Extensión e intensión: el programa formalista de R. Carnap

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UNIDAD 11
EXTENSION
E
INTENSION:
EL
PROGRAMA
FORMALISTA DE R. CARNAP
Índice esquemático
LA INFLUENCIA DE WITTGENSTEIN EN EL CIRCULO DE VIENA
LA CRITICA DE R. CARNAP A LA METAFISICA TRADICIONAL
LAS TRIBULACIONES DE LA VERIFICABILIDAD
EXTENSION E INTENSIÓN
LA INFLUENCIA DE L. WITTGENSTEIN EN EL CIRCULO DE VIENA
El positivismo lógico fue un movimiento filosófico cuya mayor actividad se desarrolló de
los años 20 a los 40, entre las dos guerras mundiales. Los adherentes a este movimiento se
aglutinaron alrededor de la figura de M. Schlick, catedrático de la Universidad de Viena, donde
celebraron sus seminarios y de donde procede la denominación por la que también se les
conoce, Círculo de Viena. Corno movimiento filosófico su objetivo fundamental era tradicional:
la definición del conocimiento, a través de la formulación de los criterios para su identificación y
separación de otros sistemas de ideas no cognoscitivos. En cambio, el medio que utilizaban
para alcanzar este objetivo era novedoso en la historia de la filosofía: el análisis lógico del
lenguaje presuntamente depositario de ese conocimiento.
Cualquier afirmación que pretenda ser portadora de conocimiento ha de ser una afirmación
sobre la realidad, según los positivistas, debe decir cómo es la realidad externa o interna al
propio individuo. Esta afirmación no tiene más remedio que plasmarse en un enunciado, esto
es, en una entidad lingüística indicativa de cómo son los hechos. En consecuencia, delimitar el
conocimiento se convierte ante todo en una tarea de caracterizar el lenguaje enunciativo, aquel
que habla sobre la realidad, que permite hacer afirmaciones sobre ella: el problema
epistemológico se resuelve en un problema lógico/lingüístico.
Los positivistas lógicos necesitaban una teoría lingüística que especificara en qué consiste la
significatividad de la oración enunciativa y que les suministrara los instrumentos analíticos
necesarios para distinguirla de otras entidades lingüísticas. Esa teoría les fue proporcionada en
gran medida por Wittgenstein, a través del Tractatus. En esa obra encontraron las tesis básicas
sobre la significatividad, que aplicaron, a su modo, a la resolución del problema epistemológico.
Estas tesis básicas que compartieron con Wittgenstein se resumen en dos: 1) el significado del
enunciado no consiste sino en reflejar o representar la estructura de un hecho (posible); 2) el
enunciado se compara con la realidad y, sólo en virtud de esa comparación, puede averiguarse
si representa un hecho del mundo o no, si es verdadero o falso.
Estas dos tesis generales se convirtieron en el núcleo de las teorías semánticas que sostuvieron
los positivistas y en la justificación postrera de su crítica de la metafísica tradicional.
LA CRITICA DE R. CARNAP A LA METAFISICA TRADICIONAL
La crítica de R. Carnap a la metafísica se halla expuesta en su artículo «La superación de la
metafísica mediante el análisis lógico de¡ lenguaje» (1932). En él se plantea Carnap el
mencionado problema de la demarcación entre lenguaje significativo y no significativo. Su
forma de abordar el problema es la siguiente: en la búsqueda de criterios que permitan
distinguir lo significativo de lo que no lo es, no nos podemos atener a los criterios lingüísticos
formales; muchos enunciados pueden parecer significativos sin serio, pueden aparentar que
representan hechos sin que, a la luz de un análisis semántico más profundo, resulte ser así. La
teoría lógico-lingüística debe ser de tal naturaleza que nos permita distinguir entre las
proposiciones (los enunciados con significado) y las pseudoproposiciones (entidades lingüísticas
aparentemente enunciativas, pero carentes de sentido).
Según el artículo de R. Carnap, la lengua consta esencialmente de léxico y sintaxis, esto es, de
un conjunto de palabras que tienen significado y de un conjunto de reglas para combinarlas
adecuadamente. Que una entidad lingüística enunciativa tenga significado depende entonces de
dos factores: de las palabras utilizadas y de las reglas aplicadas para su combinación. E
igualmente
son
estos
dos
factores
los
que
causan
la
asignificatividad
de
las
pseudoproposiciones: no se emplean términos significativos o no se combinan correctamente
esos términos en la oración.
¿En qué consiste el significado de una palabra? La respuesta de Carnap es sencilla: en designar
un concepto. Lo que ya no es tan simple es averiguar cuándo designa una palabra un concepto.
Según Carnap, esa investigación debe partir de la fijación de la sintaxis de la palabra, que se
determina a partir de los enunciados simples en que aparece. Por ejemplo, el término 'piedra'
puede aparecer en formas enunciativas elementales, como 'x es una piedra'. Si llamamos p a
este tipo de proposiciones, el significado del término `piedra' nos viene indicado en el
significado global de p. Captar este significado global equivale, según la tesis que Carnap
atribuyó a Wittgenstein, a saber las condiciones bajo las que p es verdadera o falsa. Dicho de
otro modo, 'piedra' tiene el significado que nosotros le atribuimos cuando afirmamos que 'x es
una piedra' es verdadera o falsa.
A veces, las condiciones de verificabilidad de una proposición elemental como p no son tan
sencillas como en el caso expuesto. Puede que el concepto utilizado sea más complejo que el
de piedra; en este caso, la atribución de significado al concepto requiere el conocimiento de su
definición en términos de otros más simples. Es la suma de estos conceptos simples la que
proporciona el significado del concepto complejo que, sólo a su través, está en conexión con la
realidad: el concepto complejo es derivaba de la conjunción de las proposiciones elementales
que incluyen los conceptos simples que figuran en su definición.
Según las tesis de Carnap en esta época (y las de otros positivistas lógicos), cualquier concepto
significativo o es contrastable directamente con la realidad, si es suficientemente simple, o lo es
indirectamente partiendo de su descomposición en conceptos más simples: «cada palabra del
lenguaje se retrotrae a otras y, finalmente, a las palabras que aparecen en las llamadas
'proposiciones de observación' o 'proposiciones protocolares'. A través de este retrotraimiento
es como adquiere su significado una palabra» «<La superación de la metafísica ... », pág. 69).
Así pues, lo que dota de significado a los términos de una lengua es su conexión, directa o
mediante definición, con la realidad: los términos no susceptibles de esta conexión con la
experiencia resultan vanos, del mismo modo que las pseudoproposiciones de las que forman
parte, puesto que no se ajustan a criterios de aplicación.
Los problemas semánticos de definición de significado se trasladan entonces a un plano
epistemológico. El significado de una palabra no consiste en sus relaciones intralingüísticas con
otros términos o enunciados, sino en su relación con la realidad extralingüística, relación que
sólo la teoría del conocimiento (con la ayuda de la lógica) puede especificar. Esa relación en
términos generales es de designación, pero es en sus modalidades donde surgen las
dificultades. Algunos positivistas mantuvieron que las proposiciones protocolares expresan
contenidos psicológicos elementales que son directamente equivalentes a las cualidades
primarias bajo las que se nos presenta la realidad (cualidades de la percepción). Otros
mantuvieron que las proposiciones elementales son enunciados de un tipo de lenguaje
homogeneizado, directamente referente a cualidades u objetos físicos, el lenguaje fisicalista.
Pero, en cualquier caso, no fue considerado un problema estrictamente semántica, sino
epistemológico. la intervención de la lógica y la sintaxis se produce en el proceso de derivación
(o reducción) de las proposiciones complejas, a partir de las proposiciones protocolares, pero
no en la conexión de éstas con la realidad extralingüística.
Aparte de las razones léxicas, existe otro tipo de razones que pueden hacer vacía de significado
una proposición. Se trata de las razones sintácticas, consistentes en la utilización inadecuada de
las reglas de combinación de los términos. A este respecto, Carnap y los positivistas
distinguieron entre la sintaxis gramatical y la sintaxis lógica de una lengua. La primera es
insuficiente para dar cuenta de las malformaciones de las pseudoproposiciones, por su carácter
puramente estructural. Según la sintaxis gramatical, ciertas oraciones, aun resultando sin
sentido, son gramaticales, porque siguen esquemas formales correctos. Por ejemplo, 'César es
un número primo' es una oración que, siendo asignificativa, se atiene a la estructura gramatical
correcta sujeto/predicado (si se prefiere, SN + SV). La sintaxis gramatical sólo tiene en cuenta
el carácter estructural de las expresiones que se combinan, estableciendo que ciertas
configuraciones son gramaticales y otras no. En cambio, la sintaxis lógica va más allá, según
Carnap, estableciendo cuáles combinaciones categoriales, de índole ontológico-semántica, son
admisibles y cuáles no: «El hecho de que las lenguas comunes permitan la formación de
secuencias verbales carentes de sentido sin violar las reglas de la gramática indica que la
sintaxis gramatical resulta insuficiente desde un punto de vista lógico... Si la sintaxis gramatical
no solamente estableciera diferencias en el orden categorial de las palabras, tales como
sustantivos, adjetivos, verbos, conjunciones, etc., sino que hiciera dentro de cada una de esas
categorías las diferencias posteriores que son lógicamente indispensables, no podrían
constituirse pseudoproposiciones» «<La superación de la metafísica ... », pág. 74). Lo que
Carnap propugnaba era que la sintaxis lógica incorporara las reglas de compatibilidad semántica
que omitía la sintaxis gramatical. Así, quedaría explicada la asignificatividad de los enunciados
metafísicos típicos, que tiene su origen en los errores categoriales que incluyen. Carnap analizó
en particular enunciados de la obra de Heidegger, ¿Qué es la metafísica;" mostrando que en
tales enunciados se emplea, por ejemplo, el término 'nada' de forma sustantivada, que de él se
deriva el espúreo neologismo 'nadear', y que de ambas transgresiones categoriales se siguen
combinaciones asignificativas, corno las que ilustran 'la angustia revela la Nada' o 'la Nada
nadea'.
No solamente enunciados de este tipo, concluyó Carnap, son carentes de sentido, sino que la
entera metafísica está desprovista de él. los enunciados de esta disciplina o bien explotan los
errores categoriales, la violación de la sintaxis lógica, o bien se basan en la utilización de
términos asignificativos, que no están en relación designativa con la realidad. Esto último es lo
que sucede con los términos que se usan en las denominadas ciencias normativas, con sus usos
de 'bueno', 'bello' y otros predicados valorativos. 0 bien esos predicados están en relación con
la realidad a través de un proceso definicional reduccionista, como el que equipara 'bueno' a
'útil', o 'bello' a 1agradable', y entonces los enunciados de que forman parte son de índole
descriptiva; o bien no están en esa relación y carecen de sentido.
En resumen, Carnap y otros positivistas establecieron en esta época un conjunto de criterios
para la significatividad de los enunciados que incluía dos condiciones básicas: a) la conexión
con la realidad de los términos empleados, a través de la verificación de los enunciados
protocolares a que fueran reducibles, y b) la adecuada construcción lógica, que impidiera
combinaciones categoriales aberrantes. Esta postulación de criterios no constituye una teoría
semántica en sentido estricto, pues estaba en principio limitada al lenguaje enunciativo. Dentro
de esa modalidad lingüística, los criterios propuestos pretendían discriminar los enunciados
significativos (con significado cognitivo, se entiende) de los enunciados asignificativos
(enunciados sin sentido o con un significado puramente emotivo). Entre aquéllos los positivistas
destacaron fundamentalmente los enunciados científicos, en su doble clase de enunciados
analíticos (lógica y matemática), verdaderos o falsos en virtud de su forma, y enunciados
sintéticos, verdaderos o falsos en virtud de su contrastación con la realidad. Entre los
enunciados asignificativos, Carnap indicó en particular los enunciados de la metafísica y, entre
los portadores de significado emotivo, los de la ética y la estética.
LAS TRIBULACIONES DE LA VERIFICABILIDAD
Si dejarnos de lado los enunciados de la lógica y la matemática, es evidente que el núcleo de la
doctrina semántica de los primeros positivistas estaba centrado en los enunciados de la ciencia
natural. El principio de verificabilidad había sido útil para efectuar la crítica de¡ lenguaje
metafísico, pero esto no era sino un objetivo secundario. El propósito principal de los
positivistas era el de fundamentar el conocimiento científico tratando de mostrar que dicho
conocimiento se expresa en un lenguaje significativo, que tiene una conexión más o menos
directa con la realidad. Esta conexión es la que debe describir ese principio: el significado de un
enunciado consiste en el método a seguir para su verificación, en su remisión a los enunciados
protocolares de los que se deduce y a la confrontación de dichos enunciados con la realidad.
Pero muy pronto se dieron cuenta los positivistas, y Carnap entre ellos, de que el principio de
verificabilidad, entendido como criterio de significatividad, era demasiado estrecho incluso para
el ámbito del lenguaje de la ciencia natural. Por razones que no son del caso detallar, puesto
que no son de índole estrictamente lingüística, sino lógica (v. C. Hempel, 1950), el principio de
verificabilidad resultaba demasiado riguroso, relegando al reino del sinsentido a buena parte de
los enunciados científicos. Se hizo preciso entonces, para ajustarse al objetivo fundamental del
movimiento, desarrollar esfuerzos en dos direcciones: a) comprender mejor la estructura del
lenguaje de las teorías científicas, pues se había partido de una idea de ella excesivamente
simplificada, y b) rebajar el rigor del principio de verificabilidad, sin renunciar a su virtualidad
como criterio de demarcación entre la ciencia y la no ciencia. De los dos tipos de tareas, el que
en mayor medida tuvo que ver con el desarrollo posterior de la filosofía del lenguaje es el
segundo, pues implicó una modificación de la tesis semánticas sobre el significado del lenguaje
enunciativo.
Un paso en esta dirección lo constituyó el artículo de R. Carnap «Testability and meaning»
(1936-1937), en el que trató de sustituir el concepto de verificabilidad por el de
comprobabilidad (o confirmabilidad). En él ya no se exigía que el conocimiento del significado
de un enunciado supusiese el conocimiento de la forma en que tal enunciado se contrastaba
con la experiencia, a través de las proposiciones observacionales o protocolares. Bastaba que el
enunciado tuviera un contenido fáctico tal que lo hiciera conectable con la experiencia a través
de recursos lógicos especiales, como su relación con un particular lenguaje. Este contenido
fáctico quedaba definido en ese lenguaje artificial de tal modo que, para cualquier enunciado,
se podía averiguar si tenía significado o no acudiendo sin más a consideraciones sobre su
traducibilidad a ese lenguaje especial. El principio de verificabilidad quedó pues transformado
en un principio de traducibilidad a un lenguaje empirista, como se denominó a ese lenguaje
artificial: un enunciado tenía significado si era traducible a un lenguaje lógico en que los
términos primitivos (a los que son reducibles todos los términos definibles en el lenguaje)
fueran observacionales. En ese lenguaje empirista, las propiedades primitivas observacionales
podían definirse en términos de propiedades físicas de los objetos, y se trataría entonces de un
lenguaje fisicalista, o se podían expresar en términos de propiedades de las percepciones de los
objetos físicos, y constituiría entonces un lenguaje fenomenalista. Buena parte del trabajo de R.
Carnap en los años 30 estuvo dedicado a la construcción de un lenguaje de este tipo aunque,
en definitiva, no alcanzara su objetivo de reconstruir todos los conceptos de la ciencia natural
sobre la base de ese tipo de lenguajes. Pero, en el curso de este trabajo, Carnap se vio
obligado a realizar consideraciones sintácticas y semánticas que luego ejercieron una influencia
independiente de las tesis epistemológicas a las que estaban ligadas. A partir de la obra lógica
de R. Carnap se difundió la idea de que la construcción de un lenguaje lógico podía ser de
utilidad para resolver problemas semánticos de las lenguas naturales. Los lenguajes lógicos
construidos podrían operar como modelos en cuyos términos se podrían captar mejor las
características gramaticales y semánticas de las lenguas naturales. La traducibilidad de un
enunciado a un lenguaje lógico ya no se consideraría la garantía de su significatividad cognitiva,
sino el criterio de su gramaticalidad e interpretabilidad semántica. El propio Carnap, cuando
renunció a su proyecto primero de reconstrucción empirista de los conceptos de la ciencia,
introdujo en teoría semántica refinamientos de ideas avanzadas por Frege aplicables a las
lenguas naturales. Esas ideas han estado en el origen de la gramática lógica moderna, y en
particular han constituido el núcleo a partir del cual se han desarrollado las gramáticas
categoriales.
EXTENSION E INTENSION
A medida que R. Carnap progresaba en sus investigaciones, sus intereses se fueron
desplazando del plano sintáctico al semántico. En La sintaxis lógica del lenguaje (1934) había
distinguido claramente entre dos planos lingüísticos, el modo material y el modo formal. De
acuerdo con la utilización material del lenguaje, éste habla de la realidad. Las proposiciones que
forman parte de este modo son proposiciones de objeto, como, por ejemplo, 'Barcelona es una
ciudad olímpica'. En cambio, según el uso formal, las proposiciones hablan
del lenguaje, esto es, se refieren a propiedades o características lingüísticas de las expresiones,
como por ejemplo 'Barcelona es un nombre de ciudad olímpica'. Carnap pensaba por aquella
época que gran parte de los problemas filosóficos surgían cuando se mezclaban
inadvertidamente los dos planos, cuando se preguntaba por una propiedad lingüística como si
fuera una propiedad de un objeto, o viceversa. Además, el modo formal era el propiamente
filosófico, pues en definitiva la filosofía no consistía sino en el examen de la estructura lógica de
las expresiones lingüísticas. El modo filosófico de análisis constituía una actividad
metalíngüística, consistente esencialmente en el examen de propiedades lógico-lingüísticas de
las expresiones de la ciencia y de¡ lenguaje común.
Según defendió Carnap en esta obra, la consideración estrictamente formal de las expresiones
lingüísticas no sólo permite desembarazarse de molestos problemas filosóficos, sino que
también permite distinguir entre verdades analíticas y verdades sintéticas, y diferenciar por
tanto las ciencias formales de las no formales. Sin embargo, pronto se dio cuenta Carnap de
que el tratamiento formal, puramente sintáctico, incluso en los lenguajes artificiales, no era
suficiente para la caracterización de conceptos semánticos como el de verdad analítica (en
virtud del significado) y el de sinonimia (identidad de significado). Su desconfianza hacia la
introducción de conceptos semánticos quedó superada cuando fue consciente, a través de su
conocimiento de los trabajos del lógico A. Tarski (v. siguiente capitulo), de que se les podía
aplicar un método riguroso de definición similar al utilizado en sintaxis: «En su trabajo, Tarski
desarrolló un método general para construir definiciones exactas de verdad para sistemas
lingüísticos deductivos, esto es, para formular reglas que determinen, para cualquier enunciado
perteneciente al sistema, una condición necesaria y suficiente de su verdad. Para formular estas
reglas, es preciso utilizar un metalenguaje que contenga las oraciones de¡ lenguaje objeto o
traducciones de ellas... En este aspecto, el metalenguaje semántica va más allá de los límites
del metalenguaje sintáctico. Este nuevo metalenguaje llamó mi atención en sumo grado. Me di
cuenta de que, por primera vez, ofrecía los medios para explicar de forma precisa muchos
conceptos utilizados en nuestras discusiones filosóficas» («Mi desarrollo filosófico», en P.
Schilpp, ed., págs. 60-61). Así pues, los trabajos de A. Tarski abrieron a Carnap una nueva vía
de investigación: la definición de conceptos lingüísticos ya no quedaba confinada a la sintaxis
(reglas de formación y transformación de las expresiones), sino que su realización precisa era
posible mediante la puesta en relación de un lenguaje objeto y un metalenguaje. Esta nueva
forma de investigación era aplicable en primer lugar a las teorías científicas, pues sin las
consideraciones semánticas pertinentes, era difícil dar cuenta de su relación con la realidad
extralingüística. Pero también era importante para las lenguas naturales, o por lo menos para
parte de ellas, en la medida en que son utilizadas para representar o describir la realidad.
A lo largo de los años cuarenta, R. Carnap se adentró por ese camino desbrozado por A. Tarski
hasta perfilar (Carnap, 1947) un método preciso de análisis semántico. Este método se basa
conceptualmente en la distinción fregeana de sentido y referencia aplicada a las diferentes
categorías de expresiones lingüísticas. Se despliega en un lenguaje artificialmente definido que
desempeña la función de un lenguaje objeto para el que se especifican, en un metalenguaje,
los conceptos semánticos comunes; el metalenguaje habla, afirma cosas, del lenguaje objeto.
Este es entendido como un sistema, esto es, como una realidad producto de la aplicación de
pautas o reglas, y esto es cierto tanto si el lenguaje objeto es una lengua natural como un
lenguaje formal. la diferencia entre uno y otro tipo de sistemas lingüísticos es, en principio, que
las reglas que constituyen la lengua natural son generalizaciones que explican una realidad
social (una conducta colectiva), mientras que los sistemas formales son sistemas lingüísticos
que pueden estar ideados con fines específicos, por ejemplo que los científicos los utilicen para
la expresión de sus afirmaciones. Los sistemas formales no tienen pues que ajustarse a fines
descriptivos o explicativos, sino que son propuestos con finalidades exclusivamente prácticas, y
sus reglas arbitrariamente postuladas con arreglo a esos fines.
Sin embargo, el método semántico propuesto por Carnap pretende ser útil tanto para un tipo de
sistemas corno para el otro y sólo obliga a distinguir entre la semántica pura, la
correspondiente a los sistemas formalizados, y la semántica aplicada o descriptiva, que
corresponde a los sistemas naturales. Para exponer este método se utilizarán como expresiones
del lenguaje objeto expresiones del inglés combinadas con letras y, como metalenguaje, el
español más los símbolos convenientes.
En primer lugar, en el lenguaje objeto hay que distinguir entre constantes individuales
(nombres propios) y constantes predicatívas (predicados). Ejemplo de las primeras son 'London'
y 'New York' y, de las segundas, 'is a city', 'is a town'. Estas expresiones de¡ lenguaje objeto
son constantes no lógicas, expresiones que se distinguen de las constantes lógicas, que,
combinando constantes no lógicas, constituyen expresiones complejas del lenguaje-objeto.
Ejemplo de constantes lógicas en el lenguaje objeto elegido son 'for all', 'or', 'if and only if', y
otras. Además de las constantes, cuya enumeración completa no es necesaria aquí, es preciso
utilizar expresiones variables, esto es, expresiones vacías de contenido que pueden ser
sustituidas por constantes. En el simple lenguaje objeto que Carnap propuso al comienzo de
Meaníng and Necessity sólo se especifican variables individuales, es decir, expresiones hueras
que sólo pueden ser sustituidas por constantes individuales, por nombres. Estas variables son
designadas por las últimas letras de¡ abecedario, x, y, z, con los correspondientes subíndices, si
es preciso. Con respecto al metalenguaje, ya hemos dicho que utilizaremos parte de¡ español.
Los nombres de las variables de¡ lenguaje objeto serán las mismas letras utilizadas en ese
lenguaje, pero subrayadas. Y emplearemos las primeras letras de¡ alfabeto griego, a, 0, y para
referirnos, en el metalenguaje, a cualesquiera expresiones del lenguaje objeto, con los
adecuados subíndices.
Un primer paso en la construcción de un sistema carnapiano es el establecimiento de reglas de
designación para las constantes no lógicas; esto es, las constantes predicativas y las
individuales. Estas reglas especifican a qué refiere cada una de estas constantes y proporcionan
una interpretación inmediata de¡ significado de los enunciados atómicos del lenguaje objeto.
Por ejemplo,
1. Reglas de designación para constantes individuales.
'London' designa Londres
'New York' designa Nueva York
2. Reglas de designación para constantes predicativas
`x is a city' designa x es una ciudad; `x is a town' designa x es un puerto
Combinando ambas reglas de designación podemos dar una interpretación semántica del
enunciado atómico 'London is a city' que especifica su significado en el metalenguaje: 'Londres
es una ciudad'.
Además de las reglas de designación, es preciso añadir las reglas veritativas, que las suponen.
Un ejemplo de regla veritativa en el nivel elemental en que nos movemos es el siguiente:
3. Regla veritativa de enunciado atómico
El enunciado atómico 'London is a city' es verdadero si y sólo si Londres es una ciudad.
Las reglas veritativas han de suponer una definición recursiva, esto es, completa (para
cualquier enunciado del sistema S), de¡ concepto verdad en S. Para ello han de partir de las
reglas veritativas elementales y definir, en sus términos, el concepto de verdad para enunciados
moleculares, esto es, enunciados en que se incluyen constantes lógicas. Por ejemplo, las reglas
veritativas correspondientes a las constantes lógicas 'or' y 'if and only if' tendrían la siguiente
forma:
4. Reglas veritativas para 'or' y 'if and oniy if'
a. El enunciado 'a or b' es verdadero si y sólo si a es verdadero o es verdadero b.
b. El enunciado 'a if and oniy if b' es verdadero si y sólo si a y b son verdaderos o a y b no son
verdaderos.
Por otro lado, una vez que se dispone de una definición del concepto de verdad para el sistema
S, se pueden definir nociones derivadas, como las de falsedad y equivalencia. En términos
informales, un enunciado es falso si y sólo si su negación es verdadera (se admiten, en este
sistema semántica, solamente dos valores de verdad). La equivalencia, que es una relación, se
da entre dos enunciados a y p cuando es verdadero el enunciado 'a si y sólo si P', esto es,
cuando los dos enunciados tienen el mismo valor de verdad.
Como se puede advertir, la relación semántica básica en el sistema de Carnap es la de
designación. El análisis semántico consiste en la determinación de lo que designan cada una de
las categorías de un sistema, pero tal relación de designación es especialmente importante en
el caso de los enunciados puesto que, de acuerdo con la idea de Frege, el significado de las
expresiones componentes de la oración consiste en su contribución al significado total de ésta.
Como lo que una oración designa es su valor de verdad, el significado de las categorías
lingüísticas está determinado por su aportación a la fijación del valor de verdad de la oración.
Uno de los objetivos de R. Carnap en Meaning and Necessity era el de establecer una distinción
precisa entre verdades lógicas (analiticas o necesarias en la terminología tradicional) y verdades
fácticas (sintéticas o contingentes). Para ello, definió una clase de conceptos, los conceptos
L(ógicos) utilizando nociones propias de su sistema semántico y las nociones wittgenstenianas
de descripción de estado (state description) y rango (range).
Según Carnap, una descripción de estado está constituida por una clase de enunciados tal que,
para cada enunciado atómico, o bien éste, o bien su negación pertenece a ella. La razón por la
que se denomina descripción de estado es pues evidente. El conjunto en cuestión describe
globalmente un posible estado del universo, entendiendo por universo el conjunto de individuos
y de relaciones definidas en el sistema semántica de que se trate. Descripción de estado es por
tanto la contraparte lingüística de la noción de mundo posible, que introdujo W. Leibniz en sus
teorías lógica y epistemológica, o de la noción de estado de cosas del Tractatus.
Consideremos un enunciado cualquiera a. Con respecto a una determinada descripción de
estado, pueden suceder las siguientes cosas a . Por un lado, si  es un enunciado atómico, o
bien a está en el conjunto descripción de estado o bien no lo está. Por otro, si es un enunciado
molecular, tenemos un conjunto de reglas que permite averiguar si  es satisfecho por la
descripción de estado, esto es, si es verdadero siempre que lo sea ésta (cada uno de los
enunciados que la componen). Ese conjunto de reglas está formado por especificaciones de la
siguiente índole:
i. Si  = no , entonces la descripción de estado j (Dj e) satisface a si y sólo si no satisface 
ii. Si  =  or , entonces Dj e' satisface  si y sólo si Dj satisface  o satisface 
De esta forma, para cualquier operador lógico se puede formular una regla que defina si el
enunciado molecular en que figura es satisfecho o no por una determinada descripción de
estado. El conjunto de las descripciones de estado que satisfacen un enunciado  es lo que se
denomina rango de , el conjunto de las descripciones de estado que hacen verdadero a  (o
cuya verdad se sigue de la verdad de los elementos de cada una de las descripciones).
Con estas dos nociones de descripción de estado y rango, se puede determinar, junto con las
reglas semánticas de designación, en qué consiste una interpretación de . Según Carnap, una
interpretación de  consiste en la fijación de la interpretación de sus constantes individuales y
predicativas (mediante las reglas de designación), y en la especificación de su rango. Así, una
interpretación de  permite saber qué designan sus componentes y, además, conocer las
descripciones de estado que lo hacen verdadero. Saber o captar el significado de ese enunciado
equivale a conocer cuáles son las condiciones que lo hacen verdadero con respecto a una
descripción de estado cualquiera.
La base de cualquier definición semántica es una noción precisa de interpretación (o
significado). En sus términos se puede reconstruir el resto de las nociones semánticas de un
modo riguroso. Así sucede con el concepto de verdad lógica (verdad-L), que Carnap precisó
como la verdad de un enunciado establecida únicamente en virtud de reglas semánticas, sin
referencia a los hechos extralingüísticos o, lo que es lo mismo, como la verdad respecto a
cualquier posible descripción de estado: un enunciado  es lógicamente verdadero (analítico o
necesariamente verdadero) si y sólo si, dada cualquier descripción de estado,  es verdadero
respecto a ella. Dicho de un modo más tradicional,  es necesariamente verdadero si y sólo si
es verdadero en cualquier mundo posible.
A su vez, si se dispone de un concepto utilizable de verdad-L se puede establecer en qué
consiste la falsedad-L (o contradicción): un enunciado a es lógicamente falso si y sólo si su
negación, no , es verdadera-L. Como también se pueden definir las nociones de implicación
lógica y equivalencia lógica:
i.  implica-L(ógicamente)  = def. 'si  entonces ' es verdadera-L
ii.  es equivalente-L(ógicamente) a   def.' si y sólo si ' es verdadera-L.
Cuando un enunciado no es lógicamente verdadero ni lógicamente falso se denomina
lógicamente indeterminado, esto es, un enunciado cuya verdad o falsedad no puede ser
establecida por medios lógicos, un enunciado contingente o fáctico. En los enunciados de esta
clase, siempre ha de darse una descripción de estado respecto a la cual serían verdaderos, esto
es, ha de ser posible imaginar una situación factual en la cual figurarían, y otra de la cual no
formarían parte. Esto es lo que los hace contingentes, que con respecto a ciertos hechos
(posibles) son verdaderos y con respecto a otros no. Del mismo modo que cabe definir una
implicación lógica y una equivalencia lógica, se puede definir una implicación fáctica y una
equivalencia fáctica.
La estrategia de Carnap en Meaning and Necessity consistió fundamentalmente en ampliar la
aplicación de estas nociones. Precisadas en principio para los enunciados, consiguió definirlas
también para otras clases de designantes según su concepción, aplicando el principio fregeano
de composicionalidad. Así, la expresión de equivalencia 'si y sólo si', no solamente servía para
concatenar expresiones enunciativas sino que, en su sistema, también puede unir expresiones
individuales o predicativas.
Por ejemplo, si consideramos las expresiones predicativas, la equivalencia entre dos predicados
P y Q, P si y sólo si G, hay que entenderla en primer lugar como una abreviatura de 'para
cualquier individuo x, Px si y sólo si Qx'. Esto quiere decir que la equivalencia entre predicados
requiere la igualdad de su aplicación a cualesquiera individuos: dos predicados son iguales si
son aplicables exactamente a los mismos individuos.
Igualmente sucede en cuanto a las expresiones individuales. La identidad entre ellas 'x si y sólo
si y' es verdadera cuando los individuos que designan x e y son idénticos. En general, para
cualesquiera designadores, la afirmación de su identidad puede pertenecer a una de las dos
clases de equivalencia: la equivalencia lógica o la equivalencia fáctica. Por ejemplo, según
Carnap, la equivalencia entre los predicados 'humano' y 'animal racional' es una equivalencia
lógica (se puede establecer mediante el solo examen de las reglas semánticas).
La noción ampliada de equivalencia permite definir también el concepto de clase de
equivalencia. Según él, dada una expresión designante cualquiera, su clase de equivalencia es
la clase de las expresiones que son equivalentes a ella. Por ejemplo, si x e y son designantes
equivalentes, entonces las expresiones Px y Py son igualmente equivalentes; dos expresiones
equivalentes comparten la misma clase de equivalencia. Además, si dos expresiones son
lógicamente equivalentes, la clase de equivalencia que generan está compuesta por
expresiones lógicamente equivalentes.
Estos conceptos definidos lógicamente tienen su utilidad en el análisis del significado de las
expresiones lingüístícas. Considérese un enunciado atómico del lenguaje objeto, como 'Scott is
human'. Su interpretación en el metalenguaje es 'Scott es humano', pero el contenido
significativo de este enunciado puede expresarse también en términos de propiedades o clases:
'Scott posee la propiedad de ser humano' o 'Scott pertenece a la clase de los humanos'. Sin
embargo, las condiciones de identidad entre propiedades y clases son diferentes. La condición
de identidad que corresponde a las clases es la coextensionalidad, esto es, la identidad de
elementos que las forman: dos clases son iguales cuando a ellas pertenecen los mismos
individuos. Esto se puede decir también en términos de equivalencia: dos clases son idénticas
cuando son equivalentes. Por ejemplo, las clases correspondientes a los predicados 'humano' y
'bípedo implume' son equivalentes: cualquier cosa que se pueda afirmar con verdad de un
elemento de la primera, se puede afirmar también del elemento correspondiente en la segunda.
Generan las mismas clases de equivalencia. No obstante, parece intuitivamente correcto
sostener que 'humano' y 'bípedo implume' no significan lo mismo, o que no expresan las
mismas propiedades. La identidad de propiedades exige una condición más fuerte que la
identidad entre clases y ese requisito es el de la equivalencia lógica. la equivalencia lógica entre
propiedades significa intuitivamente que las propiedades idénticas no son concebibles de modo
independiente, que, para cualquier situación que se pueda imaginar, ambas han de estar
formadas por los mismos individuos. Esto es lo que sucede, según Carnap, con los predicados
'humano' y 'animal racional': son lógicamente equivalentes, expresan la misma propiedad.
Es en este contexto en el que Carnap introdujo sus nociones de intensión y extensión,
aplicándolas, en primer lugar, a los predicados. La extensión de un predicado es la clase que le
corresponde, de tal modo que dos predicados tienen la misma extensión si y sólo si son
equivalentes. Por su parte, la intensión de un predicado es, como se supondrá, la propiedad
correspondiente, de forma que dos predicados tienen la misma intensión si y solamente si son
lógicamente equivalentes. Por ejemplo, la extensión de¡ predicado 'human' es la clase de los
seres humanos, mientras que su intensión está constituida por la propiedad de ser humano.
Algunos predicados no expresan propiedades en sentido estricto, esto es, características o
cualidades, sino relaciones. Esto sucede cuando la expresión predicativo tiene más de un
argumento, cuando conecta dos o más expresiones individuales. Tanto las propiedades
(relaciones monádicas, con un solo argumento) como las relaciones son conceptos, que Carnap
entendió al modo de Frege, esto es, como «algo objetivo que se encuentra en la naturaleza y
que se expresa en el lenguaje mediante un desígnante de una expresión no enunciativa»
(Meaning and Necessity, pág. 21). En general, los conceptos tienen extensión, esto es, son
aplicables a individuos, pero puede suceder que estén vacíos, que la extensión que les
corresponda sea el conjunto vacío. Puede que sea por razones fácticas, como ocurre con el
concepto 'ave mamífera', pero también porque la expresión predicativo entrañe una
contradicción, como 'humano y no humano'. En este último caso el concepto es lógicamente
vacío y único, puesto que es lo expresado por cualquier forma predícatíva contradictoria (todos
los predicados contradictorios son lógicamente equivalentes).
La introducción de los conceptos de extensión e intensión depende de la noción de
equivalencia. Como ésta está caracterizada, en el sistema de Carnap, no sólo para las
expresiones predicativas, sino también para las individuales y enunciativas, nada impide
generalizar la aplicación de los dos conceptos.
Así, la extensión de un enunciado es su valor de verdad, puesto que el valor de verdad es lo
que tienen en común los enunciados equivalentes. El enunciado se puede concebir pues como
una expresión predicativo de grado cero, sin argumentos, equivalente a cualquier otro
enunciado con el mismo valor de verdad.
Con respecto a la intensión de los enunciados, Carnap consideró que el criterio de la
equivalencia lógica asignaba a éstos las proposícíones como intensiones. Pero, del mismo modo
que con los conceptos, se preocupó de aclarar el sentido en que utilizaba esta noción. Una
proposición no es una entidad lingüística, sino extralingüística, pero que puede ser captada en
el lenguaje. En sí misma es independiente de¡ lenguaje, aunque pueda ser expresada por él. Es
objetiva, y por tanto no depende de la existencia de mentes individuales o procesos de
comprensión o captación. Esos rasgos de carácter extralingüístico, objetividad e independencia
la aproximan a lo que Frege denominaba Gedanke (pensamiento) o a ciertas acepciones del
término idea, suscitando los mismos problemas.
Carnap se planteó dos de estos problemas: la relación de las proposiciones con los hechos y la
cuestión de las proposiciones falsas. Con respecto al primero, el de si entre proposiciones y
hechos hay una relación de correspondencia o de identidad (en el caso de las proposiciones
verdaderas), se inclinó más bien por esta última alternativa, aunque fue consciente de la
indeterminación de la noción común de hecho. Así pues, de acuerdo con sus opiniones, las
proposiciones verdaderas son hechos, y no algo que los hechos ilustran o con los que se
corresponden.
Por lo que atañe al problema de las proposiciones falsas, Carnap indicó que la solución se
encontraba en el análisis de su estructura. Las proposiciones falsas, según él, son intensiones
complejas, pues pueden ser concebidas como la suma de las intensiones de sus expresiones
componentes. Son las reglas semánticas las que permiten, además de construir enunciados que
expresan hechos, formar enunciados cuya intensión es una proposición falsa. Así, no es
necesario renunciar al carácter objetivo de las proposiciones, como había hecho B. Russell, ni
admitir hechos negativos, como había propuesto Wittgenstein. Aunque «generalmente se pueda
admitir que un designante puede ante todo expresar una intensión sólo si se encuentra
ejemplificado, no obstante, una vez que se dispone de designantes de intensión primaria, se
pueden construir designantes que expresan intensiones complejas, derivadas en virtud de las
reglas semánticas del sistema, de las intensiones de los componentes designantes y de la forma
en que se combinan esos designantes» (Meaning and Necessity, pág. 31). Las proposiciones
falsas se producen en ese proceso de combinación semántica que permiten las reglas de la
lengua, y pueden ser consideradas por tanto como un resultado secundario de su propia
capacidad combinatoria, como una consecuencia de la sobredeterminación de la lógica respecto
a la realidad.
En cuanto a las expresiones individuales constantes (la contraparte lógica de las expresiones
lingüísticas nominales), Carnap postuló, con arreglo a sus criterios de equivalencia, que su
extensión estaba constituida por los individuos referidos por dichas expresiones. Así, la
extensión de 'London' o de 'the biggest city of United Kingdom' es Londres, y ambas
expresiones son equivalentes-F, o contingentemente equivalentes.
La intensión de dos expresiones nominales ha de ser aquello que tienen en común si son
lógicamente equivalentes. Según Carnap, lo que poseen en común es la expresión de un mismo
concepto individual. Así, la intensión de 'London' es el concepto individual de Londres y la
intensión de 'the biggest city of United Kingdom' es el concepto individual de la ciudad mayor
de¡ Reino Unido. Ambos conceptos individuales son diferentes, puesto que las expresiones
correspondientes no son lógicamente equivalentes. Pero, por ejemplo, 'el ser humano autor de
El Quijote' y 'el animal racional autor de El Quijote' son dos expresiones nominales con la misma
intensión, pues se trata de expresiones lógicamente equivalentes.
EXTENSION E INTENSION
Expresíones indívíduales Expresíones predicatívas Expresíones enunciativas
Extensíón
Individuos
Clases
Valores de verdad
Intensión
Conceptos individuales
Predicados
Proposícíones
El sistema semántico expuesto por R. Carnap en Meaning and Necessity es mucho más
complejo de lo que aquí se expone, pues incluye la asignación de extensiones e intensiones a
otras categorías lógico-lingüísticas, como functores, variables, descripciones, etc. Pero el
principio que lo anima, el constructivismo lógico-semántico, es el mismo. Cada noción o
concepto introducido es producto de una cuidadosa definición, basada en nociones o conceptos
más básicos desde el punto de vista lógico. Ello le permitió abordar no solamente los problemas
semánticos de los sistemas lógicos, sino también sofisticadas cuestiones semánticas de las
lenguas naturales. Por ejemplo, le permitió perfilar la noción de sustituibílidad utilizada
informalmente por G. Frege y encarar los problemas semánticos de la subordinación en las
lenguas naturales. Su obra constituye pues no solamente un inicio efectivo de la tradición que
enfoca la solución de los problemas semánticos con el instrumental de la lógica, sino también
una aportación seminal en campos concretos, como el tratamiento de los contextos opacos y de
las oraciones de creencia.
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