ejercito de chile: encontrando un camino

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EJERCITO DE CHILE: ENCONTRANDO UN CAMINO1
Histórico cambio de mando
En el año 1998, mientras el mundo entero conocía los detalles de la relación
extramarital del ex presidente estadounidense Bill Clinton con Mónica Lewinsky,
se sorprendía con la visita del Papa Juan Pablo II a Cuba y enfrentaba los coletazos
de la llamada crisis asiática, los chilenos eran testigos expectantes de la entrega de
la Comandancia en Jefe del Ejército que el General Augusto Pinochet Ugarte hacía
luego de casi 25 años al frente de su institución.
“Misión
cumplida‖ expresaba Pinochet frente a más de seis mil personas que
participaron en la ceremonia de cambio de mando, que por los siguientes cuatro
años pasaría a ser asumido por el Mayor General Ricardo Izurieta. Este traspaso
del mando significaba para muchos el fin de una etapa que había comenzado el 11
de septiembre de 1973 cuando las Fuerzas Armadas, encabezadas por Pinochet,
derrocaban mediante un golpe de estado al Gobierno de la Unidad Popular de
Salvador Allende.
No exento de problemas ni polémica, Pinochet asumía la primera senaduría
vitalicia en Chile al día siguiente de dejar la Comandancia en Jefe. Sus opositores
intentaron trabar su llegada al Congreso presentando una acusación constitucional
en su contra. Sin embargo el reconocido ingenio político y estratega de Pinochet lo
ayudó a sortear estas manifestaciones, tanto dentro como fuera del Senado. Así,
recién jurado senador y correspondiéndole acercarse al estrado para votar por el
nuevo Presidente de la Cámara Alta, estrechó la mano del futuro elegido. La
certera devolución de dicho gesto por parte de Andrés Zaldívar, prestigiado
parlamentario democratacristiano, fue entendido por muchos como una
legitimación de su presencia en el hemiciclo.
La sagacidad que mostraba Pinochet, sin embargo, abría espacios de desconfianza
hacia su plan de modernización del Ejército, que comenzó a ser delineado a
principios de los ’90 y que más tarde se conocería como ―Plan Alcázar‖. El
Gobierno y la Concertación veían este plan como un ―amarre‖ de Pinochet hacia
las autoridades políticas del país, una nueva forma de influir en el Ejército después
de haber salido de él, tal y como lo habría hecho con la Constitución de 1980 y los
1
Este caso fue preparado por el profesor Juan Carlos Eichholz, director del Centro de Liderazgo
Estratégico de la Universidad Adolfo Ibáñez, con la colaboración de los investigadores Sylvana
Palomino y Manuel José Pau. La información utilizada proviene de antecedentes públicos y de
múltiples entrevistas a personas involucradas en los eventos. Su objetivo es servir como material
académico para su análisis y discusión en clases. Derechos reservados, 2007.
1
mecanismos institucionales que habría establecido para perpetuar su gobierno.
Sin embargo, algunos analistas consideraban este plan un intento serio,
profesional, necesario y despolitizado de adaptación de la institución hacia los
nuevos tiempos que vendrían. Hay quienes incluso veían que, por primera vez en
muchos años, Pinochet centraba sus esfuerzos en labores propias del mando y de
las funciones que constitucionalmente le correspondían. De hecho, esto se ve
corroborado al comparar las líneas principales del proyecto elaborado por Pinochet
y el capítulo dedicado a Defensa del Programa de Gobierno presentado por la
Concertación de Partidos por la Democracia en el año 19892.
La fortaleza arábica
Una vez desligado de sus obligaciones de gobierno, en 19903, Pinochet no se abocó
de inmediato a sus funciones estrictamente militares, sino que debió conciliar esta
labor con su preocupación por la contingencia y el proceso de transición a la
democracia. En este contexto, quedarían en el registro histórico nacional
situaciones que recordaban la influencia y el poder del ex dictador dentro del país:
la investigación del llamado caso ―pinocheques‖ —un pago hecho por el Ejército a
un hijo del General por un monto de 971 millones de pesos— que fue obstruida
por ―los ejercicios de enlace‖ de 1990 y por el ―boinazo‖ de 1993, en que tropas del
Ejército circularon por las calles de Santiago en traje de combate, siendo
interpretado como un amedrentamiento por parte del gobierno de Patricio Aylwin.
Ya en el gobierno de Frei, tuvo lugar el llamado ―telefonazo‖, en el que Pinochet se
habría comunicado con el Ministro de Defensa, Edmundo Pérez Yoma, para
decirle, según versiones de prensa, “que no podría sujetar a su gente si un General de la
República iba preso”, en referencia a la confirmación que hizo la Corte Suprema en
1995 de la condena a Manuel Contreras por el asesinato del ex Canciller Orlando
Letelier4.
No había sido fácil para el Gobierno sostener el equilibrio, particularmente desde
marzo de 1991, cuando se dio a conocer el ―Informe Rettig‖ y se terminó de
destapar el tema más complejo de la relación cívico-militar: las violaciones a los
derechos humanos durante el gobierno militar. Por eso es que resultó un respiro
para el gobierno de Aylwin la clase magistral dictada por Augusto Pinochet el 21
de agosto de 1992, titulada ―Ejército de Chile: Trayectoria y Futuro‖.
Ver anexo 1.
Pinochet se mantuvo como Comandante en Jefe del Ejército luego de haber dejado el gobierno en
manos de Patricio Aylwin en marzo de ese año, tras perder el Plebiscito de 1988 que consultaba por
su permanencia en el poder.
4
Diario ―La Nación Domingo‖, 23 de abril de 2006.
2
3
2
Con ocasión del inicio de las festividades del mes del Ejército, el Comandante en
Jefe exponía en dicha oportunidad, y por primera vez, su visión sobre la necesidad
de la institución castrense de "conformar una fuerza militar adecuada a los tiempos”5.
De dicho texto se desprende lo que Pinochet entendía por modernizar al Ejército,
lo que muy bien resume el ex director de la Academia de Guerra, Jaime García: ―En
primer lugar, se trata de estructurar una fuerza militar profesional, racionalizada,
tecnologizada y eficiente. En segundo lugar, eminentemente disuasiva. En tercer lugar,
participativa del quehacer nacional y sintonizada con los valores democráticos. En cuarto
lugar, capaz de integrarse sin complejos con la sociedad.‖6
Sobre estos cuatro ejes circulaba el plan de modernización que iniciaba el Ejército,
que se desarrollaría hasta el Bicentenario de la República, en el año 2010, y que
pretendía ―servir de guía a los oficiales de los Estados Mayores destinados al trabajo de
apreciación que debe hacerse antes de llevar a la práctica el plan”7.
No fue sino hasta 1994 cuando el plan tomó el nombre de ―Alcázar‖, en alusión a
las fortalezas arábicas, para simbolizar en el Ejército de Chile a un fuerte de la
nación.
El plan era integral. Vislumbraba una exhaustiva revisión de toda la institución:
definir el rol que le correspondería a la industria militar, profundizar las relaciones
con otros ejércitos, establecer revisiones al sistema de salud y al polémico sistema
presupuestario y de adquisiciones, definir el rol de la mujer y de la conscripción,
profesionalizar el rol de los soldados, etc. No era una reforma pequeña, y
necesitaba apoyarse en nuevas estructuras y maneras de pensar dentro del Ejército.
Por eso, estos cambios implicaban afinar el sistema de gestión y de recursos
humanos, precisar actividades y verificar cargos, adecuar la organización
territorial y la estructura institucional, implementar y adquirir nuevas tecnologías
que permitieran todo esto, y ―perfeccionar a nuestra gente en el ámbito extra
institucional, tanto en los centros de enseñanza de educación superior como en el nivel
técnico-profesional‖8 siguiendo la tradición histórica que ha tenido el Ejército en
materia de intercambio y relaciones con otros ejércitos e instituciones.
Siendo consciente del estado de las relaciones cívico-militares existentes en ese
momento, Pinochet no sólo planteaba una reforma interna a la institución
castrense, sino que también buscaba mejorar y profundizar las relaciones con el
mundo civil, volver a generar confianzas y así conseguir el necesario apoyo que
involucraba la modernización que planteaba.
5
6
7
8
Clase magistral ―Ejército de Chile: Trayectoria y futuro‖.
García, Jaime. La modernización militar FASOC, Año 14, Nº11, enero-marzo, 1999.
Clase magistral ―Ejército de Chile: Trayectoria y futuro‖.
Op.Cit.
3
Estas orientaciones se traducirían en un hecho de insospechados alcances para la
evolución futura de la institución. Hubo un grupo importante de oficiales que
fueron enviados a estudiar a universidades, nacionales y extranjeras, como una
manera de acercar los lazos con la sociedad y principalmente para traer al Ejército
nuevas ideas y pensamientos. De esta manera, oficiales que después ocuparían
altos cargos dentro del Ejército, como Juan Emilio Cheyre, Juan Carlos Salgado,
Francisco Javier Urbina y Oscar Izurieta, entre otros, tuvieron la oportunidad de
conocer con perspectiva universitaria lo que sucedía en distintas materias.
La abogada de derechos humanos, Pamela Pereira, quien trabajó con estos
uniformados en distintas instancias de cooperación cívico-militar, plantea que fue
este hecho el que ―modificó (en dichos militares) su forma de ver al mundo. No hay
persona que pase por la Universidad y no le cambie la cabeza…”. La nueva manera de
ver la sociedad fue clave para el desarrollo de la institución, ya que estos oficiales
influyeron intelectualmente de manera muy potente en el Alto Mando, llegando a
configurar las principales líneas de la modernización y de la política que tendría el
Ejército en materia de derechos humanos, que había sido omitida por Pinochet en
el lanzamiento del plan.
Ricardo Izurieta9: Tiempos de cambio
Después de 25 años sin un cambio de mando en el Ejército, la ceremonia del 10 de
marzo de 1998 se convertía, tal como lo había sido el traspaso del mando
presidencial de 1990, en un nuevo hito dentro del proceso de transición a la
democracia en Chile.
Quien asumiera la nueva Comandancia en Jefe del Ejército no sólo lidiaría con los
proyectos que dejaba lanzados Pinochet al interior de la institución, sino que
tendría que alejar al Ejército de la esfera política. Reflejando las expectativas que
los distintos sectores habían puesto en el sucesor del ex dictador, el diario El
Mercurio señalaba que ―su misión fundamental (la del nuevo Comandante en Jefe) será
redituar al Ejército en sus funciones básicas: la defensa del territorio y su colaboración
profesional para el desarrollo del país”10.
Todo el peso de esta elección recaería en el gobierno de Eduardo Frei Ruiz-Tagle.
Como la decisión no era fácil, en 1995, Edmundo Pérez Yoma, Ministro de Defensa
de la época, ya había iniciado los sigilosos movimientos para escoger al futuro
Comandante en Jefe.
Los nombres que encabezaban la lista de los reemplazantes al cargo eran el del
9
Ver anexo 2.
Diario ―El Mercurio‖, Cuerpo de Reportajes. Domingo 8 de marzo de 1998.
10
4
Vicecomandante en Jefe de ese entonces, el General Guillermo Garín, y el del
Mayor Ricardo Izurieta, quien, aunque se encontraba sólo en el séptimo lugar del
escalafón por antigüedad, alcanzaría sorpresivamente un cupo dentro de la quina
que le permitiría ser elegible para el cargo.
Pérez Yoma conoció en 1995 a Izurieta —quien desempeñaba labores como
agregado militar— en su primer viaje oficial como Ministro a Estados Unidos.
Aunque Pérez ya contaba con algunos antecedentes, quedó sorprendido de la
tranquilidad y claridad en las ideas del futuro Comandante. Tiempo después, y
como una forma de pavimentar su llegada a la Comandancia en Jefe, lo
convencería para que trabajara en el Estado Mayor de la Defensa Nacional, en uno
de los cuatro cargos del Ejército que dependen exclusivamente del Secretario de
Estado y que salen de la línea de mando del Ejército.
Cuando el 30 de octubre de 1997 el Cuerpo de Generales se reunió en Lo Curro
para un extenso encuentro con el General Augusto Pinochet, nada hacía prever que
ese mismo día se conocería el nombre de su sucesor.
La agenda sólo contemplaba asignar a cada general el mando para el año siguiente
y hacer las evaluaciones de rendimiento de los subalternos que correspondía hacer
al Alto Mando. Un sorpresivo llamado del Ministerio de Defensa ausentó a
Pinochet durante el almuerzo, quien a su regreso comentó a los generales que el
Gobierno le había entregado el nombre del futuro titular del Ejército.
Ni Izurieta ni los demás generales presentes imaginaron que el nombre del nuevo
Comandante en Jefe sería el suyo, pese a que Izurieta ya formaba parte de la quina
de la cual se elegiría al nuevo Comandante en Jefe.
Después del postre, Pinochet leyó escuetamente el nombre del designado, se
levantó y abandonó la sala, dejando a los presentes en medio de la confusión.
Mientras unos quedaron en silencio, otros se dieron vuelta para saludar a Izurieta.
En tanto, éste se mostraba completamente sorprendido, pese a que,
posteriormente, trascendió que el Ministro de Defensa lo había citado un par de
días antes para informarle su designación.
Ricardo Izurieta Caffarena tenía 54 años al momento de asumir y era poseedor de
una gran fortuna familiar. Se le reconocía cierta independencia ideológica y un
bajo perfil, no estaba vinculado con asuntos de derechos humanos y, salvo haber
sido Subsecretario de Guerra en 1989, tampoco había desempeñado cargos
políticos durante el gobierno militar. Izurieta, aún siendo cercano a Pinochet, era
un nombre totalmente nuevo.
Su gestión comenzaba con breves declaraciones al término de la ceremonia del
5
cambio de mando, a través de las cuales pretendía marcar lo que serían los
lineamientos de sus años en la Comandancia en Jefe: "El Ejército es una institución
permanente de la República, que pertenece a la sociedad chilena, y ésta nos entrega la
misión que tenemos que cumplir". Junto con lo anterior, dejaba en claro cuál sería su
quehacer inmediato y futuro: "Conocer bien mi institución y hacerla cumplir las
misiones que nos exige la Constitución de la República". Las circunstancias harían que
la historia nos relatara algo distinto.
Izurieta rápidamente tuvo que adaptarse a los requerimientos que su nuevo cargo
le exigía. Esta situación fue la que probablemente lo motivó a comenzar su trabajo
con visitas a los regimientos más alejados de la capital con la idea de empaparse de
la realidad que vivían. Más tarde, combinaría estas visitas con una labor
informativa sobre el estado de avances de los distintos proyectos que estaba
llevando adelante la institución bajo el paraguas del Plan Alcázar.
El proyecto que generaba mayor interés en Izurieta era la reestructuración del
sistema docente institucional, que apuntaba a una formación permanente de los
oficiales, buscando generar un cambio cultural y de mentalidad, centrado en la
persona, estimulando un perfeccionamiento constante a través de estudios
complementarios que satisficieran las necesidades institucionales. Así, redujo en
un 10 por ciento el número de generales, ya que cada oficial asumía la misión para
la cual estaba más preparado y no la que podía corresponderle por grado,
antigüedad o costumbre.
Puso término a la Vicecomandancia en Jefe y al Comité Asesor del Comandante en
Jefe, decidido a cortar los lazos que ataban al Ejército con el mundo político. Dio un
giro al Centro de Estudios e Investigaciones Militares y devolvió a su rol natural al
Estado Mayor del Ejército, el que continuó como asesor del Comandante en Jefe,
pero exclusivamente en el ámbito militar. Desaparecieron los generales con
―muñeca política‖ y todos fueron llamados a mantener los canales oficiales a través
del Ministerio de Defensa y la Comandancia en Jefe. Con esto también cerró la
puerta a los civiles que ofrecían asesorías al Ejército, es decir, terminó con los
asesores privados.
También fue muy riguroso con los llamados a retiro, y varios generales vinculados
a Pinochet salieron en noviembre de 1998 y en abril de 1999. En materia de
ascensos y destinaciones, Izurieta fue muy estricto con los requisitos de puntaje
para evitar favoritismos. Así, pudo impulsar al interior del Ejército reformas
administrativas —cerrando o fusionando regimientos y reparticiones para reducir
costos operativos—, de educación y de salud, lo que implicaba un estricto
ordenamiento de las finanzas de la institución, que se encontraban con un alto
grado de endeudamiento. En definitiva, intentó conducir al Ejército hacia lo
6
estrictamente profesional, poniendo en marcha las bases sentadas por Pinochet.
La prueba de fuego: Pinochet en Londres
Mientras Izurieta navegaba por la profesionalización y la resistencia interna, a sólo
siete meses de asumido el mando su gestión se vería irremediablemente marcada
por el arresto del General Pinochet en Londres y su prolongada detención de 503
días. Así, pese a sus intenciones de mantenerse al margen de la contingencia, estos
hechos lo llevarían inevitablemente al primer plano. Con ello, los normales afanes
de desligarse de la sombra de Pinochet para perfilar su propio estilo terminaron
trastornando su cronograma de trabajo.
Pese a las acusaciones en temas de derechos humanos que existían en contra de
Pinochet en el extranjero, en septiembre de 1998 viaja a Londres para operarse una
hernia en la columna. Una vez allá, el juez español Baltasar Garzón extendió una
orden de captura internacional en su contra. Al día siguiente, el ex comandante en
Jefe era notificado, aún convaleciente, de su arresto en la London Clinic.
En Chile, una parte de las miradas se posó en el accionar del Gobierno del
Presidente Eduardo Frei, quien exigió a España que se respetara la legalidad
nacional y se autorizara el retorno de Pinochet al país. Pero el resto de las miradas
se fijó en el recién asumido Comandante en Jefe. Mientras el Gobierno quedó
satisfecho por su tranquilidad y criterio, el sector en retiro fue mucho más crítico
de su accionar, exigiendo movilizaciones inmediatas y llegando algunos incluso a
sugerir un rescate con soldados de elite en Londres.
Tanto el Gobierno como la institución castrense coincidieron en que las
circunstancias que rodeaban a la situación del General Pinochet en Londres
constituían un hecho insólito e inaceptable para el país. Si bien Izurieta expresó
abiertamente su apoyo y solidaridad a Pinochet, también manifestó que las
medidas que adoptaría el Ejército serían a través de los canales oficiales,
recurriendo a todos los medios diplomáticos y jurídicos que fueran necesarios. Esta
actitud, a ojos de los generales en retiro, significaba una clara señal de
subordinación del Comandante en Jefe a las decisiones presidenciales.
Para Pamela Pereira, abogada de derechos humanos, la detención de Pinochet en
Londres fue el hito fundamental para entender todo lo que pasaría después,
porque sin esa detención no habría sido posible la Mesa de Diálogo, ―porque para
quienes estamos en el mundo de los derechos humanos entendemos que se puede conversar
cuando existen condiciones objetivas para hacerlo y esas condiciones se daban en la medida
en que estuviéramos en el punto más bajo de la fuerza expresada en la adhesión ciudadana
al Ejército”.
7
Después de un año y fracción, el 2 de marzo de 2000, Jack Straw, ministro de
Relaciones Exteriores de Inglaterra, decidió liberar a Pinochet por razones
humanitarias. Veinticuatro horas después, Pinochet aterrizaba en Pudahuel, donde
lo esperaba Ricardo Izurieta. Al pisar la losa del aeropuerto, se levantó de su silla
de ruedas, caminó y saludó con el bastón en alto a sus partidarios. Ese gesto
representaría, para algunos, una burla a la justicia, y, para otros, el retorno triunfal
de un patriota.
También lo esperaba, aunque lejos del aeropuerto, el juez chileno Juan Guzmán
Tapia, quien ya había iniciado el primer proceso de desafuero en Chile en contra
del ex dictador, por considerar que existían pruebas suficientes para procesarlo por
la operación Caravana de la Muerte.
El diálogo
Si bien la detención de Augusto Pinochet en Londres forjaba uno de los momentos
más tensos y difíciles en la transición chilena a la democracia, existiendo masivas
protestas en las calles, apedreamientos a las embajadas española e inglesa, e,
incluso, la orden de un alcalde de no retirar la basura a una de ellas a modo de
protesta, unos cuantos pudieron ver en este hecho una oportunidad para enfrentar
a la sociedad de una vez por todas con el postergado tema de los derechos
humanos.
En este contexto se iniciaban las conversaciones para establecer una ―Mesa de
Diálogo sobre derechos humanos” que, coincidencia o no, debutaba el mismo día en
que Pinochet había lanzado las primeras líneas del Plan Alcázar en 1992, también
el 21 de agosto, pero esta vez de 1999.
Todos los sectores coinciden en que la detención de Pinochet en Londres fue el
factor clave que permitió el establecimiento de la mesa. Para los afectados por las
violaciones a los derechos humanos significaba un gran avance, y consideraban
necesario que las Fuerzas Armadas finalmente reconocieran esos hechos cometidos
durante la dictadura. Para los militares fue claro en ese momento que no podían
continuar con sus labores propias y mantener la esencia de la institución mientras
no solucionaran este problema: necesitaban dar un término real a la transición.
En este contexto era necesario lograr encontrar dichas visiones, acercar las
posiciones y generar las confianzas que permitieran a ambas partes lograr sus
objetivos. ―Y esa conducción, más que provenir del mundo militar, tenía que venir del
mundo civil, porque el mundo militar estaba descalificado. La sociedad civil no le creía al
mundo militar”, declara el ex Subsecretario de Carabineros y coordinador de la
8
Mesa de Diálogo, Luciano Foullioux11. Por esto resultaba clave la intervención de
Edmundo Pérez Yoma, quien ya había logrado, con gran maestría, el primer
acercamiento entre el mundo militar y el mundo civil desde el retorno a la
democracia en 1994, cuyo fruto fue ―El Libro de la Defensa Nacional‖.
Transparentar las políticas de defensa hacia el mundo y acercar esta materia a los
ciudadanos eran los objetivos con los que el Presidente Frei justificaba la iniciativa
en su primer discurso presidencial del 21 de mayo, en 1994. Pero además, en
palabras de Germán Concha12, participante de la comisión que preparó el libro,
tenía un objetivo velado de ―demostrar que se puede hablar de defensa sin estar hablando
de derechos humanos y de Pinochet” y, por eso, agrega que lo interesante del libro no
era su contenido, ―lo interesante era lograr que se hiciera el libro sin que nadie se parara
de la mesa o saliera golpeando una puerta.”
Finalmente, el primer Libro de la Defensa Nacional veía la luz en 1997 y fue un
antecedente que permitió acercar posiciones. Con la Mesa de Diálogo el desafío era
aún mayor, ―había que buscar una forma ingeniosa, audaz y contundente que diera una
señal política muy potente, a modo de ir legitimando el camino de reinserción, pero a la vez
también a modo de ir preparando al país para los procesos más abiertos y transparentes de
justicia y verdad que siempre parecen muy traumáticos”, dice Foullioux.
Vencer las resistencias para sentar a todos los actores a conversar sólo fue posible
gracias a la experiencia y habilidad política de Pérez Yoma. Junto con su equipo,
fueron buscando la fórmula que asegurara la confianza y tranquilidad de quienes
participarían. ―El diseño que nos dimos fue el de generar una instancia en donde
estuvieran presentes las Fuerzas Armadas, el mundo de derechos humanos, fuerzas morales
y sociedad civil. Teniendo claros los referentes, teníamos que salir a buscar a las personas
que fueran lo más representativo posible de los referentes. En el caso de las Fuerzas
Armadas, que son estatutarias, había que entrar al proceso de seducción y convencimiento,
lograr que se sentaran.”, señala Foullioux.
Enlazando manos y visiones
El Ejército había designado como su representante en la Mesa de Diálogo al
Luciano Fouillioux Fernández es abogado, y en su rol de Subsecretario de Carabineros participó
e integró la Mesa de Diálogo. Trabajó en la Vicaría de la Solidaridad y dirigió el Programa de Derechos Humanos durante el gobierno de Ricardo Lagos Escobar. Se le atribuye parte de la iniciativa
en la Mesa de Diálogo y la proposición a La Moneda de las reparaciones económicas y sociales a los
familiares de las víctimas de violaciones de los DD.HH.
12
Germán Concha Zavala es abogado de la Universidad Católica de Chile y Magíster de la Academia de Guerra en Ciencias Militares con mención en Política de Defensa. Además, es profesor de
Derecho Constitucional en la Universidad Católica de Chile.
11
9
General Juan Carlos Salgado, cuyo proceso de designación no parecía haber sido
dejado al azar. Hombre cercano a Izurieta, tenía una historia personal de la que
nunca se enteraron sus compañeros: su hermano Mario había sido detenido por la
Armada en el buque de guerra Maipú en 1973 por su cercanía con el MIR, siendo
golpeado por los uniformados, según publicaría años más tarde la revista Qué
Pasa13.
El proceso de convocatoria y las demás designaciones no fueron fáciles. Así, por
ejemplo, ―las agrupaciones de derechos humanos estuvieron dudosas. A ratos veían
posibilidades, a ratos no las veían, y finalmente resolvieron no subirse a la Mesa,
fundamentalmente por una decisión política del Partido Comunista. Ellos tomaron una
posición de oscurismo”. O dentro de las fuerzas morales, ―la Iglesia Católica era la más
dudosa… no quería perder el liderazgo en estas materias. Fue la última, pero también se
subió.” Pero, por otro lado, porque esto era algo importante y ―porque estas cosas
tampoco se pueden mantener ocultas, aparecieron voluntarios a ser convocados…”
recuerdan los coordinadores de la mesa.
Pero las dificultades no se extendían sólo a convencer a los distintos estamentos
involucrados. Dentro del mismo Gobierno no existía plena convicción en la
iniciativa, pues la imagen de Frei ya estaba deteriorada por su opción por defender
a Pinochet tras su detención y los alcances de la crisis asiática. Por lo tanto, un
fracaso en la Mesa significaría en la práctica una nueva derrota política para el
Presidente. Así, los encargados de la iniciativa contaban con una velada oposición
a la Mesa dentro del propio Gobierno y un Presidente que en la práctica nunca se
pronunció.
La estructura de la Mesa era simple pero arriesgada. Representantes de los
distintos sectores convocados se sentarían a conversar sin una agenda previa, la
bitácora del encuentro se iría construyendo con los aportes que cada uno de los
involucrados fuera realizando, hecho que la clase política consideraba una idea
disparatada.
Esto se veía refrendado por las distintas aspiraciones con que los integrantes
llegaron a discutir. Mientras el Gobierno pretendía encontrar una solución al tema
de los detenidos desaparecidos y acercar el mundo civil al militar, los abogados de
derechos humanos, simbólicamente representados por la abogada Pamela Pereira,
tenían objetivos mucho más ambiciosos. Considerando al Ejército una institución
de todos los chilenos, no querían seguir ―regalándole a la dictadura su pertenencia”, y
por eso buscaban un reconocimiento institucional expreso de la violación a los
derechos humanos como una práctica de Estado y, por sobre todo, convencer a la
sociedad de que el ―drama de los detenidos desaparecidos se soluciona en los tribunales”.
13
―El secreto mejor guardado‖, Breves, Revista Qué Pasa, 31 de diciembre de 2005.
10
El Ejército, por su parte, estaba en una posición tremendamente complicada. Por
un lado, tenían al General Pinochet arrestado en Londres y a la ―familia militar‖
fielmente apegada a su persona y obra, y, por otro, veían poco apoyo popular,
miembros de sus filas procesados y un alejamiento considerable de su
participación en el quehacer nacional. Por esto buscaban una visión integradora en
la Mesa, intentando el acercamiento a la sociedad civil y la solución del tema de los
derechos humanos, para lo que proponían una ley de punto final y el
reconocimiento por parte de sus opositores del contexto histórico en que se
produjo el Pronunciamiento Militar que derrocó a Allende en 1973.
La primera sesión fue de carácter protocolar. Más allá de un breve intercambio de
percepciones respecto de las distintas sensibilidades presentes, no se abordaron
inmediatamente los temas para los cuales fue convocada y, a pesar de las
declaraciones de buena voluntad ante la prensa, hubo un momento de alta tensión
cuando la abogada Pamela Pereira se negó a estrechar la mano de los oficiales
uniformados. Ante la perplejidad de los representantes de las Fuerzas Armadas y
de todos los presentes, la abogada se excusaba de dar la mano a los militares
explicando que su padre se encontraba desaparecido ―por creer en la palabra de un
militar que lo fue a buscar y nunca más volvió, por lo que no creo en el honor militar”. Más
tarde, la abogada relataría que este hecho dio paso a un compromiso tácito con los
militares ―en que quedó claro que si esta cuestión (la mesa de diálogo) tenía resultados, nos
daríamos la mano; si no, no.”
Los problemas no terminaron ahí. Si bien la Mesa tuvo una metodología de
registro de actas de cada una de las reuniones, constituyéndose un régimen de
semi-publicidad, el compromiso era que se sesionaría reservadamente hasta el fin
del diálogo; sin embargo, ese compromiso no siempre se respetó. Luego de las
reuniones, más de algún integrante comentaba con la prensa sus impresiones,
especialmente el mundo de derechos humanos, lo que producía un desequilibrio
que generaba ciertos roces, puesto que las Fuerzas Armadas, por su modo de
funcionamiento, no tenían la posibilidad de hacer lo mismo.
A principios del año 2000 ya se habían debatido las principales posturas y se
habían establecido algunos consensos respecto del contexto histórico en que se
habían producido las violaciones de los derechos humanos. Entre ellas, la condena
a éstos y la forma en que se podría recopilar información respecto al paradero de
los desaparecidos durante el Gobierno Militar. La Mesa de Diálogo gozaba de
buena salud y credibilidad dentro del país. Sin embargo, debería sortear un último
obstáculo antes de revelar sus resultados.
Un par de días antes que los integrantes lograran obtener el acuerdo final, Pinochet
regresaba al país en medio de los vítores de sus partidarios y el repudio de sus
11
detractores. Esta conflictiva situación impediría que se lograra un acuerdo en ese
momento, generando su minuto más difícil, que llevó incluso a pensar que esta
iniciativa fracasaría. Lo concreto era que la Mesa se suspendería por cerca de un
mes, a la espera que las aguas se calmaran y que asumiera el nuevo Gobierno.
Una vez instalado el Gobierno de Ricardo Lagos, Mario Fernández, el nuevo
ministro de Defensa, reinició los contactos para revivir la iniciativa. Sin embargo,
se reconoce que fue Edmundo Pérez Yoma quien, gracias a su carisma y la
credibilidad y confianza que había logrado dentro de la Mesa, logró salvar la
iniciativa. Su trabajo estuvo centrado en limar las asperezas que produjo el
mediático regreso del ex senador vitalicio. Una vez recobradas las confianzas, se
pulirían los acuerdos obtenidos, los que finalmente se darían a conocer el 13 de
junio de 2000, cuando se suscribió el acuerdo.
La ―Declaración de la Mesa de Diálogo sobre Derechos Humanos"14 contiene, en
cinco carillas, el acuerdo que expresa la condena unánime de los participantes a las
violaciones a los derechos humanos, el reconocimiento del contexto histórico que
produjeron dichas violaciones, el reconocimiento de la necesidad de solucionar el
tema de los desaparecidos, la propuesta de ciertas fórmulas para recopilar
información y, por sobre todo, la idoneidad del Poder Judicial para solucionar el
tema. El acuerdo no hacía mención a la ley de punto final propuesta por las
Fuerzas Armadas, ni a un reconocimiento institucional expreso de las fuerzas
militares a las violaciones a los derechos humanos, como pretendían los abogados
de las víctimas.
Al finalizar la sesión en que se dieron a conocer los resultados de la Mesa, la
abogada Pamela Pereira y el representante del Ejército, General Juan Carlos
Salgado, protagonizaban una de las escenas más simbólicas del acuerdo obtenido.
En los momentos en que terminaba la ceremonia, ante la prensa, en medio de la
alegría por los resultados alcanzados, se encontraron los dos, y se estrecharon las
manos. ―Fue la imagen del acuerdo”, relata un testigo de ese encuentro que dio la
vuelta al mundo.
Juan Emilio Cheyre15: El elegido
Cumpliendo con la normativa, después de cuatro años ocupando al alto mando, el
General Ricardo Izurieta debía dejar el cargo. Quien lo sucediera debía estar
capacitado para poner en marcha la nueva orgánica administrativa y operativa de
la institución fijada por sus antecesores.
14
15
Ver anexo 3.
Ver anexo 1.
12
Cuando Izurieta ocupó la Comandancia en Jefe se concentró en dar el puntapié
inicial al proceso de modernización de la institución, el que había quedado
postergado dada la multiplicidad de funciones que cumplía antiguamente el
Comandante en Jefe del Ejército y la ya comentada detención de Pinochet.
Por otro lado, este nuevo cambio de mando no sólo significaría encaminar a la
institución en su proceso de profesionalización, sino que también generaría un
verdadero cambio generacional. Con la salida de Izurieta saldrían también gran
parte de los oficiales que estaban activos para el golpe militar del 11 de septiembre
de 1973.
Con gran trayectoria, logros profesionales y contactos académicos, el elegido fue el
General Juan Emilio Cheyre. Destacado por sobre sus pares de la misma
generación, a sus 53 años Cheyre dominaba dos idiomas y era experto en esgrima,
esquí, natación y paracaidismo militar. Fue director de la Academia de Guerra,
Comandante del Comando de Institutos Militares y Jefe del Estado Mayor del
Ejército. Estudió un magíster en Ciencia Política con mención en Relaciones
Internacionales en la Universidad Católica de Chile y fue candidato a doctor en
Ciencia Política en la Universidad Complutense en Madrid. Sin embargo, no sólo
su abultado currículo lo haría merecedor del cargo; también contaba con una
especial simpatía del Presidente Ricardo Lagos.
Todo pronosticaba que el período del nuevo Comandante en Jefe estaría marcado
por la profesionalización de las Fuerzas Armadas. De hecho, Cheyre reconoció que
su primera premisa sería que ―nada detuviera el proceso de modernización y
transformación del Ejército y que el pasado se convirtiera en un freno”. En los círculos
militares había gran esperanza en lo que sería su gestión. Ya se había superado,
aunque parcialmente, la detención de Pinochet en Londres, y se habían entregado
las conclusiones de la Mesa de Diálogo. A los ojos de la institución, el proceso de
transición en el Ejército parecía superado.
Al asumir su cargo, el 10 de marzo de 2002, Juan Emilio Cheyre reiteró el
compromiso de su institución para con la unidad del país y recalcó que ésta
continuaría trabajando para el reencuentro de la sociedad chilena. "Para el Ejército
es imperativo y también creo que lo es para el país, dar vuelta la página de los eventos del
pasado que aún nos dividen. Es necesario unirnos".
Entre los planes inmediatos de Cheyre estaba la adquisición de nuevos sistemas
mecanizados para sus unidades de ingenieros, nuevos blindados para la infantería
y unidades de artillería. Continuar con la reducción de regimientos, la
centralización de dependencias en el Campo Militar de la Reina —la que incluía la
construcción de un nuevo Hospital Militar y con ello la consolidación de la reforma
de salud del Ejército—y la racionalización del uso de recursos. Para él, más que la
13
modernización del Ejército lo que se estaba llevando a cabo era un proceso de
transformación, ―porque no nace del capricho del que transforma, sino que del fin de una
institución que lo requiere para seguir cumpliendo con su eficiencia y finalidad. Esto se
produce porque el entorno demanda al Ejército un cambio”.
La puesta en práctica del proceso de transformación del Ejército representaba un
proceso traumático para muchos de los que permanecían dentro de la institución,
implicaba un cambio cultural que no todos entendían y que por lo tanto no todos
estaban dispuestos a emprender. Cheyre, que conocía muy bien la mentalidad
militar, recorrió más de 1.400 horas en avión en cuatro años para comunicar el por
qué de este cambio, ya que la información que los comandantes de los regimientos
entregaban a la gente, a su juicio, no era suficiente. Se necesitaba un Ejército
diferente, y con eso no se refería sólo a reducción de batallones, sino que tenía que
ser un ejército doctrinario, que versa sobre el comportamiento ético de los
militares.
“Mi
objetivo final era que nadie fuera espectador del cambio, ‘a mí me interesa que usted se
suba al tren’, les decía. Y eso era necesario porque la gente quería descubrir cómo le iba
influir el cambio”, serían sus palabras para explicar su plan de acción y reconocería
que ―más que conciencia del cambio, lo que había en la gente era sospecha. La gente se
preguntaba: ‘Cuándo viene, cuándo viene…’. Ahí estaba el problema, junto con los
retirados y los viejos que son mucho más duros‖.
Dos perfiles para dos cargos
El mando del General Cheyre duraría todo el resto del período presidencial de
Ricardo Lagos, quien debía designar al sucesor de Cheyre días antes de dejar la
presidencia. Así, el cambio de mando en el Ejército se produciría el 10 de marzo de
2006, un día antes de que Michelle Bachelet --quien fuera vista por muchos como
un símbolo de las nuevas relaciones cívico-militares al ser nombrada Ministra de
Defensa del Gobierno de Lagos a pesar de su pasado socialista, de ser víctima de
violaciones a los DD.HH. e hija de un General de Aviación que murió recluido en
los primeros días del Gobierno Militar-- asumiera como la primera Presidenta de
Chile.
Quizás esta coincidencia en el período de los mandatos de Lagos y Cheyre fue la
que generó que, por lo menos a la luz pública, se vislumbrara una estrecha y
coordinada relación entre ellos. Relación inimaginable después del opaco trato que
en público se daban Frei e Izurieta, quienes aparentemente se preocupaban de
regirse por el protocolo y se notaban rígidos al momento de relacionarse, sobre
todo en lo que se refería a los temas que vinculaban al Ejército con la política y la
sociedad civil.
14
Otra diferencia está dada por la historia anterior de cada uno de los Comandantes.
Así, por ejemplo, cuando Cheyre asumió, ya contaba con la simpatía de Lagos, a
quien conoció en El Escorial en 1998, en un seminario sobre la transición chilena
que reunió en la misma mesa de debates a un selecto grupo de intelectuales
chilenos y españoles, a destacados representantes de la política chilena, y a
empresarios y militares nacionales.
En la ocasión dijo: "El gobierno de las Fuerzas Armadas nació con un claro sentido
'transicional', es decir, para producir el paso de una democracia autodestruida al de una
restaurada y fortalecida". Y agregó: "Como constante en esta dinámica, siempre estuvo
presente el propósito de alcanzar la recomposición democrática con miras a impedir la
recreación de una situación de vacío de poder e ingobernabilidad. La intervención de las
FF.AA. chilenas, en cuanto a instituciones, no responde, como se ha dicho, a un propósito
de permanencia en tareas del campo político; en una especie de institucionalización de un
militarismo. Ella da cuenta de la naturaleza de la crisis en la que se precipitó el país, la que
hizo ineludible su intervención como tales cuerpos armados, a fin de pacificar una
convivencia política y social profundamente erosionada y asegurar la supervivencia del
Estado, del cual forma parte".
Así, en el Hotel Victoria Palace del Escorial, que se convirtió en el escenario en el
que se daban los primeros pasos para que civiles y militares chilenos analizaran los
últimos 20 años de la historia de Chile, comenzó a gestarse una relación entre
Cheyre y Lagos que posteriormente sería muy criticada por el sector en retiro del
Ejército.
En tanto, muy distinto fue lo que ocurrió con Izurieta, cuya cercanía con el
Gobierno y su relación con el Presidente Frei estaba dada principalmente por
Edmundo Pérez. De hecho, algunos personeros del ambiente político aseguran que
Eduardo Frei delegó en Pérez Yoma su relación con el Comandante en Jefe,
obligándolos a trabajar juntos.
“Izurieta
es de una personalidad más retraída y con menos manejo comunicacional, a
diferencia de Cheyre, que es exactamente lo contrario. Sin duda Cheyre tuvo más brillo,
porque tiene un desarrollo intelectual más avanzado, tiene más fortalezas, pero además le
toca un mejor momento y un presidente más lúcido. Lagos y Cheyre se sentían llamados a
hacer esto. ‘Nacimos para esto viejo, estamos como señalados por la mano del Señor’.
Ambos tenían una personalidad tan fuerte, tan atrayente y estaban tan convencidos de que
la historia los había puesto en su justo lugar a los dos, que inevitablemente entre ellos había
una muy buena relación. En cambio, Frei e Izurieta, dos personalidades opacas, que
conversaban lo estrictamente necesario, no tenían el glamour que tenían estos otros dos. Es
como uno para cada uno”. Con estas palabras, la abogada Pamela Pereira retrata la
relación entre los Comandantes en Jefe y sus respectivos Presidentes, con quienes
le tocó trabajar muy estrechamente en iniciativas como la Mesa de Diálogo y en los
15
coletazos del Informe Valech.
Y a la luz de los hechos, Lagos no se equivocó al pensar que Cheyre sería capaz de
dar pasos históricos. Durante su gestión lanzó documentos señalando que el
Ejército no era heredero del régimen militar, pronunció su famoso ―nunca más‖ y
asumió la responsabilidad institucional por las violaciones a los derechos humanos
cometidos durante la dictadura. En cada uno de estos hechos, conversó el
contenido de los documentos con Lagos, generando sintonía con La Moneda.
”Nunca
más”
Aunque la mayoría aspiraba a que la nueva gestión se abocara casi específicamente
a los temas propios de la institución, Cheyre debería tomar una serie de
definiciones políticas. Entre ellas, la discusión de la inamovilidad de los
Comandantes en Jefe, algunas reformas constitucionales, los procesamientos de
Pinochet y las investigaciones por la obtención de su patrimonio personal en el
marco del llamado ―Caso Riggs‖, la discusión sobre el futuro de la Ley Reservada
del Cobre que Lagos encomendó analizar para optimizar el pago de los militares, y
las resoluciones del Informe sobre Torturas en el Régimen Militar, conocido como
Informe Valech16.
Cheyre se adelantó a todos estos hechos y, utilizando estratégicas intervenciones
públicas, removió el escenario político, social y militar de nuestro país. Así, cuando
recién se iniciaba en su segundo año en el alto mando, anticipándose a la
conmemoración de los 30 años del golpe militar, Cheyre hace público a través del
diario ―La Tercera‖ el documento llamado ―2003: Un desafío futuro”, en el que
analiza los hechos que dividieron al país, las violaciones a los derechos humanos y
los avances en cuanto a la transformación del Ejército. Del texto se extrajo que el
Comandante en Jefe quería evitar que el clima de los 30 años del 11 de septiembre
alterara los planes de transformación del Ejército y volvieran a vincularlo con el
pasado.
16
La Comisión Nacional sobre Prisión Política y Tortura – Informe Valech – fue creada como un
órgano asesor del Presidente de la República, mediante el DS 1.040 del Ministerio del Interior en
2003. Ella tuvo por objeto determinar, de acuerdo a los antecedentes que se presenten, quiénes son
las personas que sufrieron privación de libertad y torturas por razones políticas, por actos de agentes del Estado o de personas a su servicio, en el período comprendido entre el 11 de septiembre de
1973 y el 10 de marzo de 1990. La Comisión debía también proponer medidas de reparación al Presidente de la República, para las víctimas que identificara y elaborar un informe de todo ello.
La Comisión recibió testimonios a través de entrevistas personales en todo el territorio de la República, durante un período de seis meses, y en más de 40 países, donde las personas entregaron
sus testimonios por escrito. Fuente: www.comisiontortura.cl
16
Y sería a mediados de ese mismo año, cuando Juan Emilio Cheyre pasaría a la
historia de Chile al pronunciar su reconocido e inesperado ―nunca más‖. Esta
declaración constituía el segundo hecho pensado para abogar por una salida para
el tema de los derechos humanos en menos de seis meses. Mientras se encontraba
en la ciudad de Calama, en el curso de una visita al regimiento reforzado Topater,
el Comandante en Jefe haría ver que la institución estaba ―viviendo una gran
transformación. Estamos construyendo el Ejército del Siglo XXI. Junto a ello, hemos dado
pruebas que nuestro proceso se ha comprometido a nunca más violaciones a los derechos
humanos". Declaraciones tras las cuales subrayó que se refería "al nunca más una
clase política que fue incapaz de controlar la crisis que culminó en septiembre de 1973.
Nunca más a los sectores que nos incitaron y avalaron oficialmente nuestro actuar en la
crisis que provocaron. Nunca más excesos, crímenes, violencia y terrorismo. Nunca más un
sector ausente y espectador pasivo. En fin, nunca más una sociedad chilena dividida".
Las reacciones no se hicieron esperar. Al Presidente de la República, Ricardo
Lagos, lo llenó de satisfacción y orgullo que el Ejército de Chile señalara con
meridiana claridad que respecto de las violaciones a los derechos humanos nunca
y para nadie podrían tener justificación. Además, consideró sus declaraciones
como la consolidación del proceso de integración del Ejército al Chile democrático.
Los principales bloques políticos valoraron sus declaraciones como un aporte para
el proceso de reencuentro, mientras que un sector de los militares en retiro
repudiaron sus declaraciones afirmando que: ―Cheyre habla de victimarios, pero esos
victimarios somos todos los que controlamos la invasión marxista y la subversión”...
Calificativos como ―traidor‖ o ―vendepatria‖ son usuales en este sector, quienes
además critican el abandono en que dejó Cheyre a los militares en retiro
procesados en causas de derechos humanos, poniendo como ejemplo de su ―nivel
de deslealtad” el hecho que a la muerte de su suegro, el ex Vicecomandante del
Ejército General Carlos Forestier, quien también fuera procesado por estas mismas
causas, no haya asistido a su funeral aduciendo un viaje programado por Centro
América. Afirman también que las declaraciones del ―nunca más‖ fueron sólo una
estrategia comunicacional para potenciar su imagen, y así generar una carrera
política a futuro. Según ellos, se trataría de una declaración que no tuvo sustento
puesto que el mismo Cheyre se habría retractado la misma tarde que las emitió
frente a un grupo de Oficiales en la Escuela de Guerra.
Cheyre sentía la presión de los militares en retiro y algunas versiones señalan que
este sentimiento existía incluso al interior de las filas castrenses activas, pero que
por las circunstancias propias del mando y la jerarquía militar estas opiniones
nunca serían expresadas.
A tal punto llegó el rompimiento de relaciones entre los partidarios del General
Pinochet con el General Cheyre que en los días previos al deceso del ex
17
gobernante, el 10 de diciembre de 2006, y mientras éste permanecía en el Hospital
Militar de Santiago, el automóvil de Cheyre fue atacado mientras se retiraba del
recinto hospitalario con botellas y escupos, y le fueron lanzadas monedas por
fervientes pinochetistas que rechazaban la visita que el ex General hacía a su
antiguo Capitán General. Incluso, muchos especularon que su ausencia en los
funerales de Pinochet fue producto del temor a nuevos ataques y a la incomodidad
que su presencia podía producir en los familiares del difunto General. Sin
embargo, Cheyre se encargó de aclarar que su ausencia, coincidencia o no con las
circunstancias de la muerte de su suegro, se debía a un viaje planificado con
anterioridad en el marco de sus labores académicas.
En tanto, el mundo de derechos humanos reaccionaba de manera más cauta frente
a su ―nunca más‖. Para Pamela Pereira, las declaraciones de Cheyre no eran
suficientes y aprovechó el momento para hacer un llamado al resto de las Fuerzas
Armadas para que se sumaran a las declaraciones del General castrense. Además,
según ella y varios de los abogados que defendían estas causas, este ―nunca más‖
sólo se enmarcaba en esa lógica de procesos muy propia de los militares, era un
paso evidente al avance que había ido teniendo la institución. En su opinión, ―tiene
cierta amplificación de la prensa, más que algo que para mí haya resultado novedoso. Lo que
sí me llama la atención es la utilización de una frase que es propia de la izquierda”,
develando sus dudas en cuanto a que el ―nunca más‖ se trataría tan sólo de una
estrategia comunicacional.
Tanto en La Moneda como en el Ministerio de Defensa sabían previamente de las
declaraciones antes que éstas salieran a la luz pública y esto, porque tal como
reconoce Francisco Vidal, vocero de Gobierno en parte del período de Ricardo
Lagos, se produce una convergencia de intereses entre Cheyre y el Presidente. ―El
Gobierno de Lagos se estructuró en torno a tres ejes. Uno era libertad y república, el otro
crecimiento, y el tercero cohesión social. En el primer eje, caben muchas políticas públicas,
pero dentro de república estaba contemplado que las Fuerzas Armadas volvieran a ser de
todos los chilenos”. El objetivo de Lagos era despolitizar absolutamente a las Fuerzas
Armadas, entonces ―el Presidente tiene que haber tenido en mente eso cuando nombra a
Cheyre, por su historia y desde el punto de vista de su trayectoria, su cero vinculación con
el tema de los derechos humanos”.
Más tarde, el 5 de noviembre de 2004, adelantándose a la entrega del Informe
Valech, y luego del cierre del Batallón de Inteligencia del Ejército—al que Cheyre
adjudicó a algunos funcionarios severas violaciones a los derechos humanos— el
Ejército, a través de su Comandante en Jefe, volvería a dar un paso en el proceso de
reconciliación nacional. Publicó a través del mismo periódico en que había dado a
conocer sus anteriores declaraciones, un documento que llamó ―Ejército de Chile: El
fin de una Visión”. En él dejaba a un lado la tesis de los ―excesos‖ y
responsabilidades individuales en las violaciones a los derechos humanos
18
ocurridas durante la dictadura, argumento que solía esgrimir la institución
castrense antes de la era Cheyre. Sus declaraciones fueron las más significativas
que enunciara el Alto Mando militar desde que se iniciara el proceso de transición
cuando el Ejército decidiera participar en la Mesa de Diálogo.
En este documento, Cheyre señala que ―las violaciones a los derechos humanos nunca y
para nadie, pueden tener justificación ética. (...) El Ejército de Chile tomó la dura, pero
irreversible decisión de asumir las responsabilidades que como institución le cabe en todos
los hechos punibles y moralmente inaceptables del pasado. Además, ha reconocido en
reiteradas oportunidades las faltas y delitos cometidos por personal de su directa
dependencia; las ha censurado, criticado públicamente y ha cooperado permanentemente
con los tribunales de justicia para, en la medida de lo posible, contribuir a la verdad y a la
reconciliación. Asimismo, se ha condolido por los sufrimientos de las víctimas de estas
violaciones. (...) Unas violaciones que no justifica y respecto de las cuales ha hecho y
seguirá haciendo esfuerzos concretos para que nunca más vuelvan a repetirse‖. Estas
declaraciones encenderían nuevamente el escenario político y traerían devuelta la
discusión sobre las violaciones a los derechos humanos, potenciado por los efectos
que tuvo la difusión del Informe Valech días más tarde.
Cheyre reconoce que, al final, la seguidilla de declaraciones y manifestaciones
provocadas por sus dichos pudieron generar que los generales en retiro pudiesen
sentirse discriminados. Pero a su vez declaró que ―la prolongación de eso hace que un
proceso sea regresivo. La verdad libera y yo la asumí y acepté las pérdidas. Hubo gran
generosidad de quienes entendieron. Este desafío no fue mío, sino que de un equipo, y que
por ser mucho trabajo debe ser consolidado, y por eso al que viene le queda profundizar y
hacer comprender el fenómeno, pero lo anterior era necesario hacerlo de una. Los procesos
graduales no sirven para llevar a cabo procesos vitales”, contradiciendo en esta última
parte su propio actuar.
Un final inesperado
A menos de un año que culminara su mandato, la muerte empañaría
inesperadamente la trayectoria de Juan Emilio Cheyre en el Alto Mando y pondría
en jaque uno de los proyectos emblemáticos de su gestión: dar un nuevo rostro al
servicio militar.
El miércoles 18 de mayo de 2005, una caminata instructiva de una compañía de
soldados conscriptos del Regimiento de Refuerzo N° 17 de Los Ángeles
(VIII) culminó con la muerte de 44 conscriptos y un suboficial en los faldeos del
volcán Antuco, convirtiéndose en una de las mayores tragedias militares ocurridas
en Chile en tiempos de paz.
Dada la poca claridad que los mandos del regimiento entregaban sobre lo
19
ocurrido, se intensificó el drama de los familiares y sus ataques, al igual que los de
la prensa, los que apuntaban directamente a la falta de profesionalismo e
incapacidad militar. Esta situación motivó a que Cheyre asumiera personalmente
las operaciones de rescate de los conscriptos que permanecían extraviados. Uno de
los momentos más dramáticos se produjo cuando el propio Cheyre confirmó la
muerte de todos los conscriptos a sus familiares y que la orden de marchar bajo las
condiciones climáticas existentes en el sector precordillerano de Antuco nunca
debió darse.
Tal como fue la tónica durante toda su gestión, el Gobierno le esbozó una señal de
apoyo y pidió no cuestionarlo en uno de los momentos más difíciles de su
mandato. No obstante, gran parte de la sociedad criticó su tardía respuesta frente a
lo sucedido, e, incluso, muchos pensaron que tras las presiones Cheyre renunciaría
a su cargo.
Con el fantasma de la tragedia de Antuco aún en el cuerpo, algunos meses más
tarde, una nueva tragedia enlutaría a la institución.
El 28 de septiembre de 2005, el vehículo en el que se desplazaban tres funcionarios
del Ejército, los que participaban en faenas de exploración de refugios en el
Territorio Chileno Antártico, cayó al interior de una grieta de 40 metros de
profundidad, dejando atrapados a los militares en su interior. Pese a la
profundidad y a las inclemencias del tiempo, lograron hallarlos. Sin embargo, ya
era demasiado tarde.
La tragedia nuevamente pondría en duda la autoridad de Cheyre dentro del
Ejército, pues a sólo semanas del cambio de mando se descubriría que dicha
expedición no había sido autorizada y se habían falsificado los permisos para
realizarla. El gobierno nuevamente salió a su rescate, evitando criticar frontalmente
la situación, responsabilizando a mandos medios y apaciguando las voces críticas.
El cierre de una era
Cuando el 10 de marzo de 2006 el General Oscar Izurieta Ferrer17 asumía la
Comandancia en Jefe en reemplazo de Juan Emilio Cheyre, las aguas parecían más
calmas. A los ojos de la sociedad, el proceso de acercamiento a los civiles se veía
prácticamente terminado, y aunque quedaban pendientes algunos procesos
judiciales de militares en causas de derechos humanos, existía la sensación de que
el Ejército ya había encontrado un camino para solucionar este tema, para así
continuar finalmente con sus funciones técnicas y abocarse al proceso de
modernización que culminaría en el año 2010.
17
Ver anexo 2.
20
El 19 de septiembre de 2006, y en su primera celebración del día de las Glorias del
Ejército como Comandante en Jefe, Izurieta declaraba que "para el Ejército la
transición está terminada y lo único que para nosotros está pendiente es indudablemente
una cantidad de gente que está procesada, que cuando terminen todos sus procesos, recién
vamos a dar por terminada definitivamente la transición”, dando por concluido el difícil
proceso que habían iniciado sus antecesores 8 años antes e interpretando el sentir
de gran parte de los chilenos.
En el ámbito de la profesionalización y modernización militar los desafíos del
General Oscar Izurieta son bastantes y conllevan la misión de finalizar el proceso
ya iniciado e imprimirle su propio sello, tal como lo hicieran los Comandantes en
Jefe que sucedieron a Pinochet antes que él, que hicieron suya la misión de
transformación, llevándola al campo de la implementación, estudiando la realidad
de la institución, informando oportuna y adecuadamente a la institución y
apoyándose en la fuerte cohesión que produce la fuerte estructura jerárquica
militar.
Sin embargo, y como ha sido la tónica en este proceso, no todo sería tan fácil. A
finales de 2006, un fuerte dolor en el pecho generaría un vertiginoso deterioro en la
salud de Augusto Pinochet, volviéndose a mover las aguas al interior del Ejército y
del país, reviviéndose aquellas épocas en las que la figura del ex dictador dividía al
país. Después de una favorable semana internado en la Unidad de Cuidados
Intensivos coronarios del Hospital Militar de Santiago, luego de haberse
recuperado de un infarto al miocardio, nada indicaba un desenlace fatal. Sin
embargo, a las 14:15 horas del domingo 10 de diciembre de 2006, Augusto Pinochet
moría sin llegar a enfrentar condena alguna por los delitos que le eran imputados.
Con su muerte, el Gobierno tenía la difícil misión de decidir si convocaría o no a
funerales de Estado, tal como se ha hecho con todos los ex presidentes del país.
Pero la decisión ya había sido negociada hacía tiempo, y se apresuraron en
reafirmar que no se harían funerales de Estado para el ex gobernante y que tan sólo
le corresponderían los honores militares en su calidad de ex Comandante en Jefe
del Ejército, nada más. La Presidenta de la República, Michelle Bachelet, sólo se
manifestó al día siguiente de su deceso y, a través de las siguiente palabras, trató
de justificar la decisión adoptada: ―Tengo la profunda convicción y la voluntad para
superar la adversidad, los momentos amargos e injustos y entender que como en los ciclos
personales también en los ciclos de la historia de una nación se abren nuevos derroteros
donde lo que aprendimos del pasado nos debe ayudar para enfrentar mejor el presente y el
futuro”. Y agregó que ―la historia se va construyendo y las verdades se van instalando. Y
no voy a eludir en este momento que tengo un concepto muy formado acerca de un período
doloroso, dramático y complejo que vivió nuestro país”.
La comunicación de la decisión no estaría fuera de la polémica, puesto que dentro
21
del propio Gobierno no existía consenso. Sea como fuere la postura de algunos
personeros dentro de las filas del Gobierno, la decisión quedó a firme,
decidiéndose por las autoridades militares que el velorio del fallecido General se
realizaría por más de 24 horas en el mismo lugar donde juró como miembro de la
Junta de Gobierno el 11 de septiembre de 1973: el hall central de la Escuela Militar.
Superando todas las estimaciones y bajo la desazón de opositores al Régimen
Militar, miles de personas se apostaron fuera de la institución esperando su
oportunidad de ver por última vez a quien consideraban un segundo padre de la
patria. Pese a que el tiempo de espera superaba las 3 horas y las temperaturas
bordeaban los 30 grados centígrados en el día, más de 100 mil personas lograron
pasar frente al féretro en las horas dispuestas para el velatorio.
La despedida final en el patio de Honor Alpatacal de la Escuela Militar marcó uno
de los momentos culminantes del último homenaje del Ejército a Pinochet. Tuvo
un gran simbolismo y despliegue, además del enorme marco de asistentes, que fue
calculado en 50 mil personas.
Luego de las emotivas palabras de sus familiares, con el discurso del Comandante
en Jefe del Ejército, Óscar Izurieta Ferrer, se cerró la ceremonia fúnebre en la
Escuela Militar y, para muchos, el fin de una era.
En sus palabras, a través de las cuales realizó un detallado recuento de la vida del
militar, se apresuró en señalar que no le correspondía a él evaluar al gobierno
militar, sino que debía ser la historia la que examinara las relaciones políticas o
económicas que a Pinochet le cupo en su gobierno. Y, en una clara señal de
justificación a la ciudadanía, dijo que es ―indispensable, para contribuir al
esclarecimiento de una época tan compleja -inserta en la dialéctica de la Guerra Fría-,
mencionar que el Ejército también era víctima de la pasión política desatada, que
amenazaba su unidad. Esto ocurría, a su vez, en el seno de las otras ramas de la Defensa
Nacional, con la peligrosidad que ello representaba para la supervivencia del país”.
“Sin
duda alguna, la decisión más difícil de la vida de soldado del General Pinochet fue su
determinación para, de consuno con la Armada, la Fuerza Aérea y Carabineros de Chile,
asumir las responsabilidades superiores de conducción del Estado, ante la gravísima crisis
institucional que vivía el país”.
En su discurso, pocas palabras estuvieron dirigidas a la modernización del Ejército,
solamente recordó que el ex Comandante sentó las bases de lo que fue el proyecto
de modernización institucional, especialmente respecto a los procesos educativos,
de instrucción y a la incorporación definitiva de la mujer a la profesión militar. El
énfasis lo puso en uno de los aspectos más controvertidos de la vida de Pinochet: la
situación de derechos humanos. Y aprovechó para recordar la posición del Ejército
22
frente al tema. ―Ésta ha sido establecida claramente por mis dos antecesores”.
“La
situación de los derechos humanos constituye el aspecto más controvertido de su
gestión. Él mismo, años después, se condolió por tanto sufrimiento. Más recientemente, en
noviembre de 2006, asumió la responsabilidad política de todo lo obrado durante su
gobierno”.
“En
tal sentido, y conforme a lo que sostuvo durante su detención en el Reino Unido,
siempre reconoció la exclusiva competencia de los tribunales chilenos para juzgarlo (…)
¡Augusto Pinochet Ugarte, Capitán General, ex Comandante en Jefe del Ejército: descansa
en paz!”.
Se dice que Pinochet y Cheyre fueron políticos de excelencia y que Ricardo Izurieta
un militar ciento por ciento, rasgo que compartiría con su primo. Y así como al
General Ricardo Izurieta se le reconocen los avances por la estructuración orgánica
del proyecto de modernización, el saneamiento de las finanzas castrenses y las
reformas educativas, al General Juan Emilio Cheyre se le destaca su labor de
desmarcar a la institución de la temática de los derechos humanos, continuar con el
orden financiero impuesto y concluir la reestructuración y reducción de batallones
y unidades existentes, se espera que Óscar Izurieta sea capaz de otorgarle
dinamismo y definición a su mando, concluyendo con la modernización
proyectada, que permita un Ejército más moderno y despolitizado,
profesionalizado, con tecnologías de punta en sus procedimientos, que logre
insertarse con éxito en campañas de ayuda internacional y en ejercicios conjuntos
con otros Ejércitos.
Son varios los desafíos que la institución tiene por delante y las discusiones que
vengan no se podrían llevar a cabo sin la relación que hoy existe con el mundo
civil, gracias al fructífero camino que se ha pavimentado. Sólo la historia dirá si el
camino emprendido fue el correcto y sus protagonistas dignos del desafío que
enfrentaron.
23
ANEXO 1. COMPARACIÓN DE CONTENIDOS DEL PROGRAMA DE GOBIERNO DE LA
CONCERTACIÓN Y DISCURSO DE GENERAL AUGUSTO PINOCHET
FUENTE: FASOC Vol. VII, Nº 3
PROGRAMA DE LA CONCERTACION
Año 1989
MODERNIZACION DEL EJERCITO
Clase Magistral 21 de Agosto de 1992
Modernización y Política de Defensa
Modernización y Política de Defensa
-"El objetivo central de la política de Defensa es el
resguardo de la soberanía e integridad territorial".
-El Ejército debe ser capaz de cumplir la tarea que le
corresponde en la supervivencia de la Nación,
respaldar militarmente la seguridad del Estado,
comprometido con el orden institucional.
-Se debe tener "plena colaboración de las FFAA para
formulación de la política de Defensa". Ellas "son
responsables de su implementación y desarrollo". "La
definición de sus objetivos políticos y rendimiento es
tarea que corresponde a la autoridad política
emanada de la soberanía popular".
-En la actualidad la conducción de la Fuerza militar
es planificado por el Estado Mayor, dirigido por el
Cmdte. en Jefe. Las áreas a modernizar deben
proyectar el legado histórico y debe hacerse junto a la
sociedad. Este trabajo debe hacerse con autonomía,
procurando en el momento oportuno integrarse con
los otros estamentos de la sociedad.
-Se debe "establecer una óptima relación entre
intereses y objetivos nacionales -democráticamente
definidos- y las políticas que orientan y regulan las
actividades de las FFAA".
-"Luego de un largo período en que prevalecieron las
ideologías, los países han comprendido cuál es el
valor de la realidad para formular sus políticas...El
criterio de modernización de la institución se
encuentra directamente vinculado con un conjunto
de variables relacionadas con el entorno en donde
debe actuar" (potenciales amenazas, fortalezas y
debilidades).
-"La capacidad militar se ha orientado y deberá
seguir orientándose al desarrollo de un poder bélico
de carácter disuasivo".
-"Se requiere una fuerza capaz de disuadir".
-"Se requiere de un gran esfuerzo de permanente
modernización".
-"El mundo actual lleva a adecuar instituciones, a
reestructurar organismos...a una revisión tal, que
produzca en definitiva un nuevo estilo de actuar en
el quehacer profesional". Se necesita concebir y
estructurar normas que permitan perfeccionar y
modernizar el sistema de gestión en general.
Actualizar proceso de educación, instrucción y
formación de personal a fin de lograr mayor
eficiencia. Ejército debe contar con doctrina
actualizada, ser potente, equilibrado, flexible y
rápido.
-Se "deberá profundizar su énfasis en el uso de
tecnologías apropiadas y en una mayor eficiencia de
los recursos". Desarrollo y absorción tecnológica.
Integrar conocimiento y entrenamiento científico y
tecnológico moderno.
-Se requiere Ejército que incorpore "desarrollo
tecnológico de punta basado en la creatividad propia
y enmarcado en el nivel optimizado de gastos que
fija nuestra realidad".
-"En materia de personal...se producirán necesarios
ajustes a funciones". Implementar reducción racional
y gradual del personal. Esto permitirá reasignación
-"Considero prioritario redefinir roles, precisar
actividades y verificar cargos con el fin de buscar una
mayor eficiencia en su empleo". Racionalización de
24
de recursos. Se busca mayor eficiencia en la
utilización de los recursos humanos y materiales.
áreas administrativas y logísticas con el objeto de que
sean más eficientes.
-"Asegurar e incrementar la capacidad operativa de
la rama a través de desarrollo de servicios conjuntos".
Interoperatividad. Planificación estratégica del MDN.
-Incrementar la cooperación con las otras ramas de la
Defensa. La modernización no es un fin sino un
medio, que actualmente está en marcha para que "el
Ejército de mañana esté mejor entrenado, para
integrarse en operaciones conjuntas".
-Asegurar y estabilizar aprovisionamiento local e
internacional de sistemas de armas. "Exige tener una
política
de
aprovisionamiento
con
visión
interinstitucional de conjunto". Coordinación.
Desarrollo productivo dual.
-"Hay que definir el papel que tendrá la industria
militar". Revisión de su rol en la Defensa como en el
desarrollo del país. Mediante distintos mecanismos
hacer que contribuya con recursos al Estado.
-"No parece aconsejable obtener del presupuesto de
Defensa, en el corto plazo, recursos significativos
para otros rubros".
-Imperioso lograr mayor rendimiento de los recursos.
"Hay que estudiar y concebir métodos de
abastecimiento y gestión eficientes". "Tendría que
establecerse sistema de formulación presupuestaria
ágil y moderno" que permita asignación por
funciones y no por programas. Intensificar
evaluación de proyectos. Privilegiar recursos
destinados a operaciones y material.
Fuerzas Armadas y Sociedad
Fuerzas Armadas y Sociedad
-Deben existir buenos vínculos entre FFAA y
sociedad. Un área favorable en la integración civilmilitar se encuentra en el campo del conocimiento. Se
propone la creación de programas conjuntos
Universidad-FFAA.
Desarrollo
de
iniciativas
conjuntas en campo de la investigación y tecnologías
de uso dual.
-Establecer formas dinámicas y eficientes para
favorecer vínculos con sectores políticos y otros
campos del quehacer nacional y con las instituciones
de la Defensa Nacional. Comunicación más directa
con la comunidad.
-"Las FFAA podrían enriquecer sus programas
educacionales incorporando materias que informen y
analicen el devenir internacional contemporáneo y
las perspectivas de la revolución tecnológica en
curso. Estas iniciativas deben hacerse con la
colaboración de los altos mandos".
-Es necesario "reflexionar sobre las posibilidades de
actualizar el proceso de educación, de instrucción y
de formación del personal, tanto en materias
específicas como en otras de interés general, a fin de
lograr una mayor eficiencia".
Política Exterior y Defensa
-Mayor coordinación P. Exterior y Defensa.
Desarrollo de iniciativas diplomáticas y política
exterior que colaboren con la Defensa Nacional.
Incremento de interacción de las instituciones de la
Defensa con responsables de Política Exterior a través
de tres niveles:
-El Consejo de Seguridad Nacional (reformado)
-El Consejo de Política Exterior (reformulado)
-Iniciativas específicas de proyección estratégica del
país.
Política Exterior y Defensa
-Intensificar relaciones con otros ejércitos, de acuerdo
con política exterior. Capacitar y entrenar personal en
el extranjero, desarrollo de misiones. Participación en
cuerpos armados de organismos internacionales.
25
ANEXO 2. BIOGRAFÍA MILITAR DE COMANDANTES EN JEFE DEL EJÉRCITO
AUGUSTO PINOCHET UGARTE. Nació el 25 de noviembre de 1915 en Valparaíso. Fue admitido
en la Escuela Militar en 1933. Tras cuatro años egresó como Alférez de Infantería, siendo destinado
a la Escuela del Arma en San Bernardo. Más tarde, junto con su ascenso a Teniente, volvió a la
Escuela Militar.
A fines de 1945, pasa al Regimiento "Carampangue", en Iquique. En 1948 ingresa a la Academia de
Guerra. En 1951, es llamado a la Escuela Militar donde se le designa comandante de los sextos años
y profesor del curso militar.
Más tarde obtiene el bachillerato e ingresa a la Escuela de Derecho de la Universidad de Chile. Sin
embargo, su destinación a Quito, a comienzos de 1956, trunca sus estudios.
En 1963, es nombrado como Subdirector de la Academia de Guerra. En 1968 se desempeñó en el
cargo de Jefe del Estado Mayor en la II División de Ejército. Y, a fines de año es ascendido a General
de Brigada y recibe la orden de trasladarse a Iquique, como Comandante en Jefe de la VI División.
En Enero de 1971 es ascendido a general de división y nombrado Comandante General de la
Guarnición de Ejército de Santiago. Posteriormente es nombrado Jefe del Estado Mayor General del
Ejército.
El 23 de Agosto de 1973, asume la Comandancia en Jefe del Ejército. Días más tarde, encabezaría el
golpe militar del 11 de septiembre de 1973 y el 17 de diciembre, sería nombrado Presidente de la
República. En 1990, se produce el cambio de mando en el Gobierno, y con él, retoma sus funciones
en la conducción del Ejército.
En 1992 formuló la necesidad de emprender una gran tarea de modernización del Ejército, que
apuntaba a estructurar una fuerza militar con un alto grado de instrucción y entrenamiento, acorde
al desarrollo del país y con las características que imponen los conflictos modernos.
El 10 de marzo de 1998 deja su cargo de Comandante en Jefe del Ejército, para asumir como
senador vitalicio el 11 de marzo de 1998.
RICARDO IZURIETA CAFFARENA. Nació el 11 de junio de 1943 en Santiago, hijo de Pelayo
Izurieta Molina ex general de división, y Victoria Caffarena Morice, ex campeona sudamericana de
natación. En marzo de 1949 entró al Colegio de los Sagrados Corazones de Alameda, donde estuvo
hasta 1957. Un año después, Ricardo Izurieta ingresó a la Escuela Militar, cuando su tío Oscar
Izurieta Molina, ocupaba el cargo de Comandante en Jefe del Ejército en el gobierno de Jorge
Alessandri.
El 27 de diciembre de 1962, el joven Izurieta se graduó, obteniendo diez distinciones: Premio
Ministro de Defensa Nacional, Premio Comandante en Jefe del Ejército, Premio Comandante en Jefe
de la Fuerza Aérea, Premio Brasil, Premio Colegio MilitarArgentino, Premio Colombia, Premio
Ecuador, Premio España, Premio Misión Militar de Estador Unidos y Premio Perú." Incluso el
diario "La Nación" de esa época destacó en su su portada la ceremonia y el "caso excepcional del
subteniente Ricardo Izurieta". En 1965 y hasta 1972, continuó sus estudios en la escuela de
caballería, realizando los cursos de Maestros de Equitación, de Tenientes, de Aplicación Avanzada
del Oficial Subalterno, y de Capacitación Pedagógica.
Entre 1971 y 1989, Izurieta fue agregado del Regimiento de Caballería Nº4 Coraceros, Comandante
del Regimiento de caballería blindada N.3 Húsares de Angol y gobernador de esta provincia,
Agregado Militar en Tel Aviv, Israel, en 1987, miembro de la IV Comisión Legislativa, en 1988, y
Subsecretario de Guerra, un año más tarde.
En 1990 asumió como Director de la Academia de Guerra y como Comandante en Jefe de la I
División de Ejército. Luego fue Comandante del Comando de Institutos Militares en 1992, y jefe de
la Misión Militar en Washington en 1993. En 1996 fue nombrado jefe del Estado Mayor de la
Defensa Nacional.
El 10 de marzo de 1998, el Capitán General Augusto Pinochet entregó el mando del Ejército a
Izurieta. Así, éste fue ascendido al grado de teniente general, y se le impuso la condecoración
26
Presidente de la República en el grado Collar de la Gran Cruz.
JUAN EMILIO CHEYRE ESPINOSA. Juan Emilio Cheyre es doctor en Ciencia Política y Sociología
por la Universidad Complutense de Madrid; magíster en Ciencias Militares de la Academia de
Guerra del Ejército y Magíster en Ciencia Política por la Pontificia Universidad Católica de Chile.
Además de estudiar en la UC, Juan Emilio Cheyre se desempeñó como profesor del Instituto de
Ciencia Política entre 1984 y 1986. En su trayectoria académica se cuenta también su experiencia
docente en la Universidad Gabriela Mistral, en todas las academias de guerra de las fuerzas
armadas nacionales, y también una intensa participación como invitado a dictar clases magistrales y
exposiciones en institutos de educación superior, congresos y seminarios en Chile y en el extranjero.
OSCAR IZURIETA FERRER. Nació el 18 de octubre de 1950. Está casado con Ginetta Fornazzari y
tiene dos hijos. Ha cumplido destinaciones importantes: agregado militar en Londres y luego jefe
de la misión militar en Washington, y tiene un magíster en ciencias políticas con mención en
relaciones internacionales de la Universidad Católica.
Era agregado militar cuando se produjo la detención de Pinochet en Londres, de donde había
tratado de sacarlo alertado ante un posible interrogatorio. Fue también el primero en enterarse que
el General había sido arrestado y quien inicialmente coordinó todos los detalles de su defensa.
27
ANEXO 3. DECLARACIÓN DE LA MESA DE DIÁLOGO
SOBRE DERECHOS HUMANOS
Fuente: Ministerio del Interior.
www.ddhh.gov.cl
REFLEXIONES FUNDAMENTALES
La mesa de diálogo fue convocada por el Supremo Gobierno
porque subsiste entre los chilenos un desencuentro que dificulta
que el país avance unido hacia el futuro.
Chile sufrió, a partir de la década de los ’60, una espiral de
violencia política que los actores de entonces provocaron o no
supieron evitar. Fue particularmente serio que algunos de ellos
hayan propiciado la violencia como método de acción política.
Este grave conflicto social y político culminó con los hechos del
11 de septiembre de 1973, sobre los cuales los chilenos sostienen,
legítimamente, distintas opiniones.
Sin embargo, hay otros hechos sobre los cuales no cabe otra
actitud legítima que el rechazo y la condena, así como la firme
decisión de no permitir que se repitan. Nos referimos a las graves violaciones de los derechos
humanos en que incurrieron agentes de organizaciones del Estado durante el gobierno militar. Nos
referimos también a la violencia política cometida por algunos opositores al régimen militar.
En especial nos preocupa hondamente la tragedia, aún no resuelta, de los detenidos desaparecidos.
Es imperativo y urgente contribuir a superar este problema. Ello requiere de parte de todo un
espíritu de grandeza moral que nos permita concordar medidas efectivas para ese fin.
Con miras a propiciar dicho espíritu y, en general, de avanzar hacia un reencuentro nacional,
representantes de las FFAA. y Carabineros, abogados de derechos humanos, autoridades de
entidades éticas y personeros de la sociedad civil han trabajado por largo tiempo en esta instancia
de diálogo, reconstruyendo espacios de confianza sobre la base de la tolerancia y la franqueza.
Debemos comenzar por explicitar las lecciones morales que se desprenden de nuestra historia
reciente:
El país necesita hacer todo lo humano posible para que nunca más se recurra a la violencia política
o se violen los derechos de las personas en nuestra patria.
Reafirmamos que es condición del estado de derecho que el ejercicio legítimo de la fuerza quede
entregado exclusivamente a los órganos competentes en un sistema democrático, como también el
rechazo absoluto de la violencia como método de acción política. Se hace indispensable desterrar y
rechazar, de manera categórica, cualquier forma de acceso al poder por vías distintas de las
democráticas.
Aseveramos, asimismo, que la defensa del Estado de Derecho y, en particular, el respeto de los
derechos fundamentales de todos los habitantes de la República, en todo tiempo y circunstancias, es
sustento ético de las instituciones de la nación.
Es necesario formar y educar a nuestras generaciones futuras en el debido respeto de los derechos
de las personas. Para ello, se deben incorporar o reforzar, en todos los ámbitos de la enseñanza
nacional, los contenidos del derecho internacional de los derechos humanos y del derecho
internacional humanitario.
La solución del problema de los detenidos desaparecidos requiere de la ubicación de sus restos
mortales, cuando ello sea posible, o que se establezca, en todo caso, su destino. Si conseguimos ese
objetivo habremos cumplido con el deber de dar paz de espíritu -en alguna medida- a sus
familiares. Sin embargo, la necesidad de conocer el paradero de los detenidos desaparecidos
28
trasciende ese deberá también tiene como propósito que el país tome conciencia, de manera
concreta, de aquello que no debe repetirse.
CONTENIDOS PRINCIPALES DE UN COMPROMISO PARA SER ASUMIDO POR EL PAÍS
ENTERO
Con el fin de superar los problemas del pasado y avanzar hacia el reencuentro de todos los
chilenos, llamamos a realizar un gran esfuerzo nacional que comprometa muy activamente a las
más altas autoridades del país, a las instituciones civiles, militares, religiosas y éticas, así como a la
comunidad nacional en su conjunto, en la tarea de encontrar los restos de los detenidos
desaparecidos o, cuando ello no sea posible, obtener al menos la información que permita clarificar
su destino.
Condiciones generales sobre la información:
Con el objeto de dar información útil y conducente
para establecer el paradero y destino de los
detenidos desaparecidos, proponemos que se
dicten disposiciones legales que establezcan el
secreto profesional en los términos que se señalan
más adelante.
La mesa de diálogo declara que quien oculte la
información que pueda tener sobre el paradero o
suerte de los detenidos desaparecidos incurre en
una
conducta
moralmente
condenable
y
antipatriótica, sin perjuicio de que ella puede ser
constitutiva, de acuerdo a la legislación vigente, de
los delitos de perjurio, falso testimonio u
obstrucción a la justicia. Igualmente, quienes entreguen información falsa o tendenciosa, pueden
incurrir en los delitos de calumnia o denuncia calumniosa.
Respecto de las Fuerzas Armadas y Carabineros de Chile:
Las instituciones de las Fuerzas Armadas y Carabineros se comprometen solemnemente a
desarrollar, en un plazo de seis meses, desde que entre en vigencia la legislación que proponemos,
los máximos esfuerzos posibles para obtener información útil para encontrar los restos de los
detenidos desaparecidos o establecer su destino. La información que por esta vía obtengan será
entregada al Presidente de la República.
Las personas que reciban o recaben esta información estarán amparadas por el secreto profesional,
conforme al cual no estarán legalmente obligadas a señalar su fuente, quedando de este modo en
reserva la identidad del informante. Quienes violen este secreto profesional deberán ser
sancionados conforme a la legislación vigente.
La mesa de diálogo acoge la afirmación de los mandos de las Fuerzas Armadas y Carabineros, en el
sentido de que sus respectivas instituciones no cuentan actualmente con esa información, pero
están dispuestas a colaborar en su obtención.
Respecto de las instituciones religiosas y éticas presentes en esta Mesa de Diálogo:
Las autoridades de instituciones religiosas y éticas presentes en la mesa de diálogo se comprometen
a colaborar en esta tarea en el mismo plazo establecido. Asimismo, promoverán mecanismos para
que sus respectivas instituciones puedan recibir información útil y conducente, que se quiera hacer
llegar por esa vía, para lo cual gozarán igualmente de la facultad legal de no revelar sus fuentes de
información. La ley deberá establecer las categorías de personas que detentarán las prerrogativas
del secreto. Los antecedentes que por esta vía se obtengan serán entregados al Presidente de la
República.
29
Respecto de los poderes del Estado. Se solicita lo siguiente:
Al Poder Ejecutivo:
Que proponga, en el más breve plazo posible al Congreso Nacional, y con la urgencia del caso, las
modificaciones legales necesarias con el objeto de establecer el secreto profesional para quienes
reciban o recaben información sobre el paradero de los detenidos desaparecidos.
Que disponga de los recursos materiales y humanos que requieran las diferentes instancias y
organismos que están llamados a participar en este esfuerzo nacional.
Que solicite a la Excelentísima Corte Suprema la designación de los ministros en visita que
corresponda, una vez recibida la información pertinente.
Al Congreso Nacional:
Que otorgue la máxima prioridad al proyecto de ley que
proponga el Presidente de la República en orden a
establecer el secreto profesional.
A la Corte Suprema de Justicia:
Que designe ministros en visita a fin de que se aboquen y
otorguen especial atención a las causas que, con motivo de
la información remitida por el Presidente de la República,
sea necesario instruir para los fines de aclarar el paradero
de los detenidos desaparecidos. En aquellos casos en que
la nueva información corresponda a procesos que se encuentran en actual tramitación, ésta deberá
remitirse al tribunal correspondiente.
Que instruya a los ministros en visita para que las causas sean tramitadas con la mayor expedición
posible, especialmente en lo referente a la localización, exhumación, identificación, establecimiento
de la data y causas de la muerte, así como la entrega de los restos a sus familiares, todo ello de
acuerdo con la legislación vigente.
Solicitamos al señor Presidente de la República, como máxima autoridad de la nación, que una vez
finalizada la vigencia de las medidas propuestas, evalúe los resultados del conjunto de estos
esfuerzos y, si lo estima necesario, las prorrogue por otros seis meses.
Le solicitamos, asimismo, que luego de esa evaluación y si lo estima necesario, impulse medidas
complementarias para conseguir los objetivos propuestos. Con ese fin, la mesa de diálogo pone a su
disposición el conjunto de sus estudios y debates sobre medidas analizadas, aunque no acordadas,
que pudiera considerar viables.
CONSIDERACIONES FINALES
Con esta declaración se pretende asumir nuestro pasado. Comprendemos que es injusto traspasar a
los jóvenes los conflictos y divisiones que han dañado al país.
El espíritu que nos anima es legar a las nuevas generaciones de chilenos una cultura de convivencia
basada en la libertad, la verdad, la tolerancia y el respeto.
La mesa de diálogo estima que sobre estas premisas se pueden crear las condiciones que
efectivamente contribuyan a la unidad nacional y a profundizar las bases de la convivencia entre
todos los chilenos.
Quienes suscribieron el acuerdo final de la Mesa de Diálogo el 13 de junio del año 2000, con sus cargos a esa
fecha, fueron:
Mario Fernández Baeza, Ministro de Defensa.
Angel Flisfisch Fernández, Subsecretario de Aviación.
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Luciano Fouillioux Fernández, Subsecretario de Carabineros.
Monseñor Sergio Valech Aldunate, Obispo de la Iglesia Católica.
Monseñor Neptalí Aravena Bravo, Obispo de la Iglesia Metodista.
Jorge Carvajal Muñoz, Gran Maestro de la Masonería.
León Cohen Delpiano, representante de B’nai B’rith (organización judía humanitaria).
Brigadier General Juan Carlos Salgado Brocal, representante del Ejército.
Contralmirante Felipe Howard Brown, representante de la Armada.
General de Aviación Juan Ignacio Concha Besa, representante de la Aviación.
General Reinaldo José Ríos Cataldo, representante de Carabineros.
Pamela Pereira Fernández, abogada de derechos humanos.
Jaime Castillo Velasco, abogado de derechos humanos.
Roberto Garretón Merino, abogado de derechos humanos.
Héctor Salazar Ardiles, abogado de derechos humanos.
Guillermo Blanco Martínez, Premio Nacional de Periodismo.
Claudio Teitelboim (Bunster) Weitzmann, Premio Nacional de Ciencias.
Sol Serrano Pérez, historiadora.
Elizabeth Lira Kornfeld, psicóloga.
José Zalaquett Daré, jurista.
Jorge Manzi Astudillo, psicólogo social, Coordinador de la Mesa.
Gonzalo Sánchez García-Huidobro, abogado. Coordinador de la Mesa.
LEY 19.687 18
ESTABLECE OBLIGACION DE SECRETO PARA QUIENES REMITAN INFORMACION
CONDUCENTE A LA UBICACION DE DETENIDOS DESAPARECIDOS
Fecha Publicación: 06.07.2000
Fecha Promulgación: 28.06.2000
Organismo: Ministerio del Interior; Subsecretaría del Interior.
Teniendo presente que el H. Congreso Nacional ha dado su aprobación al siguiente:
En sesión ordinaria del día 21 de junio de 2000 fue aprobada por la Cámara de Diputados por 104
votos a favor, 0 en contra y 4 abstenciones (Ascencio (DC), Rozas (DC), Jiménez (DC) y Soria
(PPD)). En sesión ordinaria del día 21 de junio de 2000 fue aprobada en el Senado por 43 votos a
favor, 1 en contra (Lavanderos (DC)) y ninguna abstención.
18
31
Proyecto de ley:
''Artículo único.- Los pastores, sacerdotes o ministros de culto de iglesias, confesiones o
instituciones religiosas que gocen de personalidad jurídica, los miembros de la Gran Logia de Chile
y de la B'nai B'rith de Chile y los integrantes de las Fuerzas Armadas y Carabineros de Chile, que
dichas instituciones determinen, estarán obligados a mantener reserva únicamente respecto del
nombre y los datos que sirvan para identificar a quienes les proporcionen o confíen información útil
y conducente para establecer el paradero y destino de los detenidos desaparecidos a que hace
referencia el artículo 6º de la ley Nº 19.123.
La determinación de las personas a que alude el inciso anterior será reservada y deberá contenerse
en un registro que deberán llevar las instituciones mencionadas, a cargo de un ministro de fe
designado para tal efecto.
La comunicación, divulgación o revelación del nombre o datos de quienes hayan proporcionado la
información a que hace referencia el inciso primero, será sancionada con las penas señaladas en el
artículo 247 del Código Penal, según sea el caso.
El deber de reserva que contempla esta disposición será exigible a las personas señaladas en el
inciso primero, aun cuando hubiesen perdido las calidades que allí se señalan. Dichas personas se
entenderán comprendidas en el Nº 2 del artículo 201 del Código de Procedimiento Penal.
Lo previsto en esta norma sólo será aplicable respecto de la información que aquéllos reciban
dentro del plazo de seis meses contados desde la publicación de la presente ley.
La información que obtengan las personas u organismos a que se refiere el inciso primero de esta
ley, será entregada al Presidente de la República a más tardar al vencimiento del plazo de seis
meses que establece el inciso quinto.
A la información a que se refiere esta ley, no le será aplicable el artículo 11 bis de la ley Nº 18.575.''.
Habiéndose cumplido con lo establecido en el Nº 1º del Artículo 82 de la Constitución Política de la
República y por cuanto he tenido a bien aprobarlo y sancionarlo; por tanto promúlguese y llévese a
efecto como Ley de la República. Santiago, 28 de junio de 2000.- RICARDO LAGOS ESCOBAR,
Presidente de la República.- José Miguel Insulza Salinas, Ministro del Interior.- Mario Fernández
Baeza, Ministro de Defensa Nacional.- José Antonio Gómez Urrutia, Ministro de Justicia.- Alvaro
García Hurtado, Ministro Secretario General de la Presidencia.
Lo que transcribo a Ud. para su conocimiento.- Saluda a Ud., Jorge Burgos Varela, Subsecretario del Interior.
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