87. Mujeres cristianas

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No. 87
abril / 2007
MUJERES CRISTIANAS: DIFERENTES FORMAS DE SERVIR
A. En el Templo: enseñando, orando, ayunando, evangelizando.
Lucas 2:36-38. “Estaba también allí Ana, profetisa, hija de Fanuel, de la tribu de
Aser, de edad muy avanzada. Había vivido con su marido siete años desde su
virginidad, 37y era viuda hacía ochenta y cuatro años; y no se apartaba del
Templo, sirviendo de noche y de día con ayunos y oraciones. Esta,
presentándose en la misma hora, daba gracias a Dios y hablaba del niño a todos
los que esperaban la redención en Jerusalén”.
B. Sirviendo para cubrir las necesidades materiales de Jesús, o de sus
siervos: cocinando, lavando y arreglando la ropa, el hospedaje, etc.
Lucas 8:1-3. “Aconteció después, que Jesús iba por todas las ciudades y aldeas,
predicando y anunciando el evangelio del reino de Dios. Lo acompañaban los
doce y algunas mujeres que habían sido sanadas de espíritus malos y de
enfermedades: María, que se llamaba Magdalena, de la que habían salido siete
demonios, Juana, mujer de Chuza, intendente de Herodes, Susana y otras
muchas que ayudaban con sus bienes”.
Mujeres liberadas de demonios:
María Magdalena fue una de ellas.
Lucas 7:36-38. “Uno de los fariseos rogó a Jesús que comiera con él. Y habiendo
entrado en casa del fariseo, se sentó a la mesa. Entonces una mujer de la ciudad,
que era pecadora, al saber que Jesús estaba a la mesa en casa del fariseo, trajo
un frasco de alabastro con perfume; y estando detrás de él a sus pies, llorando,
comenzó a regar con lágrimas sus pies, y los secaba con sus cabellos; y besaba
sus pies y los ungía con el perfume”.
Juan 4:1-42. Una mujer samaritana se convirtió en una evangelizadora.
Mujeres sanadas de enfermedades:
Marcos 1:30-31. “Al salir de la sinagoga, fueron a casa de Simón y Andrés, con
Jacobo y Juan. La suegra de Simón estaba acostada con fiebre, y en seguida le
hablaron de ella. Entonces él se acercó, la tomó de la mano y la levantó; e
inmediatamente se le pasó la fiebre y los servía”.
Marcos 5:22-32. Jesús sanó a la hija de Jairo, principal de la sinagoga, y en el
camino sanó a una mujer que padecía de una hemorragia desde hacía doce años.
Lucas 13:10-17. Sanó a una mujer que estaba encorvada desde hacía 18 años.
Lucas 10:38-42. En la aldea de Betania, Jesús tenía un hogar que lo hospedaba.
Allí, en una ocasión, María se sentó a escuchar la enseñanza de Jesús, mientras
su hermana Marta estaba preocupada por sus muchos quehaceres. Sin embargo,
más tarde, cuando Jesús llegó para resucitar a su hermano Lázaro, Juan 11:2027, Marta hizo la gran confesión sobre la cual se funda la Iglesia: “Sí, Señor; yo
he creído que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, que has venido al mundo”.
Esa fue la misma declaración que hizo Pedro, Mateo 16:13-20, sobre la cual dijo
Jesús que edificaría Su Iglesia.
C. Acompañando a Jesús, o a sus siervos en los momentos difíciles:
Juan 19:25-27. Junto a la cruz estaban María, madre de Jesús, la hermana de
ésta, María mujer de Cleofás y María Magdalena.
D. Trabajando como parejas en las diferentes facetas de la obra de Dios.
Algunas mujeres trabajaron juntamente con sus esposos, como Aquila y Priscila.
Hechos 18:1-3. “Después de estas cosas, Pablo salió de Atenas y fue a Corinto. Y
halló a un judío llamado Aquila, natural del Ponto, recién venido de Italia con
Priscila, su mujer, por cuanto Claudio había mandado que todos los judíos
salieran de Roma. Fue a ellos y, como era del mismo oficio, se quedó con ellos y
trabajaban juntos, pues el oficio de ellos era hacer tiendas”.
Hechos 18:19. “Pablo permaneció allí muchos días. Luego se despidió de los
hermanos y navegó a Siria, junto con Priscila y Aquila. En Cencrea se rapó la
cabeza, porque tenía hecho voto. Llegó a Éfeso y los dejó allí”.
En Éfeso la iglesia se reunía en casa de Aquila y Priscila.
I Corintios 16:19. “Las iglesias de Asia os saludan. Aquila y Priscila, con la iglesia
que está en su casa, os saludan mucho en el Señor”.
Orientaron más profundamente a Apolos en el Evangelio y más adelante lo
recomendaron a los hermanos para trabajar en Grecia.
Hechos 18:24-26. “Llegó entonces a Éfeso un judío llamado Apolos, natural de
Alejandría, hombre elocuente, poderoso en las Escrituras. Este había sido
instruido en el camino del Señor; y siendo de espíritu fervoroso, hablaba y
enseñaba diligentemente lo concerniente al Señor, aunque solo conocía el
bautismo de Juan. Comenzó, pues, a hablar con valentía en la sinagoga; pero
cuando lo oyeron Priscila y Aquila, lo tomaron aparte y le expusieron con más
exactitud el camino de Dios. Cuando él quiso pasar a Acaya, los hermanos lo
animaron y escribieron a los discípulos que lo recibieran. Al llegar allá, fue de
gran provecho a los que por la gracia habían creído, porque con gran vehemencia
refutaba públicamente a los judíos, demostrando por las Escrituras que Jesús
era el Cristo”.
Aquila y Priscila volvieron a Roma otra vez, por un tiempo. Allí los menciona
Pablo, así como a otras mujeres prominentes:
Romanos 16:1-15. Pablo saluda a varias mujeres dignas de mención:
“Os recomiendo, además, a nuestra hermana Febe, diaconisa de la iglesia en
Cencrea. Recibidla en el Señor, como es digno de los santos, y ayudadla en
cualquier cosa en que necesite de vosotros, porque ella ha ayudado a muchos y
a mí mismo.
Saludad a Priscila y a Aquila, mis colaboradores en Cristo Jesús, que
expusieron su vida por mí, a los cuales no solo yo doy las gracias, sino también
todas las iglesias de los gentiles. Saludad también a la iglesia que se reúne en su
casa. Saludad a Epeneto, amado mío, que es el primer fruto de Acaya para Cristo.
Saludad a María, la cual ha trabajado mucho entre vosotros. Saludad a Andrónico
y a Junias, mis parientes y compañeros de prisiones. Ellos son muy estimados
entre los apóstoles, y además creyeron en Cristo antes que yo. Saludad a
Amplias, amado mío en el Señor. Saludad a Urbano, nuestro colaborador en
Cristo Jesús, y a Estaquis, amado mío. Saludad a Apeles, aprobado en Cristo.
Saludad a los de la familia de Aristóbulo. Saludad a Herodión, mi pariente.
Saludad a los de la familia de Narciso, los cuales están en el Señor. Saludad a
Trifena y a Trifosa, que trabajan arduamente en el Señor. Saludad a la amada
Pérsida, que tanto ha trabajado en el Señor. Saludad a Rufo, escogido en el
Señor, y a su madre, que lo es también mía. Saludad a Asíncrito, a Flegonte, a
Hermas, a Patrobas, a Hermes y a los hermanos que están con ellos. Saludad a
Filólogo, a Julia, a Nereo y a su hermana, a Olimpas y a todos los santos que
están con ellos.
Finalmente, en su última epístola, Aquila y Priscila se mencionan de nuevo en
Éfeso:
II Timoteo 4:19. “Saluda a Prisca y a Aquila y a la casa de Onesíforo”.
¿Hermana, cuál es tu labor como miembro del cuerpo de
Cristo?
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