EL MISTERIO INAUGURAL

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EL MISTERIO INAUGURAL
Timoteo Villa Andrew
Lector español en la Universidad Estatal de Bujará (Uzbekistán)
“Ella era de Bujará, y tenía cuatro años más
que yo. Tanto su padre como el mío eran
recaudadores de impuestos, y el matrimonio
quedó amigablemente acordado salvo una
leve dificultad, porque su abuelo opuso
reparos aduciendo que mi padre era ismailí
y usaba hachís durante el culto. Pero poco
después nos casamos.”
Este pasaje de la novela El médico, del escritor estadounidense Noah Gordon, en
el que el médico y pensador persa Avicena habla de su matrimonio, refleja muy bien la
complejidad cultural característica de Bujará. Avicena, o Ibn Sino, como se le conoce
aquí, vivió varios años en esta ciudad, y la Facultad de Medicina lleva su nombre.
Bujará es, junto con Samarcanda, una de las dos ciudades históricas de la cultura
tayiko-persa en Uzbekistán, y la región de Bujará fue durante un largo período parte del
Imperio Persa. La mayor parte de su población es cultural y lingüísticamente tayika, a
pesar de que la ciudad, como Samarcanda, fue incorporada a la República Socialista
Soviética de Uzbekistán durante el período soviético. También es hogar de una
numerosa comunidad judía, cuyos ancestros se asentaron en la ciudad durante la época
romana. El término "judío de Bujará" es comúnmente usado para nombrar a los judíos
provenientes de Asia Central. Esta ciudad ha sido uno de los principales centros de la
civilización iraní a lo largo de la historia. Su arquitectura y sitios arqueológicos forman
parte de los pilares de la historia y arte persa y, desde 1993, su centro histórico es
Patrimonio de la Humanidad. Bujará ha sido tradicionalmente además el principal
centro de cultura islámica sufista en Asia Central, y uno de los principales centros de
peregrinación musulmana.
Para nombrar el mundo al menos una lengua es necesaria, y en Bujará se hablan
principalmente tres: el ruso, el uzbeco y el tayico, pero sobre todo esta última. En la
universidad se enseñan las literaturas rusa y uzbeca, sin embargo, el tayico no se
estudia, en un intento de homogeneización lingüística.
Desde un punto de vista étnico, Asia Central es una región confusa y esto hace
que el mapa lingüístico también lo sea. El uzbeco es una lengua de la misma familia que
el turco, y el tayico es una lengua persa. Las lenguas turcas no cuentan con una
literatura significativa hasta los siglos XVI y XVII, porque en los imperios turcos las
lenguas de la cultura eran el árabe y el persa y no el turco. El persa se hablaba en las
ciudades, donde vivían los intelectuales, y el turco era la lengua de los nómadas, que
eran pastores. En la región de Bujará esa situación se mantuvo hasta que los nómadas se
instalaron en los pueblos durante el período soviético, y poco a poco han ido
estableciéndose también en la ciudad, sustituyendo a los tayicos que pueden permitirse
ir a trabajar a Rusia.
Como lenguas extranjeras, en la universidad se estudian el inglés, el francés, el
alemán, el italiano, el árabe, el persa, el turco, el coreano, el japonés y, desde este curso,
también el español. Llevar las primeras palabras de una lengua extraña a una ciudad con
2500 años de historia supone todo un reto, y para un lector de español de la Agencia
Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo, nada mejor que sentir que la
lengua que enseña es bienvenida, como está siendo el caso.
Al manejar tres lenguas habitualmente, mis estudiantes no encuentran especial
dificultad en el aprendizaje del español, pues ninguno de los fonemas del español les
plantea un desafío, al conocerlos y producirlos en sus respectivas lenguas. Entre las
motivaciones para aprender la lengua de Cervantes, que también es la de Shakira,
destacan sobre todo el deseo de abrirse al mundo, de conocer otras culturas, de vivir en
otros lugares, la intención de dedicarse a la enseñanza del español en su propio país, la
de mostrar y explicar su país y su cultura a los turistas (historia, ruta de la seda, cultivo
del algodón, religión islámica, mar Aral), la de trabajar para compañías nacionales que
tienen negocios con países de habla hispana, o directamente para compañías extranjeras
afincadas aquí. Para todos, en cualquier caso, el aprendizaje del español está resultando
una experiencia estimulante y divertida, que mejora sus posibilidades profesionales y
enriquece su visión del mundo, pues, como dice el escritor y académico Muñoz Molina:
Cuando uno habita, aunque sea transitoriamente, otra lengua, es como si
habitara otra música, otro país, y el placer de hablarla, incluso el de
leerla, es el de hacer un viaje y el de cambiar de vida y de país. (...)
Aprender una lengua es sobre todo descubrir la amplitud de todo lo que
se ignora, los matices que nunca se llegará a poseer, la proliferación
selvática de las palabras que desconocemos. No puede existir la plena
ciudadanía sin la conciencia inquisitiva y respetuosa de las tierras y
formas de vida que no se parecen a las nuestras, y que, sin embargo,
tienen mucho en común con nosotros. Suele decirse que para escribir
hace falta sobre todo el dominio de la propia lengua, pero yo estoy
seguro de que es igual de necesario viajar y perderse por otros idiomas,
aprender de nuevo en ellos el misterio inaugural que hay en cada
palabra.
En definitiva, espero que esta tradición de enseñanza del español que ahora
comienza en Bujará, junto con las ya veteranas de Tashkent y Samarcanda, encuentren
una continuidad favorable en las próximas décadas, para que el mundo pueda ser
nombrado también aquí en español.
En esta bellísima ciudad de Asia Central, mis estudiantes empiezan a saludarme
por la calle en español, y eso, hasta este curso, no era posible. La inédita sensación de
estar haciendo historia supone un añadido muy gratificante a una profesión que de por
sí, y tras diez años de ejercicio, me sigue resultando apasionante.
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