Impreso por Mª Ángeles Honrado Prieto. Prohibida su reproducción. El Nobel Serge Haroche, en la Real Sociedad Española de Física en Madrid. / ANTONIO HEREDIA EL MUNDO. SÁBADO 15 DE MARZO DE 2014 EM2 El pionero francés que ganó el Nobel en 2012 por lograr la observación de partículas cuánticas ha comprobado que a esta escala microscópica, la materia no obedece a las leyes deterministas de la Física clásica. El mundo cuántico es un universo impredecible que podría permitir el desarrollo de superordenadores y relojes atómicos ultraprecisos Entrevista SERGE HAROCHE «Si miras el mundo desde una perspectiva científica, no necesitas la religión» PABLO JÁUREGUI / Madrid Serge Haroche (Casablanca, 1944) es el Cristóbal Colón del Nuevo Mundo cuántico. Gracias a su trabajo pionero, hoy es posible mirar por la cerradura de este fascinante universo microscópico donde la materia no obedece a las leyes deterministas de la Física clásica. Junto con su colega estadounidense David J. Wineland, Haroche ganó el Nobel en 2012 por abrir la puerta a la exploración de este territorio enigmático, en el que es imposible predecir el comportamiento de las partículas elementales. El catedrático de Física Cuántica y actual director del Collège de France, en París, ha visitado Madrid esta semana, invitado por la Real Sociedad Española de Física y la Embajada de Francia, para presentar los resultados de sus experimentos revolucionarios y sus potenciales aplicaciones futuras. Sigue en página 46 46 EL MUNDO. SÁBADO 15 DE MARZO DE 2014 EM2 / CIENCIA Viene de página 45 Pregunta.– El jurado del Nobel le otorgó este premio por «abrir la puerta a la observación directa de partículas cuánticas sin destruirlas». ¿Por qué es tan importante este hallazgo? ¿Qué vamos a encontrarnos tras abrir esta puerta? Respuesta.– Es importante por dos motivos. En primer lugar, para entender mejor cómo funciona el mundo microscópico, y por tanto satisfacer nuestra curiosidad sobre la naturaleza del Universo. Pero además, este conocimiento podría permitir toda clase de aplicaciones que todavía no podemos ni imaginarnos. A esa escala, las leyes que obedece la naturaleza son las de la física cuántica, que son muy diferentes de las leyes a las que estamos acostumbrados en el mundo macroscópico. Es posible que podamos utilizar estas leyes extrañas para conseguir cosas que no podemos hacer según las leyes de la física clásica. P.– Para los que no conocemos ese extraño mundo cuántico, ¿podría hacernos una visita guiada? ¿Qué es lo que más le ha sorprendido? R.– Muchas cosas que pueden parecer contradictorias en nuestra experiencia cotidiana no lo son en el mundo cuántico. Por ejemplo, si lanzas una partícula hacia una pared con dos agujeros, según las leyes clásicas de la Física tendría que elegir y atravesar uno de los dos agujeros. Pero según las leyes de la física cuántica, un solo átomo o fotón atravesará ambos huecos a la vez. Esto es algo que desde nuestra perspectiva convencional nos parece inconcebible, pero precisamente por eso tenemos que cambiar toda nuestra mentalidad si queremos entender lo que está pasando a esta escala microscópica. Hay que imaginar cosas que apenas podemos describir, porque las palabras de nuestro lenguaje convencional se acuñaron para describir la realidad clásica, pero no sirven para definir la realidad cuántica. P.– Einstein rechazó la teórica incertidumbre de la mecánica cuántica con su célebre frase «Dios no juega a los dados». Ahora que usted ha logrado observar partículas a esta escala, ¿ha comprobado que el mundo cuántico es tan imprevisible como predecía la teoría? R.– Efectivamente, lo que hemos demostrado es que las leyes deterministas de la Física, que eran la piedra angular de esta disciplina en el siglo XIX, ya no son válidas. Los físicos clásicos creían que si conoces todas las condiciones iniciales de cualquier experimento en el Universo, podrás calcular y predecir los resultados. Pero la Física cuántica invalida esta idea. Un fenómeno cuántico se produce de manera aleatoria, y no se puede predecir cuándo ocurrirá, sino que como mucho se puede estimar la probabilidad de que ocurra. P.– Así que en este sentido, Dios sí juega a los dados. R.– Sí, porque no sabemos ni cuándo se va a producir un fenómeno cuántico, ni sus resultados, como cuando tiramos un dado. Pero esta arbitrariedad que existe en el sistema cuántico desaparece cuando observamos objetos a gran escala en el mundo macroscópico al que esta- mos acostumbrados en nuestra vida cotidiana. P.– ¿Esta idea de que «Dios juega a los dados» tiene algún tipo de implicación filosófica o metafísica? Se lo digo porque algunos autores se han apoyado en la incertidumbre de la mecánica cuántica para defender la existencia de una dimensión sobrenatural de la realidad e incluso apoyar sus creencias religiosas. R.– Todo esto me parece lamentable. Creo que la ciencia y la religión no deberían mezclarse nunca, porque esto sólo nos lleva a la confusión. Por eso rechazo rotundamente cualquier intento de aproximarse a la ciencia desde una perspectiva religiosa, o de usar la ciencia para legitimar o reivindicar ideas religiosas. bo el cerebro está compuesto de átomos, y para entender la estructura de los átomos necesitas la física cuántica. Pero aunque el sustrato del cerebro sea cuántico, no creo que los mecanismos del sistema neurológico lo sean. P.– ¿Cree que la ciencia y la religión pueden ser compatibles, o considera como el darwinista Richard Dawkins que la visión científica no se puede reconciliar con la fe? R.– Simpatizo bastante con las ideas de Dawkins, aunque quizás él va demasiado lejos, porque no se puede demostrar la inexistencia de Dios. Pero desde luego estoy convencido de que la religión y la ciencia son dos maneras de pensar que provienen de dos regiones cerebra- denador pueda existir. Creo que es contraproducente transmitir la idea de que la capacidad tecnológica ya existe y que sólo necesitamos una gran inversión económica para construir un superordenador cuántico. La realidad es que hay muchas cosas que todavía no entendemos bien. Un superordenador cuántico sería un aparato que podrías comprarte en una tienda y llevarte a casa, muchísimo más rápido y potente que los ordenadores actuales. Pero esto no lo veremos en un futuro próximo, y de hecho yo incluso dudo de que alguna vez llegue a existir. P.– También se ha hablado mucho de la posibilidad de desarrollar relojes atómicos mucho más precisos gracias a la investigación con partí- Serge Haroche posa junto a la máquina con la que estudia partículas cuánticas en París. / AFP UNIVERSO IMPREVISIBLE APLICACIONES FUTURAS «Los fenómenos cuánticos son aleatorios y no se pueden predecir» «Los futuros relojes atómicos podrían ser capaces de predecir terremotos» P.– Así que cualquier intento de defender creencias como la existencia de un alma o mente separada del cuerpo, apoyándose en el indeterminismo de la física cuántica, ¿le parece charlatanería pseudocientífica? R.– Pues sí, francamente. No cabe duda de que la comprensión de la mente y la conciencia humana es uno de los grandes desafíos científicos de este siglo, pero no creo que los conceptos de la física cuántica sean relevantes en este campo. P.– ¿Cree entonces que la física cuántica no puede ayudarnos a desentrañar el funcionamiento del cerebro humano o a resolver el problema de si existe libre albedrío? R.– Quizás pueda tener algún papel en el futuro porque al fin y al ca- les diferentes, y considero que es preferible mantenerlas separadas. En mi caso, no soy religioso ni creo en Dios, pero tengo colegas que sí lo son y son capaces de mantener una coexistencia entre su fe y su trabajo científico, sin que esto interfiera con la calidad de su investigación. Pero a mí esto nunca deja de sorprenderme, porque creo que si miras el mundo desde una perspectiva científica, no necesitas la religión. P.– Dejemos entonces la metafísica y hablemos de las posibles aplicaciones de su trabajo. Se ha hablado mucho de la posibilidad de construir un superordenador cuántico ultrarrápido. ¿Cuándo lo veremos? R.– Estamos todavía muy lejos de demostrar incluso que semejante or- culas cuánticas. ¿Qué le parece esta idea y qué avances permitiría esta tecnología? R.– En primer lugar, podríamos lograr sistemas de GPS entre 10 y 100 veces más precisos que los actuales. Además, podríamos medir el campo gravitatorio y la densidad de un territorio con mucha mayor precisión, lo que abriría la puerta al hallazgo de minerales e incluso la predicción de terremotos. Pero para los físicos lo más interesante sería instalar estos relojes en satélites que permitirían realizar ensayos eficaces para verificar la Teoría de la Relatividad. P.– ¿Cuál sería el hallazgo futuro de sus sueños? R.– Mi sueño sería la construcción de una máquina que permitiera rea- lizar experimentos con fenómenos cuánticos que no pueden observarse con la física clásica. Un simulador cuántico con 100 o 200 átomos que pudieran controlarse, uno por uno, para descubrir aspectos totalmente desconocidos de la materia. Otro sueño, aunque no tenga que ver con mi propio campo, sería comprender la materia oscura. La mayor parte de la materia en el Universo es de este tipo, pero seguimos sin entenderla. Es uno de los grandes enigmas, y por tanto uno de los grandes desafíos para comprender el origen y la formación del Universo. P.– Un año después de usted, Peter Higgs ganó el Nobel con François Englert por el famoso bosón. ¿Qué le parece este hallazgo? R.– Sin duda es un gran logro porque era la pieza clave que faltaba para completar el Modelo Estándar de la Física que unifica todas las fuerzas de la naturaleza. Además, me parece un hecho esperanzador para el futuro de la Humanidad que se dedicaran suficientes recursos como para construir un proyecto tan ambicioso y faraónico como el acelerador de partículas del CERN. Es una hazaña fantástica en la historia de la tecnología y la inteligencia humana. P.– ¿Y qué le diría a un escéptico que considerara un despilfarro invertir millonadas en experimentos sobre partículas cuánticas que posiblemente no tengan ninguna aplicación práctica en el futuro? R.– Le diría que en primer lugar, no todo puede juzgarse desde el prisma de la utilidad y los beneficios económicos. Al igual que existe el arte porque el ser humano quiere satisfacer su sed de belleza, también existe la ciencia porque necesitamos saciar nuestra curiosidad. Pero en todo caso a los que no son capaces de entender esto y sólo piensan en términos utilitarios, también les diría que la investigación básica siempre establece los cimientos sobre los que se construyen aplicaciones futuras dentro de 25, 50 o 100 años. Hay muchísimos ejemplos: sin ir más lejos, las tecnologías que se crearon para los aceleradores del CERN han permitido el diseño de nuevos sistemas informáticos, el desarrollo de internet y técnicas de diagnóstico médico. P.– La ciencia española está pasando por un momento durísimo de recortes por la crisis económica. Si tuviera delante al presidente Rajoy, ¿qué le diría para convencerle de la importancia de financiar la investigación básica? R.– El mensaje fundamental sería que necesitamos la ciencia para afrontar todos los grandes desafíos del futuro, y las ideas fundamentales provienen precisamente de la investigación básica. En toda Europa, nuestro recurso más importante es el poder de nuestros cerebros. No tenemos petróleo ni energía barata, pero tenemos grandes cerebros, y no podemos desaprovechar este gran recurso. En el caso español, me parece muy lamentable que un gran físico como Juan Ignacio Cirac, por el que siento una gran admiración, esté trabajando en Alemania. Un país no puede desaprovechar de esta manera a sus grandes cerebros. Impreso por Mª Ángeles Honrado Prieto. Prohibida su reproducción. 47 EL MUNDO. SÁBADO 15 DE MARZO DE 2014 EM2 CIENCIA / EM2 El desafío de ‘ver’ átomos El trabajo de Haroche ha superado el reto de observar el mundo cuántico ANTONIO RUIZ DE ELVIRA Vistas desde fuera, las cascadas de agua son sábanas continuas de líquido. Pero dentro de ellas nos vemos rodeados de gotas iridiscentes. El agua, ¿es continua o discreta? Nuestro mundo nos puede parecer continuo, pero es discreto. En cada habitación de una casa, hay unos mil billones de billones de moléculas de oxígeno y nitrógeno, cada una con dos átomos; y relativamente a su tamaño, cada una tan lejos de la otra como si estuviesen en las dos porterías de un campo de fútbol. Muy pequeñas y muchas. Cada una se mueve a unos 2.000 km/h, y al chocar contra nuestra piel, nos mantienen a una temperatura de unos 22ºC. Es un mundo real, esencial (respiramos esas moléculas) pero invisible, indetectable por los sentidos humanos. ¿Cómo se comportan esos átomos, cómo están hechos, que sabemos de ellos? Para ver o detectar cualquier objeto, necesitamos que de él salga algo que llegue a nuestros medidores (a nuestros ojos, por ejemplo). Del sol sale luz, pero para ver la Luna, es preciso que la luz solar llegue a ella y de ella a nosotros. ¿Con qué podemos iluminar un átomo, o algo aún más pequeño, uno de sus electrones, para verlo (medirlo)? Imaginemos que utilizamos olas del mar. Si lanzamos una ola contra un barco de juguete, éste desaparece dentro de la ola y no sabemos más de él. Esas olas sólo nos sirven para ver (medir) objetos muy grandes, barcos de verdad, por ejemplo, que detectamos cuando reflejan o modifican las olas que chocan contra ellos o pasan a su alrededor. Si queremos ver objetos pequeños, tenemos que concentrar la energía de que disponemos en olas cada vez más pequeñas, y éstas, que ahora no cubren al barco de juguete, tienen tanta energía que lo destrozan. Los átomos del microscópico mundo cuántico son mucho menores que la luz que ven nuestros ojos. Esta luz no sirve para verlos. Pero si utilizamos luz de ondas más pequeñas, su energía es tal que desplazan los objetos atómicos de las posiciones y velocidades que tenían, de manera que ya no medimos lo que queríamos medir. Este es el principio de indeterminación de Heisenberg: no hay en la naturaleza nada tan pequeño y carente de energía que nos permita ver los objetos atómicos sin cambiar sus posiciones y velocidades. En nuestra vida diaria, la luz, o los campos magnéticos, son tan ligeros y de tan baja energía, relativa a nuestros movimientos, que podemos ver y medir velocidades de los objetos sin modificar sus posiciones instantáneas. La física macroscópica es normal porque las energías de interacción son pequeñas, relativamente a lo que interacciona. En este sentido, la obra de Serge Haroche es seguir la dirección inversa a la habitual: en vez de tratar de Cuando acercamos nuestros ojos a la arena de playa, vemos que la superficie continua son granos individuales. Nuestros coches se mueven de manera ordenada en las carreteras, pero en las ferias, los coches de choque se mueven aleatoriamente como los electrones en el canal de conducción de un cable de cobre. Podemos engarzar dos de esos electrones, o dos fotones de los que usa Haroche, en estados complementarios, por ejemplo un cubo y una pirámide. Metemos ambos en cajas exactamente iguales, y las movemos con los ojos cerrados. Siguen siendo un cubo y una pirámide, pero no sabemos qué caja contiene a cada uno. Una vez engarzados (metidos en cajas idénticas y opacas), ¿Hemos violado la ley de Einstein? ¿Hemos transmitido información más rápidamente que la luz? De hecho no es así. La partícula en Nueva York no está en dos estados, sino en un estado determinado, desconocido, que conocemos mediante la información a priori que tenemos de que si vemos un cubo, la otra partícula sólo puede ser una pirámide: mezclamos dos informaciones locales para saber lo que ocurre lejos. Haroche ha hecho estos experimentos. Las mezclas son aleatorias. Sólo sabemos cuáles son los estados de los sistemas cuando destruimos los engarces. Einstein perdió su apuesta con Bohr. Dios sí juega a los dados. El engarce entre dos partículas Niels Bohr y Albert Einstein, en 1925, durante la Conferencia Solvay de Física en Bruselas. / EL MUNDO RETO TECNOLÓGICO AVANCES FUTUROS «Los átomos son mucho menores que la luz que ven nuestros ojos» «Es un gran paso hacia la creación de ordenadores mucho más rápidos» ver algo tan efímero y volátil como los fotones de ondas más largas que las de la luz, los detectan como un barco grande detecta olas pequeñas, gracias al movimiento pendular que esas pequeñas olas le producen. En nuestro mundo macroscópico una buena tormenta es una sábana de agua, pero lo que sentimos son gotas individuales que nos golpean. no es posible saber, sin destruir las cajas, qué caja tiene el cubo, y cuál la pirámide. Las separamos, y mandamos una a París, y la otra a Nueva York. En París deshacemos el engarce, abrimos la caja y ésta lleva dentro un cubo. Instantáneamente sabemos, antes de que nos llegue cualquier señal desde Nueva York, que la de allí es una pirámide. podría permitir el diseño de ordenadores mucho más rápidos que los actuales, pues vemos que se puede transmitir información a las inmensas velocidades del nivel atómico. Los trabajos de Haroche son un gran avance en esa dirección. Antonio Ruiz de Elvira es catedrático de Física en la Universidad de Alcalá. APUNTE LEGO JULIO MIRAVALLS Espías y criptografía Una de las recientes revelaciones del espía Edward Snowden señalaba que la NSA (Seguridad Nacional USA) tiene un proyecto de casi 80 millones de dólares llamado «penetrando objetivos sólidos». La NSA pretendería crear una computadora cuántica con fines criptográficos y encargó la investigación a LPS un laboratorio de física en College Park, Maryland. Mientras, la compañía D-Wave ya le ha «vendido» un ordenador cuántico a Google. Se trata de una empresa fundada en 1999 en Burnaby, Canadá, dedicada a la computación cuántica, que tras casi seis años de trabajo teórico empezará a desarrollar un hardware basado en lo que llaman modelo adiabático (proceso termodinámico sin intercambio de calor con el exterior). Es complicado, ya. El procesador cuántico trabaja a nivel de cada átomo. El caso es que D-Wave ha convencido a inversores por más de 130 millones de dólares de capital riesgo, tiene un centenar de empleados y dice disponer de un procesador de 512 Qubits (Qubit: unidad cuántica equivalente al bit). Cuando Google se asoció con D-Wave en 2009 desarrollaban uno de 128 Qubits. Lo que quería el buscador era una máquina capaz de identificar objetos en imágenes, para un sistema de clasificar coches. ¿Funciona? Pues desarrollaron y entrenaron un algoritmo que ya no necesita correr en un ordenador cuántico. Funciona en uno convencional. Todo este arcano de la computación cuántica es muy críptico. En la Universidad de Nueva Gales del Sur (Australia) reclamaban hace año y medio haber desarrollado «el primer Qubit, un átomo, en un chip de silicio», lo cual añade otro punto desconcertante. Pero el líder científico del proyecto, Andrea Morello, lo explica con mucho arte (merece la pena verlo en YouTube: busquen Quantum bit y salen unos cuantos vídeos muy didácticos. En inglés. Se siente). Una de las cosas que Morello deja claro es que «la computación cuántica no va a ser un reemplazo de la tradicional», aunque la capacidad del Qubit, con su propiedad de «superposición» (poder estar simultáneamente, con diversos porcentajes, en sus valores equivalentes a cero y uno, spin down y spin up) multiplica exponencialmente por el número de átomos su capacidad combinada de cálculo para operaciones complejas. Pero «para mirar un vídeo, ver internet o escribir un documento no ofrece ninguna ventaja», advierte Morello. Me temo que este lego no catará un ordenador cuántico... Twitter: @JulioMiravalls