TRASCENDENCIA, MORAL Y ABSURDO EN EL CINE: LA ÚLTIMA NOCHE DE BORIS GRUSHENKO María Araceli Granados Sancho Licenciada en Filosofía Introducción. La reflexión que nos ocupa, sobre las cuestiones que dan título a este ensayo, constituye una aproximación filosófica al film de Woody Allen La última noche de Boris Grushenko (Love and death en su título original). Este artículo puede considerarse la segunda parte de uno que le precede y que todavía se encuentra en imprenta, titulado «El existencialismo en Woody Allen»1. En éste que ahora inicio analizo la película de Allen desde el prisma de nuevas cuestiones, como la culpa o la moral. Se trata de cuestiones secundarias en la película, pero no menos relevantes en cuando al esfuerzo que realiza el director, por considerarlas cuestiones centrales de nuestra historia cultural. Argumento. Realizaré a continuación un breve resumen del film, con el objeto de que se pueda comprender mejor la relación que voy a establecer entre las cuestiones que desarrolla y la filosofía existencialista. El protagonista –Boris Grushenko– es un hombre con preocupaciones existencialistas desde la infancia. El amor por su prima Sonia le hace centrarse en cuestiones más mundanas, pero Sonia no le corresponde, porque siempre se sintió atraída por el hermano de Boris, Iván. Sin embargo, este último no corresponde a Sonia y, al casarse con otra mujer, provoca el despecho de Sonia, la cual se casa con un vendedor de arenques (motivo constante para la risa en el guión). Al morir su marido, Sonia continúa con su vida libertina y mantiene sus sentimientos hacia Iván. Éste no vuelve de la guerra entre la Francia de Napoleón y Rusia, que ha situado a los dos hermanos –Iván y Boris– en el frente. Boris, con fortuna inversa a la de Iván, vuelve convertido en héroe y su nueva condición le termina causando disgustos al utilizarla para conquistar a mujeres comprometidas, como la condesa Alexandrovna. El duelo al que le reta el prometido de ésta acaba con doble fortuna para Boris: no muere y, además, logra casarse con Sonia que, compadecida por su situación en el duelo, se lo había prometido. El matrimonio entre Boris y Sonia es feliz y juntos piensan realizar una hazaña tan importante como la de asesinar a Napoleón. Pero Boris es ejecutado al descubrirse su intento. Ya muerto, se reúne por última vez con Sonia y éste le declara que ha sido el amor de su vida. El tema de Dios y la trascendencia (externa o interna). La última noche de Boris Grushenko es la infatigable búsqueda de Dios en el personaje de Boris. Desde joven ya se atormentaba por este enigma existencial, y al ir 1 Verá la luz en el número 5 de la revista cultural Isagogé (ISSN: 1885-2475). creciendo no optó por una determinación, sino que su incertidumbre atormentada fue a más, hasta que, finalmente, al morir declara que sí hay Dios, seguramente queriendo apuntar el anhelo de eternidad que experimentan las personas próximas a la muerte (en su mayoría). Sonia, en cambio, se manifiesta como una teísta convencida y, como si rememorara a Jaspers, ve en la naturaleza el escrito cifrado de Dios. La filosofía muestra en su historia esta búsqueda sin fin de lo infinito, la cual está bien representada por Descartes, Pascal, Kierkegaard, Unamuno o Gabriel Marcel, por citar sólo algunos nombres. Cuando he revisado la película buscando ecos existencialistas, me ha parecido ver a Pascal en Boris cuando le dice a Sonia: «Ah, si Dios me diera una señal. Si me hablara una vez, algo, una frase, dos palabras, aunque sólo tosiera.» Pascal afirma que el creador se mantiene oculto y silencioso pero, a pesar de ello, el hombre aspira a lo infinito. Y, ¿por qué sin ver, buscamos? ¿Por qué Boris busca sin descanso? Jaspers nos contestaría que lo más propio del hombre, en un nivel de reflexión más avanzado, es la búsqueda. El hombre se da cuenta de la superficialidad del mundo en que vivimos e intenta trascenderlo buscando una verdad que le satisfaga más. Las religiones han representado tradicionalmente esta verdad, pero otros autores (también tratados en este ensayo), como Heidegger o Sartre, la representan en el ser2. Para Heidegger y Sartre la trascendencia es interna, está y es descubierta por el propio hombre (Heidegger realiza modulaciones a este pensamiento en su última fase). Así, concluimos este tema diciendo que el hombre quiere saber porque las concepciones totalizadoras del pensamiento y de la ciencia no le satisfacen; y quiere creer, pero no encuentra un fundamento convincente; por esto revisa y duda constantemente de su fe (lo cual representa pormenorizadamente el personaje de Boris), pero al no encontrar el infinito fuera de él, lo busca dentro y vive siempre en una trascendencia interna. ¿Asesinar a Napoleón? Cuando Boris le pregunta a Sonia «¿Qué pasaría si no hubiera nada?» en el primer encuentro que tiene con ella en la pantalla, ella le contesta: «Deja que te demuestre lo absurda que es tu posición. Muy bien, digamos que no hay nada y que cada hombre es libre de hacer lo que quiera. Entonces dime: ¿Qué te impide asesinar a alguien?» El nihilismo moral en la posición agnóstica es otro de los temas que ocupa gran parte de los diálogos del film, y que además recuerda a Dostoievski en Los hermanos Karamázov. Sonia, que se muestra creyente, debería obedecer la máxima religiosa más famosa –«no matar»–, y Boris, el creyente atormentado por la duda, debería representar un personaje más libre de coerciones morales. Pero no es así. Sonia está determinada a matar a Napoleón y Boris explica que hay un imperativo moral –que recuerda a Kant– que trasciende la libre voluntad. ¿Quiere Woody Allen con estos personajes defender la tesis de que un judío agnóstico o ateo como él puede disfrutar de una moral bien prescrita? Sartre también trató este tema en sus obras. Para el autor era indiferente la existencia de Dios para la moral, ya que el hombre era libre, sí, pero también responsable de sus actos. Lo que ocurre es que resultaría más coherente ser responsable de los actos morales si pudiéramos prever las consecuencias de nuestras acciones y no estar sumidos en la incertidumbre de lo que nos espera en el futuro. Esta situación de elección ciega fue descrita por Kierkegaard, Sartre y Jaspers, reflejándose en la película cuando los dos 2 Estos autores representan el existencialismo ateo y encuentran el fundamento último en el ser, que sería una naturaleza común a toda la realidad, un principio ontológico. protagonistas creen estar asesinando a Napoleón y, en realidad, están matando a su doble. Este hecho nos acerca a la contingencia y el absurdo que está en la raíz de nuestra vida y que en ocasiones resulta insoportable. El absurdo. La contradicción está presente en nuestras vidas. Todavía no me he decantado sobre si la realidad es contradictoria o lo contradictorio son nuestros órganos cognoscitivos o nuestra forma de conceptualizar a través del lenguaje. Sobre la insuficiencia de una razón universal que a través de sus categorías recoja las peculiaridades de la realidad, los autores existencialistas se llevan la palma. Es por tanto patente para todos los que hemos experimentado «el vivir» que la razón unitaria, lógicamente ordenada, no es el fundamento de lo real. En La última noche de Boris Grushenko podemos ver el absurdo, teñido de humor a cada paso, por ejemplo cuando Boris, inepto y desmotivado, se convierte en héroe y no su hermano Iván, que muere en la batalla. Otros dos casos son el fallo del tiro de Antón a Boris, procurándole a éste el éxito y permitirle casarse con Sonia; o, aún más representativo, el personaje del padre de Boris, que custodia un trozo de tierra que cabe en una mano (figura del loco en la película). Pero el fragmento del guión con el que más me identifico y que mejor representa la contrariedad vital es este que aquí cito textualmente y que merece ser recordado por ser el tema más representativo de la película –junto con el de la muerte: Amar es sufrir. Para evitar el sufrimiento no se debe amar, pero entonces se sufre por no amar. De modo que amar es sufrir, no amar es sufrir y sufrir es sufrir. Si para ser feliz hay que amar, para ser feliz hay que sufrir, pero sufrir hace a uno infeliz, por lo tanto para ser infeliz uno debe amar, o amar para sufrir, o sufrir de tanta felicidad, y dejémoslo que es un lío. Conclusiones. No me gustaría dejar el ensayo en este punto, sumido en el absurdo y la contrariedad. No quiero ser responsable de ninguna desesperación vital. Cuando el personaje de Boris experimenta el hastío, la congoja, la angustia, la culpa o cualquier modalidad de vivencia existencial, lo que le impulsa a vivir es su amor por Sonia. Pero más adelante vemos que la experiencia del amor no parece ser un paradigma para la cordura. Quizá por esta suposición instantánea Boris decide hacerse poeta. En esto se parece a otro existencialista tardío –Wahl–, que ante la imposibilidad de encontrar una verdad intersubjetiva y universal se decantó por la experiencia íntima del sujeto, que éste podía encontrar, además de en otros ámbitos, en el sentido trascendental artístico. «Invierno de hambre desgarrada Negra cual color de la miseria Tristeza de muerte acompañada De ausencia y de tragedia.» Boris (La última noche de Boris Grushenko)