Anfitrión con privilegio real por diez años

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Plauto
Anfitrión
Traducción de
Francisco López de Villalobos (1517)
Biblioteca Saavedra Fajardo 2015
Biblioteca SAAVEDRA FAJARDO
de Pensamiento Político Hispánico
Plauto.
Anfitrión.
Traducción de
Fco. López de Villalobos
LA COMEDIA DEL MARRANO
José Luis Villacañas Berlanga
1. La fortuna española y europea de Plauto. Es sabido que San Agustín
no cita a Plauto. Para la edad media, hasta que Nicolás de Cusa descubra en 1428 el
manuscrito con las doce comedias que formaría el corpus renacentista del cómico
romano, el canon de la comedia lo ofrece Terencio. Todavía algunos amigos de Petrarca
no habían escuchado el nombre de Plauto, por mucho que Bocaccio ya hubiera
organizados cuentos en su Decamerón basados en sus historias [los relatos VII. 8, 9 y 10
proceden de Plauto y son historias de celos y de dobles]. Antes, poca cosa. Sólo Vitalis
de Blois escribió una imitación de Anfitrión en el siglo XII, que es conocida con el
nombre de Geta, y que fue editada por Allison Goddard Elliott, en su Seven Medieval
Latin Comedies, en 1984 en la ciudad de Nueva York . Los primeros incunables con las
obras de Plauto vieron la luz hacia 1472 y las primeras traducciones alemanas se
produjeron hacia 1475. Hacia 1478 se formaban ya los Dicta Plautina, como el célebre
de Bonus Acursius, que hacía de Plauto la más alta eminencia entre los latinos. En 1490
un equipo de humanistas italianos, con Angelo Poliziano, Filippo Beroaldo, Giorgio
Merula y Ermolao Barbaro, editaron las veinte comedias con glosas, y esta es la edición
que tiene nuestro Villalobos como base de nuestra traducción. En 1491 vieron la luz los
Vulgaria Plauti, la recopilación de Jacobo de Breda. Cuando Francesco Asolano publicó
con Aldino en 1522 la colección de Plauto, ya se reconocía en él la elegancia y la pureza
de su latín.
La historia de la representación de Plauto es más tardía y tuvo su inicio
en la corte de la casa de los Este, hacia 1486, cuando Francisco Gonzaga e Isabel del
Este se casaron. Una representación en italiano tuvo lugar en 1487, con traducción
rimada de Pandolfo Colenuccio. Al parecer, hacia 1493 las obras de Platuo podían ser
contempladas por un público numeroso. Se ha llegado a hablar de 10.000 espectadores
en una de ellas, verificando la idea de que Terencio era más para ser leído y Plauto para
ser visto. Hacia 1500, Plauto era dominante en la pléyade de humanistas de Bologna y
sus méritos se cifraban en su camaleónica versatilidad y su capacidad de reflejar el
mundo. Hacia 1508, Ariosto, con su Cassaria, y Maquiavelo con su Mandrágora, podían
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escribir comedias al estilo de Plauto y no con menor intención política que el mismo
romano. Erasmo, que gustaba de Terencio, no llegó a Plauto hasta muy tarde, aunque se
rindió a él en los Adagia de la edición de 1533, como dice H. B. Norland en un pasaje
de su erudita obra .
Luego, todo se aceleró. Por el año 1530 Plauto se editaba en París, y
hacia 1535 se publicaba en Lyon, y por obra de Sebastián Gryphius, la colección de
Plauto más usada. A su aire se escribieron defensas de su obra, sin duda con la
pretensión de que Francisco I la incluyese en su corte. Por eso se argumentó que en
modo alguno podía ser tomado por un bárbaro. Para 1550 Joachim Camerarius editaba
una nueva colección teniendo en cuenta dos manuscritos recién encontrados. Para la
época de Trento, Plauto ya era un autor lascivo para los italianos y licencioso y vicioso
para los franceses, aunque no obtuvieron sus razones de la carta de Navaggero a Jean
Grolier, que solía anteceder a las ediciones de Terencio, pues aquel sólo le llamó
“crudo” en su lenguaje e inconexo en sus tramas. Sin duda, Justo Lipsius sería el gran
defensor de nuestro autor, el que lo llevaría hacia el Barroco. No podemos entrar en el
complejo cosmos de la recepción de Plauto por Shakespeare. Sólo podemos recordar
que fue ingente .
No podemos aludir a la suerte de Plauto más allá de la época que nos
interesa, la referida a nuestro Francisco López de Villalobos. Lo bien cierto es que
nuestro médico no amaba la gravitas o la urbanitas de Terencio, sino mucho más la
dicacitas de Plauto, esa capacidad de lo cómico basada en el impulso satírico del
lenguaje (la diferencia como es sabido procede de Navaggero, pero viene ya de
Horacio). La diferencia básica tiene que ver con la autoconciencia de clase de los
humanistas. El noble Terencio cuadraba más con las expectativas de auto-presentación
de los humanistas. El vil, esclavo, plebeyo y servil Plauto era más afín con la
comprensión que de sí mismo tenía el marrano Villalobos. En el Libro de los Chistes
que editó Luis de Pinedo a principios del reinado de Felipe II se recogen dos
relacionados con nuestro médico [el 38 y el 39] que identifican de forma clara la autoironía que siempre mantuvo . Sin duda, este hecho concede a Villalobos su lugar en el
humanismo vernáculo castellano, tan característico respecto al humanismo latino, y
muestra la naturaleza relativamente bárbara del primero. Joan Lluis Vives todavía
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pensaba en De tradendis disciplinis que Plauto daba a sus personajes las libertades que
él mismo no se había podido permitir como esclavo. El comentario no solo denuncia la
depravatio y la deformidad que a menudo presentan los personajes de Plauto, sino que
sobre todo muestra hasta qué punto Vives intenta olvidar los aspectos humillantes de la
vida. Pero los sueños saturnales de las comedias de Plauto, como esa escena en Asinaria
en la que unos esclavos montan a su joven dueño que les ha pedido dinero para ir a casa
de su prostituta, bien podía compensar las horas tristes de los que, como Villalobos,
corrían una suerte que Vives había superado con el expediente de perder su patria.
Como podíamos suponer, para los estudiosos europeos del Renacimiento,
nuestro Villalobos apenas cuenta . En un artículo, por lo demás erudito hasta la
perfección, se puede leer esta página: “El 1550 ve la traducción española de Miles
Gloriosus”. Nada de la edición muy anterior de nuestro Villalobos. Se cita la edición
inglesa de Anfitrión de Copland en 1560 . No cuenta la de 1517 de nuestro judío, ni la
presencia de Plauto en la Castilla del primer humanismo . De ahí que no se haya
contemplado ni tenido en cuenta la manera en que un marrano hispano puede
aproximarse a esta obra. Y eso que Villalobos no es un mero traductor de la obra. Como
dice en su propia introducción, la obra era leída en Salamanca por los estudiantes y
sabemos que para 1530 existía la obligación de representar comedias de Plauto o
Terencio en el primer domingo de las octavas del Corpus . Sobre esta tradición variarán
los jesuitas, como es sabido. Sin embargo, el latín antiguo de Plauto no permitía una
clara comprensión entre los jóvenes lectores latinos. De ahí la necesidad de acompañar
un texto castellano. Sin duda, otra demanda mucho más clasicista y pedagógica deseaba
atender Pérez de Oliva cuando dio a la imprenta en Sevilla su adaptación de 1525, con
el título de Muestra de la lengua castellana en el nascimiento de Hércules o Comedia de
Anfitrión y que en 1976 dio a conocer C. G. Peale, en su edición de Córdoba .
La valoración que hace Villalobos de Plauto es de una clara sutileza . Por
una parte es para él el fundador de la elegancia de la poesía latina. Por otra parte, dada
la condición de sus personajes, posee un estilo “inusitado, muy fragoso y muy áspero”.
Villalobos emprendía la heroicidad de traducirlo, pero no contento con ello le propuso a
la obra una serie de glosas y un tratado adicional. Todo ello ofrece a su versión una
intención y una vértebra hermenéutica exigente y sutil. Por eso es tanto más extraño que
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una pieza central de nuestro humanismo vernáculo no haya sido estudiada como se
merece ni puesta en relación con los estudios europeos. Y en este sentido, merece la
pena recordar el momento en que Villalobos dio a la estampa de Alcalá de Henares, en
las prensas de Brocar, esta traducción, junto con el tratadito que la última y con la
alabanza de la mujer que le sigue como colofón.
Sabemos que Villalobos acompañó al rey Fernando II de Aragón hasta
sus últimos días. No era el médico principal de la corte, que era el mítico doctor Parra, a
quien nuestro traductor escribirá sabrosas cartas. Desde luego, el médico en este tiempo
era un personaje menor, cercano a los declarados humanistas. Como ellos, escribe cartas
en latín y en romance sobre la actualidad de la corte, por lo general en tono distendido y
humorístico. Ya lo había hecho el médico de Juan II. Pero Villalobos había publicado
ya algunas cosas importantes como el Sumario de Medicina, en 1498, y en 1514 había
dado sus Congresiones, impresas en Salamanca, todavía siendo “assistente catholico
rege”. Fue al año siguiente cuando se puso con la traducción de Plauto. Sin duda, el
médico ya suponía que estaba cerca el final de la vida del rey y, con esta obra, dedicada
a un grande de España, buscaba nuevos trabajos. Desde Calatayud, el 6 de octubre, ya
hablaba de la “grave enfermedad del rey” y aseguraba que eso era lo único que le
retenía en la corte. A pesar de todo, no lo hizo. En 1517 esperaba la llegada del nuevo
rey Carlos y el reino hervía de inquietud. Los frailes predicaban fervor a las masas con
su sentido apocalíptico habitual, las ciudades se mostraban inquietas y la Inquisición
estaba relajada, pues Cisneros apenas podía hacer otra cosa que huir para no entregar los
poderes a los delegados del rey Carlos, que le perseguían por los caminos embarrados.
Villalobos mostró sus dudas y ansiedades, pero al final se quedó cerca de la corte.
Dadas las cartas que escribió por ese entonces, se trataba de cobrar lo que se le debía. Al
final, se quedó en la corte como doctor de la reina Germana, aunque en una situación
muy marginal. Todo hasta que llegó una diarrea en la corte. Así lo cuenta Villalobos:
“Ya estaba yo con estas dilaciones por echar una soga a la garganta, si no me proveyera
Dios de una muy buena vendimia, en que hubo tantas evenidas de cámaras por
flamencos y españoles que me podrían ellos decir lo que decía la otra a su rufián cuando
reñían: ‘Vellaco, de mi culo comes, de mi culo bebes’. Por aquí se despachó mi asiento
con el Rey y por aquí entré en conocimiento de todos los extranjeros; así que yo entré
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en Palacio por la puerta falsa de Monsieur de Xeures” . Desde luego, por estas fechas,
Villalobos y Narciso, el médico de Carlos, debieron tener sus primeros enfrentamientos.
Sin duda, ya era una época de mucha actividad literaria en nuestro médico, que se sabía
con un pie fuera de la corte. En una carta al Almirante de Castilla, otro posible
empleador, Villalobos habla “de aquel librillo que tengo dedicado al nombre de V.S.”
Que era un librillo de bromas se extrae por el contexto. Daríamos mucho por saber de
qué librillo se trataba.
De forma habitual, se suele decir que los malentendidos de la comedia de Plauto
conciernen a equívocos genéricos de la mente humana, que hace de la encarnación de
los dioses proyecciones de los sueños humanos en tanto que motor poderoso de los
deseos. La enseñanza de la obra, por tanto, tiene que ver con el control de los deseos .
Villalobos no quiere ocultar que uno de los valores de la obra era su naturaleza
filosófica, su doctrina. En esto coincide con los adaptadores ingleses, tal y como Jacke
Jugeler, de mitad del siglo XVI en plena época Tudor , aunque al final su enseñanza es
más bien la de no dejarse llevar por el “astuto sofista” [cunning sophist]. Esta finalidad
pedagógica todavía resuena en Pérez de Oliva, quien desea mostrar la vida desdichada
de los humanos bajo el dominio de esos sofistas tiranos que eran los dioses paganos.
Sin embargo, la intención de un marrano como Villalobos no podía dejar de
incluir entre el politeísmo a la religión cristiana. La vinculación entre el nacimiento de
Hércules y el nacimiento de Cristo era un tema muy antiguo que no había pasado
desapercibido por gente como Dante, con su Canción a Hércules, o el poema de
Coluccio Salutati de laboribus Herculis. Hace tiempo, Marcel Simon dedicó un libro a
Hercule et le Christianisme, en la Universidad de Estrasburgo, en 1955 y analizó todos
estos materiales, que culminaban en el Hercule Chrétien de Ronsard. Pero todas estas
aproximaciones, de inspiración humanista, querían confirmar el sincretismo de las
tradiciones paganas con las bíblicas y se centraban en el papel salvador de Hércules. El
clima de la Castilla de 1517 era muy diferente y Villalobos no podía ignorar viejas
historias talmúdicas sobre Jesús . Ya Tremallo llamó la atención sobre este pasaje de
Caro Baroja: “De esta intemperancia parecen hacerse eco incluso algunos conversos de
los procesos a fines del siglo XV: incluso la tesis de que el Mesías era hijo de adulterio”
.
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Podemos suponer que un marrano como Villalobos interpretara la obra de Plauto
como un anticipo de las fábulas sobre dioses y hombres que habían llevado a la
emergencia del cristianismo, para él una degradación pagana de la sencilla y razonable
religión judía, con su radical dualidad entre hombre y Dios. Que la obra era relevante
para el cristianismo también lo vio Pérez de Oliva, cuando puso de su cosecha un
colofón que hacía de la obra un anuncio profético del cristianismo, puesto en boca de un
Anfitrión cansado de la injusticia que los dioses cometen con los hombres. En efecto, en
un pasaje final aprovecha para mostrar que los dioses paganos sólo pudieron ser creídos
por hombres infames, que veían en ellos el ejemplo de sus propios vicios. Sin embargo,
entre los hombres “buenos” todos esos dioses eran por tenidos por tiranos y este era el
sentimiento que Oliva deseaba poner en el corazón de su héroe. La razón era que Júpiter
usaba de su poder para “servir a sus viles deleites” a costa de hacer sufrir a los seres
humanos. La sensación que domina la escena final del marido humillado y de la esposa
engañada (aunque no “corrompida”, se apresura a subrayar Oliva) es la de una radical
impotencia. “Pésame que no somos de igual suerte para poderlo combatir”, dice
finalmente el héroe. El combate contra los dioses debe ser conducido y ultimado por
otro dios. Pero la impotencia humana ya lo anuncia. “Pero algún dios santo y bueno
destos males nos dará venganza”. El cristianismo así emerge como la venganza del
hombre humillado contra el mundo pagano, que hace pagar a sus dioses con la muerte
ante un Dios triunfante que vence al precio de morir también.
Timoneda, desde luego, se va al otro extremo. De partida es mucho más cercano
a Villalobos, y como él coparte la mirada resentida que hace al agudo de ingenio natural
por lo general “desdichado y pobre” de fortuna [3v, Al ilustre señor]. Como Villalobos,
comparte cierta megalomanía, pues no duda presentarse en el poema que antecede como
“el grande Timoneda” por quien “floresce Turia y su arboleda”. [4r]. “¿Tu nueva luz, tu
arte, do lo vieron?”, dice otro amigo, Felipe de Arcayna, en un nuevo soneto. Para él, lo
decisivo de estas obras es que son “sentenciosas, dulces y regocijantes” [5r].
Completamente paganizante, Timoneda, nos propone una escena previa para mostrar la
voluntad de la joven virgen Pacuala de quedarse con los dos amantes, Morato y Roseno,
un negro y un blanco, como era fácil en la morisca Valencia, para así dejar de ser virgen
lo antes posible y por partida doble. Por mucho que confiese utilizar la obra para
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denunciar “la vanidad con que los gentiles adoraban a sus dioses” [7v], la conclusión
que extrae de toda la obra es completamente propia de una irreverente cultura morisca.
En justa recompensa por su incursión en territorio humano, Timoneda pide una
compensación estrictamente simétrica: “Señor Júper: embíanos d’allá algunas diosas
para nosotros, en pago del empreñamiento de nuestra dama”.
Villalobos también denuncia los dioses de la gentilidad, ajenos a la humanidad y
a la razón y por completo entregados a la bestialidad. La explicación que nos da de ello
es muy cartesiana: “la sutileza del demonio para engañar”. Frente a los antiguos, la
situación de los no gentiles ha mejorado mucho. En realidad, se ha producido una
democratización de la verdad dado que ahora incluso los rústicos conocen el camino
para salvarse, algo que entre los antiguos era “muy escondido y muy cerrado secreto”.
Sin embargo, como Tremallo recuerda, uno de los motti más usados de Villalobos era
“infinitus est numerus stultorum”, así que no está muy claro qué quiere decir de verdad
Villalobos con este asunto. Lo que en modo alguno dice es que se hayan libertado de
este engaño del diablo por obra de la Iglesia. Sólo Dios ha obrado la liberación de la
bestialidad pagana. Pero un Dios que en todo caso tiene como su representante al
médico, el único que puede curar estas fantasías propias de una imaginación
completamente perturbada. Así que no estamos muy seguros de que al proponer este
Dios liberador y emancipador, Villalobos no haya estado pensando en el viejo apotegma
de Alfonso de Cartagena, “deus sive natura”. En todo caso, no debía ser el Dios
cristiano el que le preocupaba. Como se verá en su traducción, el misterio de la pasión
de Cristo es parodiado en esas extrañas y sádicas relaciones por las que Júpiter humilla
y maltrata a su hijo Mercurio, a quien llega a amenazar con colgarlo en la cruz. Así que
tenemos en este texto una primera muestra de la mentalidad protolibertina. En todo
caso, este sería un texto que habría gustado leer a otro que se proclamaría siglos
después, igual que Villalobos, médico, psicólogo y anticristiano.
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Plauto.
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Anfitrión
con previlegio real por diez años.
Alcalá de Henares
30 de agosto de 1517.
Anfitrión
con previlegio real por diez años.
[Im. 3-1] Plauto fue un excelente poeta de comedias, que es un linaje de poesía
que en el tiempo de la antigüedad usaban mucho. Fue muy elegante y muy gracioso.
Llámanle padre de la lengua latina porque comenzó en él la elegancia de la poesía.
Floreció en Roma en tiempo de Marco Catón, orador clarísimo y caballero muy famoso.
Fue tenido este poeta en tanta autoridad que no se desdeña de alabarle Varro; Stolon y
Aulo Gelio y Horacio, y San Hierónimo y Eusebio, y otros muchos sapientísimos
escritores. Y agora en nuestros tiempos han trabajado de corregir y glosar al Plauto
cuatro hombres que en todo género de doctrina fueron los mayores sabios de toda Italia.
Conviene saber, Hermolao Bárbaro, cardenal de Aquileya, y Angelo Policiano, Filipo
Beroaldo y Merula. La primera comedia que este poeta escribió se dice Anfitrión. Esta
es la que aquí traducimos de latín en romance.
Como los fuertes guerreros ejercitan a las veces las personas en los juegos de
cañas y justas para tomar gusto en las cosas de las armas y, recreando con las burlas,
hacerse diestros en las veras; así los entendimientos humanos que suelen contemplar en
las cosas arduas, se abajan algunas veces a ejercitar en las comedias y otras cosas dulces
de poesía como hacía Sócrates, Salón y Platón, grandísimos filósofos y muy aprobados
autores de la sciencia.
Por tanto, si alguno tachare esta nuestra traducción por parecelle impertinente a
los estudios, ninguna injuria nos hace por dos cosas: la una es porque no sabe lo que se
dice, y habemos placer que se consuele de lo que no sabe con reprender al lo que sabe.
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Plauto.
Anfitrión.
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Fco. López de Villalobos
La otra, es por lo poco en que estimamos a tales hombres; que no es razón de tener en
cuenta al que quiere ser tan ruin que determina de ser invidioso.
Quien supiere que vuestra merced1 me manda pagar tan largamente porque se
traslade esta comedia del Plauto, luego verá que tenéis en tan poco cuanto dais que no
queréis que tenga nombre de merced sino de contratación; porque el latín sabéis
entender y hablar con tanta elegancia como todos los que viven dello, y vuestro
romance es el más polido y más agradable de cuantos hayamos visto en nuestra edad.
Así que pudiera vuestra merced guardar sus dineros y gozar mucho mejor de la comedia
en su original que en mi trasunto.
No embargante que, en este nuestro trabajo, el dinero es la presa que queremos
cazar y no el bien y provecho de la República, tres provechos principales se siguen de la
traducción de esta comedia:
El primero es que por ella los estudiantes de la poesía entenderán el latín del
Plauto en Anfitrión sin doctrina del maestro. Y no lo tengan en poco porque como este
poeta es vetustísimo, el estilo suyo es inusitado, muy fragoso y muy áspero.
El segundo es que todos los que quisieren pasar tiempo en leer la comedia, verán
en ella qué dioses eran aquellos que adoraba la gentilidad, y cuán lejos de razón y de
humanidad se fundaban sus ritos y religiones; y cuáles eran las doctrinas y los ejemplos
que los dioses daban a sus vasallos y servidores, y maravillarse han cómo podían creer
tan vana bestialidad unos varones tan sabios y tan ilustres que de su profunda sabiduría
y claros hechos dejaron inmortales memorias, y por eso juzgarán cuánta sea la sotileza
del demonio para engañar y cuánta merced nos ha hecho Dios en desengañar, que nos
ha mostrado la verdad por tan claras sentencias que el camino que agora saben los
hombres rústicos para salvarse [Im. 4-1] era tenido en los tiempos antiguos por sciencia
muy escondida, y muy cerrado secreto.
1
La obra estaba dedicada a Garci Fernández Manrique de Lara y Toledo, tercer conde de Osorno. La
ironía con que Villalobos expone la “excelente genealogía” de este noble se puede comprender
fácilmente. Villalobos recuerda que pertenece al “tronco de los reyes de España”. Pero en realidad, se
sabe que era converso, y que compartía el tronco judío con Fernando el Católico.
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Plauto.
Anfitrión.
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El tercero, es que en esta comedia hay algunos pasos y dichos notables, según
por el discurso della se verán por mi mano notados en la margen.
Si esta comedia por sí no tuviese autoridad, debe ser tenida en mucho por parte
de vuestra merced, a quien es dirigida y recomendada por tres partes que hay en vos,
que cualquiera dellas es materia de muy alta poesía.
La primera es vuestra excelente genealogía, que por la parte del señor conde
Dosorio, a quien Dios dé salud, cuyo hijo primogénito vos sois, por línea derecha
descendéis del muy esclarecido tronco de los reyes de España, y de la antigua y noble
sangre de los Godos. Y por la parte de la señora condesa, vuestra madre, hija del señor
don García Álvarez de Toledo, ilustrísimo Duque Dalba, venís de los emperadores de
Constantinopla, de cuya raíz vino a florecer en España un ramo que frutificó los señores
Dalba, los cuales han sido tan famosos en el uso y ejercicio de la caballería, y sus
hazañas tan espantosas, que no se yo quién recibe la honra del otro: o ellos en venir de
los emperadores, o los césares por respecto dellos.
La segunda, es vuestra prudencia tan grande y vuestra moderación y gravedad
tan cuerda, en caballero tan mancebo y dotado de los bienes de fortuna, que habéis
puesto hasta agora admiración a los que os conocen. Haga vuestra merced de manera
que esto vaya adelante, pues que tan bueno es y tan bien parece.
La tercera es las virtudes que habéis comenzado a obrar, así en las cosas de
cristiano como en las de caballero, tanto que por vuestra persona no habéis perdido nada
de la nobleza de vuestros mayores, antes resplandecen en vos las imágines dellos como
en espejo muy claro y limpio. Y pues el Rey nuestro señor, a quien Dios guarde muchos
años, comienza a conoceros y estimaros en lo que es razón. Tenga vuestra merced de tal
manera la rienda de la perseverancia en la mano, que la mocedad no es dé algún
corcovo2 que os haga salir de camino.
Así que pues vuestra merced tiene en reputación y estima ésta nuestra
trasladación, cosa justa es que la comedia sea por todos tenida en mucho. Habéisla de
mandar corregir, que algunos yerros hallaréis en ella, dellos unos por descuido y otros
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Corcovo. Salto que dan algunos animales encorvando el lomo. Desigualdad, torcimiento o
falta de rectitud.
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por no entender más. Yo me someto al sano juicio y enmienda de vuestra merced cuyas
muy magníficas manos beso.
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[Im. 5-1] Aquí se vuelve de Latín en Romance la
primera comedia del Plauto, cuyo nombre es Anfitríon. La trasladación es fielmente hecha sin añadir ni
quitar salvo el prólogo que el poeta hace en nombre
de Mercurio y sus argumentos. Que esto era bueno para representar la comedia en público y hacer farsa della, porque los miradores entendiesen bien los pasos todos. Aquí no
se pone aquello porque sería cosa desabrida y sin gusto. Bastan los
argumentos que yo pongo por
que dan mejor a entender la comedia, y son
más sabrosos para los leyentes.
Argumento para entender la comedia de Anfitrión
Anfitrión, capitán general de los tebanos contra Terela, Rey de Teleboys, desque
hubo vencido en batalla los teleboyanos y cortado la cabeza valientemente al rey dellos,
y sojuzgada la tierra para el rey de Tebas, Creonte. Él se vuelve victorioso a su casa,
mas antes que a ella llegase, como desembarcó en el puerto ques cerca de Tebas, acordó
de quedarse en el navío aquella noche y envió a su siervo, Sosia, con la nueva buena de
su venida a su mujer Alcumena. En aquella sazón, Júpiter, transformado en la figura de
Anfitrión, y Mercurio su hijo en la figura de Sosia, su siervo, vanse a casa de Anfitrión
como que vienen de la guerra. Recibe muy bien Alcumena a Júpiter, teniéndole por su
marido, y huélganse juntos aquella noche. Mercurio guarda la puerta; en esto, llega
Sosia. Mercurio no le deja entrar, diciéndole: “¡yo soy Sosia y tú no!” Altercan mucho
sobre esta quistión y, después que Mercurio hubo mostrado todos los argumentos y
señales cómo él era Sosia, el verdadero Sosia, atónito y lastimado con bofetones y
puñadas, vuélvese al puerto sin entrar en casa de su amo. Y dice a su señor Anfitrión:
”yo me hallé a mí mismo a la puerta que estaba allá antes que yo llegase, y me di a mí,
el que iba de acá, muy grandes bofetones; y yo, el que quedó allá, estorbé la entrada a
mí, el que vuelvo acá; y así no hice cosa de lo que mandaste”.
Anfitrión maltrata a Sosia pensando que viene borracho. Y así, entrambos de buena
mañana, se parten del navío y vanse para su casa.
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Argumento de la primera scena.
Sosia, enviado por Anfitrión desdel puerto para que diese las nuevas a Alcumena. Va
por el camino de noche, medroso, hablando consigo cómo cumpliría su mensaje.
Mercurio le escucha todo cuanto dice, y le pone más temores de los que él trae. Y
desque se juntan entrambos, Mercurio le burla graciosamente y estórbale la entrada. Así
que se vuelve sin ver a su señora.
Sosia. Mercurio.
SOSIA: ¡Qué hombre hay en el mundo más osado que yo!, ¡o quién es más confiado!,
que conozco las costumbres de los mancebos desta tierra y voyme sólo de noche por
aquí. ¿Qué haría hora yo si las tres guardas de la ciudad me metiesen en la cárcel, y de
allí me sacasen por la mañana y me diesen cien azotes? ¡Yo no podría decir de mi
causa! ¡Ni en mi amo hallaría socorro! ¡Ni habría hombre que no me juzgase por
culpado! Y así como en una yunque descargarían los azotes, en el triste de mí, ocho
valientes hombres. Así que en cabo de mis jornadas yo sería hospedado en posada
pública. El descomedimiento de mi amo me hizo esta fuerza; que sin valerme
excusación me dio priesa para enviarme de noche desdel puerto donde él queda. ¡Como
si de día no me pudiera enviar! Esta servidumbre, dura cosa es, sirviendo a hombre rico.
Y tanto es más desventurado el esclavo cuanto más es rico el señor. Porque todas las
noches y los días sin cesar, jamás en dicho o en hecho, siempre hay buena obra con que
nunca huelgues ni descanses. Ca el hombre rico, como no sabe qué cosa es trabajo, con
cualquier fatiga que a hombre le venga de lo que él manda le parece que absolutamente
lo puede mandar y que es cosa justa que se haga. No cura él de ponderar el trabajo que
de allí se sigue, ni de pensar si es cosa justa o injusta que lo mande. De manera que en
la servidumbre se requieren muchos agravios, y es menester que se lleve y se sufra con
gran trabajo.
MERCURIO: ¡Con mayor razón me podría yo quejar hoy de la servidumbre que no éste;
pues que he sido libre. Y éste se queja della siendo padre de servidumbre porque nació
esclavo, y nunca supo qué cosa es libertad. Yo agora esclavo soy hecho como él.
SOSIA: Agora me viene al pensamiento, que yo haría mejor viniendo de tales jornadas,
en dar gracias a los dioses por las mercedes que me han hecho y adorarlos, que no en
blasfemar y quejarme de los agravios de la servidumbre. Siquiera porque no me den,
según mi merecido, otras tales gracias como yo les he dado, echándome algún hombre
mano que buenamente me quebrante las muelas, porque soy ingrato y olvidadizo de los
bienes que me hicieron.
MERCURIO: Éste hace lo que no suele hacer el vulgo, que conoce su culpa y su
ingratitud.
SOSIA: ¡Hanos venido tanto bien cuanto yo nunca pensé, ni otro alguno de los
ciudadanos que nos viniera!: que volviésemos salvos a nuestras casas, nuestros
enemigos vencidos y tornasen a la patria nuestras huestes vencedoras, habiendo
desbaratado una gran batalla y muertos los enemigos todos; que muchas amargas
mortandades habían hecho en nuestro pueblo tebano. Combatida su ciudad y vencida
por la fortaleza y virtud de nuestros caballeros, y mucho más por la industria y
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Anfitrión.
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gobernación de mi señor Anfitrión; el cual, después de la victoria repartió a los suyos el
despojo y las heredades y bastimentos; y al rey de Tebas, Creonte su señor, aseguró y
confirmó su reino. E agora como desembarcó, envíame delantero a su casa desdel
puerto donde él se queda esta noche, para que yo cuente a su mujer cómo ha gobernado
su hueste, como buen capitán y buen emperador y buen gobernador 3. [Im. 7-1] Quiero
desde agora pensar en qué manera ge lo tengo de proponer cuando allá llegare. Si dijere
mentira, haré lo acostumbrado, porque cuando ellos más peleaban, más huía yo; mas
fingiré como que estuviera presente a la batalla y contaré no lo que vi, sino lo que oí.
Quiero consultar primero conmigo el estilo y las palabras con que me conviene hablar;
así tengo de proponer al comienzo: “Señora, cuando allá llegamos, Anfitrión escoje tres
varones principales de los mejores de la hueste y envíalos por embajadores a los
teleboyanos. La sentencia de su embajada es ésta: ‘que si quisiesen sin fuerza de armas
y sin rigor de batalla entregar lo que nos han robado y a los mismos robadores, y
restituir todo lo que nos han tomado, él levantaría dallí luego su ejército y le volvería a
sus casas y, alzando la hueste tebana de sus campos, a ellos les sería dada toda paz y
sosiego; y cuando otramente lo quisiesen hacer teniendo ánimo de pelear y no dar lo que
se les pide, que protestaba con gran fortaleza y por las armas de combatilles su ciudad’.
Como estas cosas por orden, nuestros embajadores dijeron a los teleboyanos. Los
varones magnánimos, confiados en su virtud y soberbios con sus fuerzas, maltratan a los
nuestros con mucha ferocidad y responden: ‘que ellos podrán defenderse así y a los
suyos por la batalla, y que por tanto les requerían que luego a la hora levantasen el
ejército y le sacasen de todos sus términos’. Recontada la respuesta por nuestros
embajadores, luego Anfitrión manda mover todo su ejército. Y por el contrario, los
teleboyanos sacan de la ciudad sus huestes adornadas de muy lucidas armas. Y después
que salió de cada parte gran número de guerreros, repartidos los caballeros y repartidas
las ordenanzas y escuadrones, nosotros ordenamos nuestras batallas según nuestra
manera y costumbre. Los enemigos, asimismo, ordenan las suyas. Después, el un
emperador y el otro se salen fuera de sus compañas y se ponen entremedias de los dos
ejércitos; hablan el uno con el otro y convienen en esto: “Que cualquier de los dos
pueblos que fuere vencido, entregue al vencedor la ciudad y las heredades y los templos
y las casas y así mismos”. Acabado esto, tocan las trompetas, resuena toda la tierra,
alzan las voces y la gritería de cada parte. Cada uno de los emperadores promete votos a
Júpiter y esfuerza su gente. Cada uno de los guerreros por su cabal, trabaja todo cuanto
puede; hieren con hierro, quebrantan las astas. Truena el cielo con los bramidos de los
que pelean, y con el espírito y aliento dellos se cierra de niebla. Muchos de los
caballeros caen con el ímpetu de las heridas. Finalmente, nuestra mano fue vencedora,
como nosotros queríamos. Los enemigos caen a montones. Los nuestros, en contrario,
se levantan. Vencimos por fuerza a los feroces. Con todo eso, ninguno de los enemigos
vuelve las espaldas para huir, ni se parte de su lugar hasta que acabe su hecho. Pierden
la vida antes que perder el lugar. Cada uno donde estaba en pie, allí yace tendido; y así
muerto guarda su ordenanza. Mas como Anfitrión, mi señor, vio el tesón de los
VILLALOBOS: Allí donde dice Sosia “agora me viene al pensamiento y etc”, se nota que a
cualquier hombre, por malo que sea, cuando hace o dice cosa que no deba, le viene una santa
inspiración al pensamiento que le amonesta y le reprende de lo malo y vituperable y le muestra
el camino de lo bueno y honesto. Esta es una de las manera en que habla Dios con los hombres
y llámase habla interior.
3
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Anfitrión.
Traducción de
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contrarios, mandó luego a los caballeros de la manderecha que rompiesen por ellos;
éstos con gran presteza obedecen al capitán y con grandes alaridos y muy alegre ímpetu
entran por los enemigos, ensangrientan y despedazan todas sus compañas.
MERCURIO: Aún hasta agora no ha dicho palabra falsa, porque yo y mi padre fuimos
presentes cuando peleaban y pasó así como éste dice.
SOSIA: “Entonces los enemigos comienzan de huir y a los nuestros les crece el ánimo y
siguen al alcance, hiriendo y matando en ellos. Y el mismo Anfitrión cortó la cabeza por
su mano al rey Terela. Duró esta batalla por todo el día, desde la mañana hasta la noche,
y acuérdaseme muy bien esto, porque en todo aquel día no comí bocado. Con la ve[Im.
8-1]nida de la noche cesó la batalla y el alcance. A otro día salen los príncipes de la
ciudad al campo, vienen llorando a nosotros con las manos cubiertas en señal de paz,
pidiendo perdón de su pecado y entréganse así mismos y a todas sus cosas divinas y
humanas, con su ciudad y sus hijos a la obediencia y potestad del pueblo tebano. E a mi
señor Anfitrión, en señal de su virtud y fortaleza, le fue presentada una copa de oro con
que solía beber el rey Terela”. Desta manera lo quiero contar a mi señora, y voyme
luego a cumplir lo que me mandó mi amo y entrarme en casa.
MERCURIO: ¡Cata, cata, entrarse quiere en casa! ¡Salirle quiero al encuentro! No dejaré
yo a este hombre llegarse hoy a esta casa, que pues yo estoy transformado en la figura
deste, cierto es que le podré muy bien burlar. Mas conviene, como yo he tomado en mí
la forma y la estatura deste, que también las obras y las costumbres mías sean
semejantes a las suyas. Así que habré de ser bellaco y muy traidor, y muy astuto, y
echar a éste de la puerta de casa con sus propias armas, que es con su malicia. Mas…
¿Qué es aquello? Mirando está el cielo. Esperar quiero a ver lo que hace.
SOSIA: Si yo no soy muy necio, y si yo sé o creo otra cosa alguna, cierto sé agora y creo
quel noturno dios se echó a dormir borracho esta noche4, porque ni los Septentriones se
mueven en el cielo; ni la Luna se muda de cómo salió; ni las estrellas de Orión, ni el
Lucero ni las Cabrillas se ponen. Todas estas señales se están quedas sin que la noche
dé lugar al día para que venga.
MERCURIO: ¡Anda noche como comenzaste y haz placer a mi padre! Haces al mejor de
todos, la mejor obra de todas, y es muy bien empleada.
SOSIA: Yo…, en toda mi vida, ¡nunca vi otra noche más larga que ésta!, sino una en que
fui azotado; y aún ésta, por mi fe, sobrepuja a la otra en largura. Yo creo, en verdad, que
el Sol está durmiendo y bien borracho; ¡maravillarme ya yo si él no embasó en la cena
más de lo que era menester!
4
VILLALOBOS: Allí donde dice que el nocturno Dios se echó a dormir borracho, has de saber
que los poetas fingen que Júpiter, por holgar aquella noche largamente con Alcumena, hizo que
se alargase mucho la noche y se detuviese el día. Y esto es lo que agora siente Sosia.
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MERCURIO: ¡Ah sí, don ladrón!, ¿piensas que los dioses son borrachos como tú? 5 Pues
yo te prometo, malvado, de castigarte muy bien por tus malos dichos y hechos; hora ven
cuando quisieres, que en hora mala acá vendrás.
SOSIA: ¿Dónde son estos putañeros que suelen esforzarse a hacer más de lo que pueden
con sus rameras, por entregarse bien del alquiler, pareciéndoles la noche pequeña? ¡Esta
era buena noche para alquilar mujer por mucho precio!
MERCURIO: Luego, según éste dice, ¡cuérdamente lo hace mi padre!, que tal noche como
ésta se está abrazado en la cama con Alcumena, a quien él ama y obedece de corazón.
SOSIA: Voy me a decir a Alcumena lo que mi señor Anfitrión me mandó. Mas, ¿qué
hombre es aquel que veo delante la puerta a tal hora de la noche? No me agrada aquello.
MERCURIO: ¡No hay hombre en el mundo tan cobarde como este!
SOSIA: Aún si éste es el que yo decía que había de quebrantarme las quijadas, aquél
hombre en son está de tomarme la capa.
MERCURIO: Miedo ha el hombre. Burlarle quiero.
SOSIA: ¡Ay, que me crujen los dientes! ¡Ciertamente, porque vengo de camino, este me
habrá de hospedar en la posada de las puñadas! Agora creo que es piadoso, que viendo
cómo mi amo me ha hecho velar toda esta noche, querrá hoy hacerme dormir para
siempre con los puños. ¡Muerto soy! ¡O, válame Dios!
[Im. 9-1] ¡Cuán grande y cuán valiente hombre es!6
5
VILLALOBOS: Allí donde dice piensas que los dioses son borrachos como tú, quiso notar el
poeta que ninguno, en burla ni en veras, en secreto ni en público, debe murmurar contra Dios o
contra el santo, porque ellos están oyendo aquello que tú dices e indígnanse dello y tras la
indignación viene el castigo, y aunque otro mal no quiera hacerte Dios, porque es él muy bueno,
sino dejarte de proveer con especial gracia, tú por ti mismo te irás a perder; porque tienes
mezclados los principios del ser con los principios de la perdición, de tal manera que cuando el
Hacedor no favorece a los primeros, los segundos son vencedores. Ca eres tú en la mano de
Dios como es el vaso de vidrio en la tuya; que cuando le tienes con especial cuidado y diligencia
puede durar, mas si te descuidas y aflojas la mano, aunque tu intención no sea de quebrantalle,
él por sí mismo se va a perder. Esta es figura, para que lo entiendas, maguer que entre la figura
y lo figurado hay disproporción infinita. Por demasiado loco juzgarías tú al hombre que estando
el rey haciéndole grandes mercedes, él estuviese deshonrando al rey y maltratándole en su
presencia; y tanto es más loco el blasfemador cuanto hay de distancia entre el rey y Dios, y
cuanto las mercedes que Dios hace exceden a las que el rey puede hacer. Así que Sosia
murmuraba de los dioses, óyele Mercurio y amenazóle, y adelante se sigue el castigo el cual
Sosia fue a buscar por sus pies, sin que nadie le llamase, y así pagó donde él pensaba que estaría
más seguro, que era a las puertas de su casa.
6
VILLALOBOS: Aquí donde dice cuán grande y cuán valiente hombre es, se debe notar que el
miedo turba a todos los sentidos y engaña la vista de los ojos. Mercurio estaba trasformado en el
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MERCURIO: Quiero hablar claro porque mescuche lo que dijere para que conciba en sí
mucho mayor miedo del que trae: ¡Ea, mis puños, mucho ha que no me distes de comer;
parece que ha muchos días, aunque fue ayer, cuando dejastes ahí tendidos a dormir
cuatro hombres desnudos!
SOSIA: ¡Miedo malo tengo que me muden aquí el nombre!, y en lugar de Sosia me
haga… ¿cuánto? ¡Cuatro hombres dice que echó a dormir! ¡Temo de acrecentar aquel
número!
MERCURIO: Pues mi fe, así lo quiero hacer agora como ayer.
SOSIA: ¡Paréceme que se apareja! Cierto, se apercibe.
MERCURIO: No se me irá sin que vaya descalabrado.
SOSIA: ¿Por quién dice?
MERCURIO: ¡Cualquier hombre que aquí llegare, conocerá buenas puñadas!
SOSIA: ¡Zirtahuera! ¡No me agrada a mí aquel convite para esta noche, que ya he
cenado! Por ende, hermano, esa tu cena dala a los que sabes que tienen hambre.
MERCURIO: ¡Aún no tiene mal peso este mi puño!
SOSIA: ¡Muerto soy…! ¡Los puños está pesando!
MERCURIO: Si yo le doy un buen trato… hacelle he que se duerma.
SOSIA: ¡La vida me darás!, porque tres noches ha que no duermo sueño.
MERCURIO: Muy mala cosa es herir de bofetada; mal aprendió mi mano a herir abierta.
A quien mi mano alcanzare con el puño cerrado, de otro gesto le tornará.
SOSIA: Aquél hombre me habrá de descomponer y hacer otro gesto de nuevo.
MERCURIO: A quien tú mi puño hirieres bien, deshosalleas.
SOSIA: No será mucho que piense éste deshosarme como a la murena. De buena gana lo
hará, pues que deshuesa los hombres; ¡muerto soy, si me mira!
MERCURIO: ¡Hombre huele aquí, y por su mal!
mismo cuerpo y gesto de Sosia, y parecíale a Sosia que era Mercurio muy grande y muy
espantable hombre. Desto se tratará más largamente abajo.
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SOSIA: ¡Cuitado de mí! ¡Nunca yo solía oler!
MERCURIO: Y aún no debe estar lejos.
SOSIA: ¡Por cierto!, yo estaba harto lejos si Dios quisiera.
MERCURIO: Aquel hombre cobarde es. Los puños me están retocando.
SOSIA: Si en mí los has de emplear, ¡por Dios, que los amanses primero en la pared!
MERCURIO: Voz de hombre me ha volado a las orejas.
SOSIA: ¡Cierto!, yo soy un hombre malaventurado que no tengo alas para volar; yo, ¡que
es la cosa del mundo que agora más me cumplía, y traigo la voz voladora, ques lo que
menos me cumple!
MERCURIO: Aquél hombre anda acarreando con su bestia como lleve de mí alguna mala
ventura.
MERCURIO: ¡Maldita la bestia!, yo tengo que a pie me vengo.
MERCURIO: ¡Muy bien cargado habrá de ir de puñadas!
SOSIA: Cansado vengo en verdad para cargarme, que aun después que salí del navío no
se me ha quitado el revolvimiento del estómago; y a duras penas me puedo mover sin
carga, ¡cuanto más cargado!
MERCURIO: Cierto yo no sé quién habla aquí.
SOSIA: ¡Salvo soy que no me ha visto!, pues que dice que no sabe quién habla, que si me
viese sabría cómo me llaman Sosia.
MERCURIO: Paréceme que una voz me está azotando esta oreja derecha.
SOSIA: Miedo he que, en pago de los azotes que mi voz le da, habré de llevar yo buenos
bofetones.
MERCURIO: Bien está. Helo aquí do se viene para mí.
SOSIA: ¡Temblando estoy de miedo!7 ¡Todo estoy cortado! ¡Y por Dios, que yo no
sabría agora decir a quien me lo preguntase, en qué parte del mundo estoy ni puedo
7
VILLALOBOS: Allí donde dice temblando estoy de miedo, se debe notar que el desordenado
temor hace dos daños muy principales: el primero, es quitar las fuerzas a los miembros. La
razón dello es que la voluntad mueve los miembros porque él haya esta absoluta señora del
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moverme de temor! ¡Desaventurado de mí! Aquí perecerán agora juntamente la
embajada y Sosia. Por cierto es que me cumple hablar esforzadamente contra hombre
por parecer valiente, siquiera por [Im. 10-1] que se atiente y retraiga la mano de
hacerme mal.
MERCURIO: ¿A do vas tú con tu linterna en la mano?
SOSIA: ¿Y tú, qué cargo tienes de pesquisar eso, que con los puños deshuesas los
hombres?
MERCURIO: ¿Eres esclavo o libre?
SOSIA: Soy como a mí me place.
MERCURIO: ¿Díceslo de verdad?
SOSIA: De verdad lo digo.
MERCURIO: ¡O, malvado!
SOSIA: En eso mientes.
MERCURIO: ¡Pues yo te haré que deprendas a decir verdad!
SOSIA: ¿Que menester es nada deso?
MERCURIO: ¡Yo puedo saber dónde vas, y cuyo eres, y a qué vienes!
SOSIA: Aquí vengo y soy el esclavo de mi amo. ¿Estás agora quizás más certificado?
cuerpo, que si ella quiere que se mueva un dedo sin más premia se mueve; luego aquél dedo y
los otros están quedos. Y así hace de todos los otros miembros. Y cuando la voluntad es más
recia, tanto el ímpetu del movimiento es más fuerte y por esto se ve a las veces en hombres
flacos fuerzas imposibles; mas cuando cesa la voluntad, los miembros no se mueven, antes caen
como cosa mortal sin tener en sí fuerza alguna. Y como al cobarde le falta la voluntad para
mover a la pelea, los miembros de su cuerpo pierden las fuerzas y caen; y de aquí vienen los
temblores y el cortamiento y las arcadas y los desmayos y otros accidentes desta calidad. El
segundo daño, es turbar las potencias exteriores e interiores. Ca el cobarde no ve por dónde va,
ni quién le defiende, ni oye lo que le dicen. Esto verás cada día en los que van huyendo del toro.
Otrosí, no estima lo que debe seguir ni lo que debe huir, ni determina con la razón y prudencia
lo que debe hacer; y por eso el cobarde, en las cosas de hecho, es muy indeterminado y muy
mudable en los acuerdos. De aquí nace que los cobardes, cuanto más son, tanto menos valen;
porque crece la confusión y la turbación en la obra, y de todo lo sobredicho nace que la buena
opinión que la gente tiene de un buen capitán basta para que venza la batalla contra doblada
gente; porque con la buena confianza del famoso varón aplican sus voluntades a la obra, con las
cuales como dicho es, se mueven los miembros con mayor ímpetu y fortaleza. Otrosí, con la
prudencia determínanse a obedecer al capitán, y así como el consejo no es más de uno y
determinado, síguenle sin turbación, con mayor vehemencia.
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MERCURIO: ¡Yo te haré hoy embozar esa tu bellaca lengua!
SOSIA: ¡No podrás! Porque sin eso, es ella buena y honesta.
MERCURIO: ¡Aún porfías a responder con argumentos falsos! ¿Qué tienes tú que hacer a
par desta casa?
SOSIA: ¿Y tú que tienes aquí que ver?
MERCURIO: El rey Creonte manda poner aquí cada noche uno de los veladores
nocturnos.
SOSIA: Bien hace, pues que nosotros hemos andado lejos daquí en su servicio, mándanos
guardar la casa. Agora tú te puedes ir y decille que son venidos los familiares desta casa,
y que no es menester ponelle veladores.
MERCURIO: ¡No sé yo qué tan familiar seas tú desta casa! Mas yo te prometo, familiar,
que si luego no te vas daquí, que yo te haga hospedar no como a familiar.
SOSIA: Digo que yo moro en esta casa y soy siervo destos señores.
MERCURIO: ¿Sabes cómo te va? ¡Vete daquí luego, porque si no te vas yo te levantaré!
SOSIA: ¿En qué manera?
MERCURIO: ¡Tomándote a cuestas! ¿No te irás quizá si yo tomo un garrote?
SOSIA: Yo no digo sino que soy familiar desta compaña.
MERCURIO: ¡Mira cuán presto quieres ir descalabrado si luego no te vas daquí!
SOSIA: ¿Parécete cosa justa que me estorbes dentrar en la casa do yo moro, viniendo de
camino?
SOSIA: ¿Y es ésta tu casa?
SOSIA: ¡Digo que sí!
MERCURIO: ¿Pues quién es tu señor?
SOSIA: Anfitrión, que fue agora por capitán general de las huestes tebanas y está casado
con Alcumena, es mi señor.
MERCURIO: ¡Qué diablo dices! ¿Cómo te llaman?
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SOSIA: Sosia me llaman los tebanos. Hijo de mi padre Davo.
MERCURIO: Ciertamente, tú has venido hoy aquí por tu mal con tus mentiras
compuestas, y con tus engaños cosidos; ¡bellaco atrevido!
SOSIA: En verdad yo vengo aquí con la ropa cosida y no con los engaños.
MERCURIO: ¡Aún en eso mientes!: que no vienes con la ropa sino con los pies.
SOSIA: Eso cierto es.
MERCURIO: ¡Pues por sola esa mentira llevarás agora en las quijadas!
SOSIA: ¡No quiero yo eso, por cierto!
MERCURIO: ¡Por cierto, aunque no quieras. Porque esto será cosa cierta, y no está en que
tú la quieras!
SOSIA: ¡Señor, ya no más por amor de Dios! ¡A ti me encomiendo!
MERCURIO: ¿Tú has de osar decir que eres Sosia siéndolo yo?
SOSIA: ¡Ay, qué mamuerto!
MERCURIO: ¡Temprano te quejas! No es nada esto con lo que ha de ser, cuyo eres agora.
SOSIA: ¡Tuyo, que con los puños has tomado la posesión de mí y me heciste tuyo! ¡Ay,
de los ciudadanos de Tebas!
MERCURIO: ¡Aún das voces, bellaco! ¡Habla! ¿A qué veniste?
SOSIA: ¡Para que hubiese alguno a quien tú matases a puñadas!
MERCURIO: ¡Cuyo eres!
SOSIA: Digo que soy Sosia, el de Anfitrión.
MERCURIO: ¡Pues por estas vanidades que hablas llevarás más en la cabeza! ¡Toma! Yo
soy Sosia, no tú.
SOSIA: Así plega a Dios que tú lo seas, y yo el que te castigue.
MERCURIO: ¡Aún hablas entredientes!
SOSIA: ¡Ya callo!
MERCURIO: ¿Quién es tu señor?
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SOSIA: ¡Quien tú quisieres!
MERCURIO: Pues, ¿qué dices? ¿Cómo te llaman agora?
SOSIA: ¡No, nada, sino como tú mandares!
MERCURIO: Dicías que eras Sosia el de Anfitrión.
SOSIA: ¡Erréme! ¡que no quise decir sino que era compañero de Anfitrión!
MERCURIO: Sabía yo de cierto, que no había en esta casa otro siervo Sosia sino yo; y tú
estabas fuera de seso.
SOSIA: ¡Ojalá me hubiesen hecho tanto bien tus puños!
MERCURIO: Yo soy este Sosia que tú dicias agora que eras.
SOSIA: Suplícote agora que me des licencia para que te pueda hablar sin que me
descalabres.
MERCURIO: Mas yo quiero que hagamos treguas por un rati [Im. 11-1] llo para que digas
lo que quisieres.
SOSIA: No hablaré sino hecha la paz; ¡pues, que puedes más que yo a las puñadas!
MERCURIO: Di lo que quisieres, que no te haré mal.
SOSIA: Por tu palabra me creo.
MERCURIO: Así sea.
SOSIA: ¿Qué será si me mientes?
MERCURIO: Si yo te mintiere, plega a Dios que la ira de Mercurio venga sobre Sosia.
SOSIA: Paramientes lo que digo. Agora yo tengo licencia de hablar libremente lo que
quisiere; yo soy Sosia, el siervo de Anfitrión.
MERCURIO: ¿Aún otra vez?
SOSIA: Paz hice; treguas hice; y digo verdad.
MERCURIO: Pues… ¡tómate ésa!
SOSIA: ¡Haz lo que quisieres y como a ti te agradare, pues que puedes más que yo! Mas
como quiera que tú lo harás ¡yo esto nunca lo callaré!
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MERCURIO: Siendo yo vivo, ¡nunca tú harás que yo no sea Sosia!
SOSIA: ¡Por Dios! ¡Tú nunca me harás ajeno para que no sea de quien soy! Ni en toda
esta compaña hay otro siervo Sosia sino yo, que juntamente con Anfitrión me partí de
aquí para el ejército.
MERCURIO: ¡Este hombre loco está!
SOSIA: ¡Esa enfermedad tú la tienes! ¡Qué diablo es esto! ¿No soy yo Sosia, el siervo de
Anfitrión? ¿Por ventura el nuestro navío que me trajo no arribó esta noche del puerto
Pérsico? ¿Por ventura mi amo no me envió aquí? ¿Por ventura yo no estoy agora delante
nuestra casa, no tengo una linterna en la mano, no hablo, no estoy despierto, no me ha
molido este hombre con los puños? Si por cierto ¡que aún las quijadas, desventurado de
mí, me duelen mucho! Luego, ¿por qué estoy dudando? O ¿por qué no entro en nuestra
casa?
MERCURIO: ¡Qué cosa es nuestra casa!
SOSIA: ¡Cierto, así es!
MERCURIO: ¡Todo cuanto agora has dicho es mentira! Que ciertamente, yo soy Sosia, el
de Anfitrión; porque aquesta noche partió nuestro navío del puerto Pérsico, y allá
hobimos combatido la ciudad do reinaba el rey Terela, y vencimos en batalla las huestes
de los teleboyanos, y el mismo Anfitrión, cortó la cabeza al rey Terela en la batalla.
SOSIA: ¡Yo mismo no me creo a mí mismo como le oyo decir estas cosas! ¿Por qué lo
que allí pasó éste lo cuenta todo como hombre de buena memoria?, mas… ¿qué me
dirás? ¿Qué es lo que le dieron los teleboyanos a Anfitrión?
MERCURIO: Una copa de oro con que solía beber el rey Terela.
SOSIA: Dices cuanto hay en ello, mas… ¿adónde está agora esa copa?
MERCURIO: En una cestilla cerrada y sellada con el sello de Anfitrión.
SOSIA: Dime, ¿y qué está figurado en el sello?
MERCURIO: El Sol cuando nace, en un carro que lo traen cuatro juntas de caballos. ¡Para
que me tientas, bellaco!
SOSIA: Con argumentos me vence. Otro nombre habré de buscar, pues que éste no es
mío. ¡No sé dónde pudo este ver todas estas cosas! Mas yo le asiré muy bien, porque lo
que yo mismo a solas hice en la tienda de mi amo sin estar presente otro alguno, esto
nunca me lo podrá decir hoy: si tú eres Sosia, cuando las huestes peleaban en la mayor
priesa de la batalla, ¿qué hacías tú en la tienda de Anfitrión? Aquí te tengo; yo me doy
por vencido si lo dijeres.
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Anfitrión.
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MERCURIO: Había allí un cántaro de vino, daquel henchí una jarra y retraído mas
adentro, bebíla; de vino puro cual su madre le parió.
SOSIA: ¡Esto es cosa de maravilla! porque él no lo pudo ver si no estaba escondido
dentro en la jarra.
MERCURIO: El hecho fue que yo me bebí entonces un buen jarro de vino puro. ¿Qué
dices agora? ¿Confiesas que te venzo con argumentos no ser tú Sosia?
SOSIA: Y eso niegaslo tú.
MERCURIO: ¡Cómo no te lo tengo de negar, siendolo yo mismo!
SOSIA: ¡Juro por Júpiter que soy Sosia, y que no miento!
MERCURIO: ¡Y yo juro por Mercurio que Júpiter no te creerá a ti, porque sin juramento
me creerá más a mí que a ti jurándolo!
SOSIA: A lo menos pregúntote: ¿quién soy yo, pues que no soy Sosia?
MERCURIO: A donde yo no quisiere ser Sosia, seytelo tú; mas agora que yo lo soy, ¡tú
llevarás mal año si luego no te vas daquí, don villano!
SOSIA: Cierto, yo juro por la casa de Apolo que cuando miro bien a éste y reconozco mi
gesto cual yo le he visto [Im. 1-2] muchas veces en el espejo: él es semejable a mí en
gran manera. El sombrero y el vestido tiene ni más ni menos que yo; el calzado, el pie,
la estatura y la tresquiladura, los ojos, las narices, los labrios, las mejillas, el asiento de
la barba, y la misma barba; el cuello y todo el cuerpo. ¡Qué menester es alargar en
palabras, si él tiene en las espaldas señales de heridas!8 Ninguna cosa hay en el mundo
que más se parezca a otra que él se parece a mí. Mas cuando por otra parte pienso en
verdad, y me acuerdo bien que yo soy cierto el mismo que siempre fui9, conozco a mi
amo, conozco a nuestras casas y entiendo y tengo sentido, en ninguna manera le
confesaré lo que habla; antes quiero llamar a las puertas.
8
Villalobos: Nota que estas señales de heridas que tenía Sosia en las espaldas no eran señales de
ser él muy virtuoso ni muy esforzado.
9
Villalobos: Allí donde dice y me acuerdo bien que yo soy cierto el mismo que siempre fui etc,
has de notar que ninguna de las potencias interiores del ánima hace tanto al caso para que te
conozcas a ti mismo como la memoria, porque acordándote ella tus cosas pasadas y
continuándolas con las presentes, hace a tu entendimiento que juzgue cómo eres una misma
cosa el que eras, cuando niño y el que agora eres. Que si te faltase la memoria, cada rato te
desconocerías a ti mismo y te podrían trocar el nombre y hacerte entender que no eras quien
eres.
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Traducción de
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MERCURIO: ¿A dónde te vas allegando?
SOSIA: Aquí, a casa.
MERCURIO: Aunque agora subieses en el carro de Júpiter, y huyeses en él tan ligero
como él suele correr, no podrías huir la mala ventura que andas buscando.
SOSIA: ¿Cómo? ¿No puedo yo decir a mi señora lo que mi señor me mandó?
MERCURIO: A tu señora, si algo quieres decir dígelo, mas a esta nuestra no te dejaré yo
entrar, porque si me enojas llevarás daquí quebrantados los lomos.
SOSIA: Mejor será que me vaya; ¡O, dioses inmortales, vuestra fe imploro! Yo, ¿a dónde
perecí, a dónde me troqué y me hice otro? ¿A dónde perdí mi hechura? Si me dejé yo
mismo allí, donde aquel está cuando nos partimos a la guerra, si me olvidé de llevarme;
porque aqueste toda mi imagen posee, la que yo antes dagora tenía. Siendo yo vivo, se
hace conmigo lo que nunca nadie hará después que me muera, que es sacarme la imagen
al propio. Voyme al puerto, y todo esto como ha pasado lo diré a mi amo, si él también
no me desconoce, lo cual plega a Júpiter que así sea. Dejaré siquiera de ser esclavo, y
raída mi cabeza como hombre libre, porné mi bonete sobre la calva.
***
Mercurio queda muy ufano de lo que ha pasado, y recuenta todo el fin que han de haber
estas cosas; y por esto no se porná aquí la meytad deste capítulo, porque se perdería el
gusto de todo lo de adelante.
MERCURIO: Ítem y prósperamente me ha sucedido hoy esta obra, desvié de las puretas
muy gran pesadumbre y enojo, porque mi padre seguramente pudiese estar abrazado
con su amiga. Y este mozo cuando llegare allá do está Anfitrión, contarle ha cómo el
siervo Sosia le echó de la puerta de casa, que nunca le dejó entrar, y el otro pensará ques
gran mentira y no podrá creer que Sosia vino acá como le fue mandado. De manera que
los haré andar herrados y locos a entrambos y a toda la familia de Anfitrión con ellos,
hasta que mi padre tome una buena hartazga desta que tanto ama.
Despídese Júpiter de Alcumena antes que llegue Anfitrión, su marido. Ella
queda triste y llorosa por el ausencia del que pensaba que era su marido. Júpiter la
consuela y le da la copa de oro que ganó Anfitrión en la batalla.
ESCENA II
Júpiter. Alcumena. Mercurio.
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Plauto.
Anfitrión.
Traducción de
Fco. López de Villalobos
JÚPITER: Quédate a Dios, Alcumena. Encomiéndote el cuidado y gobernación de nuestra
casa10, que lo hagas como siempre lo haces y perseveres en ello. Ya ves cómo has
cumplido los meses de tu preñez; necesario es que yo me parta daquí. Lo que parieres,
críalo.
ALCUMENA: ¡Qué negocio es éste mi marido! ¿Por qué tan súpitamente te vayas de tu
casa?
JÚPITER: ¡Por Dios, que yo no lo hago por aborrecimiento que tenga de ti ni de mi casa!
Mas porque estando yo acá, falta en el ejército el capitán general; y hacer sea algún mal
recaudo de los que no se suelen hacer estando presente el capitán, más presto que
hacerse alguna cosa convenible y provechosa.
MERCURIO: Muy sabi [Im. 2-2] do este chocarrero y sease mi padre. ¡Miralde cuán
halagüeñamente está lisonjeando a la mujer!
ALCUMENA: A osadas, yo juro por Dios Castor, que ya tengo experimentado en qué
tanto tengas a tu mujer.
JÚPITER: No te basta que no quiera yo en el mundo a otra mujer tanto como a ti.
MERCURIO: Por la casa de Apolo, que si ella no supiese que tú sueles andar en estos
adulterios, yo me obligase a hazella creer por tus lisonjas que querrías más ser Anfitrión
que Júpiter.
ALCUMENA: Esto que tú dices, mi marido, más lo querría ver por la obra que por
relación. Lo que yo veo es que te vas antes que se escalentase el lugar de la cama do te
acostaste. Ayer veniste a medianoche, y agora te partes antes del día; ¿agrádate esto?
MERCURIO: Quiero llegarme a ellos y decir a esta alguna lisonja para hacerme alcahuete
de mi padre: Señora, en tanto grado eres amada deste que él se va del todo a perder por
tus amores.
JÚPITER: ¡Bellaco, no te conozco yo! ¡Quítateme delante! ¿Qué cargo tienes tú de hablar
en esto? ¡ladronazo! ¡Si tan solamente hablas entre dientes, yo te moleré las espaldas
con este palo!
10
VILLALOBOS: Allí donde dice encomiéndote el cuidado y gobernación de nuestra casa, quiso
dar a entender el poeta que el bueno y virtuoso marido debe cometer a la buena mujer el cuidado
y gobernación de la casa de las puertas adentro; y desta ella sóla ha de conocer y saber sin
entremeterse en lo ques de fuera de casa, porque desto el marido solo tiene el cuidado. Y así
como a él sería desconvenible y feo entender en las cosas de dentro de casa, así a ella sería
deshonesto curar de lo ques en la plaza y en la ciudad; y porque el Aristótiles habla desta
materia largamente en el segundo de la Económica, baste lo dicho al presente para traerlo a la
memoria.
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Plauto.
Anfitrión.
Traducción de
Fco. López de Villalobos
ALCUMENA: ¡Hora ya señor mío, no hayas enojo!
JÚPITER: Hora habla entre dientes.
MERCURIO: Ruínmente nos ha sucedido esta primera alcahuetería.
JÚPITER: Mas tornando a lo que tú dices, mi mujer, no me parece que tienes razón de
enojarte de mí, porque yo me partí de la hueste secretamente. Tomé por tu servicio este
trabajo porque tú, primera que nadie, supieses de mí antes que de otro toda la nueva de
la guerra; cómo yo he gobernado el ejército, largamente te lo he contado todo. Si no
fuese grande el amor que te tengo, no lo habría hecho desta manera.
MERCURIO: ¿No miras cómo hace mi padre lo que dije?; en el alma le toca el lisonjero
con sus halagos.
JÚPITER: Así que agora, porque el ejército no sienta mi venida, es menester volver allá
encubiertamente, siquiera porque no digan que dejo el provecho de la República por
amor de mi mujer.
ALCUMENA: Llorosa y triste dejas a tu mujer con tu partida.
JÚPITER: ¡Calla, mi señora!; no destruyáis tus ojos, que yo te prometo de volver muy
presto.
ALCUMENA: Ese muy presto, lejos viene.
JÚPITER: No te dejo yo señora ni me parto de ti por mi voluntad.
ALCUMENA: Créolo, porque en la misma noche que veniste te vas.
JÚPITER: ¿Para qué me detienes? Tiempo es ya de salir de la ciudad; quiero que sea
antes que amanezca. Hágote donación Alcumena desta copa de oro que a mí me dieron
por mi fortaleza; solía beber con ella el rey Terela, a quien yo por mi mano, maté en la
batalla.
ALCUMENA: Háceslo tú señor mío como sueles hacer todas las otras cosas; tal es por
cierto el don, cual es el que lo hace.
MERCURIO: Más como a quién se hace.
JÚPITER: ¡Aún porfias a hablar! ¡No sabes tú que te podría yo sacar el alma, ladrón!
ALCUMENA: No quieras, mi señor Anfitrión, enojarte de Sosia por mi causa.
JÚPITER: Así lo haré, señora; como tú lo mandas.
MERCURIO: ¡Cuán rijoso está este mi padre con el celo de los amores!
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Plauto.
Anfitrión.
Traducción de
Fco. López de Villalobos
JÚPITER: ¿Quieres algo, señora?
ALCUMENA: Quiero que cuando me tuvieres ausente, me ames; y quiero ser tuya
estando tú ausente.
MERCURIO: Vamos daquí Anfitrión, que ya esclarece.
JÚPITER: Anda tú delante, Sosia, yo te seguiré. ¿Quieres algo, señora?
ALCUMENA: Que te vengas luego.
JÚPITER: Yo seré contigo antes de lo que tú piensas; por eso, ten buen corazón. …
Agora te suelto noche, que has estado presa, porque te vayas y des lugar al día que
alumbre a los mortales con luz clara y hermosa. Y cuanto tú noche fuiste más larga que
la pasada, haré que tanto el día sea más breve porque igualmente se conformen el día y
la noche desiguales; yo me voy empós de Mercurio.
****
Anfitrión se parte con Sosia de madrugada desde el navío para su casa, y por el camino
viene maltratando Anfitrión a Sosia porque le contó cosas imposibles de lo que había
pasado con el otro Sosia. Descúlpase Sosia y afírmase en lo dicho. Propone Anfitrión de
pesquisar la verdad.
ESCENA III
Anfitrión. Sosia
ANFITRIÓN: Sus, anda tú delante; yo te seguiré.
SOSIA: No, sino yo iré detrás.
ANFITRIÓN: ¡Yo te juzgo por el [Im. 3-2] mayor bellaco que hay en el mundo!
SOSIA: Díme por qué razón.
ANFITRIÓN: Porque me haces entender lo que nunca fue, ni es, ni será.
SOSIA: ¿Ves aquí señor, cómo tú haces que ningún crédito tengan los tuyos cerca de ti?
ANFITRIÓN: ¿Qué quiere decir esto? ¿Cómo puede ser? ¡Yo te juro por Hércules, don
malvado, que yo te corte esa tu mentirosa y bellaca lengua!
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Plauto.
Anfitrión.
Traducción de
Fco. López de Villalobos
SOSIA: ¡Tuyo soy! Por ende, haz lo que te plugiere como te sea más provechoso; mas tú
en ninguna manera me podrás poner miedo que me estorbe de hablar todo esto como ha
pasado.
ANFITRIÓN: ¡Bellaco! ¿Osas tú decirme a mí que quedas en casa y que estás aquí
conmigo?
SOSIA: Yo digo verdad.
ANFITRIÓN: ¡Dices tú la mala ventura que los dioses te darán, y yo también te la daré
hoy!
SOSIA: En tu mano es de hacer eso, pues que soy tuyo.
ANFITRIÓN: ¡Ladrón! Tú has de tener osadía de burlar de mí siendo yo tu señor! ¡Tú has
de osar decirme cosa que nunca hombre la vio, ni puede hacerse: que un mismo hombre
en un tiempo este juntamente en dos lugares.
SOSIA: En verdad, como yo lo digo así pasa.
ANFITRIÓN: ¡Mal te haga Júpiter!
SOSIA: ¿Qué deservicio te hice señor porque tanto mal merezca!
ANFITRIÓN: ¡¿Eso me preguntas bellaco y estás burlando de mí?!
SOSIA: Si es así, con razón me maltratas. Mas yo no miento; la cosa como pasó te la
digo.
ANFITRIÓN: ¡Yo pienso que este hombre está borracho!
SOSIA: ¡Ojalá lo estuviese!
ANFITRIÓN: Deseas lo que ya está hecho.
SOSIA: Yo, señor.
ANFITRIÓN: Tú cierto, ¿mas en qué taberna lo bebiste?
SOSIA: En ninguna parte he bebido, en verdad.
ANFITRIÓN: ¡Ques esto deste hombre!
SOSIA: Cierto, yo te lo he dicho diez veces; digo que yo estoy agora en casa, ¿has me
oído? Y el mismo Sosia que quedó en casa, ese mismo, estoy agora aquí contigo. ¿Va
bien claro esto señor? ¿Parécete que hablo abiertamente?
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Plauto.
Anfitrión.
Traducción de
Fco. López de Villalobos
ANFITRIÓN: ¡Vete day, apartate de mí!
SOSIA: ¿Por qué razón?
ANFITRIÓN: ¡Porque estás tomado del diablo!
SOSIA: ¿Ques eso que dices? En verdad Anfitrión, yo estoy sano y salvo.
ANFITRIÓN: Sí yo vuelvo a mi casa en salvo, yo te haré hoy como tú lo mereces, que no
estes sano y que seas malaventurado. ¡Véte agora tras mí, pues que burlas de tu señor
con palabras desvariadas! Y por cuanto has menospreciado de hacer lo que tu señor te
mandó, vienes agora por tu pasatiempo a burlar dél; y dícesme, ahorcadizo, cosas que
son imposibles y nunca hombre las dijo. Yo haré que todas estas mentiras te carguen
hoy sobre las espaldas.
SOSIA: Anfitrión, gran desventura es ésta para el buen siervo que hable verdad con su
señor, y sea por fuerza vencida esta verdad, y habida por mentira.
ANFITRIÓN: ¿En qué manera puedes tú hacer verdad lo que dices? Quiero que pienses
que esto se ha de averiguar con argumentos y no por fuerza; ¿cómo puedes tu estar
agora aquí y en casa? Esto quiero que me hagas entender.
SOSIA: Ciertamente yo estoy aquí y allá, y desto quienquiera se debe maravillar y no es
mayor maravilla para ti que para mí.
ANFITRIÓN: ¿En qué manera?
SOSIA: Digo que no te maravillas tú desto más que yo, y así los dioses me quieran bien,
cómo yo no me creía luego a mí mismo Sosia hasta que yo mismo Sosia, el que estoy
allá, me hizo que le creyese. Él me recontó por orden todas las cosas como pasaron
cuando estábamos contra los enemigos y el mismo gesto y forma que yo tengo me tomó
con el nombre. Aún la leche no se parece tanto a la leche como aquél yo me parezco a
mí; porque, como menviaste desdel puerto para que fuese antes que tú a casa….
ANFITRIÓN: ¿Qué paso entonces?
SOSIA: Mucho antes que yo llegase a casa estaba yo mismo ante la puerta de casa.
ANFITRIÓN: ¡Qué mentiras dice este bellaco! ¿Tú estás bien en tu seso?
SOSIA: Así estoy como ves y digo lo que pasó.
ANFITRIÓN: ¡No sé qué mala ventura le ha venido a este hombre, de alguna mala mano,
después que de mí se partió!
SOSIA: Yo te confieso que era ella tal porque muy malamente me majó las quijadas con
los puños.
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Plauto.
Anfitrión.
Traducción de
Fco. López de Villalobos
ANFITRIÓN: ¡Quién te hirió!
SOSIA: Yo mismo, el que estoy agora en casa, a mí mismo.
ANFITRIÓN: Cata que no me respondas sino a lo que yo te preguntare. [Im. 4-2] Primero:
quiero que me digas quién es este Sosia.
SOSIA: Tu siervo es.
ANFITRIÓN: Por cierto, a mí me basta un Sosia que eres tú, y aún me sobra de lo que yo
quiero, y después que nací, nunca tuve otro siervo Sosia, si a ti no.
SOSIA: Yo digo Anfitrión, que es tu siervo Sosia sin mí el otro que está en casa, y digo
que yo haré que le topes cuando llegares a casa y te le daré que sea hijo del mismo
padre que yo soy, y de la misma forma y edad que yo tengo. ¿Qué menester son
palabras? De un Sosia se te hicieron dos.
ANFITRIÓN: ¡Grandes maravillas me cuentas! , mas ¿viste a mi mujer?
SOSIA: ¡Antes nunca pude entrar en casa!
ANFITRIÓN: ¿Quién te lo estorbó?
SOSIA: Aquel Sosia que ya muchas veces tengo dicho; aquél que me molió con los
puños.
ANFITRIÓN: ¿Qué cosa es este Sosia?
SOSIA: ¡Digo que yo! ¡Cuántas veces fuere menester decírtelo!
ANFITRIÓN: ¿Qué me dices? Tú echástete a dormir en alguna parte Sosia, que quizá
hayas visto en sueños este Sosia que has dicho.
SOSIA: No tengo yo en costumbre de hacer soñando lo que mi señor me manda.
Despierto le vi, y despierto agora le veo; despierto le hablaba, y a mi despierto él
despierto me atormentó poco ha con los puños.
ANFITRIÓN: ¿Quién?
SOSIA: Digo que Sosia, aquél yo que estoy en casa. Señor, ¿aún no lo entiendes?
ANFITRIÓN: ¡Quién diablo te puede entender según las mentiras tú compones?
SOSIA: Mas luego lo conocerás; digo que conocerás luego aquél tu siervo Sosia.
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Plauto.
Anfitrión.
Traducción de
Fco. López de Villalobos
ANFITRIÓN: Pues vente por aquí en pos de mí, porque yo he menester pesquisar esto
antes que otra cosa; mas mira, que se trayan del navío todas las cosas que yo he
mandado.
SOSIA: Yo tengo memoria y diligencia para que parezcan todas las cosas que mandaste,
porque no he bebido tu mandamiento juntamente con el vino.
ANFITRIÓN: Así plega a los dioses que lo que tú dices que no has hecho, sea así como lo
dices.
****
Alcumena se queja de la poca tardanza que había hecho su marido con ella. En esto,
llega Anfitrión, su marido, y salúdala amorosamente como quien viene de nuevo. Ella le
recibe desamoradamente pensando que burla della, pues que la noche pasada habían
estado juntos. Anfitrión niega haber estado con ella y ofrécese a la prueba.
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Plauto.
Anfitrión.
Traducción de
Fco. López de Villalobos
ESCENA IV
Alcumena. Anfitrión. Sosia
ALCUMENA: Harto poca cosa11 es el placer que se pasa en la vida y en todas sus edades,
para con las tristezas y molestias della. Así se compara bien lo uno por lo otro en la
edad de los hombres. Así ha placido a los dioses que siempre tras el deleite se siga la
compañía del dolor, y que si algún bien se alcanza, sea mayor el daño y el mal que dallí
redunda. Esto tengo yo agora por experiencia en mi casa, y por mí misma lo sé. Que se
me dio un rato de deleite cuando pude alcanzar de ver a mi marido por espacio de una
noche, y éste se me partió luego antes que amaneciese. Paréceme que quedo sola sin
alguna compañía en apartarse daquí aquel a quien yo amo sobre todos. Más pasión me
queda de la ida de mi marido que placer me dio su venida. Mas esto me hace
11
VILLALOBOS: Allí donde dice harto poca cosa es etc, nota que todas estas palabras que aquí
dice Alcumena son dignas de mucha contemplación. Dice el Plinio en el VII de la Historia
Natural, que si sacas de la cuenta de tu vida el tiempo que duermes, pues que entonces estás
como muerto, y es casi la meitad del espacio que vives; y quitado los años de la niñez, que no es
vivir, pues que falta la razón, y los años de la vejez, que no es vivir sino en pena y tristeza, poco
tiempo de vida te queda; y ésta entre tantos géneros de peligros, tantas enfermedades y tantas
ansias de miedos y cuidados y otras infinitas miserias, tantas veces demandada y llamada la
muerte. Por tal manera, que ninguna cosa natura dio a los hombres mejor que la brevedad de la
vida, y aún sobre todo esto se queja Alcumena, que un rato de placer que se da, luego se paga
con un gran dolor que del mismo placer nace dejando aparte los otros enojos y desventuras que
cada hora se vienen sin compañía de consolación ni alegría ninguna. [Im. 5-2] Porque la virtud
es muy buen premio de los trabajos. La virtud en verdad a todas las cosas precede. La libertad,
la salud, la vida, la hacienda, los padres, la patria y los hijos con la virtud se defienden y se
guardan. La virtud contiene en sí todas las cosas. Todos los bienes están en quien está la virtud.
VILLALOBOS: Allí donde dice: porque la virtud es muy buen premio de los trabajos, quiso dar a
entender el poeta que la virtud en esta vida es la bienaventuranza del hombre, en cuanto hombre
es. Conviene saber en cuanto tiene uso de razón, porque la virtud se obra según la parte más
perfecta que hay en el hombre, que es la razón, por la cual difiere el hombre de los brutos y
participa con las substancias imortales y con la divinidad; así que la virtud por sí misma debe
ser elegida como fin y galardón de todos los trabajos; y no que se obre la virtud por alcanzar con
ella otra cosa en este mundo, porque ella precede a todas las cosas mundanas, y es fin dellas por
quien todas se deben hacer, y no ella por ellas. Y mira cuánta es la excelencia de la virtud, que
aunque no la obres para conseguir con ella otros bienes mundanos, ellos mismos se te dan y te
obedecen siendo tú virtuoso. Y por eso dice aquí el poeta, que con la virtud se defiende y se
guarda todo, y que todos los bienes tiene el virtuoso. Otrosí, debes notar que aquí la virtud
principalmente sentiende por la fortaleza, porque esta es la más notable virtud de todas, acerca
de los caballeros famosos y varones ilustres en el hecho de las armas. Porque con la fortaleza
principalmente, se hacen los hazañosos y claros hechos, dignos de inmortal fama y de gloriosa
memoria. Y entiéndese aquí la fortaleza con la compañía de las otras virtudes, que otramente
ella no sería fortaleza. Así que aquí se consolaba Alcumena de todos sus trabajos y tristezas por
haber alcanzado en fin dellas, por galardón la virtud. Todas las palabras del texto son muy
notables.
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Anfitrión.
Traducción de
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bienaventurada, que a lo menos venció por batalla los enemigos, y en volver él a su casa
con mucha honra, me da consolación. Sea de mí ausente con tanto que alcanzada la
gloriosa alabanza se retraya a su casa. Yo sufriré mucho el ausencia suya con fuerte y
firme ánimo, pues que tal galardón se me da que vuelva a mí marido vencedor de la
batalla. Esto habré yo por gran bien.
ANFITRIÓN: ¡Por Dios! Que yo tengo de llegar a mi casa muy deseado de mi mujer, que
me ama y yo también a ella, mayormente pues que nuestros negocios se han hecho bien:
vencidos los enemigos que ninguno pensaba poderse vencer, por mi industria y
gobernación al primer encuentro los desbaratamos. Por esto sé cierto, que yo vengo a mi
mujer muy esperado y deseado della.
SOSIA: ¿Qué piensas tú que hará mi amiga con mi venida, cuando eso juzgas de tu
mujer?
ALCUMENA: Mi marido es éste, por cierto.
ANFITRIÓN: Vente por aquí tras mí.
ALCUMENA: ¿Cómo se vuelve, que me dijo que se iba de gran priesa? ¿Si me quiere
tentar de lo quel sabe muy bien que yo le amo?; ¿y si quiso probarme con su ida para
ver cómo le deseo? En cualquiera manera que ello sea, por cierto, él no me hace pesar
con su venida.
SOSIA: Anfitrión, mejor será que nos volvamos al navío.
ANFITRIÓN: ¿Por qué razón?
SOSIA: Porque no habrá en casa quien nos dé de comer cuando llegaremos.
ANFITRIÓN: ¿Qué causa te movió a pensar agora eso?
SOSIA: Porque venimos tarde.
ANFITRIÓN: ¿Cómo?
SOSIA: Porque veo a Alcumena estar a la puerta muy harta y rellena.
ANFITRIÓN: No es sino que la dejé yo preñada antes que me partiese.
SOSIA: ¡Guay de mí! ¡muerto soy!
ANFITRIÓN: ¿Qué has?
SOSIA: Porque según la cuenta traes ella, tiene ya cumplido el mes; así que vengo yo a
ser aguadero de la parida, y de toda la casa.
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Anfitrión.
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ANFITRIÓN: No hayas miedo.
SOSIA: ¡Sabes cuán buen corazón tengo! Que si una vez tomo el calderón en la mano,
nunca me tengas por hombre de mi palabra, si yo no le sacare toda el alma al pozo que
una vez comenzare.
ANFITRIÓN: Vente tras mí, que otro habrá que haga eso; ¡no hayas miedo!
SOSIA: Yo haría mejor lo que debo en llegar a mi señora primero que mi amo Anfitrión.
Anfitrión, muy alegre, saluda a su deseada mujer, a la cual se la estima por la mejor de
todas cuantas hay en Tebas, cuya bondad es famosa entre todos los ciudadanos.
ANFITRIÓN: ¿Has estado buena?, ¿has deseado mi venida?
SOSIA: Nunca vi cosa más deseada; ninguno le saluda más que a un perro.
ANFITRIÓN: Y como te veo preñada, y como te veo tan embarnecida, alégrome.
ALCUMENA: ¡Ruégote por Dios que me digas por qué me saludas! ¿Para burlar de mí? Y
me hablas tan amorosamente como si de poco acá no me hubieses visto, como si agora
fuese la primera vez que llegas a tu casa viniendo de la guerra. ¡Así me hablas de nuevo,
como si de mucho tiempo acá no me vieras!
ANFITRIÓN: Antes te certifico que yo no te haya visto en alguna parte, si agora no,
después que me partí a la guerra.
ALCUMENA: ¿Por qué lo niegas?
ANFITRIÓN: Porque deprendí a decir verdades.
ALCUMENA: No hace cosa justa el que desaprende lo que aprendió; ¡¿probáisme quizá,
por ver lo que tengo en el corazón?! Mas dime, ¿por qué os volvistes tan presto? ¿Hubo
algún agüero que te hiciese tardar o detiénete alguna tempestad, que no te fueses a tus
huestes como poco ha me dijiste?
ANFITRIÓN: ¿Poco ha? ¿Qué tan poco ha?
ALCUMENA: ¿Tientasme? Poquito ha; muy poquito, agora.
ANFITRIÓN: ¿Cómo puede ser esto que dices?, ¿poquito ha, y agora?
ALCUMENA: ¡¿Qué piensas que tengo que hacer sino burlar de ti, pues que burlas de
mí?! ¿Qué dices…, que llegaste agora de nuevo y aún agora partiste de aquí?
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Anfitrión.
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ANFITRIÓN: ¡Esta mujer desvariando está! Espera un poco hasta que descabece un
sueño, que ella ciertamente despierta está soñando.
ALCUMENA: ¿En verdad? ¡por Dios! Yo estoy despierta y velando; hablo lo que ha
pasado porque de poco acá, antes que hoy amaneciese, os vi a éste y a ti.
ANFITRIÓN: ¿En qué lugar?
ALCUMENA: ¡Aquí, en esta casa do tú moras!
ANFITRIÓN: ¡Nunca tal cosa pasó!
SOSIA: ¿Por qué no callas? ¿Qué sabes tú si el navío nos trajo acá adormidos desde el
puerto?
ANFITRIÓN: ¿Tanbién tú te conformas con ésta?
SOSIA: ¡Qué quieres que haga! ¿No sabes tú que a una loca que desvaría, si la quieres
contradecir, que de loca la harás muy loca y arrojará más porradas? Y si otorgas con
ella, con sola esta herida, la vencerás.
ANFITRIÓN: Antes te juro por Apolo que ella habrá hoy cierta la rencilla; ¿Cómo pues
que viniendo yo agora de nuevo a mi casa, no ha querido saludarme?
SOSIA: ¡Despertarás las moscas para que te piquen más!
ANFITRIÓN: ¡Calla tú! … Alcumena, una cosa te quiero preguntar.
ALCUMENA: Pregunta lo que quisieres.
ANFITRIÓN: ¿Por ventura es locura esta que te ha venido, o es demasiada soberbia?
ALCUMENA: ¿Por qué te ha venido al pensamiento de preguntarme esto, mi marido?
ANFITRIÓN: Porque antes de agora solías tú saludarme cuando venía de fuera, y así
mismo hablar amorosamente como suelen hacer las buenas mujeres a sus maridos.
Agora, hállote muy fuera desta costumbre, llegando yo de camino a mi casa.
ALCUMENA: Por cierto, mi marido, cuando tú llegaste ayer, yo te saludé, y te pregunté si
venías bueno y juntamente te tomé la mano y te di un beso en la boca.
SOSIA: ¿Tú saludaste ayer a éste?
ALCUMENA: ¡Y a ti también!
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Anfitrión.
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SOSIA: Anfitrión, yo esperaba que ésta te había de parir un hijo, ¡mas no es de hijo su
preñez!
ANFITRIÓN: ¿Pues, de qué?
SOSIA: ¡De locura!
ALCUMENA: Yo en verdad, en mi seso estoy; y ruego a los dioses que me alumbren para
que venga parida de un hijo, y a ti verná mucho mal si este usa de su oficio; y, tú
malvado agorero, llevarás lo que mereces por este agüero que me anuncias.
SOSIA: Más razón es de dar el mal a la preñada porque tenga en qué roer, si comenzare a
estar mala del seso12.
ANFITRIÓN: ¿Tú me viste ayer aquí?
ALCUMENA: Digo que yo te vi, si quieres que lo diga diez veces.
ANFITRIÓN: ¡En sueños, quizá!
ALCUMENA: ¡Mas despierta te vi despierto!
ANFITRIÓN: ¡Desaventurado de mí!
SOSIA: ¿Qué has?
ANFITRIÓN: ¡Desvaría mi mujer!
SOSIA: ¡Con algún humor malencónico está turbada!13 Porque ninguna cosa hay que tan
presto haga desvariar los hombres.
12
VILLALOBOS: Allí donde dice más razón es de dar el mal a la preñada, has de saber
que en latín malum quiere decir mal, y quiere decir manzana, y como Alcumena dijo a
Sosia que le venía mal desto que hablaba, responde Sosia quel mal, que es la manzana,
sería mejor para la preñada porque tenga que roer.
13
VILLALOBOS: Allí donde dice: con algún humor malencólico está turbada, etc. Nota
que en los meollos de la cabeza que se llaman celebro, se representan las especies de las
cosas que sentimos y entendemos mediante las virtudes sensitivas; que allí son así como
en una fuente de agua clara se representan las imágines y figuras de las cosas que se
ponen delante; y cuando llega el humor malencólico al celebro, como es humor terrestre
y negro, entúrbiale y ofusca los espíritos dél, de tal manera que no se representan allí las
cosas como son. Así como cuando cae tierra o cisco en el agua clara la enturbia, para
que no se representen en ella las figuras por la manera que son, y de aquí nace el
desvariar, así que el poeta quiso tocar aquí esta materia como filósofo y médico.
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Anfitrión.
Traducción de
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ANFITRIÓN: ¿Mujer, a dónde sentiste la primera vez tomarte este mal?
ALCUMENA: En verdad, por Dios, yo estoy sana y salva.
ANFITRIÓN: Pues luego, ¡por qué dices que me viste ayer! Que aún esta noche arribamos
al puerto, allí cené y allí dormí toda la noche en el navío. Ni he puesto el pie en esta
casa después que me partí de aquí con el ejército contra los enemigos teleboyanos y los
vencimos.
ALCUMENA: Mas antes cenaste conmigo y dormiste conmigo.
ANFITRIÓN: ¿Cómo es eso?
ALCUMENA: ¡Digo verdad!
ANFITRIÓN: ¡No en esto, por Dios! En otras cosas, no sé.
ALCUMENA: A la primera alborada te partiste para tus huestes.
ANFITRIÓN: ¿En qué manera?
SOSIA: Bien dice lo que se le acuerda esta te contando el sueño; mas tú, buena mujer,
después que despertaste habías de sacrificar a Júpiter, el de las maravillas, con muela de
sal o con encienso.
ALCUMENA: ¡Guay de tu cabeza!
SOSIA: Antes te hago provecho con lo que te digo, si curas de ti.
ALCUMENA: Es muy gentil cosa que diga este bellaco otra vez descortesías contra mí,
sin que tú le castigues.
ANFITRIÓN: ¡Calla, tú! ¡Di, tú! ¿Yo me partí hoy de ti cuando amanecía?
ALCUMENA: ¿Pues quién sino vosotros me contó a mí cómo había pasado allá la batalla?
ANFITRIÓN: ¡Cómo! ¿y también sabes tú eso?
ALCUMENA: Como quien lo oyó de ti: que habías combatido una gran ciudad y tú
mismo mataste al rey Terela.
ANFITRIÓN: ¿Yo dije eso?
ALCUMENA: ¡Tú mismo! ¡Y aún estaba delante este Sosia!
39
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Plauto.
Anfitrión.
Traducción de
Fco. López de Villalobos
ANFITRIÓN: ¿Oísteme tú contar hoy estas cosas?
SOSIA: ¿A dónde te lo había yo de oír?
ANFITRIÓN: ¡Pregúntalo a esta!
SOSIA: Estando yo presente, nunca tal pasó; que yo sepa.
ALCUMENA: Maravilla es no hablar este contra ti.
ANFITRIÓN: Hora sus, Sosia. Mírame.
SOSIA: Ya miro.
ANFITRIÓN: Yo quiero que se diga la verdad, y no quiero que te conformes conmigo;
¿oísteme tú contarle a ella esto que dice?
SOSIA: ¡Ruégote en reverencia de Apolo que me digas si has perdido el seso tanbién tú
como ella!, ¡pues qué me preguntas eso, que sabes que es ésta la primera vez que yo
juntamente contigo la veo!
ANFITRIÓN: ¿Qué dices agora, mujer? ¿Hasle oído?
ALCUMENA: Por tanto, me creo yo mucho más a mí que a vosotros, y sé que esto ha
pasado ni más ni menos como yo lo digo.
ANFITRIÓN: Tú dices que vine yo ayer.
ALCUMENA: Y tú niegas haberte partido de aquí hoy.
ANFITRIÓN: Yo sí por cierto; y digo que agora es la primera vez que vengo a mi casa.
ALCUMENA: Ruégote que me digas si negarás tanbién esto: haberme tú hoy
empresentado una copa de oro que dijiste que te habían dado allá.
ANFITRIÓN: ¡Por la casa de Apolo, que ni yo te la di ni te dije eso! Mas pensé de
hacello así como dices, y aún agora pienso de darte esa copa. Mas… ¿quién te dijo eso?
ALCUMENA: Por cierto yo de ti lo oí, y de tu mano tomé la copa.
ANFITRIÓN: Esta quedó, esta quedó por amor de mí; mucho me maravillo Sosia que
sepa ésta cómo allí me dieron la copa de oro, si tú no hablaste con ella cuando yo te
envié y le contaste todas estas cosas.
SOSIA: ¡Por la casa santa de Apolo que ni yo tal dije, ni la vi sino junto contigo!
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Plauto.
Anfitrión.
Traducción de
Fco. López de Villalobos
ANFITRIÓN: ¿Qué será esto desta mujer?
ALCUMENA: ¿Quieres que te saquen aquí la copa?
ANFITRIÓN: Quiero que la saquen.
ALCUMENA: ¡Hágase! Tesala, ¡entra y saca fuera la copa que hoy me dio mi marido!
ANFITRIÓN: ¡Ven acá tú, Sosia! Allende de las otras maravillas en verdad, yo mespanto
mucho desta. ¡Si es verdad que esta mujer tiene aquella copa…!
SOSIA: ¡Cómo! ¿Crees tú que ha de tener la copa que traen en esta cestilla sellada con tu
sello?
ANFITRIÓN: El sello salvo está.
SOSIA: Míralo.
ANFITRIÓN: Bueno, está ni más ni menos como yo le sellé.
SOSIA: Ruégote que tú hagas a limpiar y desencantar esta enhechizada.
ANFITRIÓN: ¡Casa santa de Apolo! ¡¿que menester es hacer aquí nada?! Toda esta casa
está llena de visiones y despantos. ¡¿que menester son palabras?! Cata ahí la copa,
veístela ahí.
ALCUMENA: ¿Creerás lo que te digo?, ¡sus mírala hora bien si quieres!, tú, que niegas lo
que heciste. Ya yo te venceré agora públicamente. ¿Es ésta la copa que allí me diste?
ANFITRIÓN: ¡O, gran Júpiter! ¿Qué es esto que veo? Esta es ella en verdad la copa.
Muerto soy, Sosia.
SOSIA: O esta mujer, por Dios, es una grande embahucadora, o la copa ha de estar aquí
en esta cestilla.
ANFITRIÓN: ¡Sus, desata la cestilla!
SOSIA: ¿Para qué la tengo de desatar? Ella está muy bien sellada y ha venido a buen
recaudo. La cosa se ha hecho gentilmente: tú pariste otro Anfitrión, yo parí otro Sosia.
Y agora si la copa ha parido otra copa… ¡todos nos hecimos mellizos!
ANFITRIÓN: Cierto es que se ha de abrir y mirar.
SOSIA: Mira si quieres qué tal está el sello, no me cargues después a mí la culpa.
ANFITRIÓN: ¡Abre luego! porque esta mujer quiere con palabras tornanos locos.
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Plauto.
Anfitrión.
Traducción de
Fco. López de Villalobos
ALCUMENA: ¿Dónde había yo de haber esta copa sino de ti que me la diste?
ANFITRIÓN: Eso quiero yo pesquisar.
SOSIA: ¡Júpiter, o Júpiter!
ANFITRIÓN: ¿Qué has habido?
SOSIA: ¡A que ninguna copa está en la cestilla!
ANFITRIÓN: ¿Qué es esto que oyo?
SOSIA: ¡Lo que es verdad!
ANFITRIÓN: ¡Ello es hecho por tu mal y para tu tormento si no parece!
ALCUMENA: Hela aquí do parece.
ANFITRIÓN: ¿Pues quién te la dio?
ALCUMENA: Quien me lo pregunta.
SOSIA: Burlas de mí tú, que escondidamente veniste del navío por otro camino antes que
yo, y sacaste de aquí la copa y distegela; y después tornaste otra vez a sellar la cestilla
secretamente.
ANFITRIÓN: ¡O, cuitado de mí; ya tú tanbién ayudas a la locura desta! ¿Dices tú mujer
que nosotros venimos ayer aquí?
ALCUMENA: Digo que sí, y que luego en llegando me saludaste y yo a ti, y te di un beso.
ANFITRIÓN: ¡Ya este comienzo del beso no me agrada! Diga más adelante.
ALCUMENA: Bañástete.
ANFITRIÓN: ¿Qué fue después que me bañé?
ALCUMENA: Sentástete a la mesa.
SOSIA: ¡O, qué bien; no hagáis sino preguntar!
ANFITRIÓN: No atajes; di más adelante.
ALCUMENA: La cena fue traída; cenaste conmigo. Yo me asenté junta contigo.
ANFITRIÓN: ¿En un mismo estrado?
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Plauto.
Anfitrión.
Traducción de
Fco. López de Villalobos
ALCUMENA: En el mismo.
SOSIA: ¡Y huy! No me agrada nada este convite.
ANFITRIÓN: ¡Déjate agora de argumentos! Diga, qué fue después que cenamos.
ALCUMENA: Dicías que te dormías; alzaron la mesa y de aquí nos fuimos a acostar.
ANFITRIÓN: ¿Y tú dónde te acostaste?
ALCUMENA: Juntamente en la cámara, en una misma cama contigo.
ANFITRIÓN: ¡Echado me has a poder!
SOSIA: ¿Qué hobiste, señor?
ANFITRIÓN: ¡Ha me muerto esta mujer!
ALCUMENA: ¡Que has, mi alma!
ANFITRIÓN: ¡No me hables amorosamente!
SOSIA: ¿Qué has sentido?
ANFITRIÓN: ¡O, desventurado de mí! Yo soy muerto, pues que a la castidad desta ha
sobrevenido vicio y maldad en mi ausencia.
ALCUMENA: Ruégote, en reverencia de Castor, que me digas, mi marido: ¿por qué razón
tengo yo de oír de ti tales injurias?
ANFITRIÓN: ¡Que sea yo tu marido! ¡No me llames tan falso nombre!
SOSIA: ¡Síguese daquí, pues que este dice que no es el marido, que sea tornado la mujer!
ALCUMENA: ¿Qué hice yo porque tales injurias se me digan?
ANFITRIÓN: ¡Tú misma te dices lo que has hecho! ¡¿Y pregúntasme a mí lo que tú
pecaste?!
ALCUMENA: ¿Qué pecado te hice, si me acosté a par de ti, siendo casada contigo?
ANFITRIÓN: ¿Tú te acostaste conmigo? ¡Hay cosa en el mundo más osada que esta cara
sin vergüenza! Demanda si quieres un poco de honestidad prestada, pues tienes
necesidad della.
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Plauto.
Anfitrión.
Traducción de
Fco. López de Villalobos
ALCUMENA: ¡Esa maldad que tú me levantas no se haya en nuestro linaje! Si tú quieres
por engaños probarme de deshonesta, ¡nunca podrás hallar lo que buscas!
ANFITRIÓN: ¡O, dioses inmortales! Sosia, tú al menos conócesme.
SOSIA: Escasamente.
ANFITRIÓN: ¿Cené yo ayer en el navío en el Puerto Pérsico?
SOSIA: Sin mí hay otros testigos que en esto no me dejarán mentir; yo no sé que me diga
deste negocio: si no hay otro Anfitrión que quizá siendo tú ausente tenga cargo de tus
cosas, y que en tu ausencia goce de tus bienes; porque daquel Sosia encantado que yo
poco ha te dije, cosa es de maravillar mucho; mas cierto deste Anfitrión es otra mayor
maravilla. No sé qué encantador es éste que ha engañado esta mujer.
ALCUMENA: ¡Juro por el reino del alto rey, y por la madre de las Compañas Juno, de
quien yo debo tener mucho miedo y vergüenza, que ningún mortal, fuera de ti, se llegó a
mi cuerpo para hacerme deshonesta!
ANFITRIÓN: ¡Querría que eso fuese verdad!
ALCUMENA: Yo digo verdad, mas es en vano, pues que no la quieres creer.
ANFITRIÓN: Mujer eres; atrevidamente lo juras.
ALCUMENA: La que no tiene culpa ha de ser osada y hablar por su honra, confiada y
soberbiamente.
ANFITRIÓN: ¡Harto osadamente lo dices!
ALCUMENA: ¡Como conviene a mujer honesta!
ANFITRIÓN: En las palabras lo pruebas.
ALCUMENA: No tengo yo por mi dote lo que la gente llama dote, sino la castidad y la
honestidad, y el resfriamiento de la carne, el temor de los dioses, el amor de los padres y
la concordia con los deudos, y serte a ti obediente y liberal con los buenos y aprovechar
a los virtuosos.
SOSIA: ¡Cierto por Dios! Esta es apuradamente buena si es verdad lo que dice.
ANFITRIÓN: ¡Enajenado estoy en verdad! De tal manera que yo no sé quien me soy.
SOSIA: Por cierto, tú eres Anfitrión. Guarda, no te pierdas, según la costumbre dagora;
así se truecan los hombres después que venimos deste viaje.
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Plauto.
Anfitrión.
Traducción de
Fco. López de Villalobos
ANFITRIÓN: Mujer: cierto es que yo no tengo de dejar de pesquisar este negocio.
ALCUMENA: ¡Por Dios, que en eso tú me harás placer!
ANFITRIÓN: ¿Qué dices? Respóndeme: ¿que será si yo traigo aquí del navío a tu primo
Naucrates, que vino junto conmigo en el mismo navío? Si este niega haber pasado lo
que tú dices, ¿qué pena mereces? ¿Por ventura darás alguna razón por ti, para que yo no
te prive del matrimonio?
ALCUMENA: Si yo erré, no hay causa ni razón que me baste.
ANFITRIÓN: Bien está. ¡Tú, Sosia, mete allá dentro esos cautivos! Yo me voy a traer
conmigo a Naucrates del navío.
SOSIA: Aquí no está sino Dios y nosotros. ¡Señora, di la verdad, no me burles! ¿está
aquí dentro otro Sosia como yo?
ALCUMENA: ¡Vete me d’ahí siervo digno de tal señor!
SOSIA: Voy me, pues lo mandas.
ALCUMENA: ¡Maravillosa hazaña ha sido esta en verdad! ¡Que haya placer mi marido de
levantarme una maldad tan falsa y tan mala como esta! Lo que quiera que ello sea, yo lo
sabré presto de mi primo Naucrates.
Junto con esto se siguen ciertas palabras que habla Júpiter con los miradores, para
cuando se representare la comedia en público. No se ponen aquí porque no valen nada.
Alcumena, desque su marido fue buscar testigos contra ella, se queda quejando muy
amargamente de tan gran maldad como su marido le levantó. En esto entra Júpiter
hecho Anfitrión, y descúlpase de todo lo pasado. Al cabo se reconcilian en amistad y
aparéjanse los sacrificios.
ESCENA V
Alcumena. Júpiter
ALCUMENA: No puedo sosegar en casa. Así me veo acusada de mi marido de maldad y
adulterio y deshonestidad. Todo lo que pasó dice a grandes voces que no pasó.
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Plauto.
Anfitrión.
Traducción de
Fco. López de Villalobos
Repréndeme de lo que nunca fue ni yo cometí, y a diestro y a siniestro piensa que ha de
valer lo que él dice; y que yo me tenga por tal ni más ni menos como él me pinta;
¡nunca tal haré por Dios, ni tengo de consentir que sea yo falsamente acusada de
adulterio!, antes me quiero apartar dél, o él me satisfaga y encima ha de jurar que le
pesa de haber dicho lo que contra mí dijo siendo yo sin culpa.
JÚPITER: Obligado soy de hacer lo que esta pide si tengo de procurar, amándola, de ser
della recibido; y pues la obra que yo hice ha hecho daño a Anfitrión, y el amor que yo la
tengo acarreó gran trabajo a Anfitrión, que está sin culpa en acusalla. Agora conviene,
aunque estoy sin culpa, que yo me haga culpado de las maldades que él le dijo, y de la
ira que mostró contra ella.
ALCUMENA: ¡He lo aquí do le veo, al que a la triste de mí acusa de adulterio y
deshonestidad!
JÚPITER: Mujer, hablar te quiero; ¿a dónde te vuelves?
ALCUMENA: Tal es mi condición que siempre aborrezco de mirar en el rostro a mis
enemigos.
JÚPITER: ¡Hea, ya, señora! ¿Enemigos dices?
ALCUMENA: Así es. Yo digo verdad si no me levantas que tanbién es mentira esto.
JÚPITER: ¡Mucho estás vergonzosa!
ALCUMENA: ¡Aparta allá tu mano de mí! Porque si tú estás en tu seso, o si sabes mucho,
la que una vez tú has tenido por mala mujer y lo has afirmado cierto, no debes haber
razones con ella en burla ni en veras, si no eres el mayor loco de los locos.
JÚPITER: Sí, yo lo dije, no te debes enojar dello porque yo no lo pienso así como lo dije,
y por eso vuelvo acá para darte mis desculpas, porque nunca mayor pesar llegó a mi
ánimo que cuando sentí que estabas enojada de mí.
ALCUMENA: ¿Decirme has por qué lo dijiste?
JÚPITER: Yo te lo rinderé, por la casa de Apolo, que yo no lo dije creyendo que tú eras
mala mujer, mas quise probar tu ánimo, ver qué harías y en qué manera te pondrías a
sufrir tan fuerte acusación. Que yo verdaderamente te lo dije burlando para reír después;
sino… pregúntalo a este Sosia.
ALCUMENA: No cale sino que trayas aquí a mi primo Naucrates, que tu dijiste poco ha
que lo habías de presentar por testigo, otramente no debieras venir acá.
JÚPITER: Si alguna cosa se dijo en burla, no es razón que tú la tornes a veras.
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Plauto.
Anfitrión.
Traducción de
Fco. López de Villalobos
ALCUMENA: ¡No sé que tan burla es, más sé que tan me dolió en el corazón!
JÚPITER: ¡Alcumena, por la tu diestra, te ruego y te suplico que me perdones!
¡Perdóname! ¡No estés enojada de mí!
ALCUMENA: Con mi virtud hice yo que tus palabras y acusaciones fuesen vanas y falsas,
y agora pues me das por libre de las obras, yo me quiero apartar de los deshonestos
dichos; quédate a Dios; guarda para ti tu hacienda y dame la mía, y manda que vaya
conmigo alguna compañía.
JÚPITER: ¿Estás en tu seso?
ALCUMENA: Si no mandas que me acompañen… ¡yo sola me iré! ¡Y llevaré conmigo
por compañera la castidad!
JÚPITER: Yo haré un juramento, cual tú le ordenares, que yo pienso que tengo muy
buena mujer, y si en esto miento, yo te ruego muy alto Júpiter que siempre estés
enojado de Anfitrión.
ALCUMENA: ¡No plega a Dios, sino que te sea favorable!
JÚPITER: Así confío que será, porque yo tengo jurado la verdad. Agora mi señora, ¿ya no
estás enojada?
ALCUMENA: No estoy enojada.
JÚPITER: Es muy bien hecho, porque en la edad de los hombres muchas cosas acontece
desta manera; toman deleites y otras veces toman desventuras, entrevienen enojos y
otras veces tornan en gracia; mas los enojos cuando alguna vez vienen desta manera
entre los que se aman, si después tornan en amistad, dos tanto quedan amigos que antes
lo eran.
ALCUMENA: Lo principal que tú hubieras de hacer era guardarte de decir contra mí tales
palabras, mas pues que ya es dicho, si con la lengua que se dijo lo desdices, hase de
sufrir en paciencia.
JÚPITER: Manda luego que me aparejen vasijas limpias, porque los votos que yo prometí
estando en la guerra, para si volviese salvo a mi casa, los cumpla todos agora.
ALCUMENA: ¡Yo terné cuidado deso!
JÚPITER: ¡Mozos! llámame acá a Sosia para que llame aquí a Blefaron, el gobernador
que fue conmigo en el navío para que coma con nosotros. Este, sin comer, quedará
burlado cuando yo tuviere aquí asido por las agallas a Anfitrión.
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Plauto.
Anfitrión.
Traducción de
Fco. López de Villalobos
Alcumena no sé qué se habla entre sí. Ábrense las puertas y sale fuera Sosia. Envía
Júpiter a Sosia que convide a Blefarón de su parte, y llama a Mercurio para que
defienda la entrada de Anfitrión que vuelve a su casa.
ESCENA VI
Sosia. Júpiter. Alcumena
SOSIA: ¡Anfitrión, aquí estoy! Mira si es menester mandar alguna cosa y hazello he.
JÚPITER: ¡A buen tiempo vienes!
SOSIA: Ya me parece que hay paz entre vosotros y como os veo sosegados gózome y
deléitome; y así me parece que es justo: que el buen siervo se haga a la manera y
condición de sus señores, que como ellos estuvieren así, se ponga y saque su gesto por
el gesto dellos; triste cuando ellos tristes, y alegre cuando ellos fueren alegres. Mas ea,
ríndeme ¿habéis ya vuelto en concordia?
JÚPITER: Burlaste sabiendo que todo aquello lo decía yo burlando.
SOSIA: Si tú lo dejiste por juego, yo cierto por veras lo tomaba.
JÚPITER: Yo tuve mis desculpas y es hecha paz entre nosotros.
SOSIA: Fue muy bien hecho.
JÚPITER: Yo me voy adentro a hacer los oficios divinos y cumplir los votos que son
hechos.
SOSIA: Bien me parece.
JÚPITER: Tú llama aquí de mi parte a Blefarón, el gobernador del navío, para que
acabados los sacrificios coma conmigo.
SOSIA: Yo iré tan presto que cuando pensares que estoy allá, esté acá.
JÚPITER: Pues vuélvete luego.
ALCUMENA: ¿Qué mandas que haga? Yo me entraré adentro para que se apareje lo que
es menester.
JÚPITER: Anda en hora buena y cuando pudieres, haz que esté todo aparejado.
ALCUMENA: Antes ven cuando quisieres, que yo haré que no haya tardanza.
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Plauto.
Anfitrión.
Traducción de
Fco. López de Villalobos
JÚPITER: Hablas muy bien y como mujer diligente. [Aparte: Ya estos dos entrambos
están engañados, el siervo y la señora, que piensan que soy Anfitrión; y agora tú, divino
Sosia haz como seas aquí presente. Bien oyes lo que digo aunque estás ausente. Haz
como tú quisieres de manera que eches de casa a Anfitrión que viene agora. Mira que
estés avisado que yo quiero burlalle en tanto que con esta mujer prestada tomo placer;
ten cuidado desto y haz así mismo todo lo que tú entiendes que yo he gana, y sírveme en
tanto que hago sacrificio a mí mismo.
Mercurio viene corriendo a cumplir por orden lo que manda Júpiter, y dice lo que
entiende hacer.
[ESCENA VII]
Mercurio
¡Haced lugar, desviaos, apartaos todos del camino! ¡No sea algún hombre tan osado que
se me pare delante! porque siendo yo dios, qué menos licencia tengo de amenazar al
pueblo para que me haga lugar, que un siervo que trae nuevas del navío que arribó en
salvo, o trae nuevas de la venida del viejo sañudo. Pues si a este hacen lugar cuando
viene corriendo, cuanto más a mí que vengo obedeciendo las palabras de Júpiter, y por
su mandado me traigo con tanta furia. Por tanto, es cosa justa que se me aparte de la
carrera y me hagan lugar. Mi padre me llama. Yo le sigo. Y a su dicho y mandamiento
soy obediente cual debe ser el buen hijo a su padre; así mismo yo le soy a mi padre en
sus amores buen servidor. Amenazo y amonesto; estoy presente; gózome cuando le va
bien, y si algún deleite siento que tiene mi padre, es para mí mayor deleite. Él ama, y
sabe lo que cumple14. Hace bien en obedecer a su voluntad15, que así lo debían hacer
14
VILLALOBOS: Allí donde dice: que un siervo que trae nuevas, etc. Has de entender
que estas palabras habla Mercurio a la gente delante quien se representa esta comedia, y
has de presuponer que cuando Sosia vino la primera vez a traer la nueva a Alcumena,
hacía apartar a la gente que allí estaba mirando, para pasar su camino adelante. Dice
agora Mercurio que si este siervo, conviene saber Sosia, que trajo nuevas del navío
haber llegado en salvo, y de la venida del viejo sañudo que es Anfitrión, tenía licencia
de apartar la gente, y todos le hacían lugar para que pasase, mucha más razón es que él
siendo dios, haga otro tanto. Y nota que este capítulo se pudiera dejar de trasladar aquí,
mas quíselo poner por dar a entender a los escolares este paso, porque no lo entendió el
que glosa la comedia en Latín. Otros muchos no entendió, y muchos glosó que están
muy claros y muchos dejó de glosar que no se pueden bien entender.
15
VILLALOBOS: Allí donde dice: hace bien en obedecer a su voluntad y etc. En estas
palabras parece que este tuvo por opinión que es bueno hombre obedecer a su voluntad
cerca del apetito sensitivo. Esta es opinión epicúrea y errónea, porque la voluntad de tal
manera no es voluntad de hombre en cuanto es hombre, antes es bestialidad. Y en decir
aquí los dioses “hacían bien en hazello así”, se muestra bien cuán fuera de todo discurso
de razón, y aun de aparencia era la ley y religión que estos tenían y guardaban.
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Plauto.
Anfitrión.
Traducción de
Fco. López de Villalobos
todos los hombres haciéndose por buenos modos. Agora, mi padre quiere que Anfitrión
sea escarnecido. Yo haré muy bien como él lo sea; porné una corona en mi cabeza como
siervo que quiere hacerse libre; fingiré que estoy borracho y subirme arriba, y dallí,
desde el sobrado, cuando Anfitrión llegare a casa, echarle della; y haré borracho dél
aunque no haya comido. Después luego, su siervo Sosia llevará la pena deste enojo que
yo le haré, porque todo lo que yo hiciere hoy arguirá contra Sosia, diciéndole que él lo
hizo. ¡Que se me da a mí! pues que tengo de seguir la voluntad de mi padre, y servirle
en lo que él hubiere gana. ¡Mas helo dó viene Anfitrión! Ya él será burlado aquí.
Voyme adentro y tomaré el vestido como Sosia, después subirme arriba para estorballe
dende allí la entrada.
Vuelve Anfitrión a su casa sin hallar el testigo que buscaba y llama a la puerta.
[ESCENA VIII]
Anfitrión
Naucrates, en cuya busca yo iba no está en el navío ni en casa, ni he hallado en la
ciudad a quien le haya visto; porque yo he andado arrastrado todas las plazas, las
escuelas, las tiendas de los aceites olorosos; al mercado y a la carnicería, y a do se hacen
las luchas, y a do libran los pleitos; a los boticarios y a los barberos, y por todos los
templos he andado. Cansado vengo buscando a Naucrates, y en ninguna parte le hallo.
Agora yo iré a mi casa y tornaré a pesquisar de mi mujer este negocio: quién haya sido
aquel por quien ella ha infecionado su cuerpo de adulterio; porque a mí más me vale
morir que dejar hoy de pesquisar esta demanda. Mas… ¡cerrado han las puertas de casa!
¡oh, qué bien, hácese agora esto como todo lo otro! Daré golpes a la puerta. ¡Abrí aquí!
¡Quién está acá! ¡Hao! ¡Quién abre esta puerta!
Mercurio en figura de Sosia estorba la entrada a Anfitrión, lo cual Anfitrión sufre con
poca paciencia, mayormente desque sabe que estaba otro con su mujer.
[ESCENA IX]
Mercurio. Anfitrión.
MERCURIO: ¿Quién está hay?
ANFITRIÓN: Yo soy.
MERCURIO: ¿Qué cosa es yo soy?
ANFITRIÓN: Así lo digo.
MERCURIO: ¡Cierto, Júpiter y todos los dioses están enojados de ti, pues que así
quebrantas las puertas por tu mal!
ANFITRIÓN: ¿Cómo es eso?
50
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Plauto.
Anfitrión.
Traducción de
Fco. López de Villalobos
MERCURIO: ¡De tal manera que vivas toda tu vida malaventurado!
ANFITRIÓN: ¡Sosia!
MERCURIO: ¡Así me llaman, Sosia, si no piensas que se me olvidó! ¿Qué es lo que agora
quieres?
ANFITRIÓN: ¡Bellaco! ¿Agora me preguntas que quiero?
MERCURIO: Si pregunto…, don loco desvariado, que casi has quebrado los quicios de
las puertas. ¡Si pensabas que nos dan de concejo las puertas de balde! ¿Qué estás
mirándome, bobo? ¿qué es lo que quieres, o qué hombre eres?
ANFITRIÓN: ¡Ladronazo! ¡Aun me preguntas quién soy! ¡Apurador de las vergas con
que azotan! A quien yo haré hoy, por esto que has dicho, hervir en azotes.
MERCURIO: ¡Gran gastador debías de ser cuando mozo!
ANFITRIÓN: ¿Cómo así?
MERCURIO: Pues que agora en la vejez has venido a pedir a puertas el mal año que yo te
daré.
ANFITRIÓN: Por tu tormento derramas hoy esas palabras, ¡maldito!
MERCURIO: ¡Sacrificarte quiero!
ANFITRIÓN: ¿Cómo es eso?
MERCURIO: Porque te quiero matar por desastre.
ANFITRIÓN: Mas yo te mataré a ti puesto en cruz y atormentado. ¡Sal acá fuera, ladrón!
¡Tú me has de matar verdugo!; si los dioses no me deshacen hoy mi hechura, yo te haré
que después de cargado de azotes con duros látigos, seas llevado para sacrifico de
Saturno.
MERCURIO: ¡Fantasma de noche! ¿Con amenazas me tientas? Pues si no huyes d’ay, si
de nuevo tocas el aldaba, si con el más chiquito dedo hicieres ruido a la puerta, con esta
teja te quebrantaré la cabeza y te haré que con los dientes escupas la lengua!
ANFITRIÓN: ¡Ahorcadizo! ¡Tú has de ser osado de echarme a mí lejos de mi casa!
MERCURIO: ¡Y tú de dar golpes a mis puertas!
ANFITRIÓN: ¡Yo derribaré luego estas puertas con sus quicios!
MERCURIO: ¿Porfias aún?
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Plauto.
Anfitrión.
Traducción de
Fco. López de Villalobos
ANFITRIÓN: Sí, porfío.
MERCURIO: ¡Pues tómate ésa!
ANFITRIÓN: ¡O, malvado traidor! ¿En esto soy venido? ¡Si hoy te tomo, yo te daré tanta
malaventura que para siempre vivas desaventurado!
MERCURIO: ¡Viejo ruín! Tú mucho vino debías hoy de sacar.
ANFITRIÓN: ¿Cómo es eso?
MERCURIO: Como tú piensas que soy tu siervo.
ANFITRIÓN: ¿Qué es eso que pienso yo?
MERCURIO: Mucho mal para ti, porque yo no he conocido otro señor fuera de Anfitrión.
ANFITRIÓN: Yo sí he perdido mi figura, pues que no me conoce Sosia. Preguntárgelo
quiero: oyes, mírame bien, ¿qué te parezco? ¿No te parezco asaz Anfitrión?
MERCURIO: ¡¿Anfitrión?! ¡¿O que estés en tu seso?! ¿No te dije yo, viejo borracho, que
habías sacado mucho vino?, pues que preguntas a los otros quién eres tú. Avísote que te
apartes, no seas inportuno, en tanto que Anfitrión que viene agora de la guerra esta
tomando solaz con su mujer.
ANFITRIÓN: ¿Con cuál mujer?
MERCURIO: Con Alcumena.
ANFITRIÓN: ¡Qué hombre es ese!
MERCURIO: Cuántas veces quisieres te lo diré: Anfitrión, mi señor; no seas enojoso.
ANFITRIÓN: ¿Con quién está echado?
MERCURIO: Mira…, ¡no busques mal año! ¿Por qué estás burlando de mí?
ANFITRIÓN: ¡Ruégote que me lo digas, mi Sosia!
MERCURIO: Halágasme. Con Alcumena.
ANFITRIÓN: ¿En una misma cámara?
MERCURIO: Antes pienso que estén echados un cuerpo en otro.
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Plauto.
Anfitrión.
Traducción de
Fco. López de Villalobos
ANFITRIÓN: ¡Ay de mí, desventurado!
MERCURIO: Ganancia es lo que este cuenta por miseria, porque así es de dar la mujer
prestada; como si alquilase una tierra estéril para que te la labren bien.
ANFITRIÓN: ¡Sosia!
MERCURIO: ¿Qué quiere decir Sosia?
ANFITRIÓN: ¡No me conoces, ladrón!
MERCURIO: Conózcote por hombre inportuno que compras ruido por tus dineros.
ANFITRIÓN: ¿Aun todavía dices que no soy tu señor Anfitrión?
MERCURIO: ¡Tú borracho eres, no Anfitrión! ¿Sobre cuántas veces te lo he dicho? Agora
te lo torno a decir: Anfitrión está dentro en la cama abrazado con Alcumena. Si porfías,
ponértelo he delante, y no será sin gran daño tuyo.
ANFITRIÓN: Deséolo. Llámame que venga; por las buenas obras que yo tengo hechas,
ruego a los dioses que hagan que yo pierda hoy la patria, las casas, la mujer y la familia
juntamente con la figura que he perdido.
MERCURIO: Yo te le llamaré por cierto, mas entre tanto mira que te apartes de las
puertas, sino, yo prometo que si no es acabado el sacrificio y traído el manjar para
comer, si eres más enojoso, que no te me escapes hoy que allí no te sacrifique16.
Anfitrión se queda en la calle llorando sus miserias. En esto, llega Sosia con Blefarón,
que le traía convidado, por mandado de Júpiter trasformado en Anfitrión; y como
Anfitrión los vio, negó haber convidado a Blefarón, y vengóse de Sosia por las injurias
que le hizo Mercurio, pensando que todo era uno.
[ESCENA X]
Anfitrión. Blefarón. Sosia
ANFITRIÓN: ¡O dioses, dónde está vuestra fe! ¡Qué desconciertos tan grandes andan
entre nuestra familia, qué maravillas veo desque vine de la guerra! Agora parece verdad
lo que solíamos oír en hablillas: que en Arcadia se mudaban los hombres de Atenas y se
quedaban hechos bestias, y nunca se tornaban a ser conocidos de sus padres.
VILLALOBOS: Allí donde dice “agora no te me yrás que no te sacrifique”, nota que muchas
veces permite Dios que los males paguen quando no tienen culpa de aquellos en que son
acusados porque sientan qué cosa es la injusticia aquellos que nunca hacen obras de igualdad y
justicia.
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Plauto.
Anfitrión.
Traducción de
Fco. López de Villalobos
BLEFARÓN: ¿Qué sería aquello, Sosia? Grandes maravillas son esas que me dices; dices
tú que hallaste en casa otro Sosia como tú.
SOSIAS: ¿Sí lo digo…, dices? Antes pienso que yo he parido otro Sosia y Anfitrión otro
Anfitrión; quizá tú parirás otro Blefarón; ojalá pluguiese a los dioses que así lo hiciesen,
porque herido con los puños y quebrantados los dientes, antes que comas me creas, así
como me lastimó a mí de mala manera el otro Sosia que estoy allá.
BLEFARÓN: Por cierto, ello es cosa maravillosa, mas cumple que alarguemos el paso
porque, según veo, espéranos Anfitrión para comer, y a mí me rujen las tripas de vacío.
ANFITRIÓN: ¿Para qué hablo de las cosas ajenas? En nuestro mismo linaje tebano
cuentan haber acaecido cosas más que maravillosas. Aquel Cadmo, gran buscador de
Europa, que acometió y mató la fiera sierpe de mares, con la simiente de los dientes
della súbitamente engendró hombres enemigos, y en aquella batalla reñida el hermano
batallaba contra el hermano con lanza y con capacete. Y el mismo Cadmo, autor de
nuestra nación, con la hermosa hija de Venus haberse mudado en dragón, la tierra
epirótica lo vio. Así, de las alturas, el alto Júpiter lo ordena y así lo hace. Los hombres
batalladores en pago de sus hazañosos y claros hechos son con penas muy crueles
afligidos.
SOSIAS: ¡Blefarón!
BLEFARÓN: ¿Qué es?
SOSIAS: ¡No sé que mala ventura sospecho!
BLEFARÓN: ¿Qué es?
SOSIAS: Mira si quieres: mi amo, como Librante, se pasea al derredor de las puertas
cerradas.
BLEFARÓN: No es sino que espera que le venga el hambre paseándose.
SOSIAS: Como hombre cuerdo, el que está dentro cerró las puertas porque no le echasen
fuera.
BLEFARÓN: ¿Gruñes?
SOSIAS: Ni gruño ni ladro, mas tú mira si me entiendes: yo no sé qué anda consigo sólo
hablando; pienso que apaña las razones que ha de decir; escuchémosle de aquí; no te
apresures.
ANFITRIÓN: Según yo temo, desbaratados los enemigos, si me quieren combatir los
dioses la gloria que allí gané, toda nuestra familia veo turbada por maravillosos modos:
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Plauto.
Anfitrión.
Traducción de
Fco. López de Villalobos
mi mujer llena de adulterio y de vicio y deshonestidad me mata; ¡mas lo de la copa fue
cosa de maravilla, estando el sello muy bien sellado! Y tanbién, ¿quién le dijo a ella las
batallas peleadas que hobimos? ¿Y del rey Terela combatido y muerto por nuestras
manos? Cata, ya lo sé. Esto todo Sosia lo ha hecho, que tanbién hoy ha tenido la osadía
en mi presencia de echarme de mi casa amenguadamente.
SOSIAS: ¿De mí habla? ¡Y aún lo que yo no querría que hablase! Ruégote que no le
encontremos hasta que no haya descubierto su enojo.
BLEFARÓN: Yo esperaré.
ANFITRIÓN: ¡Si pudiese asir este malvado, yo le daré a entender qué cosa es engañar al
señor con amenazas y mentiras enojalle!
SOSIAS: ¿Oyes tú aquello?
BLEFARÓN: Oyolo.
SOSIAS: De aquella artillería me querrá cargar las espaldas, mas desviarle hemos d’aquel
propósito con nuestra venida; pues que el enojo es por lo que suele decir el refrán.
BLEFARÓN: Lo que tú dirás, yo no lo sé; lo que te hará, bien lo adevino.
SOSIAS: Viejo refrán es que “la hambre y la tardanza llevan la color a las narices”.
BLEFARÓN: Dices verdad; y pues que así es, llamémosle: ¡Anfitrión!
ANFITRIÓN: A Blefarón oyo. Maravíllome de su venida; con todo eso viene a buen
tiempo porque con él mostraré la maldad que cometió mi mujer. ¿Qué me quieres acá
Blefarón?
BLEFARÓN: ¿Tan presto lo has olvidado, habiéndome enviado esta mañana a Sosia para
que me viniese a comer contigo?
ANFITRIÓN: Nunca tal pasó; y ese bellaco ¿dónde está?
BLEFARÓN: ¿Quién?
ANFITRIÓN: Sosia
BLEFARÓN: Cátale aý.
ANFITRIÓN: ¿Qué es dél?
BLEFARÓN: ¡Deltante los ojos le tienes!, ¿aún no lo ves?
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Anfitrión.
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ANFITRIÓN: ¡Apenas le veo con la ira que tengo! ¡En tanto grado me hizo allí hoy perder
el seso! ¡Agora no te me irás que no te sacrifique! ¡Déjame, Blefarón!
BLEFARÓN: ¡Ruegote señor, que me escuches!
ANFITRIÓN: Di tú que yo te escucho en tanto que mato a éste; por eso tú no haces las
cosas a tiempo.
BLEFARÓN: ¿Cómo que no? Pues aunque con los remos de Dédalo yo me hubiese traído,
no hubiese podido venir más presto. ¡Apártate allá, por Dios, que no podimos más
grandes pasos hacer!
ANFITRIÓN: ¡No me da más que haya hecho pasos o escalones que portadas! ¡Que yo
cierto tengo de matar este bellaco! ¡Toma! Porque te subiste al sobrado; ¡toma! Por las
tejas que arrojabas; ¡toma! Por las puertas que cerraste; ¡toma! Por el escarnio que
heciste de tu amo; ¡toma! Por las maldades que me dijiste.
BLEFARÓN: ¿Qué mal te hizo este pecador?
ANFITRIÓN: ¿Eso me preguntas? Desde aquel sobrado me echó de mi casa y me estorbó
la entrada.
SOSIAS: ¿Yo hice eso?
ANFITRIÓN: ¡Niégaslo traidor!
SOSIAS: ¡Niégolo! Cata aquí buen testigo con quien yo he venido hoy, y tú me enviaste a
llamarle para que le trajese a comer contigo.
ANFITRIÓN: ¡Quién te envío, ladrón!
SOSIAS: Quien me lo pregunta.
ANFITRIÓN: ¿En qué lugar fue eso?
SOSIAS: Agora poco ha en casa, cuando tornaste en amistad con tu mujer.
ANFITRIÓN: El vino te desatina.
SOSIAS: Ni he gustado vino ni pan; tú mandaste a limpiar las vasijas para hacer el oficio
divino y a mí me enviaste a llamar a éste para que comiese contigo.
ANFITRIÓN: ¡Destruido sea yo!, Blefarón. Si estuve dentro y si le envié a llamarte, ¡di,
bellaco!, ¿dónde me dejaste?
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Anfitrión.
Traducción de
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SOSIAS: En casa, con Alcumena tu mujer, y partiéndome de ti me voy volando al puerto
y llamé a este por tu mandado y luego venimos; y después que me enviaste no te vi sino
agora.
ANFITRIÓN: ¡Cabeza de traiciones! Con esta mujer que dices que me dejaste…, ¡no te
me escaparás que no te atormente!
BLEFARÓN: ¡Déjale agora a este pecador por amor de mí y escúchame!
ANFITRIÓN: Cata, aquí do le dejo; ¿qué quieres? ¡Habla!
BLEFARÓN: Éste me ha contado agora muy grandes maravillas: quizá que algún
encantador o hechicero encanta esta tu familia. Pesquísalo de otra parte y sabe qué cosa
es, y no atormentes más este malaventurado antes que entiendas la cosa.
ANFITRIÓN: ¡Buen consejo me das! Vamos, que tanbién te quiero por abogado contra mi
mujer.
Júpiter desciende al alboroto que Anfitrión hiciera a las puertas y pasando algunas
descortesías, Júpiter asió por los gaznates a Anfitrión y ahogábale, si no se metiera
entremedias Blefarón, al cual ponen por juez, que determine cuál dellos es Anfitrión; y
oídas y reconocidas las partes juzgó que entrambos lo eran.
[ESCENA XI]
Júpiter. Anfitrión. Sosia. Blefarón
JÚPITER: ¿Quién arrancó estas puertas moviendo los quicios de su lugar? ¿Quién
alborotó tanta gente tan gran rato delante nuestra casa? ¡Si yo le hallo, con estas manos
teleboyanas, le sacrificaré!
ANFITRIÓN: ¡Ninguna cosa, como suelen decir, me puede hoy suceder bien! Dejé a
Blefarón y a Sosia por topar con el pariente de mi mujer Naucrates; no hallé a éste y
perdí a los otros; más allí los veo, voy me para ellos para ver si habrá alguna rienda de
que trabar.
SOSIA: Blefarón, aquél que sale de casa es mi amo; éste que viene con nosotros es el
hechicero.
BLEFARÓN: ¡O Júpiter, qué cosa veo! Este no es Anfitrión sino aquel, y si lo es éste no
lo pude ser aquél, si no se hizo mellizo.
JÚPITER: Helo allí Sosia con Blefarón: llamarlos he. ¡Sosia, acaba ya de venir que me
muero de hambre!
SOSIA: ¿No te lo dije yo que éste era el hechicero? Señor, tú estás hambriento y yo harto
de bofetones y puñadas; ¡para ti me voy!
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Anfitrión.
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ANFITRIÓN: ¿Allá te vas, ladrón?
SOSIA: ¡Anda, vete al infierno, hechicero!
ANFITRIÓN: ¡A mí… hechicero! ¡Pues toma!
JÚPITER: Caminante, ¿qué descortesías son esas? ¡Que hagas tu m. al mío!
ANFITRIÓN: ¿Tuyo?
JÚPITER: ¡Mío!
ANFITRIÓN: ¡Mientes!
JÚPITER: ¡Sosia, vete dentro en tanto que sacrifico a este y haz que se apareje la comida!
SOSIA: ¡Ya voy! Tan buena compañía creo que hará Anfitrión a Anfitrión, como a mí
Sosia me hice yo el otro Sosia. En tanto que estos debaten, voyme a la cocina, lavaré
todos los platos y henchiré de agua todas las almofias.
JÚPITER: ¡Tú me dices a mí que miento!
ANFITRIÓN: Digo que mientes, deshonrador de mi mujer con engaños.
JÚPITER: ¡Por esa razón deshonesta, te arrastré por aquí asido por la garganta!
ANFITRIÓN: ¡Ay, cuitado de mí!
JÚPITER: ¡Antes dagora debieras escusarte deste trabajo!
ANFITRIÓN: ¡Blefarón, socórreme!
BLEFARÓN: Parécense tanto que no sé a cuál dellos ayude, mas despartirlos he en cuanto
pueda. Anfitrión ¿no quieres agora matar a Anfitrión? ¡Uno por uno ruégote que le
sueltes la garganta!
JÚPITER: ¿A éste llamas tú Anfitrión?
BLEFARÓN: ¿Por qué no? Un tiempo solía ser uno, mas agora hízose de mellizos el
parto; pues que tú quieres ser el uno, él tanbién en la figura no deja de ser el otro. Entre
tanto, ruégote que le dejes la garganta.
JÚPITER: ¡Ya le dejo! Mas dime… ¿parécete a ti que es éste Anfitrión?
BLEFARÓN: Entrambos en verdad me lo parecéis.
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Anfitrión.
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ANFITRIÓN: ¡O gran Júpiter, dónde me robaste hoy mi figura! ¡quiérolo ver! ¿Eres tú
Anfitrión?
JÚPITER: ¿Niegaslo tú?
ANFITRIÓN: ¡Reniégolo! ¡Pues que en Tebas, fuera de mí, no hay otro Anfitrión!
JÚPITER: Mas antes no hay otro sino yo, y a ti Blefarón, hago juez.
BLEFARÓN: Yo lo probaré si puedo delante vosotros con señales. Ríndete tú primero a lo
que yo preguntaré.
ANFITRIÓN: Pláceme.
BLEFARÓN: Antes que se comenzase la batalla con los teleboyanos, ¿qué me mandaste?
ANFITRIÓN: Que aparejado el navío estuvieseres con cuidado arrimado al gobernalle.
JÚPITER: Para que si los nuestros huyesen, me pudiese allí retraer en salvo.
ANFITRIÓN: Item, otra cosa te mandé: que se guardase la bolsa de los dineros, ¿qué
monedas iban en ella?
BLEFARÓN: Calla si quisieres, que eso mío es de preguntar; ¿sabes tú el número de la
moneda?
JÚPITER: Cuarenta talentos atenienses.
BLEFARÓN: ¡Este bien por orden lo cuenta! ¿Y tú sabes cuántos filipeos eran?
ANFITRIÓN: Dos mil filipeos y dos tantos óbolos.
BLEFARÓN: Entrambos están bien en el negocio; dentro, en el bolsón, debía estar
encerrado el uno dellos.
JÚPITER: ¡Mira acá si quieres! Con esta diestra, como sabes, yo maté al rey Terela y le
quité el despojo, y la copa con que él solía beber truje en la cestilla, y la empresenté a
mi mujer con la cual hoy me bañé y sacrifiqué y me acosté.
ANFITRIÓN: ¡Guay de orejas que tal oyen! Apenas estoy bien despierto; ciertamente
velando duermo y despierto sueño y sano me muero. Yo soy aquel mismo Anfitrión
nieto de Gorgofón, capitán general de los tebanos, amigo del rey Creonte; vencedor de
los teleboyanos, con gran virtud guerrera vencí al rey, y por fuerza d’armas desbaraté a
los acarnates y a los tafios y les deje por gobernador a Cefalo, hijo del gran Deyoneo.
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Plauto.
Anfitrión.
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JÚPITER: Yo, los enemigos ladrones por fuerza y por batalla los quebranté, que había
muerto a Electrión, hermano de mi mujer y destruido a Etolia y Acaya y Offside,
andando como cosarios por [los] mares Jonio y Egeo y Crético.
ANFITRIÓN: ¡O, inmortales dioses, ya no me creo a mí mismo! Así habla este por orden
todas las cosas que han pasado.
BLEFARÓN: Mira, una cosa queda por hacer: si esta es, sábete que eres dos anfitriones.
JÚPITER: Ya te entiendo, quieres preguntar de la herida que me hizo Terela.
BLEFARÓN: ¡Eso mismo en verdad!
ANFITRIÓN: Bien preguntas, ¡mírala!, ¡cátala aquí!
JÚPITER: ¡Míramela aquí!
BLEFARÓN: Verla quiero. ¡O alto Júpiter, qué cosa veo! A cada uno dellos en el muslo
del brazo derecho, en un mismo lugar, con la misma señal que al comienzo tuvo, parece
una cicatriz bermejuela amarilleja. Cáense las razones y el juicio enmudece. No sé que
me diga.
Blefarón los deja y se va del convite muerto de hambre. Anfitrión queda en la calle
deplorando su tribulación y amenaza a los hombres y a los dioses.
[ESCENA XII]
Blefarón. Anfitrión. Júpiter.
BLEFARÓN: Vosotros allá os avení, ¡yo me voy, que tengo negocios! ¡Yo jamás, no me
acuerdo en parte alguna haber visto tan grandes maravillas!
ANFITRIÓN: ¡Blefarón! ¡ruégote que estés aquí por mi abogado, o que no te vayas!
BLEFARÓN: ¡Quédate a Dios! ¿Qué menester so yo aquí por abogado?
JÚPITER: Yo me voy d’aquí allá dentro, que Alcumena está de parto.
ANFITRIÓN: ¡Muerto soy desventurado de mí!, ¿qué haré? ¡A quien ya los abogados y
los amigos desamparan! ¡Nunca, por la casa de Apolo, este que burló de mí se me irá
sin venganza, quien quiera que sea! Porque ya me iré camino derecho al rey, y todo lo
que ha pasado le diré. Yo me vengaré hoy d’aquel hechicero de Thesalia que
perversamente ha perturbado el entendimiento de toda nuestra familia; mas… ¿a dónde
está? ¡Por Dios, creo que se entró a mi mujer! ¡cuál otro vive hoy en Tebas más
malaventurado que yo!, ¿que haré? a quien todos los mortales desconocen y escarnecen
como les place. Cierto sea, moza o mozo; sea mujer o adúltero; sea padre o abuelo,
cualquiera que vea en casa le cortaré la cabeza. Que Júpiter ni todos los dioses no me lo
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Anfitrión.
Traducción de
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quitarán, aunque quieran, para que no haga esto como lo pienso. Ya me voy por toda la
casa.
Bromia, sierva de Alcumena, sale espantada de las cosas que vio y topó con Anfitrión
que estaba a la puerta de casa amortecido y contole todo lo que acaeció cuando
Alcumena paría y desengañóle de todo lo pasado.
[ESCENA XIII]
Bromia, sierva. Anfitrión.
BROMIA: Las esperanzas y los esfuerzos de mi vida yacen sepultados en mi pecho. Ya
no tengo confianza en el corazón para que no le pierda; así me parece que me persiguen
ya todas las cosas: el mar, la tierra y el cielo para deshacerme, para matarme. ¡O,
desventurada de mí! ¡No sé qué me haga! ¡Tan grandes maravillas son hechas hoy en
nuestra casa! ¡Ay triste de mí! ¡Desmáyome! Agua querría; ¡muérome! ¡deshágome! La
cabeza me duele. No oyo ni veo de mis ojos; ni hay tan triste hembra en el mundo como
yo, ni se verá jamás otra alguna. Esto es lo que hoy aconteció a mi señora: que luego,
como se puso a parir, un gran estrépito, gran ruido, gran sonido, gran trueno
súpitamente muy presto y muy recio tronó. Cada quel adonde estaba allí, se cayó
amortecido con aquél estruendo. En esto, no sé quién, a grandes voces dijo:
“¡Alcumena, socorrida eres, no temas! ¡Para ti y para los tuyos viene favorable el señor
de los cielos!”, y dijo: “¡levantaos los que espantados de mí caistes con el gran miedo!”
Yo, como estaba echada, levantóme; y pensé que ardían las casas, ¡tan gran resplandor
había en ellas! Entonces me llamó Alcumena. Ya otra vez estaba yo espantada daquella
gran claridad; mas por el miedo que tenía mi señora, dejó el mío y levantóme; y corrí a
saber lo que quiere; veóla como daquel parto parido dos niños, y no lo sentió persona de
nosotras cuando ella parió ni lo habíamos visto. Mas ¿qué es esto? ¿Qué viejo es éste
que está aquí tendido ante nuestra puerta? ¡Si quizá le hirió Júpiter! ¡Yo lo creo por la
casa de Apolo! Porque ¡O, gran Júpiter, sin aliento está como si fuese muerto! Quiero
llegar a conoscelle quien quiera que sea. ¡Este Anfitrión es por cierto! ¡Anfitrión!
ANFITRIÓN: ¡Muérome!
BROMIA: ¡Levántate!
ANFITRIÓN: ¡Voyme a morir!
BROMIA: Dame la mano.
ANFITRIÓN: ¿Quién me tiene?
BROMIA: Tu criada Bromia.
ANFITRIÓN: Todo estoy medroso, así me espantó Júpiter. Estoy ni más ni menos como si
saliese de la sepultura; mas tú, ¿a qué saliste acá fuera?
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Anfitrión.
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BROMIA: ¡Otro tal miedo como el tuyo nos ha echado fuera espantadas! En estas casas
do tú moras grandes milagros he visto. ¡Ay, cuitada de mi, Anfitrión, que aún agora me
falta el ánimo!
ANFITRIÓN: ¡Despacha, declárame eso! Conócesme que soy tu señor Anfitrión.
BROMIA: ¡Conózcote señor!
ANFITRIÓN: ¡Mírame bien!
BROMIA:Ya lo veo.
ANFITRIÓN: ¡Torname a mirar!
BROMIA: ¡Bien sabido lo tengo!
ANFITRIÓN: De toda mi gente, sola esta moza está vestida de carne humana. Todos los
otros son fantasmas.
BROMIA: Mas antes señor, todos están sanos y libres por cierto.
ANFITRIÓN: Pero mi mujer me hace a mí loco con sus feas obras.
BROMIA: Mas antes yo te haré Anfitrión, que tú mismo digas otra cosa, y porque sepas
que tu mujer es santa y honesta. Yo mostraré sobre ello señales y argumentos en pocas
palabras. Ante todas cosas has de saber que Alcumena parió dos hijos mellizos.
ANFITRIÓN: ¡Mellizos!
BROMIA: Mellizos.
ANFITRIÓN: ¡Los dioses andan conmigo!
BROMIA: Déjame decir, porque sepas, como todos los dioses son favorables a ti y a tu
mujer.
ANFITRIÓN: ¡Habla!
BROMIA: Después que tu mujer comenzó a parir, cuando suelen a las que paren venir los
dolores del vientre, ella invoca los dioses inmortales que le ayuden, esto decía con las
manos lavadas y la cabeza cubierta17. Allí luego comenzó a tornar con gran sonido;
17
Allí donde dice: las manos lavadas y la cabeza cubierta, dice la glosa que esta era costumbre
y rito de los que sacrificaban o hacían alguna cosa divina. Y el cubrir de la cabeza era porque no
viesen alguna cosa que les turbase o interrompiese la obra o la contemplación.
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Anfitrión.
Traducción de
Fco. López de Villalobos
primero pensamos que tus casas se caían; tras esto, tus casas resplandecían como si
fuesen de oro.
ANFITRIÓN: Ruégote que acabes presto tu razón, desque hayas bien burlado de mí, y
dime qué se hizo después deso.
BROMIA: En tanto que estas cosas así pasaban, ninguna de nosotras oyó a tu mujer que
llorase ni gimiese; así verdaderamente parió sin dolor.
ANFITRIÓN: Ya deso me alegro cuanto quiera que me lo haya mal merecido.
BROMIA: Deja hora eso y paramientes a lo que te diré; desque parió los niños, mandónos
que los bañásemos, y allegándonos a ellos tomámoslos, mas aquel niño que yo lavé es
muy grande, y de gran fuerza que no había quién pudiese envolvelle en la cuna.
ANFITRIÓN: ¡Grandes maravillas me cuentas! Si esto es verdad, por dicho me tengo que
mi mujer fue socorrida del cielo.
BROMIA: ¡Yo haré que digas que son mayores maravillas! Después que fue echado en la
cuna cada uno de los niños, vienen volando abajo, al patio, dos grandes serpientes con
sus crestas y luego entrambas levantan sus cabezas.
ANFITRIÓN: ¡Ay, cuitado de mí!
BROMIA: No hayas miedo. Mas las sierpes echan los ojos a todos en torno, y desque
vieron los niños, vanse luego a las cunas; y procuraba de llevar las cunas a la cámara y
tráelas hora acá hora acullá, temiendo el peligro de los niños y el mío. Y cuanto yo más
hacía esto, tanto con mayor presteza nos perseguían las sierpes. Desque el otro niño
grandecillo que te dije vio las sierpes, tomólas muy presto con sus manos, con cada
mano apretó la suya saltando ligeramente de la cuna y arremetiendo derecho a ellas con
gran ímpetu.
ANFITRIÓN: ¡Maravillas me dices! ¡Muy espantosa hazaña me has contado, aun
oyéndotela decir se me enerizan los miembros! Habla más adelante ques lo que después
acaeció.
BROMIA: El niño mató entrambas las sierpes. En cuanto esto se hacía llamó a tu mujer
con voz alta y clara.
ANFITRIÓN: ¿Quién?
BROMIA: El muy alto emperador de los dioses y de los hombres, Júpiter, el cual dijo que
solía echarse con Alcumena secretamente en su cama, y que aquél niño que venció las
sierpes es hijo suyo. El otro niño dice que es tuyo.
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Anfitrión.
Traducción de
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ANFITRIÓN: ¡Par Dios, que no me pesa de partir con Júpiter los bienes por medio!18
Entra en casa y manda que luego se me aparejen los vasos limpios para pedir al muy
alto Júpiter la paz con muchos sacrificios. Y llamaré al adevino Tyresías y tomaré su
consejo, qué es lo que le parece que se debe hacer contándole todo el negocio como ha
pasado. Mas… ¿qué es esto que tan reciamente tronó? ¡O dioses, a vosotros me
encomiendo!
Hácense las paces entre Júpiter y Anfitrión y váyase el diablo para ruin.
[ESCENA XV]
Júpiter. Anfitrión.
Ten buen corazón. Yo vengo en tu ayuda, Anfitrión, para ti y para los tuyos. No hay
cosa que debas temer. Los adevinos y agoreros déjalos todos. Lo que ha de ser y lo que
es pasado yo te lo diré mejor que todos ellos porque soy Júpiter. Lo primero que has de
saber es que yo tomé prestado para mí el cuerpo de Alcumena, y daquel ayuntamiento la
hice preñada de un hijo; y tú asimismo la heciste preñada cuando te partiste al ejército.
De un parido ha parido juntamente entrambos niños: el uno dellos que fue concebido de
nuestra simiente te investirá de inmortal gloria. Tú tornate con Alcumena, tu mujer, en
el antigua gracia; que no te mereció por donde le acuses de maldad pues mi fuerza la
forzó a hacer lo que hizo. Yo me paso al cielo.
ANFITRIÓN: Yo lo haré así como lo mandas. Ruégote que guardes lo que has prometido,
voyme adentro para mi mujer y dejaré de llamar al viejo Tyresias.
Cumplimiento de la comedia
sacado de otro original.
Anfitrión. Alcumena. Sosia. Bromía. Tesala.
18
VILLALOBOS: Allí donde dice: no me pesa de partir con Júpiter lo bienes y etc. Nota
que los muy esforzados son la gente del mundo que con mejor paciencia sufren el
cuerno y que más presto han gana de satisfacerse con cualquiera excusación que les dé,
y de aquí viene que sus mujeres se atreven a ellos mucho más que a los ruines hacen sus
mujeres. La razón dello es porque los generosos ánimos, contra las cosas flacas no
quieren tener fortaleza, y desdéñanse de hacer mal a la mujer como los feroces lebreles
de Irlanda no quieren satisfacer sus sañas contra los pequeños gozques, maguer que de
sus ladridos sean inportunamente persiguidos; mas los pusilánimes, como se les dobla el
ánimo y la fuerza contra la cosa vencida, son sus mujeres así temerosas y sojuzgadas
dellos como los son las ovejas delante el hambruno lobo. Pero si estos aciertan con
mujer matrera y varonil, fáltales el corazón y sufren los cuernos a ojo sin que osen
hablar en ello. De cualquiera cosa destas podríamos muchos ejemplos de las historias
alegar si nuestra intención no fuese no poner hastío a los lectores. Así que a Anfitrión
hiciéronle entender que era Dios del cielo el que se echaba con su mujer, siendo el más
bellaco hombre, y el más disoluto adúltero y el más bestial nigromántico que hubo ni
habrá jamás.
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ANFITRIÓN: ¡Alcumena!, ¡perdóname! Yo no conozco que erré en acusarte tan
impacientemente hasta que con más acuerdo y menos pasión se pesquisara la verdad.
ALCUMENA: Yo te perdono mi marido, porque el mucho amor que me tienes te turbó el
juicio y te hizo perder la paciencia; que bueno estaba de conocer que yo te hiciera
maldad, que te cubriera lo que tú no sabías, pues que no me lo preguntabas.
ANFITRIÓN: No puede guiar por razón la cosa, el que está del todo fuera de razón en
ella. No creas mujer, que hay en los géneros de las locuras otra locura tan grande como
la del celoso, que no solamente desvaría según la razón, mas tanbién los sentidos le
mienten; porque cuanto ve y cuanto oye, aunque sea muy lejos daquel propósito, todo lo
reduce y lo aplica a su pasión para confirmar con ello la mala opinión que tiene de la
cosa amada.
ALCUMENA: No pensaba yo que tan gran locura era la de los celos.
ANFITRIÓN: Mira mujer, qué tan grande es, que se hace de tres locuras muy capitales.
ALCUMENA: ¿De cuáles?
ANFITRIÓN: De ira y miedo y amor. Cualquiera destas por sí hace perder el seso; ¡mira
qué harán todas juntas!
ALCUMENA: Pues agora marido estás ya libre.
ANFITRIÓN: Sí, por cierto. Que yo te tengo por muy buena y honesta mujer.
ALCUMENA: No me contento con que solamente me relieves de la opinión pasada, mas
quiero tanbién que tengas de mí gran confianza para delante.
ANFITRIÓN: Sí tengo en verdad, y siempre la tuve antes dagora.
ALCUMENA: Agora la debes tener mayor que nunca, porque si Júpiter no conociera en
mí gran castidad y lealtad conyugal no hubiera menester tomar tu forma para que yo le
recibiese en mi casa, antes viniera en la propia suya, pues que es Dios y lo manda todo y
lo puede. Mas él conoció que era mayor mi castidad que su poder, y que si no fuera
engañándome contigo de otra manera, no pudiera conseguir en mí lo que él deseaba.
ANFITRIÓN: Por malo que yo fuese, no podría negarte lo que dices. Yo tengo bien
conocida la mujer que tengo; y de aquí adelante, no como a mujer y compañera mía,
mas como a diosa y gobernadora de mi vida, maestra de toda virtud y ejemplo della
entiendo honrarte y estimarte en cuanto yo viviere.
ALCUMENA: Júpiter y todos los dioses te sean favorables, porque puedas muchos años
cumplir lo que has prometido.
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Plauto.
Anfitrión.
Traducción de
Fco. López de Villalobos
SOSIA: Mejor haríades en haber placer el uno con el otro, que bien lo habéis menester,
que no en gastar el tiempo todo en palabras.
ALCUMENA: Sosia, ¿parécete agora que andaba yo preñada de hijo y no de locura como
tú dicías?
SOSIA: Señora, tú dicías verdad, yo era el mentiroso; mas otra cosa me parece agora: no
sé si estoy tanbién engañado.
ALCUMENA: ¿Qué cosa es?
SOSIA: Pareceme que la mejor librada de todo este juego has sido tú.
ALCUMENA: ¿Por qué?
SOSIA: Porque has gozado de dos Anfitriones a pierna tendida, y el uno dellos tal que
vale por ciento.
ALCUMENA: ¡Anfitrión! ¿Por qué no mandas a este bellaco que calle, que me ha hecho
venir muy gran vergüenza?
ANFITRIÓN: ¡Por qué no callas, ladrón! ¿Aún no estás escarmentado?
SOSIA: ¡Anfitrión, aunque me mates no callaré una cosa!
ANFITRIÓN: ¡Dila ya, bellaco!
SOSIA: Señor, si tu has de cumplir con mi ama por la medida de Júpiter, ¡gran trabajo
tienes!
ANFITRIÓN: ¿Por qué?
ALCUMENA: ¡Cállate, malvado, no digas más!
ANFITRIÓN: Déjale decir, mujer, porque no lo vaya a decir a la calle. Dí por qué, Sosia.
SOSIA: Porque los dioses tienen recios los lomos, y nunca cansan los inmortales.
ANFITRIÓN: ¡Ha, ha, ha!
ALCUMENA: Holgarás señor, que has hecho a este bellaco que me pierda del todo la
vergüenza. Bromia, ¡dale azotes porque no quiere callar!
SOSIA: Mejor harías Bromia, en darme otra cosa, que no lo que te manda mi ama.
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Plauto.
Anfitrión.
Traducción de
Fco. López de Villalobos
BROMIA: ¿Qué otra cosa quieres que te de? ¡Que todo lo mereces tú!
SOSIA: Querría que me besases.
BROMIA: Sí, haré cierto; mas no ha de ser en la boca, que la tienes muy deshonesta y
sucia.
SOSIA: ¿Pues dónde?
BROMIA: En las quijadas y en el pescuezo, que lo tienes todo consagrado con las
puñadas y bofetones de Mercurio.
ALCUMENA: ¡Hi, hi, hi!
SOSIA: ¡Rieste señora porque me quebrantó Mercurio las muelas por tu causa! Y tú
Bromia, pues que eres tan devota de Mercurio, si él me diera de nalgadas ¿tanbién me
besarás allá?
TESALA: Allá te besará ella de mejor gana que en el rostro.
SOSIA: ¿Por qué, hermosa?
TESALA: Porque no hay cosa que tú puedas tener que tan fea ni tan sucia como esta cara
de ahorcado que tienes.
SOSIA: Pues otros armiños he visto yo tan limpios y tan lindos como tú.
TESALA: Esa ventaja me llevas por haber andado muchas tierras, que yo por cierto no he
visto otro puerco tan puerco, ni tan feo como tú.
SOSIA: Si no fueras mujer… ¡yo te hiciera conocer qué mientes!
BROMIA: Guarte dél, Tesala, que es muy esforzado.
TESALA: ¿Qué sabes tú?
BROMIA: Sí se en verdad que él mismo me contó cómo en la batalla hizo un gran
vertimiento de sangre.
TESALA: ¿En qué manera?
BROMIA: Díjome que mientras los otros peleaban en toda la furia de la batalla, estaba en
la tienda de Anfitrión con un gran jarro de vino puro a los pechos. Y que Mercurio lo
acertó todo como si él mismo fuera.
TESALA: ¿Y cuándo hablo Mercurio en eso?
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Plauto.
Anfitrión.
Traducción de
Fco. López de Villalobos
BROMIA: Cuando le hizo aquellos lunares por el rostro.
TESALA: ¡O, ilustre varón!
SOSIA: Para sobre el convite que me dio Mercurio, buena fruta es ésta que me dan las
damas, ¡tal salud les de Júpiter! Y os prometo si no fuérades mujeres que yo os mostrara
qué tan cobarde soy.
BROMIA: No somos sino hombres, por eso ¡levanta daý bellaco, veamos quién eres!
Tesala, ¡ténle tú por los pies!
TESALA: ¡Dale tú, Bromia, que yo he asco!
SOSIA: ¡Anfitrión, socórreme que me matan estas malas mujeres!
ANFITRIÓN: ¡Tú lo has merecido en hablar fieros con ellas!, que se les entiende
cualquiera ruindad.
SOSIA: ¡Dejadme en reverencia de Apolo, que estoy quebrantado por mil partes!
TESALA: ¡Ten buen corazón! Que ay donde te da Bromia no estás quebrantado.
ALCUMENA: Bromia, ¿tú no has asco en dar nalgadas a tan gran bellaco? Avísote que no
me des de comer esta semana.
SOSIA: ¡Anfitrión, cata que me matan! ¡A ti me encomiendo!
ANFITRIÓN: ¡Bromia, déjale por amor de mí que otra vez lo acabará de pagar!
BROMIA: ¡Déjole por tu mandado! ¡Mal te haga Júpiter, que tan cansada me dejas y tan
sucia! ¡Cortar quiero esta mano que ya daqui adelante no será de provecho!
ALCUMENA: ¡Bienaventuradas seáis vosotras, mis criadas, que tanto placer me habéis
hecho! Hora Anfitrión, mándales que sean amigos y aparéjase la comida.
ANFITRIÓN: ¡Hágase luego! Sosia, demándales perdón por las injurias que les heciste.
SOSIA: Demándoles perdón, porque te den luego a ti de comer que has hambre, y a mí
de beber que perezco de sed.
BROMIA: ¡Vamos volando!
TESALA: Anda tú delante.
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Plauto.
Anfitrión.
Traducción de
Fco. López de Villalobos
SOSIA: No me quedaré yo alabando a lo menos desta boda de Júpiter si mal provecho le
haga a él y aún a Mercurio su hijo, tanbién porque es muy diligente; pues yo les mando
mal año según las mañas de Juno, o ella no usará de lo que suele.
ALCUMENA: ¡Ay, cuitada de mí! que desa tengo yo muy gran miedo y vergüenza, mas
ella sabe que yo soy sin culpa, que si no lo supiera tres sierpes enviara: las dos contra
los niños y la tercera contra mí.
ANFITRIÓN: Ta, ta… dices que las sierpes que volaron al patio, ¿vinieron por mandado
de Juno?
ALCUMENA: ¿Pues quién sino Juno las envió? ¿Y quién sino Júpiter defendió los niños?
ANFITRIÓN: ¿En qué manera?
ALCUMENA: Porque el niño fuerte a quien Júpiter puso por nombre Hércules, les mató
en virtud de su padre.
ANFITRIÓN: Así lo creo yo, que otramente no bastará fuerza humana contra la ira de
Juno. Mas déjame Alcumena ver luego los niños, y las otras maravillas que hoy son
hechas en casa.
ALCUMENA: No ha de ser hasta después que hayas comido, porque lo veas con mayor
espacio.
ANFITRIÓN: ¡Buen consejo me das! Así lo quiero hacer.
Aquí se acaba la comedia de
Anfitrión. Deo Gracias.
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Plauto.
Anfitrión.
Traducción de
Fco. López de Villalobos
Para declaración de la postrera cena y capítulo desta comedia, el trasladador
della pone aquí ciertas sentencias provechosas para la doctrina y enseñamiento de los
mancebos, por cuanto van allegadas al estilo dellos y a su manera de vivir. Dellas son
cogidas como flores de la escritura de algunos santos, y aprobados doctores; y dellas se
sacan del propio juicio, fundadas por los cimientos de la razón y la Filosofía. Y si algún
malicioso dijere que al maestro lestaría mejor deprender que enseñar en semejantes
materias, yo confieso que dice verdad. Mas quiero en servicio de la virtud hacer este
tratado breve, como diezmo de otras escrituras que yo tengo hechas en servicio del
mundo y de la vanagloria. Repartiré por capítulos lo que tengo descrebir porque de las
partes venga mejor la noticia del todo.
De amor en general. Cap. I.
El amor es una donación que se da, porque a quien tú amas ofrécesle y dásle tu amor. Y
éste daslo de tu voluntad, que ninguno ama por fuerza. La voluntad no tiene mayor cosa
que pueda dar que el amor: porque es dar su querer y darse así misma. Síguese daquí
que a quien tú amas dasle tu voluntad, y por cuanto tu voluntad es tu señora a quien tú
sirves y por quien te mueves y te riges. Síguese que a quien das tu voluntad, le das a ti
mismo. Pues luego que el amor es una donación que el amante hace a la cosa amada en
la cual le ofrece y trespasa so voluntad con todas las cosas que a la voluntad pertenecen.
Cómo el amante se convierte y
trasforma en la cosa amada. Cap. II
Cuando alguna cosa se da de grado y libremente, es que se quita del poder y facultad de
aquel que la da, y se pasa al poder y señorío de aquel a quien se da. Otramente, no sería
donación. De aquí se sigue que a quien tú amas de amor verdadero y no fengido, y le
das tu voluntad, que ge la das quitándola de ti, y pasándola a su poder y señorío. De
manera que ya tú no te puedes mover ni gobernar por tu voluntad, pues no la tienes. Ni
puedes tener otra condición ni otro querer más del que tiene la cosa que amas, porque en
ella lo enajenaste todo y eres miembro suyo. Por esto dicen que el amante se trasforma
en el amado.
De la división de amor. Cap. III
El amor se divide en dos partes: que hay amor fengido y no fengido; o hay amor falso y
amor verdadero. Del falso no tratamos aquí porque no es amor, así como el oro falso no
es oro aunque lo parece. Ítem, el amor verdadero se divide en dos partes: que hay amor
virtuoso y amor vicioso. Estos dos comprenden la difinición susodicha. Hablaremos
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Plauto.
Anfitrión.
Traducción de
Fco. López de Villalobos
primero de las propiedades y pasiones del amor vicioso, y después trataremos del amor
virtuoso; y como quiera que en razón de valor y dignidad y tanbién en orden de natura,
el amor virtuoso precede y es primero que el vicioso. Pero en orden de dotrina y para
enseñar, primero se debe tratar del vicioso porque dél tenemos más experiencia y mayor
noticia. Y la orden de la dotrina es que vengamos en conocimiento de lo que no
sabemos por lo que sabemos. Pues el amor vicioso se divide en tantas partes cuantos
vicios hay y deleites que tú puedes amar. Que unos aman la honra; otros la hacienda;
otros la gula; otros las mujeres. Y así de todos los otros vicios cuantos hay y se puede
pensar. Y porque entre todos los amores viciosos, el amor del hombre a la mujer y de la
mujer al hombre es el mayor y más famoso, porque es amor de cosa viva, en que el
amante y el amado son conformes en una naturaleza y cualquiera dellos puede dar y
recebir del otro; y el un fuego con el otro se aviva y crece. Por tanto, trataremos
solamente del amor de la mujer. Y por este ligeramente tomarás noticia de los otros
amores viciosos que aquí no serán expresados.
De la gran perdición y total destruición del amante vicioso. Cap. IIII.
¡Mira qué tan grande es tu pérdida en semejantes amores! Que como tu voluntad y lo
que ella señorea posee la mujer que amas y tú no, síguese que te perdiste a ti mismo. Y
dejaste de ser. Así que tú no eres ya quien eras, mas haste trocado por otra cosa muy
desigual en valor, y muy lejos de lo que antes eras. Ca dejaste de ser hombre y tornaste
mujer. Dejaste de ser hombre suelto y libre, y házeste mujer cativa y atada. Dejaste de
ser todo y tornaste parte. Y ya sabes que toda mujer desea ser hombre, y todo esclavo
desea ser libre, y la parte desea la perfición del todo. Así que tú desearás todas estas
cosas, y como cualquiera bien que se desea es más fuerte y aquejosamente deseado si
primero fue poseído y se perdió, síguese que tú ternás estos deseos de volverte a tu ser
primero con gran hervor y tormento; y tu voluntad no consentirá porque ya no es tuya ni
quiere lo que tú deseas. Esta contradición tan grande y discordia tan íntima dentro del
alma, es un martirio y tristeza secreta que padece el amador sin saber dónde le viene. De
aquí nace el quejarse y no saben de qué se quejan. Piden satisfación y no saben
satisfacerse; y de aquí se complican otros dos mil desatinos que no los entiende el
mismo que los padece.
Cómo el amante se torna de naturaleza de bestia. Cap. V.
Cosa muy notoria es que ninguno ama a su amiga sino por el deleite que espera haber
con ella. De manera que lo que aquí principalmente se ama es el deleite. Probado está
así mismo, que el amante se convierte y trasforma en la cosa amada. Síguese que el
amador se torna de la condición y naturaleza daquel deleite que ama. Este no es deleite
de hombre en cuanto es hombre, porque no consiste en la razón y entendimiento, que es
lo que hace al hombre difirente de los brutos, mas consiste en los sentidos corporales
que son dados principalmente a las bestias; porque su perfición es el ánima sensitiva por
la cual son animales. De aquí se sigue que los deleites sensitivos pertenecen a las bestias
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Plauto.
Anfitrión.
Traducción de
Fco. López de Villalobos
por parte de bestias. Pues luego, si el amante se trasforma y se muda en la naturaleza del
deleite sensitivo que ama, síguese que se torna de naturaleza de bestia. Así que el
amador parte por el camino de sus amores adelante, y en el medio camino se torna
mujer, y en el término donde se apea se torna bestia.
Cómo el amador es loco de atar. Cap. VI.
Para darte a entender este capítulo es menester enseñarte primero algunos principios y
fundamentos de Filosofía y de Medecina. Has de saber que aquello que tú sientes bullir
dentro del pulso cuando le tocas, es un cuerpo sotil y delgado que allí anda como aire o
vapor, al cual los naturales llaman espírito. Este mora dentro del corazón, y de allí parte
y corre por todos los miembros del cuerpo. Los caminos y sendas por donde va, son los
pulsos y las venas y los nervios. Este espírito reparte a los miembros todas las virtudes y
potencias del ánima, y todo el calor que cada uno de ellos ha menester para sus obras.
De manera que el miembro a do llega el espírito, luego tiene la virtud y calor necesarios
para poder usar del oficio que le es encomendado. Que si el espírito que viene del
corazón llega a la mano, luego ella tiene virtud para tomar y apartar y soltar, abrir y
cerrar, sentir lo caliente y lo frío, y mantenerse, y todos los otros oficios para que la
mano fue hecha. Y si a la mano no llega el dicho espírito por parte de algún humor que
se entrepone y le cierra el paso y gelo impide, entonces la mano se queda sin virtud
ninguna, hecha paralítica: que no siente ni puede moverse, aunque en sí misma no tenga
daño ni lesión alguna.
Lo que te habemos dicho de la mano haslo así dentender de todos los miembros, cada
uno en su oficio. Este espírito sube del corazón al celebro y allí con la frialdad de los
sesos desahúmase y témplase del ardor y humos que trae consigo daquel horno donde
partió, que es el corazón; y purifícase para poder usar las obras sensitivas, porque
alguna parte del dicho espírito va a los ojos y dales virtud para que vean y se muevan. Y
otra parte va a los oídos y hace que oyan, y lo mismo hace con todos los otros miembros
que sirven a los sentidos exteriores, y a los sentidos interiores.
Todo lo susodicho está largamente disputado y probado por mí en el libro de las
Congresiones, que yo compuse en el segundo tratado, en el tercer y cuarto principios
del dicho libro.
Entre las otras potencias y sentidos interiores hay una que se llama imaginativa: esta es
el pensamiento con que pensamos y componemos todas las cosas. Y fue llamada
imaginativa porque es maestra de hacer imágines y componellas. Ca en el espírito que
está en aquella parte de los sesos que sirve a la imaginación, represéntase las imágines
de las cosas que se piensan, así como en un espejo claro se representan los bultos y
figuras de las cosas que se ponen delante. Que si tú piensas en caballos es porque en la
imaginación tienes entonces formadas las imágines daquellos caballos; y si piensas en la
mar o en la tierra o en las mercadurías o en la guerra, allá tienes dentro plasmadas las
imágines de todas estas cosas. Y como allí están hechas las imágines, así las piensas:
que si están al propio de como acá son, la imaginación es verdadera. Y si están
compuestas y falsas, tu pensamiento es vano y falso.
Esta imaginativa adolece algunas veces de un género de locura que se llama alienación,
y es que por parte de algún malo y rebelde humor que ofusca y enturbia el espírito do se
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Plauto.
Anfitrión.
Traducción de
Fco. López de Villalobos
hacen las imágines, fórmase allí la imagen falsa, causada según la hechura y fuerza del
humor que allí se pone; así como algunas veces acaece tanbién a los ojos que vean
falsas imágines con ciertos humos de candelas que les ponen delante y les hacen ver
serpientes y dragones que allí no están. Y como los que están heridos de rabia, que ven
dentro del agua la imagen que allí no está del perro que los mordió, así en la imaginativa
por parte del mal humor, y por hechura y molde que allí toma, se pueden causar tantas
imágines cuantas la humana sabiduría no puede comprender. Y según es la imagen falsa
que allí se pone, así le toma la tema y la alienación a este loco. Porque has de saber que
los ojos, para ver distinctamente las colores, es menester que no tengan color dentro de
sí, porque si la tienen miénteles la vista y enajénase. Y por eso los que tienen los ojos
azafranados o verdes en la tericia, cuanto ven les parece azafranado o verde; y así es la
imaginativa: para pensar distinctamente las cosas es menester que no tenga imagen
hecha ni habituada dentro de sí, porque si la tiene es mentirosa y enajenada la
imaginación, y cuanto piensan todo es del metal de aquella imagen que allí está. De
aquello habla el alienado y en ello está rebatado y trasportado, de tal manera que ni oye
ni ve ni entiende cosa que le digan, ni responde a propósito. Ríe y llora sin concierto de
las cosas que pasan, respondiendo solamente a los ímpetos y movimientos y pasiones y
afectiones de su imagen. Estos se llaman alienados, en los cuales hay grados de más y
menos, como en todas las disposiciones suele acaecer. Los enamorados son desta
manera que la imagen de su amiga tienen siempre figurada y fija dentro de sus
pensamientos, por donde no pueden ocupar jamás la imaginación en otra cosa. En esta
imagen y en las cosas anejas y tocantes a ella están trasportados y rebatados todas las
horas, con ella hablan, della cantan y della lloran, con ella comen y duermen y
despiertan, a ninguna otra cosa responden a propósito ni piensan que puede hablar nadie
en otra materia sino en aquella. Así que todas las causas y señales tienen de alienación
como las otras especies della, sino que están estos más presos y más ligados a su locura.
Por cuanto enajenaron su voluntad y la cativaron en poder ajeno, de manera que los
otros locos querrían sanar y buscan remedios para ello si no es muy extremada su
locura, y estos no quieren sanar ni lo pueden querer, antes procuran con todas fuerzas de
meterse más adentro en la pasión, y confirmar su dolencia con mayores causas.
Esto no lo hace sino que en otras alienaciones sola la imaginación está enajenada; y los
enamorados tienen ajena la imaginación y la voluntad con ella. Y con todo esto ha
venido en costumbre de la gente, que a los otros desvariados llaman locos y a estos no,
sino galanes. Y la causa de su error nació de ver que en los amores cada uno entra por
su voluntad, paréceles que no es enfermedad la que se toma voluntariamente, sino la que
viene por fuerza y violencia de causa que hace enfermar. Alguna razón tendrían si
tuviesen los amores cuando tienen la voluntad para entrar en ellos; o si tuviesen
voluntad cuando tienen los amores. Mas el amador fino no tiene voluntad para dejar los
amores ni aún para querellos dejar, que si la tuviese yo confieso que no es loco sino
burlador. Y no embargante que entre por su voluntad, ya después que está dentro,
enfermo está. Que el dolor de cabeza que yo me tomo por mi voluntad dándome de
cabezadas a una pared, no deja de ser dolor de cabeza tanbién como el que viene por
pujanza de sangre; ni deja de ser llaga la que tú te haces voluntariamente si te rascas
mucho; tanbién como la que se hace cuando se abre una postema. Ni dejan de ser
locuras las que hace el borracho, maguer que por su voluntad semborrachase, antes todo
el tiempo que estuviere borracho estará loco. Tanbién como el amador en cuanto duran
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Anfitrión.
Traducción de
Fco. López de Villalobos
sus amores, que dice dos mil locuras y llámanlas gracias porque piensan que está
burlando. Y si supiesen cómo habla por fuerza, sin saber juzgar lo que dice, cualquier
cuerdo juraría que aquel hombre está loco, y el mismo paciente lo jurará después que se
viere sano.
Tiene un bien esta locura, que hace sus locos tan mansos y tan bien condicionados que
osarás sin miedo ninguno llegarte a ellos; y aún a las veces holgarás y hallarás
pasatiempo en tratar y hablar con ellos, y en ver los gestos y los falsos visajes que están
haciendo. Mayormente si aciertan los amores en un portugués músico, muy querelloso y
pobre, o en otros hombres desta calidad graciosos. En verdad que te andes todo el día
sin comer tras ellos. Lo sobredicho sentiende de los verdaderos amores como
protestamos al comienzo. Y son muy malos de examinar y conocer, porque consisten en
el pensamiento de que sólo Dios es el sabidor. Ni el mismo paciente los conocerá
porque está sin conocimiento. Por conjeturas alcanzamos algo.
Mas de los fengidos otra cosa sentimos. Que ya hemos visto algunos grandes señores
que toman los amores por su pasatiempo, y para disimular con ellos los grandes
negocios que andan urdiendo. Sábenlo tan bien hacer que quien los viere jurará que
están dentro. Mas yo aviso a sus amigas que se guarden dellos porque vienen a ellas en
vestiduras de corderos y ellos son lobos robadores. En lo que hacen por ellas lo verán,
que al verdadero amador ningún servicio es trabajo ni hay cosa que le pidan dificultosa
o imposible.
De los celos. Cap. VII.
La sustancial perdición y daño del amador brevemente lo habemos mostrado. El
remedio más cierto sería que pusiese tierra y mares entremedias de sí y de su amiga, y
se encomendase a Dios y a los devotos templos para que le resusciten en su propio ser y
le libren daquellas tan ásperas y tan escuras prisiones. Cuando esto no se hiciere, sino
que determinadamente ha de seguir por el proceso de sus amores, el mayor reparo que
tiene es procurar con todas fuerzas y diligencia que su amada le ame otro tanto como él
a ella. Porque entonces cada cual dellos dará su voluntad al querer y voluntad del otro,
de manera que juntas y pagadas entrambas voluntades, se haga dellas una voluntad
común entrellos. Y cada uno goce de su meytad; y no que quede el uno dellos del todo
perdido y deshecho.
Para las otras miserias y enfermedades susodichas, es gran consuelo haber compañía
que participe dellas, y las ayude a llorar. Cuando esto tiene el amador alcanzado, harta
malaventura tiene; y gran causa de sospirar y de llorar en todo tiempo; mas muy
consolado y muy alegre se halla. En tal estado como éste son los finos y muy lastimeros
celos: estos derriban y minan todo el reparo. Allí son los sospiros arrancados de las
profundas entrañas; con un hoyo y vaciamiento tan grande en el medio del pecho, que
no le henchirán toda la tierra y la mar. Así son los arroyos de lágrimas que revierten por
encima de las presas, porque no se pueden encubrir ni disimular. Allí es el torcer del
cuerpo y el apretar de los pechos; allí es el enclavijar de las manos y ponellas a la
rodilla; allí los gemidos al cielo con los ojos puestos en blanco; allí son las
desordenadas vueltas y locos meneos de rostro y de manos; allí se aborrece la gente y se
busca la soledad; allí van y vienen los pajes y las espías, y nunca se acaban los mensajes
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Anfitrión.
Traducción de
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porque uno engendra diez, y diez paren ciento. Allí son las vascas d’esperar el
mensajero que nunca viene por presto que venga; allí son las bravas ondas y la gran
tempestad de los pensamientos, con los vientos contrarios de la fortuna, que unas veces
le trastumban en lo más hondo de la mar, y otras veces le ponen en la mayor altura de
los montes. Allí son los mortales escándalos y discordias del alma consigo misma: que
se yela, que se quema; que quiere lo que no quiere, que busca lo que deja perder, que
pierde lo que anda buscando; que ama lo que aborrece, que aborrece lo que ama; donde
está más allí, está menos; y allí está siempre donde nunca está. Es traído en la rueda
d’amor con tanta velocidad y presteza que juntamente está alto y bajo; juntamente a la
diestra y a la siniestra; enemigo rabioso y suave amigo; cruel y piadoso; muy fiero
cuando muy manso; muy confiado cuando más desesperado; cuando más se encubre, se
descubre más; cuando más se cierra, está más abierto; cuando más se aparta, más cerca
se pone; cuando más se despide, más quiere ser acogido; cuando más pide la muerte,
más quiere vivir; cuando más amenaza, más suplica; donde más guerrea, allí se rinde; a
quien ofende, defiende; a quien roba, da cuanto tiene; lo que da, no lo da; lo que dice,
no lo dice; lo que siente, no lo siente. Y otros bullicios y diferencias infinitas que nacen
dentro de la opinión conformes a la calidad de los amores y celos, y a la condición del
paciente. Que cada uno siente de su manera estas cosas, y por eso es infinito el número
de los locos.
Finalmente, podemos concluir pues todas estas penas y descontentamientos se sienten
dentro del alma sin que haya lisión en el cuerpo, que aquí debe estar figurada y
plasmada la imagen y hechura del infierno espantoso y terrible. ¿Parécete agora que es
buena vida ésta para procuralla con tanta diligencia? Tienes este por buen pasatiempo,
para perder por el tiempo y la hacienda y la honra y el cuerpo y el alma. Si preguntas al
amador: ¿qué has?, ¿qué te duele? ¿Tómante algo de tu hacienda? ¿Hácente alguna
injuria a la honra?; ¿niégate tu amiga la parte que te solía dar, o qué es esto que sientes?,
dirá que no es nada deso, porque si a todo ello le satisfacen, el que no queda satisfecho
en tanto que ella diere parte a otro. Así que la verdad es la que te habemos enseñado:
que cuando estaban juntas las voluntades dentrambos, él gozaba de su meytad. Si ella
agora despega y aparta su voluntad para dalla y enajenalla en otro, este queda del todo
perdido y vendido, puesta su libertad en poder de quien no tiene libertad para libralle;
cativo en poder de cativa que no puede ahorralle. Queda con todas las pérdidas
susodichas y sin el reparo que para ellas le habíamos dado. Y no sabe decir sino que le
hizo traición su amiga, y que le mintió malamente y le trincó la palabra, según que por
sus cartas y firmas parece muy patente.
Cómo el celoso es loco de arte mayor. Cap. VIII.
El celoso enloquece de tres temas muy grandes y muy desvariadas. La primera es de
amor, que es gran locura, como habemos probado. Y avívanse mucho las llamas del
amor con el soplo de los celos; porque la cosa amada y preciada, en mayor grado se ama
cuando se pierde. La segunda tema es el miedo y asombramiento que trae. Primera y
principalmente teme de perder a su amiga en quien está depositado todo su tesoro, su
corazón y su voluntad. Deste gran temor nacen infinitos temores, ramos suyos. Tiene
miedo de cuantos hablan paso unos con otros; miedo de la tinta y del papel; miedo de
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Anfitrión.
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Fco. López de Villalobos
los confesores y de los hombres de santa vida; miedo de las fiestas y regocijos; miedo
de los sermones y misas y romerías; miedo de los sastres y chapineros y cocineros y
aguaderos y miedo de los pobres; y miedo de todos los hombres y mujeres y niños y
niñas que hablan con su amiga o pasan por su calle; y miedo de ventanas abiertas y
entreabiertas; y de ropas y lienzos puestos en ellas. En fin, que teme de palabras y de
sombras y de bultos y piedras y otras cosas no pensadas jamás. Los cuales temores,
formados todos en su estimación, le hacen andar atónito y desemejado. Y esta especie
de locura se llama en la Física, temor y solicitud. Los que tienen mirachia 19 van por este
camino, y aunque no tienen tanto mal como éstos, sabrán decir qué tan triste
enfermedad es ésta y cuánto tormento secreto se pasa en ella. La tercera tema es la ira
que concibe contra su amiga y contra el que la sigue, y contra todos los coadjutores y
fautores desta cisma, y contra todo lo tocante y perteneciente a ello. En fin, que tiene ira
contra todo lo que teme. Y es una ira no ejecutable ni vengable, porque a la venganza no
le ayuda su voluntad, que se le pasó a los enemigos. Así que desea vengarse y no tiene
voluntad para ello. Y tanbién lo dejaría porque es cosa que no se puede acabar, que son
infinitos aquellos que es menester matar para satisfacerse, y por no dar ocasión a su
ausencia, y al apartamiento de aquella en quien él está trasformado, que sería apartarse
de sí mismo. Esta ira, así furiosa y no vengable, se llama en la Física frénesis o manía.
No es loco manso ni de buena conversación como el amante. Apártate dél cuanto
pudieres y si por caso hablares con él, sea muy sobre el aviso; porque esta locura ha
hecho perder muchas vidas y destruido grandes ciudades y reinos según que habrás
visto y leído por las historias. Con lo susodicho entenderás el capítulo postrero de la
comedia. Y pues que habemos ya definido y dividido por sus partes el amor vicioso y te
lo enseñamos según su naturaleza, agora conviene que hablemos un poco del amor
virtuoso. Y porque en el amor de Dios se contiene el amor de todas las virtudes, y las
buenas labores dellas se sacan todas deste dechado, por tanto hablaremos solamente del
Amor, de Dios y daremos conclusión y fin a nuestra doctrina.
Del muy excelente y soberano amor. Cap. IX
Si el amor que tienes plantado en la mujer o en las otras cosas mundanas, le arrancas
dallí y le trasplantas en Dios, tú granjearás un árbol de vida y de sabiduría y gozarás de
un fruto sin comparación, deleitoso y provechoso. Este árbol crece en tan grande altura
que no se puede alcanzar la fruta madura y sazonada dél hasta que el alma se pone en
jubón y calzas y se despoja de toda su vestidura mortal. Mas alguna della cogemos acá
verde, como se cae del árbol y tiene tan suave olor y tantos buenos sabores que si
alguno la gusta con apetito sano, no enfermo ni corrupto, ligeramente juzgará que pasa y
sobrepuja sin proporción a todos los deleites desta vida. Primeramente sale desta fruta el
suavísimo olor del buena fama con que trasciendes en toda la casa do estas y en todo el
lugar y por toda la provincia, y en toda la corte de España, y aún en la del cielo te alaban
todos y dicen bien de ti. Es éste muy gran deleite, así como es gran pena ser un hombre
infamado y maldito de todos. Tras esto gustas el sabor del sosiego y seguridad de tu
19
Mirachia, como dice el Dictionary of Arabic and allied Loanwords de Federico corriente, Brill,
Leyden, 2008, 381, es una palabra que traduce el término de Avicena, Alqanun, hace referencia a una
enfermedad producida por la acumulación de bilis negra, y sobre todo de pequeñas partes de bilis.
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ánimo, que no has miedo que te venga cosa que te haga sobresalto porque tienes dada y
ofrecida tu voluntad y tu querer a quien tú amas. Y así, todo lo que quiere, quieres tú. Y
con todas sus cosas te alegras, y todas las amas. Y este sosiego del ánimo es la paz que
nuestro Señor trajo a la tierra, a los hombres de buena voluntad, conviene saber a los
que gela tienen ofrecida. Desta paz gozan los justos. Por eso dice el profeta que la
justicia y la paz se besaron. Podemos juzgar cuán dulce sabor debe ser este los que
andamos metidos en los hervores y bullicios de la corte, en ver cuán amargo es el
desasosiego y sobresaltos que aquí gustamos. Por eso dice el profeta que el corazón del
malo es como la mar herviente, que sosegar no puede. Gustas asimismo el menospreciar
de las prosperidades y favores, porque en verte bien quisto y favorido de tan gran rey,
estimas en tanto el favor de los otros reyes como sus privados estimarían el favor de sus
azemileros. Aquí no has miedo que te muerdan ni te dañen los invidiosos, ni tienes
temor de ser descubierto, porque no habrás miedo ni vergüenza aunque te tomen con
Dios en ascondido. Suelen ser las canas y la vejez estorbo en los otros amores, y en
estos no. Antes te verás con ellas más hermoso y más dispuesto. Este es muy gran
descanso para tratar amores; ¡que darían los otros cuanto tienen por tornarse atrás en la
edad! y pelan con tenazuelas las canas que asoman y guisan las barbas con pebrada
como caracoles. ¡Qué más quieres tú! Sino que la dolencia te hace más gracioso, y la
muerte más lindo y más alegre; aunque la pintan triste y fea.
Ítem, en estos amores no puedes padecer ausencia, ques una de las crueles penas damor,
ni te pueden apartar de quien bien quieres prisiones ni amenazas, ni fuerzas ni destierro
ni otra violencia mundana; porque do quiera que fueres, allá lo llevas contigo, ni hay
puerta cerrada para ti cada vez que quieres entrar; porque en buscando al que amas le
hallarás luego, y en pulsando luego te abrirán. Gozas tanbién de una buena confianza,
que es el mayor sabor y más deleitoso de toda esta vida, pues que con las esperanzas
della, dudosas y caducas, te alegras y consuelas más que con lo que ya posees, y gozas
daquel contentamiento secreto y alegría escondida que siente tu alma cuando haces lo
que debes. Aquí no receles de perder el seso, porque en estos amores ninguna imagen ni
fantasma tienes formada, ni figurada en la imaginación o fantasía. Que no son amores
sensuales estos ni se conciben en los sentidos, mas son amores intelectuales y puestos
en razón; y el entendimiento no pierde sus fuerzas por ser alta o descompasada la cosa
que contempla, aunque no quepa en su capacidad, antes queda más vivo y más fuerte
para el conocimiento de las otras inteligencias menores. Y esta es una de las ventajas
que el entendimiento hace a los sentidos corporales, como se trata en el tercero De
anima, así que no enloquecerás ni perderás el juicio en estos amores, porque consisten
en la razón y prudencia, y son propios amores de hombre en cuanto es hombre, y no de
hombre en cuanto es bestia. Otrosí, no te disminuyes de tu valor natural para que te
sometas a otra cosa que sea de menos condición que tú, antes honras y acrecientas tu
naturaleza, que como eras de condición mortal te haces inmortal; y como eras humano,
te haces divino. Y en esto se deberían esmerar los generosos ánimos de los caballeros,
que como procuraban con tantos trabajos y peligros y aún haciendo lo que no deben, por
conservar y acrecentar los estados que sus padres les dejaron, procurasen con mayor
diligencia y haciendo lo que deben de guardar y acrecentar el valor y dignidad natural
que en sus personas tienen; ca el estado de menos estima ha de ser que la persona, pues
que fue para la persona y no la persona para el estado.
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Ítem, en estos amores vivirás seguro de haber celos: que ya sabes que es immudable
quien tú amas, y que siempre te amará tanto como agora, y mucho más si tú quisieres. Y
sabes tanbién que el amor que te tiene es mayor que el que tú le tienes, y bien se parece
en lo mucho que te da y en lo poco que tú le das. Y cuanto más competidores tengas y
cuanto mejor les fuere a ellos, tanto serás tú más preciado y más amado. Porque aquí
los unos no impiden a los otros, antes se ayudan en tanto grado que después de Dios no
habrá cosa en el mundo que más ames que a tus competidores. Finalmente, te quiero
comprender en una excelencia de sabor que tiene esta fruta a todas cuantas dulzuras y
deleites tú puedes pensar, y otras infinitas más de las que puedes entender, y es que pues
el amante se trasforma en el amado, si tú amas a Dios, te trasformas en él y te haces una
cosa con Dios y hijo suyo; que así dice San Juan que: “a todos los que le reciben en su
amor y voluntad, les dio poder para que fuesen hechos hijos de Dios, y no hechos de
carne y de sangre, mas nacidos del mismo Dios”. Y en otro lugar dice que: “quien está
firme en el amor de Dios, está en Dios y Dios en él”. Faltan en verdad vocablos y
sobran conceptos. Faltan conceptos y sobra lo que es infinita manera. Baste agora que
sabemos por muy cierta experiencia, que los que en este mundo caminan por las veredas
y sendas de paraíso, en el mismo camino comienzan a oler y gustar los deleites de allá,
y los que tiran amanizquierda, por el camino del infierno, acá hallan el rastro y las
pisadas dél, y en lo que sienten se les trasluce lo de allá. Muy dulces amores te habemos
puesto delante, y muy ligeros de alcanzar si tú los quieres. Y si fueren menester
medianeros para aliviarte, de cuidado hablarás con su misma madre que con ser
honestísima y la más casta mujer que nunca fue ni será, tomará tanto cargo de tus
amores como si le fuese la vida en ello. Y si quisieres los mismos porteros y guardas de
palacio dilo a San Pedro y a sus compañeros. Y si quieres de las dueñas de casa, viudas
de tocas largas y honestas que no se guardan dellas, puedes fiarte de muchas que allí
están y encargarles tu negocio cada vez que quisieres. Y si quieres damas y vírgines, en
un rincón deste palacio hallarás más que en todo el mundo. Y si quieres a sus mismos
pajes, que nunca se le quitan delante, habla con San Miguel o con cualquiera de los
otros. Allí hallarás confesores y religiosos que te ayuden; allí habrá caballeros
esforzados con treinta cuchilladas por las caras hechos arneros por amores, que te
sabrán muy bien entender y holgarán de favorecerte. Toda esta gente deste palacio te
mirará con ojos de amor y te recibirá con los brazos abiertos y las bocas llenas de risa y
no les habrás dicho la cosa, cuando la tengan hecha sin pedirte interese ni traerte
mentiras. Y serás de toda la gente de palacio muy conocido y muy bien quisto por el
cabo. Si te agradan estos amores, síguelos; y si no quieres sino mujer y dama hermosa, y
a esta metella en las entrañas y en los senos del corazón, y que sean de Dios por fuera
como si fuese una vieja que te ruega y te da cuanto tiene, puédeslo hacer. Empuércate
bien en tus suciedades y revuélcate mucho por tus cienos y chaparrales, y saldrás tal de
allí que no haya quien de asco pueda mirarte sino el diablo que te abrazará sin cosa, y te
meterá en aquella pocilga que buscabas. Ella es tal, que en pensalla solamente, si bien la
contemplas, te tomarán dos mil desmayos.
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Fin de la obra y recomendación de las mujeres. Cap. VII
Habemos vituperado el amor vicioso del hombre a la mujer, lo mismo amonestamos a
ellas que se guarden dellos, que mayor daño les viene porque son más delicadas y
concurren en ellas más circunstancias de perdición. Mas de amor honesto y virtuoso
ellas son dignas y merecedoras de ser amadas por muchas prerrogativas y gracias de que
fueron dotadas. Primeramente, porque son criaturas de Dios, capaces de razón y
dentendimiento como los hombres, hechas de su misma masa a la imagen y semejanza
de su hacedor. Otrosí, por la gran hermosura que les fue dada. Que debajo del cielo no
hay cosa tan delectable para la vista de los ojos y para dar gracias al maestro de tales
imágines como es ver una mujer muy hermosa y bien apuesta; ca resplandece más en
ellas la belleza por su gran vergüenza y esquividad. Porque las cosas vistas y
comunicadas pocas veces, deleitan más la vista por ser más nuevas, que se miran con
mayor deseo, como dice Aristótiles en el décimo de La Ética. Tienen asimismo
inclinación natural a las cosas de Dios y ejercitan los oficios divinos sin cansancio ni
fatiga, antes reciben en ello recreación y consuelo. Y por eso las llamó la iglesia: linaje
devoto. Tienen tanbién mucha obediencia y mansedumbre: que donde son compañeras,
se hacen siervas compradas por precio, y sufren los insultos de los hombres y los de la
fortuna con gran paciencia. Ítem, son muy moderadas en comer y beber y sentir loas; si
mantienes veinte hombres y veinte mujeres, no hay borracherías entrellas ni bodegones;
no hay juegos ni blasfemias, ni juramentos sacados de las entrañas y tuétanos de la fe
católica. No hay homicidios ni robos, ni otros enormes pecados que a cada paso
cometen los hombres. Otrosí, la castidad halló en ellas espaciosa morada, y conocer lo
has en una cosa: que si en una gran ciudad hay diez mujeres erradas, daquellas se habla
por los cantones; daquellas se hacen los corros por las plazas como de cosa nueva y
monstruosa, mas de los hombres con quien erraron no dicen nada, siendo en ellos mayor
la culpa, así como en cualquiera escándalo el agresor y acometedor tiene mayor culpa
que el acometido y perseguido. Y aún estas mujeres erradas, con toda su infamia, son
más honestas y más recogidas que los hombres honestos del pueblo. Y esto no lo hace
sino que quisieron ellas tomar para sí la observancia y regla de la virtud tan estrecha,
que los pecados que son veniales y livianos en los hombres, los hicieron en sí muy
graves y muy mortales; y ellos tomaron la vida tan ancha que un ladrón muy malvado y
muy borracho osa decir en medio desa plaza, que él no es hombre que ha de hacer cosa
que no deba; y sobre esta razón no duda de matarse con otros dos, y dan con él en el
infierno. Y dicen luego los que le lievan a enterrar que juran a Dios que hizo bien, para
qué es la vida, y que dan al diablo la vida que no se pone al tablero por la honra. Y sale
otro más fiero dentre ellos y dice: no, no, esa rayase la dios del casco, que hago voto a
Dios, la vida y el alma pierda cien veces si me tocan en la honra en tanto como este
pelito, y saca el pelito de la capa que apenas le halla y sóplalo.
¿Parécete agora que es bien ancha regla la destos bellacos que piensan que hacen lo que
deben en hurtar, y en ser profanos y viciosos de todo género de pecado? Y si una mujer
tuerce el ojo ella misma, ha vergüenza de parecer entre las otras. Y no embargante todo
lo susodicho y mucho más que se podría decir, no ha faltado quien murmurase de todas
las mujeres en general, y escribiese juicios y sentencias contra sus honras. En verdad
que me parecen sentencias vanas, sin fundamento de razón y de jueces apasionados,
porque alguna dellas no respondió a sus desordenadas y torpes demandas. Y no es de
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maravillar que aún a Dios reprenden y maltratan, porque los tiempos y las otras cosas
que crió no responden a sus locas voluntades para henchir sus hambrientas y tragonas
avaricias. Que la divina providencia cura de nosotros, como un padre muy piadoso cura
de sus niños: cumpliendo con todas sus necesidades y no satisfaciendo a todas sus
peticiones, porque son inocentes y no saben lo que piden. Esto no les agrada a los que
tienen mucha pasión de lo que desean y poco cuidado de la gobernación del mundo. Así
que las mujeres, entonces, las maltratan más cuando menos culpa tienen; y la ponzoña
que conciben de una sola, derrámanla sobre todas. ¡Qué vileza tan grande! Ofender a
quien no se defiende, y alargar mucho la lengua en injuria a quien no responde por sí.
Muy magnífico señor.
Con las liviandades de Júpiter, como con plumas de gallo, he pescado aquí galanes
como truchas para metellos en la santa dotrina del amor virtuoso. Y maguer que ellos se
congojarán en salir de sus piélagos, no deja por eso de ser buena la pesca. Esto les doy
en pago de cuantas mercedes y favores en esta corte me hacen, porque estoy de voluntad
si Dios quisiere de dejallos muy presto. Y si la grave enfermedad del rey nuestro señor
no me detuviese, que sería mal caso dejar a su alteza en tan gran necesidad, ya me
habría yo arribado en algún puerto y remanso donde escapase de los peligrosos golfos y
tempestades desta mar. Que en verdad, si toda la corte es bullicio y turbación y
desasosiego, los que hacen la corte, que son los que residen en ella, turbados andarán y
bulliciosos y desasosegados, y no queráis mayor venganza de los que mal quisiéredes,
porque parece que comen y no comen, pues no toman gusto ni sabor en el manjar;
parece que duermen y no duermen, que mil vuelcos dan en las camas. Parece que ríen y
no ríen, que no les viene la risa del placer que sienten. Mas daquellas arcadas y
singultos20 mortales para hacer palacio y buena conversación, parece que hablan y no
hablan, porque en su habla no declaran su concepto sino la lisonja y lo que al otro ha de
agradar: las cautelas, las falacias, los engaños y las hipocresías. En fin, que ya es tanto
el miedo que todos tienen de decir verdad que escogen huyendo della meterse por los
peligros, antes que con ella ampararse dellos. El pobre dice que es rico, y si torna a ser
rico dice que es pobre; de manera que no huye de parecer pobre ni rico, sino de confesar
la verdad. Parece que oyen misa y no la oyen, porque no entienden lo que dicen ni lo
que se dice ni a quién se dice. Parece que se confiesan y no se confiesan, porque de la
más liviana cosa que tratan llevan más cuidado y mayor agonía que de todas cuantas
ofensas hicieron a Dios. Así que todos los actos de su vida son por este tenor. De
manera que parece que viven y no viven; corren desalentados, reventados por las hijadas
tras una liebre; atraviesa otra y dejan la primera, atraviesa otra y dejan la segunda,
atraviesa otra y dejan la tercera. Al cabo no toman ninguna y quedan hechos pedazos, y
si por gran dicha, uno entre mil alcanza la liebre que otros levantaron, el que la mata no
la come sino para duro y de dolor atado con cadenas de probanza y metido en la
ceguedad y embebecimiento del favor, vasqueando y gruñendo por salir a cazar más, y
20
Singultos: “Ab ileo vomito*, aut singultos, aut convulsio, aut insania, malum” según se dice en
Aforismos de Hipócrates, sección sexta, en la colección La aspiración médica, Revista teórica clínica,
Año I, También aparece en el aforismo XXXI de la edición Alonso Manuel Sedeño de Mesa, Madrid,
1789.
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los que cazan con ellos cómense las liebres que son sus herederos y sucesores. Estos
gozan de la caza y meten sus galgos en las tinieblas exteriores donde son los aullidos y
el regañar de los dientes. Habemos visto esta burlería, no en uno sino en diez; no en
diez, sino en ciento; burlamos de los que así mueren y no escarmentamos, antes
habemos invidia de sus vidas. Y los mismos que mueren burlaron ya y chiflaron de
otros que murieron primero que ellos en la misma locura. Este es el juego de los negros
que van en carnes, que cada uno se cae de risa de la fealdad del otro. Así que esta
enfermedad de los cortesanos bien parece desde agora en lo que ha parar: señales
mortales tiene; trazado tiene el infierno; que en ella veréis las entradas y vueltas dél. De
manera que cuando allá entrare el desventurado podrá decir: ¡O, casa triste y escura, con
cuánto dolor y trabajo te hallé y cuánto fuera mejor no hallarte! En el camino te vi
muchas veces, y pudiera desviarte si quisiera, agora querría y no puedo. ¡O ciega y
engañosa mercaduría, que solamente porque cuestas cara engañas! Y solicitas a los
compradores para que no te dejen, pensando que vales algo; y las cosas de valor
desprecian porque son barato. Plega a Dios y a su Santa Madre que me guien y me
pongan en camino llano por donde pueda pasar esta breve carrera con pocos estropiezos.
Y a vuestra merced haga muy gran Señor con tal condición que sea para servicio suyo y
descanso vuestro, amén. De Calatayud en seis de octubre de mil y qui[ni]entos y quince
años.
Fue impreso el presente tratado por el honorable Arnao Guillén de Brocar. En la
noble villa de Alcalá de Henares. A treinta días del mes de agosto de MyDyXVII
años.
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