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GASPAR SABATER
Kristian Krekovic
EL ARTISTA Y SU OBRA
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GASPAR SABATER
Kristian Krekovic
EL ARTISTA Y SU OBRA
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Edición Digital 2009 – www.kristiankrekovic.com
(!) Derechos Cedidos por los Herederos de D. G. Sabater
Revisión del Texto: D. Arturo Lope L. de Rego
Edita: Asociación de Amigos del Museo Krekovic
Creación y Maquetación: Creabit.es – DissenyBalear.com
Edición Impresa
© Juana Vives de Sabater
Primera edición: 1990
Primera reimpresión: 1997
Revisión del texto: Gaspar Sabater Vives
Edita: Consell de Mallorca – Museo Krekovic
Imprime: Maringraf, S.L. Palma
ISBN: 84-87389-94-5
Depósito Legal: P.M. 2095-1997
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El Consell de Mallorca, en virtut del traspàs de competències del Govern
Balear, es va fer càrrec de la gestió del Museu Krekovic l’any 1995, amb
l’objectiu de potenciar la seva activitat i mantenir viva la memòria de la
personalitat que li dona nom: Kristian Krekovic. Per tal de donar a conèixer
la seva obra, la Conselleria de Cultura, Educació i Esports va editar el llibre
de Gaspar Sabater Serra, “Kristian Krekovic, el artista y su obra” que ara
arriba a les teves mans, gràcies a la seva reimpressió patrocinada pel
Consell de Mallorca.
Corn ja vaig dir a la presentació de la seva primera edició, aquest assaig,
a més dels valors intrínsecs que aporta corn a acurat i documentat estudi
biogràfic i artístic, constitueix també un reconeixement i un emocionat
record cap als dos protagonistes del llibre, autor i artista, els quals
dissortadament, no el poguérem veure publicat en vida.
Endemés d’aquest factor profundament sentimental, l’obra esdevindrà,
sens dubte, un important mitjà de divulgació de la vida i de la producció
artística del pintor croataperuà. A aquest doble gentilici, podríem afegir-hi
amb tota seguretat de complaença per part de l’artista, el de mallorquí, car
Kristian Krekovic fou, durant el darrer quart de segle de la seva vida,
mallorquí d’adopció. Assolí un profund arrelament en el món illenc i es
trobava compenetrat amb el passat i el present de la terra que l’acollí tan
benèvolament l’any 1960, i que ja no abandonaria.
No podem oblidar, en aquest sentit, que l’agraïment de Kristian Krekovic
cap a Mallorca ha tingut una plasmació importantíssima per al patrocini
cultural illenc en la creació i consolidació del “Centre Cultural
Hispanoamericà-Fundació Museu Krekovic”. En la trajectòria vivencial de
Kristian Krekovic, en la seva obra i en aquest centre- museu, es combinen
clarament l’amor que professava a l’art, a la humanitat, a la història i
també, i de forma exemplar, a la seva terra adoptiva.
MARIA ANTONIA MUNAR RIUTORT
Presidenta del Consell de Mallorca
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Prólogo
El 21 de noviembre de 1985 fallecía en Palma, a los 84 años, Kristian
Krekovic, un artista que 25 años antes y tras haber recorrido medio mundo
desde que hubo de iniciar un forzado exilio desde su Croacia natal, eligió
finalmente Mallorca como patria de adopción.
De Kristian Krekovic escribe Gaspar Sabater, en la presente obra, que
fue “un hombre bueno en el sentido que Machado da a esta palabra”, y que
“a la grandeza de su obra hay que añadir la bondad de su persona”. Krekovic
legó a estas Islas lo mejor de su ingente tarea artística reunida en un museo
que el mismo edificó con esfuerzo y entusiasmo. La muerte le encontró
iniciados los trámites para la cesión de dicho museo a la Comunidad
Autónoma, y su admirable esposa Sina hubo de encargarse de llevar a cabo
la voluntad del artista. Hoy el Museo Krekovic, dependiente del Consell
Insular de Mallorca desde 1995, es ya patrimonio del pueblo de Baleares.
Gaspar Sabater inició la redacción de este libro en vida de Kristian
Krekovic, con quien mantuvo una estrecha y sincera amistad y por quien
sintió a la vez gran admiración, y fue culminado muerto ya el artista,
circunstancia que produjo hondo pesar en Sabater, con la ayuda de los datos
aportados por Sina Krekovic. El autor, que fallecería el 21 de febrero de
1987, tampoco pudo ver publicada esta obra proyectada junto a Krekovic y
en vida de ambos. La aparición de “Kristian Krekovic, el artista y su obra”,
en 1990 tuvo un carácter doblemente póstumo. Ni el artista ni su biógrafo,
Kristian Krekovic y Gaspar Sabater, alcanzarían a ver la publicación de este
libro en el que ambos habían depositado la mayor de sus ilusiones. Su
aparición supuso entonces un bello recuerdo y una muestra de gratitud.
Hoy, renace en una nueva edición que posibilita la pervivencia de un Museo
que mantiene una importante presencia en el panorama cultural
mallorquín.
G.S.V.
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Primera Parte: El Artista
Retrato de Kristian Krekovic, (1980).
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Nacimiento y primeros pasos
Entre los artistas que han nacido al comienzo de este siglo y que a lo
largo de éste han desarrollado su labor, destaca, por la grandeza y
monumentalidad de su obra, y por el espíritu trascendente y sensibilizado
que la informa, el pintor croata-peruano Kristian Krekovic. Nacido en la
ciudad de Koprivna, en la provincia croata de Bosnia, no lejos de la ciudad
de Tomislavgrad el 28 de Febrero de 1901. Su infancia y juventud se vieron
afectadas por las vicisitudes que experimentó su patria a comienzos de siglo;
cambios que afectaron a su alma sensible y que le abrieron el corazón y la
mente hacia nuevos horizontes y hacia nuevas empresas.
La Bosnia, antigua comarca de la Turquía Europea, llamada por los
papas “Muralla para los anticristianos”, fue anexionada a Austria, que la
ocupó en virtud del Tratado de Berlín de 1878, y quedó incorporada más
tarde, en 1908, al Imperio Austro-Húngaro. Dentro de la nueva situación,
formó con la Herzegovina la provincia de Bosnia-Herzegovina, cuya capital
fue Sarajevo: la bella Bosna-Seray situada a orillas del Bosna. Tras la
primera Gran guerra europea de 1914-18, cuyo primer capítulo tuvo por
escenario precisamente la ciudad de Sarajevo, en la que el 28 de Junio del
citado año de 1914 fueron asesinados el archiduque Francisco Fernando,
heredero del trono Austro-Húngaro, y su esposa Sofía, se derrumbó el
Imperio Austro-Húngaro. Creado el Estado Servio-Croata-Esloveno formado
por los territorios de Servia, Montenegro, Bosnia-Herzegovina, Croacia y
Eslavônia, Dalmacia, Eslovenia y parte de la Carniola y del Banato, la vida
en esta zona de los Balcanes, llamada con razón la Suiza del Oriente
Europeo, se desenvolvió siempre bajo la amenaza de lo que suponía la
inestabilidad de un Estado mosaico como era el que surgió a raíz de la
guerra de 1914-18. Tras el derrumbe de Estados y Naciones que supuso la
gran guerra mundial de 1939-45, paso este Estado a formar parte de la
nueva Yugoeslavia, perdiendo las características que lo habían ido
informando a lo largo de su formación como nacionalidad claramente
definida y diferenciada.
Estas vicisitudes y estos cambios diversos y encontrados, tenían que
influir necesariamente en su alma de artista. Tenía escasamente siete años
cuando empezó a pintar. Puede decirse que sus juguetes preferidos fueron
los lápices y los pasteles. Con ellos trazó sobre el papel sus primeros dibujos.
Pese a esa preocupación primera, no abandonó sus estudios. Al contrario, se
mostró siempre como un alumno aplicado y provechoso. Tanto es así, que,
terminados sus estudios en el Liceo, obtuvo una beca para continuar sus
estudios comerciales en Viena.
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A pesar de ser contrario a esta clase de estudios —Sina, su mujer, dijo en
cierta ocasión que si a Kristian le nombraran director de Wall Street, la
bancarrota sería segura dada su animadversión a los números— y para no
contradecir a su familia, que no aceptaba el que fuera pintor, por
considerarla una profesión de escaso e incierto porvenir, accedió a proseguir
los estudios comerciales iniciados. Pan ello se trasladó a Viena e inició un
largo y arduo camino por los vericuetos de la contabilidad y de los problemas
derivados de la actividad comercial.
La Familia Krekovic quería para su hijo una situación no solo estable
sino hasta floreciente. Kristian era el más estudioso y el más despierto de
los cuatro hijos que formaban la modesta familia de un guarda forestal, a la
sazón Jefe de Bosque y de Caza de la Corte Imperial de Viena y era lógico
que quisieran lo mejor para él. Los estudios comerciales se presentaban
como la opción más viable. Sin embargo, la situación floreciente que
deseaban para su hijo, no le vino por el camino de los libros de contabilidad,
sino por lo que ellos calificaban de incierto porvenir. Tanto es así que,
haciendo honor a su habitual manera de ser y de comportarse, con los
primeros dineros que ganó con su arte, compró a sus padres la única
propiedad que poseyeron en toda su vida. El gesto, pese a la negativa de sus
padres a que se dedicara a la pintura, creyendo que le hacían con ello un
bien, habla más que elocuentemente de los sentimientos del pintor y de su
cariño y amor hacia los suyos.
Los resultados de dichos estudios fueron malos. La poca atención
prestada a esta dase de trabajos y el contacto con las exposiciones y museos
en donde le fue dado contemplar por vez primera las obras de los grandes
maestros, extasiándose ante ellas, influyó en el pésimo resultado de los
estudios comerciales. Prestaba más atención a la visita a los museos que a
los libros de texto, llenos de documentos mercantiles, de letras de cambio, de
inventarios, de balances y de libros de Contabilidad. Fue tan estrepitoso el
resultado de los exámenes, que no solo perdió el curso, sino también la beca
que le habían concedido.
Ante esto, que a cualquiera que no fuera él, hubiera supuesto un revés
difícilmente superable, Kristian Krekovic reaccionó con fuerza y con
decisión. Lejos de regresar a su pueblo vencido y derrotado, optó, libre de
trabas e imposiciones, por emprender el camino que su corazón le había
trazado. Camino duro e incierto. Pero el único que le interesaba y que movía
los actos todos de su existencia. Estaba decidido: seria pintor. Con esta
decisión tomada en plena juventud, se iniciaba el camino que debía
conducirle a la gloria y a La fama. No a través de los libros de contabilidad,
sino a través de líneas y de colores. El camino estaba trazado y se cumpliría
pese a adversidades y tropiezos. Kristian Krekovic iniciaba, con este acto, el
primer capítulo de su vida de pintor.
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La Llamada del Arte
La Llamada del Arte, presente en el artista desde su más tierna infancia,
se manifiesta en esta época de manera clara y esplendente. No podemos
olvidar que Kristian Krekovic sintió esta llamada cuando era todavía un
niño y casi, diríamos, que por mera intuición. El artista, en su ciudad natal,
no habla visto ninguna obra de los grandes maestros ni habla visitado nunca
un museo. Hasta que llegó a Viena, para ampliar sus estudios de Comercio,
no tuvo ocasión de conocer las obras maestras de la pintura, puestas a su
alcance en exposiciones y pinacotecas.
Habiendo perdido la beca que se le habla concedido una vez suspendido el
curso, la vida de Krekovic cambió el signo y se lanzó de lleno a lo que era y
tenía que ser en el futuro, el objetivo de su vida: la pintura. Para ello inició
una etapa llena de privaciones. En 1921 se matriculó en la Akademia der
Bildenden Kunste —luego de sufrir un examen que superó brillantemente—
para seguir los estudios propios del Arte de la Pintura. Para poder costearse
estos estudios, trabajó en los más duros y penosos trabajos. Así, le vemos
limpiando las escaleras de las principales casas de Viena con lo que ganaba
el sustento y los porteros le proporcionaban un lugar donde dormir. En esta
situación permaneció por espacio de dos años. La circunstancia de haber
celebrado la Akademia una exposición en la que tomaron parte todos los
alumnos, hizo posible que un matrimonio judío, sin hijos, se fijara en sus
obras. Al conocer las circunstancias en que se encontraba, le ofrecieron una
habitación en su casa, a cambio de hacerles un dibujo cada mes. Este trato
se hizo con el fin de no ofender al artista, al que llegaron a tener como si
fuera un hijo suyo. Gracias a esta ayuda pudo terminar sus estudios en la
Akademia. Con La entrada de las tropas hitlerianas en Austria, este
matrimonio fue deportado siguiendo la triste suerte de La mayoría de los
judíos. El joven Kristian sintió en lo más profundo de su ser esta separación
y lloró amargamente su pérdida.
Los estudios en la Akademia de Viena, de la que guardó siempre un grato
recuerdo, terminaron brillantemente en 1925. Acababa de cumplir los
veinticuatro años, y su labor pictórica habla recibido el espaldarazo de sus
profesores y de los críticos —Seligmann y Ankwicz-Kleehoven, entre otros—
que hablan visto su obra a raíz de las exposiciones que la Akademia
celebraba.
Ya en posesión de la técnica básica necesaria para abordar nuevas
empresas artísticas, Krekovic decide dar el salto al país del Arte, y se
traslada a París.
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Interior del estudio de Krekovic en París.
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París
La meta de todos los artistas, sin distinción de continente y nacionalidad,
fue, a partir del Impresionismo, París. Apagadas las luminarias del
Renacimiento y habiendo caído la pintura italiana en una especie de copia
servil de los grandes maestros, la avidez espiritual de los artistas dejó Italia
—Roma, Florencia, Venecia— y se dirigió hacia la Capital de Francia. El
movimiento Impresionista acaparaba la atención de todos, y hacia él
convergieron las miradas y las aspiraciones de todos los artistas. París fué, a
partir de este momento, meta y escuela. A París acudían artistas de todas
partes. Y París dio nacimiento y vida a todos los movimientos artísticos y a
todas las escuelas —Cubismo, Dadaísmo, Surrealismo, Abstraccionismo,
etc.— que han configurado el Arte del siglo XX. Todas las técnicas y todas
las estridencias, tuvieron por escenario las orillas del Sena y las empinadas
calles de Montmartre. La Place du Tertre fue el objetivo hacia el cual
convergían las miradas ansiosas de miles de artistas en busca de gloria y de
fortuna.
Kristian Krekovic no podía ser una excepción. Y con el diploma recién
estrenado de la Akademia de Viena, se traslada a la Ville Lumière, para, en
una nueva etapa, continuar su formación artística. El espíritu de superación
de Kristian Krekovic no tenia límites. El afán de saber era innato en él. Y
con esta disposición, con este entusiasmo y con este empeño decidido, se
matricula en 1925 en la Escuela de Bellas Artes. La tarjeta de presentación
—sus propias obras: óleos y dibujos— no podía ser más elocuente. El bagaje
pictórico que presentaba llamó la atención de sus maestros. Uno de ellos el
admirado y a la vez temido Jean-Pierre Laurens, al contemplar su obra
exclamó:
—No sé porqué vienes aquí. Tus dibujos son mejores que los míos.
Kristian no se envaneció por ello. Al contrario, dedicóse con más tesón y
con más ahinco al estudio del Arte que era su única ilusión y su
preocupación primera. Dedicó todo el tiempo de que disponía a la pintura.
Ora en la escuela —donde cursó, además, estudios de Arquitectura—
siguiendo las enseñanzas de sus maestros, ora en su estudio haciendo
pruebas de técnicas y de colores. Esta preocupación por dominar la técnica
fue constante a lo largo de su dilatada vida de pintor. Los domingos
frecuentaba los museos y se extasiaba ante las obras de los grandes
maestros de la pintura universal. Su espíritu de perfección no tenia límites.
Lo que había que aprender era mucho y el tiempo iba pasando muy
velozmente.
Esta preparación intensa y este estudio constante a que sometió su obra,
dio sus frutos. Cuando apenas había cumplido los veintisiete años vió como
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su obra comenzaba a ser valorada y estimada. Ante la realidad de esta obra
suya, tan conscientemente trabajada, se le abrieron en 1925 las puertas del
Salón des Artistes Français, salón donde exponían únicamente los artistas
ya consagrados y donde él expuso durante ocho años consecutivos. El paso
estaba dado y ya quedaron atrás los años de escasez y de penuria. Kristian
Krekovic había conseguido en plena juventud lo que muchos tardan años en
conseguir. Su presencia en el Salón des Artistes Français supuso su
consagración oficial, ya que este salón era considerado el salón oficial de
Francia. El nombre de Kristian Krekovic era ya conocido en los ambientes
artísticos de París y, pese a su carácter un tanto retraído, su figura comenzó
a ser familiar entre los amantes del Arte de la Pintura. El saldo al
reconocimiento oficial, estaba conseguido. En 1928 tomó parte en la
Exposición de Arte Internacional de Burdeos, de la que obtuvo medalla de
Oro y diploma de honor.
A la consagración oficial y al reconocimiento del público y de la crítica
sucedería la fama. Una fama que se extendió a dos continentes y que ha
venido marcada por una obra imperecedera.
Perú
El año 1928, se ha convertido en una fecha crucial para Kristian
Krekovic. Marca lo que podríamos llamar el signo en que se desenvolverá su
obra posterior. El afán de perfección de Krekovic, le llevó a estudiar tipos y
caracteres humanos. Pero le llevó a estudiar, también, toda clase de
elementos decorativos y de uso común. Son notables los estudios que realizó,
en su etapa de aprendizaje, de diversos tipos de telas y de vestidos
regionales. El museo Krekovic está lleno de estas muestras que llaman
poderosamente la atención de los visitantes. Telas de variados dibujos y
finos encajes, constituyen un raro ejemplo de virtuosismo clásico. El artista
gustaba de resolver los problemas que la captación de estos elementos
representaba. Vistos ahora en perspectiva, asombra la pulcritud, precisión y
sentido realista con que aborda su plasmación. Diríase que se recrea en la
captación de estos elementos, en los que al decorativismo de los mismos se
une el valor histórico y de ambientación, No es extraño, pues, que la
exposición que realizó en 1928 el arqueólogo peruano Julio C. Tello en el
museo del Trocadero — (llamado ahora Museo del Hombre) — de las telas
halladas en las tumbas de la civilización parcas (Perú) — 400 A.C. — 800
D.C. — llamaran tanto la atención de nuestro pintor. Estas telas, por
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extrañas circunstancias —no es la menor el haber estado ocultas durante
siglos al aire y al sol— conservaban la frescura de sus vivos colores y el
encanto de un trenzado inigualable. La preocupación que siempre sintió
Krekovic por esta clase de elementos, y que él gustaba de trasladar a la tela,
le impulsó a dar el paso decisivo de su vida: visitar Perú y conocer de cerca
aquella civilización que habla hecho posible esta maravilla. Paso que
cambiaría la trayectoria de su Arte y le conduciría a la fama y a la
inmortalidad.
Desde aquel momento no tuvo otra preocupación que conocer aquel país y
aquella cultura y embeberse de ellas. No podía suponer, sin embargo, que
ese país y esa cultura le ganarían para siempre, llegando a convertirse en su
segunda patria. Su condición de Croata-peruano, con que él mismo se
calificó siempre, ya dice de esta transformación operada en el alma de
nuestro artista. Ante la exposición de Julio C. Tello, Kristian Krekovic no
dudó en tomar contacto con esta civilización, adentrarse en ella, y conocer el
secreto que escondían esos objetos y esas telas, especialmente las telas, que
tanto le hablan fascinado. Comenzó una intensa labor investigadora en
librerías y bibliotecas, encaminada a su esclarecimiento. Leyó todos los
libros que hablaban del fabuloso Perú, y, a medida que se adentraba en el
mundo de la civilización Pre-Incaica e Incaica, más fabuloso le pareci6 ese
país. Libros, revistas y folletos que hablaban del Perú fueron leídos
ávidamente. Y junto a la labor investigadora del pasado, penetró en la vida
actual del Perú, de su Arte y de su Historia. El pasado y el presente.
El deseo que impulsó a Krekovic a conocer esa tierra y ese Arte, halló su
realidad en 1930. Esta fecha marca otro momento decisivo en la vida y en la
Obra del pintor. Acababa de cumplir los veintinueve años. A partir de ese
momento, vivirá unos años en Europa y otros en América. Kristian Krekovic
habla hallado, la razón de ser de su vida. Sin desdeñar de su patria de
origen, su Croacia natal, se nacionalizará peruano. Su destino estaba
trazado.
Sina Krekovic, esposa, compañera y colaboradora
Posiblemente, la obra de Kristian Krekovic, hubiera sido muy distinta de lo
que es ahora, de no haber encontrado en Sina a la mujer ideal: esposa,
compañera y colaboradora. Y digo la mujer ideal, porque Sina ha sido para
Kristian su luz, su guía y el báculo donde se ha apoyado siempre el artista.
Esto le ha permitido llevar a cabo su labor de creación, ajeno a todo lo que
no ha sido específicamente esta dedicación.
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Kristian y Sina. Dibujo del artista fechado en Palma en 1961.
El encuentro entre Sina y Kristian, tuvo lugar en París y estuvo rodeado
de un halo poético y romántico extraordinario. Fue en una fiesta social a la
que asistieron los dos sin pensar ni remotamente, que en ella encontrarían
su felicidad. Al ser presentados y verse por primera vez, surgió entre ellos
una tal corriente de simpatía, que se convirtió más tarde en un amor firme e
imperecedero. El amor envolvió a la pareja desde el primer momento y ya
no les abandonó jamás. Por este amor Sina sufrió, al lado de Kristian,
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privaciones y sinsabores, trabajos, incomodidades y hasta el exilio. Sina
sufrió todo esto con satisfacción, radiante, optimista con la mirada puesta en
Kristian y en la Obra que estaba realizando. Esta compenetración y este
amor que les unió de por vida, se resume en unas palabras que me dijo ante
el cadáver de su esposo: —Mi vida con Kristian ha sido cincuenta años de
felicidad.
Sina Krekovic, de soltera Pevner, nació en París en 1910. Hija de un
famoso cirujano, su vida se desenvolvió en un ambiente en que el arte, la
música y la literatura estaban presentes. Su madre, gran aficionada a las
artes y las letras, era una lectora incansable y conocía perfectamente el
movimiento artístico y literario de su tiempo. Sina estudió Historia del Arte
en París y Viena y Música en el Conservatorio y en la Escuela de los
Maestros de la capital austriaca. Pronto destacó como excelente pianista,
dando recitales en fiestas y reuniones sociales, y fue muy celebrada su
manera de interpretar a los grandes maestros. Sin embargo, Sina abandonó
la música, para seguir las vicisitudes de la vida de Kristian. Se casaron en
1934, y a partir de este momento la vida de Sina se confunde con la de su
marido y forma con ella un todo. Podríamos decir que Sina y Kristian
llegaron a ser como una sola persona. Le acompaña en sus expediciones a
las montañas del Perú y soporta con entereza las inclemencias de unas
altitudes de 3.000 y 4.000 metros. No la arredra el cansancio que supone
andar por caminos abruptos y peligrosos, cargados con todo lo necesario
para subsistir en lugares desolados e inhóspitos. Sina da ejemplo de gran
vitalidad y fuerza interior. Su interés por la obra de su marido la hace fuerte
ante adversidades y pesares. De “mujer excepcional que comparte su vida y
que junto a él es un hada bienhechora de inspiración, serenidad y
reconfortación”, la califica Manuel Vega Castillo, Director de Cultura del
Ministerio de Educación Pública del Perú, al analizar lo que ella ha
aportado a la obra fecunda del pintor. La misma Sina corrobora con sus
palabras, esto que estoy diciendo. En una conversación con el periodista
Alfonso Sánchez, dijo a propósito de esa ayuda prestada a su marido: “Le
organizo la vida, le administro, procuro que él no tenga más preocupación
que la de pintar”.
Con el fin de que su ayuda a la obra de Kristian fuera 10 más efectiva
posible, comenzó una labor de estudio en bibliotecas y museos. A sus
conocimientos de historia del arte en general, unió los propios de la historia
del Perú, con sus implicaciones artísticas, y, de una manera especial, los que
hacen referencia a la civilización precolombina, así como, por extensión, la
que se refiere a la colonización española. Conocía perfectamente el proceso
colonizador español, y comprendía la gesta de los colonizadores españoles,
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de la que la obra conjunta de Krekovic es un canto emocionado y sentido.
Tanto es así, que, más tarde, al inaugurarse el Museo Krekovic, Sina fue,
durante años, hasta que se lo permitió su salud, la mejor comentarista de
las obras que forman este Museo. Y sus explicaciones calaban muy
profundamente en el ánimo del visitante. En esta tarea, aparte del
conocimiento de la obra de Kristian por haber asistido a su gestación, la
ayudo enormemente el hecho de hablar numerosas lenguas —Castellano,
Italiano, Inglés, Francés, Alemán, Ruso, Croata y Quechua— lo que le
posibilitaba hacer llegar el mensaje de una obra trascendente, sea cual fuere
su nacionalidad. Como dato curioso y significativo a la vez, basta decir que
hablaba también el Croata a la perfección, siendo difícil hacer comprender a
los Croatas que ella no era una Croata como ellos, como hace observar muy
atinadamente el escritor y crítico de Arte croata Karlo Nirth.
A la muerte de Kristian, ocurrida en 1985, Sina siguió al frente del museo
Krekovic, con el mismo espíritu de siempre, fiel al esposo desaparecido y a la
obra por él creada. Atendiendo solícita las visitas y, con el entusiasmo que la
ha caracterizado siempre hacia la obra de su esposo, explicando a los
visitantes el valor artístico, histórico y sentimental de cada cuadro de los
que se exponen en el museo. Su explicación estaba llena de sabiduría y
amor. Hasta los 75 años mantuvo el espíritu vivo y penetrante siempre al
servicio de lo que fue su única preocupación: la obra de Kristian Krekovic.
En Zagreb
Luego de una larga estancia en el Perú, dedicado por entero a la creación
de su obra hispanoamericana, Kristian v Sina retornaron a Europa. Se
establecieron en París, donde Kristian tenía montado su estudio v continuó
trabajando con el espíritu de siempre. Esta estancia en París fue muy
fructífera. El artista celebró durante este tiempo varias exposiciones,
cosechando en todas ellas merecidos éxitos. La crítica se mostró complacida
con esta obra suya, tan primorosamente trabajada y tan artísticamente
concebida, y le colmó de elogios. Durante esta época realizó exposiciones en
París, Londres, Viena v Estocolmo. En todas ellas se reveló como un artista
consciente, en posesión de una técnica envidiable. Como expresión de su
trabajo en esta época, basta citar el famoso retrato que hizo de La Reina
María de Inglaterra, retrato que adorna una de las estancias del Palacio
Real de Buckingham.
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La guerra mundial de 1939, puso un paréntesis a su actividad creadora.
Al inicio de la contienda, Kristian y Sina deciden trasladarse a Croacia, ya
que en aquel momento el Estado Yugoeslavo permanecía neutral en el
conflicto. Recogieron todas las obras existentes en el taller de París —unas
mil doscientas— y las trasladaron a Zagreb, la capital de Croacia, en
evitación de su posible destrucción, caso de que la capital de Francia fuera
objeto de bombardeos por parte de la aviación alemana. En Zagreb halló una
acogida algo fría por parte de aquellos de los que esperaba una colaboración
más entusiasta. Ante esa situaci6n, y con el fin de evitar dificultades de
convivencia, optó por trasladarse a Belgrado. En esta ciudad, y a raíz del
bombardeo que sufrió por parte de la aviación alemana el 6 de Abril de 1941,
fue destruida la totalidad de su obra, que con tantas dificultades había
conseguido trasladar desde París.
A pesar de todo, Krekovic no desesperó. Al contrario, inició una nueva
etapa en su labor artística. Se trasladó de nuevo a Zagreb, en donde,
dejando a un lado incomprensiones más o menos interesadas, siguió
trabajando con la misma intensidad y con el mismo entusiasmo de siempre.
En esta ciudad permaneció hasta el final de la guerra. Al terminar ésta, y
habiendo tornado los comunistas el poder, Krekovic, aunque no fue
molestado por el nuevo régimen, optó por abandonar el país en 1946.
El exilio
De tal puede calificarse el período que media entre la salida de Zagreb en
1946 y la llegada al Perú en 1951. Son años éstos, en los que la familia
Krekovic busca un lugar donde asentar su vida y la necesaria tranquilidad
espiritual para relanzar su obra. Tras la salida de lo que era ya la nueva
Yugoeslavia, los Krekovic llegaron a Venecia. Fueron momentos difíciles en
los que se puso a prueba el temple de los esposos, y el deseo de abrirse
camino en el mundo de las artes, tan olvidado en aquellos momentos. El
artista ha reflejado estos momentos en sus cuadros: “El éxodo del siglo XX”
(donde están retratados él y su esposa) y “Personas desplazadas". Sin
embargo, pese a las dificultades de todo orden que la realidad les iba
presentando, los Krekovic —y nunca mejor empleada la conjunción maridomujer— salieron adelante gracias a su esfuerzo personal, a su entusiasmo y
a la ayuda que les prestó August Schmitz, un industrial sueco, enamorado
de la obra del pintor, el cual les posibilitó su traslado a París.
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De nuevo en la capital de Francia, encontraron su estudio intacto. Todo
seguía igual. Parecía como si La guerra no hubiera tenido lugar. Lo que si
había cambiado era el ambiente, la mentalidad de las gentes, su
materialismo. Las dificultades experimentadas en una capital como París,
recién terminada la guerra, y tras una ocupación extranjera, tenían
necesariamente que ponerse de manifiesto. La vida resultaba
tremendamente dura y no apta para la labor de creación, propia de un
artista sensible como era Kristian Krekovic. Con el fin de hallar un lugar
más apropiado a esta labor de creación que el artista necesitaba, los esposos
Krekovic se trasladaron a Ginebra, en la Suiza neutral, un oasis de paz
dentro de la convulsionada Europa.
En Ginebra se instalaron en un barrio tranquilo, junto a un parque de
gran belleza, en una pequeña calle llamada Paseo del Pino. Au montó su
estudio y pudo hacer frente a sus necesidades materiales como retratista. De
esta época son algunos de sus retratos más conocidos, entre los que destaca
el del Rey Gustavo V de Suecia, que lo llamó a Estocolmo para que lo
retratara. De esta misma época es el retrato que hizo al médico y escritor
sueco Axel Munthe, autor del famoso libro “La Historia de San Michele”,
traducido a todos los idiomas. En Malmoe, la ciudad más meridional de
Suecia, retrató también al Diplomático Ake Lindahl, cónsul de Italia, y a su
Bosquejo del escritor Axel Munthe, (1948).
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amigo August Schmitz, el que tanto le había ayudado para salir de Venecia
y llegar a París.
La vida en Suecia, superadas ya las dificultades que le acompañaron a lo
largo de esta época, que podemos calificar como de exilio, era una vida
apacible y tranquila. Como hombre, tenía satisfechas todas sus necesidades
vitales y su vida transcurría sin tropiezos. Pero como artista no estaba
satisfecho. El artista no podía limitarse a una vida burguesa, plácida,
reposada y con horizontes limitados. Y obligado por una necesidad espiritual
imperiosa, se lanza de nuevo a la aventura para la que había sido llamado y
a la que permaneció fiel durante toda su vida. Y el Perú, con su cultura
milenaria, con su entronque hispánico, y con la belleza plástica de sus
hombres, de sus costumbres y de sus paisajes, le llama de nuevo y le obliga a
continuar su obra pictórica sobre esa civilización, iniciada veintitrés años
antes en aquel lejano año de 1930.
Retrato del Rey Alejandro de Yugoslavia, (1933).
19
El Presidente de Austria, Dr. Shaerf, visitando la exposición de Krekovic en el
Hofburg de Viena, (1957).
20
De nuevo Perú
En 1951, los Krekovic regresan al Perú. Su pasaporte no registra ninguna
nacionalidad. Su Croacia natal ha sido disuelta dentro del conglomerado que
se llamó Yugoeslavia. Solo un título campea en el documento oficial. Es el
clásico y corriente en aquella época de “Displaced person". Los Krekovic
eran, simplemente unas personas desplazadas. Iban en busca de un ideal, de
una meta. Y en Perú encontraron, además lo que buscaban, una
nacionalidad y una patria.
Con la misma fuerza de siempre, con el mismo entusiasmo de siempre, y
con la misma vitalidad de siempre, Krekovic se pone a trabajar. El Perú se
abre ante él como una promesa. El artista busca el alma del Perú, su
espíritu. Se adentra en sus hombres, en sus costumbres y en su paisaje. El
Perú de los Incas y el Perú de la colonización española, se funden en un
abrazo indestructible. Ya no hay, para Krekovic, un Perú precolombino y un
Perú español. Para el artista, atento al vibrar de las cosas y de los hechos,
hay un solo Perú, nacido de la fusión de dos pueblos hermanados por la
sangre y por el espíritu.
El fruto de este trabajo no se hizo esperar. Tres años después de su
llegada al Perú, el salón de recepciones del Palacio Municipal de Lima abre
sus puertas para mostrar al pueblo de la capital limeña la maravilla de una
obra enraizada en lo más profundo del ser peruano y del ser español. Era el
veintidós de Abril de 1954. La exposición de Kristian Krekovic —promovida
por el senador López de la Torre y aprobada por la cámara de senadores—
constituyó un acontecimiento de auténtico carácter nacional. Inauguró la
exposición el Presidente de la República, el General Manuel A. Odria —el
cual había visitado con anterioridad el taller de Krekovic en el hotel
Bertoloto de Sari Miguel, en compañía de los ministros de Relaciones
Exteriores y de Fomento— quien hizo entrega, en una ceremonia sin
precedentes, del documento por el cual se le concedía la nacionalidad
Peruana.
Esta exposición, bajo el titulo de Obra Peruana de Kristian Krekovic, fue
“presentada bajo los auspicios del señor presidente de la República, General
de División Don Manuel A. Odria”. Constaba de cincuenta grandes telas,
que representaban las distintas culturas estudiadas por el artista, y que
correspondían: una a la cultura Chavín, tres a la Mochica, una a la
Lambayeque, tres a la Chimu, una a la Tiahuanaco, cuatro a la Paracas,
una a la Nasca, dos a la Inca, y doce a motivos varios, entre los que
figuraban naturaleza quieta preincaica y colonial
—objetos de alfarería, plata, vestidos, etc.— un curandero prehispánico y
una mantilla colonial. La exposición, que constituyó un rotundo éxito, estuvo
21
realzada con la presencia de destacadas personalidades del mundo del arte,
de las letras, de La política y del mundo intelectual. Se calcula que fue
visitada por más de veinte mil personas, durante las cinco semanas que
permaneció abierta at público. Ante esta explosión de justo entusiasmo, el
Gobierno le concedió —3 de Junio de 1954— el ingreso en La Orden del
Mérito, por Servicios Distinguidos, con el grado de Comendador. Años más
tarde, en 1966, y por idénticos motivos referidos a la Ciudad de Cuzco, le fue
concedida por la municipalidad cuzqueña, la medalla de Oro de máximo
galardón que concede esta ciudad.
Patrocinada por el Gobierno peruano, esta muestra, que debe calificarse
de antológica por muchos conceptos, fue llevada al extranjero, en concreto a
Estados Unidos, España y Austria. Esta muestra, con el título de presente y
pasado del fabuloso Perú, se presentó con asistencia de autoridades y de un
numerosísimo público, en las siguientes ciudades:
Washington, en el National Museum of the Smithsonian Institution. (JulAgo de 1955).
Filadelfia, en la University Museum. (Oct-Nov 1955).
Siracusa, en el The Siracuse Museum of fine Arts. (Feb, 1956).
Nueva York, en el Law Memorial Library Columbia University (Abril,
1956). Ambassador Hotel (Nov., 1956).
Barcelona, en la Galería Grife & Escoda (Sept-Oct, 1957).
Madrid, en el Círculo de Bellas Artes (Nov-Dic, 1957).
Viena, en la Neue Hofburg (Mayo, 1958).
Palma de Mallorca, en la Casa de Cultura (Nov-Dic, 1961).
Todas estas exposiciones obtuvieron una gran resonancia, tanto de
público como de crítica. Como dato elocuente, y a la vez significativo, baste
decir que La exposición celebrada en el Museo de Washington fue visitada
por 126.066 personas.
Llegada a Mallorca
De regreso a Europa, luego de las exposiciones celebradas con motivo de
su obra peruana, lejos de residenciarse en Ginebra, en el Paseo del Pino
donde tenía su estudio, salió para Mallorca con el fin de establecerse en esta
isla. Las razones por las cuales escogió Mallorca para fijar definitivamente
en esta tierra su residencia, fueron varias. La primera y principal razón era
que Mallorca es una Isla española, y España es una nación que tiene con el
Perú una misma historia y una misma raíz étnica y espiritual. Otra de las
razones
22
es la de ser una Isla mediterránea, lo que le recordaba a su tierra natal “He
elegido Mallorca -dijo en cierta ocasión- por ser lo más parecido al
imborrable recuerdo que yo guardo para siempre de la costa Dálmata, allá
en mi Croacia natal”. Y otra razón, no menos despreciable, es la de ser
Mallorca un centro turístico internacional, y lugar apto para que gente de
todas las latitudes pueda contemplar su obra, ya que en su mente, y ante la
expectación despertada por sus exposiciones sobre el Perú, anidaba la idea
de crear un Museo donde se guardara su obra hispanoamericana.
Todas estas razones fueron las que hicieron posible la llegada de Kristian
y Sina Krekovic a Mallorca, en aquella primavera de 1960. El contacto del
artista con la belleza del paisaje mallorquín, la exhuberancia de sus
habitantes, les ganaron para siempre. Recorrieron la Isla en todas
direcciones y comenzaron a estudiar la geografía y la historia mallorquinas
para mejor compenetrarse con lo que tenía que ser, en lo sucesivo, su lugar
de residencia permanente. Luego de un periodo de adaptación física, en el
que sus organismos fueron adaptándose al clima isleño, tan distinto del que
hablan soportado durante largos años en el Perú, con alturas de 3.000 ó
4.000 metros y fríos propios de las altiplanicies, Mallorca les pareció única.
El amor a la Mallorca física fue creciendo y aumentó más todavía cuando
entraron en contacto con sus habitantes. Artistas, escritores, hombres y
mujeres de toda clase y condición, comenzaron a llenar sus vidas y a formar
el ambiente propicio a una labor de convivencia. Tanto Kristian como Sina
gustaron del trato social y humano y ello junto con su sensibilidad y su
cultura, hizo posible el que la compenetración del artista con el entorno que
había escogido fuera más completa. Aunque parezca extraño en un hombre
como él, dedicado íntegramente a su tarea pictórica, Krekovic estaba al
corriente de todo lo que pasaba en su tierra de adopción, en especial en el
aspecto intelectual; y se interesaba por lo que, en este aspecto, flotaba en el
ambiente Isleño. Pero este era un conocimiento de artista, de hombre
preocupado por los problemas del espíritu. En ningún momento le vemos
protagonizar nada que se salga de los límites que se ha trazado, que se
limitan a su obra de creación. Incluso cuando, por las razones que sean, se
ve obligado a ocupar un primer plano, una exposición, la colocación de un
cuadro suyo en un centro oficial, etc., se le ve como distante, ausente, como
si quisiera pasar desapercibido. Su naturaleza humilde, sencilla y retraída,
le hacía adoptar esta actitud.
Durante los 25 años que Kristian Krekovic vivió en Mallorca, su labor,
pese a ese interés suyo en ocupar siempre un segundo plano discreto, fue
23
altamente provechosa. Inició, con los cuadros que habla elaborado en el Perú
y con los que realizó la exposición en la Casa de Cultura de Palma en 1961 el
pequeño Museo de Son Fusteret, germen y embri6n de lo que sería más
tarde la Fundación Museo Krekovic, dependiente del Centro Cultural
Hispano Americano. Por otra parte, el artista, fiel a! latido del pueblo en el
cual se habla insertado, —el pueblo mallorquín, comenzó a plasmar en la
tela momentos y personajes de la isla. Esta adaptación y esta
compenetración con el presente y con el pasado de la isla, es una de las
facetas que hay que destacar. Y todo do, como hecho a media voz, sin ruido,
sin portavoces publicitarios de ninguna clase.
Los últimos años de su vida los dedicó a la formación de la Fundación
Museo Krekovic y a la instalación de dicho Museo. Para recoger fondos
destinados a la realización de la obra de su vida, hizo numerosos retratos de
sus bienhechores, retratos que se guardan en una gran sala llamada el
Salón Dorado. En ella, y sobre fondo de oro, —de ahí el nombre de Salón
Dorado— se hallan expuestos todos los retratos de aquellas personas que
con su contribución económica ayudaron a que este Museo fuera una
realidad. La muerte le encontró cuento había iniciado ya los trámites para
ofrecer dicho Museo a la Comunidad Autónoma con el fin de garantizar una
continuidad y una mayor divulgación de las obras que en él se conservan.
Visita al Papa
Una canción muy en boga en la América española, que popularizó en
España aquel gran artista de la canción que fue Antonio Machín, inspiró a
Krekovic una obra estimable, mejor dos. La canción se llama “Angelitos
Negros”. La idea de la canción hizo mella en el corazón de Kristian Krekovic,
y el pintor llegó a la conclusión que la Virgen debería tener en torno suyo,
formando su corte angélica, ángeles de todas las razas y de todos los colores.
Esta fue la idea primera y La que hizo posible la obra de arte que vendría
después.
Estando el pintor en Venecia conoció al entonces Patriarca de aquella
ciudad, Angelo Giuseppe Roncalli, que años más tarde serla elegido Papa
con el nombre de Juan XXIII. Hablando de do con Monseñor Roncalli, éste
se entusiasmó con la idea y animó al pintor a llevaría a la práctica. Krekovic
no la abandonó y ésta fue tomando cuerpo y dibujándose en su mente con
fuertes y vigorosos trazos. Monseñor Roncalli llamó a esta Virgen rodeada
de ángeles de todas las razas, “la Virgen Ecuménica”.
24
Audiencia particular del Papa Pablo VI a Krekovic, (1972).
Pero eso lo que en un principio fue una Virgen concebida como
acostumbran verla los hombres de occidente, dio paso a otra Virgen de
parecidas características, pero de corte oriental. Y surgieron dos Vírgenes,
las dos iguales, rodeadas de ángeles de todas las razas, blancos, negros,
amarillos y cobrizos- solo que la oriental sigue las huellas a las Vírgenes
bizantinas. Krekovic realizó estas Vírgenes con mucho cariño y convencido
del sentido ecuménico que de ellas se desprendía. Tanto la romana, como la
bizantina, llenaban el hueco que la iglesia perseguía con tanto empeño: la
unión de los católicos y de los ortodoxos.
25
Fue en 1975 cuando Krekovic, acompañado de su esposa Sina, fue a
Roma para hacer ofrenda al Papa —que lo era en aquel entonces Pablo VI—
de estos dos cuadros. Pablo VI recibió complacido el obsequio. La atención
que tuvo con el matrimonio Krekovic —hora y media duró la audiencia
particular— habla del interés con que acogió aquella donación. Pablo VI
llamó a esta Virgen, “la Virgen de la Paz” y como tal figura en sus dos
versiones —la romana y la bizantina— en el Museo Vaticano.
El deseo de Krekovic halló su realización y plasmación en esta visita que,
al decir de Monseñor Matehi Secretario particular de Pablo VI, fue una de
las que más satisficieron a Su Santidad. La idea de Krekovic logró de Pablo
VI su más amplia complacencia.
Últimos años del artista
Los últimos años del artista, puede decirse que estuvieron dedicados a la
gran ilusión de su vida: la creación de su querido museo. ‘La creación de este
museo le llevó mucho tiempo. Los trámites que tuvieron que hacerse para
conseguir la edificación del inmueble, que hoy alberga la obra peruana y
española de Kristian Krekovic, fueron lentos y trabajosos. Parte importante
en el resultado de esta tramitación, la tuvo Don Jaime Enseñat, a la sazón,
presidente del patronato de la Fundación Museo Krekovic. Don Jaime
Enseñat, ilustre abogado mallorquín residente en Madrid y bien
relacionado, puso todo su entusiasmo y todo su esfuerzo para que este
Museo fuera un hecho. La labor de Krekovic, al margen de estos trabajos,
por su condición y por su edad, se orientó a la estructuración y al enfoque
del museo. En este trabajo no tuvo descanso. Hoy, ya una realidad, puede
apreciarse el estudio previo que supuso su creación.
Una vez levantado el edificio, hubo de disponer lo necesario para que las
obras expuestas pudieran ser contempladas dignamente. El traslado y la
colocación fueron obra casi exclusiva del pintor. Kristian Krekovic gustaba
de pasear por las amplias salas y contemplar su obra, mientras Sina, su
mujer, enamorada del hombre y por extensión, de la obra que el hombre de
su vida habla creado, explicaba a los visitantes su sentido y su forma de
gestación. Es tanto el entusiasmo que ella pone en sus explicaciones, que sus
parlamentos constituyen auténticas lecciones de amor a la obra de su
marido y a la obra colonizadora de España en América.
26
La vida de Krekovic iba poco a poco apagándose. Los años comenzaron a
hacer mella en aquella naturaleza fuerte y robusta. Su salud empezaba a
resentirse, pero no por ello dejó el artista los pinceles, intentando trasladar
a la tela ese mundo interior que llevaba dentro. Permanecía horas y horas
en su estudio, como enclaustrado. Más tarde, después de haber sufrido una
calda, ya no se recuperó jamás. Murió sin apenas sentir dolor una mañana,
cuando el sol ya brillaba esplendorosa Era el día 21 de Noviembre de 1985.
El reloj de su casa marcaba las nueve.
Era el fin. El fin de una vida humana, terrena y el comienzo de otra en la
que desaparecido el hombre, la obra, lejos de ataduras humanas, brillaba
con toda su fuerza y con toda su trascendencia. Kristian Krekovic había
entrado, por derecho propio, en el reino de la inmortalidad.
Perfil Humano de Kristian Krekovic
Kristian Krekovic resulta tan interesante como hombre que como artista.
A la grandeza de sus obras pictóricas hay que añadir la bondad de su
persona. Kristian Krekovic era un hombre bueno, en el sentido que Antonio
Machado dio a esa palabra. Los que tuvimos el placer de conocerle sabemos
de su bondad innata, que se apreciaba al contemplar ese rostro suyo, sobre
el que se dibujaba siempre una alegre sonrisa. Esa condición de hombre
bueno, es la que le caracterizaba más profundamente y la que le dio esa
manera de ser tan grata a todos los que le trataron.
Esa condición personal y de carácter, posibilitaba todas las facetas que,
como hombre, le caracterizaban: amor, generosidad, humildad y simpatía.
Kristian Krekovic amaba a todos los hombres y tendía hacia ellos siempre
su mano bienhechora. Esa misma manera de tratar a los indios del Perú, ya
dice de cómo entendía el amor hacia los demás. El artista gustaba de
hacerse útil y gustaba de que todos los hombres fueran tratados con la
dignidad y consideración que merece toda persona humana y como corolario
de ese amor, la paz. La Paz con mayúscula a través de la cual el hombre se
dignifica y los valores humanos alcanzan el nivel deseado. Podríamos decir
que Kristian Krekovic fue en esto un auténtico defensor de los derechos del
hombre, fruto de ese humanismo cristiano que impregnó todo su ser, y que
configuró su actuación a lo largo de toda su vida. Sus vivencias personales,
su acusado sentido de la estética y su formación
27
humanística, hicieron posible las obras que en este sentido proyectó aunque
solo pudo llevarlas en parte a cabo. El ambicioso proyecto de estas obras —el
Pangeion, el Pantepion y la Academia, entre otros— escapan a lo que podía
hacer un hombre solo y una vida. Todo ello, sin embargo, dirigido a esa
preocupación primera: el amor a sus semejantes que, en último término, no
es sino amor a la humanidad. El llamamiento que lanzó en el libro Nueva
Era bajo el título de “La fraternidad humana universal” —llamamiento que
publicamos en otra parte de este libro— habla por sí solo.
Otro distintivo de su carácter, era la laboriosidad. Krekovic fue un
trabajador incansable. Un trabajador nato. Se levantaba muy temprano y
disponía del trabajo del día para aprovecharlo hasta el máximo. “Me aburre
—dijo en cierta ocasión— que los días sean tan cortos para trabajar. Yo me
levanto a las 4 de la mañana, pero no empiezo a pintar hasta las 8, cuando
hay luz, mucha luz”. El hábito de trabajo no le abandonó nunca. Cumplidos
ya los 80 seguía haciendo la misma vida de siempre, levantándose muy de
mañana y trabajando todo el día sin apenas descansar. Las obras por él
emprendidas no hubieran sido posibles, de no haber permanecido fiel a ese
sentido de la responsabilidad en el trabajo, que fue una característica
acentuada suya. La producción peruana por una parte —compuesta por
obras de gran tamaño— y los cuadros murales que en otros aspectos y en
otros temas llevó a cabo, hablan más que elocuentemente de ese amor al
trabajo.
Estas facetas, sobresalientes en Kristian Krekovic, se traslucen y se
hacen patentes en la obra pictórica por él creada. De ahí su sentido y su
significación. Humanamente, Kristian Krekovic era un hombre de regular
estatura y de complexión fuerte —como “un pedazo de regias y altas
montañas de Bosnia”, al decir del escritor croata Dusko Jelevic— amable,
atento, servicial. Hombre de pocas palabras le gustaba pasar desapercibido
y desdeñaba agasajos y honores. Diríase que los repelía. Cuando se veía
obligado a protagonizar un acto importante —como la inauguración por S.M.
la Reina Doña Sofía del nuevo Museo— se le veía como si aquello no friera
con él. Su humildad le obligaba a no hacer ostentación de ninguna clase. Su
hablar a media voz, que tanto gustaba a aquel gran escritor que fue
Benjamín Farnés, ayudaba a que esta humildad fuera todavía mayor.
28
Segunda Parte: La Obra
Venus índia.
29
Técnica y Espíritu
Toda obra de arte, para ser completa, debe estudiarse en dos aspectos:
técnica y espíritu. La técnica es imprescindible para que la obra de arte
resulte perfecta. Pero la técnica, únicamente, no basta. Es necesario el
espíritu. La técnica sola convierte a la obra de arte en algo correcto, casi
perfecto, pero mecánico y deshumanizado. Hace falta el espíritu que le
infunda el hálito necesario para que lo que es simple oficio se convierta en
obra perfecta. En Krekovic estos dos aspectos se presentan unidos formando
un bello y armonioso conjunto. No se puede hablar de uno y otro
indistintamente. Las obras de Krekovic constituyen un alarde de técnica, no
solo en la concepción, sino también en su ejecución. Telas de 4 metros como
son a título de ejemplo, El Cid Campeador o Moisés, necesitan de una
técnica acabada y perfecta. No es posible emprender obras de esta
envergadura material y de concepto, si no se está en posesión de una técnica
acabada. Y, al mismo tiempo, es necesario dotar este armazón, que la
técnica proporciona y hace posible, de un espíritu que lo vivifique.
Observando las obras de nuestro pintor, salta a la vista la presencia de estos
dos factores que, al contemplarse, hacen posible la obra de arte.
Esto es esencial. Lo demás —escuela, tendencia, estilo,— es accesorio. Lo
importante es la idea. La realización, en posesión de una técnica precisa y
adecuada, es simple corolario de aquella. El pintor lo ha dicho: “Lo que
cuesta es el pensar, dar con el motivo. Luego, el pintar es fácil”. Y en cuanto
a la técnica, a la escuela, el pintor ha sido explícito: “Contemplad la obra y
no preguntéis a que escuela pertenece. Si llega a interesaros, tanto mejor
para mí”. Y tenía razón. En Krekovic no podemos dedicarnos a estudiar
escuelas o tendencias. Porque en el mundo pictórico de Krekovic, están
representadas todas las escuelas y todas las tendencias. Partiendo de la
doble clasificaci6n de pintura figurativa y figura abstracta, es obvio que
Krekovic pertenece a la primera clasificación, sin que por ello desdeñe a los
pintores que han hecho de la abstracción su meta y su objetivo. Refiriéndose
a la pintura abstracta, su juicio es de una ecuanimidad y de una
responsabilidad manifiesta. Dice así: “Que cada cual exprese su emoción de
lo que ve y de lo que siente según su temperamento. Yo respeto
profundamente toda clase de pintura, porque veo en ella la sinceridad
emotiva del que la vivió y la hizo”. Esa manera de ver y de juzgar, le redime
de toda sujeci6n a escuelas y tendencias. Sin embargo, Krekovic, dentro de
la corriente figurativa, muestra elementos propios de distinta escuela, si
bien debemos considerarla como un exponente fiel de un realismo
expresionista, en el que aparecen muestras más que elocuentes de un
30
Krekovic dibujando en Venecia.
hiperrealismo comedido, en especial, en lo que hace referencia a las telas,
alhajas y otros objetos de adorno.
Por lo demás, su pintura es una muestra viva y operante, adecuada a los
temas que su paleta aprisiona. Así le vemos hiriente, fuerte, valiente y
optimista en un Cid Campeador, en un Jaime I o en un Moisés, sin contar
31
Moisés, sin contar las varoniles y erguidas testas de un Manco Capac o la
de cualquier jefe de los indios peruanos. Y, por contraste, se nos aparece
doliente, triste y desencajado, cuando nos muestra escenas del Éxodo o las
no menos angustiosas de los “Desplazados” en busca de un rincón donde
vivir en paz. La paleta de Kristian Krekovic como la de un maestro, está
capacitada para transmitirnos toda clase de sentimientos y toda dase de
ambientes y situaciones. Tanto por lo que respecta a la estructura de la obra
como a su realización y enfoque, Kristian Krekovic se presenta como un
maestro del arte de la pintura, cuya obra marca un momento en la historia
de este arte en los últimos tiempos. Por eso podrá decir, a propósito de estas
distintas interpretaciones y de esos distintos enfoques estructurales y de
realización, estas palabras de un marcado carácter pedagógico: “a ml me
inspira todo. Cualquier cosa, cualquier minucia, puede ser obra de arte: se
trata de dar calidad a la pintura. Es cuestión de maestría”. Exacto. Cuestión
de maestría que, en el fondo, no es sino una cuestión de técnica y una
cuestión de espíritu. En último término, de sensibilidad.
Artista ciclópeo y monumental
Faceta destacada dentro de la obra pictórica conjunta de Kristian
Krekovic, es la grandiosidad, la monumentalidad y el tamaño de sus
cuadros. Krekovic no es un pintor de caballete. A nuestro pintor hay que
definirlo como pintor muralista. Tanto si pinta murales propiamente dichos
—los que ocupan buena parte de las paredes del museo— como si pinta telas
que por su tamaño pueden calificarse de murales. Podría decirse, que la
mayoría de los cuadros pintados por Krekovic, son auténticos murales, tanto
por su tamaño como por su concepción y enfoque. Ya se sabe que no es lo
mismo pintar un mural que un cuadro normal y corriente. Entre unos y
otros, existe una gran diferencia. Porque aparte de las medidas, hay que
considerar el enfoque y el tratamiento pictórico en el que entran a partes
iguales la estructura formal y el valor de la pincelada. De todo ello da
muestras más que elocuentes la obra Krekoviana. Cualquiera de sus telas —
de casi todas sus telas para ser más exactos— aún sin serlo, puede
convertirse en mural si se la acopla a un espacio que concuerde con el
tamaño del cuadro.
De todas maneras, a más de lo dicho, Krekovic realizó auténticos murales
pintados ex-profeso y de acuerdo con unas medidas y con una temática
32
previamente elegidas. Destacan de entre todos ellos, los que realizó en
Belgrado, la capital de Yugoeslavia, y que pueden contemplarse en los
ministerios de Agricultura y de Comercio, en el Parlamento y en el Banco
Hipotecario de esa ciudad. Interesantes son, también, por el motivo y
adecuado emplazamiento, los que realizó en el edificio Allgot, en Bora
(Suecia), y los que adornan las paredes del Castillo del Conde de Argenté en
París.
Esta faceta de Krekovic, por lo que a la pintura mural se refiere, no
constituye sólo un aspecto de su obra, sino que, podríamos decir, es el
elemento principal de la misma. No se concibe a Krekovic de otra manera, ni
creo que pudiera, dado su carácter, su empuje y su vitalidad, pintar de otra
forma. La grandiosidad, la monumentalidad y el sentido de lo ciclópeo, fluye
a lo largo de toda su obra pictórica. El paralelo que en ese aspecto se ha
indicado con el coloso del Renacimiento, el gran Miguel Ángel, es un paralelo
real, efectivo.
Kristian Krekovic retratista
Una de las facetas que vale la pena estudiar detenidamente en este
pintor, es la que hace referencia a su condición de retratista. Por lo que tiene
de especialidad dentro del arte de la pintura, y por lo que tiene de
significación, dentro del aspecto crematístico de la obra de arte. Hay que
destacar este hecho, ya que Krekovic no se dedicó nunca a vender sus
cuadros. Solo vendía los retratos. Sus palabras a este respecto son
significativas: “Vivo de los retratos que hago para la gente de dinero. Mi
obra artística no la vendo por ningún dinero del mundo”. Y en otra parte:
“Yo no vendo mis cuadros. Solo me basta la honda satisfacción de haberlos
creado”. Esta declaración es taxativa y la cumplió durante toda su vida.
Kristian Krekovic es un magnífico retratista y esta cualidad es lo que
hizo posible el que trasladara a la tela importantes personajes de la realeza,
de la aristocracia, de la política y de la cultura. Son numerosos los retratos
que hizo y cuya enumeración nos llevarla muchas páginas. Puede decirse
que todo lo que Krekovic realizó durante su estancia en el Perú —viajes,
telas, transportes, manutención, etcétera— pudo hacerlo gracias al dinero
que ganó con sus retratos. Y gracias a estos ingresos, pudo llevar a cabo toda
su obra.
La preocupación por el retrato surgi6 ya en su juventud. El mismo nos lo
cuenta en una conversación sostenida con Inge Möller —escritora peruana,
hija de padre alemán y de madre colombiana y actualmente trabajando en
33
la ONU-, la cual hizo su tesis doctoral sobre la obra pictórica de Krekovic y
en ella cuenta que, siendo todavía el pintor un niño de ocho años, hizo un
retrato a un tío suyo con solo verlo pasar por delante de su casa. Luego,
durante sus estudios en Viena y París, el retrato ocupó un lugar importante
en sus trabajos estudiantiles. Esta preocupación y este estudio hicieron
posible el que Kristian Krekovic haya alcanzado como retratista un lugar
destacado. Si la grandiosidad y monumentalidad de los cuadros dedicados al
Perú y a otros temas —España, Mallorca, personajes históricos, etc.— no
hubieran asombrado a críticos y comentaristas y solo se hubiera limitado a
su condición de retratista, habría pasado a la historia de la pintura como
uno de los más destacados.
Durante su estancia en París y en Ginebra, realizó muchos retratos.
Algunos de personajes ilustres. Figuran entre ellos el Rey Gustavo V de
Suecia, pintado cuando el monarca sueco había cumplido los noventa años;
el de la Reina María de Inglaterra, que según palabras del mismo Krekovic
pintó en unas pocas sesiones y por el que le pagaron la suma de 60.000
francos; el del Rey Alejandro de Yugoeslavia, juntamente con los miembros
de la familia real; el de la Reina María de Rumania; el del político, filósofo y
escritor hindú Mahatma Gandhi, que fue amigo personal de Kristian, y de
quien ha dicho su esposa Sina, que fue el “último santo que hemos tenido”;
el del escritor sueco Axel Munthe, famoso autor del libro La historia de San
Michel, el gran éxito literario de la década de los treinta, etcétera. Otros
muchos retratos coronan la vida del pintor, lo que le permitió dedicarse a su
obra de creación, lejos de preocupaciones económicas de ninguna clase. Los
que dedicó a su padre —cuadro que figura en el Museo Krekovic— y a su
amigo el sueco August Schmitz, son un ejemplo de este tipo de retrato, en el
que al parecido del retratado se une una ejecución fresca, limpia, justa y
precisa, no exenta de sensibilidad y poesía. Unos de los últimos retratos
realizados por el artista fueron, sin duda los de los Reyes de España, Don
Juan Carlos y Doña Sofía. Cuando la Reina, el día de la inauguración del
actual museo, contempló en el estudio del artista dichos retratos, mostró su
complacencia, felicitando efusivamente al artista.
Dentro del género del retrato, hay que considerar, por lo que tienen de
especial significación, los que dedicó a los personajes que con su aportación
económica hicieron posible la construcción del actual Museo Krekovic. Estos
retratos, de una factura impecable, cuya testa surge como recortada dentro
de un fondo de Oro, lo que da al cuadro una riqueza singular, se hallan
expuestos en el Salón Dorado, como homenaje a los que mostraron su amor y
su interés por la obra de nuestro pintor.
34
Junto a estos retratos, en los que el personaje se nos muestra en toda la
exactitud de sus facciones y en todo el espíritu y la sensibilidad que le
caracterizan, hay que situar otros muchos cuadros, que si bien no son
considerados como retratos en el estricto sentido en que concebirnos a este
género, merecen ser tenidos en consideración como retratos en sentido
amplio. Nos referirnos a los retratos de personajes históricos, trazados con la
grandeza y monumentalidad a que Krekovic nos tiene acostumbrados, y
dotados de un espíritu de observación y de un rigorismo histórico
considerable. Puede decirse que el pincel de Kristian Krekovic, abierto a
todo lo que supone espiritualidad ha querido incorporar a su obra la
representación gráfica de aquellos personajes que, con su esfuerzo, han
contribuido al progreso de la Humanidad. Y ello trazado de forma ciclópea y
monumental. Porque de forma ciclópea y monumental hay que tratar a
personajes tan representativos como fueron Atila y Confucio, Miguel Ángel y
Beethoven, Lincoln y Lao-Tse, El Cid Campeador y Jaime I el Conquistador,
Cristóbal Colón y Manco Capac. Personajes, todos ellos, que han recibido de
Krekovic un tratamiento que nos permite identificarnos con su obra, que los
ha destacado del común de los mortales. A la ejecución lograda se une un
laborioso trabajo de reconstrucción histórica, lo que nos proporciona una
ambientación perfecta.
La faceta de Kristian Krekovic como retratista, participa de la maestría
de los grandes cultivadores del género. Consciente de lo que este representa,
y de la dificultad que supone plasmar en la tela la personalidad de los
personajes históricos. Todo un acierto que demuestra la gran sensibilidad
del artista.
Sus raíces Croatas
Kristian Krekovic es ante todo, un croata. Croata de nacimiento y croata
de espíritu. Incluso después de nacionalizarse en el Perú, debido a razones
externas a su condición de croata —el exilio—, se definió siempre como
pintor “croata-peruano”, anteponiendo al título de su nueva nacionalidad, el
de sus auténticas e indestructibles raíces. Esta manera de ser, esta manera
de entender sus raíces, le llevó a una interpretación de la vida —
interpretación extensiva al arte— cuya auténtica raíz debemos situar en la
tierra natal del pintor. El hecho de que sus ascendientes sean todos ellos
croatas por los cuatro costados y que el espíritu de Croacia permanezca vivo
e inalterable, pese a las vicisitudes pasadas a lo largo de la historia, explica
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vicisitudes pasadas a lo largo de la historia, explica este sedimento históricogeográfico que configuran una vida y una actuación. Desde este punto de
vista, el croatismo de Kristian Krekovic no puede ponerse en duda.
Dejando a un lado estas razones geográficas e históricas, toda vez que
Croacia ha pasado por diversas situaciones en las que su configuración
externa ha cambiado, hay que decir que la raíz, el sustrato, sigue siendo el
mismo. Porque tan croatas han sido los hombres de esta tierra, cuando
Croacia formaba parte del Imperio Austro-Húngaro, como cuando diluida
forma parte de la Yugoeslavia actual. El Croata, tanto si goza de plenos
reconocimientos históricos, como si les acallan y recortan estos
reconocimientos, seguirá siendo siempre el mismo, con su idioma, sus
costumbres, su idéntica e inalterable raíz. Eso puede verse en las
publicaciones —libros, diarios, revistas— que, en lengua croata, alimentan
el espíritu de una raza extendida, víctima de un exilio obligado, en todo el
mundo.
Kristian Krekovic no fue, en esto, una excepción. Es más, puede decirse
que Croacia estuvo siempre metida en lo más profundo de su corazón. No es
casualidad que los tres grandes amores que conformaron su vida y su
actuación fueran Croacia, la civilización peruano-española, y lo que él
llamaba Nuevo Renacimiento de la Federación Mundial. Estos tres amores,
por los que luchó a lo largo de su existencia, delimitaron su actuación, y
dieron forma y estilo a su producción pictórica. De Croacia son sus líneas
interpretativas fundamentales, su bagaje cultural europeo, su necesidad de
afirmar una raza y una nacionalidad. Como expresión de ese cromatismo es,
de manera fundamental, el hablar el croata con su mujer, la cual, siendo
francesa, llegó a hablar el croata a la perfección. Este sentimiento no le
abandonó jamás.
Por lo que a este respecto se refiere, y dentro de las realizaciones
pictóricas expresivas de estos tres amores apuntados, Krekovic tenía el
proyecto referido a la nación croata, de crear tres obras que comprendieran
todo el proceso nacional de este país. Eran estos proyectos el Palacio de los
Reyes Nacionales croatas, el Panteón de los croatas y el Museo Arqueológico
croata. Comprendía el primero de ellos la erección, en el interior del palacio
real de Zagreb, de una estatua dedicada al primer rey croata Tomislav,
elegido rey de Croacia en el siglo X, y a su alrededor, la efigie de los sesenta
y dos reyes que ocuparon el trono de Croacia a lo largo de las sucesivas
dinastías reinantes. El segundo hacía referencia a la creación de un
panteón, al estilo de los existentes en numerosos países, dedicado a los
hombres célebres que ha dado la nación croata y en el que figurarían
escritores, artistas, políticos, hombres de ciencia y todo aquel que haya dado
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artistas, políticos, hombres de ciencia y todo aquel que haya dado brillo y
prez a Croacia. Este panteón debla construirse en el parque central de
Zagreb, junto al río Sava, y rodeado de cuatro estatuas ecuestres. Y el
tercero, que se situarla en una de las grutas naturales existentes en la
montaña de Vebelit, estarla formado por todas aquellas lápidas con
inscripciones referidas a la historia y al arte croata y que formaban lo que
Krekovic llamaba el Museo Arqueológico croata.
Estas preocupaciones y estos proyectos hablan de sus innegables e
irrenunciables raíces croatas. Raíces que puso de manifiesto a lo largo de
toda su existencia y de las que dio muestras inequívocas con su vida y su
obra. Los retratos de sus familiares, en especial el de su padre, auténtico
ejemplo del arte centroeuropeo, y las testas que hacen referencia a los
hombres y mujeres de su tierra, hablan más que elocuentemente de esas
raíces que él cuidó de que no desaparecieran. Las cuidó, las cultivó, las
mimó y procuró que el paso del tiempo no borrara sus huellas.
El fabuloso mundo del Perú
Como ya se ha indicado en otra parte de este libro, la exposición que, en
1928, realizó en el Museo del Trocadero —hoy Museo del Hombre— de
París, el arquc6logo peruano Julio C. Tello, de telas halladas en las tumbas
de Paracas, llevó a Krekovic al Perú. Y en este país, al conocimiento, a la
admiración y a! estudio de lo que él llama el “fabuloso mundo” del Perú.
Fabuloso por lo que supuso de fábula, casi de irrealidad. Ese mundo fabuloso
que se abrió ante él, supuso un cambio radical en su vida y supuso, a su vez,
adentrarse —artística, cultural y etnográficamente— en las culturas que
florecieron en la América Precolombina y que formaron las civilizaciones
Preincaica e Incaica propiamente dicha. Dentro de cada una de ellas,
Krekovic estudió sus características especiales y conoció su proceso
evolutivo, su historia y su Arte. Su labor, en este sentido, fue exhaustiva. A
su labor investigadora unió la realizada sobre el terreno. Ya se ha dicho que
se internó en las montañas del Perú y estudió las distintas razas, sus usos,
sus costumbres, sus vivencias, y las trasladó a la tela, con toda la fuerza y
grandiosidad de que hace gala en sus obras. Orgía cromática que halla su
máxima expresión en el estudio, pictóricamente hablando, de todos aquellos
elementos tan gratos al artista: vestidos, joyas, armas, instrumentos
musicales, etcétera. Diríase que Krekovic se recrea ante estos elementos y
les dedica toda su atención. Una plasmación tan perfecta y tan meticulosa,
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tan realista constituye todo un trabajo de orfebrería. El artista se siente
testigo de la historia menuda, de la historia de cada día, la cotidiana, y que
en el fondo, es necesaria para conocer la historia en toda su dimensión. A
través de estos estudios que podríamos calificar de etnológicos, si el espíritu
no los envolviera y los elevara hacia esferas más altas y más trascendentes,
conocemos la historia profunda —la intrahistoria de que nos habla
Unamuno— de esos pueblos y de esas razas cuya manera de ser constituye
para el hombre europeo —para el hombre nacido y formado en la civilización
occidental— un misterio insondable. Krekovic penetró en ese misterio que
envuelve la vida de los indios y se hizo como ellos, con el fin de poder
estudiarlos más ampliamente y conocerlos mejor. Tanto es así, que los
mismos indios le consideraban como un indio más; y hasta llegaron a creer
que era un Inca reencarnado. Los Indios decían:
—Tú eres el Viracocha. El Inca te ha enviado para glorificar nuestra raza.
Gracias a esta posibilidad pudo penetrar en su propia alma, en su propio
espíritu y trasladarlos a la tela con toda la grandeza de una raza pura y no
contaminada.
La preocupación pictórica de Kristian Krekovic, por lo que a la captación
de tipos humanos se refiere, se centra en esas razas que, aunque diezmadas
viven todavía en lo alto de las montañas, entre Perú y Bolivia, a unas
altitudes que oscilan entre los 3.000 y 4.000 metros. Esa vida agreste,
descarnada y vital al mismo tiempo ha hecho posible el que estas razas,
conserven todavía su pureza primitiva. Gentes pacíficas por naturaleza se
entregaron fácilmente a Krekovic y a su esposa Sina, y les ayudaron en la
tarca que ellos hablan emprendido. A propósito de la forma en que fueron
recibidos por los indígenas, Sina comentaba que, de haberse encontrado con
razas sanguinarias, la aventura iniciada habría terminado antes de
empezar, ya que no llevaban más armas que un simple cuchillo para pelar
patatas. La bondad de estas razas y la manera como el pintor y su esposa se
entregaron a ellos, hizo posible el que ahora tengamos, a nuestro alcance la
historia gráfica de estos pueblos primitivos.
La obra peruana de Krekovic se divide en tres partes: Civilización PreIncaica, Civilización Incaica y Civilización Española. De cada una de estas
partes —de estos estadios, mejor— el artista nos da una justa y precisa
documentación gráfica, que ayuda a comprender la raíz y la razón de este
fabuloso Perú: el pasado precolombino y el presente surgido a raíz de la
conquista y posterior colonización. En todos ellos, la nota viva y palpitante,
y en todos ellos, también, el documento histórico a través de la imagen
queda fuertemente grabado en nuestro ánimo. Así surgen ante nuestros ojos
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histórico a través de la imagen queda fuertemente grabado en nuestro
ánirno. Así surgen ante nuestros ojos las variadas civilizaciones preincaicas
—Chavin, Paracas, Nazca, Mochica, Tiahuanaco, Chimú, Pachacamac,
Lambayeque, Ancó, Chancay— que han dejado, a lo largo de los siglos la
impronta de su paso. Y tras ellos el esplendor del Imperio de los Incas, con
sus dos focos importantes de cultura, el Machu-Pichu y Cuzco. Si el primer
foco es hoy una ciudad muerta, a la que no llegaron nunca los españoles, y
completamente desconocida por el hombre europeo, hasta 1911, en que
Hiram Ringham la descubrió, el segundo es una ciudad viva a la que se unió
la huella española a partir del momento mismo de la conquista, siendo un
ejemplo vivo de esa conjunción de lo español con lo indígena y constituyendo
a la vez un museo vivo de estas dos culturas que lo hicieron posible, la
Incaica y la colonial. Como dato elocuente diremos que Krekovic visitó la
ciudad de Cuzco en numerosas ocasiones. El diario El Comercio de Cuzco, en
su edición del 8 de Junio de 1959, señala que el pintor ha visitado la ciudad
ya en cinco ocasiones. Ello explica la concesión de la medalla de Oro de la
ciudad, por el Ayuntamiento cuzqueño, hecho que, como ya se ha indicado,
ocurrió en 1966.
Toda esa labor —toda esa empresa, mejor— la realizó el artista sin
subvención de ninguna clase. A las dificultades en el terreno artístico, se
unían las derivadas de la cuestión económica. Realizar obras de este tipo, de
grandes proporciones y en escenarios de difícil acceso, suponía no solo un
desgaste físico, sino también una financiación considerable. Krekovic,
ganado para siempre por su “fabuloso Perú”, no regateó esfuerzos de
ninguna clase para llevar a cabo su tarea: la de dar testimonio de una raza y
de una empresa colonizadora. El resultado no pudo ser otro que el que
Krekovic nos ha dejado. Un resultado feliz, magnifico y esplendente.
La herencia española
Krekovic no podía olvidar lo que hizo posible ese maravilloso presente del
Perú. Y sus miradas se dirigieron a lo que es y constituye la auténtica raíz
de todo este fascinante mundo: España. Y, consecuentemente, la obra de
España en América. La obra de conquistadores y colonizadores, la obra de
artistas y literatos, de hombres de ciencia y de hombres de religión. Junto al
Indio, el Español. Junto a tipos aborígenes, el tipo esforzado y valiente del
conquistador español, llegado de las áridas tierras castellanas o extremeñas,
de las soleadas tierras andaluzas o de las abruptas tierras del Norte.
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Krekovic ha plasmado en la tela lo que la realidad hizo posible: la unión de
dos pueblos que se fundieron en una misma sangre y en un mismo espíritu.
Sangre española mezclada con sangre india y viejas supersticiones
humanizadas por la doctrina del crucificado. En los lienzos de Krekovic
puede verse todo este momento de la Historia de América. Elocuente es a
ese respecto, la tela que representa al conquistador, cargado con todos sus
pertrechos guerreros y portando sobre sus espaldas a la joven india que
convertirá más tarde en su esposa. La huella de España se le presentó con
toda la fuerza y la atención de la clave de lo que sus ojos hablan visto con el
continente americano. Y la historia de España fue estudiada con tesón,
admirando a sus hombres y a sus gentes. Las personalidades y el pueblo
llano. Y así surgen una serie de telas que quieren ser su tributo a la nación
española, creadora de naciones, y que hizo posible incorporar a la
civilización occidental, todo un mundo nuevo y desconocido. Así surgen las
testas de los reyes forjadores de la gran empresa americana
—Isabel la Católica, Carlos V, etcétera—, como surgen las de aquellos
que hicieron posible la nación española. La figura de Rodrigo Díaz de Vivar,
el “Cid Campeador”, es una de las primeras que atraen la atención del
artista. En su deseo de trasladarlo a la tela de acuerdo con la más exacta
realidad histórica posible, se traslada a Madrid para entrevistarse con la
figura procer de Don Ramón Menéndez Pidal, que dedicó toda su vida a
estudiar el famoso Poema del Mío Cid y cuyo libro La España del Cid,
encierra todo lo que de ese personaje puede saberse. El resultado es una tela
de cuatro metros en la que el hombre de combate, el “buen vasallo si hubiese
buen señor", símbolo de la esencia española, se presenta ataviado con todos
los atributos de un batallador de su tiempo.
La historia de España —y por lo tanto, la herencia española— no se
limita a esta figura, sino que se hace extensiva a otros personajes
igualmente claves de esta historia. Y es el almirante de la Mar Océana, el
gran Cristóbal Colon, descubridor del Nuevo Mundo, al que presenta como
un hombre visionario, puesta la mirada en ese punto lejano que se presiente
al otro lado del Mar Tenebroso, un mar que nadie habla osado atravesar. Su
figura habla de anhelos, de deseos largo tiempo acariciados, de esperas y
dilaciones propias de la época y de lo inverosímil e increíble de la empresa
perseguida.
La herencia española, de la que Kristian Krekovic se siente solidario,
sigue presente en su espíritu y en su pincel. De su paleta surgen nuevos
motivos de captación y nuevos enfoques. Lo que comenzó siendo una
atención hacia unas telas y un colorido, se convirtió en una pasión hacia un
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pueblo primitivo —el pueblo de los Incas— y hacia una nación que supo
ganarlo e infundirle nueva savia vivificadora.
Un proyecto largamente acariciado, y que hace referencia a esa herencia
española, es el de trasladar a la tela las visiones de las distintas tierras de
España, a través de sus respectivos trajes regionales. Aparte de las que
titula las Baleáricas, referidas a las Islas Baleares, hay que reseñar las que
hacen referencia a Mallorca, Galicia, Cataluña, Segovia, Valencia, Murcia,
Zamora, Cáceres, Ávila, Salamanca y Canarias, sin olvidar a la clásica
lagarterana que resume y compendia ese tablado de la riqueza folklórica
española. Apenas iniciado el dedicado a las Canarias, la muerte truncó la
posibilidad de llevar a feliz término esa idea que hablaba, a su vez del
cariño, la simpatía y la admiración que profesó a España.
Proyección internacional
La obra americana y su interpretación del fabuloso Perú, le abrió las
puertas de la fama y del reconocimiento internacional. A raíz de las
exposiciones realizadas en América y en Europa —exposiciones
patrocinadas por el gobierno peruano— el nombre de Krekovic saltó al
primer plano de la actividad artística internacional. La aparición de una
obra como la suya, distinta a las demás por el tema y por la técnica
empleada, llamó la atención de público, crítica y comentaristas. Críticos
americanos y europeos dedicaron a Kristian Krekovic y a su obra los mejores
elogios. Todos ellos se hicieron eco de la originalidad del tema —los pintores
que hablan tratado el tema indiano no hablan alcanzado la fuerza, la
vivacidad y la riqueza de colorido de nuestro artista— y de manera
particular el buen hacer de que hace gala Krekovic en estos cuadros. Y en
todos estos elogios también se destaca la forma como el artista ha captado
no sólo la realidad de unos tipos y de unas escenas, sino el espíritu que iota
por encima de los actos puramente materiales, dando un sentido y una
significación a los temas tratados.
Si unimos a esto la proyección de los retratos hechos a personajes reales
—de los que hemos hablado al tratar al pintor como retratista— tendremos
explicado el porqué de esta proyección internacional de que disfruto y
disfruta su obra. El arte de Kristian Krekovic ha entrado a formar parte por
derecho propio, del acervo común al arte de todos los tiempos. Las palabras
que le dedicó aquel gran crítico de arte que fue Camille Mauclair — "Es uno
de los más grandes pintores de todos los tiempos” — autor f eliz del libro
41
La farsa del arte viviente, vademécum de los críticos de arte de nuestro
tiempo, y de aquella obra tan grata a los españoles La espléndida y áspera
España, habla por sí sola del valor de una obra y de su posterior proyección
internacional. Proyección que, a medida que transcurre el tiempo, adquiere
una mayor y más profunda realidad.
Entre los críticos y comentaristas que se han ocupado de su obra y cuyos
juicios se reproducen en otra parte de este libro, citaremos, aparte de la
relevante figura de Camille Mauclair, entre los extranjeros a J.L. Laurens,
Jehan Vellard, Florence Berryman, Tomás Beggs, Dorothy Grafly, Walter
Baum, Anna W. Olmsted, F. Lience Basil, Jean Hervieu y Robert L.
Voorhees. Y entre los de habla española, citaremos a Juan Antonio Lavalle y
J. Rovira Fors, José Prados López, Federico Galindo, Luis Gil Fillol, Felipe
Sassone, Ramón Loy, José Francés, M. Sánchez Camargo, Manuel Vegas
Castillo, Ernesto Foye, A. del Castillo, Ángel Marsá, Juan Cortés y L.
Figuerola-Ferretti.
La tragedia del hombre
Kristian Krekovic, formado en el humanismo cristiano, siente en lo más
profundo de su ser todo lo que hace referencia a! hombre. Y de una manera
especial, a la tragedia que envuelve a ese mismo ser. El artista ha sido
testigo de esa tragedia con ocasión de la I Guerra Mundial, y ha
experimentado en sus propias carnes el horror que todo aquello supuso.
Como buen humanista, nada humano le es ajeno, y como buen humanista,
también todo lo que se refiere al hombre es como si se refiriese a su persona.
Esa concepción humanística que tiene su entronque en el arte y en la
Literatura, halla su plasmación, a su vez, en el hombre como ser vivo y como
elemento básico, celular de toda sociedad humana.
Ante esta situación, a! artista que hay en Krekovic se une al humanista y
plasma, en dos telas harto significativas, esa tragedia del hombre de nuestro
tiempo. Se titulan Éxodo del siglo XX y Personas desplazadas. En esas dos
obras aparece, en toda su amplitud, lo que podríamos llamar la tragedia de
nuestro siglo, surgida a raíz de la I Gran Guerra Mundial. Krekovic, que ha
vivido los avatares de esta guerra y las consecuencias que de ella se
derivaron, ha trasladado a la tela esa tragedia. Y lo ha hecho con la fuerza
de haber sido víctima de ella.
Éxodo del siglo XX y Personas desplazadas son dos telas que marcan,
dentro la temática conjunta de Kristian Krekovic, lo que podríamos llamar
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un momento de reflexión. Un momento en el que el artista, lejos de
encerrarse en su torre de marfil, aporta su grano de arena a la lucha contra
esa tragedia. Estos cuadros, son testimonio vivo de lo que Europa soportó a
lo largo de esta centuria, y que supuso una dura prueba para todos. Y, de
una manera especial, para todos aquéllos que fueron víctimas directas de
esta tragedia que el mismo hombre desencadenó. El hecho mismo de que en
el cuadro Éxodo del siglo XX figuren, dentro de la carreta donde huyen
atemorizadas las gentes en busca de un lugar seguro, los retratos del pintor
y de su esposa, indica su vinculación a este mundo triste de la vida de
millones de seres indefensos. El otro cuadro, Personas desplazadas, nos
muestra a un grupo de personas —niños, jóvenes y ancianos— ansiosas ante
el mostrador de una oficina improvisada, en espera de una documentación
que les permita legalmente vivir. La poca atención que la encargada de la
oficina presta a los que se agolpan ante ella, acentúa más el desvalimiento
de estos seres víctimas de la tragedia.
Dentro del panorama que Europa ofrecía al final de la contienda, estos
dos cuadros de Krekovic constituyen una llamada de alerta, un aviso ante
futuras conflagraciones de este tipo, y un ejemplo vivo de lo que no deberla
ocurrir nunca más. La labor de Kristian Krekovic en este sentido, dejando a
un lado el valor artístico de estos dos cuadros, es digna de agradecimiento.
Por lo que tiene de reflejo de una realidad insoslayable y por lo que tiene de
testimonio ante las generaciones futuras.
“El éxodo del siglo XX”. En el cuadro figuran el artista y su esposa.
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La Nueva Era
Corolario obligado de la Tragedia del hombre, es lo que Kristian Krekovic
llama la Nueva Era. Proyecto ambicioso y quimérico que, sin embargo, habla
de una idea que baila en su mente y que no es otra cosa que el bienestar de
la humanidad. Toda su vida, tanto artística como humanamente hablando,
estuvo presidida por lo que podríamos llamar sus tres grandes amores, y que
constituyeron el móvil de toda su actuación. Fueron estos, su preocupación
por su pueblo de origen —Croacia—, por su pueblo de adopción —Perú y, por
extensión, España— y por lo que él llamó Nuevo Renacimiento de la
Federación Mundial, que no es otra cosa que esa Nueva Era que el tanto
ansiaba.
Con el fin de hacer posible esta idea humanitaria, Krekovic lanzó a!
mundo un llamamiento. Este llamamiento, redactado en cuatro lenguas, —
Español, Alemán, Francés e Inglés— dice así: “La vida en nuestro
superpoblado planeta está en grave peligro. Sus riquezas vitales se acercan
a su inevitable fin”.
“Urge una educación pacificadora de la juventud en todos los continentes,
en el espíritu de la no-violencia, de la justicia social, de la paz, de la belleza,
del amor y de la tolerancia entre todos los hombres, sin distinción de razas,
creencias, lengua, sexo o color”.
“Pronto se hallará el hombre en una encrucijada. Un camino conduce a la
catástrofe, el caos y la confusión moral y material; el otro, que es un
renacimiento universal, lleva a su salvación, al que se llega únicamente con
sanas ideas y nuevos esfuerzos espirituales y sacrificios materiales”.
“Feliz el mundo que vivirá en la paz del nuevo renacimiento, sin miedo ni
tiranías, en el que se viva según la ley suprema de todas las leyes, las que
enseñaron Confucio y Cristo: “No hagas a los demás lo que no quieres que
hagan contigo". “Con esta ley se lograría la sabiduría, la moderación, la
bondad, el orden y la paz en el futuro de los tiempos, si la ciega política
inconsciente y la bomba atómica nos da tiempo suficiente para llegar a la
nueva era de la fraternidad humana universal”.
-Esta idea —o mejor, este ideal— necesita de elementos materiales para
hacerla realidad. Toda idea, por abstracta que sea, necesita del soporte de la
material para hacerse sensible. La materia, en este caso, son los proyectos
arquitectónicos necesarios e imprescindibles para que esta idea tome cuerpo.
Son estos, la Academia, El Pangeión y el Pantempión. Tres proyectos
arquitectónicos ambiciosos y casi irrealizables, diseñados por el mismo
Krekovic. Proyectos que desaparecieron en 1940 a raíz del bombardeo
que destruyó todas sus obras, obligándole a comenzar de nuevo.
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Estos proyectos, son la plasmación de la idea primitiva y, de llevarse a la
práctica, habrían contribuido en parte a la ansiada paz mundial.
La Academia, viene a ser el crisol donde se fundirán los hombres que van
a formar la Nueva Era. En ella se contará con todos aquellos elementos que
puedan contribuir a una mayor formación: Biblioteca, Museo, Auditorium
para conferencias y conciertos, amén de las aulas necesarias para impartir
las clases. A la Academia acudirán aquellos hombres y mujeres a los cuales
se les asigna la labor reconstructiva de la humanidad. Labor que debe
iniciarse desde la infancia. Y para que su formación sea lo más completa
posible, se estudiarán las personalidades —filósofos, literatos, artistas,
músicos, etcétera— que en el mundo han dejado huella. Esta Academia
tenía que ubicarse en los Estados Unidos, ya que esta joven nación ha sabido
recoger y hacer suyas las aspiraciones de los hombres, en orden a un
perfeccionamiento individual y colectivo.
Otro proyecto es el Pangeión, dedicado a la armonía y convivencia
pacífica entre todas las naciones, como afirma el mismo Krekovic. Este
proyecto, consta de cuatro edificios, dedicados a oficinas del Gobierno
Mundial. En el centro de estos cuatro edificios, se levanta una torre de cien
metros de altura, que representa a los cinco continentes, que está adornada
con estatuas de bronce de siete metros de altura, representando los grandes
genios de la Humanidad. En el frontispicio de los cuatro edificios, podrá
leerse en cuatro idiomas —Latín, Chino, Inglés y Ruso— la ley de todas las
leyes, que dice así: "No hagáis a los demás, lo que no queráis que os hagan a
vosotros". Este edificio, sede del Gobierno Mundial, se levantará en Suiza,
ya que este país ha sido tradicionalmente un país neutral y, además, por su
misma estructura federal, es un país formado por gentes de distintas razas,
lenguas y religiones.
Y por último el Pantempión, edificio que alberga a todos los templos, y
que tiene como misión la de fomentar la tolerancia entre todas las creencias.
Estará formado por doce grandes templos representativos de los doce
grandes religiones mundiales. Dentro de estos, sesenta capillas más
pequeñas, albergarán a las distintas sectas en que cada una de estas
religiones se divide. En el centro de estas edificaciones, se levantará el Altar
de la Meditación, consistente en un globo terráqueo, sostenido por los doce
grandes intérpretes de la palabra de Dios: Moisés, Cristo, Mahoma,
Zoroastro, etcétera. Desde este altar podrá penetrarse dentro de los doce
grandes templos. Sobre cada uno de ellos, figurará el distintivo que los
caracteriza: La Estrella de David, La Cruz de Jesucristo, La Media Luna de
Mahoma, etc. Este templo debería levantarse en la ciudad india de Bombay,
45
ciudad que siempre ha demostrado una gran tolerancia en materia religiosa.
Estos son los proyectos que, en relación con la Nueva Era, perfiló
Krekovic y cuya plasmación, fue acariciando durante toda su vida. La
vastedad, la grandiosidad y el gigantismo —gigantismo material y
espiritual— imposibilitaron su realización. Sin embargo, ello queda como
expresión de una idea noble y de una Empresa digna de mejor suerte.
Mallorca en el corazón
Del mismo modo que su presencia en el Perú hizo posible la obra
americana del artista, su llegada a Mallorca y su permanencia en esta Isla
de por vida, desde que llegó a ella en 1960, hicieron posible el nacimiento de
obras referidas a los personajes mallorquines que han contribuido a perfilar
un pueblo y una personalidad. La compenetración del artista con la tierra
que le acogió tan benévolamente, y en la cual exhaló el último suspiro, fue
perfecta. Y si no, díganlo las obras que, en este sentido, nos ha dejado.
Krekovic estudió la historia de las Islas y se compenetró material y
espiritualmente con ella. Y de ese estudio nacieron una serie de obras que
pregonan a los cuatro vientos esa vinculación.
Figura principal de toda la historia mallorquína y, por ende, de la balear
es la del joven y animoso monarca Jaime I el Conquistador, que al
adueñarse de las Islas en 1229, las incorporó para siempre a los reinos y a la
civilización cristiana. La figura de este Rey, la ha plasmado en varias
ocasiones, siempre con la dignidad que requiere un personaje de esta
categoría. Lo mismo podemos decir de Jaime III, el Rey desafortunado, que
al intentar recobrar el Reino que le había sido arrebatado, halló
valerosamente la muerte en la batalla de Llucmajor. Estas dos figuras
reales, merecieron la atención minuciosa del pincel de Kristian Krekovic.
Otra de las figuras representativas de la historia mallorquina, que el
artista trasladó a la tela, fue la del filósofo, teólogo, pedagogo y poeta Ramón
Llull. El autor del Art General, del Arbre de la Ciencia y de Doctrina Pueril,
mereció la interpretación del artista. Lo hizo teniendo en cuenta las luchas
ideológicas y humanas del gran visionario. Tratamiento parejo mereció el
Arquitecto Guillermo Sagrera, autor de la Lonja palmesana y de la atrevida
escalera del Castel Nuovo de Nápoles, una de las figuras más
representativas del gótico mediterráneo. Como la ha merecido también la
46
de aquel gran evangelizador y colonizador que fue Junípero Serra, quien
desde su Petra natal salió hacia América y llegó a la costa occidental de los
Estados Unidos, en donde realizó la gran empresa de fundación de pueblos y
ciudades a lo largo del llamado Camino Real, y que desde la frontera de
Méjico a San Francisco, llevó la llama de la fe cristiana y de la civilización
occidental. Las hoy populosas ciudades de Los Angeles y San Francisco,
fueron fundadas por este mallorquín, que, aunque bajo de estatura, era
grande de corazón.
Todas estas obras, aparte una serie de paisajes naturales -especialmente
marinas, insólitas dentro del conjunto de su obra- hablan de amor y de
compenetración seria y profunda. Su amor a Mallorca, la que llevó siempre
en el corazón, fue un amor intenso y fuertemente sentido.
El Museo Krekovic
Bajo el título de "Centro cultural Hispanoamericano—Fundación Museo
Krekvic", comenzó a funcionar este Museo, instalado en un principio en la
Finca de Son Fusteret, situado en los alrededores de Palma, en el Km. 3 de
la Carretera Vieja de Bunyola. Hoy se halla definitivamente ubicado en un
magnífico edificio, rodeado de Jardín y construido exprofeso en la Calle
Ciudad de Querétaro del Polígono de Levante. Este edificio, alberga 150
obras distribuidas entre tres salas. La primera de ellas está dedicada al
Imperio de los Incas, la segunda a España y la tercera al Perú y a la paz
internacional. Todo el Museo respira paz y serenidad. Para este Museo,
ilusión de toda su vida, Kristian Krekovic escribió unas líneas que, por
explicar la raíz y la razón del mismo, no podemos menos que transcribir
íntegramente. Dirigidas a los visitantes españoles, dicen así:
"Visitante español: por favor cuide y guarde este Museo como su propio
patrimonio. Es suyo. Esta Obra Cultural pictórica es la única en el mundo
que presenta un excepcional "monumento y lazo perpetuo" entre España y el
fabuloso Mundo Hispanoamericano. Es un regalo a los pueblos de España
del que suscribe: Pintor Croata—Peruano Kristian Krekovic y su esposa.
"La colección completa está realizada con mis propios medios, esfuerzos y
sacrificios, sin encargo de nadie y sin apoyo económico de ningún gobierno ni
de ninguna institución.
"Es una Obra de Amor y pasión por el arte, realizada durante medio siglo
47
S.M. La Reina Sofía en la inauguración del Museo Krekovic. Junto a la Reina, Sina
y Kristian Krekovic.
con esfuerzos casi sobrehumanos y grandes sacrificios económicos, sin avidez
de fortuna, sin ambición de fama, sin vanidad y sin ninguna finalidad
comercial.
"Viviendo muy modestamente, mi mujer y yo, sacrificando nuestras vidas
y todo lo que poseemos para la realización de este Museo y del Centro
Cultural Hispanoamericano en España, ofrecemos al visitante español con
todo corazón el resultado de este esfuerzo de nuestras vidas: mi contribución
para la comprensión humana mutua con el mundo Hispanoamericano, más
varios proyectos y cuadros dedicados a la Paz Mundial y a la fraternidad
entre toda la humanidad".
"En la tercera sala del Museo, pueden verse mi ferviente y apasionada
ilusión y mi modesta contribución a la idea de la Paz Universal y a un
Nuevo Renacimiento Mundial, proyectos realizados en el año 1926".
Este Museo, dependiente del Centro Cultural Hispanoamericano,
funcionó hasta 1986 bajo un patronato formado por un grupo de
mallorquines animosos, amantes de la obra de Krekovic, y de lo que esa obra
representa para la cultura española. Dicho patronato, bajo la presidencia de
D. Jaime Enseñat Alemany, estaba formado por Kristian y Sina Krekovic,
Gaspar Sabater Serra, Bernardo Julià Rosselló, José Mascaró Pasarius,
48
Perspectiva de la “Sala I” del Museo Krekovic.
Antonio Capllonch Aguiló, Antonio Gutiérrez Ubierna y José Planas Llabrés
de Jornets que actuaba de Secretario. A partir de 1986, y habiendo fallecido
ya el artista, el Museo con sus instalaciones anejas y el conjunto de las obras
existentes pasó a depender de la Comunidad Autónoma de las Islas
Baleares, puesto bajo la tutela de la Consejería de Educación y Cultura.
Este Museo, por la índole del mismo, la significación que tiene y el valor
artístico de las obras que lo componen, es uno de los más interesantes que
existen. Basta asomarse al mismo, cuidado con amor por el propio artista
hasta el momento de su muerte y luego por su inseparable esposa, compañera y colaboradora, para darse cuenta de lo que él representa. Todo un
mundo de arte y de história se mezclan para entonar el mayor canto que se
ha hecho a la labor colonizadora y misionera de España en América. Y, al
mismo tiempo, para mostrarnos el sustrato de lo que es el hispanoamericano
de hoy en su mezcla con los españoles que, en solidaridad y conjunción con el
pueblo aborigen, crearon las naciones de Hispanoamérica.
Este Museo Krekovic, aspiración permanentemente acariciada por el
artista, bajo los auspicios de la Comunidad Autónoma de las Islas Baleares,
pasó a depender del Consell Insular de Mallorca en 1995, y con ello a formar
parte definitivamente del patrimonio cultural de nuestra isla.
49
La obra de Krekovic vista por la crítica
En este capítulo se recogen algunas de las opiniones vertidas sobre la
obra de Kristian Krekovic que contribuyen a subrayar el valor de una obra y
una actuación.
"El poderío de las magistrales composiciones pictóricas de Kristian
Krekovic, de contenido profundamente filosófico y social, hacen de él uno de
los más grandes pintores de nuestro tiempo. Se nos presenta solo, aislado,
con su expresión altamente personal y original, su fuerza primitiva, el
poderío dinámico de sus personajes, la inagotable imaginación que le
caracteriza".
(Camille Mauclair)
"Exposición espectacular en el más amplio sentido de la palabra, esta de
Kristian Krekovic, que ganará a buen número de visitantes por su concepto
y colosalismo, por su brillantez y su exotismo".
(L. Figuerola-Ferreti)
"El sentimiento de Kristian Krekovic hacia el mundo es único. Impregna
todo su arte e impregna con extraordinaria creatividad y constructivo
carácter".
(Mahatma Gandhi)
"Técnicamente hablando Krekovic se ha formado en los maestros vieneses
y franceses de su época. El estudio de los viejos maestros ha permitido a su
personalidad el poder realizar su misión".
(J.P. Lawrence)
50
"De sensacional, sin exageración ninguna, puede calificarse la exposición
que nos presenta el pintor Croata-Peruano Kristian Krekovic. Sus lienzos, la
mayoría de ellos de gran tamaño, de pululante y complicada composición,
ponen de relieve un dibujo de fidelísima descriptibilidad, un duchísimo
manejo del claroscuro y una paleta rutilante y lumínica".
(Juan Cortés)
"Exposición admirable esta de Kristian Krekovic, por la grandeza, la
fuerza y la verdad".
(Jehan Vellard)
"El esfuerzo, la audacia en la concepción y en la realización, la seriedad
del trabajo paciente y poderoso, ahí están en estas telas de dimensiones
inusitadas que Kristian Krekovic concibió para formar parte de un conjunto
colosal dispuesto a entrar en la posteridad como una obra de magnitud
apenas previsible".
(Ángel Marsá)
"La técnica maestra de Krekovic se adapta bien a los monumentales
temas que ha pintado con ímpetu y fuerza al mismo tiempo que con belleza.
Los resultados son excepcionalmente asombrosos".
(Florence Berryman)
"Seguro el dibujo y ambiciosa y muy estudiada la composición de
pincelada corrida y sensual, emplea Krekovic el colorido buscando efectos de
relieve y misterio lumínico".
(A. del Castillo)
51
"La maravillosa exposición de Krekovic que nos llega del Perú es
monumental. Los oros brillantes y el fulgor de sus rojos y azules,
animan con esplendor estas escenas del pasado y presente del
Fabuloso".
"La obra de Kristian Krekovic da fe de una personalidad artística
cimentada en un rigor clasicista que se traduce en un dominio del
dibujo, de la composición y del color. Color que por medio de una técnica
a la vez apretada y desenvuelta, magistral en su enorme flexibilidad y
potencia expresiva, sabe conjurar con mano expertísima para obtener
volúmenes, claridades y claroscuros tanto o más elocuentes que las
restallantes pigmentaciones fastuosas".
(Ernesto Foye)
"Krekovic presenta en esta exposición una extraordinaria serie de
telas. A las joyas y tejidos se les ha dado una calidad brillante y casi
tridimensional: el trato que el pintor da a la figura se parece al de un
escultor".
(Dorothy Grafly)
"Kristian Krekovic, pintor peruano de origen croata, ha dedicado su
vida y su arte al fabuloso imperio de los Incas, Preincas y al actual
folklore hispanoamericano, con tal derroche de amor y verdad, arte y
saber, fuerza y sensualidad, sacrificio y perseverancia, como no lo ha
realizado pintor alguno en la historia artística de América".
(Manuel Vegas Castillo)
"Krekovic está creando su propio arte, significativo y con una
calidad imperecedera''.
(Walter Baum)
52
"La pintura de Kristian Krekovic posee una plástica brillante y efectista,
en tal grado que la misma calidad rutilante se presta a los rostros y a las
gemas, metales y atuendos, lo que indica su finalidad decorativa".
(M. Sánchez Camargo)
"No han faltado en el año 1957 exposiciones de artistas extranjeros.
Algunas de tan extraordinaria importancia como la del pintor Croataperuano Kristian Krekovic, de un ímpetu cromático deslumbrador, de una
exaltación étnica, costumbrista y arqueológica sorprendente".
(José Francés)
"Nos hemos sentido estremecidos y penetrados ante estos cuadros de
Krekovic en esta exposición sobre el presente y el pasado del Perú, que ha
despertado un enorme entusiasmo en toda la ciudad y que ha llevado al
Museo un público sin precedentes".
(Anna W. Olmsted)
"Los lienzos de Krekovic, aparte su interés temático y buena composición
están dibujados y pintados con varonil maestría que se observa en la
violenta energía de la pincelada, la untuosidad abundante y cálida de la
materia y la precisión e intensidad de la línea".
(Ramón Loy)
"Kristian Krekovic es un artista verdadero que no descuida jamás la
armonía. Por eso cuando elogio a Kristian Krekovic porque pinta lo que ve y
ve el color justo y la forma exacta y los traslada al lienzo, me refiero a la
única pintura que puedo sentir sin entender: La pintura realista por las
buenas, la pintura que tiene el modelo delante, la pintura que aprisiona el
instante que huye. Y este es el caso de Kristian Krekovic".
(Felipe Sassone)
53
"Desde Zorn y Joaquín Sorolla no habíamos visto un pintor de tanta
potencia. Kristian Krekovic como Miguel Ángel y, después, Sorolla en otro
aspecto, posee ese don sobrehumano de la fuerza física, cuya equivalencia
espiritual es el portento".
(Luis Gil Fillol)
"Decorativa y expresionista es la pintura de este pintor croata; pintura
basada en una técnica y un dibujo de esencias netamente académicas. De la
concomitancia de estas circunstancias brota un arte imperioso y fuerte, rico
en colorido y en calidades, y nutrido de internas corrientes espirituales".
(Federico Galindo)
"Los cuadros de Krekovic están forjados a golpe de Titán, como dicen que
actuaban los dioses legendarios, como trabajan los escultores gigantes de
ayer y de hoy".
(José Prados López)
"Krekovic es un ejemplo poco corriente de voluntad, unida a una
excepcional condición de artista y científico. En un par de años, ha creado
esa obra suya que ha impresionado a los más exigentes críticos de arte,
historiadores y hombres cultos".
(J. Rovira Fors)
"Indiscutiblemente una de las bases principales de la obra de Krekovic
radica en el dibujo cuyo dominio hace sensible de forma meritoria. Por la
línea aspira a lo monumental, influenciado de Miguel Ángel, seguramente
buscando el movimiento. Los tonos recuerdan a Zurbarán, digamos que con
la idea de reflejar, por el estilo, el concepto de la cultura española".
(Fernando Lience Basil)
54
"Técnicamente hablando ha sido formado por los vieneses y franceses de
su época, pero esa formación no fue más que el punto de partida: el estudio
de los grandes maestros y de la Historia del Humanismo han permitido a su
personalidad imponerse y de ahí realizar su misión".
(Jean Hervieu Causse)
"Tiene más la contextura física de un escultor que de un pintor. Por eso,
quizá, su obra pictórica tiene un volumen escultural y sus pinceladas
adquieren relieve de martillo y de escoplo".
(José Antonio de Lavalle)
"Kristian Krekovic expone cincuenta de sus pinturas y nada de lo jamás
visto en Siracusa puede igualarse en fuerza virilidad y excelencia pictórica,
presentando una de las más grandes civilizaciones como es la de los
Preincas e Incas del Perú. Los intensos colores de un dorado imperio
vuelven a revivir en las magníficas pinturas que reflejan estas culturas
indígenas. Esta muestra es una de las que jamás se olvidan".
(Robert L. Voorhees)
55
Jóvenes mallorquinas.
56
La construcción de Sacsahuaman.
57
Visión secular (Lago Titicaca).
58
El Rey Don Jaime I.
59
Tejedoras de Ancón (Perú).
60
Las vírgenes.
61
Tocadores de Pinculio.
62
Indio con alpaca.
63
El tocador de Quena.
64
Madre de Ayauiri.
65
El Inca Hijo del Sol.
66
Dos alcaldes indígenas.
67
Hombres de Paracas.
68
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72
INDICE
Primera Parte: El Artista
Nacimiento y primeros pasos. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
La llamada del arte. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
París. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Perú. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Sina Krekovic, esposa y colaboradora. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
En Zagreb. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
El exilio. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
De nuevo Perú. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Llegada a Mallorca. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Visita al Papa. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Últimos años del artista. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Perfil humano de Kristian Krekovic. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
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Segunda Parte: La Obra
Técnica y espíritu. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Artista ciclópeo y monumental. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Kristian Krecovic, retratista. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Sus raíces croatas. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
El fabuloso mundo del Perú. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
La herencia española. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Proyección internacional . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
La tragedia del hombre. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
La Nueva Era. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Mallorca en el corazón. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
El Museo Krekovic. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
La obra de Krekovic vista por la crítica. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Bibliografía. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
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