianos49. Con la muerte de Cómodo, el Imperio caerá en una profunda crisis política, comenzará un período de anarquía y ostentarán la corona, una serie de militares que se proclamarán césares que carecerán sin embargo, de la visión universal para gobernar tan vasto territorio; más aún se limitarán en muchos casos a sofocar las rebeliones de sus opositores ocasionales. 3.3. Desde Septimio Severo hasta el Edicto de Milán: La situación de los cristianos en medio de esta coyuntura del Imperio cambió radicalmente. El Estado al verificar el creciente numero de conversiones y comprobar el aumento de adeptos al Cristianismo, se decidirá por una represión más organizada y concreta. Tanto Clemente de Alejandría como Tertuliano de África, coincidirán en sus escritos en las causas: las autoridades imperiales se preocupan por el crecimiento de las comunidades cristianas y deciden afrontar el exterminio de los seguidores de Cristo. Este nuevo período lo inaugura el emperador Septimio Severo, (193-211). Un hombre de gran genio militar que logra subir al poder aprovechando la anarquía de la sucesión del último de los Antoninos y gobernar con mano fuerte a todo el IR. 47 Uno de los más famosos médicos de la época imperial, (124-200). Dios,... o.c. 40-41. 49Cfr. EUSEBIO, HE, V, 21. 48 15 En materia religiosa fue influenciado por su esposa Domna hija de un sacerdote pagano del culto sincrético Sol invictus, muy difundido en el Imperio que proponía la unión de todas las religiones en torno a la veneración de la máxima divinidad del sol. Se mantuvo tolerante hasta que, misteriosamente, -dicen los autores-, decretó un edicto contra los judíos y cristianos, probablemente inspirado por la negativa de ambos credos a participar de éste sincretismo idolátrico. El historiador de la época Esparciano nos da la noticia de los acontecimientos y dice: "Prohibió hacerse judíos , bajo grave castigo; lo mismo también decretó sobre los cristianos" 50 Todos los autores coinciden en afirmar que éste repentino cambio de actitud se debió a la fuerte presión de su esposa Domna. El edicto que se publicó para tal efecto, apuntaba directamente a contrarrestar la propaganda evangélica que se desarrollaba de manera alarmante en todos los centros urbanos del IR. Por eso contrariamente a la tradición persecutoria anterior el Estado se encargará, desde ahora de atacar a los recién convertidos, los catecúmenos adultos y niños. En el martirologio, figuran, entre los más conocidos de ésta época: Perpetua y Felicidad, en África 51. En la ciudad de Alejandría, la persecución recayó en algunos miembros de la comunidad entre ellos el padre de Orígenes52. Se contarán mártires también en la zona de Capadocia. 3.3.1. Período de anarquía militar: La anarquía política que se desató a la muerte de Septimio Severo y el sincretismo religioso que se respiraba en el IR., revelaron la franca decadencia que se nota en todos los ámbitos. Los mismos emperadores Heliogábalo, Alejandro Severo, por ejemplo, adhirieron al sincretismo religioso con raíces orientales y que de alguna manera desacreditaron aun más el culto tradicional de los dioses del panteón romano, en otros tiempos encumbrado. Todos estos factores le sirvieron al cristianismo para que viviera y desarrollara su misión en un clima de tensa calma. A pesar de encontrarnos con martirios esporádicos, podemos decir que desde el 212 al 235, la Iglesia gozará de una discreta paz. Se llega incluso a decir que el emperador Alejandro Severo había “dejado vivir a los cristianos. Es por este tiempo, en que gracias a esta latente tolerancia, las Iglesias esparcidas por el IR desarrollarán un considerable crecimiento espiritual, misional y además en el plano material las comunidades van adquiriendo propiedades y demás bienes. 3.3.2. Maximino II, el Tracio: Con este Emperador usurpador (235-238), finaliza el período severiano, dando comienzo nuevamente a otra gran anarquía en el Imperio de carácter general. En sus tres años de gobierno se dedicó a perseguir ferozmente a los cristianos. Liquidó a los esclavos y funcionarios cristianos de la corte de su predecesor, y castigó a los jefes cristianos. En Roma le tocó al papa Ponciano y al presbítero Hipólito el destierro, muriendo en la isla de Cerdeña poco después como confesores53. También Orígenes nos informa que durante este periodo en Cesarea de Palestina numerosos jefes de comunidades temían por su suerte debido a la persecución de características tan generales. 50 Historia Augusta, en RUIZ BUENO, 399. Cfr. Acta de mártires, 399-459; Dios y el césar, o.c., 57-66. 52 Cf. HE, VI, 1-6. 53 Cf. HE VI, 28. 51 16 La muerte de Maximino señala un nuevo período de anarquía, y, durante los reinados de Gordiano III y Felipe el Árabe (238-249) se vive un período de paz. 3.3.3. Decio: Un nuevo cambio de rumbo tomó la cuestión cuando el general Decio tomó el poder, en 249. Procedente de Iliria y de tracción aristocrática tenía por objetivo, reorganizar y volver a darle al imperio su antiguo esplendor de la época de Marco Aurelio. Para lograr este fin pensaba que, el medio más apto era volver a colocar al culto nacional en su lugar preponderante que había caído en el olvido por la política sincrética de las últimas décadas54. Pensaba la causa principal de la decadencia imperial se debía al abandono del culto a os dioses. Derrotas y guerras civiles, las mismas catástrofes sufridas se debían los avances del Cristianismo. Su doctrina y su extensión (ya notable) constituían los principales obstáculos de la reconstrucción del Imperio que él quería restaurar y fortalecer. De allí que su persecución, aunque breve, fue universal. Por medio de un edicto de enero de 250, ordenó que en todo el IR. se debían realizar anualmente sacrificios a los Dioses y obligó a todos los ciudadanos a rendirles culto. Como en el fondo este rito era para controlar a los cristianos se organizó muy bien a fin de que todos los habitantes del IR pasaran por este rito incluso los esclavos. Por medio de los gobernadores de las provincias, todos los habitantes debían mostrar su adhesión al culto pagano de los dioses del panteón romano. Los funcionarios tenían diferentes medios para descubrir la identidad de los cristianos y hacerlos sacrificar, por ejemplo, en los banquetes sagrados (que muchas veces terminaban en orgías) o realizando libaciones y sacrificios; también el más común y el más automático era quemar incienso, etc. Como constancia de tal sacrificio, se extendía a cada uno un certificado en latín libellus. Se presumía que todos los sacrificarían, ya que la negativa acarreaba directamente la condena directa. Este nuevo ardid, trajo como consecuencia muchas apostasías por parte de algunos cristianos, que por temor al martirio, abandonaron la fe y volvían al paganismo. A todos estos, las fuentes los clasificaban en tres grupos: a) los sacrificati los que ofrecían sacrificios a estatuas de los dioses.. b) los thurificati aquellos que echaban incienso como oración impetratoria. c) los libellatici o los que por coima, compraban el certificado sin haber abandonado la fe, pero no la testimoniaron con la verdad. Las medidas tuvieron inicialmente éxito aplicándose en todo el IR con gran rigor, aunque en ellas se buscaba las cabezas de las Iglesias locales. Obispos, presbíteros, catequistas, etc. Otros escapaban, como Dionisio de Alejandría y Cipriano de Cartago, pero desde sus escondites, infundían a sus fieles perseverancia y fortaleza. Una vez finalizada la persecución, no eran pocos los que se arrepentían de haber sacrificado a los dioses y pedían volver al seno de la Iglesia. Esta situación causó de alguna manera una división interna y subidas discusiones que derivaron en el grave problema disciplinar que se denominó la “controversia de los lapsi”. La posición dentro de la Iglesia eran básicamente tres: los más rígidos negaban toda absolución a los que habían apostatado y arrepentidos querían volver a la Fe; en el otro extremo se encontraban aquellos que los aceptaban sin ningún tipo de penitencia, los laxos. En la posición más ortodoxa se encontraban los que pedían que fueran admitidos, después de un gran tiempo de penitencia. Esta situación se suscitó sobre todo en occidente, y nos es conocida por los escritos de Cipriano, obispo de Cartago que compone varios tratados y en muchas de sus cartas nos da a 54 Cf. Cipriano cuenta las vicisitudes de esta en sus cartas. 17 conocer los detalles de la controversia. El más significativo texto será, sin dudas, su célebre De lapsis, (=de los caídos), escrito desde su destierro en donde trata el tema y lo resuelve.55 Entre los mártires de ésta época hemos de contar a los obispos Fabián de Roma y a Babila de Antioquía, y la virgen Águeda, en Sicilia. En Cartago hubo muchos, ya que localmente se persiguió con rigor. En Alejandría se armaron hogueras y fueron decapitados gran número de soldados.56 En los últimos tiempos de su reinado Decio, según los autores parece ser que apaciguó la persecución. Al morir en una batalla contra los godos en 251 sus sucesores, Galo y Volusiano, intentaron seguir persiguiendo pero los procesos fueron más localizados y no ya generales contándose en cambio, muchos destierros, entre ellos el del papa Cornelio. 3.3.4. Valeriano (253-260): Luego de un período de paz y tolerancia, por influencia de la esposa del emperador heredero, Salomina en enero de 257, Valeriano reinició la estrategia de obligar a los cristianos a reconocer a los dioses romanos. Un primer edicto atacaba directamente a la jerarquía y obligaba a todos a ofrecer sacrificios. Al pueblo, -pensaba-, hay que convencerlo por las buenas; en cambio hay que perseguir a los Obispos. En el caso de Numidia, fueron encarcelados quienes se negaban a sacrificar. Al año siguiente en 258, emitió el 2º edicto, dando instrucciones muy duras al Senado para que fueran trasmitidas a todos los gobernadores de las provincias. Se debía perseguir a toda la jerarquía, obispos, sacerdotes y diáconos para ser ejecutados. Los nobles debían ser enviados al destierro con la pérdida de sus bienes. Los que ocupaban cargos públicos, debían ser alejados de aquellos y sometidos a esclavitud enviándolos a realizar trabajos forzosos. Esta fue la persecución, por decir así, “más detallada” de castigados y castigos, y fue la que seguramente se cobró el mayor numero de víctimas, especialmente los pastores. Entre los mártires del momento, contamos al papa Sixto II y 4 diáconos (entre ellos Lorenzo), un joven que suscitó el fervor y la devoción popular a lo largo del tiempo en Roma. En África, no podemos olvidar al gran Cipriano de Cartago,57 el acólito Tarcisio, y el obispo Fructuoso de Tarragona en España. 3.3.5. Período 260-284: Con la muerte de Valeriano los cristianos se vieron favorecidos por dos décadas de cierta paz debido a los duros momentos vividos en el IR.; el mismo emperador moría prisionero de los persas cerca de Edesa. El imperio entero se llenó de gran estupor por el hecho. Heredó la corona su hijo Galieno (253-268) quién recibía el IR en franca decadencia política y económica. Debe agregarse además los peligros de ataque cada vez más frecuentes en las fronteras del norte y del oriente asiático, especialmente los persas a quienes los romanos nunca podrán vencer. En cuanto a su relación con el cristianismo el nuevo emperador redactará el primer edicto de tolerancia para los cristianos. Entre las medidas más importantes, ordenó la devolución de los lugares de culto y concedió libertad de existencia y de culto. 55 AAMM, pp.562-597. Ib., id., HE, VI, 40, 1-42,6 57 RUIZ BUENO, trae en su obra la Vida y martirio de s.Cipriano obispo y martir de Cartago, por us diácono Poncio, pp. 724-756. 56 18 Se ha conservado una paráfrasis del emperador, al obispo Dionisio en Egipto, que se ha conservado en la HE de Eusebio, la carta dice lo siguiente: "He ordenado que el beneficio de mi generosidad se derrame por todo el muno, a fin de que los (las autoridades) se retiren de los lugares de culto y de este modo os podáis aprovechar de las disposiciones contenidas en mi rescripto, de forma que nadie os moleste" 58. En los veinte años que siguieron, la Iglesia se mantuvo así en un modus vivendi con el Estado, beneficiándose por estar en una posición intermedia, con las características de un grupo autónomo. La Iglesia fue penetrando así poco a poco, en todos los ámbitos de la sociedad, desarrollando rápidamente el campo misional ganando muchos adeptos, inclusive más allá de las fronteras del IR, como Africa, Armenia, norte de la actual Europa. Dentro de este período ostentó la corona imperial Aureliano, (270-275) quién también promulgó otro edicto de tolerancia para los cristianos. 3.3.6. Diocleciano (284-305): Llegado al trono por su poder e investido de un gran aparato militar, hizo volver al IR, por lo menos por un tiempo, al antiguo esplendor, haciendo respetar la autoridad romana en todas sus fronteras hasta entonces tan seriamente afectadas. En su historia íntima se sabe que estaba casado con Prisca quien parece confesaba su simpatía hacia el cristianismo, como también su hija Valeria. Por el testimonio de Lactancio en su De la muerte de los perseguidores, sabemos que él se mantuvo al margen de toda confesión religiosa y durante buena parte de su reinado mantuvo una política de no interferencia en cuestión religiosa; sin embargo después de 18 años en el poder, se dejó influenciar por su yerno asociado como César al trono, Valerio (293-311), quien lo instigará a la persecución quizás la más grande y prolongada. Se sabe que era hijo de una sacerdotisa de los dioses de las montañas. Llevaba en la sangre por tanto, la superstición religiosa heredada de su madre. Esta influencia será clave en el cambio de rumbo de la política de Estado. En cuanto a la administración y el mejor gobierno, Diocleciano implantó una nueva forma de administración para todo el IR. Dividió el IR en dos, uno tomaba todo el oriente, con su ancestral cuna de cultura, y el otro ocupaba todo el occidente, ambos gobernados por un “augusto”. A su vez, cada región estaba partida en dos y gobernada a su vez por otro emperador con el título de “césar”. Se constituía así una “tetrarquía” o gobierno de cuatro. La línea divisoria imaginaria pasaba por la costa de Dalmacia. PRIMERA OCCIDENTE Augusto: MAXIMIANO César: Constancio Cloro TETRAQUÍA ORIENTE Augusto: DIOCLECIANO César: Galerio Esta división si bien trajo al principio beneficios internos, con el tiempo, ocasionó rivalidades políticas. Por otra parte, quedó marcada para siempre la división cultural entre los “dos imperios”, el de oriente y occidente. Este intento político apuntaba además a restaurar el esplendor del culto a los dioses de otros tiempos; quería destruir todo lo espurio que no fuera genuinamente romano y a reimplantar las virtudes tradicionales de Roma. 58 HE, VII, 13. 19 Esta “política religiosa” llevó de hecho a emprender una campaña purificadora. Así por ejemplo en el 297 mandó ejecutar a todos los maniqueos y quemar sus escritos y se empezaron a notar los cambios hacia los cristianos depurando del ejército a todos los que confesaran abiertamente la fe cristiana. La gran persecución comenzó en el occidente en 303 y siguió hasta el 305. Para el oriente en cambio, la campaña persecutoria se extiende mucho más, del 303 al 312. Eusebio de Cesarea contemporáneo de la persecución, dice que se fue dando progresivamente.59 Su 1º edicto lo firmó el 23 de febrero de 303, siguió en líneas generales el edicto de Valeriano, aunque sin la pena de muerte. Se destruyeron las iglesias, quedaron prohibidas las funciones religiosas y se incineraron todos los escritos que se encontraban guardados en las comunidades. Esto significó sin dudas la gran pérdida de innumerables textos tanto bíblicos como también valiosos documentos de la época, hoy perdidos. Por este edicto, los cristianos de acomodada posición perdieron sus privilegios y hasta pasaron a la esclavitud. Además se prohibía a los cristianos reclamar o defender sus derechos ante los tribunales. En el verano del 303, se dictó el 2º edicto que condenaba al clero a la cárcel. Relata Eusebio que las mismas rebasaban por el número de sacerdotes. El 3º edicto volvía al tema iniciado en el siglo anterior que ordenaba sacrificar a los dioses. Hasta ese momento, los edictos se llevaron a cabo al pie de la letra: así por ej., las iglesias fueron destruidas, gran número de cristianos apostataron de su fe y las comunidades se dispersaron. El número de mártires creció considerablemente. En medio de la feroz persecución, y sin motivo claro, en mayo del 305 Diocleciano abdicó al trono en oriente y Galerio su césar, dueño de toda la mitad del IR, dictó entonces un 4º edicto, en el cual se intimaba a sacrificar y hacer libación a todos: hombres, mujeres y hasta niños. Aumentó ostensiblemente el número de los testigos, como en Palestina, según el relato de Eusebio. SEGUNDA TETRAQUÍA OCCIDENTE ORIENTE Augusto: CONSTANCIO CLORO Augusto: GALERIO César: Majencio – Constantino César: Maximino Daya Lo mismo intentó Maximino Daya, el César de Galerio en la zona oriental intentó restaurar el culto y los templos paganos en sus dominios. Esta persecución fue la más terrible y la más prolongada de todas hasta el momento. La enfermedad de Galerio sin embargo hizo aminorar la fuerza de los edictos y llevó a éste a redactar un nuevo edicto de tolerancia, hacia fines del mes de abril del 311. Dice el rescripto: "era menester que hubiera de nuevo cristianos y construyan sus iglesias, para que recen a Dios por nuestro bienestar, por el del Estado y por ellos mismos, de manera que en todo lugar se preserve incólume el Estado y ellos vivan con seguridad en sus propias casas",60. El edicto como vemos restablecía al cristianismo, en la misma situación que había gozado antes del comienzo de la persecución. 59 60 Cf. La relata en la HE, VIII. Cfr. HE, VIII, 17, 3-10. 20 El cesar Maximino Daya, sin embargo no acató el edicto y siguió persiguiendo aunque no con la fuerza de las anteriores. Muy poco tiempo perduró su soberanía, ya que Licinio sublevó a sus ejércitos en la zona y se hizo dueño de la situación en oriente, quedando como único emperador. En tanto el occidente, las cosas no se dieron igual. A la par de Diocleciano, en esta parte se encontraba Maximiano y como césar Constancio Cloro, el padre de Constantino. Al renunciar Maximiano, ocupó su lugar Constancio C., y para cubrir el segundo lugar en occidente, el hijo adoptivo de Maximiano, Majencio. Al morir Constancio C., los soldados proclamaron emperador a su hijo, quien se dispuso a pelear el liderazgo de occidente frente a Majencio a quien se consideraba usurpador. Así estaba la situación política cuando seguían en plena vigencia los edictos dioclecianos. Sabemos que no se aplicaron con el rigor con que se efectivizaron en el oriente debido a una actitud más tolerante de Constancio Cloro, casado con Elena que era cristiana. En la zona gobernada por Majencio (la península itálica), los martirios surgieron donde los gobernadores llevaban adelante los edictos, como por ejemplo en Roma, donde murió el obispo Marcelino, el soldado Sebastián, y la virgen Inés. En España están documentados numerosos en Zaragoza, Calahorra, León, Ávila y Barcelona. Siguiendo con occidente, en aras del control total del imperio, se enfrentaron las fuerzas de Constantino con las de Majencio en Puente Milvio, y la victoria del primero significó el cese de toda persecución hacia los cristianos en el occidente. Lactancio en La muerte de los perseguidores, cuenta con tono legendario, los detalles previos a la batalla, cuyo triunfo fue atribuido a la protección del Dios cristiano61. Esta victoria significó el decidido poderío de Constantino y el poder suficiente de este como para reunirse con su par de oriente Licinio y poner fin a las luchas de poder. El encuentro se efectuó en la ciudad de Milán, donde ambos emperadores acordaron el edicto de tolerancia religiosa para todos los habitantes del IR. Lactancio, más adelante en la misma obra relata en el libro 48 de su obra: “Por su parte Licinio, pocos días después de la batalla, tras hacerse cargo y repartir una parte de las tropas de Maximino, llevó su ejército a Bitinia y entró en Nicomedia. Allí dio gracias a Dios con cuya ayuda había logrado la victoria y el día 15 de junio del año en que él y Constantino eran cónsules por tercera vez, mandó dar a conocer una carta dirigida al gobernador acerca del restablecimiento de la Iglesia y cuyo texto es el siguiente: “Yo, Constantino Augusto, y yo también, Licinio Augusto, reunidos felizmente en Milán para tratar de todos los problemas que afectan a la seguridad y al bienestar público, hemos creído nuestro deber tratar junto con los restantes asuntos que veíamos merecían nuestra primera atención el respeto de la divinidad, a fin de conceder tanto a los cristianos como a todos los demás, facultad de seguir libremente la religión que cada cual quiera, de tal modo que toda clase de divinidad que habite la morada celeste nos sea propicia a nosotros y a todos los que están bajo nuestra autoridad. Así pues, hemos tomado esta saludable y rectísima determinación de que a nadie le sea negada la facultad de seguir libremente la religión que ha escogido para su espíritu, sea la cristiana o cualquier otra que crea más conveniente, a fin de que la suprema divinidad, a cuya religión rendimos este libre homenaje, nos preste su acostumbrado favor y benevolencia. Para lo cual es conveniente que tu excelencia sepa que hemos decidido anular completamente las disposiciones que te han sido enviadas anteriormente respecto al nombre de los cristianos, ya que nos parecían hostiles y poco propias de nuestra clemencia, y permitir de ahora en adelante a todos los que quieran observar la religión 61 LACTANCIO, o.c., Libro 44. 21 cristiana, hacerlo libremente sin que esto les suponga ninguna clase de inquietud y molestia. «Así pues, hemos creído nuestro deber dar a conocer claramente estas decisiones a tu solicitud para que sepas que hemos otorgado a los cristianos plena y libre facultad de practicar su religión. Y al mismo tiempo que les hemos concedido esto, tu excelencia entenderá que también a los otros ciudadanos les ha sido concedida la facultad de observar libre y abiertamente la religión que hayan escogido como es propio de la paz de nuestra época. Nos ha impulsado a obrar así el deseo de no aparecer como responsables de mermar en nada ninguna clase de culto ni de religión. Y además, por lo que se refiere a los cristianos, hemos decidido que les sean devueltos los locales en donde antes solían reunirse y acerca de lo cual te fueron anteriormente enviadas instrucciones concretas, ya sean propiedad de nuestro fisco o hayan sido comprados por particulares, y que los cristianos no tengan que pagar por ello ningún dinero de ninguna clase de indemnización. Los que hayan recibido estos locales como donación deben devolverlos también inmediatamente a los cristianos, y si los que los han comprado o los recibieron como donación reclaman alguna indemnización de nuestra benevolencia, que se dirijan al vicario para que en nombre de nuestra clemencia decida acerca de ello. Todos estos locales deben ser entregados por intermedio tuyo e inmediatamente sin ninguna clase de demora a la comunidad cristiana. Y como consta que los cristianos poseían no solamente los locales donde se reunían habitualmente, sino también otros pertenecientes a su comunidad, y no posesión de simples particulares, ordenamos que como queda dicho arriba, sin ninguna clase de equívoco ni de oposición, les sean devueltos a su comunidad y a sus iglesias, manteniéndose vigente también para estos casos lo expuesto más arriba (...) De este modo, como ya hemos dicho antes, el favor divino que en tantas y tan importantes ocasiones nos ha estado presente, continuará a nuestro lado constantemente, para éxito de nuestras empresas y para prosperidad del bien público. Y para que el contenido de nuestra generosa ley pueda llegar a conocimiento de todos, convendrá que tú la promulgues y la expongas por todas partes para que todos la conozcan y nadie pueda ignorar las decisiones de nuestra benevolencia».62 4.- EL TESTIMONIO Y LA PIEDAD MARTIRIAL: La página de los mártires, es sin dudas, después de la Sagrada Escritura, la fuente de crecimiento y alimento espiritual que tuvieron los cristianos durante los primeros cuatro siglos de su historia. Como notamos a lo largo de la unidad, aparecieron una serie de voces que se emplearon en el marco de las persecuciones. Tienen su origen en el NT y van desarrollándose en la literatura patrística posterior. 4.1. El Martyr, testigo: En el Evangelio Jesús les dice a los discípulos: “Ustedes son testigos” Lc. 24,44-49, mientras que en Jn, 15 26-27, agrega: “darán testimonio de mí”. Antes de la Ascensión del Señor les dice que ellos serán sus testigos hasta los confines de la tierra Hch.1, 7-8; lo atestigua el Espíritu según la 1 Jn, 5,6. De todos estos textos podemos deducir la misión esencial del apóstol es ser testigo de Jesús. En el pensamiento del apóstol Pablo también está la misma idea: Hch.22,15; 26,16 textos ya vistos en otra unidad por nosotros y que relata su vida cuando en el camino a 62 LACTANCIO, o.c., Libro 48. 22 Damasco, Pablo fue constituido testigo de Cristo. Para luego dar testimonio en todas partes de la resurrección de Jesús, 1 Co 15,5. La perspectiva de la muerte no era ajena a la conciencia de los primeros testigos, lo demuestra el martirio de Esteban, Hch. 6,8-7, 59, a quien se le da por excelencia, el calificativo de “protomártir”. Por primera vez aparece aquí, la sangre junto al testimonio y con ello se completa el concepto pleno de martirio cristiano, es decir el testimonio de Jesús que se confirma con la propia vida, que se firma y rubrica con la propia sangre. En Apocalipsis, libro del consuelo escrito en medio de las persecuciones de la época de Domiciano, como vimos, son numerosas las alusiones donde empleará la palabra testimonio: Ap. 1,9; 6,9; 11,7; 12,11;17,6. Entre los padres apostólicos, se destacan también las menciones que Clemente de Roma refiere en su epístola a los Corintios, 5, cuando nos habla de la persecución neroniana. Se seguirá utilizando en el s.II, en las AAMM de Esmirna, (155) y en las de Lyon, (177). Hacia fines del mismo, entre los padres latinos, Tertuliano escribe su obra, Exhortación al martirio63. 4.2. El confesor: Es el obispo Cipriano de Cartago, a mediados del s. III, quien desdobla por primera vez el concepto de martyrion hasta ahora empleado, distinguiendo al martyr, es decir, aquel que ha dado su vida por la fe o está próxima a darla, del confesor, aquel que ha padecido persecución destierro, torturas, vejámenes etc., por testimoniar su fe sin llegar a morir. En numerosas de sus cartas se hace notar la diferencia, como: Ep. 10,4; 39,3; 15,1; 55 y 52. Y también en el tratado De lapsis 3 y 464. Para la época sin embargo, la terminología es muy flexible, en su tiempo las palabras confessor y martyr no habían adquirido la significación específica y claramente definida que tienen para nosotros hoy en día. Clemente de Alejandría (150-215), en su obra Stromata, dedica la parte principal de su libro al tema martirio. Lo define como la "perfección o consumación, no porque con él termina el hombre su vida como los demás, sino porque da una prueba consumada de caridad65. Concibe el martirio como el supremo testimonio que el cristiano da de su fidelidad y caridad para con Cristo, vertiendo por él su sangre66. En éste tema, debemos citar también a Orígenes de Alejandría; si bien no murió mártir, su vida estuvo marcada por el martirio, ya que perdió a su padre Leónidas en el 202, durante la persecución de Septimio Severo67, lo que produjo en su vida una huella indeleble. Entre su abundante obra, se encuentran numerosas relativas al martirio. Durante los años de relativa paz que se vivieron, volverá con ojos nostálgicos a la edad heroica de los mártires, como la única época, -dice- que había en verdad creyentes. En algunos textos se ve claro que para él, el martirio por excelencia es un testimonio de sangre, (Cf. Homilía sobre Jeremías IV,3 y sobre los Números X , 2. En su Exhortación al martirio, escrito en el 235, trata in extenso el tema, y de forma más conmovedora. Allí está volcada quizás con más precisión la doctrina cristiana sobre el martirio. Es la prueba máxima para llegar a él por la liberación de éste cuerpo de muerte. 63 Cf. ACTA DE MARTIRES, pp. 383-396. "Finalmente, dice Ruiz Bueno, es interesante notar que no obstante el desdoblamiento que sufre el término martyrion griego en confessio y martyrion, también bajo el estilo de Cipriano, martyrion vuelve a su primitivo sentido de "testimonio" y martyr, es por lo tanto un "testigo".Cfr. id., 18-19. 65 Cfr. IV,4; IX. Cit. por RUIZ BUENO, p. 27. 66 Ib. id. 37. 67 Los bienes de su familia fueron confiscados y Orígenes, tuvo que abrir una escuela de gramática para mantener a su madre y a sus seis hermanos menores. 64 23 También Hipólito, uno de los más célebres doctores de la Iglesia romana, que en el 235 marchará al destierro (donde morirá en el mismo año), escribe en una de sus obras, (Comentario sobre Daniel), en donde expresa que el martirio es una vocación y decía que se encontraba ya implícita en el primer llamado a la fe. Sin embargo aunque es cierto que la vocación a la fe era universal, Dios llamaba al martirio a quien El quería, así lo ve simbolizado en el caso de Daniel. 68 5.- EL CULTO A LOS MÁRTIRES. LAS CATACUMBAS: 5.1. Origen: El origen del culto a los mártires se enraíza con el culto a los muertos, expresión del sentido de trascendencia del hombre después de ésta vida. En todas las religiones y especialmente para los judíos el respeto por los antepasados, los muertos y sus sepulturas eran un signo de piedad. En el AT, comprobamos en distintos textos: Gn.23, relato de la fundación de la tumba de los patriarcas; Gn 25,8 ss.; 50,12s.; y sobre todo en Tobías, donde se insiste en el deber de sepultar a los muertos, 1,17-20; 2,4-8; 4,3ss; 6,15; 12,12; 14,10ss. Y aunque la fe yahvista excluía todo culto ritual hacia los muertos, este respeto apuntaba sobre todo a procurarle al difunto un descanso apacible, reuniéndolo con su pueblo, cf. 1 R 2,10; 11,43. Para el mismo Jesús, estos ritos tenían su importancia, de hecho las mismas honras le serán tributadas a su cuerpo muerto, por José de Arimatea, Mc. 15,46 y por las mujeres Lc 24,1 de los textos pascuales. La muerte y la sepultura de los difuntos cristianos fue desde los primeros pasos de la Iglesia, un espacio de devoción para los que todavía peregrinaban en esta tierra. Tanto en los cementerios superficiales como en las llamadas catacumbas, la costumbre de visitarlos tiene su antecedente en el mismo acontecimiento redentor del Señor Jesús, que por la acción del Espíritu Dios Padre lo glorificó, abriendo así la puerta de la esperanza, para los que comparten como Él la muerte, puedan también gozar de la vida eterna. Para la cultura romana y pagan en general, el lugar donde se depositaban los muertos variaba según las regiones, en casi todas las ciudades de la antigüedad, los cementerios se construyeron fuera de los muros de cada villa. En el caso de los cementerios, los de Roma muestran dos clases de sepultura. Por un lado encontramos la cremación con sus nichos de ricas urnas para cenizas, y por otro lado, la “inhumación” con sus mausoleos rodeados de sarcófagos. Ambas formas se encuentran muchas veces juntas o adyacentes unas con otras pero será la última, la inhumación, la forma que usaron los cristianos para sepultar a sus difuntos. 5.2. Las sepulturas cristianas: La sepultura de los cristianos fue variando debido a las circunstancias de las persecuciones. Al principio fueron sepultados en los mismos cementerios comunes de la civitas, sin embargo esto variará con el inicio de la era del martirio, donde los cuerpos serán depositados en cementerios de familias por temor a las vejaciones y ultrajes. Al crecer el número de adeptos a la fe, y convertirse al Cristianismo, las familias más adineradas que poseían en propiedad los campos santos, tendrán por función reunir los restos mortales de los testigos de Jesús. Estos mismos comenzaron a ser visitados por la multitud de los creyentes que también seguirán las costumbres funerarias de los paganos (cf. llevar ungüentos y perfumes en recuerdo de la fecha del martirio dies natalis, de la visita al cementerio). A estas visitas se sumaron otras costumbres paganas que fueron cristianizándose como las libaciones y 68 Cf. SC, 14. 24 los banquetes funerarios, como los celebrados en Roma en las catacumbas de San Sebastián en via Appia a la memoria de los santos apóstoles Pedro y Pablo.69 Los centros sepulcrales que hoy conocemos como cementerios cristianos, habían sido en su origen cementerios privados de familias acomodadas, y después del edicto de Milán se constituirán muchas de ellas en iglesias cuya toponimia se origina, muchas veces, en los nombres de los propietarios de las tierras como por ejemplo Priscilla o la de Pretextato. 5.3. El culto a los mártires: Las fuentes del s. II nos presentan a este culto como esencialmente comunitario y por lo tanto eclesial. Se trata de una alabanza, de una plegaria que renovaba la fe de los que escuchaban los relatos heroicos de los testigos que derramaron su sangre por Cristo, como la lectura de la pasión de San Policarpo, o la carta de las comunidades de la Galia, relatando el martirio de los cristianos de Lyon y de Vienne (177). En estos textos, no siempre se distinguen las plegarias de los difuntos de las invocaciones a los mártires, como el caso de Cipriano en Cartago. En cuanto al lugar, el culto se realizaba generalmente en el lugar del sepulcro ya que la veneración abstracta del mártir no era conocida en la antigüedad.70 Podemos decir que nos encontramos frente a un verdadero sepulcro martirial cuando encontramos huellos de una veneración verdadera y sostenida en el tiempo. En el aspecto litúrgico, se celebraban las fracciones del pan, las eucaristías en el día del aniversario de la muerte y en la misma se leían las actas o las noticias hagiográficas del testigo. Cipriano nos habla en este sentido de “celebrar la Eucaristía por los mártires”. Estas reuniones tuvieron desde antiguo una fuerte referencia a la intercesión para que “los mártires ayudaran desde el cielo”. A parte del signo distintivo del culto debido a las inscripciones, pinturas y grafitos, que encontramos desde el Arte paleocristiano y la arqueología, se encuentran también las fuentes litúrgicas, desde los calendarios más antiguos, como el Depositio Martyrum, del 354 y el Martyrologium Hieronymianum (ca. 400), reconstruido por Kirsh. Este último contiene muchas más nombres, casi tres veces más que el primero, lo que hace pensar a los estudiosos que el culto de numerosos mártires surgió después de la mitad del s. IV, cuando ya no existía un claro recuerdo de la persecución. Sin embargo esta aseveración no tiene mucho fundamento, ya que en el 354, todavía no habían transcurrido cincuenta años del fin de las persecuciones y por otro la do, la Depositio, es solo la consignación por escrito de un calendario festivo ya que uso (es decir una determinada especie de día litúrgico conmemorativo, en el cual era el obispo con sus sacerdotes y toda la comunidad la que celebraba en las iglesias cementeriales. El martyrologium parece ser un calendario de otro género, quizás la lista probablemente completa de todas las fiestas de los santos que se celebraban por aquel tiempo, ca. 400. No hay por tanto una razón válida que nos haga pensar en un agregado posterior de los mártires que se hallan en el Hieronymianum. Podemos considerarlos por tanto los de este último como nombres de verdaderos mártires. El testimonio del arte, nos asegura que hasta el 250 (para Roma), no existía el culto a un mártir determinado unido a su tumba, y esto era porque los restos reposaban en sus nichos 69 Esta costumbre se mantuvo en Roma hasta bien entrado el s. IV, en la misma basílica de S. Pedro, como recuerda S. Agustín en su Carta 29,10. Observemos además que tanto Tertuliano como Cipriano en África consideraban estos ritos como impropios para los cristianos. 70 Luego sí, en el medioevo comenzaron a darse las falsificaciones de los lugares e inclusive del culto a los santos de muy dudosa historicidad. 25 ordinarios, (sin ninguna decoración ni inscripción honorífica, ni lugar distinguido); o bien, en modestos sepulcros mezclados con los demás cuerpos de paganos. No encontramos tampoco pruebas documentales que nos hablen del interés de la comunidad preocupada de tributarles honores especiales o que usara criptas especiales para recibirlos. Con el correr de las décadas, cuando la Iglesia se vea ya libre de persecuciones, afirma Righetti, numerosas comunidades, que tenían presente aún el testimonio de los mártires locales fueron dando los siguientes pasos: a) guardaron las memorias de los propios obispos y conservaron sus recuerdos de la propia apostolicidad, b) dieron noticia del nombre de sus mártires y de los confesores fechando el día de su martirio, el dies natalis, para c) celebrar a tiempo su aniversario.71. Desde el s. IV, con la libertad de la Iglesia, comenzó una nueva etapa en el culto a los mártires, ya que a partir de finales de la misma centuria, los cementerios y las catacumbas se convirtieron en lugares de peregrinación. Numerosos sitios se convirtieron en santuarios, sobre las tumbas de los más populares; se construyeron basílicas, incorporando su edificación a las mismas catacumbas, de allí que muchas de ellas están enterradas, contemos como ejemplos a Santa Inés, San Lorenzo, las de Nereo y Aquiles. Uno de los promotores de este culto y veneración a los mártires será San Dámaso quien dio mayor realce y quiso adornar más sus tumbas. Se dedicó a abrir nuevos lugares, construir nuevas escaleras, y a colocar epígrafes con escritura clásica, sobre las grandes tapas de mármol que cubrían los nichos sepulcrales. Las embellece y las distingue de las otras. Desde el Edicto de Milán, se notan entonces algunos cambios que merecen ser señalados en la devoción y culto: 1º) Va desapareciendo en la mentalidad, de los autores eclesiásticos, la idea de que la Iglesia reza por ellos, más bien al contrario. 2º) Desaparecen paulatinamente, los banquetes fúnebres que se hacían en los cementerios o catacumbas. 3º) Se va conformando una liturgia martirial propia, con lecturas bíblicas y hagiográficas, oraciones, y cantos alusivos que nos hacen pensar en las grandes muchedumbres que acudían a visitar estos lugares, que se convirtieron en fuentes de peregrinación, etc. 4º) Luego de las persecuciones se edificaron en Roma y en otros puntos, de grandes basílicasmausoleos, en honor a los mártires y la construcción también a su alrededor de espacios para albergar a los peregrinos que venían de grandes distancias. 5º) Se irá extendiendo también con el tiempo, el culto a los santos no mártires, los llamados confesores de la fe y a todos los que por su fama de santidad y virtudes evangélicas eran considerados como varones y mujeres heroicas.72 5.4. Decadencia del culto: El culto a los mártires tuvo su decadencia a medida que pasaron los años y se fueron olvidando los atroces momentos de la tribulación. Hay que agregar además, en occidente que, cuando se inició la invasión de los pueblos germánicos y en oriente la irrupción del Islam en el s. VII, muchos cementerios y catacumbas serán arrasados o arruinados. Las de Roma, sobre todo conservaron casi todas, la característica de ser lugares de veneración y peregrinación. 71 En un principio el culto de los mártires fue estrictamente a local y circunscripto a la ciudad que poseía la Tumba, luego se irá extendiendo. Cfr. RIGHETTI, Historia de la liturgia, 917-919. 72 SAXER, V., El culto de los mártires, en DPAC, 1377-1379. 26 Durante el s. VIII serán los longobardos quienes saquearán y se llevarán gran cantidad de reliquias en la ciudad eterna. Los papas, en medio de tantos peligros, se decidieron a sacar los restos de los mártires y transportarlos a lugares más seguros. 6.- EL ATAQUE LITERARIO A LOS CRISTIANOS A las cruentas y terribles persecuciones hay que sumar las acusaciones que desde los diversos sectores de la intelectualidad pagana fueron apareciendo recién en el s. II. Estas apuntaron sobre todo a derribar, sea desde el ensayo, el discurso o la simple diatriba, la vida de los cristianos. Tanto paganos como judíos, abonaron esta crítica que ayudó a crear sospechas y acusaciones falsas hacia los seguidores de Cristo. Pero hemos de contar también con los antecedentes a estos ataques que denominamos calumnias populares. 6.1. Calumnias populares En cuanto a ellas, pudimos comprobar la efectividad que tuvieron y cómo fueron preparando el clima enrarecido y creando mala fama hacia el Cristianismo. Chismes y habladurías que pasaron después a los medios intelectuales y que a su vez se reflejaron en la literatura pagana, como el médico Galeno, Plinio el naturalista o el mismo historiador Tácito. Desde la época de Nerón pasaron a la historia las frases que Tácito narró en sus Anales de que “los cristianos odiaban al genero humano” (cf. misantropía). Esta acusación, no solo quedó estampada en los libros de historia sino que se grabó en las conciencias de todos los paganos. También recordemos a Suetonio que en su Vida de Nerón afirma que el cristianismo “es una superstición nueva y maléfica”. Desde las Actas de los Mártires, nos percatamos que la mayoría de los martirios se debieron a las explosiones de odio popular alimentado por la atmósfera de este tipo de calumnias. Gracias a las actas de los mártires de Lyon (177) o bien en el martirio de Justino, nos enteramos de otras acusaciones que se les apuntaba: uniones edípicas, infanticidios, asesinato ritual de un niño envuelto en harina. 6.2. La conjura del silencio: Antes de referirnos a los ataques literarios, tenemos que decir una palabra sobre la actitud de la gran mayoría de los histoeriadores y escrotires de la época que directamente no hacen ninguna referencia o muy escasas alusiones a los cristianos. ¿No conocen de su presencia en el IR? o ¿los ignoran adrede? De allí que la historiografía eclesiástica nos hable de una “conjura del silencio” Estos autores no se ocuparon, ni se preocuparon por averiguar sobre sus vidas, sus creencias; menos aun, investigaron el porqué tanta gente se volcaba a la nueva religión. Los que se ocupen, solamente lo harán superficial o tangencialmente, se llevarán por las habladurías y las calumnias, sin corroborar si estas tenían o no algún asidero en la realidad. 6.2.1. Tácito (120 d.C) Historiador que ya conocemos y citamos. Es contemporáneo de Suetonio y de Plinio el joven, escribe en los Anales XV, 44. De éste texto apuntamos los siguientes datos: a) b) c) d) e) Los cristianos eran aborrecidos por sus infamias Cristo, es el autor de ese nombre “cristianos” Se trata de una perniciosa superstición Confiesa que ya había comenzado a difundirse en la urbe. El culto que celebraban era considerado como “atroz y vergonzoso” 27 f) Se los condenó no solo por el incendio de Roma, sino también por su “odio al genero humano” g) Eran dignos de lástima para el común de la gente. 6.2.2. Flegón de Tralles, fue un historiador griego del siglo II, nacido en Tralles (Lidia). Era un liberto del emperador Adriano, se le conoce como autor de los tratados De las cosas maravillosas, colección de los milagros antiguos, y De los casos de longevidad, en el que enumera los centenarios por él conocidos, dando, además, un extracto de oráculos sibilinos. También escribe la Crónica, de la cual quedan solo fragmentos. En ella, según Orígenes, el autor presenta al Señor como un mago y además lo confunde con San Pedro73. 6.2.3. Epícteto (60-140) Este filósofo alude solo tangencialmente a los cristianos, en su obra Diatribas IV, 6, cuando relata la actitud de los cristianos ante la muerte.74 6.2.4. Crescente, que según Justino era “…amigo de la bulla y de la ostentación” y “que no merece el nombre de filósofo”. El apologista cristiano dice que, este hombre, calumnia públicamente a los cristianos sin saber una palabra de ellos, “como si los cristianos fuésemos ateos e impíos...” Más adelante Justino sigue su defensa frente a éste hombre: “Porque si nos persigue sin haber saludado la doctrina de Cristo, es un hombre absolutamente malvado y que se pone muy por bajo del mismo vulgo de los ignorantes que con frecuencia se guardan de hablar de lo que no entienden, y más, de levantar falsos testimonios; o si la ha leído, no ha entendido su sublimidad; o si la entendió y obra así para que no se sospeche de él que es cristiano, aun se muestra más miserable y malvado, pues se deja vencer de vulgar e irracional opinión y miedo”.75 También será otro apologista griego, Taciano quien en su Discurso contra los griegos, nos da noticia de éste filósofo que menosprecia el sentido de la entrega y la muerte cristiana, practicando el hedonismo, dice Taciano: “El hecho es que vuestros filósofos están tan lejos de semejante ascesis, que algunos reciben anualmente del emperador romano seiscientas monedas de oro, que no tiene otra finalidad útil sino que ni su misma larga barba la lleven gratis. Por lo menos, Crescente, el que puso su nido en la gran ciudad, sobrepujaba a todos en pederastia y no tenía otra mira que el dinero; y el que aconsejaba despreciar la muerte, de tal manera la temía él lo mismo que maquinó dársela a Justino, y lo mismo también a mí, como si fuera un mal, porque, predicando aquél la verdad, desenmascaraba a los filósofos como unos glotones y embusteros”.76 6.2.5. El testimonio del médico más conocido de la época del imperio es Galeno, (124-200) de quien también nos llega un texto recogido por autores árabes77. En él, se presenta a los cristianos como hombres y mujeres “que necesitan que se los instruya con mitos”, “...ellos fundan su fe en tales narraciones. Y sin embargo, -sigue Galeno-, hacen éstos tales cosas que no desdicen de cualquier verdadero filosofo. Pues como desprecian la muerte, es cosa que tenemos ante nuestros propios ojos, y lo mismo cómo, llevados de pudor, se abstienen del 73 Cfr.ORIGENES, Contra Celso II, 14,123. Cfr. AAMM, 153-154. 75 JUSTINO, Apología II, 8, 1-7, en PAG, 270. 76 Discurso contra los griegos 19, en PAG, 599-600. 77 Cfr. IBN-AL-ATHIR (+1232) en ABULFEDA (+ 1331), Historia anteislámica obra traducida en 1831 por Fleischer (texto latino en KIRCH, 92). 74 28 uso de lo venéreo. Y así hay entre ellos hombres y mujeres que se abstienen de por vida de toda unión sexual; y los hay también que en la dirección y dominio de sus pasiones y en el más duro empeño de la virtud han adelantado tanto que no van en nada a la zaga de los que profesan de verdad la filosofía”78. 6.3. El ataque de la intelectualidad pagana: Nos ubicamos cronológicamente en el s. II, la filosofía pagana en su objetivo de destruir al Cristianismo, quiso tomar el lugar que pudiera contrarrestar la respuesta cristiana a las ansias más profundas del hombre. Señalemos algunas de éstas filosofías y sus principales representantes. 6.3.1. Uno de los representantes de la escuela neopitagórica, Filóstrato, incitado por la emperatriz Julia Domna esposa de Septimio Severo, presentó a principios del s. III, la figura de Apolonio de Tiana como un semi Dios, en verdadero paralelo con Cristo. Era el prototipo del sabio, del filósofo, que con sus doctrinas atrayentes pretendía captar a los paganos indecisos basándose en los principios de la filosofía griega, probando la ineficiencia de la ética cristiana. Era su doctrina una verdadera mezcla de filosofía y culto oriental. Buscaba además la forma de conciliar su doctrina con el culto imperial79. 6.3.2. Más intensos fueron los ataques de algunos representantes de la escuela neoplatónica entre los cuales debemos mencionar a Porfirio (+305), Hierocles (ca. 307). Porfirio, nació en Tiro en 232/233, viajo por Siria, Palestina, Egipto, fue catecúmeno y parece ser, que estuvo relacionado con Orígenes. Pero en 262 o 263, fue a Roma, donde ingresó fue el discípulo predilecto de Plotino, cuyo sistema filosófico abrazó por completo80. Autor de numerosas obras; conocedor del judaísmo y del cristianismo, escribió los más violentos ataques. Se publicó después de su muerte su obra, Contra los Cristianos de 15 libros, en donde criticaba, el uso de las Escrituras. Con notable redacción atrapante quiere probar la ilegitimidad del libro de Daniel, expone las inexactitudes de los Evangelios81. Entre las objeciones que realiza al cristianismo enumeramos: = Los apóstoles y evangelistas son unos falsarios (los apóstoles no pueden convertirse de rudos en ardorosos misioneros, cuando fueron cobardes; los evangelistas se contradicen al escribir sus escritos sobre Jesús. = Critica el método alegórico de la Escritura, adoptado por la escuela catequística alejandrina. = Demuestra la imposibilidad de la encarnación: Dios es puro espíritu, no puede por tanto tomar un cuerpo humano. = No comprende el misterio de la redención la destruye: Dios no puede padecer, es un absurdo. En Porfirio no hay como veremos, en el caso de Celso, una preocupación políticopatriótica. Su impugnación del Cristianismo es más profunda, más ideológica que política. 78 Cfr. AAMM, 151-152 Cfr. LLORCA, HIA, I, 213. 80 Se ignoran las causas de su cambio radical y su odio posterior hacia los cristianos. 81 A parte de la anterior, otra obra conocida suya es la Filosofía de los vaticinios de los oráculos. Cf. BEATRICE, P.F., Porfirio filósofo, en DPAC, I, 1825. 79 29 6.3.3. Otra obra que podemos decir es expresión de lo que se creía popularmente entre los paganos del s. II es el Octavio de Minucio Félix, en la cual se realiza una síntesis sobre el sentir de amplios sectores paganos. Es un diálogo en el que aparecen tres personajes: Octavio (un cristiano), Minucio Félix, el autor y el pagano Cecilio. Este último expone el sentimiento del pagano medio. Insiste en un mayor arraigo en la religión tradicional para salvarse de la crisis del universo. Apela a la historia de Roma para hacer comprender que, gracias a los dioses, Roma llegó a la cumbre del poder. Dice Cecilio entre otras cosas: - Son "...hombres de una facción miserable vedada por la ley y gavilla de desesperados... estos quieren destruir la religión de los paganos. - ...hombres ignorantes del último escalón y mujercillas crédulas... que se juntan en nocturnos conciliábulos y se ligan entre sí por ayunos solemnes y comidas inhumanas..." - "...desprecian como sepulcros a nuestros templos, miran con horror a nuestros dioses se mofan de nuestro culto, de nuestros sacerdotes, rechazan ... nuestros honores y púrpura… ...desprecian los tormentos presentes mientras tienen miedo de los inciertos y por venir, y temiendo morir después de la muerte, no temen morir al presente. - A pesar de ser tan corruptos, dice Cecilio, estos se propagan constantemente. "Se conocen entre sí por ocultas marcas y señales, mutuamente se aman... se da entre ellos una extraña mezcolanza de religión y desenfreno sexual". Se los acusa de incestuosos, supersticiosos. Nos hablan de un hombre castigado por criminal al último suplicio y de los fúnebres leños de la cruz como objeto de su religión..." - Sobre la iniciación de los neófitos... los acusa de asesinar a niños para luego lamer su sangre... - el banquete que celebran..." lo describe como una orgía colectiva. - "¿De donde viene, quien es o donde está ese Dios único, solitario, a quien no ha conocido ni una república ni un reino, ni la romana superstición siquiera? A ese mismo Dios suyo que no pueden ni mostrarnos ni ven ellos, se lo imaginan inquiriendo la conducta de todos, las acciones de todos, las palabras y aún los ocultos pensamientos..." - "Construyen toda una cadena de fábulas de viejas sobre que han de resucitar después de la muerte". - Hablando del tema de la resurrección de los muertos dice: "Todo eso son sueños de imaginación malsana y necios consuelos con que falaces poetas se divierten en dulces cantos de elegía". ¿Dónde está ese Dios que puede ayudar a los que reviven y a los que viven no puede? ¿No es así que los romanos, sin necesidad de vuestro Dios, imperan y reinan, gozan del orbe todo y son Señores vuestros?". Los acusa también de no tener las costumbres de los demás romanos y los menosprecia considerando que no gozan de la vida. 6.3.4. Celso: Al final del imperio de Marco Aurelio apareció la obra, quizás más ardua y artera en su ataque al cristianismo. El autor Celso escribió su (Alethes logos, o Discurso de la verdad). Una obra difamatoria y demoledora de la doctrina cristiana en su conjunto, que apareció cuando la persecución espontánea y la bulla popular era muy alta. Es quizás el manifiesto anticristiano más poderoso del s. II. Sin embargo, parece que no tuvo mucha influencia popular ni en el ambiente intelectual de la época, ya que por una parte lo desconocen los autores paganos y también lo desconocen los autores cristianos. Solo recién en el 248, Orígenes se decide a redactar una obra apologética que contesta al Discurso de la verdad82. 82 Sin esta obra de contestación de Orígenes, el Contra Celso, no hubiera llegado hasta nosotros esta obra demoledora anticristiana. El autor de Alejandría tratando de ser fiel al texto de su adversario va contestando en su texto una por una sus refutaciones, y gracias a este esquema podemos seguirlo más o menos en sus razonomientos. 30 La obra no se basa en las burdas calumnias, sino que va oponiendo a las proposiciones cristianas, la refutación pagana. La concepción de Dios y de los dioses. El mundo y su destino. Los principios de la moral y sus imperativos. En Celso encontramos arteramente ordenado todo un tratado anticristiano planteado en el fondo desde la filosofía griega. Los puntos esenciales del ataque de Celso son los siguientes: * son hombres sin patria, * adversarios de las tradiciones civiles y religiosas, * que celebran reuniones clandestinas, * que hacen propaganda entre las mujeres, los siervos, los niños y los ancianos, * defienden una fe extraña: "No ves, pero debes creer". * son apóstatas del judaísmo, impugna la Encarnación como imposible * Dios no puede cambiar ni moverse * Cristo, es fruto del adulterio de María con Pantera, un soldado romano. Cristo aprendió las artes mágicas para engañar al pueblo, su vida no es original y todo lo que tiene de bueno procede de Platón, su pasión y muerte son indignas de Dios; * los apóstoles son hombres rudos e iletrados y hay que reírse de su pretensión de que a ellos y a los judíos ha sido hecha una revelación. * La resurrección es imposible y la idea de la vida futura es una imitación y transformación del mito de Tártaro. Celso propone a los cristianos un modus vivendi: él es un político-intelectual que al ver el Imperium en gran peligro quiere ganarse a los cristianos a su causa y les dice: "Ne vos ponatis extra imperium, adiuvate imperium tamquam boni cives et imperium vos tolerabit"83 Podemos concluir que la impugnación de Celso es erudita, sistemática y completa. Erudita, pues demuestra conocer, aunque superficialmente el cristianismo, Sistemática, ya que su fin es demostrar que Cristo no es Dios y por ende quiere impugnar a la misma Iglesia. Es también aristocrática ya que desprecia a los cristianos realizando una defensa de las clases superiores y del poder absoluto del IR. Es de algún modo, de carácter religioso, es de esos romanos que cree firmemente que, fuera del IR no hay salvación posible para la civilización; es un defensor consciente de la patria tradicional por la cual todo aquel que traiciona a sus dioses merece ser tenido como traidor; ve en la nueva religión ciertamente un peligro para el futuro del paganismo84. Otro autor que no puede faltar en la conjuración anticristiana del s. II es Luciano de Samosata, oriundo de Siria, (ca.125) que presenta su detractación con acento caricaturesco y deformador. Se ríe de todo lo que puede criticar impunemente. Una de sus obras es el Menipo un personaje que va en busca de la verdad que, después de un largo camino llega a decir que ni la religión ni la filosofía le han sabido señalar el camino. Un viejo adivino le revela por adivinación cuál es la mejor manera de vivir. Y he aquí la respuesta: "la vida mejor es la de los idiotas". Dentro de su abundante producción bibliográfica, (se le atribuyen mas de 82 obras), con respecto al cristianismo interesan: el Alejandro o El falso profeta85, donde relata las aventuras y peripecias de un mago, Alejandro, considerado como el mismo título lo indica (un falso profeta), un vulgar y ruin charlatán. En la obra se hace alusión a los cristianos, a los que señala como ateos, amigos de los filósofos epicureos y opositores a la doctrina de Alejandro. Nos refiere que los cristianos junto a los epicureos, eran los únicos en aquel 83 No se queden fuera del imperio, ayuden en él como buenos ciudadanos y el imperio los tolerará Un análisis de la Doctrina verdadera de Celso, en RUIZ BUENO, o.c., 53-88. 85 Ib.id., 35-44. 84 31 tiempo de desenmascarar la superstición que se extendía de oriente a occidente y que era moneda corriente, no obstante eran atacados,-nos informa Luciano-, “unos y otros estaban bajo la amenaza de una chusma fanatizada, presta a obedecer las órdenes de cualquier profeta, de cualquier dios parlante”. Lo que vale decir que cualquier profeta hacía difícil la vida de estos “ateos”. En la obra donde más detenidamente se refiere a los cristianos es en La muerte de Peregrino, conocida también como el Proteo86. Es una obra crítica hacia los filósofos cínicos, representados por Peregrino quien a lo largo de su vida opta por seguir varios caminos espirituales sin otro afán que la gloria personal, el querer pasar por un santo. Ingresa también a la Iglesia, donde se mueve entre mentiras e hipocresías, quiere engañar a los cristianos que aparecen como crédulos que creen en la comedia que este personaje quiso representar. El autor presenta a los cristianos entonces, tan “buenos que cualquier tunante como Peregrino los podría desplumar”87. En ella, los trata de ridiculizar, satirizando sus costumbres y creencias, tratándolos de infelices porque adoran a un hombre empalado, porque creen en el absurdo de la resurrección entregándose voluntariamente a la muerte dejándose embaucar por falsos sabios, etc. 6.3.6. Hierocles: procónsul de Bitinia, en su impugnación del cristianismo. sigue las huellas de Celso y Porfirio, hacia el 305 escribió en dos libros su obra Logoi philaledseis, igualando a Apolonio de Tiana con Jesucristo. Lecturas obligatorias a) Carta de Plinio a Trajano y la respuesta del emperador88 b) Pasión de Perpetua y Felicidad89 c) CIPRIANO DE CATAGO, Carta a los fieles de Thibaris, (58)90 BIBLIOGRAFÍA ESPECIAL: P. ALLARD, Dix lecons sur le martyr, Paris 1910. … Rubén D. GARCIA, (ed.) Los padres de la Iglesia, Buenos Aires, 1979. P. LABRIOLLE, La reaction paienne, Paris, 1948. P. MOLINARI, Historia y teología del martirio, en NUEVO DICCIONARIO DE ESPIRITUALIDAD, Madrid, 1983. 86 De la mitología griega, Proteo era el dios marino hijo de Neptuno había recigbido de su padre el don de la profecía, mas para eludir las respuestas de quienes le consultaban cambiaba de figura a su voluntad. Para que contestase era preciso atarle mientras dormía. 87 Cfr. PAG, 44-49; D. RUIZ BUENO, PAG, 48; P SINISALCO, Luciano de Samosata en DPAC II, 1319-1320. 88 AAMM, 244 ss. 89 Ibid. 307 ss 90 CIPRIANO, Obras, Madrid, 1964, 562 ss