Es indirectamente febrífuga, como la roja, pero no puede competir con la naranjada ni con la amarilla para cortar las ascensiones. Se la creyó apropiada para tratar enfermedades envejecidas, crónicas, en las que se forman congestiones y humores al retardarse la circulación de los líquidos. «Es directamente detersiva por la gran cantidad de saponina que contiene, y adelgaza, fluidifica y arrastra las impurezas estancadas cuando falta en la naturaleza el vigor para eliminar las reliquias de anteriores enfermedades.» Hoy no se considera como quina y Mutis le negó la virtud principal de las quinas, esto es, que la juzgó sin virtud contra las calenturas intermitentes, en las que lo mismo la naranjada que la amarilla obraban a golpe seguro. »La preciosísima Quina naranjada es un producto bien combinado de dos especies pertenecientes al mismo género y sería contra los designios de la Providencia, dice Mutis, confundir esta rarísima producción, aplicándola indistintamente a otras enfermedades. »Esta fué la especie primitiva que sobresale por ser eminentemente balsámica, y su modo de obrar como por encanto y a golpe seguro en las calenturas intermitentes. Resulta especie directamente febrífuga y sería en vano buscar auxilios equivalentes en otras especies, cuando rige la necesidad de cortar infaliblemente las ascensiones.» Ramazzini, en sus primeros años, alcanzó los tiempos felices de la quina primitiva, tan propia para las calenturas periódicas como perjudicial es la roja, que después empleó como todos los médicos de Europa en su vejez, creyendo que manejaban la misma droga. «La especie roja suple bien en tales casos, teniendo mayor imperio que la amarilla y casi tanto como la naranjada por el especial carácter de malignidad contra la cual obra directamente.» En los demás casos subsisten las razones de Ramazzini como justo declamador de las frecuentes desgracias e igualmente reconocían las mejores y más imparciales prácticas. Como causas de la confusión que se produjo en el empleo de esta maravillosa droga, llegando a ser considerada peligrosa y mortal, cuando usada en su específica indicación en las calenturas intermitentes, era inocua y de inmediata acción curativa, cortando los accesos febriles y quemando el paciente completamente sano, dice Mutis que fué debido principalmente a la confusión de las especies por los cosecheros, que al escasear la Quina primitiva se sustituyó por largo tiempo con la Quina roja, hasta que se notaron sus malos resultados dando lugar a las quejas de pacientes y facultativos y a providencias especiales del Gobierno para la protección de la salud, asegurando el empleo de la mejor quina. La casualidad dice Mutis que hizo que los cosecheros encontraran la amarilla, cuya benigna corteza, aunque indirectamente febrífuga, no hizo los estragos que la incendiaria roja venía realizando. Muy preocupado Mutis, por lo que llamaba la gran crudeza de la quina en toda su substancia, porque siendo su jugo tan denso que no puede extenderse en poca agua, porque siendo tan viscoso necesitaba un agente detersivo para desatarlo y porque siendo tan tenaz se resiste a desenvolverse en poco tiempo, halló un medio que fué el hacerla fermentar con dulce, para lograr con ella una preparación más natural, sencilla y saludable que conservara las virtudes febrífugas de la corteza. Y por medio de la fermentación consiguió tres bebidas: la cerveza de pasto ordinario que consideraba profiláctica, el vinagre de quina y la tisana quinada, con las cuales pretendía llenar todas las indicaciones en los diferentes casos en que se usa la quina. Para la preparación de la quina en esta nueva forma de administración recetaba un Paquete en el que se encerraban tres papeletas con 16 onzas de quina, 8 de la amarilla, 4 de la roja y 4 de la blanca, con preferencia a sus virtudes eminentes, una nuez moscada y media onza de canela, todo ello se debía poner a fermentar en cien libras de agua con ocho de miel de caña, produciéndose - 87 cerveza y el apreciable vinagre para las comidas. Aboga por que se introduzca la bebida de la cerveza de quina como profiláctica. Parece muy verosímil que los indios macerasen esta corteza recién cogida del árbol y rudamente quebrantada, manteniéndola dentro de su «chicha» por algunos días, logrando por un método más abreviado, un remedio equivalente a la quina fermentada, cuya eficacia, unida a la benignidad de sus saludables operaciones, les impulsaba a esconder aquel ápreciable secreto por tanto tiempo a sus conquistadores. «Comparada la mayor eficacia de la quina amarilla, sustituida con la inoportuna administración de quina roja, en las calenturas intermitentes, fué ganando los sufragios de los profesores con merecidos elogios, pues con su aplicación y abundante uso no se observaban ya los malos efectos que prevalecían en las remesas de la roja. »En el tratamiento de las calenturas intermitentes han ocurrido confusiones de quinas en unas mismas cajas y remesas, persuadidos los profesores y los traficantes que había un solo específico con el nombre general de quina, que circulaba por Europa, recibido de manos de ignorantes cosecheros de América. »Estos conocieron bien en otros tiempos la quina primitiva, que posteriormente casi agotaron y obligados por la demanda completaron las remesas echando mano indistintamente de otros árboles parecidos de aspecto y admitidos como tales por lo amargo de sus cortezas hasta llegar a sustituirla, de modo que vino a desconocerse en Europa y América la quina primitiva. »En aquellos tiempos prevalecieron las remesas de la quina roja y las posteriores de la quina amarilla, de cuyas respectivas virtudes se originaron los distintos adversos y favorables efectos observados. »No hemos hecho mención de la quina blanca porque aunque fuese conocida en Loja por árbol perteneciente al mismo género cuando comenzaron las sustituciones, por el defecto y falta de la primitiva, nunca ha logrado reputación en el comercio. Han pasado sus muestras a Europa en diversas temporadas, pero siempre ha sufrido la repulsa del tráfico a pesar de su excelente amargo y demás propiedades que la harán igualmente recomendable en la Medicina.» En las calenturas intermitentes la quina amarilla se consumió en mayores proporciones, o sea dando mayores dosis que las dadas de la primitiva o naranjada, para cortar las ascensiones febriles, habiéndose probado como indirectamente febrífuga, pero sin que se presentasen los malos efectos que con iguales porciones se presentaban con la roja. En esta especie amarilla se descubría la propiedad purgante de excitar los cursos, y para distinguirla de las otras debíamos llamarla catártica, para denotar que por un efecto inmediato de momentánea relajación introducida en todo el canal intestinal promueve aquellas evacuaciones, manteniéndose siempre purgante, propiedad muy favorable en los enfermos débiles por circunstancias propias de su constitución y que no resisten bien las purgas. «A pesar de tan merecidos elogios es necesario insistir en que su virtud febrífuga es indirecta y mucho más débil su acción que la de la naranjada, aunque la amarilla obra directamente sobre los humores, destruyendo las causas ocasionales sin relación alguna a la predisponente. »Pero nada importa, o poco, que sea de uno u otro modo, con tal que el remedio venza a la enfermedad y el enfermo quede sano. »Alegaremos aquí la bien fundada distinción entre los remedios antídotos y los específicos. Aquéllos llevan a éstos la ventaja de actuar a golpe seguro contra una causa común a todas las calenturas periódicas y los específicos contra una de las muchas en que se adivina, pero no siempre se acierta.» Habrá casos en que la constitución o genio de la epidemia, el clima o la estación y, lo más común, la complexión de los pacientes resistan la especie indicada, pero tendremos la ventaja de haber conocido de antemano las otras quinas para administrar de -