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Dia: 04/05/2002 - Hora: 01:42
46 CLARIN POLICIA SABADO 4 DE MAYO DE 2002
HISTORIA DEL CRIMEN
La misteriosa muerte de una chica
que fue la sobrina y amante de Hitler
Se llamaba Geli Raubal.
En 1931 tenía 23 años.
Vivía en Munich con su tío y
apareció muerta de un tiro
disparado por la pistola de
Hitler. El caso se cerró
rápido como suicidio, pero
quedaron muchas dudas.
UNA ESCENA POCO
FRECUENTE DE
HITLER, CON SU
SOBRINA GELI
RAUBAL. FUE POCO
ANTES DE LA
MUERTE DE LA
JOVEN. DICEN QUE,
CUANDO SE ENTERO,
EL LIDER NAZI
PRIMERO SE PUSO
HISTERICO Y LUEGO
CAYO EN UNA GRAN
DEPRESION.
MEMORIA
Ricardo V. Canaletti
DE LA REDACCION DE CLARIN
altaba una letra, la “d”. Nadie en su
sano juicio hubiese terminado la
carta con una palabra a medio escribir. La “d” ausente era el final de “und”,
que en el idioma alemán significa “y” (como en español es una sola letra, sería algo
así como si a la “y” le faltara medio trazo).
La carta terminaba con una “y.....”. Parecía
que al autor lo hubiesen incomodado con
alguna interrupción. Decía: “Cuando vaya
a Viena, espero que pronto iremos juntos
a Sommering y....” La escritura era normal
y las últimas letras, la “u” y la “n” de
“und” fueron escritas con líneas finas y de
pulso sereno, como el resto.
El perfume de quien había escrito seguía flotando en la habitación. El cuerpo
de Geli Raubal, una atractiva chica de 23
años, de cabello castaño oscuro y ondulado, había caído al lado del pequeño escritorio donde redactaba la carta, que estaba
ubicado en uno de los dormitorios del amplio piso de Prinzregentenplaz, en Munich. Horas antes, en el almuerzo, por ese
viaje a Viena que ella quería realizar había
discutido a los gritos con su tío Alfie o Alf,
como lo llamaba cariñosamente. Para los
demás era Adolfo Hitler. La pistola de su
tío, una Walther 6.35, estaba cerca y de esa
arma salió el disparo. Una bala le había
atravesado el pecho. Era el 19 de setiembre
de 1931.
Ocho años antes, Hitler había salido de
prisión donde estuvo por agitador y le pidió a su hermanastra Angela Raubal que
fuese a Munich a ocuparse de su casa. Ella
fue con su hija, Geli. Hitler, enseguida,
quedó arrobado.
No era la primera mujer de su vida pero
Geli fue especial apenas la conoció. Antes
y después, las relaciones amorosas de Hitler habían sido al menos extrañas. Eran
distantes, sin emoción, artificiales. Así
ocurrió con la actriz Renaté Mueller, con
Maria “Mimi“ Reiter, con Helena Hanfstaengl, con Henrietta Hoffmann y hasta
con Eva Braun, que se convertiría en su
esposa en los últimos instantes de sus vidas en el búnker de Berlín, en 1945.
Pero Geli... En 1931 se había convertido
en una muchacha simpática, de grandes
rasgos, vivaz, coqueta y frívola. No era una
belleza pero tenía su encanto. Hitler se paseaba con ella por todo Munich, la llevaba
a la ópera, la adulaba en público, le compraba ropa personalmente, la exhibía. Y
Geli se aburría enormemente, como con
las clases de música que le pagaba su tío.
Ella fue la única que rompió con un
molde que Hitler cumplía y hacía cumplir
a rajatabla con las mujeres: jamás debían
ser protagonistas, y en las escasas oportu-
F
nidades que les permitía concurrir a alguna reunión de camaradas, en alguna cervecería, debían participar modestamente y
nunca pontificar o contradecir a Hitler.
Geli, sin embargo, era el centro de atención cada vez que su tío la llevaba al Café
Neumaier o al Café Heck, de Munich. Todas las licencias y todas las banalidades le
estaban permitidas. El se mostraba encantado y sus partidarios más cercanos lo
veían como a un adolescente enamorado a
pesar de que le llevaba 19 años. De hecho,
los biógrafos del dictador nazi aseguran
que sólo dependió emocionalmente de
dos mujeres, su madre y Geli Raubal.
Pero las cosas no eran tan sencillas para
Geli. Hitler era insufrible. La celaba hasta
la enfermedad, no la dejaba salir del piso
de Prinzregentenplaz sin su permiso, controlaba sus viajes y mayormente no los autorizaba.
Geli tuvo un affaire con Emile Maurice, chofer y guardaespaldas de Hitler. Cuando el Fuhrer se enteró le hizo una escena
tal al joven que éste pensó que le
iba a pegar un tiro. No fue así.
Lo despidió. Luego contrató a
Frau Bruckmann para que hiciera de dama de compañía de Geli.
Debía salir siempre con ella y
jamás regresar tarde. Todo estaba controlado y dirigido. “Mi tío es un
monstruo. Nadie puede imaginar lo que
exige de mí”, confesó Geli.
Ella quería libertad y su tío le imponía
una vida asfixiante. A pesar de que quería
a Geli como un loco, este matiz de la personalidad del dictador se mantuvo inalterable con las siete mujeres que mantuvierion relaciones amorosas con él. Seis de
las cuales se suicidaron o lo intentaron, inclusive la última, Eva Braun.
En 1931 los funcionarios de Justicia de
Baviera, provincia a la que pertenece la
ciudad de Munich, ya eran todos nacionalsocialistas. Enseguida se habló de que Geli
se mató manipulando o jugando con el arma de Hitler, versión que hicieron circular
los propios nazis.
Luego de una rápida autopsia se sentenció que se había tratado de un suicidio y el
cadáver fue enviado de prisa a Viena. ¿Una suicida que se dispara en el pecho? Los
sacerdotes vieneses no creyeron la historia
nazi y permitieron que Geli fuese enterrada en suelo consagrado, circunstancia que
les estaba prohibida a los suicidas.
Cuando ocurrió la muerte, Hitler tenía
una coartada: estaba en un hotel de Nuremberg para una reunión política. El mismo 19 de setiembre volvió a Munich y lo
hizo tan rápido que la policía lo detuvo
unos instantes por exceso de velocidad.
Sus hombres más cercanos contaron que
al conocer la noticia se puso histérico y
luego cayó en una gran depresión.
Se recluyó en la cabaña que su amigo y
editor Adolf Muller tenía sobre el lago Tegernesse. La historia que circuló entre los
que se excitaba cuando ella orinaba sobre
su cuerpo. También dijo que un comando
de las S.S. fue el que eliminó a Geli porque estaba embarazada de un joven artista
judío. Además, su tío tenía miedo de que
Geli lo abandonara y comenzara a hablar
de sus relaciones íntimas.
Si las palabras de Strasser podían estar
manchadas de animosidad, las de Angela,
la mamá de Geli, subrayaron el misterio.
Según le contó a oficiales estadounidenses
luego de la guerra, su hija quería casarse
con un violinista y tanto ella como Hitler
se lo prohibieron terminantemente. Hubo
quien pensó que el ansiado viaje a Viena
del que hablaba la última carta era para
ver a ese novio. Otros dijeron que estaba
embarazada del muchacho y que su intención era ir a abortar.
Un año y medio después de la
muerte de Geli Raubal, el periodista Fritz Gerlich, dueño del
“Der Gerade Weg”, anunció que
revelaría en su diario quién ordenó la muerte de Geli. Pero en
marzo de 1933, un escuadrón de
tropas de asalto de las S.A., otro
grupo militarizado del partido
nazi, entró a su despacho, destruyó los archivos y le dio una paliza. Lo mandaron al campo de
concentración de Dachau. Un
mes después, George Bell, uno de los
principales informantes de Gerlich, fue
asesinado. Lo mismo ocurrió con Gerlich
pero el 30 de junio de 1934, en la llamada
“Noche de los Cuchillos Largos”, cuando
el líder nazi desató asesinatos por todas
partes para deshacerse de las S.A.
Tal vez Geli, desesperanzada, se haya
suicidado para escapar a la presión psicológica que ejercía su tío. O acaso él la
mató o la haya mandado a matar. Lo seguro es que los temores de los suyos sobre el
futuro político de su jefe y de su partido se
disiparon pronto. En las elecciones de Munich de 1931, los nazis salieron segundos
muy cerca de los socialdemócratas. Y en
1933 Hitler fue canciller del Reich. La
muerte de Geli Raubal quedó olvidada, sepultada por millones de otras muertes que
vinieron después.
w
“Mi tío es un
monstruo. Nadie
puede imaginar lo
que exige de mí.”
GELI RAUBAL
allegados fue que el líder del partido hablaba de dejar la política y hasta se cuenta
que Rudolf Hess, quien fuera luego su lugarteniente, se apresuró a quitarle una pistola de la mano con la que pensaba matarse. ¿Qué hubiese sido de la historia si
Hess no llegaba a tiempo?.
El escándalo sacudió al partido. En una
semana había elecciones municipales en
Munich y un titular periodístico se atrevió
a decir: “El partido (nazi) está gobernado
por homosexuales y solteros emperdernidos”. El periódico “Munchen Post” señalaba que Geli tenía la nariz rota y otros golpes en el cuerpo. Pero nada figura en la
autopsia ni fue mencionado por las dos
mujeres que levantaron el cadáver.
Otto Strasser, enemigo político de Hitler, lo trató de sádico y pervertido. Contó
que obligaba a su sobrina a desnudarse y
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