José Vásquez: Una vida entre fierros

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José Vásquez: Una vida entre fierros
autor Victor Beltrán Cuevas
domingo, 05 de mayo de 2013
Esta es la historia de José, un joven de 23 años, nacido y criado en Talcahuano, que ha hecho una buena parte de su
vida en el reciclaje de metales.
José Vásquez vive en Talcahuano, tiene 23 años, una hija y esposa. Arrienda una mediagua a la que añadieron
baño y cocina, junto a tres viviendas más de similares características.
De mirada alegre y risa fácil, a su trabajo habitual, suma los ingresos que obtiene cuando sale en “busca de
tesoros”. Desde los 12 años que es un reciclador.
Nació en Talcahuano, en el hospital Las Higueras. A los cinco años su padre migra a Santiago en busca de mejores
oportunidades laborales. Durante un año volvió a la zona para visitar a su familia, hasta que un día no regresó más.
José lo contactó diez años más tarde. Se juntaron en la casa de su padre, quien trabaja para la locomoción pública
capitalina, compartieron un asado antes de un partido en la Universidad de Chile, el equipo que reconoce como su
pasión, y Colo-Colo. Luego no lo vio más. Su madre asumió el rol del padre y trabajó de taxista, razón por la que José vivió
gran parte de su niñez con su abuelo Juan Alveal.
El papi Juan, como lo llama con cariño, vendía tomates, frutas o nalcas que trasladaba en una carreta por distintas
poblaciones del puerto. El niño José lo acompañaba de madrugada a comprar a la Vega Monumental. Durante el viaje
dormía un rato sobre la carreta vacía. En el trabajo ayudaba a vocear para que los vecinos salieran a comprar. Si
encontraba algo de valor, el papi Juan lo subía a su carreta y lo acumulaba en su patio. Dice que su "papi" tiene el
síndrome de Diógenes y todavía se pasa horas enteras entre sus cachureos.
Dejó el colegio a los 15 años luego de repetir por segunda vez consecutiva el primer año medio en el Liceo Industrial A23. Reconoce que siempre prefirió trabajar y andar con algo de plata en los bolsillos. "El colegio me aburre", dice.
Las latas y el ping-pong
Cuando tenía 12 años, una vecina de la población arrendaba una mesa de ping-pong por 50 latas de bebestibles cada
hora. Ahí fue cuando comenzó a juntar metal. Cuenta que caminaba mirando al suelo por si pillaba un tarro que le sirviera
para ir a jugar.
Al pasar el tiempo, la obsesión por el tenis de mesa se fue diluyendo, mas llegaron nuevas. Descubrió que podía vender las
latas por kilo y para entonces ya recogía todo tipo de metal que fuera comerciable. Eso le permitía costear sus aficiones.
Confiesa que la suerte le ha sonreído en un par de ocasiones. Una vez, revisando entre la chatarra se encontró dinero.
"No tuve para qué ir a vender nada", dice mientras ríe.
Como recolector encontraba ricos nichos de metales abandonados. Cuenta que en una ocasión consiguió 80 mil pesos,
sólo vendiendo fierro. Dice orgulloso que "hice más de 13 viajes en la carreta de mi abuelo esa vez, para vender todo el
material".
En su primer trabajo aprendió mucho de fierros. Eso fue en el taller del Mongo, como apodan a Miguel Monjes. El Mongo
lo inició en la soldadura al arco y el oxicorte y le enseñó a detectar los distintos tipos de metal con un imán, para que no
lo engañaran a la hora de ir a vender, y también porque en la mayoría de los artículos electrónicos hay algo para rescatar
y tirar al "kilombo". Desde ahí ha desmembrado refrigeradores, televisores, cocinas, lavadoras y muchos otros artefactos.
Sus dos amores
Cuando tenía 15 años comienza a pololear con Angélica, su actual esposa. Un par de años más tarde ella quedó
embarazada. Nació María José, una pequeña morena de semblante alegre como su padre. Luego de su nacimiento, a su
pareja la echaron de su hogar, así que él se hizo cargo, así arrendaron la mediagua en que habitan en la actualidad.
Confiesa que anhela la casa propia, pero lo cree difícil de alcanzar. Dice que espera le dejen la vivienda del papi Juan, a
quien le pesan los años, calcula que debe estar cerca de los 90 años o más.
Siempre fue fanático de la Universidad de Chile, desde que tiene memoria al menos. Viajó por distintas partes del país
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Tribuna del Bio-Bio
Creado el: 19 November, 2016, 07:34
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siguiendo a la U, junto a Los de Abajo y su ex piño Los Mafia Azul. Las salidas las costeaba vendiendo cobre, ya que
por ese entonces se había hecho de una gran cantidad del metal precioso que iba vendiendo de poco. En ocasiones
desaparecía de su casa una semana entera viajando de región en región con los "Mafia Azul".
Vivió la violencia de las barras bravas muy de cerca, y para graficarlo muestra un par de marcas en su abdomen . Por lo
mismo, durmió algunas ocasiones en los cuarteles de Carabineros.
Siguió viviendo de aquella manera durante un tiempo. De trabajos esporádicos y salir a buscar "tesoros".
Ya a sus 20 años, una serie de sucesos negativos, entre ellos una grave enfermedad que afectó a Angélica, lo
acercaron a la iglesia evangélica. Su vida dio un giro en 180 grados. Dejó de tomar, fumar y ver a la U. Cambió a los
cabros de la esquina, por los hermanos de la congregación. Pasado lo peor deciden casarse y legalizar su vínculo.
Desde aquel tiempo ha tenido trabajos más estables, como donde “Los José Potro“, lugar del que va y
viene, debido a que constantemente está en busca de mejores panoramas laborales. La empresa familiar de compra y
venta de metales fue bautizada con ese nombre por él. Su jefe también se llama José y afirma, mientras lanza una
carcajada, que ambos "son potros".
Hoy, según dice "está volviendo a ser normal". Comparte con sus amigos de la infancia y toma algo de cerveza en las
fiestas o reuniones. Pero asegura que no abandonará la iglesia y le dedica el máximo de tiempo a su familia. En su
Chevrolet Chevette del año 86 sale a pasear con sus mujeres. Gusta de ir a la playa, y es así como a veces se lo puede
ver en la caleta Lenga vendiendo "tesoros" que rescata de cualquier lugar.
Al terminar nuestra conversación nos regala una caja de bronce que parece ser parte de un auto. Tiene la esperanza de
concretar su propia empresa de compra y venta. Está ahorrando para comprar un camión que necesita para transportar
el metal y dar partida a su emprendimiento. Le gusta el rubro del reciclaje, del que se siente parte y se reconoce
protagonista.
Texto y fotos: Victor Beltrán Cuevas
5 de mayo de 2013.-
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