SACERDOTES DE CRISTO - Vicaría de San Pablo

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SACERDOTES DE CRISTO
Hablar del sacerdocio no sólo resultaría amplio y abundante, sino delicado y profundísimo.
Me parece que mucho ayudaría encuadrar el tema si partimos y compartimos de la propia experiencia
personal.
San Juan Pablo II, que fue todo un modelo sacerdotal, decía en una ocasión: “Cada vocación es una
historia de amor única e irrepetible”. Y de verdad que así se las gasta Dios, porque de hecho, toda
persona, prescindiendo de la vocación sacerdotal, sea cual sea su propio estado de vida, consciente de
las maravillas que el Señor obra en cada una de sus criaturas, si es alguien que vive de fe, confirmará
esto que decimos, aunque le “llueva en su milpita” con amargas experiencia personales, familiares,
de enfermedad o de muerte, de crisis morales o económicas, etc., si es una persona de fe -repito- se
gozará y bendecirá a cada momento a nuestro buen Dios por ser un Padre amoroso y providente, que
nada se le escapa, porque a todos y a cada uno de nosotros nos conoce muy bien y nos lleva de su
mano (los problemas vienen cuando nos soltamos).
Con este presupuesto, y sin olvidar nunca de que Dios es el que llama: “No son ustedes los que me
han elegido, soy yo quien los ha elegido” (Jn 15,16), el Señor elige y llama a quien quiere, cuando
quiere y como quiere… Libremente llama y libremente se responde sí o no. Y Él sabrá por qué éste
sí y aquel no, que humanamente se ve más capaz, y Él de antemano ya sabe quién perseverará, quién
se echará para atrás, quien le será fiel y quien le traicionará. Él nos conoce, Él corre el riesgo porque
sabe de lo que somos capaces, y respetando siempre nuestra libertad, dejará de nuestra parte que
fluya la generosidad en diversa intensidad, desprendiendo ya de cada quien la propia entrega en su
consagración.
Ahora bien, para que podamos conocer, valorar y comprender (si no todo, al menos algo) no sólo el
sacerdocio en general, sino a nuestros sacerdotes en particular, es preciso tomar en cuenta algunos
factores que son decisivos y marcan definitivamente, para toda la vida a las personas (y aquí se
podrían aplicar para todas las demás vocaciones: al matrimonio, religiosas, etc.).
Destaco cinco factores que influyen en toda vocación:
1) LA FAMILIA Y EL ENTORNO
No cabe duda de que “la familia es la célula de la sociedad”, y una sociedad sana dependerá de una
familia limpia, de un hogar que, aunque pobre y humilde, pero con valores morales y convicciones
acendradas, podrá ofrecer individuos civilizados y personas con altos ideales de entrega y
superación para beneficio de la cultura, las artes, el deporte, la política y, claro está, para la Iglesia:
ministros con tres “s”: sanos, sabios y santos.
2) LA FORMA DE SER DE CADA PERSONA
Obviamente somos muy distintos cada uno. Desde la misma familia, cada hermano es diferente al
otro, como distinto es cada dedo de la mano, y la madre los ama a todos ellos, sin embargo, cada uno,
cada persona tiene su propia forma de ser, su psicología, su carácter, sus capacidades y deficiencias,
etc., en una palabra: carismas y cualidades propias con las que Dios tuvo a bien bendecir a
determinada persona de cualquier época, clase y condición, y que este sujeto supo aprovechar lo poco
o lo mucho que el Señor le dotó para bien suyo, de la sociedad y gloria del Creador. Y todos tenemos
algo que Dios nos ha dado pero no lo hemos sabido aprovechar.
3) LA HISTORIA DE SU VOCACIÓN
Para cada persona, creada a imagen y semejanza de Dios, con un valor y una dignidad grandiosa,
existe un plan hermoso y maravilloso, un proyecto de amor y de felicidad para lo cual fue puesto
en esta tierra. Toca a cada uno de nosotros buscar y encontrar dicho proyecto, que es precisamente su vocación o llamada específica, para la cual quiere el Creador que se realice plenamente
como ser humano, de acuerdo a sus capacidades y talentos, para que lejos de todo egoísmo, y
pensando solamente en servir dándose a los demás, explote al máximo esa capacidad de amor
que tiene en su corazón y sea feliz en el matrimonio o en la virginidad en la vida consagrada
como sacerdote de Cristo o religioso(a). Recomiendo aquí leer el No. 11 de la Exhortación
Apostólica Familiaris Consortio, de Juan Pablo II.
4) SU FORMACIÓN EN EL SEMINARIO
Hablando más específicamente de la vocación al sacerdocio ministerial, aquí entramos ya a la
formación de los candidatos. Si formar laicos cristianos es importante, tanto y más es formar futuros
pastores del Pueblo de Dios. ¡Formar formadores! vaya tarea tan grave y delicada. Es algo análogo
(semejante) a la tarea que Dios ha encomendado a los padres de familia para educar a sus hijos. Pero
aquí ya suponemos personas adultas, jóvenes conscientes de que el Señor ya les ha hecho una especial llamada de predilección y, por tanto, deben dejarse modelar y formar en esas cuatro áreas dentro
del Seminario: humana, espiritual, intelectual y apostólica. Algunos documentos de la Iglesia fundamentales para la formación de seminaristas son: La formación Sacerdotal, del Concilio Vaticano
II; El Celibato Sacerdotal, del Papa Pablo VI; y Pastores Dabo Vobis, del Papa Juan Pablo II; y otros
más… Invariablemente, según como vemos actualmente a nuestros sacerdotes, así fueron formados o
deformados en el Seminario. Y si notamos a alguno distinto, mejor, más virtuoso o con cierta espiritualidad, seguramente recibió ayuda o formación extra, por otros buenos sacerdotes o algún movimiento apostólico.
5) SU EXPERIENCIA MINISTERIAL
Algo que marca mucho o influirá en la proyección de los recién ordenados presbíteros (y ya
desde Diáconos), será la acogida, el apoyo y acompañamiento formativo que les toque en sus primeros destinos: párrocos idóneos y comunidades parroquiales vivas, que de veras les ayuden (y se dejen
ayudar) pues son jóvenes sacerdotes sin experiencia en el pastoreo. Además de que nunca deberán
descuidar los medios de su santificación que son básicos: la celebración de los diaria de la santa
Misa, el rezo completo del oficio divino o liturgia de las horas, la oración y meditación personal,
un rato diario de estudio y de lectura espiritual, el rezo del Rosario y de la devoción a la Virgen,
la Confesión frecuente y la Dirección espiritual, los deberes pastorales, el contacto con el presbiterio y el obispo, etc.
Conclusión. Ya el tiempo, con sus vicisitudes, curtirá y madurará al “padrecito” que, como sabio
y prudente ministro del Señor, no descuidará jamás esas cuatro áreas seminarísticas, antes bien, las
prolongará y adaptará a su estilo de vida sacerdotal, pues la formación nunca termina. Y así
tendremos a ese fiel, servicial, alegre, sano, sabio y santo sacerdote que el Pueblo de Dios, con gran
intuición, identificó desde hace siglos: “el SACERDOTE es ¡OTRO CRISTO!”.
Pidámosle mucho a Jesús, Buen Pastor, para que nunca nos falten sacerdotes santos.
Pbro. José Angel Fernández Martín
“El sacerdote es verdadero mediador entre Dios y los hombres”
Sto. Tomás de Aquino
“Necesitamos sacerdotes plenamente dedicados al ministerio,
convencidos del ministerio del que son portadores”
Juan Pablo II
“Necesitamos sacerdotes entusiastas de su entrega total al Señor en el celibato”
Juan Pablo II
“Todo aquel que se acerque al sacerdocio
debe volver sazonado con la sal de su palabra”
San Gregorio Magno
Una promesa de san Juan Bosco, fundador de los Salesianos:
"Un sacerdote es la mayor bendición para una familia y todos los que ofrecen
sus hijos a la Iglesia serán bendecidos por muchas generaciones.
Tienen el cielo asegurado".
EL SACERDOTE ASÍ DEBE SER:
Vivir en medio del mundo
sin desear sus placeres;
ser parte de cada familia
sin pertenecer a ninguna;
participar en todos los sufrimientos,
penetrar en todos los secretos,
curar todas las llagas;
ir de los hombres a Dios
y ofrecerle sus oraciones,
volver de Dios a los hombres
y traerles el perdón y la esperanza;
tener un corazón de fuego
por la caridad,
y un corazón de bronce
por la castidad,
enseñar y perdonar,
consolar y bendecir siempre.
¡ Dios mío, qué vida !
Y ésta es tu vida:
¡ SACERDOTE DE CRISTO !
ORACION POR LOS SACERDOTES
Dios Todopoderoso y Eterno, mira con amor el rostro de tu Hijo y por
amor a Él que es el Sumo y Eterno Sacerdote ten misericordia de tus
sacerdotes. Acuérdate, oh compasivo Señor, que ellos no son sino
frágiles y débiles seres humanos. Remueve en ellos el don de la
vocación que de modo admirable se consolidó por la imposición de las
manos de tus Obispos. Mantenlos siempre cerca de Ti. No permitas que
el enemigo les venza, para que nunca se hagan participes de la más
mínima falta contra el honor de tan sublime vocación.
Señor Jesús, te pido por tus fieles y fervorosos sacerdotes así como por
los sacerdotes infieles y tibios; por los sacerdotes que trabajan en su
propia tierra o los que te sirven lejos, en lugares o misiones distantes;
por tus sacerdotes tentados, por los que sienten la soledad, el tedio o el
cansancio; por los sacerdotes jóvenes o por los que estén a punto de
morir así como por las almas de sacerdotes en el purgatorio.
Pero sobre todo, te encomiendo los sacerdotes que más aprecio: el
sacerdote que me bautizó o me ha absuelto de mis pecados; los
sacerdotes a cuyas misas he asistido y me han dado Tu Cuerpo y Sangre
en la Comunión; los sacerdotes que me han aconsejado, me han
consolado o animado y aquellos a quienes de alguna forma les estoy
más en deuda.
Oh Jesús, mantenlos a todos cerca de tu Corazón y bendícelos abundantemente en el tiempo y en la eternidad.
AMEN
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