SDV-90AnosMSA

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90 Años P.Mario Sanguinetti
HOMILÍA MONS.
JAVIER PRADO
Queridos hermanos sacerdotes,
Queridas hermanas y hermanos cursillistas:
Debo decirles, en primer lugar, que para mi fue una gran sorpresa el llegar aquí
y saber que tenía que presidir esta Eucaristía, no venía preparado para ello, así
es que el Espíritu Santo tendrá que hablar por mis labios. Yo pensaba que el
Padre Mario iba a presidir esta celebración, pero me encontré con la sorpresa
de que él había tenido un pequeño percance, pero que va a estar presente al
final de la Eucaristía.
En segundo lugar debo decirles que me alegra mucho ver algunas caras
conocidas, de tiempos antiguos, y para los que no nos conocemos, decirles que
yo no soy cursillista, a pesar de todas las oraciones que han hecho los
cursillistas, nunca lograron convencerme para ir a un Cursillo, nunca me
convirtieron, pero si, los quiero muchísimo.
Yo fui años atrás Obispo Auxiliar de esta Diócesis, después fui Obispo en
Rancagua, y ahora, como jubilado, como viejito, aun cuando hay una palabra
muy linda "emérito", que no significa lleno de méritos, sino viejo jubilado, estoy
de vuelta en estas tierras prestando los servicios que puedan presentarse.
Quiero decirles que es esta una hermosa ocasión para darle gracias al Señor
por esta figura sacerdotal del Padre Mario. Yo se que anteayer fue el día de su
cumpleaños y que se celebró en su comunidad de los Padres Pasionistas, en la
Gruta de Lourdes, con la presencia del Obispo Mons. Gonzalo Duarte, el que
lamenta no poder estar aquí hoy día, porque los pobres Obispos diocesanos
tienen que “hacerse huinchas” con su tiempo.
En efecto, esta mañana tuvimos en la Catedral la ordenación de dos nuevos
sacerdotes para la diócesis, después de almuerzo debió partir a Quillota para
reemplazar al Vicario de la Parroquia de San Martín que está con hepatitis y
tenía programada una jornada muy importante, por lo que debió usar al Obispo
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de rueda de repuesto, y a las 19:30 hrs. tiene que estar en la primera Misa de
unos de los sacerdotes ordenados esta mañana.
Es en realidad un motivo de alegría tener un Obispo tan dinámico, y sobre todo,
motivo de alegría es tener estos dos nuevos sacerdotes, con los cuales contará
la Diócesis desde esta mañana, uno originario de Concon y el otro originario de
la Parroquia de Achupallas, en la cual yo modestamente colaboro.
Debo decirles también que es hermoso celebrar esta Acción de Gracias por la
vida sacerdotal del Padre Mario en esta fiesta de la Santísima Trinidad. A Mario
ustedes lo conocen muy bien, así es que yo no necesito decir nada de él,
solamente que es un sacerdote ciento por ciento, a tiempo completo, y eso, en
estos tiempos, vale mucho. Creo que el testimonio que él nos da a sus 90 años,
ese estar preocupado de todas las cosas de la Iglesia, de servir a las almas, de
ayudarlos a ustedes como Movimiento, es una gracia especial del Señor.
Cuántos beneficios espirituales han recibido Uds. de su Padre Mario, y como el
cristiano tiene que tener un corazón agradecido, estamos aquí, para
agradecerle al Señor que haya escogido a este hombre, que en un determinado
momento de su vida escuchó Su voz que lo llamaba y le dijo un "SI" definitivo,
“SI del primer momento que seguramente ha repetido muchas veces en su vida,
porque el Señor siempre nos está llamando, nos llama de una manera u otra,
nos llama a través de los acontecimientos de la vida que tenemos que
enfrentar, nos llama cuando tenemos que tomar una resolución importante en
nuestras vidas, como los llamó a muchos de ustedes a la vida matrimonial.
Cada uno de nosotros tiene una vocación, un llamado del Señor y decirle que si
a esos llamados reiterados del Señor, a un estado de vida o a una actividad
concreta en nuestra vida, es un don que el mismo Señor nos regala.
Abrir el corazón, estar siempre abiertos a recibir estas gracias del Señor nos
compromete con Él, nos compromete a tener un corazón agradecido, como
debe ser el corazón cristiano. Por eso estamos agradeciendo al Señor en esta
tarde, alabándolo y bendiciéndolo, porque ha despertado en su Iglesia una
vocación como la del Padre Mario, de servicio y de entrega.
La fiesta de la Santísima Trinidad debe hacernos pensar en lo fundamental de
nuestra fe. El misterio de la Trinidad es el misterio esencial, Jesús nos dice "si
alguno me ama, mi Padre lo amará y vendremos a él y estableceremos
nuestra morada dentro de él". Si estamos aquí es porque amamos al Señor y
si amamos al Señor amamos al Padre, y el Espíritu de Dios viene a nosotros,
nos da su gracia, su fuerza, y y nos convierte en templos vivos de la Santa
Trinidad.
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Este templo que nos cobija y en que nos hemos reunido a celebrar es hermoso,
pero el templo interior de nuestras vidas es mucho más hermoso, porque en el
interior de nuestras vidas está la Santa Trinidad en pleno, el Padre, el Hijo y el
Espíritu Santo. Hemos nacido a la vida cristiana en el nombre de la Trinidad y
en el nombre de la Trinidad se nos entregan los sacramentos de la Iglesia, que
fortalecen nuestra fe, que nos dan esperanza, que animan nuestra existencia
de seguidores de Cristo, de luz viva de la presencia del Señor en medio de
nosotros.
Le damos gloria a la Trinidad, como lo hacemos cada domingo cuando
cantamos el Gloria, como lo hemos cantado también en esta tarde, porque
sentimos que esa presencia de la Trinidad en nuestras vidas, es la que nos ha
permitido y nos sigue permitiendo vivir nuestra fe, crecer en nuestra fe, y buscar
siempre dar una respuesta generosa al llamado que el Señor nos hace.
Un antiguo Obispo de Chile, de quien era este anillo que llevo en mi mano,
Monseñor Ramón Munita, decía que había que predicar siempre "cortito y
bonito". Cuando él celebró sus 60 años de vida sacerdotal, comenzó
contandonos esta anécdota, y contó que esto de predicar "cortito y bonito" se lo
había enseñado un Obispo argentino, a lo cual agregó, "como yo no sé predicar
bonito, voy a predicar cortito"…Habló 45 minutos.
Yo no les voy a hacer pasar el mismo susto. Por eso, con mucho gozo, demos
gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo por la vida sacerdotal de Mario y por
encontrarnos aquí reunidos para manifestar al Señor nuestra gratitud por
habernos puesto en el camino de nuestras vidas a este sacerdote ejemplar, que
ha vivido en su vida siempre el misterio de la Trinidad.
Al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, honor y gloria por los siglos de los siglos,
Amén.
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