Las grabaciones de un contratista en apremios

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07 septiembre, 2015 | Fundación Ideas para la Paz
Las grabaciones de un
contratista en apremios
depende gran parte de la facturación, definían lo suyo como
material común. En espera de que le ayudara como fue su
promesa, acudió a Miguel García, quien le aseguró que iba a
intervenir en su favor. Sin embargo, hoy cree que lo que hacía
era instruir a sus subalternos para que le dieran duro a Rockex y
así poder sacarlo del negocio y meter a otros contratistas.
En 2004, después de recibir su título como ingeniero industrial
en la Escuela Colombiana de Ingenieros, Henry Calderón Ortiz
decidió constituir una empresa con su hermana, también
ingeniera, María Catalina Calderón. Inicialmente se dedicaron a
importar repuestos y luego al suministro y alquiler de maquinaria
pesada. Aunque la primera sede de operaciones era Neiva
(Huila), hacia el año 2008 habían extendido su actividad à la
explotación de una cantera en Soacha (Cundinamarca). Dos años
después optaron por la construcción de obras civiles, lo cual los
llevó a hacer negocios con el Estado.
La situación de Calderón se tornó crítica. O le pagaban tarde o se
negaban a ajustarle la clasificación del material extraído. En
cambio García le siguió exigiendo el 10 % de lo que le daban. “En
abril el panorama era desesperante y se comenzaron a romper
las relaciones con García. Aún así, días después, ya hacia mayo,
me reuní con él y su solución fue que no le diera dinero a él sino
al interventor para que los informes me favorecieran. Además,
insistió en que le girara $10 millones, y dos más para un
topógrafo. Entonces, ya casi quebrado, decidí que era el
momento de reaccionar”.
Después de prestarle servicios a un distrito de riego en
Chaparral (Tolima), los hermanos Calderón Ortiz asumieron que
era el momento de que su empresa Consorcio Rockex SAS
entrara a las grandes ligas de la contratación pública. Su primera
incursión fue como subcontratistas en la construcción de la
represa de El Quimbo. No tuvieron problemas y sus trabajos de
excavación con una empresa italiana les dieron suficiente
experiencia para medírsele a un proyecto mayor. A través del
Invías se enteraron de la construcción de una obra importante
dentro de los llamados “corredores viales de la prosperidad”.
En vez de darle más dinero a García o de consignarle a nombre
de un tercero como se lo sugería, no sólo se abstuvo de hacerlo,
sino que decidió grabar las conversaciones. Así como García le
hablaba con mucha confianza, como si fueran amigos, porque
incluso había tenido que atenderlo en su finca, optó por
conversarle de manera abierta. En uno de tales diálogos, García
le dio a entender que alguien de la interventoría de la obra le
había dado el número de cuenta de un tercero para que
consignara. Calderón le volvió a insistir en el tema de la
clasificación de la roca.
Se trataba del contrato 518 de 2012, a través del cual Invías
firmó con el Consorcio PCP el desarrollo de obras de la
denominada Transversal del Libertador Fase II, una carretera
entre los departamentos de Huila y Cauca. Un negocio por valor
de $236.000 millones. Según refiere Henry Calderón, entonces
decidió contactar al director de la obra, el ingeniero Miguel
García, quien accedió a otorgarle un contrato a 180 días en uno
de los trayectos principales. El convenio se firmó en noviembre
de 2014, a través de la firma Grodco Ingenieros Civiles,
perteneciente al citado consorcio PCP.
En total, Calderón grabó más de diez conversaciones, pero a
pesar de que a finales de mayo recibió $220 millones, no quiso
girarle un peso más a García ni a quienes el recomendaba
hacerlo. A principios de junio, en los tramos de obra que Rockex
tenía adjudicados empezaron a aparecer excavadoras y
maquinaria de otros contratistas. El día 14 recibió una
comunicación del Grupo Empresarial Grodco en la que daban por
terminado el contrato y lo conminaban a entregar las obras
ejecutadas y retirarse del sitio de los trabajos. El plazo para salir
de la obra quedó fijado para el 17 de junio.
El 20 de noviembre de 2014, con cinco excavadoras, una
motoniveladora, dos buldóceres y 60 empleados, Rockex montó
su campamento en el kilómetro 44, entre Puerto Valencia e Inzá,
en una zona de orden público y comunicación casi inexistente.
Después de un mes de trabajo y cuando Calderón esperaba que
le giraran una alta suma de dinero para garantizar la
sostenibilidad de la operación, empezaron los problemas. En vez
de lo convenido, según Calderón, el ingeniero Miguel García le
hizo ver que ese tipo de negocios tenían un costo adicional para
que las cosas marcharan a pedir de boca.
En ese momento, con más de $3.600 millones en reclamaciones,
Calderón optó por buscar un abogado para recuperar su dinero.
A través del jurista Carlos Sánchez Cortés envió tres cartas al
Invías y a los directivos de Grodco, detallando los
incumplimientos y las diferencias técnicas en la obra, pero sin
mencionar las exigencias de García o las grabaciones que le
había hecho. El 14 de julio, la gerencia de Grodco le contestó que
apenas cumpliera los requisitos aportando los certificados de
estar al día en obligaciones salariales y prestacionales, la
empresa podía proceder.
“A cambio de hacerme la vida fácil en la ejecución de la obra y
ayudarme a desarrollarla de buena manera, de frente me pidió el
10 % del dinero recibido del contrato. Yo supe de entrada que
era una propuesta extorsiva, pero decidí someterme. Días
después, ya hacia el mes de febrero, de un giro de $245 millones
por anticipo, me tocó darle $24,5 millones en efectivo. Él a su vez
los consignó en una cuenta suya en una sucursal del Banco
Davivienda en Neiva”, refiere Henry Calderón. Sin embargo,
cuando pensaba que a partir de ese momento todo iba a salir
bien, el tema empeoró en otras instancias.
En la misiva de respuesta, Grodco rechazó algunos de los
argumentos del ingeniero Calderón, recordó las cláusulas del
contrato original respecto al tema de la modificación del mismo y
le recordó que el negocio jurídico entre las partes estaba en
etapa de liquidación y quedaba en espera de que entregara la
documentación requerida. Hoy Calderón sostiene que entiende
cómo funcionan muchos negocios de este tipo. “Invías entrega
las obras a contratistas con músculo económico o tradición, y
estos a su vez subcontratan descargando en los segundos los
riesgos de los sobrecostos”.
Calderón sostiene que los ingenieros residentes comenzaron a
hacerle la vida imposible. Como tenían que clasificar la roca
excavada, que es el material que tiene mejor precio y del que
Y añadió el alicaído empresario: “En algunas empresas no faltan
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los personajes que se aprovechan para hacer su negocio aparte
en la cadena de subcontratación. En últimas, los subcontratistas,
que en el fondo son quienes hacemos la obra, terminamos apenas
recibiendo la sexta parte de lo que los grandes cobran al Invías.
Yo acepto que tuve que pagar y someterme, y después rogar para
que no acabaran con mi empresa. Pero como no accedí más, me
echaron de la obra y suspendieron los pagos. Ahora llevo tres
meses sin recibir un peso de la obra ejecutada honestamente”.
El Espectador consultó a un asesor de Invías para entender por
qué puede pasar algo como lo que dice Calderón que le sucedió.
“En más de un comité he escuchado que la relación entre los
contratistas y subcontratistas es un problema entre ellos, y sólo
hay intervención si se afecta la obra. Claramente hay conductas
abusivas en esa relación, pero los segundos están en una
posición muy desventajosa. Tienen que probar sus acusaciones y
eso puede ser eterno”. Calderón añade: “En la contratación de
algunas obras civiles termina imperando una intermediación
mafiosa”.
Por lo pronto, el ingeniero Henry Calderón espera poder
recuperar los dineros que le invirtió à la que creía iba a ser su
primera obra de importancia para el Estado, así fuera en calidad
de subcontratista. En cuanto a sus grabaciones, las tiene listas y
clasificadas por si las autoridades competentes quieren
escucharlas o las requieren. El Espectador le hizo quince
llamadas telefónicas este viernes al ingeniero Miguel García para
conocer su posición frente a los señalamientos del propietario de
Rockex, y la respuesta fue que él iba a devolverlas apenas
terminara una reunión. Al cierre de esta edición no hubo
respuesta alguna.
Grodco, compañía de tradición
Aunque la hipótesis inicial es que pudo ser un caso aislado de
infidelidad empresarial de algunos funcionarios de la compañía,
lo cierto es que se trata de una empresa de reconocida
trayectoria. El grupo empresarial Grodco inició operaciones en
Colombia desde 1958. Su fundador, Gustavo Rodríguez Díaz, fue
contratado para la época por varios gobiernos locales,
departamentales y nacional para desarrollar diversos proyectos.
Entre 1976 y 1990 fortaleció su trabajo pero esta vez con mayor
énfasis en obras para el Ministerio de Transporte. Desde 1991 y
hasta el año 2000 la empresa se dedicó a manejar concesiones
viales. Una década después se internacionalizó y consolidó como
grupo con millonarios negocios en Colombia y Latinoamérica.
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