499 EL CARÁCTER DEL DERECHO EN EL ESTADO LIBERAL Y EL AUTORITARIO Roberto Sánchez El problema del Estado y del carácter de la sociedad liberal y de la autoritaria ha sido objeto de discusión permanente en America latina en los últimos años. Ello no es sino la consecuencia de que ambos modelos sociales han existido y existen en nuestros países, y de que ambos se postulan como la negación del otro. Nos atreveríamos a decir que no se nota igual preocupación por el carácter de las instituciones jurídico-pulíticas que propugnan el discurso liberal y el autoritario. Este olvido nos parece importante por dos razones principales: la primera es que la discusión sobre el derecho entendido como proyecto político-social arroja ricas luces sobre los rasgos predominantes del mundo social que intenta reglamentar, y sobre los intereses sociales que pretenden traducirse en normas jurídicocoactivas. La segunda razón estriba en que el debate sobre el tema abre la perspectiva necesaria para vislumbrar el futuro político. En la medida en que seamos capaces de visualizar la realidad subyacente en las fórmulas jurídicoconstitucionales que se encuentran en el tapete de la discusión de hoy, podremos emprender la discusión sobre el mañana. La discusión que se pretende, nos parece que requiere de una cierta forma de acercamiento a la realidad. En primer lugar, entenderemos aquí al derecho como producto social. No utilizaremos pues, formas de razonamiento que se preocupen de la validez de las normas jurídicas o de su interpretación exegética1. En segundo lugar, intentaremos reconstruir los conceptos funLa problemática de la validez jurídica y del contenido de las normas es propiamente una problemática jurídica. Nuestro intento se inscribe más bien dentro de la sociología del derecho. damentales del derecho liberal y del autoritario. Especialmente en el caso del liberal, ello implica por una parle volver a examinar los conceptos y argumentos de los clásicos del pensamiento político, y por la otra, referirlos a las circunstancias sociales que dieron lugar a su surgimiento. Pensamos que ésto permite diferenciar los supuestos lógicos del pensamiento liberal, de los que confluyen en la constitución del Estado autoritario. Además, permite separar dos momentos históricos que tienen diferente carácter: el liberalismo clásico del liberalismo democrático. Este último no es la consecuencia natural del primero, sino de la eclosión de nuevas fuerzas sociales en el espectro socio-político. Ello explica que el debate político respecto de las premisas liberales tiene lugar en nuestro país desde el momento mismo de su independencia. Sin embargo, la democracia liberal como forma polílica adquiere realidad durante este siglo y surge como resultado de la movilización y demnudas sociales de los sectores medios y obreros que requieren participar en el aparato del Estado. Sociedad liberal como mundo de intereses contradictorios El pensamiento liberal representa a la sociedad civil como un mundo de apetitos individuales en que existe la posibilidad clara que be produzca un choque de intereses. Esta concepción de la psicología individual tiene su representante más fidedigno en Hobbes, quien extrae de ella consecuencias políticas que lo llevan a propugnar un tipo de Estado diametral- 500 mente distinto del liberal: absoluto y autogenerado ; . Esla visión de la sociedad civil es comparlida por aquellos autores que rnás comúnmente se considera liberales y que tienden a representar el estado de naturaleza anterior a la formación de la sociedad política como un estado de pacífica convivencia. Es el caso de Locke, quien por una parte tiene una visión idílica del estado de naturaleza, y por la otra justifica a la sociedad política como el mejor medio para asegurar la protección de los derechos naturales ! . Esta aparente contradicción puede ser explicada de dos maneras alternativas: por una parte, Locke identifica el surgimiento de rencillas y envidias entre los hombres, con el término de las primeras épocas de la humanidad en que existía una cantidad ilimitada de recursos para el escaso número de habitantes. Cuando surge el mercado del dinero y las posibilidades de acumulación se hacen ilimitadas, la no protección de los derechos adquiridos debe dar paso a la creación de un aparato insíüucional que los garantice: el Estado11. Otra interpretación, la de Macpherson, estima que t s>la aparente contradicción entre la descripción (A un estado de naturaleza en que los hombres actúan racional y pacíficamente y el surgimiento posterior de envidias y apetitos por poseer lo que es propiedad de los demás, tiene su fundamento en el hecho que Locke tenía al mismo tiempo dos concepciones paralelas: la primera 2 Thomas liobbcs, LcvJuÜian, Collier Macmillan Publishcrs, London, England, 1974, capítulos 17 y 18, pp. 129-134. Qiizá si una de las frases que expresen mejor la visión particular de Hobbca, se encuentre al comiendo del capftulo 17: "El fin último que persiguen los hombres que Limiii' naturalmente la libertad y el dominio sobre Ui\ d^más, al vivir cu suciedades, es el desea de su autopreservadión. . ." r Id., p. 129. i John Lucke Two Treatises of Govcrment, Collier Macinilkin Publishers. Lond-'n. Kngland, 1974. Locke describe el estado de naturaleza en el segundo capítulo de su Segundo Tratado de Gobierno, pp. 122-129 de la edición consultada: "lista igualdad por naturaleza de los hombres es considerada por el juicioso Houker cumo tan evidente en si misma y fuera de tuda discusión, qiiL- la hace el tundamemo de esa obligación de mutuu amor entre lus hombres sobre la que apoya los deberes que tenemos unos para eun los otros, y de la cual deduce las grandes máximas de justicia v caridad", Id. pp. 122-123. Lockt: justifica el surgimiento de la sociedad política en el capitulo IX de su Segundo Tratado de Gobierno, pp. 184-186 de la edición consultada: "Si el hombre en el estado de naturaleza es tan libre, como se ha dicho, si es señor absoluto de su propia persona y posesiones, igual al más grande y nu está sujeto a nadie, ¿por quí renunciará a su imperio y se someterá al dominio y control de cualquier otro poder? A ¡a que es obvio responder que aunque en el estado t!e naturaleza tiene tal derecho, sin embargo su disfrute es muy incierto y está constantemente expuesto a la invasión de otros; porque siendo todos tan reyes como él, todo hombre su igual, y la mayor parte no estrictos observantes de ¡a equidad y la justicia, el disfrute de la propiedad que tiene en ese estado es muy inseguro, muy azaroso". Td. pp. 184. 4 td., secciones 45 y 48 tle! capítulo V del Segundo Tratado de Gobierno: "Sobre la Propiedad", pp. 143. 144, I4i hacía referencia a una sociedad compuesta por sujetos indiferenciados, iguales y propietarios que actuaban "racionalmente". La otra enfocaba a UJS no propietarios, cuyos principios morales y de racionalidad no cían de confiar 5 . La justificación del derecho como un medio para impedir el eslaclo üc guerra entre los indi\ iduos se encuentra también en Montesquieu 6. Es interesan le comprobar, sin embargo, que la representación de la realidad social como compuesta por individuos y no por grupos sociales, se matiz i a veces admitiendo en los hechos las contradicciones cuite grupos y clases sociales. Kilo resulta obligatorio cuando aparece como necesario establecer fórmulas políticas que recojan la realidad. Cuando Montesquieu propone un sistema de gobierno político, plantea en la práctica un arreglo constitucional que institucionaliza el derecho a velo entre clases e instituciones sociales dcíinidas: la Corona, la nobleza y la burguesía ascendente 7 . Esta visión de la sociedad como una escena de confítelos individuales que en ocasiones apalecen teniendo un carácter colectivo, es central en el argumento liberal. En Locke, el estado de naturaleza tiene caracteres idílicos precisamente porque el autor propone Ja posibilidad de un Estado que no se imponga a los propietarios impidiendo la participación de éstos en su generación, a la manera del soberano de Hobbes. Ello implica reconocer la existencia de derechos anteriores al Estado y, además, reconocer al individuo caracteres de racionalidad y pacifismo. Sin embargo, una vez que se ha iniciado el argumento de esla manera, se hace imprescindible reconocer la existencia de contradicciones —que tienen solución— a fin de legitimar la existencia de una autoridad que por una paríe proteja los derechos naturales, fundamentalmente el de propiedad, y por otra resuelva las pendencias intergrupales". El rasgo fundamentalmente individualista del análisis encuentra su raíz en el ocultamiento de las desigualdades sociales que surgen de la división del trabajo y que están 5 C. B. Macphersun, Tlse Politlcal Theory of Possesive Indiviüualism, Oxford Universitv Press, Loudon England, (962, pp. 242-244. * Charles de Montesquieu, Del Espíritu de las Leyes. Ediluiiiil Tecnos, Madrid, España, 1972, pp. 53 y 54: "Ño bien se asocian lus hombres, pierden el sentimiento de su debilidad, cesa la igualdad que hwbiu entre ellos y empieza el estado de guerra. . . Los individuos de cada sociedad comienzan. . . a conocer su fuerza, y tratan de hacer suyas las ventajas principales de [a colectividad, y L"imü consecuencia se origina entre ellas el estado de guerra. . , Este. . . estado de fruerra es causa de que se establezcan las leyes entre los hombres". 7 Id,, libro XT, pp. 149-172. Véase también Henry T. Merry, Motllesquim's System of Natural Gobernznent, Purduc Univorsity Stud¡«, Indiana, United States, 1970, pp. lfiR, 176, 178, 229, 244, 309. 314, 317. 8 Cfr. supra nota t í ' 3. 501 Nuestro siguiente paso es describir qué forma de Estado y do derecho aseguran la convivencia en la conriiirliva sociedad liberal. Liberalismo clásico y Derecho Desde el punto de vis La del desarrollo lógico de la concepción liberal, el egoísmo y el apetito individual isla de los sujetos debe ser controlado a Tin de asegurar un mínimo de convivencia, la lelicidad individual y la felicidad de todos, que no es sino la suma de la felicidad y utilidad individuales '*. Esto sólo puede lograrse mediante normas jurídicas. Las normas jurídicas aseguran, por una parte, la solución al problema del orden social y, por la otra, la solución a la problemática de la libertad. No hay libertad permanente fuera del orden social, ya que existe la amenaza constante de que estalle el esiad'i de guerra entre los hombres. Por otra ¡Kirie, no hay orden sin derecho. De allí que en la concepción liberal, sólo exista libertad dentro del derecho. El peso de la "lioenad" vinculadas a la expansión de! mercado como regulador de la asignación de recursos. Desde otro punt'J tic vista, la visión do la sociedad como un agregado de individuos en constante competencia, cuyos intereses subjetivos SU:J diversos, tramo distintas son tas cualidades humanas, corresponde a una recreación idea] del mercado. Un este lus actores aparecen costo sujetos Individuales, que guian sus actitudes [rente al intercambio por valores subjetivos. El mercada es también una escena prolundumcnic cumpelitiva. La construcción del pensamienio liberal sobre el Estado y el derecho, se cimenta en la \¡siún social que hemos descrito. Las causas Utf las diferencias entre los hombres no tienen solución ya i|uc éstas provienen de impulsos subjetivos y laminen de la diversidad de intereses propietarios (industriales, agrícolas y mineros); pero si pueden buscarse medios para controlar sus efectos 9. En la república liberal, comí» por lo demás lo dirá Madison, la contradicción entre Individuos y grupos es concillada mediante la representación de los diversos intereses. Estos solucionan sus disputas mediante la aplicación de la regla de la nitiwla l0. Hl Esiudo liberal clásico reconoce pues como principio fundamental, la representación de intereses, aunque éstos súlu sean los de los propietarios ". The Federalist Papers, (ed. Ray V. Fairfieldi, Anchor Djoks, New York, United States, 1%I: "Sobre la fuente y Cuntrul de kis Fracciones", ensayo N" lu, pp. 18 y 19, Usarnos este tipa de letra pur razones de espacio. Id. pp. 16-23. Macpherson, op. til. pp. 252-262. Sin embargo, no cualquier tipo de derecho asegura la libertad mutua entre los individuos. Debe tratarse de un derecho que funcione como las leyes de] mercado: en forma impersonal l3. El carácter de impersonalidad de las normas jurídicas significa en forma muy gruesa, que la norma se dirige a regular la conducta de todos los individuos de un mismo grupo y no de individuos particulares; que se aplica uniformemente a todos aquellos que se encuentran incluidos en el grupo y finalmente, que en caso de conflicto, las normas son interpretadas imparcial y objetivamente, de forma que los juicios de valor sean absolutamente ajenos al proceso 14. La impersonalidad de la norma jurídica como ideal de la teoría política liberal, obedece a varias razones. En primer lugar, este es un postulado que afirma la importancia de la burguesía en su lucha en contra del ancien régime. A la mutiplicidad de jurisdicciones típicas del orden feudal, a la vigencia de principios interpretativos de las normas que no obedecían a reglas prefijadas, se opone una nueva racionalidad legal. Esta presupone la igualdad de todos 12 Ui linea de continuidad entre la felicidad del individuo y la de !a sociedad en su conjunto es especialmente eftr,iii.-.nía por la corriente ulililaria dentro del pensamiento liberal, Cf. Jeremy Bentham, The Theory nf Leglslatlon, (Ogden ce!.i. London, England, 1931. Véase especialmente el cíipitulu I. U Koberto M. Unger. Knowledge and Polltlcs, The Free ivNew York, United States, 1975, pp. 83-103. 14 ¡bid. 502 los propietarios y su resguardo frente a los caprichos del solieran» 1?. En segundo lugar, la impersonalidad de la norma definida como lo hemos hecho, garantiza una seguridad de los actores en el mercado que es fundamental para su eficiente funcionamiento |ÍJ. La impersonalidad en sus diversas manifestaciones, asegura como lo dice Beniham, seguridad para las expectativas y entre éstas la más importante es la que permite preservar lo que se tiene: la propiedad ". Las expectativas se garantizan además, mediante otros mecanismos: las normas deben ser preferentemente escritas, deben ser conocidas de todos tj a lo menos, presumirse que lo son. Las normas legales deben además ser consistentes entre sí y no contradictorias. La coherencia del sistema legal se logra mediante un método jurídico adecuado que asegura una comprensión simple l8. Este método especialmente prevaleciente en los sistemas de origen románico es el de la codificación. El carácter impersonal de las normas, debe afirmarse mediante una división de poderes que asegure que las funciones de gobierno se encuentren radicadas en órganos diversos, y además, que los titulares de los distintos poderes sean distintos. La autoridad que aplica la norma a un caso concreto, debe ser distinta de quien la crea. De lo contrario, no sería posible limitar y controlar la aplicación dentro de los términos de ln ley. Por otra parte, quien aplica la ley debe ser distinto de quien la interpreta en caso de conflicto respecto de su contenido. Si el administrador invistiera también el carácter de juez, le sería posible alterar el carácter de generalidad de la norma, beneficiando a un individuo y perjudicando a los demás que pertenecen al mismo grupo al que se dirige la ley. La división de poderes —como por lo demás es claro en Montesquieu—, obedece además a una realidad histórica. Ella asegura un sistema de balances y control entre el estado llano y la nobleza, entre nuevas y viejas formas de propiedad ". La generalidad de la norma, o sea, ta igualdad ante la ley na se dirige a solucionar el problema de la igualdad real. En el c-mcepto liberal clásico, el que los hambres aparezcan como [guales en la suciedad natural, permite jus- 15 Sobre los conceptos generales de la teoría liberal del derecho, w-ist.1 Runz Noumann, The Democratlc and the Aiithorilarlan Stalc, (Hcrben Marcuse ed.), 1966, pp. 22-bS. ](• Max Wcbcr, On Law In Economy nnd Soclety (Muc ii, & Shusler, New York." United Slatcs, 1967, pp. 98-191. 17 Bentham, op. clt. capitulo XVII. IS Ibid. 19 Cfr. snpra nota N? 7. itfk-ar In justicia del mercado como medio de asignación de recursos. Si éste produce desigualdades, esta na se debe a que unos se encuentren en intrínseca Ucsvi-ntuju respecto de oíros. Los perjudicados sólo pueden culparse a si mismos por sus desventuras. De hecho la igualdad formal —entendida como un tralo similar para aquellos que se cncuenhan en una situación socio-económica diversa— reproduce y amplia las posibilidades para la desigualdad real a> . Es útil referir la concepción del derecho que hemos descrito, a su desarrollo histórico en el caso de nuestro país. Esto obedece al hecho de que no existe coincidencia entre Lis Lutuliciones sociales que primaban en Europa Occidcntal al momento que comienzan a germinar las concepciones liberales, cuu las que existen en Chile durante el siglo XIX. Básicamente, el dilema consiste en explicar la coexistencia durante la primera mitad del siglo, de un régimen sucial iluminado por los grandes propietarios agrícolas uV raigambre conservadora, con el desarrollo de instituciones liberales tanto en el campo de las relaciones patrimoniales como en el de las políticas. La respuesta es muy compleja i pero podría bosquejarse una aproximación al problema. Contrariamente a lo que tiende a pensarse, la república autoritaria creada por Portales, no crea una estabilidad ni un principio de autoridad a toda prueba. Las formas de violencia política persisten y se agudizan incluso durante el gobierno de Montt (1851-1861). Las contradicciones también se dan en el campo del debate ideológico y se expresan en conflictos entre formas de propiedad atrasadas y concepciones que favorecen una libre disposición del dominio. En este sentido, la forma liberal del Estado, aunque oculta una realidad profundamente autoritaria, implica aceptar la existencia e influencia de las Fuerzas liberales. Es efectivo, que el ejecutivo interviene abiertamente en las elecciones parlamentarias. Sin embargo, insistimos, la hegemonía conservadora se mantiene porque es capaz de incorporar elementos liberales e "ilustrados" al sistema normativo y a su propio discurso ideológico. De allí que el ser "ilustrado", "liberal" y "racional" son características que se autoimputan los gobiernos, y que dicen de ellos los que los apoyan 21 . Por otra parte, la separación entre lo propiamente administrativo y lo judicial, la exigencia de que las scnlcncias judiciales deben ser 20 Veíase el análisis que Macpherson hace de Locke en Maepherson, op. c¡t. pp, 244 y 245. Sobre el efecto que la generalidad di; las normas produce en la desigualdad social, véase Neumann, op. clt. pp. 22-68. 21 LÍIS declaraciones que indican que los gobiernos se autoconsideran, en algún sentido no despreciable, los representadles del sistema ideológico liberal, sun iniuimerables. La Constitución de 1818 por ejemplo declaraba que: "Lot ii.i i i os del Puder Juiliciul juzgarán todas las causas por las leyes, cédulas y pragmáticas que lüistu aquí h-ni regido, ;i L-xcepdún de las que pugnan con el actual sistema libera] de gobierno" (el subrayado es nuestro). I .1 \ " 177 do la Caceta de los Tribunales de la Instrucción Pública, del 2 de agosto de 1S45 se discute la abolición de los fueros y se expresa que el país se encuentra en un periodo de creadas v de urganización y que las medidas que se encuentran en consonancia con . JuiK-s ilustradas, no encuentran resistencia. Ver p. 23y. 503 I undadas icgahncnle n, y por úllimu, la dcsaparición de !a costumbre como Cuente logal en el Código Civil, son indicadores de una dinámica de diversificación social y de expansión del mercado, que tiene en lo grueso, caracteres de similitud con procesos parecidos en Europa. Esta nueva situación hace necesario el control sobre las decisiones judiciales, de modo que se garanlice que los jueces se guían por principios preestablecidos y no por simple equidad. Durante el predominio posterior del liberatisi 10 político y económico, en las últimas décadas del siglo XIX, se completa el proceso de juridificaclón liberal. Los últimos resabios de confusión enüe la administración política y el Poder Judicial, terminan con la promulgación del Código Orgánico de Tribunales en 1875. La igualdad ante la ley como concepto formal, se expande con el termino de las jurisdicciones especiales. En el plano jurídíco-polílico, el parlamentarismo expresa muy bien el carácter de la época. El nuevo régimen institucional marca el fin de! Estado autoritario y asegura mejor el respeto ele ciertas garantías individuales. Sin embargo, no cabe duda de que también asegura mejor la cohesión de ciertos sectores minoritarios que son ios únicos que gozan en plenitud de las garantías antedichas. No debe olvidarse que incluso en la historiografía tradicional, el régimen parlamentario es calificado de oligárquico. La referencia al desarrollo del ideario jurídico liberal en Chile permite sacar algunas conclusiones. A pesar de las diferencias con las formaciones sociales donde surge el liberalismo, el caso chileno presenta algunas semejanzas de interés. Las Fórmulas jurídico-institucionales y patrimoniales liberales, aseguran una forma de convivencia entre sectores de propietarios y en un comienzo, afianzan la estabilidad del régimen conservador. Por otra parte, ¡a dirección del proceso no va hacia la garantía de la democracia para las mayorías, pues éstas permanecen excluidas de él. Democracia liberal y Derecho Como hacíamos notar al comienzo, la democracia política es un fenómeno que se caracleriza por la movilización de nuevas fuerzas sociales, o de clases sociales que adquieren una nueva conciencia política. No existe en consecuencia, una línea de continuidad natural enV. La exigencia de que las sentencias debían sor fundadas fue establecida por un Deertíio-Lt'v del 2 de febrero de 1837. Véase el leMu en Ricardo Anguila. Leyts Promulgadas en Chile desde 1310 hasta el 12 de junio de 1912, Imprenta Barcelona, Santiago, Chile, 1912, p. 275. Portales: hito en el camino republicano tre el liberalismo clasico y la democracia política. Esta es en muchos casos el resultado de trastornos sociales c institucionales de importancia que aseguran el respeto de los derechos humanos y determinados niveles de participación política. Sin embargo, la movilización social de estos nuevos actores, produce conflictos de imporuin; i; con la concepción de legalidad hasta ese entonces vigente. Para empezar, dt-bemos recordar que lauto desde el punió de vista del concepto de justicia, cuanto desde la perspectiva del eficiente funcionamiento del mercado, la certeza en los derechos y expectativas es esencial para la concepción liberal. De acuerdo a ésta, la justicia se garantiza mediante una aplicación no arbitraria, vale decir Impersonal, de la ley. La impersonalidad, a su vez, sólo puede asegurarse mediante una aplicación literal de las normas, una aplicación que se rige por rcyla.s objetivas y en la que el intérprete debe dejar sus propios valores fuera del proceso de interpretación. Sólo como último recurso se puede acudir al espíritu ¡al de la legislación a fin de desentrañar el contenido de la ley. Desde el punto de vista 504 del eficiente funcionamiento del mercado, la certeza respecto de derechos y obligaciones permite a los actores prever el futuro y actuar en consecuencia. El proceso de democratización y de movilización de nuevos sectores sociales, junto con la constitución en América latina del llamado Estado de compromiso implican problemas de magnitud para la mantención de los conceptos descritos : ' . En primer lugar, el concepto de la legalidad deja de ser uno c inconmovible. Resulta claro que lo "legal" como opuesto a lo "ilegal", podía mantener un carácter de certeza absoluta si se aceptaba que la interpretación de la ley era el lruto de un mero ejercicio lógico y abstracto. Es evidente que esta descripción del rol del intérprete legal sólo pudo sostenerse en épocas de hegemonía ideológica y política sin contrapesas de la burguesía liberal. En esos momentos. c-1 contenido de la ley no era materia de disputa ni de conflicto, ya que el fin del sistema legal era objeto de consenso entre los sectores de propietarios. Muy distinta es la situación que caracteriza al Estado de compromiso, al liberal-democrático. Este tiene como uno de sus rasgos más importantes en América latina el hecho que el acuerdo social entre las fuerzas renovadoras y las conservadoras es mucho más un acuerdo de procedimiento que uno de contenido. Las distintas fuerzas sociales que participan en la democracia política, no concuerdan, al menos en lo general, en sus proyectos socio-económicos. El consenso —frágil por lo demás— se dirige mucho más hacia la forma del Estado y la manera en que se generan las autoridades, que hacia el contenido substancial de las normas jurídicas. Aún cuando los magistrados protestan que sólo cumplen con la ley, resulta evidente para sectores cada vez más amplios de la población, que el proceso interpretativo de las normas jurídicas implica una concepción valórica respecto de los fines del sistema legal en su conjunto V, por ende, de los de la norma del caso. Es interesante comprobar que lo que estamos diciendo no se traduce tan sólo en la discusión política. Por el contrario, abarca a los circuios de magistrados y de abogados, es decir, a los especialistas. Se comraponc la interpretación exegética de las normas con aquella que toma en cuenta los fines que éstas se proponen. Por último, se discute si los fines que 23 E) Estado de compromiso predominio htigememico de puede cimentarse sobre la a tas capas medias se caracterizaría porque el cienos sectores sociales sola base de concesiones impory obreras. deben reconocerse son aquellos que tuvo en cuenta el legislador, o más bien los que adaptan la norma al presente 1A. La consecuencia más relevante de esta situación es que lo que es impersonal y, por ende, no arbitrario, pasa a ser difuso, discutible. El proceso de polarización política que abrirá el paso al régimen autoritario se caracteriza en lo leeal, por la lalta de un referente común que deFina la arbitrariedad, que distinga lo jurídico de lo antijurídico. En un segundo plano, que termina revertiendo en problemas similares a los ya planteados, la democracia política plantea dilemas de importancia para la vigencia del principio de generalidad de las normas. Desde un punto de vista social, ya no basta considerar a todos los sujetos como si hieran iguales. De hecho, su posición y capacidad de negociación social es fundamentalmente distinta. Ello comienza a ser reconocido en Chile a partir de la dictación del Código del Trabajo, que reconoce a los asalariados derechos que les compensan su desigualdad real en la relación contractual laboraL «. El reemplazar el tratamiento igual de los desiguales, por el tratamiento desigual de éstos, implica reemplazar la concepción formal de igualdad y de justicia, por una concepción más sustantiva. Esto sobrepasa lo meramente legislativo y administrativo para alcanzar a lo judicial. El reconocimiento de desigualdades que implican tratamiento legal diferenciado, provoca tensiones importantes entre el rol del juez en la visión Liberal-formalista y el que la democracia social exige de aquél. La ley no puede ya ser aplicada con abstracción de los problemas de igualdad real y substancial. Estos deben estar incluidos y ser apreciados como parte del problema legal que envuelve el conflicto judicial. Nótese, sin embargo, que esto crea una contradicción con el rol que supuestamente debiera jugar la judicatura en un régimen de separación de poderes. Desde luego, esta situación hace difusa la separación entre lo judicial y lo legislativo, pueslo que no rusulla claro dónde termina la interpretación legal, y dónde comienza la formulación de una nueva norma. Por lo mismo, la diferencia entre lo político-potestaI i d i ion en el caso chileno se hace aguda durante los primeros meses Uul Gobierno de la Unidad Popular, y como consecuencia de su uso de atribuciones administrativas que habían permanecido casi as el desuso por décadas. 25 El reconocimiento de la inferioridad económica de los trabajadores se consagra mediante normas que declaran • IIK- '-mi derechos son iiTcnunciiibles, y mediante eJ reconocimiento legal de los derechos a huelga y a sindicalización. 505 Recoger las aspiraciones de tas mayorías livo y lo jurídico propiamente tal aparece como nebulosa. Necesariamente eslo debe traducirse en pérdida de legitimidad del régimen de separación de poderes, del sistema legal en su conjunto y de una noción de lo justo que a lo menos en leo ría aparece como e] mero resultado de la negociación y articulación de mayorías. Las implicancias de esta situación para una democracia que vaya más allá de lo. formal, serán analizadas en la última parte de este artículo. Los antagonismos sociales en el Estado autoritario El rol del derecho en el Estado autoritario latinoamericano responde a una determinada concepción de la sociedad, y por ende, del carácter e importancia de los antagonismos sociales 2*. Podría decirse que la doctrina autoritaria reconoce dos niveles de fines sociales. Los fines objetivos y abstractos cuya primacía moral debe ser reforzada mediante el derecho y los intereses subjetivos que se traducen en conductas particulares, que por desmerecer frente a los primeros, deben ser sancionados y prohibidos. 26 Nos vemos obligados a analizar la concepción autoritaria como a un todo. £ís necesario hacer notar, sin embargo, que en la concepción autoritaria confluyen vertientes ideológicas de carácter diverso: el conservanlismo tradicionalista, el nacionalismo, y finalmente, concepciones ortodoxas y tecnocráticas en lo económico. Que en la sociedad existen fines e intereses objetivos significa que estos no dependen de un proceso de selección individual, o de la negociación entre individuos o grupos. Ellos se imponen a los individuos aún a pesar de ellos. Estos intereses objetivos son abstractos, en cuanto están referidos a una realidad que no es la cotidiana, y asume un valor moral muy superior a ésta. En. términos concretos, los grandes intereses de la unidad de la nación en torno a su Estado y gobierno deben por su jerarquía moral subordinar los intereses de clase y las ambiciones partidistas. Mientras los primeros representan lodo aquello que une, que fortalece la expresión del alma nacional, los segundos constituyen todo aquello que desintegra y disuelve el proyecto y destino histórico de la nación. Si en el Estado liberal, y particularmente en su discurso ideológico, es la sociedad civil y especialmente los sectores de propietarios los que se expresan, en el Estado autoritario —y nuevamente nos referimos a su expresión ideológica— los intereses de grupo e individuales aparecen como subordinados a su existencia y preservación. Dicho de olra forma, el Estado y la nación "aparecen" como sujetos orgánicos que poseen intereses específicos en cuanto tales, y que aparentemente al menos, no son el resultado de la relación entre los individuos y grupos a los que comprenden. Por el contrario, aparecen como reconocidos con anterioridad y por encima de éstos. El carácter de apariencia que asumen los conceptos enunciados, deviene del hecho que este Estado se erige sobre la base de una transformación profunda de las relaciones patrimoniales. Eslo se traduce en un regreso al predominio del mercado como único medio objetivo de asignar recursos en la sociedad. Esto naturalmente significa que el Estado debe garantizar el eficiente funcionamiento de las relaciones de intercambio y, por tanto, de aquellos que aparecen como beneficiarios de éstas. Lejos pues de situarse el Estado por encima de las relaciones sociales asegura su conservación y estabilidad. El aseguramiento de la unidad de la nación en lo polfi'co, v de las relaciones patrimoniales en lo económico, implican que el derecho debe cumplir una fundón fundamentalmente disciplinaria. Desde que los fines superiores de la nación y del Estado en lo político, y de la estabilidad del mercado en lo económico son en numerosas ocasiones contradictorios con los propugnados por los individuos concretos, el derecho debe cumplir con un rol fundamental: debe adecuar a los individuos a pautas de conducta acordes con tos objetivos superiores. El sistema normativo se genera pues en forma jerárquica. Los representantes de los intereses superiores —la autoridad— elaboran normas cuyo objetiva es disciplinar a !a sociedad civil a fin de que ésta se conduzca en forma coincidente con aquéllos. 506 Uno de los problemas básicos del Estado autoritario, rsp^vialmente cuando se encuentra en la necesidad de establecer fórmulas jurídico-poliiicas que lo preserven, es determinar quien representa el interés nacional, el ¡ntciv perior de la nación y del Estado. En otras palabras, se IIDIH de establecer quién constituye el cuerpo político deliberante y dt: qué manera se relaciona con la rnas.i ciudadana. Dado que los intereses que moralmente deben predominar son, —o pueden ser— conflicíivos con kis que motivan a los grupos sociales t. individuos, los representantes del interés nacional no se conciben como delegados de éstos. En esa medida, el acto de delegación mediante e! sulragio que rige en la democracia liberal, no tiene vigencia en ki sociedad autoritaria. Se trata, por el contrario, de un concepto de representación política cuyas raíces se encuentran cu el alegato conservador de Burke cuando rebate los logros de la revolución liberal 21 . Lus representantes de la nación son sujetos de condiciones superiores de habilidad y sabiduría cuyas características morales los colocan por encima del hombre promedio. Ellos representan el inicies nacional por cuanto son los únicos capaces de elevarse por encima de sus propios intereses, para aprehender los objetivos de la nación. Su labor sólo consiste en elegir los medios administrativos y científicos más adecuados para llevarlos a cabo. La sociedad autoritaria y su Derecho Hacíanlos mención con anterioridad, al rol disciplinario que desempeña el derecho en la sociedad autoritaria. Conviene referirse a otros dos aspectos sustantivos que caracterizan al derecho que resulta de los gobiernos autoritarios en América latina. El primero es la desaparición al nivel de conceptos y garantías, de la distinción Estado-individuo que marca el sello de la concepción liberal-democrática. El segundo, es que a nivel de las relaciones patrimoniales, el derecho adquiere caracteres de "regreso" a ias concepciones del liberalismo predemocrático. Referente a lo primero, ya habíamos dicho que la concepción respecto de los antagonismos sociales que tienen las él i les gobernantes, implica la no representación política de éstos y el control de las formas en que estos pudieran expresarse. Ello supone Ja subordinación de los individuos -J\ Estado y a la concepción que tiene la autoridad sobre lo que constituye el interés nacional. La dicotomía Estado-individuo es reemplazada por Ja identificación —incluso forzada— del individuo con el Estado. 27 Cf. Edmund Burke, Reflexions sur ta rcvolutlon franl e , Pniis. Francia, 1912. Dentro de ese marco, la separación de los poderes públicos o es inexistente o no tiene relevancia. Esta situación debe su origen tanto a la concepción elilaria de la autoridad política, cuanto a la base material en que el Estado autoritario se sustenta. En el Estado autoritario sólo tienen representación política las concepciones del interés general que sustenta la élite. Esto naturalmente excluye la formación de cuerpos legislativos elegidos íntegramente por sufragio que permitan articular intereses contradictorios. Por otra parte, si la concepción de los gobernantes respecto de lo político y lo económico, es la jusía, limitarlos en sus prerrogativas mediante la elección de órganos enteramente representativos no sólo aparece como puco raciona!, sino como peligroso, ya que se ponen en peligro las formas socio-económicas que el gobierno autoritario pretende consolidar. Con respecto al Poder Judicial, si bien es cierto que en muchas ocasiones su independencia es respetada, la verdad es que ésta tiene una significación menor. Los poderes de los gobernantes se encuentran consagrados por normas de tal amplitud, que su control jurídico requeriría de una interpretación valorativa de los mismos, que no parece posible en las circunstancias que rigen. La desaparición de la dicotomía Estado-individuo, se expresa con fuerza en el campo de las garantías individuales, ya que la existencia real de dichas garantías depende en definitiva de los gobernantes. Un segundo rasgo del derecho en la sociedad autoritaria latinoamericana, es que en el campo de las relaciones patrimoniales refleja un retorno a fórmulas jurídicas pretéritas. Las políticas económicas que se siguen se caracterizan por la implementación de una estrategia de desarrollo capitalista que se supone capaz de promover un proceso de crecimiento aulosostenidOi En esa misma medida, para su éxito, requerirá de un marco normativo que supere la evolución desarrollada durante la vigencia de la democracia política, como reconocimiento a las demandas de sectores medios y obreros. Una primara manifestación de esta especie, se da en el nuevo predominio de la generalidad en las regulaciones económicas. Esto es manifestación del rol subsidiario del Eslado en el campo económico, > del consiguiente retorno al predominio del mercado como único mecanismo de asignación de recursos. Eslo significa horrar las violaciones al principio de la generalidad que se hacian en nombre de la lustícia durante la vigencia del Esludo liberal-democrático. Ellu se expresa en la desaparición creciente de los subsidios preferenciales a ciertas sectores de empresarios, en la igualación —o por lo menos la tendencia en esc sentido— entre las garantías al capital extranjero y el nacional, y en la supresión de lús mecanismos legales que, como la huclgu. permitían a los trabajadores compensar de alguna manera MI desigualdad socio-económica frente a los empresarios. 507 De esla manera, el retorno a formulaciones jundieo-eeonómicas pre-democráticas se expresa en el llevar a su límite la generalidad de las regulaciones económicas, de forma tal, que se trata como iguales situaciones que son distint.i-. y que reflejan en ocasiones intereses abiertamente contradictorios. F.sio se traduce naturalmente en un acentuamlento d« las diferencias sociales, que es pierrcquisito cultural para que el proceso de acumulación c&pitalista (jue se propone, liuya éxito. Dentro de esle mismo marco de análisis, resalta ct reforzamiento de las garantías al derecho de propiedad, condición sine qua non para el desarrollo de los actores dominantes en el mercado. Esto se manifiesta en el establecimiento do cláusulas constitucionales que resIriníjcn los poderes del Estado en ese sentido, en declaración de intenciones que expresamente reafirman el carácter subsidiario do la intervención del Estado en la economía, en estatutos legales que aseguran las expectativas del inversionista foráneo, y finalmente, en el desuso y a veces derogación de. las normas jurídicas que permitían al Estado intervenir en unidades económicas privadas, o requisar productos o mercaderías, cuando se tipificaran determinadas situaciones de emergencia. El mundo de lo político y el de las relaciones económicas se regulan mediante dos tipos diversos de racionalidades legales, lo que en el fondo obedece a los requerimientos de una racionalidad más global, como veremos más adelante. Mientras en lo político el Estado goza de amplias prerrogativas que le permiten actuar sin contrapeso, en lo económico es el derecho de propiedad el que es garantizado especialmente en contra de la acción del mismo Estado. Ello requiere que las interpretaciones legales amplias de las atribuciones políticas de la autoridad, cedan su lugar a interpretaciones literales y restringidas cuando se trata de la actuación del Estado en el campo de lo económico. Lo que interesa destacar, es que en la sociedad autoritaria de nuestros países se destacan dos mundos paralelos de lo legal, cuya diferencia no es casual, ya que las relaciones patrimoniales dependen para su subsistencia de la mantención de las políticas. Vale decir, el mundo de lo político asegura la estabilidad de las nuevas relaciones económicas y éstas, a su vez, conslituyen la preocupación central del Estado. Es este entrelazamiento entre ambos mundos, el que hace necesaria la existencia de dos racionalidades legales diversas. Mientras en el caso del liberalismo clásico, la estructura jurídica del Estado tenía correspondencia con la forma jurídica de regular las relaciones patrimoniales, en el F.siado autoritario, la mantención de estas últimas requiere del sacrificio de aquélla. En un sentido meramente metafórico y salvando las diferencias históricas de carácter fundamental, la discusión que hemos hecho sobre el P.stado autoritario nos remite al contrapunto hecho entre Lockc y Hobbes 28 . En el caso del primero, la aceptación de los principios del constitucionalismo clásico proviene de que aprecia justamente que la cohesión y hegemonía de los sectores propietarios es de tal magnitud, que no aparece como necesario erigir un Estado que reine sin contrapesos por encima de la .•dad civil. Hobbes por el contrario, sostiene la tesis opuesta. El Estado autoritario en América latina encuentra la explicación de su existencia y de su derecho en la crisis de la hegetnonía de los sectores propietarios, y por ello, el soberano que se genera a si mismo, reemplaza al Estado liberal-democrático. Conclusiones El análisis que hemos hecho, ha encontrado su punió de partida en la recreación que las ideologías liberal v autoritaria hacen de los antagonismos que se dan en el seno de la sociedad. Nos parece que esto explica de manera más clara el carácter y el rol que se le asigna L;1 derecho en ambas ideologías. Hemos visto también que la mantención de la democracia no es un dilema meramente jurídico, aunque por supuesto tiene muchos elementos de ese carácter. En un momento en que se debaten fórmulas jurídico-constitucionales de diverso cuño el problema de la democracia aparece como esencial. Ella naturalmente no puede cimentarse sobre la supresión o el desconocimiento legal de los antagonismos sociales. Tampoco puede erigirse sobre la base de la consecución de objetivos abstractos que no coinciden con los fines concretos de clases v grupos sociales. Por el contrario, su punto de partida debiera ser el reconocimiento de dichos ;iniagonismos dándoles ciertas formas de solución. Sólo la creación de un amplio consenso social que recoja las aspiraciones más sentidas por las mayorías puede superar los conflictos entre el concepto de legalidad y la contradictoria realidad social. Ello permite por una parte hacer distinguible lo arbitrario de lo que no lo es, y, además hace compatible el mantcnimicnlo de ciertos criterios legales centrales con los requerimientos por mayor igualdad social. Este amplio consenso social es pues el punto de partida para discutir las Fórmulas jurídico institucionales democráticas que debieran recir en el futuro. 28 Cfr. supra pp. 1 y 2.