SACERDOTES EN EL CORAZÓN DE CRISTO

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SACERDOTES EN EL CORAZÓN DE CRISTO
Reflexión dominical 13.06.10
Mons. José Ignacio Alemany Grau. Obispo
Normalmente todos somos poco agradecidos.
Me encantaba el obispo Juan de Chulucanas
que siempre daba gracias a todos,
especialmente a los sacerdotes, hasta por las
cosas más pequeñas.
Creo que una de las cosas que más debemos
agradecer siempre a Dios es habernos dejado a
los sacerdotes.
Por eso quiero transcribir las palabras con que
el cardenal Cañizares terminaba su reflexión
con los sacerdotes, para que las hagamos
nuestras:
Después de agradecer a los que “me han
ayudado a ser lo que soy y que de ningún modo
merezco ser: un sacerdote, sencilla y
gozosamente un sacerdote”, añadía:
“Doy las gracias, por ejemplo, a ese gran
sacerdote de mi pueblo, durante 45 años, que
entre las numerosas manifestaciones de su
caridad de buen pastor, fue capaz de dejar su
casa a los apestados y cargó a espaldas a los
muertos para darles digna sepultura.
Doy las gracias al sacerdote ejemplar y
apostólico que me llevó al seminario y me
orientó a través de ese camino que ha llenado
de alegría mi vida.
Quiero dar las gracias a tantos sacerdotes que
están dedicando toda su vida a las misiones, a
los países más pobres y al servicio de los más
pobres, de los que nadie se preocupa… los
numerosos sacerdotes que trabajan en el
anonimato de las ciudades, que tienen que
afrontar dificultades generadas por una corriente
de secularización fortísima y cambios de
mentalidad, debidos a una nueva cultura…”
Yo también quisiera que todos nosotros
tomáramos conciencia de lo que es para cada
uno de nosotros, para la Iglesia y aun para la
humanidad el regalo que Jesús nos dejó: los
sacerdotes.
Sabemos muy bien que últimamente han salido
al aire las debilidades de algunos hermanos
sacerdotes. ¡Es la pobreza que cargamos!
Quizá, incluso, puede ser que para algunos esto
mismo les haya hecho entrar en crisis de fe si
no han sido capaces de mirar más allá de la
prensa y pensar que detrás de estas debilidades
de un grupo pequeño se encuentra un ejército
de cuatrocientos mil sacerdotes valientes,
comprometidos y fieles al celibato que le
ofrecieron a Jesús como una prueba de su
amor.
Ellos son la gran riqueza de la Iglesia de Jesús
que, en el fondo, tantos envidian.
Es importante que frente a esa difamación surja
entre nosotros una conciencia clara de lo que
significa el tesoro que nos ha dejado el Buen
Pastor, cuya fiesta celebramos hoy.
Benedicto XVI nos explica así que Jesús
apacienta a su grey a través de los pastores de
la Iglesia: “Es Jesús mismo quien la guía, la
protege, la corrige porque la ama
profundamente. Pero el Señor, pastor supremo
de nuestras almas, ha querido que el colegio
apostólico, hoy los obispos en comunión con el
sucesor de Pedro, y los sacerdotes, sus más
preciosos colaboradores, participaran en esta
misión suya”.
Es bello considerar que Jesús mismo es quien
actúa en los sacerdotes. En efecto, mediante
ellos nos devuelve la paz, en el confesonario,
nos alimenta en la Eucaristía y nos enseña en
las Escrituras.
“Los presbíteros son presencia sacramental de
Cristo, sacerdote y Buen Pastor de nuestra
vida…. Son de por sí un don de Dios a los
hombres… ofrecen a Cristo en persona, que es
el Camino, la Verdad y la Vida, Luz que ilumina
nuestros pasos, Amor que no tiene límites y que
ama hasta el final…”.
Estas son palabras del cardenal Cañizares que
añade algo muy importante:
“Los sacerdotes no son solo algo conveniente
para que la Iglesia funcione bien; más bien hay
que reconocer que los sacerdotes son
necesarios para que la Iglesia exista”.
A algunos les pueden parecer una exageración
estas palabras pero será bueno recordar lo que
se nos repitió en el Simposio Teológico del
Congreso Eucarístico y Mariano de Lima: “el
sacerdote realiza la Eucaristía; es decir, hace
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presente a Jesús entre nosotros. Por eso sin la
Eucaristía no habría presencia de Jesús y por
tanto no habría Iglesia”.
Les invito no sólo a agradecer el sacerdocio de
la Iglesia sino a aprovecharse bien de los
sacerdotes con lo cual Ustedes se enriquecen y
nos ayudan a nosotros.
El cardenal Meisner dice a este propósito:
“cuando fieles cristianos me preguntan: ¿cómo
podemos ayudar a nuestros sacerdotes?, yo
siempre respondo: Id a confesaros con ellos”.
Esto quiere decir que cuando le pedimos al
sacerdote aquello que corresponde a su
ministerio le ayudamos a ser más sacerdote.
pensaba escribir, quiero terminar animando a
mis hermanos sacerdotes con estas palabras
del cardenal Cañizares: “no os echéis para atrás
ante el duro trabajo del Evangelio. Nuestra vida
sacerdotal vale la pena; somos necesarios.
¡Ánimo! ¡Adelante!
¡Amad vuestro sacerdocio! ¡Sed fieles hasta el
final!
Sabed ver en él ese tesoro evangélico por el
que vale la pena darlo todo”.
Después a los demás asistentes a su
conferencia les dijo: “Y a todos los demás pido
reconocimiento,
ayuda,
comprensión
colaboración y oración por los sacerdotes”.
Aunque se me acaba el espacio y siento la
sensación de no haber dicho nada de lo que
José Ignacio Alemany Grau, Obispo
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