Viacrucis 2 - Alianza en Jesús por María

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V. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.
R. Pues por tu santa cruz redimiste al mundo.
[V. Adoramus te, Christe, et benedicimus tibi
R. Quia per sanctam crucem tuam redemisti mundum.]
1ª Estación: Jesús sentenciado a muerte
Salió entonces Jesús fuera llevando la corona de espinas y el manto de púrpura. Les dijo Pilato: «Aquí tenéis
al hombre.» (Juan 19:5)
Ojala, también nosotros, pudiéramos decir: “Aquí tenéis al hombre”. Nunca como hoy el mundo necesita de la
presencia de Dios, aunque a simple vista, parezca rechazarlo. ¿Por qué ponemos sordina a todo lo que sea
referencia a la fe? ¿Por qué en tono menor lo que es anuncio de vida eterna y llamada a una vida mejor? Las
espinas y el manto púrpura lo colocamos sobre Cristo cuando, lejos de entregarnos a su causa, la relegamos al
silencio por nuestra falta de criterio o de valentía para expresar, defender y vivir la fe.
Jesús, pequé: Ten piedad y misericordia de mí.
2ª Estación: Jesús con la cruz a cuestas
Sino que se despojó de sí mismo tomando condición de siervo haciéndose semejante a los hombres y
apareciendo en su porte como hombre;( Filipenses 2:7)
¿Quién ha dicho que la cruz es una aguafiestas en la fiesta de nuestra vida? San Pío de Pieltrecina solía decir
“Casi todos vienen a mí para que les alivie la Cruz; son muy pocos los que se me acercan para que les enseñe
a llevarla”.
¡No es verdad, Señor! La cruz, aunque nos parezca
lenguaje y el grito del que lo sabe dar todo; de aquel
recompensado con nada.
¡Gracias, Señor! Ir detrás de Ti es comprender que
madero que sea más pesado que el ímpetu que nace y
el mundo al revés, sigue siendo la expresión, el
que saber cargar con todos aun a riesgo de no ser
no hay dificultad que no pueda ser superada, ni
se fortalece por nuestra Fe en Ti.
3ª Estación: Cae el Señor por primera vez
He aquí mi siervo a quien yo sostengo, mi elegido en quien se complace mi alma. He puesto mi espíritu sobre
él: dictará ley a las naciones. Is 42:1-2
Quien abraza tu cruz, Señor, sabe saborear la dulzura aún en las cosas más amargas que nos trae la vida. Caes al
suelo, Jesús, y con ello evidencias que, por ser como nosotros y compartir nuestra condición, experimentas el
dolor de las heridas que producen nuestras caídas.
¡Levántate, Señor! Nos besaste en tu descenso en Belén y no es necesario que de nuevo, Dios, sea arrastrado
con tu cuerpo para que comprendamos el valor de la humildad y la grandeza de su compromiso por nosotros.
¡Levántate, Señor! Pusiste tu tienda en medio de nosotros, pero no queremos el madero pegado ni astillado en el
duro suelo.
4ª Estación: Jesús encuentra a su Madre
Vosotros, todos los que pasáis por el camino, mirad y ved si hay dolor semejante al dolor que me atormenta,
con el que Yahveh me ha herido el día de su ardiente cólera. Lamentaciones 1:12
La mujer que meció a Jesús en un pesebre de madera en Belén, sale al encuentro del hijo sobre el que, ahora, un
trozo de madera también, le hace tambalear su el cuerpo camino del calvaio. Lo acogió en Nazaret; lo vivió en
sus entrañas; le enseñó las cosas de Dios y, una vez más, desde la esquina –camino del Gólgota- con sus ojos y
su silencio, con sus lágrimas y con el corazón en el cielo, le dice a Jesús que, la voluntad de Dios, aún siendo
dolorosamente radical, ha de llevarse hasta el final para que el hombre advierta para siempre que, Ella, supo
ofrecer aun con dolor, lo más grande de su vida: a Jesús.
5ª Estación: el Cirineo ayuda a llevar la cruz
Y obligaron a uno que pasaba, a Simón de Cirene, que volvía del campo, el padre de Alejandro y de Rufo, a
que llevara su cruz. Mc 15:21
Dice un viejo proverbio: “Al final, no nos acordaremos tanto de las palabras de nuestros enemigos, sino de
los silencios de nuestros amigos”. El Cirineo fue un amigo obligado. No pretendió el ser colaborador en
positivo en la Pasión de Jesús. Pero..ahí estuvo. ¿Dónde quedaron los saciados por el pan multiplicado?
¿Los paralíticos que volvieron a los caminos? ¿Y los enfermos que recobraron la salud? Algo así, Señor,
puede ocurrir con nuestra vida. Nos das tanto y, en respuesta, nuestras manos quedan escondidas en los
bolsillos por temor a ser señalados o por falta de valentía a empujar la barca que es tu Iglesia o la cruz,
que son las penas de los demás.
6ª La Verónica sale al encuentro del Señor
Despreciable y desecho de hombres, varón de dolores y sabedor de dolencias, como uno ante quien se oculta el
rostro, despreciable, y no le tuvimos en cuenta. Is 53:3-4
También nosotros te buscamos en mil rostros doloridos. Pero, son los rostros más embellecidos y menos
escarnecidos, los que preferimos acoger y enjugar con nuestros pañuelos. ¡El dolor desfigurado nos asusta y nos
echa para atrás, Señor!
Ayúdanos, Jesús, a desplegar el telar de nuestro amor frente al que se siente sólo o desamparado. Que seamos
capaces de abrir el cajón de nuestros innumerables lienzos para ser decididos y seguir buscando y ayudando a
aquellas personas que sufren o que son abofeteados, una y otra vez, por la mano dura y cruel de la vida.
7ª Estación: cae el Señor por segunda vez
¡Y con todo eran nuestras dolencias las que él llevaba y nuestros dolores los que soportaba! Nosotros le
tuvimos por azotado, herido de Dios y humillado. Is 53:4-5
No es fuerte quien no cae, ni débil quien no se levanta. Es fuerte quien, cayendo, vuelve a levantarse para que
muchos débiles, como nosotros, recuperemos el alma perdida, el brillo de nuestra fe, el futuro de nuestra vida.
Caes, Señor, para recordarnos que el camino de nuestra existencia no es un sendero exclusivamente sembrado
de rosales o crecido en laureles de triunfo.
Te hundes de nuevo, Señor, para que miremos hacia atrás y reparando nuestros pequeños tropiezos, nos
rearmemos con el valor de tu gracia y de tu poder cuando, aparentemente, seamos humillados por
circunstancias que nos hacen besar el polvo del suelo.
8ª Estación: Jesús habla a las hijas de Jerusalén
Jesús, volviéndose a ellas, dijo: «Hijas de Jerusalén, no lloréis por mí; llorad más bien por vosotras y por
vuestros hijos. Lc 23:27-28
El llanto es el privilegio del hombre. Con él, cuando en vida hicimos lo posible por salir al encuentro, por ser
solidarios, manifestamos lo que ya no podemos expresar con las palabras. Las lágrimas de las mujeres de
Jerusalén fueron honor de aquellas que intuyeron que aquello era una injusticia y, que debajo de aquel madero,
un hombre iba hacer posible el fin de muchas infelicidades.
Pero, amigos, no esperemos al momento del llanto. Es en la vida, en la necesidad, tristeza y pobreza, cuando
hemos de recurrir no al lamento y si a la mano que se ofrece y ayuda.
9ª Estación: cae el Señor en tierra por tercera vez
Fue oprimido, y él se humilló y no abrió la boca. Como un cordero al degüello era llevado, y como oveja que
ante los que la trasquilan está muda, tampoco él abrió la boca. Isaías 53:6-7
A ninguno nos gusta caer dos veces seguidas en un mismo agujero. Jesús, por el hombre, es capaz de sucumbir
bajo el peso de la cruz las ocasiones que sean necesarias. ¿Qué tenemos los hombres para que Dios tenga tanto
empeño de llegar hasta el final con su Hijo en la Cruz? Algo bueno, lo decía Ortega y Gasset, debemos de
guardar en el interior cuando, Dios en Belén, quiso hacerse como uno de nosotros y , cuesta arriba hacia el
Calvario, quiere desplomarse tantas veces como nosotros en tantos momentos nos desmoronamos.
10ª Estación: Jesús despojado de sus vestiduras
Los soldados, después que crucificaron a Jesús, tomaron sus vestidos, con los que hicieron cuatro lotes, un lote
para cada soldado, y la túnica. La túnica era sin costura, tejida de una pieza de arriba abajo. Juan 19:23
Canta un viejo proverbio que “la astucia suele ir vestida pero que la verdad se presenta desnuda”. Y, Jesús, a
punto de coronar lo más alto de un madero, se nos presenta como lo que siempre fue: la verdad suprema.
Nosotros empeñados en disimular y disfrazar la mentira y, Cristo, dispuesto a dejarse despojar de todo, antes
que renegar de la verdad por el ser humano.
¿Cuándo aprenderemos a desprendernos de todo aquello que nos aparta de Dios? ¿Cuándo nos revestiremos de
la desnudez que brota de la sencillez, la humildad, la limpieza de corazón o el afán por ir por los caminos de la
honradez?
¡Sí, Señor! ¡Nunca tan desnudo, te vimos tan revestido con un manto de belleza bordado por Dios!
11ª Estación: Jesús clavado en la cruz
Y como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así tiene que ser levantado el Hijo del hombre,
para que todo el que crea tenga por él vida eterna. Juan 3:14-15
Con Jesús lo tenemos todo y sin El ¿Qué tenemos? ¿Por qué tanto empeño en clavar nuestra felicidad a tantos
maderos huecos? ¿Quién se empeña en alzarnos en cruces de oro y de bienestar aparente, cuando luego son
fracasos, polilla y segundos de dicha efímera?
Sin Cristo, la cruz, se convierte en un adorno innecesario. Con Cristo, la cruz, es la prueba suprema de lo
mucho que nos ama: ¡Lo hace por nosotros! ¡Sube por nosotros! ¡Es clavado por nosotros! Cuántos cristianos,
ante estas afirmaciones, se quedan como si nada hubiera pasado. Llevan la cruz, pero se quedaron sin Cristo.
12ª Estación: Jesús muere en la cruz
Pero Jesús, dando de nuevo un fuerte grito, exhaló el espíritu. Mateo 27:50
Por nosotros, Jesús, dio la vida. Por el hombre, Jesús, murió ofreciendo su juventud. ¿Y después de muerto?
Después de muerto, si el Señor volviese a nacer, para que el hombre mirase a Dios, para que el ser humano
volviese los ojos al que es Señor de todo…volvería a repetir este último suspiro: ¡Todo, mi Dios, por la
redención del hombre! (silencio).
Que el Señor nos ayude no a suspirar, por las contradicciones que todos llevamos dentro, cuanto por las
injusticias y el olvido de Dios que existe fuera.
13ª Estación: Jesús en los brazos de la Madre
Derramaré sobre la casa de David y sobre los habitantes de Jerusalén un espíritu de gracia y de oración; y
mirarán hacia mí. En cuanto a aquél a quien traspasaron, harán lamentación por él como lamentación por hijo
único, y le llorarán amargamente como se llora amargamente a un primogénito. Zacarías 12:10
No hay brazos como los de la Madre, ni para ser sostenido cuando uno nace, ni para ser acariciado cuando uno
muere.
Pero en el cuerpo de Jesús, arropado en los brazos de María, se encuentra toda la humanidad. Cae Jesús de la
cruz, y a partir de ahora, todos los que caigamos –momentáneamente- bajo el peso de la muerte, no nos
daremos de bruces contra la roca que se encuentra a sus pies. María, ¡siempre María! esperará, velará, para que,
ninguno de sus hijos, se pierda en la ingrata memoria del olvido de los tiempos. ¿Llora la Virgen? ¡Qué va!
¡Espera, con los brazos abiertos, para que no caigamos y no desesperemos!
14ª Estación: El Señor es puesto en el sepulcro en espera de la Resurrección
José de Arimatea compró una sábana, lo descolgó de la cruz, lo envolvió en ella y lo puso en un sepulcro que
estaba excavado en roca; luego, hizo rodar una piedra sobre la entrada del sepulcro. Marcos 15:46
A veces, en un sepulcro, se encierran dos corazones juntos. Y, en el sepulcro de Jesús, dos corazones caen en el
silencio que espera la música de la Pascua: el corazón de Cristo, y dentro del corazón de Cristo, yace el corazón
del hombre. Por el nació, por el vivió y….por el luchó.
En esta hora, el corazón de Cristo, paralizado por el sufrimiento y la incomprensión, por las heridas y el duro
combate entre vida y muerte, aguarda la hora en la que Dios, principio y final de todo, lo levante, lo resucite
lleno de vida para que, los hombres, cuando entremos en el silencio del último día, también tengamos
posibilidad de alcanzar la VIDA NUEVA que Cristo por su pasión y muerte nos regala.
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