el desastre británico que encumbró a atatürk

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EL DESASTRE BRITÁNICO QUE
ENCUMBRÓ A ATATÜRK
Se cumplen cien años de la conocida como Batalla de Galípoli. Los
diez meses de sangrienta campaña iniciados en febrero de 1915
certificaron la inapelable derrota de la tropas aliadas, dirigidas por la
Armada británica, y el auge triunfal del nacionalismo turco. Una
historia llena de errores que costó el puesto a Winston Churchill y
encumbró a Mustafá Kemal, el fundador de la República de Turquía.
Texto y fotografía: Miguel Fernández Ibáñez
ecep ojea las hileras de lápidas de Abide. Busca
una en especial, la que corresponde a los turcos que procedían de Tokat, de donde es
oriundo. Cuando la halla, su figura se yergue
y sus manos se elevan a la altura de la barbilla. En el
momento en el que las palmas miran hacia su cara,
comienza a rezar; lo hace por todos aquellos soldados
que fallecieron en la batalla de Galípoli. Cien años después, decenas de cementerios y monumentos atraen
a millones de personas que peregrinan por esta península enmarcada entre el estrecho de los Dardanelos
y el mar Egeo. La mayoría reza entre los recuerdos de
la épica otomana y del desastre británico.
Los Jóvenes Turcos, entonces liderados por Enver
Pasha, habían decidido unirse a las Potencias Centrales en la I Guerra Mundial. El evidente interés aliado
por repartirse las mejores plazas del Imperio condujo
a los otomanos al conflicto, uno más dentro de la
inercia bélica iniciada en el siglo XIX en sus vastas
fronteras. A finales de 1914, la resistencia de los mehmetçikler –como aún se conoce a los soldados turcos–
inquietaba en el Cáucaso al gran duque Nicolás, el comandante supremo de las fuerzas rusas, quien sugirió
a los británicos un ataque simultáneo contra los otomanos para dividirlos y así facilitar la expansión rusa
por Anatolia. El objetivo seleccionado por el entonces
primer lord del Almirantazgo, Winston Churchill, fue
ni más ni menos que Estambul. En una rápida operación naval se eliminarían las anticuadas defensas otomanas de los Dardanelos para luego ocupar con un
pequeño contingente de fuerzas terrestres los puntos
clave. Un paseo militar que permitiría a sus acorazados
avanzar hasta la capital del Imperio surcando el mar
de Mármara. Esto provocaría, según las estimaciones
aliadas, que los otomanos abandonasen la guerra y
búlgaros e italianos se uniesen a su bando.
La misión, mal concebida desde el principio, se con-
R
virtió en el mayor desastre británico en la Gran Guerra.
No se tuvo en cuenta la histórica resistencia de la región y se infravaloró al “Hombre enfermo”, tal y como
era conocido el Imperio otomano. Los mapas eran imprecisos, minusvalorando el escarpado terreno al que
se debían enfrentar, y no se reparó en las extremas
condiciones climáticas de la región. La escabechina
dejó cerca de 150.000 muertes, la mitad otomanas, y
el doble de heridos. Una realidad que los ciudadanos
descubrieron de golpe, cuando la propaganda de guerra era ya insostenible.
«Fue una expedición enferma. Ellos (los Aliados) no
otorgaron los recursos suficientes –ni en hombres ni
en tecnología bélica– para lograr el objetivo. Además,
los Aliados, especialmente Francia y Gran Bretaña,
mostraron desacuerdos sobre la capacidad otomana.
La Quinta Columna del Ejército otomano demostró
que merecía un mayor respeto», recuerda el historiador australiano Rhys Crawley, autor del libro “Clímax
en Galípoli”. Serdar Halis Aktasor, cuyo abuelo fue comandante del 27º Regimiento otomano, coincide con
Crawley al destacar que «el mayor error de los Aliados
fue menospreciar al Imperio». Además, añade, «no estaban organizados, desconocían el terreno y la falta
de preparación de sus soldados, especialmente los de
Australia y Nueva Zelanda, convirtió la ofensiva en
algo muy complejo».
La campaña. En febrero de 1915, los acorazados franceses y británicos comenzaron a bombardear la boca
del estrecho de los Dardanelos. Durante un mes, el objetivo principal fue desgastar las defensas otomanas.
Esto evitó el factor sorpresa y los mehmetçikler se reorganizaron en los puntos clave de la región bajo la
dirección del general alemán Liman von Sanders, asesor militar del Imperio y jefe de la campaña de Galípoli. El primer éxito, valiéndose de la artillería móvil,
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