Motos de Alta Costura - Cafe Racer Obsession

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genios de la personalización.
Mario Palacios, de Arizona Custom Bikes,
un taller de Alcalá de Henares especializado en la modificación de motos Harley-­
Davidson. En la página anterior, Federico
Ruiz, de Café Racer Obsession (CRO).
motos de
alta costura
modificar motocicletas para que sean únicas, bellas y armoniosas es un arte,
y también un negocio en auge. Estos son algunos fabricantes de motos que
serán protagonistas del próximo festival de tendencias urbanas mulafest.
Por ÁLVARO CORCUERa. Fotografía de ANA NANCE
En un taller rugen los Guns n’ Roses con
su eterno Sweet child of mine; en otro suena la voz atronadora de Johnny Cash en I
walk the line; un tercer garaje se inunda
con las guitarras de Metallica, y en Las
Rozas, en el polígono industrial Európolis,
Luis García, José Luna y Pedro Guisado, de
Aoroshd, trabajan en la transformación de
varias Harley-Davidson al ritmo de This life,
la melodía que acompaña a la serie de te-
levisión Sons of anarchy (Hijos de la anarquía), el relato de un club ilegal de moteros en Estados Unidos. Inevitablemente,
la música nos traslada a esas imágenes
prototípicas que muchos podemos tener
en nuestras cabezas, pero José enseguida
se apresura a desmontar los tópicos: “Yo
llevo barba, es cierto, pero las barbas gigantes, las barrigotas, las chupas de cuero,
los parches enormes, fumar como carrete-
ros… es un poco una imagen del pasado.
Entre nuestros clientes, muy pocos tienen
ese perfil”, asegura con una sonrisa.
Sin embargo, en otro taller de Madrid,
la imaginación vuelve a dispararse cuando vemos el cartel de la película Easy rider
(1969). Quién no recuerda a Peter Fonda
y Dennis Hopper cabalgando a lomos de
Captain America y de Billy Bike, las dos
choppers más famosas del celuloide, dos
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Harley legendarias, de horquillas infinitas. El filme no hizo sino popularizar un
concepto de motocicleta que, como tantas otras cuestiones nacidas en los años
sesenta, hoy todavía perdura. Un símbolo
más del American way of life, motos estéticamente exageradas, con piezas cromadas,
manillares elevados, asientos con respaldos larguísimos e incluso chasis que se
habían cortado y soldado de nuevo para
permitir suspensiones fuera de lo normal.
El concepto chopper era consecuencia
del bobber, ambos con idéntica filosofía en
común, la de retirar a las motos lo superfluo,
aligerándolas. Los verbos to chop y to bob
significan cortar y quitar, respectivamente, y de ahí vinieron los términos. Tras la II
Guerra Mundial, en los años cuarenta y cincuenta, algunos soldados estadounidenses
que habían participado en la batalla en motocicletas del ejército decidieron modificar
esas motos pesadas americanas inspirándose en las más manejables europeas que
habían visto, y en algunos casos pilotado,
durante la contienda. Suprimieron guardabarros, indicadores e incluso frenos de-
lanteros con tal de que la moto fuera más
liviana, eficiente y distinta. Nacían así las
motos custom, también en paralelo en Reino Unido, donde habían aparecido, dentro
del movimiento rocker, las llamadas cafe
racer. Un término que traducido al español
significa “corredores de café”, y que viene
de una época en la que muchos jóvenes
iban de bar en bar de carretera, a toda velocidad, compitiendo ilegalmente.
De toda esa amalgama de estilos, lo que
ha llegado hasta nuestros días es el placer
por construirse una moto exclusiva. En Es-
“modificar una moto para
que sea única es un mercado
que no está nada saturado”
FELICIDAD SOBRE DOS RUEDAS.
Nacho Alfaro, de Bonneville, sobre ‘Cashmir’, que se expuso en Arco. En la página siguiente,
el garaje de Malicia Indígena. Su dueño, Jhomba, sobre la moto roja. Debajo de esa imagen,
las pinturas de su taller, y una de las pocas mujeres moteras que hay en España en Aoroshd.
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motos de alta costura
paña ha habido un boom. “Si lo comparas
con la última década, hemos pasado de 6 o
7 constructores a más de 120. Actualmente
somos el país con mayor cantidad de talleres que participan en el campeonato del
mundo”, explica Roberto Rúa, director del
área de motor del Mulafest, el Festival de
Tendencias Urbanas, que se celebra en Madrid del 27 al 30 de junio. “En España no es
reciente el fenómeno de las Harley-Davidson. Pero lo que sí es novedoso es la tendencia de modificar motos muy económicas,
japonesas y europeas de los años setenta
y ochenta, motocicletas sencillas de customizar. Comenzó hace tres o cuatro años,
importado de otras partes del mundo como,
por ejemplo, Australia, pero también por
culpa de la crisis económica, que empuja a
esos estilos mucho más baratos”, añade Rúa.
Los protagonistas de este reportaje
participarán en el Mulafest. Desde constructores que tienen talleres muy grandes
y profesionalizados hasta otros que todavía
no venden sus creaciones; desde artistas
del ensamblaje de piezas de catálogo hasta
otros que diseñan y construyen las motocicletas desde cero. Al estilo chopper, cafe
­racer, dragster… De todo tipo. “La moda
Harley está un poco pasada”, comenta Rúa.
Sin embargo, Nacho Alfaro, de Bonneville,
una tienda-taller de motocicletas en Madrid, matiza: “Modificar una moto para que
sea muy exclusiva no está tan saturado”.
Nos enseña varias, alguna digna de
museo, como el modelo por ellos bautizado como Cashmir, valorada en unos 35.000
euros y que estuvo expuesta en la última
Feria de Arte Contemporáneo (Arco). “La
hicimos a mano, es una moto sin concesiones, para ponerla en el salón y mirarla,
como si fuera un cuadro. Es un ejercicio de
estilo libre: no tiene luces, no tiene asiento,
el manillar es como de bici… Es una moto
que arranca, pero que no está concebida
para circular”, explica Nacho mientras
saca a paso lento la máquina de la tienda y
muchos transeúntes se le quedan mirando.
Una moto modificada requiere de una
homologación ante el Ministerio de Industria y la Dirección General de Tráfico. “Conseguir los permisos para una motocicleta de
estas características es fácil, pero es injusto.
Mientras que en Europa las homologaciones son rápidas y baratas, en España es diferente. Una pieza que fuera de nuestro país
te cuesta homologar unos 50 o 60 euros…
aquí se te puede disparar a 500 euros”, explica Nacho. Una moto se puede encarecer
cuatro y seis meses en cada modificación.
Funcionamos sobre la base de una preexistente o sobre un chasis modificado”, explica Nacho. A partir de ahí entran en juego
la creatividad y el presupuesto: “A medida
que vas trabajando, van saliendo ideas. Yo
solo puedo crear una desnudándola entera,
viendo cómo es el esqueleto. La cantidad
de modificaciones es muy amplia. Puede
haber un cliente que solo quiera cambiar
un manillar y una aleta, y otros que quieran que sea nueva de arriba abajo”. El precio, por tanto, puede dispararse hasta casi
cualquier cifra. Nacho cuenta que la customización más cara que ha hecho ronda los
20.000 euros, moto aparte.
Pero ¿cómo se cambia una moto? Se hace,
por ejemplo, a partir de miles de piezas
que vienen en catálogos de un tamaño tan
dual: “Empecé comprando piezas en EE UU,
dando servicio de aduanas e incluso instalándolas a la gente que me lo pedía. Poco a
poco la profesión de abogado se desvirtuó”.
Una Harley aparece rugiendo sus motores conducida por un cliente. Su novia
también va montada en la moto, pero ella
de paquete, el rol habitual de las mujeres
en este mundo. Susana se quita el casco
y lo reconoce: “Estuvimos el otro día en
la Castellana –donde se reunieron unas
1.500 Harley– y creo que solo me encontré
con dos mujeres conduciendo”. Pero ella,
que justo el día anterior se había sacado
el carné, llega al taller dispuesta a romper
tópicos y a recoger su moto, adaptada a su
estatura, entre otras modificaciones.
Pocas mujeres entran en los garajes.
Nos lo cuenta Federico Ruiz, de Café Racer
Obsession (CRO), otros constructores. “De
4.000 o 5.000 euros si lleva mucho trabajo
de modificaciones detrás. Otro compañero
de profesión, Mario Palacios, de Arizona
Custom Bikes, en Alcalá de Henares, y que
también modifica Harley, dice: “Hay motos
que tardas un año en homologar. Solo nos
ponen pegas y trabas. No sé a quién beneficia esto, yo creo que a nadie. Suelen ser tonterías injustificadas, como, por ejemplo, la
prohibición de poner la matrícula lateral”.
Las homologaciones y el dinero que
conllevan no es impedimento para algunas personas, que cuando se meten en
este mundo lo hacen a fondo. “He perdido
algunos clientes por la crisis, pero en cuanto pase este mal momento volverán. Afortunadamente, sigo teniendo otros. Ahora
acabo de vender una moto de 30.000 euros”,
explica Mario. Porque es arte, pero también
un negocio, incluso ahora, en tiempos de
dificultades económicas. “Tardamos entre
grande que algunos los llaman “las páginas
amarillas”. Por ejemplo, en Aoroshd tienen
14 libros distintos con 40.000 referencias
cada uno, por lo que la combinación de
opciones es casi infinita. Solo con gusto, armonía y tiempo se puede conseguir un gran
resultado. Y con la participación del cliente,
que así también contribuye en el proceso
creativo de su moto: “A mis clientes les
pongo deberes. Porque muchos vienen y
realmente no saben lo que quieren. Nosotros tratamos de orientarles. En función
de lo que cuentan, les recomendamos una
serie de webs en Internet. Generalmente, a
partir de ahí ven la luz”, explica Luis García.
Él era gerente de gimnasios. Su socio,
José Luna, abogado. Su hobby pasó a oportunidad de negocio. “Estaba cansado de los
objetivos, de las ventas, de estar pendiente
del móvil”, explica Luis. Para su compañero
José, el paso de una profesión a otra fue gra-
momento, solo hemos hecho una moto
para una chica, para Merche, que tiene
una tienda de longboards. Le hicimos un
modelo muy loco, medio cafe racer, medio
skater, con el chasis en color flúor, una batería de litio que parecía dinamita… ¡Dimos la
nota!”, explica. Y es que ellos, aunque tratan
de llevar el mando en todo lo que hacen –“si
no, no firmamos la moto”–, suelen adaptar
el trabajo a la personalidad del cliente.
Las motos de CRO, de estilo cafe racer,
son además más baratas que las Harley
modificadas. “Un proyecto pequeño pueden ser 3.000 o 4.000 euros, y uno grande,
unos 10.000 euros. Son especiales y relativamente accesibles. Para mí es una ventaja.
Por el precio de un escúter de dos y medio
tienes una motocicleta que además es indestructible”, explica Fede, que parte de
motos clásicas como, por ejemplo, la última, una antigua Sanglas de la Guardia Civil,
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motos de alta costura
o de otras marcas: Suzuki, Ducati, Yamaha, que tenga algún porito. Entonces tienes
Derbi, Honda… Sus modelos los pinta An- que vaciar el tanque, esperar un tiempo
tonio Merinero, conocido artista plástico, para que salgan los gases, volver a soldar…”.
por ejemplo, de carteles de películas de
Diseñar las piezas de una motocicleta
Bollywood, y apasionado de las motos: “La
suele requerir de conocimientos técnicos.
mayor complicación es que se trabaja en vo- Algunos trabajan con Autocad, un software
lumen y no en plano. Para mí es divertido y
de dibujo en dos y tres dimensiones, como
novedoso, y Fede me hace sentir muy libre”. Mario Palacios, de Arizona Custom Bike.
Pero la libertad se paga. Álvaro Abad, “Yo antes era delineante, dibujaba planos
soldador de CRO, lo explica: “Se sufre mu- de piezas para la construcción”, explica.
chas veces. Adaptar el depósito es costoso. “Ahora constantemente tengo que construir
Tienes que cortar, pensarlo mucho, luego
piezas. Las diseño y trabajo con un tornero
soldarlo… Cuando echas gasolina es fácil
que me las hace”, añade. En un polígono
“lo que unA fábrica haría
para una serie, nosotros lo
hacemos para una sola moto”
la locura valtorón.
Los hermanos Pablo y Carlos Delgado son el alma de Valtorón, unas motos cuyas piezas
modificadas realizan ellos mismos en su taller de fundición. En la página anterior, soldadura
en CRO, detalle de una moto en Arizona Custom Bike y la tienda de Bonneville.
motos de alta costura
de Vallecas (Madrid) nos encontramos con
otro maestro del custom llamado Jhomba,
dueño de Malicia Indígena. Para este colombiano de Pereira, la experiencia en su
país en una empresa subsidiaria de Yamaha le sirvió para abrir el negocio en España:
“Soy diseñador industrial. Pienso y dibujo
los planos de muchas piezas de las motos
que ves aquí”. Una de ellas, de color rojo,
con los radios de las ruedas forrados de tiburón, es de las más representativas, aunque también tunean coches, como un Ford
Capri que tienen desmontado entero en el
taller y cuyo ensamblaje formará parte de
un programa de televisión.
En una hoja de papel tirada en el suelo y
manchada vemos el diseño de una de las
motos de los hermanos Carlos y Pablo Delgado, también conocidos como Valtorón,
nombre artístico tomado del río que pasa
por Valdetorres de Jarama y que bautiza al
polígono en el que tienen su taller de fundición artística de escultura. “Nosotros no
hacemos nada de Autocad, ni de planos
ni nada”, ríe Carlos. El suyo es un proceso
absolutamente artesanal, que realizan en
su tiempo libre, aplicando “el oficio de la
escultura a las motos”. Sobre una motocicleta clásica destripada moldean las piezas
en arcilla, con las manos. De ahí fabrican
moldes en escayola; después, un positivo de
escayola; de ahí un molde de fundición realizado con arena y un catalizador que la deja
sólida… y luego funden el aluminio para
crear carrocerías, depósitos, guardabarros…
Nos enseñan la parte final del proceso,
la más espectacular, que también recrearán
en el Mulafest, igual que hicieron en 2012,
con mucho éxito de público. Del interior del
horno sacan el crisol, una vasija incandescente en la que han derretido varios lingotes de aluminio a 650 grados centígrados. El
líquido penetra en los moldes, y 10 minutos
después ya tienen un guardabarros y un sillín. “El proceso es una locura, porque lo que
una fábrica haría para construir una serie,
nosotros lo hacemos para una sola moto”,
explican. De momento, dicen, no han vendido ninguna: “Nunca hemos tenido una
intención comercial. Hemos fabricado para
nosotros. Sí nos gustaría vender. Lo que
pasa es que son productos muy especiales
y habría que hacerlos por encargo”. En su
taller tienen varias terminadas, como una
Honda CB 900 Bold’Or rebautizada como
Calafat 900 o como la Kawasaki KZ 400 llamada por ellos La Latina 400. Dos máquinas que cumplen su meta: son exclusivas. P
Mulafest se celebra del 27 al 30 de junio en Madrid.
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