Capítulo 8 ¿Nuevo crecimiento, fin de una trayectoria a la Marx y salida de la crisis? ¿Ha salido acaso el capitalismo de la crisis estructural que comenzó en los años 1970? ¿A pesar de eventuales recesiones, los países centrales, excluyendo Japón, han entrado desde hace algunos años en una fase de crecimiento sobre la cual Estados Unidos daría la demostración magistral, y de la cual sería la locomotora come se lee a veces? ¿Resultados inigualados? ¿Una nueva economía? ¿Qué sucede con el progreso técnico, con los salarios, con la desocupación? Los capítulos anteriores ya revelaron ciertos aspectos de este vigor recuperado. Trataremos ahora de reunir esos elementos dispersos y de completarlos. ¿Qué decir del crecimiento de la producción y del crecimiento de las existencias de capital? Ya tuvimos ocasión de comparara este respecto los tres países europeos con Estados Unidos. La expresión «treinta gloriosos» refleja bien, en lo que respecta a Europa, la especificidad de los primeros decenios que siguieron a la Segunda Guerra mundial hasta mediados de los años 1970, particularmente en cuanto al crecimiento (figura 7.3). Incluso la recuperación de la actividad a fines de los años 1980 hace una pobre figura si se la compara con los años 1950 y 1960. La figura citada recuerda que el crecimiento fue mucho más moderado en Estados Unidos que en Europa durante las primeras décadas de la postguerra. El hecho nuevo consiste en que Estados Unidos conoce ya, desde los años 1980, tasas de crecimiento un poco superiores a las europeas, sobre todo durante los años 1990. Así, contrariamente a Europa, Estados Unidos pudo casi recuperar sus tasas anteriores a la crisis. 8.1 – Las fluctuaciones del crecimiento desde 1975 Comentario de las figuras 8.1 y 8.2 El crecimiento no es regular ni en Francia ni en Estados Unidos. Se observa un primer juego de fluctuaciones bastante amplias y lentas, sugerida por las líneas punteadas: una especie de ciclo de crecimiento. El término ciclo no nos debe inducir en error: esos movimientos se suceden pero no se repiten con una periodicidad dada. También se ven impulsos recurrentes de crecimiento más agudos y sobre todo brutales detenciones del crecimiento. Cuando, en tales pérdidas de velocidad la tasa de crecimiento se torna negativa, es decir, cuando la producción disminuye efectivamente (en lugar de crecer menos) se puede hablar de recesiones, como las de 1979, 1982 y 1992 o 1993. Las dos categorías de fluctuaciones son comunes a los dos países, bastante bien sincronizadas, con algunas diferencias en el tiempo y excepciones. La concomitancia de los movimientos más lentos define una periodización simple. Un primer período se caracteriza por un crecimiento sostenido, después de la recesión de1975 y hasta cerca de 1980. La tasa de ganancia ya había caído; las políticas keynesianas de apoyo a la actividad estaban ya en acción; la inflación era fuerte. La recesión de 1979 se prolongó en Estados Unidos en la de 1982, la más profunda de la postguerra, que en Francia fue evitada por la llegada de la izquierda al poder. Las políticas cambiaron entonces radicalmente. Aparece un segundo bloque de crecimiento más fuerte, que rebota en Estados Unidos en 1983. Esta actividad fue característica de la segunda mitad de los años 1980. Pero una fluctuación arrastró las dos economías a la baja, hasta la recesión de comienzos de los años 1990 (1993 en Francia, 1991 en Estados Unidos). Después se esboza una nueva fase de crecimiento, la última del siglo, antes de que se afirme una disminución de las tasas de crecimiento, desembocando sobre la recesión del fin del siglo (que todavía no aparece en las figuras porque las tasas de crecimiento siguen siendo positivas. Las figuras 8.1 y 8.2 nos dan los materiales para una comparación más fina entre Francia y Estados Unidos sobre la base de datos trimestrales. Ellas describen las tasas de crecimiento de la producción desde mediados de los años 1970 hasta el 2001, relacionando la producción de cada trimestre con la del mismo trimestre del año precedente (o sea con un ritmo anual). Las dos economías son constantemente arrastradas a fluctuaciones (cuadro 8.1). Pero lo que nos interesa aquí es sobre todo el nivel general en torno al cual se desarrollan esas fluctuaciones. El nivel medio de 2.2% por año, que prevalece en Francia desde 1975, es débil a la vez con relación a los años anteriores a 1975 (una tasa de 5.1 desde 1952 hasta 1974) y con relación a Estados Unidos, que creció 3.0% en promedio en ese mismo período. Figura 8.1 Tasa de crecimiento anual de la producción para cada trimestre (%): Francia Figura 8.2 Misma variable: Estados Unidos La variable es la tasa de crecimiento del trimestre con relación al mismo trimestre del año anterior. La línea punteada representa la tendencia, haciendo abstracción de las fluctuaciones a más corto plazo. Los pequeños segmentos horizontales indican los valores medios para los dos subperíodos 1952-1974 y 1976-2000. ¿Milagro o espejismo estadounidense? Conforme a lo que se ha observado más arriba, se ve en la figura 8.2 que Estados Unidos logró, a fines de los años 1990 y antes de la recesión del 2000, su tasa de crecimiento media del período 1952-1974, anterior por consiguiente a la crisis estructural. Esta falta de crecimiento de la economía francesa con respecto a la economía estadounidense desde mediados de los años 1970 es un fenómeno importante., Contrasta de modo sorprendente con el progreso relativo en las primeras décadas inmediatas a la Segunda Guerra mundial. En una unidad (la de las paridades de poder adquisitivo) que da cierto sentido a los tamaños relativos, la producción francesa representaba el 18% de la de Estados Unidos en 1952; en 1982, ese porcentaje llegó a un máximo de 25% al terminar un tercio de siglo de progreso bastante regular; desde 1997, volvió a pasar bajo la barra del 20%, es decir, volvió a su valor de 1958. Esta acentuación de la preponderancia de la economía estadounidense tuvo lugar entre 1983 y 1984 y desde 1992. ¿Por qué los años neoliberales fueron comparativamente tan desfavorables para Francia? Volveremos sobre esto. Es posible igualmente interrogarse sobre la estabilidad del crecimiento (la regularidad de las curvas de las figuras 8.1 y 8.2). Las fluctuaciones de la actividad siguieron siendo débiles en Estados Unidos entre la recesión de 1991 y la del 2000, es decir, durante casi un decenio. Ese país se encontraba en el 2000 en el pico de un ciclo de crecimiento un poco más duradero que los anteriores, lo cual era un gran motivo de orgullo, antes de que se manifestase una nueva contracción de la tasa de crecimiento. ¿La recesión del 2000 se transformará en una crisis más profunda? La llegada de tales derrumbes de la actividad es un hecho recurrente que se puede calificar de banal. Se produce sin embargo en un contexto amenazador que combina la caída de los cursos bursátiles, una fuerte inestabilidad en los países de la periferia (particularmente en la Argentina) y el choque políticos de los acontecimientos iniciados por los ataques del 11 de septiembre del 2001. Volveremos sobre esto en la cuarta parte de este libro1 después de recordar las condiciones de la crisis de 1929. A las preguntas planteadas al comienzo de este capítulo sobre el retorno al crecimiento hay que responder, por consiguiente, de un modo matizado. Estados Unidos, más vigoroso que Europa, recuperó en los años 1990 tasas de crecimiento similares a las tasas medias del 1 Capítulo 20, Heterogeneidades técnicas, movilidad internacional del capital y vértigos bursátiles período anterior a la crisis. A las tres economías europeas que habían tenido resultados particularmente buenos antes de 1976, particularmente Francia, les falta todavía mucho. La llegada de una nueva recesión muestra que no se ha realizado ninguna transformación radical de las condiciones que gobiernan la estabilidad macroeconómica. Además del crecimiento de la producción se puede igualmente examinar el de la existencia o stock del capital (la tasa de acumulación de la figura 3.2). Las tasas de crecimiento de la existencia neta de capital siguen siendo bastante débiles en los dos espacios geográficos: en comparación con los años 1960 y 1970 Europa y Estados Unidos acumulan poco2. En cuanto al empleo y a la desocupación, hemos mostrado que la situación difiere entre Europa y Estados Unidos. A primera vista, la permanencia de la ola de desocupación en Europa se opone a la tesis de una salida de la crisis. El episodio de la reabsorción, aún muy parcial, del desempleo, a fines de los años 1990 es un efecto de la recuperación del crecimiento y de la acumulación que corresponde, en Francia, a la última fase de las fluctuaciones macroeconómicas (figura 8.1 y cuadro 8.1). ¿Estamos yendo hacia una desaceleración del crecimiento o hacia un cambio más profundo, simétrico del que marcó la entrada en la crisis en 1980, es decir, hacia una verdadera salida de la crisis? Es difícil decidir esta cuestión sobre la base del examen del crecimiento de la producción y del capital, o del nivel de desocupación. La posición central que le damos a la tasa de ganancia en nuestro análisis nos sugiere privilegiar otro punto de vista, el de la orientación al alza de la tasa de ganancia desde mediados de los años 1980 (así como sus determinantes, el cambio técnico y la variación de los salarios). El cambio sufrido por la tendencia a la rentabilidad del capital es, en efecto, pronunciado (figura 3.1). En Estados Unidos, la tasa de ganancia recuperó en 1999, último 2 Esta lentitud del crecimiento de las existencias de capital a pesar de la reciente alza limitada parece contradecir la comprobación, a veces planteada, de una recuperación de las inversiones en Estados Unidos. Inversión se entiende entonces en el sentido de inversión bruta es decir sin tener en cuenta la depreciación del capital. Considerando la parte de la inversión neta privada, excluyendo la vivienda, en la producción, se ve que este nuevo impulso no es más que una recuperación de lo perdido en la baja observable en todos los años 1980 y hasta 1993. Los niveles alcanzados a fines de los 1990 son medios. La distinción entre inversión bruta y neta es importante. La inversión bruta es una de las componentes de la demanda (junto con el consumo). Es adecuado considerarla al estudiar la coyuntura, de la cual la formación de la demanda es un factor explicativo. Para tratar la variación del potencial productivo, como en la actual discusión, se debe considerar en cambio la inversión neta, que se obtiene restándole a la inversión bruta la amortización del capital. año de la serie, el nivel que tenía a comienzos de los años 1970; en Europa se trata incluso del de mediados de los 1960. ¿Es posible convertir a este vigor recobrado de la tasa de ganancia en el criterio de la entrada en una nueva fase? La dificultad para interpretar este aumento de la tasa de ganancia consiste en que existen diversos modos, no exclusivos, de restablecer la rentabilidad del capital: hay uno que se puede calificar de regresivo y otro de progresista. Esta distinción es crucial para apreciar el período contemporáneo y las tendencias actuales del capitalismo. Desde el punto de vista de los intereses inmediatos de los capitalistas, las dos modalidades son equivalentes porque ambas aumentan la tasa de ganancia, pero no tienen el mismo alcance histórico. La manera regresiva consiste en congelar los salarios sobre un fondo de progreso técnico lento; la manera progresista consiste en promover un flujo de progreso técnico (pues la rapidez del progreso técnico hace eventualmente más fácil el crecimiento del salario que sigue dependiendo de la intensidad de las luchas). Por consiguiente debemos retomar el hilo de las diferentes observaciones reunidas hasta ahora con esta pregunta presente en la mente ¿cómo se restableció la tasa de ganancia? El aumento de la tasa de ganancia en las dos últimas décadas tuvo dos orígenes: el crecimiento de la productividad del capital y una mayor lentitud en el progreso salarial. El nuevo ascenso de la tasa de ganancia desde la mitad de los años 1980 combina los dos aspectos: progresista en el aumento de la eficiencia del capital, a pesar del estancamiento de la productividad del trabajo, y regresivo en el control del salario. Evidentemente el primer movimiento es el portador de futuro. Una dificultad en la apreciación de las tendencias recientes tiene que ver con las relaciones entre las diferentes variables. La persistencia de ritmos poco sostenidos de acumulación es notable, pero si la productividad del capital crece lo suficiente, se podrá lograr una mayor producción sobre la base de unas existencias de capital en aumento relativamente lento, como en Estados Unidos. Una segunda dificultad deriva de la ambivalencia de ciertas tendencias. Si la relación capital-trabajo evoluciona lentamente en Estados Unidos ¿hay que ver en ese fenómeno un efecto de la lentitud de la mecanización o una transformación de las formas del cambio técnico que requerirían hoy menos capital (o sea, el signo de la aparición de técnicas ahorradoras de capital, o de la baja del precio de éste)? En total, el balance que hace este capítulo sobre una eventual salida de la crisis, es contrastado. El elemento positivo es la afirmación de tendencias de la técnica y de la rentabilidad del capital algunos de cuyos aspectos son prometedores. Estamos ya más allá de lo que habíamos calificado de trayectoria a la Marx cuyo rasgo esencial es el peso creciente del capital fijo necesario para la producción (con relación al trabajo y sobre todo a las cantidades producidas); las características de los últimos quince años son diferentes. Correlativamente, se afirmó una cierta recuperación del crecimiento. Estados Unidos llegó a tasas de crecimiento similares a las de antes de la crisis, pero eso está lejos de suceder en Europa. De un lado o del otro del Atlántico hay que tener constantemente presente que el crecimiento es siempre un fenómeno cíclico, con sus altas y bajas, y que el fin de los años 1990, hasta la recesión, correspondió a una fase de intensa actividad. Este capítulo deja por lo tanto intacta la paradoja que habíamos planteado en el comienzo de esta parte (capítulo 3): el fuerte restablecimiento de la tasa de ganancia habría debido materializarse en una recuperación mucho más importante de la acumulación del capital y del crecimiento, que arrastrase tras sí la del empleo. Esta contradicción hace planear cierta ambigüedad en cuanto al significado de las tendencias recientes. Si fuese posible asociar a la recuperación de la rentabilidad del capital en Europa un restablecimiento de las tasas de acumulación y de crecimiento, la hipótesis de salida de la crisis (ligada con la evasión de una trayectoria a la Marx) se vería reforzada. A favor: el aumento de la rentabilidad del capital (más precisamente, de su componente progresista, y el aumento de la productividad del capital); en contra: la lentitud del crecimiento (y la perpetuación del desempleo) en Europa a pesar de la fuerte recuperación de la tasa de ganancia. ¿Por qué el restablecimiento de la tasa de ganancia no estuvo acompañado en Europa por una recuperación paralela del crecimiento? La clave de este enigma se encuentra en los mecanismos monetarios y financieros que abordaremos a continuación.