MARÍA, mujer orante

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MARÍA, MUJER ORANTE, ABIERTA A DIOS
MODELO EVANGÉLICO
“María que se compadece de los dolores de su Hijo muy amado y
de las miserias de los hombres será el hermoso modelo
que estudiarán sin cesar para conformar con él sus sentimientos
y toda su conducta (M.G.)
Introducción
Mirar a María como la Iglesia nos la presenta hoy más en
consonancia con la teología y la espiritualidad de nuestro tiempo
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Lumen Gentium, cap. VIII (1963). La “nueva” figura de María aparece:
“la Stma. Virgen María, Madre de Dios, en el misterio de Cristo y de la
Iglesia
Pablo VI, en su encíclica Marialis Cultus (1974) presenta el culto
mariano en la Hª
Juan Pablo II en su encíclica Redemptoris Mater de 1987.
Son documentos basados en el lenguaje del Evangelio –seleccionar
textos- y a la vez cercanos a la sensibilidad actual de la comunidad cristiana.
El Evangelio es donde se nos dibuja la imagen más atrayente y actual de la
Madre del Señor, modelo para nuestro camino de fe, madre valiente que
estuvo al lado de Jesús y sigue estando a nuestro lado y al lado de la Iglesia.
1. Una mirada nueva sobre María
Hoy se ve en María sobre todo su fe, su disponibilidad para con Dios,
su escucha de la Palabra, su actitud de oración y de alabanza, su sentido de
solidaridad para con los demás, su participación activa en la comunidad, su
fortaleza ante las dificultades, su generosidad en el cumplimiento de su
misión...
Se acentúa mas que nunca su unión con Cristo Jesús. Por designio
de Dios estuvo al lado de Cristo , en íntima comunión con El en su obra de
salvación, es recordada y celebrada a lo largo del Año Litúrgico en esta
misma clave de unión con su Hijo: la Madre aparece siempre vinculada al
recuerdo de Cristo, desde la espera del Adviento y la alegría de Navidad,
hasta el dolor de la cruz, triunfo de la Pascua, la presencia maternal en la
comunidad de Pentecostés y el triunfo compartido de la Asunción.
Se la ve con preferencia como miembro de la Iglesia por su cercanía
a la comunidad cristiana, hermana y madre de los cristianos, motivo de
esperanza para los que la contemplan como prototipo de lo que Dios ha
querido hacer en la humanidad y de lo que la humanidad ha sabido
responder a Dios.
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Y sobre todo, su fidelidad al Espíritu Santo, que la llenó de su gracia
para que fuera la Madre de Cristo y el prototipo de la comunidad eclesial...
¿Qué significa hoy, para nosotros, “...conformar con él (el modelo que
es María) nuestros sentimientos y conducta”?
El último Capítulo General de las Hna. de la Compasión invita a
“Redescubrir el lugar de María en nuestra espiritualidad para que
dinamice nuestras vidas según la intuición del Fundador (Cdo. XVIII
C.G. 30)
2. Mujer orante, abierta a Dios
María mujer de Israel...
Mujer sencilla, abierta a los demás y solidaria con los que necesitan
ayuda. Experta en dolor y recia ante las dificultades que fue encontrando por
el camino.
Pero sobre todo, María como orante, abierta totalmente a Dios,
disponible a su querer
Textos:
3. Mujer creyente que escucha la Palabra
María dijo “si” a Dios. Dejó que su Palabra actuara en su vida. La fe
es una respuesta personal a lo que Dios propone.
Una de las actitudes que más pone de relieve la Iglesia al hablar de
María es la actitud creyente. María de Nazaret es como el espejo de todas
las personas que, desde el pueblo de Israel hasta la Iglesia actual, han
sabido aceptar a Dios en sus vidas. Así como Eva dijo “no”, María dijo “si”,
“respondió con todo su yo humano, femenino”, con “una disponibilidad
perfecta a la acción del Espíritu Santo” (RM 13)
Luc. 1, 26 ss..
Cuando el ángel le comunicó su mensaje, “ella, llena de fe y
concibiendo a Cristo en su mente antes que en su seno, dijo: “he aquí la
esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra” (MC 17, citando a S.
Agustín).
Después del “habla, Señor que tu siervo escucha”, del joven Samuel y antes
del “ Señor ¿qué queréis que haga”? de Pablo, encontramos el “hágase en
mí según tu palabra” de María de Nazaret. El modelo de tantas personas
que han dicho y siguen diciendo lo mismo en su vida desde circunstancia no
siempre fáciles.
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Recordemos la fe de Abraham que cuando todo parecía ir en contra de las
promesas de Dios –tener descendencia en su edad anciana, poseer la tierra
de Canaan- siguió creyendo y con su obediencia confiada se convirtió en el
patriarca de todos los creyentes de NT.
La mejor aproximación, no obstante, que podemos establecer para este
“hágase” de María es la actitud radical que la carta a los Hebreos atribuye a
Cristo en el momento de su encarnación: “he aquí que vengo a hacer, oh
Dios, tu voluntad” (HB. 10, 5-7)
Con razón su prima Isabel alabó a María y la llamó bienaventurada por su
actitud de fe: “dichosa tú, porque has ceído (Luc. 1, 45). L ángel la había
felicitado porque era “llena de gracia” de parte de Dios. Ahora se la felicita
porque ha sabido responder con su fe. Bienaventuranza que se repite en
labios del mismo Jesús, cuando, ante el piropo de una mujer del pueblo –
“dichosos el seno que te llevó y pospechos que te criaron”- él contesta:
“mejor dichosos los que escuchan la palabra de Dios y la cumplen (Luc 11,
27-28), actitud que se cumplió mejor que en ninguna otra persona, su madre.
4. María, discípula y seguidora de Cristo
El Evangelio presenta a María como discípula seguidora de Cristo:
“Conservaba todas esas cosas, meditándolas en su corazón” (Lc. 1, 38.45);
2, 19.51). Cuando alguien anunció a Jesús que allí estaban su madre y sus
parientes, él contestó: “aquí tenéis a mi madre y mis hermanos: el que
cumple la voluntad de Dios ese es mi hermano y mi hermana y mi madre”
(Mc 3, 31-35). Mas que la maternidad natural, entrañable y gozosa, es su
calidad de oyente y cumplidora de la Palabra la que da mérito a esta mujer
de Israel y como consecuencia a todos los que como ella dicen “si” a Dios.
Es la consigna que Ella dio a los sirvientes de Caná y ahora a todos los que
saben mirarla y dirigirse a Ella. “haced lo que El os diga”.
La obediencia de la fe como primera actitud cristiana. María es nuestra mejor
maestra y guía en el camino de la fe.
Hoy los creyentes tenemos que re-aprender a ser oyentes de la Palabra.
“Igual que María creyó la primera, acogiendo la palabra de Dios que le fue
revelada en la anunciación y permaneciendo fiel a ella en todas sus pruebas
hasta la cruz, así la Iglesia llega a ser madre cuando, acogiendo con
fidelidad la palabra de Dios, por la predicación y el bautismo engendra para
la vida nueva e inmortal a los hijos concebidos por el Espíritu Santo y
nacidos de Dios “ ( RM 43, citando LG 64)
“Imitar a María” hoy a partir de lo que dice Mauricio Garrigou en imitar su
apertura total a Dios y la escucha obediente a su Palabra.Cuando en la
primera parte de la Eucaristía escuchamos desde una actitud interior de fe
las lecturas bíblicas, mirándonos al espejo de la Palabra, estamos imitando a
María. De la misma manera que lo somos cuando “meditamos todas estas
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cosas en nuestro corazón” y transmitimos a los demás esa misma Palabra
salvadora que hemos acogido en nuestra vida.
5. Maestra de la comunidad orante
La oración es nuestra palabra de respuesta al Dios que nos habla y
nos salva.
“Así aparece maría en la visita a Isabel, donde prorrumpe en expresiones de
alabanza a Dios, de humildad, de fe y de esperanza: todo eso es el cántico
del Magníficat, la oración por excelencia de María, canto de los tiempos
mesiánicos, en el que confluye la gozosa alegría del antiguo y nuevo Israel”
(MC18). La oración que brota de la escucha creyente es ante todo
admiración gozosa por la actuación de Dios en nuestra vida y en nuestra
historia. En el Magníficat, María grita llena de júbilo su alabanza a Dios por lo
que ha hecho en ella y en todo el pueblo de Israel. Este “canto de la Virgen
se ha convertido en oración de la Iglesia de todos los tiempos” (MC18), es el
“Magníficat de la Iglesia en camino” (RM 35-37)
Otras veces su oración es petición intercesora. María “aparece como la
Virgen orante en Caná. Allí haciendo presente a su Hijo con delicada súplica
una necesidad temporal, obtiene algo más: que Jesús, realizando el primero
de sus signos, confirme a sus discípulos en la fe en él (MC 18). Consigue
que su Hijo adelante su hora y haga su primer milagro.
Y el último trazo biográfico de María nos la describe en oración. Los
apóstoles perseveraban unánimes en la oración juntamente con María, la
Madre de Jesús y con sus hermanos” (Hec. 1,14). Aquí aparece la oración
comunitaria de la Iglesia naciente, que siguiendo el encargo del Señor, se
había congregado en la sala superior a la espera del Espíritu. Ahí está la
Madre de Jesús y así “en la espera pentecostal del Espíritu, al unir sus
oraciones a las de los discípulos, se convirtió en el modelo de la Iglesia
orante (prefacio de la Misa)
Siempre estamos re-aprendiendo a ser comunidad orante…
Recuperamos y es importante, en nuestra espiritualidad cristiana la oración
de alabanza: el Magníficat, la Plegaria Eucarística central de la Misa:…”es
justo darte gracias y bendecir tu nombre, Padre Santo”; los salmos: “Bendice
alma mía al Señor…” (salmo 103)
Cuando oramos a María no solo lo hacemos a Ella sino como Ella y con Ella.
También aquí podemos situarnos como discípulos/as… María supo alabar,
dar gracias, pedir, orar en comunidad
Con María, la mujer discípula y creyente, cada miembro de la
Comunidad (Iglesia) está hoy “ de pie” junto al Maestro, no queriendo
la muerte violenta de nadie ni mucho menos justificándola, sino
recibiendo y ofreciendo, entregando, vida en abundancia: la vida de la
Gracia divina que resucita a Jesús de entre los muertos, la vida del
Espíritu
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6. La Mujer que se ofreció junto con su Hijo
María es también la mujer que vivió en actitud de ofrenda junto a Cristo que
se ofreció al Padre por la salvación de todos. Y esta ofrenda la oración
adquiere una densidad especial.
En la Presentación de Jesús en el templo, María prolonga de alguna manera
la oblación radical que Cristo hizo en el momento de la encarnación: “he aquí
que vengo, oh Dios, para hacer tu voluntad” (Hb. 10,5-7) y anticipando la que
en el atardecer de su vida iba a realizar en la Cruz.
Los escritos de Juan son espacialmente simbólicos y bellos. María, la
madre, aparece en el Cap. 2 y el 19 en el Calvario… Consecuencias
importantes… En los dos textos se pone de relieve una misma realidad
que resulta paradójica por las contradicciones que encierra: donde
parece haber carencia total, resulta que la acción divina produce
abundancia infinita: en Caná falta el vino y por consiguiente, se supone
que falta la alegría, el sereno compartir, la paz, la dignidad, todo lo que
supone tener felicidad y vida verdadera: En el Calvario se carece de
todo eso y principalmente de vida: la muerte parece llegar al culmen de
su triunfo, adueñarse no solo del crucificado sino de todo el pueblo.
Pero estando presente la Fuerza y Sabiduría de Dios, esas situaciones
de absoluta indigencia se abren al Misterio que esconden en su
interior: la abundancia mas absoluta de la verdadera vida.
María en Caná y en el Calvario está con Jesús, su Hijo(Jn. 19, 25-27)
Al pie de la Cruz “la unión de la Madre con el Hijo alcanza la culminación en
el Calvario, donde Cristo se ofreció a sí mismo y donde María estuvo junto a
la cruz, sufriendo profundamente con su Unigénito y asociándose con ánimo
materno a su sacrificio, adhiriéndose amorosamente a la inmolación de la
Víctima por ella engendrada y ofreciéndose ella misma al Padre eterno” (MC
20)
Textos…. MG, Const, Comunicados, …
Una mujer fuerte, animosa, al pie de la cruz donde muere su Hijo. Una
madre que sin discursos, pero con entereza admirable, intuyendo el sentido
salvador del momento para toda la humanidad, “ofrece” a su Hijo al Padre,
uniéndose1 así –como lo había hecho con su “si” a lo largo de su vida- a la
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La presencia de Mª al pie de la cruz es difícil de explicar. Lucas que es el que más habla de María no
menciona este dato; ninguno de los evangelistas nos presentan la imagen de la madre sosteniendo en
su regazo al hijo muerto. En este sentido hay algo que merece la pena tener en cuenta: la imagen que
nos hemos hecho de María desolada, pero firme al pie de la cruz en la que muere el hijo nacido de sus
entrañas, o llevándolo sobre su regazo, ha respondido frecuentemente a una teología de “la entrega”
en la cual ella, asumiendo la voluntad de Dios “Padre”, ofrece al Hijo por la salvación de los “hijos”,
para la salvación del mundo…Si tenemos en cuenta la carga simbólica del evangelio de Juan,
encontraremos para ese “Estaban junto a la cruz de Jesús su madre…” otra explicación mucho más
humana, mucho más compasiva, y por tanto, mucho más reveladora del amor divino; una explicación
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ofrenda del mismo Cristo, el verdadero sacerdote que era a la vez la Víctima
salvadora porque se ofrecía a sí mismo.
Una vez más esta actitud tiene particular resonancia para una comunidad
eclesial que celebra con participación plena y consciente la Eucaristía, “el
memorial de la ofrenda de Cristo” en su Pascua. Los que la celebramos
ofrecemos a Dios, lo mejor que la humanidad ha sabido ofrecer al Padre.
Ahí podemos asociarnos también nosotros a su Pascua, ofreciéndonos con
Cristo al Padre, uniendo nuestra existencia a la suya, no solo en el momento
de la celebración sino en toda nuestra vida (la Eucaristía a lo largo de toda la
jornada como decía M. Garrigou). Como fruto de la celebración, pedimos a
Dios que nosotros mismos nos convirtamos en “ofrenda permanente” o en “
víctima viva para su alabanza” (Plegarias Eucarísticas III y IV) convirtiendo
nuestra existencia en verdadero culto y sacrificio espiritual. Así, como María,
estamos activos al pie de la Cruz.
7. María, modelo de la Comunidad Eucarística
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Supo estar con la comunidad, como en la espera de Pentecostés.
Escucho y obedeció a la Palabra2, desde el anuncio del ángel hasta el
final, dándonos así ejemplo de cómo tenemos que acoger la Palabra
en la primera parte de la celebración
Alabó con entusiasmo a Dios con el Magníficat, como hacemos
nosotros en el gloria y en la Plegaria Eucarística.
Intercedió por los demás… Oración universal
Permaneció activa al pie de la cruz uniéndose con su propia ofrenda
al sacrificio pascual de su Hijo, como cuando nosotros nos unimos al
memorial de ese sacrificio pascual de Cristo
Y fue una persona que más que nadie estuvo en comunión con cristo,
que es también la finalidad de la comunión eucarística a la que todos
somos invitados: “el que come mi carne permanece en mí y yo en él…
Vive el envío …(la misión)
María es, pues, nuestra maestra de oración y de apertura a Dios…
Estamos continuamente invitados a “imitar” sus actitudes (recordar las
palabras de M:G) en todos nuestros momentos de oración: la Eucaristía,
la Liturgia de las horas, la oración personal y comunitaria, la
contemplación de la vida…
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ORAR CON MARIA AL PIE DE LA CRUZ
“Estaba junto a la cruz de Jesús, su madre…(Jn. 19, 25-27)
Aquí la oración de María, tan sobria siempre en palabras, ha renunciado a toda
palabra. Su oración consiste en estar junto a la cruz de su Hijo y acompañar a aquel
que va en la línea de aquella otra afirmación puesta en boca de Jesús: “donde yo esté, estaréis también
vosotros…” (Jn 14,3).
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Ver cuadro sobre la Palabra y en él, María mujer habitada por la Palabra
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a quien casi todos habían abandonado. Hay que haber estado radicalmente solo
para comprender lo que significa en esos momentos la compañía. Y Jesús, que en
Getsemaní había buscado en vano la compañía de los discípulos, ahora, cuando su
soledad se ha hecho más oscura y más intensa, tiene la compañía de su madre. No
hay que hacer ningún esfuerzo de imaginación para saber que María comparte e
dolor de su Hijo. Pero, además, sabiendo que es “la que ha creído” solo podemos
imaginarla compartiendo también la confianza absoluta del Hijo, desde el abismo de
su abandono. Por eso, en el mismo momento, en que “todo se ha consumado”,
cuando en la entrega del Hijo que ha revelado el amor infinito del Padre, se revela
también la última dimensión de la maternidad de María. Y cuando para los ojos de
la carne perdía al Hijo, María recibe, gracias a la consumación de su fidelidad, a los
hijos en los que vivirá el Resucitado.
Aquí, en la solidaridad más estrecha con la entrega de sí que vive el Hijo,
culmina aquel itinerario de aceptación de la propia vocación, de escucha creyente,
de conformidad con la voluntad de Dios y de puesta en práctica de la Palabra que
ha constituído la vida de María. Y en esta culminación de manifiesta la
transformación de la persona que ha operado la actitud creyente ejercitada día a
día en una actitud orante. Al recibir del Hijo la encomienda de sus hermanos, María
realiza la última dimensión de su maternidad; y la que ha vivido como esclava del
Señor, ha sido conducida por su fe a ser la medre de aquellos a los que el
Resucitado ha querido incorporar a su propia vida por el envío del Espíritu.
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