ESCRITOR DEL MES: William Golding

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ESCRITOR
Golding
DEL
MES:
Recopilado
Henchoz
William
por
Erika
William Golding (setiembre 1911 – junio 1993) narrador y
ensayista británico, Premio Nobel de Literatura en 1983,
amante del teatro y la dramaturgia.
Famoso por el éxito de su novela “El señor de las moscas”
publicada en 1954 (a sus 43 años de edad), y llevada al cine
por Peter Brook en 1963, en una de las dos oportunidades en
que la novela se llevó al séptimo arte.
Considerada por muchos como una de las alegorías más
extraordinarias de la narrativa contemporánea, “El señor de
las moscas” cuenta la historia de una treintena de muchachos
como únicos supervivientes de un naufragio en el que perecen
todos los adultos.
Enseguida se plantea cómo sobrevivir en tales condiciones, y
no tardan en crearse dos grupos con sus respectivos líderes.
Ralph se convierte en el cabecilla de quienes están dispuestos
a construir refugios y a recolectar, mientras que Jack se
convierte en el jefe de los cazadores, animados por un
espíritu más aventurero.
Las tensiones entre ambos bandos desembocan en un
enfrentamiento que se resuelve en un baño de sangre. “El señor
de las moscas es un nombre para el mal “ en la cultura judía,
y este es uno de los temas principales de la novela, junto con
la contraposición entre civilización y barbarie y la validez
de la disciplina, entre otros muchos.
Mucho antes de la publicación de la novela, en 1935, cuando ya
era profesor de la Bishop Wandsworths School, en Salisbury,
publicó un correcto volumen de poemas.
No obstante, su fama se dispara con “El señor de las moscas”.
Golding nació un 19 de septiembre de 1911 en Cornualles, un
condado en el extremo sur-occidental de Inglaterra, como decir
prácticamente en el fin de la Tierra, pues sus costas, bañadas
por el mar Céltico al norte y oeste y por el Canal de la
Mancha al sur, culminan en la parte oeste, en el llamado en
córnico “Penn a Wlas” y en inglés “Land’s End”.
Desde sus 7 años de edad
anunció que sería escritor. Estudió
en la Universidad de Oxford, impartió seminarios de lengua
inglesa. Se mantuvo un tiempo en el teatro, como actor y como
autor.
Más tarde se dedicó a la enseñanza y comenzó a
trabajar como maestro de escuela, hasta que se alistó en la
Marina durante la Segunda Guerra Mundial.
Allí se mantuvo hasta que se graduó como teniente. Este hecho
influyó notablemente en su obra.
Después de “El señor de las moscas” vinieron: “Los herederos”
(1955), que narra el exterminio del hombre de Neandertal por
el homo sapiens; “La catedral” (1964), un relato acerca de la
construcción de la aguja de una catedral, labor humanista que
lleva sin embargo, a la traición y el asesinato.
Luego le publican su trilogía “Ritos de paso” (1980) ganadora
del Booker Price, “Barrios cerrados” (1987) y “Fuego en las
entrañas” (1989), donde cuenta historias relacionadas con el
mar.
Escribió dos volúmenes de ensayos en muy distintos períodos:
“Puertas ardientes” (1965) y “Un blanco móvil” (1982), así
como una obra de teatro, The Brass Butterfly (1958).
Su última novela, “La lengua secreta”, fue publicada en 1995,
dos años después de su muerte y en ella tomó la Grecia antigua
como contexto, la ascensión del poder romano y la declinación
de la cultura helénica.
La prosa de Golding
es irónica, clásica y refinada, y
sustenta en el desarrollo gradual de los argumentos su magia
narrativa.
La transparencia alegórica de su obra atrae tanto a jóvenes
como a adultos, lo que lo convierte en un clásico.
William Golding falleció el 18 de junio de 1993.
“El estilo o poética del autor se sustentó en la revelación
de la parte más oscura del ser humano, el análisis de la
civilización occidental y despejó el manto de hipocresía o
peor aún, la inevitable naturaleza del Mal.
Su fama se duplicó con las versiones cinematográficas, entre
ellas la de Peter Brook en 1963. La alegoría narrativa de
Golding se amplificó hasta la historia: puede ser leída como
una reflexión metafísica del ser humano o como una evaluación
del fascismo contemporáneo.
Esta obra fue rechazada por varios editores hasta llegar a la
editorial Faber and Faber, quien decidió arriesgarse con esta
pesimista visión de la naturaleza humana.
El autor correspondió a esta muestra de fe manteniéndose
siempre fiel a ellos, independientemente de las ofertas
posteriores que le pudieron llegar.
“El señor de las moscas” se ha convertido en los
aproximadamente sesenta años que lleva publicado en uno de los
libros más vendidos estadísticamente de la literatura
contemporánea.
Es una obra pesimista, escrita por un hombre convencido de la
maldad del ser humano que disecciona la violencia y los
instintos que piensa nos rigen llevando a muchos a un trágico
final.
ENTREVISTA CON WILLIAM GOLDING POR
JAMES KEATING
Purdue University; May, 10, 1962
– J.K: A menudo se dice que las guerras son causadas por unos
pocos dictadores. ¿Cree que esto es así, o piensa que
cualquiera con un poder dado es capaz de tan inhumanas
atrocidades?
– W.G: Bueno, creo que las guerras son mucho más complicadas
que todo eso. Algunas de ellas han sido causadas por unos
pocos. Por otra parte, si algunas son seguramente consecuencia
del estallido de un tumor maligno en la civilización, entonces
¿quién sabe qué aplicar para eliminarlo? Hay una gran
diferencia en el mundo entre las guerras de 1917 – la
Revolución comunista – por un lado, y las guerras de Gengis
Kan por otro, ¿no es así?
– J.K: Sí. Obviamente, en “El Señor de las Moscas” la sociedad
juega un papel pequeño a la hora de determinar la corrupción y
la violencia en el hombre. Ha dicho que esto es cierto en la
sociedad, que juega un rol menor. Pero, ¿no piensa que hay
sociedades que aumentan las posibilidades del hombre de
volverse bueno? ¿Y no estamos trabajando en esa dirección en
la democracia?
– W.G: Por instinto y condicionamiento, así como por
nacimiento y por mi lugar en el mundo, estoy casi forzado a
ser partidario de la doctrina democrática, ¿no? Esto está tan
fuertemente grabado en el modo en que vivimos, o al menos en
el modo en el que vivimos en Inglaterra, que dudo que alguien
se pregunte mucho sobre ello. Pienso que podría decir que la
democracia se está moviendo en la dirección correcta, o que el
modo democrático es el modo adecuado de moverse; por otro
lado, me parece que una democracia tiene debilidades
inherentes que vienen con ella. No puedes dar libertad a la
gente sin debilitar la sociedad como una herramienta de
guerra, por ejemplo, y por lo tanto es como una oveja entre
lobos. No es tanto para mí una pregunta acerca de si la
democracia es el camino correcto, como si de la democracia
puede sobrevivir y permanecer como tal. Cada vez que la
democracia se pone firme y dice, “Bueno, ahora estoy siendo
amenazada por un régimen totalitario”, lo primero que debe
hacer es renunciar a algunos de sus principios. En Inglaterra,
durante la Segunda Guerra Mundial tuvimos que abandonar un
enorme número de principios con el fin de lograr la unidad
imprescindible para poder resistir a Hitler.
Así que es posible replantearse la pregunta de este modo y
decir: “¿No es el remedio tan malo como la enfermedad?”. No lo
sé.
– J. K: Bueno, la inocencia en el hombre, que refleja por
ejemplo en los niños de esta novela, ¿diría que era algo
inherente que se manifiesta, o algo externo que es adquirido
durante el proceso transicional de la inocencia a la noinocencia? ¿Son los niños inocentes de por sí o son inocentes
del mal del exterior y el mal de los otros?
– W.G: Son inocentes por naturaleza. Ellos no entienden sus
propias tendencias naturales y por lo tanto, cuando llegan a
la isla, pueden esperar ilusionados un futuro brillante,
porque no comprenden las cosas que los amenazan. Esto me
parece a mí la inocencia; supongo que podría casi igualarlo
con la ignorancia de los atributos básicos de los hombres, y
esto es inevitable en algo que ha nacido y empieza a crecer.
Obviamente, no entienden su propia naturaleza.
– J.K: Entonces ¿es más una combinación de inocencia propia y
atributos de otros?
– W.G: Sí. Yo pienso, simplificando, que ellos no entienden
que hay bestias en la psique humana que tienen que ser
mantenidas a raya. Son demasiado jóvenes para pensar a largo
plazo y poner límites reales a sus instintos y respetarlos,
porque dar rienda suelta a estas bestias es siempre un placer
en cierto modo, y por eso su sociedad fracasa, se rompe.
Por supuesto, por otra parte, en una sociedad adulta es
posible que la sociedad no se rompa. Puede ser que nosotros
mismos pongamos suficientes frenos a nuestros instintos para
prevenir su destrucción. Puede que tengamos el sentido común
para decir que si tenemos bombas atómicas y todo eso – bombas
H – bueno, está claro que no podemos usar esas cosas
O ahora bien, en cierto sentido, en el nivel más bajo de
sentido común – obviamente no podemos – pero usted sabe al
igual que yo, que hay una gran posibilidad de que esas armas
sean usadas y acaben con todos nosotros. Pienso que la actitud
democrática de poner frenos voluntarios a nuestra propia
naturaleza es el único camino posible para la humanidad, pero
no me atrevo a decir que vaya a funcionar, o sobrevivir.
– J.K: Recientemente ha expuesto su creencia de que la
humanidad sería salvada , o se salvaría a sí misma. ¿Es eso
cierto?
– W.G: Sí, pero es de nuevo porque soy básicamente un
optimista. Intelectualmente puedo ver que la balanza del
hombre está al cincuenta por ciento, y las probabilidades de
que acabe destruyéndose a sí mismo están muy igualadas.
Intelectualmente no puedo verlo de otro modo. Pero soy
emocionalmente incapaz de creer que llegaremos a esto. Supongo
que esto quiere decir que por naturaleza soy un optimista y
que por convicción intelectual un pesimista.
-J.K: La razón por la que le planteé esa cuestión fue porque
en las notas editadas en “El Señor de las Moscas”…
– W.G: No son mis notas.
– J.K: Perdón. Pensé que el señor Epstein le citaba.
-W.G: ¿Ah, sí?
– J.K: En las conclusiones
-W.G: Oh, sí.
– J.K: Al final la pregunta es, ¿quién rescatará al adulto en
su barco? Esto me parece un poco fatalista; esto transmite la
idea de que realmente no hay ninguna esperanza.
– W.G: Sí, pero una vez más puedes… hay dos respuestas
posibles; y creo que ambas son válidas. La primera es la que
he dado antes, y es la cita sobre lo que he dicho del
fatalismo intelectual. Es tomar el asunto como una serie de
cajas chinas, una dentro de otra. La otra es decir que como el
fabulista es siempre un moralista, siempre está exagerando su
caso, porque tiene una idea que él desea aclarar. Preferiría
decir que si tú no te pones límites a ti mismo, esto es lo que
te ocurrirá.
– J.K: De Nuevo, en “El Señor de las Moscas”, me di cuenta de
una clara relación entre Simon y su brutal muerte y la de
Cristo y su crucifixión. ¿Le importaría discutir esto, o dar
algún tipo de juicio omnisciente?
– W.G: Bueno, no puedo dar un juicio omnisciente. Solo puedo
comentar cuál fue mi intención. Primero tiene que recordar que
no he leído este libro en diez años, así que quizás puedo
estar equivocado. Intenté representar una figura como la de
Cristo en la novela, porque las figuras de Cristo se dan en la
humanidad, de verdad. Pero no podía presentar una imagen
completa del potencial humano, a menos que uno reflejara
potencialmente una figura como la de Cristo. Así que Simon es
el niño que se adentra entre los arbustos para rezar. Es el
único que se preocupa de los peques – quien de hecho les pasa
la comida, les coge la comida de lugares a los que ellos no
alcanzan y se la ofrece. Él es quien es tentado por el diablo:
tiene esta entrevista con la cabeza del cerdo sobre el palo,
con Beelzebub, Satan, o el diablo, o como quiera llamarlo y el
diablo dice, “Márchate, a ti no te quiero. Regresa con los
otros. Olvidémonos de todo este asunto.” Esto es, por
supuesto, como yo lo veo, la eterna tentación del santo, irse
y actuar como un hombre corriente y dejar que todo el asunto
siga igual. En lugar de esto, Simon sube a la colina y se
aleja de la isla, separa y descubre lo que es esta mano muerta
de la historia que está sobre ellos, deshace los nudos para
que el viento pueda llevarse esta cosa muerta lejos de la
isla, y entonces cuando trata de traer la buena nueva a la
sociedad del hombre corriente, es crucificado por ello. Como
ve, esto es lo más lejos que fui capaz de llegar con el
paralelismo de la figura de Cristo.
– J.K: Ha mencionado que no podría dar un juicio omnisciente,
y ha dicho anteriormente que un autor no puede realmente
decir, después de escribir un libro, lo que ha extraído de él
mismo o ha creado. ¿Cuál cree que es rol del crítico aquí
entonces? ¿Siente que el crítico tiene el derecho de sacar a
la luz estas cosas?
– W.G: Bueno, ¿no es esta una pregunta sin mucho sentido?
Porque si un crítico tiene derechos o no, va a hacerle eso a
un libro que ha escapado al control del autor, y por lo tanto
podría preguntar también si un hombre tiene derecho a tener
cinco dedos en cada mano. Esto es algo dado. ¿Lo que quiere
decir realmente es si creo que el crítico tiene, por su
naturaleza o aprendizaje, una mejor oportunidad de expresar lo
que hay en el libro de la que el autor ha tenido? ¿Es eso?
– J.K: Sí, a grandes rasgos. Como artista, ¿piensa que los
críticos están justificados?
-W.G: Algunos de ellos. En la práctica algunos de ellos dicen
cosas con las que estoy de acuerdo y algunos dicen cosas con
las que no estoy de acuerdo. No veo que pueda generalizarse
mucho en este tema. El crítico tiene el mismo derecho que
tiene cualquiera para extraer lo que pueda de un libro, y
podría decir que creo que algunos críticos que he leído han
sido extremadamente perceptivos – o que también he tenido
mucha suerte- en el sentido de que parecían señalar ciertas
cosas que yo había hecho intencionadamente, y que pensaba
sería bastante sutiles, y ellos han logrado reconocerlas. Por
otro lado, debo decir que algunos críticos parece que no lo
han entendido ni por asomo.
– J.K: Entonces, quizás el señor Gindin estaba bastante
desencaminado en su artículo cuando discutía el uso de sus
trucos. Él mencionaba que el rescate de los niños era un truco
que no cumplía las expectativas que había abierto el libro… no
las resolvía, podría añadir también como a él le hubiera
gustado. ¿Cree que ese tipo de crítica es justificable?
– W.G: Me ha perseguido el término “truco” desde que lo usé en
una entrevista para explicar que me gustaba un final potente e
inesperado que mostrara el libro de una forma totalmente
diferente que hiciera replantearse todo al lector, lo cual me
suele parecer una cosa útil. No sé, en ese caso, si el rescate
de los niños al final es un truco o no. El motivo para ese
final en particular fue doble. En primer lugar, yo había
concebido originalmente el libro como un cambio de la
inocencia- que es la ignorancia de uno mismo- al conocimiento
trágico. Si mis niños no hubieran sido salvados, yo no podría
– en aquel momento, en cualquier caso- ver algún medio de
hacer llegar a uno de ellos al momento donde tendría lugar ese
trágico conocimiento. Estaría muerto.
Si hubiera optado por la muerte de Ralph, Ralph nunca hubiera
tenido tiempo para entender lo que le había ocurrido, así que
lo salvé a propósito para que él pudiera ver – reflexionar
sobre lo que había pasado – y llorar por el fin de la
inocencia y la oscuridad en el corazón del hombre, que es a lo
que quería llegar. Esa es la mitad de la respuesta.
La otra mitad es que si, como la cita de ahí decía, el libro
se supone que debe mostrar cómo los defectos de nuestra
sociedad son directamente rastreables en los defectos del
individuo, entonces tú puedes recalcar aún más esa horrible
lección moral del mismo modo al tener a un ignorante e
inocente adulto que llega a la isla y dice: ¡Oh, ¿os habéis
divertido? Entonces en la última frase le haces girarse y
mirar el barco, y por supuesto el barco, la cosa adulta, está
haciendo lo mismo que los cazadores hacen – esto es, cazar y
destruir al enemigo – así que puedes decir, de hecho, en la
práctica, a tu lector, “Mira, crees que has estado leyendo
sobre niños, pero de hecho has estado leyendo sobre las
miserias y las perversidades de la humanidad.” Si esto es un
truco, aún así lo apruebo.
– J.K: Yo pienso que cumple lo que dijo acerca del uso del
truco del final de la novela, haciendo que el lector
reflexione y vea la historia desde otro punto de vista.
¿Influyó de alguna manera el trabajo de Richard Hughes,
“Huracán en Jamaica” en la escritura de “El Señor de las
Moscas”?
-W.G: Esta es una pregunta interesante. Puedo responderla de
forma simple: He leído el libro y me ha gustado, pero lo leí
después de haber escrito “El Señor de las Moscas”. Y si va a
preguntarme sobre “El corazón de las tinieblas” de Conrad,
debería confesarle que no lo he leído.
– J. K: Si no había leído “Huracán en Jamaica” hasta que
escribió “El Señor de las Moscas”, ¿qué siente sobre la
presentación del tema, el paralelismo entre ambas obras?
-W.G: Hay un paralelismo, creo, pero como muchos paralelismos
literarios, se debe a que las personas que escriben sobre la
humanidad, es probable que en ciertas circunstancias vean algo
del mismo modo. Ambos están mirando, después de todo al mismo
objeto, así que sería realmente sorprendente si no pudieran
extraerse paralelismos literarios entre este libro y aquel.
– J.K: Tengo una pregunta más sobre “El Señor de las Moscas”.
El señor Epstein habla sobre los símbolos sexuales en esta
obra. Ha dicho recientemente que dejó a propósito al hombre y
la mujer fuera de esta isla para evitar..
– W.G: Evitar distracciones.
– J.K: Sí, me pregunto si está de acuerdo con las
observaciones del señor Epstein.
– W.G: Está pensando probablemente en el momento en el que
matan a un cerdo…
– J.K: Sí.
-W.G: Y yo estoy seguro de que esto es un símbolo sexual que
tiene afinidades con la edípica noche de bodas. ¿Qué puedo
decir?
Supongo que lo único que puedo decir es que en esas
circunstancias hay muy pocas formas de matar a un cerdo. Lo
mismo puede decirse de la edípica noche de bodas.
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