Vuela Pensamiento, en alas doradas

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Vuela Pensamiento, en alas doradas
Rose Marie Boudeguer Yerkovic
Directora del Servicio de Estudios
INFORME MENSUAL DE ESTRATEGIA
Julio 2015
Informe mensual de estrategia. Julio de 2015
Vuela Pensamiento, en alas doradas
“Se dice que para conseguir el éxito hay que tener talento, trabajar duro y aprovechar las
oportunidades que se presentan. Pero además es muy importante tener la capacidad para
superar el fracaso. El cuento de este mes es una historia de superación, como muchas otras
en áreas tan diversas como el arte, el deporte, o la empresa”.
El joven abrió tímidamente la inmensa puerta de la sala de audiciones y entró. Frente a él, los tres
examinadores del Conservatorio le miraban con curiosidad y recelo. Nunca habían examinado a un
chico tan mayor.
Tocó dos piezas, pero ya con la primera su futuro quedó sentenciado. Tras verle sentado frente al
clavicémbalo, ni les gustó su gesto de curvar la espalda, ni les convenció su forma de apoyar los dedos
sobre el teclado.
La segunda pieza era una composición propia, a la que los examinadores no prestaron ni la más
mínima atención. Ya habían tomado su decisión. “Lo sentimos, su técnica no es la adecuada y con 19
años ya es demasiado tarde para corregirla”, se excusaron. “Pero no quiero ser pianista, yo quiero ser
compositor” intentó protestar sin resultado.
Sesenta y seis años después, el muchacho de entonces recibía una carta del Ministerio de Cultura
proponiendo poner su nombre al Conservatorio. “Si no me quisieron de joven, de viejo tampoco me
tendrán”, respondió. Pero al final, el Conservatorio de Milán acabó saliéndose con la suya. Pasó a
llamarse Conservatorio Giuseppe Verdi.
Verdi había nacido el 10 de Octubre de 1813 en un pequeño pueblo cercano a la ciudad de Busseto,
en el Ducado de Parma. Su padre era mesonero y su madre, hilandera. No pudieron proporcionarle
estudios formales, pero lo enviaron a la iglesia del pueblo, para que el párroco le enseñara a leer y
escribir. El organista de la iglesia descubrió su interés por la música y le enseñó las primeras nociones.
Aprendió a tocar en un clavicémbalo primitivo, y compuso algunas piezas para la iglesia.
A los 12 años, su padre lo envió a Busseto como aprendiz en el almacén de Antonio Barezzi, su
proveedor de vino y licores. Se dio la casualidad de que Barezzi era un gran amante de la música, se
interesó por sus composiciones y le dio la oportunidad de estudiar con el director de la Escuela de
Música de Busseto. En esos años, Verdi compuso música sacra, marchas y algunas cantatas.
Y así fue como, en enero de 1832, con casi 19 años de edad, decidió viajar a Milán para completar
su formación en el famoso Conservatorio de Música de esa ciudad. Allí le esperaba su primera gran
desilusión.
Tras el rechazo del Conservatorio, Verdi – siempre patrocinado por Barezzi - decidió seguir estudios
particulares con Vincenzo Lavigna, un profesor del Conservatorio que tocaba el clavicémbalo en La
Scala de Milán. Lavigna no sólo contribuyó a profundizar su educación musical, sino que también lo
conectó con todo el ambiente artístico milanés.
En 1836, la vida parecía sonreírle. Compuso su primera ópera, “Oberto, Conte di San Bonifacio” que
el conocido empresario teatral Bartolomeo Merelli prometió representar en La Scala de Milán. Ese
mismo año se casó con Margarita, su amor de juventud e hija mayor de Barezzi. En 1837 nació una hija
y en 1838, un hijo.
Pero la felicidad duró poco. En octubre de 1838 falleció su hija y en octubre de 1839, su hijo. Su
“Oberto” se había estrenado justo un mes antes en La Scala, siendo bien recibida por el público, lo
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que constituía un inicio bastante prometedor para Verdi. Pocos meses después, sin embargo, ocurría
la tercera fatalidad en su vida: en junio del mismo año fallecía su esposa, a los 26 años de edad.
Estos desgraciados acontecimientos derribaron el espíritu del compositor. Merelli le ofreció otro
libreto para componer, que Verdi rechazó al principio, por tratarse de una ópera bufa, no compatible
con el gran dolor que sentía. Sin embargo sus amigos - el director de la Filarmónica Pietro Massini y la
famosa soprano Giuseppina Strepponi - lo convencieron para ayudarle a sobreponerse. Verdi compuso
rápidamente la ópera, llamada “Un día de Reino” que, presentada el 5 de Septiembre de 1840 en la
Scala, fue un rotundo fracaso.
Verdi quedó tremendamente abatido y pensó dejar la composición para siempre. Pasaron dos años
antes de que sus amigos lograran convencerlo. Merelli entregó al compositor otro libreto, llamado
Nabucodonosor, un drama con raíces bíblicas. Verdi, al llegar a su vacío apartamento, tiró con desgano
el manuscrito sobre la mesa. Como él mismo contaría años después, el libro cayó abierto y no pudo
evitar leer unas líneas “Va, pensiero, sull’ali dorate…” (“Vuela, pensamiento, en alas doradas”). El
texto ahondaba en las vicisitudes padecidas por el pueblo judío bajo el poder despótico del tirano
Nabucodonosor.
Verdi interpretó esta situación como la que atravesaba su pueblo: el pueblo judío no era otro que el
italiano, y Nabucodonosor un símbolo de la tiranía del imperio austríaco.
En la segunda mitad del siglo XIX, el anhelo nacionalista de unificación que agitó Europa, había
alcanzado gran vigor en Italia. Desde la desaparición del Imperio Romano, Italia era una nación dividida.
Los pueblos de Italia se hallaban fraccionados, ya sea como estados autónomos, ya sea formando
parte de otros estados – del Imperio Austro-húngaro, principalmente.
Conmovido por el libreto, Verdi, un ferviente patriota y seguidor acérrimo de los ideales liberales que
recorrían Europa, no dudó en dejar a un lado su tristeza y exprimir todo su potencial artístico para
ayudar a la causa en la que creía. La ópera se estrenó en el Teatro La Scala el 9 Marzo de 1842 y el
resultado fue apoteósico. El cántico coral, que la gente llamó Nabucco fue rápidamente memorizado
y repetido por doquier.
A partir de ese momento, la actividad del Maestro Verdi fue muy intensa. En los quince años siguientes
escribió y presentó con éxito cerca de 20 óperas entre las que se encuentran algunas de las más
famosas: “Rigoletto” “Il Trovatore” y “La Traviata” (1853). En ellas abundan temas sobre antiguas
glorias italianas o la lucha contra la opresión política. A los treinta y cinco años, el compositor ya
tenía fama internacional y sus obras se representaban en todos los teatros del mundo. Ya en su
madurez, compuso las óperas que los críticos consideran más perfectas técnicamente, tales como
“Aída”, “Otello”, y “Falstaff”.
En 1874 Verdi fue nombrado Senador del Reino de Italia y ese mismo año, el compositor dirigió su
también famoso Réquiem, conmemorando la muerte del escritor Alessandro Manzoni, célebre por su
apoyo a la Reunificación Italiana.
Giuseppe Verdi falleció en Milán el 29 de enero del año 1901. Su muerte causó conmoción popular y
al paso del cortejo fúnebre el público entonó espontáneamente el coro de los esclavos de Nabucco:
Vuela pensamiento, en alas doradas…
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