La vertiente kerygmática de la Iniciación Cristiana Gerardo Daniel Ramos scj Voy a apoyar mi reflexión en las siguientes afirmaciones del documento de Aparecida [=A] y Navega mar adentro [=NMA], ciñéndome exclusivamente a la vinculación entre kerigma e Iniciación Cristiana. “Son muchos los creyentes que no participan en la Eucaristía dominical, ni reciben con regularidad los sacramentos, ni se insertan activamente en la comunidad eclesial” (A 286). “Esto constituye un gran desafío que cuestiona a fondo la manera como estamos educando en la fe y como estamos alimentando la vivencia cristiana” (A 287). “La iniciación cristiana, que incluye el kerigma, es la manera práctica de poner en contacto con Jesucristo e iniciar en el discipulado” (A 288). “Sentimos la urgencia de desarrollar en nuestras comunidades un proceso de iniciación en la vida cristiana que comience por el kerigma y, guiado por la Palabra de Dios, que conduzca a un encuentro personal, cada vez mayor, con Jesucristo” (A 289). “La catequesis no puede limitarse a una formación meramente doctrinal sino que ha de ser una verdadera escuela de formación integral” (A 299). “La caridad pastoral de la Iglesia, que entre sus recursos cuenta con una gradual pedagogía, tiene la misión de conducir a sus hijos hacia una vida cristiana plena” (NMA 92). 1. Nuestra situación personal en el contexto del Bicentenario La iniciación cristiana nos remite al misterio pascual. El Bautismo explícitamente es un sumergirse en la muerte y resurrección de Jesucristo; la Confirmación es la efusión personalizada del Espíritu Santo en el creyente bautizado; la Eucaristía es presencia (“estar”), entrega (dar la vida “derramándose”) y anticipo (dar vida “esperanzando”)1. En contrapartida, el misterio pascual nos remite a la persona “concreta, histórica y real” (ver RH 13-14); a cada uno/a de nosotros/as, que naturalmente quiere tener un férreo control sobre la propia vida, costándonos resignar cuotas de ella para “entregarla” por otros. Efectivamente, tendemos a priorizar “lo importante para mí”, las necesidades, por encima de “lo importante en sí”, el amor como valor (L. Rulla)2. Por nuestra condición “carnal”, nos cuesta autotrascendernos, y en ocasiones quedamos anclados en un narcisismo que nos asfixia. La expresión pseudo-religiosa del narcisismo es la idolatría: el ídolo es una proyección o extensión de nuestro yo. Por eso es una forma de autodivinización, que se asocia a la soberbia individualista y nos deja estériles. Ver mi libro La pastoral de la Iglesia en el actual contexto argentino, disponible on line: http://betharram.info/archivos/4trilogiaramos.pdf, pp. 41-44. Para el tema específico de la Eucaristía: La fe de los cristianos ante el actual pluralismo cultural, http://betharram.info/archivos/2trilogiaramos.pdf, pp.89-90. 2 La pastoral de la Iglesia…, pp. 24-26. 1 1 Tal vez por razones históricas que dificultaron las reglas de juego claras, a lo/as argentino/as nos ha costado siempre autotrascendernos solidariamente en el espacio social de un modo “firme y perseverante”, y no de un modo meramente “emotivo y superficial” (ver SRS 38). Parecería que “buen tipo” no es el que cumple la ley, sino más bien quien no denuncia la transgresión social de su “amigo/a”. Esto se traduce en el hecho de que “cada vez es más difícil encontrar personas apasionadas por el bien común” (NMA 25). Una explicación histórica que ayuda a comprender esta situación diría que desde los tiempos coloniales, las leyes se hicieron o aplicaron en función del caudillo de turno, haciendo que en general “el vivo viva del zonzo y el zonzo de su trabajo”. El ejemplo paradigmático fue la aduana de Buenos Aires, matriz remota de nuestra cultura piquetera. Manipular los beneficios de la ley en función del bien particular, poniendo como rehenes al resto de lo/as ciudadano/as. “El que no llora no mama y el que no afana es un gil” (E. S. Discepolo). Sin embargo, desde una perspectiva psico-espiritual, toda esta gama de actitudes es notoriamente infantil y regresiva. Se asocian al sentimiento de omnipotencia infantil, que vienen gratificados por la figura complaciente de la madre. Nuestro país, y América Latina en general, tiende a esta actitud oscuramente telúrico-fusional, que dificulta el proceso de individuación y la internalización de la ley paterna, conduciendo a un determinismo inhibidor de la propia y verdadera libertadresponsabilidad. Las arbitrariedades institucionales, el “machismo institucional”, vienen a consolidar esta inmadurez, a partir del sentimiento de perversa omnipotencia del/a caudillo/a de turno. Con lo que en el mejor de los casos, no queda otra alternativa que “hacerse amigo/a del juez” (J. Hernández). De este modo, los buenos sentimientos individuales, asociados a los malos hábitos y prácticas sociales, nos conducen a permanentes conflictos: patológicamente, somos “dos quereres” en uno: afables con los nuestros e impresentables en público; obsecuentes aduladores del/a caudillo/a, y amantes de la libertad… 2. Iniciación cristiana y transformación del imaginario psico-espiritual La iniciación cristiana viene a transformar, antes que nuestras convicciones y actitudes, nuestro imaginario3. El imaginario es la constelación de símbolos prevalentes en la vida de cada persona. Tiene connotaciones socio-culturales, ya que en un determinado contexto el imaginario tiende a ser compartido, y puede prevalecer en él una tonalidad más bien progresiva, asociada a la madurez, o más bien regresiva, asociada al mundo infantil. Por estar íntimamente vinculados a nuestra afectividad, los símbolos nos movilizan desde dentro, cordialmente. La iniciación cristiana viene a transformar, a lo largo del itinerario vital, un imaginario prevalentemente regresivo en progresivo. Este carácter “mistagógico” tiende a transfigurar nuestra vida, imprimiéndole un carácter decididamente teologal, ya que nos invita permanentemente a pasar de una prevalencia del “yo trascendido” al “yo que se trasciende” (L. Rulla), del “amor a sí mismo hasta el desprecio de Dios” [=eros] al “amor a Dios por encima del Desarrollo más ampliamente estas convicciones en El imaginario de los cristianos en el contexto cultural argentino: http://betharram.info/archivos/3trilogiaramos.pdf, pp. 22-31. 3 2 amor propio” [=ágape]. En la medida que este proceso mistagógico madura, el conjunto de nuestra vida se va cristificando. Esto nos habilita para asumir una mirada sacramental de las cosas, las personas y los acontecimientos. Cuando aceptamos morir a nuestros impulsos egoístas y autorreferenciados, experimentamos que una nueva vida (“resucitada”) emerge en nosotros/as. Éste es el profundo dinamismo pascual de nuestro bautismo. Entonces, todo lo que parecía “no ser sino” resulta ahora “no ser sólo”. Las cosas, las personas y los acontecimientos adquieren una densidad mayor a la inicialmente imaginada. Se tornan “inéditos”, resplandecen con otro espacio y alcance: evocan la trascendencia. Ésta es la experiencia de la gracia posibilitada por la efusión del Espíritu de Pentecostés. Nuestra ulterior unción como bautizado/as confirmado/as nos habilita para llevar una vida nueva de modo “místico”, viendo a Dios en todas las realidades. Porque si las cosas, personas y acontecimientos adoptan carácter sacramental, es decir, “icónico” –ahora ya no “idolátrico”–, la transparencia de lo real comienza a mediar un proceso de “autotrascendencia teocéntrico”, centrado en Dios y no en nosotros/as mismo/as. En este mismo proceso y actitud, el Señor se nos comunica y manifiesta. Experimentamos entonces un gozo sereno y permanente que es muy diferente al fugaz goce, idolátrico y regresivo, del alcohol, el sexo y las drogas. Si Dios está presente es porque nos sabemos en comunión con Jesús, y animados por el Espíritu. Entonces somos hijo/as de Dios. La comunión con el misterio pascual de Jesús nos hace experimentar que la vida nueva nos fue donada gratuitamente por Aquél que se entregó por nosotros. El sacrificio en la cruz es ofrenda de amor. Nos hace estar también a nosotros presentes en la vida de los demás (“esto es mi cuerpo”), en actitud de creativa donación y servicio (“ésta es mi sangre que se derrama”). Porque la gratitud eucarística [=eujaristein: “dar gracias”] induce a la gratuidad del amor [=ágape]. Esta disposición proactiva permite que la vida fluya y, consecuentemente, genera una comunión superadora de la fragmentación social alentada por el narcisismo individualista e idolátrico de ese promocionado consumo despótico del “cada uno/a su mundo”, que sólo se orienta a lo/as demás para manipularlo/as y “sacar tajada”. Cuando vivimos con gozo sereno actitudes de gratitud y gratuidad en comunión, emerge el sentimiento y se consolida la virtud teologal de la esperanza. En efecto, la esperanza surge cuando descubrimos que lo que verdaderamente nos hace valiosos y nos confirma en la “amabilidad intrínseca del propio ser” (A. Cencini) es más bien el “don agradecido” más que la “conquista obtenida”. La eucaristía nutre y fortalece este proceso, ya que es también anticipo de la vida eterna, gozosa y en comunión, que como hijo/as dilectos del Padre (=gratitud) viviremos en Cristo, habitados y definitivamente transfigurados por la acción del Espíritu (=gratuidad). La esperanza vivida personalmente y en comunión eclesial, convierte a la “Iglesia de la eucaristía” en icono de la Trinidad, en medio de una sociedad fragmentada por el individualismo idolátrico y la desconfianza escéptica. 3. Algunas sugerencias pedagógico-pastorales Los símbolos sacramentales nos invitan a “hacer mucho con poco”. Lo que parecía “no ser sino” agua, aceite, pan y vino, acaban “no siendo sólo” eso. Por el contrario, se convierten en realidades y 3 experiencias absoluta y asombrosamente nuevas: la vida nueva de los hijo/as de Dios, la unción espiritual del/a cristiano/a maduro, el cuerpo y sangre de Cristo. Con muy poco, el Señor siempre hace mucho: se dona a sí mismo. Por eso, la austeridad de vida contribuye muchísimo a la internalización del estilo de vida de Jesús. Por ejemplo, genera comunión: hacer poco con mucho, enemista; hacer mucho con poco, une. Con pocos panes y menos peces, el Señor hace que termine alcanzando para todos e incluso sobrando (ver Jn 6). Donde parecía “no haber sino” un sepulcro vacío, estaba la buena noticia de la resurrección (ver Lc 24,35ss.); lo que parecía “no ser sino” agua de pozo, se convierte en imagen bautismal de manantiales de agua viva… (ver Jn 4,1ss.). Además de la experiencia de austeridad, ineludible para adentrarse en una mistagogía sacramental, la transformación del imaginario simbólico se alienta y nutre por medio de la lectura orante de la Palabra de Dios4. Si leemos y meditamos una hora más los textos bíblicos o algún buen libro de espiritualidad, en lugar de perder ese precioso tiempo mirando “fútbol para todos” o las nuevas ocurrencias de Tinelli, nuestro imaginario simbólico seguramente se afianzará en sentido progresivo. Cada uno/a de nosotros/as tiene que ejercitarse en una disciplina personal, procurando postergar todo lo que huela a gratificación inmediata, lo cual es propia de los procesos adictivos. (En efecto, es propio del/a a-dicto/a no lograr el modo de comunicación: en él o en ella no emerge adecuadamente la palabra). Ese tiempo y espacio ampliado posibilitará la emergencia de la Palabra, asociada a un sentido teologal y trascendente de la vida, y permitirá que las necesidades personales se acaben subordinando libremente a la internalización de los valores evangélicos. Nos hará elevarnos a lo mejor de nosotros/as mismo/as. La práctica no sólo del sacramento de la reconciliación (reconociendo nuestros límites), sino también la de la acción de gracias o eucaristía (valorando nuestras posibilidades), nos afianzará en la percepción gratuita y agradecida del don, de lo verdaderamente importante y significativo. Esto nos invitará a seguir avanzando mistagógica y esperanzadamente como “discípulos misioneros” en clave de autotrascendencia teocéntrica. El termómetro último para chequear la consistencia de este proceso estará siempre en la calidad de nuestra caridad fraterna y fervor misionero. Así, participación eclesial en una comunidad concreta y el servicio evangelizador en un espacio de nuestra Patria irán de la mano del gozo y la paz personal. También está disponible on-line mi libro Lectio pastoral y sabiduría de vida. La Palabra de Dios interiorizada y celebrada a lo largo del año litúrgico, que puede venir bien al respecto: http://betharram.info/archivos/5trilogiaramos.pdf. El conjunto de la Trilogía en cinco volúmenes con una sinopsis introductoria, a la que pertenecen las obras citadas, puede consultarse en: http://www.teologiayculturadesdeargentina.blogspot.com/. 4 4