Características de los derechos fundamentales

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Características de los derechos fundamentales
La Iglesia y el trabajo humano / Política y sociedad
Por: G. Lobo. | Fuente: www.arbil.org
5.-. Caracterticas de los derechos fundamentales
A la luz de las verdades reveladas y del estado actual de la civilizaci, el Magisterio de la Iglesia ha esbozado unas cuantas caracterticas
de los derechos fundamentales de la persona humana.
a) Existencia
Los derechos fundamentales no consisten simplemente en unas ideas o en unos deseos m o menos asequibles; se trata de verdaderos
derechos existentes e timamente ligados a la naturaleza humana, de modo que cuando se conculca alguno de ellos, se lesiona
gravemente, por eso mismo, a la persona. Ense P XI que
Dios ha enriquecido al hombre con mltiples y variadas prerrogati-vas: el derecho a la vida y a la integridad corporal; el derecho a ...
(Divini Redemptoris, 27, CE 161, DP-11 686)-,
e igualmente que
el hombre, en cuanto que persona, tiene derechos recibidos de Dios (P XI, Mit Brennender Sorge, CE 147/28, DP-11 6591[351; cfr P XII,
rm 24-XII-1942, CE 355132, DP-11 8501[37]).
b) Son sagrados
Los derechos fundamentales del hombre son sagrados, porque responden al plan de Dios, que dotal hombre de alma racional y le crea
imagen y semejanza suya, habidole dado la misma naturaleza y el mismo origen. Todo hombre, adem, redimido por Cristo, disfruta de la
misma vocaci y de idtico destino sobrenatural (cfr Gaudium et Spes, n. 29; P Xi Divini Redemptoris, 28 y 30, CE 161s, DP-11 686s, Mit
Brennender Sorge, CE 146128, DP-11 6581[351).
c) Son fundamentales
En numerosos documentos y pasajes llama el Magisterio de la iglesia a estos derechos fundamentales, porque son como la base o
fundamento de cualquier relaci interpersonal; porque son expresi de lo m importante del hombre: su naturaleza personal y su vocaci a
participar de la vida divina. So si se respetan estos derechos se produce realmente la unidad moral del gero humano, de la que la Iglesia
es en Cristo como sacramento, es decir, signo e instrumento de esa unidad (cfr Lumen Gentium, n. l).
Al ser creados todos los hombres a imagen de Dios y dotados de alma racional, tienen todos la misma naturaleza y el mismo origen.
Adem, redimidos por Cristo, disfrutan de la misma vocaci y de idtico destino sobrenatural, lo que hace que todos los hombres tengan una
igualdad fundamental, que debe ser reconocida a todos los niveles, individual y social, humano y sobrenatural (cfr Gaudium et Spes, n.
29).
En contra de la conciencia universal de considerar los derechos del hombre como fundamentales, se levantan dos doctrinas. El
marxismo sacrifica estos derechos a la organizaci colectiva de la producci, ddole un directo carter materialista. Por su lado, algunas
doctrinas liberales se oponen a las reformas indispensables en el bito social, en nombre de una falsa libertad (cfr Gaudium et Spes, n.
65; Le XIII, Li bertas Praestantissimum, CE 68116ss, DP-11 2371[11]ss, P XI, Quadragesimo Anno, CE 467140ss, DP-111 674/[109ss],
OGM 101ss; P XI, Divini Redemptoris, CE 154ss, DP-111 759ss; P XII, rm 24-XII1941, CE 338ss, DP-11 826ss; Juan XXIII, Mater et
Magistrao CE 2235-2274, DP-111 1139-1251, OGM 130-200).
d) Son originarios
Se llaman originarios porque estos derechos tienen su origen o raz de ser en los fines existenciales propios de la naturaleza individual y
social de la persona humana. No son una concesi de la autoridad, ni un logro de la cultura, aunque no pocas veces el correr de la
historia ha esclarecido la conciencia de los mismos, pero su origen, su fundamento radica en el propio ser del hombre.
Niegan tal originalidad las doctrinas totalitarias y colectivistas, las cuales afirman que los derechos de los individuos derivan del derecho
de la colectividad y, de hecho, del Estado, al que consideran como el nico titular originario de los derechos.
Juan XXIII ense que estos derechos, con sus respectivos e inseparables deberes,
tienen en la ley natural, que los confiere o los impone, su origen, su mantenimiento y su vigor indestructibles (Juan XXIII, Pacem in
Terris, 28, CE 2539, OGM 218, efr Plo XI, derechos personales que le han sido concedidos al hombre por el Creador, Divini
Redemptoris, 30. CE 162, DP-11 687).
e) Son inviolables
Los derechos fundamentales de la persona humana son inviolables, por cuanto que no quedan anulados aunque alguien impida por la
fuerza el ejercicio de los mismos. Esta condici de inviolabilidad les viene de ser originarios, de estar fundamentados en la naturaleza y en
los deberes morales propios de todo ser humano. En consecuencia
es un deber esencial de toda autoridad civil proteger y promover los derechos inviolables del hombre (Dignitatis Humanae, n. 6).
La inviolabilidad de estos derechos, adem, exige que se facilite al hombre, o que no se le prive en su caso, de todo aquello sin lo cual
tales derechos quedarn mermados o sin posibilidad de ser ejercitados (cfr P XI, Mit Brennender Sorge, CE 147128, DP-11 659/[351).
Dice P XII que
hay ciertos derechos y libertades del individuo -de cada individuo- o de la familia que el Estado debe siempre proteger y que nunca
puede violar o sacrificar a un pretendido bien comn (disc S-VIII-1950, DP-11 978/[6]).
La obligaci de su cumplimiento es una emanaci de la naturaleza y del derecho natural(P XII, dise 13-X-1955, CE 304/9, DP-11
10461[17]; cfr P XI, Divini Redemptoris, 23 y 30, CE 160 y 162, DP-11 683 y 687).
f) Son inalienalbles
El hombre no puede renunciar a los derechos fundamentales, porque no puede eximirse de los deberes y de las responsabilidades
morales en los que se fundamentan los derechos originarios. As!, por ejemplo, los padres no pueden renunciar al derecho de educar a
sus hijos, porque todo hombre tiene un derecho inalienable a una educaci adecuada (cfr Gravissimum Educationis, n. 1; P XI, Mit
Brennender Sorge, CE 147129; DP-11 659/[361).
g) Son universales
La naturaleza esencial de todos los hombres, con sus fines existenciales, dan a los derechos fundamentales de la persona humana un
carter universal, cualesquiera que sean las razas, pueblos, culturas o ocas histicas. Todo hombre, por el simple hecho de serio, tiene
derecho a la dignidad de su naturaleza y, consiguientemente, a que todos los individuos y sociedades le respeten los derechos
fundamentales.
A este respecto dice Juan XXIII-.
Ninguna poca podrborrar la unidad social de los hombres, puesto que consta de individuos que poseen con igual derecho una misma
dignidad natural. Por esta causa, sernecesario, por imperativos de la misma naturaleza, atender debidamente al bien universal, es decir,
al que afecta a toda la familia humana (Juan XXIII, Pacem in Terris, 132, CE 2557, OGM 246).
Consiguientemente, todos los poderes pblicos y los organismos internacionales
han de atender principalmente a que los derechos de la persona humana se reconozcan, se tengan en el debido honor, se conserven
incumes y se aumenten en realidad (Ibid, 139, CE 2558, OGM 248).
Los derechos del hombre son universales (cfr Gaudium et Spes, n. 26). De ahque
toda forma de discriminaci en los derechos fundamentales de la persona, ya sea social o cultural, por motivos de sexo, raza, color,
condici social, lengua o religi, debe ser vencida y eliminada, por ser contraria al plan divino (Ibid, n. 29).
h) Est jerarquizados
Aunque los derechos fundamentales tienen su asiento en la naturaleza humana en cuanto tal, es decir, en la realidad existencias de
haber sido creada por Dios, redimida por Jesucristo y llamada a la intimidad divina, ello no quiere decir que todos los derechos tengan la
misma categor o relevancia. Al contrario, unos tienen prioridad sobre otros, ya sea por el distinto valor de su contenido, ya lo sea por las
circunstancias del individuo, de la sociedad en la que vive e, incluso, por la conciencia colectiva que sobre algunos de ellos pueda darse
en las distintas ocas histicas.
As por ejemplo, es evidente que el derecho a la propia existencia estpor encima del derecho a la integridad corporal, porque la vida
tiene m valor que una parte del cuerpo. Asimismo, el derecho a la integridad corporal tiene m importancia que el derecho que protege lo
que hoy suele entenderse por una vida verdaderamente humana, en la que entran una variedad de factores muy diversos, algunos de
los cuales no siempre pueden llevarse a cabo; pisese, por ejemplo, en la pavimentaci de las calles, en el telono y en las seguridades
juricas.
En cuanto al valor del contenido de los derechos, el cristiano sabe que su fe es el valor m grande con el que ha sido dotado por Dios. La
historia de los mtires expresa de modo elocuente co es sabio perder la vida humana para no lesionar los derechos de Dios y para no
arriesgar la salvaci propia. Cristo nos ense a jerarquizar los valores de nuestra vida:
Os digo a vosotros, amigos ms: No tems a los que matan el cuerpo, y despu de esto no pueden hacer m. Os mostrara qui debs temer:
temed a Aquel que, despu de matar, tiene poder para arrojar a la gehenna s os repito: temed a e ... Yo os digo: Por todo el que se
declare por mante los hombres, tambi el Hijo del hombre se declararpor ante los geles de Dios.
Pero el que me niegue delante de los hombres, sernegado delante de los geles de Dios(Le 12, 4-5, 8-9)
i) Deben enfocarse con sentido teolico
De las consideraciones anteriores filmente se deduce la importancia de enfocar el estudio y el planteamiento de los derechos del hombre
en sentido teolico, puesto que
no hay ley humana que pueda garantizar la dignidad personal y la libertad del hombre con la seguridad que comunica el Evangelio de
Cristo, confiado a la Iglesia. El Evangelio anuncia y pro clama:
-la libertad de los hijos de Dios;
-rechaza todas las esclavitudes (cfr Rom 8, 14-17), que derivan, en ltima instancia, del pecado;
-respeta santamente la dignidad de la conciencia y -su libre decisi;
-advierte sin cesar que todo talento humano debe redundar en servicio de Dios y en bien de la humanidad;
-encomienda, finalmente, a todos a la caridad de todos (cfr Mt 22, 39)...
La Iglesia, pues, en virtud del Evangelio que se le ha confiado, proclama los derechos del hombre y reconoce y estima en mucho el
dinamismo de la oca actual, que estpromoviendo por todas partes tales derechos. Deb sin embargo, lograrse que este movimiento
quede imbuido del espitu evangico y garantizado frente a cualquier apariencia de falsa autonom. Acecha, en efecto, la tentaci de juzgar
que nuestros derechos personales solamente son salvados en su plenitud cuando nos vemos libres de toda norma divina. Por ese
camino, la dignidad humana no se salva; por el contrario, pere.ce (Gaudium et Spes, n. 41, efr P XI, Divini Redemptoris, 21 y 30, CE 159
y 162, DP-11 682 y 687, P XII, rm 24XII-1942, CE 347ss, DP-11 840ss).
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