estudios sobre el aragón foral - Grupo de Investigación Blancas

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• Antología de textos sobre la economía
aragonesa medieval,
José Ángel Sesma y Juan Fernando Utrilla
• El pasado oculto. Fascismo y violencia en
Aragón (1936-1939),
Julián Casanova (coord.), Ángela Cenarro, Julita
Cifuentes, M.ª Pilar Maluenda y M.ª Pilar
Salomón
• UMD. Militares contra Franco. Historia de la
Unión Militar Democrática,
Javier Fernández López
• El Ebro: puente de Europa. Pensamiento
musulmán y judío,
Joaquín Lomba
• Fusilados en Zaragoza (1936-1939). Tres
años de asistencia espiritual a los reos,
Gumersindo de Estella, José Ángel Echeverría y
Tarsicio de Azcona (coords.)
• Las azucareras. La Revolución Industrial en
Aragón,
José Antonio Gracia Guillén
• General Vicente Rojo: mi verdad,
Javier Fernández López
• Delitos políticos y orden social. Historia de
la cárcel de Torrero (1928-1939),
Iván Heredia Urzaiz
• Lecturas para comprender Aragón2,
Agustín Ubieto Arteta
• Credere, obbedire, combattere. Fascistas
italianos en la Guerra Civil española,
Dimas Vaquero Peláez
Página 1
En este libro, el lector encontrará un conjunto de trabajos inéditos sobre distintos aspectos
del Aragón de los Austrias. Uno de los grandes asuntos del siglo XVI fue la conversión forzada
de los mudéjares de la Corona de Aragón. Aquí se estudia el bautismo de los aragoneses, pero
con un detenido análisis de la respuesta que los distintos actores del drama –emperador,
moriscos, señores, iglesia y reino– dieron al ultimátum de Carlos V de cristianismo o exilio.
La fortuna que corrieron algunos de los pocos aragoneses que emprendieron en el siglo XVI
la aventura americana es analizada a partir de los testamentos conservados en el Archivo
Histórico de Indias. Otra de las colaboraciones se ocupa del señorío del arzobispado de
Zaragoza. Por fin conocemos los lugares, derechos, privilegios y rentas del primer jerarca de
la iglesia aragonesa. En la configuración de los ingresos de la mitra de Zaragoza no significaban
mucho pero daban al arzobispo, que tenía las rentas más elevadas de Aragón, el prestigio
social que requería su posición eclesiástica. La delincuencia es objeto de dos estudios bien
diferentes. Uno de carácter comarcal, la comunidad de Albarracín, informa de delitos civiles
o criminales, persecuciones, capturas, cárceles, verdugos y también de estatutos y desafueros
criminales que es el tema del segundo trabajo para todo el territorio aragonés. El desafuero,
la supresión temporal de las garantías forales, era el recurso jurídico utilizado para reprimir
la delincuencia cuando se desbordaba. Antes de violentar la ley, se dejaba en suspenso durante
el tiempo que se consideraba prudente. La fórmula desapareció con los Fueros en 1707 y, con
ella, el juramento de los reyes antes de ser reconocido el nuevo monarca. Tras la imposición
del absolutismo, como analiza con detenimiento otro de los trabajos, los reyes ya no juran
los Fueros, simplemente son proclamados. Frente a los sin ley, la investigación se ha llevado
al otro extremo de la sociedad, a los poderosos que no solo aceptan el orden social sino que
además lo controlan. Unas cuentas páginas diseñan los distintos recursos y estrategias puestas
en práctica por estas familias para ascender en la escala social, conquistar y mantener
el poder. Metidos ya en los comportamientos sociales, en la vida cotidiana y en las modas,
temática reciente de la historia, el por qué los niños de las elites, todavía por descubrir
la infancia, eran vestidos como hombrecitos es la materia de otro artículo. Además del vestido
había otras modas que resultan hoy curiosas. En el siglo XVII se convirtió en señal de
distinción social el cartearse con las monjas visionarias más famosas del momento.
Ninguna de ellas lo fue tanto como sor María Jesús de Ágreda; con esta mujer mantuvieron
correspondencia el monarca y otras familias nobles, entre ellas, la de los Borja.
Esa correspondencia completa esta miscelánea obra del Grupo de Investigación Consolidado
Blancas.
• ¿Qué es el Archivo de la Corona de Aragón?,
Carlos López Rodríguez
• El Frente de Aragón.
La Guerra Civil en Aragón (1936-1938),
Grupo de
Investigación
Consolidado
BLANCAS
José M.ª Maldonado Moya
• Verano del 36. La fosa común de la Guerra
Civil de los Llanos de Caudé (Teruel),
David Alonso Císter
ISBN 978-84-8465-302-8
www.miraeditores.com
Gregorio Colás Latorre
(Coordinador)
(Coordinador)
16:01
Gregorio Colás Latorre
14/10/09
Estudios sobre el Aragón ƒoral
17412 PORTADA FORAL:Maquetación 1
Estudios
sobre el
Aragón
ƒoral
El Grupo de Investigación Consolidado Blancas
se formó en 2004 y está constituido por los
profesores permanentes de la Universidad de
Zaragoza Gregorio Colás Latorre, catedrático de
Historia Moderna, investigador principal; José
Antonio Armillas Vicente, catedrático de
Historia de América; los doctores José Ignacio
Gómez Zorraquino, José Manuel Latorre Ciria,
Eliseo Serrano Martín y Enrique Solano Camón,
profesores titulares de Historia Moderna;
Javier Sarasa Sánchez, profesor titular de la
Facultad de Educación y Jesús Gascón Pérez,
doctor y jefe de estudios de la Universidad de
la Experiencia. Además, están integrados en el
equipo como colaboradores los doctores Ana
Morte Acín, José Luis Castán Esteban, profesor
de Instituto y Eloy Cutanda Pérez, maestro, y
los licenciados Jorge del Olivo Ferreiro,
profesor de Instituto, Pablo García Hinojosa,
maestro, y Elena Giménez Alvira, licenciada.
ESTUDIOS SOBRE
EL ARAGÓN FORAL
Gregorio Colás Latorre
(Coordinador)
ESTUDIOS SOBRE
EL ARAGÓN FORAL
Grupo de
Investigación
Consolidado
BLANCAS
Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación
pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada
con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por
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fragmento de esta obra.
Este libro ha sido editado con fondos del Grupo de Investigación
Consolidado Blancas, financiado por la DGA.
© Los autores
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Ilustración de la cubierta: detalle del cuadro Vista de la ciudad de Zaragoza,
de Juan Bautista Martínez del Mazo, 1647.
Primera edición: agosto de 2009
ISBN: 978-84-8465-302-8
Depósito Legal: Z-2445-2009
Impreso en España
Fotocomposición e impresión:
Ino Reproducciones, S. A.
Polígono Malpica - Sta. Isabel, calle E (Inbisa II), nave 35 • 50016 Zaragoza
ÍNDICE
Prólogo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
9
El bautismo de los mudéjares aragoneses. Gregorio Colás Latorre . . .
13
Los señoríos del arzobispo de Zaragoza en la Edad Moderna:
Población y estructura de las rentas. José Manuel Latorre Ciria . . . . . .
57
Bochines y borreros, azotes y enclavamientos. Delincuencia en la
comunidad de Albarracín (siglos XVI y XVII). Eloy Cutanda Pérez . . . .
95
Los estatutos criminales y desafueros en el Aragón
de los siglos XVI y XVII. Jorge del Olivo Ferreiro . . . . . . . . . . . . . . . . . . 127
Algunas fórmulas para medrar en el Aragón de los siglos XVI y XVII.
El ejemplo de la familia Olcina. José Ignacio Gómez Zorraquino . . . . . . 157
Pasajeros aragoneses a Indias (siglos XVI y XVII).
José A. Armillas Vicente . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 201
Niñas como mujercitas y niños como hombrecitos: traje, infancia
y apariencia en la Edad Moderna. Israel Lasmarías Ponz . . . . . . . . . . . . 287
Un epistolario inédito: la correspondencia entre sor María de Ágreda
y la familia Borja (1628-1665). Ana Morte Acín . . . . . . . . . . . . . . . . . . 339
La proclamación de Luis I (1724). Nueva ceremonia para un
viejo reino. Eliseo Serrano Martín . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 371
7
PRÓLOGO
En 2004 un grupo de investigadores de la Universidad de Zaragoza decidimos acogernos al programa de apoyo a la investigación diseñado y puesto en marcha por la Diputación General de Aragón. El equipo no partía de cero, ni tampoco
la decisión había sido producto de un mero capricho cuajado al aire de una coyuntura favorable. Además de mantener una saludable amistad, contaba con unas sólidas relaciones científicas que empezaron a forjarse al comenzar los ochenta con la
dirección, por parte del doctor Armillas y de quien esto suscribe, de las tesis doctorales de los que ahora están en plena madurez, quienes a su vez hicieron lo propio
con los más jóvenes. No sé si esto se puede llamar escuela pero está muy próximo
a esa calificación. Después, la, en principio, temerosa e incierta relación entre director y doctorando acabó consolidándose, ya libre de miedos, en amistad y en colaboraciones científicas de distinta naturaleza, entre las que cabe destacar varios
proyectos de I+D+I del Ministerio de Educación y Ciencia. Tras años de convivencia personal y científica, el grupo, que estaba funcionando en potencia, no tuvo dificultad en ajustar lo que ya estaba haciendo a la propuesta científica ofrecida por
la Diputación General de Aragón. De acuerdo con nuestra trayectoria, hicimos del
último Aragón foral que se corresponde con los reinados de los Reyes Católicos y
los Austrias el objeto de nuestro estudio, aunque articulado en torno a tres grandes
motivos: sociedad, foralidad y cultura, a los que se añadía el apéndice de América.
La elección no era gratuita. Tres argumentos al menos la justificaban. Eran las líneas
maestras de nuestra investigación, encajaban con la temática histórica más novedosa del momento y recogían, además, la singularidad de Aragón en el contexto de la
Monarquía Universal Católica y en el del Occidente europeo.
A continuación, precisamos con cierta minuciosidad por dónde debía ir nuestro camino. Como parte del Antiguo Régimen, de la sociedad aragonesa nos preocupaba el poder y su ejercicio, tanto a nivel local —el municipio—, que tiene una
gran importancia en estos tiempos modernos, como territorial —el reino—. Encontrar esos grupos que dirigen la comunidad local y el propio Aragón y las estrategias
puestas en juego —familia, parentesco, amistad y clientela— nos llevaría, pensamos,
a entender mejor una evolución, la de Aragón, alejada de los principios que susten-
9
taban el orden social y político. Ese poder, que en Aragón procede de la ley y de la
costumbre, estaba en última instancia supeditado al rey en el realengo y al señor en
el señorío, fuera este laico o eclesiástico, pero las diferencias entre uno y otro son
tales en el orden de las libertades que el señorío se convierte así en un elemento fundamental en el empeño de desentrañar el pasado aragonés. Quizá de todos los países de su entorno, solo en Aragón el señorío laico con su potestad absoluta pueda
identificarse con la autocracia. De ahí que su estudio entrará a formar parte natural
de nuestro programa. Si alcanzar el poder era la meta de quienes buscaban triunfar
en la vida, la aspiración suprema y universal, vivida y sentida por todos, consistía en
alcanzar la vida eterna. Era una sociedad de creyentes que estaba, como tal, en
manos de quienes tenían las llaves del paraíso. El clero era el primer estamento y jugaba un papel fundamental en la vida de los españoles. Sin el conocimiento de este
dominio es imposible entender, primero, la sociedad del momento y, debido a su
enorme desarrollo, la historia de España después. El clero y la religiosidad se elevaban así a parte importante de nuestros intereses. Y con ellos toda esa parafernalia
—fiestas civiles y religiosas y ceremonias de distinta naturaleza— que utilizaba el
poder, el religioso y el civil, para afirmar su dominio y desviar la atención de los problemas que acogotaban la vida de los súbditos y de los feligreses.
De esta sociedad cristiana por principio parece disentir una porción hasta el
extremo de ser identificada, con razón o sin ella, como un todo aparte. Esta porción tiene nombre propio. Son los moriscos. Su porcentaje en torno al 15 por
ciento de la población, tan solo superado en Valencia, su integración —viste y
habla como el cristiano viejo—, el riquísimo arte mudéjar, que se extiende por una
gran parte del territorio, y la literatura aljamiada marcaban diferencias respecto al
resto de la minoría, fuera esta valenciana, castellana o granadina. A pesar de su interés y de los incuestionables avances que se han producido en estos últimos años
en su conocimiento, hay todavía un largo camino por recorrer. Su expulsión en el
verano de 1610 acabó repentinamente con el proceso de asimilación. Ni en el bautismo ni en el destierro tuvieron responsabilidad alguna los aragoneses. El estudio
de la comunidad, que desde hacía tiempo había atraído la atención de algunos
miembros del equipo, emergió espontáneamente como uno de los retos del grupo.
La envoltura política de esta sociedad que regulaba las relaciones entre los
aragoneses y entre estos y el rey era el pactismo o constitucionalismo feudal. Un
régimen político antagónico al absolutismo. Por sí mismo constituía el elemento diferenciador de Aragón respecto a los otros dos territorios peninsulares de su Corona y, por supuesto, frente a Castilla, Francia o Inglaterra. De su organigrama político e institucional, nos interesan especialmente la concepción del poder y de la
justicia, el miedo a la tiranía, ya denunciada, al menos, en la Carta Intimada de
Johan Ximénez Cerdán a Martín Díez de Aux en 1434, la institución del Justicia
como poder moderador entre el rey y el reino y garantía de los derechos forales de
10
los aragoneses, la preocupación por los derechos del reo, la presunción de inocencia, su contradictoria pervivencia con la potestad absoluta y el armazón teórico de
todo esto, los teóricos del pactismo, que se dejan influir e influyen antes en los doctrinarios monarcómanos y, quizás, a través de lo que George Rudé llama «ideas derivadas», en las formulaciones políticas de los ilustrados europeos. Detrás de eso
que llamamos pactismo hay una compleja y rica realidad política e ideológica que
se mueve por derroteros bien distintos del absolutismo que diferencia a Aragón de
su entorno y que entendemos había dado con hallazgos que tardarían años en encontrarse. A pesar de sus conquistas y de las ventajas que reportaba, lo cierto es
que el pactismo fue progresivamente arrinconado por el absolutismo hasta ser barrido por los decretos de la Nueva Planta, aunque los privilegiados no perdieron un
ápice de sus preeminencias. Quizá en este doble destino de una mayoría sometida
al absolutismo y una minoría que sigue manteniendo sus posiciones esté la razón
de la liquidación de un régimen que debió evolucionar mejorando sus carencias y
corrigiendo sus abusos pero no lo hizo. Fue simplemente eliminado por un decreto
mentiroso e injusto. Interesante en sí mismo, no era muy difícil, en un proyecto
sobre la historia del último Aragón foral, introducir su estudio como objeto prioritario de investigación.
De las nuevas tierras descubiertas por Colón que fueron asignadas a Castilla
y se consideraban territorio de la monarquía castellana no interesa la historia al uso
sino la presencia de aragoneses en las Nuevas Indias. De estos aventureros preocupa su número y su fortuna que tan solo en parte se pueden estudiar por la pobreza
de las fuentes que han llegado hasta nosotros.
Finalmente, acordamos que el grupo se llamaría Blancas en homenaje a Jerónimo Blancas, el gran ideólogo del pactismo del siglo XVI frente a los avances
del absolutismo y de sus teóricos, vilipendiado por todos aquellos a quienes molestaron sus escritos que nunca entendieron o no quisieron entender. Por lo demás,
varios de sus miembros participan en proyectos interuniversitarios financiados por
la DGICYT. Otros han trabajado al amparo de becas doctorales del Ministerio y de
otros organismos, como el Instituto de Estudios Turolenses o la Fundación Universitaria Pablo Gargallo.
Del programa diseñado se ha dado cuenta en reuniones científicas, en artículos de revistas, en libros y en capítulos de libros. El volumen que ahora ve la luz de
la imprenta recoge solo una parte de la investigación llevada a cabo en estos últimos años y ha sido posible por el patrocinio de la DGA. Desde aquí queremos
mostrar nuestro reconocimiento al Departamento de Ciencia, Tecnología y Universidad que gestiona el programa de ayuda a la investigación.
Gregorio Colás Latorre
11
EL BAUTISMO DE LOS MUDÉJARES
ARAGONESES1
Gregorio Colás Latorre
La pragmática del 12 de febrero de 1502 liquidaba oficialmente la presencia musulmana en la Corona de Castilla. Así culminaba un proceso violento iniciado en 1498 con la sublevación de los mudéjares del Albaicín que expresaron
con las armas su rechazo a la política de Cisneros con los elches. Una vez sometidos en apenas tres días, otras revueltas siempre de carácter limitado se sucedieron en defensa del estatuto mudéjar. Impuesta la normalidad, en lugar de castigar
contundentemente a los revoltosos, como era costumbre, los Reyes Católicos,
después de cada conflicto, tomaron la inaudita decisión de ofrecer el perdón a
cambio del bautismo. No fue menos sorprendente la respuesta de los sarracenos.
La mayoría aceptó la propuesta sin pestañear. La religión había sido convertida
en mercancía. Si unos, los monarcas, mercadeaban con la fe, los otros, los revoltosos, se dejaron mercadear. En Castilla la excitación religiosa provocada por los
acontecimientos de Granada llevó a algunas aljamas a la conversión. Otras siguieron en su antigua fe. Llegados a este extremo, la monarquía se vio en la necesidad de acabar con los pocos infieles que quedaban todavía poniéndoles en la
disyuntiva de convertirse o abandonar España. También en este caso la acepta-
1
He tratado el tema aunque brevemente en dos recientes trabajos: COLÁS LATORRE, G., «Los moriscos de la corona de Aragón: la conversión», en VIII Simposio Internacional de Mudejarismo.
De mudéjares a moriscos: una conversión forzada. Actas, Teruel, 15-17 de septiembre de 1999,
Instituto de Estudios Turolenses, Teruel, 2003, pp. 783-796. Ídem, «Señores y moriscos en Aragón: el bautismo de 1526», en J. L. CASTELLANO CASTELLANO y SÁNCHEZ-MONTES
GONZÁLEZ (coords.), Carlos V. Europeísmo y Universalidad. IV. Población, Economía y Sociedad, Actas del Congreso celebrado en Granada entre el 5 y el 9 de mayo de 2000, Sociedad Estatal para la conmemoriación de los centenarios de Felipe II y Carlos V, Madrid, 2001, pp. 234-252.
13
ción del cristianismo fue masiva. El islam quedó reducido a la Corona de Aragón
con dos minúsculas excepciones, las aljamas de Teruel y de Albarracín, que acudieron al bautismo en el citado año de 1502.
Frente a las tensas relaciones mantenidas entre los mudéjares granadinos y
los castellanos en Granada o entre los levantinos y cristianos viejos en Valencia, los
aragoneses vivían, por lo que sabemos hasta ahora, en paz con sus vecinos2. Desde
hacía varias centurias, desde la misma reconquista, su situación estaba bien definida. Como productores y consumidores, constituían una pieza bien integrada en la
sociedad aragonesa. Pero además, en 1526, según todos los indicios, sin que esto
suponga negar la presencia de excepciones, habían perdido las aristas más agudas
de la cultura islámica y adoptado formas y hábitos de la cristiana. Este proceso de
indiferenciación no era producto de una política conscientemente impuesta o buscada por el grupo dominante, el cristiano, sino consecuencia natural del contacto
entre dos pueblos que se movían sin otra coacción que la nacida del dominio de
uno de ellos. Nadie discutía su presencia. A principios del siglo XVI, la normalidad
presidía las relaciones entre las dos comunidades y nada hacía presagiar que la armonía fuera a romperse. Ni Aragón ni los aragoneses sentían la menor necesidad
de alterar el mundo en que vivían. Las novedades, si se producían, debían venir necesariamente de fuera. Esta amenaza, en principio impensable, se empezó a presentir con el bautismo de los mudéjares granadinos y castellanos. A nadie se le escapó que el resto de los moros no tardaría en correr la misma suerte y se temía
que, puestos en la misma disyuntiva, optarían por el destierro. Para frenar lo que
para ellos eran arriesgadas decisiones y controlar la voluntad real en un asunto de
interés general como era la permanencia de los sarracenos, las Cortes de 15021503 arrancaron al Católico el compromiso de no forzar su conversión3. El juramento tranquilizó los ánimos que se vieron reconfortados cuando en las siguientes
2
Esta paz generalizada se veía quizá alterada puntual y localmente como parece deducirse de algunas prohibiciones concejiles. El 29 de septiembre de 1522 el concejo de Daroca tranquilizaba
a sus moros en estos términos: «Como muchos moros de la morería se querían ir de la ciudat
por temor que tenían que la ciudat les hiciese alguna y porque era muy cierto que los vecinos de
la dicha ciudat no tenían tal pensamiento, antes les tenían amor y buena voluntad; por tanto, de
parte del dicho concejo dixo que les intimaba y requeria que ningún moro ni mujer se fuese
fuera de la ciudad, que la ciudad estaba presta a favorecerles y ayudarles en todo lo posible y
defenderles contra cualquier persona que quisiese hacer algun daño». PÉREZ GONZÁLEZ, M.ª
D. y F. MAÑAS BALLESTÍN, «Los mudéjares del valle medio del Jiloca», en III Simposio Internacional de Mudejarismo, Teruel, 20-22 de septiembre de 1984, Instituto de Estudios Turolenses, Teruel, 1986, p. 238, Dc. 2.
3
BLANCAS, J., Sumario y resumario de las cortes celebradas en Aragón por sus Serenismos
Reyes, hechos de orden de los diputados del reyno de Aragón, por... Coronista del mismo
Reyno. Año de 1585. Biblioteca Universitaria de Zaragoza (BUZ), Ms. 94, f. 226v.
14
Cortes de 1518 el todavía Carlos I asumió el compromiso de su abuelo4. Los aragoneses habían conseguido blindar la situación de sus moros pero no tardarían en
comprobar que el juramento de su nuevo rey valía tanto como los de su abuelo Fernando. En 1525, el ya Emperador les hizo saber que los moros debían abrazar el
cristianismo o abandonar España. Añadía además que su voluntad era inquebrantable y que nada ni nadie le haría cambiar de opinión.
En realidad, la situación confesional de la Corona de Aragón era excepcional para la Europa de 1520. En los vastos territorios del Emperador podía resultar
sorprendente que, en un mundo dominado por el cristianismo y bajo la autoridad
del que era considerado espada de la cristiandad, se mantuviese en uno de sus minúsculos dominios —la Corona de Aragón— un pequeño reducto islámico. Incluso
para el propio soberano, sus consejeros y otros sectores próximos al poder la situación debía resultar molesta. Quizá inadmisible. No es extraño que desde fines
de 1523 ó principios de 1524, según Henry Charles Lea5, el embajador imperial
en Roma presionase para que el Pontífice dispensara al Emperador de su juramento. Clemente VII resistió cuanto pudo. Al final terminó claudicando. La bula Idcirco nostris expedida el 15 de mayo de 1524 liberaba a Carlos de su compromiso,
denunciaba los peligros de la presencia mora para los cristianos, condenaba la
condescendencia de los señores y, al mismo tiempo, exhortaba a todos a luchar
por la conversión, comprometiendo y entregando para esa tarea los diezmos y los
bienes habices de las mezquitas. Una vez con el documento en su poder, el César
esperó el momento oportuno, que todavía tardaría en llegar, para hacerlo público.
Del calendario de la negociación convenientemente sopesado se deduce que la decisión de limpiar sus reinos de infieles fue tomada en 1523 ó tal vez antes aunque
solo se puso en práctica después del verano de 1525.
Mientras se convencía al pontífice, en España el violento bautismo de los
mudéjares valencianos por los agermanados había levantado una agria polémica.
Una vez sofocada la rebelión, los nuevos cristianos habían vuelto a su primitiva
religión. La abjuración masiva planteó con toda su crudeza la validez de un bautismo aceptado bajo coacción. La solución del problema de indudable gravedad
para una sociedad sacralizada como la del Antiguo Régimen fue encomendada
por el propio Carlos V a una junta de expertos que se reunió en el Real Convento de San Francisco de Madrid. Después de largas deliberaciones, el bautismo fue
considerado válido y, por tanto, quienes lo habían recibido eran cristianos a
4
SAYAS, F. D., Anales de Aragon desde el año de MDXX del nacimiento de nuestro redemptor
hasta el de MDXXV..., Zaragoza, 1666, p. 816.
5
LEA, H. CH., Los moriscos españoles: su conversión y expulsión. Estudio preliminar y notas de
Rafael Benítez Sánchez-Blanco, Alicante, 1990, p. 135.
15
todos los efectos. El 4 de abril de 1525 una provisión real hacía públicas las conclusiones y se ponía en marcha una serie de medidas encaminadas a conseguir el
retorno de los renegados al redil. La respuesta fue inmediata. Una parte de los bautizados se negó a obedecer y se refugió en la sierra de Bernia; los señores, a los
que se pedía su colaboración, no la dieron y los mismos jurados de Valencia mostraban una enorme tibieza. Lentamente se consiguió dominar la situación. Es en
este difícil verano de 1525 cuando el Emperador insinuó a distintas personalidades
valencianas sus intenciones, aunque esperó hasta el 13 de septiembre para comunicar, ya sin reparos, a la virreina doña Germana de Foix, al clero, a los señores, a
los mismos mudéjares… su firme decisión de no permitir en sus reinos la existencia
de moros o de otros infieles salvo como esclavos, al mismo tiempo que pedía la colaboración de todos en esta tarea y a los infieles, su conversión, prometiéndoles a
cambio gozar del estatus de cristianos. En esta política de buscar la conversión sin
graves coacciones, aunque sí hubo veladas amenazas, se anduvo algún tiempo. Las
predicaciones fueron acompañadas de ciertas presiones, que cabría calificar de razonables, y de edictos que obligaban a los catecúmenos a permanecer en sus lugares mientras se les prohibía vender sus bienes. Esta condescendencia apenas dio
frutos. Pocos se acercaron a la pila bautismal y, más que colaboración, el proyecto
real encontró la resistencia de ciertos señores que costó vencer y el rechazo violento de un numeroso grupo de moros que se refugiaron, de ahí el nombre de la rebelión, en la sierra de Espadán. Los resultados eran tan decepcionantes que se acordó dar un último y definitivo paso. A fines de noviembre la virreina doña Germana
de Foix dispuso que antes del día ocho de diciembre debían acudir todos al bautismo o disponerse a abandonar el solar de sus mayores antes del 31. A los demás,
aragoneses y catalanes, se les prolongaba la gracia durante todo el mes de enero.
Ni siquiera entonces se cumplieron los plazos. Hubo que esperar a la derrota de los
alzados en Espadán, que no se alcanzó hasta el mes de septiembre de 1526, para
dar por cerrada la conversión de los valencianos, aunque la resistencia todavía se
mantuvo durante un tiempo, escaso a decir verdad, en Cortes de Pallás6.
UNOS MESES DE NEGOCIACIÓN
El bautismo de los valencianos, que es en la actualidad el mejor conocido7,
trazó el camino a seguir para el resto de la Corona. El de los aragoneses apenas
6
CATALÁ SANZ, J. A., y P. PÉREZ GARCÍA, Los moriscos de Cortes y los Pallás. Documentos
para su estudio. Universidad de Valencia, Valencia, 2002, pp. 14-22.
7
Vid. BENÍTEZ SÁNCHEZ-BLANCO, R., Heroicas decisiones. La Monarquía católica y los moriscos valencianos, Institució Alfons el Magnànim, Valencia, 2001, pp. 67-109; REDONDO, A.,
16
ha merecido alguna atención y me temo que nunca alcance el nivel de conocimiento que en la actualidad tiene el de los levantinos. Como ocurre con otros
temas, la destrucción del Archivo del Reino en la Guerra de la Independencia se
llevó consigo los fondos de la Lugartenencia y de la Real Audiencia que lógicamente jugaron un papel fundamental en la canalización de las órdenes del Emperador y en las réplicas que encontraron en el reino. Todo eso, que en Valencia
ha sido conscientemente explotado, ha desaparecido en Aragón. De momento
tan solo contamos con la información ofrecida por los cronistas Francisco Diego
de Sayas y Diego José Dormer y con datos extraídos de fuentes secundarias.
Una documentación corta pero suficiente para mostrar un bautismo, el aragonés,
guiado por el discurrir levantino, aunque con su propia casuística. Así se infiere
de la carta remitida por el Emperador a don Juan de Lanuza, su virrey y lugarteniente en Aragón: «E porque sepays lo que postreramente havemos provehido y
embiado a mandar sobre la conversión de los moros de Valencia, para que siendo necesssario se pueda en esse reyno hacer lo mesmo, se hos enbia memorial
dello»8.
En Aragón la cuestión quedó abierta a principios del otoño de 1525. El 6
de octubre Carlos V, tras informar a don Juan de Lanuza, que hacía varios días
había ordenado el bautismo de los valencianos, le comunicaba lo que debía ser ya
sabido de todos, que «lo mesmo entendemos hazer en esse reyno y en Cataluña».
El «entendemos» expresa una decisión ya tomada que debería ser puesta en ejecución de inmediato. Por eso, en esa misma carta, le enviaba la provisión del bautismo que debía publicar en Zaragoza y allí donde fuere necesario y le advertía de su
cumplimiento «de manera que ningunos moros se osen ir ni ausentar desse regno
[y le pedía que] no dexeis por las vias que pudieredes de les hazer predicar y persuadir dulcemente para que se conviertan sin dar lugar que les hagan otras violencias o vexaciones illicitas»9. Al mismo tiempo las autoridades de las aljamas, alfaquíes, alamines y jurados debían prohibir a sus moros salir de Aragón y ordenar a
Antonio de Guevara (1480?-1545) et l’Espagne de son temps, Droz, Genève, 1976, pp. 222262; LEA, H. CH., Los moriscos españoles…, óp. cit., pp. 135-158; BORONAT y BARRACHINA, P., Los moriscos españoles y su expulsión, Valencia, 1901 (reedición, estudio de Ricardo
García Cárcel, Universidad de Granada, Granada 1992), t. I, pp. 133-139 y 401-403, Dc. I;
DANVILA Y COLLADO, La expulsión de los moriscos españoles: conferencias pronunciadas
en el Ateneo de Madrid, Madrid, 1889, pp. 93-98. Hay edición reciente con introducción y
notas a cargo de Rafael Benítez Sánchez-Blanco, Universidad de Valencia, Universidad de Granada, Universidad de Zaragoza, Valencia, 2007.
8
Debo a la gentileza del profesor Rafael Benítez Sánchez-Blanco los datos inquisitoriales del Ms.
247. Archivo Histórico Nacional (AHN), Inquisición, Libro, 247, f. 71.
9
AHN, Inquisición, Libro, 247, f. 55.
17
quienes estaban fuera volver en un plazo de veinte días, bajo pena de cautividad y
confiscación de bienes, a sus lugares, donde debían permanecer hasta que se dispusiera lo contrario10. Se trataba de concentrar e inmovilizar a los futuros conversos con el doble propósito de tener su control y de poder, llegado el caso, instruirlos más fácilmente.
El virrey debió entender que la cuestión era delicada. Por eso buscó asesoramiento y tras escuchar a sus consejeros guardó el documento a la espera de acontecimientos. Esta consulta explica la carta del 24 de octubre escrita al Emperador,
de la que conocemos su existencia pero no su contenido. En ella, supongo, le debía
explicar por qué, siguiendo el principio de la época del «se obedece pero no se
cumple», no había hecho pública la provisión.
El 26 de octubre otra carta daba cuenta de las primeras medidas tomadas para
preparar el bautismo, cuando ya se llevaba porfiando algún tiempo con los valencianos11. De la misma sabemos por otra del Emperador firmada el 17 de noviembre de
1525 en la que le hacía saber los negativos efectos que el retraso del negocio había
tenido en Valencia, donde los señores, además de sentirse agraviados frente a los aragoneses, se escudaban para no forzar la conversión por miedo a que sus moros se
pasasen a Aragón. No hay más reparos ni reproches. Después se mete de lleno en el
asunto fijando el camino que debe seguir en el adoctrinamiento y conversión de los
moros. El proyecto parece seguir puntualmente lo que se estaba haciendo en Levante. Repetirá una vez más que su decisión era irrevocable. Y para hacerla cumplir, le
enviaba los despachos de los comisarios, nombrados por el arzobispo de Sevilla e Inquisidor General Alonso Manrique, que debían ocuparse del bautismo12: el doctor Cabrera, arcediano de la Seo y del Consejo Real —Audiencia Real—, el doctor Saldaña,
inquisidor y vicario general del Arzobispado y el maestre Serrial, provincial de los dominicos. Continuaba don Carlos encareciendo la importancia de sacar la cuestión
adelante con el menor coste posible y le ordenaba entregar «las cartas que para ellos
[los comisarios de la conversión] van en licencia vuestra y hablarles todo lo que hos
pareciere para que con buen animo emprendan este negocio y con mucha diligencia
y favor lo prossiguan y lleven adelante por la mejor forma y manera que a vos y a
ellos pareciere, haziendo que se junten sobre ello en esse nuestro real palacio todas
las vezes que convenga»13. Tan preocupado está por el éxito que le encarece escuchar
atentamente a la Real Audiencia y a la Inquisición «affin que con mejor deliberacion y
10
Ibídem.
11
Archivo Provincial de Huesca (APH), Protocolos Felipe de Liçana, Ms. 453 (1526), f. 6.
12
Las cartas de nombramiento de cada uno de los comisarios están recogidos en AHN, Inquisición,
Libro, 247, ff. 72v y 73.
13
AHN, Inquisición, Libro, 247, f. 70v.
18
maduro consejo procedan en todo lo que hoviere de hazer y essecutar para traher el
negocio a buena y breve conclusión»14. Con este propósito dispondrá que «se use de
todos los medios licitos y honestos que convenga para traher a effecto la dicha conversion y se escuse quanto sea posible que los dichos moros no salgan del reyno». A
decir verdad y a pesar de la intención imperial, esos medios solo eran lícitos en parte.
Era lícito que el virrey tratara el asunto, «hablando a los que ahí se hallaren todo lo
que hos pareciere a este proposito», con los diputados, jurados de Zaragoza y señores
para hacerles saber de su firme decisión. No lo era tanto el impedir a toda costa cualquier embajada o la interposición de consultas que retrasaran el negocio. También era
lícito, incluso piadoso, entregar las cartas a los señores pidiendo su colaboración e informarles de las gracias que estaba consiguiendo de la Santa Sede para compensarles
de los posibles daños económicos que el bautismo pudiera arrastrarles. No lo era, en
absoluto, amenazar a los infieles con obligarles a dejar sus hijos en caso de persistir
en su fe. Nada cabría objetar, sin embargo, a las presiones ejercidas sobre el virrey
para que sus vasallos fueren los primeros en convertirse y para que pidiere a los señores y caballeros que marchasen a sus lugares «a persuadir y amonestar a sus vassallos
que hagan lo mesmo»15. Y parece obligado que le recordara con un cierto grado de
ironía que, «ante todas cosas nos parece que deveys proveer que se publique la dicha
primera povision con que moros ningunos puedan entrar ni sallir desse reyno y prohibir y vedar que nadie pueda comprar bienes algunos muebles ni rayzes de los dichos
moros y despues dar orden que los dichos comissarios embien a predicarles y instruirles las cosas de la fe començando en aquella parte del reyno donde creyeredes que
mas facilmente se han de convertir»16. Había aspectos razonables, lícitos y honestos;
otros no lo eran tanto.
También ese mismo día escribía a los diputados que por la bula ya citada de
1524 el Santo Padre le había absuelto de todo juramento prestado contra la conversión de los moros y les hacía saber que «havemos acordado poner en obra nuestra intencion y stamos determinados a no consentir que en todos nuestros reynos y
señorios quede moro sino en catividat»17. La carta representa la notificación oficial
de la conversión. Como representantes de Aragón les rogaba y encargaba que hiciesen llegar su decisión a los brazos y estamentos y les prohibía expresamente enviar «embajada ni siquiera pensar en impedir o dilatar la essecucion dello»18. Finalmente, como no podía ser menos, pedía su colaboración para que la empresa
llegase a feliz término a la mayor brevedad.
14
Ibídem, f. 71.
15
Ibídem, f. 71v.
16
Ibídem, f. 71v.
17
Ibídem, f. 72.
18
Ibídem, f. 72v.
19
La notificación se hizo también a los grandes protagonistas de la conversión:
los moros. El mismo 17 se remitían cartas a los alfaquíes, jurados y aljamas de las
ciudades informando escuetamente de la decisión tomada y del envío inmediato de
predicadores que debían instruirles en la fe cristiana. Y, como no podía ser menos,
se les pedía una positiva respuesta que se concretaba en estos términos: «No dexeis
de lo conocer y recebir con la intencion que se haze ni tardeis a recebir el agua del
sanct bautismo»19. Por fin todos los implicados en el bautismo estaban al corriente de
la voluntad real aunque no todos conocían hasta dónde pretendía llegar el monarca.
En este primer momento solo se informa a los infieles de una parte del proyecto; la
segunda, la traumática de la expulsión, aunque estaba implícita, quedaba, en este
mediados de noviembre, en una imprecisa amenaza de pérdida de libertad: «Sin esto
[sin haceros cristianos] no podeis quedar en libertad en nuestros reynos y señoríos»20.
Los otros, actores secundarios del drama, fueron informados y requeridos a participar en la conversión, aunque a estos sí les comunicó sin ambages que los musulmanes debían aceptar las aguas bautismales o salir del reino en un corto periodo de
tiempo todavía por precisar. A cada uno de los implicados, según su condición, les
pidió su colaboración: a las ciudades y señores laicos, que favoreciesen a los comisarios y predicadores, a los obispos y cabildos, señores de vasallos, que además de
propiciar la acción evangelizadora de los emisarios reales, ellos mismos les adoctrinasen. Todo ello con un objetivo: conseguir el sí como única respuesta21.
A fines de noviembre los aragoneses conocían oficialmente lo que desde
hacía tiempo era ya un secreto a voces: los moros debían aceptar el cristianismo o
abandonar España. Pero desde el momento que se empezó a rumorear, la intención real provocó un profundo desasosiego entre el grupo dirigente, que nacía, en
mi opinión, no de un rechazo al bautismo, con el que todos, como cristianos, estaban seguramente de acuerdo, sino del miedo a la reacción de los sarracenos y a sus
consecuencias. Por eso, poco antes de ese 17 de noviembre22, cuando la carta real,
ya escrita, no había llegado todavía a Zaragoza, la Diputación, haciéndose eco de
19
Ibídem, f. 73v.
20
Ibídem, f. 73v.
21
Ibídem, f. 74v y 75.
22
Desconozco la fecha exacta de esta movilización. Francisco Diego de Sayas reprodujo el documento del Archivo del Reino que da cuenta de la misma, pero no registró mes y día. Desaparecidas las
Actas de la Diputación de 1525, a tenor de lo que se sabe hasta el momento, entiendo que la demanda aragonesa debió prepararse en torno a ese 17 de noviembre. Diego José Dormer afirma
que la súplica se hizo en el mes de noviembre pocos días antes del decreto de su reducción o expulsión. DORMER, D. J., Anales de Aragon desde el año MDXXV del nacimiento de nuestro
redemptor hasta el de MDXL... añadese primero algunas noticias muy importantes desde el
año MDXVI hasta el de MDXXV por el doctor..., Zaragoza, 1697, p. 183.
20
la inquietud reinante, intentó adelantarse a los acontecimientos. Con el presentimiento de que la suerte estaba echada y aun admitiendo que las posibilidades de
rectificar la decisión real eran escasas, intentó parar la conversión. Con este propósito y convencida de que la orden aún por llegar era inminente, decidió utilizar
los servicios del conde de Ribagorza, don Alonso de Aragón, presente en la corte,
y lo hizo, según propia confesión, «para entretener el negocio». Con este «entretener» pretendía contar con los días precisos para preparar y enviar una embajada
que informase con minuciosidad sobre quiénes eran, qué hacían y cómo se comportaban los moros aragoneses. En esta información puntual ponían su esperanza
de salvar esta, para ellos, difícil coyuntura. Con este propósito, en Zaragoza se
preparó con urgencia un detallado memorial que es, en realidad, una defensa
apologética del mudéjar. Don Jerónimo de Rada, abogado del reino, lo trasladaría
hasta don Alonso de Aragón, quien en su compañía lo expondría al Emperador.
Por el mismo conducto se remitieron cartas al Gran Canciller, a Luis Sánchez, al
Tesorero General de Aragón, a Juan Ram, a micer Cabrero, a Alonso de Soria, al
deán de Barcelona y a Hugo de Urriés. En todas se pedía apoyo para el conde y
para Aragón23.
El memorial es enormemente interesante tanto por la percepción del problema de la conversión como por las recomendaciones que hace al, en esos momentos, circunstancial representante del reino sobre su proceder ante el Emperador.
Como el objetivo es la embajada en la que han puesto todas sus esperanzas y, para
ello, la Diputación necesita un tiempo que no tiene, le pide a don Alonso que entretenga el negocio y que logre además que sea la propia corte quien pida el envío
de emisarios. Por eso, le advierte que toda su atención debe centrarse en impedir
que se descubran las intenciones del reino y en conseguir que sea llamado a consulta. Este segundo objetivo es tan importante que no lo deja a la habilidad o a la improvisación del conde. El propio reino presenta, a través del memorial, un moro, el
aragonés, diferente del valenciano y del granadino, y lo hace con el propósito de
forzar a la corte a pedir información antes de tomar su última decisión. Lo dicen
con estas palabras: «Por Su Magestat y bien informado dellas, mandaria que tal
provision no se hiziesse y para esto que seria bien antes de innovar cosa alguna
que su Magestat mandasse llamar e oir a los de este regno sobre ello; de los quales
seria bien informado que contrario a su servicio y dañoso a este reyno seria la
dicha expulsión»24.
Los argumentos aragoneses no fueron tenidos en cuenta. Más aún, es muy
posible que nunca fueran presentados ni escuchados ni tampoco tuviera lugar la
23
SAYAS, F. D., Anales…, óp. cit., p. 811.
24
Ibídem, p. 813.
21
ansiada audiencia. Todo debió quedar en suspenso en el momento en que llegó a la
capital la carta ya comentada del 17 de noviembre. En ella se prohibía taxativamente el envío de cualquier embajada y poner frenos a la conversión. Nada hizo
desistir al César de su propósito. Sin embargo, a pesar del fracaso o quizá por el
mismo, el interés del documento es incuestionable por las razones ya apuntadas
pero, además, porque su benevolente opinión sobre la minoría conversa podría formar parte de toda esa literatura que ha permitido construir el estereotipo morisco.
Por enfermedad del Inquisidor General, una parte de la documentación anunciada el 17 de noviembre no fue enviada hasta el 3 de diciembre25. El despacho se
hacía acompañar con «copias o traslados de los editos y provissiones que en Valencia
se han hecho» y añadía ya sin remilgos: «Podra se hazer ay lo mesmo porque antes
de echar los moros se les hagan todas las otras premias y amonestaciones»26. Dos
días más tarde una nueva misiva prohibía a los señores acoger en sus tierras a quienes huyeran de Valencia para vivir como moros27. El 12 de enero de 1626 Carlos V
informaba satisfecho al virrey de la visita de los doce alfaquíes valencianos y de su decisión de abrazar el cristianismo28. Sin embargo, a diferencia de lo ocurrido en el
reino vecino, donde la resistencia fue muy fuerte, en Aragón, tras el fallido intento de
negociación de noviembre, todo parece discurrir según lo previsto por la corte. El 22
de diciembre, una nueva provisión prohibía a los aragoneses salir e incluso desplazarse dentro del propio reino. Al mismo tiempo ordenaba a los que estaban fuera del territorio y de sus lugares volver en el plazo de veinte y diez días, respectivamente, a su
punto de origen. Unos días más tarde nuevas disposiciones intentaban aliviar los consabidos problemas que provocaba la inmovilidad de los musulmanes. El propio virrey
Juan de Lanuza prohibió —se entiende, a los cristianos— comprar bienes a los mudéjares bajo pena de doscientos sueldos. Dos días más tarde nuevas órdenes eran
puestas en conocimiento de la población. Cumpliendo con el calendario confeccionado en Toledo, cuando Valencia vivía enfrascada en el bautismo y en la rebelión de Espadán, don Juan de Lanuza, según sabemos por el propio Emperador, publicó «las
provisiones y edictos sobre la conversion de los moros»29. No parece que las nuevas
25
El día 2 de diciembre se remitían cartas a los obispos y cabildos, señores de moros, a los que, tras
recordar su determinación de que «los moros de nuestros reinos sean cristianos o salgan dellos
brevemente», pedía que predicasen e instruyesen a sus moros para que «sin dilacion se conviertan
a nuestra Santa Fe Catholica que a Dios y a nos hareis en ello servicio». AHN, Inquisición, Libro,
247, ff. 74 y 74v. El contenido de estas cartas parece más propio de las escritas el día 17. Pero
además se encuentran copiadas entre otras fechadas este día 17.
26
AHN, Inquisición, Libro, f. 76v.
27
Ibídem, f. 41.
28
Ibídem, f. 91.
29
Ibídem, f. 91.
22
disposiciones, sugeridas, apuntadas y presentidas desde hacía tiempo, provocasen altercado alguno. Ni entre los moros ni entre las autoridades aragonesas se han observado movimientos sospechosos. Tras el fracasado intento de mediados de noviembre,
todos tenían asumido que el bautismo era cuestión de días.
Entretanto, el 5 de enero de 1526 el propio virrey mandaba inventariar las
armas de los moros30. Frente a la oposición señorial que levantará la cuestión del
desarme morisco en la segunda mitad del siglo XVI, el registro no tuvo, por lo que
sé, ningún rechazo. Realizado, según lo dispuesto, en la segunda mitad del mes de
enero, sorprende la rapidez con la que fue obedecido y ejecutado. Los archivos de
protocolos de Borja, Huesca y Daroca conservan todavía el testimonio de estos recuentos. En concreto, los de Albeta (barrio de Borja) de los señores Vera Torrellas y
de los Coloma31, de Monflorite y de Cuarte (lugares próximos a Huesca) de los Gurrea y Aragón, condes de Ribagorza, primero, y duques de Villahermosa, después.
En el realengo se han conservado al menos los de Huesca32 y de Burbáguena33. Realizados en su presencia, son precisamente los notarios quienes dan cuenta de los
recuentos y es posible que los protocolos todavía conservados de 1526 nos guarden entre sus polvorientos folios nuevos inventarios. Seguramente, tras el recuento
se puso fecha a la conversión. El 14 de febrero fue publicado el edicto de conversión o expulsión en todas las ciudades, villas y lugares de Aragón34. Los mudéjares
debían cristianarse antes del 15 de marzo35 o abandonar España. Pero, ya antes de
ese 14 de febrero, algunos habían pasado por la pila bautismal36, aunque según
anota el vicario de la parroquia de Santiago de Daroca, «la general conversión del
presente reino de Aragón fue el 15 de marzo de 1526»37.
Los planes del Emperador se cumplieron sin apenas contratiempos. Tan solo
fue preciso consumir un tiempo de negociación, que puede considerarse prudente,
para aclarar algunas de las graves cuestiones que encerraba la conversión. La corres-
30
APH, Protocolos, Felipe de Lizana. ms. 453 (1526), f. 23v.
31
AHPB, Protocolos, Lope de Aoíz, ms. 1572 (1526), f. 8v 9.
32
APH, Protocolo, Lope de Lizana, ms. 453 (1526), ff. 23, 23v y 24v.
33
PÉREZ GONZÁLEZ, M.ª D. y F. MAÑAS BALLESTÍN, «Los mudéjares...», óp. cit., p. 225, Dc. 2
34
DORMER, D. J., Anales…, óp. cit., p. 186.
35
AGS, SE, Leg. 220, s. f. DORMER, D. J., Anales…, óp. cit., p. 183. LEA, H. CH., óp. cit., p. 142.
36
PÉREZ GONZÁLEZ, M.ª D. y F. MAÑAS BALLESTÍN, «Los mudéjares…» óp. cit., p. 238, Dc. 3.
37
Ibídem, p. 239, Dc. 3. En el apéndice documental que aportan a su trabajo, PÉREZ GONZÁLEZ
M.ª D. y F. MAÑAS BALLESTÍN, «Los mudéjares…», óp. cit., pp. 239-241, datan varios documentos sobre el bautismo de los mudéjares darocenses en 1528. Considero que se trata de una confusión del vicario o de un error de transcripción. En principio, parece imposible que se permitiera
semejante excepción; o ¿se trataba de gentes que habían huido?
23
pondencia imperial transmite, no exenta de cierta satisfacción, la normalidad del
proceso. El 12 de enero Carlos V escribía al virrey acusando recibo de su carta del
24 de diciembre y aprobando sus últimas medidas. Este mismo día lo hacía también
a la Diputación pidiéndole que corriera con los gastos que suponía la tramitación en
Roma de la Bula Salviatis por los beneficios que reportaba a Aragón38. Unos días
más tarde, el 19, reclamaba también su ayuda pecuniaria por las despensas que le
estaba suponiendo el bautismo. Al día siguiente mostraba su complacencia por el
buen suceso que empezaba a tener el negocio39.
La presencia del islam en España se cerró oficialmente en 1526 cuando los
últimos mudéjares, los de la Corona de Aragón, aceptaron la conversión en lugar de
tomar el camino del destierro. Su bautismo presentaba ciertas diferencias con el protagonizado unos años antes por los granadinos y castellanos. El aragonés —me refiero al de toda la Corona— fue el resultado de una única decisión tomada al menos
en 1523, antes lógicamente de iniciar las negociaciones con el Papa. Fernando e
Isabel no parecen tener un proyecto de conversión. Se ven arrastrados por las circunstancias. El granadino es un bautismo por etapas que se extiende desde 1498
hasta 1501. Carlos tomó la decisión previamente y después la mantuvo en contra
de la opinión de sus propios súbditos. Además, mientras en Granada hubo una sucesión de revueltas y en Valencia la violencia de los agermanados, en Cataluña y Aragón ningún pretexto podía aducirse en defensa de la disposición carolina. Hay otras
diferencias no menos notables. Frente a Fernando e Isabel, su nieto era un extranjero que sabía poco de España y menos de los moros. También eran extranjeros los
miembros del consejo de Estado y fueron ellos quienes se mostraron favorables a la
liquidación del islam. La desaparición de su último reducto de la Península Ibérica
fue obra de extranjeros. Lo que no tiene más importancia que la de mostrar hasta
qué punto era anómala su presencia y cómo era odiado en Europa. Recordaré que
en la otra parte los sentimientos hacia el otro no eran distintos.
LOS PROTAGONISTAS: EL EMPERADOR
A mediados de 1526 la conversión era ya un hecho y seguramente el Emperador se sentía satisfecho. Las cosas habían salido bien. Desde el primer momento
que decidió acabar con la presencia de infieles en sus dominios, siempre que tuvo
oportunidad repitió que su propósito era inquebrantable y que nada ni nadie le ha-
38
DORMER, D. J., Anales…, óp. cit., f. 92.
39
Ibídem, f. 96v.
24
rían desistir de su objetivo. Con la misma rotundidad expuso reiteradamente las razones de su decisión: agradecer a Dios los favores que le estaba dispensando y culminar la obra iniciada por los Reyes Católicos. Pero si Dios y sus abuelos maternos
eran los referentes de su política religiosa, su condición de cristiano, de príncipe y de
emperador que conlleva unos compromisos ineludibles, puntualmente recordados
por la bula de 1524, inspiró los contenidos y estrategias del ultimátum lanzado contra la presencia islámica en España. Desde el primer momento parece haber tenido
claro que su apuesta solo podría considerarse un éxito si era secundada por la minoría. Si se convertía. De ahí que todas su política se diseñe en función de ese objetivo.
En un principio su estrategia no es otra que la de alcanzar la aceptación voluntaria
del bautismo y solo cuando la opción se considera fracasada lo impondrá. Pero hay
un largo periodo de negociación y de intentos de atracción de los moros. Primero se
les ofrece ser equiparados a los cristianos. En realidad, esta promesa estaba implícita
en el bautismo pero quizá se pensó que recordar el goce de estos derechos podía ser
un buen reclamo para mover voluntades. También insiste en el adoctrinamiento
pero, a pesar de sus recomendaciones y de los medios de la Iglesia, llegó tarde y fue
muy escaso. El primer sermón de los moros de Daroca, Burbáguena y Villafeliche
no se predicó hasta el 23 de enero y llama la atención que los de Burbáguena y Villafeliche tuvieran que desplazarse hasta Daroca para recibir el mensaje40. Después
se utilizarán una serie de artimañas y coacciones nada evangélicas. En Daroca,
como debió ocurrir en el resto de los lugares, fue tapiada la mezquita el día 2 de febrero41. Después del 15 de marzo, quienes no aceptasen el bautismo debían abandonar Aragón pero, como se había hecho con los valencianos, se les trazaba un camino disuasorio además de forzarles a dejar a sus hijos: «Vays derecho camino a salir
deste Reyno por el lugar y puerto de Ariça y que en el ayays de manifestar y registrar vuestras personas y nombres y todo lo que llevaredes particularmente a la persona o personas que nos para ello pusieremos y de la dicha manifestación y registro
ayays de tomar y llevar su testimonial o albaran y que no podays llevar ni lleveys
açemilas ni otras bestias, ganados ni bienes algunos ni dinero que sea adquirido en
fraude o perjudicio de la prohibición y edicto ni podays tan poco llevar criaturas
niños o niñas de diez años abaxo y que del dicho puerto y lugar de Ariza ayays de yr
a Montagudo y de alli a Almaçan y de alli al Burgo de Osma y de alli a Valladolid y
de alli a Benavente y de allí a Astorga y de alli a Villafranca y de alli a La Coruña
que es puerto de mar en Galicia, el qual puerto os asignamos para vuestra embarcacion y salida de España»42. La misma disposición prohibía cualquier tipo de compra
40
Archivo Municipal de Daroca (AMD), Actas, 1.15.1, ff. 5v, 6r y 7r. Agradezco a Mari Luz Rodrigo
su desprendimiento al hacerme partícipe de los datos que ella encontró en este archivo.
41
Ibídem, f. 7v.
42
AGS, SE Leg. 220, s.f.
25
a los moros y acogerlos después de ese día 15. La orden carecía, como acabo de
apuntar, del mas mínimo espíritu evangélico. Respondía más bien a la reprobación a
la que se hacían merecedores por negar a Cristo. Pero era también el último intento
por conseguir su adhesión al cristianismo.
Entretanto, desde el otoño de 1525 hay un esfuerzo político por atraer a los
infieles al redil. Junto al adoctrinamiento, Carlos V, como habían hecho antes sus
abuelos católicos en Granada y él mismo había ordenado en Valencia, insiste en
captar, convenientemente recompensados, a los principales, buscando el efecto de
arrastre que su ejemplo pudiera tener sobre sus correligionarios. Indudablemente lo
tuvo pero no tanto como para evitar el recurso o la amenaza de la expulsión que fue
el último y definitivo argumento para la mayoría. Solo la amenaza le dio finalmente
el triunfo que estaba buscando desde hacía tiempo. En la primavera de 1526 acabó
la presencia oficial del islam en España. Carlos V había conseguido sus objetivos.
Otra cosa bien distinta es cómo lo había alcanzado y qué garantías de futuro tenía.
A la hora de explicar la política religiosa del Emperador, los historiadores
han señalado distintos argumentos que han ido paralelos al avance de nuestros
conocimientos sobre la Europa de principios del siglo XVI. Los propios cronistas
del siglo XVII ligaron la medida con la presencia de Francisco I en la villa valenciana de Benisanó, donde fue despertado por la algarabía de los moros que se movían
por la plaza de la villa. El monarca francés reprochó a su vencedor que siendo o
pretendiendo ser la espada de la cristiandad consintiera la presencia de infieles en
sus dominios. Para Pascual Boronat, estos reproches hirieron la sensibilidad de
Carlos V «que anhelaba exterminar de sus reinos la raza islámica»43. Para Lea, la
decisión estaba unida a su condición de Emperador y a la aparición de Lutero. «Su
lucha por la unidad religiosa de Alemania estaba fatalmente abocada al fracaso
mientras pudiera decirse que en España, donde su autoridad era prácticamente
absoluta, toleraba que cientos de miles de sus vasallos invocaran públicamente a
Alá y a su profeta»44. Para otros, la circunstancia que planteó la situación sin posibilidades de dar marcha atrás fue el bautismo impartido violentamente por los
agermanados45. El Emperador se vería obligado a terminar su obra ordenando la
conversión de los que todavía eran musulmanes y extendiendo la orden al resto de
los aragoneses y catalanes. De esta manera estaríamos en presencia de un bautismo por etapas. La última de las interpretaciones46 defiende con Ch. H. Lea que la
43
BORONAT Y BARRACHINA, P., Los moriscos…, óp. cit., t. I., p. 144.
44
LEA, H. CH., Los moriscos…, óp. cit., p. 135.
45
DOMÍNGUEZ ORTIZ, A. y B. VINCENT, Historia de los moriscos. Vida y tragedia de una minoría. Alianza, Madrid, 1985, pp. 23-25.
46
BENÍTEZ-SÁNCHEZ BLANCO, R., Heroicas…, óp. cit., p. 89.
26
conversión de los moros aragoneses fue producto de una única decisión independiente de la actuación de las Germanías. Personalmente coincido con esta tesis y
además entiendo que la decisión se pudo tomar una vez que los festejos, que
acompañaron a su elección como emperador, dieron paso a la rutina del gobierno
cotidiano. La decisión se vio favorecida por la propia coyuntura política y religiosa
del momento. La victoria de Pavía, las posibilidades que ofrecía de mostrar una
cristiandad unida ante el peligro turco, la necesidad de dar gracias a Dios por semejante triunfo e incluso la amenaza que como quinta columna del poder otomano podían representar los moros y la aparición de Lutero, que para Lea habría
sido el detonante, fueron los factores coadyuvantes; la razón auténtica habría que
buscarla en el providencialismo del propio Carlos. La necesidad de corresponder a
Dios por las enormes mercedes que le había concedido al hacerle el hombre más
poderoso de la Tierra parece estar en el fondo de su decisión. En esta disposición
encontró que la mejor manera de pagar a Dios por sus gracias estaba en acabar
con los infieles de sus reinos y, especialmente, en conseguir ampliar con su conversión el rebaño de Cristo.
LOS SEÑORES Y LA IGLESIA
La historiografía ha convertido a los señores en otro de los grandes protagonistas de la conversión y, más tarde, de toda la cuestión morisca. Sin duda lo fueron.
Otra cosa bien distinta es que las razones argüidas para explicar su comportamiento
no planteen dudas razonables sobre su valor. Primero, se escribe, se opusieron a la
conversión y, después, a su evangelización y persecución protegiendo a sus moriscos de la Inquisición. Su islamofilia, insistentemente mantenida, se explica por el
miedo a la pérdida de sus rentas. La tesis pero, sobre todo, los argumentos son discutibles. Con frecuencia se habla indistintamente de nobleza, señores o caballeros.
Se olvida que solo una mínima parte de la nobleza tenía moros. Los presuntos enemigos del bautismo no podían ser los caballeros, los nobles o los señores, indistintamente, sino los señores de moros, que eran miembros de la nobleza pero también
del clero: monasterios, prelados y cabildos. Señores de moros y después de moriscos es la expresión que debe utilizarse cuando nos referimos a esta cuestión. También deben revisarse los argumentos que se esgrimen para justificar su oposición.
Desde 1500 hasta la actualidad se ha justificado esta reticencia por razones económicas. Se une la detracción señorial, lo que el señor exigía a sus vasallos o, más estrictamente, su parte fundamental a la condición musulmana de los pagadores. La
relación encierra una flagrante confusión que en el estado actual de nuestros conocimientos resulta inadmisible. La historiografía ha demostrado que en el cómputo de
la hacienda señorial los tributos islámicos representaban una parte insignificante.
27
Pero, además, Eugenio Ciscar Pallarés47 y James Casey demostraron hace ya tiempo que en algunos señoríos las rentas pagadas por los moriscos valencianos eran en
dinero y habían quedado totalmente devaluadas. Por otra parte, creo llegado el momento de plantear, evidentemente sin renunciar a las hipótesis de trabajo utilizadas
hasta ahora, si en una sociedad sacralizada, como la del Antiguo Régimen, cabía
una oposición señorial tan cerrada como a veces parece sugerirse por la Inquisición,
ciertos núcleos del clero y los mismos consejeros de la monarquía. En este mundo
de creyentes no parece lógica una actitud de rebeldía que pusiera en peligro la salvación, en este caso, de los vasallos. Sin embargo, esas resistencias existieron tanto en
el momento del bautismo como después en el adoctrinamiento y la evangelización.
Por eso convendría desmenuzar quiénes y cuántos eran los opositores y sus cabecillas y cuáles eran los motivos de su comportamiento. Desde luego, el miedo a la pérdida de rentas difícilmente puede explicar la resistencia señorial, muy prudente en
Aragón, al bautismo de los mudéjares. Las razones debían ser necesariamente más
complejas y otros los temores.
El anuncio de la conversión no levantó encendidas adhesiones. Carlos V
pidió la colaboración de sus ministros, del clero y de los señores, principalmente de
aquellos que podían servir de ejemplo. En principio no tuvo respuesta. Nadie parece haberse dado por enterado. Pero este silencio no debe entenderse necesariamente como una cerrada oposición a la cristianización de sus vasallos por el miedo
a la pérdida de rentas. La conversión tenía al menos dos lecturas. Para la monarquía todo quedaba reducido a una orden que debía ser obedecida y cumplida. Para
la otra parte, para la que estaba implicada directamente en el negocio, la cuestión
era más ardua. Tenía o podía tener graves implicaciones. Incluso sentimentalmente
tenía su coste. Suponía liquidar a un sector social, a toda una comunidad que había
jugado un papel importante en la historia de los reinos de Aragón y Valencia. Para
los señores no debía ser nada fácil informar a sus vasallos de que debían bautizarse
o abandonar sus tierras. Especialmente en el caso de Aragón, donde ningún argumento podía esgrimirse para justificar semejante decisión. Aún en el hipotético
caso de que algún señor se hubiera atrevido a llevar a sus vasallos a la pila bautismal necesitaba de un tiempo y de unos predicadores que de momento no tenía. Incluso no tuvieron por qué faltar los escrúpulos religiosos. Algún señor pudo negarse en conciencia a forzar el bautismo, tal como le exigía su emperador. Pero nada
fue tan determinante en su silencio o en su resistencia como el miedo a la propia
reacción de los moros. El elevado porcentaje de la minoría respecto de la pobla-
47
CASEY, J., El reino de Valencia en el siglo XVII, Siglo XXI, Madrid, 1983, pp. 104-130; CISCAR PALLARÉS, E., Tierra y señorío en el País Valenciano (1570-1620). De Cenia al Segura,
Valencia, 1977, pp. 35 y ss.
28
ción total valenciana y el menor, pero también notable, de la aragonesa hacía de
esa posible respuesta una cuestión que implicaba a todo el territorio y no solo a
una parte. El bautismo era, diríamos hoy, una cuestión de Estado y no solo del
grupo social más poderoso. El Emperador, que nunca pensó perjudicar a sus señores, contó especialmente con ellos por ser los más directamente afectados en la
empresa al tener implicadas sus rentas y su jurisdicción en la respuesta. La bula
Idcirco nostris48, que según Henry Charles Lea fue arrancada a Clemente VII y,
en mi opinión, también dictada, además de legitimar la decisión imperial, tiene
entre sus objetivos conquistar a los señores una vez recompensados convenientemente. Calificaba a la secta islámica y a quienes consentían en su existencia de
«ofensa a Dios, peligro para las almas de los señores que nada hacen por acercarles a la verdadera fe, escandallo para los fieles». Más adelante añadía que «por relacion de muchos fidedignos varones conoce la abundante presencia de moros en
Aragon, Valencia y Cataluña que se oponen a la fe cristiana y son un peligro para
los fieles cristianos [...] y no es de menor sentimiento, que vivan no solo entre los
christianos mismos sino tambien entre los señores temporales de los lugares; y
que los mismos señores los sufran sin ver alguno que les enseñe el camino de la
verdad»49. Tras enfatizar los peligros espirituales y temporales que representaba la
presencia islámica entre cristianos, recompensaba la conversión con «las decimas
de las possessiones que los tales moros no han pagado hasta agora se apliquen y
sean de los señores temporales de los lugares que segun hemos tambien sabido
no padecen poco menoscabo de esta expulsion de los infieles con tal que los mismos dueños temporales provean las tales iglesias de las cosas necessarias al culto
divino, quedandose para las iglesias las rentas de los referidos templos de Mahoma; en los quales decretamos que se funden beneficios»50. A los bienes espirituales
se sumaban los temporales, aunque tuviesen el compromiso de proveer los medios necesarios para el culto. Poca cosa para semejantes ingresos. El importe de
48
La bula ha sido citada con profusión pero, hasta donde alcanzan mis conocimientos, nadie parece
haberse detenido en su contenido. Pascual Boronat apenas le dedica estas líneas: «Exhortando al
Emperador a que no descuidase el negocio de la predicación a los moriscos, a que fijasen los inquisidores un plazo para la conversión de aquellos so pena de ser expelidos de España y, a la vez,
absolvía al rey de cualquier juramento que hubiese hecho en Cortes referente a la no expulsión de
aquella raza». BORONAT, P., Los moriscos…, óp. cit., p. 136. Lea le presta más atención, pero
su interés no pasa de parafrasear el texto y lo hace con un doble objetivo: mostrar la intolerancia
del Emperador y las graves consecuencias que arrastró al convertirse en el principio del fin de la
minoría mora, que, junto con la judía, representaban los grupos sociales más dinámicos. Como
hijo de su tiempo, Henry Charles Lea entendía que la intolerancia había sido la causa de la perdición de España. LEA, H. CH., Los moriscos..., óp. cit., p. 136.
49
SAYAS, F. D., Anales…, óp. cit., p. 693.
50
Ibídem, p. 693.
29
los diezmos entiendo que, y esto debió ser valorado, compensaba sobradamente la
pérdida de las rentas islámicas que implicaba su nueva condición de cristianos. La
conversión se convertía así en un buen negocio. La bula dejaba sin argumentos
económicos a la oposición. Por eso parece más lógico pensar que la resistencia fue
debida al miedo a una reacción violenta y, aún más, a que se decantasen por abandonar España. Su salida representaba la ruina de algunos señores, no de todos,
entre ellos los miembros de la alta nobleza aragonesa y valenciana.
La oferta, que demostró ser un extraordinario acierto, fue confirmada para
Aragón por la llamada bula del cardenal Juan de Salviatis de 1526 que fijó los compromisos económicos entre cristianos nuevos y señores con la Iglesia hasta la expulsión de 1610. En un principio cabría pensar que la dura oposición aragonesa habría
forzado a buscar nuevas concesiones del Papado. Pero el documento no añade nada
sustancial al de 1524. Se limita a ampliar y a precisar alguno de sus capítulos. Además, el Emperador empezó a negociar con el cardenal apenas había planteado la
conversión, cuando todavía no se conocía la respuesta aragonesa. Tampoco parece
que Aragón se cerrara herméticamente a la propuesta imperial. No sería sorprendente que Carlos buscará un golpe de efecto que hiciera más receptivos a los aragoneses o quizá aclarar las dudas que pudiera plantear la bula Idcirco nostris. Negociada a través del cardenal Juan de Salviatis, a finales de 1525 debía conocer ya
oficiosamente la nueva concesión porque por esas fechas le informaba al virrey del
nuevo privilegio y le ordenaba que lo utilizase políticamente para ganarse a los señores haciéndoles constar el esfuerzo realizado. A principios de 1526 tenía la confirmación oficial. Casi de inmediato la corte comunicó la buena noticia a la Diputación, que le respondía el 10 de febrero agradeciendo su intervención.
La bula repetía la donación de los diezmos y primicias que cedía «al rey Carlos, como a todos, y cada uno de los señores temporales del dicho reyno de Aragon [...] cuyos vasallos dexada la secta mahometana se han convertido ya a la fe de
Christo o se convertiran»51. A continuación se ocupaba de distintas cuestiones con
el propósito claro de evitar confusiones, fraudes y conflictos entre pagadores y perceptores de diezmos. Por esta razón establecía que, en los lugares poblados por las
dos comunidades, los cristianos paguen las rentas eclesiásticas como lo han hecho
hasta el momento, «pero los sarrazenos ya convertidos y que en adelante se convertiran, las paguen a los señores temporales»52. De esta manera preveía la fraudulenta utilización que los cristianos viejos pudieran hacer del privilegio para defraudar en los lugares habitados también por los nuevos. La concesión iba más lejos.
Pretendía que el bautismo no perjudicase a los señores pero que tampoco ahogase
51
DORMER, D. J., Anales…, óp. cit., p. 187.
52
Ibídem.
30
al nuevo convertido. El diezmo quedaba integrado en las rentas de la tierra que ya
pagaban los terrazgueros. Por eso disponía: «Mas porque algunas decimas y primicias o, en lugar de ellas, la quinta o sexta parte o otra porcion de los fructos que se
cogen en algunas possessiones y tierras que por los mismos sarracenos ya convertidos o que se han de convertir son cultivadas, separando en ellas lo que hasta ahora
se ha acostumbrado pagar que se ha de dar enteramente a quien antes se avia pagado; lo que quedare hasta llegar a cumplimiento de enteras y perfectas dezimas
deva darse al respecto a los señores de los lugares de que hablamos de la manera
sobredicha»53. Incluida la contribución eclesiástica en la renta de la tierra, la nueva
fe apenas representaba un coste adicional en la economía de las nuevas familias
cristianas. No mejoraba su anterior situación, pero tampoco la empeoraba. La Iglesia renunciaba al beneficio que la nueva grey le podía representar en aras de la paz
social y del éxito de la conversión.
Una vez abordada la cuestión económica, la bula pasaba al cuidado de los
nuevos fieles. Con este propósito entregaba las mezquitas con sus bienes habices y
el patronato de las nuevas iglesias a los señores aunque la colación pertenecería al
ordinario. A cambio les imponía la condición de levantar y dotar los nuevos templos en los lugares de moriscos que debían atender las necesidades del nuevo rebaño. Asimismo, comisarios nombrados ex profeso se ocuparían de vigilar el cumplimiento de esta condición que se consideraba fundamental para el éxito de la
empresa evangelizadora54.
Consciente de que tocaba terreno muy peligroso al disponer de una renta
que podía dar lugar a fraudes permanentes y a pleitos entre los ordinarios, los señores y los propios fieles, el Papa ordenaba la elaboración de un inventario o cabreo de todas las tierras que en los lugares habitados por cristianos viejos y nuevos
habían pagado diezmo hasta entonces. Solo las no registradas lo entregarían a los
señores55. De este registro, concluía, se harán dos copias: una para el ordinario y
otra para los señores. Así se hizo. Comisarios de la Inquisición acompañados por
expertos labradores confeccionaron en cada uno de los lugares de moros el cabreo
de las heredades dezmeras56 y se elaboraron los libros. Pero no consiguieron evitar
los conflictos. A finales del siglo XVII, Diego José Dormer traducía la bula en sus
Anales con la esperanza de que remitieran las discrepancias que provocaba su apli-
53
Ibídem, p. 189.
54
Ibídem.
55
Ibídem.
56
Archivo Histórico Provincial de Zaragoza (AHPZ), Casa Ducal de Híjar, Sala 1, Leg. 150-1 y Leg.
312, n.º 6. ROYO GARCÍA, J. R., La bula salviática en el condado de Morata, Fuentes históricas aragonesas, IFC, Zaragoza, 2005.
31
cación. El diezmo era una renta demasiado importante para quien la pagaba y en
exceso apetecida por los potenciales perceptores. De ahí que los implicados en el
asunto se acogiesen al más mínimo resquicio legal para eludir su pago o para hacerse con él. Sus últimos ecos llegarían al siglo XIX. Tras la desamortización los
aparceros del duque de Híjar exigían una mejora en sus contribuciones al haber
sido suprimido el diezmo que entendían bien incluido en sus rentas.
La bula Salviatis fue un gran acierto. Así lo entendió el Emperador que la
esgrime orgulloso ante los aragoneses. También los señores apreciaron sus bondades. Sin embargo, en esta general aceptación, hay alguna excepción. Es el caso del
cabildo de la catedral de Tarazona que sintió lesionados sus derechos. Apenas supo
de su contenido cuando preparó un recurso a la totalidad. Expertos en la materia
denunciaron la concesión por contravenir el Derecho canónico, la tradición e incluso la propia fe. La demanda fue presentada en Roma. Era la primera batalla de la
guerra que el cabildo turiasonense estaba dispuesto a mantener por los diezmos.
Después, en 1529, arremetió contra la concordia del procurador fiscal de su Majestad sobre la integración en un solo concejo de los cristianos viejos y nuevos de
Borja por negarles la percepción de las rentas que tradicionalmente habían recibido en los términos de la ciudad57. Por esas mismas fechas disputaba la renta eclesiástica de Santa Cruz y de Torrellas a su señor, el conde de Ribagorza. En 1533
llegó a enviar a Roma al racional Martín Sebil para que moviese el pleito con el de
Ribagorza que se había iniciado en 1526 y todavía duraría hasta 154158. Además,
se mostraba preocupado ante la posibilidad de que los señores de Albeta, Ribas —
desaparecido tras la expulsión— y Maleján, barrios de Borja, se hiciesen con los
derechos decimales de sus respectivos lugares.
El comportamiento económico de la Iglesia ante el bautismo parece impecable, salvo excepciones puntuales. Su renuncia al diezmo eliminó inconvenientes.
Sin embargo, el adoctrinamiento que proporcionó a sus nuevos fieles fue pobre.
Escandalosamente pobre. Quizá pueda ilustrar este grave descuido el caso de los
mudéjares del valle medio del Jiloca. Fueron obligados a ir a Daroca para su instrucción, aunque tan solo está documentada su presencia en el sermón predicado
el 23 de enero, día de San Vicente. No hay otras noticias de que recibieran una
mayor atención. Pero este, el del adoctrinamiento, es uno de los aspectos que convendrá atender en el futuro.
Las disposiciones sobre la dotación parroquial tuvieron un cumplimiento dispar. En el señorío las mezquitas, sus dependencias y sus bienes pasaron a poder del
57
Archivo de la Catedral de Tarazona (ACT), Caja 21, ligarza 2, s.f.
58
Ibídem.
32
titular que las incorporó a su patrimonio y dispuso de los bienes a su voluntad. Vendieron los edificios y entregaron las tierras a sus campesinos, siguiendo la vieja fórmula de la propiedad compartida. Todo este movimiento de incautaciones, ventas y
cesiones se puede reconstruir a partir de los documentos que todavía se han conservado. En 1526 don Miguel Ximénez de Urrea, a la sazón conde de Aranda, vendía al honrado Alonso Muñoz de Morés la mezquita, con sus baños y habitaciones,
las casas que eran escuela y una caldera de «arambre, francas y quitas», por valor
de 1600 sueldos59. En los años siguientes continuó la enajenación en sus distintos
pueblos. En 1528 cedía a Pedro de Nueros y Alonso Daza, infanzones de Épila, una
«casa que era mezquita sita en la villa de Aranda»60. Mientras se desprendía de los inmuebles, entregaba las tierras a perpetuidad a cambio de una renta anual fija en especie. Miguel Tarich debía pagar anualmente por un campo que era de la mezquita
de Rueda seis fanegas de trigo61. De todas estas cesiones, la más novedosa e interesante es la realizada en 1534. En este año donaba al concejo de Almonacid de la
Sierra —la población era de cristianos nuevos—, en la persona de su procurador,
Miguel Serrano, y a treudo perpetuo, con comiso, luismo y fadiga y un censo de
140 sueldos anuales, todas las heredades que eran de la mezquita «y todas las otras
piezas que se hallaren haber sido de la mezquita»62. Estas parcelas pasaron a engrosar los propios del concejo y los recursos de la hacienda municipal. Esta ventajosa
donación parece contradecir el testimonio sobre la agitación del lugar ante el bautismo. No es fácil entender, y menos en este mundo violento del Antiguo Régimen,
que una actitud de oposición frontal al bautismo como la denunciada por Diego José
Dormer para el caso de Almonacid se hubiera olvidado ocho años después y recibiera además una herencia en aceptables condiciones económicas.
La actuación más interesante de Aranda fue, sin duda, la entrega a los concejos de los nuevos convertidos, como ocurría en el resto de lugares cristianos, del
mantenimiento de las nuevas iglesias que, según la bula, era de su responsabilidad.
La oferta fue en principio presentada a los vasallos que, tras su estudio, no dudaron
en aceptar. Poco después, las dos partes firmaban la correspondiente concordia. El
conde les entregaba la primicia de los panes y filarzas, con alguna excepción y,
sobre todo, los eximía a perpetuidad del pago de la «alguaquela» —el 1/24 de la
cosecha—. Tan solo cuento con el contrato de Lucena y Sestrica, aunque el segundo denunció más tarde el acuerdo por causas que desconozco, pero no hay razón
alguna para pensar que la oferta no se hizo al resto del condado. Esta decisión de
59
Archivo Protocolos Zaragoza (APZ), Juan de Abiego, 1525-1526, f. 71.
60
Ibídem, 1527-1528, f. 29v.
61
Ibídem, 1527-1528, f. 30v.
62
Ibídem, 1535-1536, s.f.
33
trasladar el cuidado de las iglesias a los fieles, como ocurría en el resto de los lugares, es digna de reseñar y puede interpretarse como un apoyo a la integración y
equiparación entre las dos comunidades. Si en los lugares de cristianos viejos era el
concejo quien se ocupaba de la fábrica de la iglesia, de sus ornamentos y jocalias a
cambio de las primicias, las concordias no hacen otra cosa que imponer en el
mundo de los nuevos convertidos lo que era norma en el otro. El argumento parece
avalado por la exención a perpetuidad de la alguaquela. Su desaparición representaba un paso más hacia la normalización de la nueva comunidad. Pero, sobre todo,
constata, junto a otras respuestas, las distintas posiciones que ante un mismo hecho,
el bautismo, mantuvieron los distintos grupos sociales implicados en el negocio.
Las bulas Idcirco y Salviatis quitaban argumentos económicos a los señores. El propio Emperador, como cualquier monarca del Antiguo Régimen, nunca
hubiese tomado una decisión que pretendidamente dañara a su nobleza sin buscar
antes la correspondiente compensación. Por eso, al tiempo que pensaba en el
bautismo, lo hacía también en solucionar los problemas que podía presentar. Y
esto se volverá a repetir en el momento de la expulsión. La monarquía está pendiente de sus señores, aunque ahora también le preocupaba la suerte de Aragón.
La permanencia de los mudéjares fue desde el primer momento «una cuestión de
Estado». Si como cristiano y como emperador el éxito de su política pasaba por la
aceptación del bautismo, como rey y señor esa asunción implicaba que el moro siguiera produciendo y consumiendo como lo había hecho hasta entonces. Y en
esta cuestión estuvieron desde el primer momento el monarca y las autoridades de
Aragón, como estaba ocurriendo en Valencia. Las reticencias de aragoneses y valencianos parecen inducidas por el miedo a que el compromiso islámico triunfara
sobre cualquier otra consideración. Esta es la opción que se maneja como posible
respuesta al desafío lanzado por el Emperador con todas sus consecuencias. El rechazo del cristianismo suponía el destierro, que asestaría un duro golpe a la economía de los territorios peninsulares de la Corona de Aragón.
EL REINO
Los encontrados sentimientos que suscitaba el bautismo y el miedo a las
consecuencias de un posible rechazo están bien recogidos en el ya citado memorial
elaborado por la Diputación del reino. La cristianización se convierte así en una
cuestión señorial y también en un problema aragonés. No son únicamente los señores los que discuten el bautismo, es todo Aragón. Y lo hace ante la posible pérdida de una parte importante de población. Para evitar ese amargo trance defenderá
la conveniencia de mantener a los moros en su condición mudéjar. Sustentará su
34
tesis en una extensa representación que tiene las virtudes y defectos de los documentos de esta naturaleza.
Los diputados falsean conscientemente la realidad social del mudéjar con la
intención evidente de frenar la decisión real. Lo presentan como un ser excepcional e imprescindible para la economía aragonesa. Es, además, sumiso, obediente,
fiel vasallo y mejor súbdito. Incluso se liga falsamente el futuro a su permanencia
como infiel. «Han estado y estan en esta servidumbre —esclavos y cautivos en
bienes y persona de su Majestad y vasallos de bien y maltratar de los señores—
humildes y obedientes, pacificos y quietos, sin nunca averse hallado en ellos por
obra ni por palabra contrario acontecimiento»63. El discurso acaba convirtiéndose
en uno de esos textos que han permitido construir lo que bien se podría calificar
de leyenda blanca morisca. Como productores y consumidores, viene a decir, su
implicación en la economía y en la sociedad es tal que todos los sectores sociales
se verían afectados gravemente por la expulsión64. Y es verdad que su salida afectaría a todo el reino. Hasta aquí la denuncia era correcta. También es cierto,
como afirman, que la expulsión perjudicaría a la monarquía en la medida que restaba potencia fiscal a Aragón por la caída de la renta del General65. Pero se excede descaradamente en la gravedad de la crisis y sus consecuencias y falsean la realidad cuando presentan a los moros como hábiles artesanos en la fabricación de
armas. Y exageran sin medida las consecuencias cuando califican su exilio de un
coste importante para el monarca por la pérdida de hábiles productores y por el
incremento paralelo del poder de sus enemigos que les dieran cobijo. Las consecuencias, digámoslo claro, no eran ni más ni menos graves que las derivadas de la
pérdida de un 11 por ciento de población integrada en la estructura socioeconómica de cualquier territorio.
La Diputación, como ella misma reconoce, intervino a instancia de los señores y caballeros, pero una vez que tomó cartas en el asunto lo hizo en nombre de
todo el reino y no solo por el interés de una parte, por importante que fuera. En su
afán por frenar lo imposible, el consistorio se introduce incluso en el intrincado
mundo de la teología. Contando con el asesoramiento de algún teólogo, se atreve
a negar la bondad del bautismo forzoso, inclinándose por la opción que defendían
los más prestigiosos teólogos desde Santo Tomás hasta Vitoria. Su posible aceptación, la del bautismo, advierte, no será otra cosa que un pretexto para poder abandonar más fácilmente España y, una vez fuera, volver a su secta, «de suerte que,
63
SAYAS, F. D., Anales…, óp. cit., p. 814.
64
Ibídem, pp. 812 y 816.
65
Impuesto sobre el comercio exterior que constituía el ingreso fundamental de la hacienda del
reino. Financiaba una parte de los servicios votados al rey en Cortes.
35
donde piensan redundara servicio de Dios, saldra menosprecio y deservicio notable»66. Como no podía ser menos, se inclina por la opción tomista de Hernando de
Talavera de la conversión individual y silenciosa, que califica como la más grata a
Dios: «Muy cierta cosa es ser Dios servido de los que con pura intencion y devocion, conversando con christianos, se convierten, como cada dia en este reyno
acaece, que no recebido por todos el agua del baptismo prevariquen y retrocedan
de la fe católica67. La conclusión es tajante: «De lo qual claramente se demuestra
[...] no ser [el bautismo] en servicio de Dios Nuestro Señor ni de su Magestat pues
en ella no concurren las cualidades y razones que segun reglas de justicia y disposiciones de nuestra Santa Madre Iglesia se requieren»68. El memorial difícilmente
podía ser más rotundo. Razones de toda índole desaconsejaban la conversión bajo
presión. El Emperador estaba en un grave error. A decir verdad, la otra corriente
teológica defendía que era legítimo forzar prudentemente el bautismo, dejando al
adoctrinamiento y a la acción del Espíritu Santo la definitiva conversión. Era la tesis
que sustentaba la política imperial de la conversión masiva.
Razones económicas, sociales, políticas y teológicas desaconsejaban el bautismo. Todo esto podía ser cierto aunque la Diputación sobrevaloraba consciente y
maliciosamente la importancia de la minoría. Pero hay algo más. En realidad, su
argumentada oposición fue solo momentánea. Cuando comprobó que la resistencia era inútil y que el suceso iba por buen camino se dejó llevar por el proyecto,
aunque quizá no todos creían en él. La contradicción que parece existir entre la crítica, primero, y el silencio posterior podría explicarse por el miedo a que los potenciales conversos, como habían hecho la mayoría de los judíos en 1492, tomaran el
camino del exilio. Esta fue la razón esgrimida en las Cortes de 1502-1503 para
arrancar a Fernando II el compromiso de mantener a los moros en su fe. Quizá
también pesó en el consistorio la firmeza mostrada por el Emperador y el convencimiento de que era imposible conseguir su rectificación. No es extraño que, una
vez comprobadas las intenciones de los mudéjares y la voluntad imperial, dieran
por bueno y apoyaran el negocio del bautismo. La evolución de los acontecimientos tranquilizó los ánimos, quizá no tanto las conciencias, y desechó los miedos por
infundados. Todo había sido una falsa presunción.
66
SAYAS, F. D., Anales…, óp. cit., p. 816.
67
Ibídem.
68
Ibídem.
36
LOS BAUTIZADOS
Las rebeliones de Granada de 1498-1501 y las de Valencia de 1525-1526
son la mejor prueba del rechazo de los moros al cristianismo. Obligados a la conversión, respondieron violentamente con la fuerza de las armas. En Aragón no hay
revuelta pero se da por supuesto que, como sus correligionarios, fueron igualmente
forzados a recibir las aguas bautismales. Diego José Dormer denuncia en sus Anales el malestar de ciertos lugares provocado por la amenaza primero y la orden,
después, del bautismo. Incluso afirma que algunos tomaron las armas. «Los moros
de Aragón tan defendidos de su politica, y por esso por ventura no menos briosos,
trataron de resistir, tomando las armas en Villafeliz, Ricla, Calanda, Almonazir, y la
ribera de la Guerva, poniendo su fuerza principal en el Castillo de Maria, lugar cercano a Zaragoza y sus esperanças en los socorros de Africa y en la resureccion fabulosa del moro Alfatimi con su cavallo verde»69. La denuncia es clara. También en
Aragón, los mudéjares resistieron militarmente su conversión, aunque la información tiene problemas de credibilidad. La relación de lugares no tiene la menor lógica conspirativa. Villafeliche y Almonacid de la Sierra son lugares aislados entre
pueblos cristianos. Además, Villafeliche y Ricla tenían una fuerte presencia cristiana. María está tan próxima a Zaragoza que cualquier intento parece un suicidio.
Don Hernando de Aragón, arzobispo de Zaragoza y virrey, que vivió el bautismo,
contradice a Dormer al afirmar en su Historia: «Este anno [1526] mandó el Emperador bolber christianos los moros de Valencia, los quales costaron sangre. Y tambien los de Aragon se bolbieron cristianos»70. Sin duda Dormer exagera el comportamiento de los moros y presenta como rebelión las reacciones locales que suelen
ser compañeras de medidas que alteran comportamientos ancestrales. Hubo sin
duda movimientos y contactos entre comunidades vecinas e incluso agitación en algunas aljamas, pero de ahí a la rebelión hay una distancia que nadie debió recorrer.
En la sesión del 25 de febrero de 1526 el justicia de Daroca notificó al concejo
«que los moros sallen de fuera de la ciudat y tiene sentimiento que hablan con los
de Burvaguena y con los de Villafeliche». Era una simple sospecha que debía ser
comprobada, aunque no parece que lo fuera. Pero sirvió para que se tomaran una
serie de medidas encaminadas a evitar altercados. El propio justicia y el comisario
prohibieron a los moros salir de la ciudad «después de tocadas las oraciones de la
noche ni antes de las oraciones de la manyana»71. La prohibición, protestada inútil-
69
DORMER D. J., Anales…, óp. cit., p. 182. Del relato de Diego José Dormer se sirve LEA, H.,
Los moriscos…, óp. cit., pp. 141-142. También habla de insurrecciones en algunos pueblos de
Aragón BORONAT y BARRACHINA, P., Los moriscos…, óp. cit., t. I, p. 160.
70
Biblioteca Real Academia de la Historia (BRAH), Ms. 9/487, f. 55.
71
AMD, Actas, 1.15.1, f. 12v.
37
mente por los mudéjares, fue aprobada por el concejo que en la misma reunión
acordó «que guarden las puertas de la ciudat diez guardas a la puerta baxa y diez a
la somera con los lugartenientes y jurado»72. La veracidad de estos contactos está
en el aire pero, aún como simples rumores, fueron suficientes para crear un cierto
grado de incertidumbre y prevenir posibles alercados. Eran tiempos duros y los sucesos de Valencia y los anteriores de Granada sin duda estaban en el ambiente,
condicionando las reacciones de unos y, quizá, de otros. Sin embargo, aunque esos
contactos hubieran existido, las cuestiones que planteaba el «te bautizas o te vas»
eran tantas que resulta muy sesgado entender que detrás de las mismas hubiera necesariamente una trama conspirativa. Quizá los de Villafeliche protagonizaron alguna asonada que rompió la rutina cotidiana de la villa, aunque no debió ser especialmente grave cuando el justicia de la ciudad lo califica de «novedat» y solo por su
proximidad pidió que «todos los vezinos de la ciudat stuviessen apercebidos», mientras en previsión de sucesos de mayor alcance ordenó «dezenar la ciudat y armar la
gente de la ciudat y a hazer todo lo necesario en beneficio de la ciudat»73. Nada
dicen las fuentes de Burbáguena o de Daroca. Si hubo contactos entre las tres morerías, no parece que cuajaran en algo tangible. La investigación nos puede obsequiar con más datos sobre lo acontecido en estos comprometidos momentos pero
no creo que los nuevos descubrimientos nos hagan rectificar la opinión de que la
inquietud en Aragón no superó lo anecdótico. Los datos de Daroca parecen confirmar la vieja tesis de la sumisa aceptación del bautismo.
El relato del cronista Diego José Dormer es además confuso. En principio,
la resistencia de los lugares citados sería estrictamente religiosa. Toman las armas
en defensa de su fe. «Y prorrogandose los terminos hasta el 15 de março se levantaron, al acercarse el día, los de Villafeliche, Muel y otros lugares contra su señor
don Francisco de Luna y contra el conde de Aranda y don Pedro de Luna. Tenían
tratado el matar a don Francisco y avisandoselo un moro se libro de Villafeliche en
un caballo y juntando gente él y el conde y don Pedro sugetaron sus lugares menos
a Villafeliche y castigados los principales y desarmados generalmente todos aseguraron su obediencia»74. Una vez sometidos, aceptarían el bautismo. Pero, más adelante, parece desprenderse de sus propias palabras que se trata de una reacción
antiseñorial. «Los de Villafeliche se fueron a otros lugares a recibirle, declarando
que no querían ser vasallos de don Francisco de Luna pero después se ajustaron y
bolvieron a sus casas»75. No sabemos si se trata de una revuelta antiseñorial o reli-
72
Ibídem.
73
Ibídem, f. 14.
74
DORMER, D. J., Anales..., óp. cit., p. 183.
75
Ibídem, p. 184.
38
giosa, ni siquiera si existieron realmente esos alborotos. El texto, a pesar de sus carencias, resulta excepcional por ser hasta ahora el único que informa de la posible
revuelta provocada por la noticia del bautismo en ciertos lugares de mudéjares en
1525-1526. Nadie salvo él ha hablado de inquietudes; por eso sería conveniente
averiguar la fuente que inspiró su acusador relato.
La agitación apuntada avalaría el rechazo violento del bautismo como lo habían hecho antes los de Granada y Valencia. Este es, quizá, el sentir que pretende
transmitir el cronista en perfecta sintonía con toda la literatura apologética de la
expulsión que, sin duda, conoció bien. Pero de ser así, su denuncia plantea un
tema importante: ¿en qué medida estos lugares representan el sentir de toda la minoría? La conversión forzosa parece incuestionable desde el momento en que fue
acompañada de la amenaza de expulsión. Más discutible es que todos se sintieran
igualmente condicionados y acudieran a la pila bautismal con la misma actitud de
rechazo hacía un acto por el que sentían aversión. Esta distinción entre el grupo y
el individuo apenas ha interesado a los historiadores. Personalmente entiendo que
para explicar cuanto sucede desde el momento en que se plantea la conversión
hasta la expulsión (1609-1614) es necesario diferenciar entre la comunidad y sus
miembros, entre el grupo y el individuo. Es verdad que todo el colectivo fue obligado a cristianarse pero no todos sus miembros acudieron con la misma predisposición a la pila bautismal. Y esto que ocurrió en 1526, esas distintas sensibilidades
respecto a la sociedad cristiana, se mantendrán durante todo el siglo XVI hasta el
destierro. Esta separación entre el todo y las partes, entre la comunidad y el individuo, es absolutamente necesaria para entender el complejo comportamiento del
colectivo de los nuevos cristianos. Las respuestas individualizadas denuncian variadas formas de actuación, distintos comportamientos y actitudes, como las hubo en
Granada y, aunque quizá en menor medida, en Valencia, pero también otras cuestiones no menos interesantes: el converso aparece como un ser humano en el que
se conjugan los más variados sentimientos y ambiciones y no solo como una máquina religiosa sin otro ni más objetivo que la vivencia y defensa de la fe de sus mayores. Incluso su comportamiento, el del individuo, permite plantear en toda su dimensión cuál era la realidad religiosa y la firmeza del islam en determinados
sectores. Por lo que hoy sabemos pero, sobre todo, siguiendo el más elemental
sentido común y sin olvidar que estamos hablando de un mundo, el de la conciencia, impenetrable para el historiador, el sentimiento mayoritario debió de ser el de
un sumiso rechazo al bautismo frente al violento protagonizado por los valencianos
y granadinos. En Aragón ese sentimiento quedó en el personal e inabordable
mundo interior. Esa fue la respuesta mayoritaria pero no unánime. Algunos datos
testimonian que también aquí algunos se atrevieron a desafiar la propuesta imperial
y manifestar su fidelidad a Alá. Entre estas pruebas, siempre muy escasas, contamos con el discutible texto del cronista Dormer. La investigación ha dado otros frutos exhumados de archivos locales que son el mejor guardián de los secretos, com-
39
portamientos y sentimientos del pueblo. La catedral de Tarazona guarda un testimonio precioso que ilustra bien el rechazo mostrado por algunos a la propuesta
imperial. Entre ellos aparece Ahme el Rubio, vecino de Grisel, quien ante la orden
del bautismo decidió abandonar el lugar. Poco después volvía arrepentido. El propio Ahme denunciaba que otros también lo hicieron. Cabe pensar que documentos
semejantes, perdidos en el polvoriento silencio de los archivos privados, permitirán
definir con mayor precisión la actitud de los mudéjares aragoneses en el momento
crítico de abandonar, al menos oficialmente, su religión. Y también lo que realmente significaron para algunos las aguas bautismales. Otro ejemplo ilustra esta panoplia de reacciones. En el mes de junio, cuando ya llevaban varios meses de cristianos, eran descubiertos en Monreal y Caminreal «todos aquellos christianos nuevos
[…] que yvan a la sierra de Spadan a ayudar a los moros y hazer guerra contra el
emperador»76. Una vez identificados, eran detenidos y llevados a Daroca, donde
fueron juzgados, al parecer, sin ensañamiento. La contabilidad del concejo recoge
en el apartado de gastos extraordinarios los pagos que se hicieron al contingente
armado que al frente del lugarteniente del justicia se desplazó a Monreal, al nuncio
que buscó testigos en Monreal, Torrijo, Caminreal y Calamocha, a Juan de Álava
de Adonz, por las dos procuras que se sacaron para los presos, a Joan Pérez Vera,
notario, por las demandas de los detenidos y a Jaime de Rueda, por las instancias
de los procesos. En total, 126 sueldos77. Los «muhaidines» no eran nada más que
un puñado pero su compromiso con sus antiguos correligionarios denuncia en definitiva la firmeza de las convicciones de algunos de los recientemente bautizados en
1526. Esta reacción, como las más dudosas denunciadas por Diego José Dormer,
parecen insignificantes si se tiene en cuenta que mientras se está preparando el
bautismo primero y recibiéndolo después, en Valencia los moros defendían su statu
quo con las armas en Benaguacil, rebelión que fue sofocada el 17 de marzo, y en
Espadán, conflicto que duró hasta el 19 septiembre78, y todavía resistirían un tiempo en Cortes de Pallás. Pero ni siquiera aquí, donde la respuesta fue más agresiva,
los más radicales fueron capaces de provocar una sublevación general.
Hubo otras actitudes y sensibilidades. A principios del siglo XVI sabemos que
algunos moros abrazaron el bautismo en Daroca. La información no procede de libros sacramentales ni de otros registros eclesiásticos. Las conversiones están reseñadas en las actas del concejo donde el escribano recogió la caridad que en dinero
les hizo la ciudad. En enero de 1506 el capítulo y consejo destinó 100 sueldos para
vestir a tres cristianos nuevos, Audalla, su mujer y su hijo, y en marzo, 10 para un
76
AMD, Actas, 1.15.1, f. 31.
77
AMD, Actas, 1.15,1, f. 75v y 77v.
78
BORONAT y BARRACHINA, P., Los moriscos…, óp. cit., t. I. pp. 158-160.
40
nuevo convertido de los moros de Granada. En enero de 1508 Johan Balaguer,
cristiano nuevo, recibió 20 también para ropa. El procurador del concejo en 1524
entregó a un recién bautizado 50 y a otro doliente 20 y, a finales de 1525, 50 a
otro convertido79. No fueron los únicos pero ni me atrevo a pronunciarme sobre las
dimensiones del fenómeno ni sobre el alcance de su representatividad. No obstante, algunos historiadores han apuntado para la Edad Media que quizá las conversiones fueron más importantes de lo que tradicionalmente se ha supuesto80. Ya en
1526 algunos se acercaron al bautismo sin apenas resistencia. La política del César
ha dejado pruebas fehacientes de esa aceptación. Insistió en porfiar, y siempre con
la promesa de la recompensa, sobre aquellas personas que por su peso en la comunidad empujaran a seguir masivamente su ejemplo. El repetidamente citado Diego
José Dormer habla de un alfaquí de Cadrete de más de cien años que acudió voluntariamente al bautismo, aunque la noticia parece escasamente verosímil81. Por el
contrario, sí que son fidedignos los datos que ofrece María del Carmen Gómez Urdáñez, quien descubrió, no sin un gran esfuerzo, que un tal mosén Juan de Lanuza,
caballero y con tratamiento de magnífico, era en realidad Alí al-Cahadudi o Alí el
Morisco y que otro Juan de Lanuza se llamaba Brahem Arrami. Otros se mantuvieron fieles a su apellido, pero apoyaron igualmente el bautismo, como los Gali,
Lope y Carlos, que también recibieron el título de mosén82. Todos fueron convenientemente recompensados. Esta misma receptividad se aprecia en el comportamiento de los alfaquíes de Borja. El 25 de enero, en un acto que sin duda estaba
previamente acordado, el justicia y jurados de Borja se personaron en los domicilios de Alí Alguaquiel y de Amet Abranda a confiscar, en nombre del comisario inquisitorial, los libros mahometanos que guardaban en sus aposentos: «Et los dichos
Alii Alguaquiel e Amet Abranda alaquies dixieron que estavan muy obedientes a los
mandamientos del Emperador [...]. Como fieles subditos y vasallos y exhiguiendo y
cumpliendo los dichos mandamientos daron y libraron a los dichos justicia y jurados
de la dicha ciudat los libros en cada uno dellos e en su poder estan concernientes a
la ley mahometana e son los siguientes»83. Seguidamente, el notario registró las obras
requisadas. Es razonable pensar que no fueron casos únicos. Los archivos guardan,
79
AMD, Actas, 1.13.3, ff. 5v, 11v; Actas, 1.13.4, ff.9v, 93r; Actas, 1.14.2, f. 43, 46, 87v; Actas,
1.14.3, f.46.
80
GARCÍA MARCO, F. J., Las comunidades mudéjares de Calatayud en el siglo XV, Centro de
Estudios Bilbilitanos, Calatayud, 1993, p. 49.
81
DORMER, D. J., Anales…, óp. cit., p. 183.
82
GÓMEZ URDÁÑEZ. M.ª C., «Mosén Juan de Lanuza, caballero, alarife y morisco zaragozano»,
Actas del III Simposio Internacional de Mudejarismo. Teruel, 20-22 de septiembre de 1984,
Instituto de Estudios Turolenses, Teruel, 1986, pp. 261-267.
83
AHPB, Lope de Aoíz, Ms. 1572 (1526), f. 7.
41
sin duda, los nombres de influyentes personalidades dentro de la comunidad que apoyaron la propuesta real.
La antroponimia es otro de los testimonios de esas distintas sensibilidades
de las que vengo hablando. El bautismo les obligó a tomar nombre cristiano, pero
no a cambiar sus apellidos. Sin embargo, una parte de la población los modificó,
complicando cruelmente el trabajo del historiador que encuentra enormes dificultades en su identificación. No es difícil sospechar que Alí al-Cahadudi o Alí el Morisco y Brahem Arrami buscaban, cuando toman el antropónimo de Juan de Lanuza, una rápida ascensión en la sociedad cristiana. Pero ¿a qué podía aspirar un
anónimo vecino de Daroca, Burbáguena, Borja, Huerto, etc., cuando pide ser
bautizado como Juan Forcén, Jerónimo de Aldovera, García Mayo, Gaspar Jiménez, Fabián de Galacián de Aldovera… por señalar solo unos casos? En realidad,
no estamos ante ejemplos que se espigan con dificultad en un mundo de apellidos
árabes. En algunos lugares esta fue la respuesta, haciendo difícil el estudio de la
minoría84. ¿Por qué esta actitud? ¿Pretenden desgajarse definitivamente de su pasado? ¿Buscan perderse en el anonimato de la sociedad cristiana? En 1526, cuando todavía no se había mancillado la esperanza de la conversión y las mentes y
conciencias estaban limpias de la contaminación que más tarde provocarían el
comportamiento de los neófitos, la represión inquisitorial y las necesidades políticas de la monarquía todo era posible.
El hecho mismo de aceptar masivamente el cristianismo induce a pensar,
aunque nadie parece haber reparado en ello, que, cuando decidieron quedarse, sabían los peligros que corrían. Tenían el referente inmediato de los judeoconversos
y, por tanto, conocían el futuro que les aguardaba si traicionaban su palabra. Se
embarcaban en un viaje que otros ya habían hecho y conocían sus resultados. La
elite, al menos, sabía que aquel era un camino sin retorno y debió de sopesar las
consecuencias de su decisión. No es atrevido suponer que al menos ciertos sectores
se decidieron por la aventura de la vida y no por la muerte, que optaron por el cristianismo a la búsqueda de la integración que, es presumible, constituía para algunos su máxima aspiración social.
No habría que forzar mucho las leyes de la lógica para concluir que había un
número de mudéjares receptivos al nuevo mundo que se les ofrecía. Como hay
también cristianos viejos dispuestos a aceptar a los nuevos bautizados como vecinos y compatriotas. En este largo invierno de 1525-1526 me gustaría pensar que
se levantó una corriente de euforia y optimismo entre algunos miembros de los
84
PÉREZ GONZÁLEZ, M.ª D. y F. MAÑAS BALLESTÍN, Los mudéjares…, óp. cit., pp. 238-241,
Dcs. 3, 4, 5, 6, 7. AHN, Órdenes Militares (OOMM), Libro, 1762, s.f.
42
grupos más selectos de ambas comunidades: en la mudéjar, por dejar de ser el
otro; en la cristiana, por ganar a los infieles a la causa de Cristo. De este sentimiento tenemos algunas pruebas. El bautismo, como cabía esperar, parece haber sido
un acto solemne para el que se contrató maestros músicos que ayudaron a dar solemnidad al sagrado rito sacramental85. Al día siguiente de su bautizo, Daroca prohibía con severas penas —excomunión y 50 sueldos o cien azotes— injuriar a los
conversos a los que llamaba «hermanos nuevamente convertidos»86. De nuevo los
tratará de hermanos en varias ocasiones cuando está liquidando los bienes de la aljama87. En una prueba más de que ahora eran todos uno el 23 de marzo destruía
las puertas de la morería88. El mismo concejo, que sigue sorprendiendo por las
joyas que atesoran sus actas, admitió «a Johan Hidalgo nuevamente convertido su
privilegio de infançonia [concedida por el Rey] y lo huvieron por hidalgo e inmune
de toda contribucion local e vezinal que los hombres de signo servicio acostumbran
contribuir e pagar»89. La misma emotividad y receptividad desprende la decisión de
1531 de don Luis, conde de Belchite y señor de la villa de Híjar, quien argumentó
la merced que hacía a sus conversos en estos términos: «Cosa conveniente es que a
quien se da lo mas [el bautismo] no se le niegue lo menos [...], es razon que en las
paguas, serviçios y servidumbres y bassallajes seais pribilegiados, favorescidos y tratados como xpristianos»90. En Caspe el baile reconocía escandalizado que «predicti
noviter conversi nolunt facere de per se universitatem immo conantur se incorporare in predicta universitate maiori et antiqua dictorum christianorum dicte ville de
Casp». Pero sobre todo lo que le provocaba confusión a este caballero sanjuanista
era que «se incorporant [los conversos] et inmistunt quantum in eis est et ab aliis
cristianis antiquioribus admituntur sine periudicio ipsorum»91. Quizá sean necesarias
más pruebas para afirmar que en 1526 había sectores dispuestos a la integración y
a caminar juntos por el camino de la historia, pero las aquí aducidas permiten al
menos trabajar con esa hipótesis. En una sociedad creyente, el anuncio del aumento del rebaño siempre es una buena noticia, y el bautismo de 1526 no fue una excepción. Captar esos sentimientos y su evolución, desentrañar esas primeras actitudes y cómo acabaron frustrándose hasta acabar en el rotundo fracaso de la
expulsión es una de las grandes cuestiones de la historia de los moriscos.
85
AMD, Actas, 1.15.1, f. 18v.
86
Ibídem, f. 18.
87
Ibídem, ff. 22v, 23, 28.
88
Ibídem, f. 18v.
89
Ibídem, f. 22v.
90
AHPZ, Casa Ducal de Híjar, Sala 1, Leg. 363-1, Dc. 12.
91
AHN, OOMM, San Juan. Castellanía de Amposta, Carpeta, 606, Dc. 42.
43
LOS NUEVOS ARAGONESES
La cuestión morisca se ha limitado en gran medida al hecho religioso. Se ha
olvidado que, además de homo religiosus, el nuevo bautizado, como el resto de los
mortales, tenía sentimientos, ambiciones y deseos que en unos casos prevalecían
sobre la fe y en otros estaban sometidos a la misma. El bautismo abría unas expectativas que, como he apuntado, no pasaron desapercibidas en determinados círculos. Señalaban un futuro que algunos estaban dispuestos a ganar. Pero sobre todo,
y esto parece haber sido sistemáticamente olvidado, equiparó al viejo vencido musulmán con el cristiano. Le otorgó carta de naturaleza y la condición de aragonés
de pleno derecho. Y esta equiparación trajo consigo una compleja temática que fue
preciso resolver para normalizar la vida en común de la ahora única comunidad.
Durante meses e incluso años, señores, concejos y reino estuvieron ocupados en la
solución de los problemas que como fiel, súbdito, vasallo, ciudadano, vecino y productor planteaba la disolución de la comunidad mudéjar en la aragonesa. Los distintos niveles que definen el entramado de toda sociedad se vieron sumidos en una
problemática que interesaba tanto a los nuevos como a los viejos aragoneses. En
1526 ambos, viejos y nuevos, buscaban una solución consensuada que eliminara
cualquier tipo de fricción. Esta compleja realidad y las inquietudes, aspiraciones e
ilusiones que animaban a la sociedad en estos primeros tiempos del bautismo,
cuando todavía el impulso de los nuevos tiempos no había sido segado por la cruel
realidad de la pertinacia de unos y de los intereses políticos e inquisitoriales de
otros, está bien recogida en los archivos locales.
Los conceptos de integración, equiparación e igualdad entre las dos comunidades no eran extraños en este 1526. En ambas comunidades había gentes que creían
en la posibilidad de la fusión en una sola dentro evidentemente de los valores de la sociedad del Antiguo Régimen. Pero una cosa era la equiparación jurídico-política y otra
bien distinta la económica que, por su coste y por sus implicaciones, parece una empresa ciertamente difícil; quizá fuera más acertado decir imposible. Es verdad, como
ya hemos visto, que el duque de Híjar equiparaba los cristianos nuevos a los viejos en
su villa de Híjar. Aunque lo ignoro, me temo que su ejemplo tuvo escasos seguidores.
Él mismo lo limitó a la capital de su Estado, despreocupándose del resto de sus lugares. Incluso el privilegio que acabo de reseñar fue más tarde suspendido. Los cristianos nuevos de la orden de San Juan de Jerusalén también pidieron pagar como los
cristianos viejos, pero su demanda no fue atendida. En 1527 el capítulo provincial de
los sanjuanistas ordenaba pagar «todo aquello y de la forma y manera que antes de
ser convertidos a nuestra santa fe católica»92. Unos años más tarde rectificaba y supri-
92
COLÁS LATORRE, G., La bailía de Caspe en los siglos XVI y XVII, IFC, Zaragoza, 1978, p. 181.
44
mía los tributos de naturaleza islámica. El cabreo de la encomienda de Ambel, realizado en la primera mitad del siglo XVI, recoge expresamente que «de todas las otras
cossas, que antigamente siendo moros pagar acostumbraban, la dicha religión les ha
hecho francos»93. En una minuciosa relación de los derechos y rentas de la encomienda de San Juan de Huesca se recoge puntualmente que en el lugar de Chimillas «la
premicia de dicho lugar es del mesmo lugar, es, a saber, la que pagan de las tierras
dezmeras porque las del seteno no pagan otro drecho que de siete uno al dicho comendador»94. Tampoco aquí había quedado renta islámica alguna.
En medio de una variada casuística, los señores parece que actuaron en lo
esencial de manera semejante. Perdonaron algunos tributos y rebajaron otros pero
siempre de escaso monto para sus rentas y para la propia economía del vasallo.
Nada espectacular. El bautismo no supuso ninguna liberación económica. Limitó su
incidencia al único campo sobre el que tenía competencias: el diezmo y la primicia.
Liberó a los nuevos convertidos de su pago y también, era lógico, de —aunque
pueden encontrarse excepciones— los tributos islámicos, de escasa relevancia económica, salvo la «alguaquela», que se mantuvo en algunos lugares. Los conversos
de moros continuaron siendo vasallos y renteros de unas tierras que pertenecían a
sus señores. Sobre esta realidad que se perdía en la noche de los tiempos, el bautismo no tuvo ni podía tener incidencia alguna. Cristianos viejos y nuevos mantenían
sustancialmente la misma situación que les acompañaba desde la Edad Media cuando estos últimos eran musulmanes.
Inconsciente y también equivocadamente, tendemos a pedir al bautismo que
hubiese eliminado las distancias entre las dos partes. Tal pretensión no deja de ser
una entelequia porque el rito iniciático cristiano no era un agente de transformación social, un elemento revolucionario. Ninguna virtualidad tenía, ni ha tenido
sobre la economía. Pero, además, cuando pensamos en esta equiparación conviene saber previamente de qué estamos hablando o qué entendemos por tal.
Tanto la mayoría cristiana vieja como la minoría de los convertidos estaban profundamente diferenciadas. Cuando hablamos de igualdad debemos entonces preguntarnos con quién: con los privilegiados o con el tercer estado, y dentro de
este, con los vasallos o con los libres, con los ricos, con los medianos o con los
pobres. No hay, por tanto, un referente único. Si limitamos nuestro planteamiento solo a las cargas que pesan sobre la explotación campesina, entonces estamos
exigiendo poco menos que una revolución social cuando el bautismo nada tiene
de revolucionario. Reclamamos un cambio ajeno al mundo de la fe que atentaba
a la estructura del sistema feudal. El ahora convertido era rentero como lo había
93
Archivo de Borja Iglesia Colegial (ABIC), Caja septiembre 5-B, s. f.
94
AHN, OOMM, Leg. 8298, n.º 1/19 s.f.
45
sido cuando era musulmán y, como tal, continuaba siendo el sustento de los más
poderosos señores. La mejora de su situación nada tenía que ver con el bautismo. Dependía únicamente de la voluntad, que era corta, de sus dueños. Pero ese
favor, que implicaba una rebaja de la tasa feudal, suponía un descenso equivalente de la renta. Su eliminación implicaba la ruina de la alta nobleza aragonesa y
levantina, en el caso de Valencia, y la transformación de los antiguos aparceros
en propietarios. Pero ¿en nombre de qué sagrado principio se podía exigir semejante compromiso? Solo si la monarquía y la propia Iglesia, los promotores del
bautismo, hubiesen resarcido rentas y derechos a los señores, hubiese sido posible, si no, la pretendida equiparación sí al menos mejorar la detracción que pesaba sobre las espaldas del campesino converso. Pero semejante preocupación era
totalmente ajena a las inquietudes del Emperador, de la Iglesia hispana y, por supuesto, de los señores laicos y eclesiásticos, monasterios, prelados, cabildos y órdenes militares que nada rebajaron de sus rentas territoriales y señoriales a sus
vasallos conversos. Sin embargo, a pesar de la política de los señores, de la Corona o de la Iglesia «el no pagar o el pagar como antes siendo moros» fue manejado con distinta intención por gentes representativas de ambas comunidades.
Volviendo a la estratificación social, en el otro lado, en el de los propios convertidos, había también una notable diferenciación. Unos, los más, pertenecían al señorío laico y otros al eclesiástico. Solo un 12 por ciento eran de realengo. A la
condición social y jurídica se sumaban profundas diferencias económicas que venían impuestas por la propiedad de la tierra, por las diferentes tasas feudales que
pagaban los aparceros y por las actividades económicas que ocupaban a una
parte de la población además de la agricultura. No había igualdad ni entre los neófitos ni entre los cristianos viejos. Exigirla supone una grave dislocación del pasado, de un mundo, el del feudalismo, que negaba por principio la igualdad jurídica
de los hombres y, por supuesto la económica.
EL BAUTISMO: CARTA DE NATURALEZA ARAGONESA
El bautismo no era un agente social o económico, pero sí político además de
religioso. Con él desapareció la minoría musulmana y la vieja comunidad local de la
aljama. Equiparó políticamente a las dos comunidades que pasaron a formar legalmente una sola. No había nada más que una sociedad y, en consecuencia, los nuevos miembros debieron empezar a formar parte del viejo orden cristiano. La integración política era un corolario de la conversión: una sola ley, una sola comunidad
y un solo concejo. El paso de la formulación teórica a la realidad fue más complejo
y dependió siempre de los dueños del poder: los señores en el señorío y la monarquía en el realengo. En el señorío los intereses y temores del titular se impusieron
46
sobre los principios. La obsesión por conservar unos derechos que ya habían perdido sobre los cristianos viejos y la diferencia en las exacciones y en la dependencia
de una y otra comunidad condicionaron su política de integración. El miedo a constituir entidades locales fuertes que podían representar una amenaza fue sin duda
otro de los argumentos que les llevó a crear un concejo nuevo, sustituto de la aljama y paralelo al viejo. Estos motivos, a los que sin duda sería posible añadir otros
relacionados con el prestigio o el privilegio…, empujaron a la mayoría a mantener
a los cristianos nuevos separados institucionalmente de los viejos. Así, la aljama
medieval fue sustituida por el concejo del barrio o de la parroquia, generalmente de
San Juan, que emergió paralelo al secular concejo del lugar o de la villa en cuestión. El concejo de la villa se ocupaba de los asuntos de los cristianos viejos y el del
barrio o de la parroquia dirigía los negocios de los nuevos. Belchite, Híjar o Caspe
son buenos ejemplos de esta dualidad entre otros muchos que podría citar. No
hubo mucha generosidad por parte de los señores. Sus intereses se impusieron
sobre la opinión común de algunos lugares que estaban dispuestos a constituirse en
una única comunidad. El pueblo tendía a la unidad pero los dueños del sistema frenaron este impulso integrador aunque también aquí hubo excepciones y algunos de
estos señores no tuvieron ningún inconveniente en fundir a los conversos en el
viejo concejo cristiano. En estos casos la nueva comunidad empezó a ser regida
por un solo concejo y por miembros pertenecientes a los cristianos viejos y nuevos.
Así quedó definido el señorío y la situación de los nuevos cristianos. En la separación, allí donde se mantuvo, no hubo motivos religiosos o étnicos. Los argumentos
hay que buscarlos, como acabo de apuntar, en los intereses y en la propia mentalidad señorial que les llevaba a mantener a toda costa viejas situaciones de supuesto
poder por superadas que estuvieren. Tras la expulsión, pretendieron mantener
sobre los pobladores los mismos privilegios y exenciones que habían tenido sobre
los moriscos pero se vieron obligados a rebajar considerablemente sus pretensiones. Incluso intentaron continuar con la vieja dualidad municipal, separando a los
nuevos de los viejos vecinos. Era la obsesión por la renta y el privilegio, por el
mantenimiento intocable del pasado.
En el realengo las cosas fueron por caminos bien distintos. Tras el bautismo
un solo concejo rigió los destinos de la flamante nueva comunidad. Como afirmaban los jurados de Zaragoza, «a causa de la nueba conversion... no ay ya aljama ni
pueblo nuevo»95. El consistorio extendió su jurisdicción sobre los nuevos vecinos. incorporó los bienes de la desaparecida comunidad a su patrimonio y debió hacer
frente lógicamente a sus compromisos crediticios. La aceptación de estas novedades no siempre fue fácil. Los concejos recibieron con los brazos abiertos el patri-
95
Archivo Municipal de Zaragoza (AMZ), Actas, 21 bis, f. 165v.
47
monio que les dejaba el bautismo pero algunos no mostraron la misma sensibilidad
con las deudas compañeras de la herencia. La preocupación debió subir de tono
entre los conversos cuando comprobaron que su nuevo concejo explotaba los bienes
de su aljama pero discutía o incluso rechazaba el pago de las pensiones de los créditos que había cargado en el pasado y ellos habían avalado mancomunadamente.
Deuda y patrimonio fueron motivo de discusión entre los que ya estaban y los que
acababan de llegar. «Zaragoza», acusaban los nuevos vecinos, «pretiende es suya [la
carnicería] y le pertenesce por fuero, razon y drecho»96. Los convertidos se encontraban así cogidos entre los acreedores que exigían el pago de su renta y la pérdida
del patrimonio en manos cristianas con el que hasta entonces habían hecho frente
a sus compromisos comunitarios. La situación era intolerable y no dudaron en exponer sus quejas ante el concejo97 y quizá ante autoridades superiores98. A las cuestiones económicas se sumaron otras de carácter político. La cuestión, en definitiva,
era cómo debía realizarse la integración armonizando los intereses de las dos partes. Las pretensiones de unos y de otros fueron encomendadas a terceras personas, a jueces árbitros que en un tiempo prudencial dieron su respuesta en las correspondientes concordias99. De estas sentencias conozco100 las de Zaragoza, Borja
y Daroca que representan un buen porcentaje respecto del total posible. Del resto
del realengo, ha aparecido recientemente el trabajo de Anchel Conte. En su investigación, muy minuciosa, no ha encontrado la concordia; me temo que ninguna otra
se haya conservado. No importa mucho. La incorporación de los conversos al concejo cristiano puede darse por bien documentado en relación con otras cuestiones
de la minoría. La de Zaragoza fue recogida en las actas del concejo. Según se des-
96
Ibídem.
97
Ibídem.
98
Archivo Municipal de Borja (AMB), Libro del Justiciado de Borja, Ms. 92. ff. 234v-242v y Leg.
212-2, s.f.
99
«Capitulacion y concordia [así suelen rezar los documentos] fecha entre el concejo y los nuevos
convertidos en et cerca la incorporacion hazedera de los dichos nuevos convertidos». AMZ, Actas,
21 bis, f. 165v.
100
En Teruel tan solo se ha encontrado y trabajado el acuerdo entre los censalistas, concejo turolense
y nuevos convertidos. UTRILLAS VALERO E., «Los mudéjares turolenses: Los primeros cristianos
nuevos de la Corona de Aragón», en VIII Simposio Internacional de Mudejarismo, De mudéjares a moriscos. Una conversión forzada. Teruel, 15-17 de septiembre de 1999, Instituto de Estudios Turolenses. Teruel, 2003, pp. 809-826. La concordia fue sugerida por MUR RAURELL, A.,
«El elemento mudéjar y morisco como factor económico en la encomienda santiaguista de San
Marcos en Teruel (s. XIII – XVI)», en Actas del IV Simposio Internacional de Mudejarismo: Economía. Teruel, 17-19 de septiembre de 1987, Teruel, IET, 1992, pp.177-185. También por
UTRILLAS VALERO, E., «Apuntes sobre la asimilación de los moriscos en la ciudad de Teruel. El
caso del ollero Miguel Sebastián», Studium. Revista de Humanidades. Homenaje al profesor Antonio Gargallo Moya, 4 (1997), pp. 371-372.
48
prende de la misma, el pleito fue entregado por separado para su estudio y dictamen al notario Miguel Francés, escribano del concejo, y a micer Johan de Nueros,
quienes tras un detenido análisis de las cuestiones en disputa presentaron su resolución ante el consistorio zaragozano que se decantó por la del notario, «pues la
forma que para la ciudat y para ellos conviene esta muy asentada por la suso
dicha escriptura de la mano del dicho Miguel Francés»101. Su texto es extraordinariamente breve. Todo queda reducido a cuatro puntos que, en realidad, pueden resumirse en dos. Uno de orden económico y otro político. El primero, el económico, obligaba a Zaragoza a pagar los censos de la aljama «pues rescibe la dicha sisa
[de la carnicería] de los dichos nuevos convertidos»102. El segundo se limitaba a
constatar que los conversos eran vecinos de Zaragoza a todos los efectos. En Daroca, donde al parecer no hubo ningún problema, la intervención del concejo fue
inminente. El día 18 de marzo, tres días después de expirar el plazo para la conversión, subastaba el despojo de la dicha mezquita que compraban tres nuevos
convertidos por 775 sueldos103. Un mes más tarde el justicia presentaba ante el
capítulo y consejo el inventario de « lo que recibe la ciudat de los nuevamente convertidos y hermanos nuestros»104 en el que incluía también sus deudas. El cuadro 1
recoge los activos y pasivos documentados de la aljama de Daroca.
La deuda era en realidad de 5737 sueldos y 6 dineros porque a Esteban
Lop se le debía la pensión del último año. Pero de ese total solo había obligación
de liquidar 4737 sueldos y 6 dineros ya que el censo de Lop era a perpetuidad.
La venta mediante subasta de los bienes de la comunidad mudéjar acordada por el
concejo en la sesión del 22 de abril de 1526 permitía liquidar prácticamente la
deuda de la aljama que, al parecer, tenía una hacienda ciertamente saneada. Por
otra parte, la rapidez con la que se soluciona el negocio podría sugerir un buen
entendimiento entre los dirigentes de las dos comunidades. Esta armonía no parece casar bien con las prevenciones ya comentadas que tomó Daroca en vísperas
de la conversión. Ni tampoco con otras acusaciones que se harán durante el resto
de la centuria. Solo si se acaba con el tan traído y llevado apriorismo de la solidaridad y la unidad de los nuevos convertidos que ha constituido el sostén de la historia morisca y se admiten distintas sensibilidades dentro de la comunidad es posible entender las prevenciones de 1525, las acusaciones posteriores de ser moros
y la rápida solución de las cuestiones que planteaba la incorporación del barrio a
la ciudad.
101
AMZ, Actas, 21 bis, f. 165v.
102
Ibídem, f. 165.
103
AMD, Actas, 1.15.1, f. 17v.
104
Ibídem, f. 22.
49
Cuadro 1. Valor en sueldos de los bienes y deudas de la aljama de Daroca
Bienes
Precio
Mezquita
Vecinos
Censo
Prestamista
Capital
Tipo
775
Ochoa de Sayas
4575
Comanda
700
Esteban Lop
1000
Censal
Carnicería
1200
Rodrigo Belvis
Casa mercado
1400
50
Casas
600
25
Total
4675
TOTAL
100
Pensión
60 sueldos
Comanda
5675
Fuente: AMD, Libro de Actas, 1.15.1, ff. 22 y 23
Toda la cuestión de la desaparición de las aljamas y su disolución en el concejo cristiano puede seguirse bien, yo diría, muy bien, en el caso de Borja, donde la
importancia de la minoría, un treinta por ciento de la población, hacía más ardua la
solución. Los primeros contactos entre las partes debieron producirse apenas se
había administrado el bautismo, ya que en 1527 aparece el primer pacto entre el
Emperador, la ciudad, el cabildo de la colegial y los nuevos convertidos. La articulación de los distintos intereses en juego fue encomendada a micer Juan Pérez de
Nueros, jurista y abogado fiscal de su Majestad. En su dictamen la Corona cedía
los diezmos y primicias de las tierras de los nuevos convertidos y las mezquitas,
con sus casas, rentas y bienes a la Iglesia. A cambio exigía la fundación de un canonicato que sería de patronato real, desempeñado por un hijo de Borja, bautizado además en la ciudad. El nuevo capitular disfrutaría de las mismas rentas y privilegios que el resto y con el vicario tendría «a cargo la cura de las animas de los que
habitaren en el barrio de sanct Joan que antes era moreria de la dicha ciudat». De
momento el nombrado era Pedro, maestro en artes y bachiller en Teología, vecino
de Ainzón. La razón de esta designación que trasgredía la concordia, antes incluso
de entrar en vigor, no era otra que el haber trabajado el tal Pedro en la conversión
y bautizado a la mayor parte de los nuevos convertidos, a quienes ha enseñado y
administrado los sacramentos. En compensación de las décimas el concejo correría con los 3000 sueldos de pecha ordinaria que pagaban los nuevos convertidos
y el cabildo turiasonense recibiría 26 cahíces de trigo por los diezmos. La primicia se distribuía como era costumbre, en tres partes, dos para la colegial y una
para el concejo. Los haberes y débitos de la aljama pasaban a Borja. De sus antiguas competencias solo reservaba al ahora barrio de San Juan, el de los nuevos
convertidos, la administración del agua de Sorbán, la potestad de nombrar un guarda y un corredor que ejecutase las penas. Pero todo estaba bajo la supervisión y el
control de los jurados borjanos. También eran objeto de atención las carnicerías.
50
Pasaban a la ciudad con la condición de que el arrendador tuviera tabla abierta en
el barrio y «sea el cortante a voluntad de los dichos convertidos»; además, reservaba
al ganado carnicero el pasto de una parte del término municipal105.
Solo una reclamación tuvo la concordia. Mosén Juan Frontín, procurador del
capítulo de la Colegial de Borja, Lope de Aoíz, notario procurador de Justicia, jurados y concejo de Borja y Lope de Abranda, procurador de los nuevos convertidos,
expusieron a Carlos V «que los convertidos de aquella, quando eran moros pagavan
a su Magestad por pecha tres mil sueldos cada un año de la qual pecha por la conversion son libres y exemptos y no son obligados a pagarla»106. Una vez el Emperador accedió a la petición, en Borja todos aceptaron la propuesta del abogado fiscal.
Fue el cabildo de Tarazona, que se sentía dañado en sus intereses, quien denunció el
acuerdo. Su recurso, que prosperó, obligó a iniciar de nuevo el proceso.
Cristianos viejos y nuevos, por separado, volvieron a nombrar representantes
para que eligieran de común acuerdo el juez que debía solucionar el asunto de la incorporación. Después, concejo y barrio sancionaron independientemente la persona
propuesta107 y «prometieron e se obligaron et juraron a Dios sobre la Cruz e Sanctos
Quatro Evangelios de estar a todo lo que por el dicho señor Governador e arbitro
sea pronunciado sobre las dichas diferencias»108. Era el 4 de octubre de 1529.
Don Miguel de Gurrea, el gobernador de Aragón, el hombre propuesto, llevó
a cabo una pormenorizada investigación de las deudas y del patrimonio de la aljama.
En el mismo año de 1529 dio su dictamen, que sigue en lo fundamental al de Juan
Pérez de Nueros. Como había hecho antes el abogado fiscal, ni el pasado ni la condición de nuevos convertidos parece haber frenado la clarividencia del gobernador.
El tema económico recibió un trato semejante al que se le había dado en otros con-
105
ACT, Caja 53, Lig. 2, n.º 5. s. f.
106
Ibídem.
107
Los representantes de los nuevos cristianos de Borja que firman el acuerdo de estar a lo que diga
el gobernador son: Miguel Aljafar, Pedro Las Carmonas, Juan Pardo, Joan Derla, César de Vivas,
Miguel Abranda, Francisco el Rey, Jaime Ferria (¿Serra?), Jerónimo Albeta, Francisco Valencia,
Jerónimo Marguán, Lope de Abranda, Pedro Francés, Vicente de Abranda, Joan Francés, Jerónimo Montero, Belenguer Agüerri alias Mesçolón, Miguel Marqués alias Albeta, Martín Agüerri alias
Manquo, Joan Talamantes alias Marguán, Miguel Derla alias Álax, Joan Çancala, Jerónimo
Abranda, Lope Bretón, Lope el Vecino, Lope Abranda menor, Jerónimo Leonis del Arco alias
Allarón, Jerónimo Meçot, Juan Alguaquil, Arz. Benmipiel, Antón Xález, Jerónimo Abranda, Lope
de Abranda, Lope Álax Tejera, Miguel de las Foyas (¿cutendero?), Martín Royo alias Almotar,
Lope Benmipiel, Endalecio Torrellas, Jerónimo Alferaz, Joan Royo, Francisco Allarón, Alexandre
Alguaquil, Francisco Tristán, Francisco Navarro alias Bibas, Francisco Lainez alias Villán, ferrero,
Joan Torrellas alias Timer, çapatero, Jerónimo Millán, obrero.
108
AHPB, Lope de Aoíz, Ms. 1529, f. 208v.
51
cejos. La única diferencia radicó en el volumen de los bienes y de la deuda que nacía
de la importancia de la aljama borjana. Como en el resto de las concordias, todos
sus bienes y rentas pasaban a la ciudad109, que en contrapartida —pues se faze la
dicha union— debía hacer frente a su deuda que alcanzaba la suma110 de 4997sueldos y 9 dineros anuales. La cifra aparecía cuidadosamente desglosada por acreedores con sus nombres, sus pensiones y la fecha de pago. El cuadro 2 sintetiza la
deuda censal de la aljama borjana y sus acreedores censalistas.
Cuadro 2. Censalistas de la aljama de moros de Borja
Censalista
Condición/
Principal
Pensión*
Pago
Juan de Coloma
250 s
1-XII
Juan de Coloma
1600 s
1-XII
Juan de Coloma
400 s
29- IX
Juan de Coloma
250 s
2-III
Juan de Coloma
1050 s
14-III
Juan de Coloma
93 s 9 d
7-III
Juan de Coloma
62 s 6 d
13-II
Juan de Coloma
300 s
15-VIII
Francisco Barracchina Micer
500 s
1-II
Monasterio de Altabás
375 s
15-VII
Ivan Coscón
116 s 6 d
XII
Total importe
4997 s 9 d
Fuente: AMB. Libro del Justiciado de Borja, Ms. 92. ff. 236v
(*) En sueldos y dineros: s(sueldos); d(dineros)
Los censos y sus pensiones eran la parte más amarga de la herencia, la otra,
el activo, respondía a las características de cualquier patrimonio privado o público
del tardofeudalismo. El legado estaba constituido por la deuda censal ya comenta-
109
AMB, Libro del Justiciado de Borja, Ms. 92, ff. 234v-242v y Leg. 212-2, s.f.
110
La concordia habla de censales de la aljama y de «algunos singulares de la dicha aljama». Pero no
he podido discernir cómo estos préstamos de particulares pasaron a la aljama. AMB, Libro del
Justiciado de Borja, Ms. 92, ff. 236v y Leg. 212-2, s.f..
52
da, los bienes de la aljama, que pasaron directamente al concejo, y el patrimonio
de la mezquita en el que se mezclaban censos, tierras de propiedad alodial con
otras en las que simplemente disponía del dominio útil. Todos los bienes pasaron al
concejo pero el gobernador se ocupó de salvaguardar los derechos de los propietarios del dominio directo. Como ocurre con los censales, sabemos de las posesiones
de la mezquita, al menos de una parte, por su venta en subasta pública, que se hizo
en 1531. En igualdad de condiciones pujaron cristianos viejos y nuevos. Miembros
de las hasta ahora dos comunidades se hicieron con los bienes que hasta entonces
habían servido para mantener el edificio y el culto islámico. El cuadro 3 recoge la
enajenación, los compradores, la condición de las tierras vendidas y el precio pagado por su compra.
La mezquita, como ocurría con las iglesias, tenía un cuantioso patrimonio,
muy superior al que disponían la inmensa mayoría de sus fieles. Incluso una parte
de las tierras estaban vinculadas a instituciones religiosas, la colegiata de Borja, la
capilla de San Antón y el monasterio de Trasobares, que tenían el dominio directo.
En la concordia no hay referencias a los diezmos que un tiempo antes el cabildo de Tarazona exigía como suyos ni tampoco a la pecha ordinaria cifrada en
3000 sueldos. En el tema del agua y de la carnicería repite la doctrina ya conocida
de Pérez de Nueros aunque se extiende más ampliamente en una serie de consideraciones que regulan minuciosamente la gestión de la huerta llamada de los moros.
Esta referencia es la única herencia que conservan los nuevos convertidos de su pasado. La razón puede estar en el respeto al privilegio otorgado por la reina doña
María en 1448, según recoge la propia concordia. Pero, siguiendo el dictamen anterior, la reserva se hace como parte del concejo. No son propietarios, tan solo
gestores bajo la autoridad de los jurados de la ciudad. La carnicería era una necesidad del populoso barrio de San Juan extendido a la sombra de la colegiata. Sus vecinos precisaban de una tabla abierta permanentemente. Sin ella se veían obligados
a desplazarse lejos de su domicilio, lo que no dejaba de ser una molestia. En la decisión del gobernador no hay más motivos que la racionalidad. Nada aparece en el
texto que induzca a pensar en aspectos religiosos o culturales. Si en la primera, en
la de Nueros, se pone como condición que el cortante sea del gusto de los nuevos
cristianos, lo que podría interpretarse como una imposición, si admitimos que estaban en condición de imponer algo, con el fin de sacrificar a los animales según el
rito islámico, en esta, nada se dice al respecto.
No era menos importante la cuestión política que la económica hasta ahora
estudiada. El bautismo otorgaba la carta de naturaleza. De ahí que las concordias tuviesen que abordar necesariamente cómo debían ser considerados política y administrativamente los neófitos. La respuesta no puede ser más clara. Eran vecinos a
todos los efectos, tanto en sus derechos como en sus obligaciones. La de Zaragoza
afirmaba «que los dichos nuebos convertidos sean un cuerpo, hun concejo y una uni-
53
Cuadro 3. Enajenación del patrimonio de la mezquita de Borja (1531)
Partida
Condición
D./ Directo
Censo*
Comprador
Condición
Precio*
Lmo*
Diça
Madrigal
Madrigal
Sayón
Corral
Nover
Soclosas
Sendemez
Valle
Sayón
Valle
Medianet
Soclosas
Huerto
Vayuela
Vencay
Medianet
Sayón
Soclosas
Valle
Cormela
Huerto
Canavás
Huerto
Sendemar
Soclosas
Sendemar
Utriellos
Treudera
Treudera
Franca
Franca
Treudero
Franca
Franca
Treudera
Franca
Treudera
Franca
Trasobares
San Juan
4 q s.
8 s.
Miguel Peli
Miguel Peli
Domingo Peli
Domingo Peli
Jemo Serrano
Miguel Matut
Miguel Matut
Jemo Alax
M.ª de Vera
Seb. Abranda
Miguel Aljafar
Miguel Aljafar
Jemo Abranda**
Ídem
Ídem
Joan Bretón
Jemo el Vezino
P. Benamir
A. Palloso
M.ª Valencia
Ga. Condés
Adam Beages
Joan Marguán
Antón Deça
Ana Marqués
Ana Marqués
Ana Marqués
Pedro Coloma
Domingo Peli
Infanzón
920
1250
900
1090
189
85
1010
410
600
205
632
3700
1300
122
770
280
740
45
505
605
840
210
160
107
1500
587
588
570
1305
92
125
Colegial
San Antón
2 s.
3 q s.
Colegial
Franca
Franca
Treudera
Treudera
Franca
San Antón
Colegial
3 q s.
9 s.
Herrero
Mercader
Labrador
Santiago
21
41
20
57
Huerto
AHPB, Lope de Aoíz, Ms. 1575 (18-VII-1531), s.f.
(*) qts= quartales de trigo. Precio en sueldos. Luismo en sueldos.
(**) Jerónimo Abranda era mercader y adobador de cueros y compró las tierras con Martín y Joan
Abranda, hijos de Juan Abranda mayor
54
versidad con los ciudadanos, vezinos y havitantes de la dicha ciudat e hayan de
gozar e gozen los dichos nuebos convertidos de todos los privilegios, franquezas, libertades e inmunidades que los christianos viejos vezinos de la dicha ciudat han
acostumbrado pueden y deven gozar»111. Como tales debían contribuir «en todos los
cargos que los otros vezinos y havitadores de la dicha ciudat contribueren y contribuiran»112. Mucho más expresiva es la de Borja en el reconocimiento de la ciudadanía de los nuevos vecinos. Juan Pérez de Nueros establecía que «para conservacion y
augmento de la dicha ciudat los dichos nuevos convertidos sean unidos e incorporados con el cuerpo de la dicha ciudat de manera que de aqui adelante sean hun cuerpo et hun concejo e hayan de gozar los dichos nuevos convertidos e sus successores
de todas las prerrogativas, preheminencias, privilegios e libertades que los ciudadanos antiguos y nascidos en la dicha ciudat de Borja... de hoy en delante sean insaculados en bolsas de jurados, consejeros y otros officios de la dicha ciudat como los
otros ciudadanos segun las ordinaciones e como los otros ciudadanos son insaculados e embolsados». Don Miguel de Gurrea volvía a repetir la misma doctrina: «Para
conservacion y augmento de la ciudat de Borja los dichos nuevos convertidos sean
unidos et incorporados con el cuerpo de la dicha ciudat de manera que daqui adelante sean un cuerpo e un concejo e ayan de gozar los dichos nuevos convertidos e
sus successores de todas las perrogativas, preheminencias, privilegios et libertades
que los ciudadanos antiguos y nascidos en la dicha ciudat de Borja... de oy adelante
sean insaculados en bolsas de jurados, consejeros y otros officios de la dicha ciudat
como los otros ciudadanos, segunt las ordinaciones de la dicha ciudat, son insaculados et inbulsados»113. El bautismo eliminaba legalmente las viejas barreras y las diferencias que hasta entonces habían mantenido dividida la población de Borja en dos
comunidades. A partir de ahora no habría oficialmente nada más que una. Los conversos son vecinos con las mismos derechos y obligaciones que los cristianos viejos.
Hasta tal punto se admite esa igualdad que tendrán como el resto acceso a los cargos municipales. Esta posibilidad de acceder al gobierno del concejo era sin duda la
máxima expresión de gozar de la condición de ciudadanos y vecinos de pleno derecho. De la igualdad jurídica total entre ambos colectivos. La concordia fue bien recibida por las partes. Ningún reparo se puso a la cuestión. Los borjanos aceptaron
que sus nuevos vecinos formaran parte de los cargos municipales como unos ciudadanos más y los nuevos vieron con buenos ojos ser incluidos en las bolsas de los oficios de Borja. De él formarán parte como quinto y. quizá, cuarto jurado.
Ya metidos en el siglo XVI, la condición de aragoneses aparece confirmada
por la propia corte del Justicia. En 1544 el procurador de Lagata, un pequeño
111
AMZ, Actas, 21 bis, f. 166.
112
Ibídem.
113
AMB, Libro del Justiciado de Borja, Ms. 92, ff. 234v - 242v y Leg. 212-2, s.f.
55
lugar de moriscos del abadiado de Rueda, al sureste de la provincia de Zaragoza,
exponía que como parte del reino de Aragón «sus vecinos y habitantes fueron, eran
y son regnicolas del presente reyno... y gozan como aragonesses y regnicolas del
dicho reyno de Aragon... de todos y cada unos fueros privilegios, libertades y inmunidades que los demas regnicolas del dicho reino»114. En 1579, Codo, en el término de Belchite, también morisco e igualmente del señorío de Rueda, se presentaba ante la misma corte. Sus vecinos, dirá el lugarteniente del Justicia, «fuerunt,
erant et sunt regnicole predicti regni Aragonum et ut regnicole predicti regni gavisi
fuerunt, gaudent, gaudereque consueverunt, valent, possunt et debent omnibus et
singulis privilegiis foriis, libertatibus et inmunitatibus ceteris regnicolis dicti regni
concessis pariter et indultis»115. Los bautizados eran aragoneses de pleno derecho y
como tales reconocidos por los Fueros. Por eso en 1591, cuando llegó el crítico
momento de defender por las armas los Fueros amenazados por la invasión del
ejército de Felipe II, la Diputación y el Justicia contaron también con los nuevos
convertidos de moros y lo hicieron porque «sera a servicio del reyno y eran aragoneses y goçavan de las libertades como los demas regnicolas»116. La condición aragonesa fue algo más que una mera fórmula protocolaria.
El bautismo cambió la condición religiosa de los mudéjares, transformó su
estatus político y jurídico, haciendo de los antaño extraños infieles aragoneses de
pleno derecho siempre dentro del contexto de la sociedad tardofeudal y apenas alteró su situación económica y social, Sentó, en definitiva, las bases que deberían
regular la vida de los conversos hasta su expulsión. No parecía un mal comienzo.
Ahora dependía de unos y de otros que esos principios se desarrollasen hasta sus
últimas consecuencias, aunque, como bien se sabe, todo terminó repentinamente
con la expulsión de 1610.
114
AHN, Clero, Leg. 8529-8530, n.º 6, s. f.
115
AHN, Clero, Leg. 8533, s.n., s. f.
116
AGS, SE, Leg. f. 339, 40v y 41. El documento me fue cedido generosamente por el gran estudioso de la rebelión aragonesa de 1591 Jesús Gascón.
56
LOS SEÑORÍOS DEL ARZOBISPO
DE ZARAGOZA EN LA EDAD MODERNA:
POBLACIÓN Y ESTRUCTURA
DE LAS RENTAS1
José Manuel Latorre Ciria
A lo largo de los siglos de la modernidad la Iglesia ocupó un puesto central
en la sociedad, tanto en el plano político como en el económico y social. Su fuerza
reside en su papel de administradora de lo sagrado, de las relaciones de los hombres con Dios, en una sociedad donde todos eran creyentes.
Los clérigos son los pastores de las almas, los encargados de velar por el correcto comportamiento de los hombres para que puedan lograr la salvación eterna.
Esta función espiritual les otorga una gran influencia sobre las personas pues se constituyen en intermediarios necesarios de los hombres ante Dios. A este papel de pastores de almas unen algunos su condición de señores de vasallos, lo que les asimila a los
señores feudales laicos. Autores como Hilton señalan la gran trascendencia de este
doble papel: «Debió de tener una gran importancia para la relación de los campesinos
europeos con la clase terrateniente en el poder el hecho de que una gran parte de la
misma se hallase constituida por eclesiásticos, pues estos encarnaban en teoría los
principios de la religión en la que todos creían, controlaban la administración de los
sacramentos sin los que los hombres no podían alcanzar la salvación...»2.
1
Este estudio forma parte del Proyecto Coordinado del Ministerio de Ciencia y Tecnología HUM
2005-07069-C05-04/HIST y de los trabajos del grupo Blancas, reconocido por el Gobierno de
Aragón. Se ha contado, también, con ayuda de la Fundación Universitaria Antonio Gargallo.
2
HILTON, R., Siervos liberados. Los movimientos campesinos medievales y el levantamiento
inglés de 1381, Siglo XXI, Madrid, 1984, pp. 64-65; y Conflicto de clases y crisis del feudalismo, Crítica, Barcelona, 1988, p. 20.
57
El arzobispo de Zaragoza, a la cabeza de la principal diócesis de Aragón, no
es una excepción y une a su condición de pastor de almas la de señor de vasallos.
En este trabajo pretendo un primer acercamiento a la función señorial del prelado
cesaraugustano, casi totalmente desconocida hasta la fecha. El grado de desinformación llega hasta el punto de desconocerse la nómina completa de localidades sometidas a su tutela señorial. Se trata, por tanto, de aportar algo de luz sobre los
pueblos de señorío del arzobispo, su localización, actividades económicas y población, además de aportar noticias sobre la estructura de las rentas señoriales y sobre
las resistencias antiseñoriales que pudieran haberse producido.
Las fuentes, ubicadas en el Archivo Diocesano de Zaragoza, son escasas y
las noticias que aportan corresponden a fechas muy separadas entre sí. No ha sido
posible localizar documentación que suministrara información regular, seriada, de
las rentas y de su cuantía. No obstante, con los datos hallados, se puede esbozar
una primera visión panorámica, limitada pero necesaria, precisamente por la casi
absoluta carencia de noticias sobre la función señorial del arzobispo de Zaragoza3.
Sus dominios señoriales abarcan 26 localidades diseminadas por el territorio
aragonés, constituyendo un señorío con una amplia dispersión geográfica, que incluye poblaciones situadas en los extremos norte y sur de Aragón4. Al norte, cerca
de Navarra, está la tenencia de Luesia, que incluía esta localidad y las de Biel, Asín,
Farasdués, Orés, El Frago, Isuerre, Longás y Lobera de Onsella. En las inmediaciones de la ciudad de Zaragoza se halla Juslibol y, algo más alejados, aguas abajo del
Ebro, Rodén y Almochuel, ambos cercanos a las riberas de ese río. La zona del
Bajo Aragón turolense concentra los pueblos más importantes: Albalate del Arzobispo, Ariño, Andorra, Valderrobres, Mazaleón, Torre del Compte, Beceite y Fuentespalda. Otro núcleo de localidades se sitúa al sur de Aragón, cerca de la provincia
3
En el apéndice final de este trabajo se resumen las noticias que se han podido ir rastreando en el
Archivo Diocesano de Zaragoza. A lo largo del texto se trabaja con los datos más significativos recopilados en el apéndice, obviando otros menos relevantes.
4
La información sobre cuáles eran los lugares en los que el arzobispo ejercía como señor temporal
procede de las siguientes fuentes: PUEYO COLOMINA, P., Iglesia y sociedad zaragozanas a mediados del siglo XVIII: la visita pastoral del arzobispo D. Francisco Añoa a su diócesis (años
1745-1749), Institución Fernando el Católico, Zaragoza, 1991, pp. 130-132; BARDAVIU
PONZ, V., Historia de la antiquísima villa de Albalate del Arzobispo, Zaragoza, 1914, pp. 9495, pp. 103-106, pp. 123-125, pp. 193-196, pp. 228-239 y pp. 271-299; AZNAR Y NAVARRO, F., «Relaciones concejiles. Albalate y Almochuel», Boletín de Historia y Geografía del
Bajo-Aragón, septiembre y octubre 1907, pp. 211-218; Archivo Diocesano de Zaragoza (en adelante, ADZ), Registro de actos comunes, 1428, f. 7-8; ADZ, Registro de actos comunes, 1430, ff.
90v-91; ADZ, Papeles pertenecientes a la tenencia de Mazaleón y Valderrobres, del partido de
Belchite, f. 35; ADZ, Tenencia de Luesia y baronía de Biel (toma de posesión del arzobispo como
señor de varios lugares, 25-12-1644).
58
de Castellón, donde se sitúan Miravete de la Sierra, Jorcas, Linares de Mora, Castelvispal y Puertomingalvo. Por último, lejos de todo lo anterior, se encuentra Cutanda, pequeña localidad próxima a Calamocha (figura 1)5.
Figura 1. Localización de los lugares de señorío del arzobispo de Zaragoza
5
Mapa elaborado por María Victoria Lozano Tena.
59
La localidad de Almochuel desapareció como pueblo hacia finales del siglo
XV, apareciendo en la documentación moderna como dehesa del término de Albalate del Arzobispo, donde habitaban algunas personas y el arzobispo tenía un alcaide6. Sin embargo, en fecha tan tardía como 1788, fue repoblado siguiendo los viejos esquemas medievales, lo que nos indica cuán lejos estaba el arzobispo, Agustín
de Lezo y Palomeque, de imaginar que el régimen señorial tocaba a su fin7. En la
dehesa o pardina de Almochuel el arzobispo instaló catorce familias, a las que se
entregó una casa y veinte caizadas de tierra8, además de monte común para el
pasto de los ganados. El prelado se reserva el dominio directo de las tierras, la jurisdicción civil y criminal, una cantidad fija anual por el uso de los pastos9, el «ocheno»
(12,5 por ciento) de todas las producciones —incluido en este porcentaje el diezmo
y la primicia—, salvo de la seda, de la que pagarán el 8 por ciento, y el derecho de
autorizar la construcción de molinos.
Los habitantes de las localidades pertenecientes al arzobispo se dedicaban
mayoritariamente a la agricultura, con predominio de los cereales (trigo, cebada,
avena, espelta), y la ganadería ovina. La tierra es de secano, sin perjuicio de la existencia de áreas de regadío en las vegas de los ríos. Junto al cultivo de cereales, hallamos que el olivo está presente, al menos, en Ariño, Beceite, Fuentespalda, Mazaleón, Torre del Compte y Valderrobres. La vid se cultivaba en Albalate, Beceite,
Cutanda, Farasdués, Juslibol, Luesia, Mazaleón, Rodén, Torre del Compte y Valderrobres.
Junto a los productos básicos encontramos, hacia 1743, otros de menor
incidencia productiva, como las judías, lentejas, guijas, panizo (Ariño, Beceite,
Fuentespalda, Mazaleón, Puertomingalvo, Valderrobres), cebollas, ajos, habas,
manzanas (Beceite), azafrán (Andorra), nueces (Beceite, Cutanda, Fuentespalda,
Puertomingalvo, Torre del Compte, Valderrobres), cáñamo (Ariño, Beceite, Cutanda, Fuentespalda, Mazaleón, Torre del Compte, Valderrobres), nabos (Cutanda), seda (Ariño, Beceite, Fuentespalda, Mazaleón, Puertomingalvo, Torre del
Compte, Valderrobres), almendras (Fuentespalda, Torre del Compte), melones
(Mazaleón, Valderrobres) y calabazas (Mazaleón, Valderrobres). Algunos de estos
cultivos habían sido introducidos, o alcanzado cierto relieve, en los primeros años
6
BARDAVIU PONZ, V., Historia de la…, óp. cit., p. 196. AZNAR Y NAVARRO, F., «Relaciones
concejiles…», óp. cit., pp. 215-216.
7
Sobre la repoblación de Almochuel, vid. BARDAVIU PONZ, V., Historia de la…, óp. cit., pp.
271-299.
8
En torno a 12 hectáreas.
9
Los repobladores pagarán 8000 sueldos al año si la justicia no reconoce a los pueblos vecinos el
derecho de alera foral; si se les reconoce, la cantidad se reduciría a 4000 sueldos.
60
del siglo XVIII, como la seda en Fuentespalda10. Es importante destacar que, en
1722, el maíz americano ya ha llegado a Albalate y los pueblos de alrededor. Se
introdujo antes de la guerra de Sucesión y, después de la misma, se extendió con
rapidez11.
Entre la ganadería, además de las ovejas, se pueden citar los cerdos, pollos,
cabritos, mulatos (Puertomingalvo), jumentos (Jorcas, Linares, Miravete), terneros
(Jorcas, Linares, Miravete, Puertomingalvo) y los enjambres de abejas (Ariño, Beceite, Cutanda, Fuentespalda, Mazaleón, Torre del Compte, Valderrobres).
Al margen de la agricultura y la ganadería también se desarrollan actividades artesanales para cubrir las necesidades de sus habitantes, aunque en algunas localidades
la industria textil alcanzó una mayor importancia. Se encuentran batanes en Albalate,
Beceite, Mazaleón, Valderrobres, Castelvispal, Rodén y Linares de Mora. En esta última localidad la actividad textil era relevante, pues en 1555 había casi cien pelaires12.
Finalmente, en Valderrobres se instaló, con permiso del arzobispo, un molino de papel13 en 1788, mientras en Andorra consta la existencia, en 1640, de tres
molinos para fabricar pólvora14.
LA POBLACIÓN
La población de los lugares de señorío del arzobispo de Zaragoza alcanzaba, en 1495, la cifra de 1577 fuegos, que representaba el 3,05 por ciento del
10
ADZ, Información sobre diezmos que se pagan de los partidos de Zaragoza, Belchite, Alcañiz,
Puertomingalvo y Daroca, de 1743.
11
Un pleito sobre el diezmo del panizo blanco o trigo de Indias —«... por ser la única semilla de que
se fabrica el pan en la América...»— nos descubre este cultivo. ADZ, Libro sobre los derechos de
la dignidad en Albalate. El panizo blanco lo hallamos en las series de diezmos del obispado de Teruel en varias localidades y a partir de los años sesenta del siglo XVII, aunque siempre en cantidades pequeñas: Fuentes de Rubielos (1664), Rubielos de Mora (1672), San Agustín (1702) y Mora
de Rubielos (1709); vid. Archivo Diocesano de Teruel, Libros de cuarteación decimal.
12
ADZ, Derechos de la mitra. El 12 de agosto de 1555, los vecinos del pueblo piden al arzobispo que
les deje construir un nuevo batán porque ha crecido mucho el número de pelaires, llegando casi a cien.
13
ADZ, Derechos de la mitra. El 27 de marzo de 1788 se da permiso a Domingo Almenara para
que pueda construir un molino de papel de 30 varas de longitud y 20 varas de «latitud», con dos
«tinos»; se establece el pago de un treudo de 60 sueldos anuales.
14
ADZ, Papeles pertenecientes a la tenencia de Mazaleón y Valderrobres, del partido de Belchite, f.
35. Una nota indica que se cargaron tres treudos de 6 sueldos sobre tres molinillos de pólvora en
Andorra, los cuales comenzarían a pagar el 1 de marzo de 1640.
61
62
108
136
238
Beceite
100
300
21
80
300
47
Ariño
Andorra
Albalate del Arzobispo
Provincia de Teruel
30
Rodén
30
*
Orés
49
105
38
Luesia
38
13
Longás
42
Juslibol
16
15
Isuerre
Lobera
24
Frago, El
23
42
Farasdués
23
113
20
1495
1
Vecinos
Biel
5
Asín
3
1430
1428
3
Vecinos
Vecinos
Almochuel
Provincia de Zaragoza
Lugares
234
49
166
466
1604
1571
50
30
60
2
Vecinos
Vecinos
Cuadro 1. Población de los lugares de señorío del arzobispo de Zaragoza
1720
Vecinos
1725
Vecinos
1239
1059
1037
3693
278
516
1219
391
323
289
229
281
617
1129
248
23
1787
Habitantes
63
27
180
1173
Torre del Compte
Valderrobres
Total vecinos
1188
180
27
130
30
60
100
26
1577
135
49
91
48
43
55
28
277
140
120
129
1604
1571
2
Vecinos
Vecinos
145
1720
Vecinos
115
3
1725
Vecinos
20 233
1752
649
1082
409
953
1236
655
826
100
1787
Habitantes
SERRANO MONTALVO, A., La población de Aragón según el fogaje de 1495, Zaragoza, 2 vols., 1995 y 1997. 21604 (fecha aproximada) y
1571: ADZ, Papeles pertenecientes a la tenencia de Mazaleón y Valderrobres, del Partido de Belchite. 3Habitantes: 451. *Orés, Farasdués y Asín
van juntos. 1428: ADZ, Registro de actos comunes, ff. 7-8. 1430: ADZ, Registro de actos comunes, ff. 90v-91.
1
130
Puertomingalvo
60
Mazaleón
30
100
Linares de Mora
Miravete de la Sierra
26
Jorcas
60
100
Fuentespalda
100
71
41
41
1495
Cutanda
1430
1428
1
Vecinos
8
Vecinos
Vecinos
Castelvispal
Lugares
Cuadro 1 (continuación). Población de los lugares de señorío del arzobispo de Zaragoza
total de Aragón15 (cuadro 1). Tres siglos después, en 1787, el porcentaje había
crecido y se elevaba al 3,29 por ciento, alcanzando una cifra absoluta de 20233
habitantes16. El arzobispo, por tanto, era señor de una parte significativa de los
aragoneses, dato que revela la importancia del señorío arzobispal17. La población
se multiplicó por tres a lo largo de la Edad Moderna y, como ocurre en el resto de
Aragón, el siglo XVI fue una centuria de crecimiento18. Entre 1495 y 1571 —o
1604, según los casos— la población de varias localidades se duplicó y en algunas
incluso se triplicó. La comparación entre los datos de 1571 y 1604 con los de
1787 sugiere un estancamiento de la población en el siglo XVII e incluso un retroceso en algunos pueblos para tomar nuevo impulso en la centuria siguiente.
Además de las cifras proporcionadas por los censos generales, se dispone
de algunos datos relativos a la población extraídos de diversas fuentes, algunas
de las cuales aportan una información que permite ir más allá del mero cálculo
de habitantes. Los datos de 1428 y 1430 corresponden a los fuegos que se adjudican a cada pueblo para, según ellos, contribuir a los servicios votados en Cortes19. En Luesia se indica que se anotan 30 fuegos «por los judíos» y 8 por los de
«condición».
El cobro del tributo del maravedí20 por parte del señor exigía contar a los vecinos y así podemos disponer de datos para varias localidades, en 157121, y para
Fuentespalda y Mazaleón, en 1720 y 1725, respectivamente.
15
SERRANO MONTALVO, A., La población de Aragón según el fogaje de 1495, Zaragoza, 2
vols., 1995 y 1997.
16
Para la población de Aragón en 1787, vid. PÉREZ SARRIÓN, G., Aragón en el setecientos.
Crecimiento económico, cambio social y cultura, 1700-1808, Milenio, Lérida, 1999, p. 39.
17
En 1647, un 44,5 por ciento de la población aragonesa vivía en lugares de señorío, dato que si
fuera extrapolable a 1787 significaría que el arzobispo de Zaragoza era señor de casi el 10 por
ciento de la población de señorío aragonesa: JARQUE, E. y J.A. SALAS AUSÉNS, «Evolución
demográfica del señorío aragonés en la Edad Moderna (1495-1650)», en E. SARASA SÁNCHEZ,
y E. SERRANO MARTÍN (eds.), Señorío y feudalismo en la Península Ibérica (ss. XII-XIX), Institución Fernando el Católico, Zaragoza, 1993, p. 440.
18
SALAS AUSÉNS, J.A., «La evolución demográfica aragonesa en los siglos XVI y XVII», en J.
NADAL (coord.), La evolución demográfica bajo los Austrias, Institución Juan Gil Albert, Alicante, pp. 169-179.
19
ADZ, Registro de actos comunes (1428), ff. 7-8 y (1430), ff. 90v-91.
20
El Rey disponía de la capacidad para acuñar moneda, pero desde la Edad Media se pactó que solo
pudiera hacerlo cada siete años a cambio de percibir el tributo del maravedí. El arzobispo, por
tanto, percibe este tributo por concesión real.
21
El recuento de 1571 incluye a los pobres y a los hidalgos; estos últimos son tres en Beceite, uno
en Mazaleón, 22 en Albalate y dos en Valderrobres.
64
Las cifras de Fuentespalda y Mazaleón —1720, 1725— corresponden a las
averiguaciones realizadas para el pago del maravedí22. Este tributo se pagaba al arzobispo cada siete años. Los casados, viudos y viudas abonaban siete sueldos, cantidad que también se pagaba por cada criado y criada. Quedaban exentos del tributo los hidalgos y los pobres. Según otra fuente, pagaban 7 sueldos de maravedí los
que tenían un mínimo de 70 sueldos de hacienda23.
El vecindario de Fuentespalda del año 1720 fue realizado contabilizando únicamente a las personas que habían de tributar, añadiendo el dato del número de
casas excluidas por pobres que constituyen el 17,24 por ciento. También el vecindario ofrece datos sobre el modelo familiar, donde se aprecia que se basa en la
convivencia de los padres, un hijo casado en casa y sus descendientes, además de
algún o algunos hermanos solteros del hijo casado. Estamos ante una familia tronco, donde la convivencia efectiva de las tres generaciones viene condicionada por
la baja esperanza de vida que impide, en la mayor parte de las ocasiones, la efectiva convivencia de las tres generaciones24, pero el modelo familiar es ese, como
ocurre en Mazaleón.
El vecindario de Mazaleón del año 1725 fue realizado con mayor minuciosidad y recoge la totalidad de las personas que habitan en las casas, incluidos los
niños de corta edad. El recuento lo lleva a cabo un notario acompañado del alcalde
y de dos vecinos de Zaragoza en calidad de testigos. El número de habitantes, excluidos los criados, se eleva a 451, distribuidos en 115 unidades familiares, lo que
nos da una media de 3,92 personas por casa. Si añadimos los 29 criados registrados, el número de habitantes llega a 480 y el de personas por casa se eleva hasta
4,17. Para la correcta valoración de esta cifra, habría que tener en cuenta el hecho
de que la mayoría de los hijos registrados son de corta edad, lo que abre la posibilidad de que el número de hijos por matrimonio pudiera crecer en los siguientes
años. Hay 99 niños con seis años o menos y 68 con edades comprendidas entre
siete y veinte años. Solo hallamos ocho con más de veinte, al margen de los que
desconocemos su edad, que son 18. La mayor parte de los matrimonios tienen un
hijo (37 matrimonios), seguidos de los que han engendrado dos (24) y tres (18);
siete familias alcanzan la cifra de cuatro, cinco aparecen con cinco vástagos y una
22
Vecindarios de Fuentespalda (16-VI-1720) y Mazaleón (1725): ADZ, Papeles pertenecientes a la
tenencia de Mazaleón y Valderrobres del partido de Belchite, f. 33.
23
ADZ, Vecindarios de Andorra, Torre del Compte, Beceite, Fuentespalda, Mazaleón, Ariño, Albalate y Valderrobres del año 1571, Papeles pertenecientes a la tenencia de Mazaleón y Valderrobres,
del partido de Belchite, ff. 15-17.
24
ANDERSON, M., Aproximaciones a la historia de la familia occidental (1500-1914), Siglo
XXI, Madrid, 1988, pp. 14-15 y pp. 26-27.
65
sola familia llega a los seis hijos. El número de matrimonios sin descendencia es reducido, apareciendo únicamente quince. Se censan también algunos viudos —
cinco— que viven solos y otros —seis— que conviven con sus hijos25.
Los criados —domésticos y para el trabajo en el campo— se concentran en
veinte casas, la mayoría con uno solo; la excepción es una familia con cinco y cuatro con dos.
Los censos del maravedí, finalmente, aportan datos sobre el número de pobres en las distintas localidades. El mayor porcentaje se da en Fuentespalda, con un
17,24 por ciento en 1720, seguido —según datos de 1571— de Beceite (12,39
por ciento), Fuentespalda (11,62 por ciento), Andorra (11,44 por ciento), Valderrobres (10,83 por ciento), Albalate del Arzobispo (10,72 por ciento), Ariño (8,16
por ciento), Torre del Compte (5 por ciento) y Mazaleón (4,16 por ciento). Son
porcentajes, salvo los de las tres últimas localidades, similares a los que se dan en
otros pueblos y ciudades de la España moderna que suelen moverse entre el diez y
el veinte por ciento26.
EL SEÑORÍO ARZOBISPAL
La función señorial del arzobispo zaragozano es mal conocida y las fuentes
consultadas no permiten profundizar en esta faceta de su actividad, pues únicamente se han localizado datos cualitativos y cuantitativos fragmentados e incompletos.
No obstante, a partir de ellos pueden trazarse las líneas maestras de este señorío
que no difieren de las mostradas por los diversos estudios realizados en Aragón y
en el resto de España27.
25
Sobre el tamaño medio de la familia en el valle medio del Ebro vid. SALAS AUSÉNS, J.A. y F.J.
ALFARO PÉREZ, «¿Familia compleja o familia nuclear? Dinámica de las estructuras familiares en
el valle medio del Ebro (1750-1800)», en Reconstituiçao de famílias, fogos e estratégias sociais,
Actas do VI Congresso da Associaçao de Demografía Histórica/Asociación de Demografía Histórica (ADEH), Instituto Politècnico de Castelo Branco, Castelo Branco, 2004, pp. 153-169.
26
LATORRE CIRIA, J.M., Economía y religión. Las rentas de la catedral de Huesca y su distribución social (Siglos XVI-XVII), Institución Fernando el Católico/Instituto de Estudios Altoaragoneses, Zaragoza/Huesca, 1992, 199.
27
A título de ejemplo, pueden consultarse los siguientes trabajos: ATIENZA HERNÁNDEZ, I., Aristocracia, poder y riqueza en la España moderna. La Casa de Osuna, siglos XV-XIX, Siglo XXI,
Madrid, 1987; GARCÍA-LOMBARDERO, J., La agricultura y el estancamiento económico de
Galicia en la España del Antiguo Régimen, Siglo XXI, Madrid, 1973; GIL OLCINA, A., La propiedad señorial en tierras valencianas, Del Cenia al Segura, Valencia, 1979; GRUPO 73, La
economía del Antiguo Régimen. El señorío de Buitrago, Departamento de Historia Moderna y
66
El arzobispo de Zaragoza, en su condición de señor, dispone de unos derechos dominicales que le reportan determinados ingresos, los cuales proceden de la
jurisdicción, la propiedad de tierras e inmuebles, los monopolios señoriales y otros
ingresos de diversa naturaleza28. En los cuadros 3 y 4 se presenta el importe de las
rentas —según se abonen en dinero o en productos agrarios— que el arzobispo
percibía en sus señoríos a comienzos del siglo XVII; se trata de una aproximación,
de una cifra mínima, pues no se dispone de datos completos para todas las localidades. A esos ingresos habría de añadirse también los procedentes del maravedí,
unos cuatro mil quinientos sueldos anuales, según las estimaciones que más adelante se realizan. Con los datos disponibles para otras fechas (apéndice) —excluidos el
diezmo y la primicia, que percibe como eclesiástico, no como señor—, se aprecia
que los ingresos totales en dinero reflejados en el cuadro 3 podrían incrementarse,
como mínimo, en unos 12 000 sueldos, con lo que el importe total podrían alcanzar unos 30 000 sueldos. Son ingresos que, aunque sean mínimos y puedan seguramente elevarse con más información, representan una pequeña parte de las entradas del arzobispo. Probablemente no suponían ni el cuatro por ciento de la renta
arzobispal, según se desprende de los arriendos y estimaciones de la misma29.
Contemporánea, Universidad Autónoma de Madrid, Madrid, 1973; MORANT, I., El declive del
señorío. Los dominios del ducado de Gandía, 1705-1837, Institución Alfonso el Magnánimo,
Valencia, 1984; RUIZ TORRES, P., Señores y propietarios. Cambio social en el sur del País
Valenciano, 1650-1850, Institución Alfonso el Magnánimo, Valencia, 1981; SALOMON, N., La
vida rural castellana en tiempos de Felipe II, Planeta, Barcelona, 1973; VILLARES, R., La propiedad de la tierra en Galicia, 1500-1936, Siglo XXI, Madrid, 1982. Para el caso de Aragón,
pueden verse, entre otros, los siguientes trabajos: COLÁS LATORRE, G., La bailía de Caspe en
los siglos XVI y XVII, Institución Fernando el Católico, Zaragoza, 1978; ABADÍA IRACHE, A.,
Señorío y crédito en Aragón en el siglo XVI, Institución Fernando el Católico, Zaragoza, 1993 y
La enajenación de rentas señoriales en el Reino de Aragón, Institución Fernando el Católico,
Zaragoza, 1998; ATIENZA LÓPEZ, A., Propiedad y señorío en Aragón: el clero regular entre
la expansión y la crisis (1700-1835), Institución Fernando el Católico, Zaragoza, 1993; SERRANO MARTÍN, E., «Los señoríos aragoneses de la Orden de Calatrava en el siglo XVI», Jerónimo
Zurita. Su época y su escuela, Institución Fernando el Católico, Zaragoza, 1986, 321-333;
vid. también los trabajos reunidos en el número 58 (1988), de la Revista de Historia Jerónimo
Zurita. Para un estado de la cuestión más reciente sobre el conjunto de España, vid. SARASA
SÁNCHEZ, E. y E. SERRANO MARTÍN (eds.), Señorío y feudalismo en la Península Ibérica (ss.
XII-XIX), 4 tomos, Institución Fernando el Católico, Zaragoza, 1993.
28
Sobre la clasificación de las rentas señoriales, vid. RUIZ TORRES, P., Señores y…, óp. cit., p. 90;
MORANT, I., El declive…, óp. cit., p. 80; COLÁS, G., «La historiografía sobre el señorío tardofeudal», en E. SARASA SÁNCHEZ y E. SERRANO MARTÍN (eds.), Señorío y…, óp. cit., vol. I, p. 79.
29
El valor medio de los arrendamientos de las rentas del arzobispo de Zaragoza, entre 1596 y 1616,
asciende a 824 285 sueldos, según muestra GÓMEZ ZORRAQUINO, J.I., «Los arrendamientos
de las rentas feudales en Aragón (siglos XVI-XVII)», en E. SARASA SÁNCHEZ y E. SERRANO
67
El prelado controla por medio de la jurisdicción dos pilares básicos de la comunidad, la justicia y la administración municipal. Es dueño de la jurisdicción, tanto de la
civil como de la criminal, en las localidades que están bajo su dominio señorial. Los
Fueros de Aragón, como es sabido, limitaban las atribuciones jurídicas de los señores
eclesiásticos, no pudiendo ejercer la jurisdicción directamente, aunque sí eran ellos los
facultados para nombrar a las personas encargadas de administrar justicia30. El ejercicio de la jurisdicción probablemente reportaba pocos ingresos, pero al margen de su
cuantía económica los estudiosos del señorío han indicado otros valores. El vasallo raramente tenía recursos para apelar a otras instancias superiores, por lo que dependía
totalmente de la justicia del señor, la cual producía temor, hecho que permitía una
mejor percepción del resto de las rentas31. También se ha indicado el valor social de la
jurisdicción, el prestigio que comportaba más allá de su significación económica32.
El arzobispo nombra, asimismo, a los distintos cargos municipales, unas veces
con total libertad, otras eligiendo entre las dos o tres personas propuestas por el
pueblo respectivo (cuadro 2). Si el arzobispo ignora este derecho de los pueblos se
producen reclamaciones, como acontece en 1724, cuando los de Mazaleón le recuerdan que ha nombrado alcaide sin pedir una terna de nombres al lugar33. Algo similar ocurre en Andorra, en 1781, año en el que el arzobispo nombra como alcalde
primero a una persona que no estaba en la propuesta del pueblo, hecho que motiva
una denuncia ante el Real Acuerdo34.
Durante los primeros años del siglo XVIII las nuevas autoridades borbónicas
pretendieron nombrar ellas los cargos municipales en detrimento de los derechos del
arzobispo. Una orden del corregidor de Alcañiz, del 18 de noviembre de 1714, dirigida al Ayuntamiento de Valderrobres, les indica que deben proponer nombres para
el cargo de regidor, para que la Real Audiencia pueda elegir de entre ellos, algo que
antes hacía el señor. Sin embargo, en el caso de los alcaldes y jueces ordinarios les
recuerda que los seguirán eligiendo los señores. En abril de 1715 la misma orden se
remite a Mazaleón. El prelado defenderá sus derechos y consta que, en Beceite, a
MARTÍN (eds.), Señorío y…, óp. cit., vol. II, pp. 83-86. El valor estimado para el periodo 17041708 se eleva a 799 980 sueldos: vid. DOMÍNGUEZ ORTIZ, A., «Las rentas episcopales de la
Corona de Aragón en el siglo XVIII», en Agricultura, comercio colonial y crecimiento económico en la España contemporánea, Ariel, Barcelona, pp. 13-43.
30
COLÁS, G., La bailía de…, óp. cit., p. 76.
31
RUIZ TORRES, P., Señores y…, óp. cit., pp. 98-100; MORANT, I., El declive…, óp. cit., p. 81.
32
Una crítica a las concepciones en torno al valor económico de la jurisdicción puede verse en
COLÁS, G., «La historiografía…, óp. cit., en E. SARASA SÁNCHEZ y E. SERRANO MARTÍN
(eds.), Señorío y…, óp. cit., vol. I, pp. 72-73.
33
ADZ, Papeles pertenecientes a la tenencia de Mazaleón y Valderrobres, del partido de Belchite, f. 30.
34
ADZ, Derechos de la mitra (Andorra, Puertomingalvo…) (5-XII-1781).
68
instancias del señor, un notario levantó acta con la declaración de varios testigos que
afirmaban el derecho del señor a nombrar al justicia35.
El señor controlaba la actividad de los oficiales municipales por medio de los
juicios de residencia, donde jueces especiales nombrados por él investigaban la
labor de las personas que desempeñaban cargos de gobierno. Así, en una fecha indeterminada, el arzobispo nombró juez de residencia a su administrador general,
D. Francisco Cayetano Nasarre, con la misión de investigar la labor de los oficiales
entre 1711 y 1716. El trabajo de estos jueces podía culminar con sanciones a las
personas investigadas, como es el caso de los alcaldes y regidores de Andorra, que
fueron sancionados, en 1725, con una multa de 576 sueldos. En la misma fecha,
el juicio de residencia en Albalate conduce a un proceso ante la Real Audiencia por
la usurpación del agua de los molinos36.
El control sobre el municipio implica también que los pueblos han de someter
a la aprobación del señor las ordenanzas y estatutos redactados para resolver las distintas problemáticas locales. Así, en Andorra, tras separarse de la dependencia que
mantenía con respecto a Albalate del Arzobispo, se redactaron, en 1614, unos estatutos criminales para hacer frente a la delincuencia, los cuales fueron aprobados por
el arzobispo, pues sin tal refrendo carecían de validez37. Lo mismo, y en idéntico
año, acontece en Linares de Mora, donde el concejo aprueba unos estatutos criminales para hacer frente al bandolerismo38. Igualmente fue necesaria la aprobación
del prelado para que tuvieran validez las ordenanzas reguladoras de diversos aspectos de la vida local, aprobadas, en 1680, por el concejo de Mazaleón39.
La justicia y el control del municipio no parecen reportar beneficios económicos al arzobispo, pero por su condición de señor percibe la pecha40, de la cual
35
ADZ, Papeles pertenecientes a la tenencia de Mazaleón y Valderrobres, del partido de Belchite.
36
Ibídem.
37
BARDAVIU PONZ, V., Historia de la…, óp. cit., p. 103, pp. 228 y ss.
38
El marqués de Gelves, lugarteniente y capitán general, envió una carta a los concejos de Linares y
Valdelinares exigiéndoles que hiciesen un estatuto de hermandad y desafuero para hacer frente a
los bandoleros: caso de no cumplir su orden, les amenazaba con enviar una compañía de infantería que habrían de alojar en sus casas. Ante tal amenaza, el concejo obedece y aprueba unos estatutos criminales: ADZ, Derechos de la mitra (Fuentespalda...). A comienzos del siglo XVII la delincuencia parece estar muy extendida en el sur de Aragón, especialmente en la zona limítrofe con el
reino de Valencia: vid. LATORRE CIRIA, J.M., «La conflictividad política y social en la ciudad y
comunidad de Teruel durante los siglos XVI y XVII», en Los Fueros de Teruel y Albarracín, Instituto de Estudios Turolenses, Teruel, 2000, pp. 137-178.
39
ADZ, Papeles pertenecientes a la tenencia de Mazaleón y Valderrobres, del partido de Belchite, f. 37.
40
Sobre la pecha ordinaria en diversos señoríos aragoneses, vid. COLÁS, G., «El régimen señorial
en Aragón», Revista de Historia Jerónimo Zurita, 58 (1988), p. 19.
69
70
x (terna)
x (doble)
Asín
Castelvispal
x (doble)
x (terna)
x (doble)
x (doble)
Luesia
Mazaleón
Miravete de la Sierra
Orés
Lobera
x (doble)
x (doble)
x
x
x (doble)
x (doble)
x
x (doble)
Linares de Mora
x
x
x
x
Alcaide
x
x
x (doble)
4.º
Regidor
x (doble)
x
x (doble)
x (doble)
x (doble)
3.º
Regidor
Jorcas
x (doble)
x (doble)
x (doble)
x (doble)
2.º
Regidor
x
x (terna)
Fuentespalda
x
x
x (doble)
1.º
Regidor
Isuerre
x (terna)
Farasdués
x
x (terna)
Beceite
Cutanda
x (doble)
x
Andorra
Ariño
x
Almochuel
x
2.º
1.º
x
Alcalde
Alcalde
Albalate del Arzobispo
Localidad
Cuadro 2. Cargos nombrados por el arzobispo en sus señoríos (siglo XVIII)
x
Escribano
juzgado
71
x (terna)
x (terna)
Torre del Compte
Valderrobres
x
x (doble)
1.º
Regidor
x
x (doble)
2.º
Regidor
3.º
Regidor
4.º
Regidor
x
Alcaide
Escribano
juzgado
Doble: propone el pueblo dos personas y el arzobispo elige una; terna: el pueblo propone tres personas y el arzobispo escoge a una de ellas.
Cuando no se indica nada, significa que el arzobispo nombra libremente
x (doble)
Rodén
x (doble)
2.º
1.º
x (terna)
Alcalde
Alcalde
Puertomingalvo
Localidad
Cuadro 2 (continuación). Cargos nombrados por el arzobispo en sus señoríos (siglo XVIII)
obtiene un rendimiento significativo. Dentro del conjunto —de la muestra—, de ingresos reflejados en el cuadro 3, el importe de la pecha de los lugares documentados asciende a 3102 sueldos que equivalen a un 18,01 por ciento de los ingresos
totales.
Junto a la pecha, cabe recordar que en algunos lugares el prelado recibía algunos presentes, como en Rodén, donde cada casa aportaba una gallina y el concejo un carnero coincidiendo con la fiesta de Navidad.
La jurisdicción concedía al señor el control de los pastos, así como de la caza
y la pesca. Todo ello generaba ingresos, que es difícil cuantificar porque aparecen
mezclados con otros, por ejemplo en Beceite, Fuentespalda, Luesia, Mazaleón,
Torre del Compte o Valderrobres. Cuando se registran unidos a la pecha se incluyen en ese capítulo y, cuando no es así, se han contabilizado en el capítulo de
«otros» (cuadro 3).
LA PROPIEDAD SEÑORIAL
El arzobispo de Zaragoza era dueño de una serie de propiedades rústicas y
urbanas que había cedido a treudo. Como es sabido, estos censos consistían en un
canon perpetuo o por largo tiempo, cuyo importe pagaba el propietario del dominio útil, es decir, el que trabajaba la tierra o usaba el inmueble, al usufructuario del
dominio directo, en este caso, el prelado zaragozano. En definitiva, el dueño del
dominio directo tiene el derecho a percibir una renta de la tierra o de los inmuebles, mientras el que posee el dominio útil retiene el derecho a explotar y a disponer de la propiedad, estando obligado a pagar el treudo o censo. Puede incluso
dejar en herencia su dominio útil y venderlo. En este último caso precisa el permiso
del dueño del dominio directo para enajenarlo en virtud del derecho de fadiga. Por
conceder la licencia para la venta el poseedor del dominio directo cobra un pequeño canon (laudemio) y, además, puede adquirir la totalidad de la propiedad puesta
en venta si así lo desea, es decir, puede hacer uso del derecho de tanteo y retracto;
además, conserva el derecho de embargar la propiedad si el censatario no cumple
con sus obligaciones.
Los contratos de treudo eran antipocados —es decir, se volvía a reconocer el
censo mediante escritura pública— periódicamente para evitar la pérdida de los
mismos. A partir de estas antípocas podemos ver cuáles eran las cláusulas fundamentales de los contratos que el arzobispo mantenía. Este se reservaba el derecho
de autorizar las ventas (fadiga) y podía quedarse el dominio útil abonando un diez
por ciento menos del precio acordado con el comprador. Por la concesión de licencia para la venta percibía en concepto de loísmo una cantidad equivalente al diez
72
73
1040
3102
Valderrobres
Total
s: sueldos
220
Torre del
Compte
18,01 %
57,17 %
911
44
10
2
400
Mazaleón
95,24 %
90
Luesia
71,56 %
182
16
Fuentespalda
Juslibol
14
Frago (El)
72
47
34,57 %
100,00 %
30,97 %
Farasdués
625
100
Biel
Cutanda
717
434
s
s
%
Treudos
Pecha
Beceite
Andorra
Albalate
Localidad
5,29 %
2,42 %
4,33 %
0,36 %
100,00 %
26,30 %
0,88 %
100,00 %
100,00 %
3,11 %
6,84 %
%
5300
10
5290
s
Dehesas
30,77 %
0,40 %
83,39 %
%
6931
735
1
102
10
1167
700
1526
2490
200
s
Hornos y
molinos
Cuadro 3. Ingresos del arzobispo en sus señoríos (comienzos del siglo XVII) (dinero)
40,25 %
40,41 %
0,43 %
18,25 %
1,45 %
64,55 %
100,00 %
65,91 %
99,60 %
3,15 %
%
975
55
500
420
s
Otros
5,66 %
9,84 %
72,25 %
6,62 %
%
17 219
1819
231
559
90
692
1808
14
47
700
100
2315
2500
6344
Total
por ciento del valor de la transacción41. En caso de impago del treudo, el arzobispo
dispone del derecho de «comisar» o embargar la propiedad. Se establece, además,
la prohibición de vender esas propiedades a personas o entidades eclesiásticas, o
privilegiadas, y de establecer sobre ellas aniversarios u otras cargas que se deban
pagar a instituciones eclesiásticas. Igualmente, se dispone que son bienes indivisibles y, si alguno se dividiera, el arzobispo siempre habría de poder cobrar a una
sola persona. Finalmente, se impide cargar nuevos censos sobre esas propiedades
sin licencia arzobispal, cuya concesión implica el abono de un diez por ciento del
capital correspondiente a ese nuevo censo.
A pesar de las cláusulas mencionadas, el control que los administradores del
arzobispo ejercen sobre las propiedades treuderas parece bastante imperfecto, lo
que no debe extrañar teniendo en cuenta la amplia dispersión geográfica de los
pueblos que forman el señorío del prelado. Por otra parte, en los señoríos episcopales, probablemente, el rigor de la gestión fuese más problemático que en el caso
de la nobleza o de los señoríos monásticos, donde la continuidad señorial es más
clara. Los arzobispos cambiaban cada pocos años y solía haber periodos de sede
vacante, lo que sin duda dificultaba el seguimiento estricto de las rentas correspondientes al señorío. Además, eran muchas y variadas las tareas a las que debía hacer
frente el prelado de una amplia diócesis, impidiéndole, por tanto, concentrarse exclusivamente en su función señorial. Probablemente, también pudo influir el escaso
montante de las rentas aportadas por el señorío, aunque en absoluto cabe despreciar el prestigio o el poder político asociado a la figura de señor temporal.
Sea como fuere, el defectuoso control queda acreditado en la documentación con las dudas en torno a lo que se paga y en concepto de qué (apéndice). En
el caso de los treudos, en varios pueblos —Albalate, Beceite, Farasdués, Fuentespalda, Luesia, Mazaleón y Valderrobres—, los vecinos no pagaban el laudemio, a
pesar de que los administradores del prelado consideraban que era el principal beneficio que se obtenía de estas propiedades42.
41
A modo de ejemplo, puede decirse que el 17 de agosto de 1719 se vendió el dominio útil del molino batán de Beceite por un precio de 60 libras contando con el permiso del arzobispo, el cual
percibió, en virtud del loísmo, 6 libras. ADZ, Papeles pertenecientes a la tenencia de Mazaleón y
Valderrobres, del partido de Belchite.
42
Treudos de Albalate (1604): «Todos los quales dichos treudos pagan particulares de dicha villa sobre
casas y heredades en ella, y desde el anno 1520 no pagaban los luysmos, que es el mayor interesse
que tienen los sennores arçobispos, ni pidían licençia quando las vendían y los treudos los pagaban
con mal, y decían que los sennores arçobispos no tenían que haçer con ellos ni sus haziendas; y visto
lo sobredicho, el excelentísimo sennor D. P. Manrique [1611-1615] mandó al dicho Murillo fuesse a
dicha villa y reconociesse todos los protocolos de los notarios antiguos que hubo en aquella villa y reduçiesse a que pagassen los luysmos». Treudos de Valderrobres (1604): «Ningún treudo de estos ha
pagado ni paga el luysmo y se ha de reducir de aquí adelante a que los paguen, ni tiene su ilustrísima
74
El número total de propiedades treuderas a comienzos del siglo XVII se puede
estimar en torno a doscientas, de las cuales 121 —10 inmuebles y 111 heredades—
corresponden a Albalate del Arzobispo43. Su rendimiento económico era de 911 sueldos, que representaban el cinco por ciento de los ingresos (cuadro 3). En algunos
casos, muy pocos, el pago se realizaba en especie, en cantidades poco relevantes de
cereales (cuadro 4). En cuanto a su extensión, raramente las fuentes nos informan de
ella y, además, el treudo abonado no suele guardar relación con la misma44.
Además de las propiedades treuderas, el señor es dueño de varias dehesas,
que generan el 30,77 por ciento de los ingresos (cuadro 3). Las más importantes
están situadas en Albalate y son las que aportan prácticamente la totalidad de las
entradas por este concepto: son las dehesas de Almochuel45 y Arcos46, que corres-
escrituras para comissar». Treudos de Fuentespalda (1604): «Ninguno de estos pagan luysmo y
antiguamente havía 24 treudos y aora no se hallan sino estos ocho. Se han de reducir a que paguen los demás los treudos y luysmos y estos los luysmos». Treudos de Torre del Compte (1604):
«Adviertesse que en los cabreos antiguos dize que se paga en este lugar un cayz seys fanegas y 8
almudes de trigo y éstos jamás se han cobrado». Treudos de Mazaleón (1604): «Todos los treudos
de particulares no han pagado nunca luysmos; a se de reducir a que los paguen». Treudos de Farasdués (1604): «No se pagan los luysmos, reducillos a que los paguen». Treudos de Juslibol
(1604): «Todos los quales dichos treudos no se pagan —sino el treudo del nº. 7 devajo el título
treudos de Juslibol, de 47 sueldos— desde el dicho anno 1575 hasta aora por no tener actos ni
saber quién los tiene. El dicho sennor D. Pedro Manrique encomendó a Antón Murillo la aluçidaçión de aquellos y el hazer cabreos de sus rentas y por su muerte çessó el hazer diligencias en
dicha aluçidaçión». ADZ, Papeles pertenecientes a la tenencia de Mazaleón y Valderrobres, del
partido de Belchite.
43
Para Albalate disponemos de datos dispares: se registran 104 en 1598 y 85 en 1604, mientras en
1619 aparecen detalladas 121 (apéndice), el mismo número de treudos que se antipocaron en 1719.
44
En 1613 se nos ofrece la extensión de las 20 propiedades treuderas de Luesia, la cual asciende a
un total de 109 peonadas. La mayor parte de estas propiedades de Luesia son viñas. ADZ, Tenencia de Luesia y baronía de Biel, f. 68.
45
«La dehesa de Almochuel se arrienda en cada un anno en 210 libras. Tiene de largo dos leguas y
de ancho cerca de una. Es una pardina que hay mucha caça de conejos, perdiçes y liebres y le
pasa al lado un rigachuelo en el qual ay en todo el anno pescado. Ay en ella una hermita y cassa y
tienen los sennores arçobispos su alcayde que exerce jurisdición. Solía ser antiguamente lugar. Los
de Albalate suelen sembrar en este término y tienen muchos sus cortijos. Han pretendido los sennores arçobispos ser sennores directos de los cortijos y sus tierras. Los más tienen reconocimientos en favor de los sennores arçobispos y otros no los quisieron hazer. Ha havido muchos pleytos
en esto». ADZ, Papeles pertenecientes a la tenencia de Mazaleón y Valderrobres, del partido de
Belchite (cuadernillo inserto entre los ff. 35 y 36).
46
«La dehessa de los Arcos es un término y tiene una legua de largo y de ancho media. Era antiguamente lugar y habrá como 86 annos se despobló. Está dentro de los términos y jurisdicción de Albalate. Está arrendado en 42 libras». ADZ, Papeles pertenecientes a la tenencia de Mazaleón y
Valderrobres, del partido de Belchite (cuadernillo inserto entre los ff. 35 y 36). Sobre esta dehesa
vid. también BARDAVIU PONZ, V., Historia de la…, óp. cit., pp. 193-194.
75
Cuadro 4. Ingresos del arzobispo en sus señoríos (comienzos del siglo XVII) (especie)
Localidad
Treudos
Dehesas
Albalate
Hornos y
molinos
Mas de los
Escasos
y la Orteta
12 ca t
2 fa 8 al t
Farasdués
27 ca t
Frago (El)
2 fa 1 cu or
Fuentespalda
8 al t
19 ca t
Luesia
Mazaleón
Masada
Diumenge
100 ca t
Andorra
Beceite
Por
«savido»,
de treudo
9 ca t
3 ca 4 fa
1 cu 2 al t
1,5 ca t;
1,5 ca or
25 ca or
Orés
16 ca 4 fa t
Torre del
Compte
23 ca t
Valderrobres
1 ca t
1 ca or
2 ca al
ca: cahíz; fa: fanega; cu: cuartal; al: almud; t: trigo; or: ordio (cebada)
ponden a antiguos lugares despoblados en un indeterminado momento. Por la dehesa de Andorra47 se pagan únicamente diez sueldos, mientras que por la de Mazaleón48 se abonaban tres cahíces de cereales49 (cuadro 4).
La dehesa de la sierra de Arcos se vio sometida a la presión de los vecinos
de Ariño que, al parecer, penetraban en ella para obtener leña y roturar clandesti-
47
Sobre la reserva, por parte del señor, de dehesas en Albalate y Andorra vid. BARDAVIU PONZ,
V., Historia de la…, óp. cit., p. 94.
48
La dehesa de Mazaleón tenía 250 caízadas de tierra labrada de pan llevar y una legua alrededor de
monte de pinos de leña y hierbas para pastar los ganados. «Adviértesse que este heredamiento se
llamava antiguamente heredamiento del señor y hacían mucho caso los señores arçobispos del, y
dicen que havía trece massadas y por cada una de ellas pagaba un caíz de trigo, que son 13 cahíces en cada un año, y aora no se paga sino cayz y medio de trigo y cayz y medio de cebada».
ADZ, Papeles pertenecientes a la tenencia de Mazaleón y Valderrobres, del partido de Belchite.
49
Un cahíz = 179 litros.
76
namente. Esto llevó al ayuntamiento a publicar un bando, en 1724, prohibiendo
tales prácticas.
La dehesa de los Conejos, en Andorra, planteó también algunos problemas
durante el siglo XVIII. Se discutió acerca de la condición de la dehesa, es decir, si
era de propios del ayuntamiento o del común. La Corona, en 1772, dictaminó que
la dehesa no era de propios sino que debía devolverse al uso común, regulado por
el ayuntamiento. Los vecinos tenían el derecho de usar los pastos y la leña; sin embargo, el importe de la madera que se vendiese a los forasteros debía pasar al
fondo de los propios50.
Dos años más tarde, en 1774, se producen enfrentamientos entre el Ayuntamiento de Andorra y el arzobispo por la tala de pinos para uso del señor. Las autoridades andorranas se niegan a que los empleados del arzobispo talen pinos para
las obras que el prelado realiza en Andorra, Albalate y sus barrios. Consideran que
el arzobispo no es vecino y que, por tanto, debe pedir permiso para talar árboles y
pagar por ello, como los demás forasteros. Los munícipes llegan a desobedecer incluso las órdenes del corregidor de Alcañiz, que había dado permiso para talar los
árboles. Los representantes del arzobispo recuerdan que, según la concesión del
año 1300, los vecinos podían cortar leña, llevar a pastar sus ganados y extraer madera para sus necesidades, franca y libremente con licencia del ayuntamiento. El
prelado se reservó el dominio directo y el útil, además del derecho a sacar madera
para atender a sus necesidades. Asimismo, se fijó un treudo perpetuo de diez sueldos y la recepción de un tercio de las penas impuestas. Finalmente, ante la amenaza de una fuerte multa, los de Andorra ceden y el arzobispo puede talar los árboles
que precisa para sus edificios51.
En la localidad de Valderrobres, el arzobispo posee la masada Diumenge52 y
las fincas llamadas el Palomar y el Picapoll. Por la primera percibe cuatro cahíces
de cereales, mientras que por las segundas no recibe nada por haber perdido el
dato de quién ha de pagar53. Igualmente, en Mazaleón, el señor es dueño del mas
50
La disposición real es del 11 de diciembre de 1772. ADZ, Derechos de la mitra.
51
El licenciado José Villabona, vicario, comunica al arzobispo, el 24 de marzo de 1775, que le autorizarán la tala de madera en atención a su próxima visita. Este hombre, en sus cartas al arzobispo,
califica de bárbaros a los andorranos. En otra carta, entre otras cosas, cuenta que su hermano ha
cazado un ciervo en la dehesa. ADZ, Derechos de la mitra.
52
Tenía 100 jubadas de tierra labrada, más los montes y leñares.
53
«El año 1520 se tomó possessión por parte de don Juan de Aragón, arçobispo, de las heredades
llamadas Domenges, el Palomar y de otra que le dizen Picapoll. De pressente no possehen los señores arçobispos estos heredamientos y si los posseen particulares de la villa han de pagar tributo
y ver como los tienen y quién». ADZ, Papeles pertenecientes a la tenencia de Mazaleón y Valderrobres, del partido de Belchite.
77
de los Escasos54, por el que percibe una exigua renta (cuadros 3 y 4), y un término
denominado la Orteta55, del cual no se sabe ni quién lo posee ni cuánto ha de
pagar por su explotación.
LOS MONOPOLIOS
El arzobispo es dueño de los molinos instalados en los pueblos y, con el
poder que le da la jurisdicción, mantiene un régimen de monopolio, de tal manera
que los vasallos han de acudir obligatoriamente a los molinos señoriales y, si desean
construir algún molino nuevo, han de hacerlo con el permiso del señor56. Los molinos suelen estar arrendados o bien pagan un treudo o un canon anual de mayor o
menor cuantía. Además, normalmente, el señor goza de ventajas a la hora de
moler sus productos. En los pueblos del prelado hay molinos harineros, aceiteros y
batanes, además de los molinos de pólvora de Andorra. Asimismo, el arzobispo
monopolizaba los hornos de cocer pan. Los ingresos obtenidos por la explotación
de los molinos y hornos ascendían, a comienzos del siglo XVII, a 6931 sueldos que
suponían el 40,25 por ciento de los ingresos totales en dinero (cuadro 3). Además, percibía una remuneración en especie que se elevaba a más de 194 cahíces
de trigo57 (cuadro 4). Era el apartado de las rentas que mayores réditos proporcionaba.
El uso de los molinos, como se ha dicho, implicaba una utilización favorable
para el señor cuando se trataba de moler sus producciones. Así, en Mazaleón, se
discutía, en 1725, sobre lo que debía pagar el prelado por la molienda de sus olivas, planteándose si había de pagar como un vecino o como dos (por sus olivas
propias y por las del diezmo). Obviamente, los vecinos sostenían que debía pagar
por dos, pero los árbitros nombrados para dirimir la cuestión dictaminaron que pagase como uno, es decir, cuatro libras y media de aceite por molada58.
54
En torno a 1604, se puede leer en la documentación que es un término redondo, de una legua,
que lo poseen entre cuatro. Había en él 9 casas, 3 pajares, 3 corrales, 3 bodegas con 2 cubas
cada una y otros recipientes para vino y aceite. Se estima el valor de la propiedad en más de
6000 libras. Se afirma que nunca han pagado laudemio por el término y que es necesario visitarlo
y ver cómo lo poseen. ADZ, Papeles pertenecientes a la tenencia de Mazaleón y Valderrobres, del
Partido de Belchite.
55
Era un pedazo de huerta del mas de los Escasos. Lo poseían, en 1604, los vecinos de Calaceite.
«No se pagan oy en día ni se sabe quién possehe ni en quién está repartido este heredamiento».
ADZ, Papeles pertenecientes a la tenencia de Mazaleón y Valderrobres, del partido de Belchite.
56
Sobre el papel de los monopolios señoriales, vid. COLÁS, G., La historiografía…, óp. cit., p. 93.
57
Casi 35 000 litros de trigo.
58
ADZ, Papeles pertenecientes a la tenencia de Mazaleón y Valderrobres, del partido de Belchite.
78
En Torre del Compte, en 1786, el vecino José Bernardo Nicolau está construyendo un molino con licencia del arzobispo y bajo la condición de abonar 50
sueldos anuales de treudo perpetuo; el molino habrá de regirse por las mismas normas que regulan el de la villa. Allí se estipula que las olivas del señor se molerán
por la mitad del precio abonado por los vecinos, además de tener prelación sobre
los demás a la hora de moler59.
Los molinos harineros son los más habituales; los hay en casi todos los
pueblos, pues eran instalaciones imprescindibles para la molienda del trigo, la
base de la alimentación humana. Son costosos de construir, siempre con permiso
del señor, y mantener, además de ser fuente de conflictos. En 1754 hallamos
una disputa entre Andorra y Ariño acerca de un molino que ejemplifica uno de
los litigios típicos en este tipo de instalaciones, la construcción de un nuevo molino que perjudica a otro ya existente. Andorra, en 1665, obtuvo autorización del
arzobispo para deshacer el molino del río Alloza, muy alejado de la población, y
construir otro en el río Martín, en la parte de la ermita de Nuestra Señora de
Arcos; la construcción se realizó con fondos de la villa. A mediados del dieciocho, sin embargo, los de Ariño pretendieron construir un molino cerca del suyo,
por lo que los andorranos pidieron al arzobispo que denegara el permiso para su
construcción porque entendían que ello les perjudicaba. Los de Ariño alegaron a
su favor, pero, finalmente, el prelado dio la razón a Andorra y ordenó a aquéllos
que no construyesen el molino60.
Otro motivo de conflicto era la construcción de molinos sin permiso del
señor, como pretendió hacer la localidad de Castelvispal en 1791, pero el arzobispo reaccionó denunciando el hecho ante la Real Audiencia, alegando que era
señor de Castelvispal y de las aguas del río Linares, en cuanto al uso y derecho de
extraerla, razón por la cual los molinos, batanes y martinetes que tomaban agua
pagaban por ella, aunque llevaran el agua a pueblos que no pertenecían al arzobispo. La construcción del molino se paralizó y, en noviembre del mismo año,
consta que se autorizó la construcción a un vecino de Linares, estableciendo un
treudo de 60 sueldos anuales y las cláusulas habituales en este tipo de contratos.
El señor había conseguido hacer prevalecer sus prerrogativas frente a las pretensiones de Castelvispal61.
La construcción de los molinos batanes está sometida también al permiso
previo del arzobispo, como muestra el caso de Linares, en 1555. Los vecinos soli-
59
ADZ, Derechos de la mitra. Sobre las condiciones de uso del molino de Albalate, vid. BARDAVIU
PONZ, V., Historia de la…, óp. cit., p. 94.
60
ADZ, Derechos de la mitra.
61
Ibídem.
79
citan que se les deje construir un nuevo molino porque ha crecido notablemente el
número de pelaires —se afirma que hay casi cien— y el poseedor del actual molino
les cobra demasiado. El arzobispo ordenó una investigación, donde deponen varios
testigos, pero desconocemos el resultado de la misma. En todo caso, este ejemplo
nos muestra no solo el poder del señor, sino el potencial que había adquirido la industria textil en esta localidad.
Finalmente, constatamos que en Valderrobres la construcción de un molino
de papel hubo de contar igualmente con el permiso del señor, que se reservó el
cobro de 60 sueldos anuales de treudo por tal instalación.
LAS RENTAS ENAJENADAS DE LA CORONA
Dentro de las rentas enajenadas por la Corona a los señores cabe situar al
maravedí. Como ya se ha señalado, lo abonaban los vasallos cada siete años, pagando siete sueldos los casados, los viudos, las viudas y también por cada criado y
criada que estaba al servicio de la familia; quedaban excluidos del pago los hidalgos
y los pobres. Carecemos de datos sobre la cuantía de este tributo, pero podemos
hacer una estimación a partir de la población existente en 1787. El tamaño medio
de la familia, como se ha comentado anteriormente, se puede establecer en cuatro,
por lo que, en 1787, habría unas 5000 familias. Descontando el porcentaje de pobres, en torno a una media del diez por ciento, nos quedarían 4500 familias tributarias; a ellas habría que restar los hidalgos, sin duda muy pocos, y añadir las familias con criados, poco abundantes. Por tanto, el maravedí, a finales del XVIII,
rondaría los 30 000 sueldos que se abonaban cada siete años.
OTROS DERECHOS SEÑORIALES
Entre los derechos que el señor disponía en algunos pueblos —Albalate, Beceite, Torre del Compte, Valderrobres— están las denominadas «corredurías y filarzas» o «correduría y almudí», que parecen corresponder a ciertos derechos sobre la
comercialización de la carne y otros productos de primera necesidad62 cuyo rendimiento económico no parece ser muy relevante. En Albalate, por este concepto, el
arzobispo ingresa 420 sueldos, incluidos en el capítulo de «otros» del cuadro 3. En
este apartado se incluyen también otros ingresos de difícil clasificación, como el rendimiento del soto de Juslibol y los pequeños ingresos en Mazaleón por el mas de los
62
En Albalate el señor se reservó el arbitrio de la expedición de carnes: vid. BARDAVIU PONZ, V.,
Historia de la…, óp. cit., p. 95.
80
Escasos, la Orteta y los veinte sueldos por «montes y río». Este capítulo de «otros»
arroja un total de 975 sueldos, equivalentes al 5,66 por ciento del total.
LOS CONFLICTOS CON LOS VASALLOS
Un último aspecto que debemos considerar en el análisis del señorío arzobispal es el de los conflictos entre el señor y sus vasallos. Es sabido que uno de los aspectos que caracterizan al feudalismo es el de la conflictividad entre los señores y
los campesinos, la presencia de un antagonismo de fondo que permanece latente o
que estalla, bajo determinadas condiciones, en un conflicto abierto y violento63. Lo
que más abunda son los litigios judiciales, el recurso a los tribunales, para disputar
sobre rentas, propiedades, monopolios e incluso la propia legitimidad del señor a
ejercer como tal64. El Aragón moderno vivió algunas revueltas antiseñoriales, pero
parece que predomina la resistencia pacífica, la que pone en cuestión determinados derechos de los señores ante los tribunales reales65. Los señores laicos aragoneses disfrutaban de una herramienta poderosa para controlar a sus vasallos: la potestad absoluta. Esta no estaba en manos de los señores eclesiásticos, pero no
dudaron en chantajear a sus vasallos con venderlos a señores laicos cuando vieron
amenazadas sus prerrogativas66.
La amenaza de venta fue utilizada por el arzobispo D. Andrés Santos (15781585) con los de Albalate para poder reducirlos a la obediencia. La naturaleza de
los conflictos con esta villa no está muy clara —a la luz de la documentación consultada—, pero un servidor del obispo nos informa de algunos hechos que provocan diferencias. Por un lado, la construcción de un molino sin permiso aprovechando el periodo de sede vacante que siguió al mandato de D. Hernando y, por otro,
el uso de los caudales de la primicia para cubrir necesidades del pueblo olvidando
que son rentas eclesiásticas que han de servir a las necesidades de la Iglesia67. Se
63
VALDEÓN, J., «Clases sociales y lucha de clases en la Castilla bajomedieval», en J. BLÁZQUEZ,
G. ANES y otros, Clases y conflictos sociales en la historia, Cátedra, Madrid, 1977, p. 77; HILTON, R., Siervos liberados…, óp. cit., pp. 20-21 y p. 149.
64
COLÁS, G., La historiografía..., óp. cit., p. 103.
65
COLÁS, G., El régimen..., óp. cit., pp. 28-29.
66
Ibídem, p. 16.
67
Así se expresaba, con relación a los de Albalate, un servidor del arzobispo en un texto redactado a comienzos del siglo XVII. «Los vassallos de esta villa [Albalate] han tenido muchos enquentros con los
sennores arçobispos y han perdido en muchas ocasiones el decoro hablando cosas descompuestas y
han tenido muchos pleytos con la mitra queriendo usurpar los drechos de ella, como fue en la vacante
del dicho sennor arçobispo D. Hernando, que hizieron un molino dentro de un día y una noche diziendo no havían de moler en el molino que tenían los sennores arçobispos y otras cosas a este tono muy
81
desconocen las incidencias de este conflicto y su resultado, pero nos muestra una
de las debilidades del señorío arzobispal: los periodos de sede vacante en los que no
hay un prelado al frente de la archidiócesis. En Albalate, recordémoslo, también se
produjo un fenómeno de impago de treudos y de los laudemios correspondientes.
Otro tipo de resistencias, además de los mencionados en Albalate, son el impago de los laudemios de los treudos —se produce en varias localidades—, el conflicto por la tala de madera en la dehesa de los Conejos, de Andorra, o la pretensión de construir un molino sin permiso en Castelvispal, cuestiones todas ya
comentadas. En Miravete de la Sierra, en 1790, el arzobispo protestó porque el
ayuntamiento había vendido tierras sin su permiso, de lo que se enteró por boca
del alcaide de la localidad nombrado por él. El alcalde primero, en el transcurso del
contencioso, afirma que ignora si el arzobispo es señor temporal del pueblo y que
se debían haber perdido sus derechos. Nos hallamos ante un ataque frontal al
señor, negando incluso su condición de tal.
Al margen de estas resistencias más o menos organizadas, se aprecia la pérdida de algunos derechos señoriales —bien sea por resistencia o por mala gestión
del señorío—, como ocurre con las fincas denominadas el Palomar y el Picapoll, en
Valderrobres, de las cuales no se sabe quién ha de pagar las rentas. Asimismo, en
los inicios del siglo XVIII, el administrador desconoce por qué pagan 700 sueldos
los de Cutanda, salvo los 250 sueldos correspondientes al molino y el horno, y los
de Rodén arrastran una deuda de 5707 sueldos por las propiedades treuderas.
mal sonantes. Hoy en día dizen que los sennores arçobispos no tienen que ver con ellos pagando sus
drechos, como de esto y otras cosas hará relación el teniente de alcayde de dicha villa.
Que duró la sede vacante del sennor D. Hernando y del sennor arçobispo La Fraxneda, electo cerca
de tres annos, y en ella trataron con sus medios de desmembrar la primicia de ella para la dicha villa,
diciendo que por tenella los dichos sennores arçobispos no tenían yglessia sufficiente y estaba derruyda y no tenían las jocalías y hornamentos necesarios para el culto divino y que teniéndola dicha villa
harían yglesia nueva y lo demás necessario; y assí a su petición y información que hizieron siniestra
al sumo Pontiffice se dió la dicha primicia a ella. Que savido el sennor arçobispo D. Andrés Santos
esta desmembraçión tubo con ellos grandes desabrimientos y vino a querellos vender a sennor temporal por ser la gente cavilosa y que ningún sennor arçobispo podía atraerlos a su gremio. Que en
hazer la dicha yglesia han gastado los de Albalate 14 000 libras y ha quarenta annos que tienen la
dicha primicia. Que ha çerca de 42 annos tiene dicha villa la primicia y la a arrendado siempre en
800 y 900 libras en cada un anno, que los redditos de ella suben más de 34 000 libras. Que dicha
primicia sirbe aora para dichas jocalías y el salario del vicario y lo demás restante se gastan los jurados en lo que les parece. Que pues está pagada dicha villa al doblado de lo que gastó sería bien
que se reduxesse aquella a dicha mitra y no que las rentas de ella fuessen para pagar y sustentar
cargas de la villa, pues son rentas eclesiásticas y se cumplió con sus fines particulares, que era el
hazer yglessia nueba». ADZ, Papeles pertenecientes a la tenencia de Mazaleón y Valderrobres, del
partido de Belchite (cuadernillo inserto entre los ff. 35 y 36).
82
Se aprecia, en general, una cierta debilidad del poder señorial del arzobispo de
Zaragoza, como ya se tuvo oportunidad de comentar al hablar de la propiedad señorial, que los vasallos trataron de aprovechar convenientemente. Esta debilidad abrió fisuras en el control señorial sobre sus vasallos, aunque hasta el final el arzobispo trató
de mantener sus prerrogativas, como muestra el ejemplo de Miravete o la reacción
ante el intento de construir un molino en Castelvispal sin su consentimiento.
EL DIEZMO Y LA PRIMICIA
El arzobispo, en su calidad de eclesiástico, que no de señor, percibe el diezmo y la primicia de los cereales, que representaban, conjuntamente, un porcentaje
del 12,5 por ciento. Los corderos y cabritos estantes pagaban un 10 por ciento
por el diezmo, mientras que los que realizaban la trashumancia abonaban un 5,26
por ciento, tributando el porcentaje restante en los lugares de invernada. Otros
productos, sin duda por su poca importancia, no pagaban nada o bien percibía su
importe el párroco de las distintas localidades68.
La primicia representaba el 2,5 por ciento de la cosecha en los productos
principales, esto es, en los cereales y el ganado ovino y caprino. Con frecuencia es
68
Ariño: se pagan al vicario los diezmos de judías, cáñamo, nueces, habas, cebollas, ajos y pollos. Beceite: por costumbre antigua, no abonan diezmo de lana, enjambres, seda, panizo, judías, nueces,
manzanas, lechones y pollos. Cutanda: el párroco alega que son suyos los diezmos del cáñamo, lentejas, enjambres, cerdos, ganados mayores, alcáceres y nabos. Fuentespalda: los testigos afirman
que se paga diezmo al arzobispo, excepto de lana, enjambres, lechones, pollos, judías, nueces,
seda, almendras y panizo; la seda y el panizo son cultivos recientes. Jorcas: el vicario se queda con
el diezmo de los cerdos (de cada 8 lechones, uno), de los terneros (8 dineros de cada uno) y de los
jumentos (6 dineros por cada uno). Linares: no pagan diezmo al arzobispo de los mulatos, terneros,
jumentos, cerdos y pollos. Mazaleón: no abonan diezmo al prelado de lana, enjambres, seda, judías,
panizo, lechones, pollos, melones, calabazas y cebollas; por el diezmo del vino se paga el 6,6 por
ciento y por el del aceite el 8,3 por ciento. Miravete: por el diezmo de terneros y jumentos se entrega 6 dineros por cada uno. Puertomingalvo: el diezmo del panizo, judías, guijas, lentejas y nueces
los cobra el cura; por los mulatos pagan 1 sueldo, por los terneros y jumentos, 8 dineros, y de los
cerdos, 1 sueldo por lechón o de cada diez, uno; en 1743, dos vecinos, desde hacía unos años, cogían algo de seda, pero no tributaban; no se paga al prelado diezmo de lana y queso. Torre del
Compte: no pagan diezmo al prelado de lana, cáñamo, enjambres, seda, judías, nueces, almendras,
lechones y pollos; el diezmo y la primicia de cáñamo se lo lleva la villa; del vino abonan un 7,14
por ciento y del aceite un 9,09 por ciento. Valderrobres: no entregan diezmo al arzobispo de lana,
enjambres, seda, panizo, judías, nueces, melones, calabazas, panizo, lechones y pollos. ADZ, Información sobre diezmos que se pagan de los partidos de Zaragoza, Belchite, Alcañiz, Puertomingalvo
y Daroca, de 1743.
83
un tributo cedido a las iglesias locales para su mantenimiento, en cuyo caso la administración suele estar en manos de los ayuntamientos. No obstante, en varias localidades el arzobispo goza íntegramente de la misma, o de un porcentaje (ápéndice).
Se desconoce cuál era el importe anual de los ingresos por diezmos y primicias, pero no parece caber duda acerca de la importancia de este capítulo que probablemente fuera el de mayor cuantía. En 1690 el arzobispo arrendó por un trienio
el diezmo y los demás derechos a él pertenecientes en la tenencia de Puertomingalvo por un precio anual de 25 000 sueldos. Años después, en 1725, arrienda los
diezmos de Linares, Villarroya, Miravete, Aliaga, Pitarque, Fortanete, Puertomingalvo, Allepuz, Monteagudo, término de Val de Osa y Castelvispal por un importe
anual de 26 700 sueldos, además de comprometerse el arrendatario a sufragar las
congruas de los párrocos, los gastos de recolección y los cargos ordinarios y extraordinarios que corresponden al arzobispo. Este arrendamiento incluye pueblos que no
son de señorío arzobispal, pero nos orienta sobre el rendimiento obtenido por el
prelado en estas localidades. Los demás pueblos de su señorío sin duda reportarían
unos ingresos todavía más nutridos, teniendo en cuenta que su población era más
elevada y en sus términos probablemente se obtenían mejores cosechas. Además,
comparando estas cifras con las del cuadro 3, parece claro que la mayor fuente de
ingresos para el arzobispo eran los procedentes de los diezmos y primicias que le correspondían como eclesiástico, no como señor.
El diezmo dio lugar a algunos conflictos entre los pueblos y el arzobispo que
no se apartan del contexto general del comportamiento campesino ante este tributo69. Un punto de fricción se halla en los nuevos cultivos, sobre los cuales los campesinos pretenden no pagar alegando la falta de costumbre. Eso aconteció en Albalate con el maíz, en 1722. El arzobispo se vio obligado a pleitear para conseguir
que los agricultores tributasen por este producto, pues ellos alegaban que era un
fruto nuevo del que nunca se había pagado. Finalmente, el prelado consiguió su
objetivo y fueron condenados a pagar70.
En Mazaleón hallamos quejas de los lugareños, en 1724, porque se les ordena
abonar diezmo de judías, panizo y legumbres, pues alegaban que desde tiempo inmemorial no habían pagado por ellos. La disputa en Torre del Compte, en 1700, se
centra en el porcentaje, en la tasa, que debe abonarse por el diezmo de las olivas, el
cual parece que era tradicionalmente del 9,09 por ciento, mientras que un acuerdo
del concejo regulando el pago de este diezmo —no aprobado por el arzobispo— lo
establece en el 8,33 por ciento.
69
Sobre las formas de resistencia o los intentos de aminorar la carga del diezmo por parte de los
campesinos, vid. LATORRE CIRIA, J.M., Economía y…, óp. cit., p. 56 y ss.
70
ADZ, Libro sobre los derechos de la dignidad en Albalate.
84
CONCLUSIONES
A lo largo de las páginas precedentes se ha tratado de trazar las líneas generales de los señoríos del arzobispo de Zaragoza a partir de unas fuentes limitadas e
incompletas que, no obstante, permiten apreciar el panorama general.
El prelado de la más importante de las diócesis del territorio aragonés era
señor de veintiséis localidades ampliamente esparcidas por Aragón desde el norte
hasta el sur. Su población equivalía, en 1787, al 3,29 por ciento de la aragonesa,
después de haberse triplicado desde 1495. La estructura familiar se basaba en la
familia tronco, con la convivencia bajo el mismo techo de tres generaciones cuando
la baja esperanza de vida de la época lo permitía.
El arzobispo ejerce las funciones propias de los señores temporales y, en
virtud de sus derechos dominicales, percibe unas rentas que representan muy poco
—no más del 4 por ciento— en el conjunto de los ingresos del prelado.
La gestión del señorío parece poco eficiente. Los vasallos supieron aprovechar
esta debilidad y disputaron al señor el uso de determinadas prerrogativas, si bien es
cierto que los sucesivos prelados, algunos más que otros, procuraron defender activamente sus derechos señoriales hasta el momento final del régimen señorial.
APÉNDICE:
RENTAS Y DERECHOS DEL ARZOBISPO EN SUS LUGARES DE
SEÑORÍO
Albalate del Arzobispo
1598
propiedades treuderas: 5 inmuebles, 99 heredades
626 s 10 d
1604
propiedades treuderas: 85 sin especificar
434 s 5 d
molino batán
200 s
molino harinero
100 ca trigo
dehesa boalar
250 s
dehesa de Almochuel
4200 s
dehesa de Arcos
840 s
corredurías
160 s
filarzas
260 s
1619
propiedades treuderas: 10 inmuebles, 111 heredades
645 s 3 d
1720
dehesa de Arcos: arrendada en este precio anual
para el periodo 1720-1726
260 s
85
Andorra
1604
por «savido», de treudo perpetuo
12 ca trigo
arriendo de los hornos
1760 s
arriendo de las dehesas
10 s
arriendo de los hornos
730 s
molino (paga treudo «harto tenue»)
1619
molino harinero (río Escarrisa, en Ariño)
10 s
1640
tres molinos de pólvora
18 s
1773
horno de pan cocer
600 s
molino harinero
12 ca trigo
molino harinero (en Albalate)
12 ca trigo
horno de pan
60 s
hierbas y leña de la dehesa
10 s
1787
maravedí, cada siete años
Ariño
1787
molino harinero
10 s
horno de pan
480 s
Asín
1604
no tiene rentas
Beceite
1524
pecha, herbaje y correduría
700 s*
un tercio de la primicia
diezmo
horno
molino de aceite
1604
1 s y moler el diezmo
propiedades treuderas: 2 inmuebles, 8 heredades
86 s
pecha
717 s
un tercio de la primicia
800 s
molino de aceite
1s
molino batán
200 s
arriendo de los molinos
1200 s
86
Beceite (continuación)
molino harinero
125 s**
propiedades treuderas: 7 sin especificar; no pagan
laudemio
72 s y 2 fa 8 al trigo
*715 s indica otra fuente. **El limosnero de la catedral de Tortosa paga anualmente a la mitra
250 sueldos de treudo sobre un molino harinero en Valderrobres y otro en Beceite
Biel
1604
pecha
100 s
Castelvispal
1743
molino harinero y batán
250 s
1784
hornos y poya
160 s
por el goce de la primicia
30 s 8 d
1604
hornos y molino
700 s
1719
treudo perpetuo: no saben por qué se paga, salvo
250 s sobre el molino y horno
700 s
Cutanda
1774
primicia
Farasdués
1604
arriendo del horno
15 ca trigo
arriendo del molino
12 ca trigo
propiedades treuderas: 12 sin especificar;
no pagan laudemio
47 s 8 d
1613
propiedades treuderas: 8 heredades
33 s
1638
molino harinero*
1375 s 1 d
1719
tributación por la primicia
623 s 8 d
propiedades treuderas: 12 sin especificar
*RODRÍGUEZ LAJUSTICIA, S., Historia de Farasdués, Institución Fernando el Católico, Zaragoza, 2007, p. 144
87
Frago (El)
1604
arriendo del horno
6 ca trigo
molino harinero con un huerto
13 ca trigo
propiedades treuderas: 6 sin especificar
14 s 3 d y 2 fa 1 cu ordio
1613
propiedades treuderas: 6 sin especificar
14 s 3 d y 2 fa ordio
1719
tributación por la primicia
620 s
propiedades treuderas: 7 sin especificar
Fuentespalda
1524
pecha y herbaje
625 s
un tercio de la primicia
diezmo
1604
molino harinero
10 ca trigo
molino de aceite
1s
renta del horno
100 s
propiedades treuderas: 6 inmuebles, 10 heredades,
1 sin especificar
36 s 10 d
pecha
625 s
molinos harineros
626 s
molino de aceite
1s
horno del Palau
540 s
propiedades treuderas: 8, antes había 24;
no pagan laudemio
1788
16 s 10 d y 8 al trigo
pecha ordinaria
625 s
molino de aceite, de treudo
1s
dos molinos harineros
8 ca trigo
Isuerre
1604
no tiene rentas, solo que el alcaide tiene cinco
o seis heredades
Jorcas
1784
tributación
200 s
88
Juslibol
1604
propiedades treuderas: 14 campos, 12 viñas, 2 casas
182 s
hornos
10 s
soto
500 s
Linares de Mora
1720
1784
tributación
710 s
molino batán
10 s
molino harinero
300 s
horno, poya, hornajes, aguas, hierbas, montes, minas
y minerales, de treudo perpetuo
1220 s
Lobera
1604
no tiene rentas, solo nombra alcaide
Longás
1604
no tiene rentas, solo nombra a los oficiales del concejo
Luesia
1524
1604
hierba y montería: términos de Guertal o Pueyo
100 s
carruajes
60 s
horno
9 ca trigo
dos molinos harineros
propiedades treuderas: 19 sin especificar;
no pagan laudemio
90 s 6 d
1613
propiedades treuderas: 20 heredades
88 s 6 d
1719
tributación por la primicia
2292 s 8 s
propiedades treuderas: 20 sin especificar
Mazaleón
1524
pecha
400 s
horno
100 s
molino harinero*
5 ca trigo
molino de aceite**
2s6d
89
Mazaleón (continuación)
montes y río
20 s
un tercio del arriendo del herbaje
1604
13 masadas de la dehesa del señor, a treudo
1 ca 2 ro trigo;
1 ca 2 ro ordio
propiedades treuderas: 1 inmueble, 4 heredades
7 cu 2 al trigo
paga Armengel
7s
mas de los Escasos
25 s; 1 ca ordio
Calaceite, por la Orteta
10 s
pecha
400 s
horno
100 s
molino de aceite
2 s (antes 10 s)
molino trapero***
7 s, no pagan
montes y río
20 s
dehesa del señor
1 ca trigo, 1 ordio
propiedades treuderas: 19 sin especificar;
no pagan laudemio
2 s 8 d; 3 ca 4 fa
1 cu 2 al
mas de los Escasos
25 s; 25 ca ordio
la Orteta
10 s
*10 ca indica otra fuente. **10 s indica otra fuente. *** «El molino trapero hacía antiguamente 7
sueldos y no se paga aora ni se haze mención del; ver si lo hay y que paguen»
Miravete de la Sierra
1784
tributación
200 s
arriendo del horno
8 ca 4 fa trigo
arriendo molino harinero
8 ca trigo
tributación por la primicia
463 s 8 d
Orés
1604
1719
90
Puertomingalvo
1784
horno, poya, hornajes
740 s
por goce de la primicia
170 s
molino harinero
Rodén
1717
1771
propiedades treuderas: casas y viñas; hay una deuda
pendiente de 5707 s 5 d
1792 s 7 d
treudo de trigo
22 ca 1 fa 4 cu
molino batán
1000 s
1 gallina por casa
1 carnero por Navidad (aportado por el común)
por cada casa, de treudo
20 s
por décima de uvas: de cada cahíz de tierra de secano
24 s, si es de huerta 1 fa de trigo
por décima y primicia
ocheno (12,5 por ciento)
Torre del Compte
1524
1604
pecha, herbaje y correduría
215 s*
molino harinero y horno
23 ca trigo
un tercio de la primicia
100 s
molino de aceite
10 s (solo pagan 1 s)
huerta de la torre
10 s
pecha
220 s
un tercio de la primicia
molino harinero
23 ca trigo
molino de aceite
1 s (antes 10)
propiedades treuderas: 1 sin especificar
10 s
se han de cobrar 1 ca 6 fa 8 al trigo por treudos,
pero jamás se han percibido
1720
molino harinero (desde hace 30 años
solo pagan 16 ca)
91
24 ca trigo
Torre del Compte (continuación)
1788
molino harinero
24 ca 6 fa 8 al trigo
molino de aceite
1s
pecha o dominicatura
220 s
*325 s indica otra fuente; de ella da el señor al vicario 100 sueldos
Valderrobres
1524
pecha y herbaje
1040 s
treudo del molino de aceite
1s
treudo del horno
610 s
un tercio de la primicia
1400 s
propiedades treuderas: 3 casas, 4 heredades
22 s 6 d
un tercio del herbaje cuando se arrienda
diezmo de todos los productos
arriendo de la correduría y almudí
arriendo de los molinos traperos
masada Diumenge
1 ca trigo, 1 ca ordio,
2 ca avena
finca El Palomar
finca el Picapoll
1604
pecha
1040 s
molino de aceite (antes pagaban, ahora no)
hornos
610 s
un tercio de la primicia
propiedades treuderas: 11 sin especificar;
no pagan laudemio
44 s
un tercio del arriendo del herbaje
derecho de correduría y almudí (antes pagaban,
ahora no)
arriendo del molino trapero (antes pagaban,
ahora no)*
molino harinero
125 s**
masada Diumenge
1 ca trigo, 1 ca ordio,
2 ca avena
92
Valderrobres (continuación)
finca El Palomar: no saben quién ha de pagar
finca el Pica Poll: no saben quién ha de pagar
derecho del aceite
1788
molino de papel
60 s
* «... el molino trapero está derruydo y pide la dicha villa dé licencia su ilustrísima para que puedan lebantarlo». **El limosnero de la catedral de Tortosa paga anualmente a la mitra 250 sueldos
de treudo sobre un molino harinero en Valderrobres y otro en Beceite
1604: fecha aproximada; s: sueldos; d: dineros; ca: cahíces; fa: fanegas; cu: cuartales; al: almudes; ro: robas; ordio = cebada.
Fuentes: ADZ, Derechos de la mitra (Varios libros); ADZ, Libro mayor del arzobispado (17171718); ADZ, Información sobre diezmos que se pagan de los partidos de Zaragoza, Belchite, Alcañiz, Puertomingalvo y Daroca (1743); ADZ, Libro que contiene las notas de los diezmos y derechos
pertenecientes a la mitra arzobispal de Zaragoza en el arciprestazgo de Daroca; ADZ, Libro de los
derechos de la dignidad en Albalate; ADZ, Papeles pertenecientes a la tenencia de Mazaleón y Valderrobres, del partido de Belchite; ADZ, Tenencia de Luesia y baronía de Biel.
93
BOCHINES Y BORREROS, AZOTES
Y ENCLAVAMIENTOS. DELINCUENCIA
EN LA COMUNIDAD DE ALBARRACÍN
(SIGLOS XVI Y XVII)*
Eloy Cutanda Pérez
RESUMEN
El estudio analiza los fenómenos de delincuencia, persecución y castigo de
delincuentes en la comunidad de Albarracín, al sur de Aragón, durante los siglos
XVI y XVII. Con la agregación de este territorio a los fueros generales del reino, se
impondrán nuevos mecanismos de actuación de la justicia, como los denominados
desafueros criminales —una especie de estado de excepción—, contribuyendo a la
unificación de la tipología delictiva y a la institucionalización, profesionalización y
centralización de la justicia. A medida que los particularismos forales y la fragmentación administrativa van desapareciendo, las medidas legales contra la delincuencia se extenderán de manera uniforme a todo el territorio aragonés.
Palabras clave: delincuencia, bandolerismo, desafueros criminales, administración de justicia, comunidad de Albarracín, Aragón, España, siglos XVI-XVII, historia rural.
*
Este estudio forma parte de los trabajos del Grupo de Investigación Consolidado Blancas, reconocido por la Diputación General de Aragón. Se ha contado también con ayuda de la Fundación
Universitaria Antonio Gargallo.
95
ABSTRACT
The research analyses crime, pursuit and punishment phenomena of the
criminals in the community of Albarracin, in the south of Aragon, for the 16th and
17th centuries. With the adding of this territory to general privileges of the kingdom,
new mechanisms of justice acts are going to be imposed, such as the named criminal lifting of immunity, a sort of state of emergency, contributing to unification of
punishable typology and to the institutionalization, professionalization and centralization of justice. As local individualisms and administrative fragmentation are going
to disappear, legal actions against crime are going to spread in a standard way to
the whole of Aragonian country.
Key words: crime, banditry, criminal lifting of immunity, justice administration,
community of Albarracin, Aragon, Spain, 16th and 17th centuries, rural history.
INTRODUCCIÓN
El estudio de los fenómenos de delincuencia en una sociedad y tiempo determinados no es más que la reconstrucción de uno de los nexos de carácter social
que se establecen entre los valores de las élites de poder y el resto de la sociedad1.
Ese nexo se configura a menudo en torno a una respuesta de origen difuso en la
que se incluyen fenómenos de violencia interpersonal primitiva. En otras ocasiones
esa respuesta tiene bases económicas y sociales. Por último, esta puede ser dada
por un grupo organizado en el que al menos una parte importante de sus miembros ha tomado conciencia de los motivos que le llevan a actuar. En los dos últimos
1
Cfr. PÉREZ GARCÍA, P., «Desorden, criminalidad, justicia y disciplina en la Edad Moderna temprana: problemas abiertos», en L.C. ÁLVAREZ SANTALÓ y C.M. CREMADES GRIÑÁN (eds.),
Mentalidad e ideología en el Antiguo Régimen, vol. II, Universidad de Murcia, Murcia, 1992,
pp. 93-118, donde se recoge la tesis de Mario Sbriccoli que rechaza las visiones etiológicas y
cuantitativas del estudio de la delincuencia y propone —según Pérez García— que la historia de la
criminalidad «no es una historia de hechos, sino la historia de los nexos existentes entre el poder,
la sociedad y los individuos, relaciones que se manifiestan habitualmente a través de las fuerzas
mediadoras del derecho, de las normas morales y legales, de las prácticas sociales y de los instrumentos jurídicos», p. 97. La tesis es atractiva, pero ni escapa a los hechos ni a las causas. Establecer nexos también es exponer los hechos y sus correspondencias; relaciones que pueden ser o no
de causalidad, pero que no la hacen desaparecer (a no ser que filosóficamente la neguemos para
toda situación). Por eso aquí también nos preguntamos por la etiología y la tipología de delitos,
delincuentes y acciones punitivas.
96
casos nos encontramos con exponentes de lo que se conoce como conflicto social.
En el primero, las rencillas personales resueltas de forma violenta no tienen ese carácter. Sin embargo, los tres tipos de respuesta tienen un común denominador que
incide en el resto de la sociedad: la sensación de amenaza, más clara en relación
con el bandolerismo y en los ataques a la propiedad, pero también, sin duda, en referencia a una tasa elevada del índice de homicidios habidos en una sociedad de reducido número de habitantes.
En ese diálogo, la contestación de las élites es punitiva y fundamentalmente
dinámica. Sobre todo, esta es adaptable al cambio, pues es capaz de incluir nuevas
acciones delictivas en el corpus penal. Téngase en cuenta que, en puridad, delito es
aquello que se castiga por parte de un grupo o colectividad y que, por tanto, su
descripción y publicidad constituyen la réplica, más o menos cristalizada, a la delincuencia2. Puede decirse, entonces, que nos encontramos ante una relación entre el
poder y los escapes al mismo3.
Por tanto, nos interesa conocer qué acciones se castigan —es decir, cuál es la
tipología de los delitos—, cuál es la etiología de los mismos y cuál es la evolución en
las respuestas de las autoridades judiciales. Los fenómenos de infrajusticia, aquellos
que se resuelven mediante mecanismos habilitados por la propia comunidad sin necesidad de acudir al aparato de justicia existente, no se contemplan en estas líneas4.
El orden privado, familiar y comunitario fue sin duda importantísimo en la prevención y represión de actitudes contra la tranquilidad pública. Vecinos, en tanto que
propietarios aventajados respecto a derechos políticos, y autoridades locales, por un
lado, e instituciones como las cofradías o el recurso a mediadores que actuaban en
2
Matizaba, sin embargo, TOMÁS Y VALIENTE, F., El derecho penal de la monarquía absoluta
(siglos XVI, XVII y XVIII), Tecnos, Madrid, 1992, p. 210: «Ni ahora ni entonces es válida la ecuación que identifique el término delito con la proposición “acción u omisión penada por la ley”.
Hay ahora y había entonces muchas contravenciones legales penadas que no son ni eran considerados como verdaderos delitos».
3
En ese sentido, MANTECÓN MOVELLÁN, T.A., Conflictividad y disciplinamiento social en la
Cantabria rural del Antiguo Régimen, Universidad de Cantabria, Santander, 1997, p. 13, expresa el objetivo de su estudio para la Cantabria rural: «Ideal de convivencia, desviación respecto al
mismo, conflicto derivado de esta y disciplina para corregirlo. Desde el gobierno doméstico hasta
la justicia real se superponían diferentes esferas de poder cuyo análisis permite comprobar la tensión entre dimensiones privadas y legales del orden a lo largo de los siglos XVII y XVIII. El enfoque
desde la práctica y no desde el derecho hace posible identificar los momentos en que se impuso el
orden legal pretendido por la Corona sobre el orden privado, amparado por reservorios de potestades distribuidos en el cuerpo social».
4
IGLESIAS ESTEPA, R., «El recurso a la justicia como vía de resolución de la conflictividad criminal
gallega a fines del Antiguo Régimen. El ejemplo de Santiago de Compostela (1700-1834)», Studia Historica, Historia Moderna, 26, 2004, pp. 349-374, especialmente, p. 350.
97
cierto tipo de litigios, por otro, propiciaron la adopción de mecanismos pacificadores5.
En consecuencia, la justicia penal a que hacemos referencia es la que extiende sus brazos por medio de actuaciones públicas bajo el poder del Rey y sus representantes6.
La comunidad de Albarracín, al suroeste de la provincia de Teruel, se configura en torno a un espacio salpicado de pequeños núcleos de población, algunos
de menor entidad, como mases, barrios y granjas, con un referente jurisdiccional
en la ciudad cabecera de la demarcación. Al frente del gobierno comunitario, de
ciudad y tierra, se encontraba el concejo general, órgano colegiado mediante el
cual los oficiales de la ciudad y los de la comunidad de aldeas deliberaban y adoptaban decisiones de gobierno. Cuando la importancia del asunto así lo requería, asistían también los mandaderos de los lugares y no solo el procurador general y los
regidores de sesma, máximas autoridades anuales de la comunidad de aldeas. Los
5
MANTECÓN MOVELLÁN, T.A., Conflictividad..., óp. cit., p. 122, señala al respecto: «Ciertamente, en la práctica, en la Cantabria rural las cofradías usurpaban jurisdicción civil y criminal. […] Las
cofradías ofrecían una de las posibilidades de mediación extrajudicial caritativo-comunitaria. En este
sentido, definían mejor que otras instituciones locales el ideal armónico a que aspiraba la comunidad
rural, reforzándolo con un ritual que sincretizaba creencias preexistentes y las devociones impulsadas
por los misioneros. Sin duda, las intervenciones de este tipo que canalizaban las cofradías eran un
‘escape’ a la administración ordinaria de justicia». Estamos de acuerdo en que estas agrupaciones debieron absorber litigios que de otro modo hubieran terminado en manos del aparato de la justicia,
pero conviene matizar su peso respecto de los delitos penales graves. En todo caso, es preciso tener
en cuenta que no todos se hallarían bajo la obediencia de los capítulos de las cofradías, ni todos los
cofrades renunciarían en un momento determinado a la acción de la justicia ordinaria. Por otra
parte, hay que valorar el contenido de los capítulos. Una de las pocas relaciones de pactos que nos
han llegado para la comunidad de Albarracín es la relativa a la cofradía de San Fabián y San Sebastián, de 1574 (Archivo Municipal de Albarracín —AMAlb—, Secc. II-2, núm. 24), estudiada por
CASTÁN ESTEBAN, J.L., «La Cofradía de San Fabián y San Sebastián: religión y conflictividad social en la Comunidad de Albarracín durante el siglo XVI», en Iglesia y religiosidad en España. Historia y Archivos. Actas de las V Jornadas de Castilla-La Mancha sobre investigación en archivos,
Guadalajara, 2001, pp. 109-123. Allí se recogen los acuerdos siguientes: sobre quejas y pleitos entre
cofrades; sobre multas económicas sentenciadas por la justicia a que vengan obligados entre cofrades; sobre la negativa al pago de multas impuestas por la cofradía; sobre riñas entre cofrades; sobre
falsos testimonios entre ellos; sobre acusaciones entre cofrades ante la justicia ordinaria; sobre entrar
en posesiones de cofrades; sobre dañar cosechas entre estos; sobre heridas con palos o puñaladas;
sobre deshonrar con palabras a las cofrades; sobre la obligación de resolver los pleitos entre cofrades
ante las instancias de la propia cofradía sin apelar a otros jueces o autoridades; sobre el tiempo para
pedir daños y penas; sobre el modo de prendar; sobre pleitos respecto a propiedades; sobre el aprovechamiento de rastrojos. La relación muestra una serie de faltas y delitos que nada tienen que ver
con los considerados graves —asesinatos, raptos, violaciones, robos, asaltos…— y que fueron en
realidad los que movilizaron la maquinaria de la justicia. En otro orden de cosas, también los compromisos dados por los jueces árbitros que a nivel privado sentenciaban sobre herencias y otros repartos
de bienes contribuyeron a alejar los conflictos civiles de la justicia ordinaria.
6
PÉREZ GARCÍA, P., «Desorden, criminalidad...», óp. cit., p. 101.
98
asuntos sobre los que este concejo general tomaba resoluciones abarcaban variados
aspectos. Las actas revelan acuerdos sobre estatutos criminales, amojonamientos
de partidas y heredades, licencias para cortar pinos, extracción de oficios, nombramiento de asesores y escribano del justicia, veda de panes, arrendamiento de heredades de la universidad, luiciones de censales, permisos a los concejos para hacer
dehesas de monte, dehesas de verano, dehesas de hierba o dehesas de labor, visitas, nombramiento de procurador astricto, permisos para sitios y edificación de neveras, parideras, pajares, corrales, caleras y azudes. También se toman acuerdos
sobre otras materias de mayor gravedad como las levas de soldados, el pago de servicios extraordinarios al Rey o el cambio del estatus jurídico de la ciudad y aldeas, lo
que requería la participación del mayor número de representantes de la universidad.
Se trata de un territorio escasamente poblado7, donde el aprovechamiento comunal de pastos y montes, junto a su cuidado, es seña de identidad de esta tierra.
Tanto los libros de cuentas de la comunidad de aldeas de Albarracín, en los que
se detallan ingresos y gastos, como los denominados gastos de común contribución8,
en los que se incluyen, entre otros, los habidos por el procurador astricto9 en los pro-
7
Los aldeanos obligados al pago de la pecha, según los libros de empareas o investigaciones fiscales
fueron los siguientes en el periodo 1569-1679 (coeficiente 4): 1569: 6616; 1590: 7984; 1612:
7672; 1634: 7612; 1650: 6736; 1667: 7008; 1679: 7188. Ver CUTANDA PÉREZ, E., «Vecinos,
habitadores y barraños en la comunidad de Albarracín (siglos XVI y XVII)», Rehalda, 2, 2005, pp.
49-59. También, LATORRE CIRIA, J.M., La comunidad de Albarracín, IET, Teruel, 2006, p. 13.
8
Ciudad y comunidad de aldeas tenían administraciones diferentes, pero había ciertas partidas
cuyos ingresos y gastos se llevaban en común y en diferentes proporciones. Hasta 1628, estos se
recogían en los libros de cuentas de la comunidad de aldeas, donde a ambos márgenes del concepto se anotaba la cantidad correspondiente a cada institución. A partir de esa fecha, surge de
forma diferenciada el libro de común contribución, donde se recogen de manera sistemática los
gastos que ciudad y comunidad deben compartir. No obstante, uno de los primeros intentos de
poner orden al respecto —puesto que constituía una fuente de conflictos al presentarse dudas
sobre ciertas datas— es de 1591, año en que ya se recoge un apartado dedicado a gastos contribuyentes. La participación correspondiente a la ciudad era la siguiente: la defensa de fueros y privilegios (50 por ciento), presentes a los oficiales reales (10 por ciento), montazgo (10 por ciento),
impuestos reales y los gastos generados (10 por ciento), obras públicas (50 por ciento), mensajerías (10 por ciento),gastos de procurador astricto (10 por ciento), gastos de mojonación con otras
comunidades (10 por ciento), visitas a montes y dehesas (50 por ciento), reparación de las murallas (50 por ciento), represión de delincuencia (10 por ciento), arreglos y reparación de cárceles
(50 por ciento). En 1628, el libro de Común Contribución contemplaba, además, el pago a los
oficiales y profesionales al servicio de ciudad y tierra: asesor de plenarios y sumarios, abogado de
Valencia, abogado del procurador astricto, nuncios y alcaide de la cárcel.
9
El procurador astricto era el oficial encargado de perseguir a los delincuentes. En su tarea se aconsejaba de un abogado que percibía el mismo sueldo que él. Ver LATORRE CIRIA, J.M., La ciudad
y la comunidad de Albarracín en el siglo XVII, Universidad de Zaragoza, Zaragoza, 2002, p. 30.
99
cesos criminales, nos proporcionan noticias interesantes y llamativas sobre la ejecución de las sentencias y el modo en que se desarrollan ciertas actuaciones de la justicia. Las cuentas de común contribución entre ciudad y comunidad suelen recoger
cuadernillos anexos —aunque estos también aparecen entre las cuentas de la comunidad— en los que se refleja el detalle del gasto realizado por el procurador astricto.
Desgraciadamente, en muchas ocasiones, no se expresa la naturaleza del delito y solo
en algunos casos podemos averiguarla por informaciones marginales. Abarcan los
gastos de citación de testigos, publicación de pregones, levantamiento de cadáveres
y, en casos excepcionales, se declara la sentencia a que son condenados los reos.
El periodo que abarcamos en este breve trabajo se sitúa en un lapso de tiempo en que se producirá un cambio importante en la persecución y castigo de los
delincuentes. Asistimos a una progresiva institucionalización, profesionalización y
centralización de la justicia y, lo que es más importante, a la unificación de la tipología delictiva mediante la instauración de estatutos de desafueros criminales como
medio de fortalecimiento del Estado. Algunos autores han hablado de un proceso
de civilización basado en la coerción ejercida por el Estado absolutista, en un triunfo del derecho sobre la iniciativa privada, de la justicia sobre la barbarie10.
Por otra parte, los delitos considerados graves siguen siendo los mismos: robos,
homicidios, raptos; no son numerosos aquellos que contravienen la moral imperante,
como los referidos a la prostitución, o aquellos otros que giran en torno a sujetos que
en esos momentos actúan en la marginalidad, como los gitanos. Sea como fuere, las
fuentes señalan positivamente la ejecución de las penas como ahorcamientos, azotes,
enclavamientos de manos, así como los pasos que se siguen hasta dar con los delincuentes y someterlos a la acción de la justicia.
No incluimos aquí los procesos abiertos contra los oficiales de los concejos o
de la ciudad y comunidad, de los que también hay noticias cuando se contravienen
las disposiciones de otras autoridades, fundamentalmente, las relativas a la prohibición de sacar panes o carne del territorio o las relativas a la prohibición de suscribir
censales. En estos casos es el procurador fiscal quien se encarga de ordenar prisión.
Desde nuestro punto de vista nos encontramos ante un tipo de conflictividad
muy incardinada en la situación social y económica de la época, donde era muy
fácil pasar de una vida de trabajo a otra de marginalidad, de la mera subsistencia a
la pobreza total. En la zona que nos ocupa, el vacío demográfico contribuye tanto a
la posibilidad de actuación de delincuentes, bandoleros o cuatreros, como a la dificultad para perseguirlos. Muchos de los delitos documentados se producen en des-
10
ALLOZA, A., La vara quebrada de la justicia. Un estudio histórico sobre la delincuencia madrileña entre los siglos XVI y XVII, Catarata, Madrid, 2000, p. 131.
100
poblados o en zonas de tránsito hacia ciertos lugares de la comunidad. Su situación
en zona fronteriza, entre comunidades, entre reinos, le hace también convertirse
en lugar de paso y de refugio para los fuera de la ley.
También se verá como en muchas ocasiones el recurso a la violencia más radical nos ofrece la imagen de una sociedad en la que demasiadas disputas se sustancian con un asesinato, donde no importa ni el arma homicida ni la calidad del
interfecto. Imagen que no está muy alejada de la que conocemos respecto de otras
ciudades importantes de la España del seiscientos, donde los duelos y las muertes
por encargo no fueron una simple anécdota.
Se ha dicho que el Aragón del siglo XVI es una centuria de gran violencia11.
La comunidad de Albarracín no se aparta de ese análisis. Pero puede decirse también que el siglo XVII no es precisamente un remanso de paz12. Ni el número de
delitos ni la tipología de los mismos nos hacen pensar en una disminución del nivel
de delincuencia. Sí contrasta, sin embargo, la represión de los poderes públicos del
reino durante el seiscientos, en el que la promulgación de sucesivos desafueros criminales —cuyo sentido veremos más adelante— se constituye en la pieza fundamental de la actuación sobre los delincuentes.
1. DELITOS, DELINCUENTES Y PENAS
Los delitos13 en la Edad Moderna se configuran en torno a tres ejes característicos que evolucionarán de forma diferente. El social, como daño producido al bien
11
COLÁS LATORRE, G. y J.A. SALAS AUSÉNS, Aragón en el siglo XVI. Alteraciones sociales y
conflictos políticos, Universidad de Zaragoza, Zaragoza, 1982, p. 13.
12
En relación con la ciudad y comunidad de Teruel en el siglo XVII señala LATORRE CIRIA, J.M.,
«La conflictividad política y social en la ciudad y comunidad de Teruel durante los siglos XVI y
XVII», en J.M. LATORRE CIRIA (coord.), Los fueros de Teruel y Albarracín, IET, Teruel, 2000,
pp. 137-178: «Uno de los problemas que aflora en el siglo XVII turolense es el de la delincuencia,
que probablemente sea continuación del existente en el siglo XVI, aunque entonces oculto parcialmente bajo la tensión política. Es posible que el empeoramiento de las condiciones económicas
durante el siglo XVII, como ocurre en otros territorios, agravase el problema», p. 169.
13
PALOP RAMOS, J.M., «Delitos y penas en la España del siglo XVIII», Estudis, Revista de Historia Moderna, 22, 1996, pp. 65-103, expresa la dificultad de clasificar los delitos. En su estudio
centrado en el siglo XVIII establece la siguiente tipología: contra la persona (homicidio, lesiones,
injurias-amenazas, rapto); contra la propiedad (hurto-robo, destrucción de bienes, estafa, bandidaje); contra el orden público (armas prohibidas, resistencia a la justicia, fuga, descato, juegos
prohibidos, embriaguez, desórdenes públicos, mala conducta, gitanos, vagancia); contra la moral
101
común, el religioso o moral, con su carga correlativa de pecado propia de la mentalidad teologista de la época, y el de la ofensa personal. En este último, la tensión entre
el ius puniendi privado y el público se mantendrá viva hasta el siglo XVIII14.
La defensa del bien común para una sociedad rural, eminentemente ganadera, como en la que nos detenemos, obligará a estar especialmente vigilante ante el
robo de ganado. En los casos que hemos podido documentar, el robo de un rocín
llevaba aparejados los azotes pertinentes15, pena corporal que en ocasiones era votada por los oficiales de la comunidad16. Otro tanto sucede en las referencias al
robo de un ganado17. Azotes que el delincuente había de recibir en las mejores condiciones físicas, no tanto por piedad —debemos entender— como por la plena ejecución de la sentencia. No era de recibo ni justo que no se aplicara la totalidad de
la condena porque el preso se desvaneciera ante el castigo18.
Los años 1577-1581 son especialmente profusos en delitos de cuatrerismo19.
Las cuentas nos señalan numerosos casos de persecuciones de ladrones en muchos
lugares de la comunidad. No parece que el robo de ganado se condenara con una
pública (sexual, familiar, escándalo, religiosa); contra la justicia por sus oficiales (negligencia, prevaricación, cohecho); varia (moneda falsa, contrabando, perjurio, falsificación, soborno de testigos, graves delitos, sin especificar). Respecto a las penas establece la división entre condenas de
penalidad leve (abono de daños, pago de multas, cárcel menor y destierro…) y condenas de penalidad grave (muerte, trabajos forzados, ejército…), p. 67 y pp. 90-97.
14
TOMÁS Y VALIENTE, F., El derecho penal..., óp. cit., p. 243.
15
«... quando dieron sentençia que fuesse açotado hun onbre que avie furtado hun rocín…», Archivo
de la Comunidad de Albarracín (ACAL), Secc. III-1, núm. 2, f. 141[1505].
16
«… por que fuesse a llamar a el regidor Gil Pérez a Torres para que viniese a votar sobre azotar
hun preso…» (ACAL, Secc. III-1, núm. 3, f. 12 [1541]).
17
«… 32 sueldos que le havía pagado a un borrero que açotó un hombre que avía hurtado un ganado» (ACAL, Secc. III-4.2, núm. 192, [1560]).
18
«Ittem se le dio al delinquente por estar enfermo quando hubo de salir a recibir los açotes porque
no le diesse algún desmay, de güevos, pan y vino…», Archivo Municipal de Albarracín (AMAlb),
Secc. I-7, núm. 143, f. 132.
19
COLÁS LATORRE, G. y J.A. SALAS AUSÉNS, Aragón en el siglo XVI..., óp. cit., pp. 163170, establecen una periodización respecto a la actuación de los grupos de bandidos en el Aragón
del siglo XVI: el inicio y afianzamiento del bandolerismo (1530-1540); la eclosión del bandidaje
(1561-1572); la remisión del bandolerismo (1572-78); y una nueva explosión de violencia (15781588), periodo este último que tendría su correspondencia también en la sierra de Albarracín. Sin
embargo, las referencias específicas a grupos de bandidos juzgados en esta comunidad (Antón de
Rioja y sus compañeros, la partida de Antón Leonarte y Melchor Colás) corresponden a la década
de los años cuarenta del siglo XVI. La remisión del bandolerismo abarcaría un periodo más amplio, pues el mandato del juez preeminente Matías de Moncayo (1560-1572), al que se dio amplia
jurisdicción civil y criminal sobre la tierra, no solo contribuyó a la represión política sobre ciertas
autoridades civiles y religiosas, sino que debió afectar también al declive del bandolerismo.
102
pena mayor. Solo en una ocasión hemos podido documentar la construcción de una
de horca para dar sentencia a un cuatrero que en 1581 había hurtado unas mulas20.
Las mujeres alcahuetas también eran condenadas a azotes. A veces, la pena
llevaba aparejada la de vergüenza pública, consistente en ir montadas sobre un
asno recorriendo las calles a son de trompeta tañida por el pregonero21.
El delito era especialmente grave si se cometía atentado físico contra alguno
de los oficiales locales como jurados o regidores y acarreaba la pena de muerte en
la horca. Documentamos homicidios o asesinatos contra ellos en 1571, como el
perpetrado contra el jurado de Tramacastilla22 o contra el oficial de la comunidad
Mateo Caja, de Villar del Cobo.
Entre los que se vieron envueltos en la comisión de delitos también hubo forasteros que recorrían por uno u otro motivo la comunidad, como gitanos y «vizcaínos».
Pero puede decirse que no son especialmente relevantes ni el número ni la gravedad
de sus actos delictivos en comparación con los cometidos por los naturales de estas
tierras. Otro tanto puede señalarse de los moriscos, confinados en lugares como
Bezas y Gea. Sí llama la atención, no obstante, la contumacia de ciertos personajes
como Machín de Garay, vizcaíno, que parece tener en jaque a las autoridades comunitarias durante más de veinte años, la de Antón Leonarte y sus compañeros o la de
Antón Rioja, más relacionados estos con fenómenos de bandolerismo.
Los vizcaínos que nos aparecen en los libros de cuentas suelen ir generalmente asociados a delitos relacionados con la tala del bosque23. Sin embargo, desconocemos si el gentilicio era aplicado con corrección, esto es, si se hacía referencia cierta al origen de las personas o, por el contrario, era una manera indefinida
de señalar a un forastero24.
20
«… se le pagó al bochín por sentenciar al ladrón que se acusó por las mulas que traía hurtadas y se
prendió en el Palancar de Bronchales…», «… pagó a Pedro López, fustero, ocho reales de hazer la
horca para sentenciar dicho ladrón…» (ACAL, Secc. III-1, núm. 4, f. 123v [1581]).
21
«… a Lorenzo Sánchez, alcalde, 36 sueldos que el dicho avía pagado a Juan Loçano, nuncio, porque açotó tres mugeres por alcahuetas…» (ACAL, Secc. III-4.2, núm. 192 [1561]); «… por açotar
y avergonçar tres onbres y dos mugeres, 68 sueldos…» (ACAL, Secc. III-4.2, núm. 192, f. 227
[1567-68]); «…al que tañó la trompeta quando açotaron a Joan Pérez y dos sueldos del asno que
lo llevó…» (ACAL, Secc. III-4.2, núm. 192, ff. 266r-266v [1569]).
22
ACAL, Secc. III-4.2, núm. 192, f. 316.
23
«… por razón de que fue con el señor juez a prender los viscaynos que cortavan en Valdominguete…» (ACAL, Secc. III-1, núm. 3, f. 25v [1541]).
24
MANTECÓN MOVELLÁN, T. A., Conflictividad..., óp. cit., p. 379, refiere cómo los forasteros
también solían ser identificados de forma vaga —a veces interesadamente— por los campesinos
de Cantabria con el gentilicio de «vizcaíno».
103
Las primeras referencias a los gitanos en los libros de cuentas las encontramos en fechas relativamente cercanas a las que se supone que entraron en la Península. Generalmente se les acusa de ladrones, pero su mala fama parece acrecentarse en el periodo de mayor actividad de robo de ganado, en torno a 1577-81, y
en el que no solo intervienen gitanos25. Con el transcurso de los años la monarquía
irá estrechando el cerco sobre un grupo que cada vez más se tiene por diferente,
que no encaja ni en las rígidas estructuras vecinales ni en las seculares costumbres
fiscales. Asimilarlos sería cuestión de fuerza26. Hasta cincuenta hombres intervendrán en 1638 en la persecución y captura de los gitanos, cuyo número desconocemos y a los que se busca por varios lugares de la comunidad27. Esta acción hay que
entenderla no solo como la puesta en práctica de la orden real de 163328, sino
también como un tipo de acción encaminada a eliminar elementos marginales y rebeldes en una sociedad que se prepara para la guerra con levas de soldados y acopio de recursos.
Las penas aplicadas se rigen por un principio de desigualdad personal, pues
la condición social del delincuente determinaba, por lo general, el castigo que habría de recibir29. No son muchas las penas corporales extremas aunque sí están
atestiguadas. El descuartizamiento después de la muerte no fue algo habitual, pero
sí se produjo en alguna ocasión, quedando reflejado en las cuentas con toda su cru-
25
«… por dos días que fue … a Noguera a prender unos gitanos que se fueron de la iglessia…»
(ACAL, Secc. III-1, núm. 4, f. 97v [1580]); «… pagó a Pedro Sánchez, vezino de Javaloyas, por
seguir unos gitanos que le hurtaron una noche la caballeriza…»; «… pagó a catorce honbres que
inbió en seguida de seis gitanos que llevavan hurtadas dos yeguas, una mula, un rocín y dos pollinas …; quales gitanos prendieron en tierra de Teruel y les dieron sentencia…» (f. 98); «… que
havía pagado al dicho verdugo por açotar unos gitanos que havían hurtado un pollino en Javaloyas…» (f. 103v); « … por prender unos gitanos ladrones…» (f. 105v).
26
Para una visión de la evolución de este grupo ver SORIA MESA, E., «Los gitanos, una España
dentro de la otra», en R. GARCÍA CÁRCEL, Los olvidados de la historia. Rebeldes, Círculo de
Lectores, Barcelona, 2004, pp. 129-219.
27
AMAlb, Secc. I-7, núm. 143, f. 137 [1638].
28
SORIA MESA, E., «Los gitanos...», óp. cit., p. 199, señala que la cédula de 1633 incorpora una
nueva idea según la cual el término gitano comprendería además otro mundo de bandidos y gente
facinerosa.
29
Afirma TOMÁS Y VALIENTE, F., El derecho penal..., óp.cit., p. 319: «En orden a las penas, los
hidalgos estaban exentos de sufrir las corporales infamantes, entendiendo por tales no la pena de
infamia propiamente dicha, sino aquellas que la doctrina llamaba corporis afflictiva (azotes, galeras, vergüenza pública, mutilaciones…) y que por su naturaleza provocaban en el así penado una
disminución o pérdida de su pública fama. Tampoco se les podía imponer la pena de muerte en su
forma de ejecución tenida por más vil o deshonrosa, que era la de la horca. Excluidas estas penas,
solo quedaban como posibles para aplicar a los nobles las pecuniarias, presidios, destierro, la de
servir en el ejército real y la muerte en forma no vil».
104
deza: «… al verdugo, de quando esquartizó el hombre que mató al de Alagosa y del
hombre que enclavaron la mano»; «… a un hombre que fue con el verdugo quando
llevaron el quarto del sentenciado donde mató el hombre…»; «... de una cavalgadura para llevar el quarto del sentenciado…»; «… de las sogas necesarias para los
quartos…»; «item se gastó en azeite para coçer la cabeza del sentenciado…»30.
Los cuartos eran, evidentemente, cada una de las cuatro partes en que, después de cortada la cabeza, se dividía el cuerpo de los delincuentes para exponerlos
en lugares públicos.
Tampoco fue común quemar los cuerpos de los ajusticiados y casi siempre
debió de hacerse tras su muerte. Documentamos una de estas penas en relación
con unos moriscos31.
La condena a galeras no se aplicó con frecuencia en la comunidad, aunque
sí parece incrementarse el número de veces que se impone hacia finales del siglo
XVII. Hemos encontrado referencias a condenados que se entregan en Zaragoza o
en Valencia32. Sí fue un castigo habitual en Castilla, ante la dificultad de encontrar
remeros para una flota creciente, y para delitos especialmente atroces y graves
cuyos autores veían así conmutada la pena de muerte33. Es lo que ocurría con dos
salteadores de caminos en 1691. No es habitual que junto a las cuentas aparezca
anexa la opinión o parecer del asesor del procurador astricto. En este caso, a los
presos se les conmutó la pena de muerte por otra que, tal vez, solo les permitiría
vivir un poco más, pero en qué condiciones:
Parecer.
Muy ilustres señores:
Respondiendo a su consulta de VS con vista del processo fulminado contra
Jusepe Alquezera y Matheo Díaz de Corcuera, parece que, sin embargo de estar dispuesto por repetidos fueros de este reyno, que los salteadores de caminos sean castigados con pena de muerte natural, aunque sea por el … robo y salteamiento, sin embargo, cumplirá VS con su obligación condenando estos reos a cien azotes, a que los
marquen, a tres años de galeras y a destierro perpetuo de esta jurisdicción con con-
30
ACAL, Secc. III-4.2, núm. 192, f. 382 [1574-75].
31
«Item pagó a Pedro Sepúlveda, alcalde, que llevase a quemar unos moros que justiciaron…»; «… al
verdugo que ahorcó los dichos moros…» (ACAL, Secc. III-1, núm.4, f. 355 [1591-92]).
32
«… pagó al juez preheminente para llevar un galiote a Çaragoça…» (ACAL, Secc. III-1, núm. 4, f.
39, [1578-79]); «…por llevar unos galeotes que se remitieron a Balencia y por lleballos daquí allá a
un carretero…» (ACAL, Secc. III-1, núm.4, f.266r [1588]); también en AMAlb, Secc. I-7, núm.
143, f. 132 [1637].
33
ALLOZA, Á., La vara quebrada..., óp. cit., p. 257.
105
minación de muerte si lo quebrantaren; a restituir enteramente las cosas hurtadas y
en las costas. Y assí lo entiendo,…
Albarracín, 24 de junio de 1691.
D. Luis Gerónimo Sánchez Moscardón y Dóñez.
El ejemplo anterior ilustra la tesis defendida por Ángel Alloza para entender
la forma de castigar a los malhechores, esto es, el abismo existente entre la ley y la
práctica penal junto con la utilidad de las penas para los intereses de la monarquía:
«En efecto, el interés del rey y la discrecionalidad del juez caracterizaron la justicia
penal de la época moderna en Castilla»34.
Los homicidios, expresión destacada de la violencia criminal, son actos que
merecen, al menos, cierta atención cuantitativa. Los documentos nos refieren un
número total de muertes conceptuadas como tales homicidios o como sospechosas
de haberlo sido. Aunque las cifras no parecen ser muy elevadas para la época, sí
debieron suponer una percepción de violencia e inseguridad notables para un territorio que alcanzaría su máximo demográfico en torno a los 8000 habitantes entre
los siglos XVI y XVII.
El número de muertes que nos señalan las referencias documentales a lo
largo del siglo XVI asciende a 45. No todas ellas serían homicidios o asesinatos
pues seguramente algunas lo serían de transeúntes fallecidos por causa natural. Sin
embargo, se trata de una cifra notable a la que falta por añadir —para sopesar el
clima de violencia— el número de intentos de asesinato (5) y el de las violaciones y
raptos de mujeres (4). A todo ello habría que sumar la acción de la justicia sobre los
reos culpables con 13 sentencias a muerte en la horca y 33 penas de azotes o enclavamientos35. Esta convivencia con la muerte y los actos de violencia interpersonal también es común al siglo XVII (30 muertes, 5 intentos de asesinato, 3 violaciones), aunque sí parece disminuir el número de condenados a la horca (5) y se
incrementa el número de penas a galeras.
Abordar este aspecto concreto de la violencia criminal desde los números y su
comparación con otros territorios tiene difícil solución36. Aventurarse, por otro lado,
34
Ibídem, p. 251.
35
Las cifras son aproximadas y meramente orientativas. En muchos casos no conocemos la sentencia o si se llevó realmente a la práctica.
36
Estilos distintos respecto a las cifras abordan la cuestión de los delitos por año y número de habitantes y su comparación entre zonas y épocas diferentes. Así, señala ALLOZA, Á., La vara
quebrada..., óp. cit., p. 129: «… importa observar su evolución histórica y, al extrapolar su trayectoria a la del conjunto de ofensas de sangre, comprobar si la sociedad de la época moderna era —en
términos criminales— más o menos violenta que la nuestra». Por otro lado, ARÓSTEGUI, J., en
106
en la etiología delictiva supone a veces hablar más de ciertos condicionantes como
factores geográficos, políticos, naturaleza del delincuente, que de las causas económicas y sociales tituladas como clásicas (malas cosechas, hambrunas, exclusión y marginalidad sociales…). En la mayoría de los casos, la causa primigenia se diluye ante la
continuada actividad delictiva, como, por ejemplo, en el fenómeno del bandolerismo.
En otras situaciones, el cuatrerismo se propicia por las facilidades que ofrece el terreno, montañoso y poco poblado, o por las necesidades y modo de vida del grupo que
lo lleva a cabo, como en el caso de gitanos itinerantes o de bandidos capaces de cruzar una y otra vez terrenos fronterizos. La naturaleza del delincuente es otro de los
factores a tener en cuenta para adentrarse en los comportamientos ilegales: los grupos de diferentes (gitanos, moriscos) y desarraigados y albarranes (forasteros, vecinos
de concejos cercanos pero extracomunitarios, franceses, gascones, vizcaínos…) se
constituyen en objeto de persecución por su identidad en momentos puntuales, con
la promulgación de pragmáticas y decretos ordenando su detención y expulsión, y se
colocan bajo la óptica de la sospecha continuada. Ante esta tesitura, las causas de índole económica inciden más severamente en estos grupos que en el conjunto de vecinos, pecheros y cristianos o en el de los ciudadanos, artesanos y pequeños hidalgos. No es que estos últimos estén exentos de la comisión de delitos, de esa violencia
de origen difuso traducida en homicidios o asesinatos, atentados con todo tipo de
armas, raptos y violaciones, y que, hija de la época, en la mayoría de ocasiones poco
o nada tiene que ver con las coyunturas económicas adversas. Pero, para estos, es
más fácil resolver los conflictos, incluso los de carácter grave, mediante soluciones de
tipo privado.
2. PERSECUCIÓN Y CAPTURA
La captura de los delincuentes tiene su reflejo en las cuentas de la comunidad, pues tal iniciativa puede corresponder tanto a particulares y oficiales de los
concejos en caso de delito flagrante, como a las hermandades o grupos estableci-
su estudio «La violencia política en perspectiva histórica», Sistema, pp. 132-133, 1996, 13, señala
que la violencia en las sociedades precapitalistas «es, por lo común, ‘connatural’, estructurante incluso. Un lento proceso, que arranca, desde luego, de la Edad Moderna, es el que va haciendo de la
violencia un hecho social perceptible como autónomo. Ello tiene una relación directa con el cambio
social y con el cambio en las monarquías. A causa de la naturaleza misma de la violencia y de la
forma que adopta este proceso, desembocan sencillamente en una aporía los intentos de dilucidar si
la violencia tiende históricamente a aumentar o a disminuir. Cuestión sencillamente indiscernible».
107
dos al efecto para capturar al delincuente tras la provisión de un juez o el apellido
del procurador astricto.
Las ordinaciones de la ciudad y de la comunidad de aldeas y las concordias
entre ambas recogen capítulos en el modo de proceder sobre delincuentes, especialmente a los jurados de las aldeas37. En 1647 se señalaba que había que llevar a las
cárceles reales de la ciudad a aquellos inmersos en «delitos de palo, bofetón y otros
donde huviere herida grave de sangre», además de aquellos otros «de astricto»38. La
misma prevención se realiza en sucesivas ordinaciones, pero en las de 1696 se incidía en la obligación de los jurados para perseguir delincuentes ante ciertas circunstancias que revelan una conflictividad social explícita:
… les imponemos precisa obligación de salir a perseguir bandidos y otros qualesquiere delinquentes por los términos de sus lugares y las sierras vezinas a su jurisdicción siempre que se lo mandaren el procurador general o su teniente en su caso, o tuvieren noticia que dichos bandidos o delinquentes ofenden este territorio o transitan por
él; y quando vieren seis o más personas en tropa, en pena de poder ser acusados como
oficiales delinquentes en sus oficio; y para ello puedan llevar consigo, para su seguridad
y asistencia, las personas y vecinos que gustaren de los dichos lugares respective, las
quales devan acompañar y asistir con armas a dichos jurados y demás oficiales…39.
Son llamativas las datas en las que a un particular se le abonan los gastos
que hace en perseguir cuatreros que le han robado algún animal. Eran comunes las
tareas de seguimiento en pos de los malhechores, algo no exento de riesgos al
tener que desplazarse fuera de los límites conocidos, lo que podía dar lugar a peligrosos equívocos40. También encontramos las referencias a las costas hechas por
los jurados de los concejos41.
37
Ordinación (Ord.). 19, 1613 [Comunidad]. Ord. 50, 1647 [Comunidad]. Ord. 54, 1678 [Comunidad]. Privilegio de Separación, 1689, 4. Concordia de 1691 entre ciudad y comunidad, 4. Ords.
66, 72 y 73, 1696 [Comunidad]. Estas ordinaciones han sido publicadas por LATORRE CIRIA,
J.M. (coord.), Estudios Históricos sobre la Comunidad de Albarracín, vol. II. Documentos, Comunidad de Albarracín, Tramacastilla, 2003.
38
Ord. 50, 1647 [Comunidad]: «En qué casos los jurados de las aldeas han de traer los delinquentes
a la ciudad».
39
Ord. 72, 1696 [Comunidad].
40
«… pagó ha Diego García, jurado de Bronchales, que henbió hun onbre a Torres por ver dos honbres que yvan en pos de Juhan Vizcayno, que los tomaron presos en la ciudat et crehían que
heran ladrones» (ACAL, Secc. III-1, núm. 2, f. 68v. [1502]).
41
«… pagó a García Matheo, vezino de Javaloyas, veynte sueldos, los quales le pagó de costa seyendo juardo por llevar a la ciudat ha poder del juez Jerónimo Gómez hun hombre castellano que
tomó presso criminalmente por ladrón…» (ACAL, Secc. III-4.2, núm. 191, f. 334 [1536]); «… a
Joan Pérez, jurado de Moscardón, por un ladrón que prendió y lo truxo presso a la ciudad»
(ACAL, Secc. III-1, núm. 4, f. 40v [1578-79]).
108
Los malhechores eran perseguidos más allá de la jurisdicción de la comunidad
con tal de no perder su rastro. En caso de apresarlos, se les remitía a las autoridades
competentes. Así sucedía con unos gitanos acusados de robo, apresados en Santa
Eulalia y enviados a Teruel42. Igualmente entraban en tierras de Albarracín otras autoridades judiciales foráneas persiguiendo a los fugitivos43. Incluso se establecían
acuerdos de extradición entre diferentes comunidades44. Uno de los casos más renombrados fue el sucedido en 1531 cuando unos presos se fugaron de las cárceles
de Teruel. La noticia era recogida en las Crónicas de los Jueces de Teruel45:
En este año a 29 de octubre, acontecio en esta ciudad que estando quatro presos en la carcel mataron a Pedro Fernandez de Caudet y a su mujer, carceleros, a prima
noche. Puso diligencia la justicia y tomose el uno en Celadas y los dos en la ciudad de
Albarrazin. El otro se huyo; despues se dixo que lo saetearon en Castilla. Al que prendieron en Celadas, luego que fue llegado a la ciudad fue sentenciado, cortada la mano y
escuartizado; los que estaban en Albarrazin aunque quisieron executar los de Albarrazin,
esta justicia todavia a pedimiento de Teruel se los entregaron, traxeronlos los oficiales de
Albarrazin hasta la raya de su jurisdicion que fue en la peña Cella, y alli los entregaron y
llegados a esta ciudad fueron ahorcados y cortadas las manos; hizo costa a la ciudad el
executar esta justicia de mil quinientos setenta sueldos. Fue pacteado entonces entre Albarrazin y Teruel que siempre que aconteciese huir presos sense lo sobredicho.
También las anotaciones en los libros de cuentas recogían esa entrega de
presos46, así como el gasto del acuerdo de extradición47; el producido por la captura
de estos presos se detallaba minuciosamente, ascendiendo a más de 400 sueldos,
repartidos en diversas proporciones entre ciudad y comunidad48.
42
«… que pagó a Pedro Martínez de Rodenas y Antón de Antillón de unos gastos que hicieron por
mandado de los oficiales de la comunidad contra unos gitanos que les hurtaron… dos calderos y
un carnero y los llevaron presos a Teruel…» (ACAL, Secc. III-4.2, núm. 192, f. 232 [1567]).
43
«… y vino en siguida del ladrón el alcalde de la ermandat de Castilla…» (ACAL, Secc. III-4.2, núm.
191, f. 334 [1536]).
44
«Concordia hecha por las ciudades de Santa María de Albarracín y Teruel […] hacerca de la remisión de los delincuentes que en cada una ciudad se receptaren en la otra para que se puedan y
devan remitir, fecha en la Peña de Çelda [Cella] a 17 de noviembre de 1531» (ACAL, Secc. I, f.
26v.).
45
LÓPEZ RAJADEL, F., Crónicas de los Jueces de Teruel (1176-1532), IET,Teruel, 1994, p. 324.
46
«… que pagó a un hombre que llevó los presos hasta la peña Cella y de adobar los fierros de los
presos…» (ACAL, Secc. III-4.2, núm. 191, f. 215v).
47
«… que pagó a García López Malo por las scripturas de entre Teruel y Albarrazín y sus comunidades y la concordia de los presos que de una parte a otra pasaran» (ACAL, Secc. III-4.2, núm. 191,
f. 213v).
48
«… que pagó a Jerónimo Gómez y al alcalde y notario y nuncio de tres días que fueron a buscar
los presos de Teruel, sesenta y cinco sueldos; sacada la parte de la ciudad, resta al común cinquenta y ocho sueldos seys dineros»; «… que pagó a un hombre que fue a dar aviso a la frontera de
109
Los alcaldes de las hermandades de Castilla también perseguían a los ladrones adentrándose en tierra de Albarracín, si bien en ocasiones se encontraban con
que el preso ya había sido condenado49. De la misma manera, la acción de la justicia en Albarracín no dudaba en poner todos los medios para informar sobre la sentencia dada a un delincuente. En 1567, Luis Segura era acusado del rapto de una
mujer y del homicidio del marido de esta. Preso en Zaragoza, las autoridades de la
tierra pagarán a un familiar de la víctima para que se persone en la ciudad y apellide al homicida. Hasta allí se llevará también la sentencia dada por los jueces y alcaldes de la ciudad de Albarracín50.
Otras veces es el procurador astricto el que se desplaza hasta el lugar donde
se encuentran las personas que van a ser acusadas51; o el baile, en aquellos territorios bajo la autoridad de un señor52. Especialmente diligente, el procurador astricto
Moya ocho sueldos…»; «… que pagó al dicho Jerónimo Gómez veynte y seys sueldos por treze días
que dio de comer a los presos de Teruel…»; «… que pagó al dicho Jerónimo Gómez por el carcelaje
de los dichos presos catorze sueldos y ocho dineros, de esta manera: que tomó de Jayme Durán en
dineros y huna cruz doze sueldos; pagóle dos sueldos y ocho dineros a complimiento de su carcelaje; sacada la parte de la comunidad…»; «… al carcelero cinco sueldos cuatro dineros…»; «… a dos
hombres que guardaron dichos presos diziocho sueldos…»; «… a dos hombres que guardaron dichos presos catorze noches, a dos sueldos por noche…»; «… del proceso que se hizo contra dichos
presos…»; «… a micer Toyuela porque fue a Teruel sobre los dichos presos, de sus dietas…»; «…
pagó a Francés Joan por enviar a llamar al juez que estava en Terriente sobre los presos de Teruel…»; «… de un hombre que llevó una carta a Exea sobre la demanda de los presos de Teruel…»;
«… por cuatro días que estuvo Pedro Monterde en Teruel sobre la concordia de los presos de Teruel
a ocho sueldos por días…»; «… que pagó a un hombre que llevó los presos hasta la peña Cella y de
adobar los fierros de los presos…» (ACAL, Secc. III-4.2, núm. 191, f. 213 y ss.). A estos gastos
habrá que añadir los de las escrituras de la concordia.
49
«… pagó a García Mateo, vecino de Jabaloyas… de costas seyendo jurado por llevar a la ciudad ha
poder del juez Jerónimo Gómez hun hombre castellano que tomó preso criminalmente por ladrón
a instancia de Bartolomé Vellido de Frías; y al ladrón açotaron en la ciudat y traía hun lienço furtado y vino en siguida del ladrón el alcalde de la ermandat de Castilla…» (ACAL, Secc. III-4.2, núm.
191, f. 334 [1536-37]).
50
«… que avía pagado al hijo de Vaena quando fue a Çaragoza ad apillidar a Segura por la muerte
de su ermano…»; «… por llevar a Çaragoza la sentencia que se dio de Segura…»; «… porque sacó
la sentencia criminal que se dio contra Luis Segura que estava presso en Çaragoza, porque se avía
llevado una muger casada, de esta ciudad; diose dicha sentencia por los jueces y alcaldes de la presente ciudad de Albarrazín y inbiáronla a Çaragoza para a comunicarle del omicidio que le acusavan del marido de la mesma muger que se llevó…» (ACAL, Secc. III-4.2, núm. 192, ff. 226-233).
51
«… a Julián Alavés, procurador, que fue a Castiel a acusar los que se llevaron la moça de Frías».
(ACAL, Secc. III-1, núm. 3, f. 206v [1546]); «Item pagó al procurador astricto por un hombre que
mataron en Roclos para que fuese a acusar al matador, el qual prendieron en Alhambra y llevó el
proceso hasta sentencia difinitiva» (ACAL, Secc. III-1, núm. 3, f. 264 [1547]).
52
«… a micer Monterde y a los onbres que fueron a Xea ad acusar los que mataron el onbre en Terriente» (ACAL, Secc. III-1, núm. 3, f. 207 [1546]).
110
pondrá todos los medios a su alcance para obtener la declaración de una testigo
«que se temía la querían apartar a Castilla para que no depossase», por lo que se
adoptarán las medidas oportunas para acompañarla a la ida y a la vuelta53.
La investigación de los delitos era particularmente delicada cuando recaía la
sospecha de asesinato en una persona recientemente enterrada. El cadáver de Ana
María Martínez, vecina de la ciudad, llevaba dos o tres días sepultado pero los rumores que circulaban apuntaban a que había sido muerta «a golpes o puñaladas». Desconocemos la verdad de todo ello y su final, pero el caso es que se mandó desenterrar el cadáver para hacer la vissura o examen pericial del cuerpo de la difunta, para
lo que dos cirujanos le «trepanaron la cabeza». El suceso debió llamar la atención de
los vecinos y los congregó a las puertas del lugar donde se realizaba la autopsia, de
modo que el alcalde que asistía a la misma tuvo que emplearse en impedir que no
entrase la gente a verla54.
La calidad del muerto también incidía en la investigación y persecución del delito. En 1688 se produce el homicidio del canónigo de la catedral José Eyerbe. A instancias de Pedro Jerónimo de Urriés, Capitán General del reino (para que «con çelo
de la administraçión de la justicia y que se castiguen los delictos que tan frecuentemente se cometen en esta universidad…»), la junta de oficiales de la ciudad acuerda
«se heche un bando prometiendo duçientas libras jaquesas a qualquiere persona que
delatase el agresor o agresores de dicha muerte con probanza suficiente»55.
La acusación de la justicia, entonces, procedía del procurador astricto, oficial
ligado a la tierra, pero también podía venir del procurador fiscal, oficial real, ante
cuyas actuaciones se mostrarán reticentes las autoridades comunitarias, alejándolo
del gobierno de la ciudad56. En 1564, las ordinaciones le reservaban específicamente los delitos de injuria y resistencia al Rey y oficiales de la tierra, reuniones ilegales,
falsificación de moneda, sodomía y rebelión57.
3. PRESOS, CÁRCELES Y CARCELEROS
Los delincuentes detenidos se remitían a la cárcel de Albarracín, al frente de
la cual se hallaba un carcelero cuyo salario se pagaba por mitad entre ciudad y co-
53
AMAlb, Secc. I-7, núm. 143, f. 131 [1637].
54
AMAlb, Secc. I-7, núm. 143, f. 133 [1637].
55
AMAlb, Secc. I-5, núm. 98, f. 112.
56
Ords. 15, 30, 1567 [Ciudad]. Ord. 52, 1580 [Ciudad].
57
Ord. 67, 1564 [Ciudad]. Ord. 15, 1567, [Ciudad]. Ord. 51, 1580 [Ciudad].
111
munidad. El primer año en que se documenta el salario de 200 sueldos para este
empleo es el de 1560; en 1567 la paga es de 150 sueldos58.
Los presos debían costearse su manutención en la cárcel así como las curas
de sus heridas. En bastantes ocasiones las cuentas recogen conceptos destinados a
atender a los penados respecto a la comida por razón de su pobreza y todo ello en
calidad de limosna, pero no siempre es así59.
Las cárceles de la ciudad son sometidas a sucesivas reformas a lo largo de
los años. El principal objetivo de las autoridades comunitarias es el de evitar las
fugas. Algunas de estas debieron ser peligrosas a juzgar por el número de individuos que participaron —unos veinticinco— en la persecución de los presos evadidos en 158460. Por eso, todas las actuaciones estarán encaminadas a reafirmar la
estructura del edificio y a la provisión de todo lo necesario para fortalecer la seguridad. Reparaciones que coinciden con periodos de mayor represión por parte de las
autoridades, como en 154661, en 156262, en 156463, 156864, o en momentos de
paso y acantonamiento de tropas, en 164565.
La inseguridad que se podía sentir en la cárcel también se refleja en las cuentas. En momentos de un aumento de población reclusa o por la especial peligrosi-
58
«… que pagó a Juan Martínez, carcelero, por lo que la comunidad le paga por su pensión de carcelero ciento y cinquenta sueldos; es por la mitad que la comunidad paga» (ACAL, Secc. III-4.2,
núm. 192, f. 223).
59
«mandaron dar de comer a quatro mugeres que tomaron presas a instancia de hel concejo de la
ciudat y comunidat…» (ACAL, Secc. III-1, núm. 2, f. 173 [1506])); «… pagó para el vizquayno que
traxieron de Javaloyas preso para que comiese…» (ACAL, Secc. III-1, núm. 2, f. 188v [1507]);
«… de los gastos que hizo estando preso Villarreal… por guardarlo y darle de comer…», «… a un
hombre que fue a llamar a Johan Maestro para curar el dicho preso porque estava herido…»
(ACAL, Secc. III-1, núm. 3, f. 23 [1541]); «… de los gastos que se abían hecho trayendo preso a
Juan Pérez, de los guardianes que lo guardaron y de lo que comyó por ser persona pobre y de necessidad» (ACAL, Secc. III-1, núm. 3, f. 205v [1546]); «… paguó a Juan Martínez, carcelero, para
unos pobres que estavan en la cárcel…» (ACAL, Secc. III-4.2, núm. 192, f. 105 [1562]); «… a
unos onbres que estavan presos, de limosna…» (ACAL, Secc. III-4.2, núm. 192, f. 118v [1563]).
60
ACAL, Secc. III-1, núm. 4, f. 204.
61
«Pagó para ayuda de hazer las cárçeles sesenta y seis sueldos, los quales les dio la comunidad de su
propia voluntad sin dever nenguna cosa» (ACAL, Secc. III-1, núm. 3, f. 220v).
62
«… por un gasto… por bien de la justicia… se hizo en reparo de la cárcel…» (ACAL, Secc. III-4.2,
núm. 192, f. 105v).
63
«… pagó al carcelero… de dos pares de grillos y huna yunque y huna rexa…» (ACAL, Secc. III4.2, núm. 192, f. 148v).
64
«… por ciertos reparos que se hizieron en la cárcel para fortificar haquella…» (ACAL, Secc. III-4.2,
núm. 192, f. 246).
65
3200 sueldos, más el quinto correspondiente a la ciudad, para reparar la cárcel (ACAL, Secc. III1, núm.12, f. 417).
112
dad de los delincuentes, el carcelero veía su oficio mal pagado. En 1637 el justicia
y jurados de la ciudad le abonaban una compensación de cien sueldos, «porque no
quería quedar en la cárçel por el riesgo de los pressos»66. Otra recompensa de doscientos sueldos recibirá en 1638 «en agradeçimiento de lo bien que procede con
los pressos y trabajos que ha tenido por ser muchos y pobres»67.
4. VERDUGOS, BOCHINES Y BORREROS
Los verdugos son los encargados de ejecutar las sentencias que llevan aparejadas penas corporales, fundamentalmente, la de azotes y la de la horca. La expresión con la que se menciona en las fuentes sufre un cambio digno de estudio: de la
arcaica «morro de vacas» a la desusada de bochín, de la de borrero, de origen francés, a la más moderna de verdugo68. Todas ellas aparecen con ese significado de
persona que propina los azotes o efectúa el ahorcamiento.
Respecto a su relación contractual con la comunidad hay que decir que encontramos muy variadas fórmulas y tan solo a medida que nos acercamos al final
del siglo XVI su figura se institucionaliza. Entre 1506 y 1527 aparecen pagos esporádicos de 27 sueldos al verdugo por su salario69 y en 1508 se pagan 28 sueldos
al «morro de vacas» de Teruel. Se trata de cantidades de común contribución entre
comunidad y ciudad, de las que esta solo paga la décima parte.
Uno de los escasos contratos de verdugo que hemos encontrado data de
1532. En él se pactan al detalle cuantas actuaciones puedan sobrevenir en el trabajo:
Con la infrascripta capitulación y pactos iguala y conduze el concejo de la ciudad y tierra de Albarracín a Pedro de Baeça, borrero, habitante de presente en la ciu-
66
AMAlb, Secc. I-7, núm. 143, f. 122v.
67
AMAlb, Secc. I-7, núm. 143, f. 139.
68
Desconocemos cuál pueda ser el origen de esa primera forma arcaica, tanto más cuanto aparece
documentada con variantes de difícil lectura: «moro de varas» (1505), «morro de vaquas», «morro
de baquas» (1506), «moro de vacas» (1507), «morro de vacas» (1510 y 1523). Señala PÉREZ
GARCÍA, P., La comparsa de los malhechores. Valencia, 1479-1518, Diputación, Valencia,
1990, p. 61, n. 19, que «el verdugo de la ciudad de Valencia era conocido con el sobrenombre
genérico de “morro de vaques”, cuya traducción podría ser hocico de vacas». Borrero aparece documentado en 1518 y 1523, generalizándose a partir de esta última fecha. Bochín nos aparece
en 1519 y 1580 conviviendo con borrero. La palabra verdugo la documentamos en 1557, siendo su uso común desde entonces.
69
«Que pagó a el morro de vaquas que le dan de pensión hen cada hun anyo trenta sueldos según
dizen los officiales de la ciudat que está egualado» (ACAL, Secc. III-1, núm. 2, f. 175v [1506]).
113
dad de Teruel, por borrero executor de los actos de juges que se an de hazer en las
personas por los juez, alcaldes y oficiales reales en la ciudad de Albarracín, del presente día de oy en adelante en la forma siguiente:
Et primerament que lo conduze y aya de estar conduzido el dicho Pedro al
dicho oficio tanto quanto tiempo en la dicha ciudad de Teruel para y servirá el dicho
officio de borrero.
Item, es condición que el dicho Pedro de Baeça aya de traer una carta de… ,
para la dicha condución, de los señores regidores de la dicha ciudad de Teruel.
Item, es condición que el dicho Pedro, a sus propias expensas de la dicha ciudad y tierra de Albarrazín, aya de venir a la dicha ciudad de Albarrazín70 a residir quatro vezes en quatro días del anyo que sean fiestas solempnes, que la primera /f.6v/
venida del anyo sea el día de anyo nuevo. Las expensas que la ciudad y tierra le a de
pagar son a saber hazerle la costa y misión.
Item, es pacto y le dan al dicho Pedro de pensión anualment toda aquella cantidad que a Jayme, borrero de Teruel, se le dava en cada hun anyo.
Item, es pacto que le ayan de dar al dicho Pedro por henhorquar por cada
hun onbre hun florín y la costa y el despojo del …
Item, es pacto que le dan por açotar a cada uno diez sueldos y la costa.
Item, lo mismo se le aya de dar por desorejar y cortar y enclavar qualquiere
miembro, la dicha cantidad.
Item, es pacto que le dan al dicho Pedro por squartiçar por cada persona
trenta sueldos y la costa.
Item, es pacto que sy el dicho Pedro de Baeça no viniere en los días solemnes
del anyo, por cada vez que no viniere tenga de pena hun ducado, y para hazer acto
de… del dicho ducado y a sus propias expensas traer que… exento sino que ya sea
/f.7/ que es enfermo de su persona en la cama el dicho Pedro, que por verdat se
seya la verdat, o en aquella sazón la ciudad de Teruel tenga necesidat de él para
hazer y hagan actos de justicia71.
En 1562 se le dan 150 sueldos72, en 1565 se establece el pago de un salario
de 270 sueldos por dos años, pero en 1568 se le pagan 40 sueldos. Todo parece
indicar que la iguala o contrato con él dependía de la «cantidad de trabajo prevista».
En otras ocasiones documentamos retribuciones por un trabajo específico como
70
Debe de tratarse de un error del escribano. El sentido es venir de Teruel a Albarracín a su costa.
71
Archivo Municipal de Gea de Albarracín (AMGea), Secc. III-1, núm. 40, ff. 6-7 [9 de enero de 1532].
72
ACAL, Secc. III-4.2, f. 100v.
114
azotar o enclavar la mano73. También nos encontramos con casos en los que el oficio parece ejercerse de forma ocasional74. A ese salario había que añadir las costas
de viaje o comida y aposento75, si era el caso traerlo de otro lugar. Las fuentes nos
indican en numerosas ocasiones cómo el verdugo viene o hay que ir a buscarlo76 de
lugares como Teruel77, de Daroca78, de Calatayud79, de Moya80 o de Segorbe81.
Al parecer, nunca hubo un verdugo con residencia permanente en Albarracín, de ahí que hubiera que ir a buscarlo a otras localidades. Destaca, no obstante,
la preeminencia social que se le concede —pareja al acto supremo de justicia, esto
es, a la ejecución efectiva de la sentencia—, al obligarle a estar presente al menos
en ciertos días festivos y solemnes en los que las autoridades civiles y religiosas lo
presentarían como recuerdo del poder punitivo de la comunidad vecinal.
73
«de enclavar la mano, seys sueldos; de açotar, doze sueldos» (ACAL, Secc. III-1, núm. 2, f. 401v
[1519]); «… que pagó a el borrero que açotó los dos ladrones que açotaron este agosto dos florines»
(ACAL, Secc. III-4.2, núm. 191, f. 73 [1526]); «… que pagó… a el borrero que azotó a Beltrán
Gastón la biespra de Navidat, siete sueldos y ocho dineros; sacada la parte de la ciudat a la dezena…» (ACAL, Secc. III-1, núm. 3, f. 12 [1541]).
74
«… que pagó a un onbre que açotó los presos, el uno de Teruel y el otro de Castilla, dáronle dos
florines» (ACAL, Secc. III-4.2, núm. 191, f. 53v [1525]); «… que pagó a hun onbre que azotó a
Pedro de las Majadas 8 sueldos…» (ACAL, Secc. III-1, núm. 3, f. 24 [1541]).
75
«… de la costa que fizo el morro de baquas quando vino para açotar las mugeres…» (ACAL, Secc.
III-1, núm. 2, f. 173 [1506]).
76
«… por yr por el borrero y tornarlo…» (ACAL, Secc. III-1, núm. 3, f. 23v [1541]); «… de las costas que se hizo hen buscar y traer un borrero para executar la sentencia de muerte hen un hombre» (ACAL, Secc. III-4.2, núm. 192, f. 106 [1562]).
77
«… a un hombre que fue a traer el borrero a Teruel con hun asno…» (ACAL, Secc. III-1, núm. 2,
f. 479 [1523]); «… al borrero que vino de Teruel a açotar a Guijarro» (ACAL, Secc. III-4.2, núm.
192, [1560]); «… que pagó a Juan Loçano, borrero, por açotar y avergonçar tres onbres y dos
mugeres 68 sueldos y por hazerlo venir de Teruel, que ansí está por el conçierto…» (ACAL, Secc.
III, 4-2, núm. 192, f. 227 [1567]); «… que pagó al berdugo por venir desde Teruel a la presente
ciudad a açotar dos ladrones…» (ACAL, Secc. III-1, núm. 4, f. 38v [1578]); «… por ir a Teruel a
llamar al verdugo para executar la sentencia de açotes a que vino condenado Blas Matheo…»
(AMAlb, Secc. I-7, núm. 143, f.42 [1632]).
78
«e luego, aquel día, vino el borrero de Daroqua; mandáronle dar quarenta dos sueldos…» (ACAL,
Secc. III-4.2, núm. 191, f. 53v [1525]).
79
«…[de ir] por el verdugo de Calatayud…», «… porque no pudo venir el de Calatayud…» (ACAL,
Secc. III-4.2, núm. 192, f. 55 [1557]).
80
«… por ir por el verdugo a Moya para açotar unos ladrones…» (ACAL, Secc. III-1, núm. 4, f.103
[1580]).
81
ACAL, Secc. III-1, núm. 3, f. 436 [1552-53].
115
5. BANDOS Y BANDOLEROS
El fenómeno del bandolerismo adopta diferentes modalidades no siempre fáciles de encuadrar entre los clásicos modelos propuestos por otros autores82. Se ha
señalado que este no es un fenómeno anacrónico para el siglo XVI y que, por el
contrario, el enfrentamiento entre concejos obedecería a la pervivencia de valores
medievales83. De la misma manera, el bandolerismo que se extiende por toda la
cuenca del Mediterráneo incide también en Aragón, Cataluña y Valencia. Si este
fenómeno es recurrente a lo largo de las dos centurias, no ocurre lo mismo con los
enfrentamientos entre concejos que parecen quedar reducidos al siglo XVI. La comunidad de Albarracín no quedaría aislada respecto a dicha dinámica.
La delincuencia morisca, como fuerza de choque al servicio de un noble, sí
estuvo presente en momentos puntuales durante todo el siglo XVI. No está claro,
sin embargo, el nivel de organización de los grupos. En todo caso, de nuevo nos
encontramos ante un conflicto por el aprovechamiento de unos bienes comunales,
dehesas y montes, disputados por el conde de Fuentes, señor de Gea, por un lado,
y el concejo de Albarracín, por otro84. Si las autoridades de esta ciudad ponían especial empeño en que los de Gea no pastaran en sus dehesas, estos también estarán atentos a denunciar cualquier ganado comunitario85. El enfrentamiento debió
alcanzar cotas elevadas en el empleo de la fuerza, pues abiertamente se habla de
tregua entre unos y otros. Cuando se acude a Zaragoza con testigos, a la gente de
la comunidad se le acusará de maltratar a los de Gea86. Además había que contemplar el importante conflicto de jurisdicciones entre ambas instancias, esto es, dilucidar quién debía administrar justicia civil y criminal sobre los vecinos de Gea, lo que
en ocasiones propiciaba la impunidad de los vasallos del conde87.
82
Por ejemplo, alude GARCÍA MARTÍNEZ, S., Valencia bajo Carlos II. Bandolerismo, reivindicaciones agrarias y servicios a la monarquía, Ayuntamiento de Villena, Villena, 1991, p. 24, a la coexistencia de los tipos de bandidaje común en los países mediterráneos —el aristocrático, el popular—
con otros específicos del reino de Valencia: el morisco, las «bandositats» y el bandolerismo urbano.
83
COLÁS LATORRE, G. y J.A. SALAS AUSÉNS, Aragón en el siglo XVI..., óp. cit., p. 13 y p. 92.
84
«Item le fueron contados de cinco días que estuvo en la ciudat cuando se juntó la gente de la tierra
para defender las dehessas, que las querían paçer por fuerça los de Xea…» (ACAL, Secc. III-1,
núm 3, f. 241v [1547-48]).
85
«… pagó al dicho Joan Pérez Toyuela de un día que fueron él y Bartolomé Torres a ver una prenda que abían hecho los de Xea en la Carvonera si era bien prendada…» (ACAL, Secc. III-1, núm
3, f. 251 [1547-48]).
86
«Item pagó a cuatro testigos que fueron a Çaragoça por dar razón a los diputados sobre que nos
imponían que maltratávamos a los de Xea» (ACAL, Secc. III-1, núm 3, f. 259v).
87
ACAL Secc. VII-2.1 núm. 56 [1548-1552].
116
Lo que resulta específico de la violencia entre grupos en esta comarca no
es tanto el carácter étnico de cualquiera de ellos —factor, con todo, importante—
como la presión ejercida por los nobles sobre las tierras en disputa. El recurso a
este tipo de acciones en defensa de un territorio, de una propiedad, podía dar
lugar a enfrentamientos entre parcialidades y fue algo duradero, sobre todo en
tierras fronterizas, con el fondo de la presión de la nobleza sobre baldíos y tierras
comunales, si bien el nivel de violencia ejercido no fue en todos los casos de la
misma intensidad.
La presión del marqués de Moya sobre los entredichos de Muela Gayubosa
provocó largas disputas con la comunidad de Albarracín88. La chispa que aceleró el
proceso ocurrió «senyaladamente en el día y fiesta de señor Sanctiago» de 1523
cuando se produjo el asalto de gente armada sobre las tierras en litigio, segando y
recogiendo lo que otros habían sembrado89.
Las acciones del marqués de Chinchón sobre las tierras limítrofes de la Vega
del Tajo se centraron fundamentalmente en el acoso a los ganados que pacían o transitaban, tomándoles prenda.
Sí tuvo claros tintes de bandería90 característica de fines del siglo XVII la acaecida en otra de las zonas aledañas a la comunidad, como fue la del Rincón de Ademuz.
Los bandidos, considerados como partidarios y seguidores de alguna figura local destacada, enfrentados a otra facción, fueron fuente de conflicto y alarma para la tranquilidad de la tierra. En 1664, la fuerte presión de las autoridades valencianas propició la huida de gran cantidad de forajidos hacia Aragón y Navarra. La persecución de
88
Esta elevación era uno de los límites entre ambos territorios y lo que se cuestionaba era la utilización por los vecinos de Albarracín de una franja de tierra limítrofe entre la Fuente del Berro (provincia de Cuenca) y los Calares, frente a dicha muela. La villa de Moya pretendía demostrar que,
al estar apartado aquel lugar, los vecinos de su jurisdicción tenían «poca conversación [habitación
o morada] por la mucha distancia que allí ay a sus lugares e cassas», mientras que los vecinos de
Albarracín sí tenían casas y tierra de labor cercanas a la tierra en entredicho, pudiéndose aprovechar por tener «continua conversación e uso e se desmandan muchas vezes a entrar en los términos de la dicha villa de Moya e escondidamente aprovéchanse de ellos» (AMAlb, Secc. I-3, núm.
17, f. 88v).
89
Ya en 1520 se había tomado en prenda cierto ganado de gente del Villar del Cobo, lo que motivó
el envío a Cuenca de un comisionado, micer Toyuela, para hablar con el marqués (ACAL, Secc.
III-1, núm. 2, f. 440v).
90
Para la zona valenciana, esas banderías podrían equipararse con las «bandositats»; estas «constituyen un término que aparece en la documentación no siempre con sentido unívoco. Alude, en
principio, al bandolerismo más denso y complejo que el popular, con mayor arraigo local y más
sólidos vínculos familiares, cuyas motivaciones primigenias son los conceptos del “honor” de clan
y la “vendetta” mediterránea, que suponen el salvaje ajuste de cuentas, al margen de la ley, con la
parcialidad enemiga», GARCÍA MARTÍNEZ, S., Valencia bajo Carlos II..., óp. cit., p. 25.
117
las partidas de Matías Domingo y de otro destacado bandido, Joseph Artús91, en tierras fronterizas, desencadenó una respuesta de mayor violencia.
Los conflictos de 1665 entre el señor de Torrebaja, Jaime Ruiz de Castelblanque, y Matías Domingo, de Jabaloyas, provocaron la acción de la justicia que ordenó
la detención de los acusados. Al parecer todo se inició por un asunto de lindes y disfrute de propiedades. El de Jabaloyas tenía una heredad sita en la jurisdicción del
marquesado de Moya y veía usurpadas sus cosechas. El de Torrebaja ya hacía años
que había iniciado su actividad delictiva92. La exposición de los hechos es confusa,
pues lo único cierto son las incursiones continuadas de Castelblanque en las tierras
de Aragón. Mientras la cuadrilla de este parece actuar bajo las órdenes del regidor
de Murcia Francisco Pérez de los Cobos, la de Matías Domingo es integrante o
parte de la de Joseph Artús. No obstante, la actuación de los hombres de Domingo
no deja lugar a dudas sobre la explosión de violencia que generaba el enfrentamiento, no ya con la justicia, sino entre las propias bandas93.
El intento de apresar a Matías Domingo provocó el incendio de la casa
donde se había refugiado, tras cinco días de sitio, lo que originó la inmediata respuesta de este que con veinte hombres armados se quedó con 600 carneros del regidor de Murcia, Francisco Pérez de los Cobos, «con pretexto de resarcir los daños
que le causó el fuego de su casa». Días después dieron muerte al arrendatario del
heredamiento de La Madera y entraron a atemorizar a los vecinos de Salvacañete
que habían participado en su persecución.
Es fácil comprender el desorden y el temor que este tipo de banderías provocaba entre los aldeanos. De nuevo, los aprovechamientos de tierras en disputa provocaban la actuación de bandas al servicio de un noble, a cuyo frente se colocaba
un hidalgo perseguido por la justicia. Lo peculiar de estas actuaciones es la violencia extrema mediante asedios, incendios de casas, asesinatos por venganza y acoso
a las poblaciones con las que se emplean uno y otro bando.
91
Joseph Artús fue uno de los principales bandoleros de la época. Negoció y consiguió su indulto en
1668, a cambio de servir a la monarquía con sus hombres en Nápoles (GARCÍA MARTÍNEZ, S.,
Valencia bajo Carlos II..., p. 189). El recurso al servicio de compañías de bandidos como medio
de obtener tropas para destinarlas fuera de las fronteras peninsulares fue un procedimiento usual.
Véase en este sentido el trabajo de ESPINO LÓPEZ, A., «Recluta de tropas y bandolerismo durante el reinado de Carlos II: el caso de la compañía ilicitana del capitán Gaspar Irles (1677)», Revista
de Historia Moderna, 24, 2006, pp. 487-511.
92
Igualmente, el hidalgo Jaime Ruiz de Castilblanque o Castellblanch fue otro de los bandidos más
destacados del reino de Valencia, al que se le imputaron ciento ochenta y tres asesinatos e infinitos robos. Perseguido desde 1648, fue degollado en la Plaza Mayor de Madrid a los 76 años, en
1672. Ver GARCÍA MARTÍNEZ, S., Valencia bajo Carlos II..., óp. cit., p. 26 y pp. 166-167.
93
Archivo de la Corona de Aragón, CA, Leg. 80.
118
Como puede apreciarse, las zonas de frontera, entre reinos o entre concejos, y las zonas de montaña se constituían en el centro de operaciones de las actividades delictivas, territorios que también favorecían la huida de los bandidos94.
Otras bandas de delincuentes están asociadas, como ya hemos señalado, a
fenómenos de robo de ganado y sus acciones se centran fundamentalmente en el
último tercio del siglo XVI. Por otra parte, son escasas las referencias explícitas
que hemos encontrado a bandidos considerados como salteadores de caminos en
grupo bajo las órdenes de un jefe inmediato. Y no siempre los casos mencionados cabe entenderlos bajo la misma consideración. En muchas ocasiones la acusación de bandoleros era el primer paso para actuar contra un grupo que coyunturalmente se constituía en enemigo de la sociedad. Así, por ejemplo, los
franceses establecidos en la tierra fueron objeto de persecución en momentos
puntuales95.
Es a fines del siglo XVII cuando encontramos mayor número de referencias
sobre los procesos que pone en marcha el procurador astricto respecto a fenómenos del bandolerismo. Uno de estos se refiere, en 1691, a la actuación contra Jusepe Alquezera y Mateo Díaz de Corchera, salteadores de caminos96. En el cuadernillo de cuentas se recoge con detalle la serie de gastos realizados por el astricto
entre los que se encuentran el pago de las cuerdas para atar a los presos, el del
burro en que se llevaron a los azotados, «el refresco que se les dio», el gasto de la
vuelta del verdugo a su casa97, la retribución al cirujano por rapar a los galeotes, el
94
Señalan COLÁS LATORRE, G. y J.A. SALAS AUSÉNS, Aragón en el siglo XVI..., óp. cit., p.
192: «Desde el siglo XI son relativamente frecuentes las noticias sobre la presencia en Aragón de
delincuentes y bandoleros catalanes, gascones y, en menor medida, valencianos. El móvil que impulsa a estas gentes a penetrar en el Reino es normalmente el mismo: escapar a la justicia del país
en que han delinquido, aunque acabará por ser común la figura del bandolero que aprovechará el
hecho fronterizo para actuar indistintamente en dos países limítrofes, cambiando su área de operaciones con relativa frecuencia en función de la intensidad de las campañas represivas». La sierra
de Albarracín es propicia para este tipo de acciones, sobre todo para el tránsito con las tierras valencianas.
95
«… quando fue con el señor justicia a algunos lugares de dicha comunidad ha hazer información
de los receptadores de los vandoleros y a inventariar todos los bienes de los franceses y las deudas
que debían a particulares…»; «… por quatro días que bacó en fuerça de las carta que su excelencia
el señor virrey mandaba que en la comunidad se hizieran pregones contra los franceses y se inventariasen sus bienes y emparases, como por cumplir lo que su excelencia mandava en nombre de
Su Majestad fue a diez lugares…» (ACAL, Secc. III-1, núm.1, ff. 292r–292v [1624-25]).
96
ACAL, Secc. III-1, núm. 5, ff. 311-311v.
97
«Ittem, pidió el berdugo le diese una mula para bolver a Teruel o a Xea, que se le abía puesto mala
la que traía, y le dixe no se hallaba; le di quatro sueldos, se contentó» (ACAL, Secc. III-1, núm. 5,
f. 311v).
119
coste de las cartas de los comisarios que los llevaron a Valencia y la compra de los
grillos para los condenados. En 1696 también se hace mención al gasto que realizaron diversos lugares en la persecución de los bandidos98.
6. DESAFUEROS CRIMINALES
Los concejos se constituían de hecho en la máxima autoridad civil y criminal
sobre los vecinos de su jurisdicción por medio de la figura del juez o justicia ordinario. En la comunidad de Albarracín es el concejo de ciudad y tierra, con representantes de las aldeas y de la villa, los que deliberan a la hora de adoptar medidas excepcionales99.
Este tipo de disposiciones coincidía a su vez con situaciones especiales, como
guerras, disputas entre bandos o aumento del bandolerismo, y se trataba de promulgar la suspensión de ciertos derechos forales con el objetivo de perseguir a los delincuentes con mayor eficacia.
Los desafueros criminales o desaforamientos estuvieron bastante extendidos
por muchos lugares de Aragón ya desde el siglo XVI100, pero es el siglo XVII, como
luego veremos, el de mayor profusión de estas prevenciones excepcionales. Otras
actuaciones más tímidas y a nivel local se intentaron con el mismo fin.
Los desafueros promulgados en el siglo XVI por las autoridades concejiles,
por la Diputación o por los representantes reales en Aragón pretendieron una re-
98
«Mil ciento nueve sueldos y tres dineros que pagó de los gastos de los bandidos que los lugares hicieron en su seguimiento el años pasado» (ACAL, Secc. III-1, núm. 5, f. 485 [1696-97]).
99
Cualquier situación anómala era valorada por las autoridades. En ocasiones, las tensiones políticas
no se expresan explícitamente. En pleno proceso de negociación secreta para aceptar la agregación a los fueros generales de Aragón, el concejo general de 12 de febrero de 1595 recogía unos
acontecimientos que alarmaban a las gentes de la tierra: «… todo dicho concejo concorde, attendido que se entienda que dentro de nuesa tierra y jurisdicción de Albarrazín andan ciertos ombres
disfrazados y mascarados inquietando y alterando la tierra que para fin de abisar y saber esta máquina lo que sea, el señor juez da facultad y comisión a los señores jurados de nuessa tierra para
que dentro de esta nuestra jurisdicción puedan seguir y prender donde que hallaran los tales malhechores y alborotadores de república, a costas de la universidad como es costumbre» (AMAlb,
Secc. I-7, núm. 132, f. 107). Las actas de los sucesivos concejos no vuelven a hablar sobre el
asunto que tal vez pudo ceñirse a un momento puntual.
100
Desaforamientos en Caspe, en 1577, en Jaca, Huesca, Barbastro, Monzón, Tamarite de la Litera,
Sariñena. Ver COLÁS LATORRE, G. y J.A. SALAS AUSÉNS, Aragón en el siglo XVI..., óp.
cit., p. 63, n. 170.
120
presión eficaz del bandolerismo. Para algunos autores, estas medidas se suceden
tan ininterrumpidamente durante todo el siglo que mostrarían tanto la pervivencia
del fenómeno del bandolerismo como la ineficacia de las mismas101. Los particularismos locales y la cantidad de situaciones jurídicas que podían presentarse obligaron a unificar lo criterios de excepcionalidad para comarcas o territorios de amplia
jurisdicción. La renuncia temporal a las libertades forales debía implicar a todo el
reino. Como señalan Colás Latorre y Salas Auséns:
Muchas de las medidas aprobadas en las Cortes de 1585 habían demostrado
ser inaplicables y ello movió a las universidades a escribir al monarca para tratar de
poner en marcha un desafuero general. El sistema, que, como hemos indicado y veremos más extensamente, ya había sido ensayado en distintos momentos y comarcas, no
había obtenido un éxito total, pues los delincuentes podían encontrar su salvación cuando, huyendo de lugares confederados, se refugiaban en territorio de señorío. Para evitar
tal inconveniente los lugares de realengo consideraban imprescindible que los señores
de vasallos, tanto laicos como eclesiásticos, entraran a formar parte de la unión…102.
Se trata de formas de actuar nuevas para esta tierra que se generalizan durante todo el siglo XVII, sobre todo, tras su agregación a los fueros generales del
reino. Había que responder de forma enérgica a épocas o momentos de especial
virulencia en la actividad delictiva o ante situaciones de conflictividad generalizada.
En esas circunstancias se optaba por el llamado «estatuto de desafuero criminal»,
especie de estado de excepción, mediante el cual se restringían las garantías jurídicas y procesales de los reos que hubieren cometido cierto tipo de delitos.
En 1594 el concejo general de la universidad de Albarracín daba instrucciones a su síndico sobre el Fuero de la Unión que se pretendía llevar a cabo para perseguir los delitos. Las autoridades comunitarias se mostraban desconfiadas ante
estas peticiones. En principio se aceptaban las actuaciones previstas en la captura de
delincuentes, pero se insistía en las virtudes de los fueros del reino para proceder
contra aquellos. Se exceptuaba de dicho Fuero de la Unión a todos aquellos ciudadanos y personas que hubieran estado insaculados en los oficios reales o de gobierno,
aunque en ese momento estuvieran desinsaculados, junto a letrados, médicos y notarios, pues «por fuero y drecho, tienen y goçan de muchas prerrogativas». Se expresaba también la oposición a las intervenciones de comisarios, a los nombramientos de jueces ajenos a la comunidad y a la imposibilidad de apresar a personas sin
apellido legítimo y foral, a instancia del procurador astricto, de parte interesada o de
los procuradores de las ciudades y universidades del reino, siempre que no mediara
delito flagrante. Las peticiones continuaban con aspectos puntuales, como el delito
101
Ibídem, p. 206.
102
Ibídem, p. 287.
121
de receptación de malhechores entre padres e hijo o entre hermanos —solicitando
su derogación—, el derecho de asilo en las iglesias, para aquellos casos establecidos
en el fuero y la anulación del delito de ofensas e injurias de palabra103.
Con el paso del tiempo, los estatutos de desafuero criminal se extendieron
por todo el reino y prácticamente calcaron unos a otros los delitos objeto de persecución. Tales medidas ya no se promulgarían a instancias de una autoridad local,
sino que serían decretadas por las autoridades del reino.
El siglo XVII es especialmente pródigo en esos estatutos, como los habidos
en 1615, 1624, 1642 y 1659 en tierra de Albarracín; situaciones que son también
comunes en otros lugares del reino como el estatuido en la ciudad de Zaragoza en
1624, en Caspe en 1696 ó los promulgados para la comunidad de Teruel en
1608, 1621, 1626, 1630, 1640 y 1655104.
Entre septiembre y diciembre de 1614 se recibían en Albarracín tres pregones del marqués de Gelves, capitán general de Aragón. En el primero de ellos se
prohibía sacar materiales susceptibles de ser empleados en la guerra; un segundo
hablaba sobre la necesidad de proveerse de un estatuto criminal contra delincuentes y el nombramiento en cada pueblo de personas para perseguirlos; y un tercero
solicitaba información sobre la situación de las haciendas de la universidad y señalaba expresamente la prohibición de cargar nuevos censales105.
El acuerdo era adoptado en la sesión del Concejo General de 11 de octubre
de 1615106: «Et otrosí el dicho concejo de la dicha ciudad y comunidad concorde,
queriendo prevenir del remedio necesario en los delictos que se cometen de cada
día en dicha universidad mandaron y determinaron que dicha universidad se desafuere y quede desaforada según que de hecho se desaforará en los casos y de la
manera que el señor don Miguel Martínez, jurado mayor de la dicha çiudad y micer
Sebastián de Utienes, reglarán y ordenarán…»107.
103
AMAlb, Secc. I-7, núm. 132, ff. 23-24.
104
LATORRE CIRIA, J.M., Los fueros..., óp. cit., p. 170.
105
AMAlb, Secc. I-7, núm. 139, ff. 71-76v.
106
Resulta cuando menos llamativa la dilación en adoptar el estatuto criminal. Ya con fecha 10 de diciembre de 1614 se lee en concejo general el pregón del marqués de Gelves, lugarteniente y Capitán General del Rey en Aragón, que lleva fecha del 8 de noviembre: «Porque tenemos relación que
en esas partes se han cometido diversos delitos y que muchos de ellos están por castigar y algunos
sin acusar (…); y de oy más tendreys partycular cuidado de castigar qualquiere delicto que se cometiere haziéndolo con tanta brevedad que sea exemplo público; y para hazerlo mejor y sin estorvo otorgareys estatutos criminales…» (AMAlb, Secc. I-7, núm. 139, f. 75).
107
AMAlb, Secc. I-5, núm. 83, ff. 5r-5v.
122
El día 18 del mismo mes se redactan las condiciones del desafuero. En primer lugar se fundamentaba la adopción de tan excepcional medida por los crímenes y delitos graves que desde septiembre de 1613 se habían venido produciendo y
quedado impunes. Se expresaba también el temor ante el hecho de que los delincuentes venidos de fuera de la comunidad quedaran sin rápido castigo por las peculiaridades del fuero. Por todo ello, el concejo se desaforaba para castigar los delitos
cometidos o por cometer, desde el 29 septiembre de 1613 hasta el 1 de enero de
1617108. La acción retroactiva de las penas a aplicar parece mostrar un estado de
alarma ante criminales confesos que, en uso de garantías jurídicas particulares, dilatarían en exceso el cumplimiento de sus penas.
A continuación se detallaban los delitos objeto del desafuero: crimen de lesa
majestad, falsificación de moneda, falsificación de documento público, pecado nefando; destrucción de castillos, lugares o casas; incendio de casas, mieses o heredades;
despoblación de campos hecha con dolo o malicia109; la muerte de ganados110; raptores de mujeres, viudas, doncellas o casadas; raptores de personas libres; salteadores
de caminos; ladrones111, brujos o brujas, testigos falsos, violadores, asesinos, personas de mala vida y fama, cuatreros; resistencia a la autoridad; los que pasen caballos
o municiones de guerra a Francia o Béarn112; los que reclamen libertad o promuevan
sediciones o motines; los que hagan pasquines o libelos; los que hieran con arcabuz,
pedreñal o ballesta; las personas infamadas de los delitos sobredichos; los encubridores de ladrones; los que cambien de hábitos o anden disfrazados en despoblado.
Tras la enumeración de delitos, se insistía sobre el objeto del desafuero criminal:
Ittem contra qualesquiere persona o personas que hubieren cometido o cometieren qualquier de los sobredichos delictos en otras parte y lugares, así del presente
reyno de Aragón como fuera de él, y si vinieren o vendrán a receptar a la pressente ciudad o a los lugares de su jurisdicción, por lo qual el dicho Concejo General concorde estatuyó y ordenó que qualquier persona de qualquier grado, ley o condición que sea […]
sea procedido contra el dicho delinquente y se pueda proceder durante el tiempo del
presente desafuero, a saber, por vía de inquisición hecha ex officio o denunciación, demanda o en otra qualquiere manera que mejor parecerá o bien visto será…
Después se detallaban ciertas garantías procesales para los acusados: se les
había de dar abogado y procurador para su defensa, así como copia de los cargos y
108
AMAlb, Secc. I-5, núm. 83, ff. 10r y ss.
109
Siempre que el daño cometido exceda los 50 sueldos.
110
Siempre que el daño cometido exceda los 40 sueldos.
111
Siempre que no lo sean de fruta u hortalizas, como está dispuesto por fuero.
112
A los que se les podrá imponer la pena de muerte.
123
de las declaraciones y nombres de los testigos, evitando igualmente cualquier tipo
de tortura.
Un tribunal especial de jueces se constituiría mientras durara el tiempo del
desafuero. Estaba formado por el justicia de ciudad y tierra o su lugarteniente, por
el jurado mayor de la ciudad o su lugarteniente, el procurador general de la ciudad
y el mayordomo de la misma. Por la comunidad de aldeas se nombraba específicamente a Juan Clavero, de Royuela, sin hacer mención de su cargo, aunque en nominaciones posteriores de estos tribunales vemos que se trata del procurador general de la comunidad en ejercicio de su mandato.
Este tribunal podía condenar a los delincuentes que hubieran cometido alguno de los delitos antes expresados a una serie de penas que el documento detalla:
muerte natural, azotes, galeras, mutilación de miembro, destierro perpetuo o temporal «o en otras penas arbitrarias a ellos bien vistas», penas cuya ejecución debía
hacerse inexcusablemente dentro de la ciudad de Albarracín. Contra sus sentencias
no cabía apelación alguna.
El día 25 de octubre se procedía a la publicación con pregón del decreto de
desafuero:
Eodem die et loco, en la plaça de la presente ciudad, yo, Antonio Monterde,
notario y escribano de la sala de los señores jurados y por mandamiento del Ilustre
señor Francisco Valero, Justicia de la dicha ciudad, Juan del Puerto, nuncio y corredor público de la dicha ciudad y del dicho señor Justicia, haviendo mucha congregación de gente en la plaça de dicha çiudad pregonó y publicó el desafuero criminal
hecho y ordenado por el Concejo General de la dicha çiudad y sus aldeas, de todo lo
qual el infraescripto notario y escribano hiçe y testifiqué acto público…
Otros desafueros criminales en el siglo XVII, como el estatuido el 17 de febrero de 1642113, se halla inmerso dentro de los condicionantes de la guerra con
Cataluña, con la petición de donativos y soldados, la hacienda de la universidad exhausta y la población grandemente disminuida, aunque no se debe negar una
mayor incidencia de los delitos. Los motivos del desafuero, que tendría validez
mientras no se revocara, insistían en una situación parecida:
Attendido de cada día se suceden y se cometen en esta ciudad y su tierra
muertes, latrocinios, robos y otros graves y muy atroces delitos cuya punición y castigo no se pude consiguir con la brebedad y prontitud que es justo por la largueza de
términos y tiempos, multiplicación y variedad de deffensiones, diffuxios y dilaciones
que de fueros y observancias del presente reyno de Aragón proceden, para remedio
y castigo de esto y para reprimir en lo benidero la ossadía, audacia y frecuencia de
113
AMAlb, Secc. I-5, núm. 41, ff. 66-68v.
124
delinquir, en virtud del poder y facultad que para ello tienen y les compete y ussando
de él, en las mejores vía, modo et forma que hacerlo pueden y deven, hacen y otorgan el presente estatuto criminal de desafuero y con efecto se desafueran contra
todas y qualesquiere personas delincuentes assí naturales de la presente ciudad y de
su tierra y aldeas como estrangeros de ellas…
Los estatutos criminales también se formalizaban ante situaciones concretas.
Aprovechando el desafuero del mes de febrero, se otorgaba otro en marzo contra
los soldados desertores de la guerra de Cataluña:
… los grandes daños e inconvenientes que en los exércitos, armas y armadas
de Su Magestad se causan con la fuga y deserción de los soldados de a pie y de a cavallo que de aquellos de cada día se vienen, dexando y desamparando sus banderas y
estandartes. Y assí mismo del perjuycio grande que se hace y comete encubriendo,
amparando y favoreciendo o ayudando a dichos soldados fugitivos en dicha su fuga y
deserción (…) se desafueran, hacen y otorgan el presente estatuto criminal de desafuero contra qualesquiere soldados de a pie y de a cavallo que fugitivamente se binieren
de qualesquiere ejército o exércitos de Su Magestad, siendo hallados dentro la presente ciudad y su tierra, término y districto de ella. Y assí mismo contra qualesquire
perssonas, así naturales como estrangeras de ellas, y aun del presente reyno de Aragón, que a dichos soldados assí fugitivos ayudaren, encubrieren, favorecieren o en
otra cualquier manera auxiliaren y socorran en dicha fuga y deserción…114.
Se autorizaba a cualquier persona a proceder a la captura de los desertores,
estableciéndose un sistema de recompensas para delatores y captores, estableciéndose la validez del desafuero por un tiempo de cuatro meses.
Otro desafuero criminal, de duración indefinida, se promulgará en 1659115.
CONCLUSIONES
La justicia penal de la comunidad de Albarracín reacciona fundamentalmente
ante dos tipos de delito: los que atentan contra la propiedad y los que atentan contra la vida de las personas. La defensa del bien común y la paz pública eran los
fines que, plasmados en las sucesivas ordinaciones, promovían las autoridades de la
tierra. Los ataques a esos dos intentos tienen origen en causas heterogéneas y a
menudo cambiantes con el paso del tiempo.
114
AMAlb, Secc. I-5, núm. 41, ff. 72-72v.
115
AMAlb, Secc. I, núm. 57, f. 264.
125
Así, por ejemplo, los problemas de delincuencia, causa o efecto de los avatares políticos, alarmaban a una sociedad que debió sentir la vorágine de sucesos
hasta el momento no vistos y a los que se hizo frente con decisión y firmeza. Los
efectos que las «alteraciones» —cuyo origen está en el enfrentamiento de la ciudad
y tierra con la monarquía— pudieron causar en la dinámica delictiva son difíciles de
rastrear, pero, sin duda, contribuyeron a favorecer un clima de perturbación de la
paz pública. Por otra parte, la violencia interpersonal de origen no especificado era
algo a lo que las gentes de esta tierra estaban habituadas. Tampoco el encuentro
con la muerte era algo extraordinario, aunque sí causara inquietud y aflicción. Esa
violencia de carácter casi estructurante junto con el enmascaramiento producido
por la que tiene un origen político hacen volver los ojos del investigador hacia fenómenos más nítidos en cuanto a sus manifestaciones, como el bandolerismo o la actuación de ciertas minorías, aunque no tanto respecto a sus causas.
La comunidad de Albarracín dirige sus acciones hacia ese tipo de fenómenos
delictivos junto con los relativos a las muertes violentas.
El castigo de los delitos era tanto más activo cuanto menores eran los lazos
que unían al delincuente con la tierra. Dicho de otra manera, el miedo al otro y al
extraño (gitanos, franceses, vizcaínos, moriscos…) provocaba mayor e inmediata
reacción de la justicia. Partiendo de la premisa anterior, el miedo y la prevención
resultaban superiores si los delincuentes se organizaban en grupo, tanto por la naturaleza de sus componentes como por el daño efectivo de sus acciones (robos de
ganado, incendios, asesinatos, miedo en la población…).
La normativa contra la prevención de delitos se perfecciona y precisa durante
todo el siglo XVII, tanto en la sucesiva promulgación de estatutos de desafueros criminales como en las ordenanzas de gobierno de la comunidad. También se afina en el
modo de actuar en la persecución y castigo de los reos a lo largo de ese siglo, no solo
en cuanto a los encargados directos de administrar la justicia, sino respecto a los habitantes que deben colaborar en la detención y castigo de malhechores. A medida que
los particularismos forales y la fragmentación administrativa van desapareciendo, las
medidas legales contra la delincuencia se extenderán de manera uniforme a todo el
territorio aragonés. La comunidad de Albarracín participará plenamente de esas órdenes que, a menudo, se dictan no ya desde el propio concejo general de ciudad y tierra —si bien todavía han de aprobar su puesta en práctica—, sino a instancias de las
autoridades aragonesas. En definitiva, legislación, punición y policía serían los pilares
básicos que, perfeccionados con el paso del tiempo, constituirían la base de la acción
de la justicia penal en la prevención y represión de los delitos.
126
LOS ESTATUTOS CRIMINALES
Y DESAFUEROS EN EL ARAGÓN
DE LOS SIGLOS XVI Y XVII
Jorge del Olivo Ferreiro
«El Estado tiene como fin procurar el bien común, la paz de la ciudad y el
orden. La paz que es la tranquilidad del orden».
(Agustín de Hipona)
INTRODUCCIÓN
Ese orden debía buscarse en la Monarquía Católica a través de las distintas
identidades jurídicas que se mantuvieron en los antiguos reinos, principados y señoríos; por lo que se diferenciarán las medidas que se tomen en Vizcaya de las de Cataluña, Valencia, Navarra, Castilla y el propio Aragón en el tumultuoso paso de la
Edad Media a la Edad Moderna.
Las principales causas de esa conflictividad social son, de una parte, el que la
monarquía todavía no es el poder central encargado de mantener la paz en el conjunto del territorio —atribución que comparte en este momento con las ciudades y
villas libres del realengo y los distintos señoríos laicos y religiosos que se encuentran diseminados a lo largo y ancho del reino—. Por otra, las contradicciones propias del sistema feudal se ven catalizadas hacia la crisis por los efectos del crecimiento económico de la centuria: ya no es operativo un modelo de relaciones
sociales organizadas en torno a la existencia de tres estamentos —eclesiástico,
noble y campesino— y los pactos señor-vasallo que se puedan establecer entre sus
miembros; ya no se puede mantener una organización del trabajo que supone que
127
el noventa por ciento de la población mantenga al restante diez por ciento privilegiado. Sobre todo, desde el renacer que vive la ciudad en el Occidente europeo en
el siglo XV y, con él, la aparición de un grupo social ajeno al pacto que en los siglos XI y XII había dado lugar a la situación anterior y que estará llamado a acabar
con ella: la burguesía.
En este contexto, los primeros bandidos de la centuria salen a los caminos
en busca de los recursos que les niega la tierra y la sociedad. Su principal móvil es
la subsistencia: cuando los malos años agrícolas se suceden, el número y la actividad de los delincuentes crecen desmesuradamente. De esta manera, en el primer
tercio del siglo XVI, la delincuencia no estaba todavía organizada y solo aparecen
algunas cuadrillas de malhechores constituidas por personas de distintos lugares
que estaban al margen de la ley, particularmente en la montaña y el Somontano
oscense, donde la irregular orografía pone de manifiesto más claramente las causas de la pobreza de un país de altas cumbres y de depresiones desérticas, de tierras arrugadas en barrancos desnudos, batidas por el viento y castigadas por un
clima duro e inhóspito. Pero esto no significa en modo alguno que nos encontremos ante la forma de revuelta social que Hobsbawn denominaría «legitimismo populista»: no sería nuestro caso el de un levantamiento limitado contra una injusticia local, como la introducción de un nuevo impuesto o el alza desmesurada de
uno ya en vigor1.
A partir de entonces, la delincuencia y el término bandolero se generalizarán a lo largo y ancho de la geografía aragonesa, llegándose a poner en serio riesgo el marco normal de una pacífica convivencia, de manera que las autoridades
concejiles —en el marco de las amplias atribuciones que tienen en la época, entre
las que también se encuentra el mantenimiento del orden público— se ven obligadas a actuar de manera extraordinaria: en primer lugar, persiguiendo y poniendo
en fuga a los malhechores; en segundo lugar, promulgando estatutos criminales
cuando los brotes eran especialmente virulentos, como los que se dan a mediados
de siglo, en la década 1562-1572 y después de 1580. Conviene destacar cómo se
tratan estos casos de situaciones en los que la justicia ordinaria, que se ocupa de la
delincuencia en sus niveles tolerables, se ha visto desbordada y se da cuenta de que
la violencia ha crecido más de lo permisible.
Nada hay que explicar al lector sobre los medios que se pusieron sobre la mesa
para la persecución y puesta en fuga de los delincuentes en general, bandoleros en
particular, promovidos a nivel del reino, porque consistieron en la financiación de destacamentos de hombres armados que hicieran frente a cuadrillas de montañeses o de
1
DOWSE R. E. y J. A. HUGHES, Sociología política, Alianza Universidad, Madrid, 1975, p. 147.
128
bandoleros, como sabemos que sucedió en el caso de Lupercio Latrás o el condado
de Ribagorza2, dos incidentes que tuvieron la suficiente categoría como para turbar
por sí solos el normal discurrir de la vida política en el Aragón de aquellos años y que,
bien conocidos y estudiados, sirven para ilustrar los extremos hasta los que se vieron
obligadas a actuar las diversas instancias e instituciones del reino para preservar la
paz social y el orden.
A nivel local, los concejos promulgaron verdaderos estados de excepción —situaciones oficialmente declaradas de grave inquietud para el orden público— que implicaron la suspensión de las garantías forales. Este acto se conoce en el Aragón
moderno como desaforamiento criminal y se recoge en los diversos estatutos criminales que se promulgan en las distintas villas y ciudades del reino. En palabras de
Manuel Gómez de Valenzuela3:
El desaforamiento constituía una renuncia de los concejos a los preceptos
procesales y procedimentales del ordenamiento jurídico aragonés para poder proceder rápida, eficaz y fulminantemente contra diversos delincuentes… Debe destacarse
que no entrañaban renuncia a todos los Fueros: los penales seguían en vigor y en la
enumeración de los casos a los que se aplican estas normas desaforadas, los estatuyentes siguen muy de cerca, e incluso con la misma terminología, los textos forales…
Esta renuncia facultaba a los jueces del lugar a proceder sin traba ni norma jurídica
alguna, solamente atendiendo a su conciencia.
Esta liberalidad en la manera de actuar que se le permite al juez del lugar es
ajena al espíritu que preside el ordenamiento jurídico aragonés y por eso se limita:
en primer lugar, se recoge por escrito y, a continuación, sufre sucesivas modificaciones, todo ello encaminado a aumentar las garantías del acusado durante el procedimiento judicial llevado de esta especial manera4.
Esta situación, que acabo de describir, es impensable en el caso castellano
porque la figura del corregidor tiene aparejadas funciones de gobierno, judiciales y
militares. En mi opinión, estas últimas son la clave del éxito de la institución en el
2
COLÁS LATORRE, G. y J. A. SALAS AUSÉNS, Aragón en el siglo XVI. Alteraciones sociales
y conflictos políticos, Departamento de Historia Moderna, Zaragoza, 1982, pp. 311 y ss.
3
GÓMEZ DE VALENZUELA, M., Estatutos y Actos municipales de Jaca y sus montañas (14171698), Institución Fernando el Católico, Zaragoza, 2000, pp. 16-17.
4
Al respecto contamos con el testimonio de Lupercio Leonardo de Argensola, quien afirma que: «Algunas naciones aman tanto el castigo que, porque ningún delito quede sin él, dan manos libres a los
jueces; […] en otras naciones […] dicen que un hombre sin límites es bestia fiera y que quieren más
que se salven muchos culpados que no que un inocente padezca», como es el caso del Aragón del
momento. LEONARDO DE ARGENSOLA, L., Información de los sucesos del reino de Aragón
en los años de 1590 y 1591, 1604 (reed. GIL PUJOL, X.), Zaragoza, 1991, pp. 66-67.
129
mantenimiento del orden público en las ciudades del vecino reino5. Este y otros
muchos aspectos de la institución creada en las Cortes de Alcalá de 1348 se pueden conocer mejor a través de la obra de Jerónimo Castillo de Bobadilla Política
para corregidores6, de los cuales paso a reseñar los más interesantes y mejor relacionados con el objeto de este estudio.
En un primer momento, la provisión de estos cargos la efectuaban los
ayuntamientos de cada lugar, aunque a partir del reinado de los Reyes Católicos
su nombramiento pasa a ser competencia de los monarcas, una vez escuchado el
Consejo de Castilla. De acuerdo a esas funciones de gobierno que se mencionaban anteriormente, el corregidor es alcalde y debe encargarse de las construcciones públicas, de la provisión de depósitos y de agua, de pan cocido, de los abastos
y las tasas, de la limpieza de las calles… Pero, en opinión de Castillo de Bobadilla,
la función principal del corregidor es la de juez, porque a través del cumplimiento
de la ley se llega a la justicia7. Y esa ley que el corregidor debe aplicar se encuentra preferentemente en la costumbre, el Derecho real y los fueros municipales y,
de manera suplementaria, en las Partidas, el Derecho romano y el Derecho canónico8.
No se menciona en ningún caso la posibilidad de adoptar medidas excepcionales en el campo legislativo porque, en primer lugar, el tormento ya es un recurso
normalmente aceptado en la Corona de Castilla para averiguar la verdad en los de-
5
«Pero fue sobre todo al famoso corregidor a quien se le debe atribuir principalmente la transformación de Castilla de una de las sociedades más facciosas de la Europa moderna en una de las más
cumplidoras de la ley». CASEY, J., España en la Edad Moderna. Una Historia Social, Biblioteca
Nueva-Universitat de València, Valencia, 2001, p. 276.
6
CASTILLO DE BOBADILLA, J., Política para corregidores y señores de vassallos, en tiempos
de paz y de guerra, y para jueces, eclesiásticos y seglares, y de sacas, aduanas, y de residencias, y sus oficiales, y para regidores y abogados y del valor de los corregimientos y gobiernos
realengos y de las órdenes, Madrid, 1597. Se ha consultado la reedición de 1759 realizada en la
madrileña imprenta de Joaquín Ibarra.
7
Ibídem, L. II, c. II, n.º 4. En esta prevalencia de la función judicial sobre la ejecutiva puede pesar
la biografía del autor que ejerce el cargo de teniente de corregidor en Badajoz el mismo año de su
licenciatura en cánones por la Universidad de Salamanca, para pasar a ser a continuación él
mismo corregidor en Soria y Guadalajara. LABRADA RUBIO, V., J. Castillo de Bobadilla. Filosofía jurídica y política, Pamplona, 1999, pp. 14-15.
8
Para lograrlo, Castillo de Bobadilla describe de la siguiente manera las cualidades que ha de tener
la persona que desempeñe el cargo: «… Y estas son calidades del Corregidor que instruymos; en
que se incluye la urbanidad, la fortaleza, y la justicia, y prudencia, y templanza, y modestia, de
que ha de usar, sin que falte alguna destas virtudes; porque según Platon, si faltase alguna, causaría la disonancia que una cuerda destemplada causa en la musica, aunque las otras esten acordes
y unísonas». CASTILLO DE BOBADILLA, J., Política para corregidores…, óp. cit., L. III, c.
XII, n.º 3.
130
litos más atroces9; en segundo lugar, porque mediante sus atribuciones militares
puede dirigir los efectivos que residan en sus ciudades o convocar a gentes armadas
en su lugar y, en tercer lugar, porque la Santa Hermandad es la institución encargada de colaborar en la persecución de los delincuentes fuera de la ciudad y su
alfoz, fuera del término municipal y las tierras que dependen directamente de ella.
Respecto a los estatutos criminales que se promulgan en Aragón a lo largo de
los siglos XV, XVI y XVII, objeto de estudio en el presente trabajo10, sí que se pueden
añadir toda una serie de consideraciones como tipo documental que se van a ir desgranando de la mano de los Estatutos Criminales de furtis et aliis criminibus establecidos y ordenados por la ciudad de Calatayud el año 1487 con las adiciones
hechas en 1520, 1534, 1544, 1595 y 160311: la respuesta bilbilitana a los problemas de (in)seguridad que en momentos puntuales a lo largo de los siglos XV, XVI y
XVII afectan a la vida municipal. Ese será el tercer apartado de un trabajo que comenzará presentando, en primer lugar, los desafueros criminales para el conjunto del reino
aragonés, para pasar a tratar con mayor detenimiento el caso zaragozano después.
LOS ESTATUTOS CRIMINALES Y DESAFUEROS EN EL ARAGÓN MODERNO
«La ley (penal) es un fenómeno cultural al igual que el delito que persigue y
que condena… La aplicación del Código Penal no se reduce a proporcionar parámetros de castigo para determinadas infracciones; es, también la legitimación de
los sentidos sociales que se otorgan a los valores humanos más preciados, en tiempos y lugares históricamente determinados»12.
9
Ibídem, L. II, c. XXI, n.os 151 y 152.
10
GÓMEZ DE VALENZUELA, M., «El estatuto de desafuero criminal de Valderrobres (1641)», Ius
Fugit, 2, 1993, pp. 165-180; Los estatutos del valle del Tena (1429-1699), Zaragoza, 2000; Estatutos y Actos municipales…, óp. cit.; Derecho municipal aragonés. Estatutos, actos de gobierno y contratos (1420-1786), El Justicia de Aragón, Zaragoza, 2003. Archivo Municipal de Zaragoza
(en adelante, AMZ), caja 7883, sig. 127-14, Copia del estatuto hecho por la ciudad contra los
que cometiesen delito y llevasen armas prohibidas (1558); AMZ, G 9121, Estatuto y desafuero
criminal hecho por la ciudad de Çaragoça a quatro de noviembre del año 1633; AMZ, caja
7805, sig. 55-30, Sobre que no se impida al dr. Zamora entrar en suertes en compañía de los
demas Consejeros por las causas contenidas en el estatuto y desafuero criminal del año 1662.
11
Estatvtos Criminales de furtis et aliis criminibus establecidos y ordenados por la ciudad de
Calatayud el año 1487 con las adiciones hechas en 1520, 1534, 1544, 1595 y 1603. Biblioteca José Sinués, fondo Jarque de Moncayo, H 2-155. Quiero agradecer a todo el personal de la
misma la atención y facilidades que me brindaron para su consulta.
12
KALINSKY, B., «Antropología y Derecho Penal. Un camino transitable con cautela», Moebio, 16,
marzo 2003, http://www.moebio.uchile.cl/16/kalinsky.htm (consulta, 17-V-2007).
131
Esta cita de Beatriz Kalinsky, directora del argentino Centro Regional de Estudios Interdisciplinarios sobre el Delito, es la referencia desde la que se han trabajado los estatutos criminales y desafueros de Barbastro de 1568; de Calatayud en
1487 y 1520; Jaca de 1483, 1571, 1579 y 1592; los del valle de Tena de 1525,
1660 y 1691; y los de Zaragoza de 1558, 1633 y 1662: desde la creencia de que
son un reflejo de la preocupación de las distintas opiniones públicas locales o, al
menos, el de sus élites dirigentes que, como se ha señalado anteriormente, son las
que se encargan de promulgarlos desde que la asamblea vecinal fue sustituida por
un concejo más reducido. Es lo que Michel Foucault denomina «regla de la especificación óptima»13:
Para que la semiótica penal cubra bien todo el campo de los legalismos que se
quieren reducir, se necesita que estén calificadas todas las infracciones; es preciso que
se hallen clasificadas y reunidas en especies que no dejen escapar ninguna de ellas.
Se hace, por lo tanto, necesario un código, y un código lo suficientemente preciso
para que cada tipo de infracción pueda estar en él claramente presente. Se debe evitar que, en el silencio de la ley, se precipite la esperanza de impunidad.
La lamentable pérdida de la totalidad de los fondos de la Audiencia Real de
Aragón, y de la mayor parte de los que se refieren a la aplicación de la justicia en
instancia local de las poblaciones aquí estudiadas, imposibilita poder conocer la
aplicación real de estos códigos. En cambio, fijando la atención en el articulado de
estos estatutos criminales y en los delitos que en ellos se persiguen, se va a tratar
de encontrar esos tipos de infracción detallados de manera tan precisa que se puedan relacionar con los tipos de acontecimientos que en la vida diaria turbarían especialmente la paz de la ciudad y el orden. Pero antes me gustaría realizar una
apreciación geográfica sobre las poblaciones que se dotan de estos instrumentos
jurídicos.
Ateniéndonos a la localización de estos municipios —con la excepción de
Zaragoza—, se puede señalar cómo todas ellas están situadas en la frontera con
otros territorios: Castilla, Francia y Cataluña14. Mientras que Francia y la Corona de
Castilla eran Estados extranjeros, conviene señalar que Cataluña, siendo un principado perteneciente a la Corona de Aragón, de resultas de la particular manera en
que se había producido la unión de los territorios que la conforman, mantenía su
13
FOUCAULT, M., Vigilar y castigar, Siglo XXI, Madrid, 1998, 102 y ss.
14
Calatayud se sitúa en la principal vía de comunicación con la Corona de Castilla —el denominado
«Camino Real»— a 45 kilómetros de «la Raya», la frontera; Jaca, al norte del reino, tan solo dista
25 kilómetros de Francia y en el valle de Tena se localiza el mismo límite natural con nuestro vecino del norte —el pico Portalet—; y, por último, Barbastro se encuentra a 43 kilómetros de Cataluña. Todas estas distancias geográficas han sido medidas en línea recta mediante el sistema de información geográfica del Gobierno de Aragón SITEAR.
132
personalidad jurídica y su independencia legal. Ese era precisamente el «amparo»
que buscaban las cuadrillas de bandoleros: la impunidad que suponían jurisdicciones
ajenas porque rara vez se perseguía a los delincuentes más allá de la frontera de
estos territorios soberanos a pesar de compartir la persona de su monarca. El caso
de Zaragoza sería distinto. Situada ligeramente al norte de un hipotético centro del
reino, por su parte es la única ciudad que realmente es merecedora de ese título
atendiendo a los diferentes criterios que se puedan establecer para la época15.
La primera serie de consideraciones va a estar en relación con la tipología
de los delitos16 que se persiguen de una manera literalmente desaforada en las distintas poblaciones que se han tenido en cuenta para el estudio, siendo consciente
de que es posible que el repertorio de fuentes utilizado para realizar el presente trabajo pueda verse aumentado de la mano de una consulta pormenorizada de los
fondos documentales que se conserven en otros archivos municipales aragoneses
que fuesen en su día poblaciones de realengo.
Fijando la atención en el cuadro 1, se puede observar cómo las categorías
que agrupan un mayor número de tipo de delitos son estas tres: político, honestidad y patrimonio, que por sí solas suponen el sesenta por ciento del total —153 de
253—. Los delitos de tipo político están fundamentalmente relacionados con la alteración del orden público. Los principales casos que se consideran en esta categoría son «Traición, revuelta y sedición», «Alteración del orden público y asociación ilícita» y «Contra las buenas costumbres». Los relacionados con la desviación de la
conducta de los vecinos respecto la moral cristiana, católica y contrarreformista son
los agrupados en torno a la honestidad, siendo la violación, el adulterio y la prostitución, junto al amancebamiento, los casos que más a menudo se especifican en
los diversos desafueros criminales estudiados. Por último, los delitos perpetrados
15
La referencia clásica de DE VRIES, J., La urbanización de Europa 1500-1800, Crítica, Barcelona, 1987; cuenta con una revisión acerca de las reflexiones desde las que abordar el fenómeno urbano en la Edad Moderna por parte del mismo autor en el artículo «La ciudad en su contexto»,
Manuscrits, 15, 1997, pp. 207-220.
16
La taxonomía de delitos que manejo es la siguiente: religiosos y la defensa de la religión católica
(apostasía, herejía, blasfemia, hechicería y delitos análogos, violación de iglesias, muerte o lesiones
al clero); políticos (traición, revuelta y sedición; alteración del orden público y asociación ilícita y
contra las buenas costumbres); en el ejercicio de las funciones públicas (prevaricación y cohecho);
de falsedad (falsificación de moneda, de documentos públicos y privados, de pesas y medidas);
contra la administración de justicia (acusación y denuncias falsas, perjurio y falso testimonio, quebrantamiento de condena); corporales (homicidio, aborto, castración, mutilación, lesiones); contra
la honestidad (rapto, violación, adulterio, estupro, incesto, amancebamiento, bigamia, sodomía,
prostitución y rufianismo); contra el honor (injuria y calumnia); patrimoniales (hurto, robo, incendios y otros estragos, alzamiento de bienes y usura).
133
134
1
2
0
4
4
12
Valle de Tena, 1660
Valle de Tena, 1691
Zaragoza, 1558
Zaragoza, 1633
Zaragoza, 1662
TOTAL
Elaboración propia
1
Valle de Tena, 1525
0
Jaca, 1571
0
0
Jaca, 1483
Jaca, 1592
0
Calatayud, 1520
0
0
Calatayud, 1487
Jaca, 1579
0
Barbastro, 1568
Religioso
57
10
7
2
7
6
1
4
6
6
1
2
2
3
Político
27
5
8
0
5
1
0
2
0
0
0
3
3
0
Falsedad
29
5
3
0
3
3
0
4
4
2
0
2
2
1
Admón.
de Justicia
25
5
3
0
4
2
1
2
1
0
2
2
2
1
46
13
10
0
4
2
0
2
1
0
2
6
4
2
50
7
7
0
5
6
0
3
3
0
4
7
7
1
Corporal Honestidad Patrimonio
Cuadro 1. Conjunto de delitos especificados por tipos para cada uno de los estatutos criminales
6
1
2
1
0
0
0
0
0
0
0
1
1
0
Honor
1
0
0
0
0
1
0
0
0
0
0
0
0
0
Ejercicio de
funciones
públicas
253
50
44
3
30
22
3
17
15
8
9
23
21
8
TOTAL
contra el patrimonio en sus más diversas formas, desde el hurto y el robo hasta el
incendio o la usura, aparecen mencionados hasta en cincuenta ocasiones.
Ahora llega el turno de estudiar cómo evoluciona para el conjunto del reino
y a lo largo del tiempo el número de delitos que se especifican en los distintos estatutos criminales de acuerdo a la taxonomía que se ha utilizado en el presente trabajo, y para eso voy a servirme del cuadro 2.
Cuadro 2. Evolución cronológica de los tipos de delitos
Religioso
Político Falsedad
Admón. Corporal Honestidad Patrimonio Otros17
de Justicia
1450-1500
0
10
10
7
13
20
37
3
1500-1550
4
12
12
8
12
22
26
4
1550-1600
0
40
4
22
8
10
14
2
1600-1650
9
16
18
7
7
22
16
5
1650-1700
7
22
11
11
11
18
18
2
Elaboración propia (datos en %)
El primer dato que hay que considerar es que ninguna de las tres categorías
de delitos que anteriormente aparecían en más ocasiones especificados —político,
honestidad y patrimonio— se encuentran en su máximo absoluto al final del siglo
XVII. Paso a realizar una serie de consideraciones respecto a cada uno de ellos.
En lo que se refiere a los que tienen por objeto el mantenimiento del orden
público, se puede considerar que se encuentra en la parte templada del termómetro que mediría la paz social en el conjunto del territorio aragonés, una vez pasados
tanto el virulento fin del siglo XVI para el reino —la rebelión de Aragón18 es el epílogo de una serie de graves incidentes tanto del orden público como es el caso de
los sucesos que se producen en el condado de Ribagorza, el señorío de Ariza y en
las baronías de Ayerbe y Monclús; como del orden político en las Comunidades de
Teruel y Albarracín por el mantenimiento de los fueros en esos territorios— como
17
Bajo la denominación de «Otros» se agrupan aquellos delitos contra el «honor» y en el «ejercicio de
las funciones públicas».
18
Ya se cuenta para su conocimiento con la tesis doctoral de GASCÓN PÉREZ, J., La rebelión aragonesa de 1591, Universidad de Zaragoza, Zaragoza, 2001.
135
mediados del siglo XVII para el conjunto de la Monarquía Universal Católica —dentro de ese annus horribilis para Felipe IV que es 1640 hay que destacar la guerra
con Cataluña que tanto afecta a Aragón como reino limítrofe.
En cuanto a los relacionados con el «patrimonio», se puede señalar cómo tienen su máximo absoluto en la segunda mitad del siglo XV, pasando a descender
paulatinamente hasta mediados del siglo XVI para tener un ligero repunte prolongado a lo largo del siglo XVII.
¿Se puede achacar solamente a la promulgación de los estatutos criminales
su reducción? No.
Sin descartar que pueda tratarse de una cuestión «nominalista», en la que
se dejarían de especificar los tipos de delitos que se dieran en menor número de
ocasiones para pasar a ser perseguidos de acuerdo a definiciones más generales
de delitos, considero que la mejora de la policía urbana debe ser la responsable
de que los tipos de delitos relacionados con el patrimonio desciendan entre 1450
y 1700.
En cambio, dada la preocupación por el mantenimiento de la moral y de
unas prácticas de acuerdo con los preceptos cristianos, católicos y contrarreformistas se aprecia constante a lo largo de los 250 años que aquí se consideran, siendo
la Iglesia guía espiritual de una monarquía y una sociedad confesional y fundamento último del orden social y político19, ¿se puede interpretar el mínimo de 15501600 como una relajación en un momento en que la Divina Providencia favorece
al príncipe católico? Podría ser. Lo que no ceja en ningún momento es el esfuerzo
en el disciplinamiento social: encauzar en la buena dirección la conducta de los súbditos. Un método menos vistoso que los grandes rituales de Estado o que el gran
aparato administrativo, si se quiere, pero más útil en el logro de su objetivo, la «fabricación» de individuos20, y más sutil en su corolario: la homogeneidad moral de la
sociedad moderna.
Es ilustrativo destacar como en el mismo periodo, finales del siglo XVI, coincide el máximo ya comentado de los delitos «políticos» con el de los delitos contra
«la administración de la justicia» —principalmente dirigidos a dar seguridad tanto a
los oficiales como a sus actuaciones en el marco de estos procedimientos extraordinarios—. Un periodo en el que se encuentran en su máximo apogeo las tensiones
entre la monarquía y las instituciones privativas del reino aragonés —Cortes y Justiciazgo—, la lucha entre la imposición de un gobierno absoluto e ilimitado y el man-
19
DOMÍNGUEZ ORTIZ, A., La sociedad española en el siglo XVII. El estamento eclesiástico,
CSIC, Madrid, 1970.
20
FOUCAULT, M., óp. cit., p. 175.
136
tenimiento de un ordenamiento foral que mantuviera en su concepción la prevalencia de la ley, respectivamente. Manteniendo el símil fabril, el ser humano no es una
materia fácilmente moldeable.
Conviene destacar el hecho de que es en ese contexto de lucha entre la monarquía y las Cortes y el Justiciazgo cuando se produce la promulgación de estos
estatutos criminales, los cuales desarrollan un procedimiento extraordinario en
tanto en cuanto suspenden las garantías que emanan de las Cortes —fueros, observancias, usos y costumbres— y del Justiciazgo de Aragón —firma de derecho, manifestación de personas, bienes y escrituras; emparamiento; inventario, y, por último, aprehensión— y que cuentan para ello con la aprobación del delegado del
poder «real» —ora el gobernador de Aragón, ora el virrey—: el Estatuto Criminal.
Una serie de procedimientos que parten de las élites municipales y que han
de contar para su promulgación con el beneplácito21 del representante del monarca
en el reino. Por ese motivo considero, en primer lugar, que son un recurso que
tiene la monarquía para subvertir el ordenamiento jurídico aragonés; y, en segundo
lugar, un síntoma en el que se pueden apreciar el estado de las relaciones entre
unos y otro: el mayor grado de liberalidad que se confiere a la actuación del juez o
los jueces «estatutarios» y las menciones al mantenimiento de las preeminencias reales que se pueden apreciar en los textos demostrarían la sintonía entre ambos,
mientras que el recorte de las atribuciones —bien colegiando el procedimiento,
bien permitiendo la participación de los órganos de la «administración de justicia
real»— revelaría la falta de conexión entre ambos.
Para el caso bilbilitano, el Justicia de la ciudad es prácticamente autónomo a
la hora de actuar de acuerdo a la primera redacción de los estatutos criminales, de
1487, un momento en que la vida municipal está convulsionada, al igual que sucede en otras ciudades y villas del reino, por la lucha del estamento nobiliar por conseguir el acceso al gobierno municipal que el estamento «ciudadano», por su parte,
aspira a seguir monopolizando. En cambio, la situación es distinta cuando se comprueba que sus adiciones se dirigen a reducir la importancia de sus decisiones: en la
primera, en 152022, se pasa a requerir la participación en el procedimiento del lugarteniente del Justicia y de los dos jurados primeros; en la segunda, en 1534, se
incluyen también a los dos jurados segundos. También podemos adivinar cómo se
había permitido de hecho la participación de la Audiencia Real y del Consejo del
21
Con la única excepción de las primeras redacciones de los estatutos bilbilitanos que se valora en la
página 142 y ss. del presente trabajo.
22
En este momento la vida interna del concejo bilbilitano está marcada por la calma que instituye la
sentencia de Carlos I que autoriza la participación de los infanzones en el gobierno municipal.
137
Rey cuando se deniega en la quinta y última adición, de 1603, el recurso a las mismas, lo que puede ser interpretado como un aumento en las atribuciones de la justicia local o, por lo menos, el reconocimiento de las personas encargadas de ejecutarla. Ya no era el momento de seguir diluyendo el papel del Justicia.
Diez años antes se habían celebrado las Cortes de Tarazona de 159223, después de los desgraciados acontecimientos conocidos como la rebelión de Aragón24
—incluido el billete secreto por el que se ordena la ejecución sumaria del Justicia de
Aragón Juan de Lanuza— y en donde se escenifica el deseo de recuperar la sintonía
con el monarca por parte de las élites de los más importantes municipios aragoneses. Felipe II había dado muestras de cuál podría ser el procedimiento a seguir con
las disensiones, pero también sabe demostrar cuánto valora la colaboración25. Estas
Cortes no solo vaciaron en su mayor parte el planteamiento pactista del reino de
Aragón sino que marcan el abandono de la defensa a ultranza de los planteamientos
fueristas que se habían venido ejerciendo con fuerza a lo largo del siglo XVI por
parte de las Cortes y el Justiciazgo, principalmente, y la aparición de sinergias entre
las élites locales y la monarquía que premia su fidelidad con mercedes y cargos.
El monarca reclamaría a partir de esa demostración de fuerza la voluntad de
servicio que se le supone a los súbditos y que, en el caso de las ciudades de realengo,
se traduce en la obtención de subsidios, tanto pecuniarios como en hombres. En el
caso de los primeros, regularmente salían de las arcas municipales ciertas cantidades
de dinero para sufragar la política de reputación de la dinastía Habsburgo y que, a
partir de ese momento, aumentarían su cuantía: si a lo largo del siglo XVI 200 000 li-
23
Una valoración de lo que supusieron las modificaciones que se llevaron a cabo en estas Cortes se
puede encontrar en COLÁS LATORRE, G. y J. A. SALAS AUSÉNS, óp. cit., pp. 636 y 637.
24
La progresiva degradación del orden público puso al descubierto la imposibilidad de que las instituciones del reino continuasen apegadas a unos fueros que a todo anteponían el cumplimiento de la
ley (una ley que, todo sea dicho, no privilegiaba a todos aragoneses por igual) mientras la monarquía de los Austrias en su progresiva ascensión hacia el poder absoluto escamoteaba el acatamiento de una normativa legal que obligaba por igual a monarca y súbditos. El rosario de desencuentros tendría como últimas cuentas el enfrentamiento del pueblo zaragozano a la Inquisición para
sacar de la cárcel de la Aljafería a Antonio Pérez, la muerte violenta del marqués de Almenara, la
entrada de un ejército castellano en territorio aragonés; la decisión del justicia de Aragón de hacer
frente con gente armada a estas tropas consideradas como extranjeras; la ocupación por parte del
ejército real de Zaragoza; la ejecución, sin juicio previo, de Juan de Lanuza, Justicia aragonés; la
represión ejercida sobre las personas más caracterizadas del llamado partido fuerista; la celebración de las Cortes de Tarazona de 1592; y el recorte en estas de algunos de los más típicos fueros
y privilegios como el de la manifestación, fueron la culminación lógica y natural de toda una serie
de sucesos que jalonan la historia de Aragón a lo largo del siglo XVI.
25
GASCÓN PÉREZ, J, «Castigos, mercedes y modificaciones forales. El contexto histórico de las
Cortes de Tarazona de 1592», Turiaso, XVI, 2001-2002, pp. 263-280.
138
bras era el servicio acostumbrado, en las Cortes de 1592 se conceden 700 000,
mientras que en 1626 serán 144 000 libras anuales durante quince años la contribución del reino al proyecto fracasado de la «Unión de Armas» del Conde-Duque de Olivares. En el caso de los hombres de armas, también debieron ir incrementándose su
número hasta el punto de ser desorbitadas sus demandas, ya que el concejo de Zaragoza tuvo problemas para poder atenderlas con personas de la calidad necesaria o
que, al menos, cumpliesen el mandato como era debido. Si no, ¿cómo se explica la
siguiente disposición del Estatuto de 1662?: «[Se perseguirá a] los que auiendose conducido por la Ciudad, ó por qualquiere otro particular, y a mas del sueldo huuiese recebido dinero, ó otro interesse para ir a la guerra, dejare de ir, ó auiendo ido se boluiere sin licencia antes de tiempo»26.
A cambio, el monarca sanciona el mantenimiento de la situación política
local en cada insaculación, a la que añade un instrumento de actuación sumaria
como es el caso de los estatutos criminales, procedimientos excepcionales que pueden serle de utilidad, como ha comprobado con el privilegio de XX de la ciudad de
Zaragoza27.
Como no podía ser de otra manera, ha aparecido la capital del reino, la
única ciudad que es merecedora de ese nombre en el periodo para este territorio.
Por eso quiero hacer una serie de consideraciones respecto al literal de los estatutos criminales que se realizan en Zaragoza. La estructura que guardan es semejante
a los del caso bilbilitano y el resto de los documentos objeto de atención en el presente trabajo28, por lo que pasaré a señalar aquellos pasajes que supongan una importante variación respecto de las guías generales apuntadas anteriormente.
ESTATUTOS CRIMINALES Y DESAFUEROS DE LA CIUDAD DE ZARAGOZA
Hay que comenzar destacando como en los estatutos criminales promulgados en 155829, al mismo nivel que el justicia de la ciudad de Zaragoza —el zalmedina— como autoridad encargada de hacerlos cumplir, aparecen mencionados el vi-
26
AMZ, caja 7805, sig. 55-30, doc. cit., pp. 20-21. Un momento en que ya se ha producido el
punto de inflexión de la paz de los Pirineos y se extiende la toma de conciencia de lo que será una
declinante segunda mitad del siglo XVII para las jornadas militares de los Habsburgo peninsulares.
27
El caso de la ciudad contra Sebastián de Hervás ha sido estudiado por los profesores Salas Auséns
y Colás Latorre bajo el elocuente epígrafe «Zaragoza y la monarquía contra los fueros». COLÁS
LATORRE, G. y J. A. SALAS AUSÉNS, óp. cit., pp. 450-459.
28
Y que al haber sido ya objeto de estudio por parte de la persona que ha cuidado su edición, Manuel
Gómez de Valenzuela, a los trabajos mencionados en la nota 10 de este aparato crítico remito.
29
AMZ, caja 7883, sig. 127-14, p. 6.
139
cecanciller regente de la Chancillería Real y el gobernador general del reino de
Aragón. Y es que por ser la cabeza del reino y la sede de las principales instituciones reales, parece claro que las personas que desempeñasen esos cargos debían de
poseer un importantísimo peso específico en su vida municipal y, también en este
caso, en la administración de la justicia.
Otro aspecto interesante es cómo pueden pasar a castigarlos por «juicios,
conjeturas y presunciones» a pena de «muerte natural dando garrote o ahorcando
públicamente o descuartizando»30; también a los extranjeros que en gran número
cometen delitos en este reino y esperan poder beneficiarse por los privilegios que
marcan los fueros, porque el caso contrario sería darles un trato de «favor» en contra los propios naturales que no sería justo31.
En lo que respecta al Estatuto y desafuero criminal hecho en la ciudad de
Çaragoça a quatro de noviembre del año 163332, hay que señalar cómo se exceptúa de su aplicación a los ciudadanos honrados de Zaragoza33, verdadero patriciado moderno: a aquellos individuos insaculados en la bolsa de jurados, a sus mujeres, hijos y nietos paternos y maternos. Es lo que Foucault denomina «ilegalismo
de los derechos»34: frente a la apropiación de los bienes que practican las clases populares, la burguesía se reserva la posibilidad de eludir sus propios reglamentos y
sus propias leyes.
En lo que se refiere al procedimiento se establecen tiempos: para dar la demanda, para realizar las probanzas que quisieran ambas partes —también la defensa dispondrá del mismo tiempo que tenga la acusación—, para pronunciar la sentencia. En este momento35 se abre un abanico de posibilidades según el proceso se
haya llevado a cabo desde la Real Chancillería o la Gobernación General del Reino
—que ya hemos visto habilitados al mismo nivel que el Justicia de la ciudad— de
una parte o de otra, por el zalmedina.
Para los primeros, establece el consejo, voto y parecer de los señores doctores del Real Consejo de lo Criminal, siendo nunca menos de tres y pudiendo imponer la pena de muerte. El segundo, en su caso, tendrá que tener el consejo de los
30
AMZ, caja 7883, sig. 127-14, p. 7. Las principales clases de penas en el periodo estudiado son
corporales (muerte o aflictiva), privación de libertad (servidumbre, cárcel, destierro o trabajo forzado), infamantes (son las que buscan la humillación y marginación del delincuente, como puede ser
la publicidad de la pena) y patrimoniales (confiscación de bienes o penas pecuniaria).
31
Ídem, pp. 11-12.
32
AMZ, G 9121.
33
Ídem, p. 2.
34
FOUCAULT, M., óp. cit., pp. 91-92.
35
Ídem, pp. 6-7.
140
jurados para sentenciar la pena de muerte, estableciéndose que si rehusaren a participar en el proceso, el zalmedina deba acudir al Real Consejo de lo Criminal. Él
únicamente puede establecer penas de hasta dos años de destierro, o bien absolver
al acusado.
Aunque se establece que la duración del estatuto criminal sea de un año36,
hay que destacar que es retroactivo y que se mantienen en vigor los estatutos que
respecto al padre de huérfanos —oficio de la ciudad que tiene por objeto la policía
de vagabundos y gitanos— fueron publicados en 1581 y 1589. Del mismo modo,
«lo estatuymos y ordenamos con particular condicion, y no sin ella, que por lo contenido en el presente Estatuto no se derogue, ni queremos sea derogada en cosa
alguna la jurisdicion Real de su Magestad, ni de sus Ministros y Oficiales que por
fuero del presente Reyno».
En cuanto a la tipología de los delitos que van a ser especialmente perseguidos mediante este estatuto de 1633, además de que esa preocupación contra esas
personas que no tienen «oficio ni beneficio», como se dice en el texto, en este momento se pone especial cuidado, en primer lugar, en perseguir la adulteración de
las mercancías: bien dando una por otra, bien usando sello o marcas falsas37; y, en
segundo lugar, en incorporar el fuero De Vsuris hecho en las Cortes de Monzón de
1586 contra los que acumulasen trigo, ordio, centeno o avena o cualquier otro tipo
de grano panificable.
El estatuto y desafuero criminal de 166238 se conserva cosido al expediente
en el que se considera la solicitud del Dr. Zamora para entrar en suertes para un
puesto en el Consejo de la ciudad. Ocupa 29 páginas tamaño folio e impresas en
la letra de la época. El procedimiento que se explica en el mismo no supone ninguna modificación sustancial, así como los casos que van a ser perseguidos de acuerdo al mismo no suponen ninguna novedad fundamental en los tipos, salvo dos excepciones. Una ya se ha mencionado anteriormente, la de aquellos que no
cumplan sus obligaciones como soldados: bien porque no vayan a la guerra, bien
porque vuelvan de ella sin licencia. La otra hace referencia a la regulación del mercado laboral local con el título Contra los jornaleros y recatones39:
Y assi mismo auiendo considerado los grandes precios que los Albañiles, Herreros, y Herradores, y otros qualesquiere Oficiales de qualquier oficio se hazen
pagar: Por tanto estatuimos, y ordenamos, que los dichos Albañiles, y otros quales-
36
Ídem, p. 7.
37
Ídem, p. 8.
38
AMZ, caja 7805, sig. 55-30.
39
Ídem, p. 25 y ss.
141
quiere oficiales, trabajadores, peones, y jornaleros, carros y caualgaduras con que
trabajen, no puedan lleuar, ni lleuen mas loguero, ni precio de aquel, que por los dichos Señores Iurados que son, ó por tiempo seran de la presente Ciudad les fueres
señalado; y qualquiere dellos que no obedeciere, y lleuare, y pidiere mas, pueda ser
acusado criminalmente, en fuerça del presente Estatuto…; y lo mismo se haga con
todas las cosas venales, por ser todo contra la politica, y buen gouierno; y que no se
consientan recatones que compran para reuender qualquiera cosa que sea [fruta, hortaliza, legumbres y cualquier otra cosa que se críe para el sustento humano].
Dentro de las penas que se imponen, hay que señalar los azotes y cualquier
otro tipo de pena infamante que quieran imponer los jurados a las alcahuetas. Y
en cuanto a su duración, se establece su vigor hasta la promulgación del siguiente.
Y es que el esfuerzo que se ha de realizar para el mantenimiento del orden ha de
ser constante. No solo en el ámbito de la «honestidad», sino de los delitos «políticos», en los que destacan las distintas formas en que se puede promover la ruptura de la paz de la ciudad y el orden, y así se persiguen especialmente la formación
de cuadrillas, los actos de bandidaje, las llamadas a la sedición o el portar cualquier género de armas ofensivas; y de los «corporales», en los que el homicidio y
el asesinato siempre son nombrados.
ESTATVTOS CRIMINALES DE FURTIS ET ALIIS CRIMINIBUS DE CALATAYUD
La copia de los Estatvtos Criminales de la ciudad de Calatayud que se ha
manejado en el presente trabajo se halla impresa en un cuaderno en cuarto, de
letra del siglo XVII, sin folios ni pie de imprenta, en 36 páginas. El documento comienza con un preámbulo en el que se realiza la invocación al Señor y la relación
de las personalidades que se hallan reunidas a la hora de promulgar el estatuto: una
nómina que incluye a los oficiales de la ciudad y encabezando la lista el Justicia,
junto a los representantes de las collaciones —territorios o distritos parroquiales—,
de manera que se considera representado el conjunto de la población: «Et de si
todo el Concello Vniversidad de la dicha Ciudad de Calatayud, y singulares de
aquel, Concellantes, y Concello fazientes y representantes».
De esta primera parte, que se conoce como protocolo40 y es común a todos
los documentos que se manejaron a la hora de realizar el presente trabajo, me gustaría destacar una serie de aspectos.
40
El protocolo es el conjunto de fórmulas colocadas al principio del documento destinadas a conferirle perfección legal y formal, así como carácter solemne (personalidad). Le siguen el texto, también
142
El primero de ellos es el que la asamblea general de una población se dote
de unas normas propias —que después deberán pasar el refrendo del monarca—.
En este sentido cabe hablar de un derecho privilegiado local como el conjunto de
normas que con independencia de las generales, ya sea consuetudinariamente o escritas, regulan la vida jurídica de los habitantes de una comunidad o de varias de
ellas, y las relaciones que existen entre esos habitantes con el Rey, el señor u otras
localidades41.
El segundo es cómo esa asamblea general presupone la participación del
conjunto de la población, aunque, en realidad, a la altura del siglo XVI esta mención es tan solo un formulismo legal, un recuerdo de lo que una vez supuso la participación de todos los habitantes en los asuntos que a todos afectaban y que se ha
visto reducida a la presencia de los principales oficios del concejo y los representantes de las parroquias, a los miembros de una élite municipal que ha conseguido
acaparar esos puestos y, con ellos, el control de la institución más importante de la
ciudad: el capítulo y concejo de Calatayud. Este proceso por el que se produce la
exclusión del «común» de las instituciones de toma de decisión en el ámbito local no
solo se produce en Calatayud, ni siquiera en Aragón, sino que es una de las constantes que comparte el Occidente europeo de la Baja Edad Media.
Continúa el documento exponiendo los motivos que llevan a promulgar esa
norma extraordinaria: la situación crítica que se vive en la ciudad, villa o lugar, a
causa de los muchos crímenes que se producen y la lentitud del procedimiento judicial llevado a cabo guardando todas las seguridades que los fueros establecen, puesto que muchos delincuentes terminan no siendo castigados42. Se aduce, como se
conocido como contexto, y el escatocolo. El texto es la parte central del documento en la que se
manifiesta el hecho documentado junto con las fórmulas literarias y jurídicas de la recta cumplimentación. Por último, el escatocolo es la parte final del documento que contiene las fórmulas necesarias para su autenticación, fechación y publicación.
41
Me gustaría traer a colación en este punto otro momento en el que se pone de manifiesto esta
idea de creación de Derecho municipal: en la introducción del primer fuero de la localidad se
puede leer: «Dono et concedo vobis quod habeatis foros tales quales vos ipsi mihi demandastis».
«Dos puntos o cuestiones llaman la atención en esta introducción: la primera es que el Rey se presenta sin mención de títulos, honores ni reinos, sino únicamente indicando: “Gratia Dei, ego quidem Alfonsus rex facio”. La segunda, sobre la que el documento se refiere a dos actos al parecer
simultáneos: confirmación del establecimiento de una población y concesión de fueros, radica en
que dichos fueros no son concedidos por haberlos pedido o solicitado, sino confirmados o ratificados por haberlos redactado y presentado para su aprobación por los propios habitantes de Calatayud al monarca». ALGORA HERNANDO, J. I. y F. ARRANZ SACRISTÁN, Fuero de Calatayud,
Centro de Estudios Bilbilitanos (en adelante, CEB), 1982, Zaragoza, p. 21.
42
«Por proueyr a los abusos que de cada dia se cometen en los crimenes excessos & delictos de
parte de y uso expressados, en la dicha Ciudad de Calatayud y sus Aldeas, terminos y territorio
143
puede leer en el fragmento anteriormente citado de la norma, que es potestad de
los concejos, de acuerdo a los Fueros de Aragón, proclamar el desaforamiento criminal que consiste principalmente en que se pueda proceder por «via de inquisicion, denunciacion, demanda, o en aquella mejor manera, via y forma que visto les
sera: no obstantes qualesquiere Fueros, Observancias, Priuilegios, vsos y costumbres del Reyno de Aragon, o de la dicha Ciudad».
Sobre la innovación que supone la inquisición como un procedimiento judicial totalmente diferente a la acusación que se había venido practicando en el Aragón de la Edad Media basta mencionar dos aspectos: en primer lugar, la denuncia
es anónima en el primer caso y, por lo tanto, no puede tener las consecuencias
que tiene la acusación en falso de la segunda —se exponía el denunciante a ser
castigado con la pena del delito que había acusado falsamente—; en segundo lugar,
con la inquisición se acepta el testimonio obtenido mediante tortura43.
Volviendo de nuevo la atención a la estructura típica de la serie documental
en la que se basa este trabajo, el texto o contexto44 del mismo lo conforman las
normas del procedimiento y el catálogo de delitos que van a quedar comprendidos
en la excepcionalidad de la norma que supone el desaforamiento criminal.
de aquella: y encara a los que se cometeran de fuera ende furtos y robos de muchos y diuersos
bienes y cosas de qualquiere especie y genere que sean. Atendientes y considerantes, que por los
fueros del Reyno de Aragon, plenariamente nos es proueydo, por los luengos diffugios que aquellos tienen, y se fazen crimines excessos, y delictos, y de cada dia se cometen, y se esperan cometer. Et porque si los delictos non son punidos y castigados, darian audacia a los otros malos de mal
vivir, & los mates que darian son punidos: & los otros tomarian audacia de fazer cometer y perpetrar aquellos». Estatvtos criminales de fvrtis, et aliis criminibvs, fol. 1 v.
43
Un procedimiento totalmente ajeno a la tradición del reino, que introduce en Aragón durante el
reinado de Fernando II a través del Tribunal de la Inquisición y la Santa Hermandad —aunque esta
última desaparece abolida en las Cortes de 1510—. El portavoz del sentimiento aragonés (de rechazo) a ese procedimiento es otra vez Lupercio Leonardo de Argensola, quien escribe las siguientes palabras: «Yo cierto creo que son tantas las mentiras que los hombres flacos publican en el tormento como las verdades; y al fin yo conozco hombres dignos de mil muertes que en el tormento
con su perseverancia se libraron dellas; al fin se remite a la lengua del reo la sentencia que se ha
de dar: los delicados o flacos dicen en el tormento lo que les dicta el dolor presente, sin memoria
de la pena que, si confiesan, han de padecer, y confórmanse con el deseo del juez, que añadiendo
al dolor esperanzas y promesas (que es otro género de violencia), le persuade todo va encaminado
a hacer justicia». LEONARDO DE ARGENSOLA, L., Información de los sucesos del reino de
Aragón en los años de 1590 y 1591, en que se advierte los yerros de algunos autores escrita
por…, 1604; publicada por primera vez en Madrid, 1808, ante las correcciones que exigía la censura de la época. En su obra, Michel Foucault afirma que son muy pocas las críticas radicales contra la tortura en Francia. La más famosa es la de Nicolas: «Si la torture est un moyen à vérifier les
crimes», escrita en 1682. FOUCAULT, M., óp. cit., p. 46.
44
Ver nota al pie n.º 40.
144
De esta manera, las primeras indicaciones se refieren a cómo se da comienzo el proceso —dando la posibilidad al procurador de la Ciudad de que acuse junto
a la parte demandante—, cómo se lleva a cabo la probanza —la recogida de testimonios e indicios—, autorizándose al Justicia, o al lugarteniente del Justicia en el
caso de que tenga que sustituir al primero, a proceder «por fuero, según fuero,
contra el fuero & vltra el fuero»45. Esta excepcionalidad en el proceder, dejando
de lado la referencia que siempre habían supuesto los fueros en el ordenamiento jurídico aragonés, se mantiene a la hora, el lugar y en la recogida de esos testimonios46, permitiéndose que sea «arbitrariamente proceydo». Los testigos pueden ser
tanto hombres como mujeres, llegándose a aceptar «fama con argumentos de verdad tan solamente, & por otra via violenta presumpcion, por saber el fecho de la
verdad de los dichos malfechos y crimines»47 de la persona que diese testimonio.
Sigue con la mención explícita de que no se podrá pedir la nulidad ni la apelación
en este procedimiento, esto es, acudir a otro tribunal si se consideraba la sentencia
inválida en la forma o injusta en el fondo.
En cuanto al catálogo de los delitos que se mencionan en la primera redacción de los Estatvtos Criminales es el siguiente: en primer lugar y tan importante
que rompe el orden que se ha mencionado antes que de manera general se sigue
en este tipo de documentos —de manera que antecede a la descripción del procedimiento— se perseguirá a quien «furtara, robara, tomara, o mandara fazerlo, con
que del mandamiento conste, bienes algunos de qualquiere genero, natura, conto,
nombre, o especie sean o cortaran vigas, olmos, cepas, fadzes, y arboles otros
fructiferos, & aquellos lleuaran consigo, o talaran al heredad, huerto, campo, viña:
y contra los dantes concello, fauor y ayuda; con que al perpetrar del delicto sian
presentes dentro de la Ciudad, o de fuera en los terminos, territorio y Aldeas: o de
fuera de aquellos se cometera, faran y perpetraran los tales excessos, crimenes &
delictos»48.
Después se menciona que se actuará de la misma manera contra amancebados, mujeres que no vivan con sus maridos y alcahuetes; contra el que injuriara o
se resistiese a los oficiales, asesor, abogado o procurador; contra los que no respetasen paces, aprehensiones y raptaran mujeres; sodomitas, homicidas y «combatidores de casas» —ladrones—; los que tirasen con ballesta, dardo o cualquier arma
45
Estatvtos..., fol. 2.º r.
46
«Dia feriado, o no feriado: en piedes, o assentado: è en el lugar acostumbrado, o no acostumbrado: de dia, o de noche: en qualquiere manera que querra, y visto le sera al dicho Iusticia, o al Lugarteniente en su caso». Estatvtos…, fol. 2.º r.
47
Ídem.
48
Estatvtos…, fol. 1.º v.
145
prohibida, incendiarios y los que dieran o mandasen dar veneno; falseadores de
moneda y de escrituras, especialmente los notarios, y los testigos falsos —en este
caso, consta una especial mención contra los que incurriesen en este delito perteneciendo a las religiones judía e islámica—, de los que suplantasen a otros, de los
que mudasen su nombre al darlo o cuyo testimonio fuera para conveniencia del
acusado; contra el que injuriara gravemente a otros, el mesonero que hurtara o
ayudara a hacerlo; y, finalmente, aquellos que dañasen la fuente pública o cualquiera de sus partes.
Antes de que se inicie el escatocolo49, la última parte que se diferenciará dentro
de la estructura típica de la serie documental en la que se basa este trabajo, en donde
se realiza la data del mismo —haciéndose constar la fecha, el lugar, los testigos y el
notario que lo recoge—, se incide en que el homicida siempre pague calonia —una
multa— sin consideración de otras penas que pueda recibir, y en la inmunidad que
han de tener el Justicia, el lugarteniente del Justicia y el asesor, abogado y procurador
de la ciudad en todo momento durante la vigencia del desafuero criminal.
Respecto a esta primera redacción del estatuto criminal bilbilitano, me gustaría destacar tanto la práctica autonomía que el Concejo atribuía a la actuación del
Justicia, al que mediante las duras disposiciones que regulan la legislación criminal
y penal, se le permite condenar a muerte, como el que su ámbito de actuación sea
el de la ciudad y también las tierras de la Comunidad de Calatayud.
La situación de esta tierra durante la época se puede conocer de una manera
aproximada mediante la Historia de la ciudad de Calatayud de Vicente de la Fuente50. Este señala tres principales actores en la vida pública local: por un lado, nos encontramos a los Sayas y los Liñanes, envueltos en banderías los unos contra los
otros; por otro, el Común —ese agregado de personas en el que bajo la etiqueta de
laboratores se esconden situaciones vitales muy desiguales: desde el rico comerciante que tiene botiga abierta en la plaza del Mercado al jornalero que trabaja en los
cercanos campos de Media Vega o el tahúr que gana con los naipes su sustento en
alguna prohibida casa de juego en la parroquia de San Miguel—, que acaba armándose para hacer frente a los atropellos a los que les someten los seguidores de las
dos principales familias nobiliarias de la ciudad en el transcurso de sus disputas.
Juan II les dará un motivo para competir a los tres —Sayas, Liñanes y el
Común—: el gobierno del concejo. Y es que hacia 1476 concede a los principales
oficiales de la ciudad mantenerse en el cargo por un periodo de doce años, sin en-
49
Ver nota al pie n.º 40.
50
DE LA FUENTE, V., Historia de la siempre augusta y fidelísima ciudad de Calatayud, Calatayud, 1881; CEB, reimpresión, 1994.
146
cuesta o juicio de residencia al final del mismo, a cambio de un servicio de 24 000
sueldos que el monarca invertirá en la defensa de Gerona51. Entra de esta manera
Calatayud en el sistema insaculatorio para la elección de los principales oficios,
produciéndose la primera cesura en el que había sido el consuetudinario método de
elección directa entre los representantes de las distintas parroquias o collaciones.
Pero este no es el único cambio que se produce en el sistema de gobierno
municipal. Con motivo de la celebración de las Cortes de 1515 en Calatayud, la
aristocracia local pretende tener acceso a los cargos concejiles. No es que no hubieran presentado su reivindicación anteriormente, sino que es la primera vez que
lo hacen por una vía pacífica ante Fernando II de Aragón el Católico. La cita es del
cronista Zurita52:
[…] los que mostraban desear el servicio del rey, diminuyéndolo, no menos
por este camino en la autoridad, que en el interese: de lo cual se siguió, no solo división, pero casi una guerra civil entre los hidalgos, y ciudadanos, y populares de la ciudad, y comunidad de Calatayud: que duró muchos días tan reñida, y cruel, que no pudiera ser mayor entre enemigos extraños. Resultó esta enemistad por razón, que
teniendo el rey gran sentimiento de los caballeros, e hijosdalgo de aquella ciudad de
Calatayud, que no quisieron otorgar el servicio, estando él presente, los privó de los
oficios, y de la parte que tenían en el regimiento: y de los privilegios de que gozaban,
como los otros ciudadanos: y los sacó de la administración, y gobierno a que eran
admitidos: sacándolos de los cargos públicos: e inhabilitándolos, para que no los pudiesen tener de allí adelante. Desta novedad se siguió tan gran disensión, y enemistad
entre ellos, y los otros ciudadanos, y la comunidad, que casi vino a ser guerra formada, que duró hasta la venida del príncipe y se apaciguó con su nueva sucesión en el
reino, habiendo sucedido muchos daños y muertes.
El príncipe al que se refiere Zurita es Carlos I, quien pasó por la ciudad en
1518, y en 1519 levantó la prohibición de acceder al cargo de justicia y al resto de
cargos públicos con la que se inicia la «Guerra Social entre el Pueblo y la Nobleza
de 1519»53, capítulo LXX de la Historia de Calatayud de Vicente de la Fuente al
cual remito para conocer los pormenores de la misma. Era de esperar que la nobleza bilbilitana hubiera aprendido cómo obtener los favores del monarca en unas cortes, en este caso deseoso de obtener recursos económicos con los que asegurar su
elección como emperador del Sacro Imperio.
51
Ídem, p. 111.
52
ZURITA, J., Historia del rey don Fernando el Católico. De las empresas, y ligas de Italia,
1580, XCIIII. Hay edición electrónica de ISO, J. J. (coord.), RIVERO, P. y J. PELEGRÍN.
53
DE LA FUENTE, V., óp. cit., pp. 194 y ss.
147
En 1520 sufre el estatuto criminal su primera modificación tanto en el procedimiento como en la tipología de los delitos especialmente perseguidos. En primer
lugar, se establece la intervención del lugarteniente del Justicia y de los dos jurados
primeros de la ciudad, de manera que nunca sean menos de tres estos «jueces estatutarios» a la hora de actuar contra los delincuentes y que se siga lo decidido por la
mayor parte de ellos, siempre que en esta se encuentre el Justicia o el lugarteniente
en su caso. En segundo, se determina que no haya lugar privilegiado en el que no
sea de aplicación el estatuto criminal. Y, en tercer lugar, en lo que se refiere a la tipología de los delitos, dos nuevas formas de delitos contra la honestidad se especifican, pasándose a perseguir ahora tanto a los maridos que consintieran que sus esposas «usen mal» como los que acuerden «matrimonios de mal color»54.
Quiero detener la narración de la evolución del documento, de las modificaciones que se le realizan, para destacar cómo las redacciones de los Estatvtos y de
su primera adición se producen en los años siguientes a situaciones de gran alteración del orden público en Calatayud. Situaciones convulsas por la lucha entre los
infanzones y los ciudadanos honrados por el control y la administración del concejo, provocadas en última instancia por las decisiones de signo contrario que toma la
monarquía respecto al gobierno municipal de la ciudad en las personas de Juan II,
Fernando II y Carlos I, como se ha explicado anteriormente.
Las casi inexistentes restricciones en la manera de proceder que se habían
atribuido los principales oficiales de la ciudad en los estatutos criminales aumentan
con la segunda adición, realizada en 1534. Por la misma, no se puede dar la demanda contra el delincuente que sea preso por algún crimen o delito de los contenidos en el estatuto, «sino en el caso de que el Justicia, o el lugarteniente del Justicia
en su caso, y los dos jurados primeros, y dos jurados segundos, que la hora serán
todos concordes o la mayor parte de ellos, con que en la mayor parte será el Justicia, o el lugarteniente del Justicia en su caso, manden, mediante acto público, al
Procurador del dicho Justicia en Consejo haga parte». Además, se establecen los primeros plazos legales para el desarrollo del proceso: diez días para que los «jueces estatutarios» voten desde el día en que el proceso fuese puesto en sentencia, y tres
para que el justicia, o el lugarteniente del Justicia en su caso, pronuncien sentencia
definitiva. En lo que respecta a la tipología de los delitos perseguidos, no se va a
cambiar ya ni con esta ni con las sucesivas variaciones que se van a dar al texto.
54
La expresión «usar mal» se puede relacionar con un comportamiento indebido o censurable en el
marco del sacramento, mientras que el «mal color» del matrimonio haría referencia a la mezcla de
razas en un momento que en el reino de Aragón todavía conviven cristianos y musulmanes —no
es hasta 1526 cuando Carlos I les ordena a estos últimos a elegir entre la conversión o el abandono de la Corona de Aragón, teniendo como resultado la aparición del morisco como grupo social
diferenciado en estos territorios.
148
En cambio, sí se continúan realizando modificaciones en el procedimiento.
Así, con la tercera adición, realizada en 1544, se establece que el procurador haya
de dar la demanda criminal contra los delincuentes o criminales dentro de tres días
jurídicos. En caso contrario, el Justicia estaría obligado a librar a los criminales presos dentro de un día natural.
Asi mismo, si caso será que los dichos consejeros les parecerá remitir los procesos que de aquí adelante se incoharen por parte del dicho Procurador contra cualquiera criminales, asi de presencia como de ausencia al Consejo Real, para que aquellos voten el dicho Consejo, y los tales procesos remitidos sean votados por el dicho
Consejo Real; que el tal caso esté a la voluntad de los dichos consejeros de esta a la
sentencia asi votada por el dicho Consejo. Y si no quisiere a la dicha sentencia y querrán los tales procesos votar de nuevo; que lo puedan hacer de la forma y manera
que les pareciere y bien visto será.
Con la cuarta reforma de los estatutos criminales, realizada el primero de
noviembre de 1555, se le va a permitir al acusado defenderse, de manera que
los «jueces estatutarios» no puedan votar, sentenciar ni condenar a ninguna persona que habiendo sido acusada, no se le haya dado defensa. Esta es la única
modificación que se realiza en este momento55 «quedando en su firmeza y valor,
salvas e ilesas las preeminencias Reales». Nótese convenientemente lo que no parece sino un simple formulismo legal, porque es la primera mención de este
tenor que se realiza en los estatutos criminales hasta ese momento: el reconocimiento de las preeminencias reales en la administración de justicia. La importancia de este detalle se puede calibrar cuando el motivo de la quinta y última adición
es plantear la posibilidad de remitir por parte del Justicia y/o de cualquiera de los
otros cuatro jurados estatutarios de los procesos bien a la Audiencia Real, bien al
Consejo del Rey antes de dar la sentencia definitiva y/o votarla. Según la letra de
esta adición, se han de dejar de remitir los procesos y las causas a estas dos instancias de la administración de la Justicia Real56, por lo que se deduce que anteriormente sí se habrían enviado y que, como consecuencia de todo ello, se produ-
55
«Todas las otras cosas en los dichos Estatutos y adiciones de aquel contenidas, y en cada uno de
ellos respectivamente remanentes, y quedando en su firmeza y valor». Estatvtos…, fol. 13 v.
56
Y es que, de acuerdo con María Teresa Tatjer Prat, las competencias de justicia de la Audiencia se
refieren a su función de tribunal de justicia o tribunal supremo de justicia del Rey, entre otras más,
tanto en la advocación de una causa que corresponda a un tribunal inferior como en la apelación
de las sentencias pronunciadas por jueces comisionados y de las sentencias pronunciadas por las
autoridades territoriales. El Consejo del Rey sería el tribunal supremo de Justicia, de primera instancia para la nobleza, de apelación contra los oficiales reales y, por último, suplicación. TATJER
PRAT, M.ª T., «La Administración de Justicia Real en la Corona de Aragón», Rudimentos
Legales, 1, 1999, pp. 89-115.
149
ciría una demora en la resolución de los procesos judiciales, aparte de una reducción de la autonomía que el Concejo se había atribuido en la primera redacción
del documento.
Antes de seguir con este estudio de los estatutos criminales y pasar a su último apartado —el de las conclusiones—, sería interesante constatar hasta qué punto
se aplican estas disposiciones. En los registros locales que se han conservado57, he
encontrado tres ocasiones en las que se ha actuado en la manera expeditiva que amparan este tipo de disposiciones.
Por un lado, está la mención del «escándalo Gordo» que recogen en su obra
Isabel Ibarra, Antonio Sangüesa y J. Ángel Urzay58: un caso de adulterio que terminó con el asesinato de los «amancebados» por parte del marido engañado, que,
aunque no se ajustó al procedimiento establecido, sí que contó con el beneplácito
de la opinión pública y la anuencia de la justicia local.
Por otro, la lacónica anotación que se realiza en los quinque libri de la parroquia de Santa María la Mayor de Calatayud59: «A 7 julio 1604 enterraron unos
ladrones. Mataron a Maria Ortega en casa de su amo Juan de Vera Abarca y robaron una artesa con dos cadenas de oro y otras cosas… y al otro dia a cinco ladrones […] la Justicia les dio garrote en la carcel. Enterraronse en San Benito y
de los cinco los dos o los tres eran naturales desta ciudad».
Por último, he encontrado otro caso: el del asesinato del jurado preeminente
Martín de Sisamón. Un evento de la suficiente magnitud como para marcar la vida
municipal en los años siguientes y motivar la participación de las más altas autoridades del reino —en las personas del gobernador del Reino y del propio príncipe
heredero—; lo cual no deja de sorprender, ya que ¿no debería haber motivado la
más enérgica e inmediata respuesta por parte de la ciudad el asesinato de su jurado
primero en el desempeño de sus funciones? No solo pienso en un atávico sentimiento de pertenencia al mismo cuerpo por parte del resto de los principales oficios de la ciudad —Martín de Sisamón sería en un hipotético ranquin el tercero en
importancia—, sino porque se reúnen tres tipos de delitos especialmente perseguidos en el articulado de los distintos desaforamientos criminales: asesinato, violación de la inmunidad de que han de gozar los principales oficiales de la ciudad en
todo momento y uso de un arma prohibida, como es el caso del arcabuz60.
57
Única referencia posible desde el momento en que no se conserva documentación alguna de la
Audiencia Real.
58
URZAY BARRIOS, J. A. y A. SANGÜESA GARCÉS e I. IBARRA CASTELLANO, Calatayud a
finales del siglo XVI y principios del XVII (1570-1610), CEB, Calatayud, 2001, pp. 288 y 289.
59
Archivo Parroquial de Santa María la Mayor, Santa María, I, fol. 88 v.
60
Página 22 del presente trabajo.
150
Se puede seguir el curso de los más importantes acontecimientos a través de
las anotaciones que aparecen en los Libros de Actos del Concejo de Calatayud de
los años 1551 y 155261, barómetro que refleja el grado de presión social con el
que se vive en el municipio y cuya lectura realizamos bien a través de los distintos
acuerdos a los que llega el capítulo y consejo —en una situación de amenaza para
la paz ciudadana—, bien por la ausencia de tales resoluciones —por lo que se deduce que el término está tranquilo, libre de alteraciones.
— El 3 junio de 1551 se refiere el asesinato de Martín de Sisamón, jurado
preeminente, de un arcabuzazo, cuando fue a Ibdes a prender a los hermanos Domingo y Juan Cit, principales sospechosos del brutal asesinato
de su hijo. El concejo de Calatayud decide «asolar, destruir, debastar, derribar, decepar, talar y asolar» las casas que ambos poseen en la ciudad y
en sus patio sembrar sal para que quede memoria perpetua.
— El 7 de marzo de 1552 el capítulo de Santa María presenta una queja
por el derribo de unas casas censaleras por el homicidio perpetrado en la
persona de Martín de Sisamón. El motivo de la queja reside en que los
hermanos Cit solo tenían el dominio útil de la finca por el que pagaban
una renta fija anual al capítulo de Santa María, poseedora del dominio
directo de la propiedad, de manera que es a la parroquia colegial bilbilitana a quien se le había castigado.
— El 6 de abril de 1552 se cose una carta del gobernador de Aragón al
concejo de la ciudad que comienza de la siguiente manera: «Johan y Domingo Cit algunos años antes habian muerto a un fijo del dicho Sisamón
de una muerte muy cruel y que el Justicia de esa ciudad sobre ello hizo el
sentimiento que debia… fueron condempnados a muerte y juntamente
con ellos fue condempnado a muerte Joan Mayor y que ahora no contentos con todo lo sobredicho los dichos […] juntamente con sus complices y secuaces andan en quadrilla por esa tierra …amenazado a la muger
y los hijos del dicho Sisamón y sus parientes y amigos». Es la manera en
que el gobernador de Aragón justifica la petición que se produce a continuación de 3 000 sueldos para mantener el orden necesario y que «habemos sabido que esta preso y se ha presentado en la carcel dessa ciudat
la persona de Johan Mayor uno de los condempnados a muerte. Encargamos y mandamos de parte de Sus Magestades que los tengays muy
bien custodido y guardado».
61
AMC, 3042-003, 1551; AMC, 3042-004, 1552.
151
— El 12 junio siguiente está cosida una carta del príncipe Felipe (que reinará como Felipe I de Aragón, II de Castilla) que contiene la provisión de
que se haga todo lo necesario en lo referente a la cuestión del asesinato
de Martín de Sisamón a instancia de su hija Marcela. Aparte de ser un
buen ejemplo de esa imagen del futuro monarca como «secretario de sí
mismo», ocupándose personalmente de todos los asuntos que le llegaban, permite apreciar un cierto abandono en que los oficiales de ese año
tenían la solución del «caso Sisamón», haciendo oídos sordos a las indicaciones del mismísimo gobernador de Aragón, no solo no persiguen a los
culpables sino que permiten que estos continúen acosando a los deudos
de los fallecidos. El concejo no deja de escuchar el mandato regio y, por
fin, a instancia del regidor Juan Alazán, aprueba que se gaste lo necesario para cumplirlo.
— El 26 de octubre de 1552, mediante una carta remitida desde Monzón
que llega a la ciudad el 11 noviembre, el príncipe Felipe señala a Juan
Martínez como principal inductor de la muerte de Martín de Sisamón y,
aunque no se puede continuar el relato de los acontecimientos por no haberse conservado el Libro de Actos de 1553, se podría aventurar en qué
quedó todo el asunto conociendo el desenlace que en otras ocasiones tuvieron los asuntos de los billetes remitidos por Felipe de Habsburgo.
La reflexión que propongo a partir de este caso, y que retomaré a continuación en el último apartado de este trabajo, es cómo los estatutos criminales no
dejan de ser una herramienta que manejan los más altos oficiales del concejo —los
que están implicados en su aplicación—, en una actuación que no puedo dejar de
considerar como caprichosa: a los reos de un robo, en el transcurso del cual muere
asesinada la doncella de la casa, «la Justicia les da garrote», mientras que los asesinos de la persona que ocuparía el tercer lugar en un hipotético escalafón de los oficios más importantes de la ciudad se pueden permitir seguir molestando a sus familiares y amigos más cercanos sin que los principales oficios hagan nada por
impedirlo, ni siquiera a petición del gobernador de Aragón, sino hasta que les llegan claras instrucciones al respecto del futuro rey Felipe II que, esta vez sí, cumplen
inmediatamente.
A MODO DE CONCLUSIÓN
Es el momento de recapitular las ideas que se han ido apuntando a lo largo
de la exposición de los distintos estatutos criminales para poder ampliar el marco
152
conceptual desde el que tradicionalmente se ha venido interpretando hasta el momento este tipo documental.
El desaforamiento criminal, ya se ha mencionado anteriormente, consiste en
la declaración de lo que hoy en día sería un estado de excepción: situación en la
que se suspenden las garantías constitucionales por las graves alteraciones del
orden público que se suceden.
Desde el punto de vista jurídico, hay que destacar cómo las libertades aragonesas siguen estando garantizadas incluso en estos momentos excepcionales a
los que se ha referido el trabajo mediante la redacción de estos estatutos criminales —por los que se establece un marco concreto en el que actuar en tales ocasiones— y la incorporación de Actos de Cortes, como es el caso del fuero De Vsuris
hecho en las Cortes de Monzón de 1586 que se incluye en el estatuto zaragozano
de 1633. De manera que si decimos con Savigni que el derecho es expresión del
espíritu de un pueblo, en el caso del aragonés se puede destacar su creatividad y la
regulación de las instituciones que realiza. Su antítesis sería la práctica y operativa
figura castellana del corregidor, en los términos convenientemente recogidos en la
introducción del presente trabajo, a los cuales remito a quien quiera establecer la
comparación entre ambos.
Eso no es óbice para que se introduzca en tales situaciones de excepcionalidad una práctica jurídica totalmente ajena a la tradicional en el reino: el procedimiento inquisitorio. La inquisición trae de la mano unos procesos totalmente diferentes a los que tiene la acusación que se había venido practicando en el Aragón
de la Edad Media: basta mencionar que la denuncia es anónima en el primer caso
y, por lo tanto, no puede tener las consecuencias que tiene la acusación en falso de
la segunda —se exponía el denunciante a ser castigado con la pena del delito que
había acusado falsamente—, una práctica jurídica que introduce Fernando el Católico de la mano de la Santa Hermandad y del Santo Tribunal de la Inquisición62.
62
La presencia de la primera fue efímera: ya en las Cortes de Monzón de 1510 se ratifica el Acto
de quitamiento perpetuo de la Hermandad. Todo lo contrario sucedió en el caso de la segunda
—el Santo Tribunal de la Inquisición, más conocido como Santo Oficio— que prolongará su existencia en el reino trescientos cincuenta años. Fue esta la principal herramienta que manejaron en
Aragón Fernando II y Felipe II para subvertir el orden político consuetudinario, garantizado por los
fueros, privilegios y libertades que limitaban las atribuciones del monarca: por ejemplo, no tenía la
iniciativa legislativa ni la capacidad de crear derecho por sí mismo —solo junto al reino—, ni tenía
la suprema soberanía de dirigir el procedimiento penal ordinario por iniciativa propia, aspecto este
mucho más cercano a nuestro tema de estudio. Una circunstancia que cambia con el juego combinado de jurisdicción civil y eclesiástica que permite el Santo Oficio: se ponen en manos de jueces
bajo control indirecto del monarca procedimientos penales opuestos a los fueros —confiscación de
bienes y el uso del tormento—, como ya se ha notado en el presente trabajo.
153
Desde el punto de vista político, los desafueros criminales se muestran como
un tipo documental particularmente significativo a la hora de calibrar las relaciones
de la minoría dirigente tanto con la comunidad local que se dota de este instrumento legal como de la situación que atraviesa respecto a la monarquía.
El caso zaragozano ilustra los dos extremos entre los que podían oscilar las
relaciones de esa minoría rectora respecto el conjunto de la población: sensibles a
lo que se conoce como «economía moral de la multitud» —y alude a que el origen
de la legitimidad del gobierno, en este caso municipal, provenía de asegurar las necesidades básicas de la población— y que se materializa en la adopción del fuero
De Vsuris contra los que acumulasen trigo, ordio, centeno o avena o cualquier otro
tipo de grano panificable —básico en la alimentación de la mayoría de la población
de la época—, como se ha mencionado en la página anterior; e implacables cuando lo que se discutía eran las reivindicaciones de los jornaleros y recatones: no era
todavía 1662 el momento en que los trabajadores podían ver satisfechas sus reivindicaciones de aumento de sueldo o reconocido el derecho a la huelga63.
El caso bilbilitano es donde se puede apreciar cómo este tipo documental
también puede reflejar tanto las relaciones dentro de esa minoría dirigente local
como el estado de las mismas con la monarquía. En primer lugar, aunque sea de
una manera indirecta a través de la actuación en el «caso Sisamón» —el asesinato
del jurado preeminente de Calatayud cuando iba a capturar a los asesinos de su
hijo como parte de los cometidos inherentes a su cargo— por parte del concejo de
la ciudad, que realizan los principales oficiales de 1551 y 1552, que solo atendieron las demandas de los deudos de los fallecidos después de que estos reclamasen
al gobernador del reino y al príncipe heredero justicia y el cese del hostigamiento al
que les estaban sometiendo los asesinos de Martín de Sisamón; demuestra cómo
en la lucha que se desarrolla en las ciudades y villas aragonesas por el control del
concejo y de los principales oficios, la aplicación de los estatutos criminales era una
herramienta más con la que se contaba en esos casos.
En segundo lugar, los momentos anteriores a esa aplicación (o no) de los
procedimientos desaforados (me estoy refiriendo a su redacción y aprobación), son
un reflejo del estado en el que se encuentran las relaciones entre las élites locales y
la monarquía: normalmente es el representante de esta última, el gobernador del
reino, quien tiene que aprobar (o no) los estatutos que le llegan. El caso más habitual es que el trámite finalizase positivamente, pero la manera en que varía el articulado de estos parece que puede relacionarse con la situación o, mejor dicho, con
la percepción que tiene el Rey y sus colaboradores más cercanos del Consejo del
63
AMZ, caja 7805, sig. 55-30, pp. 25 y ss.
154
Rey —con informaciones adicionales de la Gobernación del Reino o la Audiencia
Real— del estado de su relación con cada una de las más importantes ciudades y
villas del reino, de aquellas de las que esperaba el servicio en hombres y/o dinero
con el que mantener su política dinástica, de aquellas que muchas veces habían determinado el sentido del voto del cuarto brazo en las Cortes en asuntos de su incumbencia.
De esta manera, puede considerarse que la monarquía podía actuar de dos
maneras siempre dentro de los fueros: por un lado, conceder grandes atribuciones
al justicia de la ciudad o villa en cuestión, como puede ser la posibilidad de sentenciar a pena de muerte, demostraría la sintonía entre la localidad y su señor natural
—como puede ser el caso de Calatayud y Fernando el Católico—. Por otro, en el
caso de un concejo en el que el partido «realista» no tuviera aseguradas sus posiciones, los estatutos criminales establecerían el «colegiamiento» a la hora de dar
sentencia —el Justicia tendrá que votar junto a los jurados—, o para iniciar el proceso mismo64.
El permitir que se acuda a la justicia real para pedir informe sobre el sentido
de ese voto sería la manera en que el poder central conseguiría finalmente participar de una manera directa en los distintos procesos, en la vida municipal, independientemente de cuál fuese la situación en que se encontrase con las élites locales.
Se adelanta esta posibilidad en las Cortes de Monzón de 1510 mediante la promulgación de la obligación de elevar a consulta al Tribunal de los Cinco Letrados
—embrión de la futura Audiencia Real— aquellos casos en que el juez local hubiera
impuesto penas de muerte, mutilación o destierro superior a dos años. Y solo se
prescinde de su aplicación en el caso bilbilitano a partir de la quinta adición a su estatuto criminal, la que se realiza en 1603, tan solo diez años después de los acontecimientos que culminarían con la entrada en Aragón del ejército castellano, cuando
el recuerdo de la invasión del reino estaba aún fresco y presente en la memoria de
los regnícolas.
Parece corroborar esta tesis la evolución de los delitos «políticos», aquellos
relacionados con el mantenimiento del orden público en general, y la lealtad a la
Corona en particular —conviene recordar que en esta categoría se contemplan la
traición, la revuelta y la sedición—. La evolución cronológica señala su máximo absoluto en la segunda mitad del siglo XVI para luego ir descendiendo paulatinamente a lo largo del siglo XVII. Es entre 1550 y 1600 cuando se produce la resistencia
64
En este sentido, coincidiría con la dirección en que evolucionan los estatutos criminales que se
apuntaba al principio de este trabajo, de búsqueda de las mayores garantías para los procesados y,
más arriba, con el espíritu del Derecho aragonés de regulación de las instituciones.
155
del reino ante la imposición que pretende realizar Felipe II de su concepción absolutista del poder monárquico: una resistencia que termina de manera violenta con
la rebelión de 1591 y, en su vertiente política, en las Cortes de 1592, donde se
aprueba, entre otras medidas, el que no se pueda apellidar libertad65:
… de voluntad de la Corte, y quatro braços de aquella, estatuye y ordena, que
qualquiere persona, que apellidare libertad, ó induziere á otros que la apellidaren,
aunque del haverlo hecho no se siga otro effectto: pueden ser castigados y condenados hasta en pena de muerte natural66.
Esta era la manera —gritando «libertad»— en que los regnícolas denunciaban
la lesión de cualquiera de sus derechos forales y llamaban a sus vecinos más próximos para su defensa. Ese fue el grito —«viva la libertad»— con el que estallaron los
motines de mayo y septiembre de 1591. Aquel fue el inicio de la grave crisis conocida como rebelión de Aragón y que iba a suponer a posteriori el cambio del ordenamiento jurídico-político del reino, también del aspecto al que he dedicado este
estudio.
65
Los Fueros no quedaron derogados o abolidos —ni la institución del Justicia suprimida—, pero sí
modificados profundamente. Después de estas Cortes de 1592 nada volvió a ser como había sido
en la vida política, administrativa y judicial del reino, aunque se guardaran hasta cierto punto las
apariencias formales.
66
SAVALL, P. y S. PENÉN, «Actos de Corte de 1592», Fueros, Observancias y Actos de Corte del
Reino de Aragón, Zaragoza, 1866, t. I, p. 441.
156
ALGUNAS FÓRMULAS PARA
MEDRAR EN EL ARAGÓN
DE LOS SIGLOS XVI Y XVII.
EL EJEMPLO DE LA FAMILIA OLCINA*
José Ignacio Gómez Zorraquino
«El que a buen árbol se arrima,
buena sombra le cobija»
(Refrán popular)
A primera vista, el lector puede comprobar que el ambicioso planteamiento
de la primera parte del título queda minimizado en la segunda. Esto merece la explicación de que el estudio puntual sobre los Olcina1 pretende ser un eslabón de la
cadena que era la sociedad oscense de los siglos XVI y XVII, encuadrada dentro del
reino de Aragón y formando parte de los dominios de la monarquía hispana. Esta
evidencia no es retórica cuando pretendemos analizar la sociedad del Antiguo Régimen, ya que a priori los tres ámbitos mencionados —local, regional y nacional—
pueden parecer tres compartimentos estancos, algo que no se correspondía con la
realidad político-administrativa. Además, las distintas redes de poder que se crearon
*
Este trabajo forma parte de las investigaciones que lleva a cabo el Grupo Consolidado de Investigación Blancas, reconocido por el Gobierno de Aragón. El estudio también se ha beneficiado del
proyecto HUM 2005-07069-C05-04/HIST del Ministerio de Educación y Ciencia.
1
Utilizamos la grafía actual del apellido Olcina. El lector debe saber que en la documentación aparece citado mayoritariamente como Olzina.
157
no conocían fronteras cuando se trataba de mantener y ampliar la posición lograda. Sin olvidar, como más adelante hablaremos, que estamos ante una sociedad
donde existe una importante movilidad social.
No vamos a entrar a valorar las relaciones del reino de Aragón y la monarquía, ni el creciente absolutismo monárquico y, paralelamente, la pérdida de «identidad» de Aragón, ni sobre si los sucesos de 1591-1592 cambiaron la escena política aragonesa. Estos aspectos, sumamente importantes, quedan en segundo plano
cuando se observa que la monarquía —o sus delegados—, mediante diversas fórmulas, tenía una importante presencia en el gobierno de los concejos, mantenía
permanentemente bajo su control una serie de instituciones y cargos reales conviviendo con la estructura del poder foral aragonés y, además, bajo su dominio tenía
un extenso imperio que brindaba diversas posibilidades para el intervencionismo y
para poder gratificar a sus fieles servidores.
En este contexto, lo que estamos proponiendo es llevar a cabo —a largo
plazo— el análisis de una serie de redes de poder (donde había algunos prelados,
miembros de la magistratura, los ciudadanos, infanzones y pequeños señores jurisdiccionales que gobernaban los concejos aragoneses, etc.) con los más diversos vínculos
que en ocasiones se integraron en la alta nobleza aragonesa. Tengamos en cuenta
que la carrera de los honores (señoríos, hidalguías, hábitos, oficios, etc.) estuvo permanentemente abierta durante el Antiguo Régimen, lo que propició una importante
movilidad social y que se creasen una serie de «poderes intermedios» muy ambiciosos
—capaces de restar notoriedad y algunos puestos sociales relevantes a la alta nobleza— que ayudaron a la consolidación y mantenimiento del Estado absolutista.
El protagonismo de estas redes viene dado porque sus miembros ocuparon
posiciones destacadas dentro de la política municipal, de la magistratura, del mundo
de la cultura..., alcanzando un gran prestigio social. Este era mayor si, como en el
caso de Huesca, no se habían asentado miembros significativos de la alta nobleza, lo
que dejaba expedito el camino para conquistar todos los ámbitos de poder de la ciudad. Salvo esta matización, las redes de poder oscenses, como otras, estaban basadas en el parentesco, la amistad, el paisanaje, la endogamia profesional, etc.2.
No estamos hablando de unas redes vertebradas exclusivamente por la riqueza (monetaria, patrimonial, etc.), ya que además contaban con un significativo poder
2
Sobre las redes sociales y las élites es importante el trabajo de IMÍZCOZ BEUNZA, J.M., «Comunidad, red social y élites. Un análisis de la vertebración social en el Antiguo Régimen», en J.M.
IMÍZCOZ BEUNZA (director), Élites, poder y red social: las élites del País Vasco y Navarra en la
Edad Moderna (Estado de la cuestión y perspectivas), Bilbao, Universidad del País Vasco, 1996,
pp. 13-50.
158
y prestigio social logrado por su pertenencia a la baja nobleza o por ser pequeños
señores jurisdiccionales. Tampoco podemos olvidar que sus miembros estaban relacionados familiarmente con algún obispo y con buena parte de los componentes de
los cabildos catedralicios, prioratos y beneficios eclesiásticos. Esto significa que poseían la honorabilidad de los privilegiados, aunque debemos puntualizar que este estatus logrado no era producto de una antigua nobleza heredada, sino que era la consecuencia de un ascenso social intergeneracional llevado a cabo a lo largo de los
siglos XVI y XVII. Podemos afirmar que en el siglo XVII confluyeron una serie de
elementos políticos y socioeconómicos —tales como el creciente absolutismo, el aumento de la burocracia y los cargos públicos, el desarrollo económico durante el
siglo XVI y la posterior crisis económica...— que favorecieron el crecimiento de lo
que hace un instante hemos llamado «poderes intermedios». No olvidemos que en el
siglo XVII nos encontramos ante una sociedad más burocratizada y más aristocratizada, donde las posibilidades de acceder a la Iglesia también se habían ampliado por
la expansión de nuevas órdenes religiosas y la fundación de numerosos conventos3.
Pertenecer a la cada vez más prestigiada magistratura o estar cerca de ella
suponía formar parte del grupo de poder que dominaba la carrera judicial con la
supervisión del monarca o de sus delegados. Dicho grupo también controlaba otras
instancias y funciones dependientes de la monarquía, como los oficios reales en los
concejos (baile, zalmedina, etc.), el intervencionismo en las insaculaciones y ordinaciones concejiles, la supervisión o control de las minas, la participación en las concordias de censalistas, etc.
La elección de los Olcina como ejemplo representativo de una familia que tuvo
un rápido y significativo ascenso social y, en menor medida, económico, está también
justificada por su orientación profesional. Así, si durante buena parte del siglo XVI se
sucedieron tres generaciones de mercaderes, luego, desde finales de dicha centuria y
hasta principios del siglo XVIII, tomaron el testigo relevantes magistrados que emparentaron con miembros de la nobleza y con otros miembros de la magistratura. Todo
esto ocurría en una tradicional familia ciudadana de Huesca con responsabilidades
políticas en el concejo local y que se ganó la confianza de la monarquía tanto para
ejercer el poder municipal como para desempeñar puestos importantes en la judicatura y, además, para ocupar algunos de los oficios reales que existían en la capital altoaragonesa durante el Antiguo Régimen. No olvidemos que la administración pública
aragonesa estaba controlada —directa o indirectamente—desde la Corte, quedando
muy poco espacio para el «poder foral», lo que viene a explicar los deseos de los poderes intermedios aragoneses de estar cerca de la monarquía.
3
Remitimos al lector a la extensa bibliografía que hay sobre el tema. Recordemos los trabajos de
J.A. Maravall, A. Domínguez Ortiz, L. Stone, R. Mousnier, etc.
159
Los primeros Olcina que localizamos eran el matrimonio formado por Lázaro
Olcina y su esposa Juana Rasal. De esta unión nació una hija llamada Leonor —que
contrajo nupcias con Guillén de Aragón4— y el heredero Ramón, que aparece citado en la documentación con el alias de Valencia5. A partir de este primer Ramón,
casado con Isabel García, se suceden otras dos generaciones de individuos con el
mismo nombre. Abuelo, padre e hijo figuraban como mercaderes y ciudadanos de
Huesca y, además, el último Ramón aparecía como infanzón.
El abuelo Ramón de Olcina falleció en fechas cercanas al 3 de febrero de
1517, día en que se abrió su testamento6. Dejó como heredero universal y continuador del negocio mercantil a Ramón de Olcina, quien residía en Huesca. La legítima se les daba a sus hijos Ramón, Antón, María, Andreva (sic) e Isabel7; y a sus
nietos Ramón y Antonio8 —descendientes de la unión de Antón Olcina, mercader,
4
De esta unión debió de nacer Engracia de Aragón, casada con Jaime Olcina, alias Valencia, habitantes en Sariñena. Jaime ya era difunto en 1513. Fruto de dicho matrimonio nació Martín Olcina, alias Valencia, mercader habitante en 1513 en Valencia. Archivo Histórico Provincial de Huesca (en adelante, AHPrH). Felipe Lizana, 1513, 4-II, f. 29.
5
El Lázaro Olcina, alias Valencia, que nosotros señalamos debe de ser el Lázaro II que señala María
Teresa Iranzo Muñío. Al citado Lázaro le precedió un Lázaro I, dos Olcina con el nombre de Pascual y a estos últimos otros dos miembros con el nombre de Pedro. Todo ello acontenció en el
siglo XV, cuando dichos individuos se dedicaban a las actividades comerciales y figuraban como dirigentes del Concejo de Huesca. IRANZO MUÑÍO, M.ª T., Élites políticas y gobierno urbano en
Huesca en la Edad Media, Huesca, Ayuntamiento de Huesca, 2005, p. 306.
6
AHPrH. Pedro Navarro, 1517, 3-II, ff. 333r-338r. Había testado el 6 de agosto de 1516 ante el
notario Pedro Navarro, AHPrH. Pedro Navarro, 1527, f. 232r.
7
Aunque sin hijos, Andreva Olcina estaba casada con Antón Pérez Navarro. Isabel casó con el infanzón Juan Vélez, de Sabiñánigo.
El testador no señalaba a Juanico Olcina, su nieto «bastardo», descendiente de su hijo natural
Antón Olcina. Este último, estando enfermo, realizó un testamento el 20 de agosto de 1515 que
bien pudo recoger sus últimas voluntades. Antón Olcina nombró como herederos universales a
Ramón y Antonio, sus dos hijos naturales y legítimos. AHPrH. Pedro Navarro, 1515, 20-VIII, ff.
76r-79v. Un testamento anterior fue escriturado el 7 de agosto de 1515. AHPrH. Pedro López,
1515, 7-VIII, ff. 94r-97r.
8
Este Antonio de Olcina, ciudadano oscense, debió de morir el 3 de septiembre de 1551, cuando
se testificó notarialmente su muerte. En su testamento firmado, realizado estando enfermo en la
cama, mostraba sus deseos de ser enterrado en los claustros de la Seo de Huesca, templo donde
se debía celebrar la defunción, novena y cabo de año y un treintenario de San Amador. La herencia legítima para cada una de sus tres hijas, Bárbara, Ana y Julia, consistía en diez sueldos en bienes
muebles y diez sueldos en bienes inmuebles. La heredera era su mujer y madre de sus hijas, Catalina Marco, quien debía disponer la herencia en las descendientes del matrimonio. Si la heredera se
casaba o moría, dichos bienes eran para la tía del testador Isabel Olcina, viuda del difunto Juan
Vélez, infanzón, habitante en Sabiñánigo, estando sujeta a las mismas obligaciones que Catalina.
Si sus hijas morían sin contraer matrimonio y después de fallecer su mujer, la herencia pasaba a
Ambrosio Olcina, primo del testador, Martín de Lanaja, ciudadano de Huesca y en los hijos de
160
y María Villanova—, y a Juana y Martín —fruto del matrimonio de María Olcina y
Pedro Lanarsa—. Ramón, el heredero universal, se quedaba con la casa familiar y
debía compensar económicamente a su hermano Antonio, estando obligado el heredero a no enajenar dicha vivienda y a transmitirla a sus hijos legítimos. También
el hijo bastardo, llamado Ambrosio, como luego veremos, podía acceder al solar familiar si Ramón no tenía descendientes directos.
La muerte del primer Ramón de Olcina en 1517 abrió las puertas al nuevo
representante de la estirpe, que no era otro que su hijo Ramón, mercader y ciudadano de Huesca, casado con Juana Biota. Fruto de esta unión nacieron Ramón,
Juan, Ambrosio, María9 —unida en matrimonio con el mercader oscense Juan Lupercio Felices— y Jerónimo. El pater familias debió de desempeñar una intensa
actividad mercantil, de la que nos consta la formación de varias compañías comerciales para exportar lana a Francia e importar productos elaborados desde dicho
país vecino10.
El segundo Ramón de Olcina de la saga familiar —que añadía el apellido
García de su madre— debió de fallecer en fechas cercanas al 6 de diciembre de
1529, cuando realizó un testamento estando enfermo11. Deseaba ser sepultado en
el cementerio de la Seo de Huesca, en el claustro donde estaba enterrado su padre.
Cristóbal de Heredia y Juan de Losilla. Nombró tutores y curadores a su mujer, a su tía Isabel Olcina, a Juan Liñán de Vera, a Alonso Cortés, a Martín de Lanaja y a Ambrosio Olcina, primos del
testador. AHPrH. Sebastián Canales, 1551, 3-IX, ff. 195r-198v.
9
María Olcina, que siguió manteniendo el alias de Valencia de sus hermanos, en su unión carnal
con el mercader oscense Juan Lupercio Felices —miembro de una familia que adquirió un importante peso social en la Huesca del siglo XVII— debieron de procrear a una hija llamada Margarita.
María testó estando enferma el 29 de enero de 1551. Solicitaba ser enterrada en la capilla de San
José de la iglesia de San Francisco de Huesca —que pertenecía a su marido—, donde deseaba que
se fundase un aniversario de cinco sueldos de renta anual. Sus hermanos, Juan y Jerónimo, se beneficiaban de una donación de 500 sueldos jaqueses cada uno. Ambrosio, hermano de los anteriores, que en ese momento era bachiller, debía recibir 1000 sueldos jaqueses. El esposo de la testadora se convertía en el heredero universal con la obligación de mantener a la hija de ambos hasta
que contrajese matrimonio, momento en que Margarita debía recibir 22 000 sueldos, pagados de
los 33 000 sueldos que firmó Juan Lupercio Felices en los capítulos matrimoniales. La muerte de
Margarita sin contraer matrimonio obligaba a su padre a dar 6000 sueldos a Ambrosio y 2000
sueldos a cada uno de los hermanos de este último, llamados Juan, Jerónimo y Ramón. AHPrH.
Vicente Salinas, 1551, 29-I, ff. 24r-26v.
10
Llama la atención el que Ramón de Olcina tuviese como socio al mercader oscense Pedro de Olcina, de quien desconocemos las relaciones familiares que mantenían. Solamente tenemos información de un Pedro de Olcina, notario, que era citado por Ramón de Olcina en 1517 como nieto
suyo. AHPrH. Pedro Navarro, 1519, 5-XII, ff. 357r.-361v.; 1521, 30-III, ff. 253r-256v.
11
En 1532 ya había fallecido. AHPrH. Pedro Navarro, 1529, 6-XII, ff. 264r-268v; 1532, f. 22r.
161
Se acordó de su hijo bastardo Ambrosio —con el mismo nombre que uno de sus
hijos naturales y legítimos12—, a quien le dejaba una cifra monetaria nada despreciable. Nombró heredero de la estirpe a su hijo Ramón.
El tercer Olcina con el nombre de Ramón, alias Valencia —y que añadía el
apellido materno Biota—, era infanzón y ciudadano de Huesca. Contrajo nupcias
con Ana de Arbués, enlace que se rompió por el fallecimiento de la esposa el 15
de febrero de 157813. Antes, el matrimonio había procreado un único hijo vivo, llamado Juan Miguel de Olcina y Arbués, a quien su madre lo nombraba como heredero universal —salvo que muriese prematuramente o entrase a formar parte de la
Iglesia, ya que entonces el patrimonio pasaba a Jerónimo de Arbués, hermano de
la testadora, residente en Biota—. Ana de Arbués, a diferencia de su suegro y, anteriormente, de su abuelo político, deseaba ser enterrada en la capilla de San Vicente de la Seo de Huesca, donde descansaba su cuñado, el jurista micer Ambrosio
Olcina, quien había dado un salto cualitativo a la hora de prestigiar la estirpe. La
testadora, como no podía ser de otra manera, donaba a su marido todo el excrex y
aumento de dote que había recibido gracias a la capitulación matrimonial14. Por
otra parte, el cabeza de familia, Ramón, debió de fenecer en fechas cercanas al 15
de agosto de 1596, cuando escrituró sus últimas voluntades estando enfermo. En
dicho documento —conservado incompleto— señalaba como heredero universal a
su hijo el doctor Juan Miguel de Olcina, quien de esta forma se convertía en el destinatario de la mayor parte del patrimonio familiar15.
El jurista doctor Ambrosio de Olcina y Biota, ciudadano de Huesca, hermano del tercer Olcina con el nombre de Ramón —y el heredero universal de la
saga—, fue el primer miembro familiar que entró en la carrera judicial y allanó el
terreno para los parientes que siguieron sus pasos. Ambrosio fue bachiller en Artes
en 1549, luego bachiller en Leyes en Toulouse, se licenció en Leyes el 23 de mayo
de 1554 en la Universidad de Huesca, donde fue catedrático de Licción de Leyes
en 1554-1562, dos Licciones de Cánones en 1562-1563, Segunda de Leyes en
12
Uno de los dos miembros familiares con el mismo nombre Ambrosio fue el clérigo que disfrutó del
beneficio de Santa Cecilia en la parroquia de San Pedro el Viejo de Huesca. Archivo Diocesano de
Huesca (en adelante, ADH). Proceso 556/4 (6173).
13
AHPrH. Luis Navarro, 1578, 15-II, ff. 73v-74r.
14
AHPrH. Luis Navarro, 1578, 3-II, ff. 48r-50r.
15
AHPrH. Pedro Rasal, 1596, 15-VIII, ff. 767r-768v. Quería que su cuerpo muerto fuese enterrado
en los claustros de la Seo de Huesca, donde descansaban sus predecesores y donde quería que se
celebrase la defunción, novena y cabo de año. Pedía que se celebrasen dos misas rezadas semanalmente durante un año, veinte misas anuales (en tandas de cinco) durante los cuatro años siguientes al de su muerte. Donaba 200 sueldos jaqueses al Hospital de Nuestra Señora de Gracia de Zaragoza y 100 sueldos al Hospital de Nuestra Señora de la Esperanza de Huesca.
162
1563-1565 y Primera de Leyes en 1565-156816. No sabemos cuándo logró el
doctorado en Derecho, aunque todo apunta que fue en 1554, a los pocos días de
obtener la licenciatura, ya que así se hacía en la Universidad de Huesca17. Si hacemos caso a un memorial —del que luego nos ocuparemos— que presentó don Nicolás de Olcina en 1681, Ambrosio debió de ser lugarteniente de la corte del Justicia de Aragón18 y desconocemos si ascendió mucho más en el cursus honorum de
los oficios letrados o si se quedó en estos iniciales pasos del escalafón19.
Ambrosio abrió el camino en la carrera judicial a su sobrino micer Juan Miguel de Olcina y Arbués, a quien debió de animar para que siguiese sus pasos. Juan
Miguel, quien seguramente nació en la década de los años sesenta del siglo XVI20,
estudió en la Universidad de Huesca, donde fue bachiller en Leyes el 11 de mayo
de 1579 y se licenció en la misma especialidad el 9 de septiembre de 1585. Fue
colegial mayor del Colegio de Santiago de Huesca desde el 25 de julio de 1583.
En la Universidad de Huesca ocupó la cátedra doctoral de Leyes en 1581-1582,
1583-1587 y 1589-1592, la de Vísperas de Leyes en 1592-1598 y, finalmente,
fue catedrático de Prima de Leyes en los años 1598-162921. Mientras tanto, debió
16
LAHOZ FINESTRES, J.M. «Graduados altoaragoneses en las facultades de Leyes y Cánones, de la
Universidad de Huesca», Argensola, n.º 111 (1997), p. 140. Ídem, Las facultades de Leyes y
Cánones de la Universidad de Huesca (siglos XIV-XIX) (tesis doctoral inédita). DURÁN GUDIOL, A. «Notas para la historia de la Universidad de Huesca en el siglo XVI», Hispania sacra,
vol. 21 (1968), p. 152.
17
LAHOZ FINESTRES, J.M. y GARCÍA TORRECILLA, L. «Graduados en Teología en la Universidad de Huesca», Miscelánea Alfonso IX (2001), p. 210.
18
Biblioteca Nacional de Madrid (en adelante, BNM). Ms. 8382, ff. 188v-189v.
19
En la carrera judicial se daban los primeros pasos con la práctica de la abogacía, ejerciendo alguna
cátedra universitaria, trabajando de asesor del zalmedina y del baile, desempeñando los puestos de
juez de encuestas, justicia de las montañas de Aragón, etc. Posteriormente, se entraba en la corte
del Justicia de Aragón y, sucesivamente, se pasaba a la Real Audiencia y al Consejo de Aragón.
Un análisis más minucioso del cursus honorum de los oficios letrados, realizado a partir de varios
autores que se han ocupado del asunto, se puede ver en GÓMEZ ZORRAQUINO, J.I., «La endogamia profesional en la magistratura en Aragón (siglo XVII)» (en prensa).
20
Miguel Gómez Uriel habla de micer Miguel Juan de Olcina, nacido en Huesca en la segunda mitad
del siglo XVI. Este autor dice que en 1622 dedicó una capilla a los santos Orencio y Paciencia en
la Seo de Huesca, cuando nosotros tenemos constancia de que su capilla en la Seo de Huesca era
la renovada capilla —en 1621— de Todos los Santos. GÓMEZ URIEL, M., Bibliotecas antigua y
nueva de escritores aragoneses de Latassa, aumentadas y refundidas en forma de diccionario
bibliográfico-biográfico, Zaragoza, Imprenta Calisto Ariño, 1884-1886, tomo II, p. 423 (hay una
edición electrónica a cargo de PEDRAZA, M.J., J.A. SÁNCHEZ y L. JULVE, Zaragoza, 2001).
21
LAHOZ FINESTRES, J.M. «Graduados altoaragoneses...», óp. cit., p.140. Ídem, Las facultades
de Leyes y Cánones... DURÁN GUDIOL, A. «Notas para la historia de la Universidad de Huesca...», óp. cit., p. 152.
163
de ejercer como comisario real —juntamente con Jerónimo [Fernández] de Heredia, justicia de Jaca y de las montañas de Aragón— para llevar a cabo en 1594 las
ordinaciones de la villa de Loarre y sus aldeas, impresas en Zaragoza en 1681 por
los herederos de Pedro Lanaja Lamarca22.
Esta actividad profesional la compatibilizó micer Juan Miguel de Olcina
con una intensa vida familiar que le llevó a contraer matrimonio eclesiástico en la
parroquia de la Seo de Huesca con doña Catalina Adrián de Aínsa el 22 de agosto de 159123, dama que tenía unos apellidos muy arraigados en la sociedad oscense24. Fruto de esta unión nacieron nueve hijos conocidos, lo que facilitó que la
unidad familiar pudiese extender su red de relaciones sociales. De los hijos del
matrimonio, nada conocemos de Catalina. De Paciencia, Josefa y Lorenza solamente sabemos que fueron bautizadas en la parroquia de la Seo de la capital altoaragonesa los días 10 de abril de 1596, 24 de marzo de 1600 y el 25 de abril
de 1601, respectivamente25. Otra hermana, Mariana, se casó en fechas cercanas
al 17 de junio de 1616 —cuando firmó los capítulos matrimoniales—26 con el
doctor Juan Francisco Jubero, lugarteniente de la corte del Justicia de Aragón,
del consejo civil y abogado fiscal de Su Majestad en Aragón27, natural de Barbas-
22
GÓMEZ URIEL, M. Bibliotecas antigua y nueva..., óp. cit., t. II, p. 423.
23
ADH.Quinque libri de la parroquia de la Seo de Huesca, Libro 133/3, f. 99r. Catalina Adrián de
Aínsa era hija de José Adrián de Aínsa y de Catalina Valverde y hermana de Jerónimo e Isabel,
quienes debieron de morir en su juventud sin tener descendencia. AHPrH. José Miguel Rasal,
1650, 15-II. ff. 100v-113v.
24
Tengamos en cuenta que Gostanza Adrián fue esposa de don Martín de Sangüesa, señor de Torresecas. Sobre el infanzón oscense Miguel Adrián, quien testó el 20 de septiembre de 1582 ante el
notario oscense Luis Pilares, sabemos que quería que su cuerpo muerto fuese sepultado en el enterratorio del difunto canónigo Martín del Molino. Entre otras cuestiones, sus sobrinos Martín, Juan,
Beatriz, Josefa y Gostanza de Molinos (sic) recibieron parte de la hacienda del testador. Martina Tarazona, también sobrina del testador, debía beneficiarse de los 4000 sueldos jaqueses que podía recibir a la hora de contraer matrimonio ADH. Proceso 121/3 (1449).
25
ADH. Quinque libri de la parroquia de la Seo de Huesca, Libro 133/3, ff. 10r, 33v y 40r.
26
El acuerdo se pactó ante el notario oscense Jorge Saturnino Salinas, documento que en la actualidad
se encuentra en paradero desconocido. AHPrH. José Miguel Rasal, 1650, 15-II, ff. 106r-106v.
27
El doctor Jubero en 1626 era lugarteniente de la corte del Justicia de Aragón. GIL PUJOL, «La proyección extrarregional de la clase dirigente aragonesa en el siglo XVII», en P. MOLAS y otros, Historia
social de la administración española. Estudios sobre los siglos XVII y XVIII, Barcelona, Consejo
Superior de Investigaciones Científicas-Institución Milá y Fontanals-Departamento de Historia Moderna, 1980, p. 42. Fruto de esta unión nacieron, como mínimo, los siguientes hijos: Teresa —que el 28
de julio de 1629 era novicia en el convento de la Encarnación de Huesca—, Mariana y Jusepe. Este
último estudió en la Universidad de Huesca, donde fue bachiller en Cánones el 27 de mayo de 1638.
AHPrH. Juan Cueva, 1629, 28-VII, s.f. AHPrH: Juan Cueva, 1639, 10-X, f. 73r. AHPZ: Lorenzo
Moles, 1641, 12-XII, ff. 3427r-3430r. LAHOZ FINESTRES, J.M., «Graduados zaragozanos en las facultades de Leyes y Cánones de la Universidad de Huesca», Turiaso, XIII (1996), p. 250.
164
tro, quien estudió y ejerció de catedrático en la Universidad de Huesca28. Dos
hijos, llamados ambos Orencio, bautizados el 29 de octubre de 1605 y el 15 de
febrero de 1608, respectivamente, van completando la prole29. El eclesiástico de
la familia fue el doctor Saturnino de Olcina, arcediano del Sobrarbe en la catedral de Huesca30, miembro de la cofradía de San Vicente el Alto31, quien pudo
La viuda doña Marina de Olcina testó, estando enferma, en Zaragoza el 12 de diciembre de
1641. Solicitaba lo siguiente: quería que su cuerpo muerto fuese enterrado en la capilla de su
padre en la Seo de Huesca. Pedía que, además de la defunción, novena y cabo de año, se celebrasen mil misas rezadas por su alma y la de su difunto esposo. Donaba 400 sueldos jaqueses al
convento de Santa Engracia de Zaragoza, 50 sueldos a cada uno de los hospitalicos de niños y
niñas de Zaragoza, 50 sueldos a las Hermanas Recogidas de Zaragoza y otros 50 sueldos al Hospital de Nuestra Señora de Gracia de la capital aragonesa. Dejaba una herencia legítima de cinco
sueldos jaqueses en bienes muebles y sendas arrobas de tierra en los montes zaragozanos para
sus hijos, don José Jubero y doña Mariana Jubero. Su hijo José también debía recibir la librería
(sic), unas casas en el callizo de los Caracoles de Zaragoza, un escritorio de ébano, una fuente de
plata y unas espabiladeras con salvilla de plata y con las armas de su padre. Instituía como heredera universal a su hija doña Mariana, con la condición de que «tome estado a gusto y disposición de mis executores». Nombró ejecutores testamentarios a su hermano el canónigo doctor Saturnino de Olcina, a su madre Catalina de Adrián, a su cuñado el escribano de mandamiento
José Jubero y a su cuñada doña Francisca Elena del Molino. AHPZ. Lorenzo Moles, 1641, 12XII, ff. 3427r-3430r.
28
El doctor Jubero —quien ya había fallecido en 1640— estudió en la Universidad de Huesca y fue
bachiller de Leyes por suficiencia el 14 de septiembre de 1607 y se licenció en Cánones en
1608-1609. Se convirtió en colegial mayor del Colegio de Santiago de Huesca el 20 de septiembre de 1608. En la Universidad altoaragonesa fue catedrático de Sexto en 1609-1612 y de Decreto en 1612-1615. Desconocemos dónde y cuándo se convirtió en doctor. Por el momento,
tampoco sabemos si tenía algún parentesco con otro Juan Francisco Jubero, quien también estudió en la Universidad de Huesca, donde fue bachiller en Leyes por suficiencia el 14 de abril de
1640 y se licenció en Leyes en 1641-1642, llegando a ser colegial en 1636 del colegio oscense
de San Vicente y el 10 de febrero de 1642 del Colegio Mayor de Santiago de Huesca. Fue catedrático de Digesto en 1640-1641, de Instituta en 1641-1642 —se le nombró el 9 de noviembre
de 1641— y de Código en 1645-1646. LAHOZ FINESTRES, J.M., «Graduados altoaragoneses...», óp. cit., p. 133. Ídem, Las facultades de Leyes y Cánones... AHPrH. Lorenzo Rasal,
1640, 26-X, f. 468v.
29
ADH. Quinque libri de la parroquia de la Seo de Huesca, Libro 133/3, ff. 70v y 89r.
30
Saturnino estudió en la Universidad de Huesca, donde fue licenciado en Filosofía el 7 de julio de
1622, bachiller en Teología el 3 de junio de 1623, bachiller en Cánones el 14 de octubre de
1625 y licenciado en Cánones el 23 de mayo de 1626, lo que le permitió convertirse en doctor.
LAHOZ FINESTRES, J.M. «Graduados altoaragoneses...», óp. cit., p. 140. LAHOZ FINESTRES,
J.M. y L. GARCÍA TORRECILLA, «Graduados en Teología...», óp. cit., p. 268. Si atendemos a
un arrendamiento del 21 de diciembre de 1649, por su condición de arcediano del Sobrarbe,
tenía derecho a cobrar los frutos decimales del lugar de Guaso y diversos sabidos que le reportaban —según el contrato— 4940 sueldos jaqueses cada año, AHPrH. José Miguel Rasal, 1649,
21-XII, ff. 510v-511v.
31
AHPrH. Vicencio Santapau, 1639, 1-X, ff. 727r-728r.
165
morir en fechas cercanas al 5 de mayo de 1654, cuando testó32. Finalmente,
dentro de la unidad familiar destaca el doctor don Vincencio Tomás de Olcina,
jurista, infanzón y ciudadano de la capital altoaragonesa, quien no fue el último
en nacer, ya que lo bautizaron el 20 de diciembre de 1602 en la misma parroquia que sus hermanos33.
Esta amplia unidad familiar, que tenía su residencia en unas casas junto a la
plaza de la Seo de Huesca, se rompió de forma significativa cuando murió el pater
familias —destacado infanzón y ciudadano de Huesca— el 4 de agosto de 162934.
En ese momento se activaron los deseos testamentarios del finado, escriturados el
6 de abril de 1604 y retocados mediante codicilo el 28 de julio de 162935. Micer
Juan Miguel de Olcina quería ser enterrado en su capilla de Todos los Santos de la
Seo de Huesca —que debió renovarse en 1621-162336— con el hábito de Nuestra
32
El testamento, hoy desaparecido, lo firmó ante el notario oscense Pedro Fenés de Ruesta.
AHPrH. Pedro Silverio Fenés de Ruesta, 1668, 12-XII, f. 881v. Según parece, su herencia debía
distribuirse entre sus sobrinos, don Nicolás de Olcina y sus dos hermanas, Josefa y Catalina Francisca Teresa —más conocida como Teresa—. Los herederos fideicomisarios del testador eran su
cuñada, doña Francisca Elena del Molino, el doctor Jorge Salinas y Azpilcueta, prepósito de la
Seo de Huesca, y los canónigos de la misma catedral el doctor Juan Orencio de Lastanosa y el licenciado Vicencio Agustín Berges. AHPrH. Pedro Silverio Fenés de Ruesta, 1667, 12-IV, ff.
239r-241r. El 22 de junio de 1660 don Nicolás de Olcina recibió de los herederos fideicomisarios
del doctor Saturnino de Olcina un censal de 500 sueldos de pensión con 10 000 sueldos de propiedad, cargado sobre el concejo de Huesca. AHPrH. Vicencio Santapau, 1660, 22-VI, ff. 401r405r. Gracias a una venta realizada por Francisca Elena del Molino y su hijo Nicolás, sabemos que
el difunto doctor Saturnino de Olcina había dado a treudo a Miguel Trucat, habitante en Huesca,
un campo de cahíz y medio de sembradura, situado en el término oscense de Almériz, por un precio de ciento cuarenta sueldos anuales. Dicho treudo fue vendido al licenciado Martín Calvo por
un precio de dos mil ochocientos sueldos jaqueses. AHPrH. Pedro Silverio Fenés de Ruesta,
1667, 12-IV, ff. 242r-246r.
33
ADH. Quinque libri de la parroquia de la Seo de Huesca, Libro 133/3, f. 52r. A lo largo de su
vida, en la documentación es citado indistintamente como Vicencio o Vincencio.
34
Fue sepultado dos días después del óbito. AHPrH. Juan Cueva, 1604, f. 153v. ADH. Quinque
libri de la parroquia de la Seo de Huesca, Libro 134/2, s.f.
35
AHPrH. Juan Cueva, 1604, f. 153v. y cuadernillo anexo; Juan Cueva, 1629, 28-VII, s.f.
36
Micer Juan Miguel de Olcina y su esposa Catalina Adrián recibieron la citada capilla del capítulo de
la Seo el 8 de septiembre de 1621. La capilla —que estaba al lado de las puertas del claustro— fue
dada y asignada por el citado capítulo a los señores Olcina y Adrián «para que vosotros y los buestros descendientes hos podays sepultar y enterrar [...]». Los receptores aceptaron hacer un carnario
a sus expensas y se comprometieron a cumplir las siguientes obligaciones: debían financiar la fábrica de un retablo bajo la advocación de Todos los Santos, de una sacristía y de un rejado de hierro
como el de la capilla de los Reyes. Este compromiso debía hacerse efectivo en los dos años siguientes a la fecha de la firma del acuerdo. Además, micer Juan Miguel de Olcina —si vivía en 1624—
estaba obligado a fundar doce aniversarios en la Seo de Huesca (once ordinarios, con 25 sueldos jaqueses de «distribución», y uno solemne, con 65 sueldos de «distribución») y 50 sueldos anuales para
166
Señora del Carmen37. Su «muy amada» mujer era la usufructuaria de la herencia
—siempre y cuando permaneciese como viuda— y la heredera universal —conjuntamente con Jaime Biota, Jorge Saturnino Salinas y Jaime de Aranda, ciudadanos
de Huesca—, con la obligación de que la herencia se repartiese entre sus hijos e
hijas «de la forma que les pareciere». A pesar de esta cláusula, el testador ya estableció quien iba a ser su sucesor más beneficiado, ya que su hijo Vincencio Tomás de
Olcina debía recibir los libros, papeles y todas las viviendas de su padre —donde se
incluía la «casa» familiar—, porque deseaba que permaneciesen «en hijo mío varón,
si lo huviese»38. Un censal de veinte mil sueldos de propiedad y mil sueldos de pensión, cargado sobre el Concejo de Huesca a nombre de Catalina Adrián —quien lo
había heredado de su hermana Isabel Adrián—, debía entregarse a las hijas del tes-
el aceite de una lámpara que debía arder en la capilla que se iba a construir. En el supuesto de que
micer Olcina hubiese muerto antes de 1624 —algo que no ocurrió— solamente se hubiesen fundado seis aniversarios con 25 sueldos de «distribución». La citada lámpara debía encenderse todos los
días de fiesta «desde la hora prima hasta acabados los officios y nona, y en las vísperas de las festividades de Todos los Santos, la Coronación de Nuestra Señora, santos Orencio y Paciencia. Archivo
de la Catedral de Huesca (en adelante, ACH). Luis Pilares, 1621, 8-IX, ff. 242r-245v.
37
En su primer testamento comunicaba que deseaba ser sepultado en la iglesia de Nuestra Señora
del Carmen, donde descansaban algunas hijas suyas. A las iniciales cuatrocientas misas que encargó para salvar su alma, añadió luego otras tantas celebraciones litúrgicas. Donaba 50 sueldos al
Hospital de Nuestra Señora de la Esperanza de Huesca, otra suma igual a la Limosna de Huesca y
otros 50 sueldos al Colegio de Santiago de la capital altoaragonesa para ayudarle a dorar el retablo. Fundó un aniversario perpetuo en la Seo de Huesca.
La fundación del aniversario se llevó a cabo el 10 de enero de 1629, cuando el deán, canónigos
y capítulo de la Seo de Huesca reconocieron haber recibido del testador, micer Juan Miguel de
Olcina, y de su esposa Catalina Adrián de Aínsa la suma de 8600 sueldos en moneda de plata a
cambio de obligarse «a decir perpetuamente en la Seo de Huesca en cada mes un aniversario por
el quinzeno día, y siendo impedido aquel día el primero día siguiente no impedido, por las ánimas de los dichos cónjuges, sus Padres y descendientes [...]». Para el primer aniversario, que
debía ser solemne, se entregaban 75 sueldos de renta cada año y en los restantes once meses se
asignaba la suma de 25 sueldos de renta anual, sumando todo ello 350 sueldos anuales de renta.
Después de muerto micer Juan Miguel, las celebraciones debían de ser de la forma señalada y
además —según lo estipulado en la asignación de la capilla en 1621— se debía cumplir lo siguiente: la lámpara de la capilla de Todos los Santos y de los santos Orencio y Paciencia —capilla de los Olcina y Adrián— debía de alumbrar perpetuamente los sábados y días de salve, a la
salve de las vísperas de San Orencio y Santa Paciencia y de Todos los Santos, las vísperas y por
la mañana del día de la Coronación de Nuestra Señora y todos los domingos y fiestas de guardar.
También se regulaban otras vísperas cantadas, los candeleros que debían arder, etc. AHPrH.
Pedro Santapau, 1629, 10-I, ff. 24r y ss.
38
También estableció una cláusula —que no se activó— en la que afirmaba que la muerte de sus
hijos e hijas sin descendientes permitía a su primo hermano Baltasar de Arbués, residente en Val
de Almonacid en el reino de Valencia, heredar 14 000 sueldos jaqueses y el resto de la hacienda
debía destinarse en obras pías por mandato del obispo y el deán de Huesca.
167
tador. Teresa Jubero, seguramente nieta del testador, novicia en el convento de la Encarnación de Huesca, debía recibir once mil sueldos. Nombró como herederos fideicomisarios nuevos —en sustitución de otros miembros desaparecidos o para reforzar
los existentes— a Martín Biota, racionero de la iglesia parroquial de San Pedro el
Viejo de Huesca; a Martín del Molino, señor de Monrepós y Arguas; y a los ciudadanos oscenses Jaime Juan de Biota y Vincencio Nicolás Salinas39.
Tendremos que esperar al 28 de mayo de 1652 para encontrarnos con el
óbito de Catalina Adrián de Aínsa40. Dos años antes firmó sus últimas voluntades,
más concretamente, el 17 de enero de 1650. En dicho documento la testadora
nombró heredero universal a su hijo el doctor Saturnino de Olcina, a quien le encomendó que se acordase de sus nietos Josefa, Nicolas y [Catalina Francisca] Teresa —descendientes legítimos de su hijo el doctor don Vincencio Tomás de Olcina y de doña Francisca Elena del Molino, como luego veremos—, sobrinos del
beneficiado41.
Tras lo dicho hace un instante, nos ha quedado claro que en el doctor Vincencio Tomás de Olcina recayó la responsabilidad de que la saga de los Olcina
mantuviese el prestigio logrado por sus antepasados. De entrada, el joven Vincencio, que estaba a punto de cumplir veintisiete años cuando feneció su padre, ya
había demostrado sus dotes para la carrera judicial. Decimos esto porque el Vincencio Tomás o Vicente, que había visto la primera luz en 1602, estudió en la
Universidad de Huesca y fue bachiller en Leyes el 20 de junio de 1621, bachiller
en Cánones el 20 de junio de 1622 y licenciado en Leyes el 14 de febrero de
1624. También figuraba como colegial del Colegio Mayor de Santiago de Huesca
desde el 22 de enero de 1624. Terminados estos estudios, pronto debió lograr el
39
No queremos dejar de mencionar un inventario que se hizo el 15 de marzo de 1633, casi cuatro
años después de fallecer dicho micer, lo que le resta significación. En dicho documento se enumeraban como propiedades más significativas los siguientes bienes: dos bufetes, alguna mesa de nogal,
varias arcas, varios cuadros y estampas, una cubertería de plata, un alambique, ollas de cobre, diez
títulos de censales (sumaban un capital de 89 500 sueldos jaqueses de propiedad y una rentabilidad
anual de 4332 sueldos) y dos treudos anuales de 20 y 43 sueldos. AHPrH. Pedro Santapau, 1633,
27-III, ff. 65v y ss.
40
AHPrH. José Miguel Rasal, 1652, 28-V, f., 347v.
41
AHPrH. José Miguel Rasal, 1652, 28-V, ff. 343r-346v. Deseaba que su cuerpo muerto fuese enterrado en la capilla que tenía su marido en la Seo de Huesca, donde quería que se celebrase
anualmente una misa perpetua con responso por su alma el día de la conmemoración de su muerte. Mandaba que cada año se comprase una bula de difuntos y se dijese perpetuamente una misa
de réquiem en la capilla del Santo Cristo de los Milagros de la Seo oscense. Nombró como ejecutores testamentarios al doctor Jorge Salinas de Azpilcueta (prepósito de la catedral de Huesca), a
su hijo, el doctor Saturnino de Olcina, a don Pablo Beruete y doña Francisca del Molino.
168
doctorado y en la citada universidad fue catedrático de Sexto en 1627-1630 y de
Código en 1630-163942.
El doctor Vincencio, jurista, también «heredó» la infanzonía y la ciudadanía
oscense de sus antepasados más inmediatos. A la vez, debió de contar con la ayuda
de su cuñado el doctor Jubero, abogado fiscal en la Audiencia aragonesa. Como
no podía ser de otra forma, el doctor Saturnino de Olcina, arcediano del Sobrarbe
en la catedral de Huesca, también debió de prestar buenos apoyos a su hermano
Vincencio, el heredero de la «casa» familiar.
Mientras esto ocurría, el doctor Vincencio, un año antes de que falleciese su
padre, pasó por la parroquia de la Seo de Huesca el 1 de agosto de 1628, cuatro
meses antes de cumplir veintiséis años, para contraer nupcias con Francisca Elena
del Molino43, quien pertenecía a una familia de infanzones. Además, como luego
veremos, Vincencio y Francisca también pudieron echar mano de la colaboración
del jurista Martín Juan Marquínez, cuñado de ambos, casado con Timotea del Molino, hermana de Francisca.
El doctor Vincencio Tomás de Olcina y Francisca Elena del Molino firmaron
los capítulos matrimoniales en Huesca y Apiés los días 16 y 17 de junio de 1628,
respectivamente44. Vincencio Tomás aportó 132 000 sueldos jaqueses en censales
cargados sobre el concejo de Huesca (de 22 000 sueldos de propiedad y 1000
sueldos de pensión cada uno), una viña de más de cien peonadas en la partida oscense de Guatal, unas tiras de tierra en la partida oscense del Alcoraz, unas tiras en
la partida oscense de Alfaz, las casas donde vivían los padres y dos casas contiguas
en la parroquia de la Seo de Huesca45 —confrontantes con la casa y corral de don
Jerónimo Pérez de Sayas, caballero, Justicia de las montañas de Aragón—, ocho
42
LAHOZ FINESTRES, J.M. «Graduados altoaragoneses...», óp. cit., p. 140. Ídem, Las facultades
de Leyes y Cánones...
43
ADH. Quinque libri de la parroquia de la Seo de Huesca, Libro 134/2, f. 165r.
Desconocemos el parentesco de estos Del Molino con el sabio jurisperito micer Miguel del Molino,
jurado en cap de Zaragoza, lugarteniente de la corte del Justicia, muerto antes de mediados del
siglo XVI. Este destacado jurista escribió Repertorium Forum et Observantiarum..., trabajo que
fue extractado en castellano por Bernardo Monsoriu, quien lo publicó como Summa de todos los
fueros..., editado en Zaragoza en 1589 (hay una edición facsímil realizada en Zaragoza por Libros
Certeza, 2003). GÓMEZ URIEL, M., Bibliotecas..., óp. cit., t. II, pp. 325-327.
44
Intervinieron en el acto el matrimonio formado por Juan Miguel de Olcina y su esposa Catalina
Adrián —padres del contrayente— y Martín del Molino —padre de Francisca Elena— y el maestrescuela y canónigo de la Seo de Huesca, el doctor Juan del Molino. AHPrH. Pedro Santapau,
1628, 16-VI, ff. 372r y ss.
45
Las casas estaban cargadas con un treudo perpetuo de 25 sueldos anuales que pagaban al arcediano de la cámara y 6 sueldos que se satisfacían al deán. Los donantes se reservaban las casas mayores y el futuro nuevo matrimonio debía vivir en «la cassa de la esquina», casa que debía pasar al
169
carretadas de leña anuales, seis nietros de vino tinto y cuatro nietros de vino blanco
cada año. A cambio, Vincencio Tomás estaba obligado a dar a sus padres 500
sueldos jaqueses cada año que viviesen. La posible muerte de Vincencio Tomás sin
hijos vivos solamente le daba derecho a recibir 20 000 sueldos jaqueses y se establecía la siguiente sucesión patrimonial: Miguel de Olcina y Catalina Adrián de
Aínsa, el doctor Saturnino de Olcina y Mariana de Olcina. El posible óbito de Vincencio Tomás con hijos legítimos vivos le permitía disponer de su patrimonio «de la
manera que le pareziere».
Francisca Elena del Molino llevó al matrimonio —por donación de su padre
Martín del Molino— las pardinas de Arguas y Monrepós «con sus edifficios y drechos universos»46, con cargo de pagar anualmente en el mes de enero la suma de
1000 sueldos jaqueses al concejo de la villa de Loarre47 y 240 sueldos jaqueses al
capítulo de la iglesia de Montearagón. Francisca también recibía de su padre una
heredad en la partida oscense de Mascarán, propiedad en la que tenía el derecho
de usufructo el donante a cambio de tres cahíces de trigo anuales. Finalmente, la
contrayente aportaba al matrimonio todos los legados píos que le pudiesen pertenecer y renunciaba en favor de su padre de cualquier título, vía, acción o vínculo
que pudiese alcanzar por parte paternal o maternal y se daba por contenta con lo
recibido48.
Con el casamiento de Vincencio y Francisca49 las familias de los contrayentes
reforzaban su posición dentro del mundo judicial aragonés. No olvidemos que la se-
doctor Saturnino de Olcina cuando la abandonasen. Mientras tanto, el doctor Saturnino tenía derecho a una habitación en la vivienda de sus padres.
46
Confrontaban con la pardina de Usieto, con término de Belarre y con las pardinas de los herederos de Sancho Abarca.
47
El cargo era por un censal de 1000 sueldos de pensión y 15 000 sueldos de propiedad que pertenecía a don Raimundo Gómez de Pomar y Mendoza y a su esposa, doña Agustina Cerdán Escatrón. El censal fue amortizado por Vincencio Tomás de Olcina el 23 de agosto de 1631 a cambio
de 12 500 sueldos jaqueses, cantidad que debía recibir Vincencio si se disolvía el matrimonio.
AHPrH. Pedro Santapau, 1631, 23-VIII, ff. 607r-608r.
48
Las condiciones acordadas por la sociedad conyugal eran las siguientes: si Francisca moría sin
hijos legítimos tenía derecho a disponer de 20 000 sueldos jaqueses para salvar su alma. El resto
del patrimonio debía pasar a su hermana Gostanza y a sus herederos directos y, sucesivamente, a
su otra hermana Timotea del Molino. Vincencio Tomás de Olcina aseguraba a su futura esposa un
excrex y aumento de dote de 20 000 sueldos jaqueses, suma monetaria que debía destinarse para
que la heredasen los hijos del matrimonio. La viudedad de Francisca le debía permitir habitar en la
casa familiar y recibir 150 escudos anuales. Por otra parte, Vincencio tenía derecho de viudedad
en los bienes aportados al matrimonio por su futura esposa. Los vestidos y joyas de Francisca eran
para el sobreviviente de los contrayentes.
49
AHPrH. Pedro Santapau, 1628, 14-VIII, f. 523r. Dos meses después de celebrarse la ceremonia nupcial Francisca del Molino reconoció haber recibido 278 sueldos del legado que estableció
170
ñora Del Molino era hija del infanzón y ciudadano oscense Martín del Molino y de la
infanzona originaria de Apiés —población cercana a la ciudad de Huesca— Isabel de
Aniés, quienes se habían casado en la Seo de Huesca el 29 de julio de 160150. Tres
de los hermanos de Francisca eran Isabel Ana, Orencio Diego Raimundo y Mariana,
bautizados los días 22 de marzo de 1603, 4 de mayo de 1605 y 25 de julio de
1610, respectivamente, en la parroquia de la Seo de Huesca51. Completaba la unidad familiar Timotea del Molino, bautizada el 24 de enero de 1613 en la misma parroquia que sus hermanos52, quien contrajo nupcias53 con el jurista doctor Martín
Juan Marquínez54.
Nada sabemos del fin de los días de Isabel de Aniés, la madre de Francisca
Elena del Molino, aunque su óbito acaeció antes del 3 de septiembre de 1629,
cuando su esposo Martín como «heredero fideicomisario» dio una dote de 9000
sueldos jaqueses a su hija Mariana, novicia en el convento de carmelitas calzadas
de la Encarnación de Huesca. Mariana también recibió de su padre 162 sueldos de
renta anual mientras viviese55.
la difunta María Ferrando para casar parientes. El 19 de julio de 1629 fue Vincencio quien en
una ápoca reconoció haber recibido de dicho legado 171 sueldos y 10 dineros jaqueses, que
era parte del dinero que le pertenecía a su esposa Francisca. AHPrH. Pedro Santapau, 1629,
19-VIII, f. 506r.
50
ADH. Quinque libri de la parroquia de la Seo de Huesca, Libro 133/3, f. 113v. Los padres y
abuelos paternos de Isabel se llamaban Francisco de Aniés y Práxedis de Lizana y Pedro de Aniés
e Isabel de Urriés, respectivamente. ADH. Proceso 437/2 (4861).
51
ADH. Quinque libri de la parroquia de la Seo de Huesca, Libro 133/3, ff. 53r y 59v; Libro
134/1, f. 12v.
52
ADH. Quinque libri de la parroquia de la Seo de Huesca, Libro 134/1, f. 35v.
53
El 2 de agosto de 1637 todavía era doncella, momento en que arrendó una casa que tenía en la
calle de la Campana de Huesca, parroquia de la Seo, a Gabriel Lahoz, por un año y por precio de
400 sueldos jaqueses. AHPrH. Vicencio Santapau, 1637, 2-VIII, ff. 333r-333v.
54
El doctor Martín Juan Marquínez estudió en la Universidad de Huesca, donde fue bachiller en
Leyes el 4 de junio de 1629 y licenciado en Leyes el 23 de noviembre de 1631. LAHOZ FINESTRES, J.M. «Graduados altoaragoneses...», óp. cit., p. 137.
55
Dichas sumas monetarias las entregó Martín del Molino mediante la venta a carta de gracia de un
huerto (en el término oscense del Forado) al citado cenobio y con un censal de 4000 sueldos de
propiedad y 200 sueldos de renta anual, cargado en favor de dicho convento. Además, también
aportaba varios treudos y censos. AHPrH. Pedro Santapau, 1628 (1627, 30-XII) ff. 7v-8r; 1629,
3-IX, ff. 666v-668r.
Tras la entrega, Mariana hizo un testamento donde donaba a su tío el doctor Juan del Molino,
maestrescuela y canónigo de la catedral de Huesca, todos los legados píos a los que tenía derecho la testadora (de la señora de Torresecas, de María Ferrando, de Antón de Lizana y de
otros). Nombraba como heredero universal a su padre, quien también era ejecutor testamentario conjuntamente con el canónigo Juan del Molino. AHPrH. Pedro Santapau, 1629, 3-IX, ff.
668r-669r.
171
Martín del Molino, el pater familias de la unidad familiar a la que pertenecía la contrayente, era hermano del maestrescuela y canónigo de la catedral
de Huesca doctor Juan del Molino —quien fue bachiller en Cánones el 29 de
mayo de 1586 y rector de la Universidad de Huesca en 1593-1594 y 16041605—56, de Beatriz del Molino, de Josefa del Molino, de Mariana del Molino y
de Gostanza (sic) del Molino —quien estuvo casada con Diego Antonio Femat—.
Sus padres eran el infanzón oscense Juan del Molino57 y su esposa, Ana Ferrando de Urriés58, quienes estaban enterrados en su capilla de San Orencio de la
Seo de Huesca59.
56
DURÁN GUDIOL, A. «Notas para la historia...», óp. cit., p. 141. LAHOZ FINESTRES, J.M.,
«Graduados altoaragoneses...», óp. cit., p. 138. Ídem, Las facultades de Leyes y Cánones...
57
Un testamento de Juan del Molino —también citado como Juan de Molinos—, escriturado el 14 de
abril de 1577, recogía los siguientes deseos: quería que su cuerpo muerto fuese enterrado en su capilla
de San Orencio de la Seo de Huesca, donde se debía celebrar la defunción, novena, cabo de año y la
celebración de treinta misas rezadas perpetuas anualmente en días señalados por el testador. Estableció una herencia legítima de cinco sueldos en bienes muebles y cinco sueldos en bienes inmuebles a
cada uno de sus seis hijos. A sus hijas Beatriz, Mariana, Josefa y Gostanza les dejaba 5000 sueldos
jaqueses a cada una. Su mujer, Ana Ferrando, era usufructuaria y estaba obligada a tener «buen tratamiento» con Pedro Martín del Molino, hermano del testador. A su hijo Juan le dejaba 4000 sueldos
jaqueses «siempre que tubiere hedad de veynte y quatro años». Nombraba heredero universal a su
hijo Martín del Molino, residente en ese momento en Italia, solamente sustituido por su hermano
Juan o sus hermanas si se producía el óbito del primero. Los tutores, curadores y ejecutores testamentarios de sus hijas Josefa y Gostanza eran su esposa, doña Ana Ferrando, Gostanza de Adrián,
Jerónimo Ferrando, Bernardo Alberto, maestro mayor del Estudio de Huesca, y Juan de Moros y
Molinos, infanzón, residente en la Corte de Su Majestad. ACH: Jerónimo Pilares, 1577, 14-IV, ff.
285r-290v.
58
Ana Ferrando firmó sus últimas voluntades el 20 de noviembre de 1596, siendo viuda. Quería que su
cuerpo muerto fuese enterrado con el hábito de San Agustín en la capilla de San Orencio de la Seo
de Huesca, donde se debía celebrar la defunción, novena y cabo de año. Mandó que se fundase un
aniversario perpetuo en el monasterio de San Agustín de Huesca. Durante los veinte años que siguiesen a su muerte, su heredero y sucesores debían tomar dos bulas de cruzada de difuntos para salvar
su alma. A sus hijos e hijas Martín, Juan, Beatriz, Mariana y Gostanza les dejaba una herencia legítima de cinco sueldos jaqueses en bienes muebles y la misma cantidad en bienes inmuebles. Las mismas sumas le dejaba a su nieto Carlos Lorente de Castro. A su hija Mariana le donaba un mongil (sic)
de luto y todos sus vestidos. Dejaba heredero universal a su hijo el doctor en Derechos Juan de Molinos (sic), residente en Huesca. Los ejecutores testamentarios eran el caballero Jerónimo (Fernández)
de Heredia (Justicia de Jaca y de las montañas de Aragón), el zaragozano Lorenzo Serra, Pedro Tarazona, Juana Ferrando y su hijo el doctor Juan de Molinos (sic). AHPrH. Andrés de Castro, 1596,
20-XI, ff. 740r-742r. Había realizado otros testamentos el 8 de enero de 1595 y el 9 de octubre de
1596. AHPrH. Miguel Fenés de Ruesta, 1595, 8-I, ff. 270r y ss; Andrés de Castro, 1596, 9-X, ff.
651v-654r.
59
El infanzón oscense Juan del Molino, casado con la señora Urriés, era hermano de Pedro Martín del
Molino. Ambos eran hijos del ciudadano oscense Juan Lorenzo del Molino y de Isabel de Laraga. El
viudo Juan Lorenzo del Molino testó e hizo un codicilo posterior los días 18 y 20 de junio de 1529,
172
Martín del Molino debió de tener una buena relación con su hermano el maestrescuela y canónigo de la catedral de Huesca el doctor Juan del Molino60 mientras
vivieron ambos, ya que murieron en un espacio temporal de cuatro meses. El óbito
de este canónigo se produjo el 16 de febrero de 163761, cerca de un año después de
respectivamente, documentos que se debieron convertir en sus últimas voluntades y donde señalaba lo
siguiente: deseaba que su cuerpo muerto fuese enterrado en la capilla de la Magdalena de la Seo de
Huesca —donde estaban sepultados sus padres—, donde se debía celebrar la defunción, novena, cabo
de año, un treintenario de San Amador, cincuenta misas de réquiem y diez misas anuales perpetuas. A
sus hijos Pedro Martín y Juan les dejó una herencia legítima a cada uno de cinco sueldos de bienes
muebles, cinco sueldos de bienes inmuebles y les nombró «por eguales partes a los quales herederos
míos universales». A María del Molino, hija bastarda del testador, se le debía asistir con todo lo que necesitase —con comida, vestido, calzado, etc.— hasta que se casase y, en ese momento, los ejecutores
testamentarios le podían ceder lo que quisiesen. Señaló como tutores y ejecutores testamentarios al canónigo de la Seo de Huesca Martín del Molino, a micer Miguel del Molino, ciudadano de Zaragoza, a
Martín Sellán, señor de Alerre, y a su hermano Jaime del Molino. Posteriormente, quedó como tutor
único el canónigo Martín del Molino. ACH: Luis Pilares, 1529, 18-VI, ff. 230v-232v; 1529, 20-VI, ff.
235v y 239r. El canónigo oscense Martín del Molino —quien fue tutor de los hijos de Juan de
Moros— seguía vivo en los años 1537-1539. ADH. Procesos 263/3 (3011) y 298/8.
60
El 23 de octubre de 1618 el papa Pablo V concedió las letras apostólicas para la provisión de
maestrescuela del doctor Juan del Molino. ADH. Proceso 331/14 (3758).
61
AHPrH. Vicencio Santapau, 1637 (1637, 16-II), f. 337v; 1637, 16-II, f. 76v. El entierro del doctor
Juan del Molino en su capilla de Nuestra Señora del Pópulo de la Seo fue posible porque la citada capilla le pertenecía por una donación hecha por el capítulo de la catedral de Huesca el 7 de febrero de
1631. La citada cesión perpetua era para él, sus herederos, sucesores y para quien quisiese disponer.
La donación se justificó porque los padres y antecesores del doctor Juan del Molino eran señores —
«de tiempo inmemorial»— de una capilla en la catedral bajo la advocación de los santos Orencio y
Tomás, donde el maestrescuela había puesto la imagen de Nuestra Señora del Pópulo y había llevado
a cabo la fábrica del retablo y otros arreglos.
Tras la muerte del maestrescuela, el 31 de mayo de 1639, los ejecutores testamentarios nombrados
en el testamento y en un codicilo posterior, sin cumplir las últimas voluntades del finado, traspasaron
la citada capilla de Nuestra Señora del Pópulo al deán, canónigo y capítulo de la Seo de Huesca, estableciendo la obligación de que celebrasen una misa rezada anualmente perpetuamente el 15 de febrero por el alma del finado —empezando en 1640—. Este acuerdo fue denunciado como nulo por
el doctor Saturnino de Olcina, canónigo de Huesca, también ejecutor testamentario. No debió de
servir para mucho la protesta, ya que el 1 de junio de 1639 el capítulo de la Seo de Huesca aceptó el
traspaso de la capilla con la obligación ya citada. Además, se da la circunstancia de que el doctor
Juan del Molino, antes de morir, ya entregó a dicha seo 5840 sueldos jaqueses por la caridad de dos
misas rezadas perpetuas cada semana, que se debían celebrar por su alma todos los viernes en la capilla del Santo Cristo de los Milagros, y la otra todos los sábados en la capilla de Nuestra Señora del
Pópulo y San Orencio. AHPrH. Pedro Santapau, 1631, 7-II, ff. 132r-133r; Vicencio Santapau,
1639, 31-V, ff. 418v-422v; Pedro Santapau, 1631, 7-II, ff. 131r-133r.
No acabaron los problemas el primero de junio de 1639, ya que el 11 de junio de 1640 se escrituró
una sentencia —tras un compromiso de fecha de 11-12 de abril de 1640— entre los regentes de la
catedral de Huesca y doña Timotea del Molino, doncella, hija de los difuntos Martín del Molino e Isabel de Aniés, acerca del «dominio y señorío» de la capilla de Nuestra Señora del Pópulo. La sentencia
173
firmar sus últimas voluntades en un testamento y dos codicilos62. Martín del Molino
establecía que doña Timotea y sus herederos y sucesores eran los poseedores de dicha capilla —y
el mejor símbolo era la posesión de una llave del rejado de la capilla— y podían dar licencia de enterrar a quien les pareciera. Si doña Timotea no tenía hijos, sus derechos y obligaciones pasaban a
su hermana, doña Francisca del Molino. Por otra parte, no había restricciones para la celebración
de misas por beneficios en la capilla ni tampoco para que fuesen enterrados los obispos, dignidades y canónigo que estableciesen los mandatarios de la Seo oscense. AHPrH. Vicencio Santapau,
1640, 11-VI, s.f.
62
La condición que tuvo doña Timotea como heredera universal de sus padres la debió de convertir
también en la «heredera y patrona laical» de un beneficio simple perpetuo bajo la advocación de San
Orencio en la Seo de Huesca. Ejerció como tal cuando el 30 de agosto de 1658 propuso a mosén
Juan Ferrer, presbítero, como nuevo beneficiado, tras la muerte de Juan de Vitrián, el último favorecido. El 4 de diciembre de 1661 nuevamente se tuvo que poner manos a la obra doña Timotea, ya
que la muerte de mosén Juan Ferrer propició que la patrona presentase ante el capítulo de la Seo de
Huesca al diácono Lorenzo de Santapau y Cegama, habitante en Huesca, como nuevo beneficiado.
Doña Timotea y su esposo, el doctor Marquínez, jurista, ciudadano de Huesca, como patrones de
una de las raciones de la iglesia parroquial de San Félix en Apiés, propusieron que el presbítero
Mateo José de Oliva debía ocupar la vacante que había dejado el difunto José de Oliva. AHPrH.
Pedro Fenés de Ruesta, 1649, 6-XII, ff. 410v-411r.
El doctor Juan del Molino firmó sus últimas voluntades el 28 de junio de 1637. En ellas solicitaba
lo siguiente: deseaba ser enterrado en la capilla de Nuestra Señora del Pópulo y de San Orencio
de la Seo de Huesca, donde se debían celebrar maitines de difuntos con tres nocturnos, debiendo
asistir las órdenes de Santo Domingo, San Agustín calzados y no calzados, el Carmen, San Francisco y Capuchinos. En el entierro debían estar presentes las cofradías de la Veracruz, entierro de
Cristo, Nuestra Señora de la Soledad y la Redención y del Santo Rosario. Solicitaba la celebración
de 500 misas por su alma (250 en la capilla del Santo Cristo de los Milagros y las otras 250 en la
capilla de la Virgen de Pópulo), dando dos sueldos y seis dineros de limosna por cada una. Si le
llegaban a corresponder los 500 escudos que le dejó en testamento su hermana Gostanza del Molino—, estos se los debían de repartir en partes iguales sus sobrinas Francisca y Timotea del Molino y sus hijos. Los cuatro cuadros que tenía de los Padres de la Iglesia debían darse a la casa de
Diego Antonio Femat y otros cinco cuadros que tenía (de los dos Orencios, de Santa Paciencia, de
San Lorenzo y de San Vicente) debían ponerse en la sacristía de la capilla de Nuestra Señora del
Pópulo. Los padres capuchinos de Huesca debían recibir la cera blanca que se comprase después
de vender las armas de su propiedad. Deseaba la celebración de un aniversario —quince días después de morir— en la iglesia oscense de San Francisco. Quería que se hiciesen unas guarniciones
de madera para los cuadros de la capilla de Nuestra Señora del Pópulo y unos bancos de nogal.
Deseaba que se amortizase un censal de 430 escudos de propiedad que le había dado el capítulo
de la Seo. Nombraba heredero universal de sus bienes a su alma. Los ejecutores testamentarios
eran el canónigo Jaime de Sada, el doctor canónigo Saturnino de Olcina, mosén Domingo de Lienas y el bordador Jerónimo Segura. AHPrH. Vicencio Santapau, 1636, 28-VI, ff. 337r y ss.
El maestrescuela Del Molino estaba muy enfermo el 12 de febrero de 1637 —sin poder firmar personalmente— cuando realizó un codicilo donde deseaba lo siguiente: a su muerte, el entierro se debía
llevar a cabo en su capilla de Nuestra Señora del Pópulo de la Seo de Huesca, con el capítulo de
dicha catedral y con todas las honras acostumbradas. También quería que se hiciesen otras honras fúnebres en la iglesia del convento de San Francisco, con toda la Universidad, rector y doctores y con
un sermón de un doctor que fuese predicador de la Universidad. Solicitaba que a su muerte se hiciese
174
falleció el 13 de junio de 163763, momento que se abrieron sus últimas voluntades
—que había realizado el 11 de enero de 1635— a instancia de su yerno el doctor
Vincencio Tomás de Olcina.
El ciudadano Martín del Molino solicitaba en la cédula testamentaria lo siguiente: quería ser enterrado con el hábito de capuchino, deseaba que se celebrasen doce
misas el día que muriese y que se oficiasen 120 misas rezadas por el alma de una
criada suya que murió en Apiés. Los pobres de la cárcel debían recibir 120 sueldos jaqueses. Dejaba una herencia legítima de cinco sueldos en bienes muebles y cinco
sueldos en bienes inmuebles a sus hijas Francisca y Timotea del Molino. Nombraba
heredera universal a su hija Timotea, quien estaba soltera en ese momento64. El testador silenció a su hija natural Josefa del Molino, nacida de sus relaciones extramatrimoniales con María Esquer, natural de Huesca. Tenemos noticias de Josefa gracias a
que su casamiento con el lencero oscense Juan Peire estuvo acompañado de la realización previa de una capitulación matrimonial, escriturada el 30 de agosto de 162065.
inventario de sus bienes para venderlos en pública subasta, para que el precio sacado «sirva para la
collocación de monja o cassada de mi sobrina Timotea del Molino» y, solamente, la muerte de esta
sin «haver tomado estado» permitía que el dinero fuese destinado a la fábrica de la capilla de Nuestra Señora del Pópulo —que pertenecía al testador—. Donaba 2000 sueldos para que se cargase
un censal que produjese 100 sueldos de renta para ayuda de las jocalías de la sacristía de su capilla. A los antiguos ejecutores testamentarios añadió el canónigo Jaime Sada, el canónigo Saturnino de Olcina, el licenciado Domingo Lienas —beneficiado en la Seo de Huesca— y Jerónimo Bocanegra de Segura.
Al día siguiente —estando en las mismas condiciones físicas y mentales— hizo otro codicilo donde
dejaba claro que, pagadas sus deudas y obligaciones, su hacienda fuese para «la collocación de mi
sobrina Timotea del Molino», dejando sin efecto la cláusula del testamento que señalaba a su alma
como heredera universal. El inventario de sus bienes se llevó a cabo el 16 de febrero de 1637.
AHPrH. Vicencio Santapau, 1637, 12-II, ff. 21v-76r y 80r-82r (y 10 folios más). Tenemos constancia de que este presbítero había hecho otro testamento el 20 de febrero de 1607, cuando era
racionero de la Seo de Huesca. AHPrH. Pedro Santapau, 1607, 20-II, ff. 66r-66v.
63
AHPrH. Vicencio Santapau, 1637, 13-VI, ff. 264r-264v; Vicencio Santapau, 1635, 11-I, f. 26v.
64
Los ejecutores testamentarios eran el chantre y canónigo de la Seo de Huesca doctor Jaime Cano,
su hermano, el canónigo doctor Juan del Molino —que falleció antes de ser ejecutor—, el canónigo de la Seo de Huesca doctor Jerónimo de Arascués y el matrimonio formado por el doctor Vincencio Tomás de Olcina y Francisca del Molino.
Martín del Molino había realizado otro testamento el 18 de mayo de 1633 donde señalaba que
quería ser enterrado en la capilla de la Virgen del Pópulo y San Orencio de la catedral de Huesca.
Dejaba 2000 sueldos para hacer las honras funerarias, limosnas, etc. El resto de las mandas eran
semejantes a las señaladas en las últimas voluntades. AHPrH. Pedro Santapau, 1633, 18-V, ff.
146r-147v.
65
AHPrH. Pedro Santapau, 1620, 30-VIII, ff. 333r.-335r. Juan Peire aportó todos sus bienes muebles
e inmuebles. Josefa del Molino llevó la suma de 2200 sueldos jaqueses por donación de su madre,
casada en ese momento con Francisco Lisón. Josefa también aportó al matrimonio los legados que
175
Una vez analizada la desaparición de la unidad familiar Del Molino-Aniés,
padres de doña Francisca Elena del Molino, debemos retomar el análisis de lo que
aconteció tras el casamiento de esta última con el doctor Vincencio Tomás de Olcina. Hemos de decir que de la unión carnal de don Vincencio y doña Francisca nacieron tres retoños llamados Nicolás Ambrosio Raimundo de Olcina y del Molino,
quien fue bautizado en la parroquia de la Seo de Huesca el 5 de diciembre de
163566; Josefa de Olcina y del Molino, de quien desconocemos la fecha de su nacimiento; y Catalina Francisca Teresa de Olcina y del Molino, hecha cristiana el 30
de marzo de 1637 en la misma parroquia que su hermano67.
La unidad familiar Olcina y Del Molino se rompió —tras una vida de poco más
de once años— por la prematura muerte del cabeza de la familia. El doctor Vincencio
Tomás fue sepultado en su capilla de Todos los Santos de la Seo de Huesca —que ya
pertenecía a su padre, como hemos visto anteriormente— el día 15 de octubre de
163968, habiendo fallecido los días precedentes. Este jurista, infanzón y ciudadano de
Huesca, que estaba a punto de cumplir treinta y siete años cuando se produjo el
óbito, era consciente de sus problemas de salud cuando firmó sus últimas voluntades
el 10 de octubre de 163969. En este testamento recordaba con cariño a su padre
Juan Miguel, fallecido diez años antes, dando muestra de ello en las mandas testamentarias, expuestas a continuación: a su muerte deseaba ser enterrado con el hábito
de Nuestra Señora del Carmen y que la defunción, novena y cabo de año se celebrase en su capilla de la Seo. Puntualmente quería que se oficiasen mil misas rezadas por
su alma. Ordenaba fundar un aniversario perpetuo —como el que creó su progenitor— recordando el día de su fallecimiento y que en las sucesivas celebraciones se
alimentase a veinte pobres y se les diese sendos medios reales de limosna. Dejó una
herencia legítima de diez sueldos en bienes muebles y la misma cantidad en bienes
inmuebles para cada uno de sus tres hijos. Deseaba que se recuperasen los dos censales que vendió a carta de gracia para negociar con aceite, que en ese momento lo
le correspondían como hija natural de Martín del Molino y que eran las siguientes sumas monetarias:
3000 sueldos jaqueses del legado de la señora de Torresecas, 2600 sueldos jaqueses del legado de
María Ferrando y 200 sueldos de un legado instituido en Sabayés en el que el señor Del Molino era
su patrón. Josefa también se benefició de los 2000 sueldos jaqueses que le dio su padre natural
como heredero de su hermana Mariana del Molino. Juan Peire aseguraba toda la dote aportada por
su futura esposa Josefa, a quien reconocía un excrex y aumento de dote de 6000 sueldos jaqueses
que había recibido y 5000 sueldos jaqueses que tenía firmados por el excrex.
66
ADH. Quinque libri de la parroquia de la Seo de Huesca, Libro 134/2, f. 49r. Los padrinos fueron mosén Lorenzo Pérez de Rúa y Josefa del Molino.
67
ADH. Quinque libri de la parroquia de la Seo de Huesca, Libro 134/2, f. 58v. Los padrinos fueron su primo Jusepe Jubero y Olcina y su abuela Catalina Adrián.
68
ADH. Quinque libri de la parroquia de la Seo de Huesca, Libro 134/2, f. 132r.
69
AHPrH. Juan Cueva, 1639, 10-X, ff. 70r-73r.
176
tenía «empozado». También estableció las siguientes donaciones familiares: su hermana doña Mariana, en ese momento viuda del doctor Jubero, debía recibir dos mil sueldos jaqueses. A su hermana «política» doña Timotea del Molino le dejaba un vaso de
plata. Su querida y amada esposa, si era viuda, se convertía durante su vida en la usufructuaria de la hacienda, con la obligación de que mantuviese a los hijos del matrimonio hasta que tomasen estado; fenecido el usufructo, doña Francisca se convertía en
la heredera fideicomisaria, con la obligación de que la herencia fuese a parar a sus
hijos, «en qual más en qual menos», aunque «prefiera los varones a las mugeres». En
el caso de que doña Francisca muriese sin decidir el reparto de la herencia, el encargado de hacerlo era el canónigo Saturnino de Olcina, hermano del testador. Los tutores y curadores de sus hijos eran su esposa, su madre, su hermano Saturnino y su
hermana Mariana, el doctor Jorge Salinas de Azpilcueta, Vincencio Nicolás Salinas,
Jaime Juan Biota y su sobrino José Jubero.
Las últimas voluntades del doctor Vincencio Tomás de Olcina se cumplieron
con su esposa doña Francisca Elena del Molino ejerciendo de viuda durante bastantes años. Por otra parte, desconocemos cuándo falleció la señora Del Molino, ya
que aunque el 22 de julio de 1668, por «su grave enfermedad», hizo un testamento,
el óbito no se produjo de forma inmediata70. En el citado documento de 1668, siguiendo la misma línea de deseos que su esposo, doña Francisca quería que su cuerpo muerto fuese sepultado con el hábito de San Agustín en la capilla familiar de
Todos los Santos en la Seo de Huesca, donde se debía celebrar la defunción, novena
y cabo de año. También encargaba la celebración de mil misas en la catedral oscense, de las que cuatrocientas debían oficiarse en la capilla del Santo Cristo de los Milagros y las restantes en su capilla de Todos los Santos. Fundaba cada año un aniversario perpetuo, siempre en el día de su óbito, celebradero en su capilla catedralicia,
momento en que se debía dar limosna a veinte pobres. En el monasterio de Casbas,
cercano a la ciudad de Huesca, se debía celebrar cada año un aniversario perpetuo
por el alma de su difunta hija Teresa de Olcina, que había sido religiosa en dicho
convento. La testadora dejaba como herederos legítimos a Nicolás y a Josefa, sus
dos hijos vivos, a quienes les ofrecía cinco sueldos jaqueses en bienes muebles y
otros cinco en bienes inmuebles. Además de esta herencia, Josefa debía recibir un
censal, cargado sobre el concejo de Bespén, de cuatro mil sueldos de propiedad y
trescientos sueldos de pensión, que había pertenecido al arcediano Saturnino de
Olcina, cuñado de la testadora71. Don Francisco Coscón, esposo de doña Josefa,
debía cobrar doscientos escudos por la cancelación de una deuda. Por otra parte,
70
AHPrH. Pedro Silverio Fenés de Ruesta, 1668, 22-VII, ff. 501r-507r. Decimos esto porque el 12
de diciembre de dicho año seguía viviendo, tal como veremos posteriormente.
71
Con la condición de que si moría sin hijos dicho censal debía ser propiedad de su hermano Nicolás.
Este también debía recibir dos mil sueldos jaqueses el día que se «desempeñase» o amortizase el censal.
177
los bienes sobrantes de la herencia de Saturnino eran para su hijo Nicolás de Olcina, —el heredero universal de la «casa» familiar de los Olcina—, con libertad de que
dispusiese la herencia a su libre voluntad. Los ejecutores testamentarios eran su hermana doña Timotea, los dos hijos de la testadora, su yerno don Francisco Coscón y
el licenciado Lorenzo Pérez de Rúa, presbítero, racionero de la Catedral de Huesca.
Estas últimas voluntades de la señora Del Molino nos descubren que la niña
Catalina Francisca Teresa de Olcina y del Molino, nacida en 1637, pasó a ser religiosa en el convento de Casbas y en 1668 ya había fallecido. Su otra hija, Josefa, estaba
casada con el ciudadano oscense e infanzón don Francisco Coscón. El heredero, Nicolás, todavía estaba soltero, pero muy cerca de contraer nupcias. Esto significa que
solamente debemos preguntarnos por los acontecimientos vitales de los dos hermanos Olcina aquí señalados vivos y lo haremos, en primer lugar, por Josefa.
Josefa de Olcina y del Molino, de quien desconocemos la fecha concreta de
nacimiento, debió de ver la primera luz con antelación al 10 de octubre de 1639
—lo que no aclara el orden de primogenitura que ocupó—, cuando era citada por
su padre en el testamento que hizo unos días antes de morir. Posteriormente, el 4
de marzo de 1658, esta doncella se desposó con el ciudadano e infanzón oscense
—luego caballero— don Francisco Coscón y [de Aranda] Cortés en una celebración
religiosa oficiada «en casa de doña Francisca Molinos» —su madre, más conocida por
nosotros como doña Francisca Elena del Molino— por el prepósito don Manuel Salinas, canónigo de la Seo de Huesca72. Los abuelos paternos de don Francisco eran el
infanzón Martín Coscón y Catalina Cortés, quienes habían procreado a Martín José,
Violante o Vicenta, Dorotea y María73. El infanzón don Francisco Coscón era hijo del
matrimonio formado por los difuntos don Martín José Coscón y Cortés e Isabel
Juana de Aranda, quienes también procrearon a Gertrudis Coscón, que fue priora del
monasterio de Sijena, y a Isabel Juana Coscón, quien encumbró a la familia Coscón
gracias a su casamiento en 1648, en segundas nupcias, con el abogado, infanzón y
mercader don Francisco Antonio Sanz de Cortes, quien el 16 de mayo de 1665 se
convirtió por compra venta en conde de Morata y, posteriormente, por nombramiento real de 1 de abril de 1670 en marqués de Villaverde74.
72
ADH. Quinque libri de la parroquia de la Seo de Huesca, Libro 146/1, f. 46r. Fueron testigos el
notario Vincencio Santapau y Miguel Garulo.
73
Violante Coscón casó con un infanzón montisonense apellidado Ballabriga. María fue esposa del
infanzón Viota, de la población de Gordún. Dorotea casó con don Artal de Azlor, señor de la baronía de Panzano —tras unas capitulaciones matrimoniales fechadas el 30 de julio de 1604— y
procrearon a don Francisco Luis —que se convirtió en señor de Panzano y a doña María Ana—.
ADH. Proceso 3.1. 640/4 (7690); 3.1.500/4 (5578).
74
Isabel Juana estuvo casada en primeras nupcias con el infanzón don José de Roca y Domec.
GÓMEZ ZORRAQUINO, J.I., Zaragoza y el capital comercial. La burguesía mercantil en el
Aragón de la segunda mitad del siglo XVII. Zaragoza, Ayuntamiento de Zaragoza, 1987,
178
La capitulación matrimonial entre don Francisco Coscón, caballero del hábito de San Juan de Jerusalén —aún no profeso— y doña Josefa de Olcina y del
Molino fue escriturada el 28 de febrero de 165875. Intervinieron en el acuerdo
don Vicencio Nicolás de Salinas, ciudadano de Huesca, prior de jurados en el año
1658, por parte del contrayente, y doña Francisca del Molino, madre de doña Josefa y heredera fideicomisaria de su difunto esposo, doctor Vincencio Tomás de
Olcina. Don Francisco Coscón aportó unas casas en la plaza del Mercado de
Huesca, parroquia de la Seo de la misma ciudad, dos casas en la parroquia oscense de San Pedro el Viejo, un huerto en el camino de la Fuente del Ángel, otras
propiedades rústicas76 y varios censales77. Por otra parte, doña Josefa de Olcina y
del Molino aportó al matrimonio 120 000 sueldos jaqueses, la mitad de los cuales
le pertenecían por disposición a su favor de su tío el doctor Saturnino de Olcina,
arcediano del Sobrarbe en la Seo de Huesca78. Los otros 60 000 sueldos se los
daba su madre doña Francisca del Molino, como heredera fideicomisaria del difunto doctor Vincencio Tomás de Olcina, su marido79. El contrayente aseguró a su fu-
pp. 66-67 y 108-110. Han desaparecido las capitulaciones matrimoniales, realizadas el 1 de
enero de 1641 ante el notario oscense Vicencio Santapau, doc. 3080, ff. 10r y ss.
75
AHPrH. Vicencio Santapau, 1658, 28-II, ff. 186r-191v.
76
Las otras propiedades rústicas en Huesca eran las siguientes: una era en la Fuente del Ángel, una
heredad en el término de Collenique, una heredad en San Jorge y una heredad en Loreto.
77
Aportó tres censales cargados sobre el concejo de Ayerbe (de 1000 sueldos jaqueses de renta
anual y 20 000 sueldos de propiedad cada uno), un censal de 500 sueldos de renta con 10 000
sueldos de propiedad que pagaba Pedro Fenés de Ruesta, 1000 sueldos de renta con 20 000 de
propiedad que pagaba Juan Alberto Gastón, notario, un censal de 500 sueldos de pensión con
10 000 de propiedad sobre el lugar de Pallaruelo, un censal de 120 sueldos de pensión con 1400
sueldos de propiedad que pagaba Pedro Rallol y un censal de 240 sueldos de pensión con 4800
sueldos de propiedad que pagaba Juan de la Tapia.
78
Le pertenecían los siguientes censales: un censal de 1000 sueldos de renta con 20 000 de propiedad
sobre el concejo de Canfranc. Dos censales de 500 sueldos jaqueses de renta con 10 000 sueldos de
propiedad que estaba obligado el doctor don Juan Orencio de Lastanosa, maestrescuela y canónigo
de la Seo y don Vincencio Juan de Lastanosa, hermanos. Un censal con 600 sueldos de pensión con
10 000 sueldos de propiedad sobre las casas de la plaza de San Lorenzo que fueron de Juan de Aragón y ahora de Jacinto Rolin. Un censal de 300 sueldos de renta con 6000 sueldos de propiedad
que pagaba el doctor Miguel Embid, jurista, ciudadano sobre su hacienda. Un censal de 100 sueldos
con 800 sueldos de propiedad que se había obligado el difunto Francisco Diego de Aínsa a favor de
la difunta Catalina Adrián de Aínsa, mujer del difunto micer Juan Miguel de Olcina.
79
Esta suma monetaria se repartía de la siguiente forma: un censal de 956 sueldos y 6 dineros jaqueses de renta con 23 000 sueldos de propiedad en un censal cargado sobre el concejo de Huesca.
Otro censal de 956 sueldos y 6 dineros —reducido a la proporción de 23 000 por 1000 sueldos—
cargado sobre el concejo de Huesca. Ambos censales habían pertenecido al doctor Vincencio
Tomás de Olcina como parte de su aporte matrimonial. Por otra parte, los 20 000 sueldos restantes hasta llegar a los 60 000 sueldos del aporte se distribuían en 10 000 sueldos en dinero contado
y los otros 10 000 sueldos cuando se hubiese cumplido un año del desposorio.
179
tura esposa los 120 000 sueldos que llevaba de dote y un excrex y aumento de
dote de 40 000 sueldos jaqueses80.
Con este casamiento, doña Josefa de Olcina y del Molino ayudó a ensalzar
todavía más a la familia Olcina, ya que abría una nueva vía de relaciones sociales
con la alta nobleza (con el conde de Morata y marqués de Villaverde, con el conde
de Guara, etc.). El que de la unión carnal de doña Josefa y don Francisco no sobreviviesen hijos nos hace suponer que la falta de herederos tuvo unos efectos negativos en las relaciones sociales de la familia. Sin embargo, eso no le debió de preocupar mucho a don Nicolás de Olcina —hermano de doña Josefa—, ya que con esta
situación le quedaba el camino expedito para beneficiarse de la riqueza patrimonial
de los Olcina y de cualquier añadido que pudiese surgir. Aunque don Nicolás no fue
nombrado heredero universal de la unidad familiar Coscón y Olcina, sí recogió una
serie de donaciones que le ofrecieron —tal como veremos a continuación.
Don Francisco Coscón y [de Aranda] Cortes —quien mantenía los apellidos de
sus abuelos paternos— debió de fallecer los últimos días de agosto de 168181. Testó,
estando enfermo, el 20 de agosto de 1681, en un acto notarial que debió de servir de
últimas voluntades82. El que este noble no tuviese descendencia directa hace del testamento un sistemático reparto de «gracias» a diversos familiares y un culto a la salvación de su alma. Solicitó ser enterrado en su capilla de la iglesia del convento de Santo
Domingo de Huesca, donde quería que se celebrase su defunción, novena y cabo de
año, a cambio de una parte de las trescientas libras jaquesas que dejaba para dichos
actos, y para las doscientas misas a celebrar en la capilla del Santo Cristo de los Milagros de la catedral oscense, y otras doscientas misas que se debían oficiar en la iglesia
del convento de agustinos descalzos de Huesca. Dejaba diez libras jaquesas de limosna
al Hospital de Nuestra Señora de la Esperanza. Estableció una herencia legítima, para
todo el que tuviese derecho, de cinco sueldos de bienes muebles y la misma cantidad
de bienes inmuebles. Las donaciones a familiares e instituciones se pueden concretar
de la siguiente manera: renunciaba a favor de los agustinos de los derechos que tenía
en la capilla de Santo Tomás del colegio de agustinos descalzos de Huesca. A su «querido» sobrino don José [Antonio] Sanz de Cortes, caballero del hábito de Santiago, do-
80
De la dote, doña Josefa podía disponer libremente de 60 000 sueldos jaqueses y los restantes
60 000 sueldos, si moría sin hijos —como así ocurrió—, quedaban vinculados para don Nicolás de
Olcina y del Molino, su hermano, o sus herederos. Don Francisco Coscón tenía viudedad en toda la
dote de doña Josefa de Olcina. Por otra parte, doña Josefa tenía viudedad de 4000 sueldos anuales
sobre los bienes de don Francisco Coscón. Las joyas y vestidos eran para el sobreviviente.
81
El 5 de septiembre ya había fallecido. AHPrH. Diego Vincencio Vidania, 1681, 5-IX, f. 462r. El
día 4 de septiembre el concejo de Huesca dio cuenta del óbito y de que quedaban vacantes los oficios de regidor del hospital y de contador, cargos concejiles que ocupaba el fallecido. Archivo Municipal de Huesca (en adelante, AMH). Actos comunes, doc. 174, ff. 170v-171v.
82
AHPrH. Diego Vincencio Vidania, 1681, 20-VIII, ff. 454r-458r.
180
miciliado en Zaragoza, «en señal de amor», le daba un aderezo de escribir de cuatro
piezas de plata, todas sus armas, una banda colorada y todos los derechos que tenía
en un heredamiento y hacienda del lugar de Báguena o Burbáguena (sic), de la comunidad de Daroca. A su sobrina doña Rosa de Azlor, hija del conde de Guara, le daba
«en señal de amor» la joya que desease la esposa del testador. A su sobrino don Martín
[Juan] Marquínez del Molino le debían entregar dos vestidos de color. Sus criados tenían derecho a las prendas de luto. Su criado Lorenzo José de Ibor no debía pagar alquiler de la casa donde habitaba mientras sirviese a la señora de la casa. El resto de los
bienes fueron a parar a su «querida y amada esposa», doña Josefa de Olcina y del Molino, para que dispusiese de ellos con entera libertad. La nómina de los ejecutores testamentarios nos descubre los significativos contactos que mantenía el testador —muchos de ellos creados, como hemos dicho, a raíz del casamiento de su hermana Juana
Isabel—, ya que además de su mujer, su hermano Nicolás y su hermana Gertrudis, incluía al obispo de Huesca don Ramón Azlor, a su cuñado el marqués de Villaverde y
conde de Morata, a su sobrino y futuro sucesor de dicho marquesado y condado don
José [Antonio] Sanz de Cortes, al conde de Guara don Artal de Azlor, al canónigo oscense don Pedro de Azlor y a don José Ballabriga83.
El óbito de don Francisco en 1681 dejó a su esposa con una larga viudedad84,
ya que doña Josefa de Olcina y del Molino falleció el 21 de julio de 170585. Ocho
83
El testador también debió mantener buenas relaciones con Bartolomé Leonardo de Albión, diputado noble del Reino de Aragón, correo mayor de Su Majestad en Aragón, mayordomo de don
Juan José de Austria, domiciliado en Zaragoza, quien en 1676 le debió arrendar «la administración de la estafeta de Huesca». El 5 de septiembre de 1681, la viuda de don Francisco Coscón
nombró al infanzón zaragozano Jaime Vincencio Borruel para que aceptase el arrendamiento
hecho hacía cinco años. AHPrH. Diego Vincencio Vidania, 1681, 5-IX, ff. 462r-463r.
84
Doña Josefa de Olcina se tuvo que hacer cargo de la administración del patrimonio y actividades que
antes controlaba su esposo. Tenemos constancia del arriendo sistemático de la casa y huerta que tenían en el camino de la Fuente del Ángel, que lindaba con la huerta del colegio de agustinos descalzos. Bernardo del Río y María Latapia, cónyuges, vecinos de Huesca, fueron los arrendatarios que
trabajaron la tierra desde el 25 de diciembre de 1682 hasta la misma fecha de 1685 por un precio
de mil sueldos jaqueses anuales y una serie de condiciones que detallaremos después. Bernardo debió
morir y su viuda aceptó una prórroga del contrato por un año. Desconocemos qué ocurrió desde el
25 de diciembre de 1681 —cuando finalizó el acuerdo— hasta el 11 de noviembre de 1699, cuando
el labrador oscense José Casabán firmó un nuevo arrendamiento por seis años y un precio igual a los
anteriores contratos. Entre las condiciones de los acuerdos destacaba la obligación que tenían los
arrendatarios de plantar e injertar nuevos árboles y pagar el agua del riego. En el primer contrato citado, el arrendatario debía entregar al arrendador doce horcas o ristras de cebollas y seis de ajos. En
el último acuerdo se estipulaba que en el último año de arrendamiento se debía dejar fruta y hortalizas por valor de veintitrés libras jaquesas si quería continuar en el trabajo, cifra que aumentaba hasta
treinta libras si el arrendatario no tenía intención de seguir. AHPrH. Raimundo Sanclemente, 1683,
19-I, ff. 64v-67v; 1686, 11-I, ff. 25v-26v; 1700, 6-I, ff. 17v-19v.
85
ADH. Quinque libri de la parroquia de la Seo de Huesca, Libro 149/1, f. 30v.
181
días después, su hermano don Nicolás hizo constar su muerte y además afirmó que
estaba enterrada en la capilla de Todos los Santos de la catedral de Huesca86. Doña
Josefa, en su último testamento, firmado de su puño y letra el 20 de enero de 1686
—que fue escriturado por el notario el 8 de febrero de 1686, para ser abierto tras su
defunción el 29 de julio de 1705—, solicitó la celebración de tres mil misas en diversas iglesias de la capital altoaragonesa. También quería fundar un octavario de San
Francisco Javier en la iglesia del Colegio de la Compañía de Jesús de Huesca,
dando para ello treinta libras jaquesas, suma monetaria que debía invertirse para que
hubiese quince reales de renta para quince velas anuales. En la catedral de la capital
altoaragonesa se debía establecer un aniversario con cien libras jaquesas de propiedad y cien sueldos de pensión. En el convento de Santo Domingo de Huesca se debían fundar a cargo de su hacienda doce aniversarios, uno para cada mes del año,
celebraderos en la capilla que sirviese de enterratorio a la testadora, dando diez sueldos por cada aniversario. En el convento de San Francisco de Huesca, se debían
fundar seis aniversarios, pagando por cada uno diez sueldos. En el convento oscense
de carmelitas calzadas de San Vicente el Alto —llamado de la Asunción— se debía
fundar un aniversario, estableciendo un salario de cuatro sueldos jaqueses para el sacerdote que celebrase la misa, dos sueldos para los sacerdotes que se vistiesen de
epístola y evangelio y un sueldo para cada religiosa asistente al aniversario. En el colegio de San Bernardo de Huesca, con la misma caridad que hemos señalado ahora,
se debía fundar un aniversario, celebradero el día 22 de marzo. La víspera de San
José, día 18 de marzo, de cada año debía darse una comida para los pobres del hospital de Huesca.
La testadora dejaba una herencia legítima de cinco sueldos de bienes muebles y otros cinco en bienes inmuebles para cualquier pariente que tuviese derecho.
Donaba a su único hermano don Nicolás lo siguiente: el censal que la testadora
había recibido de su madre, cargado sobre el lugar de Bespén, con una propiedad
de cuatrocientas libras jaquesas; una joya de camafeo; tres mil libras jaquesas que,
por los capítulos matrimoniales de la testadora, estaban vinculadas al beneficiario
señalado87; un censal de trescientas libras jaquesas de propiedad cargado sobre la
hacienda del doctor Embid; un censal de cien libras jaquesas de propiedad sobre la
hacienda del doctor Esporrín; y seiscientas libras jaquesas en una casa en la plaza
de San Lorenzo de Huesca, «que fue la que a mí se me mandó en los capítulos matrimoniales»88. Esta donación la hacía doña Josefa con la condición de que si su
86
AHPrH. Raimundo Sanclemente, 1705, 29-VII, f. 166v-167r.
87
Invertidas en un censal de mil libras jaquesas sobre la villa de Canfranc y dos censales de mil y cincuenta libras cada uno, cargados sobre la hacienda de don Vincencio [Juan] de Lastanosa.
88
Hasta el momento no hemos localizado dichos capítulos matrimoniales.
182
hermano Nicolás, el beneficiario, moría antes que la testadora, sus herederos perdían los derechos de herencia. Este supuesto no se dio porque la aperción del testamento de doña Josefa fue a instancia de su hermano don Nicolás89. A su primo
don Pedro Marquínez y del Molino le dejó «en señal de amor» una joya de perlas
que tenía unas rosas y una vitela de Jesús, María y José dentro del cristal. A su sobrino don José [Antonio] Sanz de Cortes y Coscón, caballero noble, marqués de
Villaverde, «por la buena memoria que devo conserbar de la Cassa de mi señor y
Marido», le donó los tres censales que tenía cargados sobre la villa de Ayerbe —que
le correspondieron como heredera de su marido—, cada uno de ellos de mil libras
jaquesas de propiedad.
Nombró heredera universal a su sobrina doña Rosa de Azlor y Virto de Vera90,
«[...] porque hace muchos años que la tengo en mi compañía como a Hija y que me
ha correspondido con amor de tal; y también porque considero que mi Hermano el
dicho señor Don Nicolás no tiene hijos, y aunque los pueda tener tiene bastantes comodidades para su asistencia; y porque aunque soy dueña y señora de todos estos
bienes, la mayor parte de ellos me los dejó dicho mi señor y Marido de su propia hacienda [...]». Además, quería que los ejecutores testamentarios91 llevasen a cabo el
traspaso de la herencia de la siguiente forma: que después de ir ante un juez se hiciese inventario y secuestro de todos los bienes, se pagasen las deudas y se pusiese todo
en el archivo de la ciudad de Huesca a nombre de la heredera doña Rosa de Azlor.
La beneficiaria, antes de cobrar la herencia, debía de cumplir los siguientes
requisitos: si era religiosa solamente debía recibir mil libras jaquesas, cincuenta libras anuales de pensión durante su vida natural y las alhajas, ropa blanca y otra
ropa según el hábito religioso que eligiese. En el supuesto de contraer matrimonio
si se convertía en la heredera universal de la testadora, aunque si la beneficiaria
moría antes de tomar estado solamente podía disponer de quinientas libras jaquesas, si fallecía sin hijos solamente le pertenecían mil libras jaquesas; si moría con
hijos legítimos debía de disponer la herencia en ellos. Acabando los descendientes
legítimos de doña Rosa, los bienes eran vínculo o fundación de obras pías. La obra
pía o fundación debía de ser una ración perpetua de patronado laical en la que no
89
AHPrH. Raimundo Sanclemente, 1705, 29-VII, f. 166v-167r.
90
Estamos hablando de una hija de don Artal de Azlor, caballero de la orden de Santiago, conde de
Guara, y de doña Josefa María Virto de Vera. Don Artal era hermano de doña María Manuela de
Azlor y Guasso, casada en segundas nupcias con don Francisco Luis de Azlor, quien era primo
hermano del difunto esposo de doña Josefa de Olcina y del Molino. Sobre los Virto de Vera, ver
nuestro trabajo Zaragoza y el capital comercial..., óp. cit., pp. 72-73 y ss.
91
Designó como ejecutores testamentarios a fray Jerónimo Blanco, abad del monasterio de la O, a
su hermano Nicolás, a su tía doña Timotea del Molino, al canónigo de la iglesia metropolitana de
Zaragoza doctor don Pedro de Azlor y a don Artal de Azlor, conde de Guara.
183
pudiese intervenir ni Su Santidad y sus nuncios apostólicos, ni el obispo de Huesca
y sus vicarios generales u oficiales eclesiásticos de su obispado, que no fuese colativa —«a sola nominación del patrón»—, ni se le pudiese poner cuarta, décima, excusado, subsidio ni otra carga alguna, que no estuviese sujeta a la jurisdicción ordinaria sino al patrón o a los ejecutores y que el racionero no pudiese permutar ni
resignar esta ración a favor de otra, ni imponer ninguna pensión sobre ella, aunque
mediase el consentimiento del patrón.
La ración92 —si llegaba el caso— debía fundarse en la catedral de Huesca. El
racionero debía residir en la ciudad de Huesca y tenía la obligación de confesar a
las religiosas del convento de la Asunción o San Vicente el Alto siempre que le llamasen, además de decirles misa diaria «y de llevarles la procura» (sic) —cuando esto
último ocurriese, las religiosas debían de darle quince libras jaquesas anuales, además de la renta de la ración—. Si el capellán o racionero fallaba menos de un mes
—por enfermedad o cualquier tipo de ausencia— estaba obligado a buscar un sustituto. El incumplimiento de esta cláusula obligaba al patrón a solucionar el tema,
algo que también debía hacer cuando la ausencia del racionero era mayor de un
mes, momento en el que —conjuntamente con los ejecutores testamentarios— debían nombrar un nuevo racionero. El racionero estaba obligado a celebrar tres
misas semanales en la iglesia de la Asunción o San Vicente el Alto por el alma de
la testadora y de sus familiares difuntos. Para obtener la ración, el aspirante debía
ser sacerdote, confesor aprobado por el ordinario del obispado de Huesca, natural
de Aragón, no perteneciente a ninguna orden religiosa regular. El patrón de la ración era don Nicolás de Olcina, hermano de la testadora, y después de sus días sus
hijos y descendientes —de varón en varón y por orden de primogenitura y, en segundo lugar, sus hijas y descendientes legítimos. Si se acababa esta línea de patronato se activaban, en idénticos terminos, la de su primo don Pedro Marquínez y,
posteriormente, la de don Artal de Azlor, conde de Guara.
Después de fundada la ración, los ejecutores debían tomar mil libras jaquesas
para mejorar la iglesia del convento de la Asunción o San Vicente el Alto y, a cambio, las religiosas debían cantar un aniversario mensual perpetuo por el alma de la
testadora y sus familiares muertos. Si todavía quedaba dinero, se debían fundar
misas perpetuas rezadas en la capilla de Todos los Santos de la catedral oscense,
dando cuatro sueldos de limosna por cada misa93.
92
La ración tenía vida gracias a un censal de ciento cincuenta libras jaquesas de renta y una propiedad
de tres mil libras jaquesas. La titularidad de dicha renta debía depositarse en el Archivo de la catedral de Huesca o en el Archivo de la ciudad de Huesca, a nombre del patrón y racionero de la ración. AHPrH. Raimundo Sanclemente, 1705, 29-VII, f. 179r.
93
El administrador de la hacienda era el doctor Bartolomé de Azlor, si vivía, cobrando por ello treinta libras jaquesas anuales.
184
Todo esto significa que doña Josefa de Olcina planificó una larga vida para
su patrimonio, donde su hermano quedaba al margen de la herencia universal por
los claros motivos ya expuestos. Como hemos adelantado, estas últimas voluntades
habían sido escrituradas en 1686, cuando su hermano ya había contraído nupcias
y no tenía descendencia directa. Esto nos obliga a preguntarnos por la vida de don
Nicolás de Olcina y del Molino, quien en ese momento era infanzón y luego fue
señor del lugar o pardina de Monrepós y de la pardina de Arguas (núcleos cercanos
a la ciudad de Huesca94), y ocupó significativos cargos públicos.
En este estudio dejamos a Nicolás de Olcina y del Molino nada más nacer en
1635, cuatro años antes de que muriese su padre, el jurista doctor Vincencio Tomás
de Olcina. El óbito en juventud de este infanzón y ciudadano repercutió negativamente en la vida de su hijo Nicolás, quien no debió de pasar por la Universidad, como lo
habían hecho su padre, su abuelo y otros familiares, lo que le privó de entrar en la carrera judicial y seguir con la «tradición» familiar. Sin embargo, como sus antepasados,
no abandonó la conexión social con el mundo judicial desde el momento en que contrajo nupcias con doña Sabina Jacinta Pérez de Nueros y Femat, perteneciente a una
conocida familia oscense de raíces bilbilitanas y con gran peso dentro de la magistratura95. Tal acontecimiento debió de ocurrir en fechas cercanas al 12 de diciembre de
1668, cuando los contrayentes firmaron la capitulación matrimonial96.
En dicha capitulación matrimonial ofició de maestra de ceremonias la viuda
doña Francisca Elena del Molino, madre de don Nicolás, señora de las pardinas de
Monrepós y Arguas hasta su muerte, en fecha que desconocemos97. El dominio señorial de Monrepós y Arguas98 había pertenecido a la madre de esta última, la infanzona Isabel de Aniés, originaria de Apiés. Doña Francisca Elena también era la
heredera fideicomisaria de los bienes de su difunto esposo doctor Vincencio Tomás
de Olcina y de su cuñado, el arcediano doctor Saturnino de Olcina. Por la otra
parte, doña Sabina contó con el apoyo del infanzón y ciudadano oscense don Justo
de Falces y Femat, procurador de los infanzones bilbilitanos don Pedro Fernández
94
Don Nicolás, como señor de Monrepós y Arguas, nombró el 2 de octubre de 1684 a Orencio Escartín, domiciliado en Huesca, para que fuese justicia y juez ordinario de dichas pardinas. AHPrH.
Raimundo Sanclemente, 1684, 2-X, f. 789r.
95
Este tema lo empezamos a estudiar en GÓMEZ ZORRAQUINO, J.I., «La endogamia profesional
en la magistratura...» (en prensa).
96
AHPrH. Pedro Silverio Fenés de Ruesta, 1668, 12-XII, ff. 880r-897v. AHPrZ. Fondo Argillo,
caja 2170/8 (legajo 68/8).
97
En 1681 ya había fallecido.
98
Dichas pardinas confrontaban con los términos de Escusaguat, Belsué y Santa María [de Belsué].
Recordemos que las citadas pardinas llegaron a poder de doña Francisca Elena, por donación paterna, en los capítulos matrimoniales de esta con el doctor Vincencio Tomás de Olcina.
185
de Moros y don Juan José de Funes, ejecutores testamentarios del también infanzón domiciliado en Calatayud don Juan Jaime Pérez de Nueros y como tutores y
curadores de los bienes de este último, padre de la contrayente, y de su hermano
don Juan Miguel. Don Juan Miguel y doña Sabina eran fruto de la unión de su
padre don Juan Jaime Pérez de Nueros y la viuda doña Sabina Antonia Femat y
Aznárez, quienes habían contraído matrimonio eclesiástico el 7 de febrero de 1646
en la parroquia de San Pedro el Viejo de Huesca99. Hemos de apuntar que don
Juan Miguel, domiciliado en Calatayud, era el heredero universal de los patrimonios que habían pertenecido a su padre y a su tío don Francisco Pérez de Nueros,
maestrescuela y canónigo de la catedral de Huesca. Don Juan Miguel en las dos últimas décadas del siglo XVII mantuvo una interesante correspondencia con el cronista del reino de Aragón Diego José Dormer, su «amigo de corazón», y también se
relacionó con el cronista Pellicer100.
Don Nicolás de Olcina llevó al matrimonio los bienes paternos, maternos y de
los de su tío Saturnino, salvo dos mil escudos que se reservó su madre para disponer
de ellos según su conveniencia. Además, doña Francisca Elena, si no vivía con su hijo
—«lo qual no es de creer», según sus palabras—, tenía derecho a una renta anual de
doscientos escudos y «un quarto de cassa para vivir», adornado a su gusto y con las alhajas que quisiera. Doña Sabina Jacinta Pérez de Nueros aportó todos sus bienes
muebles e inmuebles y su hermano le dio de la herencia paterna y materna la suma
de cuatro mil escudos (dos mil al contado en el momento de la firma de la capitulación matrimonial, un censal de mil escudos de propiedad y mil sueldos de pensión
sobre el lugar de Farasdués101, y los mil escudos restantes en dinero contado los debía
recibir un año después de la celebración nupcial)102, cantidad por la que la contrayente
se daba «por contenta, satisfecha y pagada» de la donación de sus padres.
En la capitulación matrimonial se pactó que si doña Sabina moría sin hijos
—como así debió de ocurrir— o morían menores de edad, de los cuatro mil escudos
99
Sabina Antonia Femat había estado casada en primeras nupcias con el jurista doctor Juan Francisco de Falces y Lasarte, infanzón, ciudadano de Huesca, quien había sido bautizado el 9 de julio de
1605 y murió el 28 de abril de 1639. ADH. Quinque libri de la parroquia de San Pedro el Viejo
de Huesca, Libro 207/2, f. 104; Libro 208/1, f. 75v; Libro 208/2, f. 72r.
100
BNM. Ms. 8385, ff. 395r-409v y 398r.
101
Este censal lo mantenía la unidad familiar el 18 de enero de 1692, momento en que don Nicolás
nombró procurador al mercader oscense Juan de Mallada, para que asistiese y diese su voto en la
concordia que se iba a llevar a cabo entre dicho concejo y los acreedores censalistas. AHPrH.
Félix Audina, 1692, 18-I, ff. 16v-17v.
102
Los dos mil escudos de la dote los recibió don Nicolás el 12 de junio de 1669. Los restantes mil
escudos acordados para pasado un año los recibió Nicolás de su cuñado el infanzón Juan Miguel
Pérez de Nueros el 1 de julio de 1672. AHPrH. Pedro Silverio Fenés de Ruesta, 1668, f. 894v;
1672, 1-VII, f. 162r.
186
aportados como dote, la contrayente solamente podía disfrutar de la mitad de la donación y los restantes dos mil escudos debían volver a su hermano y donante Juan
Miguel y a sus herederos y sucesores si este hubiese muerto. También se acordó que
Nicolás aseguraba a su esposa la dote y, además, un excrex y aumento de dote de
mil seiscientos escudos. En el caso de disolución del matrimonio por muerte de los
contrayentes, doña Sabina o sus herederos podían tomar de los bienes de Nicolás
los cuatro mil escudos de dote más los mil y seiscientos del excrex y aumento de
dote, con la condición de que esta última suma monetaria debía ir a parar a los hijos
del matrimonio y si no llegaban para el sobreviviente de dichos cónyuges103.
No tenemos constancia de que sobreviviesen hijos de la citada unión. Cuando faltaba poco tiempo para celebrar el decimotercer aniversario de boda debió de
fallecer doña Sabina Jacinta. Sabemos que, estando enferma, firmó un testamento
y un codicilo el 29 de agosto de 1681104 donde dejaba a su marido como responsable de muchas de las mandas escrituradas. Así, solicitaba ser sepultada en la capilla
de Todos los Santos de la seo oscense —donde estaba el entierro de su esposo— y
ante cualquier imposibilidad quería que sus huesos descansasen con los de su marido. Dejó a su esposo la posibilidad de que fundase un aniversario por su alma.
También le encargó que, «en señal de amor» de la testadora, diese lo que quisiera a
su hermano uterino don Justo Bernardo de Falces y Femat, a su sobrina doña Teresa Pérez de Nueros —hija de su hermano don Juan Miguel, domiciliado en Calatayud— y a su hermana «política» doña Josefa Olcina y del Molino —que ya hemos
visto que era la mujer de don Francisco Coscón y Cortes— y a su criada Orencia
Castán. Nombró a su esposo como heredero universal105.
103
El resto de las cláusulas eran las habituales en este tipo de contratos matrimoniales y donde se
establecía lo siguiente: lo que pudiesen adquirir los futuros cónyuges durante el matrimonio a título
lucrativo lo debían recuperar como bienes suyos propios. Las deudas que cada contrayente llevaba al matrimonio debían satisfacerlas cada uno de los propios bienes y hacienda. Las deudas y
obligaciones durante el matrimonio, ya fuesen a título individual o de los dos, eran a cuenta y
cargo de la hacienda de Nicolás, quedando libre el excrex y aumento de dote. Los futuros cónyuges debían tener viudedad foral en todos los bienes de ambos contrayentes. Las joyas y vestidos
eran para el sobreviviente de los futuros cónyuges.
104
AHPrH. Diego Vicente Vidania, 1681, 29-VIII, ff. 449r-452r.
105
Mucho más específica fue la designación de los ejecutores testamentarios, ya que fueron llamados
su esposo Nicolás, su hermano Juan Pérez de Nueros, su hermano domiciliado en Huesca Justo
Bernardo de Falces y Femat, su tío Bartolomé Pérez de Nueros —«del Consejo de Su Majestad en
el Civil de Aragón»—, sus hermanos políticos el matrimonio formado por Francisco Coscón y su
esposa Josefa de Olcina, el padre fray Jerónimo Blanco, de la orden de San Bernardo —catedrático de Prima de Teología en la Universidad de Huesca— y su primo el monje don Vicente Sellán y
Oña, señor de Pompién y Buñales, caballero del hábito de San Juan de Jerusalén y comendador
de la encomienda del Temple de Huesca, residente en Zaragoza.
187
Tras la muerte de doña Sabina, a don Nicolás de Olcina y del Molino no le
debió de gustar la soledad ni la falta de herederos directos y por ello contrajo segundas nupcias con doña María Maura Felices y Cleriguet, acto religioso del que no
hemos localizado testimonio documental. Algo similar nos ocurre con las posibles
capitulaciones matrimoniales y con la descendencia familiar, cuestiones que quedan
a la espera de encontrar documentación aclaratoria.
Muchas cosas pudo hacer don Nicolás en la vida pública y privada si atendemos a los ochenta y ocho años y once meses que vivió. Fue el 4 de noviembre de
1724 cuando —sobreviviéndole su segunda esposa doña María Maura— se produjo el óbito de don Nicolás, después de recibir el sacramento de la extremaunción y
la absolución. El sepulcro que acogió su cuerpo muerto estaba en su capilla de
Todos los Santos de la Seo de Huesca106.
En la vida pública, el infanzón y ciudadano de Huesca don Nicolás, señor de
las pardinas de Monrepós y Arguas, amigo de don Diego Vincencio de Vidania y
Broto107, ocupó hasta su muerte diversos cargos en el concejo de Huesca, lo que le
permitió estar presente en el Ayuntamiento borbónico desde 1708 hasta 1724 —estudio que tenemos en proceso de elaboración—. La cima de su carrera pública cerca
de la monarquía de los Austria la alcanzó cuando por privilegio firmado en Madrid el
21 de enero de 1697 fue nombrado por el Rey baile de la ciudad de Huesca108. Con
ello ponía fin a quince años (sic) ejerciendo de lugarteniente del baile —pero en la
práctica como baile— y cubría una plaza que había quedado vacante por el óbito de
don Artal de Azlor [y Guasso], conde de Guara109. Si atendemos a la carta que escribió el virrey de Aragón a Su Majestad en 1696, don Nicolás ejerció el oficio de baile
—sin título— desde el momento en que don Artal de Azlor consiguió el título de
conde de Guara —la concesión fue el 20 de agosto de 1678— hasta su muerte el 5
106
ADH. Quinque Libri de la parroquia de la Seo de Huesca, Libro 149/1, f. 147v. Si atendemos a
la información que nos aporta el Libro de Difuntos donde se registró el óbito, el señor Olcina no
hizo testamento, lo que nos ha privado de importante información sobre su biografía.
107
Vidania era un notario oscense con gran peso político en el concejo de Huesca y que ocupó puestos relevantes en la administración cuando fue de la mano de la monarquía. GÓMEZ ZORRAQUINO, J. I., Los santos Lorenzo y Orencio se ponen al servicio de las «tradiciones» (siglo XVII),
Instituto de Estudios Altoaragoneses, Huesca, 2007, pp. 181-205.
108
Juró el cargo ante el capitán general de Aragón el 27 de febrero de 1697 mediante su procurador
don Bartolomé Pérez de Nuevos, asesor del gobernador de Aragón. AMH. Actos comunes, doc.
187, 1697, 27-II, pp. 133v-134v.
109
Archivo de la Corona de Aragón (en adelante, ACA). Consejo de Aragón (en adelante, CA). Tesorería General, Leg. 1293; Secretaría de Aragón, Leg. 38, doc. 170. Don Artal de Azlor falleció
tras otorgar testamento en Barbastro el 4 de septiembre de 1696.
188
de octubre de 1696110. Por otra parte, no hemos encontrado noticias fehacientes de
que don Nicolás ocupase el oficio de racional de la ciudad de Huesca —con un sueldo
anual de treinta libras jaquesas—, dándose la circunstancia de que el 4 de octubre de
1677 el concejo oscense solicitó al monarca la creación de dicho oficio y que fuese
ocupado por don Nicolás durante su vida111.
Antes de desempeñar estos cargos, el señor de Monrepós y Arguas durante
cuatro años se ocupó del cobro del subsidio y excusado del «Partido y Diozesis de la
Ciudad de Huesca», en 1674-1675 fue nombrado Justicia del concejo de Huesca
(juró el cargo el 26 de diciembre de 1674)112, en 1675 fue designado por Su Majestad para ajustar varias concordias entre diversos lugares y sus censalistas, en 1675
también fue comisionado del Rey para tomar posesión de unas minas de cobre que
se habían descubierto en las montañas (sic) y del manejo y beneficio que podía resultar, en las Cortes de 1677-1678 fue nombrado por segunda vez Justicia de Huesca
por el virrey don Pedro Antonio de Aragón (juró el cargo el 26 de diciembre de
1677)113 y «envió a las galeras [...] a tres delinquentes», en cuatro ocasiones había
sido lugarteniente del Justicia y en 1681 fue a la villa de Adahuesca «a sosegar dicha
villa» y remediar la alteración que había por las bolsas de los oficios y otros incidentes. En las Cortes de Calatayud de 1677-1678 y en las de Zaragoza de 1684-1686
concurrió «llamado con Carta de Vuestra Magestad como Cavallero hixodalgo». La
ciudad de Huesca le nombró síndico, «acudiendo a quantto reconozio hera deel servicio de Vuestra Magestad obrando por si quantto juzge eficaz para que otras Unibersidades siguiessen a dicha Ciudad de Huesca en los veintte años deel Servicio»114.
A pesar de no contar con una significativa información documental, estamos
seguros de que don Nicolás situó a la familia Olcina en posiciones privilegiadas
110
ACA. CA. Secretaría de Aragón, Leg. 38, doc. 171. La propuesta del virrey para nombrar baile
la encabezó don Nicolás de Olcina y, seguidamente, don Diego de Urriés y don Ignacio de Aguirre. Debemos recordar que a don Artal le precedió en el puesto don Francisco [Luis] de Azlor [y
Coscón] —nombrado el 22 de octubre de 1640—, su tío, primo hermano de su padre y al mismo
tiempo cuñado, marido de su hermana mayor doña María Manuela Feliciana de Azlor y Guasso.
Diccionario Hispanoamericano de Heráldica, Onomástica y Genealogía, Bilbao, Mogrobejo-Zabala, vol. XXIII (VIII), pp. 429, 431-432.
111
ACA. CA. Secretaría de Aragón, Leg. 37, doc. 259. Dicho oficio era para «prevenir de las inavilidades que podían embaraçar a los ciudadanos al tiempo de las extracciones de oficios por las quales no pueden optenerlos según las ordinaciones reales [...]». La ciudad de Huesca pretendía que
dicho oficio de provisión real fuese perpetuo y lo ocupase un consejero, lo que llevaba implícito
que no se eligiese uno de los consejeros preeminentes. Debía prestar juramento ante el justicia de
la ciudad.
112
AMH. Actos comunes, doc. 168.
113
AMH. Actos comunes, doc. 171, ff. 64r-67r.
114
BNM. Ms. 8382, ff. 188v-189v. ACA. CA. Secretaría de Aragón, Leg. 38, doc. 170.
189
dentro de la sociedad aragonesa y de la sociedad oscense en particular. Lógicamente, don Nicolás recogió el trabajo y esfuerzo de sus antepasados, quienes durante la
etapa regida por varias generaciones de mercaderes habían reforzado la posición
social y económica de la familia para dar el salto a la magistratura, donde había un
cursus honorum establecido y resultaba complicado penetrar y ascender. Como ya
hemos comentado en un trabajo reciente115, para alcanzar el primer cargo y proseguir en la carrera de los oficios letrados era necesario contar con unas buenas relaciones interpersonales —basadas en la familia, la amistad, el paisanaje— y, lógicamente, con el poder político establecido —donde la voluntad del Rey o sus
delegados se hacía imprescindible para el ejercicio de los cargos—116. En otros
casos, formar parte de la «clientela» que controlaba el mundo burocrático era suficiente para acceder a los cargos.
En el caso que nos ocupa, los Olcina debieron de echar mano de todos los
«recursos» a su alcance —amistad, paisanaje, etc.— para asentarse y tomar posiciones dentro de la magistratura. Tampoco despreciaron la puesta en práctica de una
endogamia profesional, lo que suponía formar un grupo de poder y tener muchas
posibilidades de ascender y controlar la carrera togada. Esto, lógicamente, con el
beneplácito de la monarquía o de sus delegados. Con ello, nos encontramos ante
las dos claves fundamentales para tener asegurado un puesto relevante en la cada
vez más prestigiada magistratura. Tengamos en cuenta que la administración pública en general servía como «vehículo de promoción y ascenso y como medio de
consolidación, y aun de acrecentamiento, de su situación de privilegio»117. Ocupar
puestos de responsabilidad judicial en los concejos, pertenecer a la corte del Justicia de Aragón, formar parte de la Real Audiencia, conseguir un puesto en el Consejo de Aragón, etc., suponía estar presente en las instancias de poder que servían
a las estrategias de dominación del grupo social que las controlaba. Dicho grupo de
poder también copaba los más diversos puestos y funciones encomendados por la
monarquía, tales como los cargos reales en los concejos (baile, zalmedina, etc.), la
realización de las insaculaciones concejiles, el asesoramiento en las más diversas
instancias reales, etc.
115
GÓMEZ ZORRAQUINO, J.I., «La endogamia profesional en la magistratura...» (en prensa).
116
Tengamos en cuenta que estamos ante los dos polos —totalmente interrelacionados— que organizaban la vida político-administrativa de la Corona. La acción administrativo-política no se concebía
sino como un intercambio generalizado de favores y servicios, por el que un favor hecho en un
plano se compensaba con otro. DEDIEU, J.P., «Amistad, familia, patria... y rey. Las bases de la
vida política en la monarquía española de los siglos XVII y XVIII», Mélanges de la Casa de Velázquez. Nouvelle série, tomo 35 (1), pp. 27-50.
117
CANET APARISI, T. La magistratura valenciana (s. XVI y XVII), Universitat de València, València, 1990, p. 143.
190
En definitiva, estamos ante el cursus honorum que regía el desempeño de
los oficios letrados en la Edad Moderna, elaborado por los propios interesados y
por la consideración inherente al cargo que le daba la sociedad, amén del papel
puntual que ejercía la monarquía o sus delegados. Ante esta «claridad» no es extraño que entrasen en juego los más diversos memoriales, muy necesarios para conseguir los favores de un determinado oficio, y donde se debía hacer referencia a los
méritos y trabajos ejercidos por los antepasados del solicitante y los servicios prestados por el peticionario. No olvidemos que el mérito se lograba por el servicio a la
comunidad (ejerciendo cargos públicos, realizando préstamos, fundando institutos
benéficos, etc.) tras la oportuna sanción del Rey.
En dichos memoriales quedaba claramente retratado el solicitante y también
aparecía en imagen su familia. Es precisamente en dos de estas «fotografías» de
1681 y de ca. 1684, presentadas por don Nicolás de Olcina y del Molino —en ese
momento infanzón, insaculado como diputado del reino de Aragón, señor de Monrepós y Arguas— para conseguir los favores reales, donde podemos ver el prestigio
adquirido por los Olcina y, además, se puede deducir el rápido ascenso de la familia
siempre de la mano de la monarquía. Se hacía constar que los ascendientes del suplicante sirvieron a varios reyes, destacando las siguientes actuaciones: Juan de Olcina fue secretario del rey Alfonso V de Aragón y Antonio de Olcina, comendador de
Montalbán, ocupó el cargo de capitán del mismo rey. En 1453 el rey Alfonso V
honró al sexto abuelo de Nicolás con la caballería de Torrellelas, en las montañas de
Aragón, y con su jurisdicción. A micer Ambrosio Olcina, hermano del bisabuelo del
suplicante, en las Cortes de 1564, el brazo de caballeros e hijosdalgo lo insaculó
como lugarteniente de la corte del Justicia. Su cuñada, Ana de Arbués, era sobrina
de Pedro de Arbués, inquisidor de Aragón. El doctor micer Juan Miguel de Olcina,
hijo de la anterior, fue colegial mayor en el Colegio de Santiago de Huesca y en la
Universidad de Huesca leyó varias cátedras de Leyes, jubilándose en la de Prima, estando en dicha facultad desde 1583 hasta 1629, cuando murió tras 46 años de trabajo; en 1610 el Rey lo nombró asesor del Justicia de las montañas, sirviendo en el
cargo durante diecinueve años118. El doctor micer Vicencio Tomás de Olcina, padre
del suplicante, fue colegial del Colegio de Santiago de Huesca, regentó varias cátedras y especialmente la de Código; murió con poco más de treinta años.
Por la rama materna del suplicante, su abuelo sirvió a Su Majestad en Milán;
también tenía parentesco con el gran jurisconsulto Miguel del Molino; el rey Felipe
118
Tenemos constancia del ejercicio de dicho cargo en 1620, cuando el Justicia de las montañas de
Aragón era don Jerónimo Pérez de Sayas. GÓMEZ ZORRAQUINO, J.I. «El justicia de las montañas de Aragón (1585-1672): la institución y sus oficiales», Revista de Historia Moderna. Anales
de la Universidad de Alicante, n.º 26 (2008), p. 65, nota 23.
191
III honró al doctor Juan del Molino, tío del suplicante, como maestrescuela y canónigo de la catedral de Huesca.
En la familia de su esposa, doña Sabina Pérez de Nueros, habían concurrido
cuatro abogados fiscales, varios ministros togados, un obispo de Mallorca, caballeros de las órdenes militares, un maestrescuela y un deán de la catedral de Huesca.
Entre los ascendientes paternos, maternos y de su esposa habían existido varias dignidades y canónigos, destacando entre todos ellos el doctor Saturnino de
Olcina, arcediano del Sobrarbe, hermano del padre del suplicante, quien empleó
todas sus rentas en obras pías y limosnas, publicando el libro Thesoro de pobres.
En definitiva, todos los miembros familiares se habían ocupado de los oficios más
preeminentes de la ciudad de Huesca y habían servido a Su Majestad119.
***
Más difícil nos resulta hacer la «radiografía» de la posición económica de la familia Olcina y del papel que su fortuna jugó en su ascenso social. Podemos suponer
que la riqueza no fue el elemento esencial que explica la reconocida posición social
que tuvo la familia Olcina en el Aragón de los siglos XVI y XVII y en Huesca, en
particular. Creemos que, como ya hemos dado cuenta, tuvieron más importancia las
meditadas y tejidas redes de relaciones en las que se insertaron los Olcina y algunas
puntuales circunstancias familiares. Así, sobre este último punto, debemos recordar
que don Nicolás de Olcina y del Molino se convirtió en señor de Monrepós y Arguas
gracias a la transmisión de un título señorial que había pertenecido a su abuela materna. Algo semejante ocurrió con el resto de los bienes inmuebles que poseía, ya
que fue nombrado heredero único de la mayor parte del patrimonio familiar acumulado a lo largo de las generaciones que vivieron en los siglos XVI y XVII.
Como ya hemos señalado, la infanzona Isabel de Aniés, originaria de Apiés, la
abuela materna de don Nicolás, se había casado el 29 de julio de 1601 con el infanzón oscense Martín del Molino120. La capitulación matrimonial la firmaron en el barrio
zaragozano de Juslibol el 10 de julio de 1601, momento en que Isabel aportó las pardinas de Monrepós y Arguas «con su jurisdicción civil y criminal, alta y baja, mero y
mixto imperio» y el patrimonio que tenía su padre en Apiés y Chimillas, pequeñas poblaciones cercanas a Huesca121. Sabemos que el 4 de noviembre de dicho año Martín
119
BNM. Ms. 8382, ff. 188v-189v. ACA. CA. Secretaría de Aragón, Leg. 38, doc. 170.
120
ADH. Quinque libri de la parroquia de la Seo de Huesca, Libro 133/3, f. 113v. En esos primeros años del siglo XVII Martín aparecía citado como ciudadano. Tenía un patrimonio inmueble de
varias propiedades rústicas en Huesca (un huerto en el Forado, tierras en la Algüerdia, en el camino de Apiés, etc.). AHPrH. Pedro Santapau, 1600, 30-XI, ff. 189r-191r; 1608 (1607, 28-XII), ff.
3r-4r.
121
GÓMEZ ZORRAQUINO, J.I. «La endogamia profesional en la magistratura...» (en prensa).
192
del Molino, procurador de su esposa, tomó posesión de Monrepós y Arguas, cesó al
«alcayde» y nombró a otro nuevo122. También tenemos contancia de que los bienes de
Chimillas consistían en un casal (casa, pajar, era y campos) que podía rentar anualmente unos diez cahíces de trigo y uno de ordio123. Los inmuebles de Apiés-Lienas
proporcionaban una rentabilidad de siete cahíces de trigo cada año124. Podemos suponer que estas propiedades y otras en Huesca125 permitían que los Olcina y sus predecesores Del Molino tuviesen en su vivienda oscense una destacada bodega donde
almacenar buena parte de su producción agrícola126.
Gracias a la localización de varios arrendamientos sabemos que las rentas
(casa, mesón, pastos, pasos de cabañas y yerbas) de Monrepós y Arguas, libres de
pagar diezmos y primicias, suponían unos ingresos anuales de entre 2800 y 4300
sueldos jaqueses anuales. Así, el ciudadano oscense Martín del Molino el 31 de mayo
de 1619 arrendó a Antón Vallés las rentas de Monrepós y Arguas por un periodo de
seis años (desde San Miguel de 1619) y por 140 escudos anuales (2800 sueldos)127.
122
AHPrH. Pedro Santapau, 1601, 4-XI, ff. 217r-220r. Desgraciadamente, desconocemos las rentas
que generaban dichas pardinas a principios del siglo XVII. Solamente tenemos noticias de que el
hostal y casa de Monrepós estuvo arrendado los años 1608-1610 por precio de 550 sueldos
anuales y con las siguientes condiciones: la cebada y vino que se vendiese en el hostal debían ser
del arrendador; el arrendatario debía pagar la décima y primicia de lo recibido; Martín del Molino
debía entregar al arrendatario un cántaro de vino tinto cada año. AHPrH. Pedro Santapau, 1607,
27-XI, ff. 308r-309r.
123
El 11 de noviembre de 1601 Martín del Molino arrendó medio casal al labrador Martín de Escario,
vecino de Banastás, por tiempo de cinco años (desde el 11 de noviembre de 1601), por precio de
cinco cahíces de trigo y medio de ordio. El 3 de febrero de 1613 Martín del Molino arrendó nuevamente todo el casal a Juan de Esbarat y Lorenzo Esbarat, padre e hijo, por un periodo de ocho
años y un precio de 1/7 ó 1/8 de la producción, según las propiedades. AHPrH. Pedro Santapau, 1601, 11-XI, ff. 222v-223v; Pedro Santapau, 1613, 3-II, ff. 82r-83v.
124
Dichos inmuebles fueron arrendados por Martín del Molino y su esposa al labrador Juan Ferrer,
vecino de Apiés, por tres años (desde el 1 de septiembre de 1609) y por precio anual de dos cahíces de trigo. El resto de las propiedades que no trabajaba el arrendatario Ferrer las tenían arrendadas los propietarios a los vecinos de Apiés Martín y Pedro de Yebra por precio anual de cinco cahíces de trigo. AHPrH. Pedro Santapau, 1608, 15-VI, ff. 182r-183r; 1609, 21-VIII, ff.
338v-342r.
125
Martín del Molino en los años 1616 y 1617 cedió mediante treudo perpetuo (derecho enfiteutico)
una era y arrendó varios campos en Huesca, cobrando por ello un cahíz de trigo anual y siete cahíces de trigo y dos carretadas de paja cada año, respectivamente. AHPrH. Pedro Santapau,
1616, 28-V, ff. 255r-257v; 1617, 23-IX, ff. 418r-419r.
126
Esto podría justificar que don Vincencio Tomás de Olcina mandase erigir unos pozales (sic) de piedra o ladrillo barnizado para el aceite. AHPrH. Vicencio Santapau, 1638, 9-VI, ff. 176r-179r.
127
El arrendatario se obligaba a cumplir lo siguiente: debía pagar de su bolsillo al clérigo que dijese
misa en Monrepós, debía entregar al arrendador un séptimo de los panes que se recogiesen cada
año y un marranchón anual (descontando los 16 sueldos de la compra y 8 sueldos por ponerlo en
193
Al término de este contrato el señor Del Molino arrendó dichas rentas a Antón Vallés y a su hijo Miguel Vallés, habitantes en ese momento en Monrepós, por otros
seis años (desde San Miguel de 1625) y por el mismo precio de 140 escudos anuales (2800 sueldos)128. En el transcurso del cumplimiento de este contrato medió en
1628 —como ya hemos comentado— la capitulación matrimonial de doña Francisca
Elena, hija del arrendador, con don Vincencio Tomás de Olcina, momento en que
Francisca Elena recibió de su padre las pardinas de Monrepós y Arguas. Esto explica
que el nuevo arrendador fuese el doctor Vincencio Tomás de Olcina, quien el 15 de
junio de 1631 arrendó a Pedro Lasierra, natural de Bierge, habitante en el hostal de
Monrepós, dichas pardinas por un periodo de nueve años (de San Miguel de 1631
hasta la víspera del mismo día de 1640) y por un precio anual de 162 libras jaquesas
(3240 sueldos)129.
La muerte de don Vincencio Tomás de Olcina en 1637 descarta su participación en posteriores arrendamientos. El testigo lo tomó su esposa doña Francisca
Elena del Molino hasta su muerte —en fechas que desconocemos por el momento—
y, posteriormente, don Nicolás de Olcina y del Molino, hijo de ambos. La señora Del
Molino arrendó las pardinas de Monrepós y Arguas a Pedro Garasa, natural de Ordobés —de la ribera de Guarga— y habitante en el hostal de Monrepós, durante los seis
años que iban de San Miguel de septiembre de 1640 hasta la víspera de la misma
Huesca). Debía dejar sin cultivar el campo mayor, destinado para pasto de los animales. Las tierras
las debían trabajar seis labradores. El arrendatario no podía hacer carbón ni leña. Antón también
se obligaba a dar la caridad de cuatro fanegas de pan amasado el día de Santa Cruz, momento que
aprovechaba el arrendador para entregar seis cántaros de vino. AHPrH. Pedro Santapau, 1619,
31-V, ff. 230r-231v.
128
Las condiciones acordadas eran semejantes a las estipuladas en 1619, con la salvedad de que los
arrendatarios estaban obligados a satisfacer al arrendador 4/30 de los panes que se recolectasen
anualmente en dichas pardinas: AHPrH. Pedro Santapau, 1625, 4-X, ff. 523r-524v.
129
Pedro Lasierra se obligaba a cumplir lo siguiente: a buscar un clérigo que oficiase en la iglesia de
la pardina de Monrepós y pagarle la caridad acostumbrada, a reparar todo lo necesario para la
buena conservación de la vivienda y a reparar el cuarto de la caballeriza de la casa de Monrepós
—descontando por ello 50 escudos del precio del arrendamiento—, a entregar anualmente al
arrendador un marranchón de un año de crianza —puesto en la vivienda oscense a cambio de
cuatro reales—, a que la cosecha de 1631 la repartiese en la proporción de cuatro cahíces para el
arrendador y veintiséis cahíces para el arrendatario, a recibir el día de Santa Cruz de mayo del
señor Olcina seis cántaros de vino tinto en concepto de caridad, a entregar al señor de Monrepós
cuatro crías de ovejas o cabras por cada treinta animales que criase, a entregar como caridad cuatro fanegas de pan amasado cada año, a no hacer leña ni carbón en el monte y a reservar el
campo mayor para las cabalgaduras del arrendatario del mesón. En este contrato se estipuló que
el arrendador debía cobrar el precio satisfecho por el futuro arrendatario de las hierbas de dichas
pardinas, suma monetaria que se debía descontar del precio a pagar por Pedro Lasierra. AHPrH.
Pedro Santapau, 1631, 15-VI, ff. 446r-450v.
194
fecha de 1646 y por un precio anual de 3240 sueldos jaqueses, la misma cantidad
monetaria que el anterior contrato130. A este arrendamiento le sucedió otro en el que
el arrendatario fue Pedro Escartín, vecino del lugar de Fornillos, diócesis de Huesca,
con una duración de nueve años (desde San Miguel de 1646 hasta la víspera de dicha
celebración de 1655) y por un precio de 3900 sueldos jaqueses (2800 sueldos por la
casa, mesón y pardinas de Monrepós y Arguas y 1100 sueldos por la décima y primicia) y unas condiciones que diferían poco del anterior acuerdo131. Doña Francisca
Elena en 1668 y don Nicolás de Olcina, después, arrendaron por 4300 sueldos jaqueses las rentas de Monrepós y Arguas a Francisco Bayeo, vecino de Arguis, entre
los días de San Miguel de 1668 y 1674 y 1682-1684, dándose la circunstancia de
que a este último contrato le faltaban por cumplir cuatro años. A partir de 1684 el
nuevo arrendatario fue Lorenzo de Nabasa, vecino de Nueno, quien firmó el contrato
para los años 1684-1690 y se obligó a pagar la misma suma monetaria que su predecesor y las mismas obligaciones contractuales132.
130
AHPrH. Vicencio Santapau, 1640, 28-III, ff. 272r y ss. También se acordó lo siguiente: el dinero
que se sacase del arrendamiento de las hierbas debía cobrarlo directamente la arrendadora y debía
descontar del precio señalado en el texto. El arrendatario de las citadas pardinas debía hacer reparos de conservación de los edificios y entregar anualmente dos pares de perniles de tocino y dos
pares de perdices a la arrendadora. Doña Francisca del Molino debía entregar anualmente a Pedro
Garasa seis cántaros de vino tinto el día de Santa Cruz de mayo como contribución caritativa y el
arrendatario debía dar por el mismo concepto la suma de cuatro fanegas de trigo amasado. Pedro
Garasa tenía prohibido hacer leña y carbón en el monte y estaba obligado a satisfacer cuatro cabezas de ganado menudo por cada treinta cabezas que tuviese.
131
AHPrH. Lorenzo Rasal, 1645, 10-XII, ff. 775v-779r. Las cláusulas acordadas en el contrato eran
las siguientes: el casero estaba obligado a pagar al clérigo que llevase a cabo los oficios religiosos.
El arrendatario debía pagar anualmente al arrendador por la Natividad dos perniles (sic) y ocho
perdices. El arrendatario tenía prohibido hacer leña y carbón bajo pena pecunaria y estaba obligado a pagar cuatro fanegas de pan el día de Santa Cruz de mayo. El arrendador se obligaba a satisfacer seis cántaros de vino el mismo día de Santa Cruz. Aparecía como fianza Juan de Garasa, vecino del lugar de Yéspola, diócesis de Jaca.
132
Los arrendatarios estaban obligados a buscar por su cuenta y a su cargo un clérigo que celebrase
los oficios religiosos; también debían preocuparse de que el mesón dispusiese de una cama para el
descanso de los pasajeros; además no podían hacer carbón ni leña sin el permiso del arrendador y
debían entregar una cantidad anual de cuatro fanegas de pan amasado para el día de Santa Cruz
de mayo. Finalmente, se pactó que en el último año de arrendamiento la mitad de las tierras de
labor debían quedar como rastrojeras. En el contrato de 1684-1690 Lorenzo de Nabasa, además
de las condiciones citadas, se obligó a devolver el préstamo de sementera, los lechones y los aderezos de labor que recibió (valorado todo ello en 171 libras jaquesas) y a pagar diez cahíces de
trigo para San Miguel de 1685 y dos perniles de tocino cada carnestolendas. El arrendatario también debía de disponer de otra cama más para los pasajeros, se obligaba a dejar los pajares llenos
de paja al final del contrato y a encargarse de las huebras. AHPrH. Pedro Silverio Fenés de Ruesta, 1668, 9-IV, ff. 297v-299v.; Raimundo Sanclemente, 1683, 15-I, ff. 50r-52v; 1684, 18-X, ff.
838v-845r.
195
Durante los periodos quinquenales de 1683-1688, 1688-1693 y 1693-1699
sabemos que el señor de Monrepós y Arguas también contó con un ingreso anual
adicional de setenta y cinco libras jaquesas (1500 sueldos) por las hierbas que arrendó al concejo de Huesca. El arrendatario debía permitir que cincuenta cabras del
mesonero pastasen libremente por los montes sin pagar nada133.
El hecho de que don Nicolás de Olcina, destacado miembro de su familia, no
procrease, seguramente, hijos vivos en sus dos enlaces matrimoniales y de que su
hermana Josefa tampoco tuviese descendencia, nos permite suponer que sus actuaciones inmobiliarias pudieron estar dirigidas a conservar o vender el patrimonio
más que a aumentarlo134. Por ello, no es extraño que don Nicolás no tuvo ningún
reparo en ceder algunas de sus propiedades en la ciudad de Huesca con carácter
perpetuo bajo contratos de tributación, lo que anulaba las posibilidades de incremento de los ingresos que ofrecían los contratos de arrendamiento. Es lo que hizo
en 1697 y 1700 con dos inmuebles suyos y en 1722 con dos propiedades que habían pertenecido a don Martín Marquínez y del Molino. En 1697 el señor de Monrepós y Arguas cedió a treudo perpetuo y derecho enfiteutico —con comiso, fadiga
y las demás condiciones tributarias— una casa, corral y huerto contiguo que tenía
en la parroquia de la Seo de Huesca a Bartolomé Vinos y Paciencia Sarrués, cónyuges, habitantes en Huesca135. Lo mismo hizo don Nicolás con otra casa y corral
que tenía en la parroquia oscense de la Seo, en el Barrio Nuevo, confrontante con
133
AHPrH. Raimundo Sanclemente, 1683, 16-II, ff. 101r-102v; 1688, 13-X, ff. 580r-581v; y
1693, 30-VIII, ff. 663v-664r. Seguramente, estos arrendamientos debemos ponerlos en relación
con la posición de don Nicolás de Olcina, señor de dichos lugares, en el concejo de Huesca. Sabemos que en 1690 fue administrador de las carnicerías oscenses. AHPrH. Raimundo Sanclemente,
1693, hojas sueltas.
134
Vendió a Jaime Asín y María Ferrer, cónyuges, vecinos de Huesca, unas casas con sus bajos en la
plaza de San Lorenzo de Huesca por un precio de cinco mil setencientos reales de plata que debían invertirse en un censo sobre dichas casas y sobre el patrimonio de los compradores. Mientras
no se amortizase dicho censo, los compradores estaban obligados a pagar doscientos ochenta y
cinco reales de plata anuales y no podían repartir su patrimonio entre sus herederos. AHPrH.
José Ignacio Nobales, 1708, 29-II, ff. 30r-35v.
135
Dicha casa y corral estaba cargada con un treudo de nueve libras jaquesas de renta perpetua, pagaderos el 11 de abril de cada año, empezando la primera paga en 1698. Bartolomé y su esposa
debían cumplir las siguientes condiciones: debían tener los bienes mejorados; no podían cargar
ningún otro treudo, censal, alcabala, contribución, etc., sin licencia del propietario; las propiedades eran indivisibles y no se podían enajenar sin la licencia del propietario, quien tenía derecho de
cobrar cinco sueldos jaqueses por la licencia de la fadiga y consentimiento y podía quedarse nuevamente con los inmuebles pagando el precio de venta menos los cinco sueldos del derecho de la fadiga y licencia. Si en algún momento Bartolomé y su esposa deseaban amortizar o luir las nueve libras del treudo, lo podían hacer pagando ciento ochenta libras jaquesas en tres pagas. El impago
de las cantidades del treudo llevaba aparejado que los bienes cayesen en comiso. AHPrH. Raimundo Sanclemente, 1697, 10-IV, ff. 225r-229r.
196
la casa del propietario y con una huerta de su hermana Josefa de Olcina136. De las
propiedades que habían pertenecido a don Martín Marquínez y que don Nicolás de
Olcina dio en tributación a Lorenzo Sazas, habitante en Huesca, encontramos un
campo de cinco fanegas de sembradura, situado en la partida oscense de los Culandrares Bajos, confrontante con el río Isuela137. También utilizó un contrato semejante con otro campo de cuatro cahíces de sembradura en la partida oscense de Algüerdia, camino de Loreto, cedida al labrador oscense Martín Latraviesa, quien
debía pagar a don Lorenzo Calvo, beneficiado, la suma de doscientos sueldos jaqueses de treudo amortizable, pagaderos anualmente el primer día de mayo138.
No entra en contradicción con lo expuesto el hecho de que el señor Olcina
arrendase en los años 1681-1684 y 1684-1690 una huerta que tenía en Huesca
en la partida Almériz, más abajo de la ermita de Nuestra Señora de Salas, ya que
dicha huerta servía para el aprovisionamiento personal del arrendador. El primer
contrato se inició el 11 de noviembre (día de San Martín de Tours) de 1681, figurando como arrendatario Jusepe de Lloro, labrador, menor de edad, quien se comprometió a trabajar la huerta durante tres años continuos a cambio de quinientos
sueldos anuales139. Terminado el contrato, se pactó otro nuevo arrendamiento con
el labrador oscense Pedro de Vara, alias Forqueta, por un periodo de seis años que
debían empezar el 11 de noviembre de 1684, por precio de cuatrocientos veinte
sueldos jaqueses anuales140.
136
En este caso, el receptor era el labrador Esteban Ferrer, habitante en Huesca, quien se obligaba a
pagar un treudo perpetuo anual de cien sueldos jaqueses, pagaderos el 10 de agosto de 1700 en
adelante. El beneficiado estaba obligado a cumplir unas condiciones muy similares a la citadas en
la anterior tributación. AHPrH. Raimundo Sanclemente, 1700, 3-II, ff. 76v-80r.
137
Lorenzo Salas estaba obligado a pagar cincuenta sueldos jaqueses de treudo luible, pagaderos
anualmente un día del mes de marzo al capítulo de la cofradía de San Nicolás y Santa Catalina de
la Seo de Huesca, con los cargos de comiso, fadiga y otras cargas. Las condiciones del contrato
eran similares a las ya citadas. AHPrH. José Ignacio Nobales, 1722, 27-IV. ff. 28r-28v.
138
Las condiciones del contrato eran semejantes a las señaladas hace un instante. AHPrH. José Ignacio Nobales, 1722, 27-IV, ff. 29r-29v.
139
AHPrH. Raimundo Sanclemente, 1682, 2-II, ff. 10v.-13v. Las cláusulas del contrato eran las siguientes: el arrendador entregaba anualmente al arrendatario dos yuntas (una para el carro y otras
para labrar). Jusepe debía cavar a sus expensas la huerta y plantar e injertar los árboles que fuese
necesario teniendo prohibido cortar los árboles sin licencia, bajo pena de sesenta sueldos. De los
árboles secos, el tronco era para el arrendador y las ramas para el arrendatario. En el último año
de arrendamiento se debían tasar las hortalizas para que el nuevo arrendatario las pagase o se dejaba un margen de dos meses para que Jusepe sacase las hortalizas y el resto de los productos.
140
AHPrH. Raimundo Sanclemente, 1684, 11-X, ff. 808v-810v. Se acordó que Pedro de Vara debía
plantar a sus expensas la suma de treinta plantones de árboles frutales e injertar los que pudiere
cada año. El arrendatario debía plantar dos árboles por cada uno que se secase. Los árboles no
podían ser limpiados sin autorización del propietario.
197
El patrimonio inmueble de don Nicolás le permitió utilizar el arrendamiento
a la hora de ceder una casa suya, situada en la parroquia oscense de la Seo, en la
calle que iba del Barrio Nuevo a la Fuente del Ángel, al labrador oscense José Casabán. Dicha vivienda, que confrontaba con otra casa del arrendador y con una
huerta de su hermana doña Josefa de Olcina, fue cedida por seis años —desde el
11 de noviembre de 1699— y por un precio de trece libras jaquesas cada año pagaderas en dos tandas iguales141.
Aunque don Nicolás de Olcina era un «privilegiado» miembro familiar, otros individuos de las estirpes de los Olcina y Del Molino también pusieron en práctica actuaciones económicas semejantes —aunque no tan significativas— a la hora de explotar su patrimonio inmobiliario. Así encontramos que micer Juan Miguel de Olcina,
ciudadano de Huesca, arrendó el 21 de julio de 1611 unas casas suyas situadas en la
parroquia de la Seo de Huesca a Juan Jerónimo Jalón, pintor, habitante en la capital
altoaragonesa, por un año y por precio de 560 sueldos142. Años después, el 14 de
junio de 1618 micer Juan Miguel se obligó a vender a los hermanos Miguel y Martín
de Otín, vecinos de la villa de Almudévar, 111 nietros de vino tinto que tenía en su
bodega (en cuatro cubas), a diferentes precios cada cántaro (a seis sueldos y seis dineros, a cinco sueldos y a cuatro sueldos)143. El doctor Juan Miguel de Olcina y su esposa también cedieron por medio de contratos de «tributación» algunas de sus propiedades rústicas144. Esta situación no era excepcional porque el ciudadano oscense Martín
del Molino también utilizaba la tributación como método de explotación de su hacienda aunque, en ocasiones, se decantaba por el arrendamiento145. Martín del Molino y
su esposa tampoco tuvieron problemas para desprenderse de sus propiedades rústi-
141
AHPrH. Raimundo Sanclemente, 1700, 6-I, ff. 20r-21r.
142
AHPrH. Juan Cueva, 1611, 21-VII, ff. 123r-123v.
143
AHPrH. Juan Cueva, 1618, 14-VI, ff. 91r-92v.
144
Así, en 1615 Juan Miguel cedió a treudo perpetuo dos fajas de tierra que tenía en el término oscense de Algüerdia al labrador de Huesca Juan Castet, quien se obligaba a pagar un treudo anual
de 20 sueldos y se ajustó a las normas más comunes sobre este tipo de contratos. AHPrH. Pedro
Santapau, 1615, 2-II, ff. 69v-72r y 89r.
Años después, Catalina Adrián de Aínsa, viuda de Juan Miguel, dio a treudo —o derecho enfitéutico— al cantarero oscense Juan de Araico un campo de cahíz y medio en el término oscense de
Almériz por un precio anual de 200 sueldos. AHPrH. Vicencio Santapau, 1637, 12-VII, ff. 310r313v.
145
Así, en 1672, Martín del Molino dio a treudo a Martín de Viván, labrador, habitante en Huesca,
unas tiras y campo en el término oscense de Algüerdia por precio de 50 sueldos cada año. En
1633 el beneficiario fue Juan de Lauray, labrador de Huesca, quien recibió dos quatrones (sic) de
tierra regados por la acequia del Molinar por un treudo anual de 48 sueldos. AHPrH. Pedro Santapau, 1627, 22-VIII, ff. 398v-400v; 1633, 30-III, ff. 74r-76r.
Entre los años 1623-1634 Martín tuvo arrendadas varias propiedades. Así, entre 1623-1628 estuvo vigente el contrato de arrendamiento de un casal con sus heredades en Chimillas (Huesca)
198
cas cuando tenían posibilidades de lograr algún beneficio por dicha actuación146. El
doctor Vincencio Tomás de Olcina, ciudadano de Huesca, también participó en el
mercado inmobiliario al arrendar una casa que tenía en la parroquia de la Seo de
siendo el arrendatario el labrador Martín de Cortiles, vecino de dicha población, quien satisfacía
anualmente seis cahíces de trigo, un cahíz de ordio y un cahíz de cebada, sumas que debían pagarse en casa del arrendador. El arrendamiento se canceló el 18 de agosto de 1628. Porteriormente,
desde el 1 de agosto de 1629 los arrendatarios de dicha propiedad fueron los vecinos de Chimillas
Domingo Mercader y Juan Samper, quienes abonaban anualmente cinco cahíces de trigo y dos cahíces de ordio, sumas que debían llevarse a casa del arrendador. AHPrH. Pedro Santapau, 1622
(1621 v, 29-XII), ff. 6v-74r; 1628, 29-I, ff. 94v-95r.
Martín, en marzo de 1634, arrendó a Martín de Yebra, vecino de Apiés, las propiedades dependientes de un casal que tenía en Apiés, por tiempo de ocho años (1635-1642) y por precio de dos
cahíces de pan el primer año y cuatro cahíces de trigo y un cahíz de ordio las restantes anualidades, cantidades que debían abonarse en Apiés. También debemos contabilizar los tres campos (en
el camino de Bolea, en el camino de Apiés y en Gómez, términos de Huesca) que Martín del Molino arrendó al labrador oscense Esteban Beneche desde el 1 de agosto de 1628 y durante seis
años. El arrendatario debía pagar cinco cahíces y medio de trigo y dos carretadas de paja de trigo
cada año, cantidades que debía satisfacer en la vivienda oscense del arrendador. Este acuerdo no
se debió cumplir porque en agosto de 1631 el nuevo arrendatario debía ser el labrador oscense
Juan de Nogués, quien durante cinco años a partir de la fecha citada se comprometió a pagar
anualmente al arrendador cuatro cahíces y medio de trigo, una carretada de paja, dieciocho horcas de cebollas y cuatro horcas de ajos. El arrendador se comprometió a entregar al arrendatario
todo el fiemo que tuviese en su casa para ser utilizado en las propiedades arrendadas. Este contrato tampoco tuvo un efecto completo porque el 7 de marzo de 1631 las citadas propiedades fueron arrendadas al molinero Juan de Otrafaya desde agosto de 1632 y por un espacio temporal de
cuatro años, obligándose a pagar cuatro cahíces y medio de trigo cada año. Se da la circunstancia
de que estas mismas tierras las había trabajado Juan de Nogués —en compañía del también labrador oscense Juan Porezán— durante los años 1623-1628 y por un precio anual de cinco cahíces
y medio de trigo y dos carretadas de paja. AHPrH. Vicencio Santapau, 1634, 23-III, ff. 138v139r; Pedro Santapau, 1627, 21-XI, ff. 600v-602r; 1630, 19-XI, ff. 711v-712v; 1631, 7-III, ff.
208v-209v; 1621, 20-XI, ff. 451v-453r.
146
Así, el citado matrimonio el 14 de mayo de 1625 acordó la permuta de un huerto que tenían en
el término oscense del Forado a cambio de una vivienda en la parroquia oscense de la Seo. El propietario de la vivienda era mosén Jerónimo de Aguas, presbítero, capellán del rey en la catedral de
Huesca. Con la permuta, mosén Jerónimo otorgó una carta de gracia por el citado huerto, por la
que el matrimonio Molino-Aniés o sus sucesores podían quedarse con la propiedad territorial a
cambio de 2140 sueldos jaqueses. Como hemos visto, Martín del Molino, a la hora de dotar a su
hija Mariana para que entrase en el convento de la Encarnación de Huesca, utilizó el huerto y el
30 de diciembre de 1627 vendió la carta de gracia al citado convento de carmelitas calzadas por
el mismo precio fijado en la acordada carta de gracia. AHPrH. Pedro Santapau, 1625, 14-V, ff.
299v-301r; 1628 (1627, 30-XII), ff. 7v-84.
El 3 de marzo de 1637 Timotea del Molino, en ese momento doncella, como procuradora de su
padre Martín del Molino, ciudadano de Huesca, vendió al labrador Domingo Marcén, vecino de
Apiés, un pedazo de corral de una casa en Apiés, franco y libre, por precio de 80 sueldos jaqueses. AHPrH. Vicencio Santapau, 1637, 3-III, ff. 114v-115r.
199
Huesca al sastre oscense José de Estronat147. Vincencio Tomás también debió de explotar parte de su hacienda con la ayuda de jornaleros, lo que puede explicar la venta
que hizo de uvas blancas al librero oscense Martín de Audina148.
Lógicamente, los datos aportados sobre la familia Olcina no son suficientes
para abordar unas conclusiones generales sobre las elites de poder de Huesca. Tampoco lo pretendíamos. Como hemos anunciado al inicio del estudio, estamos en una
primera fase de análisis de los diferentes grupos de poder que actuaban en la sociedad oscense de los siglos XVI y XVII, grupos que extendían su radio de acción por el
territorio aragonés y, en algunos casos, allende sus fronteras. Somos conscientes de
que el trabajo es largo y no está exento de dificultades. Además, es posible que
ahora nos lluevan las críticas por el sistema de trabajo que hemos utilizado, donde
hay una proliferación de datos accesorios. Pues bien, para abordar un estudio en
profundidad como el que nos proponemos —sin repetir los mismos tópicos de siempre, que encubren evidentes carencias—, cualquier pequeña información puede darnos algunas claves fundamentales del complejo territorio de las relaciones sociales,
donde las verdaderas conductas pueden cubrirse con falsas apariencias.
A la vista de todo lo expuesto, el lector puede empezar a deducir que algunas de las vías para medrar en la sociedad aragonesa del Antiguo Régimen pasaban por utilizar —dentro de la familia y de los grupos de poder a los que se pertenecía— las más diversas estrategias y, a la vez, caminar de la mano del Rey. La
sombra de la monarquía era muy alargada porque bajo su poder se hallaban los
más importantes oficios de la magistratura, porque tenía la facultad de supervisar
el acceso a los oficios concejiles y el nombramiento de alguno de los cargos, porque el zalmedina, el baile, el justicia de las montañas de Aragón, etc., dependían
de su elección, porque un puesto tan representativo como el de justicia de Aragón era de nombramiento real. Esto significa que el «poder foral» estaba «vaciado
de contenido» y perdía muchos atractivos para todo aquel que quisiese hacer «carrera» en la administración y medrar socialmente. Además, para lograr un buen
ascenso social y político, se hacían imprescindibles los servicios prestados a la
monarquía que, por otra parte, siempre estaba abierta a la compra de voluntades
y a la concesión de prebendas.
147
La vivienda que confrontaba con casa de su madre Catalina Adrián de Aínsa y con casas de don Jerónimo Pérez de Sayas, Justicia de las montañas de Aragón. El arriendo a Diego de Lera fue por un
año (desde el 1 de octubre de 1637) y por precio de 240 sueldos jaqueses. El arriendo a José de
Estronat se acordó por tres años (desde el 1 de septiembre de 1639) y por precio de 260 sueldos
anuales. AHPrH. Vicencio Santapau, 1637, 14-IX, ff. 411v-412v; 1639, 26-VIII, ff. 630r-630v.
148
El comprador debía recibir todas las uvas blancas que produjese durante tres años (1639-1641) Vicencio Tomás de Olcina en dos viñas que tenía en las partidas oscenses de Guatate y Alcoraz, pagando por ello cinco sueldos por arroba. El comprador también estaba obligado a vendimiar y acarrear las uvas por su cuenta. AHPrH. Vicencio Santapau, 1639, 30-IX, ff. 722r-725r.
200
PASAJEROS ARAGONESES A INDIAS
(SIGLOS XVI Y XVII)
José A. Armillas Vicente
«El trasvase migratorio de los reinos de España a Indias «no fue un movimiento libre de emigración ni una desintegración espontánea de los individuos, familias y
grupos para encontrar una nueva patria…, sino que constituyó un ejemplo de una
política metropolitana de emigración y asentamiento basada en la ley».
Richard Konetzke*
INTRODUCCIÓN
El fomento de la emigración a Indias, producido en buena parte por el
efecto «racimo» de los grupos familiares y, sobre todo, a causa de las informaciones reales u optimizadas de los estantes en Indias reclamando a deudos, amigos y
parientes, representará el más fecundo mecanismo para hacer marchar al Nuevo
Mundo a quienes, huyendo de las penurias del viejo, ansiaban encontrar un
mejor vivir1.
*
KONETZKE, R., Die Indianerkulturen Altamerikas und die spabisch-portugiesische Kolonialherrschaft. Fischer Wettgeschichte, 22. Frankfurt/Maine 1981, p. 59.
1
ORTIZ DE LA TABLA DUCASSE, J., «Emigración a Indias y fundación de capellanías en Guadalcanal, siglos XV-XVII», en Actas de las I Jornadas de Andalucía y América I, pp. 443-460.
201
A fines del siglo XVI ya quedaban lejos las ensoñaciones áureas de riqueza
fácil, sustituidas tempranamente por la ambición de convertirse los trasladados a
aquellos parajes, acogedores de mitos y leyendas, en señores de vasallos. Juan Cabeza de Vaca escribía a fines del siglo XVI desde México a su mujer, estante en
Osuna, lo siguiente: «Porque en esta tierra no se sabe qué cosa es hambre, porque
se coge trigo y maíz dos veces al año, y hay todas las frutas de Castilla, y muchas
más de la tierra, donde no se echa de menos a España, y así la gente lo pasa mejor
en esta tierra que no en España…»2. El número de indios repartidos, primero, encomendados, después, daba la verdadera dimensión de esa condición mental y social que sustanciaba la ambición dominical. A mediados del siglo XVI, Cristóbal
Pérez, de Medina del Campo, escribía a su padre desde La Concepción en el Chile
recién conquistado: «… porque Dios ha sido servido de me dar aparejo para yo
poder remediar a quien soy obligado, y es que por mi persona en la guerra he ganado un repartimiento de indios, y soy señor de un valle que está en la costa de la
mar, que tiene más de mil indios, los cuales me sirven y tengo mi cédula de ellos
del Gobernador en nombre de su Majestad»3.
Independientemente de las motivaciones que empujaron a los regnícolas españoles hacia las Indias, el movimiento migratorio ha sido evaluado cuantitativamente
por Magnus Mörner en 437 669 individuos para el tracto temporal que abarca desde
1500 hasta 16504. La cautelosa expresión de «aproximada» que aplica el hispanista
sueco a su análisis cuantitativo explica la provisionalidad de tales estimaciones variables, obviamente, conforme se vayan incrementando los estudios sobre la materia.
Estos, como señala A. Eiras Roel5, habían quedado estancados en las últimas décadas
2
Juan Cabeza de Vaca a Elvira de Cantalejos. México, 24 de abril de 1594. Cfr. OTTE, E., Cartas
privadas de emigrantes a Indias. Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía & Escuela de
Estudios Hispanoamericanos. Cádiz, 1988, carta n.º 127, p. 130.
3
Cristóbal Pérez a su padre homónimo en Medina del Campo, desde La Concepción, a 2 de septiembre de 1552. Cfr. OTTE, E., Cartas privadas de emigrantes a Indias. Consejería de Cultura
de la Junta de Andalucía & Escuela de Estudios Hispanoamericanos. Cádiz, 1988, carta n.º 620,
p. 555.
4
MÖRNER, M., Aventureros y proletarios. Los emigrantes en Hispanoamérica. Colecciones
MAPFRE 1492. Madrid, 1992, p. 21.
5
EIRAS ROEL, A., «Introducción. Consideraciones sobre la emigración española a América y su
contexto demográfico», en A. EIRAS ROEL (coord.), Emigración española y portuguesa a América, 1. Instituto Juan Gil Albert. Alicante, 1991, pp. 9-32.
202
del siglo XX, sustentados en las aportaciones de Peter Boyd-Bowman6 y del propio
Mörner7, recogidas sucintamente por A. Macías Hernández8.
Las divisiones seculares de los estudios migratorios hacia el Nuevo Mundo
no responden a una compartimentación caprichosa o miméticamente vinculada a
las periodificaciones tradicionales, tan reiteradamente criticadas como insustituibles,
sino que vienen determinadas por el notorio desnivel de los estudios en función de
la mayor atracción que ha tenido el siglo XVI sobre sus dos sucesores inmediatos.
Pero, como señala C. Martínez Shaw, «la divisoria no solo se halla en la historiografía, sino también en la realidad profunda del propio fenómeno, ya que si el quinientos consagra un modelo migratorio bien definido, el siglo XVII asiste a sus desestructuración marcando el tránsito a un patrón nuevo que se impone progresiva y
definitivamente a lo largo del setecientos»9.
Una distribución cronológica de los contingentes migratorios conocidos de España a Indias, habitualmente aceptada —excluida la emigración clandestina que persistiría pese a las reiteradas prohibiciones y la que procedía de puertos marginales de
la carrera de Indias—, redondea en unos 250 000 individuos los que pasaron a América en el siglo XVI, estimando que alrededor de 190 000 lo harían en la primera
mitad del siglo XVII10. A su vez, los trabajos de Boyd-Bowmann confirmarían presupuestos anteriores que otorgaban la prioridad migratoria a la España meridional, alcanzando los emigrados de Andalucía, Extremadura y Castilla la Nueva el 70 por
ciento del total, correspondiendo a la Castilla septentrional el 20 por ciento, la cornisa cantábrica el 5 por ciento, distribuyéndose el porcentaje restante entre Navarra,
los territorios de la Corona de Aragón y Canarias11, aunque el archipiélago atlántico
6
BOYD-BOWMAN, P., Índice geográfico de 40 000 pobladores de América en el siglo XVI. vol.
I, La etapa antillana, 1493-1519, Instituto Caro y Cuervo, Bogotá, 1964, vol. II, 1520-1539.
Editorial Jus, México, 1968. Ver también Patterns of Sanish emigration to the New World
(1493-1580). State University of New York. Buffalo, 1973; «Spanish emigrants to the Indies
(1595-1598: a profile»; «Patterns of Spanish emigration to the Indies until 1600», en Hispanic
American Historical Review, n.º 66, 4 (1976) pp. 580-604; «Patterns of Spanish emigration to
the Indies (1579-1600)», en The America 33 (n.º 1) 1976/1977, pp. 78-95.
7
MÖRNER, M., «La emigración española al Nuevo Mundo antes de 1810. Un informe del estado
de la investigación», en Anuario de Estudios Americanos. Sevilla, 1975, pp. 43-131.
8
MACÍA HERNANDEZ, A., «La emigración española a América (1500-1914)», en A. EIRAS
ROEL (coord.), Emigración española y portuguesa a América 1. II Congreso de la Asociación
de Demografía Histórica. Instituto Juan Gil Albert, Alicante, 1991, pp. 33-60.
9
MARTÍNEZ SHAW, C., La emigración española a América (1492-1824). Archivo de Indianos.
Colombres (Asturias) 1994 , p. 19.
10
EIRAS ROEL, A., «Introducción…», óp. cit., p. 15.
11
BOYD-BOWMAN, P., «Patterns of Spanish emigration…», óp. cit., p. 587.
203
debe ser extraído de los cómputos generales dadas sus peculiares relaciones con
América y por la débil entidad de su población en el siglo XVI12.
ARAGONESES HACIA EL NUEVO MUNDO
El vaciado de los catálogos de pasajeros a Indias durante el siglo XVI, publicados en diferentes etapas13, dan un total de 311 aragoneses licenciados por la Casa
de la Contratación para pasar al Nuevo Mundo entre 1511 y 159914. El vaciado sistemático de los registros de «Pasajeros a Indias» de los fondos de la Sección de Contratación del Archivo General de Indias partiendo de la invocación informática de lugares de procedencia, nos presenta una valoración cuantitativa de 350 individuos
para el siglo XVI, incluyendo, obviamente, el año 1600 a la centuria a la que matemáticamente pertenece, mientras que para el siglo XVII el total de los individuos
contados se incrementa hasta 442. La información obtenida de carácter cualitativo
nos permite proporcionar los lugares de origen y procedencia y la identificación social, expresión que permite incluir un espectro más amplio que la mera expresión
«profesional».
Los fondos documentales a que nos referimos responden al procedimiento
establecido en su día por la Casa de la Contratación de las Indias para el otorgamiento de licencias de pasajeros al Nuevo Mundo, para las cuales deberían contar
preceptivamente con los documentos siguientes: solicitud; registro de su depósito;
copia de la norma que autoriza la pretensión migratoria; licencia de embarque; información acerca de la limpieza de sangre del presunto viajero con declaraciones de
12
EIRAS ROEL, A., «Introducción…», óp. cit., p. 16.
13
BERMÚDEZ PLATA, C., Catálogo de pasajeros a Indias durante los siglos XVI, XVII y XVIII.
Volumen 1 (1509-1534), Espasa-Calpe, Madrid, 1930 (reedición de Imprenta Editorial de la Gavidia, Sevilla 1940); Volumen II (1535-1538), Imprenta Editorial de la Gavidia, Sevilla, 1942; Vol.
III (1539-1559), Imprenta Editorial de La Gavidia, Sevilla, 1946; ROMERA IRUELA, L. & M.C.
GALBIS DÍEZ, Volumen IV (1560-1566), Ministerio de Cultura, Dirección General de Bellas
Artes, Archivos y Bibliotecas. Madrid, 1980; Volumen V (1567-1577). Ministerio de Cultura, Dirección General de Bellas Artes, Archivos y Bibliotecas. Madrid, 1989; GALBIS DÍEZ, M.C., Volumen VI (1578-1585), Ministerio de Cultura. Dirección General de Bellas Artes y Archivos, Murcia, 1986; Volumen VII (1586-1599), Ministerio de Cultura, Dirección General de Bellas Artes y
Archivos. Murcia, 1986.
14
BARCELONA, S., M.P. MAS, y F.J. ROBRES, «Emigración aragonesa a las Indias, 1509-1599:
intento de cuantificación», en J.A. ARMILLAS y D. BUESA (dirs.), Aragón y América. Crealibros,
SA y Diputación General de Aragón. Zaragoza, 1991, pp. 77-111.
204
testigos e, incluso, partida de bautismo; autorización de la esposa, en caso de ser casado el viajero; confirmación del embarque; recibo de haber abonado los costes de
la licencia; y cartas de familiares estantes en Indias reclamando al aspirante15. No es
frecuente que en cada expediente coincidan todos los documentos reseñados, pero
el conjunto es de una riqueza excepcional por cuanto resulta una información raramente homogénea, aun cuando las series cuentan con extensas lagunas que incrementan la indeterminación de los datos al sumarse a las dificultades de estimación
cuantitativa que representa la emigración ilegal a Indias.
Las cifras totales obtenidas del vaciado de los catálogos citados no se cohonestan en su integridad con los datos que se han extraído de la información proporcionada por los registros, toda vez que estos, aunque responden a plantillas prestablecidas, no siempre aportan minuciosamente los datos requeridos. Así, sobre el
total de 350 emigrados a Indias en el siglo XVI, 345 expresan el lugar de procedencia (incluidos 12 que son identificados como naturales de Aragón, sin más especificación), quedando tan solo 5 sin que haya el menor indicio de su procedencia, esto
es, el 1,43 por ciento de los registrados. El índice aún desciende más en la expresión de los destinos, un 1,14 por ciento, ya que tan solo cuatro no dan información
del lugar o área geográfica a la que van destinados.
Para la centuria siguiente los porcentajes expresan alguna variación pero no
sensiblemente significativa; sobre un total de 442 licenciados por la Casa de la
Contratación para pasar al Nuevo Mundo, son 18 (4,02 por ciento) los que no expresan su origen, mientras que el total coincide en la especificación de destino, incluido un reducido número de seis que lo hacen de forma genérica a Indias.
En cuanto a la identificación social de los pasajeros, la proporcionalidad de
los datos aportados se reduce sensiblemente; para el siglo XVI poco más de la
mitad, 186 (53,14 por ciento), hacen constar tales datos en su registro, expresándolo 354 (80,09 por ciento) en la centuria siguiente. Sobre un universo masculino,
obviamente, tan solo 16 mujeres (4,57 por ciento) figuran en los registros correspondientes al siglo XVI, número que se duplicará su en el siglo XVII, alcanzando un
total de 34 (7,69 por ciento). Como puede extraerse de los gráficos que se acompañan, la cualificación profesional de los emigrados se fija básicamente en dos: clérigos y criados, a las que siguen a notable distancia soldados (en el siglo XVI) y la
constatación de la existencia de mercaderes, aragoneses de origen, afincados en
los entornos de Sevilla y Cádiz.
15
LEMUS, E. y R. MÁRQUEZ, «La emigración a Ultramar. Los precedentes», en P.A. VIVES, P.
VEGA y T. OYAMBURU (coords.), Historia general de la emigración española a Iberoamérica,
2 vols. Sociedad Estatal V Centenario, Madrid, 1992, pp. 37-42.
205
Cuadro 1. Distribución de los pasajeros a Indias según su origen
S. XVI
S. XVII
12
20
Acered
1
–
Adahuesca
–
1
Aguaviva
4
–
Aguilar
3
–
Ainzón
1
–
Alagón
1
1
Alba
4
–
Albalate
4
7
Albarracín
3
1
Albeada
–
3
Alcañiz
6
5
Alcolea de Cinca
–
1
Alcorisa
4
1
Alcubierre
–
1
Alfajarín
–
1
Alforque
–
1
Alquézar
–
1
Ambel
–
1
Anento
–
1
Añón
1
1
Aragüés
–
1
Arándiga
1
–
Ariza
3
6
Azuara
–
1
Ateca
6
1
Azuara
–
1
Barbastro
8
4
Belmonte
–
4
Benabarre
2
2
Aragón (genérico, sin otra especificación)
206
Cuadro 1 (continuación). Distribución de los pasajeros a Indias según su origen
S. XVI
S. XVII
Benasque
-
1
Blancas
-
1
Borja
6
9
Brea
1
-
Bujaraloz
-
1
Burbáguena
2
2
Cabañas
-
2
Calamocha
1
-
Calanda
1
-
Calaña
2
-
Calatayud
11
30
Caminreal
2
-
Campillo
2
4
Cantavieja
-
1
Cariñena
6
7
Caspe
4
1
Castejón (de Monegros)
1
-
Castigaleu
1
-
Cervera
1
-
Cetina
1
-
Colungo
2
1
Cretas
-
1
Chodes
1
-
Daroca
3
1
Ejea
3
3
El Burgo
-
1
El Castellar
1
-
El Frasno
2
-
El Grado
5
-
El Pilar
1
-
207
Cuadro 1 (continuación). Distribución de los pasajeros a Indias según su origen
S. XVI
S. XVII
El Pobo
–
1
El Pozuelo
–
1
Encinacorba
–
1
Épila
5
1
Estadilla
1
3
Fraga
2
1
Frías de Albarracín
–
4
Fuenfría
–
1
Fuentelsalz
–
1
Fuentes (de Ebro)
2
–
Fuentes (de Jiloca)
1
2
Godojos
–
1
Gotor
–
1
Grañén
4
–
Herrera
2
4
Hoz
1
–
20
1
Ibdes
3
2
Jaca
5
4
Jaraba
–
1
La Almolda
–
1
La Almunia
–
1
La Fresneda
5
–
La Higuera
1
–
La Luenga
–
1
La Puebla
–
1
La Puebla de Albortón
–
1
La Torre
1
–
Lécera
–
1
Luesia
1
–
Huesca
208
Cuadro 1 (continuación). Distribución de los pasajeros a Indias según su origen
S. XVI
S. XVII
Luesia
1
–
Luna
1
–
Lupiñén
–
2
Maella
1
–
Magallón
–
1
Malón
–
2
Mallén
1
2
Mediana
1
–
Mezquita
–
1
Merli
1
–
Miravete
1
–
Miz
1
–
Molina
–
1
Montalbán
7
2
Monterde
1
–
Monzón
4
1
Mora
–
1
Morata del Conde
–
1
Mosqueruela
1
–
Munébrega
–
1
Naval
1
–
Nonaspe
1
–
Nuévalos
–
1
Odón
–
2
Orcajo
–
1
Orna
1
–
Palo
1
–
Paracuellos
–
1
Piedrahita
5
–
Pina
6
–
209
Cuadro 1 (continuación). Distribución de los pasajeros a Indias según su origen
S. XVI
S. XVII
Portillo
1
–
Puente la Reina
–
1
Quinto
–
1
Ráfales
–
1
Ribarroja
1
–
Ricla
1
–
Rábielos
2
–
San Agustín
1
–
San Martín del Río
–
3
Santa María
–
1
Sijena
1
–
Tabuenca
–
1
Tamarite
1
–
Tarazona
21
–
Tardienta
1
–
Tauste
2
5
Teruel
1
3
Tobed
1
–
Torralba
–
2
Torrecilla
1
–
Torrehermosa
–
1
Torrelacárcel
–
6
Torres
2
1
Torrijos
–
43
Tortajada
–
1
Trasobares
–
1
Urrea (de Jalón)
–
2
Used
–
1
Valderrobres
1
–
Valtorres
–
1
210
Cuadro 1 (continuación). Distribución de los pasajeros a Indias según su origen
S. XVI
S. XVII
Villadoz
1
–
Villafranca
–
3
Villamayor
–
1
Villanueva
1
1
Villarreal
–
1
Villarroya
1
–
Villel
–
1
Yebra (de Basa)
–
2
Zaidín
1
–
90
159
–
2
345
424
Zaragoza
Zuriza
TOTALES
211
Cuadro 2. Distribución de los pasajeros a Indias según su destino
S. XVI
S. XVII
Indias (sin especificación de destino)
12
6
Nueva España (o México, sin especificación de destino)
65
150
–
86
70
77
Buenos Aires
–
1
Cuba
4
1
17
8
Cuenca (de Indias)
–
1
Chile
6
2
Florida
3
2
Guatemala
19
7
Honduras
15
2
Isla Margarita
1
–
Jamaica
–
2
40
–
La Plata (Charcas)
1
–
Michoacán
–
12
Nombre de Dios
4
–
Nueva Andalucía
–
2
Nueva Galicia
2
–
Nueva Vizcaya
–
1
Nuevo Reino de Granada
9
38
Nuevo Reino de León
1
–
Popayán
–
1
31
–
Puerto Rico
1
–
Quito
1
6
Río de la Plata
2
–
Santa Marta
1
–
Soconusco
1
–
Filipinas (sin especificación de destino)
Perú (sin especificación de destino)
Cartagena (de Indias)
La Española (o Santo Domingo)
Provincia del Espíritu Santo
212
Cuadro 2 (continuación). Distribución de los pasajeros a Indias según su destino
S. XVI
S. XVII
18
9
Trinidad
–
2
Tucumán
1
–
Venezuela
3
22
Veracruz
2
–
Veragua
3
–
Yucatán
1
4
Zacatecas
–
1
TOTALES
334
442
Tierra Firme
213
Cuadro 3. Distribución de los pasajeros a Indias según sexo e identificación social
S. XVI
S. XVII
16
34
Acuñadores
–
1
Albañiles
–
1
Barberos
–
1
Boticarios y cirujanos
1
–
Cantores
1
–
Carpinteros
1
–
48
191
Conquistadores
3
–
Corregidores
–
1
Criados
80
109
Factores
4
–
Familiares del Santo Oficio
1
–
Gobernadores
1
–
Infanzones
2
–
Ingenieros militares
–
1
Libreros
–
1
Médicos de cámara
–
1
Mercaderes
9
2
Oficial cordonero
–
3
Oficiales de carpintería
1
–
Oficiales de la Casa de la Moneda
–
3
Pobladores
–
2
Sastres
1
–
Soldados
15
3
Tejedores
1
–
Virreyes
–
1
186
354
Mujeres
Clérigos
TOTALES…
214
S. XVI
S. XVII
215
CONTENIDOS DE LOS REGISTROS
APÉNDICE I. REGISTROS DEL SIGLO XVI
(1) BERMÚDEZ PLATA, Cristóbal
Catálogo de Pasajeros a Indias, vol. I (núm. 216, p. 16).
17-V-1511.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Pero Garcés,
hijo de Pero y de María de Vera, vecinos de Tarazona en el reino de Aragón, a La
Española como criado de Miguel de Górriz.
(2) BERMÚDEZ PLATA, Cristóbal
Catálogo de Pasajeros a Indias, vol. I (núm. 308, p. 22).
20-VIII-1511.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Miguel de Aragón, vecino de la Gran Canaria, hijo de Pedro Jiménez de Cornago y de Catalina
de Osma, vecinos de Tarazona, a La Española.
(3) BERMÚDEZ PLATA, Cristóbal
Catálogo de Pasajeros a Indias, vol. I (núm. 1531, p. 109).
17-IX-1513.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Pedro Abarca,
hijo de Juan y de María González, vecinos de Calatayud, a Indias (sin especificación
de destino).
(4) BERMÚDEZ PLATA, Cristóbal
Catálogo de Pasajeros a Indias, vol. I (núm. 1708, p. 121).
24-III-1514.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Francisco Hernández, hijo de Diego Hernández, mercader, y de Jaima de Alpartir, vecinos de Zaragoza, a Indias (sin especificación de destino).
(5) BERMÚDEZ PLATA, Cristóbal
Catálogo de Pasajeros a Indias, vol. I (núm. 1719, p. 122).
23-V-1514.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Martín de Ventura, hijo de Alonso y de Juana de San Ginés, vecinos de Zaragoza, a La Española.
(6) BERMÚDEZ PLATA, Cristóbal
Catálogo de Pasajeros a Indias, vol. I (núm. 1768, p. 125).
23-V-1514.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Juan de San
Ginés, hijo de Martín y de María de San Ginés, a La Española.
216
(7) BERMÚDEZ PLATA, Cristóbal
Catálogo de Pasajeros a Indias, vol. I (núm. 1909, p. 135).
16-X-1514.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Martín García,
de Alcañiz, hijo de Domingo y de Catalina Pallarés, de aquella vecindad en el reino
de Aragón, a La Española.
(8) AGI Pasajeros L. 1, E. 2004.
Contratación 5536, L. 1, f. 419. 1-X-1515.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Esteban de Pasamonte, hijo de Juan de Pasamonte y de Juana Sánchez, vecinos de Ibdes, en el
reino de Aragón; sus criados Bartolomé Albés, natural de La Guardia, y Juan el
Royo, vecino de Bijuesca, en el reino de Aragón, a La Española.
(9) AGI Pasajeros, L. 1, E. 2164.
Contratación 5536, L. 1, f. 444. 2-VIII-1516.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Hernán Martín
de Aragón y Juana Rodríguez de la Naja, vecinos de Alcorisa, a La Española.
(10) BERMÚDEZ PLATA, Cristóbal
Catálogo de Pasajeros a Indias, vol. I (núm. 2266, p. 160).
31-X-1516.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Valero Samper
y su hijo, Esteban de Samper, naturales de Fuentes y vecinos de Zaragoza, a La Española.
(11) AGI Pasajeros L. 1, E. 2289.
Contratación 5536, L. 1, f. 457. 14-XI-1516.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Bartolomé Sánchez, hijo de Bartolomé Jordán y de Juana Sánchez, vecinos de Ibdes, lugar del tesorero Pasamonte, a La Española.
(12) BERMÚDEZ PLATA, Cristóbal
Catálogo de Pasajeros a Indias, vol. I (núm. 2333, p. 165).
19-II-1517.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Diego de Alcañiz, hijo de Hernando Salvador y de Antonia de Navibas, a La Española.
(13) BERMÚDEZ PLATA, Cristóbal
Catálogo de Pasajeros a Indias, vol. I (núm. 2451, p. 165).
16-III-1517.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Melchor de Alavés, natural de Teruel, hijo de Pedro y de Constanza Marín, vecinos de Teruel, a La
Española.
217
(14) AGI. Pasajeros L. 1, E. 2525.
Contratación 5536, L. 1, f. 485. 19-V-1517.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Juan López de
Aragón, vecino de Aragón, a La Española.
(15) BERMÚDEZ PLATA, Cristóbal
Catálogo de Pasajeros a Indias, vol. I (núm. 2584, p. 181).
4-VIII-1517.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Alonso de San
Agustín, natural del lugar de San Agustín en Aragón, hijo de Juan Prieto y de
María Jiménez, a La Española.
(16) BERMÚDEZ PLATA, Cristóbal
Catálogo de Pasajeros a Indias, vol. I (núm. 2867, p. 201).
25-VI-1526.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Juan María Dominico Venedit, hijo de Domingo Venedit y de Catalina de Rundín, vecinos de Sena,
a Veracruz en la Nueva España.
(17) BERMÚDEZ PLATA, Cristóbal
Catálogo de Pasajeros a Indias, vol. I (núm. 2872, p. 201).
25-VI-1526.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Pedro de Campo,
hijo de Pedro Desporret y de Catalina Llorente, naturales y vecinos de Jaca, a Indias
(sin especificación de destino).
(18) BERMÚDEZ PLATA, Cristóbal
Catálogo de Pasajeros a Indias, vol. I (núm. 2873, p. 201).
25-VI-1526.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Blas de
Campo, hijo de Domingo y María de Campo, vecinos de Jaca, a Indias (sin especificación de destino).
(19) BERMÚDEZ PLATA, Cristóbal
Catálogo de Pasajeros a Indias, vol. I (núm. 3649, p. 255).
10-IV-1528.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Pascual Sánchez,
clérigo tonsurado, natural de Albarracín, hijo de Juan y de Constanza de Codes, a Veracruz en México.
(20) BERMÚDEZ PLATA, Cristóbal
Catálogo de Pasajeros a Indias, vol. I (núm. 3747, p. 262).
24-VII-1528.
218
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Pedro Blánquez, natural de Fuentes de Jiloca, hijo de Pedro y de Antona Soriana, a Indias (sin
especificación de destino).
(21) BERMÚDEZ PLATA, Cristóbal
Catálogo de Pasajeros a Indias, vol. I (núm. 3859, p. 269).
24-IX-1528.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Pedro Liso, natural de Monzón, hijo de Juan y de Juna de Lagro, a Tierra Firme.
(22) BERMÚDEZ PLATA, Cristóbal
Catálogo de Pasajeros a Indias, vol. I (núm. 3877, p. 273).
10-III-1529.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Guillén de
Samper, vecino de Zaragoza, con destino a la Nueva España.
(23) AGI Patronato, 169, N. 1, A. 1531, R. 6. 1531-32.
Expediente de concesión de escudo de armas a Fernando Aragonés por sus
servicios en la Nueva España. En Antequera de Oaxaca, 10-VI-1531.
Real Provisión dada en Medina del Campo el 6-V-1532, concediendo las
armas. AGI, México 1088, L. 2, ff. 93r-93v. Descripción del escudo.
AGI MP-Escudos, 20.
Escudo de Fernando Aragonés.
(24) AGI Patronato, 59, N. 3, R. 3. 4-I-1532.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Juan de Aragón, conquistador de la provincia de Zapotecas. Información de méritos y servicios
de uno de los primeros conquistadores de México y descubridor de Nueva España
con Hernán Cortés y Pedro de Alvarado, Santiago de Guatemala, Oaxaca con
Francisco de Orozco, Guatemala y Honduras con Alvarado (continúa el expediente
en Pasajeros 60, N. 1, R. 1. 14-IX-1551 y 77, N. 1, R. 3. 1582).
(25) BERMÚDEZ PLATA, Cristóbal
Catálogo de Pasajeros a Indias, vol. I (núm. 4257, p. 297).
10-IV-1534.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Juan de Ortigosa, hijo de Bernardo y de Andrea de Florenza, vecinos de Zaragoza, al Perú.
(26) BERMÚDEZ PLATA, Cristóbal
Catálogo de Pasajeros a Indias, vol. I (núm. 4746, p. 297).
25-IX-1534.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Juan de Torres,
aragonés, al Perú.
219
(27) AGI PASAJEROS L. 1, E. 4788. 15-IX-1534
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Jerónimo Cervera, vecino de Calatayud, al Perú.
(28) BERMÚDEZ PLATA, Cristóbal
Catálogo de Pasajeros a Indias, vol. I (núm. 4826, p. 341).
3-X-1534.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Andrés de Quintana,
hijo de Jaime, vecino de Tarazona, a Venezuela en la armada de los alemanes.
(29) BERMÚDEZ PLATA, Cristóbal
Catálogo de Pasajeros a Indias, vol. I (núm. 4829, p. 341).
3-X-1534.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Pedro Castillo,
hijo de Pedro, vecino de Monzón, a Venezuela en la armada de los alemanes.
(30) Contratación 5536, L. 3, f. 45. 13-X-1534.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Juan Portolés,
hijo de Ramón Portolés, vecino de la villa de Montalbán en Aragón, pasó a Venezuela en la armada de los alemanes.
(31) AGI Pasajeros L. 2, E. 53.
Contratación 5536, L. 3, f. 60. 13-II-1535.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Juan Ibarza,
hijo de Salvador Ibarza y de Esperanza Ibarza, vecino de Zaidín, en el reino de Aragón, a Cartagena de Indias.
(32) BERMÚDEZ PLATA, Cristóbal
Catálogo de Pasajeros a Indias, vol. II (núm. 177, p. 12).
16-III-1535.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Francisco
Bravo, natural de Huesca, hijo de Francisco Muñoz y de Esperanza Bravo, a Cartagena de Indias por criado de Juan Junco.
(33) BERMÚDEZ PLATA, Cristóbal
Catálogo de Pasajeros a Indias, vol. II (núm. 171, p. 11).
16-III-1535.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Diego de Heredia y Antonio de Heredia, naturales de Huesca, hijos de Antonio y de Catalina de
Velmar, a Cartagena por criados de Juan Junco.
(34) BERMÚDEZ PLATA, Cristóbal
Catálogo de Pasajeros a Indias, vol. II (núm. 173, p. 12).
16-III-1535.
220
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de don Pedro
Manrique, natural de Huesca, hijo de don Rodrigo Manrique y de Elvira Martínez, a
Cartagena de Indias con Juan del Junco.
(35) BERMÚDEZ PLATA, Cristóbal
Catálogo de Pasajeros a Indias, vol. II (núm. 226, p. 15).
16-III-1535.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Mateo Daniel, natural de Zaragoza, hijo de Tomás y Frayna de Aniel, a Veragua, con Felipe Gutiérrez.
(36) BERMÚDEZ PLATA, Cristóbal
Catálogo de Pasajeros a Indias, vol. II (núm. 488, pp. 30-31).
2-IV-1535.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Cristóbal de
Cariñena, vecino de Cariñena, hijo de Juan Agustín y de Bartolomea de Azuara, a
Cartagena con Juan del Junco.
(37) BERMÚDEZ PLATA, Cristóbal
Catálogo de Pasajeros a Indias, vol. II (núm. 451, p. 28).
2-IV-1535.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Domingo Medrano, natural de Monterde, hijo de Jaime Callejero y de Juana la Gascona, a Cartagena con Juan del Junco.
(38) BERMÚDEZ PLATA, Cristóbal
Catálogo de Pasajeros a Indias, vol. II (núm. 606, p. 37).
5-IV-1535.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Miguel Cerdán, natural y vecino de Zaragoza, hijo de Juan y de Leonor Hernández, a la Nueva España.
(39) AGI Pasajeros, L. 2, E. 869.
Contratación 5536, L. 3, f. 213. 15-IV-1535.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Calixto Calderón, hijo de Juan Calderón y de Mencía López, vecinos de Quintana en la Mancha(?) de Aragón, a Nombre de Dios.
(40) BERMÚDEZ PLATA, Cristóbal
Catálogo de Pasajeros a Indias, vol. II (núm. 736, p. 45).
9-IV-1535.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Alonso González,
hijo de Bartolomé Domínguez y de Marina Suera, naturales de Calaña, a Veragua.
(41) BERMÚDEZ PLATA, Cristóbal
Catálogo de Pasajeros a Indias, vol. II (núm. 687, p. 42).
9-IV-1535.
221
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Pedro de Santángel, hijo de Juan Guillén y de Susana de Santángel, vecinos de Zaragoza, a Veragua con su gobernador, Felipe Gutiérrez.
(42) BERMÚDEZ PLATA, Cristóbal
Catálogo de Pasajeros a Indias, vol. II (núm. 1073, p. 65).
15-V-1535.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Juan Francisco,
hijo de Pedro y de Juana González, vecinos de Zaragoza, a Nombre de Dios.
(43) AGI Pasajeros L. 2, E. 1339.
Contratación 5536, L. 3, f. 280. 5-VII-1535.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Lorenzo Ferrero, hijo de Juan Ferrero y Bartolomea, vecinos de la villa de Caspe en el reino de
Aragón.
(44) AGI Pasajeros, L. 2, E. 1986.
Contratación 5536, L. 3, F. 355. 2-VII-1535.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Juan Fuerte, hijo
de Guy Labe y de Catalina de Barbastro, vecinos de Barbastro, al Río de la Plata.
(45) BERMÚDEZ PLATA, Cristóbal
Catálogo de Pasajeros a Indias, vol. II (núm. 2262, p. 135).
12-I-1536.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Cristóbal de Cariñena, natural de Cariñena, hijo de Agustín y de Juana Aznar, a la Nueva España.
(46) BERMÚDEZ PLATA, Cristóbal
Catálogo de Pasajeros a Indias, vol. II (núm. 2546, p. 151).
27-IV-1536.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Luis de Garro,
hijo de Luis y de Violante, vecinos de Barbastro, a Guatemala.
(47) BERMÚDEZ PLATA, Cristóbal
Catálogo de Pasajeros a Indias, vol. II (núm. 2631, p. 157).
5-V-1536.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Domingo
Gómez Andreo, natural de Nonaspe, hijo de Pascual Andreo y de Isabel Tabernel,
a Santo Domingo.
(48) AGI Indiferente General, 2103, N. 7. 1536
4-IX-1536.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Miguel Terrer,
natural de Zaragoza, hijo de Gaspar y de Miguela de Aísa, con su mujer, Isabel Navarra, a la ciudad de México en la Nueva España.
222
(49) BERMÚDEZ PLATA, Cristóbal
Catálogo de Pasajeros a Indias, vol. II (núm. 3271, p. 195).
4-IX-1536.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Nicolás Terrén,
natural de Zaragoza, hijo de Melchor y de Gracia Pertusa, con Honorato, su hijo, a
la ciudad de México en la Nueva España.
(50) BERMÚDEZ PLATA, Cristóbal
Catálogo de Pasajeros a Indias, vol. II (núm. 3505, p. 209).
5-III-1537.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Pedro Carauca,
hijo de Pedro y de María Román, natural de Pina, a Indias (sin especificación de
destino).
(51) BERMÚDEZ PLATA, Cristóbal
Catálogo de Pasajeros a Indias, vol. II (núm. 3503, p. 209).
5-III-1537.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Juan Gutiérrez,
hijo de Alonso y de María Ordóñez, natural de Pina, a la Nueva España.
(52) AGI Pasajeros, L. 2, E. 3502.
Contratación 5536, L. 4, f. 24v. 3-V-1537.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Gómez de Villafrades, hijo de Juan de Villafrades y de Juana, vecinos de Pina (sin especificación
de destino).
(53) BERMÚDEZ PLATA, Cristóbal
Catálogo de Pasajeros a Indias, vol. II (núm. 3609, p. 215).
12-V-1537.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Alonso de
Huete, vecino de Zaragoza, hijo de Alonso y de Leonor Ferrer, a Tierra Firme.
(54) BERMÚDEZ PLATA, Cristóbal
Catálogo de Pasajeros a Indias, vol. II (núm. 3643, p. 217).
17-V-1537.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Juan de Lis, vecino de Zaragoza, hijo de Gaspar y de Isabel de Hexaga, a Tierra Firme.
(55) BERMÚDEZ PLATA, Cristóbal
Catálogo de Pasajeros a Indias, vol. II (núm. 3804, p. 227).
24-IX-1537.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de don Lope de
Gurrea, hijo de don Martín y doña María Ruiz, natural de Zaragoza, a Tierra Firme.
223
(56) BERMÚDEZ PLATA, Cristóbal
Catálogo de Pasajeros a Indias, vol. II (núm. 3846, p. 229).
3-XI-1537.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Alonso de Mezquita, hijo de Rodrigo y de Leonor de Castilla, vecino de Zaragoza, al Río de la Plata.
(57) AGI Pasajeros L. 2, E. 4047.
Contratación 5536, L. 5, f. 64. 30-I-1538.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Marco de Bocanegra, hijo de Luis de Bocanegra y de Violante Sierra, vecinos de Barbastro, en
Aragón, a la Nueva España.
(58) BERMÚDEZ PLATA, Cristóbal
Catálogo de Pasajeros a Indias, vol. II (núm. 4295, p. 268).
1-III-1538.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Gaspar de Monterde, vecino de Mosqueruela, hijo de Pedro y de Catalina Caminos, a la Florida.
(59) BERMÚDEZ PLATA, Cristóbal
Catálogo de Pasajeros a Indias, vol. II (núm. 4645, p. 277).
11-III-1538.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Miguel Ambila,
hijo de Juan y de María Ambila, vecinos de Jaca, a la Florida.
(60) BERMÚDEZ PLATA, Cristóbal
Catálogo de Pasajeros a Indias, vol. II (núm. 4664, p. 278).
12-III-1538.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Melchor de Cárdenas,
vecino de Zaragoza, a Cuba como criado del obispo don Diego Sarmiento.
(61) BERMÚDEZ PLATA, Cristóbal
Catálogo de Pasajeros a Indias, vol. II (núm. 4664, p. 278).
12-III-1538.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de García Serrano, vecino de Zaragoza, a Cuba como criado del obispo don Diego Sarmiento.
(62) BERMÚDEZ PLATA, Cristóbal
Catálogo de Pasajeros a Indias, vol. II (núm. 4871, p. 292).
6-IV-1538.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Juan Ponce,
hijo de Juan y de Gerónima, vecinos de Épila, a la Nueva España.
(63) BERMÚDEZ PLATA, Cristóbal
Catálogo de Pasajeros a Indias, vol. II (núm. 4895, p. 293).
29-V-1538.
224
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Pedro de Luna,
natural del castillo de Luna, hijo de Juan Fernández y de Aldonza Hernández, a
Nombre de Dios.
(64) AGI Pasajeros L. 2, E. 5109.
Contratación 5536, L. 5, f. 326v. 17-IX-1538.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Francisco
Amador, hijo de Jaime Amador y Francisca de la Cueva, vecino de Fraga en Aragón en la armada de don Pedro de Alvarado a Guatemala y a las Islas de Poniente.
(65) BERMÚDEZ PLATA, Cristóbal
Catálogo de Pasajeros a Indias, vol. II (núm. 5106, p. 306).
17-IX-1538.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Jaime Bonilla,
natural de Zaragoza, hijo de Juan y de Isabel de Espés, a Guatemala y las Islas de
Poniente en la armada de don Pedro de Alvarado.
(66) BERMÚDEZ PLATA, Cristóbal
Catálogo de Pasajeros a Indias, vol. II (núm. 5107, p. 306).
17-IX-1538.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Juan Luciano
de Mendara, natural de Ejea, hijo de Pascual y de María de Tasteo, a Guatemala y
las Islas de Poniente en la armada de don Pedro de Alvarado.
(67) BERMÚDEZ PLATA, Cristóbal
Catálogo de Pasajeros a Indias, vol. II (núm. 5132, p. 308).
19-IX-1538.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Francisco de
Pardiñas, natural de Alcañiz, hijo de Juan y de María Gatona, a Guatemala y las
Islas de Poniente en la armada de don Pedro de Alvarado.
(68) BERMÚDEZ PLATA, Cristóbal
Catálogo de Pasajeros a Indias, vol. II (núm. 5200, p. 312).
30-IX-1538.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Adrián de
Azara, hijo de Pedro y de Isabel Gálvez, vecinos de Zaragoza, a Guatemala y las
Islas de Poniente en la armada de don Pedro de Alvarado.
(69) BERMÚDEZ PLATA, Cristóbal
Catálogo de Pasajeros a Indias, vol. II (núm. 5238, p. 314-315).
8-X-1538.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Galcerán Ferrer, natural de Huesca, hijo de Francisco y de Isabel Ochoa, a Guatemala y las
Islas de Poniente en la armada de don Pedro de Alvarado.
225
(70) BERMÚDEZ PLATA, Cristóbal
Catálogo de Pasajeros a Indias, vol. II (núm. 5239, p. 315).
8-X-1538.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Pedro de Arriaga, natural de Ricla, hijo de Luis y de Isabel Sáenz, a Santo Domingo.
(71) BERMÚDEZ PLATA, Cristóbal
Catálogo de Pasajeros a Indias, vol. II (núm. 5386, p. 324-25).
11-X-1538.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Luis de Alvarado, natural de Daroca, hijo de Jerónimo y de Elena Liñán, a Santo Domingo.
(72) BERMÚDEZ PLATA, Cristóbal
Catálogo de Pasajeros a Indias, vol. II (núm. 5387, p. 325).
11-X-1538.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Mateo Falcón,
natural de Daroca, hijo de Miguel y de Beatriz Catalán, a Guatemala y las Islas de
Poniente en la armada de don Pedro de Alvarado.
(73) BERMÚDEZ PLATA, Cristóbal
Catálogo de Pasajeros a Indias, vol. II (núm. 5380, p. 324).
11-X-1538.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Juan de Granada, vecino de El Castellar, hijo de Diego Hernández y de María Izquierdo, a Guatemala y las Islas de Poniente en la armada de don Pedro de Alvarado.
(74) BERMÚDEZ PLATA, Cristóbal
Catálogo de Pasajeros a Indias, vol. II (núm. 5356, p. 322-323).
11-X-1538.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Alonso Martínez, natural de Albarracín, hijo de Juan y de Jaima Soriana, con su mujer, Ana Ruiz,
a Tierra Firme.
(75) BERMÚDEZ PLATA, Cristóbal
Catálogo de Pasajeros a Indias, vol. II (núm. 5423, p. 327).
12-X-1538.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Francisco de
Alvarado, natural de la Fresneda, hijo de Hernando y de María Velázquez, a Guatemala y las Islas de Poniente en la armada de don Pedro de Alvarado.
(76) AGI Pasajeros L. 2, E. 5443.
Contratación 5536, L. 5, f. 342. 13-X-1538.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Antonio Bartes,
hijo de Gonzalo Bartes y de Simona, vecino de Estadilla en Aragón, en la armada
de don Pedro de Alvarado con destino a Guatemala.
226
(77) BERMÚDEZ PLATA, Cristóbal
Catálogo de Pasajeros a Indias, vol. II (núm. 5442, p. 328).
13-X-1538.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Tomás Franco
Baptista, natural de Zaragoza, hijo de Alonso Fernández y de Elvira López, a Santo
Domingo.
(78) BERMÚDEZ PLATA, Cristóbal
Catálogo de Pasajeros a Indias, vol. II (núm. 5533, p. 335).
19-X-1538.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Agustín Durán,
natural de Zaragoza, hijo de Agustín y de Catalina, a Guatemala y las Islas de Poniente en la armada de don Pedro de Alvarado.
(79) BERMÚDEZ PLATA, Cristóbal
Catálogo de Pasajeros a Indias, vol. II (núm. 5538, p. 335).
19-X-1538.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Jerónimo de
Sandoval, natural de Burbáguena, hijo de Francisco y de Ana Martínez, a Guatemala y las Islas de Poniente en la armada de don Pedro de Alvarado.
(80) AGI Pasajeros L. 3, E. 155.
Contratación 5536, L. 5, f. 155. 14-III-1539.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Jerónimo Trosera, boticario y cirujano, hijo de mosén Antón Trosera y de Catalina Monje, vecinos de Aragón, con su hijo Antón Trosera y su hija Isabel Jacobón, vecinos de Toledo. Van con la gente que lleva el adelantado Andagoya.
(81) BERMÚDEZ PLATA, Cristóbal
Catálogo de Pasajeros a Indias, vol. III (núm. 263, p. 18).
29-IV-1539.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Miguel de Ciria,
natural de Calatayud y vecino de Sevilla, hijo de Domingo Vaquerizo y de Violante
de Ciria, a Indias (sin especificación de destino)
(82) BERMÚDEZ PLATA, Cristóbal
Catálogo de Pasajeros a Indias, vol. III (núm. 693, p. 46).
9-IX-1539.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Jerónimo
Remón, natural de Zaragoza, hijo de Pedro y de Esperanza Alejandre, a Nombre
de Dios.
(83) BERMÚDEZ PLATA, Cristóbal
Catálogo de Pasajeros a Indias, vol. III (núm. 769, p. 51).
26-IX-1539.
227
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Diego Nieto,
natural de Pina, hijo de Diego y de María, a la Nueva España.
(84) BERMÚDEZ PLATA, Cristóbal
Catálogo de Pasajeros a Indias, vol. III (núm. 1497, p. 94).
7-IV-1540.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Esteban Aragonés, natural de Albalate del Arzobispo, hijo de Cristóbal y de Barbola Pitarte, a Indias (sin especificación de destino).
(85) BERMÚDEZ PLATA, Cristóbal
Catálogo de Pasajeros a Indias, vol. III (núm. 1729, p. 109).
12-XII-1548.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Francisco Altamirano, natural de Villarroya en Aragón, hijo de Juan y de Ana Jiménez, a la Nueva
España.
(86) AGI JUSTICIA 1177, N. 1. 20-XII-1549 a 15-I-1550
Pleito fiscal de Lamberto de Cuenca, vecino de Zaragoza, preso en la corte,
contra el licenciado Juan de Villalobos, fiscal del Consejo, sobre la pretensión de
vender supuestas licencias para pasar a Indias (21 ff.).
(87) AGI Pasajeros L. 3, E. 2194
Contratación 5217 B, N. 9, R. 39. 10-VI-1553.
Contratación 5537, L. 1, f. 38.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Pedro de Güete y
Villalobos, natural de Alcorisa, hijo de Francisco de Güete y Jerónima Ferriol, al Perú.
(88) AGI Pasajeros L. 3, E. 2370.
Contratación 5537, L. 1, f. 60v. 1554.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Juan Bendicho,
de Villadoz en Aragón, sastre, hijo de Juan Bendicho, al Perú.
(89) AGI Pasajeros L. 3, E. 2336
Contratación 5217, N. 60.
Contratación 5537, L. 1, f. 56v. 1554.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Don Tomás
Bendicho, magnífico e infanzón, natural de la villa de Tamarite de Litera en Aragón, hijo de Miguel Bendicho y de Juana de Nía (también de Medina), al Perú.
(90) BERMÚDEZ PLATA, Cristóbal
Catálogo de Pasajeros a Indias, vol. III (núm. 2294, p. 148).
1554.
228
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Pedro de Huete
Villalobos, natural y vecino de Alcorisa, hijo de Francisco y de Gerónima Ferriol, al
Perú.
(91) AGI Pasajeros, L. 3, E. 2332.
Contratación 5217, N. 47.
Contratación 5537, L. 1, f. 56. 1554.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Jerónimo de
Guevara, clérigo presbítero, vecino de Calatayud de la diócesis de Tarazona en
Aragón, hijo de Juan Sanz y de Isabel de Guevara, al Perú.
(92) AGI Pasajeros L. 3, E. 1930.
Contratación 5537, L. 1, ff. 6-27v. 1554.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias del licenciado Felipe Pujol, vecino y natural de Rubielos en Aragón, hijo de Felipe Pujol y de Catalina
Asencio, a la villa de La Plata como canónigo de su catedral.
(93) BERMÚDEZ PLATA, Cristóbal
Catálogo de Pasajeros a Indias, vol. III (núm. 2608, p. 188).
1555.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Pedro Bernardo, natural de La Fresneda, hijo de Juan y de María la Blanca, al Perú y Chile.
(94) BERMÚDEZ PLATA, Cristóbal
Catálogo de Pasajeros a Indias, vol. III (núm. 2889, p. 211).
1555.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Pedro Vivel,
natural de Daroca, soltero, hijo de Alonso Casuero y de María de Salamanca, al
Perú.
(95) BERMÚDEZ PLATA, Cristóbal
Catálogo de Pasajeros a Indias, vol. III (núm. 2648, p. 192).
1555.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Jácome Cernescado, natural de Huesca, hijo de Magno y de María Ruiz, al Perú por criado del
marqués de Cañete, virrey.
(96) BERMÚDEZ PLATA, Cristóbal
Catálogo de Pasajeros a Indias, vol. III (núm. 2592, p. 185).
1555.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Juan Cola, natural de Épila, hijo de Leonardo y de Toda de Soria, a Chile con el adelantado Jerónimo de Alderete, gobernador y Capitán General de Chile.
229
(97) BERMÚDEZ PLATA, Cristóbal
Catálogo de Pasajeros a Indias, vol. III (núm. 2826, p. 205).
1555.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Juan Mateo
Granada, natural de Calatayud, soltero, hijo de Francisco y de Violante Hernández,
a Chile por criado del tesorero Juan Núñez de Vargas.
(98) BERMÚDEZ PLATA, Cristóbal
Catálogo de Pasajeros a Indias, vol. III (núm. 3199, p. 238).
1555.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Lope de Montoya, natural de Albarracín, hijo de Francisco y de Lorenza Tomá, al Perú por criado del marqués de Cañete, su virrey.
(99) BERMÚDEZ PLATA, Cristóbal
Catálogo de Pasajeros a Indias, vol. III (núm. 2809, p. 204).
1555.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Antonio de Palafox, soltero, natural de Ariza, hijo de don Pedro y de Pascuala de Arcos, al Perú
con sus criados Francisco Marmolejo y Catalina Álvarez.
(100) BERMÚDEZ PLATA, Cristóbal
Catálogo de Pasajeros a Indias, vol. III (núm. 2657, p. 192).
1555.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Bernardo de
Ribas, natural de Zaragoza, soltero, hijo de Bernal de Ribas, el Viejo, y de Francisca Ruiz, al Perú.
(101) BERMÚDEZ PLATA, Cristóbal
Catálogo de Pasajeros a Indias, vol. III (núm. 2592, p. 184).
1555.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de doña Esperanza de Rueda, natural de Épila, hija de Anardo de Cola y de Toda de Soria, soltera,
sobrina de la esposa del adelantado Jerónimo de Alderete, Capitán General de
Chile, con tal destino.
(102) BERMÚDEZ PLATA, Cristóbal
Catálogo de Pasajeros a Indias, vol. III (núm. 2592, p. 185).
1555.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Gastón de
Rueda, natural de Épila, hijo de Martín y de Gracia Cotín, a Chile con el adelantado Jerónimo de Alderete, Capitán General de aquel reino.
230
(103) BERMÚDEZ PLATA, Cristóbal
Catálogo de Pasajeros a Indias, vol. III (núm. 2592, p. 185).
1555.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Jerónimo de
Rueda, natural de Épila, hijo de Tomás y de María de las Cellas, a Chile con el adelantado Jerónimo de Alderete, Capitán General de aquel reino.
(104) BERMÚDEZ PLATA, Cristóbal
Catálogo de Pasajeros a Indias, vol. III (núm. 3199, p. 237).
1555.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de César Sangüesa, natural de Zaragoza, hijo de Gaspar y de María Sánchez, al Perú por criado del
marqués de Cañete, virrey.
(105) AGI Pasajeros L. 3, E. 3749.
Contratación 5537, L. 1, f. 223. 1557.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Jerónimo de
Tauste, alias Oliván, hijo de Pedro de Tauste de Oliván y de María Gómez, vecino
de Tarazona de Aragón, mercader, soltero, al Perú.
(106) BERMÚDEZ PLATA, Cristóbal
Catálogo de Pasajeros a Indias, vol. III (núm. 3414, p. 257).
1557.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Juan Ortiz y Bernardo Ortiz, hermanos, solteros, naturales de Aguilar en Aragón, hijos de Antón y de
Antona Navarro, a Honduras como criados de su obispo fray Jerónimo de Corella.
(107) AGI Pasajeros L. 3, E. 4101.
Contratación 5537, L. 2, f. 21v. 15-III-1559.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Esteban de
Burgase, natural de Monzón de Aragón, hijo de Juan de Burgase y Magdalena de
Ribas a Nueva España como criado del licenciado Vasco de Puga.
(108) ROMERA IRUELA, L. y M.C. GALBIS DÍEZ
Catálogo de Pasajeros a Indias, vol. IV (núm. 22, p. 9).
2-I-1560.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Miguel de Villanueva, soltero, natural de Jaca, hijo de Juan y de Isabel Sarasa, al Perú.
(109) ROMERA IRUELA, L. y M.C. GALBIS DÍEZ
Catálogo de Pasajeros a Indias, vol. IV (núm. 337, p. 46).
13-I-1560.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Cristóbal Vázquez,
natural del lugar de Alba, soltero, hijo de Diego López Gaitán y de Catalina Vázquez,
al Perú por criado del licenciado González de la Cuesta, obispo de Charcas.
231
(110) ROMERA IRUELA, L. y M.C. GALBIS DÍEZ
Catálogo de Pasajeros a Indias, vol. IV (núm. 406, p. 54).
1-II-1560.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Juan Bautista Duarte, natural de Montalbán, soltero, hijo de Cristóbal y de Ana Gómez, a Guatemala.
(111) ROMERA IRUELA, L. y M.C. GALBIS DÍEZ
Catálogo de Pasajeros a Indias, vol. IV (núm. 524, p. 69).
7-III-1560.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Pedro de Villarreal, natural del lugar de Alba, soltero, hijo de Pedro y de Leonor Ramos, al Perú
por criado del conde de Nieva, virrey.
(112) ROMERA IRUELA, L. y M.C. GALBIS DÍEZ
Catálogo de Pasajeros a Indias, vol. IV (núm. 856, p. 110).
13-I-1561.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Pedro de Jerez,
natural de Montalbán, hijo de Francisco y de María Núñez, tejedor de terciopelo, a
Nueva España, con su mujer Leonor García, hija de Juan Rubio y de Catalina Sánchez y con sus hijos Juan, Isabel y Francisco.
(113) ROMERA IRUELA, L. y M.C. GALBIS DÍEZ
Catálogo de Pasajeros a Indias, vol. IV (núm. 990, p. 126).
10-II-1561.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Juan Jiménez,
natural de Tarazona, hijo de Juan y de María de Antorgui, al Nuevo Reino de Granada por criado del licenciado Angulo de Castejón.
(114) ROMERA IRUELA, L. y M.C. GALBIS DÍEZ
Catálogo de Pasajeros a Indias, vol. IV (núm. 1002, p. 128).
11-II-1561.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Huan Ruiz Cabeza
de Vaca, natural de la Aldea de Palo, soltero, hijo de Hernán y de María Álvarez de
Rojas, al Nuevo Reino de Granada por criado del licenciado González de Castejón.
(115) ROMERA IRUELA, L. y M.C. GALBIS DÍEZ
Catálogo de Pasajeros a Indias, vol. IV (núm. 1031, p. 131).
19-II-1561.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Constanza
Sesé. Natural de Tarazona, hija de Jaime y de Inés de Antillón, a Guatemala con su
marido Gaspar de Guzmán.
(116) ROMERA IRUELA, L. y M.C. GALBIS DÍEZ
Catálogo de Pasajeros a Indias, vol. IV (núm. 1268, p. 159).
26-III-1561.
232
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Diego de Valdenebro, natural del lugar de Alba, soltero, hijo de Diego, al Perú como criado de
don Diego López de Zúñiga, conde de Nieva, virrey.
(117) ROMERA IRUELA, L. y M.C. GALBIS DÍEZ
Catálogo de Pasajeros a Indias, vol. IV (núm. 1976, p. 243).
17-II-1562.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de García de Larrainzate, natural de Zaragoza, soltero, hijo de Juan y de María Pardo, al cabo de la
Vela como mercader.
(118) ROMERA IRUELA, L. y M.C. GALBIS DÍEZ
Catálogo de Pasajeros a Indias, vol. IV (núm. 2138, p. 296).
25-II-1562.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Miguel González, natural del lugar de Alba, soltero, hijo de Antón y de María Rodríguez, a Santo
Domingo por criado del licenciado Alonso Arias de Herrero.
(119) ROMERA IRUELA, L. y M.C. GALBIS DÍEZ
Catálogo de Pasajeros a Indias, vol. IV (núm. 2429, p. 296).
14-III-1563.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Miguel de Torres, soltero, natural de Calatayud, hijo de Hernando y de Catalina Cantarero, a
Nueva España por criado de Carlos de Samano.
(120) ROMERA IRUELA, L. y M.C. GALBIS DÍEZ
Catálogo de Pasajeros a Indias, vol. IV (núm. 2967, p. 363).
30-VIII-1563.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Antonio Franco, clérigo tonsurado, natural de Ajedret, aldea de Calatayud, hijo de Antonio y de
Catalina de Alagón, al Perú.
(121) ROMERA IRUELA, L. y M.C. GALBIS DÍEZ
Catálogo de Pasajeros a Indias, vol. IV (núm. 3343, p. 406).
5-IV-1564.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Pedro Núñez,
natural de Orna, soltero, hijo de Pedro y de Isabel Núñez, a la Nueva España.
(122) ROMERA IRUELA, L. y M.C. GALBIS DÍEZ
Catálogo de Pasajeros a Indias, vol. IV (núm. 3420, p. 415).
24-IV-1564.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Bautista de las
Heras, natural de Albalate, notable hijo de Juan García y de Catalina García, a la
Nueva España como criado de seis indios notables.
233
(123) AGI Pasajeros L. 4, E. 3641.
Contratación 5221, N. 2, R. 11. 16-IV 1565.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Antón Robleda,
vecino de Castigaleu, Aragón, soltero, hijo de Ramón Robleda y de Catalina de
Puicercós, a Florida.
(124) ROMERA IRUELA, L. y M.C. GALBIS DÍEZ
Catálogo de Pasajeros a Indias, vol. IV (núm. 4370, p. 525).
23-VIII-1565.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias del licenciado Joaquín de la Torre, natural de Tarazona, hijo de Julián de Iniesta y de Catalina de
Mondéjar, con su mujer, Beatriz de Escobar, natural de Madrid, y sus hijos Alonso,
Jerónimo, Agustina y Catalina, al Nuevo Reino de Granada.
(125) ROMERA IRUELA, L. y M.C. GALBIS DÍEZ
Catálogo de Pasajeros a Indias, vol. IV (núm. 4417, p. 531).
24-IX-1565.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Damián Claresvalles, soltero, natural de Aguaviva, hijo de Juan y de Juana Cabeza, a Tierra Firme
como factor de Jerónimo Ferrer.
(126) ROMERA IRUELA, L. y M.C. GALBIS DÍEZ
Catálogo de Pasajeros a Indias, vol. IV (núm. 4416, p. 530).
24-IX-1565.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Pedro de Torrellas, natural de Juslibol, término de Zaragoza, soltero, hijo de Juan Marzo y de Catalina Esteban, a Tierra Firme como mercader.
(127) AGI Pasajeros, L. 4, E. 4491.
Contratación 5537, L. 3, f. 136v. 25-IX-1565.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Alonso Cornejo, natural de Piedrahita, soltero, hijo de Alonso Cornejo y Catalina Lozano, al
Perú como criado del licenciado Benegas.
(128) ROMERA IRUELA, L. y M.C. GALBIS DÍEZ
Catálogo de Pasajeros a Indias, vol. IV (núm. 4464, p. 536).
24-IX-1565.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Jaime Campi,
natural de Zaragoza, soltero, hijo de Jaime y de Margarita Nuaberri, a Tierra Firme
y Perú como mercader.
(129) AGI Pasajeros L. 4, E. 4554.
Contratación 5537, L. 3, f. 478v. 27-IX-1565.
234
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Juan de Piña,
natural de La Fresneda, soltero, hijo de Juan de Piña y de Juana Gil, a Tierra
Firme, como criado del capitán Alvar Sánchez de Oviedo.
Nuevo expediente en AGI Pasajeros L. 5, E. 212. Contratación 5537, L. 3,
f. 206. 8-II-1567. Con licencia para marchar a Tierra Firme por factor de Jerónimo Ferrer.
(130) ROMERA IRUELA, L. y M.C. GALBIS DÍEZ
Catálogo de Pasajeros a Indias, vol. IV (núm. 4869, p. 583).
13-V-1566.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Francisco de
Luna, infanzón, natural de Calatayud, soltero, hijo de Luis y de Isabel de Losilla, a
la Nueva España.
(131) ROMERA IRUELA, L. y M.C. GALBIS DÍEZ
Catálogo de Pasajeros a Indias, vol. IV (núm. 4933, p. 590).
18-V-1566.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Jerónimo Cerdán, soltero, natural de Aguaviva, soltero, hijo de Jerónimo y de María Lorés, a la
Nueva España por criado de de Jerónimo Villegas.
(132) ROMERA IRUELA, L. y M.C. GALBIS DÍEZ
Catálogo de Pasajeros a Indias, vol. IV (núm. 4976, p. 596).
20-V-1566.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Tomás de
Aybar, infanzón, natural de Zaragoza, soltero, hijo de Tomás y de María Burgues, a
la Nueva España por criado del marqués de Falces.
(133) ROMERA IRUELA, L. y M.C. GALBIS DÍEZ
Catálogo de Pasajeros a Indias, vol. IV (núm. 4994, p. 598).
20-V-1566.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Agustín Corral,
natural de Zaragoza, soltero, hijo de Agustín y de Isabel Lalueza, a la Nueva España por criado del marqués de Falces.
(134) ROMERA IRUELA, L. y M.C. GALBIS DÍEZ
Catálogo de Pasajeros a Indias, vol. IV (núm. 4992, p. 597).
20-V-1566.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Juan de Guiral,
natural de Zaragoza, soltero, hijo de Martín y de Catalina de Bea, a la Nueva España por criado del marqués de Falces.
(135) ROMERA IRUELA, L. y M.C. GALBIS DÍEZ
Catálogo de Pasajeros a Indias, vol. IV (núm. 4988, p. 597).
20-V-1566.
235
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Francisco y
Francisca Rubio, hermanos y solteros, naturales de El Frasno, hijos de Juan y de
María de Toro, a la Nueva España por criados del marqués de Falces.
(136) ROMERA IRUELA, L. y M.C. GALBIS DÍEZ
Catálogo de Pasajeros a Indias, vol. IV (núm. 4990, p. 597).
20-V-1566.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Ramón y Francisco Santapau, solteros y hermanos, naturales de Alcañiz, hijos de Luis y de Ángela Palomar, a la Nueva España por criados del marqués de Falces.
(137) ROMERA IRUELA, L. y M.C. GALBIS DÍEZ
Catálogo de Pasajeros a Indias, vol. IV (núm. 4993, p. 597).
20-V-1566.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Juan de Busa y
Aguilera, soltero, natural de Zaragoza, hijo de Juan y de Leonor. A la Nueva España por criado del marqués de Falces.
(138) ROMERA IRUELA, L. y M.C. GALBIS DÍEZ
Catálogo de Pasajeros a Indias, vol. IV (núm. 5021, p. 601).
22-V-1566.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Martín de
Espés, natural de Zaragoza, soltero, hijo de Juan y de Juana Bautista, a la Nueva
España.
(139) AGI Pasajeros L. 4, E. 5052.
Contratación 5537, L. 3, f. 186. 24-V-1566.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Luis de Esplugas, natural del Reino de Aragón, soltero, hijo de Pedro de Esplugas y de Juana
Sebastiana, a Nueva España, por mercader.
(140) AGI Indiferente General, 2103, N. 7. 1567.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Jerónimo de
Laveyría, de Zaragoza, a Nueva España (Indiferente General, 2059, N 140).
(141) ROMERA IRUELA, L. y M.C. GALBIS DÍEZ
Catálogo de Pasajeros a Indias, vol. V (núm. 159, p. 30).
5-II-1567.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Jerónimo de
Alloza, natural de Zaragoza, soltero, hijo de Jaime y de María Oliván, a Tierra
Firme por mercader.
(142) ROMERA IRUELA, L. y M.C. GALBIS DÍEZ
Catálogo de Pasajeros a Indias, vol. V (núm. 159, p. 30).
8-II-1567.
236
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Juan de Piña,
natural de La Fresneda, soltero, hijo de Juan y de Juana Gil, a Tierra Firme por
factor de Jerónimo Ferrer.
(143) ROMERA IRUELA, L. y M.C. GALBIS DÍEZ
Catálogo de Pasajeros a Indias, vol. V (núm. 245, p. 42).
10-II-1567.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Domingo
Martín, clérigo tonsurado, natural de Grañén, hijo de Miguel y de Inés de Orna,
al Perú.
(144) ROMERA IRUELA, L. y M.C. GALBIS DÍEZ
Catálogo de Pasajeros a Indias, vol. V (núm. 492, p. 77).
28-V-1567.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Juan del Pozo,
natural de Juslibol, soltero, hijo de Juan y de Catalina de Lizarazu, al Perú por criado del eclesiástico Juan Camacho.
(145) ROMERA IRUELA, L. y M.C. GALBIS DÍEZ
Catálogo de Pasajeros a Indias, vol. V (núm. 519, p. 81).
2-VI-1567.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Francisco de
Embún, natural de Zaragoza, hijo de Dionís y María de Mur, a la Nueva España por
dos años.
(146) ROMERA IRUELA, L. y M.C. GALBIS DÍEZ
Catálogo de Pasajeros a Indias, vol. V (núm. 511, p. 80).
2-VI-1567.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Diego de Salazar, natural de Ainzón, soltero, hijo de Pedro y de Juana Hernández, a la Nueva
España por criado de Francisco de Embún.
(147) ROMERA IRUELA, L. y M.C. GALBIS DÍEZ
Catálogo de Pasajeros a Indias, vol. V (núm. 586, p. 91).
17-VI-1567.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Juan de Sadornil, natural de Tobed, hijo de Miguel y de María de Arce, a Soconusco por criado
de su gobernador, Pedro Pacheco.
(148) ROMERA IRUELA, L. y M.C. GALBIS DÍEZ
Catálogo de Pasajeros a Indias, vol. V (núm. 748, p. 114).
1-VII-1567.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias del doctor Cristóbal de Luna, clérigo secular, natural de Zaragoza, hijo de don Francisco de Luna y
de doña Francisca de Casteldaces, al Perú.
237
(149) AGI Contratación 711 B, N. 13. 1568.
Autos de Pedro de Espluga de Benabarre contra el general Juan de Velasco
Barrios y otros sobre que se le pague el importe de una chalupa.
(150) ROMERA IRUELA, L. y M.C. GALBIS DÍEZ
Catálogo de Pasajeros a Indias, vol. V (núm. 986, p. 149).
15-VI-1568.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Sebastián de
Olague, alias Franco, natural de Zaeragoza, soltero, hijo de Juan y de Ana Franca,
a la Nueva España.
(151) ROMERA IRUELA, L. y M.C. GALBIS DÍEZ
Catálogo de Pasajeros a Indias, vol. V (núm. 1076, p. 161).
30-VI-1568.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Toribio García,
natural de Piedrahita, a la Nueva España por criado del virrey Enríquez.
(152) ROMERA IRUELA, L. y M.C. GALBIS DÍEZ
Catálogo de Pasajeros a Indias, vol. V (núm. 1062, p. 159).
30-VI-1568.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Alonso Hurtado
de Mendoza, natural de Pina, a la Nueva España por criado del virrey Enríquez.
(153) ROMERA IRUELA, L. y M.C. GALBIS DÍEZ
Catálogo de Pasajeros a Indias, vol. V (núm. 1070, p. 160).
30-VI-1568.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Antonio Sedano, natural de Monzón, a Nueva España por criado del virrey Enríquez.
(154) AGI Pasajeros L. 5, E. 1364.
Contratación 5537, L. 3, f. 311. 12-I-1569.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Luis de Esplugas, natural de Miz, aldea de Aragón, soltero, hijo de Luis de Esplugas y de Juana
Sebastián, al Perú como factor de su hermano Pedro de Esplugas, mercader.
(155) ROMERA IRUELA, L. y M.C. GALBIS DÍEZ
Catálogo de Pasajeros a Indias, vol. V (núm. 1377, p. 203).
12-I-1569.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Marco de Monserrate, natural del lugar de La Torre, en Aragón, soltero, hijo de Gabriel y de Eulalia Ferrer, al Perú por criado de Juan de Retes de Frías.
(156) ROMERA IRUELA, L. y M.C. GALBIS DÍEZ
Catálogo de Pasajeros a Indias, vol. V (núm. 1367, p. 201).
12-I-1569.
238
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Jerónimo Vallés, natural de Aguasvivas, en Aragón, hijo de Jaime y de Barbola Cerdán, al Perú
por criado de Juan de Retes de Frías.
(157) ROMERA IRUELA, L. y M.C. GALBIS DÍEZ
Catálogo de Pasajeros a Indias, vol. V (núm. 1599, p. 234).
24-I-1569.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Melchor de San
Juan, natural de Ariza, soltero, hijo de Juan y de María Castril, a Tierra Firme y
Perú por mercader.
(158) ROMERA IRUELA, L. y M.C. GALBIS DÍEZ
Catálogo de Pasajeros a Indias, vol. V (núm. 1760, p. 257).
1-II-1569.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Pablo Rodríguez de León, natural de Piedrahita, hijo de Simón y María Santos, con su mujer,
Florentina Sánchez y su hija María, a Tierra Firme, por mercader.
(159) ROMERA IRUELA, L. y M.C. GALBIS DÍEZ
Catálogo de Pasajeros a Indias, vol. V (núm. 1923, p. 281).
10-II-1569.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Pablo de
Benet, natural de Alagón, soltero, hijo de Juan Francisco y de María López de Robles, al Perú como criado del capìtán Sandoval.
(160) ROMERA IRUELA, L. y M.C. GALBIS DÍEZ
Catálogo de Pasajeros a Indias, vol. V (núm. 1919, p. 281).
10-II-1569.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Juan de Soro,
natural de Mallén, soltero, hijo de Bartolomé y de Isabel Grau, al Perú por criado
del bachiller Gómez Carrillo.
(161) ROMERA IRUELA, L. y M.C. GALBIS DÍEZ
Catálogo de Pasajeros a Indias, vol. V (núm. 2079, p. 304).
15-II-1569.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Antón Martín,
natural de Grañén, hijo de Miguel y de Inés de Orna, al Perú con su hermano Domingo Martín.
(162) ROMERA IRUELA, L. y M.C. GALBIS DÍEZ
Catálogo de Pasajeros a Indias, vol. V (núm. 2125, p. 311).
17-II-1569.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Matías de
Urrea, natural de Zaragoza, soltero, hijo de Martín y de Ana Jiménez, al Perú por
criado del Dr. Pedro de Bustamante.
239
(163) ROMERA IRUELA, L. y M.C. GALBIS DÍEZ
Catálogo de Pasajeros a Indias, vol. V (núm. 2213, p. 324).
15-III-1569.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Juan Antonio,
natural de Aragón, hijo de Marco Antonio y de Vicencia, a la Nueva España.
(164) ROMERA IRUELA, L. y M.C. GALBIS DÍEZ
Catálogo de Pasajeros a Indias, vol. V (núm. 2562, p. 376).
29-VIII-1570.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Hernando Poyatos, natural de Campillo, soltero, hijo de Hernando y de Leonor, a la Nueva España por criado del virrey Martín Enríquez.
(165) ROMERA IRUELA, L. y M.C. GALBIS DÍEZ
Catálogo de Pasajeros a Indias, vol. V (núm. 2884, p. 422).
24-X-1570.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Luis Juan Alcalá, natural de Maella, soltero, hijo de Andrés y de Catalina Cábez, al Perú por criado de Alonso de Pomareda.
(166) ROMERA IRUELA, L. y M.C. GALBIS DÍEZ
Catálogo de Pasajeros a Indias, vol. V (núm. 3115, p. 456).
27-VI-1571.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Francisco de
Morales, natural de Ariza, hijo de Francisco y de Juana de Isaba, a Nueva España.
(167) ROMERA IRUELA, L. y M.C. GALBIS DÍEZ
Catálogo de Pasajeros a Indias, vol. V (núm. 3313, p. 484).
31-VII-1571.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Carlos de Arellano, natural de Barbastro, hijo de Martín López de Hoz y de Brianda de Arellano,
a Guatemala.
(168) ROMERA IRUELA, L. y M.C. GALBIS DÍEZ
Catálogo de Pasajeros a Indias, vol. V (núm. 3317, p. 484).
17-V-1572.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Pedro Marín,
natural de Albalate del Arzobispo, hijo de Bartolomé y de María Ferrer, a Nueva
España.
(169) ROMERA IRUELA, L. y M.C. GALBIS DÍEZ
Catálogo de Pasajeros a Indias, vol. V (núm. 3589, p. 518).
25-X-1574.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Guillén de
Brondate, natural de Calatayud, soltero, a Cuba por criado de seis franciscanos.
240
(170) ROMERA IRUELA, L. y M.C. GALBIS DÍEZ
Catálogo de Pasajeros a Indias, vol. V (núm. 3706, p. 533).
25-X-1574.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Jerónimo de
San Clemente, natural de Calatayud, a la Nueva España.
(171) AGI Justicia 803, N. 4. 30-X-1571 a 11-XII-1574.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Luis de Quesada
Castillo, vecino de Gran Canaria, apela al Consejo la sentencia dictada por los jueces de
la Casa de la Contratación en el pleito que le puso el mercader Pedro de Espluga, natural de Benabarre, maestre, vecino de la ciudad de Sevilla, reclamándole 600 cueros.
(172) AGI Escribanía, 1.ª (Pleitos de la Audiencia de Santo Domingo). 15741578.
1578. Pedro de Espluga y Francisco Rebollo y San Juan de la Jabetría, vecinos de Sevilla, con el fiscal, sobre lo que se les debía pagar de lo procedido de los
negros que condujeron a la isla de Santo Domingo en el navío San Antonio. Feneció en 1590.
(173) AGI México 211, N. 40. 1571-1576.
Informaciones de oficio y parte: Juan López de Aragón, clérigo beneficiado
de las minas de Temascaltepeque. Con dos pareceres de la Audiencia de México.
(174) AGI Indiferente General 1968, L. 21, ff. 171 y174v. 8-V-1577.
Real Cédula a los oficiales de la Casa de Contratación dando licencia a Juan
Pérez de San Juan, vecino de Tauste, para pasar a Nueva España llevando un criado soltero y dando informaciones.
(175) ROMERA IRUELA, L. y M.C. GALBIS DÍEZ
Catálogo de Pasajeros a Indias, vol. V (núm. 4895, p. 715).
28-VIII-1577.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Lupercio de
Espés, natural de Zaragoza, soltero, hijo de Pedro y de Juana Martínez, a la Nueva
España acompañado por un criado.
(176) GALBIS DÍEZ, M.C.
Catálogo de Pasajeros a Indias, vol. VI (núm. 1308, p. 170).
20-XII-1578.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias del capitán Alonso
de Ordóñez, natural de Colunga, hijo de Diego y de María González, a Tierra
Firme y Perú.
(177) AGI Indiferente General 2059, N. 140. 1579.
Expediente de concesión de licencia para pasar a Nueva España a favor de
Jerónimo de Laveyría, natural de Zaragoza.
241
(178) GALBIS DÍEZ, M.C.
Catálogo de Pasajeros a Indias, vol. VI (núm. 1439, p. 184).
9-I-1579.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Jaime Campi,
natural de Zaragoza, hijo de Jaime y de Margarita Lumbier, al Perú.
(179) AGI. Pasajeros, L. 6, E. 1699.
Contratación 5538, L. 1, f. 174v. 14-I-1579.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Juan Martín
Cerrato, natural de La Higuera, hijo de Juan Martín Cerrato y de Catalina Hernández a Santa Marta como criado del obispo.
(180) GALBIS DÍEZ, M.C.
Catálogo de Pasajeros a Indias, vol. VI (núm. 1678, p. 214).
14-I-1579.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Pedro Caudevilla, natural de Zaragoza, soltero, hijo de Juan y de María de Segura, al Perú.
(181) GALBIS DÍEZ, M.C.
Catálogo de Pasajeros a Indias, vol. VI (núm. 2535, p. 319).
22-V-1579.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Antonio Dolete, natural de Barbastro, soltero, a Guatemala por criado de Juan de Mesa.
(182) GALBIS DÍEZ, M.C.
Catálogo de Pasajeros a Indias, vol. VI (núm. 2659, p. 334).
22-III-1580.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de fray Alberto de
Espés y fray Antonio de Salazar, del convento de Jesús en Zaragoza, a la Nueva España.
(183) GALBIS DÍEZ, M.C.
Catálogo de Pasajeros a Indias, vol. VI (núm. 2698, p. 334).
29-IV-1580.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Agustín Cristóbal de Hoza, natural de Alcañiz, hijo de Miguel y de Isabel de Osón, soltero, a Nueva
España.
(184) GALBIS DÍEZ, M.C.
Catálogo de Pasajeros a Indias, vol. VI (núm. 2711, p. 342).
4-V-1580.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Marco Antonio,
natural de Caspe, hijo de Bartolomé de Sanabria y de Isabel Dolader, soltero, a la
Nueva España por criado del clérigo presbítero Bartolomé Roca.
242
(185) GALBIS DÍEZ, M.C.
Catálogo de Pasajeros a Indias, vol. VI (núm. 2710, p. 342).
4-V-1580.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Agustín Borruel, natural de Caspe, hijo de Antonio y de Bárbara Gil, a Nueva España por criado del clérigo presbítero Bartolomé Roca.
(186) GALBIS DÍEZ, M.C.
Catálogo de Pasajeros a Indias, vol. VI (núm. 2714, p. 343).
4-V-1580.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias del licenciado Bartolomé Roca, clérigo presbítero natural de Caspe, hijo de Juan y de María Serrano,
a Nueva España como racionero de la catedral de Tlaxcala.
(187) GALBIS DÍEZ, M.C.
Catálogo de Pasajeros a Indias, vol. VI (núm. 2709, p. 343).
4-V-1580.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Jácome Roca,
natural de Caspe, hijo de Juan y de María Serrano, soltero, a Nueva España con su
hermano el racionero Bartolomé.
(188) GALBIS DÍEZ, M.C.
Catálogo de Pasajeros a Indias, vol. VI (núm. 2723, p. 334).
5-V-1580.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias del licenciado Martín de Espés, capellán real, natural de Zaragoza, hijo de Pedro y de Juana Martín, a
Nueva Galicia como deán de su catedral.
(189) GALBIS DÍEZ, M.C.
Catálogo de Pasajeros a Indias, vol. VI (núm. 2721, p. 343).
5-V-1580.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Martín de
Orive, natural de Calatayud, hijo de Pedro y de Justa Domínguez, soltero, a Nueva
Galicia por criado del licenciado Martín de Espés.
(190) GALBIS DÍEZ, M.C.
Catálogo de Pasajeros a Indias, vol. VI (núm. 3102, p. 392).
28-V-1580.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Baltasar Sánchez, natural de Tarazona, soltero, hijo de Melchor y de María Camarga, a la Nueva
España por criado del virrey Lorenzo Suárez de Mendoza.
(191) GALBIS DÍEZ, M.C.
Catálogo de Pasajeros a Indias, vol. VI (núm. 3131, p. 396).
31-V-1580.
243
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Alonso Montero, natural de Brea, hijo de Francisco y de Juana, soltero, a la Nueva España por
criado de don Antonio de Saavedra y Guzmán.
(192) GALBIS DÍEZ, M.C.
Catálogo de Pasajeros a Indias, vol. VI (núm. 3572, p. 450).
1580.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Juan Izquierdo,
natural de Cariñena, hijo de Juan y de Isabel Segarra, al Nuevo Reino de León con
su mujer, Rufina Rodríguez, acompañando a Luis de Carvajal.
(193) AGI Indiferente General 2092, N. 45. 1581.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Damián Claros
Valles, de Aragón, para pasar al Perú.
(194) AGI Pasajeros L. 6, E. 3712.
Contratación 5538, L. 1, f. 486. 19-V-1581.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Pedro de
Fonz, natural de Cho [des], de Aragón, soltero, hijo de García de Fonz y de
Juana de Arbejón, a la provincia del Espíritu Santo, con el gobernador Francisco
de Cáceres.
(195) GALBIS DÍEZ, M.C.
Catálogo de Pasajeros a Indias, vol. VI (núm. 3727, p. 470).
19-V-1581.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Pedro Abadía,
natural de Huesca, hijo de Juan y de María Barluenga, soltero, a la provincia del
Espíritu Santo con el gobernador Francisco de Cáceres.
(196) GALBIS DÍEZ, M.C.
Catálogo de Pasajeros a Indias, vol. VI (núm. 3685, p. 462).
19-V-1581.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Juan de Aguado, natural de Zaragoza, hijo de Pedro y de María Linares, albañil, a la provincia
del Espíritu Santo con su mujer, Mariana de la Fuente, y con el gobernador, Francisco de Cáceres.
(197) GALBIS DÍEZ, M.C.
Catálogo de Pasajeros a Indias, vol. VI (núm. 3742, p. 472).
19-V-1581.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Pedro de Arnedo, natural de Huesca, hijo de Juan y de Francisca de Vargas, soltero, a la provincia del Espíritu Santo con su gobernador, Francisco de Cáceres.
244
(198) GALBIS DÍEZ, M.C.
Catálogo de Pasajeros a Indias, vol. VI (núm. 3735, p. 472).
19-V-1581.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Juan Jerónimo
Bautista, natural de Zaragoza, hijo de Juan y de María Sánchez, soltero, a la provincia del Espíritu Santo con su gobernador, Francisco de Cáceres.
(199) GALBIS DÍEZ, M.C.
Catálogo de Pasajeros a Indias, vol. VI (núm. 3724, p. 470).
19-V-1581.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Miguel Baltasar
de Bedoya, natural de Zaragoza, hijo de Pedro y de Ana Tienda, soltero, a la provincia del Espíritu Santo con su gobernador, Francisco de Cáceres.
(200) GALBIS DÍEZ, M.C.
Catálogo de Pasajeros a Indias, vol. VI (núm. 3709, p. 468).
19-V-1581.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Juan de Bérbedes, natural de Zaragoza, soltero, hijo de Juan y de Ana de Tudela, a la provincia
del Espíritu Santo con su gobernador, Francisco de Cáceres.
(201) GALBIS DÍEZ, M.C.
Catálogo de Pasajeros a Indias, vol. VI (núm. 3694, p. 466).
19-V-1581.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Andrés Calvo
de Cáceres, natural de Huesca, soltero, hijo de Hernán y de Catalina, a la provincia del Espíritu Santo con su gobernador, Francisco de Cáceres.
(202) GALBIS DÍEZ, M.C.
Catálogo de Pasajeros a Indias, vol. VI (núm. 3702, p. 467).
19-V-1581.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Martín Pérez,
natural de Zaragoza, hijo de Martín y de Jerónima Casado, soltero, a la provincia
del Espíritu Santo con su gobernador, Francisco de Cáceres.
(203) GALBIS DÍEZ, M.C.
Catálogo de Pasajeros a Indias, vol. VI (núm. 3690, p. 465).
19-V-1581.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Juan de Cortes,
natural de Ateca, hijo de Juan y de Juana Muñoz, con su mujer, Ana García, y sus
hijos Juan, Agustín y Hernando, a la provincia del Espíritu Santo con su gobernador, Francisco de Cáceres.
245
(204) GALBIS DÍEZ, M.C.
Catálogo de Pasajeros a Indias, vol. VI (núm. 3696, p. 466).
19-V-1581.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Cristóbal Camañas, natural de Zaragoza, soltero, hijo de Luis y de Catalina Rodríguez, a la provincia del Espíritu Santo con su gobernador, Francisco de Cáceres.
(205) GALBIS DÍEZ, M.C.
Catálogo de Pasajeros a Indias, vol. VI (núm. 3229, p. 470-71).
19-V-1581.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Pedro Garasa,
natural de Huesca, hijo de Pedro y de Catalina Gurrea, soltero, a la provincia del
Espíritu Santo con su gobernador, Francisco de Cáceres.
(206) GALBIS DÍEZ, M.C.
Catálogo de Pasajeros a Indias, vol. VI (núm. 3698, p. 466).
19-V-1581.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Miguel Garcés
Martel, natural de Ateca, hijo de Bartolomé y de Jerónima, a la provincia del Espíritu Santo con su gobernador, Francisco de Cáceres.
(207) GALBIS DÍEZ, M.C.
Catálogo de Pasajeros a Indias, vol. VI (núm. 3710, p. 468).
19-V-1581.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Martín de Heredia, natural de Burbáguena, hijo de Pedro y de María de la Cruz, soltero, a la
provincia del Espíritu Santo con su gobernador, Francisco de Cáceres.
(208) GALBIS DÍEZ, M.C.
Catálogo de Pasajeros a Indias, vol. VI (núm. 3704, p. 467).
19-V-1581.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Berenguer Larrui, natural del lugar de Merli (Isábena), soltero, hijo de Miguel y de Ana de Turano, a la provincia del Espíritu Santo con su gobernador, Francisco de Cáceres.
(209) AGI Pasajeros L. 6, E. 3721.
Contratación 5538, L. 1, f. 486v. 19-V-1581.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Martín Llorente, natural de Colungo, soltero, hijo de Pedro Lorente y de Juana Beltrán, a la provincia del Espíritu Santo con el gobernador Francisco de Cáceres.
(210) GALBIS DÍEZ, M.C.
Catálogo de Pasajeros a Indias, vol. VI (núm. 3697, p. 466).
19-V-1581.
246
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Francisco de
Ostavas, natural de Arándiga, soltero, hijo de Pedro y de Gracia Martínez, a la provincia del Espíritu Santo con su gobernador, Francisco de Cáceres.
(211) GALBIS DÍEZ, M.C.
Catálogo de Pasajeros a Indias, vol. VI (núm. 3686, p. 464).
19-V-1581.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Juan de Rasal,
natural de Huesca, hijo de Juan y de Juana de San Ginés, con su mujer, Ana del
Toro y sus hijos, Tomás y Ana, a la provincia del Espíritu Santo con su gobernador,
Francisco de Cáceres.
(212) GALBIS DÍEZ, M.C.
Catálogo de Pasajeros a Indias, vol. VI (núm. 3703, p. 467).
19-V-1581.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Tomás de
Rasal, natural de Huesca, soltero, hijo de Juan y de Juana de San Ginés, a la provincia del Espíritu Santo con su gobernador, Francisco de Cáceres.
(213) GALBIS DÍEZ, M.C.
Catálogo de Pasajeros a Indias, vol. VI (núm. 3726, p. 470).
19-V-1581.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Agustín de
Roda, natural de Huesca, soltero, hijo de Pedro y de Agustina de Aragón, a la provincia del Espíritu Santo con su gobernador, Francisco de Cáceres.
(214) GALBIS DÍEZ, M.C.
Catálogo de Pasajeros a Indias, vol. VI (núm. 3711, p. 468).
19-V-1581.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Francisco de
Santa Cruz, natural de Zaragoza, soltero, hijo de Francisco y de Beatriz Colón, a la
provincia del Espíritu Santo con su gobernador, Francisco de Cáceres.
(215) GALBIS DÍEZ, M.C.
Catálogo de Pasajeros a Indias, vol. VI (núm. 3720, p. 469).
19-V-1581.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Andrés Sanz,
natural de Castejón de Monegros, soltero, hijo de Martín y de Ana de Guallart, a
la provincia del Espíritu Santo con su gobernador, Francisco de Cáceres.
(216) GALBIS DÍEZ, M.C.
Catálogo de Pasajeros a Indias, vol. VI (núm. 3733, p. 471).
19-V-1581.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Luis de Suelves, natural de Barbastro, soltero, hijo del señor de Suelves y de doña María Latrás,
a la provincia del Espíritu Santo con su gobernador, Francisco de Cáceres.
247
(217) AGI Patronato, 77, N. 1, R. 3. 1582
Información de los méritos y servicios de Hernando Aragonés, uno de los
primeros conquistadores que sirvieron en Nueva España; de Juan de Aragón, que
fue conquistador de la provincia de Zapotecas; abuelo y padre, respectivamente, de
Magdalena de Grijalva y Aragón, esposa del peticionario Alonso Suárez de Escobar; y los de Sebastián de Grijalva, descubridor de las tierras del río de Grijalva y
conquistador de la Nueva España con Hernán Cortés.
(218) GALBIS DÍEZ, M.C.
Catálogo de Pasajeros a Indias, vol. VI (núm. 3918, p. 494).
26-I-1582.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Damián de Clarosvalles, natural de Aguaviva, hijo de Jaime y de Barbola Cerdán, al Perú.
(219) GALBIS DÍEZ, M.C.
Catálogo de Pasajeros a Indias, vol. VI (núm. 4586, p. 575).
10-III-1582.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Juan Cosme de
la Sala, natural de Ejea, hijo de Juan y de Francisca Puch, con su mujer, Juana de
Miranda, a Cartagena de Indias.
(220) GALBIS DÍEZ, M.C.
Catálogo de Pasajeros a Indias, vol. VI (núm. 4907, p. 613).
17-III-1582.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Diego de Morentín, natural de El Pilar, en Aragón, soltero, hijo de Gonzalo y de Isabel de Lobera, a Cartagena de Indias por criado de Cosme de Lesla.
(221) GALBIS DÍEZ, M.C.
Catálogo de Pasajeros a Indias, vol. VI (núm. 4908, p. 614).
17-III-1582.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Juan de Alagón
y Zurita, natural de Zaragoza, soltero, hijo de Juan y de Antona Gracia, al Perú.
(222) GALBIS DÍEZ, M.C.
Catálogo de Pasajeros a Indias, vol. VI (núm. 5001, p. 625).
27-III-1582.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Martín Juan de
Casanueva, natural de Zaragoza, hijo de Domingo y de Cándida Pindano, soltero,
al Perú por criado del bachiller Pedro de Ozaeta, clérigo.
(223) GALBIS DÍEZ, M.C.
Catálogo de Pasajeros a Indias, vol. VII (núm. 70, p. 19).
21-III-1588.
248
Expediente de información y licencia de pasajeros a Indias de los franciscanos:
— fray Juan de Alanís, del convento de Borja;
— fray Pablo de Cuevas, del convento de Borja;
— fray Manuel de la Cruz, del convento de Borja;
— fray Diego Hernández de Moreda, del convento de Borja;
— fray Francisco de Jaraiz, del convento de Borja;
— fray Vicente del Ponte, del convento de Borja;
— fray Antonio Mela, del convento de Tarazona;
— fray Martín Mirón, del convento de Tarazona;
— fray Juan Balsa, del convento de Tarazona;
— fray Antonio Gudino, del convento de Tarazona;
— fray Bernardino Simón, del convento de Tarazona;
— fray Cristóbal de Santa Catalina, del convento de Huesca;
— fray Manuel de Santa María, del convento de Huesca;
— fray Francisco de Martes, del convento de Huesca;
— fray Juan de Jáuregui, del convento de Huesca;
— fray Alonso de Baños, del convento de Huesca;
— fray Silvestre de Logroño, del convento de Zaragoza;
— fray Francisco Morillo, del convento de Zaragoza;
— fray Bartolomé Nieto, del convento de Zaragoza;
— fray Cosme Navarro, del convento de Zaragoza;
— fray Antonio Pérez, del convento de Zaragoza;
— fray Antonio de Pradas, del convento de Zaragoza;
a Santo Domingo, en la expedición de fray Juan de la Cruz.
(224) GALBIS DÍEZ, M.C.
Catálogo de Pasajeros a Indias, vol. VII (núm. 124, p. 29).
11-XI-88
Expediente de información y licencia de pasajeros a Indias de los franciscanos del convento de Jesús de Zaragoza que siguen:
— fray Nicolás de Vargas;
— fray Martín Varo;
— fray Francisco López;
— fray Fernando de Palencia;
— fray Juan Núñez;
— fray Pedro Delgado;
— fray Martín Bermúdez;
— fray Eliseo de Portugal;
— fray Juan Marín;
— fray Cristóbal Martínez;
— fray Francisco de la Oliva;
249
— fray Pedro Barba;
— fray Sebastián de Virués;
a Costa Rica, Nicaragua y Honduras.
(225) GALBIS DÍEZ, M.C.
Catálogo de Pasajeros a Indias, vol. VII (núm. 184, p. 35).
30-I-1589.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Francisco
López, clérigo tonsurado, natural de La Fresneda, al Perú.
(226) GALBIS DÍEZ, M.C.
Catálogo de Pasajeros a Indias, vol. VII (núm. 529, p. 82).
7-VII-1590.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Tomás López,
natural de Jaca, soltero, hijo de Tomás y de Orosia Lapeire, a la Nueva España por
cantor de la catedral de México.
(227) AGI Contratación 732, N. 15. 1591.
Autos de mosén Juan Tarragón, presbítero, con Pedro de Espluga sobre cobranza de varias partidas que le vinieron consignadas de Cartagena de Indias.
(228) AGI Indiferente General, 2103, N. 7, 1591.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Pedro de Valdivia, de Zaragoza. A Tierra Firme (Indiferente General, 2099, N. 54).
(229) GALBIS DÍEZ, M.C.
Catálogo de Pasajeros a Indias, vol. VII (núm. 750, p. 113).
18-IV-1591.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Alonso González, natural de Albalate, soltero, hijo de Jerónimo y de Lucía la Tella, a Quito, por
criado de Pedro de Robres.
(230) AGI Indiferente General, 2100, N. 57. 1592.
Expediente de concesión de licencia para pasar al Perú de Miguel Ochoa,
mercader de Zaragoza, vecino de Lima, con sus dos criados Pedro y Juan Fernández. También en AGI Indiferente General, 2103, N. 7. 1592.
(231) AGI Indiferente General, 2103, N. 7. 1592.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Juan de Fuentes, de Zaragoza, a Perú. También en Indiferente General, 2102, N. 42, con la
misma fecha.
(232) GALBIS DÍEZ, M.C.
Catálogo de Pasajeros a Indias, vol. VII (núm. 1343, p. 198).
24-I-1592.
250
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Juan de Marroviza de Estrella, natural de Cariñena, hijo de Jaime y de Jerónima, al Perú.
(233) GALBIS DÍEZ, M.C.
Catálogo de Pasajeros a Indias, vol. VII (núm. 1344, p. 198).
24-I-1592.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Miguel de Marroviza de Estrella, natural de Cariñena, hijo de Jaime y de Jerónima, con su hermano Juan al Perú.
(234) GALBIS DÍEZ, M.C.
Catálogo de Pasajeros a Indias, vol. VII (núm. 1384, p. 204).
25-I-1592.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Victorián Tafalla, natural de Zaragoza, hijo de Francisco y de Jerónima Martel, soltero, al Perú
por criado de Jerónimo Ram.
(235) GALBIS DÍEZ, M.C.
Catálogo de Pasajeros a Indias, vol. VII (núm. 1480, p. 218).
31-I-1592.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Lamberto de
Robles, natural de Zaragoza, hijo de Juan Francisco Brunete y de Isabel de Robles,
al Perú por mercader.
(236) GALBIS DÍEZ, M.C.
Catálogo de Pasajeros a Indias, vol. VII (núm. 1582, p. 233).
3-II-1592.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Bernardo Guajardo, natural de Cetina, soltero, hijo de Jaime y de Isabel López, al Perú por criado el licenciado Juan Velázquez de Espina.
(237) AGI Pasajeros L. 7, E. 1571.
Contratación 5238, N. 1, R. 42. 2-III-1592.
Contratación 5538, L. 3, f. 100v. 3-II-1592.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Miguel de Fano,
criado de Juan de Loyola, natural de Pina, hijo de Juan de Fano y Catalina de Broto,
al Perú como criado de don Juan de Loyola. Miguel de Fano es conocido también
por Alonso Rodríguez (Bienes de difuntos en 1617. Contratación 518, N. 1, R. 6.)
(238) GALBIS DÍEZ, M.C.
Catálogo de Pasajeros a Indias, vol. VII (núm. 1874, p. 276).
13-VII-1592.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias del capitán Alonso
Ordóñez, natural de Calanda, soltero, hijo de Diego y de María González, a Yucatán por gobernador.
251
(239) GALBIS DÍEZ, M.C.
Catálogo de Pasajeros a Indias, vol. VII (núm. 2482, p. 363).
29-I-1593.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de don Luis Belver
y Arellano, natural de Barbastro, hijo de don Ausias de Belver y de doña Brianda
de Luna y Arellano, a la Nueva España con su mujer doña Jerónima Rondón, natural de Cádiz.
(240) GALBIS DÍEZ, M.C.
Catálogo de Pasajeros a Indias, vol. VII (núm. 2825, p. 410).
14-IX-1593.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias del cantero Juan
Alonso de Estrada, natural de Hoz, hijo de Juan y de Catalina González, a Puerto
Rico con su gobernador, Pedro Suárez Coronel.
(241) AGI Pasajeros L. 7, E. 3035.
Contratación 5538, L. 3, f. 192v.
Contratación 5246, N. 2, R. 1. 19-I-1594.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Martín de Oliver, oficial de carpintería, natural de Luesia, hijo de Juan Oliver y Juana de Ayneto,
al Perú como criado de don Miguel de Arraiza, clérigo.
(242) AGI Pasajeros L. 7, E. 3062.
Contratación, 5247. N. 2, R. 28. 22-I-1594.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Martín de
Ayala, soltero, natural de Tardienta, hijo de Martín de Ayala y Juana Cabero, a
Perú como criado de Miguel de Arraiza, clérigo.
(243) GALBIS DÍEZ, M.C.
Catálogo de Pasajeros a Indias, vol. VII (núm. 3172, p. 462).
31-I-1594.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Jerónimo Vicente Colom, natural de Valderrobres, hijo de Juan y de Catalina Colomer, soltero,
al Nuevo Reino de Granada por criado del licenciado Villagómez.
(244) GALBIS DÍEZ, M.C.
Catálogo de Pasajeros a Indias, vol. VII (núm. 3440, p. 497).
9-II-1594.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Catalina Gutiérrez, natural de San Agustín, hija de Juan Izquierdo y de María Gutiérrez, con su
hijo, Juan Fernández de Velasco, a Tierra Firme.
(245) GALBIS DÍEZ, M.C.
Catálogo de Pasajeros a Indias, vol. VII (núm. 3439, p. 496-497).
9-II-1594.
252
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Bartolomé
González, natural de Mediana, hijo de Bartolomé y de María Sierra, soltero, al
Nuevo Reino de Granada por criado de Alonso del Pulgar.
(246) GALBIS DÍEZ, M.C.
Catálogo de Pasajeros a Indias, vol. VII (núm. 3511, p. 506).
12-II-1594.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Juan Ignacio
Calvo, natural de Calamocha, hijo de Juan y de Antona García, soltero, al Perú por
criado de Íñigo de Iribe.
(247) GALBIS DÍEZ, M.C.
Catálogo de Pasajeros a Indias, vol. VII (núm. 3515, p. 507).
12-II-1594.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Miguel Ochoa,
natural de Zaragoza, hijo de Juan y de Isabel Capilla, al Perú.
(248) GALBIS DÍEZ, M.C.
Catálogo de Pasajeros a Indias, vol. VII (núm. 3793, p. 547).
17-VI-1594.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Jerónimo
Pérez, natural de Miravete, hijo de Pedro y de María Sánchez, soltero, a la Nueva
España por criado del inquisidor don Alonso de Peralta.
(249) AGI Pasajeros L. 7, E. 3821
Contratación 5538, L. 3, f. 244v. 18-VI-1594.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Martín Gómez
de Herrera, natural de Herrera, soltero, hijo de Diego Marfil y de Inés García, a
Nueva España.
(250) GALBIS DÍEZ, M.C.
Catálogo de Pasajeros a Indias, vol. VII (núm. 4154, p. 595).
5-XII-1595.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Juan Cisquerol,
natural de Rubielos, hijo de Antón y de Margarita Ten, soltero, al Perú por criado
del mercedario fray Gabriel de Sotomayor.
(251) AGI Indiferente General, 2103, N. 7. 1596.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Juan Salas Malo.
Expediente de concesión de licencia para pasar a Cartagena de Indias con un cuñado. Natural de Caminreal, casado con Juana Salmerón. Familiar del Santo Oficio.
(252) AGI Contratación 5256, N. 1, R. 53.
10-I-1597
Relación de pobladores a Santo Domingo (Isla Española): Nicolás de Añón.
253
(253) GALBIS DÍEZ, M.C.
Catálogo de Pasajeros a Indias, vol. VII (núm. 4592, p. 644).
22-II-1597.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Pedro de Covazo, natural de Torrecilla, hijo de Juan y de Isabel de Tejada, soltero, al Perú por
criado de don Francisco de Ampuero, regidor de la Ciudad de los Reyes.
(254) GALBIS DÍEZ, M.C.
Catálogo de Pasajeros a Indias, vol. VII (núm. 4707, p. 646).
8-III-1597.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Juan de Retes,
natural de Zaragoza, hijo de Pedro y de María Bernal, soltero, a Nueva España,
Perú y Tierra Firme.
(255) GALBIS DÍEZ, M.C.
Catálogo de Pasajeros a Indias, vol. VII (núm. 4609, p. 646).
10-III-1597.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Pedro del
Pueyo, natural de Barbastro, soltero, al Perú.
(256) GALBIS DÍEZ, M.C.
Catálogo de Pasajeros a Indias, vol. VII (núm. 4664, p. 653).
27-III-1597.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Pedro García,
natural de Zaragoza, hijo de Antón y de Ana Hernández, soltero, a Cartagena de
Indias como carpintero y albañil con Gaspar López.
(257) GALBIS DÍEZ, M.C.
Catálogo de Pasajeros a Indias, vol. VII (núm. 4668, p. 666).
3-VI-1597.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Pedro Francisco, natural de Acered, hijo de Diego Álvarez y de María Francisco, soltero, a La
Habana por criado del capitán Francisco Sánchez de Moya.
(258) AGI Pasajeros L. 7, E. 4899.
Contratación 5256, N. 2, R. 16. 22-V-1598.
Expediente de información y pasajero de Juan Antolín, natural de El Grado,
Aragón, hijo de Marco Antolín y Margarita Marzal, con su mujer, Gracia de Zamudio, de El Grado, hija de Pedro Martín de Zamudio y Antonia Samper, y sus hijos
Pedro, Vicente e Isabel Antolín, naturales de Sevilla, al Perú.
(259) GALBIS DÍEZ, M.C.
Catálogo de Pasajeros a Indias, vol. VII (núm. 4901, p. 681).
22-V-1598.
254
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Antonia Alonso, natural de Villanueva, hija de Marín y de Inés Domínguez, soltera, al Perú, por
criada de Juan Antolín.
(260) GALBIS DÍEZ, M.C.
Catálogo de Pasajeros a Indias, vol. VII (núm. 4900, p. 681).
22-V-1598.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Juan Miguel de
Villanueva, soltero, natural de Zaragoza, hijo de Lorenzo, notario, y de Francisca
Cariñena, al Perú por criado de Juan Antolín.
(261) AGI Pasajeros L. 7, E. 5045.
Contratación 5255, N. 1, R. 24. 19-VIII-1598.
Expediente de información y licencia de pasajero de Antonio Loaisa, hijo de
Domingo Loaisa y Antonia Suñer, natural de Grañén, Aragón, al Perú.
(262) GALBIS DÍEZ, M.C.
Catálogo de Pasajeros a Indias, vol. VII (núm. 5209, p. 717).
7-IX-1598.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Agustín de
Vera, natural de Fraga, hijo de Bartolomé, viudo, a la Isla Margarita por criado de
Francisco de Ávila.
(263) GALBIS DÍEZ, M.C.
Catálogo de Pasajeros a Indias, vol. VII (núm. 5272, p. 725).
12-IX-1598.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Juan de Monteagudo, natural de Tarazona, hijo del licenciado Pedro García y de Inés Tendera, soltero, al Perú con su hermano Sebastián de Monteagudo.
(264) GALBIS DÍEZ, M.C.
Catálogo de Pasajeros a Indias, vol. VII (núm. 5533, p. 756).
8-VI-1599.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Antonio de
Lara y Leiva, natural de Aguilar, hijo de Antón Sánchez de Luque y de Catalina
Fernández, soltero, al Perú.
(265) AGI Pasajeros L. 8, E. 81.
Contratación 5261, N. 1, R. 69. 28-III-1600
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Juan Sanz de
Añoa, natural de Zaragoza, soltero, hijo de Juan Sanz de Añoa y de Isabel de Ortabad, a Chile como criado de Andrés de la Torre Agustina, tesorero de la Real Hacienda (contador de Chile).
255
(266) AGI Pasajeros L. 8, E. 190.
Contratación, N. 2, R. 59. 20-V-1600.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Juan Marti Cerrato, natural de Campillo, soltero, hijo de Bartolomé Mateos y de Elvira Núñez, a
Nueva España.
(267) AGI Pasajeros 5261, N. 1, R. 11.
Contratación 5261, N. 1, R. 11. 7-VI-1600.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Juan Grande,
de Ribarroja de Turia, criado del arzobispo fray Agustín Davila Padilla, arzobispo de
Santo Domingo, a Santo Domingo.
(268) AGI Pasajeros L. 8, E. 332. 7-VI-1600.
Contratación 5261, N. 1, R. 18.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Gaspar de Aliaga y su hijo Gregorio, negros, criados del anterior, a Santo Domingo.
(269) AGI Pasajeros 5261, N. 1, R. 33.
Contratación 5261, N. 1, R. 33. 29-III-1600.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Martín Gómez
de Herrera, de Herrera, soltero, criado de Pedro de Acuña, gobernador y Capitán
General de Filipinas, a Cartagena de Indias.
(270) AGI Pasajeros L. 8, E. 95.
Contratación 5261, N. 1, R. 34. 29-III-1600.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Francisco de
Fuenmayor Salazar, natural de Torres, soltero, hijo de Bernabé de Fuenmayor y
María Salazar, a Cartagena de Indias como criado de don Pedro de Acuña, gobernador de Filipinas.
(271) AGI Pasajeros 5261, N. 1, R. 35.
Contratación 5261, N. 1, R. 35. 29-III-1600.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de José de San
Román, de San Martín de Torres, soltero, hijo de Pedro de San Román y Leonor
Hernández, a Cartagena de Indias como criado de don Pedro de Acuña, gobernador de Filipinas.
(272) AGI Pasajeros 5261, N. 1, R. 44. 1600.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Pedro Sandoz
Agustín, de Naval, criado de ocho jesuitas.
(273) AGI Pasajeros 5261, N. 1, R. 48.
Contratación 5261, N. 1, R. 48. 29-III-1600.
256
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Lucas de Andía
y Campos, de Zaragoza, hijo de Gregorio de Andía y Águeda de Campos. A Tucumán. Criado de fray Domingo de Andía. Y doce mercedarios.
(274) AGI Pasajeros L. 8, E. 310.
Contratación 5261, N. 1, R. 55. 6-VI-1600.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Baltasar García
Granizo, de Portillo, a Guatemala con el alcalde mayor de Chiapas, Baltasar de
Muriel Valdivieso.
(275) AGI Pasajeros L. 8, E. 5.
Contratación 5261, N. 2, R. 39. 5-III-1600.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Sebastián Vélez
de los Ríos, de Cervera (de Aniñón), hijo de Andrés de los Ríos y Francisca de Cos.
Al Perú.
APÉNDICE II. REGISTROS DEL SIGLO XVII
(1) AGI Pasajeros L. 8, E. 623.
Contratación 5265, N. 2, R. 33. 24-I-1601.
García Hernández. Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de García Hernández, natural de El Campillo, hijo de Gonzalo López y Catalina Gonzalez, con su esposa María Blázquez de Maguilla, natural de El Campillo,
hija de Diego Martín de Maguilla y María Blázquez, y sus hijos Sebastián y Catalina,
a Perú.
(2) AGI Pasajeros L. 8, E. 579.
Contratación 5268, N. 2, R. 49. 21-I-1601.
Expediente. de información y licencia de pasajero a Indias de Juan de Aragón con su mujer Marina López, al Nuevo Reino de Granada, de donde vino.
(3) AGI Contratación 5265, N. 2, R. 37. 15-I-1601.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Pedro Mateos,
criado del licenciado Bartolomé de la Canal de la Madriz, vecino de Santa María,
hijo de Domingo de Castro y Catalina López, a Guatemala.
(4) AGI Pasajeros L. 8, E. 630.
Contratación 5265, N. 2, R. 40. 24-I-1601.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Magdalena
López Morillo, criada del licenciado Bartolomé de La Canal de la Madriz, natural
de Fuentes, hija de F. Morill y L. García, a Guatemala.
257
(5) AGI Pasajeros L. 8, E. 788.
Contratación 5266, N. 1, R. 65. 12-II-1601.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Pedro Suárez
de la Vega, de Alcolea (de Cinca), hijo de Pedro y Francisca de Mesa, con su mujer
Ana Díaz, natural de Aracena, hija de Francisco e Inés, al Perú.
(6) AGI Pasajeros L. 8, E. 859.
Contratación 5267, N. 1, R. 74. 15-II-1601.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Catalina Marín,
de La Puebla, hija de Juan Borrego y Francisca Marín, al Perú, con su hijo Lucas
para estar con su marido, Luis de la Paz.
(7) AGI Pasajeros L. 8, E. 910.
Contratación 5266, N. 2, R. 61. 17-II-1601.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Marín de Orellana, de Adahuesca, soltero, hijo de Francisco y María Arévalo, al Nuevo Reino de
Granada, como criado del licenciado Alonso Vázquez de Cisneros.
(8) AGI Pasajeros L. 8, E. 1033.
Contratación 5266, N. 2, R. 60. 22-II-1601.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de don Francisco
de Motilva y Garro, de Zuriza, soltero, hijo de don Pedro y doña Catalina, al Perú
con su hermano don Pedro, canónigo de la catedral de El Cuzco.
(9) AGI Pasajeros L. 8, E. 1046.
Contratación 5266, N. 2, R. 61. 23-II-1601.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Miguel de Ceruco, de Puente la Reina, hijo de Martín y María Martín de Amézaga. Al Perú
como criado del canónigo de la catedral de El Cuzco, don Pedro Motilva y Garro.
(10) AGI Pasajeros L. 8, E. 1052
Contratación 5268, N. 2, R. 15. 23-II-1601.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Lázaro Martín
de Valdés, de Colungo, soltero, hijo de Fernando Martínez y de María de Valdez, al
Perú como criado del Dr. Francisco Verdugo, inquisidor de Los Reyes.
(11) AGI Contratación 5238, L. 2, f. 72. 24-II-1601.
1054. Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de fray
Mateo de Molina en Aragón, a Yucatán.
(12) AGI Contratación 5266, N. 2, R. 19. 1601.
1060. Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Pedro
Pérez de Medina, de Mallén, soltero, hijo de Pedro y Graciosa. Al Perú, como criado de Pedro Gonzalvo.
258
(13) AGI Contratación 5259 B, N. 2, R. 16. 1601.
1118. Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Martín
Vicente, de Blancas, soltero, hijo de Antón y María. Al Perú como criado del Dr.
Pérez Merchán, fiscal de la Audiencia de Lima (22-IV-1601).
(14) AGI Contratación 5265, N. 1, R. 20. 1601.
1130. Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Blas
García, de Villafranca, con su mujer, Beatriz Guerra, a Yucatán (10-V-1601).
(15) AGI Pasajeros L. 8, E. 1257. 1601.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de fray Bartolomé
Fort. OP de Zaragoza, a Filipinas con fray Tomás Fernández.
(16) AGI Pasajeros L. 8, E. 1258. 15-VI-1601.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de fray Jerónimo
de Celaya, franciscano de Zaragoza, a la Nueva España.
(17) AGI Contratación 5272, N. 2, R. 11. 1602.
1411. Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de fray
Jerónimo Ramírez y fray Martín de Borja, franciscanos, a Tierra Firme (15-IV1602).
(18) AGI Pasajeros L. 8, E. 1414. 16-IV-1602.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias a don Martín de
Alcega y Arriola, clérigo, beneficiado de Zaragoza, al Nuevo Reino de Granada.
(19) AGI Contratación 5261, N. 1, R. 11. 10-V-1602.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Pero Martínez
del Villar, natural de Munébrega, soltero, hijo de Dionisio del Villar, a Nueva España como criado de Payo Pereira.
(20) AGI Contratación 5272, N. 1, R. 55. 30-V-1602.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Alonso de Arbués, natural de Calatayud, hijo de Melchor y de Jerónima Alazán, a la Nueva España por criado de Luis Hurtado de Alcocer.
(21) AGI Pasajeros L. 8, E. 1794. 22-I-1603.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Sebastián de
Castrosillo, natural de Zaragoza, soltero, hijo de Antonio y de Ana Navarro, a Cartagena de Indias, por criado de Alonso López de León.
(22) AGI Contratación 5538, L. 2, f. 80. 3-VI-1603.
Expediente de información y licencia de pasajeros a Indias de fray Antonio
de Alcega, franciscano, a Mechoacán, con los religiosos siguientes:
259
—José Monclús, Domingo Barón, Juan Francés, Juan Fuster, Miguel Val,
Juan Sáez y Jerónimo Adrián, del convento de Zaragoza;
—Domingo Matías, de Cariñena;
—Juan Aricoz, Diego Márquez y Miguel Tolón, del de Calatayud;
—Miguel Cuber, del de Ejea de los Caballeros;
—Domingo Moracho, del de Ariza;
—Antonio Orduña, del de Borja.
(23) AGI Pasajeros L. 8, E. 2168. 6-VI-1603.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de fray Juan Leonardo Cortés, franciscano de Zaragoza, a Zacatecas en la expedición de fray Juan
Gómez.
(24) AGI Pasajeros L. 8, E. 2466. 22-VII-1603.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Juan Coronado, de Zaragoza, con su mujer a Nueva España como criado del virrey don Juan de
Mendoza y Luna, marqués de Montesclaros.
(25) AGI Pasajeros L. 8, E. 2544. 30-III-1604.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Jerónimo de
Villarnau, jesuita, natural de Zaragoza, al Perú en la expedición del padre José de
Arriaga, de la Compañía de Jesús.
(26) AGI Pasajeros L. 8, E. 2542. 30-III-1604.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Jerónimo Morante, jesuita de Zaragoza, a la Nueva Granada en la expedición del padre Alonso
de Medrano de la Compañía de Jesús.
(27) AGI Pasajeros L. 8, E. 2543. 30-III-1604.
Expediente de información y licencia de pasajeros a Indias de los jesuitas
Hernando Arruebo y Marco Antonio, de Zaragoza, al Perú por Tucumán y Santa
Cruz de la Sierra, en la expedición del padre Diego de Torres de la Compañía de
Jesús.
(28) AGI Pasajeros L. 8, E. 2744. 14-VI-1604.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Francisco
Ramos, jesuita, natural de Zaragoza, a Filipinas en la expedición del padre Pedro
Montes de la Compañía de Jesús.
(29) AGI Pasajeros L. 8, E. 2547. 16-VI-1604.
Expediente de información y licencia de pasajeros a Indias de los padres dominicos fray Blas de Plaza y fray José Ramírez, de Zaragoza, con destino a Guatemala en la expedición de fray Alonso García.
(30) AGI Contratación 5290, N. 86. 18-IV-1605.
Pasajeros L. 8, E. 3539.
260
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias a Cristóbal de la
Villa, natural de Zaragoza, hijo de Vidal y de María de Robles. A Honduras por
criado del clérigo Alonso Ibáñez.
(31) AGI Pasajeros L. 8, E. 3466. 8-VI-1605.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias del padre Pedro
Chiriano, jesuita del colegio de Calatayud, a Filipinas acompañado de [entre otros]
los siguientes clérigos de la Compañía de Jesús:
—padre Andrés González, natural de Calatayud;
—y padre Miguel Esteban, natural de Zaragoza.
(32) AGI Contratación 5538, L. 2, ff. 87-87v. 20-VI-1605.
Expediente de información y licencia de pasajeros a Indias de fray Juan de
San Jerónimo, agustino, a Filipinas con los religiosos siguientes:
—cuatro del convento de Madrid;
—dos del de Salamanca;
—fray Jerónimo de Cristo, del de Borja;
—fray Miguel y fray Francisco de la Madre de Dios, del de Zaragoza;
—dos del de La Nava;
—y uno del de Valladolid.
(33) AGI Pasajeros L. 8, E. 3583.
Contratación 5283, R. 24. 22-VI-1605.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Cristóbal García, de Cretas, soltero, hijo de Cristóbal García y de María Marraco, a Nueva España como criado de doña Juana de Rosales.
(34) AGI Pasajeros E. 3602.
Contratación 5283, R. 64. 23-VI-1605.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Juan Caballero
Aldama, de Azuara, soltero, hijo de Francisco, a Río Hacha como criado del tesorero Antonio de Mendía.
(35) AGI Pasajeros L. 8, E. 3632.
Contratación 5284, N. 5. 25-VI-1605.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Pedro de Cubillas, de Villanueva, soltero, hijo de Pero y María de la Fuente, a Filipinas, como
criado del Dr. Juan Manuel de la Vega.
(36) AGI Pasajeros L. 8, E. 3649.
Contratación 5287, N. 59. 25-VI-1605.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Martín López,
de Paracuellos, soltero, hijo de Martín y Juana Díaz. A Filipinas como criado de
fray Juan Robres y 50 franciscanos.
261
(37) AGI Pasajeros L. 8, E. 3703.
Contratación 5538, L. 2, ff. 85v-86. 25-VI-1605.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Filipinas los dominicos siguientes: fray Roque Benito, fray Antonio Vázquez, fray Juan Gilarte y
fray Jacinto Francia, del convento de Calatayud, y fray Domingo Vicente, del convento de Alfajarín.
(38) AGI Pasajeros L. 8, E. 3711.
Contratación 5284, N. 80. 7-VII-1605.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Juan de la Cámara Mardones, de Cariñena, a Guatemala, como criado del licenciado Diego de
Arredondo.
(39) AGI Pasajeros L. 8, E. 3792.
Contratación 5294, N. 43. 20-IV-1606.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Simón López,
de Mezquita, estudiante, soltero, hijo de Domingo y María Docón, al Nuevo Reino
de Granada, como criado de don León de Cervantes, maestrescuela de la catedral
de Santa Fe.
(40) AGI Pasajeros L. 8, E. 3802.
Contratación 5293, N. 5. 21-IV-1606.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Roque Francisco Pérez de Calatayud, natural de Zaragoza, soltero, hijo de Francisco y de Isabel
de Zaldarriaga, a Quito como criado del obispo Salvador de Rivera.
(41) AGI Pasajeros L. 8, E. 3878.
Contratación 5296, N. 2, R. 15. 2-V-1606.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Alonso Sánchez de Yebra, soltero, hijo de Juan y Ana López, al Perú como criado del contador Alonso Martínez de Pastrana.
(42) AGI Pasajeros L. 8, E. 3905.
Contratación 5294, N. 5. 6-VI-1606.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Gaspar Flores,
de Torrijos, hijo de Andrés y Catalina de Mendoza, con su mujer, María López, hija
de Antón González y María López, y sus siete hijos, a Nueva España.
(43) AGI Pasajeros L. 8, E. 3914.
Contratación 5294, N. 12. 9-VI-1606.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Juan García
Bustos, de Torrijos, hijo de Alonso Fernández y Catalina Martín, con su mujer, Ana
Rodríguez, hija de Pedro López y Catalina Rodríguez, a Nueva España.
262
(44) AGI Pasajeros L. 8, E. 3915.
Contratación 5294, N. 6. 12-VI-1606.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Miguel Sánchez, de Torrijos, hijo de Miguel y María, con su mujer, Gabriela Vázquez, hija de
Sebastián del Valle y María Gómez, con sus cinco hijos a Nueva España.
(45) AGI Pasajeros L. 8, E. 3916.
Contratación 5294, N. 7. 12-VI-1606.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Marina de la
Concepción, de Torrijos, soltera, hija de Francisco Alonso y María Díaz, a Nueva
España, como criado de Miguel Sánchez.
(46) AGI Pasajeros L. 8, E. 3918.
Contratación 5294, N. 8. 12-VI-1606.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Alfonso López
de las Pastoras, de Torrijos, soltero, hijo de Juan y Ana Fernández, a Nueva España, como criado de Miguel Sánchez.
(47) AGI Pasajeros L. 8, E. 3918.
Contratación 5294, N. 10. 12-VI-1606.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Juan de Soria,
de Torrijos, viudo, a Nueva España, de donde vino.
(48) AGI Pasajeros L. 8, E. 3924.
Contratación 5296, N. 1, R. 70. 13-VI-1606.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Andrés López
Hermoso, de Torrijos, hijo de Fernán y Catalina de Hervás, con su mujer, Ana
López, hija de Pedro y María, con sus ocho hijos, a Nueva España.
(49) AGI Pasajeros L. 8, E. 4007.
Contratación 5296, N. 1, R. 29. 27-VI-1606.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de María Sánchez,
de Torrijos, con su hija María, a Nueva España, donde está su marido Juan de Barrientos.
(50) AGI Pasajeros L. 8, E. 4010.
Contratación 5296, N. 1, R. 55. 22-VI-1606.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Martín Sánchez, de Torrijos, hijo de Pedro y Catalina de la Fuente, con su mujer, María Hernandez, y con su hija María, a Nueva España.
(51) AGI Pasajeros L. 8, E. 4011.
Contratación 5296, N. 1, R. 56. 27-VI-1606.
263
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Pedro de la
Fuente, de Torrijos, hijo de Pedro Sánchez y Catalina, con su mujer, María Pérez,
de El Carpio, hija de Hernán García y Catalina Pérez, a Nueva España.
(52) AGI Pasajeros L. 8, E. 4014.
Contratación 5293, N. 56. 28-VI-1606.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Cristóbal Ortiz
de Arteaga, de El Burgo, soltero, hijo de Juan e Isabel de Meneses, a Nueva España, como criado del contador Martín de Lezama.
(53) AGI Pasajeros L. 8, E. 4021.
Contratación 5294, N. 55. 28-VI-1606.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Felipe de
Lemos, de Valtorres, soltero, hijo de Jesús de Lemos y María Fernández, a Jamaica como criado del gobernador Alonso de Miranda.
(54) AGI Pasajeros L. 8, E, 4159. 28-II-1607.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias del padre Francisco Baráiz, jesuita, natural de Zaragoza, al Nuevo Reino de Granada en la expedición del padre Diego de la Concha, de la Compañía de Jesús.
(55) AGI Contratación 5298, N. 2, R. 13. 7-III-1607.
Expediente de información y licencia de pasajeros a Indias a Domingo Francés, oficial cordonero, para fabricación de jarcias para las armadas de la Mar del
Sur, al Perú con su mujer, Ana de Ribera, y su aprendiz, Juan de Porrín, todos naturales de Zaragoza.
—Pedro del Fierro, de la misma profesión y con idéntico destino, acompañado por su mujer, Ana María de Lascueta, y sus cuatro hijos, todos de
Zaragoza, con su aprendiz, Francisco Macín, de Sevilla;
—Juan del Fierro, también oficial cordonero, con su mujer, Leonor Barragán, de Quinto de Ebro, y su aprendiz, Matías Garrote, de Sevilla.
(56) AGI Pasajeros L. 8, E. 4309. 25-V-1607.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Bartolomé
Fuentes, hermano de San Juan de Dios, natural de Zaragoza, a la Nueva España
con el hermano de la misma orden Ignacio Jiménez.
(57) AGI Contratación 5300, N. 23. 31-V-1607.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias a Miguel Fernánderz, natural de Trasobares, hijo de Miguel Aznar y María Fernández, a Honduras
por criado de fray Pedro de Vargas, capuchino.
(58) AGI Contratación 5299, N. 1, R. 24. 25-V-1607.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Bartolomé de
Fuentes, natural de Zaragoza, hijo de Bartolomé Díez y de Ángela García, a Indias,
264
en la expedición de Ignacio Jiménez, hermano de San Juan de Dios, en compañía
de otros hermanos.
(59) AGI Contratación 5302, N. 83. 27-I-1608 a 23-IX-1608.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Domingo Miguel de la Sierra, natural de Cariñena, a Nueva España, en la flota de la Nueva España del cargo del general Lope de Armendáriz y naos de su conserva.
(60) AGI Contratación 5307, N. 2, R. 27. 9-II-1608.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Francisco Ramírez Ateca, natural de Calatayud, hijo de García y de Juana Pérez de Sayas, al
Perú.
(61) AGI Contratación 5302, N. 75. 8-III-1608.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Francisco
López, natural de Zaragoza, hijo de Antonio y de Catalina de Azpeitia, a Lima por
criado de Juan de Espinosa, alguacil mayor de Lima.
(62) AGI Contratación 5302, N. 75. 8-III-1608 a 24-IV-1608.
Expediente con relación de pasajeros particulares que pasan a Indias en la
armada de la Guardia de Indias del cargo del general Jerónimo de Portugal y Córdoba:
—Francisco López, natural de Zaragoza, al Perú;
—Juan del Val, vecino de Torralba, a Nueva España;
—Cristóbal de Frías, de la sierra de Albarracín, a Filipinas.
(63) AGI Contratación 5302, N. 83. 27-I-1608 a 23-IX-1608.
Relación de pasajeros que fueron en la flota de la Nueva España del cargo
del general Lope de Armendáriz y naos de su conserva:
—Catalina Estévez, natural de Cabañas, a Guatemala;
—Urbano Martínez, natural de San Martín del Río, a Nueva España;
—Juan del Val, natural de Torralba, a Nueva España;
—Gabriel de Saravia, natural de Torrijos, a Nueva España;
—Juan de León, natural de Torrijos, a Nueva España;
—María Pérez, natural de Torrijos, a Nueva España;
—Juan de Luján, natural de Torrijos, a Nueva España;
—Pedro Gómez, natural de Torrijos, a Nueva España;
—María Gabriela, natural de Torrijos, a Nueva España;
—Domingo Miguel de la Sierra, de Cariñena, a Nueva España;
—Juan Carrasco, natural de Mora, a Nueva España;
—Catalina Estévez, natural de Cabañas, a Guatemala.
(64) AGI Contratación 5307, N. 2, R. 31. 9-II-1608
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Miguel López
de Alvarado, natural de Ateca, hijo de Miguel y de Isabel Garcés, al Perú.
265
(65) AGI Contratación 5308, N. 2, R. 32. 30-V-1608.
Pasajeros L. 9, E. 603.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Lorenzo de
Huete y Salazar, natural de Alcañiz, soltero, hijo de Vicente y de María, al Perú por
criado del capitán Martín de Gaztelu.
(66) AGI Contratación 5302, N. 83. 27-I a 23-IX-1608.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Bartolomé Benegas, natural de Torrijos, a la Nueva España.
(67) AGI Contratación 55302, N. 83. 27-I a 23-IX-1608.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Urbán Martínez, natural de San Martín del Río, a la Nueva España.
(68) AGI Contratación 5311, N. 8. 15-II-1609.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Lorenzo de Salazar, natural de Huesca, hijo de Antón y de Juana de Alegre, a Cartagena de Indias por criado de Pedro de Luján, capitán de Galeras en la costa de Cartagena.
(69) AGI Contratación 5314, N. 1, R. 46. 18 a 25-II-1609.
Expediente de información y licencia de pasajeros a Indias de:
—Gregorio de Paz de Andrada, natural de Morata del Conde, al Perú;
—y Alonso Martínez, natural de Montalbán, a Cartagena de Indias.
Ambos en la armada del general Jerónimo de Portugal.
(70) AGI Contratación 5314, N. 2, R. 3. 17-VI-1609.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Baltasar Chamán, natural de Zaragoza, hijo de Baltasar y de María de Arellano, a la Nueva España.
(71) AGI Contratación 5317, N. 1, R. 17. 9-VI-1609.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Francisco de
Peralta, con su mujer, Teresa Ramírez, y sus siete hijos, todos ellos naturales y estantes en Zaragoza, al Perú por Nueva España.
(72) AGI Indiferente General 2074, N. 11. 1611.
Pasajeros L. 9, E. 2211.
Contratación 5323, N. 40. 9-VI-1611.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Jerónimo Jiménez de Aragüés, natural de Tauste, vecino de Mallén, soltero, a Tlaxcala como criado del Dr. D. Lope de Sosa Altamirano, canónigo de la catedral de Tlaxcala en
Nueva España.
(73) AGI Contratación 5327, N. 11. 11-VI-1612.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Miguel Carbonel, natural de Alcañiz, hijo de Antón y de Catalina Pruñonosa, con Mariana Quílez
266
de Lanzuela, de Alcañiz, a la Nueva España por criados de don Francisco Suárez
de Espeleta, corregidor de Zacatecas.
(74) AGI Contratación 5324, N. 10. 15-VI-1612.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Pedro de la
Rocha, natural de Zaragoza, al Perú con dos criados.
(75) AGI Contratación 5324, N. 1. 16-VI-1612.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Diego Fernández de Córdoba, marqués de Guadalcázar, virrey de México, a Nueva España con
los siguientes criados:
—Antonio de Salazar, natural de Burbáguena;
—Cristóbal de Salinas, natural de Villarreal;
—Miguel Juan de Casanova, natural de Monzón;
—Carlos Catalán, natural de Zaragoza;
—Domingo Álvarez, natural de Fraga.
(76) AGI Contratación 5324, N. 1. 16-VI-1612.
Expediente de información y licencia de pasajeros a Indias de Antonio de
Salazar, natural de Burbáguena, y de Carlos Catalán, natural de Zaragoza. A la
Nueva España por criados de don Diego Fernández de Córdoba, marqués de Guadalcázar, con setenta y ocho criados más.
(77) AGI Pasajeros L. 9, E. 2803. 22-VI-1612.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Carlos Catalán,
natural de Zaragoza, soltero, a la Nueva España por criado del virrey marqués de
Guadalcázar.
(78) AGI Contratación 5334, N. 1, R. 33.
Pasajeros L. 9, E. 3203. 20-VI-1613.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Martín de Montes, natural de Calatayud, hijo de Martín y de Gracia Gil, a Venezuela por criado de
fray Luis Jerónimo de Oro y veinte franciscanos más.
(79) AGI Contratación 5347, N. 11. 4-III-1615.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Dionisio del
Campo, natural de Jaca, hijo de Pedro y de María González, al Perú por criado de
fray Juan Sánchez, dominico.
(80) AGI Contratación 5347, N. 1. 11-III-1615.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias al dominico fray
Pedro de la Vega, obispo de Cartagena, quien en su séquito lleva al también dominico fray Pedro Vivas de la Vega, natural de Ibdes, hijo de Pedro de Vivas y María
Torrero.
267
(81) AGI Contratación 5347, N. 1. 11-III-1615.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Juan García del
Corral, natural de Huesca, hijo de Francisco Hernández Lozano y de Catalina Sánchez, a Cartagena de Indias en el séquito de fray Pedro de la Vega, dominico, obispo de aquella diócesis.
(82) AGI Pasajeros L. 9, E. 3946. 12-III-1615.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Sebastián de
Varta, natural de Calatayud, soltero, hijo de Juan y de Catalina Aznar, a Cartagena
de Indias por criado de su obispo, fray Pedro de la Vega.
(83) AGI Pasajeros L. 9, E. 4196. 22-III-1615.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Pedro de la Almunia, soltero, al Perú como criado del príncipe de Esquilache, virrey.
(84) AGI Contratación 5346, N. 18. 22-III-1615.
Pasajeros L. 9, E. 4144.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Luis Cid, hijo
de Francisco, clérigo, natural de Zaragoza, al Perú con dos criados.
(85) AGI Pasajeros L. 9, E. 4292. 4-VI-1615.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Francisco Blancharte, natural de Jaca, soltero, hijo de Juan y de Orosia Benedito, a Indias (sin especificar destino).
(86) AGI Pasajeros L. 9, E. 4380.
Contratación 5344, N. 19. 20-VI-1615.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias a Custodio Díaz,
natural y vecino de Lécera, hijo de Martín Díaz y María de Borja, al Perú.
(87) AGI Contratación 5353, N. 28-VI-1616.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Juan de Falces,
natural de Albelda, hijo de Gregorio y Ana de Breza, a Cuenca de Indias por criado
de Juan Suárez de Carvajal, vecino de aquella.
(88) AGI Pasajeros, L. 10, E. 290. 30-VI-1616.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Juan de Falces,
natural de Albelda, ahora a Nueva España como criado de Luis Carrillo y Alarcón.
(89) AGI Santa Fe 131, N. 4. 1618.
Informaciones de oficio y parte: Alonso Garzón de Tauste, presbítero, hijo
de Alonso Garzón, y este de Francisco Aguilar.
(90) AGI Pasajeros L. 10, E. 1113. 29-IV-1618.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Francisco de la
Cruz, natural de Albelda, soltero, hijo de Francisco Pérez y de María Martínez, al
Perú como criado de Nicolás de Guadalupe.
268
(91) AGI Pasajeros L. 10, E. 1199. 9-VI-1618.
Expediente de información y licencia de pasajera a Indias de Emerenciana
de Boyra, natural de Zaragoza, hija de Pascual y de Águeda de Ubico, a la Nueva
España como criada de Juan de Arauz.
(92) AGI Contratación 5360, N. 29. 9-VI-1618.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Juan de Arauz,
natural de Zaragoza, con su mujer, María de los Ángeles, sus dos hijos y su criada,
Emerenciana Boyra, a la Nueva España.
(93) AGI Pasajeros L. 10, E. 1937.
Contratación 5364, N. 55. 13-II-1535 a 17-VI-1619.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Juan Périz, natural de Teruel, hijo de Juan Ortiz y de Isabel Ana, a Nueva Andalucía como poblador con el capitán Gaspar de Magallanes.
(94) AGI Pasajeros L. 10, E. 1930.
Contratación 5364, N. 48. 15-III-1619 a 17-VI-1619.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Gregorio de
Arcos, natural de Teruel, hijo de Juan y de Dionisia de Ochoa, a Nueva Andalucía
como poblador con el capitán Gaspar de Magallanes.
(95) AGI Pasajeros L. 10, E. 1833. 12-VI-1619.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Pedro Pertús,
natural de Zaragoza, hijo de Rafael y de Mariana de Aranguren. A la Nueva España
como criado del Dr. Gil de la Barrera.
(96) AGI Pasajeros L. 10, E. 2159. 30-III-1620.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Miguel Palacio,
natural de Jaca, soltero, hijo de Miguel y de Catalina López, a Popayán por criado
de fray Ambrosio de Vallejo, carmelita.
(97) AGI Contratación 5374, N. 39. 24-XII-1620.
Diego Jerónimo Mendoza, de Huesca. Oficial para la Casa de la Moneda de
Santa Fe, con el ingeniero militar Alonso Turrillo de Yebra, su fundador.
(98) AGI Contratación 5374, N. 39. 24-XII-1620.
Expediente de información y licencia de pasajeros a Indias de Alonso Turrillo, natural de Yebra de Basa, capitán ingeniero militar, fundador de la casa de la
Moneda de Santa Fe, con tal destino, acompañado por los siguientes servidores:
—Lorenzo Alberite, natural de Borja, acuñador, hijo de Agustín y Gracia de
Ordaz;
—Diego Jerónimo Mendoza, natural de Huesca, oficial, hijo de Miguel y de
Jerónima Villanueva;
269
—Pedro de la Cruz, natural de Barbastro, barbero, hijo de Pedro y de María
López, vecino de Sevilla.
(99) AGI Contratación 5374, N. 39. 24-XII-162.
Contratación 5539, L. 2, ff. 283v-284. 22-I-1621.
Expedientes de información y licencias de pasajeros a Indias de Lorenzo de
Alberite, natural de Borja, hijo de Agustín de Alberite y de Gracia Ordaz, con su
mujer María de Medina, natural de Sevilla, hija de Diego Sánchez y de Ana de Medina, al Nuevo Reino de Granada, como criados del Capitán Alonso Turrillo de Yebra,
fundador de la Casa de la Moneda de Santa Fe.
(100) AGI Pasajeros L. 10, E. 2455. 22-I-1621.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Diego Jerónimo,
natural de Huesca, hijo de Miguel y de Jerónima de Villanueva, al Nuevo Reino de
Granada como oficial de la Casa de la Moneda de Santa Fe.
(101) AGI Contratación 5377, N. 25. 16-VI-1621.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Juan Romero
Menor, natural de Zaragoza, hijo de Juan y de Isabel de Agreda. A Indias (sin especificar destino).
(102) AGI Pasajeros L. 10, E. 3008. 25-VI-1621.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Julián Romeo,
natural de Zaragoza, soltero, hijo de Juan y de Isabel de Ágreda, a la Nueva España.
(103) AGI Pasajeros L. 10, E. 13335. 17-VI-1622.
Expediente de información y licencia de pasajeros a Indias de los agustinos:
—fray Juan de San Agustín, natural de Zaragoza;
—fray Diego Evangelista, natural de Zaragoza;
—fray Agustín de Jesús María, natural de Alcañiz;
—fray Martín de San Nicolás, natural de Zaragoza;
—fray Cristóbal de San Agustín, natural de Belmonte;
—fray Juan de Santa Ana, natural de Zaragoza;
a Filipinas.
(104) AGI Contratación 5385, N. 45. 23-VI-1622.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Juan de la
Muela López, quien lleva, entre otros, como criado a Atanasio Reatón, natural de
Ibdes, hijo de Jerónimo Reatón y de Juana Jordán.
(105) AGI Pasajeros L. 10, E. 3668. 28-VI-1623.
Expediente de información y licencia de pasajeros a Indias de los agustinos
descalzos:
—fray Martín de Claver, natural de Zaragoza;
—fray Alonso de Lodeña, natural de La Puebla de Montalbán;
270
—fray Luis de los Arcos, natural de Zaragoza;
—y fray Francisco Varela, natural de Belmonte;
a Filipinas en la expedición de fray Juan Tapia.
(106) AGI Pasajeros L. 10, E. 3674. 30-VI-1623.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de José Rodríguez, natural de Zaragoza, hijo de José y de Isabel Jorge. A la Nueva España por
criado del carmelita fray Esteban de San José.
(107) AGI Contratación 5390, N. 58. 19-II-1624.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Francisco
Agustín, natural de Zaragoza, hijo de Francisco y de Ángela Mediavista, al Perú en
compañía de un criado.
(108) AGI Pasajeros L. 10, E. 3733. 22-II-1624.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Francisco Agustín, natural de Zaragoza, soltero, hijo de Francisco y de Ángela de Mediavilla, al Perú.
(109) AGI Indiferente General 2077, N. 93. 1625.
Licencia de pasajero para pasar a la Nueva España a favor de Juan de Reynaldos, natural de Zaragoza.
(110) AGI Contratación 5393, N. 25. 10-IV-1625.
Pasajeros L. 10, E. 4293.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Juan Sanz de Villanueva, natural de Zaragoza. Al Perú con su primo Domingo Abadía, hijo de Baltasar e Isabel Armaolea, y su criado Gabriel Ripol, hijo de Pedro y Catalina, todos ellos
naturales y vecinos de Zaragoza.
(111) AGI Pasajeros L. 10, E. 4294. 10-IV-1625.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Domingo Abadía, natural de Zaragoza, hijo de Baltasar y de Isabel Armaolea, al Perú.
(112) AGI Contratación 5391, N. 66. 7-VII-1625.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Juan Reinaldo,
natural de Zaragoza, hijo de Juan y de Ana Ruiz. A la Nueva España al servicio del
gobernador de Nuevo México.
(113) AGI Pasajeros L. 10, E. 4532. 9-VII-1625
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Juan Reinaldos,
natural de Zaragoza, hijo de Juan y de Ana Ruiz, a la Nueva España.
(114) AGI Contratación 5392, N. 10. 10-VII-1625.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Martín López
Gil, natural de Huesca, hijo de Marcos Lucas y de Sebastiana Rodríguez, a Jamaica
por criado de su gobernador, don Francisco Terril.
271
(115) AGI Contratación 5396, N. 54. 30-VI-1626.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Faustino Horruytiner, natural de Zaragoza, hijo de Juan y de María Sanz. A Cartagena por criado del capitán Luis Horruytiner.
(116) AGI Contratación 5399, N. 16. 25-VI-1627.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Diego González
Cañedo, natural de Herrera, hijo de Pedro y de Ana Hernández, a la Nueva España con su mujer, María de Vergara, natural de Herrera, hija de Andrés y de María,
y sus hijos Diego y Pedro y su criado Antonio de Ocón, natural de El Pobo, hijo de
García y de Catalina Navarro.
(117) AGI Pasajeros L. 11, E. 765.
Contratación 5397, N. 48. 30-VI-1627.
Contratación 5539, L. 5, f. 78v y 491. 2-VII-1627.
Expediente de información y licencia de pasajeros a Fray Pedro Ortiz, franciscano, comisario de veinte religiosos que le acompañan, yendo con ellos Francisco
Azuara, vecino de Calatayud, hijo de Gil de Azuara y de Lazarena Terrer, a Nueva España.
(118) AGI Contratación 5397, N. 10. 8-VII-1627.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Domingo de Catalina, natural de Fuenfría. Hijo de Jerónimo y de Catalina Marzo. Pasa a la Nueva
España con Juan Ramírez de Arellano, tesorero de la Real Hacienda en Acapulco.
(119) AGI Contratación 5397, N. 57. 8-VII-1627.
Pasajeros L. 11, E. 811.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Juan del Peral,
natural de Zaragoza, hijo de Pedro y de María Gómez; a la Nueva España por criado de fray Juan Pérez Gil.
(120) AGI Contratación 5398, N. 31. 8-VII-1627.
Pasajeros L. 11, E. 809.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Juan de la Costa,
criado librero, natural de Zaragoza, hijo de Hernando y de Pascuala López, a Nueva
Vizcaya con Diego de San Martín, tesorero de la Real Hacienda en aquel destino.
(121) AGI Contratación 5402, N. 24. 1628.
(1375) Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Fray
Francisco de Borja, franciscano, a Filipinas (26-VI-1628).
(122) AGI Contratación 5400, N. 45. 1628.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias a fray Lucas de
Almao, agustino, natural de Aragón, va al Perú en el séquito del conde de Chinchón, Luis Jerónimo Fernández de Cabrera, virrey y Capitán General.
272
(123) AGI Contratación 5401, N. 40. 27-III-1628.
Expediente de información y licencia de pasajeros a Indias de:
—José Labie y Silves, natural de Lupiñén, hijo de Martín Juan y de Ana
María;
—Juan José Ferrerón, natural de Ráfales, hijo de Gabriel y de Catalina Fernández;
al Perú como criados de Esteban López de Silver, corregidor de Huamanga.
(124) AGI Contratación 5400, N. 58. 18-IV-1628.
Pasajeros L. 11, E, 1113.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Jerónimo de
Sayas, natural de Zaragoza, hijo de Jerónimo Torrero y de Ana Isabel de Sayas,
al Perú.
(125) AGI Pasajeros L. 11, E. 1187. 21-IV-1628.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Pedro de Calatayud, al Perú como criado del Virrey, conde de Chinchón.
(126) AGI Pasajeros L. 11, E. 1307. 27-IV-1628.
Expediente de información y licencia de pasajeros a Indias de Juan Gabriel y
Francisco Ventura Rosel, naturales de Zaragoza. A Tierra Firme por criados de don
Álvaro de Quiñones Osorio.
(127) AGI Contratación 5403, N. 18. 27-VI-1628.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias a Gabriel Ramón,
natural de Cantavieja. Pasa a la Nueva España como criado del tesorero de la Real
Hacienda en Guadalajara, Gonzalo Muñoz de Pamplona.
(128) AGI Contratación 5404, N. 75. 14-VII-1629.
Pasajeros L. 11, E. 1580.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Pedro Manrique, natural de Zaragoza, hijo de Lucas Pérez Manrique y de María de Ciria, con su
criado, Jerónimo Alejandro Ortal, también de Zaragoza, hijo de Lupercio e Isabel,
al Perú.
(129) AGI Pasajeros L. 11, E. 1581. 14-VII-1629.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de don Jerónimo
Alejandro Ortal, natural de Zaragoza, hijo de Lupercio y de Isabel, al Perú con el
anterior.
(130) AGI Pasajeros L. 11, E. 1599. 14-VII-1629.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Baltasar Agustín, natural de Zaragoza, soltero, hijo de Juan Fraile y de Leonor Jimeno, a Quito
por criado del licenciado Matías Rodríguez de la Vega.
273
(131) AGI Contratación 5404, N. 45. 18-VII-1629.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Baltasar Agustín Fraylla, natural de Zaragoza, hijo de Juan y de Leonor Jimeno; a Quito por
criado del licenciado Matías Rodríguez de la Vega, deán de la catedral de Quito.
(132) AGI Contratación 5412, N. 43. 6-VI-1631.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Valerio del Rey,
natural de Zaragoza, hijo de Valerio y de Isabel Pabla Martínez. A Indias por criado
de fray Pedro de Santa María, agustino.
(133) AGI Pasajeros L. 11, E. 2353. 6-VI-1631.
Expediente de información y licencia de pasajeros a Indias de los dominicos:
—fray Agustín Balaguer, natural de Zaragoza;
—fray Vicente Ripalda, natural de Zaragoza;
—fray Miguel de Asencio, natural de Zaragoza;
—fray Rafael de La Cárcel, natural de Zaragoza;
—y fray Miguel de Guareña, natural de Zaragoza;
a Filipinas en la expedición de fray Diego Collado.
(134) AGI Pasajeros L. 11, E. 2442. 10-VI-1631.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Valerio del Rey,
natural de Zaragoza, hijo de Valerio y de Isabel Paula Martínez, a la Nueva España
por criado del agustino fray Pedro de Santa María.
(135) AGI Pasajeros L. 11, E. 2695. 15-IV-1633.
Expediente de información y licencia de pasajeros a Indias de los dominicos:
—fray Tomás Nogueras, natural de Huesca:
—fray Juan Abas, natural de Gotor;
—fray Tomás Navarro, natural de Zaragoza;
—fray José Zurita, natural de Zaragoza;
—fray Gaspar García,, natural de Zaragoza;
—fray Gerónimo Maymón, natural de Calatayud;
al Nuevo Reino de Granada en la expedición de fray Jerónimo de Millas.
(136) AGI Pasajeros L. 11, E. 2669.
Contratación 5539, L. 5, f. 215. 12-IV-1633.
Expediente de información y licencia de pasajera a Indias de Clara Antonia,
natural de Aragón, a Nueva España, como criada de don Fernando del Hoyo y
Azoca.
(137) AGI Indiferente General 2077, N. 238. 1634.
Licencia de pasajero para pasar a la Nueva España, a favor de Juan del
Castillo, de Zaragoza, vecino de Madrid, con su mujer, María del Real, natural de
Madrid.
274
(138) AGI Contratación 5415, N. 54. 7-VI-1634.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Juan del Castillo, natural de Zaragoza, mercader, vecino de Madrid, hijo de Bernardo y de María
Espinosa, con su mujer, María del Real, a Nueva España.
(139) AGI Pasajeros L. 11, E. 2925. 16-VI-1635.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de fray José
Angel, dominico, natural de Zaragoza, a Filipinas en la expedición de fray Jacinto
de Narváez.
(140) AGI Contratación 5416, N. 32. 12-V-1635.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Bernardo de
Armaoleoa, de Zaragoza, hijo de Juan y Catalina Zarralde; a Santa Fe por criado
del arzobispo fray Cristóbal de Torres, dominico.
(141) AGI Pasajeros L. 11, E. 3160.
Contratación 5539, L. 3, ff. 46-47. 22-V-1635.
Expediente de información y licencia de pasajeros a Indias al padre Carlos
Caminio, jesuita, del convento de Calatayud, a Filipinas con el padre Juan López.
(142) AGI Pasajeros L. 11, E. 3137. 13-V-1635.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de don Bernardo
de Armolea, natural de Zaragoza, hijo del Dr. Juan de Armolea y de Catalina Larralde, al Nuevo Reino de Granada por criado de fray Cristóbal de Torres, arzobispo de Santa Fe.
(143) AGI Pasajeros L. 11, E. 3168.
Contratación 5539, L. 5, ff. 251v-252. 9-II-1636.
Contratación 5417, N. 6. 1636.
Expediente de información y licencia de pasajeros a Indias de don Fernando
Treviño, natural de Aragón, hijo de don Juan Treviño y doña María Carvajal, con
su mujer, doña María de Vargas, de Granada, hija de Diego Pérez de Vargas y de
Quiteria de Sepúlveda, a Yucatán como criados del marqués de Santo Floro.
(144) AGI Contratación 5422, N. 39. 15-III-1640.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Juan de Palafox y Mendoza, obispo de Puebla de los Ángeles, a la Nueva España con las siguientes personas de su séquito nacidas en Aragón:
—Nicasio Rubio, sacerdote, de San Martín del Río, hijo de Miguel Rubio e
Isabel Hernández;
—Licenciado Francisco Lorente, sacerdote, natural de Ariza, hijo de Gabriel
Lorente y Pascuala Hernández;
—Francisco de Luna, de menores órdenes, criado, natural de Zaragoza, hijo
de Lucas de Luna y de Juana María de Viamonte;
275
—Martín de Francia y Gurrea, criado, natural de Zaragoza, hijo de Lope de
Francia y Espei y de Paciencia de Gurrea y Borja;
—José Sánchez, criado, natural de Malón, hijo de Domingo Sánchez y de
Ana Navarro;
—Juan Sánchez, criado, hermano del anterior;
—Juan Navarro, criado, orden de prima y grados, natural de Malón, hijo de
Pedro Navarro y de Catalina Martínez de la Fresneda;
—José Millán, criado, natural de Ariza, hijo de Marcial Millán y Catalina de
Arcos;
—Jerónimo de Palafox, criado, natural de Ariza, hijo de Bernabé de Palafox
y María de Palafox;
—Antonio de Palafox, hermano del anterior;
—José Pujadas, criado, natural de Zaragoza, hijo de Pedro Pujadas y de Antonia de Aragón;
—Matías Pujadas, hermano del anterior;
—Martín de Langa, criado, natural de Nuévalos, hijo de Martín de Langa y
de Inés Sanz;
—Bartolomé Luis de Sos y Vergara, criado, natural de Calatayud, hijo de
Martín de Sos y de Catalina de Vergara;
—Pedro de la Cuesta, natural de Ariza, hijo de Pedro de la Cuesta y de Ana
María de Herrera;
—Pedro García Ferrer, criado, natural de Alcorisa;
—Juan Tirado, criado, natural de Ariza, hijo de Juan Tirado y de María
Monje.
(145) AGI Pasajeros L. 12, E. 80.
Contratación 5539, L. 5, ff. 525v-526. 17-III-1640.
Expediente de información y licencias de pasajeros a Indias a favor de don
Antonio Peralta, don Juan de Mendoza, don Nicasio Rubio, licenciado Francisco
Lorente, licenciado Juan Verdugo de Sandoval, Dr. Juan Martínez Guijarro, don
Francisco Conil y don Francisco de Luna, clérigos, a Nueva España con el licenciado don Juan de Palafox y Mendoza, obispo de Puebla de los Ángeles.
(146) AGI Pasajeros L. 12, E. 37. 17-III-1640.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de don Martín de
Francia y Gurrea, natural de Zaragoza, hijo de don Lope y de doña Paciencia, a
Puebla de los Ángeles por criado del obispo Palafox.
(147) AGI Contratación 5424, N. 171. 20-XII-1642.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de fray Francisco
Terón, lego mercedario, natural de Barbastro, al Perú con el Vicario General de su
orden, fray Diego de Santa Águeda.
276
(148) AGI Pasajeros L. 12, E. 629. 12-II-1644.
Expediente de información y licencia de pasajeros a Indias de los agustinos:
—fray Miguel de San Nicolás, natural de Zaragoza;
—fray Francisco de San José, natural de Benabarre;
—fray Domingo de San Miguel, natural de Calatayud;
a Filipinas en la expedición de fray José de San Agustín.
(149) AGI Indiferente General, 2107, N. 192. 1647.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias del padre Nicolás
Costa Noble, SJ, de Aragón, a Santa Fe.
(150) AGI Contratación 5428, N. 1, R. 13. 10-IX-1647.
Pasajeros L. 12, E. 800.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Domingo Francisco Canelón, natural de Zaragoza, hijo de Felipe y de Mariana Lanzarote, al
Nuevo Reino de Granada por criado del Dr. Juan Modesto Méler, oidor de la Audiencia de Santa Fe.
(151) AGI Pasajeros L. 12, E. 799.
Contratación 5539, L. 5, f. 348v. 10-IX-1647.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Lucas Laguad,
natural de Tauste, soltero, hijo de Pedro Laguad y de Catalina Gil, al Nuevo Reino
de Granada como criado de don Juan de Ardevines, corregidor de Tunja.
(152) AGI Pasajeros L. 12, E. 839. 24-XII-1647.
Expediente de información y licencia de pasajeros a Indias de los franciscanos:
—fray Juan de Ameyugo, natural de Zaragoza;
—y fray Juan de Alberite, del convento de Jesús, en Zaragoza;
a la Florida en la expedición de fray Pedro Moreno Ponce de León.
(153) AGI Pasajeros L. 12, E. 912. 11-V-1650.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias del hermano jesuita José de Lira, natural de Zaragoza, a Chile en la expedición del padre Alonso de
Ovalde, de la Compañía de Jesús.
(154) AGI Pasajeros L. 12, E. 969. 11-V-1650.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de José Garriga,
natural de Zaragoza, soltero, hijo de Francisco y de María Agustín, a Cuba por criado de don Francisco Jedler, caballero de Alcántara, gobernador de Sancristóbal de
La Habana.
(155) AGI Pasajeros L. 2, E. 4047. 5-VII-1651.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias del padre Jerónimo del Vayo, jesuita, natural de Teruel y estante en el colegio de la Compañía de
Jesús de Huesca, a Filipinas en la expedición del padre Marino Sola.
277
(156) AGI Contratación 5431, N. 4, R. 9. 6-VII-1657.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias a fray Lorenzo
de Magallón, capuchino, con destino a Cumanagotos, con los siguientes frailes:
—fray Lorenzo de Belmonte, predicador, natural de Belmonte de Aragón;
—fray Agustín de Frías, natural de Frías en Aragón;
—fray José de Carabantes, predicador;
—fray Francisco de Tauste, predicador, natural de Tauste;
—fray Miguel de Torres, lego, natural de Torres en Aragón.
(157) AGI Contratación 5431, N. 5, R. 75. 20-IV-1658.
Expediente de información y licencia de pasajeros a Indias al padre Hernando
Cavero, jesuita, natural de Frías de Albarracín, procurador de la Compañía de Jesús
en el Nuevo Reino de Granada, con tal destino y en compañía de catorce clérigos
jesuitas, entre ellos:
—Jaime Jiménez, sacerdote, de Alforque;
—Baltasar Felices, filósofo, de Zaragoza;
—Pedro Cavero, filósofo, de Frías de Albarracín;
—Antonio Castán, filósofo, de Benasque.
(158) AGI Contratación 5433, N. 1, R. 11. 28-VII-1661.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de José de la
Torre, natural y vecino de Zaragoza, hijo de Miguel de la Torre y de Juana de Bea,
al Nuevo Reino de Granada como criado de Diego de Egues y Beaumont, Capitán
General y presidente de la Real Audiencia de Santa Fe de Bogotá.
(159) AGI Contratación 5433, N. 2, R. 10. 16-I-1662.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias a Francisco López
Castellar, natural de Fuentelsaz, hijo de Pedro y Catalina, al Perú.
(160) AGI Contratación 5434, N. 2, R. 31. 12-VI-1665.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de fray Juan de
Albalate, sacerdote predicador franciscano descalzo, a Filipinas con fray Mateo de
la Asunción, custodio y comisario de la provincia de San Gregorio.
(161) AGI Contratación 5434, N. 2, R. 48. 12-VI-1665.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de José Flix, sacerdote agustino, natural de Zaragoza, a Chile en la expedición de fray Agustín Carrillo, comisario de su orden.
(162) AGI Contratación 5434, N. 2, R. 32. 13-VI-1665.
Expedientes de información y licencias de pasajeros a Indias de fray José
de San Vicente, sacerdote teólogo, natural de Calatayud, y fray Juan de Santo
Domingo, filósofo diácono, natural de Jaraba, a Filipinas con fray José de Ysasi,
dominico.
278
(163) AGI Pasajeros L.12, E. 1926.
Contratación 5434, N. 2, R. 35. 18-VI-1665.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de fray Antonio de
Aristoy, franciscano, procurador general y custodio de la provincia del Santo Evangelio de México, a México, con los siguientes religiosos de su Orden:
—José de Ubie, predicador, de Huesca;
—Isidro Portolés, predicador, de Alcañiz;
—José Pinilla, predicador, de Calatayud;
—y varios frairles riojanos y andaluces.
(164) AGI Contratación 5434, N. 2, R. 41. 25-VI-1665.
Expediente de información y licencia de pasajeros a Indias de los carmelitas
fray Juan del Santísimo Sacramento, de Calatayud, hermano corista; y fray Martín
de la Cruz, hermano corista, de Aragón. En la expedición a la Nueva España de
fray Alonso de la Madre de Dios, carmelita descalzo, procurador general de la provincia de San Alberto.
(165) AGI Contratación 5434, N. 2, R. 45. 3-VII-1665.
Expediente de información y licencia de pasajeros a Indias de los jesuitas:
—Pedro de Aróstegui, de Fuentes de Jiloca;
—y Alejo Pasquet, de Albalate;
a Filipinas con el Padre Basilio Fernánez, SJ.
(166) AGI Contratación 5434, N. 2, R. 46. 4-VII-1665.
Expediente de información y licencia de pasajeros a Indias de los jesuitas:
—Ambrosio de Odón, natural de Zaragoza, hermano, estudiante teólogo;
—y Felipe del Castillo, natural de Zaragoza, hermano coadjutor;
a México en la expedición del Padre Diego Marín, de la Compañía de Jesús.
(167) AGI Contratación 5435, N. 2, R. 21. 9-VII-1667.
Expediente de información y licencia de pasajeros a Indias del padre Bernardo
Roldandegui, jesuita natural de Zaragoza. A la Nueva España con el padre Lorenzo
de Alvarado, procurador general de la Compañía de Jesús en la Nueva España.
(168) AGI Contratación 5435, N. 2, R. 19. 11-VII-1667.
Expediente de información y licencia de pasajeros a Indias de los jesuitas:
—padre Mauricio Martínez Montañés, de Zaragoza;
—y padre Pedro de Salazar, también de Zaragoza;
a Filipinas en la expedición del padre Luis de Medina, procurador general de
la Compañía de Jesús en Filipinas.
(169) AGI Contratación 5437, N. 1, R. 12. 28-VI-1670.
Expediente de información y licencia de pasajeros a Indias de Francisco
Medel, teólogo jesuita, natural de Zaragoza, a Filipinas en la expedición del padre
Andrés de Ledesma, procurador general de la misión.
279
(170) AGI Contratación 5437, N. 1, R. 15. 30-VI-1670.
Expediente de información y licencia de pasajeros a Indias de los dominicos
siguientes:
—fray Jacinto Samper, sacerdote teólogo y predicador, natural de Zaragoza;
—fray Domingo Mezquita, sacerdote teólogo y predicador, natural de Zaragoza;
—fray Domingo López, sacerdote, lector de Artes, natural de Huesca;
—fray Juan Pla, diácono teólogo, del Colegio de San Vicente Ferrer, de Zaragoza;
—fray Diego de Almazán, filósofo, del mismo colegio;
—fray Juan de Pinos, filósofo, de la misma procedencia;
—fray Mateo Gascón, lego, natural de Zaragoza;
—fray Raimundo Martorell, lego, natural de Zaragoza;
—fray José García, lego, natural de Zaragoza;
todos ellos a Filipinas en la expedición de fray Juan Polanco, procurador general de la provincia dominica del Santo Rosario.
(171) AGI Contratación 5437, N. 2, R. 46. 3-VII-1671.
Expediente de información y licencia de pasajeros a Indias de los franciscanos:
—fray Francisco Lozano, natural de Huesca; fray José Vides, natural de Calatayud;
—y fray Toribio de Foyas, natural de Mallén;
a Nueva España en la expedición de fray Manuel Álvarez, custodio de Santa
Catalina Virgen y mártir de Río Verde y Cerrogordo.
(172) AGI Contratación 5437, N. 2, R. 2. 9-VIII-1671.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de fray Juan de
Arís, de Aragón, en la expedición del franciscano fray Juan de la Torre a Quito.
(173) AGI Contratación 5437, N. 2, R. 11. 8-XI-1671.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Venedit Horruitiner, natural de Zaragoza, hijo de Filiberto y de Isabel Ana de Ribera, al Nuevo
Reino de Granada por criado del capitán Alonsio Vélez de Guevara, corregidor de
Tocaine e Ibague.
(174) AGI Contratación 5437, N. 2, R. 50. 18-I-1672.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de:
—fray Pedro Ortiz, de Azuara;
—fray Juan de Ariz, de Tauste;
—fray José Janed, de Alcañiz;
predicadores franciscanos con destino a Quito en la expedición de fray Juan
de la Torre.
280
(175) AGI Contratación 5438, N. 134. 25-II-1672.
Expediente de información y licencia de pasajeros a Indias de fray Pedro de
Albarracín, franciscano, procurador general de la provincia de la Asunción, a Tierra Firme con los siguientes compañeros de orden:
—fray Juan Serón, padre predicador, sacerdote, natural de Zaragoza;
—fray Juan Galindo, lector, sacerdote, natural de Zaragoza;
—fray Alejandro Ruiz, donado, hermano, natural de Orcajo.
(176) AGI Contratación 5440, N. 2, R. 16. 7-II-1675.
Pasajeros L. 13, E. 820. 1675.
Expediente de información y licencia de pasajeros a Indias de Antonio Escartín, natural de Zaragoza, hijo de Juan e Isabel de Vallalpando Cortés del Rey. Al
Nuevo Reino de Granada por criado de fray José Gimeno Cortés del Rey, visitador
agustino, su tío.
(177) AGI Contratación 5440, N. 2, R. 8. 27-VI-1675.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias del Dr. José Montemayor de Cuenca, natural de La Luenga, hijo de Ambrosio y Gertrudis Borruel, a
la Nueva España.
(178) AGI Contratación 5440, N. 1, R. 12. 30-VI-1675.
Pasajeros L. 13, E. 882.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de fray Ildefonso
de Zaragoza, natural de la misma, a Caracas.
(179) AGI Filipinas 82, N. 46. 20-VII-1675.
Memorial de fray Juan de la Madre de Dios, procurador y comisario general
de los recoletos agustinos de Filipinas, presentando la lista de los 28 religiosos que
se han podido reunir con destino a dichas islas, de los 40 que este año se concedieron a la orden. Entre ellos:
—fray José de San Sebastián, natural de Calatayud;
—fray José de San Lorenzo, natural de Alcubierre;
—fray Francisco de la Madre de Dios, natural de Tabuenca;
—fray José de la Concepción, natural de Daroca;
—fray José de San Nicolás, natural de Mallén;
—fray Francisco de San Agustín, natural de Benabarre;
—fray Juan de la Concepción, natural de El Pozuelo.
(180) AGI Contratación 5441, N. 2, R. 61. 27-II-1677.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de José de Tobajas, hermano jesuita, estudiante teólogo, natural de Aragón (junto a Calatayud), al
Nuevo Reino de Granada en la expedición del padre José Madrid, SJ, visitador y
veedor de la Compañía de Jesús en dicho reino.
281
(181) AGI Contratación 5441, N. 2, R. 67. 1-VII-1677.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de fray Mateo de
la Asunción, franciscano descalzo, natural de Zaragoza, al frente de una expedición
de clérigos con destino a Filipinas, entre los que figuran:
—fray Juan de la Hoz, padre predicador, natural de Albarracín;
—fray Pedro Cardona, padre predicador, natural de Albalate;
—fray Miguel Bayoy, padre predicador, natural de Belmonte;
—fray Francisco Bailón, hermano lego, natural de Torrehermosa.
(182) AGI Pasajeros L. 13, E. 1359. 1768.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de fray Francisco de
Jaca, franciscano, a Cartagena de Indias en la expedición de fray Pedro de Aguilar.
(183) AGI Pasajeros L. 13, E. 1339. 2-VII-1678.
Félix Monclús, natural de Barbastro, soltero, a la Nueva España por criado
del licenciado José de Blecua, Teniente General de Yucatán.
(184) AGI Contratación 5442, N. 171. 9-VII-1678.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Félix de monclús, natural de Barbastro, a Nueva España con el Teniente General José de Blequa, gobernador de Yucatán.
(185) AGI Pasajeros L. 13, E. 1410.
Contratación 5540 A, L. 3, f. 320v. 21-VI-1680.
Pasajeros L. 13, E. 1692.
Contratación 5540 A, L. 3, f. 327. 20-I-1681.
Expediente de información y licencia de pasajeros a Indias de fray Francisco
de Tauste, capuchino, a Cumaná con los religiosos siguientes:
—fray Lorenzo de Tabuenca;
—fray Miguel de Albalate;
—fray Pedro de Albalate;
—fray Pedro de Albalate;
—fray Antonio de Torrelacárcel;
y otros de Castilla.
(186) AGI Contratación 5443, N. 1, R. 3. 1-VII-1680.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de fray Joaquín de
Alquézar, capuchino. A Cumaná en la expedición de fray Ángel de Mataró.
(187) AGI Contratación 5444, N. 149. 21-I-1681.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de don Melchor
Navarray Rocafull, duque de la Palata, virrey del Perú, con su mujer, Francisca Torralto y Aragón, su sobrina, Elvira Navarro Rocafull, con su suegra, Albina Frenza,
y su cuñado, Tomás Palavesino. Al Perú con cincuenta y tres criados.
282
(188) AGI Contratación 5445, N. 1, R. 56. 3-VI-1682.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de fray José de
Cristo, carmelita descalzo de Zaragoza, a la Nueva España en la expedición de fray
Juan de la Ascensión, procurador general de la provincia de San Alberto.
(189) AGI Contratación 5445, N. 1, R. 27. 25-VI-1682.
Expediente de información y licencia de pasajeros a Indias de:
—fray Francisco Perales, natural de Magallón;
—y fray Juan Francisco de Santa Rosa, religioso lego, natural de Zaragoza;
a Filipinas, en una expedición de 50 predicadores con fray Alonso de Sandín, vicario general de la misión.
(190) AGI Filipinas 82, N. 124. 14-XII-1682.
Memorial de fray Manuel de la Cruz, definidor y procurador general de la
provincia del Santo Nombre de Jesús de la Orden de San Agustín, solicitando licencia para 46 frailes, entre ellos, fray Francisco Velasco, natural de Huesca,
fray Francisco Balae, fray Pedro Camargo y fray Tomás Aznar, naturales de Zaragoza.
(191) AGI Contratación 5445, N. 2, R. 36. 4-II-1683.
Expediente de información y licencia de pasajeros a Indias de fray Juan de
la Madre de Dios, agustino descalzo, procurador y comisario general de la provincia de San Nicolás de Tolentino, a Filipinas con los siguientes frailes sacerdotes agustinos:
—Juan de San Nicolás, natural de Urrea de Jalón;
—Vicente de San Jerónimo, natural de Lupiñén;
—Ignacio de San José, corista, natural de Bujaraloz;
—Joaquín de San Nicolás, natural de la villa de Añón;
—José de San Bartolomé, corista, natural de Borja;
—Francisco de San Antonio, corista, natural de Alagón;
—José de la Trinidad, corista, natural de Urrea de Jalón;
—Vicente de la Purificación, corista, natural de Caspe;
—Miguel de San José, corista, de Ejea de los Caballeros;
—Bartolomé de San José, corista, de Ejea de los Caballeros;
—Agustín de Santa Mónica, lego, natural de Encinacorba.
(192) AGI Contratación 5545, N. 1, R. 50. 16-II-1683.
Expediente de información y licencia de pasajeros a Indias de los franciscanos:
—fray Juan Abril, natural de Tortajada;
—fray Sebastián de Villanueva, natural de Odón;
— y fray Silvestre Gil, natural de Odón;
a Filipinas en la expedición de fray Francisco de Santa Catalina, procurador
de la misión de San Gregorio.
283
(193) AGI Contratación 5447, N. 2, R. 23. 8-VII-1686.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de José de Osera, natural de Zaragoza, médico de cámara del Rey, a Nueva España como médico de don
Melchor de Portocarrero Laso de la vega, conde de la Monclova, virrey de México.
(194) AGI Contratación 5447, N. 2, R. 23. 8-VII-1686.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Bernarda
Bauza y Castellón, natural de Zaragoza, a Nueva España como mujer de Francisco
Ortiz de Urbina, criado de don Melchor de Portocarrero Laso de la Vega, conde de
la Monclova, virrey de México.
(195) AGI Contratación 5447, N. 2, R. 23. 8-VII-1686.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Jerónimo Soriano, natural de Zaragoza, a Nueva España como criado de don Melchor de Portocarrero Laso de la Vega, conde de la Monclova, virrey de México.
(196) AGI Contratación 5447, N. 2, R. 23. 8-VII-1686.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Vicente Arenaz, natural de Zaragoza, a Nueva España como criado de don Melchor de Portocarrero Laso de la Vega, conde de la Monclova, virrey de México.
(197) AGI Contratación 5447, N. 2, R. 23. 8-VII-1686.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de José Pastor,
natural de Zaragoza, a Nueva España como criado de don Melchor de Portocarrero
Laso de la Vega, conde de la Monclova, virrey de México.
(198) AGI Contratación 5447, N. 2, R. 23. 8-VII-1686.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Salvador Ordovás, natural de La Puebla de Albortón, a Nueva España como criado de don Melchor de Portocarrero Laso de la Vega, conde de la Monclova, virrey de México.
(199) AGI Contratación 5447, N. 2, R. 23. 8-VII-1686.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Francisco
Osera, natural de Cariñena, a Nueva España como criado de don Melchor de Portocarrero Laso de la Vega, conde de la Monclova, virrey de México.
(200) AGI Contratación 5447, N. 2, R. 23. 8-VII-1686.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Antonio García, natural de Épila, a Nueva España como criado de don Melchor de Portocarrero
Laso de la Vega, conde de la Monclova, virrey de México.
(201) AGI Contratación 5447, N. 2, R. 23. 8-VII-1686.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Ramón Cedrán
de Escatrón y Foces, natural de Cariñena, a Nueva España como criado de don
Melchor de Portocarrero Laso de la Vega, conde de la Monclova, virrey de México.
284
(202) AGI Pasajeros L. 13, E. 2245. 8-VII-1686.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Agustín de
Espés, soltero, hijo de Jesús y de Apolonia, a la Nueva España por criado del capitán don Jaime Frana, ingeniero militar.
(203) AGI Contratación 5449, N. 98. 2-IV-1687.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Atanasio Navarro, sacerdote mercedario, natural de Calatayud, al Perú con el vicario general de
su orden, el padre Francisco Velázquez.
(204) AGI Pasajeros L. 13, E. 2283. 30-IV-1687.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Pedro de Artigola y Foces, natural de Zaragoza, soltero, hijo de Pedro y de María, a Tierra Firme
por criado de don José Cerdeño y Monzón.
(205) AGI Contratación 5448, N. 59. 22-VI-1687.
Expediente de información y licencia de pasajeros a Indias de los capuchinos
siguientes:
—fray Atanasio de Zaragoza, predicador;
—fray Domingo de Villel, predicador;
—fray Lorenzo de Zaragoza, predicador;
—fray Juan de Cariñena, predicador;
—fray Diego de Used, predicador;
todos ellos a Cumaná.
—fray Pedro de Anento, predicador;
—y fray Gil de Villamayor, lego;
a la Trinidad de la Guayana.
(206) AGI Contratación 5450, N. 35. 3-VII-1688.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Blas Soler, natural de Zaragoza, hijo de Ambrosio y de Quiteria Llorente, al Perú por criado de
Juan Pardo Figueroa, alguacil mayor de la Caja Real de Lima.
(207) AGI Contratacion 5450, N. 52. 5-VII-1688.
Pasajeros L, 13, E. 2651.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de José Caso, natural de Zaragoza, soldado, destinado al Perú con Juan Bautista de la Raigada, caballero de Santiago, sargento general de batalla, cabo principal de las armas de la
Tierra del Perú.
(208) AGI Contratación 5540, N. 57. 7-VII-1688.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Francisco Sánchez de Aragón, corregidor de Sogamoso, al Nuevo Reino de Granada.
285
(209) AGI Contratación 5452, N. 140. 28-I-1690.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Pedro Muñoz,
de Calatayud, hijo de Juan y de María. Al Nuevo Reino de Granada como criado
del gobernador Gorrichategui.
(210) AGI Contratación 5452, N. 96. 7-II-1690.
Pasajeros L. 14, E. 103.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Francisco Vázquez Garcés, natural de Zaragoza, mercader en Sevilla, hijo de Francisco y María
Pérez, a Tierra Firme.
(211) AGI Pasajeros L. 14, E. 201. 21-II-1690.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Juan Xelder
[Jelder] de Calatayud y Toledo, corregidor de Condesuyos de Arequipa, pasa al
Perú con su mujer, doña María de Mendoza y Saavedra, y sus hijas Inés y Antonia,
además de una esclava negra, Lucía.
(212) AGI Contratación 5542, N. 23. 17-VIII-1690.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias a Pedro de Hebreda, de Ambel, hijo de Francisco y de Gracia Simón, como criado de don Sebastián
Félix de Mendiola, gobernador y Capitán General del Paraguay, con este destino
por Buenos Aires.
(213) AGI Pasajeros L. 14, E. 619. 22-V-1693.
Expediente de información y licencia de pasajeros a Indias de fray Ildefonso
de Zaragoza, capuchino, a Cumaná con:
—fray Pablo de Godojos;
—fray Bernardo de Albalate;
—fray Mauricio de Vilafranca;
—y fray Ildefonso de la Puente.
(214) AGI Contratación 5456, N. 3, R. 28. 2-VII-1695.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Domingo Izquierdo y Serrate, natural de La Almolda, hijo de José y de Francisca. Al Perú por
criado del capitán León Girón, sargento mayor del presidio de El Callao.
(215) AGI Contratación 5458, N. 3, R. 9. 31-III-1698.
Expediente de información y licencia de pasajero a Indias a Francisco de Estadilla, alcalde mayor de San Juan de los Llanos (nombrado el 27-II-1696). AGI
Contratación 5790, L. 3, f. 275v-281v, a Nueva España con dos criados (residencia en AGI Escribanía, 356 C).
286
NIÑAS COMO MUJERCITAS
Y NIÑOS COMO HOMBRECITOS:
TRAJE, INFANCIA Y APARIENCIA
EN LA EDAD MODERNA
Israel Lasmarías Ponz*
A Álvaro, el más pequeño de la familia
1. HISTORIOGRAFÍA, TÉRMINOS Y FUENTES
A lo largo de la Historia, las sociedades han ido creando estereotipos de representación de las diferentes fases biológicas del ser humano. Estas imágenes reflejaban aquellos aspectos que la sociedad consideraba como inherentes al individuo en
cada una de sus etapas vitales. Durante toda la Edad Moderna se realizaron este tipo
de «escalas de edades» sin apenas cambios. Estas escalas representaban de forma
yuxtapuesta las edades del individuo desde el nacimiento hasta la muerte. La primera fase del ciclo vital era la «edad de los juguetes». Los niños se representaban jugando al caballito de madera, a las muñecas o al molinillo con un pájaro atado. El segundo ciclo era «la edad de la escuela» en la que los muchachos se representaban
aprendiendo a leer y las muchachas a hilar1. ¿Cómo actuaron las gentes del siglo
*
Becario del Instituto de Estudios Turolenses de la Excelentísima Diputación Provincial de Teruel
desde abril de 2005 hasta abril de 2007.
1
ARIÈS, P., El niño y la vida familiar en el Antiguo Régimen, Taurus, Madrid, 1987, p. 45 (primera edición en francés, París, 1973).
287
XVII en los primeros años de la vida de sus hijos? La infancia ha sido objeto de estudio por los historiadores en los últimos años.
En 1948 James Bossard apuntó que la historia de la infancia no se escribiría
nunca porque era imposible obtener datos históricos apropiados. Hoy sabemos que
existe una metodología apropiada para afrontar este estudio. Esta metodología se
fundamenta en que para comprender la situación real de los niños en la Edad Moderna se deben tener en cuenta una serie de factores fundamentales. Todas las sociedades complejas presentan esferas de la vida privada que se estructuran de
forma diferente según sean las variedades de la religión, el poder, el marco económico y social y la cultura. De tal forma que la vida del niño solo puede ser entendida al comprender la sociedad concreta en la que este se encontraba inserto. Por
ello reducir la comprensión de la vida de los niños a la simple mirada de sus condiciones de vida en el medio familiar resulta insuficiente; la escuela, el monasterio, el
taller artesanal, la fábrica… fueron también medios fundamentales de su aprendizaje, pero no menos de la conformación de sus particulares condiciones de vida2. Los
historiadores hemos tardado varias décadas en alcanzar esta conclusión. El proceso
de confección de la historia de la infancia ha ido evolucionando desde diferentes
posturas historiográficas a lo largo de la segunda mitad del siglo pasado.
Inicialmente durante los años sesenta y setenta el debate se centró en los aspectos relacionados con la afectividad que provocaban los niños en sus padres. En
1973 Ariès propuso que el siglo XVII fue un punto de inflexión en la historia de la
infancia, puesto que al surgir el concepto de familia el niño pasó a ocupar un lugar
central en esta. Y esta centralidad radicaba no solo en su porvenir social, sino más
bien en su mera existencia3. Frente a estos postulados que revelaban la centralidad
de los niños en el siglo XVII, autores como De Mause o W. L. Langer avalaban una
visión pesimista de la historia de la infancia. Este último consideraba que a lo largo
de la Historia los abusos a los niños habían sido una acción generalizada, aunque
desde el siglo XVIII se fueron desarrollando posturas más humanizadas4. De Mause
calificaba la historia de la infancia como una pesadilla realizando una radical crítica
al supuesto de felicidad que Ariès proponía para los niños del Antiguo Régimen5.
2
BAJO, F. y J. L., BELTRÁN, Breve historia de la infancia, Temas de Hoy: Historia, Madrid,
1998, pp. 283-284. DELGADO, B., Historia de la infancia, Ariel Educación, Barcelona, 1998,
p. 12.
3
ARIÈS, P., El niño y la vida familiar... óp. cit., pp. 12-13 y 187. Con respecto a la familia,
ARIÈS, P., Centuries of Childhood: a Social History of Family Life, Nueva York, 1962. En esta
última obra Ariès proponía la felicidad del niño.
4
DE MAUSE, Ll. (ed.), Historia de la infancia, Alianza Editorial, Madrid, 1982, pp. 10-11 (edición
original: The History Childhood, Nueva York, 1974).
5
DE MAUSE, Ll., «La evolución de la infancia», en Ibídem, pp. 15-22.
288
Al margen de los postulados de Ariès pero frente a las posturas pesimistas
existían posiciones como las de M. J. Tucker o Joseph E. Illick. El primero entendía que durante el siglo XVI apareció una «nueva conciencia de la infancia» que se
traducía en una mayor preocupación por el niño y que se reflejaba en la comprensión del niño como un ser humano con problemas de desarrollo diferentes a los de
los adultos6. El segundo apuntaba que los objetos materiales vinculados al niño y
ofrecidos por sus familiares eran la muestra evidente del afecto que se sentía por
los pequeños7.
Elizabeth Wirth Marwick apunta que los sentimientos paternales son universales y que entraban en acción cuando la naturaleza del niño empezaba a ser modificada por la crianza. El nacimiento por sí solo no daba derecho al niño a recibir la
protección que maximizara sus posibilidades de supervivencia, pero, una vez forjado el vínculo entre le niño y el mundo exterior, los adultos pusieron a contribución
del niño sus poderosas fuerzas para ayudarle. Y, contra la opinión de Ariès, apunta
que los cambios durante el siglo XVII fueron pocos con respecto a los siglos anteriores en lo que se refiere al trato de los niños por los adultos8.
La década de los años noventa introdujo en España el interés por la historia
de la infancia. El enfoque historiográfico fue novedoso, porque no se centró exclusivamente en la revelación de sentimientos. En 1998 Fe Bajo y José Luis Betrán
publicaron una monografía sobre la infancia en la que recogen las críticas vertidas
contra Ariès. Estas críticas comparten con Ariès la valoración de los niños en el
contexto de la sociedad, pero este fenómeno no comenzó a producirse a partir del
siglo XVII. Autores como Bidon9 y Lat (Les enfants au Moyen Âge, 1990) o Pollock reconocen el afecto en la Edad Media, e historiadores como M. Goleen (Children and Childhood en Classical Athens, 1990) lo observan en la Antigüedad. Al
margen de estas críticas Bajo y Betrán apuntan que el niño se debe comenzar a estudiar desde la perspectiva de la historia de la representación, porque era un ser a
la vez real e imaginado, portador de significados e ideologías10.
6
TUCKER, M. J., «El niño como principio y fin. La infancia en la Inglaterra de los siglos XV y
XVI», en Ibídem, p. 285.
7
ILLICK, J. E., «La crianza de los niños en Inglaterra y América del Norte en el siglo XVII», en Ibídem, p. 376.
8
WIRTH MARWICK, E., «Naturaleza y educación: pautas y tendencias de la crianza de los niños en
la Francia del siglo XVII», en Ibídem, pp. 329-332.
9
BIDON, D., «Du drapeau à la cotte: vêtir l’enfant au Moyen Âge (XIII-XV)», en VV AA, Le vêtement: histoire, archeologie et symbolique vestimentaires au Mogen Age, Cahiers du Leopard
d’Or, I, París, 1989, pp. 123-168.
10
Breve historia de la infancia… óp. cit., pp. 12-13.
289
Buenaventura Delgado se interesa por el estudio de la imagen de los niños
que proyectaban autores como Nebrija o Vives en el Renacimiento, y Locke o Fénelon en el Barroco. Y concluye que hasta la Ilustración no se observan ciertos
cambios con posturas como la de Rousseau11.
Este giro historiográfico se había producido con anterioridad en Europa.
En los años ochenta del siglo XX Arlette Farge publicaba su obra La vida frágil.
Esta autora reconoce la dificultad para percibir y entrever el lugar y papel que jugaba el niño en la sociedad. Y añade que centrar las investigaciones, únicamente, en aspectos de afectividad impide explorar otras formas de relación entre
niños, adultos y padres. Y propone para dar solución a la dificultad inicial comprender cómo había llegado el niño al mundo y cómo se alimentaba, vestía,
amaba, criaba y educaba12. Se trata de reconstruir todos aquellos aspectos de la
vida que rodeaban y afectaban al niño. Esto permite una visión más completa de
cómo sería la realidad infantil.
Lo que en este artículo propongo es una reconstrucción de la manera de
vestir a los niños en el siglo XVII. El niño no tenía, como tampoco tiene hoy, capacidad de vestirse por sí mismo. Esta característica era una de las que más identificaban al niño como infante. Y, puesto que al niño se le vestía, en ocasiones el
vestido adquiría un valor diferente a la mera necesidad biológica de cubrir el
cuerpo del frío o protegerlo del sol. Esta premisa inicial hace que este artículo se
sitúe historiográficamente en propuestas como las de Arlette Farge o las de Bajo
y Betrán.
En los años setenta del siglo XX autores ingleses y franceses introdujeron
aspectos socioeconómicos y culturales en las formas de vestido de los niños. F.
H. Du Boulay indica que los ingleses en el siglo XVI daban un gran valor a los
niños. Desde finales de la Edad Media la economía de Inglaterra en recuperación
había aumentado la riqueza de las familias. Du Boulay sugiere que esta mejora
económica provocó un cambio en la actitud hacia los niños13. Con más cantidad de
dinero en la bolsa familiar las familias buscaban formas de gastarlo. Lo invertían en
casas más grandes, en retratos de sí mismos y de sus familias y en sus hijos a través de la educación y del vestido. El excedente económico hizo posible hacer uso
11
Historia de la infancia… óp. cit., p. 31.
12
FARGE, A., La vida frágil, Instituto Mora, México, 1994, pp. 56-58 (primera edición en francés,
Hachette, 1986).
13
Supongo que el autor se refiere al cambio de actitudes hacia el niño en relación con ese nuevo interés de opulencia u ostentación. La afectividad no aparece en ningún momento y varios autores
se han encargado de demostrarla, como ya he comentado, en periodos históricos anteriores.
290
de los niños como «objetos de consumo»14. Evidentemente, la situación del niño
no se puede desvincular del contexto familiar en el que vive. Y en aquellas familias con alto poder adquisitivo o con una economía asentada el niño servía como
instrumento para expresar riqueza. En este sentido los adultos jugaban el mismo
papel: a través de sus vestidos y de su forma de vivir en general manifestaban de
forma simbólica su capacidad económica y el poder y lugar que ocupaban en la
sociedad estamental. En definitiva, el traje de los niños podía servir a la familia
para lo mismo que servía la librea del paje o la ropa de los criados: indicar un estatus a ojos vista.
El estudio de los aspectos a los que me he referido en los dos párrafos anteriores no evitará que en ocasiones haga referencia a la afectividad. Muchos de los
autores que se centraron en el estudio de los afectos centraron las iras de sus opiniones en determinadas prendas de vestir. Autores como William L. Langer o
Lloyd De Mause consideraron algunas prendas como auténticos utensilios de tortura y a los padres, nodrizas y tutores que se las ponían como auténticos torturadores. Por tanto, ligaban la afectividad hacia los niños con las ropas que llevaban.
Esta solución es del todo simple. En los tratados de medicina u obstetricia y en las
manuales de urbanidad o educación física y moral se relatan las funciones de determinadas prendas. Por lo general, estos tratados se asientan en presupuestos
médicos (para que se desarrolle mejor el niño) y morales o sociales (para que el
niño pueda triunfar en la sociedad). En estos textos se basarían las actuaciones de
los individuos que estaban al cargo de los infantes y, por tanto, las acciones de
estos se basarían en los presupuestos dados por los escritos, ya hablemos de padres más o menos instruidos, o de médicos y comadronas que podían tener un
más fácil acceso a los textos. Normalmente, médicos y comadronas eran los encargados de dar directrices a padres y nodrizas. Lo cual no evitaba que se produjesen acciones violentas contra los niños. Pero esa violencia voluntaria no siempre
estuvo vinculada con las prendas de vestidos. Del hecho de que un padre o madre
pusiese un corsé a su hija no se tiene que suponer una asfixia voluntaria. La función del corsé no era asfixiar, sino estrechar la cintura. Y la cintura estrecha en el
ideal físico de las mujeres del siglo XVII tenía determinadas connotaciones que no
se pueden obviar.
La afectividad de los padres hacia los hijos está constatada para la Edad
Media aragonesa; Aragón es el espacio geográfico en el que centro este artículo.
María del Carmen García Herrero ha establecido la opinión de que los padres
adoraban a los hijos en el Aragón tardomedieval, tanto por lo que llegarían a ser
14
DU BOULAY, An Age of Ambition: English Society In the Late Middle Ages, Nueva York,
1970. Obra citada en El niño como principio y fin…, óp. cit., pp. 260-262.
291
como por lo que eran. El fallecimiento de los niños al poco tiempo de nacer era
visto como algo habitual a la vez que inevitable. Pero en referencias de padres que
expresan sus sentimientos hacia sus pequeñas criaturas se recogen afirmaciones
como: «… por seyer su padre e porque no ay ninguno que quiera mas al fijo que es
el padre e la madre… y desea hazer como buen padre…»15.
Estas muestras de afectividad hacia los hijos continuaron durante el siglo
XVII. Las madres legaban a sus hijas en los testamentos determinadas prendas o
utensilios muy significativos bajo la fórmula «de gracia especial»16. Los padres,
cuando hacían testamento, incluían cláusulas en las que velaban por la alimentación y el vestido de sus hijos supervivientes. Comer y vestir eran dos necesidades
biológicas básicas para el niño. Incluso se recomendaba al cónyuge superviviente
vender las prendas del difunto para costear el gasto de las prendas de vestir de los
niños. Este hecho es muy significativo porque cuando moría un cónyuge las prendas, por acuerdo matrimonial, en las capitulaciones, o revertían en la familia del
difunto o se guardaban en arcas para cuando «tomasen estado» los hijos o hijas supervivientes17. Cuando los padres hacían testamento en ocasiones recomendaban
enterrarse junto a alguno de sus hijos difuntos. Es evidente que esta medida es un
ahorro económico en el negocio de la muerte. Pero también esconde un trasfondo
de sentimiento de cercanía y cariño hacia un hijo fallecido con quien se quiere
compartir el lecho definitivo y perpetuo hasta el día del Juicio Final. Lo que supone que en este día se verán acompañados progenitor y descendiente18. Por último,
15
GARCÍA HERRERO, M. C., «Porque no hay ninguno que más quiera al fijo que el padre y la
madre», en A. MUÑOZ FERNÁNDEZ (ed.), Del nacer y del vivir. Fragmentos para una historia
de la vida en la Baja Edad Media, IFC (CSIC), Exc. DPZ, Zaragoza, 2005, pp. 47-61.
16
Archivo Histórico de Protocolos Notariales de Alcañiz (en adelante, AHPNA), Pablo Alberto
Suñer, 1765, acto de muerte y testamento de Gracia Magallón, viuda de Joseph Tomás, labrador,
vecinos de Alcañiz, f. 57 y ss: «… Item dexo de gracia especial a mi hija Teresa Thomas dos colchones de marca mayor… y toda la ropa de su llevar tanto de lienzo como de lana y seda usada y
por usar, dos cucharas de plata de marca mayor, una cruz de plata, con su cadena de plata, una
pasta de plata sobredorada de cinta de criatura, un joyel de oro…».
17
AHPNA, 1640, Lorenzo Arcos, testamento de Tomás Ferrer, zurrador y de María Martín, su esposa, vecinos de Alcañiz, ff. 139v-143: «… Item yo dicha Mariana Martin dexo de gracia especial a las
dichas Margarita Ferrer, Jusepa Ferrer y Dorotea Ferrer nuestras hijas todas mis ropas y vestidos de
lino y lana y joyas… con facultad que doy al dicho Thomas Ferrer mi marido si acaso me sobreviviere que pueda deshacer dichas mis ropas… para vestir las dichas nuestras hijas…», f. 141v.
18
AHPNA, 1622, Pedro Joan Fraello, testamento de Jaime Sebastián Sobradil, calcetero de Alcañiz: «… Ittem quiero ordeno y mando que siempre que dios Nro Señor fuere servido llevarme
desta vida para el otra mi cuerpo sea enterrado en la iglesia Collegial de la dicha Villa de Alcañiz
enfrente de la Capilla del Señor San Anthon en la sepultura que an sido enterrados los Cuerpos de
mi miger y de Jacinto Sobradil mi hijo…», ff. 99v-100.
292
y haciendo referencia a un documento del siglo XVII de carácter público, los documentos notariales anteriores tienen un carácter privado. Doña Ana Abarca de
Bolea, abadesa del Monasterio de Casbas, escribió una pequeña obra dramática,
Baile pastoril al nacimiento. Esta obra finaliza con una coda en habla rústica en
la que se refleja el modo de hablar de las gentes populares. Por tanto, esta coda
reflejará el sentir del pueblo con respecto al tema que se trata. El centro del argumento de la coda refleja el nacimiento de Cristo en un pesebre y hace clara referencia a las necesidades del niño recién nacido: calor y comida. Y ante esta situación el sentimiento general del texto refleja: lástima y afecto. Lástima, por la
situación de frío en la que se encuentra; afecto, porque se pretende solucionar sus
carencias. Y este sentir de los protagonistas de la escena está rodeado por un
ansia generalizada de conocer al nuevo niño19.
Si algo le resulta complicado al historiador cuando procede a estudiar aspectos de la infancia, adolescencia o juventud de los individuos históricos es determinar
con concreción cuándo comienza o acaba cada una de estas etapas o incluso si existían como tales en la evolución del hombre desde la niñez a la edad adulta. Diversos
autores se han referido a estas etapas y han estudiado cómo fueron comprendidas
por los individuos históricos. Baltasar Gracián en El Discreto apunta que «… solo el
tiempo puede sanar de la infancia y de la juventud que son realmente las edades de
la imperfección…». Ya me he referido anteriormente a las «escalas de las edades»
que recoge Ariès20. Este mismo autor apunta que los niños en la Edad Moderna eran
vistos como seres diferentes con respecto a los hombres, pero solo por el tamaño y
la fuerza. Comparando al niño con el enano, aquel era como este pero con la seguridad de no quedarse diminuto para toda la vida. Según Ariès, el concepto de infancia cambió durante el siglo XVII: en las sociedades dependientes el uso antiguo del
término se mantuvo. Este uso antiguo vinculaba infancia con dependencia y por ello
términos como hijo, mocito o muchacho eran términos referidos a esta dependencia. Por ello los términos de la infancia subsistían para designar familiarmente en la
lengua hablada a personas de condición dependiente o sometida a otros: lacayos,
oficiales, soldados. Sin embargo, en el contexto de la burguesía el concepto de infancia adquirió en el siglo XVII el concepto, moderno que le damos hoy, porque los
burgueses eran un grupo no dependiente. En este mismo enfrentamiento dependencia versus no dependencia, la edad de los infantes se alarga o acorta. Ariès com-
19
«…Tened llastima, que nage / en noche de tanto frio, / que a los corazones plaga / y los tiene
empedernidos. / Vámoslo a ver y levemos / leña, queso, pan, crabitos / y lágrimas, porque beba
/ que las estima el chiquillo. / […] A alegrar el Niño, pastores, / vamos todos…», ABARCA DE
BOLEA, A., Baile pastoril al nacimiento, siglo XVII, obra citada en La Navidad en Aragón, CAI
100, Equipo de Redacción, Zaragoza, 2001, p. 60.
20
El niño y la vida familiar…, óp. cit., pp. 15-18, pp. 48-49, p. 185 y pp. 435-438.
293
prendió que la infancia podía ser más o menos larga vinculada a la escolarización.
Para aquellos niños cuyas familias podían costearles la escolarización la edad infantil
se prolongaba más allá de la «edad de los juguetes» y del periodo en el que el niño
llevaba andador. De tal manera que la infancia se ampliaba y abarcaba dos edades:
la «edad de los juguetes» y la «edad de la escuela». Frente a esta infancia larga existía
otra más corta y tradicional en la que los niños por no ir a la escuela o ir durante
apenas dos años abandonaban precozmente la edad del juego y pasaban a la juventud. Edad de la juventud que debe ser entendida en el contexto de las sociedades de
solteros. Así, las sociedades de jóvenes eran sociedades de solteros, diferenciando al
soltero del casado, al que tenía casa del que no la tenía y al que era más estable del
que lo era menos. En el paso de la juventud a la edad adulta el rito ingresivo del matrimonio era fundamental. En conclusión, según los postulados de Ariès, en el siglo
XVII los individuos podían permanecer de por vida en la infancia o juventud imaginada. El enano era visto como un niño porque su tamaño era reducido y a lo que
podía aspirar era a pasar a ser un niño envejecido. Y el soltero era observado como
un hombre en estado juvenil permanente, porque su estado era inestable de por
vida. Estos conceptos variaban para las mujeres, porque al no estar, por lo general,
escolarizadas en el siglo XVII su estado de niñez se acortaba y a los diez años podían
concebirse como auténticas mujercitas.
La historiografía más reciente indica que el niño era concebido durante la
Edad Moderna como un ser muy dinámico, en constante movimiento. Para Arlette
Farge, los niños se desplazaban de forma constante de la infancia a la edad adulta,
de la dependencia a la autonomía y del mundo económico al de la gratitud y la malicia. De tal forma que no permanecían en ningún momento fijos en un papel definitivo. Y esta diversidad de papeles y funciones les hacía existir como adultos y
niños al mismo tiempo. Por ello, la mejor caracterización del niño es el movimiento
de idas y venidas, de ida y vuelta entre el mundo del niño y del adulto21.
Toda esta bibliografía evidencia que la delimitación de la edad de los niños
era muy difusa en la Edad Moderna y estaba condicionada por diversos factores.
Por esto la concepción de la infancia es muy complicada de adivinar desde nuestra
perspectiva actual. En la definición del infante como tal intervenían: el sexo, la escolarización, el estamento o grupo social al que pertenecía, la economía y el nivel
cultural familiar, el lugar de residencia… En tal caso la edad del niño parece ser lo
que menos importaba.
García Herrero apunta que el Derecho canónico mantuvo durante la Baja
Edad Media la edad mínima de acceso al matrimonio en 12 años para las mujeres
21
La vida frágil…, óp. cit., p. 76.
294
y 14 para los hombres, aunque advierte que el sexo y la condición social de los individuos eran factores definitivos para que el niño se viese incluido de lleno en el
mundo de los adultos. E incluso desde su óptica feminista añade que las mujeres de
los grupos privilegiados se podían mantener en estado de dependencia e infantilismo psicológico prolongado más allá del matrimonio, de forma que algunas mujeres
no parecían alcanzar la verdadera mayoría de edad hasta quedar viudas22.
La documentación notarial se sirve de varios términos para indicar que las
prendas que se detallan son propias de individuos de corta edad, siendo los más
frecuentes criatura y niño; lo cual indica que esas prendas estaban ligadas a un
tipo de ser concreto y una edad determinada. Covarrubias define criatura como el
hijo o hija que acaba de nacer23. El Diccionario de Autoridades en su edición de
1726 ofrece una definición mucho más genérica: «Comúnmente el niño pequeño
antes de nacer, y quando se esta criando», y se refiere a la expresión: «Es una criatura», de la siguiente forma: «Expresión con la que se significa que una persona es
muy joven, u de muy poca edad, o que lo parece»24. Pero el Diccionario de la Academia de 1780 define este concepto acercándose claramente a la postura de Covarrubias, puesto que la acepción es la siguiente: «El niño recién nacido, o de poco
tiempo, y también el feto antes de nacer»25.
Por lo que respecta al significado de niño, Covarrubias considera que tiene el
mismo significado que hijo. Frente a la acepción genérica de 1611, en 1726 el
Diccionario de Autoridades recoge la misma definición que el Diccionario de la
Academia. Esta recopilación aporta una referencia más concreta de niño y además
introduce el concepto de niñez. El concepto de niño se aplica concretamente a
aquellos individuos que no han alcanzado los siete años de edad y, en general, al ser
que tiene pocos años. Así, la niñez sería el periodo de vida de un individuo hasta
que alcanzase los siete años, y añade: «Por el modo de hablar se extiende hasta la
juventud». La introducción del término juventud por el lenguaje vulgar provoca un
alargamiento de la niñez. El Diccionario de la Academia de 1780 define juventud
como «el tiempo de la edad de joven, que comienza desde los catorce y llega hasta
los 21 años». Y, con anterioridad, Covarrubias había definido juventud como la
22
Porque no hay ninguno…, óp. cit., p. 87.
23
COVARRUBIAS, S., Tesoro de la lengua castellana o española, Madrid, 1611. Edición integral
e ilustrada de Alejandro Arellano y Rafael Zafra, Universidad de Navarra, Madrid, 2006: «Se toma
algunas veces por el niño, cuando se va criando…» y «el hijo o hija que acaba de nacer».
24
REAL ACADEMIA ESPAÑOLA, Diccionario de Autoridades, Francisco del Hierro, Madrid, 1726.
25
REAL ACADEMIA ESPAÑOLA, Diccionario de la Lengua Castellana, Joaquín Ibarra, Impresor
de Su Majestad, 1780.
295
edad del mancebo. Y por mancebo se entendía «el mozo que esté en la edad que
en latín llamamos adulescens… aún está debajo del poder de su padre». Aquí la juventud estaba ligada a la dependencia del hijo con respecto a su padre. Y algo similar ocurre con la definición de muchacho. Covarrubias lo define como «conviene a
saber, mocho, mutilus, porque no ha crecido todo lo que ha de crecer». Y el Diccionario de la Academia define muchacho como «en riguroso sentido vale el niño
que mama; aunque comúnmente se extiende a significar el que no ha llegado a la
edad adulta». Este conjunto de definiciones indican que durante la Edad Moderna
existían varios indicadores de edad y que la infancia se organizaba alrededor de tres
factores: la edad, el imaginario popular expresado mediante el lenguaje vulgar y las
relaciones de dependencia personal.
El término criatura se utilizaba para los niños más pequeños: un feto, un recién nacido y un niño que se estaba criando o amamantando. Aunque la edad de
lactancia es muy voluble. El niño podía estar mamando hasta los tres años, pero si
la madre se quedaba embarazada antes de que el niño cumpliese esta edad se debía
producir el destete. Y el término niño se podía utilizar para denominar a un recién
nacido y a un niño de hasta siete años, pero también para hacer referencia a un
niño que no había cumplido los catorce años e incluso para una persona que siguiese vinculada a la dependencia de su padre independientemente de su edad. A
la dependencia ya me he referido antes analizando la bibliografía de Ariès. Por
tanto, el concepto de infancia en la Edad Moderna era muy amplio y dependiente
de múltiples factores.
No cabe duda de que las expresiones coloquiales difuminaban la esencia de los
términos referidos a la infancia. Un ejemplo es la niña D.ª Luisa Çepero, hija huérfana de D.ª Bernarda Romero. En el estado de las cuentas de D.ª Luisa se anota en varias ocasiones la palabra niñería26 haciendo mención a varios de sus gastos. D.ª Luisa
estaba a cargo de un tutor que era el encargado de velar por su conducta y sus bienes. El hecho de que el tutor anote el término niñería indica que la imagen que tenía
de D.ª Luisa era infantil. Pese a ello D.ª Luisa tenía abierto un pleito con la Inquisición, había estado manifestada y se había casado en secreto sin permiso de su tutor27.
26
«Todo lo que es de niños y de poca consideración», en Tesoro de la Lengua…, óp. cit.
27
Archivo Histórico de Protocolos Notariales de Zaragoza (en adelante, AHPNZ): 1628, Pedro J.
Martínez de Aztarbe, «memoria del gasto que yo Jayme Villanueba como administrador de la hacienda de la que fue Doña Bernarda Romeo le di para comprar ciertas niñerias», «en menudos
invie a su md. Para comprar niñerias», «para pagar a micer Salaverte los dias que estubo manifestada mi Sª doña Luisa…» y «… en trenta de noviembre de 1627 pague en una Junta que hubo
quando se saco la Señora doña Luisa para determinar lo que se devia haçer por haver casado sin
licencia de los ejecutores…», f. 2030, 2042v, 2047v y 2056.
296
Estos hechos indican que la mentalidad de D.ª Luisa no era ni mucho menos la de
una niña, sino la de una mujer resuelta que pretendía controlar por sí misma su
destino y se había casado en secreto. Posiblemente, el tutor en su función vigilante
o en su afán controlador se viese en la obligación o tuviese la intención de tratar a
D.ª Luisa como una niña en lugar de como una mujer, que es lo que parecen indicar sus acciones. Posiblemente, se observe aquí esa idea de infantilismo psicológico en que determinados hombres pretendieron sumir a las mujeres que de ellos dependían28.
Los términos criatura, niño y muchacho son los utilizados en la documentación para indicar que determinadas prendas estaban vinculadas a la edad infantil.
En algunos casos no se añadía ningún tipo de identificación porque era evidente la
función de la prenda como propia de un pequeño. En estos últimos casos se sabe
la vinculación de la prenda con el niño gracias a los diccionarios de términos como
el de Covarrubias o las primeras ediciones de los de la Academia de la Lengua Española, redactados en época moderna: siglos XVII y XVIII.
Este artículo está realizado, fundamentalmente, con documentación del Archivo Histórico de Protocolos Notariales de Zaragoza (en adelante, AHPNZ).
Este fondo proporciona documentación del siglo XVII en la que se incluyen testamentos en los que se legan prendas o se indica el uso de estas relacionándolas
con la muerte; inventarios de bienes en los que anotan descripciones del contenido de las arcas, arcones, baúles y guardarropas; relaciones de cuentas en las que
se anotan los gastos ocasionados por actividades económicas relacionadas con el
traje y algún otro tipo documental que puede contener descripciones o referencias de prendas de vestido o del uso que se hacía de estas. Estos documentos
proporcionan fragmentos de historias individuales, porque se puede conocer qué
prendas poseía un individuo de un determinado lugar y estatus socioeconómico.
E incluso, si la fuente es explícita, se puede conocer qué uso hacía ese individuo
de las prendas de vestido. Estos fragmentos de historia son puntos de partida
para comprender diversos aspectos de la vida cotidiana que desarrollaban los individuos del pasado. Y estas pequeñas historias separadas e individuales, aunadas
y confrontadas, servirán de base para realizar afirmaciones genéricas. Por ello,
los ejemplos y las notas no son simples referencias, sino que pretender identificar
a los protagonistas individuales de las experiencias sobre las que se fundamente
el análisis. Esta forma de trabajar con protocolos ha sido defendida por varios
autores, aunque con la debida cautela. Si los inventarios constituyen una fuente
útil y copiosa para conocer prendas de vestido, porque se identifican los cambios
28
Porque no hay ninguno…, óp. cit., p. 87.
297
o avances en tejidos, colores y formas, no permiten llegar a conclusiones igual
de seguras respecto a cambios cuantitativos29.
Los fragmentos individuales se conectan con la generalidad a partir de dos
tipos de monografías: las referidas a la educación moral y física de los niños y jóvenes y tratados de medicina en los que se recogen referencias al cuidado de los
niños. El uso de este conjunto de tratados científicos y de obras de moralistas permite comprender de forma directa el por qué del uso de determinadas prendas alejándonos de injerencias excesivamente personales en el razonamiento.
2. VESTIDOS COMO ADULTOS
Cuando Locke trataba de la educación y cuidado de los niños solo establecía
dualidad de sexos en lo referente al vestido. Porque la educación física se dirigía a
ambos sexos sin distinción alguna, pero en lo referente a los vestidos establecía peculiaridades en función del sexo. Había ropas para niños y ropas para niñas30. Pero
esta diferenciación en el traje de los niños no se hacía efectiva hasta una determinada edad. El delfín de Francia, futuro Luis XIII, no vistió como adulto, según Heroard, hasta los 7 años y 8 meses e incluso en ocasiones recupera el traje infantil
con delantal. Y en el retrato de la familia Habert realizado por Philippe Champaigne que recoge a siete niños el único que viste como un adulto es el mayor de todos
ellos que tenía 10 años y vestía como un hombre diminuto con manto. Los retratos
de la Corte española representan a los infantes vestidos como adultos a partir de
estas mismas edades. Ariès apunta que la fecha en la que los niños adquirieron
traje propio diferente al de los adultos fue a inicios del siglo XVII, condicionando
este cambio al nivel social y de riqueza de la familia; burgueses adinerados y nobles
serían los que pudieron introducir el nuevo traje peculiar de la edad infantil. Porque
las familias de escasos recursos económicos vestían a sus hijos desde más pequeños
como si fuesen adultos reaprovechando ropas usadas, siguiendo la práctica medieval de vestir a los niños como adultos desde el momento de desfajarlos31.
Sin embargo, la documentación que he utilizado no advierte apenas diferencias entre el traje de finales del último tercio del siglo XVI y el que se llevaba a inicios
29
SARTI, R., Vida en familia: casa, comida y vestido en la Europa Moderna, Crítica, Barcelona,
2003, p. 11 y p. 259.
30
LÓPEZ-CORDÓN, M. V., (ed.), J. AMAR Y BORBÓN, Discurso sobre la educación física y
moral…, Imprenta Benito Caro, Madrid, 1790, p. 125.
31
El niño y la vida familiar…, óp. cit., pp. 78-82.
298
del siglo XVIII. La condición social de las familias que acumulaban estas prendas de
ropa se caracterizaba por su solvencia económica, porque la documentación se refiere fundamentalmente a miembros de la nobleza, notarios, abogados, mercaderes,
oficiales mecánicos reputados y labradores adinerados. Otra cosa será el traje de los
niños cuyas familias tuviesen nulos recursos económicos. Estos casos no se pueden
descifrar por la documentación notarial, puesto que el notario exigía el pago de una
determinada cantidad de dinero, aunque no tan alta como en la actualidad, por dar
fe a la documentación que interesaba. Pero si resulta difícil conocer el vestido de los
más pobres a partir del documento escrito, pues los pobres casi no dejan documentación, más complicado se hace conocer la descripción de las ropas de sus hijos.
Hasta alrededor de los 6 ó 7 años los niños que vestían traje infantil utilizaban las mismas prendas independientemente de su sexo. Cuando los niños alcanzaban esta edad su género comenzaba a diferenciarse a partir de su vestido.
El final de la Edad Media supuso un cambio importante en la concepción
de los vestidos. Los hombres «a la moda» comenzaron a abandonar la utilización
de prendas anchas, largas, sueltas y de una sola pieza. Y comenzaron a vestir un
traje dividido a la altura de la cintura compuesto por calzones de diferentes tipos
y jubón. Y la figura del varón se tornó rígida, debido a la utilización de prendas
estrechas y ajustadas que dificultaban determinados movimientos. Tan solo las
exageradas calzas ensancharon los muslos masculinos durante un tiempo. Por
tanto, los hombres dejaron de vestir faldas, aunque aquellos de inferior condición
seguirían utilizando el sayo medieval durante bastante tiempo, en algunos casos
hasta inicios del siglo XVII. Por tanto, el uso de faldas y prendas holgadas quedó
restringido a las mujeres que a la altura del siglo XVI vieron sus ropas de una
pieza divididas en dos: jubón o cuerpo y basquiña o saya. Lo que no quiere decir
que no utilizasen prendas de una sola pieza. Las nuevas prendas encorsetaban a
la mujer en un traje rígido que se estrechaba progresivamente hacia la cintura
tanto desde la cabeza como desde el final de las extremidades inferiores. El cambio con respecto a la Edad Media era muy significativo. De tal forma que a inicios de la Edad Moderna cada sexo tenía normalizado un vestuario adecuado y la
única prenda que tenían en común hombres y mujeres era la camisa, la cual estaba comenzando a diferenciarse también mediante adornos propios de hombres y
otros privativos del sexo femenino.
En general y durante toda la Edad Moderna, independientemente del sexo
de la persona que llevaba las prendas, estas se podían catalogar en tres grupos
dependiendo de la función que tenían asignada en la persona. Por «ropa de encima» se conocían las prendas destinadas a utilizarse para salir a la calle o recibir
visitas en casa; esta era la ropa más protocolaria. La «ropa blanca» equivalía a
nuestra ropa interior actual y se llevaba debajo de la que se utilizaba en la intimidad o de la «ropa de encima». Por último, el tercer grupo lo formaban las pren-
299
das que se llevaban en el interior de la casa; en ocasiones, en el ámbito doméstico, para mayor comodidad, se llevaba simplemente «ropa blanca». Pero la documentación que he trabajado no recoge prendas de este último tipo para ninguno
de los dos sexos.
Para la realización de este trabajo he utilizado fundamentalmente cuatro documentos referidos a niños adinerados de Zaragoza. Son cuatro casos en los que
los niños se quedaron huérfanos y sus tutores anotaron los gastos de las haciendas
de los muchachitos en registros de contabilidad. En estas contabilidades se recogían
el conjunto de prendas de vestido que se les compraban o mandaban confeccionar.
El primer documento se refiere a la relación de cuentas de la niña Luisa Çepero.
La pequeña Luisa se quedó huérfana de madre en 1621 siendo menor de edad. A
partir de esta fecha se organiza una recopilación de cuentas hasta el año 1627. La
familia de esta niña pertenecía a la nobleza: tanto su padre como su madre poseían
armas. La familia estaba vinculada al comendador de una orden militar; posiblemente, la del Hospital de San Juan de Jerusalén. La llegada de un tal don Basilio a
la casa principal de la familia procedente de Malta induce a pensar en que sea comendador de esta orden. Por tanto, Luisa es reflejo del traje que utilizaba una muchachita de la élite nobiliaria de Zaragoza; digo muchachita más que niña porque
en 1627 se anotan en las cuentas diversos gastos derivados de que Luisa se había
casado sin permiso. Además D.ª Luisa estuvo manifestada y tenía pleito abierto
con el Santo Oficio. Pero, previamente al matrimonio en 1621, fecha en la que falleció su madre, D.ª Bernarda Romero, Luisa se trasladó a residir a la comunidad
de mujeres del convento del Santo Sepulcro de Zaragoza. La edad de esta pupila
no queda muy clara. Pero si en 1627 se recoge un pleito por haberse casado sin
permiso es de suponer que tenía menos de 12 años, que eran los que el derecho
canónico exigía para el matrimonio32.
El segundo documento se refiere a la niña huérfana María Teresa Gertrudis
de Sada, hija de Juan de Sada y Mariana Bielsa. Este documento es una relación
de gastos cotidianos de casa que abarca desde 1630 a 1641. En 1630 murió la
madre de M.ª Teresa y quedó huérfana por completo, porque su padre había fallecido con anterioridad. La documentación solo hace en alguna ocasión referencia a la abuela de la niña, D.ª Mariana Rabatins. En 1630 la niña M.ª Teresa todavía mamaba leche de su ama y se anotó el pago de este servicio. Solamente se
anotó un pago al ama de la leche. Lo que induce a pensar que la edad de la niña
sobre 1630 rondaría alrededor de los 3 años, por lo cual en 1641 tendría alrede-
32
AHPNZ, 1628, Pedro Jerónimo Martínez de Aztarbe, «Memoria del gasto que yo Jayme Villanueba como administrador de la hacienda de la que fue Doña Bernarda Romeo, esposa del Comendador Çepero», ff. 2018-2060 (en adelante, 1).
300
dor de 14 años. Así pues, este documento permite observar la evolución de las
ropas de la niña a lo largo de los primeros años de su vida. Aunque hasta el año
1633-34 no se comienza a confeccionar ropa para la niña y ya en esas fechas
vestía como una adulta. La condición social de la pequeña M.ª Teresa no se
puede saber con seguridad, porque no la aclara la documentación. Sin embargo,
el nivel económico de la familia de esta niña era muy elevado; nada que envidiar
al de la pequeña de los Çepero33.
La memoria del gasto de la pupila Manuela Ezquerra nos permite conocer
cómo vestiría la hija de un labrador adinerado. El padre de Manuela murió en febrero de 1645 y era habitante de Pastriz; sin embargo, la niña vivía en Zaragoza.
El conjunto de gastos e ingresos que anotó desde esta fecha mosén Pedro Segalón
permiten conocer la calidad de las ropas que se confeccionaban para Manuela y los
amplios recursos de que gozaba: viñas, tierras de panes y ganados34.
Por último, el único documento que se refiere a niños es el de los hijos del
notario Francisco Antonio Español, menor, y Estefanía de Lara; Blas y Domingo
Español eran los pupilos herederos de este matrimonio. En 1645 ambos hermanos
mantenían un poder adquisitivo muy elevado: vestían ricas ropas, practicaban deportes, acumulaban un inventario de obras impresas muy significativo y estudiaban
en el «Seminario de los Jesuitas». Esta relación de cuentas permite conocer las formas de vida y educación de dos niños de posición económica muy elevada que no
pertenecían a la nobleza, cuando menos, por la línea sucesoria de su padre35.
2.1. NIÑAS COMO «MUJERCITAS»
El «traje de encima»
Para cubrir el torso y los brazos, las niñas que vestían como mujeres utilizaban jubones, corpiños, cotas, cueras y mangas. Durante la Edad Moderna existían
dos tipos de corpiño: uno de ropa blanca o interior y otro exterior también conoci-
33
AHPNZ, 1641, Jerónimo Cascarosa, «Relación del levantamiento de las cuentas de la hacienda de
la pupila María Teresa Gertrudis de Sada, hija del que fue Juan de Sada y Mariana de Bielsa», ff.
726-728 (inserto s. f.) (en adelante, 2).
34
AHPNZ, 1645, Juan Jacobo Arañón, «Memoria de lo gastado por mi mossen Pedro Segalon tocante a la Hazienda del que fue Pedro Ezquerra desde el 17 de Febrero del año 1645 en adelante», ff. 71v-73 (inserto s. f.) (en adelante, 3).
35
AHPNZ, 1645, Juan Isidoro Andrés, «Definimiento de cuentas de Domingo y Blas Español, pupilos hermanos hijos del que fue Francisco Antonio Español, menor [notario del número de la ciudad de Zaragoza] y de D.ª Estefanía de Lara», ff. 2947-2970] (en adelante, 4).
301
do como cuerpo. El corpiño interior del vestido tenía como finalidad estrechar la
cintura y convertir el torso en una superficie dura y lisa. Su función era similar a la
que tenían las prendas de ruedo, verdugados y guardainfantes, en la parte inferior
del cuerpo. Los corpiños interiores podían estar realizados en varios materiales,
como el cuero, cartón o incluso tablillas. El cuerpo exterior se lucía como complemento de la basquiña, pero su uso estaba menos extendido que el del jubón, sobre
todo entre las mujeres que seguían el modo de vestir cortesano. Tenía la misma
función que el jubón, pero el corpiño carecía de mangas. El corpiño podía ser una
prenda de gran calidad al estar confeccionado con materiales ricos, como el tafetán
de seda, labrado de diversos colores y aderezado con reconocidos adornos como
sedas, botones y galón36.
Una prenda similar al cuerpo exterior debía ser la cuera de las mujeres. La
cuera o coleto era una prenda del traje militar masculino que con el tiempo se incorporó al traje civil de los hombres. Se caracterizaba por ser una prenda similar a
un chaleco, en principio, de piel, luego, de otros tejidos, sin mangas y que se llevaba encima del jubón. Carece de total sentido que la niña M.ª Teresa de Sada, que
tendría una edad de alrededor de 7 años, utilizase un prenda que aludía al carácter
militar de los varones. Por ello, es lógico que la «cuerecilla», en diminutivo, aludiendo a la pequeñez de la prenda, fuese una prenda sin mangas para llevar sobre el
jubón o un cuerpo exterior sin mangas. De hecho, la calidad de la prenda indica
que tenía un carácter exterior porque está confeccionada con un tejido caro y lustroso de seda: picote37.
El término cota se relacionaba, principalmente, con la ropa exterior que los
reyes de armas lucían en las celebraciones públicas. Esta función la establecen
tanto Covarrubias como el Diccionario de Autoridades. Sin embargo, esta última
fuente establece que la cota también es una prenda similar al jubón. Por lo tanto,
en el traje femenino la cota cumplía esta última función de cubrir el torso como un
simple jubón38.
Covarrubias define manga como «la parte de la vestidura que cubre los brazos». Las mangas podían ser prendas independientes, aunque siempre vinculadas a
un cuerpo o a un jubón. Este podía tener sus mangas sin coser a la sisa para facilitar el movimiento del brazo puesto que era una prenda muy estrecha. Por tanto,
las mangas eran prendas de quita y pon. Evidentemente, las mangas se debían unir
36
2, «en 17 de mayo… de tafetán labrado de color media vara de tela verde seda y botones y galon
para un corpiño a Maria Gertrudis de sada se le ymbio…», f. 36.
37
2, «… por el coste de una querecilla se ha hecho de picote de seda para maria teressa…», f. 27.
38
2, «… para una cota de estameña plateada guarencida… cota enaguas de damasquillo de lana
guarnecido con su galon…», ff. 36 y 51.
302
al cuerpo o al jubón. Para esto había dos formas: «atacarlas» con agujetas alrededor
de la sisa hasta el hombro o unirlas en un único punto, dejando entrever la blancura de la camisa que se llevaba debajo. La vinculación de las mangas al jubón y cuerpo hacía que ambas prendas compartiesen materiales y colores, aunque en ocasiones podían ser de color negro para mejor combinar y poder ser utilizada con
diferentes jubones o cuerpos. Las mangas, para ser más lucidas, en ocasiones se
forraban con telas finas, como el bombasí o fustán de seda39.
El jubón fue la prenda más utilizada por las mujeres que siguieron la moda
cortesana en el siglo XVII para cubrirse el torso y los brazos. El «vestido de aparato»
de las mujeres exigía prendas ostentosas, como la saya entera, acompañadas de
prendas de ruedo, como el verdugado o guardainfante. Sin embargo, se permitía
sustituir la saya entera por dos prendas que dividían el traje en la cintura: el jubón y
la basquiña.
En los libros de sastrería los jubones femeninos se trazan de la misma forma
que los masculinos. Se caracterizaban por ser prendas ajustadas de mangas estrechas y con dos delanteros acabados en pico. Al ser tan ajustados, las mangas estaban cortadas en dos piezas a lo largo del brazo para poderlas ajustar mejor al
brazo. Covarrubias define jubón como el «vestido justo y ceñido que se pone sobre
la camisa y se ataca con las calzas». Similar descripción realiza el Diccionario de la
Academia: «Vestido de medio cuerpo arriba, ceñido y ajustado al cuerpo, con faldillas cortas, que se ataca por lo regular con los calzones». Esta vinculación con los
calzones y/o calzas solo se daba en el traje masculino.
El jubón daba al torso de la mujer la forma de cono aplastado cuyo vértice
coincidía con la cintura. Esta forma combinada con la de la prenda de ruedo diseñó
la principal característica del traje femenino español: la mujer se convertía en dos
conos invertidos cuyos vértices se unían en la cintura. De tal forma que el cuerpo
de la mujer se ensanchaba in crescendo hacia la cabeza y los pies desde un único
punto: la cintura.
Los jubones se debían combinar con la falda o basquiña tanto en color como
en tejido o, al menos, en una de las dos cosas.
La prenda que por excelencia utilizaron las mujeres del siglo XVII para cubrirse las caderas y las piernas fue la basquiña. Esta quedaba fruncida y plegada en la
cintura con más vuelo detrás que delante. Aunque la calidad de la prenda estaba en
función de los materiales que la componían, pudiendo ser una prenda muy ostento-
39
1, «… 3 quartas de cadico negro para unas mangas a mi señora doña luisa… por dos varas de fustan para aforrar las mangas.», f. 2024v.
303
sa o más sencilla. Debajo de la basquiña se situaba el verdugado o guardainfante
para estirar y ahuecar el tejido si de un «vestido de Corte» o «aparato» se trataba.
La basquiña compartía materiales en su confección con el jubón y en ocasiones con las mangas. Como he comentado, estas tres prendas estaban relacionadas
o vinculadas entre sí. Y se confeccionaban en materiales como las sedas: jerguillas,
damasquillos, rasos, picotes, tafetanes, terciopelos labrados, chamelote de aguas u
otros tejidos como estameñas de calidad o tela de oro. Los tejidos estaban teñidos
en colores tan vistosos como azules, morados, dorados, plateados, nácares, carmesíes, verdes y, cómo no, negros. Esta vistosidad de materiales y colores se completaba con adornos sofisticados de fajitas y bordados de oro, labrados y picados40.
Al margen de estas prendas que empezaban o finalizaban en la cintura, las
mujeres que seguían la moda cortesana utilizaban prendas que tapaban torso y extremidades. Estas prendas eran la saya y la ropa y se puede ver en ellas cierta reminiscencia medieval, pues la modernidad del nuevo traje radicaba en tener la cintura
partida. Esta reminiscencia no supone que no fuesen prendas «de moda»; todo lo
contrario, la saya y la ropa fueron muy apreciadas por las mujeres del siglo XVII.
El Diccionario de Autoridades define saya como ropa exterior con pliegues
por la parte de arriba que visten las mujeres y baja de la cintura a los pies. Esta prenda en la Edad Media se denominaba brial y tenía una forma similar. La saya era la
prenda principal en el vestuario de una dama de la Corte y la lucía en los momentos
en los que su rango y condición debían quedar expresados mediante su vestido. La
saya «al estilo cortesano» se debe diferenciar de la simple falda que utilizan las villanas
y que recibe el mismo nombre. La saya que vestían las mujeres «a la moda» estaba
compuesta de dos piezas: por un lado, un cuerpo terminado en un pronunciado pico
semejante en su corte al del jubón y, por otro lado, una falda con cola. Estas piezas
comenzaron a cortarse por separado en el siglo XVI, pero, una vez endosadas, formaban un conjunto que imitaba a una prenda cortada de una sola pieza. La cola era
una de las características fundamentales de la saya y le confería a la prenda una gran
suntuosidad y autoridad. En ocasiones, cuando la cola era muy extensa, se podía llevar sujeta a la cintura con una lazada o portada por uno o varios pajes. Esta suntuosidad hacía que los materiales para confeccionar las sayas fuesen de una calidad exquisita, como las sedas de tafetán; algo similar ocurría con los adornos. Estos tejidos
estaban teñidos en colores vistosos, como el dorado, negro y azul41.
40
1, «… de hechura de dos vasquiñas dos pares de mangas y una almilla… pague de una cuenta de
prensar una ropa y picar una basquiña y jubon… «, ff. 2020v, 2048 y 2048v.
41
1, «… por dos baras de tafetán negro y dos onças de seda para guarnecer una saya de sarga labrada…», f. 2054.
304
Las mangas de las sayas podían ser de varios tipos: mangas redondas o mangas en punta; ambas necesitaban el complemento de unas manguillas para que los
brazos quedasen cubiertos. Ninguno de los dos tipos de mangas cubría los brazos en
su totalidad. En ocasiones, las sayas se confeccionaban con los dos tipos de mangas,
que eran de quita y pon, lo que permitía elegir un tipo u otro de manga según la
ocasión.
Las mujeres que utilizaban el binomio basquiña-jubón debían cubrirse el cuerpo
con otra prenda de encima. Una de las prendas más usuales para ello fue la ropa,
que describe Covarrubias como «la vestidura que se lleva sobre la que está ceñida y
justa al cuerpo». La ropa era una prenda holgada, abierta por delante y que se podía
vestir incluso encima de la saya. Existen dos modelos de ropa: el «antiguo» y el «moderno». El «antiguo», vigente hasta mediados del siglo XVII, se caracterizaba por ser
más holgada y acampanada y ensancharse los delanteros en línea recta desde los
hombros. El modelo más reciente en boga desde inicios del siglo XVII enmarcaba el
torso y marcaba la cintura al ensancharse los delanteros solamente a partir de la cintura. Esta prenda era propia del «traje cortesano» de las damas principales42. Como
ocurría con la saya, la importancia que daba a la mujer el vestir una ropa exigía que
los materiales con que se confeccionaba fuesen de elevada calidad. Por ello, los tejidos y adornos más comunes para confeccionar y adornar esta prenda eran de seda:
sargas, rasos o terciopelos. Y los adornos más comunes eran labrados, picados, pasamanos y almenillas43. A esta suntuosidad se sumaba la autoridad que aporta el color
negro con que estaban teñidos los tejidos, aunque también podían utilizarla mujeres
de otras condiciones sociales inferiores confeccionándola con telas de inferior calidad.
El principal problema que tenían las prendas infantiles era que los niños crecían y rápidamente prendas de gran calidad quedaban inservibles. Por ello, a las faldas de las
niñas se les hacían unas lorzas o dobles interiores que permitían alargar las prendas
cuando la niña se desarrollaba físicamente de forma repentina. Estos pliegues se denominaban alforzas, ribetes o cortapisas, y servían también de adorno44.
Los mantos eran grandes prendas envolventes para abrigo del cuerpo utilizadas por ambos sexos. Covarrubias definió manto como: «Antiguamente la cobertura o capa de nobles, y asi se ha quedado hoy dia las ordenes militares y llaman
manto a las capas o coberturas conventuales. Quiere decir cosa que cubre el cuerpo. El que cubre a la mujer cuando ha de salir de su casa, cubriendo con él su cabeza». La definición que ofrece el Diccionario de la Academia es más amplia, indicando que el manto es «una especie de velo o cobertura que se hace regularmente
42
BERNIS, C., El traje y los tipos sociales en el “Quijote”, Ediciones del Viso, Madrid, 2001, pp. 240241.
43
2, «…una ropa de sarja labrada con un pasamano y almenillas…», f. 51.
44
1, «… de hechuras de un jubon y un corpiño y alargar una ropa… «, f. 2050.
305
de seda con que las mujeres se cubren al salir de casa, el que baja desde la cabeza
hasta la cintura, donde se ata con una cinta y desde allí queda pendiente por la
parte de atrás una tira ancha, que llega a igualar con el ruedo de la basquiña y se
llama colilla». El manto fue una prenda utilizada por todas las mujeres durante la
Edad Moderna, pero la calidad de este dependía de la riqueza y condición social de
la dama. Uno de los mantos más apreciados era el de lustre de Sevilla de seda de
color azabache. De este tipo son los que se confeccionaron para las adineradas
niñas cuyo vestuario estoy describiendo. Al margen del tejido y color, los mantos
también se aderezaban con ricos adornos. Vetas y cintas de seda, rejados y randas
eran adornos muy comunes en los mantos de lustre45. Estas prendas eran de
mucho prestigio debido a los materiales con que se confeccionaban.
Durante la Edad Moderna se denominó vestido al conjunto de prendas que
configuraban un tipo de traje concreto. Para las mujeres que vestían siguiendo la
moda de la Corte existían dos tipos de vestidos. Por un lado, el que se organizaba a
partir de la saya entera; en este caso no llevaban ninguna otra prenda encima. Y,
por otro lado, el compuesto por basquiña y jubón, que además requería una ropa.
En ambos casos la mujer llevaría manto para salir a la calle. Al margen de otro tipo
de complementos que no interesan en este momento, como cuellos, puños, prendas de ruedo, cartones de pecho, etc. La documentación en unas ocasiones se refiere a los vestidos de forma genérica y en otras describe cada una de las prendas
que configuraban el vestido46.
En ocasiones las mujeres podían utilizar prendas propias del traje de las órdenes religiosas, como, por ejemplo, el hábito. Si el hábito de los caballeros de las órdenes militares demostraba y hacía ostentación pública y visual de que se había alcanzado el máximo reconocimiento social, los hábitos femeninos mostraban la
devoción hacia un determinado santo o santa. Estos hábitos eran utilizados para
acudir a regocijos o fiestas vinculados con un determinado santo para hacer pública
expresión de devoción. A los festejos que se celebraron en Zaragoza durante el siglo
XVII como regocijo por beatificaciones o canonizaciones de santos muchas damas
acudían con el hábito de la orden a la que pertenecía el santo celebrado47. En otras
45
1, «… 8 libras 14 dineros en 29 de abril por un manto de lustre para mi señora doña luisa… Item
18 dineros de vetas y rexados para dicho manto. Item 2 libras 14 dineros para la randa de dicho
manto…», f. 2053.
46
1, «… a Ernando labega en fin de pago una cuenta de 861 sueldos que se devia de vestidos para
la s.ª doña luisa… «, f. 2051v. Y 2, «en 15 de Abril de 1640 17 libras y 7 dineros pagadas a domingo horer sastre por lo que a gastado en hazer basquiña jubon y escapulario de picote plateado
y negro de seda…», f. 48.
47
DÍEZ DE AUX, L., Retrato de las fiestas que a la beatificación de la Bienaventurada virgen y
madre Santa Teresa de Iesus… hizo… la Imperial Zaragoza…, Imprenta de Juan De Lanaja y
306
ocasiones los hábitos se convertían en objetos de devoción y de protección frente al
acoso de una enfermedad. Las órdenes religiosas, sobre todo las que hacían de la
pobreza su forma de vida, utilizaban para la confección de sus hábitos tejidos muy
humildes, como el sayal. Sin embargo, estas muchachas, que desde pequeñas lucieron hábitos, confeccionaban estos con tejidos de cierta calidad acorde con su estatus
social: picote de seda o tela48. Y en caso de que se prescindiese de la seda con la intención de dotar al hábito de menor riqueza se utilizaban telas de lana fina o de lana
mezclada con seda como el paño de burel mezclado con cádiz. Este último es un
paño tosco pero, al añadírsele cádiz, adquiría cierta finura49.
Otra prenda de devoción que llevaron estas niñas vestidas como mujeres adultas fue el escapulario. Esta prenda, según el Diccionario de Autoridades, era propia del traje de religiosos como los mercenarios, carmelitas, dominicos, trinitarios…,
etc. Esta misma fuente añade que el escapulario también era usado por los seglares:
«También lo traen las personas seglares y se compone de dos piezas pequeñas de
algún género de lana, las cuales penden de dos cintas, que están unidas y cosidas en
las puntas de las dos piececitas cuadradas y con ellas se cuelgan del cuello y traen
sobre los hombros pendientes por delante y por detrás». La documentación de estas
niñas zaragozanas se refiere al escapulario como complemento de basquiñas y jubones. Y su calidad supera con creces a la lana que apuntaba el Diccionario de Autoridades, porque si bien en ocasiones utilizaron lanas de calidad como la estameña
«de la Victoria», otras veces utilizaron sedas plateadas y negras50.
Quartanet, Zaragoza, 1615, p. 135: «… Doña Esperanza de Casanate, muger del Doctor Iuan
Porter, Oydor en el mismo Consejo Real de las causas Criminales, Consejero de quatro costados
en ciencia y prudencia estubo alli vestida con el habito de Santa Madre Teresa de Iesus: y es muy
justo lo vista, según su casa es devota y bienhechora de aquella sagrada Religión. Tambien aunque
con el habito de santo Domingo, estuvo rica y curiosamente adereçada doña Candida Andres
muger del Doctor Gerónimo Marta, Oydor de las mismas causas, en el mismo Consejo Real...».
48
Este tejido en el siglo XVII no se refería a la forma genérica con que nos referimos al común de
los tejidos. La tela era un tejido de elevada calidad.
49
1, «… por la cuenta de avitos para mi señora doña luisa…. de seda para los avitos… de bara y media
de tela negra para aderçar un avito», ff. 2021 y 2026v. Y 2, «… de un Abito que ha hecho de cadiz
burel para teressa de sada con dos pares de mangas de lo mismo para las fajaderas que quando ha
estado mala dize su aguela la ha ofrecido a intención de la St.ª madre teressa de Jesus… a gastado
en un abito de picote de seda», ff 14 y 24. Es muy significativo que la niña, llamándose Teresa, utilice
como objeto protector un hábito de la Madre Teresa de Jesús; el nombre de la niña también expresa
la devoción de la familia a la santa carmelita, puesto que la abuela de la niña también está presente
en la intención del hábito. Además, estas prendas protectoras las utilizaban las niñas desde muy pequeñas. En 1631, cuando a Teresa de Sada se le confecciona este hábito, tendría escasos tres o cuatro años. Este hábito lo podía lucir perfectamente encima del «traje de babero».
50
1, «… 9 baras y media de estameña de la victoria para basquiña y escapulario…», f. 2047v. Y 2,
«… basquiña, jubon y escapulario de picote plateado y negro de seda…», f. 48.
307
Otra prenda relacionada con el traje de las religiosas y que vistieron las niñas
aragonesas fuel el monjil. El Diccionario de Autoridades define monjil como el
traje de lana que usa la mujer que trae luto. Existían dos tipos de monjil: el tranzado
o cortado en la cintura y el propio de viuda, que era entero. El monjil entero no
tenía cola ni costura en la cintura y no había evolucionado apenas desde el siglo
XV. Delantero y espalda se cortaban de una sola pieza que se ensanchaba desde
los hombros al suelo en línea recta51. La utilización de esta prenda indica que los
niños acudían a los funerales y lucían lutos desde muy pequeños.
La «ropa blanca»
La prenda de «ropa blanca» que comúnmente utilizaron las mujeres para cubrirse el torso fue la camisa. Covarrubias define camisa como «la vestidura de lienzo que el hombre trae debajo de las demás ropas, a raíz de las carnes». A esta,
según el Diccionario de Autoridades, se podían añadir cuellos y puños. Covarrubias entendía que la camisa propia de la mujer era la «camisa de pechos». En cuanto a la forma de la camisa se distinguen dos tipos: las camisas altas que cubrían el
escote hasta la base del cuello y las camisas bajas, que eran muy escotadas. Las
mangas de las camisas podían ser de boca ancha o recogidas en las muñecas. La
camisa era una prenda que se utilizaba para dormir y estar en casa más cómodamente. Vestir solamente camisa equivalía a estar desnudo. Por ello las mujeres que
seguían la moda cortesana no podían enseñar la camisa por debajo de la prenda
que les cubría el torso, a excepción del cuello y los puños. La camisa era una prenda de lencería que normalmente se confeccionaba en tejidos muy finos, como los
lienzos de lino, holanda o ruán, puesto que se buscaba la suavidad en el contacto
con el cuerpo. En ocasiones las camisas se confeccionaban con dos tipos de tejidos, siendo el de las mangas de mayor calidad, porque algunas prendas, como los
cuerpos sin mangas, dejaban ver las mangas al exterior. Esta visión se produciría en
momentos muy concretos en la intimidad. Covarrubias dice que los labradores la
confeccionaban en cáñamo como todo su ajuar de «ropa blanca». Por tanto, la camisa podía ser una prenda más o menos cara en función del tejido con que estuviese confeccionada. No era solamente el tejido lo que enriquecía la camisa de una
dama, también sus adornos. Las camisas no eran prendas que se viesen al exterior,
pero se adornaban profusamente con randas o bordados, fundamentalmente, en la
zona del pecho y puños52.
51
1, «en 24 de abril compre bara y media de cadiço para aderezar un mongil a mi señora doña Luissa», f. 2039v.
52
1, «… de 23 baras para camissas de lienço… de ruan para las mangas… de hechura de cinco camissas con las pechadoras y puños labrados…», f. 2045v. Y 2, «… por diez varas de lienzo a 4 libras y
308
La armilla, según Covarrubias, «era cierta vestidura militar corta y cerrada
por todas partes, escotada y con solo medias mangas que no llegan al codo». El
Diccionario de Autoridades añade a la función militar otra nueva: «Especie de
jubón con mangas, o sin ellas, ajustado al cuerpo, que de ordinario se usa en invierno para reparo del frío». Por tanto, se observa la evolución de la armilla como
prenda militar que se introduce en el traje civil. Así pues, la función de la armilla
sería la misma que la de la camisa. Por ello, en beneficio de la función de abrigo,
eran escasos o nulos sus aderezos y se realizaba en tejidos más gruesos que la camisa, como eran paños finos de bayeta más abrigados que los lienzos53.
Otra prenda que cumplía una función similar a la de la armilla eran los jubones interiores. Eran prendas que se confeccionaban con los mismos tejidos que el
resto de la ropa blanca. Igualmente, estos jubones eran utilizados como ropa de
cama. En el traje del adulto se conocen noticias de jubones interiores utilizados
para dormir exclusivamente, aunque son escasas las noticias de estas prendas y
propias de individuos de alta condición que podían disponer de una pieza de lencería concreta para dormir. Lo más común era dormir con la camisa54.
La prenda interior que las mujeres utilizaron con mayor asiduidad para cubrirse las piernas fue el faldellín, también conocido como enaguas, «guardapiés» y
manteo. Las enaguas eran una falda interior de lienzo blanco que las mujeres se
ataban en la cintura sobre la camisa y, por tanto, formaban parte de lo que en el
vestuario femenino se denominaba «bajos». El Diccionario de la Real Academia
define esta falda interior como «género de vestido hecho de lienzo blanco, a manera de guardapiés, que baja en redondo hasta los tobillos, y se ata por la cintura, de
que usan las mujeres, y la llevan ordinariamente debajo del vestido». Esta prenda
era la que se ponían las mujeres en primer lugar sobre la camisa. En la literatura
del siglo XVII cuando las mujeres aparecen a medio vestir suelen llevar enaguas
sobre la camisa sin ningún otra prenda. La función del faldellín era evitar que se
viesen las piernas de la mujer cuando la falda se levantaba por el movimiento ocasionado por cualquier postura forzada. Por esta razón las mujeres tenían especial
cuidado en la calidad de las enaguas, porque siendo prenda interior, en ocasiones,
se convertía en prenda exterior. En este sentido un fragmento de La Dorotea de
Lope de Vega recoge la importancia de las enaguas, que confiere «autoridad a la
persona y muy buena opinión a la limpieza»55. Los materiales preferidos para la
tres varas de ruan para camisas… por el coste de haber hecho tres camissas de ruan con sus randas…», ff. 37 y 51.
53
1, «vara y media de vayeta para una armilla…», f. 2024. Y 2, «… unas enaguas y corpiño de Cataluña y una Armilla de vayeta…», f. 40.
54
2, «… un jubon de damasquillo de lana pardo», f. 48.
55
«El traje y los tipos sociales…», óp. cit., p. 212.
309
confección de las enaguas eran paños delgados de calidad muy fina, para que resultase suave si se ponía en contacto con la piel o las otras prendas. También se utilizaban otros materiales de gran calidad y vistosidad, como el damasquillo. Asimismo, las enaguas eran una prenda decorada con riqueza con géneros como plumas,
flores, gusanillo, ribetes, trenzados, espiquillas y galón. Además, el color por excelencia era el blanco, pero también el plateado, verde y rojo eran colores muy apreciados por su vistosidad56.
Las calzas femeninas eran una prenda de «ropa blanca» o interior que desde
el siglo XV cubría las piernas de las mujeres ajustándose desde los muslos a las rodillas. Las calzas serían una especie de medias que cubrían hasta la rodilla, aunque la
documentación se refiere a «calcillas enteras», lo que quiere decir que habría diferentes tipos. Posiblemente, unas cubriesen el pie y otras no, porque en ocasiones se
asocian en los encargos a sastres calcillas con peales. El Diccionario de Autoridades define calcilla como «aquella calcilla que está hecha con la aguja de hacer
media». Esta aguja era un hierro de un palmo de largo que servía para hacer medias,
calcetas y otras cosas semejantes. Los materiales con que se confeccionaban las calcillas tratándose de «ropa blanca» serían materiales finos de lienzo, como el ruán,
aunque si lo que se buscaba era abrigar se utilizarían tejidos de mayor protección
confeccionados con lana, aunque muy fina también, como el cordellate. Por los materiales con que se confeccionaban las calzas femeninas tendrían color blanco o pajizo57. Las calzas de los hombres, por el contrario, se situaban en la superficie del traje
y se habían convertido en una prenda propia de hombres de muy elevada condición.
Esta prenda masculina nunca se denominaría calcilla; este término únicamente se
refiere a las calzas femeninas. De momento la documentación no aporta más datos,
porque las noticias de calcillas siempre son muy escasas.
A diferencia de lo que ocurría en el traje masculino, las medias que llevaban
las mujeres no se veían al exterior, puesto que iban cubiertas por diferentes faldas.
Se cortaban o plantillaban medias de diferentes tamaños adecuados a la edad de
los niños. Las medias femeninas se sujetaban a la rodilla con unas ligas simples y
no elásticas que debían ir apretadas para que no se cayesen. Esta forma de presionar las rodillas no debía ser muy cómoda e incluso debía impedir la correcta circulación sanguínea.
Los inventarios de las «botigas» de mercaderes recogen noticias de medias de
diferentes tamaños, importadas de París e Inglaterra, lo que indica que las medias
56
2, «… y unas enaguas berdes… unas enaguas de cordellate colorado con su ribete trançado de espiguilla…», ff. 36 y 45.
57
1, «… de dos paresde calçillas y seis pares de peales de ruan… cuatro pares de calcillas enteras…»,
ff. 2027v y 2030. Y 2, «…tres pares de çapatos y calciças…», f. 34.
310
se podían comprar confeccionadas o mandarlas hacer a un calcetero. Las medias
eran una prenda muy delicada, sobre todo las confeccionadas con aguja, porque si
se les soltaba un punto se estropeaban. Por ello, en las relaciones de cuentas de las
haciendas son constantes las referencias a compras de medias y en intervalos de
tiempo reducidos. La calidad de las medias estaba en función del material con que
estaban confeccionadas. Podían ser materiales finos y livianos, como la seda, o
más gruesos y de más abrigo, como el cordellate. Unas y otras se utilizarían en función del mayor o menor frío a lo largo del año. El color de las medias era fundamentalmente el pajizo, pero en ocasiones se pueden encontrar medias de colores
tan llamativos como el naranja destinadas a un vestido de comedia, asociadas a
ligas moradas58.
La parte de la media que cubría el pie se denominaba peal. Y eran prendas
de ropa interior que por lo general en las mujeres iban asociadas a las calcillas o
calzas interiores. Son escasas las noticias de estas prendas y, generalmente, se refieren a las que utilizaban los rústicos de telas bastas. Sin embargo, las mujeres las
podían llevar de ricas calidades de lienzos. El hecho de estar tan pegadas a la piel
requería suavidad, como ocurría con las calcillas, la camisa o las medias59.
Las mujeres adornaban el cuello de sus camisas con una prenda de «ropa
blanca» denominada cuello confeccionado con tejidos de lencería, como el cambray, el nabal o la seda. Los cuellos femeninos podían ser de diversas formas: valonas, lechuguillas o gorgueras almidonadas o levantadas sobre una arandela y adornadas con pequeños pliegues denominados «abanillos», trenzas, randas y puntas. Si
la documentación no describe las características del cuello no se puede adivinar su
forma, porque la denominación genérica «cuello» servía para todos los tipos de cuellos existentes60.
El cuello de valona era un complemento del «traje de babero» utilizado por los
niños aragoneses. Covarrubias define valona como «cuellos de camisa estendidos y
caidos sobre los hombros». Esta definición se puede ampliar en el Diccionario de Autoridades que dice «adorno que se ponía en el cuello por lo regular unido al cabezón
de la camisa, el cual consistía en una tira angosta de lienzo fino, que caía sobre la es-
58
1, «… dos pares de medias de seda viejas y las llebo la señora doña Isabel Çepero para la señora
doña Luisa… 30 de agosto para çapatos y medias a mi señora… un par de medias de cordellate
paxico… 14 de febrero compré unas medias naranjadas y unas ligas moradas para una comedia…», ff. 2000v, 2023v, 2028 y 2039.
59
1, «… en 20 de julio de dos pares de calcillas y seis pares de peales de ruan…». f. 2027v.
60
1, «… en 22 de mayo de 6 baras de estopica de cambrai para quatro cuello 10 sueldos y 6 dineros. Item de bara y media de nabal para 4 lienços y para asientos a los cuellos 10 sueldos y 6 dineros…», f. 2041.
311
palda y hombros; y por la parte de delante larga hasta la mitad del pecho». Esta prenda podía adquirir una gran riqueza dependiendo del tejido y adornos con que estuviese completada. Sin embargo, el cuello valón no obligada a la persona que lo llevaba a
mantener el cuello rígido como lo hacía la lechuguilla o gorguera61.
2.2. NIÑOS COMO «HOMBRECITOS»
El «traje de encima»
Dos son las prendas que los niños vestían del amplio conjunto de prendas
que configuraba el traje de encima de los adultos: los calzones y el jubón.
El jubón masculino cumplía la misma función que el femenino, ya descrito
en el apartado anterior. El jubón masculino al «uso de la Corte» se conoce como
«jubón estofado»; era una prenda tersa, forrada con cáñamo, lienzo o algodón, que
se caracterizaba por ser muy rígida y ceñida, pretendiendo dar al torso la textura y
dureza de una coraza. El jubón masculino poseía mangas cortadas en dos piezas,
como las femeninas, y unas pequeñas faldas, «aldillas», en la parte de la cintura,
que no la sobrepasaban apenas. El tejido con que estaban confeccionados los jubones dependía de la capacidad económica del propietario, puesto que era una prenda muy difundida entre los diferentes grupos sociales. La decoración más utilizada
para los jubones ricos eran las trencillas y pespuntes superpuestos, pero se podían
utilizar otros diferentes dependiendo de la imaginación del sastre y del gusto del
que lo iba a llevar. En cuanto al color, no solamente se utilizaba el negro, sino que
los colores vistosos también eran adecuados. Desde el siglo XV el varón español no
vestía a cuerpo el jubón. Sobre este debía llevar otra prenda puesto que, si no, se
consideraba que un caballero iba desnudo; desnudo en calzones y jubón. Normalmente, sobre el jubón se llevaba una cuera, ferreruelo, capotillo, ropilla…, etc. Sin
embargo, la documentación no aporta este tipo de prendas para los niños, aunque
es lógico pensar que los niños tuvieron que utilizar estas prendas, si no por decoro,
por abrigo.
Las calzas fueron la prenda que servía para cubrir las piernas de los varones
españoles que seguían la forma de vestir de la nobleza. En 1623 Felipe IV prohibió
su uso por ser prendas excesivamente ostentosas. Desde esta fecha se impusieron
los calzones como prendas fundamentales para cubrir las piernas en el traje español cortesano. Covarrubias define calzones como «genero de greguescos o zaragueyes». El Diccionario de la Academia añade que son «la parte del vestido del
61
3, «… de un guarda Ynfante, Valona y çintas catorce reales…», s. f.
312
hombre que cubre desde la cintura hasta la rodilla. Está dividido en dos piernas o
cañones y cada uno cubre su muslo». Los calzones llegaron al traje civil por una cesión del traje militar en dos de sus tres modelos: unos más anchos por el medio,
que se estrechaban progresivamente hacia las rodillas, que tenían poco vuelo, llamados «greguescos». El otro tipo de calzón era de igual anchura en todo su largo y
se llamaban «valones». Originariamente estos eran prendas diferentes, pero en el
siglo XVII sus nombres acabaron usándose indistintamente para cualquier tipo de
calzón. Los calzones tenían unos bolsillos interiores denominados faltriqueras en los
que podían introducir todo tipo de pequeños objetos. Las calzas, al ser más ahuecadas que los calzones, podían poseer faltriqueras de mayores dimensiones.
Cuando los calzones coexistían con las calzas los tejidos y adornos de las calzas eran de mayor calidad que los de los calzones. El hecho era que las calzas eran
prendas de mayor importancia que los calzones y por ello requerían mejores materiales. Desde la prohibición con Felipe IV los calzones se confeccionaron en riquísimos tejidos y se adornaron con extraordinarios aderezos. Además, se debe tener
en cuenta que los calzones, con evidentes diferencias en tejidos y adornos, eran
una prenda que vestían los rústicos y villanos también.
En conclusión, el «vestido» más repetido para vestir a los niños durante el
siglo XVII desde la prohibición de las calzas estaba formado por jubón y calzones62.
La «ropa blanca»
La camisa fue la prenda de ropa blanca que fundamentalmente vistieron los
niños durante el siglo XVII. Las características y uso de la camisa masculina son similares a los de la camisa utilizada por las mujeres. A ella me he referido en el
apartado anterior.
La otra prenda de ropa blanca que los varones utilizaron con mayor profusión fueron las medias. Las medias cumplían en los hombres la misma función que
en las mujeres, abrigar las piernas desde el pie a la rodilla. Cuando estaban permitidas las calzas, los varones debían llevar medias más largas, porque estas se cosían a
las calzas. La diferencia entre las medias masculinas y femeninas radicaba en que
las masculinas se veían y las femeninas quedaban debajo de las faldas. Y por ello el
62
4, «… mas en 22 de agosto 1 libra y 6 sueldos a Jaime Gatuellas por la hechura faldriqueras y recados de dos pares de calçones de rasilla… de dos banadillas 8 sueldos para las Aldillas de los jubones mas 2 libras 4 sueldos de Galon a mas de once sueldos para guarnecer los Jubones mas 18
sueldos de una Gruesa de botones mas 3 sueldos de las Presillas de los golpes mas 12 sueldos de
hilo y seda para todo mas de aderezar 2 pares de calçones mas 1 libra 16 sueldos de las hechuras
de los jubones…», ff. 2959-2959v.
313
sistema de sujeción era diferente: las mujeres utilizaban ligas no elásticas, mientras
que los hombres utilizaban ligas muy vistosas y elásticas. La gracia de la media radicaba en que quedase lo más estirada posible. Esta era la función de la liga sujetar y
estirar la media al mismo tiempo63.
Los calzoncillos eran el complemento de la camisa y la prenda interior fundamental destinada a cubrir las extremidades de los hombres. El Diccionario de
Autoridades describe los calzoncillos como «los calzones de lienzo que se ponen
debajo de los de tela o paño». Con anterioridad al siglo XVII la prenda que vestían
los hombres debajo de las calzas eran la bragas, que se caracterizaban por ser pequeñas y ajustadas. Al generalizarse el uso de los calzones se impusieron los calzoncillos de lienzo que Carmen Bernis documenta por primera vez en 1611. En 1615
Suárez Figueroa los incluyó junto con la camisa y los escarpines entre las prendas
de ropa interior. No se deben confundir estos calzoncillos blancos con los «zaragüeyes» de lienzo, que eran unos calzones exteriores de lienzo de reminiscencia morisca que los villanos utilizaban en su traje64.
Como complemento de la camisa los hombres también utilizaban cuellos.
Los niños Blas y Domingo Español utilizan dos tipos de cuellos de gasas propios de
adultos: valonas y golillas. De las valonas ya he comentado sus características en el
apartado dedicado a las niñas vestidas como adultas; las características eran las
mismas para ambos sexos.
La golilla fue introducida en el «traje de la Corte» por el propio Felipe IV. El
Rey eliminó por motivos de reducción de lujo los farragosos cuellos de lechuguilla e
impuso otra tipología más sencilla, que es la que utilizan estos dos hermanos. El
Diccionario de Autoridades definió golilla como «cierto adorno hecho de cartón,
aforrado de tafetán u otra tela, que circunda y rodea el cuello, al qual está unido en
la parte superior otro pedazo que cae debajo de la barba y tiene esquinas a los dos
lados, sobre la cual se pone una valona de gasa engomada o almidonada». El hecho
de que las valonas y golillas fuesen cuellos poco aparatosos no quiere decir que no
fuesen cuellos estimados. Su confección con tejidos apreciados y su mantenimiento, tanto limpieza como almidonado o engomado, convertían estos cuellos en prendas admiradas y muy caras65.
63
4, «… mas 2 libras y 8 sueldos por 2 pares de medias del corral para los vestidos… mas 2 libras y 8
sueldos en 3 de febrero de 45 por 2 pares de medias del corral para los Vestidos de paño…», f. 2960.
64
4, «… mas de coser 11 camisas para los 2 hermanos de lienço de Calatayud que havia en cassa se
dio a la costurera mas… Ruan… para 11 pares de calçoncillos que les hiço a los 2 hermanos mas
[ilegible] libras 4 sueldos de Ilete y coser los calçoncillos…», ff. 2960 y 2960v.
65
4, «… mas de 4 valonas de cambray para los 2 hermanos… mas… de randa para las valonas de
las camisas… de bretaña para las valonas de las camisas… por 2 golillas…», ff. 2960 y 2960v.
314
2.3. COMPLEMENTOS DEL TRAJE DE ADULTO
Durante la Edad Moderna tanto mujeres como hombres complementaban y
completaban sus galas con diferentes objetos y prendas que podían llegar a ser
muy vistosos y de gran riqueza. Estos complementos se colocaban en diferentes
partes del cuerpo. A la cabeza correspondían sombreros y tocados. A las manos,
manguitos, guantes y joyas como el rosario. A los pies, los zapatos. Y a las caderas, debajo de la falda, el complemento más significativo del traje femenino de la
Corte: el guardainfante.
El bonete era el sombrero propio de los estudiantes adinerados; los pobres
llevaban gorra, y de ahí el término gorrón. Covarrubias apunta que el bonete era la
cobertura de la cabeza que usaban los clérigos y letrados: bachilleres, licenciados y
doctores. Los bonetes se caracterizaban por tener cuatro esquinas y vistos desde
arriba forman una cruz. Al bonete se le atribuye un simbolismo muy característico:
las cuatro esquinas representan las cuatro partes del mundo y el ápice del centro
que los eclesiásticos deben tener la capacidad de dirigir el pensamiento del mundo
hacia el Cielo. Además, el bonete se consideraba símbolo de honestidad y para
mejor conformar con el resto del vestido solía ser de color negro, salvo el de los
cardenales, de color rojo. Los hermanos Español, como estudiantes adinerados que
eran, utilizaban bonetes.
Otra prenda que estos hermanos utilizaron para cubrirse la cabeza fue el
sombrero de castor. El Diccionario de Autoridades define sombrero como «adorno que se pone en la cabeza para traerla cubierta. Hácense regularmente de lana,
aunque los mas finos son de pelo de camello, o de castor, y muchas veces se mezcla la lana con el pelo de conejo y salen entrefinos. Tiene un ala redonda que sale
de lo inferior de la copa. Sirve de adorno y gala». Estos sombreros de castor eran
utilizados por los varones de más alto rango. A Blas y Domingo Español les confeccionaron sendos sombreros de esta calidad66.
Covarrubias define guantes como la cobertura de «la mano con la distinción
de los cinco dedos». El Diccionario de la Academia amplía esta definición apuntando que es «la cobertura de las manos hecha de alguna cosa delgada: como pieles, seda, hilo…». Los guantes los utilizaban tanto hombres como mujeres para diversas actividades: para lucir las galas en las que los guantes eran fundamentales,
para proteger las manos del frío durante los viajes y para salir al campo a cazar. En
cualquier caso, eran una prenda tan apreciada que solía ser alguno de los premios
66
4, «…mas… por la echura y aforro de dos bonetes… mas… por 2 sombreros de castor que se
compraron…», ff. 2959 y 2959v.
315
principales de los festejos militares que realizaba la nobleza. Los guantes más exquisitos eran los perfumados con ámbar67.
Los manguitos eran otra de las prendas que servía para proteger las manos
del frío. Con esta prenda se protegían las mujeres, pero los hombres también se
sirvieron de manguitos. La Real Academia define manguito como «cierto género
de manga abierta por ambos lados, hecha de martas u otras pieles adobadas, que
sirve para traer abrigadas las manos en invierno, metiendo cada una por un lado».
Esta prenda podía llegar a ser una prenda muy ostentosa dependiendo de los materiales con que estuviese confeccionada. A la niña Çepero se le anotan tres en su relación de cuentas68.
Los zapatos, según Covarrubias, eran «el calzado con el que guardamos el
pie. La suela es de vaca curada y la cubierta de cordobán. El que va descalzo puede
caminar poco y pelear mal». El Diccionario de Autoridades aporta más detalles: «El
calzado del pie, que ordinariamente se hace de cordobán por encima y suela por debaxo. Es de diferentes hechuras o formas, como puntiagudo, o cuadrado y cubre
siempre hasta cerca de los tobillos, y se afianza las orejas de él sobre el empeyne
con cintas, botones, o hebillas que hoy es lo mas frecuente se estila». La forma más
característica de los zapatos durante el siglo XVII fue el zapato con pala, orejas y
lazo. Este modelo se convirtió en único y de él se sirvieron desde los reyes hasta los
grupos sociales inferiores, como labradores y mendigos. La diferencia entre los zapatos de unos y otros radicaba en los materiales empleados para su elaboración y en
la frecuencia con que se renovaban. El zapato era una prenda muy cara y de escasa
duración. Y el hecho de deslizarlos por el suelo y estar forrado con materiales de
sedas, como el terciopelo o tafetán, o lienzos, como la colonia, obligaban a una continua renovación. Incluso existían zapatos realizados ex profeso para la lluvia con
materiales como la piel de ternerillos (vaqueta) que, engomada, repelería el agua69.
En la documentación de estos niños zaragozanos se recogen prendas destinadas a proteger del frío la cara de las damas cuando iban de viaje. Estas prendas pueden ser de diferentes tipos, pero la documentación recoge para estas niñas paños de
rostro o máscaras. Covarrubias dice que «los cortesanos la llamaban rostro o una
cara contrahecha». Y el Diccionario de Autoridades lo define como «la cobertura
del rostro que se hace de tafetán negro u otra cosa con dos aberturas sobre los ojos
67
4, «mas… para dos pares de guantes», f. 2959v. 1, «… de un manguito y unos guantes… de unos
guantes y manguito…», ff. 2025, 2037v.
68
1, ff. 2025, 2028v y 2048.
69
1, «… para una bara de colonia para los çapatos… de çapatos con los laços…», f. 2031. 2, «…
por 3 pares de çapatos y calçicas…», f. 34. 4, «… por 2 pares de çapatos y laços… por 2 pares
de çapatos de baqueta para las aguas…», f. 2959v y 2960.
316
para poder ver». Estas prendas solían ser de color negro para que combinasen mejor
con el resto de las prendas que se lucían durante el viaje. Y se hacían con materiales
rígidos para darles empaque y se forraban de tejidos delicados para más gala70.
Los niños también lucían joyas similares a las de los adultos. El rosario era
una pieza fundamental en la devoción y oración de la Edad Moderna, pero según
los materiales con los que se hacía se convertía en una auténtica joya. El rosario
era un objeto protector y, como los dijes, se seguía fabricando en materiales que
eran considerados protectores. A los hermanos Español les compraron sendos rosarios de azabache71.
Otra joya que podían lucir los niños era una pequeña espada o espadín. Covarrubias define este arma como «espada pequeña y corta de las que suelen poner
a los niños para acostumbrarlos a las que han de llevar después». En el inventario
del infanzón Juan Francisco de Burges se anota un espadín con guarnición de plata
y se indica que no es de los pupilos. Este apunte indica que los niños utilizaban esta
pequeña espada en su vida cotidiana72.
Las niñas tenían la mano ocupada con el abanico73. Este objeto es un accesorio al gusto español, aunque su origen es oriental. El abanico podía ser fijo o plegable; el primero es el modelo más antiguo, ya que el plegable se introdujo en el siglo
XV. La función del abanico era hacer viento a la dama para reducir el sofocante
calor de la canícula española y, también, espantar a las moscas. Durante el siglo
XVII las damas llevaban el abanico colgando del cinturón, atado a este con una cadenilla. El abanico más extendido en España fue el «de Calañas», que es el modelo
actual. Todos los abanicos, y este último más en concreto por su calidad, eran objetos de lujo y Baltasar Gracián los denominaba «fuelles de vanidad»74. El hecho era
que las mujeres jugueteaban con el abanico en las manos y a través de él coqueteaban con los hombres. El abanico era un objeto propio de la mujer, pero los hombres
también lo utilizaron y fueron muy criticados por este uso; fundamentalmente, los
moralistas eclesiásticos consideraban afeminados a los hombres que lucían abanico75.
70
1, «… de tres baras de estopa para paños de Rostro», f. 2025.
71
4, «… para dos rosarios de Azabache…», f. 2960.
72
ANPNZ, 1645, Juan Isidoro Andrés, inventario de Juan Francisco Burges, infanzón de Zaragoza:
«Ittem un espadín con guarnicion de plata», f. 2431.
73
1, «item un abanillo 8 sueldos.», f. 2046v.
74
BANDRÉS OTO, M., La moda en la pintura: Velázquez. Usos y costumbres del siglo XVII,
Eunsa-Astrolabio, Pamplona, 2002, p. 288.
75
«… que a los assi ataviados y pintados nunca los tuvo por hombres… que vemos a los hombres
por las calles con abanillos en las manos haziendose viento… tan desvanecidos, hechos unas mugercillas…». RAMÓN, T., Nueva Prematica de reformacion, contra los abusos de los afeytes,
317
Durante la Edad Moderna las prendas se aderezaban con todo tipo de adornos; unos más sofisticados que otros. Como adornos más sofisticados para las prendas destacaban: alamares, randas, pasamanos y galón, pero existían otros también
de cierta calidad. El alamar lo describe Covarrubias como «el botón de macho y
hembra de trenzas de seda u oro. Sin duda es adorno de moros». El Diccionario de
Autoridades lo identifica por la «especie de ojal postizo, que se cose a la orilla del
vestido o capa y sirve unas veces para abotonarse y otras solo para gala y adorno,
que es lo mas común. Hácese de diferentes maneras y materias, como oro, plata o
seda, y se usan también en las colgaduras de las camas». Este adorno se situaba
con gran frecuencia en las prendas de abrigo y de camino como elemento de cierre
y en la ropa blanca, fundamentalmente en faldellines. Las niñas utilizaban alamares, al igual que lo hacían las mujeres, para enfaldarse. Es decir, para recogerse las
faldas o sayas y caminar más rápidamente o lucir exiguamente la blancura o los
adornos del bajo del faldellín76.
El Diccionario de Autoridades define los botones como «la hormilla cubierta de hilo de seda, paño u otra tela, que se pone al canto de los vestidos, para que
entrando por el ojal los afiance y abroche. Los hay también sin ormilla ni tela,
como los de metal, piedra… &». Por tanto, los botones, porque siempre aparecen
agrupados, cumplían una doble función: cerrar y adornar. La forma del botón era
redonda, aunque en Francia se estilaban de forma triangular. La segunda mitad del
siglo XVII supuso un aumento del número de botones en el traje masculino. En
ocasiones, los botones podían ser auténticas joyas77.
El galón era un aderezo muy apreciado que, según el Diccionario de Autoridades, era «un género de tejido fuerte hecho de seda, hilo de oro o plata, que sirve
de adorno para guarecer vestidos u otra ropa; lo regular es no exceder de dos
dedos de ancho, en que se distingue lo que llaman franja». De ahí «galoneadura:
labor o adorno de galones y galoneado lo guarnecido con galones». Era un adorno
muy cotizado por sus materiales y propio de las personas más ilustres. La documentación referida a los niños recoge diversos ejemplos de galones78.
El pasamano, según Covarrubias, «era una guarnición del vestido por echarse al borde». El Diccionario de Autoridades lo describe como cierto «género de
calçado, guedejas, guardainfantes, lenguaje critico, moños, trajes: y excesso en el uso del Tabaco, Imprenta de Diego Dormer, Zaragoza, 1635, p. 46.
76
1, «… 3 alamares para enfaldarse…», f. 2020v.
77
1, «… 6 docenas y media de botones… 8 docenas de botones blancos… de seda y votones… de
votones y seda…», ff. 2020v, 2024v, 2025 y 2027. 2, «…seda y botones… para un corpiño…»,
f. 36. 4, «… de una gruesa de botones… (para jubón y calzones)», f. 2959v.
78
4, «… de galon de a once sueldos para guarnecer los jubones.», f. 2959v. Y 3, «… de un guarda
Pie y Galon…», s. f.
318
galón o trencilla de oro, plata, seda o lana, que se hace y sirve para guarnecer y
adornar los vestidos y otras cosas por el borde o canto». Este tipo de adorno estaba
tejido en telar con trama y urdimbre y era de diferentes tipos. El que más comúnmente aparece era propio tanto de gentes comunes como principales; de ahí la diferencia de tejidos de la definición del Diccionario de Autoridades. Además, podía
ser de color blanco o negro. Tan extendido estaba su uso que poseía oficio propio,
pasamaneros. Esta decoración en pasamanos era propia tanto de prendas exteriores e interiores muy usual en la camisa y el faldellín o enagua79.
Covarrubias describió randa como «cierta labor que se hace o con el aguja o
con los bolillos o el telar». El Diccionario de Autoridades apunta a que es un «adorno
que se suele poner en vestidos y ropas; y es una especie de encaxe, labrado con aguja
o texido, el qual es mas grueso, y los nudos mas apretados que los que se hacen con
palillos. Las hai de lana, hilo ó seda». Carmen Bernis apunta que la confección de
este tipo de encaje era exclusivamente de bolillos80. Las randas se utilizaban fundamentalmente para las lechuguillas de holanda o cambray, tanto de adorno como de
material. Fue muy común que las randas se rematasen en puntas para aderezar los
cantos de todo tipo de prendas de lencería. En definitiva, las randas se constituyeron
en uno de los tipos de encaje más suntuoso que tuvieron los vestidos de lujo81.
El Diccionario de Autoridades define puntas «como especie de encaxe de
hilo, seda u otra materia, que por el un lado va formando unas proporciones de circulo». Covarrubias apuntaba «puntas en las randas», de tal forma que las puntas
eran cualquier labor de adorno que formaba puntas en el canto de una prenda u
otro adorno. Por ello es muy común denominar a las randas o cualquier otra labor
de encaje puntas.
La red, según Covarrubias, era «una labor que hacen las mujeres de hilo,
para colgaduras y otras cosas». El Diccionario de Autoridades añadió en 1726
otra acepción más: «Qualquier texido hecho en la misma forma [de red, se entiende], que se hace de diversas materias y para varios usos»82.
El complemento más sofisticado e importante que una dama de la Edad Moderna podía lucir era la anchura de un verdugado o un guardainfante debajo de las
79
2, «… un bestidillo… guarnecido con pasamano negro… un bestido de damasquillo de lana platiado Ropa jubon y basquiña guarnecido con pasaman…», ff. 34 y 41.
80
«El traje y los tipos sociales…», óp. cit., p. 288.
81
4, «… de randa para las valonas de las camisas…», f. 2960v. 2, «… tres camisas de ruan con sus
randas…», f. 51.
82
En ocasiones una misma prenda estaba decorada con varios tipos de labores lo que la hacía mas
sofisticada: 1, «… en 29 de abril por un manto de Lustre para mi señora doña luisa… de vetas y
Rexajos para dicho manto… para la randa de dicho manto…», f. 2053.
319
faldas. Estas prendas, conocidas como «de ruedo», eran imprescindibles en el traje
de una dama que vestía siguiendo las directrices de la Corte. Por tanto, la utilización de una «prenda de ruedo» servía para demostrar a los ojos de un hipotético espectador la condición de nobleza de una dama. El Diccionario de Autoridades
describe el guardainfante como «cierto artificio muy hueco, hecho de alambres con
cintas que se ponían las mujeres en la cintura y, sobre él, la basquiña, para que
ahueque la demás ropa».
El guardainfante se llamó también tontillo, verdugado «de codos» o pollera.
La forma del guardainfante hacía que las mujeres debieran estar constantemente
en una postura forzada para los brazos, levantando ligeramente los codos. Por ello
se ha considerado al guardainfante una prenda muy incómoda. Madame de Monteville describe: «El traje y el peinado de las mujeres españolas me daba pena… su
guardainfante era una máquina monstruosa… cuando ellas andaban, esta máquina
subía y bajaba haciendo una figura feísima»83.
En cualquier caso, pese a lo que pensase esta dama francesa, el guardainfante fue la prenda más de moda en la Corte de Felipe IV (1621-1665). Este monarca
sustituyó el verdugado por el guardainfante con la intención de que esta nueva
prenda no pudiese ser llevada más que por las nobles debido a su coste e incomodidad. No tengo ejemplos de jovencitas con verdugado, pero sí con guardainfante.
A la hija del adinerado labrador Manuel Ezquerra se le confeccionó un ajuar de
ropa en el que se incluía un guardainfante84.
Según Covarrubias, los chapines eran «el calzado de las mugeres de tres o
cuatro corchos, y algunas hay que llevan trece por docena y mas la ventaja es que
levantan el carcañal y cuando se apearen quedaran mas abajo». Este mismo autor
dice que existía una «patraña que para evitar que las mujeres anduviesen mucho,
les persuadieron usando chapines, con lo que parecían mas grandes y dispuestas
tanto como los hombres: hicieronlos de palo y muy pesados. Ellas se aprovecharon
de la invencion pero hizieronselos huecos; y al cabo dieron en hacerlos de corcho,
asi aliviaron su peso y no perdieron ligereza al andar lo mismo que antes con ligereza y señorio: y añadiendo a estos copetes sobrepujaron la estatura del hombre».
Este tipo de calzado era el protocolario por excelencia. Fueron un modelo
de calzado original y representativo del traje español y propio del vestido de aparato de las damas. Ninguna mujer con «prenda de ruedo», verdugado o guardainfante,
podía o debía prescindir de los chapines.
83
«La moda en la pintura: Velázquez…», óp. cit., pp. 334-335.
84
3, «… unas medias… unos zapatos… un guarda Pie y Galon… de un jubon… otro par de zapatos… un Guarda Ynfante Valona y Cintas… de otras medias y zapatos…», s. f.
320
La descripción de Covarrubias apunta que el material de la suela del chapín
era un corcho ancho. Este zapato carecía de talón y se sujetaba en la parte delantera con unas cintillas. Se solía forrar con tejidos ricos como las sedas y se adornaban con filigranas de oro, esmaltes o joyas y generalmente se reforzaban sus suelas
de corcho con virillas de metal que solían ser de plata, de tal forma que los chapines acababan siendo en sí mismos una auténtica joya muy volátil. El hecho de
arrastrarla por el suelo la deterioraba rápidamente, de tal forma que unos chapines
nuevos era una auténtica expresión de solvencia económica. Por ello, aunque quedasen ocultos por la falda, las damas se las ingeniaban para mostrarlos en algún
momento; era esta una forma de expresión de lujo y calidad social, pero también
de coqueteo.
Las características formales de los chapines obligaban a las damas a caminar
de una forma muy concreta: arrastrando los pies como si anduviesen resbalando.
Por esta forma de caminar, aunque la mujer no enseñase el chapín, se sabía que
los llevaba. Por tanto, la utilización de los chapines exigía cierto aprendizaje y caerse del chapín era un accidente bastante común. Por ello, las damas nobles debían
acostumbrarse a caminar sobre chapines desde la infancia85.
86
3. «VESTIDOS COMO UN PINO DE ORO»
Cuando los niños alcanzaban una edad entre los 8 y 10 años el traje que utilizaban se diferenciaba poco del de los adultos. Los cuatro documentos presentados
recogen ejemplos de niños vestidos como adultos y son muy apropiados para ejemplificar las características de la expresión propia del siglo XVII: «Vestido como un
pino de oro».
El conjunto de prendas que recogen los documentos de los jóvenes zaragozanos que estoy sometiendo a análisis indica que estos niños vestían como adultos,
pero no como cualquier adulto. Las características de su traje eran similares a las
de los hombres y mujeres que residían en la Corte madrileña de los Austrias87.
85
1, «… 2 libras y 20 sueldos. En 20 de agosto invie a la s.ª doña luisa para çapatos y chapines…»,
f. 2050v.
86
BOUZA ÁLVAREZ, F., Palabra e imagen en la corte: cultura oral y visual de la nobleza en el
Siglo de Oro, Ádaba Editores, Madrid, 2003, p. 81.
87
«El traje y los tipos sociales…», óp. cit., pp. 137-281. En el capítulo «La corte de los duques» se
recogen las características de las prendas propias de la condición de nobleza, tanto para mujeres
como para hombres.
321
Por ejemplo, Doña Luisa Çepero poseía un guardarropa similar al de una
mujer noble. En él se encuentra, como se puede rastrear a través de las notas al pie
anteriores, el conjunto de prendas que ataviaban a una dama principal. Algo similar
ocurría con la niña Teresa de Sada, cuya condición, pese a ser muy elevada, desconozco con certeza. E incluso en la relación de la niña Manuela Ezquerra, hija de un
labrador, se adivinan prendas propias de la condición nobiliaria.
Al margen de la relación de cuentas de los gastos de la hacienda de los hermanos Domingo y Blas Español, dispongo de ciertas noticias notariales que permiten
comprender cuál era la forma de vida de la familia. Su padre, Francisco Antonio Español, menor, era notario de caja y ciudadano de Zaragoza. Sus exequias se celebraron bajo «capelardente». Poseía coche de «paseo» o «rúa» que compró en 1608, cuya
ostentosa descripción se conserva, y coche «de camino». En su almoneda se vendieron casi un centenar de obras literarias de todo tipo, desde obras de Historia, libros
de caballerías, vidas de santos, clásicos de la Antigüedad… La misma almoneda recoge muebles y ropa blanca muy abundante. Todo lo cual viene a indicar la importancia
económica de esta familia. Además, era una familia con peso político, porque la esposa del notario recoge entre sus bienes «una gramalla de damasco carmesí» que protocolariamente llevaban los consejeros para acompañar al Rey con el palio.
Existían determinadas prendas que mostraban la condición noble o principal
de una dama. Las damas que frecuentaban la corte se cubrían con basquiña y jubón
y sobre ellos una ropa. La importancia de estas prendas radicaba en las calidades
de sus tejidos y adornos. La niña Çepero lucía vestidos formados por basquiña y
jubón, ambos decorados con picados y por una ropa prensada para darle más brillantez y tersura88. La niña Teresa Sada utilizaba prendas similares con materiales
tan ricos como el picote de seda plateado y negro89.
La prenda que por excelencia lucían las damas como expresión de su condición de noble era, como ya he comentado, la saya. La niña Luisa Çepero poseía
una saya de diversas calidades de sedas labrada90.
El manto fue una prenda utilizada por la mayoría de las mujeres que salían a la
calle. Sin embargo, había diversas calidades de mantos, destacando el de lustre por
ser el más apreciado. La niña Luisa Çepero poseía un manto de lustre decorado con
cintas, rejados y randas. De calidad similar era el manto de Teresa de Sada91.
88
1, «… pague de una cuenta de prensar una ropa y picar. Una basquiña y jubon…», f. 2048v.
89
2, «… en hazer una basquiña jubon y escapulario de picote platiado y negro de seda…», f. 48.
90
1, «… por dos baras de tafetán negro y dos onças de seda para guarnecer una saya de sarga labrada…», f. 2054.
91
1, «… 8 libras 14 dineros. En 29 de abril por un manto de lustre para mi señora doña luisa…
Item 18 dineros de vetas y rexados para dicho manto. Item 2 libras 14 dineros para la randa de
322
Los hijos del notario Español vestían el traje que los cortesanos utilizaban
para dar fe de su condición: jubón y calzones. Abundante ropa blanca: camisas,
medias, calzoncillos y cuellos. Y sombreros, zapatos y guantes. Algunas de estas
prendas o sus adornos poseían un significado intrínseco muy sugestivo. El vestido
de los nobles desde la prohibición de las calzas por Felipe IV estaba compuesto por
calzones y jubón. Estas prendas podían llevarlas individuos de todos los estamentos,
pero la mayor condición del individuo que llevaba calzón se expresaba en la calidad
de la tela y los adornos. Los hermanos Domingo y Blas Español utilizaron calzones
y jubones de paños delgados, como la rasilla. Estas prendas aparecen profusamente decorados con ricos aderezos: botones, galón, presillas, hilo de seda y piel para
las «aldas» del jubón92.
Durante el siglo XVII, la concepción de la limpieza y de la higiene estaba alejada por completo del uso del agua y de las abluciones. El hecho fue que el siglo
XVI impuso la teoría de que el agua dilataba los poros de la piel y a través de ellos
se podía contaminar el organismo de cualquier enfermedad. El lavado hacía a la
piel abrirse e inmediatamente el cuerpo se convertía en un organismo vulnerable.
Ahora bien, en ausencia de lavado no había ausencia de limpieza.
Los individuos de los siglos XVI y XVII estuvieron muy preocupados por la
imagen de limpieza. Esta imagen solamente la podía reflejar un individuo bien vestido. Por ello el símbolo de limpieza en la Edad Moderna no era otro objeto que
no fuese la ropa. Era, pues, la superficie del traje lo que indicaba el decoro de un
individuo.
Como ya he comentado, uno de los principales cambios que sufrió la indumentaria europea en el tránsito de la Edad Media a la Edad Moderna fue el abandono de las ropas talares. Se impuso un traje cortado a la altura de la cintura para
ambos sexos. Esta circunstancia comenzó a dar protagonismo a la «ropa blanca» o
interior que comenzaba a dejarse ver al exterior. Y esto hizo que camisas, cuellos y
puños, fundamentalmente, se incorporasen a la imagen de limpieza.
El reflejo de la limpieza del cuerpo lo transmitía la ropa puesto que se había
impuesto una concepción seca del aseo. Lo que realmente lavaba la piel eran las
prendas de vestir y fundamentalmente la ropa interior. Esta era la encargada de ab-
dicho manto…», f. 2053. 2, «… a Domingo Escudero por un manto de lustre con cintas y
seda…», f. 35.
92
4, «… faldriqueras y recados de dos pares de calçones de rasilla… de dos bananillas para las aldillas del jubon… de galon a de once sueldos para guarnecer los jubones… de una gruesa de botones… de las presillas de los golpes [de botones]… de hilo y seda para todo… de aderezar dos
pares de calçones… de las hechuras de los jubones… por las hechuras de 2 vestidos de paño y 2
de rasilla…», ff. 2959-2960v.
323
sorber el sudor de la piel: de tal forma que lavarse consistía en mudarse la ropa,
principalmente, la camisa. Esta era una forma de aseo «imaginado» a los ojos del
espectador que consistía en presentar las partes visibles de la ropa interior impolutas. Y, por tanto, el aseo más que un acto salubre era un acto social. Y la limpieza
se convirtió en un signo distintivo de los individuos principales.
Esta blancura solamente la podía garantizar un tejido: el lino. Frente a este
existían otros tejidos, como el cáñamo, con los que se confeccionaban lienzos de
peor calidad: ásperos y amarillentos. Pero el lienzo de lino tejido muy fino y luminosamente blanqueado estaba lejos de poder ser admitido en los gastos de una hacienda común.
Por otro lado, para mantener la ropa blanca limpia, había que lavarla habitualmente. La ropa blanca era la parte del traje que más se ensuciaba al ser la que
estaba directamente en contacto con la piel. Esta muda obligaba a disponer obligatoriamente de prendas abundantes para el recambio. De tal forma que las características de la ropa blanca y las obligaciones que implicaba su mantenimiento hacían que la limpieza, tal y como la concebían los hombres de la Edad Moderna,
solo estuviese al alcance de los más adinerados. Y por ello la limpieza se convirtió
en un elemento fundamental de apariencia en la España de los siglos XVI y XVII93.
En definitiva, el «asseo» en el vestido era un signo de distinción y debía estar acorde
con «la calidad» de la persona que se representa al prójimo a través del vestido94.
La blancura de la camisa, como ya he comentado, venía determinada por el
tejido con que estaba confeccionada y los lienzos finos de calidad eran los tejidos más
apreciados. Además, las camisas se decoraban en las partes que se veían al exterior.
Estas decoraciones podían ser ricos bordados o randas. El tejido y los adornos eran lo
que encarecían la prenda. D.ª Luisa Çepero encargó que se le realizaran cinco camisas con los puños y el delantero bordados y unas mangas de ruán. Aquellas partes de
la camisa que iban a ser vistas se confeccionaban con más calidad. El pecho se veía
cuando las damas estaban en casa con el cuerpo bajo. Lo mismo ocurría con las
mangas. Y los puños se veían por la boca de la manga del jubón. D.ª María Teresa de
Sada tenía camisas de características parecidas a las de la niña Luisa Çepero95.
93
Para lo referido a la limpieza, ver VIGARELLO, G., Lo limpio y lo sucio. La higiene del cuerpo
desde la Edad Media, Alianza Editorial, Madrid, 1995 (primera edición en francés, 1985). Y en
menor medida, también Vida en familia…, óp. cit., pp. 250-257.
94
«… Si los vestidos son conforme a las personas que representan, si los ademanes y posturas y
asseo del vestido es tal qual conviene a la persona que representan…» en «Palabra e imagen en la
corte…», óp. cit., p. 17 y pp. 74-75.
95
1, «… de 23 baras para camissas de lienço… de ruan para las mangas… de hechura de cinco camissas con las pechadoras y puños labrados…», f. 2045v. Y 2, «… por el coste de haber hecho
tres camissas de ruan con sus randas…», ff. 37 y 51.
324
Lo más común entre la población era dormir con la camisa. Pero en ocasiones existían prendas similares a jubones que se utilizaban para dormir. Y que, como
he comentado, era propio de individuos de elevada condición que podían disponer
de una prenda de lienzo exclusivamente para la cama. La niña María Teresa de
Sada disponía de una de estas prendas de lienzo exclusivamente para la cama96.
En cuanto a la enagua, faldellín, manteo o guardapiés, todos los nombres
se refieren a la misma prenda, que reflejaba la riqueza de la dama, porque su blancura y calidad irradiaba la limpieza de una mujer. Y, según he referido, la limpieza
era un objeto de lujo. Las enaguas se confeccionaban en tejidos estimados, como
el cordellate, damasquillo de lana, sedas o paños finos como la bayeta. Además se
decoraban con ricos aderezos, como el galón, plumas, estampados, ribeteados,
espiguillas o pasamanos. Las mujeres utilizaban constantemente esta prenda para
expresar su riqueza. La relación de cuentas de María Teresa de Sada recoge siete
faldellines de gran calidad. La niña Manuela Ezquerra también poseía faldellines
de calidad decorados suntuosamente con artesanías como el galón. Estos ejemplos
indican que, sin duda, las enaguas eran una de las prendas que más utilizaban las
niñas ricas de cualquier condición para demostrar su riqueza. Además, desde el
punto de vista de la blancura, mantener en buen estado estas prendas debía de ser
muy costoso. Porque las enaguas recogían el sudor de la cadera y piernas y estaban relativamente cerca del suelo97.
Algo similar ocurría con los cuellos. La limpieza de los cuellos era una operación de apariencia en sí misma . Llevar limpio el cuello no quiere decir que se llevase limpia la camisa, pero al menos «lo imaginaba». Además, cuanto más blanco era
el cuello que se lucía, mayor ostentación se hacía porque se suponía que se había
dejado ensuciar menos. Y de esta blancura se podía intuir que se tenían varios cuellos con que reponer los que se ensuciaban al menor roce. Se debe tener en cuenta
que el cuello era una prenda muy sucia porque cubría una parte del cuerpo que segrega mucho sudor. En la relación de los gastos de la niña Luisa Çepero se recogen
noticias de limpieza o aderezos de cuellos cada quince o veinte días. Sin duda, la
apariencia de limpieza de los cuellos de la niña Çepero se correspondía con la calidad de la familia a la que pertenecía.
Los hijos del notario Francisco Antonio Español también poseían cantidades
importantes de prendas de ropa blanca. A los hermanos Español se les confeccionaron once camisas de lienzo de Calatayud y otros tantos calzoncillos de hilete. La
96
2, «…un jubon de damasquillo de lana pardo…», f. 48.
97
1, «…una cuenta de pasamanos y seda para un faldellín…», f. 2051v. 2, «… unas enaguas de cordellate colorado con su ribete tranzado de espiguilla… enaguas de damasquillo de lana guarnezido
con su galon…», f. 45 y 51. 3, «…de un guarda pie y galon…», s. f.
325
importancia de estas prendas radica tanto en la buena calidad de los tejidos con
que estaban confeccionadas, como en su importancia cuantitativa. Estos hermanos
disponían de una camisa y un calzoncillo, si lo tenían a bien, casi para cada día de
la semana. Algo que solamente ocurría en ambientes cortesanos. Además, las camisas estaban complementadas por diversos tipos de cuellos: valones y golillas,
confeccionados en tejido muy finos, como la gasa, la bretaña o el cambray. Los valones se complementaban con ricos adornos como las randas. Y las golillas estuvieron en la vanguardia de la moda en cuellos masculinos durante el siglo XVII. Felipe
IV desechó las farragosas y caras lechuguillas e impuso en la Corte un modelo de
cuello propio de los hombres de letras. El hecho de ser una prenda de letrados no
desmereció su importancia desde que el Rey la estableció en la Corte. Por lo cual el
«asseo» aparente que mostraban estos muchachos era muy sofisticado, tanto por la
modernidad de las prendas como por la calidad y blancura de las mismas. A estas
prendas había que sumar las medias que fueron utilizadas profusamente también
por los dos hermanos, llegándose a enumerar varios pares98.
Los dos complementos que mejor expresaban la condición de nobleza de
una dama eran los chapines y el guardainfante. Como he apuntado, los chapines
eran por excelencia el calzado propio de las damas principales en sus vestidos de
aparato. La niña Luisa Çepero no duda en expresar su rango con un par de chapines nuevos99. El resto de las niñas no recogen en su documentación calzado de esta
importancia. Sin embargo, la relación de cuentas de la niña Manuela Ezquerra, hija
del rico labrador Pedro Ezquerra, recoge un guardainfante. El guardainfante era la
prenda más deseada por cualquier dama y contra él emitieron los moralistas parte
de sus mayores diatribas100. El deseo por poseer esta prenda radicaba en que era la
prenda más a la moda y más identificada con la Corte y, por tanto, con la nobleza.
Covarrubias, cuando define traje, deja entrever las razones del gusto que tenían las
damas por el guardainfante: «Y los guardainfantes, para gastar más en tela en el
98
4, «… 21 de junio… para plantillar dos pares de medias… 13 de julio… para plantillar dos pares
de medias… por dos medias del Corral para los vestidos de paño… de plantillar dos pares de medias… se pago de cuatro valonas de cambray para los hermanos… de coser 11 camisas para los 2
hermanos de lienço de Calatayud… de Ruan para 11 pares de calçoncillos… de ilete y coser los
calçoncillos…de randa para las valonas de las camisas… de betraña para las valonas de las camisas… por dos golillas que se compraron en 20 de junio de 1645…», ff. 2959-2960v.
99
1, «…para çapatos y chapines…», f. 2050v.
100
«… que pues aquella lleva guardainfante costoso, que con muchas varas de tela pudiera vestir honestamente, y no gastar lo que no tiene, lo ha de llevar también ella cueste lo que costare, dando que
decir, y que reyr a las gentes con tal invencion; pues mas parecen niñas en Pollera o carretoncillo,
que otra cosa, tan anchas, y con tanto buelo y viento, que el cobertor del Relox de la Torre nueva de
Çaragoça, no le tiene tanto, es de manera, que ya ni caben por las puertas, ni en los coches, y las calles seran luego estrechas…» en Nueva Prematica de reformacion…, óp. cit., pp. 292-293.
326
vestido y dar campanada con la gala». El deseo de apariencia de Manuela Ezquerra
le llevó a adquirir una prenda que se había impuesto en la moda de la Corte unos
cinco años antes de que ella la adquiriese101.
Los complementos utilizados por Blas y Domingo Español eran también
propios de la nobleza. Destacan sombreros, guantes y zapatos. Los sombreros
más sofisticados durante el siglo XVII fueron los de pieles, destacando sobremanera los de castor. Estos hermanos tuvieron sendos sombreros de castor. Los guantes
eran prendas muy apreciadas por los varones como objetos de lujo. En muchos
certámenes de ejercicios caballerescos los guantes eran entregados como regalo,
premio o prenda al caballero ganador que había demostrado mayor agilidad en sus
lances. Y los zapatos eran prendas muy estimadas por su delicadeza. En ocasiones
estas prendas se adornaban con lazos aumentando la delicadeza del zapato y las
posibilidades de deterioro. A la facilidad de deterioro del zapato se añadía otra facilidad mayor, el lazo. El hecho de lucir zapatos nuevos o en buenas condiciones
era un signo de distinción y riqueza. Los materiales con que se confeccionaban los
zapatos eran muy delicados; por ello eran prendas que se deterioraban rápidamente como consecuencia de ir caminando sobre las piedras, el polvo y el lodo, por lo
que los zapatos se debían reponer constantemente en el vestuario de los nobles.
Además, estos hermanos poseían zapatos exclusivos para cuando llovía. Esto significaba que Blas y Domingo podían destinar dinero de su hacienda a comprar un
tipo de zapato muy exclusivo que se llevaba en determinados momentos102.
Para poder ser considerado un auténtico «pino de oro» de acuerdo a las reglas cortesanas, no bastaba con vestir «asseado». Para poder ser admirados, damas
y caballeros debían responder a un ideal corporal concreto que conseguían mediante su educación. La finalidad de esta educación era que los niños nobles comenzasen a adquirir una postura de natural desembarazo en la vida cotidiana de la corte.
Para alcanzar este objetivo, la educación establecía una serie de actividades al margen del «asseo» en el vestido.
Esta educación variaba en función del sexo, aunque algunas actividades eran
compartidas. Niños y niñas compartían el ejercicio de las letras; de la devoción; de
101
BERNIS, C., «Velázquez y el guardainfante» en Actas de V Jornadas de Arte: Velázquez y el arte
de su tiempo, Madrid, 1990, pp. 48-60.
102
4, «… en 24 de julio… por 2 pares de çapatos… por 2 pares de çapatos y laços en 20 de septiembre… para 2 pares de Guantes… por 2 sombreros de Castor que se compraron… en 13 de
octubre para dos pares de çapatos… por 2 pares de Çapatos en 27 del dicho (noviembre)… en 19
de febrero por 2 pares de çapatos… en 20 de Março de 2 pares de çapatos… por 2 pares de çapatos para las aguas… 22 de junio de 45… de dos pares de çapatos para los dos Ermanos… de 2
pares de Çapatos para Blas Español… de 2 pares de Çapatos para Domingo Español…», ff.
2059-2061.
327
la danza y el de la música. Sin embargo, a las damas les estaban vedadas determinados juegos, como la pelota y el ejercicio de las armas. Este último incluía la equitación, los festejos a caballo (sortijas y estafermos) y la esgrima.
El conjunto de ejercicios de armas eran propios de la educación de un caballero desde la Edad Media, pero los siglos XVI y XVII introdujeron novedades que
hacían que el caballero, al calor de las Cortes, se convirtiese en un cortesano, en
un individuo más preocupado por el «saber estar» que por las armas103.
Cuando en la década de 1630 D. Diego de Silva y Mendoza reflexiona sobre
la educación que ha procurado para su hijo D. Rodrigo Sarmiento de Silva y Villandrado, futuro conde de Salinas y Ribadeo, obtenemos una visión general de la educación de un joven cortesano: «Tuvo las edades de aprender cultivadas con famosos
maestros: de leer… escribir… de danzar… de la gramática, el obispo y el doctor…
de las matemáticas… y de la cosmografía… y de todo salió bastante noticioso. En
los ejercicios de caballero fue perfecto. De la esgrima fue su maestro… de la jineta
don Juan de Peralta, de la brida… Las habilidades que tuvo fueron grandes en saltar, trepar, cortar y otras…»104.
Las prendas de ropa que se recogen en la documentación referida a los
cinco niños estudiados indican que vestían o eran vestidos como auténticos «pinos
de oro». En ellas también se anotaban los gastos derivados de la educación de los
niños. Doña Luisa Çepero poseía libros y recibía lecciones que la ejercitaban en las
letras. Además, practicaba un instrumento tan noble como el arpa; poseía arpa
propia y maestro, puesto que este recibía su sueldo correspondiente una vez al mes
según la relación de cuentas105.
La relación de cuentas de Blas y Domingo Español recoge la práctica de diferentes actividades educativas. Practicaban el ejercicio de las letras en obras fundamentalmente clásicas y en dos ocasiones se anota que se les trajeron a los pupilos
libros de Francia. Practicaban el ejercicio del cuerpo con juegos como la pelota y la
103
Para conocer más profundamente estos aspectos educativos ver: «Palabra e imagen en la
Corte...», óp. cit., pp. 69-85 y pp. 153-174. Y VIGARELLO, G. (dir.), Historia del cuerpo: del
Renacimiento al Siglo de las Luces, vol. I, Taurus Historia, Madrid, 2005, pp. 229-293.
104
DADSON, T. J. «Una visión cultural de la nobleza: la Casa de Salinas», en M,ª J. CASAUS BALLESTER (coord.), Jornadas sobre El Señorío-Ducado de Híjar: siete siglos de Historia nobiliaria española, Híjar, 2007.
105
1, «… en 20 de abril a Un Estudiante que se le devian de dos messes que havia dad leccion a mi
S.ª doña Luisa… en 20 de mayo a mi Señora doña Luisa para un breviario de dos cuerpos… 14
de julio ynvie para El maestro del arpa… para desempeñar una arpa del maestro… en 21 de agosto para El maestro del arpa… ynvie a mi señora doña luisa para acabar de pagar El arpa… por un
libro que compro para mi señora doña luisa…», ff. 2021, 2027, 2050v, 2054v y 2055.
328
danza. Poseían maestro de baile al que se le retribuía su sueldo mensualmente.
Igualmente practicaban el arte de la música pues poseían guitarra, vihuela y laúd. Y
además recibían lecciones para practicar estos instrumentos, ya que en la relación
de gastos se anotan los pagos al maestro de guitarra y laúd106.
En conclusión, se puede decir que estos muchachitos zaragozanos de la primera mitad del siglo XVII fueron educados en los primores cortesanos y se convirtieron con toda seguridad en pupilas y pupilos a los que el requiebro vestido como
«un pino de oro» no les sería ajeno.
4. LAS APARIENCIAS
Esta labor educativa tenía una finalidad social evidente. Establecer en los
niños desde su infancia la apariencia que les debía acompañar a lo largo de toda su
vida. Convirtiéndose en un «pino de oro», los niños expresaban con su imagen la
pertenencia a un grupo muy concreto de la sociedad; «daban fe» de su condición de
nobleza.
Pero el término apariencia puede resultar muy ambiguo. Es cierto, vistiendo
«como pinos de oro», los niños y jóvenes cortesanos expresaban mediante su ademán a qué condición pertenecían. Pero en el significado de apariencia se incluye
necesariamente el significado de parecer. María Moliner se refirió a finales del siglo
XX al término apariencia de la siguiente forma: «Aspecto. Lo que una cosa muestra exteriormente, generalmente admitiendo la posibilidad de que no se corresponda a la realidad. Aspecto de las cosas que anuncia algo o es signo de algo. Aspecto
lujoso o rico de algo: una cosa de mucha apariencia»107. Esta misma concepción de
la apariencia se podía observar en los inicios del siglo XVII. En 1611 Covarrubias
definió la apariencia como «lo que a la vista tiene un buen parecer y puede engañar
en lo intrínseco y sustancial»108.
106
4, «… en 13 de seiembre de 44… por 4. Libros q les compraron… en 15 de sette se dio a Domingo Español… para… una Retorica… para 2 Concilios, 2 marciales, 2 virgilios…por 2 guitarras
q les havia vendido en 20 de novie… para compra de una Pala de Pelota… al maestro de la guitarra por el mes de febro… se le dio a servas por enseñarlos a dançar… a Domingo Español para
una pala de Pelota… se pago… por unos libros q se les hizo traer de francia en 20 de junio de
1645… por otros libros se han traido de francia en 22 de junio de 45… de 2 meses del Maestro
de laud…», ff. 2959v, 2960, 2960v.
107
MOLINER, M., Diccionario de uso del español, Ediciones Gredos, Madrid, 2000.
108
Tesoro de la Lengua Castellana…, óp. cit.
329
Poniendo en relación el concepto de apariencia con el vestido, este se convierte en un escaparate y revestimiento del individuo que lo sustenta. El traje es un
conjunto de indicios, y, por qué no, también de engaños; por tanto, el traje es un
símbolo, un elemento de comunicación. Y el traje para el noble se convertía en un
símbolo de distinción. Porque la sociedad había establecido de forma codificada un
traje para cada grupo social. Por ello los teólogos, por lo general, férreos defensores del conservadurismo social, abogaban en sus escritos por una diferenciación social en el traje: «Ni me parece que todos anden vestidos de un paño, ni de una hechura: sino que cada uno en su traje se diferencie, según la qualidad de su persona,
estado, y officio»109.
Daniel Roche escribe que en la Edad Moderna todo se juzgaba según su apariencia110. Los cuerpos ajenos y todo lo que les rodeaba despertaba un gran interés en
el espectador, una especie de curioso impertinente que analizaba todo lo que veía. Y
el espectador consideraba que lo que veía en el exterior del cuerpo era revelador del
interior del mismo. Pero, llegado este punto, surgía un problema: todo se podía fingir
y aparentar en una economía monetarizada. Y en ese contexto la ascensión social
equivalía, en parte, a la adopción de las formas orales y visuales de un estamento superior. O, lo que es lo mismo, la imitación del lujo exterior constituía un instrumento
de relativa eficacia en la ascensión social, real o simplemente pretendida. Lo que obligaba a los estamentos superiores a encontrar nuevas formas visuales de mostrar su
distinción hasta el exceso111. El problema radicaba en que el estamento superior, al
hacer tanto énfasis en convertir el vestido y la educación en una marca de identidad,
corría un serio peligro: individuos económicamente acaudalados que podían comprar
las mismas ropas que un noble solo debían vestirse como uno de ellos para ser vistos
como nobles puesto que su apariencia la de un noble sería.
De estas prácticas ofrece un fiel reflejo el mercedario zaragozano fray Tomás
Ramón en una de sus obras dedicada al traje: «Acá entre los hombres es la confusion, que ninguno se contenta con su estado y puesto; el oficial quiere ser Ciudadano, este ser Cavallero, estotro quiere ser Grande… y cada uno destos quiere gastar,
comer y vestir como si ya lo fuesse, ved qué confusion y desorden… cada uno quiere por su traje, y por su trato parecer lo que no es… El refrán de que no haze el
hábito al Monje, de todos estados se verifica, porque ya van todos tan bien vestidos, que es menester revelación del Cielo para conocer quién es cada uno, quién
Cavallero, quién no, quién Labrador; y la mujer del Principal, o la que no lo es»112.
109
TRUJILLO, T., Libro llamado de Reprobación de trajes, y abuso de juramentos, Francisco Curteti, Zaragoza, 1563, p. 56v.
110
Historia del cuerpo…, óp. cit., p. 159.
111
Palabra e Imagen en la Corte..., óp. cit., p. 18 y p. 72.
112
Nueva Prematica de reformacion…, óp. cit., pp. 287-288.
330
No solo la Iglesia criticaba las formas de apariencia; también la monarquía emitía severos dictados para regular las formas de vestir de la sociedad del siglo XVII. Las
leyes suntuarias no eran otra cosa que un cúmulo de prohibiciones que, pretendiendo
frenar el lujo en el vestido, entre otras cosas, pretendía frenar el acceso de determinados individuos a un conjunto de prendas que se consideraban exclusivas de los privilegiados. En definitiva, eran leyes excluyentes y discriminatorias. Pero su efectividad, al
igual que las recomendaciones de los teólogos, fue muy escasa.
Estas prácticas derivadas del uso de la apariencia no se aplicaron únicamente en los adultos. También los niños estuvieron al servicio de las apariencias. Recuérdese el artículo de M. J. Tucker recordando la concepción de los niños como
«objetos de consumo» que en 1970 había apuntado Du Boulay113. En este sentido
moralistas y educadores recomendaban a los padres un correcto uso del vestido en
los niños. Damián Carbón en 1541 recomendaba vestir a los niños de acuerdo a la
condición de la familia114. De la misma forma más de trescientos años después Josefa Amar y Borbón recomendaba que las niñas utilizasen vestidos de acuerdo a su
«clase» y condición115. En este sentido un texto anónimo refleja la situación a la que
se veían sometidos los niños: «En esta parte los hijos de los pobres salen mejor librados que los de los ricos. Pero los padres de algunas conveniencias, y los ricos
todos se encaprichan y quieren que sus hijos ostenten ropa, dixes y galas»116.
Analizadas las características necesarias que debía tener un niño o joven
para convertirse en un «pino de oro» y puestas en común con los usos de la apariencia, se puede llegar a adivinar la imagen que los niños como iconos debían
transmitir, imagen que podía ser buscada por los propios pupilos o impuesta por su
familia o tutores.
La niña D.ª Luisa Çepero pertenecía a una importante familia de la nobleza
zaragozana: tanto su padre como su madre poseían armas y la familia poseía vínculos muy cercanos al comendador de una orden militar, posiblemente la del Hospital
de San Juan de Jerusalén, de tal forma que la educación y el vestido que he descrito
en apartados anteriores tenían como finalidad inculcar a D.ª Luisa los valores corte-
113
Ver nota n.º 14.
114
CARBÓN, D. Libro del arte de las comadres o madrinas y del regimientos de las preñadas y
paridas y de los niños, Impresor Hernando de Cansotes, Palma de Mallorca, 1541 (edición utilizada, GARCÍA GUTIÉRREZ, D., Anubar, Zaragoza, 2000, pp. 140-142).
115
Discurso sobre la educación física…, óp. cit., p. 127.
116
ANÓNIMO, «Discurso a los padres de familia sobre la educación de los hijos», en Gabinete de
Lectura Española o Colección de muchos papeles curiosos de Escritores antiguos y modernos
de la Nación, Viuda de Ibarra e hijos, Madrid, n.º 1, S. XVIII, pp. 1-59. Obra compilada en MAYORDOMO PÉREZ, A. y L. M. LÁZARO LORENTE, Escritos pedagógicos de la ilustración,
Tomo II, MEC, Centro de Publicaciones, Madrid, 1988, p. 335.
331
sanos y hacerla destacar en el conjunto de la sociedad. En definitiva, D.ª Luisa Çepero tenía que dar fe de su pertenencia al estamento de los miliores terrae para
que quien la viese la pudiese reconocer y honrarla adecuadamente. El principio de
reputación al que estaba sometida su familia le obligaba a dejarse ver de una forma
determinada. Aquí la apariencia no es engaño o disfraz. D.ª Luisa reflejaba su condición nobiliaria a través de su vestido, que conocemos detalladamente, y de su
educación, de la que tenemos alguna noticia. La apariencia de una noble debía ser
brillante y así se presentaba D.ª Luisa ante los ojos de la sociedad. Porque no olvidemos que D.ª Luisa representaba a su familia, pero también a todo el estamento
al que pertenecía.
Si D.ª Luisa Çepero hubiese sido un varón su tutor podría haber hecho el
mismo comentario que D. Diego de Silva y Mendoza, conde de Salinas, hizo en
1620 de su hijo Rodrigo Sarmiento de Silva: «El conde, Dios le guarde… tiene excelentes partes de caballero. Yo lo crio con harta gana de que acierte a agradar a
V. S.»117. Doña Luisa Çepero tenía excelentes características físicas para hacerse
notar como una dama noble.
La condición de la pupila María Teresa Gertrudis de Sada resulta desconocida. El nivel económico de esta pupila era muy elevado, pero no se puede asegurar
que perteneciese al estamento nobiliario, porque la documentación no lo aclara.
Pero su guardarropa en poco se diferencia del de la noble niña Luisa Çepero, aunque de la educación de María Teresa no tenemos apenas datos. Pero la imagen que
irradiarían ambas niñas a través de su vestido resultaría muy similar. María Teresa
Gertrudis de Sada aparentaría ser una niña noble, aunque sin conocer su condición
no se puede saber si su vestido era o no un disfraz. De serlo, la familia de María Teresa Gertrudis de Sada se serviría del lujo y de la apariencia para desarrollar o mantener un deseo de ascenso social, pretendido o alcanzado.
La relación de cuentas de 1645 de la pupila Manuela Ezquerra, hija de un labrador muy adinerado habitante de Pastriz, recoge escasa cantidad de ropas y ningún
dato sobre la educación de la niña, aunque se debe tener en cuenta que es un documento poco extenso. Aún con todo esta relación de cuentas pese a su escasa extensión aporta datos muy significativos de la vida de esta niña labradora afincada tras la
muerte de su padre en Zaragoza. Pese a las escasas noticias que este documento
aporta de vestido hay una muy significativa: la presencia de un guardainfante118. La
compra de esta prenda indica el deseo de Manuela de vestir «a la moda de la Corte»,
puesto que el guardainfante se había impuesto en Madrid a inicios de los años cuarenta del siglo XVII. Este hecho puede ser indicador de dos intenciones por parte de
117
«Una visión cultural de la nobleza…», óp. cit., p. 256.
118
3, «… un Guarda Ynfante Valona y Cintas… de otras medias y zapatos…», s. f.
332
esta muchacha. Puede ser que Manuela adquiriese esta prenda, porque deseaba sentirse bien consigo misma vistiendo una prenda que suponía que le iba a resultar favorecedora a su físico. Es conocido el furor que entre las damas de la Corte causaba el
guardainfante, porque estrechaba sobremanera la cintura de las damas. Pero también
puede ser que Manuela pretendiese utilizar el guardainfante junto con el resto de
prendas de su guardarropa como un disfraz. Es decir, Manuela podía utilizar su ropa
para re-presentarse visualmente como una noble.
Que las labradoras utilizasen prendas de vestido que podían llevar mujeres
principales era algo bastante común119, pero que utilizase un guardainfante era muy
significativo, porque el guardainfante era la prenda que mejor y más expresaba la
condición de nobleza en una dama de la Corte; era la prenda de aparato por excelencia junto con la saya entera y los chapines. El hecho es que esta rica labradora
se estaba sirviendo de su capacidad económica para utilizar el lujo como medio de
expresión de «un imaginado» ascenso social. Digo imaginado, porque si la muchacha deseaba el ascenso, no sabemos si lo consiguió, y el espectador vería a esta
niña vestida como una dama «al estilo cortesano». Y, además, no utilizó esta prenda
años después de abandonar la corte el uso de la misma (fue muy común entre los
plebeyos acceder a prendas propias de la Corte cuando esta había abandonado su
uso), sino cuando la prenda causaba auténtico furor en la Corte; es decir, cuando
estaba de moda.
Por tanto, Manuela Ezquerra, vistiendo guardainfante y el resto de prendas de
su ajuar, pretendía convertirse en un auténtico «pino de oro». Y puede ser que lo
consiguiera. Porque una dama o un caballero no se convertían en auténticos «pinos
de oro» solamente vistiendo bien. Había algo más. El propio ademán de la persona
debía responder a esta calidad distinguida y sublime. El ideal de movimiento y ademán que se suponía a las damas de la Corte de los Austrias se caracterizaba por un
caminar deprisa, como si se estuviese patinando con los codos pegados al cuerpo120.
Esta postura venía determinada por las dimensiones del guardainfante que impedían
caminar con ligereza y llevar los brazos descolgados. No podemos saber si Manuela
sabía vestir y caminar correctamente con el guardainfante, porque no debía ser muy
fácil mantener la compostura con semejante aparato en las caderas. Si Manuela
sabía desenvolverse con el guardainfante imitando los ademanes de la Corte, esta
niña estaba convertida en un auténtico «pino de oro». Y, lo más importante, sin ser
119
«… Señor, que fulana lleva basquiña de raxa, manto de soplillo, manguito, o regalillo, y chapines
con viras de plata… pues ni guardais orden, ni el teneys caudal que aquella… que falta de consideración y orden… que hasta la mas humilde Labradora, y sirviente, viste ya el manto de seda, y va
muy engalanada…», Nueva Prematica de reformacion…, óp. cit., p. 291.
120
Palabra e imagen en la Corte..., óp. cit., p. 83.
333
noble. Y, por tanto, el uso que hacía de su apariencia sería totalmente social, pues
con su disfraz de dama cortesana reflejaría una condición que no poseía y un evidente interés por ascender a esa condición. Pero, si por el contrario, Manuela no sabía
desenvolverse de acuerdo a las reglas del decoro, posiblemente no lograse parecer
una dama noble, pero habría conseguido lo más importante para sí: sentirse bien
consigo misma viendo su talle estrechado por la prenda más característica y moderna de la Corte española. Lo cual no quiere decir que esta sensación no la pudiese
experimentar en el primer supuesto planteado, pero es cierto que en ocasiones los
individuos realizan determinadas acciones con la simple y respetable finalidad de
sentirse a gusto consigo mismos y, en este caso, con su propio cuerpo.
La relación de cuentas de Blas y Domingo Español, hijos del notario y ciudadano de Zaragoza Francisco Antonio Español, menor, aporta gran cantidad de noticias
sobre el guardarropa y la educación de estos hermanos. Tanto por las prendas de
vestido imitando la moda de la Corte que utilizaron estos niños como por la educación que recibieron, se puede considerar a Blas y Domingo como auténticos «pinos
de oro». Y, al igual que ocurría con Manuela Ezquerra, debemos preguntarnos cuál es
la intención de los tutores de estos muchachos haciendo que estos niños presentasen
a la sociedad una imagen tan «delicada» y «graciosa» de perfectos cortesanos.
En las Cortes europeas desde el siglo XVI se venía desarrollando un ascenso
social de los letrados, necesarios en la administración regia por su saber jurídico y
gramatical. Este ascenso venía «haciendo sombra» a la nobleza cortesana cuya función bélica se iba diluyendo como consecuencia del desarrollo de los ejércitos reales
a sueldo. Por tanto, la instrucción del caballero noble debía comportar el ejercicio
de las letras, pero también el ejercicio de las armas y otras actividades que le garantizasen una imagen militar como su razón de ser. Es cierto que el desarrollo de las
Cortes europeas hizo que el caballero se convirtiese en cortesano, pero, aún con
todo, el cortesano siguió conservando en su educación aspectos bélicos que para
nada necesitaría un hombre de letras.
En este contexto se debe observar la educación recibida por Blas y Domingo. Estos hermanos ejercitaron las letras como había hecho su padre y toda su familia, pues los Español eran una saga de notarios zaragozanos desde el siglo XVI.
Pero, por otro lado, vestían siguiendo el ideal cortesano y su educación incluía aspectos que reflejaban este mismo ideal; basta ver el interés por la danza. La danza
garantizaba la adquisición de un ideal de movimiento y presencia en la corte: facilitaba pararse, caminar, hacer reverencias sin contratiempos, gestos muy habituales
en la vida cotidiana de la corte121.
121
Historia del cuerpo…, óp. cit., pp. 245-246. Es estas páginas se puede observar la importancia
de la danza en la educación de un cortesano. Y lo mismo en Palabra e imagen en la Corte..., óp.
cit., pp. 82-84.
334
La finalidad de la educación nobiliaria era que el niño adquiriese la mímica
corporal que se le inculcaba para desarrollarla de la forma más natural posible. Esa
gracilidad era la que distinguía al noble del plebeyo. En el contexto comentado de
ascenso de los letrados, la nobleza apuntaba que el porte y la prestancia se heredaban como la nobleza. Pero en la monetarizada economía del siglo XVII todo se
podía comprar, incluida la nobleza. Y por ello Castiglione apunta: «Por mucho que
se diga en común proverbio que la gracia no se aprende, yo digo que el que quiera
saber buenas gracias en los ejercicios corporales, presuponiendo primeramente que
por naturaleza no sea desaliñado y torpe, debe comenzar muy pronto y aprender
con buenos maestros»122.
Esta recomendación de Baltasar de Castiglione era la que seguían los tutores de los hermanos Español. Estos estaban aprendiendo a comportarse como
auténticos nobles. La fortuna que acumulaba la familia Español permitía que
estos pupilos se sirviesen del lujo para imitar el modus vivendi nobiliario123. Detrás de esta imitación reside un deseo de ser reconocidos o imaginados como auténticos nobles por la sociedad. Al margen de que estos pupilos se pudiesen sentir bien consigo mismos observándose bien vestidos delante de un espejo, como
ya he comentado en el caso de Manuela Ezquerra. Pero en este caso parece que
el deseo de ser imaginados como nobles está muy claro. Si el conde de Salinas
comparase la educación recibida por su hijo Rodrigo Sarmiento en 1620 con la
que recibían los hijos del notario en 1645 realizaría un comentario similar al aquí
ya citado: «… tiene excelentes partes de caballero…»124. Esta forma de educación
se mantuvo para el noble hasta bien entrado el siglo XVIII, aunque eliminando
gran parte de la actividad bélica que tenía en el siglo XVI y que, en parte, ya el
siglo XVII había relegado a un segundo plano125.
En definitiva, los Español pretendían, como lo hicieron muchas otras familias, ofrecer una imagen de sí mismos brillante, re-presentando ficticiamente su pertenencia a los melliores terrae. Y posiblemente lo consiguieron, porque su solvencia económica les permitió disfrazarse con vestido y educación nobiliarios y, en
definitiva, su forma de vida respondía al modus vivendi de la nobleza.
122
Historia del cuerpo…, óp. cit., pp. 247-248.
123
Ver la breve descripción de las formas de vida de la familia del notario Francisco Antonio Español
que doy en el inicio del apartado anterior de este mismo artículo.
124
«Una visión cultural de la nobleza…», óp. cit., p. 256.
125
En 1776 se recomendaba a los jóvenes nobles practicar ejercicios físicos, como bailar, montar a
caballo, cazar y pasear a pie, deportes, como la natación y la esgrima, y actividades lúdicas, como
la música, pintura e incluso las artes mecánicas, al margen del estudio de las letras. VILA Y
CAMPS, A. El noble bien educado, Oficina de D. Miguel Escribano, Madrid, 1776. Obra compilada en Escritos pedagógicos de la Ilustración… (t. I), óp. cit., pp. 216-217.
335
A modo de conclusión, hay que decir que este artículo es un vivo ejemplo de
la teoría que Arlette Farge establece sobre la infancia. Los niños se desplazaban
constantemente de la infancia a la edad adulta. Por ello existían en el contexto de
la sociedad moderna como niños y adultos al mismo tiempo126.
Los protagonistas de este trabajo bien podrían ser considerados niños desde
nuestra perspectiva actual, ya que ninguno tenía más de 14 años. En su tiempo,
por esta misma razón, también pudieron ser considerados oficialmente niños. Y,
además, desde la perspectiva de la dependencia también lo eran, porque estaban
sometidos a la vigilancia de un tutor debido a su orfandad manifiesta. Pero frente a
esta visión infantil, los niños también eran imaginados, vistos y re-presentados
como adultos, pues como adultos eran vestidos.
Por lo tanto, parece que los niños psicológicamente eran vistos como seres dependientes que no se podían valer por sí mismos y necesitaban de alguien que en su
orfandad dirigiese su destino. Pero, paradójicamente, la visión física que se tenía de
ellos era similar a la de un adulto. Pues, a juzgar por cómo se les vestía, eran imaginados como adultos, para que fuesen vistos aparentemente como adultos. Por tanto
eran vistos como niños-dependientes y como adultos, al mismo tiempo. Un ejemplo
de esta movilidad de la infancia a la edad adulta es el caso de la niña Luisa Çepero.
En la relación de cuentas del gasto de su hacienda se anotan aspectos que indican esa
dependencia y otros que indican su pertenencia al mundo de los adultos. El tutor
anota en varias ocasiones el término niñería. Esto son dos ejemplos de la visión infantil que se tenía de D.ª Luisa Çepero; necesita un tutor que dirija su destino y se le
compran objetos propios de una niña. Frente a esto, las ropas que utiliza son las mismas que la de una dama noble y decide casarse sin el permiso necesario de su tutor.
Esto son dos claros ejemplos de vida adulta. La imagen que emitiría D.ª Luisa sería la
misma que una dama noble, aunque en tamaño más reducido; esto tenía solución
porque los niños crecen. Y su propia psicología sería similar a la de un adulto porque
tuvo la suficiente resolución como para casarse sin permiso de su tutor, posiblemente,
con alguien al que amaba o que mejoraba su situación dependiente127.
Por otro lado, este artículo no alude solo a la teoría de la representación o
imagen del niño. También podemos comprender comportamientos sociales en los
que los niños jugaban para las familias un papel fundamental. Las familias vestían a
los niños de una determinada forma. En este trabajo, siguiendo las pautas de la
moda cortesana, como símbolo que expresaba la pertenencia a una determinada
condición social. Las formas de vida de una familia eran un indicador de la condición social de la propia familia; y en estas formas de vida el traje jugaba un papel
126
Ver nota n.º 21.
127
Ver nota n.º 27.
336
central. Basta ver los ejemplos del traje que vestía la niña D.ª Luisa Çepero como
miembro de una reputada casa de nobleza.
Pero también es cierto que durante la Edad Moderna se dio un proceso de
movilidad social vertical en diversos sectores adinerados de la sociedad. Determinados grupos sociales con posibilidades económicas deseaban alcanzar la nobleza, ya
fuese por la vía del matrimonio, de la demostración de hidalguía o por la compra
de un documento que expresase tal condición. Los aspirantes a nobles canalizaban
este deseo imitando de las formas de vida y el lujo de la nobleza. Y el traje debe ser
enmarcado en este proceso de imitación, porque era uno de los elementos fundamentales del lujo nobiliario.
Este proceso no se puede desligar de la infancia. Manuela Ezquerra y Blas y Domingo Español eran vestidos simbólicamente con un traje que los convertía en «pinos
de oro»; es decir, en imágenes de nobleza, de origen no nobiliario. Esta era una forma
de vincular a la familia de estos niños con la imagen de nobleza. Por tanto, el traje del
niño prestigiaba a la familia a la que ese niño pertenecía. Igual que una buena dote era
símbolo de la riqueza familiar de la novia y enriquecía, por supuesto, y prestigiaba al
novio. Pero también era lógico iniciar en este proceso a los niños de familias con aspiraciones sociales, porque de esta forma los niños estarían preparados para un hipotético matrimonio con un miembro de la nobleza o para saber cómo comportarse de
acuerdo al decoro cortesano, cuando su padre o ellos mismos se hiciesen por vía de la
demostración o de la adquisición mercantil con un documento de nobleza.
5. EPÍLOGO
Cierta historiografía consideró en años anteriores que realizar estudios sobre
la infancia sería completamente imposible. Por fortuna, los tiempos han ido cambiando. En principio, se consideraba la historia de la infancia como una cuestión de
sentimientos y, posteriormente, a las discusiones sobre afectividad se sumaron aspectos económicos. ¿Cómo no se podía querer a un hijo al que se le rodea de riqueza? ¿Y los niños de los pobres? Algo fallaba. La historiografía más reciente ha
ido comprendiendo que para un completo estudio de la infancia se debía tener en
cuenta la afectividad y la economía que rodeaban al niño. Pero también otros múltiples aspectos que los historiadores obviaban. Como ya he dicho al principio, solo
poniendo en común este cúmulo de aspectos que rodeaban al niño se puede llegar
a comprender cómo vivieron los niños durante la Edad Moderna.
Por otro lado, algunos historiadores comprendieron que el estudio de aspectos de la vida cotidiana de los individuos, entre ellos el vestido, era una banalidad.
337
Cuando determinados historiadores lograron superar esta barrera de la historiografía, comenzaron a realizar estudios del traje desde una óptica totalmente descriptiva, fundamentalmente, a partir de imágenes.
En la actualidad, los estudios sobre la forma de vestir de los individuos comienzan a tomar nuevos caminos. Autores como Rafaella Sarti y Nicole Pelegrin128
otorgan a las fuentes documentales, fundamentalmente, notariales, una validez mayúscula. El contenido de guardarropas, arcones, ajuares, cajones…, etc., es fundamental para conocer cuáles eran las prendas de vestido de los individuos. Estos
bienes se conservaban porque eran signos de estatus. Además, estos datos puntuales aportan noticias concretas de determinados individuos que permiten construir
procesos generales.
Unificando los aspectos más recientes de la historiografía sobre la infancia
con las ideas más recientes vertidas sobre el estudio del vestido, he dado cuerpo al
artículo que aquí concluye. Este artículo no es un estudio sobre las banalidades del
vestido; ni tampoco una suerte de pasarela de modas infantiles. He intentado enmarcar el estudio de las prendas de vestido de los niños de época moderna con
otros aspectos que rodeaban a los niños que llevaban esas ropas. El niño estaba rodeado de multitud de segmentos de vida que condicionaban su existencia. El niño
se veía rodeado de aspectos culturales, económicos, sociales, religiosos, morales…
que se deben tener en cuenta cuando se quiere comprender cómo vivían esos
niños. Por ello, este estudio sobre el «traje» de los niños zaragozanos del siglo XVII
es historia de la infancia, sí, porque el niño es el protagonista. Pero también es historia del traje infantil porque nos hemos centrado en cómo los niños iban vestidos.
Pero es algo más. Es historia social porque el traje, junto con otros aspectos de la
educación, influía en las relaciones sociales. Es historia cultural, porque el traje formaba parte de la cultura del individuo, como lo forma hoy. Es historia de la mentalidad. Es historia de la representación, porque el traje re-presentaba a los individuos
según su condición social. Es historia de las apariencias, porque el traje permitía
parecer lo que se era, pero también podía ser disfraz de pretensiones calladas, publicadas en el vestido. Y es historia de la vida cotidiana de los individuos, porque las
relaciones sociales, la educación, la cultura, la imagen y el niño formaron y construyeron el día a día del siglo XVII. Vistiendo al niño e involucrándolo en todos
estos aspectos sociales, culturales y económicos, he podido llegar a la serie de conclusiones que he ido hilvanando a lo largo de este artículo.
128
PELEGRIN, N., «El cuerpo del común, usos comunes del cuerpo», en Historia del cuerpo…, óp.
cit., p. 164. Y Vida en familia…, óp. cit., p. 11 y p. 259.
338
UN EPISTOLARIO INÉDITO:
LA CORRESPONDENCIA ENTRE
SOR MARÍA DE ÁGREDA Y LA FAMILIA
BORJA (1628-1665)*
Ana Morte Acín
INTRODUCCIÓN
El presente estudio es una aproximación a la correspondencia que entre
1628 y 1665 mantuvieron don Fernando y don Francisco de Borja con sor María
de Ágreda. Se trata de una documentación que aunque conocida y citada no ha
sido trabajada en profundidad de una manera rigurosa. A la espera de que se realice la edición de las cartas, en las siguientes páginas pretendemos dar algunas claves interpretativas de esta interesante relación epistolar tanto en lo que se refiere a
la forma como a los contenidos.
La famosísima correspondencia que sor María mantuvo con Felipe IV1 ha
eclipsado en buena medida muchos otros aspectos interesantes de la vida de esta
religiosa y que podrían contribuir a tener un conocimiento más próximo a la realidad de la figura de la abadesa.
*
Este trabajo se enmarca en el Proyecto de Investigación financiado por el MEC HUM 200507069-C05-04
1
SILVELA, F., Cartas de la Venerable Madre sor María de Ágreda y del señor rey don Felipe IV,
Suc. Rivadeneira, Madrid, 1885, 2 vols.; Epistolario español. Tomo IV-V, Cartas de sor María de
Jesús de Ágreda y de Felipe IV, edición y estudio preliminar de SECO SERRANO, C., Atlas, Madrid,
1958, colección BAE, pp. 108-109; MARÍA DE JESÚS DE ÁGREDA, Correspondencia con Felipe
IV. Religión y Razón de estado, introducción de BARANDA LETURIO, C., Castalia, Madrid, 1991.
339
La correspondencia de la que vamos a tratar en este trabajo es sin duda un
claro ejemplo de esto, ya que a través de ella podemos obtener una imagen mucho
más nítida de sor María que la que se trasluce en la que mantuvo con el monarca
español, y es que se trata este de un intercambio de cartas entre amigos en el que
sor María se expresa de una manera mucho más libre y sincera que lo que le permite la relación con el Rey. A través de las misivas podemos ir observando cuál es
su opinión acerca de diferentes temas políticos que afectan a la monarquía y cómo
se expresa sobre ellos, pero además podemos ver cuáles eran los asuntos que le
preocupaban más allá de su papel de consejera real en su día a día o en relación
con las personas más cercanas.
Es por eso que nos parece capital el estudio en profundidad de esta correspondencia que de alguna manera complementa la mantenida con Felipe IV y nos
ofrece la posibilidad de comparar lo que le dice a cada uno sobre un mismo tema
y, lo que es igual de importante, cómo se lo dice.
Hemos consultado para la elaboración de este trabajo el conjunto de cartas
que se conservan en el Archivo General de Palacio (AGP), fondo del convento de
las Descalzas Reales, que consta de un total de 220 cartas, todas ellas de sor
María, sin que se conserve en ese fondo ninguna de los interlocutores de la religiosa y, hasta donde tenemos conocimiento, tampoco se conservan en otros fondos
documentales donde existen copias de estas cartas.
Para comenzar, vamos a apuntar algunos datos biográficos de los protagonistas de este estudio, contextualizándoles en la época, para poder comprender
mejor los argumentos que se expondrán a continuación.
Sabemos que sor María fue hija de Francisco Coronel y Catalina de Arana,
descendientes de hidalgos y que nació el 2 de abril de 1602 en Ágreda, vivió siempre
en esta localidad, ya que entró muy joven en el convento en el que convirtieron su
casa y solo saldría de él para trasladarse al nuevo que construyeron extramuros de la
villa siendo ya abadesa2. Catalina, su madre, profundamente creyente, educó a su hija
en un ambiente muy religioso y en 1619 toda la familia entró en religión3.
2
Sobre la vida de sor María se pueden consultar: SILVELA, F., Bosquejo histórico a las Cartas de
la Venerable..., óp.cit.; SERRANO SANZ, M., Apuntes para una biblioteca de escritoras españolas, Suc. Rivadeneyra, Madrid, 1903; SECO SERRANO, C., Cartas de sor María de Jesús de
Ágreda..., óp.cit., que contiene dos obras muy importantes: Tratados autobiográficos de la madre
Ágreda (vol. 2, pp. 205-230) y Vida de sor María de Ágreda narrada por el padre José Ximénez
de Samaniego como Prólogo Galeato a la Mística Ciudad de Dios (vol. 2, pp. 269-385).
3
En sus tratados autobiográficos dedica una parte a describir cómo surgió la idea. «A los últimos tercios de la vida, estando un día en oración la venerable matrona, hablóle el Altísimo y le dijo que era
voluntad suya le sacrificase su marido, a sí misma, hijos y hacienda y que en su casa se edificase un
340
A partir de su entrada en el convento empezó otra etapa en la vida de sor
María durante la que se produjeron una serie de experiencias místicas, arrobos y visiones, así como el controvertido episodio de la bilocación4 y la predicación en
Nuevo México a los indígenas que le proporcionaron una gran popularidad.
En cuanto tuvo edad de tomar los hábitos profesó y, muy joven aún, a los
25 años, fue nombrada prelada y comenzó al poco tiempo la construcción de un
nuevo convento. Cuando aún no había pasado un año de ser nombrada abadesa y,
a pesar de tratarse de una empresa complicada por la falta de dinero, colocó la primera piedra del edificio que se convertiría en la nueva sede de la congregación a la
que se trasladaron en 16335.
Como hemos dicho, por aquellos años, sor María experimentó numerosos
éxtasis y arrobos que le fueron proporcionando una notable fama. Según el testimonio de personas que la conocieron, era mucha la gente que se acercaba a la
convento de religiosas donde entrase ella y sus dos hijas, y que su marido fuese religioso en la
Orden de nuestro padre San Francisco, como los dos hijos. Acto seguido la mujer se apresuró a ir a
contárselo a su confesor y cuando iba de camino se lo encontró y éste le dijo: «Hija, ya sé a qué vienes, porque la revelación que tú has tenido, me ha dado a mí el Señor». Consoláronse sumamente
los dos viendo confirmada la revelación del Muy Alto y luego trataron de cómo habían de declarar
la voluntad del Señor a mi padre». Tratados autobiográficos..., óp. cit., p. 210.
4
Sobre este tema se pueden consultar una serie de obras entre las que destacan: BORGES
MORÁN, P., «La controvertida presencia de la M. Ágreda en Texas (1627-1630)», en VVAA, La
Madre Ágreda: una mujer del siglo XXI, Cátedra Universal Alfonso VIII, Soria, 2000, pp. 2559; OMAECHEVARRÍA, I., «Un ejemplo maravilloso de contemplación misionera: sor María de
Jesús de Ágreda», en Misionalia Hispanica, 10, 1953; GARCÍA ROYO, L., «La madre Ágreda
entre los indios de Texas», en Celtiberia, 15, 1965; PÉREZ VILLANUEVA, J., «Algo más sobre la
Inquisición y sor María de Ágreda: la prodigiosa evangelización americana», Hispania Sacra, vol.
XXXVII, 76, 1985, pp. 585-618.
5
A pesar de tratarse de una empresa difícil por la falta de dinero, cuando no había pasado un año
de ser nombrada abadesa, colocó la primera piedra del edificio, con la única aportación económica de 100 reales que donó un devoto. La obra se llevó a cabo con numerosos problemas económicos, como pone de manifiesto la correspondencia de sor María. En una carta dirigida al P. Llorente Aguado, de Zaragoza, en febrero de 1631, le pide que ayude al Padre Vicario a hallar mil
ducados prestados «para terminar la nueva casa que están haciendo en Ágreda», y en 1633, poco
tiempo antes de que se llevara a cabo el traslado de la comunidad, escribe al mismo religioso aún
más preocupada. A pesar de todas las dificultades materiales, consiguió que la comunidad se trasladase al nuevo edificio el 10 de junio de 1633, tan solo siete años después de comenzar la obra.
La ceremonia de traslado se convirtió en todo un acontecimiento que tuvo una gran repercusión
no solo en Ágreda, sino también en el vecino reino de Aragón; de hecho, al acto acudieron el
obispo de Tarazona con gran parte de su clero catedral y de las parroquias convecinas. Vease SILVELA, F., Cartas de la Venerable..., óp. cit., p. 88, y, también, ECHEVERRÍA GOÑI, P.L. «La
madre Ágreda y la construcción de su convento» en VVAA. El papel de sor María de Jesús de
Ágreda en el Barroco español, Cátedra Internacional Alfonso VIII, Soria, 2002, pp. 75-103.
341
iglesia del convento para asistir a los «raptos» que la religiosa sufría después de comulgar y poco a poco la noticia de la virtud de esta joven monja se fue extendiendo
por los territorios de la monarquía hispánica6.
Pero si en estos primeros años fueron muy abundantes y sonados los «arrobos», también fue muy famoso y tuvo una gran trascendencia el episodio de la bilocación en Nuevo México y su predicación entre los indios americanos.
Este suceso, efectivamente, tuvo una fuerte repercusión y, al parecer, fue gracias a ello que el Rey tuvo por primera vez noticia de la existencia de sor María7, y
es que la cúpula de la orden franciscana se tomó muy en serio este suceso y se encargó de verificar todos los extremos y de darle la conveniente publicidad8.
Su fama a esas alturas era más que considerable, y muy especialmente entre
las clases privilegiadas. Los fenómenos de naturaleza mística como los que había
experimentado sor María despertaban en esos momentos un gran interés9 y prueba
de ello fueron las muchas personas de la nobleza y de las más altas esferas sociales
que se interesaron por visitar a sor María, pretendiendo quizá el favor divino10. Esto
hizo que se relacionara con miembros muy destacados de la sociedad del momento
6
Archivio Segreto Vaticano (ASV), Congr. Rit. Proc. 3206. Entre otros cabe citar: testimonio de
sor Ángela María de San Bernardo, religiosa profesa del convento de la Purísima Concepción de
Ágreda, f. 189v; testimonio del doctor don Pedro Marín de Funes, f. 8v; testimonio de sor Isabel
María de la Cruz, religiosa profesa del convento de la Purísima Concepción de Ágreda, f. 219v220r; testimonio de doña María Méndez de Sotomayor y Castejón, f. 18v.
7
Felipe IV debió oír hablar de sor María ya en torno a 1630 cuando se hizo público en la Corte el
episodio de la bilocación con la llegada del padre Benavides. Marañón apunta la posibilidad de que
sor María podría haber estado ya en contacto con la Corte desde algún tiempo atrás, atribuyéndole,
además, un papel importante en el proceso de caída del Conde-Duque de Olivares. MARAÑÓN,
G., El Conde-Duque de Olivares. La pasión de mandar, Espasa-Calpe, Madrid, 1936.
8
En el contexto histórico religioso del Barroco en la monarquía hispánica, las órdenes religiosas rivalizaban por contar entre sus filas con personajes con fama de santidad o que tuvieran experiencias de carácter sobrenatural, porque ello suponía un aumento en sus ingresos por medio de las
donaciones que hacían los fieles atraídos por estas personas y por la influencia política que podía
proporcionarles el sobresalir respecto a las demás órdenes. POUTRIN, I., La voile et la plume.
Autobiographie et sainteté dans l’Espagne Moderne, Casa de Velázquez, Madrid, 1995, pp.
174-177; SÁNCHEZ LORA, J.L., Mujeres, conventos y formas de religiosidad barroca, Fundación Universitaria Española, Madrid, 1998, p. 392; BERTELLI, S., Rebeldes, libertinos y ortodoxos en el Barroco, Península, Barcelona, 1984, p. 46.
9
Existe una amplía bibliografía sobre este tema, por lo que solo mencionaremos algunos títulos,
como CARRASCO, R., «Milagrero siglo XVII» en Estudios de Historia Social, pp. 36-37, 1986,
pp. 401-422; BOUZA ÁLVAREZ, J.L., Religiosidad, contrarreforma y cultura simbólica del barroco, CSIC, Madrid, 1990; MARAVALL, J.A., La cultura del Barroco, Ariel, Barcelona, 1975.
10
Acerca de la relación de sor María con la nobleza se puede consultar: GARCÍA ROYO, L., La
aristocracia española y sor María de Ágreda, Espasa-Calpe, Madrid, 1951, pp. 50-57.
342
y, aunque la de Felipe IV entre 1643 y 1665 sea la más conocida11, sor María
mantuvo correspondencia con otros miembros de la familia real (Isabel de Borbón,
el príncipe Baltasar Carlos, Mariana de Austria, don Juan José) y con miembros de
la nobleza y la élite eclesiástica.
Don Fernando de Borja, príncipe de Esquilache por matrimonio con su sobrina doña Francisca de Borja, ocupó durante su vida una serie de cargos de importancia en la Corte. Fue virrey de Aragón entre 1621 y 1632, años durante los cuales
conoció y entabló amistad con sor María de Ágreda. En 1640 fue nombrado virrey
de Valencia, oficio que desempeñó hasta que pasó a ser nombrado sumiller de
Corps del príncipe Baltasar Carlos. Con la prematura muerte del joven hijo de Felipe IV, en 1646, durante su estancia en Zaragoza, comenzó una etapa en la que al
parecer no ocupó ningún cargo relevante hasta que en 1659 entró a formar parte
del Consejo de Estado, llegando en 1661 a obtener el cargo de caballerizo mayor12.
Al parecer, don Fernando siempre aspiró a obtener un lugar de influencia
cerca del monarca, y, cuando tras la caída del Conde-Duque este lugar fue ocupado
por don Luis de Haro, pasó a formar parte del grupo de nobles descontentos, comenzando una campaña soterrada contra don Luis y a favor de que el monarca gobernase sin validos, que queda patente en la correspondencia con sor María, aunque parece ser que nunca llegó a enfrentarse abiertamente con el ministro y fue
tras la muerte de este cuando gozó de la mayor confianza del Rey.
Don Francisco de Borja, hijo de don Fernando, encaminó su vida a la carrera eclesiástica. Tomó los hábitos en 1644 y en 1652 fue nombrado capellán de las
Descalzas Reales, puesto desde el que tenía acceso a mucha información sobre la
vida en la Corte y en palacio gracias al origen social de buena parte de las religiosas que vivían en este convento13.
La relación entre sor María y don Fernando de Borja debió de comenzar,
como hemos señalado, durante la etapa en la que este ejerció el cargo de virrey en
Aragón. Durante este periodo sor María fue nombrada abadesa y comenzó a dar
forma al proyecto de construcción de un nuevo convento que diese cabida a la creciente comunidad de religiosas. Esta empresa necesitaba para poder ser llevada a
11
PÉREZ VILLANUEVA, J., «Sor María de Ágreda y Felipe IV: un epistolario de su tiempo» en Historia de la Iglesia en España, t. IV, Madrid, 1979, pp. 359-417; BARANDA LETURIO, C.,
María Jesús de Ágreda..., óp. cit.
12
SILVELA, F., Cartas de la Venerable..., óp. cit., p. 228.
13
SÁNCHEZ HERNÁNDEZ, M.ª. L., Patronato regio y órdenes religiosas femeninas en el Madrid de los Austrias: Descalzas Reales, Encarnación y Santa Isabel, Fundación Universitaria Española, Madrid, 1997; VILACOBA RAMOS, M.ª K., Los confesores de las Descalzas Reales en
los siglos XVI, XVII y XVIII, Madrid, 2000 (tesis de licenciatura inédita).
343
cabo una buena financiación, de la que, tal y como ella misma afirma en su autobiografía, carecían. Así pues, cabe suponer que pidiese la ayuda de familias influyentes, como los Borja, para que colaborasen económicamente, y que este fuese el
cauce que permitiera que se estrechara la relación entre ellos14.
La buena relación con la familia Borja permitió a sor María, entre otras
cosas, obtener buena información acerca de lo que ocurría en Madrid, ya que gracias a su proximidad al entorno del monarca, los Borja conocían muchos de los entresijos de la Corte, que comunicaban oportunamente a sor María, del mismo modo
que ejercían como intermediarios entre algunas de estas personas y la religiosa15.
CARACTERÍSTICAS DE LA CORRESPONDENCIA
El género epistolar vivió un momento de esplendor durante la Edad Moderna. La carta no era solo un medio de comunicación, sino también un medio de estrechar y definir relaciones sociales. Por medio de la carta el sujeto proyectaba una
imagen de sí mismo y del lugar que ocupaba en la sociedad, utilizando para ello
unas normas y códigos característicos del género epistolar16.
Por todo ello es importante señalar algunas características formales que definen esta correspondencia antes de analizar los contenidos.
Según el canon de la época, en el género epistolar se debían cuidar algunos
elementos que denotaban el tipo de carta que se estaba escribiendo y a quién iba
dirigida. Uno de estos elementos era el tratamiento que se daba al interlocutor. En
este caso sor María trató a don Fernando de Vuestra Excelencia y a don Francisco,
de Vuestra Señoría, dejando patente la diferencia de estatus que existía con ella. En
la parte discursiva de la carta es donde más se aprecia la evolución en la relación,
14
La familia Borja, efectivamente, donó dinero para la construcción del convento, como queda reflejado en la documentación relacionada con la construcción del mismo que se conserva en el Archivo del convento de Concepcionistas de Ágreda, código 1.0.1. También prueba de ello son las cartas de agradecimiento por lo donativos que sor María envió a la familia durante estas fechas: carta
de 11 de febrero de 1630 y 10 de junio 1631. Asimismo, le agradece los regalos que ha hecho
para la celebración del traslado al convento nuevo en la carta de 4 de julio de 1633.
15
SILVELA, F., Cartas de la Venerable..., óp. cit., p. 229.
16
CASTILLO GÓMEZ, A., Entre la pluma y la pared. Una historia social de la escritura en los
Siglos de Oro, Akal, Madrid, 2006, p. 55; LÓPEZ CORDÓN, Mª. V., «La fortuna de escribir: escritoras de los siglos XVII y XVIII», en I. MORANT (dir.), Historia de las mujeres en España y
América Latina. El Mundo Moderno, vol. II, Cátedra, Madrid, 2005, pp. 193-234.
344
ya que al principio es mucho más formal y se permite menos licencias y con el
tiempo se produce una evolución en el estilo, llegando, a utilizar cifra. En la despedida, de nuevo debían utilizarse fórmulas de protocolo y cortesía y sor María solía
utilizar las más usuales, del tipo: «Dios guarde a Vuestra Señoría», demostrando que
conocía y sabía manejar las normas básicas del género17.
Como hemos señalado, se conservan en el fondo documental del Archivo de
las Descalzas Reales 220 ejemplares, cuyas fechas van desde 1628 hasta el 29 de
agosto de 1664, de las cartas que sor María envió a don Fernando y don Francisco
de Borja, pero sin que, desgraciadamente, se conozca hasta el momento la existencia de ningún ejemplar de las que enviaron los dos nobles a la religiosa18.
Se pueden distinguir claramente tres etapas en esta correspondencia según
el número, frecuencia y contenido de la misma.
En una primera etapa, que va desde 1628 a 1646, las cartas van dirigidas
únicamente a don Fernando de Borja. Envía un número escaso de misivas, siempre
teniendo en cuenta que hablamos de las que conocemos, y se trata de cartas escuetas, formales, en las que apenas se tratan asuntos de importancia. En su mayoría
están dedicadas a interesarse por el estado de la familia y amistades comunes o al
intercambio de favores, pero el tono en general se podría calificar de superficial.
Con el paso del tiempo asistimos poco a poco al afianzamiento de la relación que
se va haciendo más estrecha, lo que se refleja en la correspondencia, en la que los
temas tratados tienen mayor relevancia.
El grado de confianza fue creciendo con el paso del tiempo y en 1643 sor
María considera oportuno informar a su interlocutor de un hecho que, sin duda,
tuvo una profunda trascendencia en su vida: la visita del monarca al convento y el
encargo de iniciar una correspondencia con él: «Su Majestad, Dios le guarde, ha favorecido a ésta comunidad con su presencia, de la cual han quedado las Religiosas
consoladísimas; yo edificada y admirada de conocer la piedad de su católico
pecho»19.
Además, aprovecha la ocasión para remitirle a la reina Isabel de Borbón una
carta y le pide que sea él mismo quien se la haga llegar: «Hame mandado escriba a
17
CASTILLO GÓMEZ, A., Entre la pluma y la pared..., óp. cit., pp. 45-55.
18
Sin embargo, estas 220 cartas no son las únicas de las que se ha tenido conocimiento ya que en
su obra don Francisco Silvela menciona que existen más de trescientos originales en el convento
de las Descalzas y, además, señala que existen algunos ejemplares más en el archivo del convento
de franciscanos de Santo Domingo de la Calzada, transcribiendo una de estas cartas. SILVELA, F.,
Cartas de la Venerable..., óp. cit., p. 228.
19
AGP Descalzas Reales, carta de sor María a don Fernando de Borja de 10 de julio de 1643.
345
la Reina nuestra señora [...]. Suplícole le dé esa carta a Su Majestad, alcanzándome
perdón de mi atrevimiento; que si no fuera por obedecer al Rey nuestro señor, no
hubiera osadía para hacerlo»20.
Solo se conservan dos cartas de 1644 y ninguna de 1645, no sabemos si
porque no escribieron, lo que parece poco probable, o porque no han llegado
hasta nosotros.
En las cartas de 1644 la diferencia con las de los primeros años es ostensible. En ellas ya se introducen asuntos de mayor calado relacionados con la política,
el Rey, la evolución de los diferentes conflictos bélicos, etc., como preludio a la siguiente etapa de la correspondencia.
La segunda etapa, sin duda la más interesante en cuanto a los contenidos,
abarca desde 1646, momento en el que comienza a escribir también a don Francisco de Borja, y 1649, año en el que se produce un brusco giro en la correspondencia debido a los acontecimientos. Durante este periodo se envían un gran número
de cartas, con mucha frecuencia, y se tratan temas de verdadera importancia sin
que por ello desaparezcan los comentarios sobre temas familiares que habíamos señalado en la etapa anterior.
Aunque durante este periodo la mayor parte de las cartas fueron enviadas a
don Francisco, siguió manteniendo correspondencia con don Fernando. Además,
el contenido de las cartas que envió a don Francisco iba también dirigido a don
Fernando, ya que, como queda reflejado en casi todas ellas, le interesaba mucho el
parecer de este último acerca de los diferentes asuntos que se planteaban.
La relación que mantuvo con cada uno tuvo un carácter muy diferente. Don
Fernando fue como un segundo padre para ella y así se refiere a él en muchas ocasiones.
Le pidió consejo sobre cómo actuar en momentos conflictivos, como el estallido del escándalo del duque de Híjar, y le pidió ayuda para solucionar situaciones
problemáticas, por ejemplo, durante el proceso de elección de su confesor, o las
pretensiones de su hermano de medrar en la Corte, como veremos más adelante.
Tanto estimó la opinión de don Fernando que no dudó desde el primer momento
en poner en su conocimiento lo que el monarca le decía en sus cartas a pesar de
haber prometido al Rey que lo mantendría en secreto y siempre le mantuvo al corriente de lo que le ocurría.
Con don Francisco la relación fue distinta. A pesar de que él era un hombre
y, por tanto, siempre ocupó un estatus superior a ella, se trataba de un religioso,
20
Ibídem.
346
capellán de un convento femenino, con el que podía comentar, y así lo hizo, aspectos cotidianos de sus respectivas ocupaciones, de sus vidas, estableciendo con él
una relación más estrecha, de mayor confianza, como con un hermano.
De la correspondencia con don Francisco emana desde las primeras cartas
una gran confianza y complicidad que denota que ya existía previamente una relación de amistad. Existe la posibilidad de que la correspondencia entre ellos se iniciara con anterioridad a 1646 y que no tengamos conocimiento de estas primeras
cartas. Lo que sí parece bastante seguro es que se produjeron una o varias entrevistas en el convento en las que ambos entablaron una buena relación que posteriormente quedó reflejada en sus misivas.
En efecto, uno de los elementos característicos de esta correspondencia y
que pone de manifiesto la gran confianza que existía entre ambos interlocutores es
el uso de sobrentendidos, de palabras claves y de cifra en las cartas a la hora de tratar ciertos asuntos, fundamentalmente, los relacionados con el Rey, y el gobierno
de la monarquía. Al inicio recurren a la metáfora, utilizando las siguientes expresiones: «el enfermo», para referirse a Felipe IV, «el dedo malo», como pseudónimo de
don Luis de Haro, y «el médico» se usó para aludir a ella misma. Se trata de una
clave obvia, fácil de comprender también para los contemporáneos, ya que enlaza
con la teoría antropomórfica del Estado de raíz renacentista21 que identifica a la
monarquía con un cuerpo en el que el Rey es la cabeza y los ministros, las extremidades, en este caso, el dedo, e introduce además la figura del médico, del sanador,
que se encarga de curar al cuerpo enfermo22.
Es también interesante apuntar cómo al uso de la primera persona del singular propio del género epistolar se añade la utilización de la tercera persona cuando
se habla del «médico». Es decir, sor María nunca se refiere a ella misma con este
término, de modo que marca una clara separación entre su papel de consejera espiritual, «médico» del alma de Felipe IV, y su vida cotidiana en el convento como religiosa.
En 1647 pasan de utilizar palabras en clave al uso de cifra. La idea parte de
sor María que en una de sus cartas le propone usar una cifra que le enseñó su confesor, fray Andrés de la Torre. En octubre comienzan a utilizarla. Se trata de un alfabeto en el cada signo corresponde a una letra del nuestro, aunque en algunos
casos un signo puede corresponder a más de una letra.
21
GIL PUJOL, X., Las claves del absolutismo y el parlamentarismo, Planeta, Barcelona, 1991.
22
El uso de la figura del médico representada por sor María puede interpretarse como la plasmación
de una cierta superioridad moral que la religiosa podría tener respecto al monarca que le permitiría
tener la capacidad de curar la enfermedad del Rey que en este caso se entendía eran los malos ministros que le impedían ejercer el gobierno en solitario, como ellos creían era la voluntad divina.
347
La cifra se usa en primer lugar como un medio de mantener en secreto el
contenido de la correspondencia, pero también con la intención de crear un vínculo más estrecho entre ambos. En muchas ocasiones las palabras cifradas no dicen
nada de relevancia, siendo difícil encontrar una explicación para el uso de la misma
que vaya más allá del gusto por sentir que lo que escribían quedaba oculto para el
resto de personas, por lo que el hecho en sí de su utilización pasa a ser igual de importante que lo que expresan con ella.
Con la cifra se amplía enormemente el campo temático de la correspondencia y, además, las opiniones sobre los diferentes temas se expresan con mucha
mayor claridad y contundencia. Ya no solo se habla sin metáforas del Rey sino que
también se comentan sin tapujos las noticias de la Corte o se critica abiertamente a
personas que no son de su agrado, como por ejemplo a don Luis de Haro, con el
que es especialmente dura.
Sor María también se atreve a hablar sin cortapisas de los problemas que
tiene para encontrar un confesor que le agrade, expresa su preocupación por la
posible salida a la luz pública de la Mística Ciudad de Dios, o expone su parecer
sobre los problemas de don Francisco en las Descalzas Reales.
La cifra conlleva además un cambio formal en las cartas, cambio que se
pone de manifiesto en el uso de expresiones más coloquiales, con un estilo mucho
menos elaborado, en el que en ocasiones incluso la redacción es algo descuidada.
Aparecen abundantes comentarios irónicos, que llegan en algunos momentos al
sarcasmo, con cierto sentido del humor, licencias que no se permite en los fragmentos de las misivas que no van cifrados y que tampoco se encuentran en su conocida correspondencia con el monarca, por lo que aparece ante nosotros una sor
María desconocida23.
Nos encontramos ante una mujer que expresa claramente lo que piensa, de
forma directa, muy alejada de los reparos y las prevenciones que solía utilizar antes
de exponer cualquier opinión a Felipe IV.
Entre 1647 y 1649 se produjeron tres acontecimientos en la vida de sor
María que hicieron que su actitud cambiara considerablemente. En 1647 murió su
confesor, fray Andrés de la Torre, que había desempeñado un papel muy importante
en su vida y que era una persona que gozaba de su total confianza. Al año siguiente,
en el verano de 1648, cuando aún no tenía un nuevo confesor a su lado que la pudiera aconsejar, se descubrió la conspiración del duque de Híjar que salpicó su nom-
23
Por ejemplo, al referirse a la condesa de Paredes de Nava con la que Felipe IV mantuvo correspondencia cuando esta entró en religión, solo la nomina con el título en los fragmentos sin cifra,
pasando a llamarla «la de Paredes» cuando el fragmento está cifrado.
348
bre y la colocó en una situación difícil ante el Rey, y, en tercer lugar, entre finales de
1649 y principios de 1650, la Inquisición fue a su convento para someterla a un interrogatorio sobre algunas de sus obras y algunos episodios de su juventud24.
A partir de este momento se produjo un cambio radical en el tono de la correspondencia. Lo más llamativo es la desaparición del uso de la cifra durante tres
años, lo que se puede interpretar como un síntoma de temor o de cautela ante los
acontecimientos que habían sucedido. Tampoco aparecen las palabras claves usadas anteriormente como el médico, el enfermo, y desaparecen los comentarios que
pudieran ser más comprometidos.
Se produce también una despolitización palpable de la correspondencia, un
enfriamiento en los intereses de carácter político de sor María, aunque nunca llegaron a desaparecer completamente. Siguen escribiéndose muy a menudo, pero se
ocupan de temas más personales, familiares y menos relacionados con la Corte y
la política, manteniéndose esta tónica hasta el final de la correspondencia.
Por último, nos parece interesante hacer un breve comentario acerca de las
principales diferencias que existen entre esta correspondencia y la que mantuvo
con el Rey y que tienen que ver fundamentalmente con el tipo de relación que existía en cada caso.
Desde el primer momento Felipe IV estableció las condiciones en las que
quería que se desarrollase la misma, por lo que se trató de una correspondencia impuesta a sor María y que la condicionó siempre. A sor María se le adjudicó el papel
de consejera, lo que ella denominó «médico», como si se tratase de una relación
«profesional», aunque es innegable que con el paso de los años la estima y el cariño
entre ambos creció y se creó una verdadera relación de afecto y amistad; no fue
como en el caso de don Fernando y don Francisco, en el que la relación personal
fue desde el principio la razón fundamental de la correspondencia. De hecho, encontramos en las cartas que enviaba a los Borja el deseo de abandonar la correspondencia con el monarca en muchas ocasiones por la impotencia que le producía
que el Rey no hiciera caso a sus consejos y que no cambiara su actitud.
Otro rasgo de la «profesionalidad» con la que afrontaba sor María su relación
con el monarca es que nunca le pidió favores personales de importancia, nunca
usó su influencia para obtener beneficios, al contrario que con los Borja, con los
que la relación se basó al principio en el intercambio de favores entre amigos y
apreció su amistad por encima de todo. De hecho, en muchos casos, en las cartas
no se cuentan noticias relevantes y parece que la correspondencia se continúa por
el interés que existe por las dos partes de mantener viva la relación.
24
PÉREZ VILLANUEVA, J., Sor María de Ágreda y Felipe IV..., óp. cit.
349
La diferencia esencial de ambas correspondencias está, pues, en el inicio y
en el propósito con el que se comenzaron, que definió el carácter que iban a tener
y los términos en los que se iban a desarrollar. Esta diferencia es precisamente uno
de los aspectos más interesantes, ya que convierte a ambas correspondencias en
fuentes complementarias que nos ofrecen diferentes facetas de un mismo personaje histórico.
CONTENIDO DE LAS CARTAS
El contenido de esta correspondencia es muy variado y se abordan temas de
índole muy diversa. Dado el carácter introductorio que tiene este trabajo, hemos
decidido centrarnos únicamente en los que nos parecen más relevantes. Para ofrecer la información de una manera más clara, hemos dividido en tres bloques los
temas de los que se ocupan las cartas que vamos a analizar.
En primer lugar, nos ocupamos de las cartas que se refieren al Rey, a la relación de sor María con él y a las informaciones que los Borja le ofrecen a ella sobre las
actividades del monarca. Un segundo bloque está dedicado a asuntos de índole política, como son la marcha de la guerra o el escándalo del duque de Híjar. Y, por último,
presentamos un tercer bloque en el que agrupamos los asuntos familiares, los relacionados con el ejercicio de sus cargos y los favores de carácter personal que se solicitan
mutuamente.
La figura de Felipe IV está muy presente en la correspondencia, pero no
desde el inicio. Durante los primeros años de relación epistolar entre sor María y
don Fernando de Borja, es decir, entre 1628 y 1643 (recordemos que comienza a
escribir a don Francisco en 1646), las cartas versan únicamente sobre temas familiares o relacionados con la economía del convento. Es a partir de 1643, cuando se
produce la ya conocida visita de Felipe IV al convento de Ágreda y se inicia la relación epistolar entre la abadesa y el monarca, cuando la figura del soberano se hace
omnipresente en la correspondencia con la familia Borja.
Es preciso recordar en este momento lo que la correspondencia con el Rey
supuso para sor María. Felipe IV, ya en su primera carta, deja claras cuáles son las
razones que le llevan a iniciar una correspondencia con ella, y dice textualmente:
«Acudo a vos para que me cumpláis la palabra que me disteis de clamar a Dios
para que guíe mis acciones y mis armas»25.
25
SILVELA, F., Cartas de la Venerable..., óp. cit., vol. I, 2, carta de Felipe IV a sor María de
Ágreda de 4 de octubre de 1643.
350
Y en una carta posterior añade una segunda razón: «He menester, sor
María, que me ayudéis con vuestras oraciones a defenderme de mí mismo y de esta
flaca naturaleza, pues sin duda la temo más que a todos los enemigos visibles que
aprietan a mi Corona»26.
Así pues, el Rey asigna una doble función a sor María, por una lado, un instrumento político que debe interceder ante Dios para ayudar a la salvación de la
monarquía; y, por otro, una consejera espiritual que le ayude a vencer la fragilidad
de su espíritu. Se ha supuesto generalmente que el haber sido elegida por el Rey
para escribirle fue un honor para sor María. Sin embargo, Consolación Baranda
apunta en este sentido que en un principio la religiosa no habría podido negarse a
escribir al Rey, no habría tenido elección, ya que fue el propio monarca el que le
ordenó que lo hiciera, obedeciendo ella27.
A lo largo de los años se dieron algunos momentos en los que la abadesa
hubiera querido, aparentemente, terminar con la correspondencia aunque no pudiera en realidad hacerlo, y en estas circunstancias sor María buscó en los Borja
consejo y ayuda para enfrentarse a la situación en la que se hallaba.
Encontramos, efectivamente, en numerosas ocasiones testimonio en las cartas de sor María del deseo de acabar con la correspondencia ante la inutilidad que
según ella tenía, ya que no conseguía que sirvieran para lo que en principio estaban encomendadas.
En la primavera de 1646, cuando ya llevaba casi tres años escribiendo al Rey,
se lamentaba a don Francisco de Borja de la inutilidad de su labor, puesto que no se
observaban cambios en el comportamiento del monarca, y expresaba su deseo de
abandonar la correspondencia, como al parecer también deseaba su confesor:
«Nuestro enfermo continúa, yo estoy desconsolada porque declara el médico que
teme muchos daños porque no se reparan y no hablar claro es tormento del que
desea la salud. Dice algo pero el enfermo está intacto, Vuestra Señoría le encomiende a Dios y suplique a su Magestad abra camino para que el médico se exima
de su ocupación, que siendo malo el médico dicha suya es y del enfermo dejarle, y
es cosa donosa que nuestro Padre me mata porque lo hago. Yo respóndole que me
diga cómo se eximirá el desgraciado médico que él harto lo desea»28.
Ante la difusión de algunos rumores que habían llegado a sus oídos sobre los intereses poco altruistas que podía esconder su correspondencia con el Rey, sor María
26
Ibídem, vol. I, 140, carta del Rey a sor María de 27 de julio de 1646.
27
BARANDA LETURIO, C., María de Jesús de Ágreda..., óp. cit.
28
AGP Descalzas Reales, cartas de sor María de Ágreda a don Fernando y don Francisco de Borja,
carta de 20 de mayo de 1646.
351
de nuevo manifestó su deseo de abandonar la correspondencia ya que no lograba sus
objetivos y no buscaba otro tipo de beneficios que no fueran el bien de la monarquía y
del propio Felipe IV: «He sabido que el médico está desconsolado y con determinación eficaz de dejar al enfermo porque los que le desean la salud lo han juzgado por
remiso y él asegura ha hecho mucho más de lo que se puede pensar y no hallando
fruto para el bien del enfermo quiere eximirse pues no busca vanidad en su oficio»29.
En 1648 encontramos uno de los pasajes más gráficos sobre el asunto que
estamos tratando en el que sor María expresa sus sentimientos en relación con la
correspondencia con el Rey: «[...] La amargura y pena que me causa el que él no
viva bien, pues veo todos mis deseos y ansias frustradas y el pequeño trabajo de escribirle y tanto amonestarle perdido, pues para qué quiero yo su correspondencia si
no consigo siquiera que viva bien»30.
Ese mismo año, sor María se muestra contrariada de nuevo por la actitud del
monarca, ya que, por un lado, hace caso omiso a sus consejos, en este caso, que
contrajese matrimonio, y por otro, sigue manifestando un vivo interés por continuar con la correspondencia: «Ya le he dicho que se case luego, espanto me da
cómo no se enoja y se cansa de escribirme, al fin él ha dado en esto de no dejar la
correspondencia, tendré paciencia hasta que se canse»31.
Por último, y como muestra del tono utilizado en algunas de las cartas de sor
María, que se podría calificar de irónico, incluimos este fragmento de una carta de
1652, perteneciente a la tercera etapa de la correspondencia en la que la religiosa
se mostró en general más comedida en sus comentarios, como ya hemos dicho, y
sin embargo expresa de la siguiente manera su sentir acerca de la actitud del monarca: «Gran dolor me ha hecho que él se divierta ahora en comedias de tramoya,
no sé para qué busca otras que las que hay en su reino y gobierno, hame pedido le
diga lo que conviene, dígame Vuestra Señoría qué le parece para que le escriba,
cansadísima me tiene y afligida»32.
Este tema tiene a nuestro juicio un elevado interés ya que, como hemos visto,
estos momentos de desaliento no se producen únicamente en los primeros años,
cuando la relación entre ambos es menos profunda, sino que aparecen recurrentemente a lo largo del tiempo, incluso cuando parece que la relación se ha hecho tan
estrecha que se puede llegar a hablar de amistad. Esto nos parece ilustrativo de la
concepción que sor María tuvo siempre de lo que suponía la correspondencia con el
29
Ibídem, carta de sor María a don Francisco de Borja de 29 de noviembre de 1646.
30
Ibídem, carta de sor María a don Francisco de Borja de 28 de marzo de 1648.
31
Ibídem, carta de sor María a don Francisco de Borja de 27 de junio 1648.
32
Ibídem, carta sor María a don Francisco de Borja de 30 de mayo de 1652.
352
monarca. Se trataba para ella de una actividad con la que pretendía exclusivamente
conseguir ayudar al rey en el gobierno de la monarquía, eso era en última instancia
de lo que se trataba, tal y como se desprende de sus propias palabras: «Deseo no
huir de la cruz sino abrazarla y quedarme con ella pero sin dependencias de pacientes, ni de pretensiones, ni de mundo y tengo ofrecido con aseguración que ni a él, ni
a ninguno de esa corte he de pedir jamás nada, porque no pudiera yo conseguir mi
deseo si lo hiciera y sólo he de pedir al rey lo que le conviene para sí y su reino, y
aún plega a Dios se negocie algo viéndome desinteresada»33.
Para poder llevar a cabo con garantías esta labor, sor María necesitaba saber
con exactitud cómo vivía realmente Felipe IV en la corte, ya que, aunque en sus
cartas el monarca le informaba de los aspectos más destacados relacionados con su
familia y con la política general, se cuidaba mucho de mencionarle cualquier detalle
que pusiera de manifiesto su disipada vida34.
En este punto es en el que el papel de don Fernando y don Francisco cobra
una importancia fundamental, ya que se convierten en unos fiables informadores
de la agredana. Es cierto que no eran los únicos que le hablaban de las correrías del
Rey, ya que en su correspondencia se trasluce en numerosas ocasiones que sor
María tiene diversas noticias y lo que hace es pedir la corroboración de esas informaciones que le han llegado por otros medios, pero sí es verdad que, dada la especial relación de amistad y confianza que mantenía con ambos, es de los que más se
fiaba a la hora de opinar y comentar el tema.
Una de las mayores preocupaciones era la vida del Rey en palacio y las posibles «distracciones» en las que caía que le impedían comportarse como un ser virtuoso. Sor María creía en las buenas intenciones de Felipe IV pero se desesperaba
al ver que no terminaba de llevar a cabo lo que decía, como queda reflejado en el
siguiente fragmento: «No podré encarecer a Vuestra Señoría el sentimiento de
amargura que he tenido de que él admitiese comedias en palacio. No entiendo a
este señor, y el día de ceniza, ese escribió una carta de Cartujo, que quería hacer
grandes cosas en la cuaresma y ser muy perfecto, quién le pudiera responder lo
que siento, que aunque digo mucho no lo que el deseo me pide»35.
33
Ibídem, carta de sor María a don Francisco de Borja de 13 de diciembre de 1647.
34
Se puede apreciar que, en la correspondencia que mantenía contemporáneamente con la condesa de Paredes de Navas, sí que le ofrecía detalles de las fiestas, representaciones teatrales y espectáculos que se celebraban en la Corte, a diferencia del silencio acerca de las mismas en la correspondencia con sor María. PÉREZ VILLANUEVA, J., Felipe IV y Luisa Enríquez de Lara,
un epistolario inédito, Caja de Ahorros y Monte de Piedad, Salamanca, 1986.
35
AGP Descalzas Reales, carta de sor María a don Francisco de Borja de 6 de marzo de 1648. En la
misma línea se pueden ver también la carta de 8 de mayo de 1648: «Suplícole me avise apuradamente si él tiene algún divertimento señalado o sentado en palacio o fuera».
353
También era muy importante para sor María que Felipe IV mantuviese una actitud virtuosa en su vida amorosa y las constantes alusiones que se hacían acerca de
sus correrías preocupaban mucho a la religiosa: «Unos caballeros de este lugar han
venido de esa corte y me han dicho que él anda divertido [...] muero sabiendo que no
hace lo que le conviene, puede ser que sea mentira lo que me han dicho pero me
han declarado que se llama Obrasia la dama de palacio, descanso con Vuestra Señoría, y le digo mi dolor para que me avise de todo y si diré algo al él o le dejare»36.
Aún en fecha tan tardía como 1656, llegaron a oídos de sor María noticias
sobre los posibles escarceos del monarca y ella se apresuró a buscar corroboración
en sus confidentes: «Me han dicho que está con sus mocedades antiguas y que le
habían herido, dígame Vuestra Señoría si es verdad»37.
Pero si una de las preocupaciones de sor María con respecto al Rey era el
tipo de vida que llevaba en palacio, ya que una de sus misiones era procurar que viviese como un buen cristiano asegurando así el favor divino para la Monarquía38,
no menos importante era para ella cómo ejercía el poder, cómo desempeñaba su
labor de monarca. A este respecto la figura de don Luis de Haro va a ocupar buena
parte de las líneas dedicadas a este tema.
«El dedo malo», como ya hemos señalado, es la forma que usan para denominarle al comienzo de la correspondencia entre don Francisco y sor María antes
de comenzar a utilizar la cifra.
Tras la caída de Olivares, sor María instó a Felipe IV a gobernar la monarquía en solitario con la ayuda de Dios, para lo que estaba predestinado39, por lo
que la figura de don Luis de Haro fue una de las que más críticas suscitó en la religiosa debido a los rumores que corrían acerca de las supuestas aspiraciones al
poder que tenía40. Así, en la correspondencia con los Borja sor María manifiesta su
36
Ibídem, carta de sor María a don Francisco de Borja de 12 de junio de 1648.
37
Ibídem, carta de sor María a don Francisco de Borja de 14 de enero de 1656.
38
FERNÁNDEZ ALBALADEJO, P., Fragmentos de monarquía, Madrid, Alianza, 1993; FERNÁNDEZ
SANTAMARÍA, J.A., Razón de Estado y política en el pensamiento español del Barroco (15951640), Centro de Estudios Constitucionales, Madrid, 1986.
39
TOMÁS Y VALIENTE, F. Los validos en la monarquía española del siglo XVII. Estudio institucional, Instituto de Estudios Políticos, Madrid, 1963; BENIGNO, F., La sombra del rey. Validos y
lucha política en la España del siglo XVII, Alianza Editorial, Madrid, 1994; FEROS, A., «Almas
gemelas: monarcas y favoritos en la primera mitad del siglo XVII», en R. KAGAN y G. PARKER
(eds.), España, Europa y el mundo atlántico. Homenaje a J.H. Elliott, Marcial Pons, Madrid,
2001, pp. 49-82.
40
GAMBRA GUTIÉRREZ, A., «Don Luis Mendez de Haro, el valido encubierto», en J.A. ESCUDERO (coord.), Los validos, Dykinson, Madrid, 2004, pp. 277-310; ELLIOTT, J.H., y L. BROCKLISS (dir.), El mundo de los validos, Taurus, Madrid, 1999.
354
inquietud acerca de las evoluciones de don Luis en palacio de la siguiente manera
ya en 1646: «Dios libre á Vuestra Señoría, [...] y del dedo malo que toma oficio que
no le toca, bien creo se le habrá agradecido»41.
Cuando comienza el uso de la cifra, los comentarios sobre don Luis de Haro
se hacen cada vez más claros y más duros: «Grande alborozo me ha causado lo que
Vuestra Señoría me dice de que Don Luis de Haro se bambolea, si el sentir tanto
gusto de estos accidentes es falta de caridad Vuestra Señoría lo juzgue, solo temo que
él hará grandes esfuerzos por tenerse bien, aunque se le ayuda a caer, si Dios fuese
servido lo consiguiésemos para que él obre libremente y admita mejor la medicina
aplicáranse a propósito según el humor que reina el Todopoderoso de la Sanidad»42.
Efectivamente, uno de los asuntos que más trataba sor María en las cartas
que enviaba al monarca era la necesidad de que reinara en solitario, sin la figura
del valido, con lo que Felipe IV se mostraba en principio de acuerdo. Así que la
permanencia de don Luis de Haro en el poder con el beneplácito del Rey provocaba el disgusto de sor María: «Continúo en decirle todo lo que puedo y él en decir
que sí, que sí, y no sé cuándo. Admírome con espanto de que él teniendo ocasión
tan buena de despedir a don Luis de Haro con la enfermedad de la cabeza no lo
haga, porque yo le tengo en la materia dicho muchas cosas y él a mí que no es privado si no que él se ostenta por tal, Dios lo remedie»43.
Sor María siempre mantuvo una actitud crítica con don Luis de Haro, aunque no expresó tan abiertamente como en estas cartas su opinión al monarca, al
que insistía una y otra vez en la conveniencia de reinar en solitario y de desprenderse de las antiguas formas de gobierno.
Fueron unos años sin duda convulsos en la monarquía hispánica y por ello
los asuntos de carácter político ocupan buena parte de la correspondencia en la
que se tratan numerosos temas de la actualidad del momento44.
Los conflictos armados en los que estaba envuelta la monarquía hispánica
también fueron tratados abundantemente en la correspondencia, ya que los Borja
41
AGP Descalzas Reales, carta de sor María a don Francisco de Borja de 1 de mayo de 1646.
42
Ibídem, carta de sor María a don Francisco de Borja de 14 de febrero de 1648.
43
Ibídem, carta de sor María a don Francisco de Borja de 29 de mayo de 1648. En las cartas de sor
María al Rey de 7 de mayo, 29 de mayo y 12 de junio de ese mismo año, le habla efectivamente
de cómo desempeñar su labor de monarca. SILVELA, F., Cartas de la Venerable..., óp. cit., vol.
I, pp. 298, 301 y 305.
44
ELLIOTT, J.H., España y su mundo, 1500-1700, Taurus, Madrid, 1990; STRADLING, R.A.,
Felipe IV y el gobierno de España, 1621-1665, Cátedra, Madrid, 1989; ELLIOTT, J.H., R. VILLARI, A. HESPANHA, B. ANATRA y otros: 1640: La monarquía hispánica en crisis, Centre
d’Estudis d’Historia Moderna Pierre Vilar, Barcelona, 1991.
355
fueron una fuente de noticias para sor María. Al igual que en lo que se refiere a la
vida en palacio del Rey, don Fernando y don Francisco no eran las únicas personas
que proporcionaban información a sor María; el mismo Rey y otras personas que
le escribían o visitaban en el convento ejercieron también esta función.
Encontramos en las cartas numerosos ejemplos de la preocupación por estos
temas de la religiosa, ya que en muchas de ellas hay una parte dedicada a la marcha
de estos asuntos, sin embargo, lo que la abadesa busca en las respuestas de los
Borja es más bien información o corroboración de los datos que han llegado a sus
oídos antes que consejo sobre lo que decir al Rey al respecto. La guerra de Cataluña, como no podía ser de otra manera, es uno de los aspectos más tratados, sobre
el que pide informaciones constantemente45: «Mucho dolor y pena es para mí la
nueva que Vuestra Señoría me da de que se ha perdido el puerto de tanta importancia. Mucho camina todo, y nosotros dormimos a sueño suelto, y ninguna tormenta
ni azote nos despierta. Denos el Todopoderoso luz para que acertemos»46.
El sitio de Lérida fue uno de los momentos cruciales de la guerra y así era
visto también por los contemporáneos, de ahí el interés que en varias cartas demuestra al respecto sor María: «De Lérida se dice ha levantado el enemigo el cerco,
la causa se ignora aunque dicen varias nuevas unos que Barcelona se ha levantado
contra el francés otras que es muerto el príncipe Condé, Vuestra Señoría me avise
de lo cierto»47.
La marcha de los conflictos europeos también ocupa un lugar destacado en
la correspondencia, fundamentalmente, la marcha de la guerra con Francia que se
había iniciado en 163548. Durante los años de la Fronda, momento en el que se
pensó que ante la debilidad interna del enemigo se podría alcanzar una paz ventajosa, el caso francés adquirió una relevancia especial49: «Las discordias de Francia
parecen un buen medio para las paces si nuestros pecados no las desmerecen»50.
Del mismo modo se interesó por la marcha de los asuntos de la monarquía en
Italia y Flandes comentando cualquier tipo de aviso o noticia que llegase hasta ella.
45
ELLIOTT, J.H., La rebelión de los catalanes, Siglo XXI, Madrid, 1977; ELLIOTT, J.H., El
Conde-Duque de Olivares. El político en una época de decadencia, Crítica, Barcelona, 1990.
46
AGP Descalzas Reales, carta de sor María a don Francisco de Borja de 11 de enero de 1646.
47
Ibídem, carta de sor María a don Francisco de Borja de 27 de junio de 1647.
48
ELLIOTT, J.H., Richelieu y Olivares, Crítica, Barcelona, 1984; JOVER ZAMORA, J.M.ª, 1635.
Historia de una polémica y semblanza de una generación, Instituto Jerónimo Zurita, Madrid,
1949.
49
Ibídem, cartas de sor María a don Francisco de Borja de 19 de mayo de 1649 y de 1 de julio de
1649.
50
Ibídem, carta de sor María a don Francisco de Borja de 13 de marzo de 1649.
356
Pero sin duda lo que más le interesó fue la marcha de la política interior.
Don Francisco y don Fernando de Borja pertenecían a una facción de la Corte
contraria a Olivares y, posteriormente, a don Luis de Haro. Algunos autores afirman que era el deseo de haber obtenido un mayor peso político tras la caída del
Conde-Duque lo que hubiera provocado la animadversión hacia don Luis51. Cercano a este grupo o facción se encontraba el duque de Híjar. Como ya hemos señalado, hay un punto de inflexión claro tras el estallido del escándalo de 1648 que hará
que durante unos años se abandonen completamente los temas de carácter político
y la cifra, y cuando vuelvan a tocar estos temas será de una manera mucho más
tibia52.
Para entender lo que ocurrió en 1648, hay que retroceder unos años y tener
en cuenta las relaciones que existían entre los protagonistas de este estudio y otros
personajes que andaban por la corte en aquellos tiempos: fray Francisco Monterón
y don Francisco Chiriboga. Ambos pertenecían al grupo que se oponía a Olivares
y, además, poseían supuestamente don de profecía, no dudando en proclamar sus
malos augurios por todos los rincones de la Corte. Estos dos personajes estaban relacionados tanto con el duque de Híjar como con los Borja, que les protegieron en
momentos de dificultad. Sor María también les conoció y mantuvo relación con
ellos por carta y a través de sus amigos, los Borja.
Ambos personajes entraron en escena protagonizando un rocambolesco episodio durante la jornada de Felipe IV a Aragón en 1643 que acabó situándoles en
el punto de mira de la Inquisición53.
Junto con otros «profetas» acudieron a Zaragoza de mano del confesor del
Rey para hacer llegar a Felipe IV la necesidad de terminar con el gobierno del
Conde-Duque de Olivares y de comenzar una etapa en la que reinara en solitario.
Aunque en principio fueron bien acogidos, pronto sus diatribas contra los ministros
comenzaron a inquietar a algunos de los acompañantes de Felipe IV, como don
Luis de Haro, que acabaron convenciendo al monarca de que los despachara. En
su huida de Aragón, Monterón y el padre Galindo, confesor de Chiriboga, estuvieron en el convento de Ágreda y conocieron a sor María. La religiosa comenzó en-
51
SILVELA, F. Bosquejo Histórico..., óp. cit., p. 228.
52
EZQUERRA ABADÍA, R., La conspiración del duque de Híjar (1648), M. Borondo, Madrid,
1934; SOLANO CAMÓN, E. y P. SANZ CAMAÑES, «Nuevas perspectivas en torno a la conspiración del duque de Híjar», en P. FERNÁNDEZ ALBALADEJO (coord.). Monarquía, imperio y pueblos en la España Moderna, CAM, Universidad de Alicante, AEHM, Alicante, 1997, pp. 521-538.
53
CUETO, R., Quimeras y sueños: los profetas y la monarquía católica de Felipe IV, Universidad
de Valladolid, Valladolid, 1994; MORTE ACÍN, A., «Profetas en la corte de Felipe IV: Aragón testigo privilegiado (1643-1648)», en P. SANZ CAMAÑES, La monarquía hispánica en tiempos del
Quijote, Silex, Madrid, 2005, pp. 333-352.
357
tonces a escribir a Monterón con el beneplácito de su confesor, aunque ninguno
pudo intuir entonces los problemas que aquello iba a ocasionarles.
Poco después de que llegaran a Madrid fueron juzgados y encarcelados, pero,
a pesar de esto, sor María mantuvo su preocupación por ellos, interesándose por la
marcha de los procesos e incluso escribiendo al Rey al respecto. Mantuvo la relación
epistolar con Monterón durante su encierro en Toledo y, en la correspondencia que
nos ocupa, con los Borja, se trató recurrentemente el tema, ya que ambos eran amigos del religioso italiano y el interés por su estado quedó plasmado en diferentes misivas: «He pensado de escribir al Rey que mire por Monterón y por la Madre Luisa54
y haga que se abrevien sus causas. Diga Vuestra Señoría al señor don Fernando si
será conveniente»55.
En el verano de 1648 se descubrió una supuesta conspiración para asesinar
al Rey al frente de la cual estaba el duque de Híjar junto con otros cuatro hombres.
La noticia del encarcelamiento corrió como la pólvora, lo mismo que el proceso
que se abrió contra ellos. Durante el juicio el duque de Híjar aportó como prueba
exculpatoria una carta que sor María le había enviado como respuesta a una en la
que él le preguntaba sobre cómo debía comportarse ante el conocimiento de que
algo se podía estar urdiendo contra el monarca. Como hemos señalado, la publicación de esta carta colocó a sor María en una posición difícil ya que no había comunicado al Rey la existencia de la misma, tampoco lo había hecho a los Borja o a
sus superiores y además lo que en ella decía se podía interpretar como si aconsejase a Híjar que callara y no hiciera públicas sus sospechas.
Sor María vivió estos momentos con angustia ya antes de que saliera a la luz
su carta, ya que pronto sospechó que esto podía ocurrir, prácticamente desde el
momento en que apresaron a Híjar, y es en ese preciso momento cuando decidió
sincerarse y buscar consejo y apoyo en su amigo Francisco de Borja: «Señor mío,
hanse dicho cosas varias y terribles por acá y que está preso el duque de Híjar y
otros muchos yo me admirado y más con no poder atinar con la verdad de lo que
es si Vuestra Señoría lo sabe estimaré me avise»56.
En esta primera parte de la carta, sin cifra, sor María parece no saber muy
bien qué puede estar sucediendo, cuál es la naturaleza del problema que tiene el de
54
Se refiere a la madre Luisa de Carrión que había sido condenada por la Inquisición y cuya absolución era solicitada insistentemente. GARCÍA BARRIUSO, P., La monja de Carrión. Sor Luisa de
la Ascensión Colmeneros Cabezón (aportación documental para una biografía), Monte Casino,
Madrid, 1986.
55
AGP Descalzas Reales, carta de sor María a don Francisco de Borja de 14 de febrero de 1648.
56
AGP Descalzas Reales, carta de sor María a don Francisco de Borja de 4 de septiembre de 1648.
358
Híjar y pide a su interlocutor que le informe si tiene algún dato al respecto. Era necesario tener cautela. En cuanto comienza el fragmento cifrado sor María expone
su versión de lo que está pasando y en qué le puede afectar a ella. Sabe muy bien
lo que ocurre con Híjar: «Nunca me ha de faltar un cuidado, téngole ahora de que
el duque de Hijar me escribió una carta en que me decía algunas cosas de las que
ahora dan por causa de su prisión, de que querían matar al Rey y otras cosas, yo le
respondí que avisase de todo al Rey, no sé si lo ha hecho. Si lo hizo buen negocio
tendrá, si no, malo. Lo que temo es que mostrará mi carta para su defensa y que
se quejará de mí el Rey, porque no le avisé ya que tuve yo la carta del duque de
mayo pero por guardar secreto como lo hago en todas las cosas que me dicen callé
y si llega a noticia del Rey por la carta que yo respondí al duque sin duda se quejará
y temo que el duque la mostrará, pero no tiene cosa de reparo solo que puede colegir sabía yo la materia de todo. Me avise Vuestra Señoría y por si muestra la carta
el duque si daré satisfacción al Rey o lo dejaré así y tenga paciencia Vuestra Señoría con mis impertinencias».
Los días pasan y mientras tanto sor María se debate entre contarle al Rey lo
ocurrido antes de que se pueda enterar por otros medios o callar. Ante el silencio
del monarca acerca del tema opta por guardar silencio porque, como ella misma
escribió más adelante al respecto: «Que es fea cosa la disculpa en personas religiosas, y cuando se da sin pedirla es indicación de que hay culpa»57.
Efectivamente, tal y como temía sor María, el duque de Híjar aportó como
prueba exculpatoria la carta que ella le había escrito. Pero no solo eso, además esgrimió como argumento las profecías que Monterón y Chiriboga le habían comunicado acerca del futuro de la monarquía, haciendo alusión además a la relación que
existía entre sor María y los supuestos profetas, que, como hemos visto, habían sido
procesados por la Inquisición y desprestigiados públicamente58. Además, los superiores de su orden, al tener conocimiento de la existencia de la carta al de Híjar y las dirigidas a Monterón, amonestaron duramente a sor María, le recriminaron que estuviera involucrada, aunque fuese tangencialmente, en asuntos cuando menos turbios
y le conminaron a que abandonase drásticamente toda correspondencia. La situación no podía ser más complicada: «De la carta que escribí al duque de Híjar no
puedo negar que para mi natural encogido es grande mortificación que hablen de mi
en lo que no es verdad. Vuestra Señoría se puede asegurar de que no he dicho que
el rey había de morir ni pensamiento de decirlo, debe de ser que me atribuyen a mi
lo que decía Monteron de que se había de morir luego, pero yo ni lo he sabido ni
57
SILVELA, F., Cartas de la Venerable..., óp. cit., vol. I, p. 346, nota manuscrita de sor María a la
carta de Felipe IV de 8 de diciembre de 1648.
58
Archivo Histórico Provincial de Zaragoza, Casa ducal de Híjar I-81-8 f. 32v y I-81-9 f. 1v.
359
aunque lo supiera no lo dijera y mucho menos al duque, lo que yo temo es que el
demonio no mueva algunos sujetos a cuya noticia llegue lo que se dice que hablen al
rey y le impongan mal conmigo. Que deje la correspondencia no me pesara que es
de grande cansancio y peligro pero no quisiera fuera por esta causa».
Los peores temores de la abadesa parecía que se estaban cumpliendo y faltaba el temido juicio de Felipe IV, cuyo silencio no era en absoluto tranquilizador:
«Haré en todo lo que Vuestra Señoría me manda y aconseja y callaré. Suplico a
Vuestra Señoría continúe el favor de avisarme de lo que sucediere y si fuere menester hacer algún descargo puede hablar al Padre Manero que yo le hablé acá en la
materia en secreto y le dije estuviese advertido para lo que fuere menester, díjome
lo haría. Si el Rey me escribiese algo es menester decirlo que no cree y ni hizo caso
de lo que el duque decía en su carta porque él me escribió en la ultima carta de la
materia de Híjar y no me di por entendida de que antes lo sabía en conformidad de
lo que Vuestra Señoría me tenía dicho y no decía el Rey cosa mía ni que yo lo supiese sino de la gravedad de la causa, disponga el Altisimo lo más conveniente»59.
A partir de este momento, no contamos con más cartas acerca del tema dirigidas a los Borja, pero sabemos cómo terminó el asunto gracias a las que continuó escribiendo a Felipe IV. En una serie de cartas en las que sor María se interesa por la marcha del caso, Felipe IV le contesta siempre de forma muy general
afirmando que se trata de hacer todo lo mejor posible y acertar pero sin entrar en
detalles de lo que va ocurriendo en el juicio. Las siguientes noticias que tenemos
son del Rey, que en carta de 2 de diciembre le comunica cómo ha finalizado el juicio y cuál ha sido la sentencia: el marqués de la Sagra, don Pedro de Silva, don
Carlos Padilla y Domingo Cabral fueron condenados a muerte. Por su parte, al
duque de Híjar, contra el que había muchos indicios, se le sometió a tormento y,
al no confesar, se le condenó a cadena perpetua y fue recluido en León60. El Rey
finaliza la carta diciéndole que le cuenta todo ello para que tenga noticia de cómo
ha finalizado el caso del que tanto se había oído hablar y en ningún caso menciona que su carta había sido utilizada en el juicio por el duque61. Tras recibir esta
carta del Rey, sus superiores le aconsejan que hable de lo ocurrido al monarca y
así lo hace en la siguiente.
Efectivamente, en la carta la abadesa se muestra profundamente apenada
porque su nombre se haya visto envuelto en semejante suceso, le cuenta en resu-
59
AGP Descalzas Reales, carta de sor María a don Francisco de Borja de 12 de octubre de 1648.
60
SOLANO CAMÓN, E. y SANZ CAMAÑES, P., «Nuevas perspectivas»..., óp. cit., p. 22.
61
SILVELA, F., Cartas de la Venerable... óp. cit., vol. I, p. 344, carta del Rey de 8 de diciembre de
1648, nota manuscrita de la religiosa.
360
men el contenido de la que le envió el de Híjar, de su respuesta y los motivos que
tuvo para no comentarle nada a él y termina reiterándole su fidelidad y devoción62.
Pero si emotiva es la carta de sor María, no lo es menos la de Felipe IV, en la
que demuestra una gran lealtad a la que llama «amiga» y en la que demuestra que
tenía una total confianza hacia ella. Aún le mandará sor María otra carta lamentándose de cómo sucedieron las cosas y ya en enero de 1649, el Rey le escribe: «En lo
que toca a la materia del duque de Híjar, podéis perder todo cuidado, pues con decir
que os conozco lo digo todo; y aseguraos que lo que vos me habéis fiado a mí ni ha
salido ni saldrá jamás de mi corazón, que sé ser buen amigo de mis amigas»63.
Como hemos señalado, a principios de 1648 se daban una serie de circunstancias en la vida de sor María que ayudan a explicar lo ocurrido más adelante: el
año anterior, 1647, había perdido a fray Andrés de la Torre y no tenía un nuevo
confesor de confianza; mantenía una intensa correspondencia con los Borja en la
que expresaba su opinión sobre el panorama político sin cortapisas; tenía contacto
con dos supuestos visionarios que habían llegado a profetizar la muerte de Felipe
IV (fray Francisco Monterón y don Francisco Chiriboga); y había finalizado la primera versión de la Mística Ciudad de Dios (una obra controvertida, de lo que era
perfectamente consciente su autora)64.
A pesar de las expresiones recurrentes en sus cartas acerca de sus limitaciones y su «natural encogido», lo cierto es que había llegado muy lejos. Una religiosa
de Ágreda que aconsejaba a Felipe IV tenía sus propias opiniones sobre asuntos
políticos, criticaba a ministros del Rey, tenía amistades con «profetas» no aprobados por la Iglesia y además escribía obras con contenido teológico, sin duda, había
traspasado muchos límites para la época. Sor María era consciente de que se
movía en terreno peligroso y, por eso, tras vivir uno de los momentos más delica-
62
En una nota a don Francisco de Borja, la religiosa confiesa el miedo que le produce que el Rey
abandone la correspondencia que mantienen por pensar que ella ha tenido algo que ver en lo sucedido y haberse mantenido en silencio. BARANDA LETURIO, C., Sor María de Jesús de
Ágreda..., óp. cit., p. 149.
63
SILVELA, F., Cartas de la Venerable..., óp. cit., vol. I, 355, carta del Rey de 20 de enero de
1649.
64
Sobre la obra de sor María y la controversia que se produjo alrededor de ella se pueden consultar
entre otros: MARÍA JESÚS DE ÁGREDA, Mística Ciudad de Dios, introducción, notas y edición
de C. Solaguren, Madrid, 1992; VÁZQUEZ JANEIRO, I., «La Mística Ciudad de Dios de la madre
Ágreda de censura en censura», en VVAA, La madre Ágreda: una mujer del siglo XXI, Cátedra
Internacional Alfonso VIII, Soria, 2000, pp. 119-141; ARTOLA, A., «La «Mística Ciudad de Dios»
en la Sorbona. Un conflicto teológico a nivel europeo», en VV AA, El papel de sor María de
Jesús de Ágreda en al Barroco español, Cátedra Internacional Alfonso VIII, Soria, 2002, pp.
195-208.
361
dos de su vida al destaparse el escándalo del duque de Híjar que le colocó, como
hemos visto, en una difícil situación frente a Felipe IV, a su Orden religiosa y a la
Inquisición (por todo lo que allí se dijo y por la atención que atrajo sobre su persona), sor María recogió velas.
Como ya hemos señalado en diferentes ocasiones, la relación que se establece
entre sor María y los Borja es mucho más cercana y familiar que la que llegó a tener
nunca con Felipe IV, y ello queda reflejado claramente en la correspondencia de la
que nos estamos ocupando. Los asuntos personales y familiares representan una
buena parte de las cartas, buscando ambos el consejo y la ayuda del interlocutor.
Para sor María, fue siempre una preocupación el interés que su hermano
Francisco tuvo en medrar en la Corte, y prueba de ello son las cartas que envía a
don Francisco de Borja para impedir que llevara a cabo con éxito sus planes. Francisco Coronel era hermano de sor María de Jesús, fue religioso de la Orden de San
Francisco de la observancia, estudió en el Colegio de Alcalá de Henares y desempeñó diferentes cargos en la Orden, entre ellos, fue calificador del Santo Oficio de
la Inquisición y, al parecer, siempre tuvo ciertos aires de grandeza que intentó satisfacer por medio de la reputación de su hermana.
Como hemos dicho, este fue un asunto que preocupó enormemente a sor
María. De un lado, porque le incomodaba que un hermano suyo quisiera dedicarse a
asuntos mundanos y, sobre todo, porque el hecho de favorecer a terceros, aunque se
tratase de su hermano, iba en detrimento de su tan ansiada independencia, de que no
se le pudiera achacar que perseguía ningún interés en su relación con el monarca65.
La primera ocasión en la que se ocupa de los intentos de su hermano por
hablar con el Rey es a finales de 1647. A petición de sor María, don Fernando se
encargó de disuadir al religioso y dilatar la puesta en marcha de su tentativa. Sor
María, agradecida, escribe lo siguiente días después: «Muy bien hace Vuestra Señoría en no volver a decirle nada a mi hermano, que mejor es dejarle, hame escrito que
lo deja todo para cuando venga el General Nápoles, entonces procuraremos desvanecerle por el camino que sea posible sus intentos que sin duda son dañosos para mi y
penosos sobre manera para quien desea morir y enterrarse como yo y para ésto quiero el favor de los amigos»66.
Sin embargo, fray Francisco Coronel siguió dando quebraderos de cabeza a
su hermana durante el año siguiente: «Siempre dura el apetito de querer mi hermano ir a esa corte y de intentar lo que no conviene, quiere pedir licencia al general
65
Ver nota 29, en la que se cita un extracto de una carta de sor María a propósito de este tema.
66
AGP Descalzas Reales, carta de sor María a don Francisco de Borja de 26 de diciembre de 1647.
362
cuando venga y lo tiene medio negociado, no sé qué me haga ni cómo lo estorbe,
porque con él no puedo ni valen mis instancias, con otro, no es conveniente echar
las faltas en la calle de un hermano vea Vuestra Señoría qué le parece»67.
A comienzos de 1652, sor María manifiesta de nuevo su preocupación a
don Francisco de Borja, porque su hermano otra vez está tratando de organizar
una jornada a la Corte para entrevistarse con el Rey. Su máxima preocupación es
que la intervención de Francisco ponga en peligro su correspondencia con el monarca y, para evitarlo, le ruega que pida a su padre, don Fernando, que hable con
Felipe IV como si se tratase de una iniciativa suya y le mencione que el hermano
de sor María ha ido a la Corte muy a pesar de esta.
El plan del religioso finalmente no pudo ser llevado a cabo porque, tras la visita a Ágreda de un superior de la Orden y la entrevista mantenida con la abadesa en
el convento, ordenó que cesara de inmediato la licencia que fray Francisco tenía
para ir a la Corte. La preocupación, sin embargo, se mantuvo y solicitó a don Francisco de Borja que la mantuviera informada de los posibles intentos de su hermano
por retomar el asunto que llegasen a sus oídos, para poder adelantarse y abortarlos
de nuevo68.
Tan solo dos años más tarde el incansable fray Francisco se puso de nuevo en
marcha con el objetivo de hablar con el monarca y conseguir algún favor. En esta ocasión tuvo éxito y se entrevistó hasta en tres ocasiones con Felipe IV. Sor María, profundamente disgustada, se queja amargamente a don Francisco de haber tenido que
dar cuenta al monarca de la situación para que no hiciese demasiado caso a las pretensiones de su hermano y, sobre todo, para desvincularse de lo que pudiera hacer o
haber hecho: «Señor mío, vino mi hermano agradecidísimo al favor, regalo y caricia
que el señor don Fernando y Vuestra Señoría le hicieron, páguela el Todopoderoso.
Habló tres veces al Rey y le dio memorias y le pidió le favoreciese. Escribiómelo la primera vez el Rey y se declaró conmigo y yo más con él porque le dije que agasajase a
mi hermano pero que no le diese nada y solo puntualmente, porque en no dar no violentara su natural y así le fue fácil y para mí de gusto porque de lo contrario había de
haber mucho que murmurar. Díjole entre otras cosas el Rey que se acordaría de él con
que no se da mi hermano por despedido y yo quisiera lo quedara»69.
A partir de ese momento no hay más referencias en las cartas a la marcha de
los negocios del hermano de sor María y solo vuelve a aparecer en la correspondencia en carta de 30 de abril de 1659 en la que se comunica el fallecimiento del mismo.
67
Ibídem, carta de sor María a don Francisco de Borja de 8 de mayo de 1648.
68
Ibídem, carta de sor María a don Francisco de Borja de 22 de marzo de 1652.
69
Ibídem, carta de sor María a don Francisco de Borja de 16 de enero de 1654.
363
El desempeño de sus respectivos cargos es otro de los aspectos destacables
en el apartado dedicado a los asuntos personales. Sor María y don Francisco de
Borja ocuparon puestos de responsabilidad en su respectivas comunidades: sor
María fue abadesa prácticamente ininterrumpidamente desde los veinticinco años70
y don Francisco de Borja durante el tiempo que duró la correspondencia ejerció
como capellán en el convento de las Descalzas Reales en Madrid.
La puesta en marcha de un colegio para huérfanas supuso un conflicto con
las religiosas de las descalzas del que dará buena cuenta a sor María. Al parecer,
estas se sentían desatendidas por su capellán y entendían que no debía perder
tiempo con otras actividades que no fueran las estrictamente ligadas al cargo: «La
Madre Abadesa de las Descalzas me envió en su carta unas quejillas de Vuestra Señoría porque confesaba en su iglesia que decía era en perjuicio de la autoridad de
capellán mayor y que yo le avisase a Vuestra Señoría sin declarar que ella me lo
había dicho, pero yo nada se celar a Vuestra Señoría, suplícole, Señor mío, no se
dé por entendido con ella y a mí me apare vanidad de la corte, miren si los pobrecitos son almas de Cristo Nuestro Redentor como las de las religiosas y señoras
grandes, Vuestra Señoría, hace muy bien y yo le doy las gracias de que ayude a las
almas, hágalo pero para tener contentas a esas señoras me parece habrá de confesar Vuestra Señoría escondiéndose»71.
Los problemas continuaron hasta llegar a tal punto que el capellán se plantea abandonar el cargo, pero las cartas de sor María animándole a no desfallecer y,
sobre todo, a tener en cuenta las ventajas que el puesto le ofrecía y los perjuicios
que podía acarrearle la renuncia hacen que siga adelante con su cometido: «Si el
oficio de que Vuestra Señoría se queja es el de capellán, solo reparo en que el dejarlo sería atrasar otros puestos y comodidades. Vuestra Señoría se anime y dilate y
tenga imperio sobre todo, que, si no, le ofuscarán el interior»72.
Sor María, a pesar de comprender las dificultades a las que se debía enfrentar don Francisco, siguió siempre instándole a no dejar el cargo, ya que esto le podría acarrear más perjuicios que beneficios: «En lo que me dice de dejar las descalzas no me espanto que aunque Vuestra Señoría no me ha dicho nada, juzgo por
embarazoso e impertinente el puesto, y no me parece mal, solo reparo en si se disgustará el Rey y si se olvidará más con eso de Vuestra Señoría»73.
70
Solo durante el trienio 1652-1655 no ocupó el cargo de abadesa.
71
AGP Descalzas Reales, carta de sor María a don Francisco de Borja de 7 de octubre de 1651.
72
Ibídem, carta de sor María a don Francisco de Borja de 22 de mayo de 1654.
73
Ibídem, carta de sor María a don Francisco de Borja de 14 de mayo de 1655.
364
En cuanto a sor María, el cargo de abadesa era aparentemente para ella una
pesada carga. Tanto en las cartas remitidas a Felipe IV como a los Borja reitera
una y otra vez su deseo de no ser reelegida en cada nueva ocasión, ya que, según
sus palabras, ella prefería vivir en recogimiento y dudaba de sus capacidades. No
sabemos si se trata únicamente de recursos retóricos o era la opinión que tenía de
sí misma. Lo cierto es que desempeñó con energía y eficacia su labor al frente del
convento, consiguió terminar en un tiempo admirable las obras del nuevo edificio e
incluso supervisó la fundación de otros, como el de la localidad de Borja.
Este fue, en efecto, uno los asuntos de los que también trató con don Francisco de Borja: la fundación de un convento de la Orden en Borja con religiosas de
Ágreda que se llevó a cabo en septiembre de 1652. Para fundar el convento se
trasladaron desde Ágreda cuatro religiosas con las que mantuvo correspondencia
dándoles ánimos y consejos, sobre todo, en los primeros tiempos, en los que la situación en Borja presentó serias dificultades74. Con don Francisco de Borja habló
sobre todo de las negociaciones que se llevaron a cabo para aceptar la fundación
del convento y de las dificultades de las monjas en su nueva vida, erigiéndose ella
como un pilar fundamental para las religiosas75.
Sin embargo, el problema que más angustió a sor María fue el nombramiento de un nuevo confesor para ella cuando falleció el padre fray Francisco Andrés de
la Torre en 164776.
El cargo de confesor tenía una gran relevancia en la vida de las religiosas, fundamentalmente, a partir del Concilio de Trento, donde se trató largamente el sacramento de la penitencia y al que se otorgó un papel primordial desde entonces. El principio de obediencia era uno de los pilares sobre los que se sustentaban las órdenes
religiosas femeninas, y obediencia en este caso significaba obediencia a los superiores
masculinos de la orden, por lo que la figura del confesor es clave a la hora de entender la vida en los conventos femeninos ya que a él estaban supeditadas todas las actividades de la congregación. Así, contar con un confesor digno de confianza y que ejerciera adecuadamente su cargo era de importancia mayúscula para las religiosas77.
74
Para ver los pormenores de la fundación de este convento, su evolución y la relación de sor María
con su fundadora ver El convento de la Concepción de Borja (en el trescientos cincuenta aniversario de su fundación), Centro de Estudios Borjanos, Borja, 2002.
75
Algunas de las cartas en la que se trata este tema son: AGP Descalzas Reales, cartas de sor María
de 11 de mayo de 1652, de 30 de mayo de 1652, de 23 de agosto de 1652, de 21 de septiembre de 1652 y de 8 de noviembre de 1652.
76
BARANDA LETURIO, C., Sor María de Jesús de Ágreda..., óp. cit.
77
LAMET, P. M., Yo te absuelvo, Majestad. Confesores de reyes y reinas de España, Temas de
hoy, Madrid, 1991; PIZARRO LLORENTE, H., «El control de la conciencia regia. El confesor real
365
Tras la desaparición de fray Andrés de la Torre, la jerarquía franciscana comenzó a interesarse por los escritos de sor María, lo que angustió profundamente
a la religiosa ya que se sentía desamparada ahora que la figura que había protegido su secreto ya no estaba a su lado78. Este aspecto va a ser uno de los leitmotiv
de las cartas dedicadas a este tema, ya que suponía un peligro evidente para la autora que determinadas obras vieran la luz, como había ocurrido en casos muy sonados de la época79.
En carta de 23 de marzo de 1647, sor María informa a don Francisco de
Borja de que su confesor había fallecido el día 12 del mismo mes. A partir de ese
momento y hasta el verano sor María escribe con frecuencia a don Francisco y en
todas las cartas trata el tema de la falta de confesor con honda preocupación, repitiendo sin cesar la necesidad de tener a su lado a alguien que le guíe y le ayude con
los asuntos que tiene entre manos, entre ellos la correspondencia con el monarca:
«Si yo pudiera alcanzar el retiro que deseo y alejarme de todo no fuere el golpe tan
grande, porque no necesitaba tanto del consejo, hasta aquí en algunas cosas y en
todas he obrado por la obediencia, particularmente con el enfermo y de aquí adelante por mí no haré nada, que soy mujer ignorante»80.
Pronto comienzan a buscarle un nuevo confesor, pero esto no apacigua el
espíritu de sor María, sabe que hay muchos religiosos deseosos de ocupar el cargo
con fines no muy altruistas. Tiene noticia de algunos candidatos que no le parecen
adecuados y duda de la existencia de alguien que pueda desempeñar con garantías
el oficio entre los religiosos de la provincia.
Podemos resumir sus preocupaciones a este respecto en dos: por un lado,
que sea alguien que guarde el secreto de todos sus escritos y de sus «asuntos inte-
fray Bernardo de Fresneda», en MARTÍNEZ MILLÁN, J. (dir.), La corte de Felipe II, Alianza,
Madrid, 1994; POUTRIN, I., «L’oeil du souverain: Luis de Aliaga et le métier de confesseur
royal sous Philippe III», en J.M. SCHOLZ y T. HERZOG (dir.), Observation and Communication: The Construction of Realities in the Hispanic World, Klosterman, Franckfurt, 1997, pp.
253-270; DE CARLOS MORALES, C.J., «La participación en el gobierno a través de la conciencia regia: fray Diego de Chaves, O.P., confesor de Felipe II», en F. RURALE, (dir.) I religiosi
a corte. Teologia, politica e diplomazia in antico regime, Bulzoni, Roma, 1998; GARCÍA
GARCÍA, B., «El confesor fray Luis Aliaga y la conciencia del rey», en F. RURALE (dir.), I religiosi a corte..., óp. cit.
78
Los confesores actuaban como vigías de lo que las religiosas escribían y en algunos casos daban
la orden de escribir a las monjas. La salida a la luz de algunos escritos por la falta de discreción
de algunos confesores podía acarrear a las religiosas problemas con la Inquisición, como en el
caso de la madre Luisa de Carrión, por lo que era importante contar con un confesor que mantuviese reserva sobre lo que escribían sus penitentes. POUTRIN, I. Le voile et la plume..., óp. cit.
79
GARCÍA BARRIUSO, P., La monja de Carrión..., óp. cit.
366
riores», y, por otro, que sea alguien que no persiga conseguir beneficios de ningún
tipo aprovechando las buenas relaciones de la religiosa con personas influyentes,
entre ellas, el Rey.
Ante la importancia que para ella tiene la figura de su confesor y lo crucial
que es que se elija a una persona adecuada, sor María no dudó en entrar en acción
y, por medio de la ayuda de los Borja, asegurarse el ser consultada sobre la persona propuesta antes de que se tomara oficialmente la decisión. Vemos gracias a este
episodio cómo a pesar de repetir constantemente que es «un vil gusano» y una
«mujer ignorante» que no es capaz de tener buen juicio sobre las cosas, hizo todo lo
necesario para controlar hasta donde le era posible un asunto que le afectaba de
forma directa y para el que no se fiaba de cualquiera: «El médico espiritual que me
darán como el perdido no será posible hallarle. Algunos hacen diligencias en la
provincia para venir y no son convenientes por algunos fines terrenos que los
traen. Si nuestro Padre Comisario General se detiene en nombrarle hasta que yo le
hable manifestarele mis enfermedades y peligros. Avíseme si con su Reverendísima
puedo declararme en todas las materias de médicos o enfermo que como no le conozco no sé qué conviene»81.
Gracias a la ayuda de don Fernando consigue el compromiso de que el provincial de la Orden, el padre Palma, se entrevistará con ella antes de tomar ninguna decisión. A partir de estos momentos Palma desempeñará un papel importante
en la vida de sor María, ya que el religioso coincidió con ella en la conveniencia de
mantener alejados de la imprenta sus escritos y se erigió así en el nuevo defensor
de sor María ante los que pretendían sacar a la luz los libros. También Palma le
anima a terminar un original de la Mística Ciudad de Dios firmado que proteja a
su autora de posibles copias erróneas o falseadas.
Cuando parecía que las aguas habían vuelto a su cauce y que sus escritos estaban a salvo el padre Palma fallece, era la primavera de 1648, y la preocupación
por la postura que sobre el tema adoptará el nuevo provincial y el ejemplo de lo
ocurrido a otras religiosas acapara la atención de sor María que de nuevo pide
ayuda a sus fieles amigos para que se aseguren que se produzca un encuentro con
ella antes de designar nuevo confesor: «Deseo saber si ha llegado el General de
nuestra orden y si el señor don Fernando y Vuestra Señoría le han hablado para lo
que les tengo suplicado, cierto, señor mío, que cuando me acuerdo de los trabajos
que ha padecido la Madre Luisa y la religión por un confesor que tuvo me hace
temblar y temer, y si el General me ayuda me puede defender y para esto deseo su
favor si viniese aquí algún confesor que publicase mis cosas e intentase otras que
80
AGP Descalzas Reales, carta de sor María a don Francisco de Borja de 30 de marzo de 1647.
81
Ibídem, carta de sor María a don Francisco de Borja de 26 de abril de 1647.
367
no convenían, mire Vuestra Señoría qué daños me pudieran resultar si habla Vuestra Señoría con el General, represéntele esto»82.
Su sucesor, el padre Manero también respetó sus deseos y procuró designar
un confesor del gusto de sor María. Tras pasar por el trance del interrogatorio de la
Inquisición, su nuevo confesor llegó a finales de 1650; se trataba de fray Miguel
Gutiérrez.
Al principio, sor María expresa su buena opinión sobre él, pero poco a poco
las cosas se van torciendo hasta que la situación se hace realmente difícil, con el
enfrentamiento del confesor con la jerarquía de la Orden por diversos asuntos y
malentendidos83. A partir de 1656, con la llegada de un nuevo confesor el padre
fray Andrés de Fuenmayor, que sí era del gusto de la religiosa y que permaneció a
su lado hasta su muerte en 1665, no se vuelve a tratar el tema del confesor en la
correspondencia, por lo que se supone que una cierta tranquilidad al respecto
había vuelto a la vida cotidiana de sor María84.
CONCLUSIÓN
A lo largo de las precedentes páginas hemos ido desglosando a grandes rasgos las principales características de esta correspondencia que entendemos fundamental para poder tener un conocimiento profundo de sor María de Ágreda. Quien
conozca la relación epistolar que la agredana mantuvo con Felipe IV podrá percibir
las grandes diferencias que existen entre una y otra, no solo en el contenido sino en
la forma. Y es que uno de los aspectos que más llama la atención de estas cartas es
el modo que utiliza sor María para expresarse. Cómo se refiere, por ejemplo, a don
Luis de Haro, o el hastío que le causa ver que Felipe IV no cambia en nada su actitud a pesar de los consejos que le da en sus cartas. El uso de la ironía, de los dobles
sentidos, e incluso que sea ella misma la que proponga el uso de la cifra, son inimaginables cuando uno lee la correspondencia con el monarca español.
Existió sin duda una coincidencia de intereses entre los Borja y sor María,
pero no nos parece que se pueda llegar a hablar de que fue utilizada por ellos para
82
Ibídem, carta de sor María a don Francisco de Borja de 12 de junio de 1648.
83
Ibídem, carta de sor María a don Francisco de Borja de 11 de noviembre de 1650, de 15 de
enero de 1655, de 24 de julio de 1655 y de 21 de abril de 1656.
84
SILVELA, F., Cartas de la Venerable..., óp. cit., vol. II, pp. 658, 662, 664 y 711; carta de sor
María a Felipe IV de 10 de agosto de 1661 y 9 de septiembre de 1661; carta de Felipe IV a sor
María de 21 de septiembre de 1661; carta de sor María a Felipe IV de 25 de enero de 1664.
368
alcanzar sus objetivos políticos y que ella actuara completamente dirigida por los
dos. Prueba de esto es la capacidad que sor María demuestra a la hora de separar
los diferentes asuntos y sus relaciones con diferentes personas. Cuando sor María
recibió la carta del duque de Híjar que tantos quebraderos de cabeza le daría más
adelante, no se lo comunicó al Rey, pero tampoco a los Borja, mantuvo su secreto,
demostrando ser digna de confianza, capaz de mantener silencio, una de sus principales bazas para conseguir que tantas personas se confiaran a ella. A pesar de sus
constantes peticiones de consejo, de atribuirles el papel de guías, cuando recibió la
carta de Híjar permaneció callada hasta que el asunto salió a la luz, lo que a nuestro entender demuestra que no era un instrumento ciego en manos de unos cuantos sino que era ella la que manejaba sus relaciones y, en última instancia, era
siempre dueña de sus palabras y de sus decisiones.
El profundo convencimiento de la importancia que para el destino de la monarquía tenía el comportamiento del Rey y la influencia que ella podía ejercer sobre
él fue para sor María un asunto muy serio en el que se empleó en cuerpo y alma;
de ahí sus decepciones y su impotencia. Para lograr su objetivo, consultó y pidió
ayuda a todo aquel que creyó oportuno, pero al final obró de acuerdo únicamente
a su juicio sin deberse a nada más que a sus más profundas convicciones.
Lo mismo puede decirse de su actuación al enfrentarse al problema con su
hermano y al del nombramiento de confesor, en los que no se mostró pasiva, sino
que intentó controlar la situación en la medida de sus posibilidades.
La relación de tanto años con la familia Borja no pudo ser únicamente fruto
de intereses políticos sino que existió un verdadero afecto por ambas partes, una
confianza mutua que les llevó a continuar siempre la correspondencia, a mantenerse
informados de lo que les iba ocurriendo en sus vidas. Si excluimos los fragmentos
que contienen información de importancia histórica, que constituye un pequeño
porcentaje, la mayor parte de la correspondencia está compuesta por informaciones
insustanciales sobre temas triviales, sin trascendencia, que nos permiten afirmar que
se trató de una correspondencia que se mantuvo en el tiempo por el gusto de mantener el contacto, de mantener unos lazos que iban más allá de las intrigas políticas
de palacio y de oscuros intereses ocultos.
369
LA PROCLAMACIÓN DE LUIS I (1724).
NUEVA CEREMONIA PARA
UN VIEJO REINO*
Eliseo Serrano Martín
La proclamación de Luis I en Zaragoza cumplió con el protocolo establecido. Conservamos un folleto, de escasa presencia en las bibliotecas, que recoge las
ceremonias y festejos que se celebraron en la ciudad: «Relación de la proclamación que la Augusta, imperial y nobilísima ciudad de Zaragoza ha hecho por el
Rey nuestro Señor Don Luis Primero (que Dios guarde) el día 5 de marzo de
1724. Escrita de orden de la Ciudad por su secretario don Lamberto Vidal. En
Zaragoza por Pasqual Bueno, impresor de Su Majestad y de la Ciudad»1.
El impreso comienza con las alabanzas a Felipe V, jurado como rey en 1701,
y prontamente llamado el Animoso: «Manifestó en los tropeles de varias jornadas,
formación de exercitos, obstinados sitios y dudosos lanzes de batallas, el valor más
constante y la mas serena conciencia, para singularizarse Héroe en el dilatado
campo de la Europa». Pero si es comparable en fatigas a sus antecesores, les gana y
*
Forma parte de los trabajos del Grupo de Investigación consolidado Blancas, reconocido y financiado por el Gobierno de Aragón. También participa del Proyecto de Investigación financiado por
el MEC HUM 2005-07069-C05-04.
1
He consultado el ejemplar de la biblioteca de don Gregorio Lasierra, a quien le agradezco sinceramente su amabilidad, agradecimiento que hago extensivo a don Luis Roy por indicarme la existencia de un ejemplar en dicha biblioteca. Citado por ROY, L., El arte del grabado en Zaragoza durante los siglos XVIII y XIX, Zaragoza, IFC, 2006, p. 605. El impreso es citado por LATASSA,
F., Biblioteca Nueva de los escritores aragoneses, vol. V-VI de la edición de G. Lamarca, Zaragoza, 2005, pp. 46-47; recoge la biobibliografía de Lamberto Vidal pero los editores no dan localización de este impreso.
371
les ha excedido al dejar la Corona en manos de su hijo Luis. El Rey lo hace «siendo
igual la confianza que su tierno amor espera en la dirección de la Corona, que la esperanza de sus vasallos en los alivios que en su paternal carta le encarga y de su Piedad espera». La carta con la renuncia llega a Zaragoza el 3 de febrero. Había sido
escrita el 29 de enero y firmada por Lorenzo Vivanco Angulo, del consejo de Su
Majestad y secretario en lo tocante a los asuntos aragoneses, y en ella se detalla la
renuncia de Felipe V en San Lorenzo y la aceptación de Luis I el día 15 de enero.
Acaba la misiva instando a la ciudad que levanten pendones en su nombre.
Esta era la primera ocasión en que los monarcas en Aragón utilizaban la ceremonia de levantar pendones con la proclamación del nuevo monarca por las calles de la ciudad. Hasta su padre, que lo había hecho en 1701, todos los monarcas
juraron los Fueros, observancias, leyes y libertades de Aragón en la catedral de La
Seo y frente a su altar Mayor y al Justicia de Aragón. La Guerra de Sucesión y la
abolición de la mayor parte del régimen foral dejó sin efecto uno de las ceremonias, no solo de gran arraigo, sino la más significativa de cuantas se vinculaban al
ejercicio del poder regio en el reino de las cuatro barras.
Como no hay empleo de alférez mayor, que es quien se ocupa de llevar el
pendón y levantarlos en los diferentes palenques, se nombró a don Matías Marín,
conde de Bureta y regidor decano, para tal menester. Deberán salir también don
Francisco Lasierra Ballabriga, barón de Letosa, don Antonio Blanco Heredia, marqués de Villasegura, don Alonso Villalpando, conde de Torres Secas y Baltasar Pérez
de Nueros y Pueyo; todos ellos regidores de la ciudad. Junto con el corregidor y secretarios del Ayuntamiento deben salir de uniformidad con casaca, calzones de terciopelo negro forrado de tafetán del mismo color, chupa de damasco forrada de tafetán blanco y botonadura de seda, joya en el pecho, botón en el sombrero con
cinta encarnada y blanca y botines de cordobán con botoncillos. Solo el conde de
Bureta se diferenció del resto en la botonadura de diamantes. Los caballos iban con
mantillas y tapafundas de terciopelo carmesí guarnecido de galón de seda de oro.
Fueron nombrados como reyes de Armas los siguientes señores: don Juan
de Blancas y las Cortes, don Joseph Monzón y Tena, don Antonio Velillas y don
Joseph Irazabal, caballeros hijosdalgo de la ciudad. Vestían de terciopelo negro
en las misma forma que los capitulares, haciendo sus ropones a modo de dalmáticas de damasco carmesí y en las dos caídas estaban bordadas las armas de España.
El pendón se fabricó de damasco carmesí del ancho y largo de la seda, con
las armas de Castilla y las de Aragón bordadas en oro y plata a dos haces, por especial orden de Su Majestad participada al reino por carta de 27 de febrero. El asta
tenía once palmos de largo, pintada de rojo y acabada en lancilla dorada y varias
arandelas para sujetar los cordones de seda y oro.
372
El Ayuntamiento también se preocupó de los convidados a la proclamación
que debían acompañar a la comitiva. Los títulos, nobles, caballeros y oficiales militares fueron invitados por don Mateo Pueyo, don Diego García, don Jaime Pedro
Mezquita y don Miguel Virto de Vera, regidores que, con los porteros, acudieron
con invitaciones impresas por si no se encontraban en sus casas. A los ciudadanos
y personas de distinción les correspondía la invitación don Juan Isidoro Andrés,
don Miguel Joseph Ros, notarios de la ciudad, y don Antonio Guzmán y don Joseph Benito Aybar, infanzones y ciudadanos. El orden procesional fue organizado y
escuadrado, al modo militar, por el marqués de Ariño, coronel del regimiento de
Milán, don Francisco Pueyo y Chacón, coronel del regimiento de Castilla, y el marqués de San Martín, capitán de caballos reformado de Su Majestad.
El Ayuntamiento mandó se hiciesen cuatro tablados donde colocar el pendón y dar los gritos de rigor en una proclamación: tres de ellos de 30 por 20 pies y
uno, el de la plaza de La Seo, de 40 por 30, que debía colocarse frente a la casa
de los diputados y testera a las de don Lamberto Vidal (el cronista de la relación y
secretario del Ayuntamiento). Los tres anteriores debían estar en la plaza del Mercado, contiguo a las casas donde la ciudad ve las fiestas de toros, el del Coso, testero a la casa de Híjar, frente a las del Capitán General, y el de la Magdalena, junto a
las casas de los Niños Huérfanos. Todos ellos debían disponer de gradas, barandillas, alfombras y colgaduras. El Capitán General, don Lucas Spínola, dispone adornar el concejo con tapicerías en el exterior y colgaduras de seda en las salas con
hachas y arañas y mediante bando manda que los vecinos adornen sus casas, especialmente las que den a las calles por las que debe transcurrir la procesión. La
fecha señalada es el cinco de marzo y se organizan tres noches de luminarias (los
días 4, 5 y 6 de marzo).
La ceremonia comenzó en las salas del concejo cuando van llegando los señores del acompañamiento a la una y media, comenzando por don Juan Antonio
Díaz de Arce, corregidor de la ciudad, de la Orden de Santiago, del Consejo de su
Majestad e Intendente General de Aragón; vienen con él los regidores y secretarios,
ricamente vestidos y bien aderezados sus caballos. A las dos de la tarde se va a buscar a quien deberá portar el pendón, el conde de Bureta, que llega con familiares,
hijos y parientes, con libreas de pragmática y cuatro caballos de mano. Los secretarios bajaron a recibirle al descanso de la escalera, los dos regidores más modernos le
reciben en la puerta de la antesala y los dos regidores más modernos en el cancel.
La ciudad recibe en pie y, una vez sentados, el corregidor tomó el estandarte con la
mano derecha y dijo: «Los secretarios de este Ayuntamiento me darán certificación
o testimonio como entrego al señor conde de Bureta y regidor Decano de él el Pendón, para que en nombre de Zaragoza lo levante por el Rey Nuestro Señor don Luis
Primero (que Dios guarde)». Tomándolo, el conde bajó a buscar los caballos y comenzó el acompañamiento. Dicho cortejo estaba compuesto y por este orden: clari-
373
nes y timbales de terciopelo carmesí con las armas de la ciudad, ocho alguaciles a lo
militar, con paño negro que les hizo la ciudad, el acompañamiento que estaba a la
orilla del río esperando con los ciudadanos y otras personas, títulos, nobles, oficiales
militares y caballos interpolándose en parejas para que no se notase la diferencia,
dos porteros del Ayuntamiento con golilla, maceros con sus mazas y ropas de damasco carmesí y gorras, secretarios del Ayuntamiento, caballeros regidores por su
antigüedad y cerraba el corregidor y el conde de Bureta, llevando este último el pendón. Delante de ellos iban los reyes de Armas con sus ropones.
El recorrido por las calles de la ciudad hasta el primer palenque fue el siguiente: Cuchillería, Virgen del Rosario, Calle Mayor, Platería, Puerta de Toledo, a
desembocar en la plaza del Mercado, adonde habían prevenido infantería y caballería de su Majestad; apeándose el cortejo, subieron en dos gradas y arriba llegaron
el corregidor, el portador del pendón, dos secretarios y dos reyes de Armas. Don
Juan de Blancas, uno de los secretarios, dijo: «Silencio, silencio, silencio. Oíd, oíd
oíd», y el conde de Bureta enarbolando el pendón dijo: «Castilla y Aragón, Castilla
y Aragón, Castilla y Aragón, por el Rey nuestro Señor don Luis Primero (que Dios
guarde)». El pueblo respondió: «Viva, viva, viva. Amén, Amén, Amén». Tras estos
gritos de rigor hubo música militar.
Prosiguió el desfile por Cedacería y Coso para llegar al segundo tablado,
donde se ejecutaron las mismas ceremonias. El Capitán General observó la ceremonia desde un balcón cercano. La tercera proclamación se hizo en la Magdalena
después de haber recorrido el Coso y la plaza de su nombre. Tras similar ceremonia continuó el cortejo por la puerta de Valencia, Mayor, Virgen del Rosario, Cuchillería y por las espaldas de las casas de Lamberto Vidal a la plaza de la Seo, en
cuyo tablado había un dosel y un retrato del monarca. Subieron los regidores y,
puestos en un círculo, el conde de Bureta dijo: «Señores secretarios de el Ayuntamiento, denme testimonio o certificación como en nombre de Zaragoza he levantado el Pendón por el Rey Nuestro señor don Luis Primero (que Dios guarde) y que
se lo vuelvo al señor corregidor», quien acompañado de la ciudad subió y lo colocó
bajo el dosel que junto al Ayuntamiento estaba con el retrato del Rey.
Este pendón debía estar ocho días colocado en el tablado poniendo por la
noche luces y guardándolo los porteros del Ayuntamiento.
La procesión y la proclamación finalizó con un refrigerio en las casas de la
ciudad donde se había dispuesto un espléndido refresco de diversas aguas y muy
exquisitos y abundantes dulces.
Al día siguiente, 6 de marzo, la ciudad asistió en el Pilar a las tres de la tarde
al Te Deum. Estuvieron su Ilustrísima, cabildo metropolitano y nobleza: «A pedir a
Dios Nuestro Señor por los aciertos de nuestro nuevo monarca y mayor dilatación
de sus dominios».
374
Esta proclamación del nuevo rey de España por abdicación de su padre, el
rey Felipe V, plantea nuevas ceremonias en Aragón, desconocidas para sus habitantes porque la asunción del poder monárquico se hacía vía juramento ante el
altar mayor de la Seo y ante el Justicia de Aragón. Y, al contrario de lo referido
antes, esta sí que es una vieja ceremonia.
Derivado del carácter paccionado de la Monarquía, la ceremonia más significativa de la subida al trono en Aragón era la jura de los Fueros. Por ello los diputados quieren recoger el ceremonial y por ello también elaboran un texto argumentativo que sirva para plantear el alcance del juramento. No se trata de reivindicar el
falso fuero de Sobrarbe del «y si no, no» de la equiparación mítica de la aristocracia
aragonesa con los reyes a la hora de valer lo mismo y de jurarle como rey si él jura
los fueros y libertades.
En 1677, tras la visita al reino de Aragón de Carlos II, los diputados del reino
acordaron un ceremonial de jura, recogido por el secretario de la ciudad, Lamberto
Vidal, en su libro Políticas ceremonias de la imperial ciudad de Zaragoza2, obra de
capital importancia para conocer la evolución protocolaria de los festejos ciudadanos. Lo que se recoge en el libro de Vidal, según hace mención que sucedió en la
jura de Carlos II, es lo siguiente: «A la entrada de la plaza del Asseo se apea SM y
llega a la mitad de ella, donde está puesto un sitial, y el Arzobispo sale con su clero,
con una Cruz, que la adora SM, y luego prosigue a pie hasta la puerta de la iglesia
mayor, adonde salen a recibirle los Diputados, ricamente vestidos, y el Justicia y sus
Lugartenientes. Entra SM y se arrodilla en el altar mayor, y hace oración y la iglesia
canta el Te Deum laudamus, y el Arzobispo dice las oraciones, que el Ceremonial
romano dispone para semejantes casos. De allí sube SM al Solio o Trono, que está
entre el coro y el altar mayor, donde se asienta y están los jurados, Gobernador, Zalmedina, por su orden, en pie, a la mano derecha; y el Justicia de Aragon y sus Lugartenientes y Diputados a la izquierda y todos los allegados y Grandes que están con
SM lo están sin guardar orden. El duque de Ixar que es Camarlengo ha de estar con
el estoque desnudo sobre el hombro y después de sentado SM le besa y se le da a
SM que se lo pone entre las rodillas. El Protonotario se pone al lado derecho y lee el
juramento del Rey Nuestro Señor y SM jura en poder del Justicia de Aragon, que
esta arrodillado al lado izquierdo del sitial, un poco apartado y dice SM en voz alta:
Assi lo juro: de que reciben acto el Protonotario y el Notario de las Cortes, que está
2
VIDAL, L., Políticas ceremonias de la imperial ciudad de Zaragoza, Pasqual Bueno, Zaragoza,
1717. Es un texto fundamental. Se pide que vea pronto la luz de la imprenta el 24 de septiembre
de 1717 según el informe de D. Joseph Pérez de Alcántara y D. Gaspar Ximénez del Corral; hay
acuerdo del Ayuntamiento el 25 de octubre de 1717 y, tras los consabidos poemas y acrósticos
laudatorios al autor y ciudad, comienza una pormenorizada descripción de días de fiesta y actos a
desarrollar por las instituciones y las personas representativas.
375
en el tablado al lado izquierdo». Luego el Rey se levanta, baja del trono y en medio
del jurado en cap y el arzobispo va al palacio arzobispal bajo palio y las ceremonias
continuarán según el carácter de la visita. Lo relatado hasta aquí es también lo que
refiere Javier de Quinto, que a su vez lo toma de Lamberto Vidal3, quien afirma que
el acomodo de esta ceremonia de jura está sacada de la hecha por Carlos II en
1677. Sin embargo, no es así. Hay una serie de datos fundamentales que no concuerdan; posiblemente, han sido modificados porque casaban mejor con una visión
menos pactista de la ceremonia. El relato del viaje es muy pormenorizado porque incluye los nombres de todos los participantes y sus cargos y el lugar exacto que ocuparon en el templo y en los desfiles por el interior mientras iban y venían. Hubo un
problema protocolario porque subió al presbiterio más gente que el protocolo real no
había dispuesto y el camarlengo duque de Híjar tuvo que estar junto a personas que
no correspondía el puesto a la derecha de SM. El viaje de Fabro es muy meticuloso y
dice «terminada la religiosa funcion, subió el Rey al tablado, y puesto en su Real
Trono, le dio el duque de Híjar el Estoque desnudo, que puso entre las dos piernas,
la punta en la almohada, que tenía a sus reales pies. Al mismo tiempo que Su Majestad, fueron subiendo, por la mano derecha, el gobernador de Aragón y los jurados
de Zaragoza; y por la izquierda, el Justicia de Aragón y los diputados. También subieron otros personajes, de quienes aquí no se haze individual mencion, por no haver
sido disposición de Su Majestad, ni estilo admitido el que interviniesen: porque el
puesto, que ocuparon al lado derecho del Rey, solo tocaba al duque de Híjar, por Camarlengo. Allí se acomodaron en una hilera, cada uno por su orden, los diputados, y
al costado izquierdo los jurados: unos, y otros en pie, descubiertos. A esta sazón, don
Jerónimo de Villanueva Fernández de Heredia, marqués de Villalba, del Consejo de
Su Majestad, y su protonotario de los Reynos de la Corona de Aragón, leyó el Juramento en voz alta e inteligible, y como acabava de leerle, volvió Su Majestad el Estoque al duque de Híjar y se arrodilló en un sitial, puesto delante del Trono, tocando el
Misal y la Gran Cruz de oro de la Seo, dedicada a este ministerio, y el Justicia de
Aragón en pie, aunque inclinado para tener el Misal de la mano, dijo al Rey: ¿Así lo
jura Vuestra Majestad? A que respondió en voz alta: así lo juro. Deste juramento le
pidió al instante el protonotario licencia, para hazer auto, y tambien Juan Lorenço
Sanz, notario que era de las Cortes, siendo esta diligencia particular obligación, e incombencia de ambos, para que dello le contasse al Reyno»4.
3
VIDAL, L., Políticas ceremonias..., óp. cit., pp. 97-104, «jura de Reyes de Aragón». QUINTO,
J., Del juramento político de los antiguos Reyes de Aragón, Madrid, 1848 (edición facsimilar
con introducción de José Pascual de Quinto), Zaragoza, Cortes de Aragón, 1992.
4
FABRO BREMUNDAN, F., Viaje del Rey Carlos II al Reyno de Aragon, Madrid, 1680 (edición
facsímil), Zaragoza, 1985, p. 91. SERRANO, E., «Los viajes de Carlos II», en L. RIBOT, Carlos II.
El Rey y su entorno cortesano, Madrid (en prensa).
376
De este relato deben llamarnos la atención varias cosas: en primer lugar, que
el Rey subió al solio, recibió el estoque desnudo y que, luego, en un sitial delante
del trono se arrodilló para el juramento; y, en segundo lugar, que el Justicia de Aragón estaba de pie tomando el juramento al Rey y sosteniendo el misal. Es justamente lo contrario de lo que se afirma en Javier de Quinto y, por lo que hace notar
las palabras del ceremonial referente al acto de jurar, concluye que el «único ceremonial oficial de juras reales que se ha conservado, formado según los antecedentes de iguales actos y que fue puntualmente seguido en el juramento de un rey de
Aragon, supone a SM no como quiera, no humillado ante el Justicia ni descubierto
a sus pies, sino sentado sobre su trono, con el estoque real desnudo, signo más elocuente de su poder que el mismo cetro y el Justicia de Aragón recibiéndole el juramento hincado de rodillas a una distancia respetuosa, a la izquierda del sitial»5.
¿Por qué Lamberto Vidal recoge prácticamente punto por punto todo el desarrollo ceremonial excepto aquello que puede significar una clara referencia a los poderes aragoneses, a la fuerza de sus fueros y a sus instituciones? Hay que hacer
notar que es basándose en la inexistencia de estos detalles, según Javier de Quinto,
lo que le lleva a decir que en Aragón y en sus coronaciones el monarca mantuvo su
poder y que cuando menos la representación de este poder no sufrió merma alguna.
Vidal, notario de la ciudad y escribano de su Ayuntamiento, en donde ocupó también el puesto de regidor, al recopilar estas políticas ceremonias no es ajeno al valor
que el rito y el protocolo tienen en la vida social. Dar un determinado valor a determinados símbolos hace que los aragoneses entendiesen que el poder del monarca
estaba por encima de ellos y de sus leyes y que la nueva monarquía quizás con más
razón; pero de cualquier modo ni los monarcas de la Casa de Austria debían humillarse ante las instituciones aragonesas ni ante sus leyes, aunque fuese en su jura.
Cuando escribe Vidal sus Políticas Ceremonias el monarca reinante ha jurado los Fueros en la Seo pero estos ya han sido suprimidos; por tanto, intuye que se
prepara una nueva forma de acatamiento y reconocimiento de los súbditos. El propio Lamberto Vidal escribirá y recopilará como secretario los informes que la ciudad
envíe al Consejo a Madrid con el modo de actuar en el pasado y las reivindicaciones
de puestos preeminentes en las ceremonias previstas a partir de la proclamación.
También incluirá información sobre las anteriores ceremonias de honras fúnebres
porque en estas sí que hay una cierta continuidad en cuanto a la presencia y visibilidad de la ciudad; se trataría de buscar el acomodo a las instituciones que han sustituido a otras, no suplantar el papel ejercido por la ciudad6. Jurar y proclamar son
dos fórmulas bien distintas y distantes políticamente. De lo uno a lo otro median los
5
QUINTO, J., Del juramento político..., óp. cit., pp. 341-342.
6
Archivo Histórico Nacional (Madrid), AHN, Consejos, Leg. 50010.
377
resultados de la Guerra de Sucesión y el nacimiento de un príncipe heredero al
trono en 1707.
La Guerra de Sucesión supondrá un nuevo marco político de relaciones entre
los reinos hispánicos al derogar el ordenamiento foral y reestructurar la fiscalidad, el
gobierno municipal y suprimir instituciones privativas como el Justicia Mayor, en el
caso particular aragonés7.
Los años 1702 y 1706 son años de efervescencia y agitación política en los
que también se hacen notar la política europea y la evolución de la Gran Alianza.
En 1705, según H. Kamen, fueron tres los asuntos que pusieron a prueba a
los aragoneses. En primer lugar, el monarca pidió a los estamentos del reino un donativo voluntario para sufragar los gastos de la guerra, pero la respuesta del virrey
y arzobispo de Zaragoza fue clara: «Este reyno es tan privilegiado por sus fueros
que ninguna persona paga tributo alguno sino es juntando Cortes Generales». Ese
mismo año, en octubre, fue sustituido el virrey por el castellano conde de San Esteban de Gormaz, reabriendo las heridas del «virrey extranjero»; y, en tercer lugar,
comenzó a enviar tropas a Cataluña a través de Aragón. En este estado de cosas,
el 28 de diciembre de 1705 el mariscal Tessé hizo su entrada en Zaragoza con varios batallones de soldados franceses y estalló un motín popular con resultado de
muchas muertes.
Ganada desde Cataluña, toda la corona de Aragón pasó a la causa del Archiduque y el teatro de operaciones bélico se trasladó a territorios más cercanos. Labradores y artesanos zaragozanos de las parroquias de San Pablo y la Magdalena,
Caspe, Calatayud, Daroca, Alcañiz, Barbastro y otros lugares, y un sector de caballeros y eclesiásticos apoyaron decididamente al Archiduque. La nobleza, mayoritariamente, se declaró filipista. El rey Felipe V, en 1706, acudió en persona al frente
y dio una orden para que las milicias del reino estuvieran prontas para la defensa
del mismo.
Pasó por Aragón el 8 de marzo de 1706 por Daroca y, debido a la prisa que
tenía por llegar cuanto antes a Caspe (y a la frontera con Cataluña), no lo hizo por
Zaragoza, y así se lo hizo saber al consistorio, a la vez que les comunicaba la orden
que había dado al mariscal Tessé de sacar todas las tropas de la Aljafería y que fuesen los mismos naturales quienes defendieran la ciudad. La actitud del reino y los
7
BORRÁS. G., La Guerra de Sucesión en Zaragoza, IFC, Zaragoza, 1973; ARMILLAS, J.A. y B.
PÉREZ, «La Nueva Planta borbónica en Aragón», en E. SERRANO (ed.), Felipe V y su tiempo,
IFC, Zaragoza, 2003, t. II, pp. 257-292; MORALES, J., Fueros y Libertades del reino de Aragón. De su formación medieval a la crisis preconstitucional (1076-1800), Rolde, Zaragoza,
2007.
378
intentos para evitar su desafección llevaron a la Reina a escribir una carta a los jurados de la ciudad de Zaragoza en la que, por los servicios prestados por el reino a
la Corona, les concedía «el puerto de Tortosa y sus Alfaques y todos los territorios
de la parte del Ebro hacia Aragón que hasta ahora han estado incorporados al
principado de Cataluña; también desmembrar la ciudad de Lérida y todos los lugares y territorios que están entre los ríos Noguera y Cinca incorporándolos al
Reino». La inminente llegada de la armada angloholandesa a Portugal y el curso de
la guerra en Cataluña variaron los ánimos aragoneses. En junio el jurado en cap de
la ciudad, junto con dos nobles reconocidos austracistas, conde de Sástago y marqués de Coscojuela, presencian un alarde de las milicias urbanas después de las alteraciones populares de varios días atrás. Los jurados se reúnen para ver «si es
combeniente en el estado actual ofrecerse la ciudad a la obediencia del señor Archiduque, con las expresiones de que como cabeza y metrópoli del reyno y de toda la
Corona de Aragón, confía y espera la manutención y conserbacion de los privilegios de la ciudad y de los fueros, libertades, observancias, privilegios, usos y costumbres del reyno».
El 15 de julio el Archiduque en persona entró en Zaragoza y la ciudad preparó los mismos honores y agasajos que a Carlos II en 1677, aunque la economía
de guerra impidió muchos dispendios. Fue eximido de jurar los Fueros y privilegios
por ausencia del brazo de nobles y jurado como rey de Aragón con el nombre de
Carlos III. Se dictaron medidas conminatorias contra los nobles ausentes, acusándoles de delito y dándoles un plazo de treinta días para su regreso, justificación y juramento de fidelidad. Hubo un consejo de resistencia borbónica en Jaca y en las
ciudades afloraron las divisiones.
El virrey, el arzobispo Antonio Ibáñez de la Riva, permaneció en Zaragoza,
se retiró a una celda del convento de San Francisco y luego a otros lugares más seguros, y por fin a Albalate del Arzobispo, desde donde preparó el retorno de Felipe
V, que le reintegró en sus funciones sin que surgiese en él la más mínima compasión por sus fieles por el carácter punitivo de las imposiciones, «de forma que la
sintiesen mas los que hubiesen sido menos afectos a SM». La batalla de Almansa
abrió las puertas a un nuevo cambio en las fidelidades al monarca.
El 25 de mayo de 1707 entraba en la ciudad el duque de Orléans y organizaba algunas de sus instituciones: la Diputación del General, nuevos nombramientos en la Audiencia, etc. Todos coinciden en que hay una cierta descoordinación. El
20 de junio el Rey dispuso la presencia de un regente y de la mitad de los ministros
castellanos en la Audiencia y el 29 de junio se promulgó un Real Decreto que abolía los Fueros de Aragón, estableciéndose una Audiencia según el modelo de las
Chancillerías de Valladolid y Granada e introduciendo las leyes castellanas. El 15 de
julio fue disuelto el Consejo de Aragón y sus competencias, transferidas al Consejo
y Cámara de Castilla.
379
En este contexto de la Guerra de Sucesión en Aragón se produce el 25 de
agosto de 1707 el nacimiento del primogénito de Felipe V, el príncipe Luis. Todo
el mundo glosó el hecho de que, después de casi medio siglo —Carlos II había nacido en 1661—, la monarquía española tenía un heredero; había nacido en España
un príncipe. Y las celebraciones fueron, sin ninguna duda, espectaculares. Hasta
París y en la embajada del duque de Alba se realizaron demostraciones festivas con
espléndidos convites, fuegos artificiales, justas y bailes de máscaras. Antes en Madrid se celebró el 12 de febrero un «hazimiento de gracias del preñado de la Reyna
nuestra señora» y los reyes fueron a dar gracias a la Virgen de Atocha mientras en
la villa y corte hubo luminarias, una costosa máscara de 38 parejas, una mojiganga
de los gremios con 140 parejas y fuegos artificiales durante dos noches. Pero también el anuncio del embarazo se siguió con festivas alegrías —tanta publicidad hubo
sobre el hecho de ser el primer príncipe en tantos años— en otros lugares. Burgos
lo celebró en varias ocasiones y en diferentes sitios: el día 3 de marzo con una
máscara en las Huelgas de nueve parejas cuya elección resultó muy significativa
por su contenido político territorial: eran España, Francia, Castilla, León, Asturias,
Navarra, Cantabria, Galicia y Andalucía. Los personajes que las representaban
eran respectivamente: Hércules-Viriato; Carlos Magno-Godofredo de Bouillon; el
Cid-el conde Fernán-González; Ordoño II-Fernando el Magno; el príncipe astur-don
Pelayo; Íñigo Arista-Sancho el Mayor; el gran duque Endon-Lope Díaz de Haro;
Hermerico-conde Ramón de Borgoña. En la parroquia y barrio de San Pedro el 15
de febrero se festejó con mojiganga de pastores, fariseos, viudas, monstruos y con
fuegos de artificio y luminarias.
Con el nacimiento se celebran en toda España fiestas similares, aunque solo
conservemos editadas unas cuantas8: Burgos (un libro de 84 páginas en cuarto),
Madrid (bastantes relaciones y opúsculos de romances y cartas), Córdoba, Antequera, Béjar (una capea con cuatro toros), Cascante, Palencia, Salamanca (su Universidad imprimió un libro de 160 páginas con función religiosa, luminarias, corridas de
toros y un certamen literario), Sanlúcar, Sevilla (las hizo la ciudad y el Colegio de
Santo Tomás de Aquino de la universidad hispalense), Tudela (fiestas entre el 11 y
el 19 de septiembre con carros triunfales, parejas y corrida de 12 toros), Cádiz (el
9 de septiembre con máquina de fuego, adornos en las calles, dos fuentes de vino y
corrida de 12 toros), París y Nápoles.
En Madrid el jueves 25 salió el Rey al balcón de palacio a dirigirse a la multitud. Hubo castillo y fuegos artificiales, luminarias y fuentes de vino y se arrojaron
8
ALENDA Y MIRA, J., Relación de solemnidades y fiestas públicas de España, Madrid, 1903. Recoge todas las aquí citadas excepción hecha de las de La Almunia, Huesca y Épila. Las relaciones de
estas tres localidades aragonesas, aun siendo individuales, comparten el mismo pie de imprenta.
380
monedas; el viernes hubo procesión, el sábado, fuegos de artificio y el domingo,
corrida de gansos y artesilla, además de la procesión del monarca a Atocha en acción de gracias. Algunos de los poemas recogidos en las relaciones y expuestos en
las calles recogen la cuestión de los años: «Cuarenta y seis años son / con este que
va corriendo / que España un Príncipe pide / al señor de Tierra y Cielo».
De París conocemos los festejos celebrados en la embajada del duque de
Alba . Existen dos espléndidas estampas conmemorativas encargadas por el duque
al grabador Gérard Jean Baptiste Scotin. Una de ellas representa una sala con el
convite dispuesto por el duque con una amplia mesa llena de platos con comida.
La otra lámina representa un castillo de fuegos artificiales: una pirámide coronada
por un león rampante con el globo terráqueo, tres lises y una corona real. Dos
almanaques de 1708 con el nacimiento del príncipe de Asturias y el bautismo de
Luis Fernando reproducen con algunas variantes estas láminas, al tiempo que incorporan en medallones otros acontecimientos de la historia de los Borbones: la
victoria de Almansa, la toma de Lérida y el anuncio del nacimiento desde los balcones del palacio de Madrid. La lámina con el obelisco pirotécnico lleva varias leyendas pero en dos queda patente quién celebra y de qué manera y para qué se
celebra. En una tarjeta bajo un círculo pintado con una montaña y un sol naciente: «Nadie primero que el Alva / rendidos cultos ofrece / quando el sol nos amanece». En la base de la columna izquierda del obelisco se encuentra la siguiente
inscripción: «Al mayor de los príncipes / a vista del mayor de los Reyes / en la
mexor de las ciudades / el más rendido de los vasallos». No hay duda de la dedicatoria a Luis Fernando, a la vista de Luis XIV, en París y por parte del duque de
Alba.
9
Todas estas celebraciones con su amplificación mediática impresa son de la
Corona de Castilla; del mismo modo que son territorios castellanos y las Coronas
de España y Francia quienes lo hacen en el monasterio de las Huelgas; no parece
que hubiera muchos parabienes en la Corona de Aragón. La guerra, la presencia
del Archiduque y la recuperación hacía solo unos meses por el duque de Orléans
de la ciudad de Zaragoza debieron enfriar los ánimos.
Por ello reviste especial importancia que algunas ciudades aragonesas impriman sus especiales festejos disminuidos, eso sí, por los efectos bélicos. La Almunia
de doña Godina costeó un Panegirico triumphal… sagrado pronostico de el re-
9
Mercure Galante, n.º 359, sep. 1707, pp. 252-302. El análisis de la fiesta a partir de estas páginas y de las láminas citadas conservadas en la BNF, Estampes, ha sido hecho por TORRIONE, B.,
«Representar al Rey. Las fiestas del Duque de Alba en París: 1703-1711», en Reales Sitios, 150
(4.º trimestre de 2001), pp. 3-15.
381
cien nacido principe de Asturias Luis Fernando…, editado en Zaragoza10 con explicación de las fiestas en las que resaltó su lealtad. En Huesca hubo «demostraciones de fino alborozo» por el nacimiento y hubo oración sagrada y elogios natalicios
a cargo de Francisco Antonio de Miranda Elizalde11. Bien interesante por la personalidad de su autor, José de Pomar, catedrático de Artes y Teología de la Universidad cesaraugustana, es el impreso con relación de fiestas y oración panegírica celebradas en Épila (a quien Felipe V dio el título de Fidelísima). De este raro opúsculo,
«Acción de gracias a Santisima… por las victorias de nuestro catolico monarca Felipe V y nacimiento del serenísimo principe de Asturias, sermón que en las plausibles fiestas que hizo la siempre leal villa de Epila»12, apenas quedan ejemplares y no
se encuentra citado en la recopilación exhaustiva de Alenda.
Épila celebró las fiestas en diciembre con los elementos tradicionales de estos
días de grandes alegrías: hubo máscaras con grupos que recorrieron las calles de la
villa, toros de fuego artificial de noche y corridas de toros por la tarde. Los días que
duraron los festejos hubo luminarias, hachas, velas y cirios y procesión, misa en acción de gracias y sermón. No hay una descripción pormenorizada de las celebraciones, pero sí del sermón, una pieza de oratoria sagrada bien significativa por su autor
y las referencias que introduce.
Comparte las estructura de toda la oratoria sagrada del Barroco, repitiendo su
complejo paradigma. Sin ninguna duda, el trascendentalismo existencial está bien
presente con la idea de providencialismo, de anhelo de lo divino y del comportamiento moral positivo. Las citas de autoridad se encuentran en los textos bíblicos (especialmente en el Antiguo Testamento) y en autores clásicos.
Dedicado al príncipe, el libro incluye un parecer de Domingo Medel, jesuita,
catedrático de Teología de la Universidad de Manila, justificando el tema, la alabanza de Cristo y su madre a través de imágenes y símbolos. Hay también una aprobación de Jaime Ric, oidor de la Real Chancillería de Zaragoza.
En el comienzo entra de lleno en el asunto político: la victoria de Almansa
el 25 de abril que permite recuperar Zaragoza y parte de Aragón y cambiar el
curso de la guerra. Es la liberación también de la villa de Épila que durante tiempo
10
Panegirico triumphal de las gloriosas victorias de …Phelipo Quinto, sagrado pronostico de el
recien nacido principe de Asturias Luis Fernando/ lo dixo en las …fiestas con que explico su
lealtad la…villa de La Almunia… Fr. Diego Garcia… Manuel Román, Zaragoza, 1707.
11
Pompa festiva, demostraciones de fino alborozo con que celebro la ciudad de Huesca el feliz
nacimiento del Serenísimo Señor Principe de las Asturias Don Luis Fernando de Borbon, que
consagra a la Catolica y Real Majestad… Manuel Román, Zaragoza, 1707.
12
Manuel Román, Zaragoza, 1707.
382
ha tenido que soportar guarniciones de extraños y rebeldes y soldados herejes.
«Nuestro piadoso catolico rey vence a enemigos, rebeldes, cismáticos ingleses, holandeses herejes». Con el ornato del Templo de Jerusalén, ejecutado por los reyes
bíblicos a los que remite en comparaciones, establece paralelismos con los principales protagonistas de su sermón: el Rey, la Reina, el príncipe y los fieles vasallos.
Para cada uno, un símbolo; a cada cual, unas cualidades derivadas de esos símbolos y que son materia habitual de la emblemática y de la retórica sacra (no debemos
olvidar que Pomar era un renombrado catedrático de Teología). Pomar recurre a
los libros sapienciales y poéticos y a los históricos (en el Antiguo Testamento) para
hilar un discurso sobre la firmeza en la lucha contra la herejía encarnada en el león
(león hispanicus, ya desde lejos) y también Hércules (que también hay referencias
pero más sutiles —al comienzo, la infancia de Hércules peleando con Gorgona—),
la gracia angélica de la Reina representada por un querubín o ángel con las alas
cruzadas (haciendo alusión a la cruz de Saboya; patria de Maria Luisa), los lirios,
lises o azucenas que representan la esperanza de la monarquía española que son al
mismo tiempo imagen de los Borbones y, por tanto, de la monarquía francesa y las
granadas, símbolo de los fieles vasallos (la púrpura de sus bien dispuestos granos
son los vasallos).
Como todos los sermones, hay un exordio donde fundamenta y justifica el
acto del sermón; le siguen las citas bíblicas que dan pie a la oración sagrada y continúa en cuatro capítulos desgranando los símbolos y su explicación. ¿Entendían los
habitantes de Épila el sermón? La predicación tenía sus reglas; debía haber gestos,
modulaciones, voz, interrogaciones, miradas airadas… Una primera lectura podía
resultarles fácil. Pero la retórica iba más allá y la amplificación de los resultados del
sermón, también; de ahí que obtuviese timbres editoriales.
Tras una infancia triste y melancólica, el príncipe de Asturias fue prometido
a una princesa Montpensier, Luisa Isabel de Orléans, una de las hijas del regente de
Francia. Princesa malcriada, fea, desagradable e insoportable, a decir de su abuela
materna, fue descrita como «un olvidado producto de Versalles, alcanzando su infancia las cotas más inimaginables del abandono moral y educativo». La boda se celebró en el castillo de Lerma el 20 de enero de 1722, pero por Real Orden no se
consumó el matrimonio hasta que Luis cumplió los 16 años (el 25 de agosto de
1723). El matrimonio fue desdichado; la princesa tenía un temperamento infantil
con procacidades y extravagancias que fueron comidilla de la Corte. Su vida libertina llevó a Luis a quejarse amargamente a sus padres de la desdicha y, finalmente, a
encerrarla en sus aposentos durante varios días. Sus pocos meses como reyes tampoco mejoraron su relación13.
13
VIDAL SALES, J.A., La vida y la época de Felipe V, Planeta, Barcelona, 1997, pp. 130 y ss.
383
Felipe V abdicó el 24 de enero de 1724 y, según escritura hecha en el Escorial, «hallandome ya en la hedad de cuarenta años, y padeciendo en los veynte y tres
de mi reinado las penalidades, guerras, enfermedades, y travajos, que son manifiestos, he devido a la divina piedad, que haviendome asistido en ellos misericordiosmente, me aya dado al mismo tiempo un verdadero desengaño de lo que es el mundo, y
sus vanidades. Y deseando no malograr este conocimiento... he resuelto, después de
un dilatado y maduro y dilatado examen, y de haverlo bien pensado, de acuerdo, con
consentimiento, y de conformidad con la Reyna, mi muy chara y muy amada esposa,
retirarme de la pesada carga del Gobierno de esta Monarquia, para pensar mas libre
y desembarazado de otros cuydados, solo en la muerte, el tiempo, o los dias, que me
restaren de vida, a fin de solicitar el asegurar mi salvación y adquirir otro mejor y mas
permanente Reyno»14. Esta renuncia levantó muchas suspicacias y los historiadores
han intentado deslindar qué hay de sincero en todo el planteamiento de la abdicación
y qué de operación de repliegue para proponer la candidatura al trono francés. El aspecto de religiosidad es evidente, pero se pone más énfasis en el hecho de que dicha
renuncia se produce cuando acababa de morir el duque de Orléans y la grave enfermedad de Luis XV podía alentar la posible herencia de la Corona francesa15.
La subida al trono de Luis I tras la abdicación de su padre Felipe V fue celebrado, como era habitual, en todos los territorios de la monarquía. El 2 de febrero
de 1724 se hizo la proclamación en un modelo extendido a todos los lugares: el alférez mayor debe dar los gritos de rigor y tremolar el estandarte en los cuatro tablados dispuestos a lo largo del recorrido por la ciudad, algunos con el retrato real y
en el último queda colocado y custodiado por un determinado espacio de tiempo.
En el caso madrileño se hizo el 9 de febrero e hizo las veces de alférez mayor Antonio Osorio de Moscoso, conde de Altamira y duque de Sanlúcar16. Acompañado
14
Puede encontrarse copia de esta renuncia y abdicación en AHN, Estado, Leg. 2460 y 2531. Biblioteca Nacional (Madrid), BNM. Mss. 10192, f. 285; 11022, f. 126, y algunos más. Se publicó
en la Gaceta de Madrid otro decreto de similar factura en el que dice «... he deliberado apartarme
absolutamente del gobierno y manejo de ella [la monarquía], renunciándola, con todos sus Estados, Reynos y Señorios, en el referido Principe Don Luis, mi hijo primogenito y retirarme con la
Reyna (en quien he hallado un pronto animo y voluntad a acompañarme gustosa) a este palacio y
Sitio de San Ildefonso, para servir a Dios, desembarazado de otros cuidados…». Gaceta de Madrid, 1724, n.º 3, 18 de enero. Vid. Crónica festiva de dos reinados en la Gaceta de Madrid
(1700-1759), Cric & Ophrys, Toulouse le Mirail, 1998, p. 118.
15
Para una exposición de los planteamientos en torno a la abdicación de Felipe V puede verse HIDALGO, J., «La abdicación de Felipe V», Hispania, XXII, 1962, pp. 559-589. También VOLTES, P., Felipe V, fundador de la España contemporánea, Espasa-Calpe, Madrid, 1991.
MARTÍNEZ SHAW, C. y M. ALFONSO, Felipe V, Arlanza, Madrid, 2000.
16
Relacion de la plausible aclamacion y levantamiento de pendon por el Rey Nuestro Señor
Don Luis Primero de este nombre en España, que executo la Muy Noble, Muy Leal, Imperial,
Coronada villa de Madrid en el dia nueve de febrero… Manuel Román, Madrid, 1724.
384
por los regidores del Ayuntamiento y con nutrido cortejo estrictamente uniformado, fueron al palacio y en un tablado frente al edificio se hizo la primera proclamación con el grito de «Castilla, Castilla, Castilla, por el Rey nuestro señor don Luis
Primero (que Dios guarde)». Después de este fueron a la plaza de las Descalzas Reales, a la plaza Mayor y a la plaza de la Villa, donde quedó instalado el pendón durante ocho días junto a un retrato del Rey. Hubo luminarias y notables fuegos artificiales.
Hubo más relaciones contando los hechos de Madrid. También hubo proclamaciones
con relato impreso en Alcira, Barcelona (el 11 de marzo), Bujalance (del 7 al 10 de
marzo), Cervera (el 25 de marzo), Córdoba (el 20 de febrero), Gerona (el 26 de
marzo), Granada, Málaga, Manresa, Mérida, Sevilla (el 25 de febrero), Toledo (el 25
de febrero), Villafranca del Penedés (el 25 de marzo), Vich (el 20 de marzo) y Zaragoza17. Las ciudades castellanas realizan la proclamación durante el mes de febrero; en
cambio, es en marzo, y algunas con fechas bien tardías, cuando se desarrolla la ceremonia en la Corona de Aragón.
No parece que hubiera problemas protocolarios en la proclamación zaragozana de Luis I. Era una ceremonia nueva, algo inédito para el reino de Aragón y,
por tanto, importado con todos los detalles de acompañamiento y organización.
Cosa distinta fueron las exequias del mismo Rey. Muerto a los seis meses, la celebración de sus honras fúnebres puso de manifiesto los problemas por preeminencias entre la ciudad, única institución superviviente del pasado y la Audiencia y su
Real Acuerdo. Y no dudan de echar mano de argumentos del pasado aunque les
pueda resultar incómodo.
En las exequias zaragozanas de Luis I el Ayuntamiento de la ciudad mostró su
protesta el 5 de diciembre de 1724 por la provisión del Consejo de Estado por la
que el tribunal de la Audiencia presida al Ayuntamiento en las reales exequias y
demás funciones reales que concurran. El Capitán General Lucas de Spínola la presentó el 20 de noviembre al corregidor; la ciudad que «se precia de ser la mas fina en
la fidelidad» acordó tratar el modo y la forma de concurrir aun no estando de acuerdo con esa regalía «que tan impensadamente ha obtenido la Audiencia»; para ello el
corregidor y los regidores, el conde de Bureta y el barón de Letosa debían ir en embajada ante el Capitán General y los representantes de la Audiencia para tratar «el
mas decente modo de concurrir»; junto al regente, Jaime Roi y Francisco de Rallo,
oidores de ella, decidieron que la asistencia del tribunal y de la ciudad se haría en
estas exequias y en las demás funciones y concurrencias del siguiente modo: el Capitán General iría en medio; a la derecha, el oidor más antiguo y todo el resto delante;
a la izquierda, el corregidor o su teniente y delante los regidores por su antigüedad.
17
Todas ellas las recoge ALENDA Y MIRA, J., Relación de solemnidades..., óp. cit., t. I, pp. 518525.
385
La Real Audiencia y la ciudad debían asistir en cinco casos: funerales de
reyes, reinas y príncipes; procesiones del Corpus y el Pilar; bulas pontificias; rogativas mandadas hacer por el Rey y funciones reales de toros. Se excluyen especialmente las funciones de toros del mercado porque son de los vecinos y costean ellos
y el Ayuntamiento va por invitación, según provisión de 23 de abril de 1712. Pero
la Audiencia no se aviene a lo pactado y «quiere realzar sus autoridades con absoluto desprecio de este Magistrado y tratarlo como el más pequeño pueblo, como si
los regidores, a quien VM tiene encomendada esta republica, lo desmerecieran por
el empleo ni por las especiales circunstancias de su persona»18.
Zaragoza busca la protección del Rey haciendo hincapié en su fidelidad y
desarrollando un excursus histórico para justificar su preeminencia. Por ello subraya el que los regidores son las cabezas principales de la república y custodia de sus
honores, son personas dignas, fieles y de representación, «al paso que son celadores del Público, el común les atiende como delegados del Príncipe».
Antes de la abolición de los Fueros, el tribunal del Justicia y los diputados
del Reino participaban con la ciudad en las funciones reales de toros, torneos u
otros semejantes en la plaza del Mercado. Veían estas fiestas desde las casas de
la cárcel nueva, donde quedaban acomodados todos de manera rigurosa y protocolaria. Zaragoza se queja de que ahora las tiene la Audiencia a su arbitrio. En
esos casos «ni el Justicia de Aragón como primer ministro, ni el Reyno como cabeza presidía a la ciudad, si solo el Virrey por ser alterno de VM». Cuando se establecieron «las leyes de Castilla en Aragón y en lugar de aquellos dos tribunales
subrogó Chancillería, mirando a la mayor estimación del Reino, poniendo corregidor y Regidores por Zalmedina y Jurados, pues habiendo la Real Chancillería
en el año 1708 intentado concurrir con la ciudad presidiendola se excuso hacerlo por el Ayuntamiento».
Los problemas continuaron con las fiestas de toros y ponen comparaciones
con Valencia. No se pusieron de acuerdo con las exequias; al final se debieron realizar ya bien entrado el año 1725. El 26 de diciembre de 1724 el Consejo remite
al Ayuntamiento una carta diciendo que celebre la ciudad la función de exequias
con asistencia de la Audiencia y precediendo a la ciudad. El 13 de marzo de 1725
desde Madrid se indica que debe concurrir precediendo la Audiencia, como está
mandado en el auto del Consejo de 26 de octubre de 1724. El cortejo debe ir de la
Lonja a la catedral y la ciudad situarse en la Seo en el lado del epístola19.
18
Archivo Histórico Nacional (Madrid), AHN. Consejos, Leg. 50010. Cuadernillo sin numerar ni foliar. Este informe se encuentra también en el Archivo Municipal de Zaragoza, AMZ, serie facticia,
caja 20, n.º 11. Zaragoza, 5 de diciembre de 1724.
19
AHN, Consejos, Leg. 50010.
386
Con el rey Luis I, Aragón y Zaragoza aplicarán por primera vez unas ceremonias que repetirán en más ocasiones a lo largo de la Edad Moderna. Felipe V,
cuando recibe la Corona española, viaja a Madrid, donde es proclamado rey y en
1701, cuando llega a Aragón y a Zaragoza, jura los Fueros, como lo habían hecho
sus predecesores, en la Seo y ante el Justicia Mayor de Aragón de acuerdo a un rígido protocolo y ceremonial con diversidad de argumentaciones. Tras la abdicación, Luis I recibe de su padre la Corona y, efectivamente, en Madrid es proclamado de acuerdo a la tradición de levantar pendones por el nuevo rey. El juramento
del nuevo rey cuando era príncipe de Asturias fue hecho en el Real Monasterio de
los Jerónimos de Madrid, como se acostumbraba, el 7 de abril de 1709, con asistencia del Rey y por parte de los grandes, títulos, prelados, instituciones y diputados de los reinos y ciudades de España20.
La ceremonia de la proclamación forma parte de un conjunto de rituales y
de elementos de cohesión social y política que de manera explícita van a ser utilizados durante la primera mitad del siglo XVIII en la sociedad aragonesa como aglutinante. Destacarán las celebraciones de las exequias reales.
Se celebrarán y se imprimirán (con su significado de ampliación del conocimiento y perennidad) las exequias del padre de Felipe V, el Gran Delfín, en 1711
(sin edición de libro), las exequias de los delfines de Francia, hermanos del monarca, Luis de Borbón y María Adelaida de Saboya, en 1712, las varias exequias a
Luisa Gabriela de la ciudad, la Universidad y el tribunal del Santo Oficio, los funerales al rey Sol, Luis XIV, con esa misma idea de unión dinástica y Gran Padre, y los
de Felipe V celebrados en todo el reino. La explicación a este hecho hay que buscarla en el interés que la monarquía va a tener en restañar heridas, en suscitar la
identificación con la nueva dinastía; no en vano la Guerra de Sucesión en Aragón
cambiará muchas cosas: se creará lo que quizás podamos llamar «nueva cultura política» que necesitará también de estas representaciones e imágenes para explicar
los cambios introducidos: nuevo ceremonial, el acomodo de los cargos políticos, la
desaparición de actos y autoridades… Los festejos de los primeros años del reinado
de Felipe V, en suma, se van a caracterizar por ser espectáculos de identificación
con la dinastía borbónica; además, claro está, de serlo de exaltación monárquica.
Todo está encaminado a suscitar esa identificación. Las dos Coronas forman parte
de una gran familia, la de los Borbón, que goza de la protección del gran Luis XIV.
La continuidad con la anterior dinastía viene simbolizada en la representación del
20
En la celebridad de la Jura del Serenísimo Señor D. Luis Fernando Principe de Asturias nuestro Señor (que Dios guarde), celebrada en la iglesia del Real Monasterio de San Geronimo de
esta Corte. Con asistencia del Rey nuestro Señor D. Phelipe V... Don Joseph Garcia Hidalgo,
pintor de Camara del Rey nuestro Señor. Madrid, 1709.
387
ave fénix21. Los jeroglíficos, lemas y tarjetas nos hablan de la esperanza y la omnipresente flor de lis señala un nuevo comienzo para la sociedad española22. A esta
sociedad hispana se le va a enseñar, puesto que de un programa didáctico y pedagógico se trata, las virtudes de la nueva monarquía.
En el caso que nos ocupa de las exequias reales, la ciudad tiene muy medida
su participación y también asumido que es ella la encargada de la organización y de
su pago. Como indica Vidal a partir del óbito de Mariana de Austria en 1696, «se
traxeron por Zaragoza a punto fijo las ceremonias» y, según ese punto fijo, se siguieron las de Carlos II en 1700 y 1701, las de los delfines de Francia en 1712, la
María Luisa Gabriela de Saboya en 1714 y las de Luis XIV en 1716 un año antes
de la impresión de estas políticas ceremonias23. Después de impreso el libro, en las
siguientes, las de Luis I, tan riguroso ceremonial fue objeto de problemas al chocar
los intereses de la Audiencia y la ciudad por las precedencias.
El cambio de dinastía traerá profundos cambios en el ceremonial. Hay que
recordar que en las honras ciudadanas ejecutadas en la plaza del Mercado, hasta
21
REVILLA, F., Diccionario de iconología, Cátedra, Madrid, 1983; KANTOROWICZ, E.H.,
Los dos cuerpos del rey: un estudio de teología política medieval, Alianza, Madrid, 1985;
ESTEBAN LORENTE, J.F., «Mensaje simbólico de las exequias reales en Zaragoza en el Barroco», en Seminario de Arte Aragonés, XXXIV, 1981, pp. 121-142; MÍNGUEZ; V. M., «El
fénix y la perpetuación de la realeza: el catafalco de Carlos II en la catedral de Lima en 1701»,
en Millars, 14, 1991, pp. 139-152; REVILLA, F., «La magnificación simbólica del monarca
en el cenotafio barcelonés de Carlos II», en Boletín del Museo Camón Aznar, XVIII, 1984,
pp. 5-14
22
Mientras las referencias simbólicas varían, permanecen el edificio, la construcción del túmulo y capelardente: vid. SOTO CABA, V., «El peso de la tradición. Los arquitectos y la elaboración de los
catafalcos cortesanos en la primera mitad del siglo XVIII», El Arte en las Cortes europeas del
siglo XVIII, Madrid, 1989, pp. 713-718; BOTTINEAU, I., El arte cortesano en la España de
Felipe V. 1700-1746, FUE, Madrid, 1986, pp. 324 y ss. Para la muerte del Delfín en 1711, el
catafalco madrileño en el monasterio de la Encarnación estaba flanqueado por cuatro estatuas representando virtudes del príncipe fallecido: religión, fuerza, obediencia y piedad, y todo ello coronado por una flor de lis: vid. CAÑIZARES, J., España llorosa sobre la fuesta pyra, el augusto
mausoleo y regio túmulo que a las sacras, ilustres, generosas cenizas de su Serenissimo padre
Luis de Borbon, Delphin de Francia... Madrid, 1711. El funeral por Carlos II en Santiago de
Compostela recogía algunos jeroglíficos bien explícitos de esta continuidad dinástica e identificación: en el jeroglífico 16 estaba pintado el testamento de Carlos II con un finis y una mano que
pone la Corona a una flor de lis; en el 17 las tres Gracias esparcen flores de lis por el sepulcro de
Carlos II: vid. LÓPEZ, R.J., Ceremonia y poder a finales del Antiguo Régimen. Galicia, 17001833, Universidad, Santiago de Compostela, 1995, pp. 100-102; y nota 80. También ESTEBAN,
J.F., «Mensaje simbólico de las exequias reales realizadas en Zaragoza en la época del Barroco», Seminario de Arte Aragonés, XXXIV, 1981, pp. 126-127.
23
VIDAL, L., Políticas ceremonias…, óp. cit., p. 70.
388
Carlos II, los diputados del reino y el Justicia Mayor tienen un lugar preeminente24
y se identifica el duelo de la ciudad y el reino por sus símbolos y signos bien visibles. La lamentación jeremíaca en el capelardente de Carlos II en 1701 o la alegoría de Zaragoza llorando a María Luisa en 1714 dejarán paso a España, identificada por su escudo, llorando la pérdida de su rey.
Había dos sitiales sobre tarima para el virrey (izquierda) y arzobispo (derecha)
y tras ellos bancos o escaños corridos en ángulo. El primer asiento era para el Justicia y el otro escaño atravesado para el regente de la Real Audiencia. Al otro lado
del pasillo y tras el sitial del arzobispo, los diputados, según el orden acostumbrado.
Detrás los jurados, caballeros y ciudadanos, abogados, oficiales del reino, ciudades,
clérigos de San Pablo y, más atrás, la Iglesia y los capítulos. Los otros dos momentos en los que se hace patente el protocolo y el ritual son en la procesión que recorre unas calles de la ciudad desde las casas del concejo hasta la Seo y en los oficios
de la propia catedral. El cortejo y la procesión es un momento especial en las festividades: tiene una gran carga emblemática porque se produce una «apropiación
simbólica del territorio», de la ciudad, y se presenta jerárquicamente la rígida sociedad estamental del Antiguo Régimen. De la sociedad en todos sus órdenes pero, de
los más arriba citados, han ido cayéndose del protocolo los cargos representativos
del reino a medida que se han ido produciendo los cambios políticos derivados de
la Nueva Planta y de decretos anteriores. En los ejemplos zaragozanos de la primera mitad del siglo XVIII podemos apreciar estos cambios y los programas marcadamente políticos que los acompañan. Permanece Zaragoza llorosa, permanece la
idea de la muerte y se introducen los símbolos identificativos de la nueva monarquía
(el espectador debe entender que son nuevas armas, banderas, estandartes, colores) y se introduce también la conexión francesa. Quizás donde más correctamente
se aprecie el contenido político de los mensajes de este funeral sea en algunas de
las poesías y escrituras expuestas en el espacio de la celebración mortuoria y en la
oración fúnebre.
No hay un momento tan intenso en cuanto a propaganda política de identificación con una dinastía: 1711, 1712, 1714 y 1716, por hechos luctuosos, pero
también 1711 y 1712, con la entrada real de Felipe V y una fiesta aristocrática en
honor de la princesa de los Ursinos, respectivamente25.
24
SERRANO MARTÍN, E., «El Justicia de Aragón y las ceremonias y fiestas públicas en la Edad Moderna», en Cuarto Encuentro de estudios sobre el Justicia de Aragón, El Justicia, Zaragoza,
2004, pp. 41-52, esp., pp. 45-48.
25
SAMPER, P.M., Festivo obsequio de amor y obligación con que la ciudad de Zaragoza celebró
la venida de Sus Majestades… Pascual Bueno, Zaragoza, 1711. ESCUDER, J.F. y J. MARTÍNEZ
DE LA ROCA Y BOLEA, Los desagravios de Troya, comedia la nacimiento del príncipe Felipe
Pedro de Borbón. Libreto, Zaragoza, 1712. Música, Madrid, Imprenta de Música, 1712.
389
La subida al trono de Luis I tras la abdicación de su padre, Felipe V, el 10 de
enero de 1724, como hemos dicho, llenó de esperanzas a los reinos hispánicos: un
monarca español de nacimiento accedía al trono. Pero su proclamación acarreó
problemas protocolarios. En Valencia26, que siguió el modelo sevillano de proclamación, surgieron diferencias entre el Capitán General y la ciudad. Esta quería que
el primer acto de la proclamación se hiciera en el lugar que mejor le representaba:
en la plaza de la Seo, pero el Capitán General quería que fuese en el llano real
donde se encontraba su palacio. Dos instancias enfrentadas con una gran carga
simbólica; una nueva lectura política de la fiesta: ¿absolutismo versus foralismo?
Será el absolutismo quien gane y el Rey decidirá que sea en el llano la primera y
dejar luego el orden a la ciudad. Lo mismo sucedió en Zaragoza, pero no con Luis I,
sino con Fernando VI. La proclamación el día 29 de septiembre de 1746 comenzó
en un tablado frente al palacio del gobernador para luego volver hacia atrás a la
plaza del Mercado y después continuar en la Magdalena y, finalmente, frente al
Ayuntamiento y junto a la puerta del Ángel27. El protocolo y el ritual son también
muestras de poder; son una manera de expresar la ideología28.
26
MONTEAGUDO, M.P., «Fiesta oficial e ideología del poder monárquico en la proclamación de
Luis I en Valencia», en C. ÁLVAREZ SANTALÓ y C. CREMADES (eds.), Mentalidad e ideología
en el Antiguo Régimen, Universidad, Murcia, 1993, pp. 329-338.
27
GÓMEZ ZALÓN, J., Relacion de las festivas demonstraciones de fiel gozo y leal afecto con
que… Zaragoza… celebró la Exaltacion al Throno de su amado Monarca el señor D. Fernando
el VI… en el dia 29 de septiembre de 1746… Imprenta del Rey y de la ciudad, Zaragoza, 1747.
28
RODRÍGUEZ DE LA FLOR, F., Atenas castellana. Ensayos sobre cultura simbólica y fiestas en
la Salamanca del Antiguo Régimen, Junta de Castilla y León, Salamanca, 1989, p. 37.
390
Este libro se terminó de imprimir
en los talleres de INO Reproducciones,
en Zaragoza, el 10 de agosto de 2009.
Tal día como hoy, en 1982,
se aprobó la Ley Orgánica
del Estatuto de Autonomía de Aragón
• Antología de textos sobre la economía
aragonesa medieval,
José Ángel Sesma y Juan Fernando Utrilla
• El pasado oculto. Fascismo y violencia en
Aragón (1936-1939),
Julián Casanova (coord.), Ángela Cenarro, Julita
Cifuentes, M.ª Pilar Maluenda y M.ª Pilar
Salomón
• UMD. Militares contra Franco. Historia de la
Unión Militar Democrática,
Javier Fernández López
• El Ebro: puente de Europa. Pensamiento
musulmán y judío,
Joaquín Lomba
• Fusilados en Zaragoza (1936-1939). Tres
años de asistencia espiritual a los reos,
Gumersindo de Estella, José Ángel Echeverría y
Tarsicio de Azcona (coords.)
• Las azucareras. La Revolución Industrial en
Aragón,
José Antonio Gracia Guillén
• General Vicente Rojo: mi verdad,
Javier Fernández López
• Delitos políticos y orden social. Historia de
la cárcel de Torrero (1928-1939),
Iván Heredia Urzaiz
• Lecturas para comprender Aragón2,
Agustín Ubieto Arteta
• Credere, obbedire, combattere. Fascistas
italianos en la Guerra Civil española,
Dimas Vaquero Peláez
Página 1
En este libro, el lector encontrará un conjunto de trabajos inéditos sobre distintos aspectos
del Aragón de los Austrias. Uno de los grandes asuntos del siglo XVI fue la conversión forzada
de los mudéjares de la Corona de Aragón. Aquí se estudia el bautismo de los aragoneses, pero
con un detenido análisis de la respuesta que los distintos actores del drama –emperador,
moriscos, señores, iglesia y reino– dieron al ultimátum de Carlos V de cristianismo o exilio.
La fortuna que corrieron algunos de los pocos aragoneses que emprendieron en el siglo XVI
la aventura americana es analizada a partir de los testamentos conservados en el Archivo
Histórico de Indias. Otra de las colaboraciones se ocupa del señorío del arzobispado de
Zaragoza. Por fin conocemos los lugares, derechos, privilegios y rentas del primer jerarca de
la iglesia aragonesa. En la configuración de los ingresos de la mitra de Zaragoza no significaban
mucho pero daban al arzobispo, que tenía las rentas más elevadas de Aragón, el prestigio
social que requería su posición eclesiástica. La delincuencia es objeto de dos estudios bien
diferentes. Uno de carácter comarcal, la comunidad de Albarracín, informa de delitos civiles
o criminales, persecuciones, capturas, cárceles, verdugos y también de estatutos y desafueros
criminales que es el tema del segundo trabajo para todo el territorio aragonés. El desafuero,
la supresión temporal de las garantías forales, era el recurso jurídico utilizado para reprimir
la delincuencia cuando se desbordaba. Antes de violentar la ley, se dejaba en suspenso durante
el tiempo que se consideraba prudente. La fórmula desapareció con los Fueros en 1707 y, con
ella, el juramento de los reyes antes de ser reconocido el nuevo monarca. Tras la imposición
del absolutismo, como analiza con detenimiento otro de los trabajos, los reyes ya no juran
los Fueros, simplemente son proclamados. Frente a los sin ley, la investigación se ha llevado
al otro extremo de la sociedad, a los poderosos que no solo aceptan el orden social sino que
además lo controlan. Unas cuentas páginas diseñan los distintos recursos y estrategias puestas
en práctica por estas familias para ascender en la escala social, conquistar y mantener
el poder. Metidos ya en los comportamientos sociales, en la vida cotidiana y en las modas,
temática reciente de la historia, el por qué los niños de las elites, todavía por descubrir
la infancia, eran vestidos como hombrecitos es la materia de otro artículo. Además del vestido
había otras modas que resultan hoy curiosas. En el siglo XVII se convirtió en señal de
distinción social el cartearse con las monjas visionarias más famosas del momento.
Ninguna de ellas lo fue tanto como sor María Jesús de Ágreda; con esta mujer mantuvieron
correspondencia el monarca y otras familias nobles, entre ellas, la de los Borja.
Esa correspondencia completa esta miscelánea obra del Grupo de Investigación Consolidado
Blancas.
• ¿Qué es el Archivo de la Corona de Aragón?,
Carlos López Rodríguez
• El Frente de Aragón.
La Guerra Civil en Aragón (1936-1938),
Grupo de
Investigación
Consolidado
BLANCAS
José M.ª Maldonado Moya
• Verano del 36. La fosa común de la Guerra
Civil de los Llanos de Caudé (Teruel),
David Alonso Císter
ISBN 978-84-8465-302-8
www.miraeditores.com
Gregorio Colás Latorre
(Coordinador)
(Coordinador)
16:01
Gregorio Colás Latorre
14/10/09
Estudios sobre el Aragón ƒoral
17412 PORTADA FORAL:Maquetación 1
Estudios
sobre el
Aragón
ƒoral
El Grupo de Investigación Consolidado Blancas
se formó en 2004 y está constituido por los
profesores permanentes de la Universidad de
Zaragoza Gregorio Colás Latorre, catedrático de
Historia Moderna, investigador principal; José
Antonio Armillas Vicente, catedrático de
Historia de América; los doctores José Ignacio
Gómez Zorraquino, José Manuel Latorre Ciria,
Eliseo Serrano Martín y Enrique Solano Camón,
profesores titulares de Historia Moderna;
Javier Sarasa Sánchez, profesor titular de la
Facultad de Educación y Jesús Gascón Pérez,
doctor y jefe de estudios de la Universidad de
la Experiencia. Además, están integrados en el
equipo como colaboradores los doctores Ana
Morte Acín, José Luis Castán Esteban, profesor
de Instituto y Eloy Cutanda Pérez, maestro, y
los licenciados Jorge del Olivo Ferreiro,
profesor de Instituto, Pablo García Hinojosa,
maestro, y Elena Giménez Alvira, licenciada.
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