SITUACIÓN JURÍDICA DE LA ASOCIACIÓN - ESTATUTOS NACIONALES

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SITUACIÓN JURÍDICA DE LA ASOCIACIÓN - ESTATUTOS NACIONALES
P. Alberto Vernaschi, CM
Director HC. Provincias Siena - Roma
El aspecto jurídico de un tema resulta ya de por sí árido. De otra parte esta
intervención mía os llega cuando ya vuestra atención ha sido sometida a la dura prueba de
estas jornadas. Trataré, en todo caso, de haceros esta materia, no digo divertida, pero al
menos aceptable, limitándome a los elementos más importantes.
1. EL DERECHO DE ASOCIACIÓN EN LA IGLESIA
1.1. El derecho de asociación forma parte de los derechos de todos los fieles . Es
clara a este propósito la afirmación de principio del Código de Derecho Canónico en el c.
215: “Los fieles tienen la facultad de fundar y dirigir libremente asociaciones para fines de
caridad o piedad o para fomentar la vocación cristiana en el mundo; y también de reunirse
para conseguir en común esos mismos fines”. Se trata de un derecho común a todos los fieles,
que vuelve a recordarse posteriormente cuando se habla explícitamente de los fieles laicos (c.
225 § 1) y nuevamente se reafirma para todos al inicio de la exposición sobre las asociaciones
de los fieles en el c. 299 § 1.
Es importante recordar que el derecho de asociarse está en relación con la consecución
de fines eclesiales, es decir, conformes a la naturaleza de la Iglesia, como lo precisa el c. 298
§ 1, que habla del incremento de una vida más perfecta, de la promoción del culto público o
de la doctrina cristiana, de otras obras de apostolado, como son la iniciativas de
evangelización, el ejercicio de obras de piedad o de caridad, la animación del orden temporal
mediante el espíritu cristiano. “La enumeración no es exhaustiva sino a modo de ejemplos y
deja lugar a otras posibilidades. Nunca, sin embargo, podrá tratarse de fines que, por su
naturaleza, son propios de la sociedad civil o ajenos o contrarios a la misión de la Iglesia”1.
1.2. Diversos tipos de asociación según la legislación eclesiástica
a. Hay que decir en primer lugar que las denominaciones que el fenómeno asociativo
ha ido asumiendo son múltiples. La Nota pastoral de la Conferencia Episcopal Italiana (CEI)
del 22 de mayo de 1981 (anterior, por lo tanto, a la promulgación del Código) sobre
“Criterios de eclesialidad de los Grupos, Movimientos y Asociaciones de los fieles en la
Iglesia” hablaba de asociación, movimiento, grupo, sociedad, comunidad2. El Código, en
cambio, usa siempre el término “consociatio”, es decir, “asociación”, que describe en el c.
298 § 1: “Existen en la Iglesia asociaciones distintas de los institutos de vida consagrada y de
las sociedades de vida apostólica, en las que los fieles, clérigos o laicos, o clérigos junto con
laicos, trabajando unidos, buscan fomentar una vida más perfecta, promover el culto público,
o la doctrina cristiana, o realizar otras actividades de apostolado, a saber, iniciativas para la
evangelización, el ejercicio de obras de piedad o de caridad y la animación con espíritu
cristiano del orden temporal”.
1 Cf. Codice di Diritto Canonico commentato, bajo la dirección de la Redacción de “Quaderni di Diritto ecclesiale”, Milán
2001, c. 298.
2 Cf. el texto en Enchiridion CEI 3/587-612. Después de la promulgación del Código de Derecho Canónico en 1983 y de la
Exhortación apostólica “Cristifideles laici” el 30 de diciembre de 1988, la Comisión episcopal de la CEI para el laicado
emitió, el 29 de abril de 1993, una nueva Nota pastoral sobre “Las asociaciones laicales en la Iglesia” (en Enchiridion CEI
5/1544-1621).
b. Dentro de la única denominación jurídica de las realidades de asociación está la
distinción fundamental entre asociaciones públicas y asociaciones privadas:
– Públicas son las erigidas por la autoridad eclesiástica competente (c. 301 § 3). El c.
301 § 1 precisa que “corresponde exclusivamente a la autoridad competente el erigir
asociaciones de fieles que se propongan transmitir la doctrina cristiana en nombre de la
Iglesia, o promover el culto público, o que persigan otros fines reservados por su misma
naturaleza a la autoridad eclesiástica”. El mismo canon, en el § 2 dice que “si lo considera
conveniente, la autoridad eclesiástica competente puede erigir también asociaciones que
directa o indirectamente busquen alcanzar otros fines espirituales, a los que no se provea de
manera suficiente con la iniciativa privada”.
En virtud del decreto de erección, las asociaciones públicas quedan constituidas en
persona jurídica (c. 313). Se trata, naturalmente, de personalidad jurídica pública.
– Privadas son las constituidas mediante un acuerdo privado de los fieles (c. 299 § 1)
y que permanecen tales aunque hayan sido alabadas o recomendadas o reconocidas por la
autoridad eclesiástica (c. 299 § 2 y 3) o tengan estatutos aprobados por la autoridad
eclesiástica y gocen de personalidad jurídica (c. 322)3. Aún permaneciendo siempre sujetas a
la vigilancia de la autoridad eclesiástica, las asociaciones privadas gozan de una amplia
autonomía interna.
Según algún autor, se podrían establecer cinco grados de reconocimiento de las
asociaciones por la autoridad, describiendo solamente en el último lugar a las asociaciones
públicas del Código:
–
–
–
–
–
asociaciones respecto a las que la autoridad no ha emitido juicio alguno;
asociaciones alabadas o recomendadas;
asociaciones expresamente reconocidas;
asociaciones “electae et particulari modo promotae”;
asociaciones directamente constituidas por la Jerarquía4.
c. No será inútil hacer notar que una asociación puede ser: común a todos los fieles,
sean laicos o clérigos (que es el caso habitual); clerical, si es dirigida por clérigos, asume el
ejercicio del orden sagrado y es reconocida como tal por la autoridad competente (c. 302); y
sólo para laicos (cf. cc. 327-329)5.
d. El Código recuerda también las “asociaciones cuyos miembros viviendo en el
mundo y participando del espíritu de un Instituto religioso, se dedican al apostolado y buscan
la perfección cristiana bajo la dirección de ese Instituto” (c. 303). Se trata de las así llamadas
órdenes terceras.
3 La citada Nota pastoral de la CEI de 1993 distingue entre asociaciones privadas “de hecho”, asociaciones reconocidas por
la autoridad, asociaciones públicas, enumerando al mismo tiempo las condiciones para el reconocimiento de las mismas
(Enchiridion CEI 5/1584-1591).
4 F. Coccopalmerio, citado por GIULIANI P., La distinzione fra associazioni pubbliche e associazioni private dei fedeli nel
nuovo Codice di Diritto Canonico, Roma 1986, p. 157.
5 Se podría quizá introducir otra subdivisión de las asociaciones según que se establezcan a nivel de la Iglesia Universal o a
nivel de las Iglesias particulares (internacional, nacional, diocesana, etc.).
e. Hay que notar, finalmente, que compete únicamente a la autoridad eclesiástica
conceder a una asociación el título de católica (c. 300).
1. 3. La elección del asistente eclesiástico6. Las modalidades de elección varían según el
tipo de asociación:
a. En las asociaciones públicas es la misma autoridad eclesiástica la que nombra al
capellán o asistente eclesiástico, después de haber escuchado, si resulta oportuno, a los
oficiales mayores de la asociación (c. 317 § 1).
b. En las asociaciones privadas, el asistente es elegido por la asociación misma, pero
el elegido debe ser confirmado posteriormente por el Ordinario del lugar (c. 324 § 2).
c. En las asociaciones erigidas por miembros de institutos religiosos en virtud de un
privilegio apostólico: si se trata de asociaciones erigidas fuera de las iglesias propias o de las
propias casas, vale la norma de las asociaciones públicas; si se trata en cambio de
asociaciones erigidas en la iglesia propia o en la propia casa, el nombramiento del asistente
compete al superior del Instituto conforme a las normas de los Estatutos (cf. c. 317 § 2).
2. SITUACIÓN JURÍDICA DE LA ASOCIACIÓN DE LA MEDALLA MILAGROSA
2.1. Camino histórico
Una primera “Asociación de la santa Medalla de la Inmaculada Concepción” nació en
París y fue aprobada por la Santa Sede para París en 1847. El reconocimiento de la
Asociación a nivel mundial, con la aprobación de su fin y de sus estatutos, se hizo por el Papa
San Pío X el 8 de julio de 19097.
En 1990 se introdujeron en los Estatutos de la Asociación algunas modificaciones, que
fueron aprobadas por la Congregación para los Institutos de vida consagrada y Sociedades de
vida apostólica por decreto del 8 de septiembre de 19908. El 14 de septiembre del mismo año
la Congregación para el culto divino y la disciplina de los sacramentos aprobó los nuevos
textos de la Bendición e Imposición de la Medalla de la Bienaventurada Virgen María
Inmaculada9.
Los Estatutos actuales fueron aprobados por la Congregación para los Institutos de
vida consagrada y Sociedades de vida apostólica por decreto del 19 de febrero de 199810.
2. 2. De qué tipo de asociación se trata
6 El término para indicar esta figura varía. El Código habla de capellán o asistente. La citada Nota de la CEI de 1981 habla
de consejero, consultor y asistente, añadiendo que “esta distinción señala, sin duda, una diversa intensidad de relación entre
la autoridad eclesiástica y la asociación (mínima en el caso de consejero, máxima en el de asistente) y al mismo tiempo
corresponde al fin diverso y a las distintas formas que las asociaciones presentan...” (Enchiridion CEI 3/609, nota 9). La
Nota de la CEI de 1993 habla sólo de asistentes y consultores eclesiásticos” (n. 47) y remite al documento “I sacerdoti nelle
assiciazioni di fedeli” del Consejo Pontificio para los Laicos del 4 de agosto de 1981 (en EV 7/1344-1383)
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Cf. SHELBY C., L’ Association de la Médaille Miraculeuse, en “Vincentiana” 1998, 313.
Cf. “Vincentiana” 1991, 2-4.
Cf. “Vincentiana” 1991, 5-13.
Cf. “Vincentiana” 1998, 79-82.
* Es una asociación de fieles, cuyos Estatutos han sido sometidos a la suprema Autoridad de
la Iglesia, que los examinó y aprobó, aprobando asimismo las sucesivas modificaciones de los
mismos11.
* Es una Asociación reconocida a nivel de la Iglesia universal, con ramificaciones en varias
Naciones y Diócesis.
* Tiene un fin espiritual de devoción a María, de santificación de los miembros y de
apostolado de caridad (art. 2).
* Su Director General es el Superior General de la Congregación de la Misión y de la
Compañía de las Hijas de la Caridad (art. 3), al cual compete el nombramiento de los
Directores o Presidentes nacionales (art. 3 § 2).
* De todo el conjunto me parece poder deducir que, según el derecho canónico actual, se trata
de una asociación privada. La cosa no debe extrañarnos. Piénsese en la misma A.I.C.
(Asociación Internacional de Caridades de San Vicente de Paúl), que figura en el número de
las Organizaciones Internacionales Católicas (O.I.C.). Está considerada como privada12.
Distinto es el caso de MISEVI: el Decreto de aprobación del 7 de abril de 1999 dice
expresamente que “la obra llamada Misioneros Laicos Vicencianos (MISEVI) se erige
canónicamente como Asociación Pública de Fieles con personalidad jurídica autónoma y
plena”13.
Los Estatutos de la AMM de Chile (art. 1) afirman que se trata de “una Asociación
pública en la Iglesia, que fue aprobada por el Romano Pontífice el 8 de julio de 1909". ¿Se
dice, quizá, pública porque aprobada por el Romano Pontífice? ¿La aprobación pontificia
cambia la naturaleza privada de una asociación?
Asimismo en algunas hojas ilustrativas de la Asociación en España se habla de ella
como de “una asociación pública en la Iglesia, a la que pueden pertenecer todos los fieles
cristianos de cualquier condición”; se dice que la “fundó Pío IX el 21 de junio de 1847" (pero
circunscrita a la Casa Madre C.M. de París); se afirma que “el Papa San Pío X, el 8 de julio
de 1909, erigió a la Asociación de la Inmaculada Concepción de la Sagrada Medalla, con
carácter definitivo y universal para toda la Iglesia”.
Los Estatutos de México se limitan a decir que es una asociación de laicos católicos ,
que nace de las apariciones de la Virgen a Santa Catalina Labouré en 1830...; y que ha sido
aprobada y reconocida para toda la Iglesia... mediante el Breve Dilectus Dei Filius de Pío X,
de fecha del 8 de julio de 1909" (art. 1). Después, sin embargo, hablan del Breve de Pío X
como del “Breve de fundación” (art. 11).
Ateniéndonos a los Documentos citados, ¿qué resulta? Que la Asociación de la
Medalla Milagrosa surgió en París por la iniciativa privada de los Sacerdotes de la Misión y
11 Los actuales Estatutos han sido aprobados por la Congregación para los Institutos de vida consagrada y Sociedades de
vida apostólica. ¿Por qué no por otros organismos de la Santa Sede, por ejemplo, el Consejo Pontificio para los Laicos?
Probablemente porque se trata de una Asociación estrechamente ligada a dos Sociedades de vida apostólica (Congregación
de la Misión y Compañía de las Hijas de la Caridad), siendo, por lo tanto, vista como una emanación de dichas Sociedades.
Lo mismo es válido también para MISEVI, de la cual se dice explícitamente en el Decreto de aprobación que “es una
asociación pública internacional de fieles que desean ser partícipes del carisma y espiritualidad de San Vicente de Paúl,
fundador de la Congregación de la Misión y de la Hijas de la Caridad, adaptándolos al estado de vida de los miembros de
dicha Asociación”.
12
Cf. GIULIANI P., La distinziones fra associazioni pubbliche e associazioni private dei fedeli nel nuovo Codice di
Diritto Canonico, Roma 1986, 209, nota 324. Pienso que sea el caso también de la que, en un tiempo, era la asociación de las
Hijas de María y que hoy tiene Estatutos aprobados como “Asociación Internacional de la Juventud Mariana Vicentina” (cf.
“Vincentiana “ 1999, 150-159).
13 Cf. “Asociación Internacional MISEVI” en “Vincentiana” 1999, 150-159.
de las Hijas de la Caridad, que fue reconocida y aprobada primeramente para París por Pío
IX, que fue después reconocida y aprobada para toda la Iglesia por San Pío X. Pienso que no
se puede decir que ha sido fundada o erigida por un Papa, ni hablar del Breve de San Pío X
como de “Breve de fundación”. Quede, sin embargo, bien claro: decir que una asociación es
privada más bien que pública no equivale a disminuir su importancia; ello no afecta a su
eclesialidad. Se trata sencillamente de precisar su identidad, su configuración.
Nada impide que se pueda pedir a la Santa Sede para toda la Iglesia, o a la
Conferencia Episcopal para una Nación, o a un Obispo particular diocesano para su diócesis,
un decreto formal de erección de la AMM como Asociación pública. La dimensión de pública
comportará lógicamente un vínculo más estrecho con la Jerarquía.
2. 3. Los Estatutos
a. Los internacionales son presentados por el Director General a la Santa Sede, y por
ésta aprobados y confirmados (términos usados en el decreto correspondiente).
b. Los particulares son propuestos por el Director nacional al Director General y por
él aprobados (art. 5).
El texto no indica cómo se llega a la formulación de los Estatutos particulares. Pienso,
en todo caso que, dado el clima de comunión que debe caracterizar a la vida de la Iglesia,
deberían ser el fruto de la más amplia colaboración.
Es claro que no hay necesidad alguna de tener unos Estatutos a nivel diocesano.
c. Como he indicado anteriormente, la aprobación de los Estatutos por parte de la
competente autoridad de la Iglesia no cambia la naturaleza jurídica de la asociación, que
permanece privada.
d. En el plano del contenido y del estilo de los Estatutos no tengo mucho que decir. En
todo caso, los Estatutos deberían ser un texto esencial y consiguientemente breve, que se
limitara a delinear los elementos constitutivos y estables: el fin, el gobierno (la dirección), la
pertenencia, los derechos y deberes de los miembros... El resto, a saber, todo lo que es más de
detalle, más particular, transitorio, iría oportunamente en otro texto, un Reglamento, por
ejemplo..., a no ser que sea necesario incluir en los Estatutos otros elementos por ser
requeridos por las legislaciones nacionales en orden a obtener el reconocimiento jurídico civil
y la consiguiente capacidad jurídica de recibir, poseer y administrar bienes. A este respecto se
puede observar que algunos estatutos Nacionales parecen hasta demasiado detallistas.
Concluyo diciendo que, aunque importantes, los Estatutos son un medio y no un fin:
se necesita la ley como tutela de la vida, pero lo esencial es la vida. Las categorías de público
y privado pueden ser de alguna utilidad para configurar la realidad asociativa, pero lo que
cuenta es la comunión eclesial y la fecundidad apostólica que tal realidad significa y
promueve. Con su carácter esencialmente eclesial, misionero, mariano y vicenciano, la AMM
puede ser un medio muy sencillo, pero serio y eficaz para la santificación personal y para la
misión de la Iglesia. ¡Tengamos, por lo tanto, mucho interés por ella!
Traducción:
P. Rafael Sáinz, CM
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