¿SORPRESAS? El 26 de octubre pasado hubo muchas sorpresas a

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¿SORPRESAS?
El 26 de octubre pasado hubo muchas sorpresas a medida que se conocían los resultados de la
elección, el volumen de votos del Frente Amplio y los del Partido Colorado dejaron perplejos a
las encuestadoras, dirigentes y votantes. Sin embargo, no causó sorpresa a la gente que se
aproximó desde sus lugares de residencia, en el extranjero, para influir en una elección cuyos
efectos les serían ajenos.
Este flujo de personas, residentes lejos de su patria, que se acercan a ella solo para influir en su
destino, pero que no contribuyen con su esfuerzo a construirla, a soportar los gastos públicos y
los planes sociales, ni sufren los avatares económicos, pueden votar en el marco de las normas
uruguayas; pero ¿es justo que lo hagan?
¿Cuál podría ser el fundamento de admitir que personas que hace 10, 15 o 30 años que viven
afuera del país vengan a votar, más allá de la simpleza de responder que en otros países se
hace así? A ellos no les afecta en lo más mínimo el nivel de seguridad, el escaso nivel de
enseñanza y la carencia de vivienda salubre o la presión tributaria, sólo vienen con pasajes
subsidiados. Visitan el país y dejan su voto alejándose de cualquier efecto que su opción pueda
ocasionar.
Quizás en un momento se beneficie uno u otro partido político, eso es eventual, lo importante
es lo conceptual: el voto es algo sagrado, con él se afectan las vidas de los habitantes, para
bien o para mal, por cinco años de sus vidas. Cinco años es mucho tiempo y los gobiernos
deben ser elegidos a conciencia, por las mayorías como lo indica la democracia, pero no tiene
sentido que las mayorías se conformen con personas que probablemente poco se informen en
forma habitual de las novedades de este país, pero, por sobre todas las cosas, no serán objeto
de las políticas que los gobernantes que han ayudado a elegir determinen.
En una elección como la última, el caudal de votos proveniente de residentes del extranjero
pudo ser decisiva en algún aspecto, quizás en que se haya obtenido la mayoría en primera
vuelta en la Cámara de Diputados. Un pequeño grupo de gente no residente pudo haber
determinado que en un país no sea necesario el diálogo para conformar las leyes de interés
general.
Un pasajero grupo de turistas, con una credencial nacional, pudo haber influido para que un
candidato, que haya trabajado duramente para hacerse conocer a lo largo y ancho del país,
quede afuera del parlamento por haber votado, más por un slogan que por un conocimiento
cabal del país real.
El voto de quien no habita el país y solo lo visita en ocasión de las elecciones, probablemente
haga una opción con la pasión más que con la razón o el conocimiento. Nada impide que los
ciudadanos de este país, inscriptos en el Registro Cívico y que cumplan con los requisitos
establecidos en la Constitución de la República y las leyes vigentes, se acerquen a votar por
más que sus intereses estén en otro país que los alberga y cuyos gobernantes sí rigen sus
vidas. Sin embargo la reflexión cabe para evitar empujes como los que ya ha habido en pos de
un voto desde el exterior.
Como en todo orden de la vida las personas deben ser responsables de sus actos y deben
afectarle las consecuencias de los mismos, en el caso del voto, quien vote debe hacerlo para
elegir el gobierno que regirá su propia vida y la de su familias por los próximos cinco años y no
erigirse en decisor de la vida de los demás.
CASILDA ECHEVARRÍA
“LA REPÚBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY ES LA ASOCIACIÓN POLÍTICA DE TODOS LOS
HABITANTES COMPRENDIDOS DENTRO DE SU TERRITORIO” (Constitución de la República
Oriental del Uruguay – Sección I – De la Nación y su soberanía – Capítulo I – Artículo 1º)
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